Professional Documents
Culture Documents
P o E s í DE
~ ENRIQUE LIHN* d a c d g
Óscar Galindo V.
Instituto de Filología Hispánica
Universidad Austral de Chile
2. La literatura de viajes o de viajeros como se suele definir a aquellos textos que surgen
de la relación directa con una experiencia en que se funden el gesto autorial yvivencial
con la situación enunciativa, atraviesa la literatura producida en Hispanoamérica
*Una primera versión de este trabdjo fue leída en el VI1 (imgi’eso Nacional de la Sociedad Chilena
de Estudios Literarios. Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación. 9 al 19 de noviembre de
1992.
102 RWSTACHII.~:,NA N246, 1995
DE LITEKATL~KA,
desde sus mismos orígenes. Baste citar los textos de Colón, las cartas de relación y, por
cierto, las abundantes crónicas testimoniales de conquistadores y criollos. No obstante,
el concepto de libro de viaje se ha reservado de modo especial para aquellos textos
escritos por viajeros que producto de circunstancias casuales o de servicio han dado a
conocer sus impresiones sobre las culturas con las que han entrado en contacto en
forma voluntaria o forzosal.
En términos amplios y realizando un ejercicio de generalización en esta particular
modalidad discursiva predominan los siguientes elementos:
I El tema preocupí, largamente a don Andrés Bello, quien veía en este tipo de texto un medio
importante para el conocimiento de los pneblos y sus ciiltiiras. También fue tema de interés para muchos
otros historiadores del país como Vicuña Mackenna, Barros Arana y Toribio Medina. La bibliografia sobre
los libros d e viajes en nuestro país ha sido ordenada por Giiillermo Feliíi Cruz en Vi+s rdatiooz a Chile
(1962).
“José A n a d h señala que este tipo de escritos “refieren una experiencia que tocí, hondamente la vida
del narrador y el interés radica en su fuerte autenticidad. La nnidad narrativa está en el snjeto del
enunciado (lavoz del protagonista), que es a iavez el sujeto de la enunciación (laacci6n)” (1888: 119).
Raque1 Ctiang-Kodríguei, por su parte, destaca tres aspectos que vinculan la relación testimonial con la
carta: a) dar testimonio personal d e incidentes presenciados pm’ el que redacta y suscribe: b) organizar
en forma coherente (rey-kho, enlazar la realidad) esos incidentes I) tlatos, esa “relacih de autos” para que
cobren sentido; c) establecer iin reclamo tras la obtencihi de ciertos beneficios.
y vi+ n la porsia de hnripr Iihn
Esscri~um 1 o3
de vkje p o ? En este sentido son textos inmediatos, respuestas inmecliatas, escritos in .sikl,
por ejemplo a esa mui-alla. a algo que tiene que vei’ ron esa niiiialla. Y de ese montíin d e
notas que. como te digo, son lmlos in,stnnllirii~~s
y t(iinados de riahlral, yo entonces selecciono
las ideas y los sentimientos que cren que viln a entI“ai‘enel poenia”. (Diez, 1981: 121).
n sabido. atleinás, de este aspecto, Pound insistía en la economía de las palabras (qne Lihn
3 C ~ ) mes
parece haber descartado) y en la compsici6n con la secuencia de la frase iniisical.
104 REVISTA NG46, 1995
CHLIINADE LITEKATUKA,
poética. Pero no hablamos del género fragmentn sino c i d intertexto qiie puede insciibirse
en distintos generos, o constituir quizás un género en sí mismo”. (Lastra, I090: 142).
Sabemos que uno de los elementos claves de la literatura de viajes está constituido por
la noción de desplazamiento de un sujeto protagonista, que asume su experiencia de
contacto con nuevas realidades geográficas, étnico-culturales y lingüísticas como un
hecho digno de ser transmitido a sus eventuales lectores. En consecuencia, resulta
evidente el sentido intersubjetivo que asignaa s u experiencia, alavez quevalorayjuzga
los elementos que percibe. Si1 mirada es la de quien se erifrentaa una realidad no antes
vista o al menos no conocida por los lectores.
La estructura del viaje en A partir de n/lanhattan, resulta manifiesta ya en la nota
introductoria firmada por el autor, que habitualmente se asume como sujeto-protago-
nista de su propio enunciado. El texto integra 43 poemas escritos entre los meses de
febrero y diciembre de 1978, en el curso de un viaje que el poeta realiza a Estados
Unidos y Europa. El viaje es, entonces, fuente y materia del texto con10 ha explicado
Lihn:
“Se trata de poemas escritns en Mahatran, el libro se Il;min A pnrliv drtfilenhnll~n,entre otras
porque efectivamente son poemas escritos, como sil nombre 10 indica, a partir de ese Iii,gx
en tina serie de vkjes que hice (...); pei-o incluye p o e i n ~ sque no estin allí, pero qiie de
algiina manera hacen sistema con los demis, conio, poi’ fjemplo, este, “El vaciadero”, el que
comienza el libro, qiie fue escrito un pocn antes de empi-enclido el viaje y que refiere a tina
calle de Santiago de Cliile, pero que podría ser una c ~ l l ede cualquier parte de u n cierto
mundo que es el que estny tratando de llevar o transponer al lenguaje, iin mundo cuyo
nombre en latín sería el de ‘locus horridus’, el lugw Iioi.rible”‘.
El rechazo de las posibilidades de encuentro del lugar excepcional de los libros de viaje
constituyen la base de la negación del “locus amoenns” y de la utopía de la literatura
renacen tista, ofreciendo una visión degradada de la vida moderna y, sobre todo, de los
valores que la sustentan:
“Si el paraíso terrenal fuei-a así
igualmente ilegible
el infierno sería preferible
al ruidoso país que nunca rompe
su silencio, en Babel”.
(“Hipermanhattan”, p. 20).
Es en este ir y venir confundido del protagonista, que la certeza del viaje como
desplazamiento vacuo permanece. En tanto éste carece de sentido no hay, al parecer,
posibilidad de salir de parte alguna (Cf. ‘Voy por las calles de un Madrid secreto”, p.
50). Se trata, al fin y al cabo, de la simple y dolorosa constatación del anclaje
permanente a una realidad primigenia, a una cultura y sus cadenas:
“Nunca salí del hnrroroso Chile
mis viajes que no son imaginarios
tardíos sí -momentos de un momento-
no me desarraigxon del eriaio
remoto y presuntuosn
Nunca salí del habla qiie el Liceo Alemán
me intligi6 en sus dos patios coino en un regirnienti,
mordiendo en ella el polvo de nn exilio iniposible
Otras lenguas m e inspiran iin sagrado rencor:
el miedn de perder con la lengua materna
toda la realidad. Nunca salí de nada”.
(“Nunca salí del horroroso Chile”, p. 33).
El intento cuestiona de modo evidente aquella socorrida idea del intelectual cosmo-
polita del modernismo y la vanguardia. El viajero se ve como desarraigado que no
puede integrarse a una cultura nueva que lo desborda, ni puede borrar, sin falsificarse,
las huellas y temores de la cultura que procede. El lenguaje es, en este contesto, iin
motivo de angustia. No puede asumir la lengua ajena sin el secreto temor de perder la
propia. Se produce así una relación paradojal: el viajero llega a iin mundo que no
conoce y que no se atreve a conocer. No puede haber, pues, fascinación ante lo niievo,
ni nostalgia por lo que ha dejado.
5Para la n o c i h de “figiira del poeta” remitimos a Mignnlo (1984) quien la estntlia en la lírica de
vangirardia, concepción del poeta con la que Lihn se relaciona polémicamente.
107
La literatura no puede sino verificarse a sí misma como tina inútil y gastada retórica
(cf. “Figuras de palabras”, p. 58). Ya sabemos, al fin y al cabo, que el protagonista est,?
todavía cautivo de su primer habla, de un primer saber fosilizado en un Iiigar remoto.
La figura dominante es, entonces, la del meteco (del que nos habla también en P a h ,
situación irregular), el intruso que no puede integrarse a una cultura que le es ajena,
pero que intenta reproducir sus códigos. De este collage interciiltural queda la certeza
de que sólo se puede trabajar con esos restos: las cáscaras, los vacíos de un lenguaje
que sólo permite testimoniar la certeza de esa carencia.
3.3 El gesto irónico: “La tierra prometida emite todavía a1,pnos destellos de identidad”.
El gesto ideológico fiindamental de los escritos de viajes nace de la certeza de
pertenencia a una cultura a la que se supone portadora de un conjunto de valores
superiores a la del otro. Tal gesto implica la apropiación de un nuevo espacio para la
proyección de los propios mitos y creencias, desde cuyos parámetros se valora lo
108 REVISTA
CHII.KKA Ng46, 1995
»E LITERATURA,
nuevo. El mismo lenguaje, así visto, se constituye en ;no de los signos del poder y la
escritura en el instrumento mediante el cual se legitima la perspectiva del protagonis-
ta. Existe, en ciertos casos, para no ser obvios, un gesto de identificación parcial con
la cultura ajena, sobre todo cuando se ha alcanzado cierto grado de integración y se
aspira a cuestionar ciertos aspectos de la propia cultura, como ocurre, por ejemplo, en
los relatos de viajeros cautivos que abundan diirante la Colonia (Anadón, 1988).
Destaquemos que dicha perspectiva resulta claramente subvertida en el caso de
nuestro texto. El ejercicio de acercamiento se realiza desde la posición del extranjero,
del intruso que reconoce sus propias limitaciones, las que niiichas veces provienen de
la cultura ajena; lo anterior, posiciona dicho acto en una relación conflictiva, al
conocerse autocríticamente como parte del otro. No existe, entonces, posibilidad de
pureza ideológica o de defensa de una identidad propia, ya que ésta o no existe o se
ha perdido. La única salida es la subversión por medio de la ironía y del desenmasca-
ramiento (cf. “Todo es grande en Texas”, “Una canción paraTexas”, etc.).
Alegría (1989: 8-13) ha advertido en la poesía del Lihn una visión crítica de la
sociedad occidental y, a su vez, unacierta nostalgia ante iin mundo en ruinas y su vacío.
La opción asumida, en consecuencia, será el sarcasmo (cf. “El vaciadero”, “Monja en
el Subway”, “El estilo es el vómito”, etc.). No existe el niaravillado deslumbramiento,
ni mito del progreso, ni la utopía de cambiar una realidad angustiante, que le supera
y convierte en objeto. Al parecer sólo es posible ensayar una marginación ética ante
estas fuerzas culturales:
“Parece no Iiabei: venido aquí
detrás de un triunfu en su caso imposible
ni por obra de una decisi6n adoptada
en un momento crítico
ni para cambiar el mundo porque se trajo a sí mismo con
/todo -l
el aire d e un café, en Ahiimada. a las cloce
d e hace veinte y cinco años
Vino por casualidad y fue voluble
en quedarse: el Iiigar se le parecía
n así lo creyi, y tenía i - d n
Manhathn en sí misma carece de realidad
Aquí también en un cierto sentido
no pasa nada”.
(“El mismo”, p. .54).