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 DERECHO PENAL MEXICANO.

Consideraciones preliminares.- Lo primero que ha de investigarse en una obra que


trate de derecho, como lo es la materia del Derecho Penal, es nada menos que los
conceptos, aunque, tal materia ha de tomar del mundo de los fenómenos, para
justificar su misma presentación, todas las determinaciones de índole filosófica, social
y estatal, así como también la histórica, como lo exige el estudio de la ciencia de la
punibilidad.
Es de esta manera que la ciencia del derecho penal debe tomar ante sí, como punto de
partida, la justificación de su existencia, que habrá de tomar los conceptos formales,
como es el nominalismo de los términos, así como la historia y elección de la
nomenclatura que le reviste, pues, tales determinaciones son de fundamental
importancia, ya que, de ella se desprenden los límites conceptuales de la
determinación jurídica de la punición del sujeto al ser tutelado por las leyes
sancionales, y que, por tanto, ven determinada su individualidad en la concatenación
de los límites formales deontológicos que, amalgamados con la pragmaticota del
realismo óntico, forman un concepto clave de esta rama del derecho.

El primer paso que ha de darse rumbo a la investigación de una materia de estudio del
orden intelectivo, que, a pesar de ser abstrusa, toma una vigencia pragmática, es la
denominación de la ciencia filosófica del derecho penal con la que todo estudioso de
las determinaciones de la ciencia jurídica ha de habérselas. Es decir, hemos de
investigar la concepción nominal para poder dar inicio a una mirada compleja del
derecho y de las penas que éste supone inherentes a sus atribuciones.

Concepto.- La más común de las denominaciones del Derecho Penal es aquélla que
reza de la siguiente manera: “el Derecho Penal es el conjunto de normas jurídicas que
regulan las penas”, no obstante la inadecuación de tal definición para la comprensión
de tal materia, puesto que, si se tiene como concepto inicial que el derecho tiene como
nota esencial, y por tanto inherente, el tener un conjunto de normas, la definición no
hace más que repetir lo que en sí mismo es ya evidente, ya que, el derecho habrá de
llevar necesariamente un conjunto de normas, por lo que, tal concepto, como
presentación inicial no añade nada al ya vetusto orden de ideas normativas del
Derecho.
Por otra parte, hay un error aún más grave que el anterior, y se trata de usar la forma
de normas jurídicas para dar a entender lo que contiene el concepto. Sin embargo,
puede verse sin dificultad que, si se piensa en los usos comunes del lenguaje, usar la
expresión de la palabra jurídico, tiene como correspondiente sinónima la palabra
derecho, tal expresión nos conduce a una ineludible tautología que, no hace sino
explicarse a sí misma con una burda repetición del concepto que se supone debía
aclarar, dejando al concepto tan confuso y ambiguo como al principio.
Es por esa razón que tal definición jamás será capaz de hacer ver lo que nuestra
materia pueda significar en un sentido amplio.
Es, a partir de esta singular circunstancia, que se hace patente la necesidad de
profundizar en el orden eidético que la ciencia del Derecho nos proporciona, para así,
de una manera sistemática, no sólo descubrir, sino, incluso fundamentar de una
manera tanto teórica como teorética a la ciencia de la punición, y, a su vez, la
infinitesimal cantidad de variaciones que de ella se desprenden.
Para poder comenzar una disquisición que nos pueda brindar la piedra de toque de la
ciencia del Derecho Penal, es, como todo conocimiento referente tanto al mundo de
los entes determinados, o realidad, tomando el valor esencial de la palabra res, la parte
fundamental del eidos, de donde surge la doctrina de las ideas como su natural
consecuencia, pues toma la determinación del cognoscitivismo ideal como la nota
esencial y creadora de lo que el Derecho es, tanto en el sentido de la empírea, como
por el contrario, en el sentido raciocinativo. De esta manera, la ciencia del Derecho
Penal tórnase filosófica, desde donde podrá verse en su mayor abundamiento lo que
tal determinación filosófica puede hacer con la ciencia jurídica, para contrastar lo que
denodadamente es considerado como Derecho, y, en consecuencia, podrá verse el
cambio conceptual del denominado comúnmente como Derecho Penal.

Como ha podido apreciarse en el párrafo anterior, la denominación de nuestra materia


exige para su principal concepción, ser explicitada, cuando menos en lo referente al
telos que aparece como su inmanente ante quienes la estudian, ya sea en su ámbito
práctico, como en el teórico.
Se presenta ante nosotros, como un espectro de fantasmagorías consuetudinarias lo
que parece ser un orden de conceptos y vivencias que reciben su nominalidad como
el “Derecho”. Pero, como ya se ha visto con antelación, el Derecho pasa sobre
nosotros en dos formas, que si bien, no fundamental, sí esencialmente distintas.
Estudiaremos cada una en su caso y veremos cómo podremos sacar de nuestra
conclusiones, una correcta denominación de nuestra ciencia, para que, de esa manera,
podamos hacerla pasar en cada una de las manifestaciones al caso particular en el
que podemos encontrarla impresa, no sólo en las costumbres con una profunda
raigambre, sino también en la leyes que de ella emanen, y que, de algún modo,
reafirman las viejas ideas de lo que pueda ser el Derecho en sus determinaciones
penales.
Conviene pues delimitar las primeras observaciones que hemos de hacer para la
expresión Derecho Penal.
En primera instancia, habremos de tratar la palabra Derecho, para poder dilucidar lo
que pueda significar en el lenguaje que ocuparemos, para la finalidad que esta obra se
propone.
Derecho.- El término Derecho tiene la determinación, inherente, de cumplir con los
usos diferenciados tradicionalmente, a saber: para el concepto de justicia, el de
instrumento de uso volitivo y el de inmanencia de un conjunto normativo del poder
sistemático de una sociedad organizada.
Ya que las tres formas de entender el Derecho en su usualidad, alimentan la ya confusa
determinación de su definición, no podemos valernos de él en un primer momento, si
es que quiere evitarse el incurrir en el error de agravar la imprecisión del confuso tema
del que se trata
Es, por tal motivo, que, deberemos tratar el tema desde sus tres usos
consuetudinarios, por estar éstos condicionados por los conceptos antiguos que han
predominado en la historia y el uso del lenguaje.
Ya que, la naturaleza del término “ derecho” es equívoca, debido a los continuos
accidentes que la han traído desde las penumbras de un pasado inhumado por el
incesante devenir, hasta las determinaciones de una actualidad condicionada de tal
modo, que no acierta a reconocerse a sí misma, si no es en la creencia incierta de que
sus ascendientes vivenciales hayan sido los antiguos griegos, cuya influencia al pasar
por la grandeza y poderío de la Roma antigua, como cultura madre es verdadera fuente
de alimento para las naciones que de ella y de su historia han descendido, como lo es
la cultura occidental que domina bajo la sombra que ésta dejó. Por lo que, la cultura
griega, pasaría a ser, algo así como la madre de nuestra madre (culturalmente
hablando) y que, por ende, nuestras concepciones de las determinaciones de la
realidad vengan mayormente influenciada por Roma antes que por Grecia. No
obstante, se busca en ésta los condicionamientos de lo que pueda significar la palabra
derecho en un sentido estrictamente etimológico, para así, dirigirnos a una idea
primigenia de los conceptos que de ella habrán de tenerse. No obstante, contrario a la
creencias tradicionales, los griegos no son, ni aún pueden ser los inventores de tal
determinación del concepto jurídico stricto sensu. Sin embargo, hemos de reconocer
que ante la obscuridad de la antigüedad no podremos esperar el conocimiento
concreto de la realidad imperante de los hechos ocurridos en tiempos pretéritos, y en
consecuencia, los conceptos que en sí tuvieron estos mismos para sus coetáneos es
del todo imperfecto, lleno de oscuridad y ambigüedades por todas partes.
Afortunadamente, contamos con estudios minuciosos de gran cantidad de estudiosos
que nos permiten tener de una hermenéutica epagógica de la historia, así como el
legado de valor ingente de los grandes pensadores y artistas de la cultura universal,
que nos permiten situarnos en aquéllas, mismas que da lugar a un acercamiento desde
las concepciones actuales, hasta las posibles determinaciones de lo que las
concepciones eran axiológicamente para los pueblos antiguos, y por ende, las
costumbres y formas que nos han heredado.
El derecho penal, o punitivo, como lo nombraré a continuación
Es por tal motivoi

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