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EL CURSO DEL DINERO Págs.

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El cambio de forma en el que se opera el intercambio de sustancias entre los productos
del trabajo, M - D - M, determina que un mismo valor configure en cuanto mercancía el
punto de partida del proceso, y retorne como mercancía al mismo punto. Por ende, este
movimiento de las mercancías es un ciclo. Por otra parte, esa misma forma excluye el
ciclo del dinero. Su resultado es el constante alejamiento del dinero con respecto a su
punto de partida, no su retorno al mismo.
La forma impartida directamente al dinero por la circulación mercantil, pues, consiste en
su constante alejamiento del punto de partida, su pasaje de manos de un poseedor de
mercancías a las de otro, o su curso, El curso del dinero muestra una repetición
constante y monótona del mismo proceso. La mercancía siempre está al lado del
vendedor, el dinero siempre al lado del adquirente, como medio de compra. Oficia de
medio de compra al realizar el precio de la mercancía. Y al realizarlo, transfiere la
mercancía de manos del vendedor a las del comprador, mientras él mismo se aleja, a
la vez, de las manos del comprador y pasa a las del vendedor, para repetir luego el
mismo proceso con otra mercancía.

La primera metamorfosis de la mercancía no sólo es visible en cuanto movimiento del


dinero, sino como movimiento de la mercancía misma: por el contrario, su segunda
metamorfosis solamente es visible como movimiento del dinero. En la primera mitad de
su circulación, la mercancía cambiaba de lugares con el dinero. De este modo, y a la
vez, su figura de uso quedaba marginada de la circulación, pasaba al ámbito del
consumo.
La segunda mitad de la circulación ya no la recorre envuelta en su piel propia y natural,
sino en la del oro. Con ello, la continuidad del movimiento recae enteramente en el
dinero, y el mismo movimiento que supone dos procesos contrapuestos para la
mercancía, implica siempre, como movimiento propio del dinero, el mismo proceso,
esto es, su cambio de lugar con otra mercancía siempre cambiante. El resultado de la
circulación de mercancías —la sustitución de una mercancía por otra— se presenta
mediado, pues, no por el propio cambio de forma experimentado por aquéllas, sino por
la función del dinero como medio de circulación; éste hace circular las mercancías, en
sí y para sí carentes de movimiento, transfiriéndolas, siempre en sentido contrario al de
su propio curso, de manos de aquel para quien son no-valores de uso, a manos de
quien las considera valores de uso.
El doble cambio de forma de la mercancía se refleja en el cambio de ubicación,
también doble, de la misma pieza dineraria, siempre que consideremos la metamorfosis
global de una mercancía en la reiterada repetición de su cambio de lugar; siempre que
consideremos en su interconexión el entrelazamiento de las innumerables
metamorfosis. Las mismas piezas dinerarias llegan como figura enajenada de la
mercancía a manos del vendedor y las abandonan como figura absolutamente
enajenable de la misma. Ambas veces el dinero opera de la misma manera, como
medio de compra primero de una, luego de la otra mercancía. Pero para la misma
mercancía, la conexión interna de ambos procesos se pone de manifiesto en el
movimiento doble y antitético impreso a las mismas piezas dinerarias.
Se trata de un cambio doble de ubicación y, si consideramos el lienzo o sus
representantes como el centro, de un cambio en sentido contrario: positivo en el caso
del ingreso de dinero, negativo en el de su egreso a Cuando, por el contrario, sólo se
operan metamorfosis unilaterales de mercancías —meras ventas o simples compras,
como se quiera—, el mismo dinero cambia únicamente una vez de lugar. Su segundo
cambio de ubicación expresa siempre la segunda metamorfosis de la mercancia, la
reconversión de ésta en dinero.
Al dar su primer paso en la circulación, al cambiar por primera vez de forma, toda
mercancía queda marginada de aquélla, en la cual entran constantemente nuevas
mercancías. En cuanto medio de circulación, por el contrario, el dinero está instalado
permanentemente en la esfera de la circulación y trajina en ella sin pausa. Se plantea
entonces el interrogante de cuánto dinero absorbe constantemente dicha esfera.
En un pais se efectúan todos los días, simultáneamente y por tanto yuxtapuestas en el
espacio, numerosas metamorfosis unilaterales de mercancías, o en otras palabras,
meras ventas por una parte, y por otras simples compras. En sus precios, las
mercancías ya están equiparadas a determinadas cantidades figuradas de dinero.
Ahora bien, como la forma de circulación directa, aquí considerada, hace que siempre
se enfrenten entre sí y de manera tangible la mercancia y el dinero —la una en el polo
de la venta, el otro en el polo opuesto, el de la compra—, la masa de medios de
circulación requerida para el proceso de circulación del mundo mercantil está ya
determinada por la suma de los precios a que se intercambian las mercancías.
En rigor, el dinero no hace más que representar de un modo real la suma de oro ya
expresada idealmente en la suma de los precios alcanzados por aquéllas.
De ahí que demos por sobrentendida la igualdad de esas sumas. Sabemos, no
obstante, que a valores constantes de las mercancías, sus precios varían juntamente
con el valor del oro (del material dinerario): suben proporcionalmente a la baja de este
último, y bajan cuando el mismo sube. Si la suma de los precios alcanzados por las
mercancías aumenta o disminuye, la masa del dinero circulante habrá de acrecentarse
o reducirse en igual proporción. Es verdad que la variación que se opera en la masa de
los medios de circulación reconoce su origen en el dinero mismo, pero no en su papel
de medio de circulación, sino en su función de medir el valor; Primero, el precio de las
mercancías varía en razón inversa al valor del dinero, y luego la masa de medios de
circulación se modifica en proporción directa al precio de las mercancías.
La esfera de la circulación mercantil presenta un orificio por el cual penetra el oro (o la
plata, en una palabra, el material del dinero) como mercancía de un valor dado. Dicho
valor está presupuesto en la función que el dinero desempeña como medida de valor, y
por ende en la fijación de precios. Ahora bien, si baja el valor de la medida de los
valores, esto se manifestará ante todo en que variarán los precios de las mercancías
que se intercambian directamente por los metales preciosos en cuanto mercancías, en
los lugares de producción de los mismos.
A través de la relación de valor que media entre ambas, una mercancía contamina a la
otra, los precios áureos o argénteos de las mercancías se nivelan paulatinamente con
arreglo a las proporciones determinadas por sus propios valores, hasta que, en
conclusión, se estiman todos los valores mercantiles conforme al nuevo valor del metal
dinerario. Este proceso de nivelación se ve acompañado por el incremento incesante
de los metales preciosos, que afluyen en remplazo de las mercancías intercambiadas
directamente por ellos. En la misma medida, pues, en que se generaliza el reajuste de
precios de las mercancías, o que se estiman sus valores de acuerdo con el valor nuevo
del metal —más bajo y hasta cierto punto aun en disminución—, ya se dispone también
de la masa metálica adicional que se requiere para realizar dichos valores.
Bajo este supuesto, pues, la masa de los medios de circulación queda determinada por
la suma de los precios a realizar de las mercancías. Si suponemos, además, que el
precio de cada clase de mercancía ya está dado, es obvio que la suma de los precios
alcanzados por las mercancías dependerá de la masa de éstas que se encuentre en la
circulación. Si suponemos que la masa de las mercancías está dada, la del dinero
circulante crecerá o decrecerá con arreglo a las oscilaciones que experimenten los
precios de las mercancías. Aumenta o disminuye porque la suma de los precios de las
mercancías sube o baja a consecuencia de los cambios que se operan en sus precios.
Para que ello ocurra en modo alguno hace falta que simultáneamente se incrementen o
reduzcan los precios de todas las mercancías. El alza en los precios de cierto número
de artículos decisivos es suficiente en un caso, o la baja de sus precios en el otro, para
que aumente o disminuya la suma de los precios —que hay que realizar— de todas las
mercancías en circulación, y por tanto para lanzar más o menos dinero a la circulación.
El proceso de circulación de un país, en un período dado, abarca por una parte
numerosas ventas (compras) o metamorfosis parciales, dispersas, simultáneas y
espacialmente yuxtapuestas, en las que las mismas piezas dinerarias sólo cambian
una vez de ubicación y no efectúan más que un recorrido, y por otra parte muchas
series de metamorfosis con una cantidad mayor o menor de eslabones, de las que
algunas se desenvuelven paralelamente y otras se entrelazan con las vecinas, y en las
cuales las mismas piezas dinerarias ejecutan recorridos más o menos numerosos. No
obstante, el número total de los recorridos efectuados por todas las piezas dinerarias
que se encuentran circulando y tienen la misma denominación, permite obtener el
número medio de los recorridos que efectúa cada pieza dineraria, o la velocidad media
del curso del dinero.

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