Comunidad como una experiencia fundante, es decir,
como una experiencia que trasforma la vida y la marca entre un antes y un después Si no somos testigos de las palabras y de los gestos del Señor, su vida y su Resurrección no serán más se fábulas que la gente no creerá. En los encuentros con Jesús hay siempre un encargo, una tarea confiada a la Comunidad: el anuncio de la Buena Noticia. Por esta razón, ese anuncio no termina nunca. Es de cada día y de todos los días: desde lo que somos, desde donde estamos, en lo que hacemos, en nuestras relaciones. Lo que Jesús pidió entonces a aquellas mujeres y aquellos hombres que lo seguían, es lo mismo que nos sigue pidiendo hoy a cada una y cada uno de nosotros: ser testigos. Y, ser testigos no es posible sin una experiencia profunda de fe, sin un encuentro personal con el Jesús que vive y que nos hace vivir. Para que la Comunidad de Jesús, que formamos todas y todos, hagamos nuestra la tarea primera y más decisiva que nos toca a cada una y cada uno que no es otra que poner a Jesús en el centro de nuestra vida porque todo lo demás es secundario. OREMOS
Jesús no está sujeto a ningún lugar, ni ligado a ningún grupo
religioso, sino que se nos hace compañero en los caminos cotidianos que recorremos, en la casa que habitamos, en medio del trabajo, en las conversaciones que compartimos, entre la familia, la Comunidad y las amistades con la que convivimos. Para que abramos los ojos y el corazón y sepamos descubrirlo. OREMOS
Sabemos que es imposible reconocer a Jesús resucitado si no
contemplamos y tocamos sus llagas en las manos, en los pie, en el rostro y la historia de las personas que viven marcadas por la injusticia, la violencia, el rechazo, la soledad, el dolor y cualquier tipo de opresión. Para que no dejemos pasar las infinitas posibilidades que la vida nos ofrece para hacernos mujeres y hombres de corazón compasivo. OREMOS
Ayer empezaron a bombardear Siria; entre el pueblo palestino y
el pueblo judío se reabren las heridas; en países de África, Asía y América Latina continúan padeciendo hambre, muertes violentas, opresión, falta de medicinas y recursos humanos. Pidamos tener la lucidez para darnos cuenta de que Dios nos ha dado capacidad para optar por el bien y rechazar el mal que hunde a la humanidad en el llanto y la desdicha. OREMOS
Ponemos entre las manos del Señor a nuestras familias, a las
personas que necesitan de nuestra oración, sí, pero sobre todo, de nuestra atención: ancianas y ancianos, enfermos y gente sin recursos. OREMOS