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PSICOLOGÍA.

CINE
Para un análisis psicocinematográfico integral
PSYCHOLOGY. CINEMA

ANÁLISIS

Para un análisis psicocinematográfico


integral1
(Rev GPU 2010; 6; 4: 492-500)

Eduardo Llanos

Introducción de la película sometida a análisis. Simplificando, se po-


dría decir que en el momento del análisis se procurará

E l presente texto nació como una manera de fijar por


escrito ideas y distinciones explicadas y aplicadas
en el seminario Psicología y Cine, que impartí en 1999
conocer cada filme en sus diversas partes, mientras que
en el momento de la síntesis se tratará de comprender
el mismo filme ya como un todo articulado.
para tesistas de la Escuela de Psicología de la UDP. La bi- Así, sin pretensiones de exhaustividad, distingui-
bliografía más técnica sobre apreciación fílmica no re- remos una primera tríada de dimensiones relativas a la
sultaba útil en el contexto de estudiantes de psicología, historia versus una segunda tríada relativa a la película
más interesados en afinar su sensibilidad que en adqui- entendida como obra de arte. En el primer caso pode-
rir un tecnolecto distanciador y de provecho incierto. mos asumir la historia como el sistema resultante de
Sobre el tema existen, claro está, textos más personas que interactúan entre sí (intersubjetividad),
“amigables”; pero confieso que su consulta casi no ha se autoexploran y/o se conflictúan internamente (in-
afectado la elaboración de este artículo, que pretende trasubjetividad) y, al menos en algunos casos, evolucio-
ser todavía más básico y, de ser posible, también más nan de modo trascendente (transubjetividad). En cierto
operativo2. modo, estos tres primeros planos de análisis pueden
Con la orientación didáctica ya mencionada, en parecer los más elementales, pues no requieren for-
este artículo se proponen y describen seis planos de zosamente hacerse cargo del soporte (imágenes cine-
análisis de una película. El tipo de ejercicio aquí suge- matográficas) ni del carácter artístico de lo analizado;
rido busca primero afinar la percepción para hacer dis- de hecho, reducida a sus anécdotas y a las secuencias
tinciones útiles y relevantes, que apuntan a distintas di- de interacción, cualquier película puede en principio
mensiones humanas, que a su vez remiten a diferentes coincidir con lo que un observador cualquiera pudiera
teorías o subdisciplinas. Por lo mismo, el modelo pre- haber vivido u observado en la vida real (digamos, en
tende favorecer una síntesis articuladora e integrativa una esquina de su barrio y no en la pantalla del cine).

1
Con mínimas variantes, el artículo apareció en Mesa redonda, Universidad Central, Santiago, Nº 1, pp. 137-150.
2
De todos modos, ofrezco a continuación sus señas: 1) Ramón Carmona [pseudónimo para un trabajo en equipo]: Cómo se co-
menta un texto fílmico (Ediciones Cátedra, Colección Signo e Imagen, Madrid, 31996, 327 pp.). 2) Francesco Casetti y Federico
di Chio: Cómo analizar un film (Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 21996 [11991] [Milán 1990], 278 pp.). 3) Giacomo Gambetti
y Enzo Sernasi: Cómo se mira un film (Eudeba, Buenos Aires, 21963 [11962], 367 pp.).

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En el segundo caso asumiremos que la película agudos o crónicos. Por ejemplo, en los contextos fami-
se nos presenta e impone en su condición de obra de liares, grupales y de pareja suelen darse relaciones do-
arte y de ficción (incluso cuando se trata de una “his- blevinculares, acusaciones recíprocas por impenetrabi-
toria verídica” o muy realista). Desde luego, resultará lidad extrema, mistificaciones, colusiones, “enganches
inexcusable examinar los mensajes ideológicos (o con- malignos” (con escaladas simétricas ya cronificadas),
traideológicos) que el filme, deliberadamente o no, nos ciertas “misiones” o delegaciones transgeneracionales
comunica. Asimismo, en su búsqueda de trascendencia que impiden la evolución psicológica de algunos per-
y de universalidad, las películas suelen también valerse sonajes, etc.
de diversos y variados signos analógicos de segundo Desde una perspectiva pragmalingüística, será
orden, que pueden ir desde emblemas aislados hasta útil observar los diálogos distinguiendo los enunciados
alegorías complejas y completas (plano simbólico). literales (locuciones), los actos realizados mediante la
En cualquier caso, con o sin tales simbolismos, un fil- palabra (ilocuciones) y los efectos y repercusiones de
me siempre implica algún tratamiento estético de sus los mismos (perlocuciones). Por tal razón, convendrá
distintos componentes (argumento, guión, actuación, identificar ciertas implicancias conversacionales y dilu-
vestuario, escenografía, fotografía, música, efectos de cidar tanto los sobreentendidos como los subentendi-
sonido o de filmación, etc.). dos y los malos entendidos.

EL SISTEMA DE LAS PERSONAS 2. Plano intrasubjetivo

1. Plano intersubjetivo En este plano se trata de explorar la subjetividad misma


de los personajes principales, en la medida en que ella
En este plano de análisis resulta pertinente observar pueda inferirse a partir de la riqueza de su vida emo-
qué tipo de interacciones establecen los personajes y cional, su autoconciencia y su autoaceptación. Suelen
qué clase de actitudes interpersonales prevalecen en aparecer aquí conflictos y procesos “intrapsíquicos” de
tales vínculos. Por tanto, convendrá explorar ciertas di- muy diversos tipos (es decir, no sólo psicodinámicos),
mensiones relacionales, como los continuos que van de los que pueden ir desde la simple inmadurez hasta pro-
la simetría a la complementariedad, de la colaboración blemas vocacionales, de identidad, de género o de con-
a la competencia, de la cordialidad a la hostilidad, del ciencia, crisis por inadaptación a los nuevos estadios
dominio a la sumisión, de la intimidad a la distancia, psicoevolutivos, etc.
de la confianza a la desconfianza. En una aproximación Desde luego, incluso si se han originado en una
descriptiva, habrá que observar si la interacción se or- infancia remota, todos estos fenómenos presuponen
ganiza en díadas y/o más bien en tríadas o en sistemas contextos interaccionales; sólo que, para los efectos
más complejos. Entre estos últimos pueden destacarse del análisis, resulta útil distinguir los factores “subjeti-
ciertas clases de “triángulos” no siempre notorios, pero vos”, “intersubjetivos” y “objetivos” que confluyen en la
con claros efectos pragmáticos. Recuérdese el clásico historia (los que muy a menudo se retroalimentan en
triángulo edípico (Freud), en sus diversas variantes. círculos viciosos –y a veces virtuosos– de causalidad
También cabe mencionar el “triángulo perverso” (Ha- mutua). En otras palabras, al examinar lo intrasubjetivo
ley), en que un superior en jerarquía y/o en edad (por y lo intersubjetivo, habrá que regirse en primera instan-
ejemplo, un abuelo o un gerente) busca alianzas con cia por el principio de distinguir sin separar, apuntan-
alguien de estatus inferior o de menos edad (un nieto, do en segunda instancia a la meta mayor de distinguir
un empleado) en contra de alguien de nivel intermedio para unir.
(un hijo, un yerno, un mando medio). En tercer lugar, Por ejemplo, vemos a menudo a personajes que
recordemos el “triángulo dramático” (Karpman), en tienen “deudas pendientes” consigo mismos y que,
que los interactores alternan los roles de perseguidor, desoyendo o ahogando sus propias conciencias, se in-
víctima y salvador, casi siempre sin poder controlar la volucran en situaciones o en relaciones que les permi-
mecánica interaccional. ten mantener en el olvido ciertas partes de sí mismos (o
Además, también será pertinente observar si se incluso aparentemente “superarlas”), y que en realidad
presentan secretos y/o mitos familiares o grupales, terminan agravando la situación. En este sentido, nun-
complicidades, alianzas, coaliciones (generacionales ca estará demás recordar que, en las relaciones estre-
o intergeneracionales). Una vez observados tales fe- chas, suelen darse tendencias colusivas, las cuales por
nómenos, convendrá evaluar si éstos son episódicos o definición articulan una conflictiva intrapsíquica y, co-
sistemáticos, normales o patógenos, leves o severos, rrelativamente, una intensa atracción hacia un otro que

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parece libre de tal conflictiva (por ejemplo, alguien que la opción de asumir su propia libertad y su propio com-
evita afrontar y superar su propia inmadurez o insegu- promiso consigo mismos y con el mundo, compatibili-
ridad tenderá a sentirse atraído por alguien aparente- zando así la autonomía y la heteronomía.
mente maduro y asertivo). En términos más operacionales, se puede observar
En relación con esto, es iluminador el contraste en- que, en sus primeros grados, la orientación transubje-
tre el área ciega y el área oculta (Ventana Johari), como tiva suele tomar la forma del arrepentimiento, evolu-
también la tendencia al autoengaño, al autoentrampa- cionando hacia el remordimiento, lo que lleva a ciertos
miento y al autosabotaje. personajes a reparar daños causados a terceros; otras
veces se observan actitudes de contrición o de atrición,
3. Plano transubjetivo o eticoexistencial como si los personajes hubieran ofendido a Dios.

Esta dimensión no es muy frecuente en el cine, pero EL SISTEMA DEL FILME


episódicamente aparecen aquí o allá algunos perso-
najes que logran madurar, autorrealizarse y autorres- 4. Plano ideológico
ponsabilizarse, alcanzando en tal proceso –siquiera por
momentos– una real autenticidad existencial. Surgen Si entendemos ideología básicamente como un siste-
entonces vínculos profundos entre las personas y, a la ma de creencias, valores y actitudes que los individuos
vez, algunas de ellas se orientan hacia planos trascen- tienen respecto del orden social, notaremos que ese
dentes (transpersonales), aunque no necesariamente sistema deja ver su carácter de tal a través de mani-
místicos o semimísticos. En síntesis, los personajes y las festaciones indirectas y a menudo poco conscientes.
escenas nos dejan la impresión de una apertura expan- Para examinar el plano ideológico de un mensaje dado,
siva del potencial humano, resultado de una integra- conviene tener presente que éste no opera meramente
ción intra e intersubjetiva que religa al individuo consi- como un telón de fondo y que a veces contrasta con las
go mismo –se supone que etimológicamente individuo intenciones conscientes del emisor. Así, las opiniones
significa indiviso– y también con los otros, dándole un y actitudes de éste –en el nivel implícito y latente, casi
mayor sentido a su ser en el mundo y su lugar en la co- nunca en el nivel explícito y patente– lo mostrarán a
munidad, en la naturaleza y en el universo. mayor o menor distancia de la visión de mundo propia
Si el compromiso ético y la responsabilidad exis- de su grupo social y de sus intereses correlativos. En
tencial aparecen con poca frecuencia o escasa rele- tanto sistema de ideas, una ideología comporta enton-
vancia, es precisamente porque presuponen una re- ces un “saber” –o pseudosaber– que se presenta como
solución y superación de las dificultades propias de natural o generalizable y, por tanto, no discutible. En el
los planos intrasubjetivo e intersubjetivo. La presunta caso particular del cine y de los objetos culturales, la
espiritualización del sujeto aislado de su comunidad ideología suele infiltrarse de modo subrepticio –pero
resulta ideológicamente sospechosa y suele correspon- no necesariamente deliberado– al reproducir en el dis-
der más bien a una forma de enajenación (y ni siquiera curso las relaciones de desigualdad y de injusticia pre-
de las más originales). La integración trascendente no valecientes en la sociedad, dejando así la impresión de
puede ocurrir con prescindencia –y menos a expensas– que tales fenómenos son “hechos de la causa” o “partes
de los vínculos y los deberes interhumanos, sino pre- del paisaje” y que no ameritan cuestionamiento. Esta
cisamente de cara a los otros, puesto que, más allá del “naturalización” de ciertos hechos no sólo favorece los
ejercicio analítico, la subjetividad es indisociable de la intereses de una clase social (por ejemplo la burgue-
intersubjetividad. De hecho, casi siempre que esta di- sía); también puede estar al servicio de un género (por
mensión surge lo hace como consecuencia natural de ejemplo los hombres) o de un grupo (por ejemplo una
que los personajes terminaron palpando y asumiendo etnia, un partido) y hasta de una profesión.
la interdependencia de sus vidas particulares y las vidas En Lenguaje e ideología, Reboul intenta escapar
de los otros. del criticismo estrecho que denuncia la ideología como
Insistimos: este religarse no necesariamente toma una idea errónea o perversa sostenida por mi oponente
la forma de una religiosidad propiamente dicha. Del y de la cual el yo cree estar libre. Tal esfuerzo lo lleva a
mismo modo, tampoco hace falta que los personajes caracterizar la ideología a partir de cinco rasgos cons-
encarnen una suerte de existencialismo explícito y pro- titutivos. En primer lugar, “una ideología es por defi-
gramático; lo que sí suele ocurrir es que, a lo largo de nición partidista”; es decir, confronta polémicamente
la historia, algunos personajes comienzan a madurar ideas o posturas rivales, sin limitar su lucha a los me-
una sensibilidad ética y existencial que los enfrenta a ros argumentos lógicos y racionales (como ocurre o se

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espera que ocurra en los mundos científico y académi- A manera de ilustración, considérese la presencia
co). En segundo lugar, “una ideología es siempre colec- de la mujer en el cine comercial, las teleseries y el pe-
tiva” y más bien anónima: normalmente es un discurso riodismo televisivo. Cualquier espectador crítico notará
ya hecho y disponible para ser creído antes que para que allí abundan las mujeres más bien jóvenes y atrac-
ser pensado. En tercer lugar, “una ideología es necesa- tivas: como si envejecer o no ser agraciadas fuera –y
riamente disimuladora”, porque evita examinar a fondo particularmente en el caso del género femenino– una
sus incongruencias o valorar los argumentos rivales y, desgracia vergonzante que se debe ocultar para no in-
en cambio, mantiene su fachada de racionalidad para comodar al espectador (sobre todo si éste es hombre).
ocultar su propia condición de pseudosaber. En cuarto Obviamente, ese sesgo juvenilista y “estetizante” del
lugar, y a despecho de lo antes apuntado, “toda ideo- cine y la televisión constituye una suerte de ideologe-
logía se cree racional” y “pretende ser crítica”; por lo ma que contradice e incluso niega la realidad (de la cual
mismo, apelará parcialmente a la ciencia, invocará esa muestra de mujeres bellas y jóvenes constituye un
datos o hechos supuestamente innegables y citará a recorte interesado al servicio de un machismo mercan-
pensadores o figuras reconocidas por su inteligencia y tilista). Pero ocurre que, aparte de este muestreo esta-
versación. Finalmente, “la ideología es siempre el pen- dísticamente desproporcionado, en los roles asignados
samiento al servicio del poder”, de modo que –lo admi- a estas mujeres prevalecen patrones todavía más ex-
ta o no, se advierta o no se advierta– cumple la función cluyentes: o bien son atractivas y “poco pensantes”, en
de legitimar la existencia y el uso de tal poder3. cuyo caso suelen ser “buenas”; o bien son atractivas y
Cuando el discurso contra el poder no se erige en pensantes, pero “malas”. Sólo las “feas” pueden darse el
otro poder y logra superar las autocontradicciones que lujo de ser al mismo tiempo “inteligentes” y “buenas”. Y
acechan desde su nacimiento al discurso contestatario, si por un error del guionista o del director alguna mujer
entonces es probable que estemos en presencia de una es simultáneamente atractiva, inteligente y honesta,
utopía. En este sentido, el cine –como cualquier arte– entonces se puede ir sospechando que, siguiendo su
suele oscilar entre la utopía, la denuncia contraideoló- “naturaleza” más recóndita, en algún momento empe-
gica y la propaganda ideológica. zará a transformarse en una suerte de arpía. Por último,
De lo anterior se puede concluir que, en tanto re- si una heroína tal (atractiva, inteligente y honesta) se
presentaciones de mundo, las ideologías equivalen a resiste a actuar como bruja (y, por tanto, no manipula a
pseudosaberes. Por mucho que el conocimiento lógica- los varones ni traiciona a otras mujeres), entonces vere-
mente fundado no siempre tenga en la ciencia su mejor mos casi indefectiblemente que terminará quedándose
ejemplo –ya que el discurso científico puede estar infi- sola, sin amigos ni pareja… Se convendrá en que esos
cionado de ideología–, de todos modos se puede decir estereotipos, aunque los hayamos descrito de modo
que ésta al menos intenta autocorregirse y autodepu- esquemático y en sorna –haciendo una caricatura de
rarse. En la ideología, en cambio, suelen predominar una caricatura–, dejan entrever una innegable función
el sincretismo –antes que el eclecticismo crítico–, las ideológica.
falacias y aun los simples sofismas; en este sentido, las La crítica contraideológica tiende, pues, a desmon-
ideologías funden y confunden el saber y la valoración tar la retórica naturalizadora que sirve de soporte al
(de ahí que se las puede clasificar como pseudosabe- discurso ideológico. Desde una perspectiva tal se pue-
res), la argumentación racional y la defensa a ultranza den escrutar la conversación y las noticias de cada día,
de intereses inconfesados4. y se descubrirá que, por ejemplo, cabe llamar “hombres
públicos” a un senador o a un ministro, mientras que a
sus colegas femeninas de iguales funciones se las ofen-
3
Olivier Reboul: Lenguaje e ideología. Editorial Fondo de dería llamándolas “mujeres públicas”. Curiosamente,
Cultura Económica, México, 1986 [París, 1980]. el sexismo lingüístico parece venir actuando desde la
4
Por cierto, existe una copiosa bibliografía sobre esta eternidad: Dios es masculino y, en el caso de la madre
noción. Aunque en el presente artículo no se siguen sus patria, pasa inadvertida la paradoja que late en su eti-
lineamientos, creo que hay dos obras particularmente mología (pater), la cual podría despejarse llamándola
recomendables: T. Eagleton: Ideología: una introducción
(Editorial Paidós, Barcelona, 1997 [Londres, 1990] y Teun
A. van Dijk: Ideología. Una aproximación multidisciplina-
ria (Editorial Gedisa, Barcelona, 1999 [Londres, 1998].
Desde el punto de vista psicosocial, es útil el texto de citado texto de Olivier Reboul (ver nota anterior) puede
Gerardo Pastor Ramos: Ideologías. Su medición psicoso- resultar discutible en su toma de posición, pero es explí-
cial (Herder, Barcelona, 1986, 304 pp.). Finalmente, el ya cito y razonante.

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simplemente matria, como hacía el malogrado poeta equivalentes tanto para cada individuo como para la
argentino Julio Huasi. comunidad. En un contexto claramente favorable al
Así como la crítica feminista denuncia el machismo liberalismo, Reboul se formula una pregunta similar, y
y el sexismo, los estudios culturales contribuyen a des- termina con un planteamiento de mayor alcance, que
enmascarar el racismo y otros mensajes implícitos en la bien puede extrapolarse como criterio general, más allá
cultura de masas. Un “inocente” comic o una “divertida” de su apología liberal:
teleserie casi siempre obtienen su humor a costa de los “Sostengo, pues, que una ideología es más acep-
más débiles y/o marginales y/o desposeídos (cuyas vi- table que otra en la medida en que se pueda tomar se-
das suelen ser tristes más bien que humorísticas: alco- riamente su pretensión de ser racional; o dicho de otro
hólicos, homosexuales, prostitutas, campesinos, etc.). modo, en la medida en que suspenda la violencia del
Por otra parte, se abre paso también una ecocríti- poder al que sirve y haga inútil la de sus adversarios.
ca, que juzga hasta qué punto las obras de arte ofrecen Una ideología es aceptable en la medida en que uno
una visión compatible con una conciencia ecológica pueda impugnarla sin destruirla, y sin destruirse” (Oli-
responsable y madura. vier Reboul, opus cit., p. 234).
Después de lo explicado debería quedar claro que Más poéticamente, la gran Violeta Parra se pregun-
la palabra ideología no es un sinónimo de doctrina. Para taba en una de sus últimas canciones: “¿Qué vamos a
evitar el equívoco, si se desea aludir –en el contexto de hacer con tantos y tantos predicadores?”. Y realmente
las corrientes de pensamiento– a una doctrina o cuer- no hay cómo saber si fue ese lúcido desencanto lo que
po de ideas y/o ideales explícitos, convendrá hablar de guió su mano cuando se dio muerte de un tiro en su
ideologías políticas. Por sí solo, el término ideología tie- carpa de La Reina en 1967. Por nuestra parte, también
ne –en la tradición crítica iniciada por Marx– una con- podríamos o más bien deberíamos preguntarnos quién
notación peyorativa, ya que designa un pensamiento nos liberará de tantos liberadores.
distorsionado, casi un equivalente al mecanismo de de-
fensa que en psicoanálisis se llama racionalización. Se- 5. Plano simbólico
guramente a eso apuntaba Barthes cuando afirmó que
la retórica –en tanto estrategia de connotación, no en El plano simbólico es uno de los más difíciles de definir.
tanto disciplina– “es la faz significante de la ideología”. Nos ayudaremos citando a uno de sus mejores estu­
Con todo, cabe preguntarse hasta qué punto el des- diosos:
montaje contraideológico sortea el peligro de conver-
tirse en una nueva ideología. Darlo por sentado puede “Volviendo al tema de la delimitación de lo simbó-
ser meramente una opción cómoda para algunos, pero lico, para precisar más la finalidad de esta obra, in-
no un argumento y menos una prueba. La Escuela de dicaremos con un ejemplo que en la fachada de un
Frankfurt, el estructuralismo, el posestructuralismo –de monasterio puede verse: a) la belleza del conjunto;
orientación barthesiana, lacaniana o foucaultiana–, el b) la técnica constructiva de la realización; c) el esti-
socioconstruccionismo, el deconstruccionismo, los es- lo a que pertenece y sus implicaciones geográficas e
tudios culturales y la semiótica social han prolongado la históricas; d) los valores culturales y religiosos implí-
ya famosa Escuela de la sospecha5, enseñándonos que citos o explícitos, etc., pero también: x) el significado
el ejercicio de la palabra –este mismo, por cierto– nun- simbólico de las formas. En tal caso, la comprensión
ca es inocente ni menos desinteresado. Por lo mismo, de lo que simboliza un arco ojival bajo un rosetón
una manera de practicar esa lección sería aplicar a los constituirá un saber rigurosamente distinto frente a
maestros su propio test y preguntarnos si los desideolo- los demás que hemos enumerado. Posibilitar análi-
gizadores están libres de cualquier sospecha ideológica. sis de este carácter es nuestro objeto fundamental,
Pero si termináramos asumiendo que todo discurso sin que, precisémoslo una vez más, confundamos
es ideológico de una u otra manera, restaría averiguar el núcleo simbólico de un objeto, o la transitoria
si lo son en el mismo grado y si representan amenazas función simbólica que lo exalte en un momento
dado, con la totalidad de este objeto como realidad
en el mundo. El hecho de que el claustro románico
5
Maurizio Ferraris se atreve a hablar, en un artículo homó-
coincida exactamente con el concepto de temenos
nimo, del “Envejecimiento de la ‘escuela de sospecha’”. (espacio sagrado) y con la imagen del alma, con la
Ver Gianni Vattimo y Pier Aldo Rovatti (eds.): El pensa- fuente y el surtidor central como sutratma (hilo de
miento débil (Ediciones Cátedra, Madrid, 1990 [Milán, plata) que liga por el centro el fenómeno a su ori-
1983], pp. 169-191). gen, no invalida [y] ni siquiera modifica la realidad

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arquitectónica y utilitaria de dicho claustro, pero como las ciencias más formales (matemática, lógica),
enriquece su significado por esa identificación con las humanidades y la filosofía, el psicoanálisis y la se-
una ‘forma interior’, es decir, con un arquetipo es- miología, la etnografía y la arqueología, la historia del
piritual” (Juan-Eduardo Cirlot: Diccionario de símbo- arte y de las religiones, la cibernética y la mitología, la
los. Editorial Labor, Barcelona, 1995, pp. 16-17). hermenéutica y la estética, el esoterismo y la heráldica.
Se comprenderá que tantos asedios simultáneos gene-
Pues bien, trocando el ejemplo del monasterio por ran notorias disparidades en la nomenclatura y en los
una película cualquiera, concluiremos que captar sus énfasis. Así, las nociones de símbolo de Peirce y Saussu-
simbolismos –si los hubiere en abundancia, puesto que re difieren nítidamente entre sí, y otro tanto se puede
hay filmes de escasa carga simbólica– no tendría por decir de las conceptualizaciones del símbolo en Freud
qué entorpecer su goce estético, ni la comprensión de y en Jung (para citar dos contrapuntos ya clásicos). Por
sus alcances ideológicos o contraideológicos ni la dis- otro lado, y a pesar de las sutiles distinciones propues-
cusión de su eventual verdad histórica ni la celebración tas por Peirce, la tradición norteamericana suele llamar
de su posible originalidad o de sus méritos técnicos o símbolo a lo que la tradición europea llama signo.
actorales ni su ubicación crítica en el contexto com- Más importantes que esas diferencias terminoló-
parativo de la filmografía del mismo cineasta o de sus gicas son, en todo caso, ciertas coincidencias valorati-
contemporáneos, etc. Bien realizada, la interpretación vas. En efecto, casi hay unanimidad para reconocer en
simbólica no sólo no debería obstaculizar los demás el símbolo al portador de los significados primigenios
análisis sino que bien podría enriquecerlos. y más universales; su enorme capacidad para revita-
Pero esa aclaración no nos exime de explicar qué lizar en el hombre sus raíces profundas y sus anhelos
es y cómo funciona un símbolo. En primer lugar, di- esenciales; el eficaz sincretismo con que amalgama lo
gamos que el símbolo es un tipo de signo u objeto –y terrenal y lo celestial, lo material y lo inmaterial, lo indi-
eventualmente un acto– que representa algo distinto vidual y lo colectivo, lo consciente y lo inconsciente, lo
de sí mismo, merced a una relación comprensible para humano y lo divino, lo sensorial y lo intelectual, el pen-
los miembros de la cultura que lo usa. Dicha relación samiento y el sentimiento, la percepción y la intuición.
suele consistir en una cierta similitud o vínculo natural Asombra del símbolo la parquedad de su significante y
entre el simbolizante y lo simbolizado, tal que el pri- la elocuencia de su significado. De hecho, la polisemia
mero es siempre más concreto (a menudo se trata de resulta tan consustancial al símbolo que casi debe in-
un objeto visualizable y hasta palpable) y el segundo cluírsela entre sus rasgos más esenciales. En cualquier
siempre más abstracto. Así, por ejemplo, la paloma caso, nadie mezquinará al símbolo su idoneidad para
es un símbolo de la paz gracias a que nuestra cultura expresar la ambigüedad y la polivalencia del ser: como
reconoce en esa ave una inocencia y una indefensión ningún otro recurso semiótico, permite aludir sin afir-
enternecedoras, asociándola con una suerte de regalo mar, velar sin ocultar, interpelar abiertamente a todos
celestial: la paloma encarna, pues, unos atributos en- sin dirigirse exclusivamente a ninguno. Desde un pun-
contrables en el “cielo” y los acerca a la tierra. Nótese to de vista psicológico, se podría decir que el símbolo
que no cualquier animal puede simbolizar tan eficaz- favorece una conectividad más fluida entre consciente
mente la idea abstracta de ‘paz’: ni una gallina ni una e inconsciente (incluyendo el inconsciente colectivo de
rata ni un alacrán servirían para ese simbolismo. Del Jung). Casi siempre el significante de un símbolo reen-
mismo modo, si la balanza es un símbolo universal de vía verticalmente nuestra atención hacia la naturaleza,
‘justicia’, ello ocurre porque ese instrumento expresa mientras su significado eleva el espíritu hacia un cielo
emblemáticamente la idea de equilibrio y, por esa vía de ultimidades casi intemporales; al mismo tiempo, al
analógica, la equidad asociable con un juicio ideal, que compartir con nuestros semejantes el uso y la interpre-
requiere evaluar con ecuanimidad el “peso” de cada tación del símbolo, éste nos revincula horizontalmente
versión y de cada argumento de la parte y la contra- con la comunidad. El simbolismo constituye, pues, algo
parte. Semejante carga simbólica –más las respectivas así como la quintaesencia de la comunicación: interhu-
connotaciones emocionales– no podría ser vehiculada mana (horizontal), ecológica (hacia la naturaleza) y espi-
igualmente bien por cualesquiera otros instrumentos, ritual (hacia un Dios presentido, pero nunca entrevisto)6.
como una brújula, un termómetro o un reloj.
La complejidad y la riqueza de los símbolos hacen
de su estudio un campo necesariamente multidiscipli- 6
Aunque la interpretación dependerá del contexto en que
nar e incluso interdisciplinar, donde confluyen tanto las la simbolización aparezca, cabe recomendar algunos dic-
ciencias humanas (antropología, historia, psicología) cionarios de símbolos. Menciono en primer término tres

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6. Plano estético plano estético. Por mucho que no seamos cinéfilos con-
sumados ni críticos de arte reconocidos, cada película
Desde luego, cada película aspira –en mayor o menor nos interpela estéticamente; el análisis de este aspecto,
grado– a ser reconocida y valorada como obra de arte. a pesar de que lo hagamos de modo “no profesional” y
Por muy verídica que sea su historia, e incluso supo- sin atenernos a una metodología especializada, no po-
niendo que en ella las personas reales interpretaran dríamos omitirlo sin desoír y violentar el filme en una
ellas mismas sus papeles, aún así cabría distinguir entre dimensión esencial.
personaje y actor, hechos y narración, veridicidad de la Por otra parte, está resultando progresivamente
historia y verosimilitud del filme. Ello supone un esfuer- más frecuente que las películas den señales –directas
zo de selección y de composición que comienza ya en la o indirectas– que revelan cierta “conciencia” metafílmi-
escritura del guión y continúa con innumerables deci- ca. Casos extremos serían: Fellini Ocho y medio (1963),
siones respecto del elenco de actores, las locaciones, la título autorreferente que transforma en protagonista al
ambientación, los ángulos de filmación de las escenas, cineasta y en cineasta al protagonista, quien se llena
su secuencia y duración, la música, los otros efectos so- de indecisiones durante los preparativos de una filma-
noros y visuales, etc. Todos estos elementos buscan y/o ción; o La noche americana (1973), de François Truffaut,
producen efectos que en su globalidad componen el que muestra precisamente el rodaje de una película
(de paso, digamos que el título también es metafílmi-
co, puesto que “noche americana” es el nombre de un
artificio cinematográfico que permite simular la noche
obras cuya profundidad y amplitud garantizan una lec-
en escenas filmadas a pleno día); o La amante del te-
tura productiva e iluminadora: (1) Chevalier, Jean (dir);
Gheerbrant, Alain (col): Diccionario de símbolos. Editorial
niente francés (1981), de Karel Reisz, cuya trama dual
Herder, Barcelona, 1991 [París, 1969], 1.107 pp. Destaca está dada por la filmación de un romance que los ac-
por su enciclopedismo y su vasto alcance, resultado de tores terminan reproduciendo casi simétricamente en
un trabajo en equipo. Con seguridad, lo más completo en la vida real. Y Woody Allen fue todavía más lejos con La
su género. (2) Cirlot, Juan-Eduardo: Diccionario de sím- rosa púrpura del Cairo (1985), pues allí nos muestra a un
bolos. Editorial Labor (Barcelona) y Grupo Editor Quinto actor que literalmente sale de la pantalla para interac-
Centenario (Colombia), 111995, 476 pp. Notable por su tuar con una cinéfila que lo admira, fusionando así lo
sensibilidad y apertura, que hace olvidar su carácter “imaginario”, lo “simbólico” y lo “real” (ya que cualquier
de trabajo individual y torna provechosa su consulta
espectador terminará por percatarse de que, mientras
(fue traducida al inglés ya en 1962). (3) Biedermann,
Hans: Diccionario de símbolos. Ediciones Paidós Ibérica,
ve la película, está casi en la misma situación que la ci-
Barcelona, 1993 [Munich, 1989], 573 pp. Obra también néfila que lo protagoniza). Con Cinema Paradiso (1989)
individual y más reciente, pero que aprovecha bien las Giuseppe Tornatore rindió un verdadero homenaje al
experiencias previas de Chevalier y Cirlot, con un agrega- cine y su potencialidad para enriquecer la creatividad
do de más de 600 ilustraciones. Cabe citar –esta vez en personal y la vida comunitaria, incluyendo los vínculos
orden alfabético– otros diccionarios de menores dimen- intergeneracionales (el niño protagonista crece vien-
siones, pero también útiles: (4) Becker, Udo: Enciclopedia do películas en el cine de su pueblo natal y termina
de los símbolos. Ediciones Robinbook de España y Edito- transformado en cineasta, todo ello a raíz de una en-
rial Océano de México, México, 1997, 350 pp. (5) Bruce-
ternecedora amistad con el encargado de proyectar las
Mitford, Miranda: El libro ilustrado de signos y símbolos.
Librería-Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1997 [Londres,
películas, que es un hombre ya mayor). Por otra parte,
1996], 128 pp. (6) Cooper, J. C.: Diccionario de símbolos. no son menos metafílmicas aquellas películas en que el
Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2000 [Londres, 1978, personaje principal resulta ser una actriz, como Hiroshi-
1998], 205 pp. (7) Deneb, León: Diccionario de símbolos. ma mon amour (Alain Resnais, Francia, 1959), o Frances
Selección temática de los símbolos más universales. Biblio- (Sam Shepard, EE. UU., 1982), inspirada en la vida de la
teca Nueva, Madrid, 2001, 324 pp. (8) [Oesterreicher- actriz Frances Farmer (1914-1970), que a su vez permi-
Mollwo, Marianne; Murga, Purificación (trad. y adapt.)]: te al director una mirada crítica acerca de Hollywood.
[Diccionario Rioduero de] Símbolos. Ediciones Rioduero, En Boogie nights (1997), Paul Thomas Anderson recrea
Madrid, 1983 [Friburgo, 1978], 231 pp. (9) Pérez-Rioja,
el auge y la decadencia humana y comercial del cine
José Antonio: Diccionario de símbolos y mitos. Editorial
Tecnos, Madrid, 31988 [11962], 434 pp. (10) Pillard-Ver-
pornográfico, que termina sucumbiendo ante la com-
neuil, Maurice: Diccionario de símbolos, emblemas y ale- petencia arrasadora de la industria del video porno.
gorías. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1999, 234 pp. (11) Alberto Aristaraín muestra en Martín Hache (2000) las
Revilla, Federico: Diccionario de iconografía y simbología. peripecias e incongruencias personales, sentimenta-
Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, 439 pp. les y artísticas de un cineasta argentino que reside en

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Eduardo Llanos

España y cuyo hijo parece estar en riesgo suicida. Con actuaciones humanas– y el Quijote de Cervantes –cuyo
La niña de tus ojos (2000) Fernando Trueba narra la fil- protagonista es la literatura más que don Quijote mis-
mación de una película española en la Alemania nazi. mo–, hasta las consabidas metanovelas cuyos protago-
En El ladrón de orquídeas Spike Jonze retrata a los ge- nistas escritores narran las vicisitudes por las que pasan
melos Charlie y Donald Kaufman, conocidos guionistas mientras escriben una novela (Niebla de Unamuno, Ra-
que, en un ejercicio de reflexividad extrema, hicieron el yuela de Cortázar, El jardín de al lado de Donoso, etc.).
guión de la película. En el caso del cuento, algunos maestros del género
Aparte de esos ejercicios de metarrodaje, muchas ofrecen diversas variantes de metacuentos; para no ir
otras películas incluyen pasajes o elementos metaci- más allá de Argentina, recordemos el caso de Borges
nematográficos un poco menos evidentes. En ciertos (“El Aleph”), Cortázar (“Continuidad de los parques”) y
casos, algunos personajes filman a otros: así ocurre en Denevi (“Charlie, cuento por Cora Roca”). En el caso de
Sexo, mentiras y videos (1989), de Steven Soderbergh; la poesía –cuyo movimiento introversivo la predispo-
en Belleza americana (1999), de Sam Manedes, y en más ne de suyo a la reflexividad–, es un hecho que se torna
de una película de Pedro Almodóvar. En otros casos hay cada día más y más metapoética, lindando ya en una
personajes secundarios que hacen sus primeros apres- suerte de autismo asfixiante.
tos fílmicos (Papa salió en viaje de negocios –1985–, de En el plano de la composición, un hecho notable
Emir Kusturica) o bien espían mediante prismáticos (No es la abundancia de paralelismos, contrastes paradoja-
amarás –1988–, de Krzysztof Kieslowski). Finalmente, les y circularidades tanto en las acciones como en los
en ciertas películas los protagonistas son fotógrafos diálogos, los personajes y hasta en los lugares. Es como
(Los puentes de Madison, 1995, de Clint Eastwood, o si todo apuntara a resaltar la redondez de la película en
Secretos y mentiras y Antes de la lluvia, para citar sólo tanto totalidad. Hasta se puede pensar que, intentando
filmografía reciente), y en no pocas los personajes sobreponerse a las múltiples determinaciones (que van
cultivan la literatura y/o alguna otra forma de trabajo desde el psiquismo inconsciente hasta las motivacio-
artístico o cultural. Incluso algunas cintas nos hacen nes económicas e ideológicas), el cineasta cuida los de-
partícipes de las dificultades que conlleva cultivar un talles para que todos ellos nos reenvíen a un todo que
arte y/o promover cultura bajo ciertas condicionantes se hace respetar y amar como lo que es: una obra de
sociohistóricas o políticas. Tales serían los casos de arte, un fruto del espíritu para el espíritu.
Memorias del subdesarrollo (1968) o Fresa y chocolate
(1993), del cubano Tomás Gutiérrez Alea; Todas las ma- DISTINGUIR PARA UNIR, ANALIZAR PARA
ñanas del mundo (1990), del francés Alain Corneau; El SINTETIZAR
maestro de música (1997), del belga Gérard Courbiau,
o El rey de las máscaras (1996), del chino Wu Tianming, El análisis previamente sugerido podría derivar en una
entre muchísimos otros. atomización del todo en innumerables partes y aun en
Ante tan variadas y recurrentes señales, ¿no resulta partículas. Así, para conjurar el fantasma de una vivi-
natural y razonable interpretarlas como autoalusiones sección tal, la interpretación debe asumir de entrada un
del cineasta y/o recordatorios indirectos para que el compromiso: enriquecer la recepción y el goce de la pe-
público tenga presente que está ante una obra de arte? lícula –estético, intelectual y espiritual–, no a expensas
Hasta cierto punto, se podrían considerar como equiva- de su globalidad sino precisamente respetando la uni-
lentes no verbales de lo que Austin llamó enunciados dad en un plano suprasegmentario (es decir, superior a
performativos. De cualquier modo, esta reflexión del cada uno de los seis segmentos ya descritos).
cine sobre sí mismo, realizada in situ, produce en noso- Todavía más: nada obliga a efectuar la interpreta-
tros los espectadores una sorpresa de sabor paradójico, ción siguiendo estrictamente el orden antes sugerido;
suscitándonos la pregunta de cómo un filme puede de hecho, ni siquiera es forzoso distinguir todos y cada
presentar una historia y simultáneamente reflexionar uno de esos planos, y además es posible explorar otros
sobre sí mismo. Pero en otras artes tal reflexividad vie- planos de análisis (temático, histórico, ético, religioso,
ne apareciendo hace ya siglos. En pintura, “Las meni- ecológico, etc.). Por otro lado, el orden o estrategia a se-
nas” de Velázquez y los autorretratos serían ejemplos guir quedan librados al estilo cognitivo y hasta al gusto
característicos. Por su parte, la literatura está llena de de cada cual. Habrá interpretaciones brillantemente
casos de mise en abîme o puesta en abismo: desde el analíticas, que procederán distinguiendo los planos
Hamlet de Shakespeare –en que hay teatro dentro del uno por uno e integrándolos después, mientras que ha-
teatro–, o El gran teatro del mundo de Calderón –donde brá otros abordajes que ya desde el inicio darán cuenta
Dios es el gran dramaturgo que mueve los hilos de las de las articulaciones que sostienen al filme como un

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Para un análisis psicocinematográfico integral

todo. De cualquier modo, preservar la globalidad del con lucidez y sin ambages. Porque, ¿acaso no trasunta
filme constituye un propósito insoslayable, y a ese fin ideología expresar una “preocupación” por una huma-
debería subordinarse cualquier análisis verdaderamen- nidad pseudoabstracta mientras se practica un despre-
te sensible de una obra de arte. cio por el prójimo concreto?
Ya hemos adelantado que, en términos operacio- En este sentido, la desalienación contraideológica
nales, una manera de apuntar a esa meta es atender real debería operar como una suerte de terapia comu-
a las articulaciones entre un nivel y otro, y que tales nitaria, de índole sociosimbólica y sociocognitiva; por
articulaciones deberían estar presididas por las divisas tanto, no tendría cómo prescindir de una autocrítica sin-
de distinguir sin separar y distinguir para unir. Por ejem- cera, progresiva y orientada en pos de una comprensión
plo, retomando la balanza como emblema de la justicia más profunda y de una conducta congruente con ella.
(plano simbólico), digamos que, por muy universal que “Pero”, se objetará, “¿qué quiere decir eso de compren-
sea su comprensión abstracta, su uso concreto tam- sión más verdadera”? Después de todo, y se la defina
bién podría remitirnos al plano ideológico: de hecho, la como se la defina, la verdad siempre será un valor utó-
justicia no es “ciega” a los privilegios de estatus y de picamente superior, incluso si nunca logramos apresar-
prestigio ni opera realmente con ecuanimidad. Simple- la en una definición. Antes que su presunto significado
mente, eso es lo que caracterizaría a una justicia ideal; esencial, importa el sentido existencial que nos impele a
pero sugerir que ello efectivamente ocurre puede ser buscarla casi a ciegas, en una travesía sin cartas de nave-
algo más que una ingenuidad (en ciertos casos, podría gación y con riesgo permanente de naufragio. Y es que
operar como una propaganda implícita del sistema y lo innegociable es precisamente el derecho de buscarla,
hasta implicar una complicidad con él). no la obligación de hallarla. Su inmanencia constituye
A mayor abundamiento, digamos que el cuidado un presupuesto epistemológico –y acaso un valor– de
estético de la película puede también servir de envolto- dimensiones universales, no un mero capricho secto-
rio verosímil para pasar de contrabando componentes rial de la filosofía o de la ciencia. Prueba de ello es que
ideológicos. Por cierto, si ello suele ocurrir en el “cine hasta quien quiere discutirlo (afirmando, por ejemplo,
burgués”, tampoco está ausente en el cine más alterna- que toda “verdad” está socialmente construida y/o que
tivo o sedicentemente “contraideológico”. Imaginemos siempre es pasible de una deconstrucción), lo hace asu-
una película que nos mostrara el aspecto “humano” de miendo que sus argumentos acercan más que otros a la
una pandilla de ladrones, de un cartel de narcotrafican- verdad (aunque bien sabemos que es muy otro asunto
tes o de un organismo de represión y tortura. En ese si cumple en serio la tarea de demostrar que lo son).
caso, la película nos permitirá quizás comprender los Ver buen cine de modo comprensivo puede ser
condicionantes contextuales de sus actitudes y hasta lo entonces una aventura transformadora, no una ador-
bien intencionadas que acaso eran –en principio– sus midera más. Porque el arte genuino proviene de la vida
conductas, todo ello con el legítimo propósito artístico y vuelve a ella, con mayor razón si está hecho participa-
de ampliar nuestra mirada y de inducir un cuestiona- tivamente por muchos. Expresa nuestros deseos, pero
miento de los estereotipos y prejuicios que distorsio- también satisface una de nuestras necesidades más
nan nuestra comprensión de esos fenómenos microso- profundas y olvidadas: buscar un sentido en medio del
ciales; el filme podría incluso evidenciar que en la vida sin sentido contemporáneo.
real hay psicópatas de cuello y corbata comparativa-
mente peores y mucho más dañinos que los personajes Postcriptum
del filme –lo cual es muy cierto–. Sin embargo, si la pe-
lícula en cuestión insinuara que esos grupos (pandillas, Luego de haber publicado este artículo, he descubierto
mafias, agentes de represión y tortura) representan un algunos textos cuya consulta me parece recomendable:
estilo de convivencia viable y deseable y/o que encar-
nan una ética superior o “humanista”, ese hipotético 1. Aumont J, Michel M. Análisis del film. Paidós Ibérica, Barcelona,
1990
filme estará también contrabandeando ideología. Por 2. Mitry J. La semiología en tela de juicio. Akal, Madrid, 1990
tanto, el imperativo ético de la crítica auténtica nos 3. Ramos J, Marimón J. Diccionario del guión audiovisual. Océano,
obligará a despabilarnos del hipnotismo inducido por Barcelona, 2002
el filme para, sobreponiéndonos a su influjo –e incluso 4. Sánchez JL. Diccionario temático del cine. Ediciones Cátedra,
Madrid, 2004
a nuestras posibles simpatías superficiales–, encararlo

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