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Energía Eólica.
Este tipo de energía se obtiene a través del viento, gracias a la energía cinética generada
por el efecto corrientes de aire.
En cuanto a los murciélagos es de destacar que se ha comprobado que éstos son más
activos con velocidades de viento bajas. Si tenemos en cuenta que la rentabilidad de los
aerogeneradores aumenta conforme a la velocidad del viento, se podrían desconectar a
bajas velocidades incidiendo muy positivamente sobre las poblaciones animales sin
grandes penalizaciones de índole económico.
Los parques eólicos marinos también tienen un efecto similar sobre las poblaciones de
aves marinas. Se cree de igual forma que el impacto es bajo. Por el contrario, sobre
poblaciones piscícolas podrían tener un impacto positive, ya que las torres actuarían
como refugios o arrecifes artificiales.
ENERGÍAS RENOVABLES
De nuevo, en ambos casos, se requiere un minucioso estudio previo de minimización de
impactos.
Respecto al impacto visual, los aerogeneradores generan opiniones diversas. Para mucha
gente, son elementos gráciles que son dignos de ser admirados, por su tecnología y por el
beneficio “verde” que aportan. Para otros, son en cambio, aberraciones del ser humano
que daña irremediablemente el paisaje. Obviamente, en tanto se pretendan instalar en
zonas de especial protección natural o belleza, la balanza quedará desplazada más en el
segundo sentido que en el primero. De ahí que sea de nuevo muy necesario una buena
planificación y justificación del emplazamiento.
Otro hecho que mencionan personas que viven en las inmediaciones de aerogeneradores
es el sufrimiento del llamado efecto de sombra parpadeante. Cuando se vive cerca de un
aerogenerador, y dependiendo de cómo interceda la luz del sol, el giro de las aspas
provocará sombras periódicas a los habitantes de la casa provocando un efecto
estroboscópico, muy molesto, y que se asocia a ciertos problemas de salud como los
ataques epilépticos. Por ello, bajo estas condiciones se suele restringir el funcionamiento
de los aerogeneradores en las horas de luz que provocan las molestas sombras
parpadeantes.
Sin embargo, en el cómputo global de emisiones se considera que éstas son muy
inferiores a las producidas por generación de energía a partir del gas o petróleo, por lo
que sigue siendo una fuente de energía mucho más limpia y alternativa a los combustibles
fósiles.
Energía Hidráulica
La energía hidráulica puede obtenerse tanto de una presa con central hidroeléctrica o desde
pequeñas mini centrales hidráulicas en ríos de menos caudal. Las grandes centrales
hidroeléctricas continúan construyéndose en muchas zonas del mundo (sobre todo China y Brasil);
en cambio, en otros países (incluyendo España), su implantación está más limitada al no existir
emplazamientos idóneos o por motivos medioambientales.
Por lo tanto, el incremento en el futuro de la producción de energía hidráulica pasará por una
mejora en la eficiencia de las instalaciones existentes o en proyectos de menor entidad.
Tanto en los grandes proyectos hidroeléctricos como en los más modestos, existen impactos
medioambientales que deben ser valorados y tenidos en cuenta.
Por ejemplo, en Brasil, la gran central hidroeléctrica de Balbina, construida en una zona
plana, anega un área de más de 2300 kilómetros cuadrados (superior a la provincia de
Vizcaya), para generar tan sólo 250 MW (existen minicentrales de 10MW ocupando
superficies proporcionalmente mucho menores).
Aparte de este impacto directo, se producen otros impactos en la propia presa o incluso aguas
debajo de la misma. Las presas y embalses estancan el agua y los flujos son más lentos que el río
original, y como consecuencia, acumulan más cantidad de sedimentos y nutrientes, lo que conlleva
a un aumento excesivo de algas y plantas acuáticas. Esta vegetación acuática anómala desplaza a
la original, y en muchos casos, debe ser controlada por medios mecánicos o biológicos.
Aguas abajo de una presa se suele reducir el caudal del río de manera considerable. De hecho,
desde hace tiempo se implantó la obligatoriedad de garantizar un “caudal ecológico”, para intentar
garantizar la pervivencia de poblaciones vegetales y animales fluviales.
En una presa, el oxígeno disuelto en el agua es menor que en un río que fluye, por lo que a la hora
de soltar agua es importante la acción de aireadores, ya que normalmente se suele liberar agua de
las zonas más profundas del embalse, que son las que tienen precisamente menos oxígeno y
también una temperatura menor que las aguas más someras de los ríos. De esa forma se minimiza
su impacto sobre las normalmente sensibles poblaciones piscícolas.
La razón es sencilla: tras quedar anegada por el agua, la vegetación y materia orgánica del suelo
de estas zonas se descompone y libera dióxido de carbono y metano, ambos gases de efecto
invernadero.
Sin embargo, su efecto es mucho menor en comparación con las emisiones de la producción
eléctrica partiendo de combustibles fósiles como carbón o incluso el gas natural.