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George Reid Andrews

a f r o a n t i n o s

EDICIONES DE LA FLOR
A R oy e, la luz de m i vida

REC O N O C IM IEN TO S

E s imposible escribir un libro 1e esta clase sin contraer innumerables


deudas con gente que nos h^ ayud adb en distintos puntos del camino. Es
un placer reconocer m i gratitud a1varias personas muy especiales.
. E s la costumbre, al enumere los agradecimientos, mencionar en
último lugar al propio cónyuge, sic mpre con la salvedad de que no se debe
Título del original: tomar esa ubicación en el sentido de que ellos sean los últimos. A veces
T he A & o-A rgentines o í B uenos A ires. 1800-1900 mé he preguntado por qué será ési a la práctica cuando es muy claro para
Traducción: Antonio Bonanno todo el que tenga experiencia en i stos asuntos que la única persona que
sufre m ás que el autor durante e l .curso de preparación de un libro, es el
cónyuge del autor. Mi esposa, R o y : A. W em er, soportó más divagaciones
Tapa: Gustavo yald és acerca de los afroargentinos de Bu •¡ños A ires, y m ás monólogos sombríos
Composición tipográfica:.Unas S.RL acerca de las dificultades de escrib•ir sobre los afroargentinos de Buenos
Aires, de cuanto parecería hum a ia m iente posible y, sin embargo, de al-
Prim era edición en inglés: gúná m anera siémpre logró féspon,ie r con entusiásnio y aliento. E l hecho
1980, The U niversity o f W isconsin P ress de que este libro esté dedicado a elle..no es m ás que ún débil reconocimiento
de la parte que le cupo en sil prep iración.
Deseo agradecer a mis padres r a m is suegros, quienes contribuyéron
tanto moral como m aterialm ente il emprendimáento y la realización de
© 1989 by Ediciones de la F lo r S.R.L. este trabajo. Q jalá todos los hombres üeran tan afortunados con su familia.
Anchoris 2 7 ,1 2 8 0 Buenos Aires Varios historiadores e investid\gadoréis resultaron ser tan buenos ami-
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723 gos como colegas. Debo un agradec m iento especial a Ju a n Jorge Cabodi,
Ju a n Carlos Garavaglia, Cés'ar Gai cía
i Belsunce, M arta Goldberg, Lyman
trnpreso-en Arge ntina L. Johnson, el coronel (RÉ)|ülise: M uschíétti, M arysa Navarro, Carla
P rinted in A rgentina Robinson, Ricardo Rodríguez; Molas , Eduardo Saguier y Luis Soler Cañás
por favores demasiado numerosos 1 variados para enumerarlos.
IS B N 950-515-332-5 Quisiera agradecer tam bién a /arias instituciones argentinas. A pe-

7
sar de la crónica escasez de recursos y fondos los divAr«™ « le­
tales en que realicé m is in v e s t ig a d le s siempre m ? S ChlV° S esta'
máximo gradode cortesía, atención y eficiencia Me e » T ™ C° n eI
la ayuda prestada por los directores y personal del S f

C ^ t y É n ^ s ^ 1^ EjérCÍÍ° * l0S £

el Instituto de D e L m S to E?onómico y S o d a ? M á s ' ^ i? Ar? entina


c onal, el ID E S nos proporcionó a m i ¿ p o s a v a m í ^ institu"
olvidaremos de nuestros amigos del Insfc¡t»t.r¿ J ü * ’ hogar" Nunca nos
tor ejecutivo, Getulio Steinbach*. 7 especialmente de su direc-

S c ie n ¿ R e?e ¿” h C o m c a e l del Social


E L ENIGMA DE LA DESAPARICION
g ra m ____,**«»** uixzeaitn iüduc
School dería Universidad de W iscinsin ' — ----------

m erica ^ d e^ a U n iv e S d a d de Wisconsln^Mfs ^ tor^a katinoa-


el difunto Joh n L. C“ * i n ,
el cimiento sobre el que se basó mi r»A«+A^« •ereri . * km ith, formaron
P eter Sm ith, fue una W a^da^n^l ^ T eStlgación- Mí ^ s o r ,
previos de este libro L t íc u a t r a h o n f b ^ critlcó y comentó borradores
una tarea bien ream ad a S m<íreCen mi ag™decimiento por “Negros, en Buenos Aires, no hay’ . Esto es lo que dicen los nativos
de la ciudad, los porteños, a sus v isitan *s, y así parece. Uno puede vagar
en e f . por la atestada zona céntrica por cuai •as y cuadras sin ver a un solo
negro, hombre o mujer. E n verdad, un riajero que llega a Buenos Aires
fue publicada previamente en el Jo u rn a l ofN e^ -o X t o ^ r e f '" ’° 7 después de pasar por otros países de A n érica latin a, no puede dejar de
sorprenderse por el aspecto europeo d< la población" en ese ángulo del
continente. S i bien la composición étnica de la ciudad párece estar alterán-
dose un tanto como resultado de la coi'ijriente m igratoria del Paraguay,
Bolivia y el interior de la Argentina, á •eas en que los indios y mestizos
forman una proporción mayor de la ni ezclá étnica, la población de la
capital conserva un tono decididament ì europeo. Uno se ve obligado a
concordar con su huésped porteñe : no h ay negros en Buenos Aires,
Pero si permaneciera en Bueriós A re s para una estadía extendida,
el viajero o tu rista gradualmente tomarjí a conciencia de que esta afirma-
eión general no es enteram ente cierta de que en verdad hay algunos
negros en Buenos Aires. Aunque t a í v íz no vea m ás de uno o dos por
semana en las áreas centrales de l!a ciudkd, por casualidad podría toparse
con las vecindades afroargentinas jen las áreas
_ m ás retiradas de Barracas,
Flores y Floresta. Si-pasara algún tiem d•o en La Boca, el barrio de clase
trabajadora próximo al puerto, ni> podr'a dejar de ver a la gente negra
qué uno ve con frecuencia en las calles de ese lugar. Y si nuestro hipotético
turista visitara algunos de los mjuseos históricos de la ciudad, tom aría
*.I¿s^dos‘ últimos párrafo; conciencia de qué aún cuando no h aya ge ate de color hoy en Buenos Aires,
*?°j: George Reíd Andrewss fupron agregados para la edición castellana nm muy definidamente los hubo en el pasad >: E n las pinturas que se encuen-
modificar algunos frágmér f e H a f " T ^ f e5® te“ °s Para tran en estos museos, vería a los n< gros y 3m ulatos que aparecen una y otra
ep los apéndices, lás notas f v l a b i h S o r f , y cambl0s y adiciones inclusive
versión al díá sobre éjtérn vez junto a los blancos de lá ciudac, simu '.táneameiite
l testigos" y creadores
t (N ott^r^r quelapresenteedición• u- del pasado colonial de la ciudad en el s iklo X IX .
E n ese punto uno se sentiría tentad( de preguntar por qué hay ahora
8

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. •—,nr,f¿>g europeos posterior a 1850, en una explicación lógica para la
tan pocos negros en Buenos Aires. Estuvieron obviamente allí en el nasaHn
declinación d élo s afroargentinos. .
en número importante: ¿qué les sucedió, adónde fueron’ Dos de las J Z >*TTn tercer argumento se centra en las bajas tasas de natalidad y las '/-•-tí.
famosas historias de la Argentina en lengua inglesa formulan precTsf ¡t de mortafiHiTd que sufrieron los afroargentmos.§jDcupando los s {'
mente esa pregunta En un escrito de 1945, Isabel Rennie describí“ la a—caíonesrnásbajos de la escala social y económicaTlos negros y mulatos wo ¿
desaparición de los afi-oargentinos como “uno de los enigmas más intrinar,
de la ciudad no podían procurarse vivienda decente, alimento, vestimenta ~r-- . ¿
tes de la historia argentina”. Veinticinco años más tarde Jam e?S.® ?“ '
v asistencia médica. Por lo tanto sjicum bían en números mayores y a •H »•
observó que “la desaparición de los negros de la esS n a a S T tto
edad más tem prana que los blancos.j S upuestamente, ésta fue una condi-
intrigado mucho más a los demógrafos que la desaparición de lS “nd“ os” i
ción re p ic a en toda la prim era mitad del siglo X IX y alcanzó su culmina-
cján ía enMemla de fiebre am arillá de 1871, acontecimiento catastrófico
én la historia de la ciudad, al que con frecuencia se culpa de haber
aplicado el golpe de gracia a la población de color]}
fJTna cuarta explicación, v bastante obvia, es la declinación del comer­
án de esclavos¿La abolición del tráfico en 1813 supuestamente marcó él
fin de la importación en gran escala ie africanos al país. Al faltar nuevas }■■■}■•.:■ ”c 1
llegadas que compensaran las pérdic as descriptas en los párrafos anterio­
res, la comunidad negra fue conden ida a la extinción gradual.
9.615 de una población total de 32.558.“’ P ara s j mab.an E stas explicaciones, que han si( lo repetidas por historiádores argen­
tinos y extranjeros que escribieron s< bre la Argentina durante los últimos
cien años, spn lógicas, coherentes y ei ainentemente razonables. E n verdad,
sólohay un criterio que no satisface írpoco o ningún esfuerzo se h a hecho
transcurrida^ ^ ñ g to " c^ so " m i m i c ^ ^ ^ r e g l ^ ^ ^ f o ^ a c i^ a c e n ^ 1de^a oara probarlas. Este libro comenzó |omó’ün intento de someter á prueba
esas explicaciones y ver en qué med da eran verificables m e3ian teel uso
/lo ~\a dnmmentación prim aria Hispe m ble en archivos y bibliotecas dé la
Argentina. T al como se lo concibió or ginalm ente, este estudio debía cubrir
la historia demográfica de toda la p<blación negra y m ulata de la Argen­
tina, pero razones prácticas y de tie i ipo obligaron a confinar la investiga­
s S s £ $ S p S K S i S * 5 ción a un área m ás lim itada. | U n nt mero de factores hicieron de Buenos
i n » w £ 7 \ Ci ^ eSp°ndlentemente extenso. Se los puede sintetSar en Aires el sitio lógico. Primero^ la in iportancia de la ciudad como centro
fS Í S báfsl^ .r s p e c to de la desaparición de la población negra para el comercio de esclavos, ¡en la >arte meridional de Am érica del Sur
y, en consecuencia, su gran poblaci« >n de color, eran razones obvias para
V elegir a la capital. Sin duda debido <i la concentración de población negra
allí, la mayor parte de la literatura secundaria sobre los afroargentinos
se ocupa específicamente de Efuenos A ires. Segundo, la capital ofrecía un
m í™ aí S° su<íef f r e n t e contra los indios, los brasileños y los p S a núcleo de fuentes del que no pe disi Pn© en interior. Sobxesáxenjíarios
1
censos razonablemente buenos de 1a ciudad para el período 1800-1860,
así como informes anuales demogi áficos y estadísticos emitidos por el
gobierno provincial entre 1822 y Í 8 25 y entre 1854 y 1880. T ambién, los
el servicio. L a resultante falta de varones hizo aue fuera virtnal-momfQ registros m ilitares esenciales para ta l estudió estaban ubicádos en la
capital y eran especialmente complc tos para el m aterial relativo al reclu­
á e Í a a í | Para Iíl * >6lacWn dc color resarcirse de sus pérdidas en el campo tamiento y envío de tropas desde la ci iidad y la provincia de Buenos Aires.
E n verdad, la concentración d< bibliotecas y archivos en la capital
^ íntim am ente relacionada con la segunda la Hp I
significaba que el acceso a l ¡m aterial secundario y primario sobre los
^ ^ ^ S i ^ E n f r e n t a d ^ a üná escasez de S í l M u
t^?Y afroargentinos sería m ás fácil en B renos Aires.
A medida que este estudio avan só, se tom ó claro que las explicaciones
tradicionales tienen serios inconvei lentes. Aunque ciertas en parte, son j
Este argum entol5£BH-¿ ciertas sólo en parte, v distorsiona] i la historia de los afroargentinos^e ¡
.^ L e ® m ^ i ó n de ¡os varones negros con el grari^ fliyoT e^ on es

10 ■ ¡'y'-Kí-A. -'Vv'.'v/--.- c-W ■»


11
*■ ; / . ? r j- ^ s í.c .
gggggg-gW Bgendentes e d e speradas. Las distoreinn« Aar»
su ^ formalT parte H elH T en o H ^ mav ^ g^ r r 4 T " ~ Q ^ 4^§> a Por lo tanto, el caso de los afro argentinos es representativo de una
.sea Tntencional o "^ ^ fT rñ T d r lm ifn. ,n„'~1^ g- S e \ °scmw»™^nfn pauta que afecta a los afrohispanoar aericanos en su conjunto: la dedicacióSl
m dSTC om o d e s c u ^ ó ^ h i s t o r i a ^ r M r í i f ^ S S jÍ Í í ^ ^ í S l ^ 1 casi exclusiva a la esclavitud y el período colonial se advierte fácilmente/
tras realizaba una investigación sobre la nobW^ )X eslle Rout, míen- en un estudio de las publicaciones recientes sobre la historia negra en*
pueden leer las principales1h istoriasd ? l í ^ n t í t “S ? “ paíS’' se Hispanoamérica.13 La falta de estudios sobre el período posterior a l3
las vislumbres más huidizas‘de sus HomCS 1 -y ptar solamente abolición a menudo h a sido atribuida a problemas de documentación. Un'
destaca mucho su mi como soldados cnmífnl y muj? res de color.1 0 Se número de países latinoamericanos suprimió el uso de etiquetas raciales
c j y m a l d e j ¿ ¿ ^ n^ ^ en censos y otros documentos a p artir de su independencia. E n consecuen­
cia, los investigadores que trabajan én archivos del período nacional tienen
4®ias^socjiacionesdeayudaníi^^ PogQ-ge dice acerca dificultades para identificar a individuos o grupos como afrolatirioameri-
canos. E n verdad, un conocido estudioso mexicano h a argumentado que
intotoctuales V D e r t l | g jice de i Q ^ g ^ g m t o r e s ^ l i t ^ . la desaparición de las descripciones raciales de los documentos mexicanos
indica un proceso de integración por el cual los afromexicanos fueron
dimiento de la historia hlStorÍas para eI e n & absorbidos en la población más grande én condiciones de relativa igualdad
y desesperación de un pueblo aue murirt =,*„ a ” V? ’ 1111 cuadro de fracaso con otros grupos raciales.14
que los recuerden * mun6 sm ***** ^gw » ai realizaciones Cualesquiera que sean las ra z raes subyacentes, el hecho de que no
se haya examinado la historia de los afrohispanoamericanos desde la
se 'p rd ie ^ re so ^ e r la ^ ^ tió if^ le ^ ^ d e s cor^e&irse antes de que abolición, ha significado un enorme obstáculo para nuestros esfuerzos jde
como un estudio de im * & * U m j m § 3* entender las actuales pautas de re laciones raciales en América latina,
de la población afroargéntina creció hasta ^ ™ C-Ón cómo varían dentro de la región, y cómo se comparan con las que se
re? o ^ ^ r ^ la_verdadCTa~historia~dpÍ ' encuentran en otras sociedades mu tirraciales. Según ha sostenido Mag-
de_historia social nus M óraer en m ás de u na oicasión: “E s m i creencia que las condiciones
tó ^ o tiv ó a los á rg é h tm ^ "a S S ^ a ^ 8 ^ 5 “b ^ u n f f i]^ ^ .p o r e x p l& posteriores a la abolición han sido más cruciales en la conformación de
las existentes pautas de relacio n es: “aciales en las Américas que la escla­
vitud en sus distintas formas;... los problemas posteriores a la abolición,
más ¿ « e m ! a ” no « o t T S ^ P° dría T <le un interéa Poco en la actualidad m e parecen Como 1 1 m ás urgente tarea de investigación
dlfesj>d© «as de la historia de para los historiadores interesados en los problemas de la desigualdad
sociorracial”.15 Ciertos procesjos h is óricos fiieron puestos en movimiento
por la decisión de emplear africano; ¡ como trabajadores reclutados en las
colonias am ericanas. Esos procesos: lo term inaron n i llegaron a »na solu­
r ,B fe k -V - g y jS g s s a s s a i: ción cuando los amos liberaran a s as esclavos. Antes bien, entraron én
una fase nueva y diferente que f i e a la vez la herencia del régimen
esclavista y su creación autónoma. E l conocimiento de aquellas sociedades
esclavistas resulta esencial para la c »aprensión délos actuales problemas
de raza en el hemisferio, pero igua Imente importante, si no m ás, es la
comprensión de la evolución íistóri ca de las relaciones de raza desde la
! T H r ^ s r h « ;^ ja í ? S s ¿ " i t térm inación de la esclavitud.
previos a 1854 De ¿echo no u\ S S ?®tlgaci°nes a los años Así, aunque se ocupa de a escl ivitud y del comercio de esclavos tal
como se m anifestaban én Buenos An es, este estudio centra la mayor parte
S Pn T l T c ^ de sus energías en el péríódo i ación; il. AI hacerlo, sugiere que las dificul­
ta des de realizar investigador esá c e rea de los afrolatínoamericanos desde ¿
la abolición han sido un tant¿~eXag ?radas, y que en realidad éxiste^ina
rica variedad de fuentes y accesos d sponibles para el historiador iñtere-
sado en la investigación de este tóp co7 ~~— -
E ste estudio tam bién tr¿ t a c íe contribuir a una comprensión más
E : f e ° * ^ - la^cuestión deTas^ntóbuciones plena de las relaciones raciales en trá a s las Américas. Por necesidad, el
libro exam ina una serie de cuestión* s pertinentes no sólo a Buenos Aires
12
13
sino también al resto del hemisferio, tales como las tendencias demncn-á
' Ver la Bibliografía para una explicación de las abreviaturas de archivos y
^ P ° t o tlores a ia abolición, las avenidas de m o ld a d
para la gente negra, su posición en las sociedades de base clasista mi* e* citas, dé documentos que aparecen en estas notas.

d e ^ ^ Y T V C1,e rtaS CÍUdad6S de América del Norte y ^ S u fia ria T n e s


i: Ysabel Fisk Rennie, The Argent ine Republic (Nueva York, 1945), p. 43; y
James Scobie, Argentina: A City and a Nation (Nueva York, 1971), p. 32.
E H S S p H s S S s 2 . Era Bell Thompson, “Argentina: Land of the Varnishing Blacks”, Ebony, Oct.
Worte y Sudamenca; vanas secciones, tales como el análisis en el Canítuln
5 de la cuestionable exactitud de los censos de la c i u d X n T s i S i X 1974, pp. 74-84. ' j
3. José Luis Moreno, “La estructura: social y demográfica de la ciudad de Buenos
?n 6 de ideoiogía racial srgentina^se ben^ciaron Aires en el año 1778”, Anuario del Instituto de Investigaciones Históricas
mucho con los resultados de investigaciones previas realizadas ñor pstn
(Rosario, 1965), 8:166.
diosos que trabajaron en Brasil, lol Estados üSdoa y^oíras oaries F ¡ 4. Marta Goldberg, “La población n igra y mulata de la ciudad de Buenos Aires,
alBUnaS ^ 138 “ ne" i— Sd el 1810-1840”, Desarrollo Económico 16 (Abril-Junio 1976): 79.
rativa Es mi en UnaPerspectiva ^piícitam ente compa- 5. Ibíd., p. 98.
6. Censo general de la ciudad de . 3uenos Aires, 1887, 2 vols. (Buenos Aires,
tóstem ente olvidada h ¿ to ¡fa d ¡? q S e^ W én
' 1889), 2: 56-57.
y 61 PreS6nte ^ t0d°S l0S afroamericanos, 7. Para algunas exposiciones de est i teoría, ver Segundo Censo de la República
Argentina: Mayo 10 de 1895, 3 vols. (Buenos Aires, 1898), 2: XLVII; «José
Ingenieros, La locura en la Argentina (Buenos Aires, 1937), p. 30; Domingo
F. Sarmiento, Conñicto y'armonía de las razas en América, 2 vols. (Buenos
Selíf 0 " ° rtea“ ™ . P ^ a denominar oualqubr persona Aires, 1900), 1:72-73; Alvaro Yunque, Calfulcurá, la conquista delaspampas
con v.ahle ancestro africano, independientemente de que ese ancestro (Buenos Aires, 1956), pp. |l87-88 y Andrés Avellaneda, “Prohíbe la Junta el
ntentePM ra° f 16^ 1,?130 con otras razas- Obviamente tal uso nó es conve- ingreso de esclavos”, La Ópiniói (Buenos Aires), Mayo 28, 1976, p. 8.
sentídoPm ¿ 1 P5 bI‘C° “ S®“ 4“ 0. Para quien la palabra “negro” tiene un 8. Juan José Soiza Reilly, Hóente de color”, Caras y Caretas, Nov. 25,1905;
“ s qUe n° abarCa a las Personas d® r a l m ixtaf los '• Máximo Simpson, “Porteños de c<lor”, Panorama, Junio 1967, p. 85; Goldberg,
“La población negra”, p. 85; y Emiliano Endrek, E l mestizaje en Córdoba,
a 1 = S tá ntent,ad5 adaptarlaterm lnoloSíaraciaI dé esta edición castellana siglo X V m y principios del XIX (Córdoba, 1966), pp. 18-19.
a la usada en la Argentina, haciendo la distinción entre negros v mulatos 9. Ricardo Rodríguez Molas,j “El ne pro en el Río de la Plata”, Polémica 2 (Mayo
S i f e m W g e 10! , t “ 10” 3 ? l6S del períod° <=“ ■ 1970): 55-56; Woodbine Parish, Buenos Aires y las provincias del Río de la
Í J L emb^ ?°* 1 V * 0 tlende a tra ta r a personas de ascendencia africana Plata, trad. Justo Maeso (Buenos Aires, 1958), p. 179; y Nicolás Besio Moreno,
pm-a y mixta como un solo grupo, que he denominado “los afroargentfros”
•Buenos Aires: Estudio críiico de.¿ upoblación, 1536-1936(Buenos Aires, 1939),
£ T Gf 1333 en el mismo sentid0 1«e t i e n e ^ S ’^ T o s pp. 24, 290, 380. I
Estados Unidos. Aunque tal lenguaje pueda considerarse como contrario
10. Leslie Rout, The African Experi> nee in Spanish America (Cambridge, 1976),
a las costumbres* raciales de la. Argentina y, más e s p e d i e n t e de
p. 194. -
rante e l'tiS 8’ “ " P ,* 1® del argumento del libro es que du- 11. Magnus Mómer, ed., Raes and <'lass in Latin America (Nueva York, 1970),
rante el siglo pasado las relaciones de raza en Buenos Aires llegaron a
pp. 214-15. |
ser cada vez más| dicotómicas en carácter, colocando a los n e S y b s
12. Rout, The African Experience, j p. 212, 244, 254, 282.
mulatos en una s<j>la categoría racial “no blanca”. El libro sugiere mies
13. Para citar algunos títulos repres ¡ntativos, uno piensa en Miguel Ácosta Saig-
nortefinsenf0^ e T S al importado y aJ'eno a ÍQs conceptos y S stim b res nes, Vida de los esclavos negros <>n Venezuela (Caracas, 1967); Gonzalo Agui­
Fa rciudad,
ia d a d Ítanto en
e t elf pasado
“ " 2 " como
d ertaen^el presente.
SObre IaS realidades
- ráciáles de rre Beltrán, La población.legra e n México (Ciudad México, 1946; reed. Ciudad
Espero que mjis lectores concuerden con ello. México, 1972) que sólo cubre e: período coloniál; Frederick P. Bowser, The
African Slave in Colonial Perú, 1684-1750 (Stanford, 1974); David W. Cohén
y Jack P. Greene, editores, Neiti 1er Slave nor Free: The Freedman ofAfrican
Descent in the Slave Societies oi ‘the New World (Baltimore, 1972); Franklin
W. Knight, Slave Society\in Cul a during the Nineteenth Century (Madison,
1970); John V. Lombard i, The Decline and Abolition o f Negro Slavery in
Venezuela, 1820-1854 (Westpori, Conn., 1971); Rolando Mallafe, Negro Sla-

14
15
very in Latin America (Berkeley, 1975)- Colin Pair»*», c ; - ' „ I
God: Blacks in México, 1570-1650 (Cambridge, Mass ’ W ily jL e ñ n Y p ^
Hermano negro: la esclavitud en el ParaguaWMadrid ^VPV P ^ ^ Í t í ’

&¿ZS£ZS£!?SZ £ “
Colombian Chocó, 1680-1810 (N orm al OklahomaW © T a t t a ° “ ^ ^

C i ° r s como L obr¿s
•fr

EL MARCO
x ix b 103 afro,ati— - en los sig.„s

;• into “

■f e t r ionLn^
MagBua Mdmer, T h e H iatos 0f i

(¿ “ °n the State °f f“ >” W an T S v L 1 L a historia de los afroargentinos n >puede explicarse y comprenderse


16. Según algunos historiadores del sirio XX “nardo” ««jw * ,• aisladam ente de la historia de la ciudáid y la provincia de Buenos Aires,
L a vida de los invididuos y los grupos r o se desarrolla dentro de un vacío,
L a gente vive dentro de su entorno, y lo 3lím ites de su vida están definidos
por esos entornos. A l tra ta r de expli.car la experiencia histórica de los
» is a - afroargentinos, y cómo y por qué esa e speriencia fue análoga o diferente
de la de otra gen te en otros tiempos y lugares, es esencial poseer un
entendimiento básico del marco en qu<: vivió y trabajó, luchó y murió, la
gente negra de Buenos A ir e s .1
Buenos A ires es el nombre de ;la i iá s grande y rica de las veintidós
s ^ s s s ; provincias de la Argentina. Lim itada a l este por el Océano A tlántico y
a l norte por la gran bahía de agua dul ce conocida corno Río de la P lata,
ocupa m ás de once kilómetros dé la lír .<ea de la: costa y se extiende en su
punto de mayor amplitud, aproximada] ènte 680 kilómetros tierra aden-
tro. Su superficie total es de 30.|758.0( 0 hectáreas, aproximadamente la
m ism a dimensión de Bélgica, H olándi. y A lem ania Occidental sumadas,
L a característica física predominante d i la provincia es la pam pa, de fam a
mundial, la planicie herbosa que forma u na enorme extensión de uno de
los suelos agrícolas m ás ricos del mún lo.
Buenos A ires es tam bién el nombré
de la Argentina. S i bien sé encuentra ubicada dentro de la provincia de
Buenos A ires, desde 1880 Buenós Aireé h a funcionado cómo unidad admi-
n istrativ a autónoma y separada; el 1 1istrito Federal de la Nación. La
actual población del Gran Buenos! Aires l a C ápitai Federal y sus suburbios)
supera los ocho m illones de;, habitante: , lo que representa casi un tercio
■* de la población total del país, i
L a ciudad fue inicialm ente fundada en 1536, abandonada cinco años
m ás tarde, y luego restablecida de n tañera
. perm anente en 1580. Los
16
17
én Ja capital de esta nueva unidad adm inistrativa con la esperanza .de
el principal puerto del A tlá n tiíS \ ¿ ? P aran a>conYertiría,a la ciudad en apuntalar la defensa de un flanco desprotegido. E stas esperanzas no se
realizaron por completo, pero las políticas de España tuvieron el efecto
Sur. * m S lk a del
ticularm ente de relieve alrededor Ho 1 a PJ;0Vmcia carece par- dé sacar a Buenos Aires de la forzada quietud de dos siglos. Floreció el
colonos pronto ^ ^ y los comercio y la población creció en un 50 por ciento entre 1778 y 1810, ya
que los inm igrantes eran atraídos a la ciudad por su nueva importancia
continuación de la pampa Por lo tanto ancT r -° es, en esencia una
económica y adm inistrativa. Llagaron europeos y africanos en número
Ä creciente: los europeos voluntariam ente y los africanos, por supuesto,
contra su voluntad. \
E l derrumbamiento del gobierno español causado por la invasión de
Napoleón en España eñ 1808, H'állÓ üna' vigorosa óligaiqüíá^óm érciál
pronta y dispuesta a llenar el Vacío 7fe~poder en BüenosT^ires. ¿1 '¿b de
a' T a t f « r Ä mayo de 1810, el municipio asuir ió oficialmente la autoridad que anterior­
mente ejercía el virrey y, seis añ< s más tarde, el Congreso de las Provincias
Unidas del Río de la P lata (qm: supuestamente representaba a todo el
virreinato, pero que en realidad <ra boicoteado por el Alto Perú, Paraguay,
la Banda O riental y varias pro\ in cias argentinas que no tenían ningún
deseo de caer bajo la dominación ] lorteñá) declaró a la región independiente
del gobierno español.
Lim a, a varios meses de viaje de Buenos Aires F n Jn*™ ' CUy* Ca¡pitaI era
La revolución iniciada en B íenos Aires en 1810 no triunfó completa-
S i “t s s - * - — «.“ X t s r a s ä mente- has ta J.8 2 5 . Hubo comb< tes en la Banda Oriental, y las tropas
españolas con base en el Alto Pe tí invadieron el noroeste argentino, pero
Buext.QS. Aires se salvó de los efet tos m ás directos de la guerra. La ciudad
s j ä ä ä sS s s ,1“e Ä s s S s s r e n t r 4 £ ^ l periu4c_naciqn^ rnás o^menqsjncólume, aunque c on su pobla-
ä s s s ä a i s s “" ¿ “ s í - S i t i - ; ci&njlismjnujtá^
para luchar contra los españole?.
d e n t o jie .g r ^ f e hombres

El^comienzo del período" na ñonal encontró a una Argentina seria-


E l país era en re didad dos países o, según el pensamiento
de algunos gobernantes provine) ales, muchos pequeños países, formando
cada provincia una entidad sepa rada. L a b ased él conflicto entra lag pjn.
, yjñffias era la posición económic t de Buenos Aires, en constante robuste­
cimiento. S ituada sobre la cost i atlántica,«q^seedora del único puerto
oceán ico^ctel país, Buenos Áires^ servia cómo punto 3 e embarque para, las
e^ ¿?^ a^ Qués argentinas jr como punto dé*récepcíón 3e inm igrantes, mer­
cadería, capital e idéas>Una dé ! as fuerzas impulsorá^ su b y ^ én la
búsqueda de independencia de h . ciudad había sido su deseo de comercio
p a rtfd T E s ^ ñ í £ “ *0£ Ä Ä d fl° * ^ T prensitìnP»r
libre, no obstaculizado por| contri >les colonialestc ja l comercio estaba muy

mmm
contrabando, impulsó a la Corona a declarar las^ olonias^bier^sal com«-- bien p a ra la provincia de Bueno s Aires, cuyos agricultores^ rápidamente
se adecuaron a .ia prqdtwcidn.dé vacüho^y w in o s phra el co m erció le
exportación, pero fue desastroso para ías ecÓnomiás dél iñteribr.
E5tas_PX0vincias habíán side colon ízad aslií désde"eFmar, como Bue­
nos Aires, sino por colonos¡ que v ajaban por tierra desde Chile y el Perú.
Eran enormes las distancias qv e las separaban de la costa; a l mismo
tiempo, los Andes dificultaban h comunicación con el Alto Perú y Chile.
aisladas habían desa ^rollado sus propias pequeñas industrias
rural^parajnantejieis_e_i^rprist ts de ropa, muebles, m ateriales de cons-
« ^ ? A Ä Ä ttT Ä K iÄ R iÄ S S .t331cctán, etcétera. Esos bienes f leron suficientes para satisfacer la de-
18
19
más suelto de confederación donde
» p B B l p s i las p : - o v i 5 d 5 T i 5 d W i d S ' S ^ ^ r f
» y t m w m s m wmptef a u r i a s i a i f e a i i s ' m iem os f a
mercados lo ca le? PeronJ n n 0 r' 7 SUS Productores pudieron ? ° Carr° ’ dio m ov^w nto em ^poyado por lo T á ^ d T l'ÍS ^ S tS r h o m B s f e S “ 0
p ^ o n a i s t a s , que gobemaban_las provincias dèi interi” e l l i ’

-ia_segunda m itad del s i J f o X I X * J° poseen salida hacia d m a t p°S

£ ^ 4 I« 5 3 S 3 * 3 “« m I p g f ^ ^ S
lue ofrecida S S a S d e f a s f t o ” S c k s U n i “ s f Y ^ 819’ T

i ^ p ^ s i a s s i l s

s s S ' S I I ^ s l l f = ? s = à ^ ^ i = i S S E

-.....~el- comerci° con E u r o p ic o m o sucedla cdñ la rìoue J ^ P


S pvincig. P a ra fa ’década de'l82Ò,
S S p l i l l i i i p s laS “ S ü ¡ S e ^
millones de v L u n ^ s^ a ^ T fn ’J f ™ “ ' es^ s?aba Ià donde-criar
c» t o s ^ ^
< ^ ^ » ^ £ 8 3 ^011 en torno de la ciudad \ t r f f i a ì a ì ^ n ^
a s s a a s E ^ s ^ ^sp ortaciones
S I MprmcinflTpg
carnp™ r - 7 : T ^ - 4iU ,ai« w
l s s^ s j*;
.M^ m p o r ta c io n e s DrinoinaléS^im m
l«”W * A « A J . _ “ '“ "■ •* -

M je n r ia as ló s c o m e r c ia n te s ^ r 6 m § —
là-ciudad ^ Ìs^^P
^^^.^^
iB^cu
^ estionad
^ ? ^ Y ® a^ élite
™ ’l:-0de
^'
que . c o m p e i 5 ^ n '^ ^ y T ^ r ¿ ^ r ¿
eh influyentes actores J S C)murtiendo de m anera creciente

s s È a a ^ ^ ^ i s M ksm t
20

21
¿ ¿ d u r a r o n de í ® Su s gocem o s,
m nerte, la b a a c a 5 ^ T 5 1 ^ - j ^ n- ^ . & ^ ! ^ * s S W W T 4 e la aui<y> uc ifltim vm ua. m u a w u u, se convirtió en ei primero de una sucesión
deffderes populistas argentinó^que siempfé'HañEorrorizaddá los unita­
Por ejemplo, la cuestión d n a a S T a ñ í ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ o l í t í ^ . - rio s^ asusdéscendientes políticos. Como sem encionólm teriorm entenQs
hacía tiempo tenía suma unitarios eran decididam ente republicanos en sus principios políticos pero
n os favorecían la retención Hp t/iiífte i • P °h fica argentina.Los unita- indudablemente no~éran demócratas. STK i™ creían en las elecciones
la provincia de ^ ° S porparte <>e libres y regulares, deseaban qiie el sufragio estuviera estrictam ente res­
el dinero pertenecía a la nación e n t e r a ^ h ^ - ^ deraI.es sostenían que tringido por rígidos requerimientos de propiedad, de modo que sólo los
las provincias. Rosas no sóln 3 dividirse igualmente entre' hombres de la mejor clase pudieran votar y ocupar cargos. Rosas observó
estas reglas en la prim era oportunidad en que obtuvo un cargo, en 1829.
Én esa ocasión fue elegido por una legislatura desesperada por poner fin
entr a d a a d q s j^ s ^ ^ a n á ^ Ü r a ^ a v ° v e x tó ó ^ 1110 a los crónicos disturbios políticós de la provincia, y él asumió legalmente
e n r u t a a l o s puertos litoraleños^ y — lgl$ T O u e s tp ^ tp jiq s los buques
su cargo. P.ero„duxante^u prim ér término, reconoció la necesidad política
das d l l ^ S r o C n S 3 T ! * “ d^fonagg im a ^ s e ^ m ^ lia de apoyo político para permanecer ™ oí pn<-W
del T a d q u r u g i i a y ó ^ d e l R í o d é l a P l a t a c o m p e t i d o r Ggga^dq.ya del apoyo^de.los ganaderos, se puso a la taraa.rápTt.flligflTé^
®^?]niente re siíta ro n en su d erro ^ das loajnúlíipigs. descpnte.n^s _de .Íos.íxáb.aja.doxeJs ¿ e J a j : a p i j ¿ t x 3 H ^ ^ ^ r
de un 8Íército_aliadoJ comandado ñor tt™ ^ f proscripción porparte Ba atención que prestó a e^j..séctqres_.sejnp .ampJiamente_jeCQmpe.nsada
la provincia dé É n tre Ríos Pero » P™ ¡ S ~ U1jaYe.. gob,ernadpr federal de en-1^3~P0?~íiL -Splp^ apoyadq.] »opulaxmente que deixocó~al_gobfimador
aun más o p ' é i r d ó i ^ f l o s C t L l o s M dlctador^ b í a suscitado Balcarce y abrió el camino para el retom o de Rosas al poder dieciocho
meses más tarde.
que entre los fedérales del i n t S o r C u a t H l aiéPrOVlnCí de Buenos Aires
en Buenos A ires la actividad política 6- ® )0? ble .A L alistar a la gente comúi como parte de su aparato político, Rosas
®^e<»n a_ Uruguay donde sirvieron m n l^ íT a s is ta miles^de porteños mi­ violó^^J&rincipios básicps del ( redo im itar ito. P rimero' eìudió el proceso
era la hostilidad e ¿ t ? ? d f ^ - - t o ^ i i i a d a s a ¡lí: Tan a'gída eÍ£9íó r^ jm rm a l y de està mar era socavó seriam ente la legitimidad de
sus sucesores unitarios transform ar™ S ? ^ lg° S ? Ue despué? de su caída, lasm srituciones republicanas q íe los liberales porteños estaban tratándo
m ítica que formó el eje en tom o del ™ *? en,una Presencia casi de imponer en la provincia y fin almente, se esperaba, en el resto del país.
tin a en el siglo X IX . Su nombre era r e ^ l a m l t l v r ^ Sjgg3jgiáo>^o§asJgometió.él peca ip.imperdonable de no sólo adm itir «ir^
d&At§SÍir_agfiyam ^ite^á.ja s _ i lasas a convertirse en participantes del
populares eran denunciados como tram ío y ° l pr0? >amas políticos anti- sisi^ m a-P P lítjj^ d eJBuenbs A iies. E sta participación era de ?ina ólasp
el^ ticrn to^ p o líS co del Buenos Ai™?®1rosístaf ^ ^ § i^ c o n v ir tió e n lim ita d a ^ c^ tro la d a , cuidadosa m ente supervisada por un hábil manipu-
representante^ri¿faiéé“d f t é d i é l i f ^ ^ ^ lador político.que nojtenía|ningi na intención de permitirc[ue sus partida-
Para los ^ 5 u e ..e r S ® 5 a rios escaparan a l .controlmero € ra de todos modos participációnS^v por lo
ta n tq jm cambio radical respecto del período colonial y de la independencia
en ^BB?.afiá;-gPocas en que fes que no pertenecían a lasijitesTno tenían voz
debía al hecho de Per¿ e-Sto sé ^flJàSAèSìsiones Pplíticasí¿con< m icas y sociales que determinaban cómo
H « £ i£ 5 fe 5 iá ^ ^ sg-rixlajla yida en JaJp rp jm cia je Buenos Aires,
tras los unitarios m ^ ab m fa^ n ^ n ^ * ir™ ^ os# o r ejem jik^5i?n. Describir la composición soc aí de cualquier ciudad hispanoamericana
Jd eM ia cerca del m éjorm od od é d e s a r r o l l a r * e durante el final del período colo: dal y los comienzos del período nacional,
_Qomo el dftfei i ^ :- ^ f ^ -i.c -r ^ " ----^ ^ W ^ k 6 ^ ^ b g ^ s e _ p r e s e n ta h a es una tareá imponente debido írincipaímente a la complej'a determina­
fuerzos u n itá rio sirira atraer m l n n n / S r ^ ^ ^ abandqnó^anteriores„es- ción de la raza y el ancestro, la posición social atribuida, la adscripción
no cumplió con el pago dé préstamos b r?S P^ S aIi paíS’ d®lil)eradainente institucional, y la posición econt mica que determinaban el lugar de cada
^ e m o ^ í^ m ry uno en la jerarqu ía sociali3 Los íistoriadores que trataron de simplificar
Buenos A ires. | y británicos de bloquear el puerto dé as complejidades de la estru ctu a social colonial han descrito un arreglo
esencialmente dicotòmico jen el ( ue una elite pequeña, estrictam ente cir­
Rosas cunscripta, gobernaba sobi*e la g an masa de los grupos subalternos. Esta
Rosas inicialmente-actuó c o ^ v n 'L rn T n í® a? oyo po,ítico- Aunque , conocida en Buenos Aires cor io la gènte decente, era fácilmente reconod-
pie en cualquier sociedad hispam am ericana. Los miembros de las fam ilias
pugnable su posicióp política cul«ysnd(,.taIíf f i ^ | ^ ^ “ ;
e elite compartían un corijúnto 3e atributos que los diferenciaban clara­
mente de sus inferiores sociales. E ran casi universalmente de ancestro
22

23
racial blanco, o comúnmente aceptados como tafo* F l r 0u;]/^ y. lograban una base económica más segura. Los niveles superiores de la
gante del pueblo, en térm inos puram ente económicos, estaban poblados
por los artesanos, mercaderes, posadero^ y dueños de comercios m inoristas
g ^ g ^ a b a n s u s ta n c ia lm e n te m & q u e jló s tr ^ a jg d p
^emkapacitados*.Éstos grupos se veían a sí mismos como de una condición
más a lta que el resto de la gente del púeblo, y los fenómenos tales como
los esfuerzos de los artesanos por establecer gremios en el período que va ¡QrS^>
de 1780 a 1820, son indicativos de su deseo de establecerse aparte de las
m asas. La complejidad de las divisiones ¡entre la gente del pueblo se tom a ft ¿
muy evidente, sin embargo, en la h istoria de los gremios, porque estos Wvjv**bSV
s i s s s ^ s s s a s s intentos abortados de movilizar a las no élites fracasaron debido a l con­
flicto étnico y racialm ente los artesanos europeos y criollos (nacidos en
el Río de la P lata) y en tre los blancos y los no blancos.5
C arentes de la cohesión y de la con áencia social que caracterizaba a
d e T a m S H la " ¡“f r " P w U distmción quf era u a T p t ó l i ^ S la elite, los trabajadores urbanos y rurs les formaban u na m asa bastante
vulnerable a los controles ejerados po: ‘„ sus superiores^ P aH edeT genio ^ jc
dél gobernador Rosas radicó en poder trí nsform ar esa m asa en un potente
ins'trüméñto pólíticó á l qüé lúégó érhpl fó para supropio beneficio. Bajo
de elite y d e no elite d e l a t a d l e S S i o “ ° A ¿ ¿ es í f ¿ X S l ñ t e el .gobierno de Rosas por prim era vez *¡n la historia de la provincia los
grupos, subalternos se convirtieron en u aa fuerza que debía ser tenida en
cuenta. Según la visión unita ria , e l gob amador Rosas era la contraparte
y de conciencia p ro S a ® e n o S a n ^ f S portería de los caudillo bárbaros y violentos del interior, que empleaban
^ ^ ~ 1S ? S / S l ® % sad ^ susm teresesec0n6mic ° s ,ío c ¡a le s y "i5 ^ fe s y a ,b a n d a s ,L e a fe s _ .d e ^ a ú c b o O Í^ S l® Í? JX ^ ? ^ ^ ^ Í® L ^ d ^
T ras la caída de Rosas, los u nitarñ s asu m erq n el contrql de la pro-
vincia de Buenos A ires, mentiras; los fe lerales retenían el resto del país.
Z ^ ñ ^ ^ I ? 1111311^ 3- T5lp_flejQ.sjaáa.importanteR ofH'Tñ _Como resultado de esta división, Buenc s Á ires se rehusó a participar de
la Confederación. A rgentina, form ada por las otras provincias en 1853.
E l puerto, y su región in terior perinanec Leron apartados, tomándose cada
vez m ás prósperos con su comercio expo rtador en gradual expansión y su
control del comercio importador. L a Co ífederación pronto descubrió que
la A rgentina sencillam ente no podría s obrevi vir como nación viable sin
la participación de su provincia m ás gr mde. "Después de varias batallas
eampales y de prolongadas negociación ;s, Buenos A ires consintió unirse
al resto de las provincias. E n 1862', e l po: teño Bártolomó M itre fue elegido
presidente j e . l a ^ p M i c a . ^ g e p t i n a , ; r la capital de la nación fue tras­
ladada de la provincia de E n tre Ríos a Ja ciudad de Buenos Aires, donde
ha continuado desde entonces. j
\ L a tmificación del país permitió a l fin que los unitarios comenzaran ;
1la tarea de reestructurar a la Argenti: la según líneas dictadas por sus
filosofías políticas, económicas y social es. E ste notable experimento de
^ . i ^ ^ . d g n a c i m i e n t o eya^tra barrera divisoria .,T blancos nacidos planificación nacional fue iniciado por t n grupo de líderes a l que se llegó
í L ^ f r P preí®ndían suPen pndad sobre los blancos nacidos en América a conocer como la Generación de 1880 y, al menos en el corto plazo, el
J * ^ L ^ n f A f r i T H ab08^ 11^ P0C° “ C°mÚn COn l0S «sclavoTrtcién experimento tuvo un.éxito extraordinari o. E l programa unitario se basaba
.k Z lí ^e-.™ < ^ J ia ta a ta m b i^ u n a sustancial variación económica en la decisión consciente de in tegrar ta i plenamente como fuera posible
^ ^ ^ ^ E ^ s ^ l f c M n o s . Muchos se ganaban apenas la vida mediaiiteóca- a la Argentina en la economía mujndial, explotando los fabulosos recursos
^^© s.trabajos a jornal en empleos no especializados, purituáde^ por períodos agrícolas del país. V arios avances tecnológicos hicieron dé la segunda
de desempleo, o de subempleo. Otros tr u ja b a n d é ^ a ^ S ^ S m itad del siglo una época particularm e íte afortunada para dar ta l paso.

25
en las d é c a d a ^ d í ls I g T T I ñ ^ l m h f 1^ 7 *?? J uevas razas de vacunos
desde la declaración de la Independencia, pero no fue hasta las décadas
nalización de l a “ ~ t e racio*
de 1870 y 1880 que los creador ís de política poseyeron activamente el
seguía presentando obstáculos L a P ^ P ro ce sa m ie n to póder y loé recursos para persegi i r ese objetivo. Como en el caso del auge
mucho a los consumidores europeos d i modo n° apetecía dé lá exportación, los resultados <ie sus programas excedieron sus mayores
exportada iba principalmente a a l i m m t l i que, la carne argentina expectativas. E n tre 1869 y 1895, la población del país se duplicó en tam a­
Caribe. E l avalice d e l ^ e M Se r ^ ^ Z l / ^ T 03 del B rasil > el ño, d® 1,8 millones a 4 millones; para 1914 casi h abía vuelto a doblarse,
A rgentina enviar carne vacuna v n v i n ^ 1 d1CSÍda da 1880 permitió a la
a 7,9 millones. E l crecimiento dé la capital fue aún más espectacular: de
mucho m ás atractivo a l paladar Al ^ ° ngef ada a EuroPa en un estado
187.000 habitantes en 1869 a 650.000 en 1895 y 1,5 millones en 1914. Para
ferrocarriles de propiedad británica W f tiempo’ la extensión de los
abrió nuevas 1914, el 30 por ciento de la población argentina había nacido en el extran­
jero, una proporción mayor que la de los Estados Unidos. Aunque esos
por las campañas contra los inHin« íi i , , grícola, facilitada tam bién
inmigrantes y sus descendientes luego se distribuyeron de m anera más
1895, la e x f f i n tfen £ cnítivad df ada de 187°* Entre 1872 y o menos pareja en todo el país, dut ante el siglo X IX estuvieron fuertemente
veces; se quintuplicó el v a l o r q u i n c e concentrados en la ciudad de Bu< ;nos Aires. E n 1869, casi la mitad de los
extranjeros de todo el país vivía en el Gran Buenos Aires, en una época
en que la capital daba cuenta d ; sólo el 12,9 por ciento de la población
n de^iués de 1B60 nacional. E n 1895, el 38,6 por cim to de los inm igrantes de la Argentina
vivía en la capital.7
difería sólo ligeram ente de la ciudad n n p h n h íJr ^ ^ 1103 £ ires de ese 300 A pesar de este espectacular lu jo de inm igrantes, la estructura sdcial
cía de España en 1810. Si bien m á ^ e r a n d e ta*?ado jndependen-
a 187.000 habitantes en mi«.»»«?!?8 P ? nde’ hablendo crecido de 40.000 de la ciudad demostró ser m ás resistente al cambio que su estructura
física . E l concepto de gente decante, que probablemente no abarcara a
como afectuosamente la lla m a b a ¿ ^ ¿ °b flSb ’f UÍ^ SÍeirdo <<ía aldea” más del 5 por ciento de la poblacié n de la ciudad, continuaba muy vigente.8
seguía siendo p e q ú e ñ a la ^ ÍT v o r^ / e fQ 1 ^ ^ L a zona del centré
E n todo el período 1860-1916, la política fue conducida por partidos con­
pavimento y teníah m al d r e n ó los edificios168 de & ci.udad carecfan de trolados por la oligarquía jtradic ional, lo que lleva a los historiadores a
o dos pisos en el éstilo colonial’ v eran construcciones de uno
rotular este período de la historh argentina como la República Conservar
entre la gente decénte y la gente d d a cia les
dora. E l gnieso de la población ( uedaba efectivamente m arginada dé la
teradas desde el p e k o d o ? 3ei ?ci a inaI‘ participación política directa. E s o era el resultado directo de las restric­
pareció el Buenos Airos Ae. „nfo«« ^ 1914, gradualménte desa­
ciones introducidas en el sisterm político por una elite que no tenía nin­
grandes centros metropolitanos d eU m m T * í'een?plazado P °r mío de los
guna intención de permitid que c tro Rosas capitalizara el descontento de
las exportaciones e k ¿ S “ la ^ W m grf s? 8 por * aage de las clases inferiores para llegar ; 1 poder.
provincias del interior se hundían más v ¿ ¿ f i n quedaJ)an-.Mi®ntras las
Sin embargo, se estabaii prepa rando cambios. T al vez lo más importante,
el gobierno nacional i n v e X s S ^ t n o ^ , ? '611 ec°nómica,
los grupos subalternos se estaban c ividiendo de manera creciente en incipien­
la capital y de L a Plata, la capital « w m d í j ! , Í í f 5 T S S : deIpuerto de tes clases media e inferior.j Los a rtesahos calificados, los trabajadores de
cuello blanco, los propietarios da pequeños negocios y empresas: estos
hombres y sus fam ilias se veían a sí mismos como pertenecientes a un
plano social significativam ante n ás alto que los jornaleros, los trabajado­
res portuarios y de la construcciói i, los sirvientes domésticos y los indigen­
para la agricultura be elevaron , r , , *"« « « « «e ia tierra
tes que constituían el grueso de 1<. población. Los que podían permitírselo,
a los agricultores d é la provincia vlanyánHo?11611^ haciando millonarios
trataban de establecer a sus fam lias en las gentiles y respetables condi­
^s a r j a s ; s e s s í ?s s ciones que los apartaran de sus compatriotas m ás pobres. L a educación
para los hijos propios, un prerfec [uisito esencial para la condición social
alta, era ün ítem prioritario par i las fam ilias de movilidad ascendente.
“ S jK S s t E n vestim enta y conducta,lia na< iente clase media trataba de modelarse
\ acariciados por los unitarios hahí* ¿A * 1 S , , de los.sueños más
estrictam ente según la elite, a ] a que aspiraban unirse un día los más
'■y argentinas racialm e¿te m ixtas (se p^pl? f a r a aSperezosasínasas optimistas.
ilu
ilu strar
strar la
la visión u nitaria de l aieafidTd'&
fp J tS S° ••'ftérm
™ ™ inos
* tan *fuertes para
* * * pa^a La movilidad de la ger te del pueblo a la gente decente seguía siendo
educados v Ia social argentina) con europeo«
educados y t r a b a i e , Esto había sido rara, pero no tanto como lo lab ia údo anteriorm ente. E l pasaje de la clase
media a la clase superior no era ta i lento como el de las m asas trabajadoras
26

27
enfrentar pocas demandas de tales cambios. M ás y m ás la capital se
diferenciaba del resto del país, mostrando un parecido mayor a P arís o
Nueva York que a Córdoba o Tucumán. ¿ a ciudad retrasada L * período
colonial h abía superado a sus competido
ras. Buenos Aires entró en el
siglo X X como la prim era ciudad no sóle
América del Sur. 1 de la Argentina sino de toda

1. Este análisis tendrá sólo unas pocas notas dado que, como breve panorama
turbulenta X Î Î gente del Pueblo p r o d u c î a n u L ^ . r 68 entre
lasq u fSt h a H f L l d U<ladi enNr“ nente en generalizaciones a
,w í« « T • g d después de vanos años de lectura de fuentes secundarias
de o ía s ™ ^ T / rjChlVaS’ y conversaciones con historiadores argentinos y
^ otras naaonahdades. Aún debe escribirle una historia comprLivTde^
mente
mente ú t S en
utües en la
r gpreparación
^ de este“4 de Argentina•
cantillo: * * > • Af uCity
e mand„ a

mmsma
yi B
uer i res: Plazato 4 í
M igu eb^ lel S ^ n n . ^ f* 8? ® f do h )ro^ to «>» 1 * capítulos 1-8 de
k & a l k c t e r ™ 1 Cu“ d<,“ ur,<íi3ue,los ^ - « 7 1 (Buenos Aires,19T4)
le da al lector una visión muy clara del amb: ente físico y social de la ciudad
68 “ “ “ bien descrit0 eI José Torre Revello, L a S S d
colonial (Buenos Aires, 1970) y la obra clás:ca de Juan Agustfa G ¿ d a Y ¡
m líhf/” * 3'13 ? “ T A ™ 8- !900, reed., B i enos Aires, 1966). A los lectores
que busquen más información sobre el Buenos Aires del siulo XTY i„.
TorcMto S^Di T d k ^ Rem,ución J '« “erra (Bueno! Aires, 1972);
1 9 6 5 r ^ n !'2 r t r ■ ? f í' na- “ £fetíad * roían, (Buenos Aires
n }’ caP®‘ 2‘5’ Gmo Germani, Política y soc, edad en una época de transidAn
(Buenos Aires, 1971), cap. 7; David T iffe n b e l ¿„chas J K «
M n ^ o ^ I J - ™ 13- 3-5jd ita d o , por Paidós t i t « J ¡ Í S £ :
■A .HalPerín Donghi, D f la re elución de independencia a la
7™ n¡ A6*1 ro®ÍSÉar(Buenos ^ ^ 3 ,1 9 7 2 ); H lydeé Gorostegui de Torres La
S n X l a ¿ D ú 5 ^ ® Uen0! íAi^eS, ^ 12)y: 3zequiel GalIoyRobertoCortS
f l í L l ’ r T repÚbhcf eonservadora (Bubnos A res, 1972). También se remite

» i f ?
a los lectores a las buenas b ib lio g ra fj de lofdos libros de & o £ .
2- introducción a la controversia, que qún tiene fuerza, sobre Rosas en
la historiografía argentina, ver Clifton
B. Kr^eber, “Rosas and the Revision
of Argentine Histoiy, 1880-1955”, Inter,Am erï
(enero-marzo de 1960): 3-25. can Review o f Bibliography 10
capital » b r e S 38; « ^ e “ dustrializadÛ E n T ^ 'f 3’ S i 3 T exœlente estudio de estas complejidades, ver las siguientes obras
láez T*"18Pa!***• hispanoamericanos: para Gilatemala, Sever^MartínezPe-
d e l7L °U° (San José’ ^ * “ » Méiico,

■ S H
28
Perú 1532
4 ParL nn ! ^
im?2;349' 70,para Perù> Jam esLockhart, Spanish
2 7 s T Í T 7 <Madr n’ 1968); y p a k Uru W . Lucía Sala de ToTrôny
económico-social de la colonia (Montevideo, 1967)
! a.ri UneStUCh° estadístico de la eUte de una Çudad colonial comptable en
muchos aspectos con Buenos Aires, ver Stephanie Bower Blank, “Social ln-
tegration and Social Stability in a Coloiiial Spinish American City, Caracas

29
(1595-1627)” (Tesis doctoral, Universidad de Wisconsin, Madison, 1971), Juan
José Sebreli, Apogeo y ocaso de los Anchorena (Buenos Aires, 1974), es la
historia de una de las más duraderas de las familias de elite de Buenos Aires,
5. Lyman L. Johnson, “The Artisans of Buenos Aires during the Viceroyalty,
1776,1810” (Tesis doctoral, Universidad de Connecticut, 1974).
6. Scobie, Argentina, p. 119.
7. Cifras tomadas de Gallo y Cortés Conde, La república conservadora dd 166
168.
8. Esta cifra fue tomada de Scobie, Buenos Aires, pp. 216, 273.

LÀ ESCLAVITUp Y EL COMERCIO
DE ESCLAVOS

e l c o m e r c io e n b u e n o s a ir e s

\E1 prim er permiso real para im portar esclavos en la región del Río
de la P la ta fue otorgado en 1534, dos años antes de la prim era fundación
de Buenos A ires.1 Desde 1595, sin embargo, sólo 233 africanos habían sido
importados a la ciudad, una cifra inadecuada para satisfacer la demanda
local de trabajadores esclavos Be;spondiendo a los reiterados pedidos de
esclavos adicionales por parte de ios colonos, ese año la Corona otorgó un
asiento, u na concesión real, al e s .lav ista portugués Pedro Gomes Reynel
parí, t raer a nualmente 60Q escln vos a B u e n o s A ires por ünperíodo de
nueve años. Gomes Reynei, démotsfró ncTser capaz de la tarea, proporció­
nando sólo ,2.252 esclavos a la nente de la ciudad, muy necesitada de
fuerza laboral. Pero h abía muchi(S hombres dispuestos a intentar lo que
Gomes Reynel no había logradc y se otorgó un nuevo asiento otro
comerciante portugués en 1602.3
E l sistem a de otorgar asientas . a individuos, seleccionados era parte
de. la p o lisca m ercantilista espan >Ta consistente en m antener un ajustado
control sobre toda la actividad écgnómica en el Nuevo Mundo, én especial
en el comercio.} L a Corona [emitií una serie de estos permisos durante el
siglo X V n , pero sus esfueSrzos p ye supervisar y l i m i t a r í a comercio de
esclavos lracasó espectaculkrmei te. E l contrabando de todo tipo de mer-
cadena predominaba en el| Río d i5 la P la ta durante el período colonial y
el comercio de esclavos no era unj excepción| .La implicación de los funcio-
narios oficiales en el contrabando de esclavos era un escándalo frecuente:
la prim era in stan cia informada e esclavitud ilegal en la Argentina im-
plicó a l obispo de Tucum áñ, que én 1585 fue sorpendido importando afri-
canos desde B rasil sin permiso.4 S i bien fueron confiscados los esclavos
del obispo, éste continuó su. opera ;ión de contrabando h asta 1602, cuando

31
1n (¿ r u T á q,u e ? * ° o am canos habían llegado al puerto v
que 4.515 habían partido hacia el interior, un excedente de más de m il «
P e Ips 9.970 esclavos traídos a Buenps A ires por la B ritish South Sea
Company entre 1715 y 1752, m ás de la s tre s cuartas partes fueron enviados
al interior.1 ■ ■ . . . . ¡
' J«H¡Sli«B^,r§¿i®?^ww^3^?J;9-<l&wQprona tj*ató .de estim ular v reÉrularizar'

¿ a d i^ r t^ a ^ te m b ié n t ^ f i d d a i c o m o J ^ ^ ^ ^ ^ l S
W ^ J ^ ^ m § n @ a . y . . l a ^ r T O p t í d n de la operación i»rtagu^STÍÍ>s
e s p a n o ^ revocaron este P|rmiso en 1701, y lo cedieron a la C o m p ^ g
Francesa de Guinea, ^ e jte m o s tr ó ^ e r „ ta n indiferente a las^normas y
regulaciones españolas como la compañía portuguesa. Cuando ya no pudo
in o r a r s e la evidencia de que los franceses pasaban por alto las leyes
£ S 3 3 S f f i g £ S £ S S Í Í la 9?™ ™ decidió hacer un^ltim o intento con la B ritish South
- ■ § 2 1 7 1 5 hasta 1750';Los' britá?
2 ^ ^ “ .¡= S S S M á f f l R £ mcos eran tan decepcionantes como los portugueses y los íranceses y las
o p ^ o n e a - d e i a ^ m p ^ - e ^ é r K t ó ^ é la V l ^ m í c S ñ g t t S u S ^ ^
mente S S ^ s c l á v ^ e n ^ ^ n 0 haCe m °i l determinar exacta
fe ^ a d L X l“ ^ ” qU| ESP! ñ a y ^ ran P íe ía n a entraron en
S i bmn_las c o m p r a s francesa, y británica trajeron a unos 14 000
^ ^ a ^ u e n o s Aires ^ e , 17Pp , ^ » a c o n c l# # ^
S Sól° B^ l2^ W 06y is js x fr g íg e i^ ^
superaban en grai medida'eT v a lo rd e í¿ s e s c la v o s
«k:~ v',s - c t t l r at ? r r i ^ ^ S s S r s s s ^ n e l d o s . Los íuiuuónaHos reMes se ^ ¡^ n ^ B iM é i^ o
disposición a aceptar sobornos de los contrabandistas: en 1716, e lS > b e í
> - :i;
S o m n a tv L T 3 ^ representantes de la South Sea
Hbres ^de J n n ^ ? 1 eSt aVSS 7 ^ an 4 c t u r a s (estas ú ltim as ilegales)
¿cuántos más entraron eii la ciu d id sS l e r ° ,L ? U
, ! ? eron aPrei>endidos; libres de impuesto a cambio de una com sión equivalente al 25 por ciento
en ios registros reales? Sólo podemos rn n ¿f,deteCí? d° S5 Sln dejar rastros d® ganancias.13 E n 1750, hubo ün retí m o al sistem a de otorgar^ ien tos ^

w ^ W Ví
^ m ih p ^ ^ ^ ^ T cZ íT z^ 0f:T \sinembar™s iS lí S ^ J ® las^eolpni ¿„a un comercio libre íunitado *

Paej^°s. J^spmioamencanps. Esta^nuev a libertad estimuló un ta n to é l


W **rlla ec‘¡non,ía basada en ercom erdo v diVrtl0™ .“ " a Pequeña ciudad
los tremendos flujos de fhérza tahni^T y emrta agricultura, no requería »m erciales se liberaíSirdH más
mías de plantacián, de n S para )a “ P C0l0nial^s 4 * » c t e r c ia n t e s “e x S j é r ^ S “ S
Ja ciudad ia m é l^ e W ¿ 7 i í ^ ^ ' ^ ^ 1'S:s, “deLBrasij. y el Caribe
1740 y l8 0 6 Uripn°tbUqUeS T W 88 que llegaron a Buehos Aires entre
p®?Jdn interior, qué incluía toda l a A m í recePción para una enorme
Paraguay. Chile * »1 An i rifL Í0“? Ia ^ e n t i n a central v W i f i t a ^ ^ s t e r i o r T % q o s^ n ? r j e 1? h“ áespués de 179014 E l comercio
KÜÜ Í a 1790 siguió dominado por laves portuguesas y españolas
norfode S f S n ? ^ ^ 101^ 8 de. bandera n<rteam ericana formaron una mi­
noría de creciente im portancia en el trá; ico del Río de la P la ta .1«
m , ^ na descnpcií n de la mecánica del comercio de esclavos, fácilmente
puede oscurecer el asunto qué m is nos interesa: la experiencSde ^m
l ^ r f r $ entÍn° 3 qUe í0rm ai on la P°blación negra de Buenos
A fricay r a n s L r t l S M PaS° ¿ n 4 eXf ?riencia>el d e ^ c a p t u r a d o en
a y transportado al Nuevo Mukdo, si lo puede transm itirse inadecua-

33
[T damente con palabras^ E l médico de una embarcación británica con rumbo _ _ r experimentando en las travesías sed, hambre, encierro, m al trato y
a Buenos A ires en la década de 1740, describió las condiciones; en .qué los S S lo que es capaz de afligir el corazóh humano, como dejar sus conocidos,
africanos eran trasladados a la Argentina: ^ patria su indépendehcia, y privación de todos los objetos que lisonjea-
L n sus sentidos constitutivos de sufelicidad.”18 _ _
“D urante más de setenta días, tuve que levantarm e a las cuatro dé : ¿De qué áreas de Africa provenían los negros de^Bu®nos^Aires. E l
la m añana y bajar hasta donde se encontraban los esclavos, para ver los fes de diversas foentes que puede
•c u a d m '^ ^és una compilációri dé dá
que habían muerto y au xiliar a los moribundos. Me vestía a las siete y
usarse p ara determ inar los orígenes de los africanos de la ciudad. La
sum inistraba remedios a m ás de cien lisiados o enfermos. A las diez,
«rimera columna contabiliza lós ese avos importados - en
. Buenos Aires
asistíam os a los blancos de la tripulación y atendíamos nuevamente a directamente de Africa durante la segunda mitad del siglo X V m .E ^ a
blancos y negros a las cuatro de la tarde. teblam nite a otros 12.473 esclavos que entraron a la ciudad desde B r ^ l
A las seis, conducíamos los esclavos a sus lugares de descanso, previa v cuvo exacto origen africano se desconoce. L a segunda columna se refiere
revisación de toda su ropa, precaución, ésta, dictada por el temor de que al lugar de nacimiento enumerado jpor 140 africanos reclutados en el
tuviesen arm as escondidas, cuchillos, clavos, etc. A las ocho de la noche, eiército argentino durante las guerraE de la independencia. Los registros
administrábamos los remedios indicados para esa hora y luego, a las doce, de enrolamiento se hallaron en cincc tomos de documentos m ilitares del
suministrábamos a los enfermos una pequeña dosis de agua medicinal. ueríodo L a tercera columna da cuentí del lugar de nacimiento enumerado
Sus indisposiciones requerían una vigilancia especial para evitar que por 254 africanos contenido en una m te stra de ^ Población ^ a t o m a d a
bebieran mucha agua. L a preparación y composición de los remedios lle­ del censo municipal de 1827, que se analiza en profundidad en el Capítulo 5.
naban gran parte de las horas restantes. Podría decirse, con toda verdad,
que el señor Ju a n Abbot, prim er cirujano, y yo, éramos esclavos de los
esclavos. Ningún galeote trabajó más, remando, que nosotros, con el evi­
dente disgusto de comprender que todo nuestro trabajo era vano. Cuadro 3.1. Lugar de nacimiento de africanos residentes en la ciudad de
L a hidropesía jfue enfermedad fetal. De cuatrocientos cincuenta y Buenos Aires, c. 1Í750-181;0. Tabulados de tres fuentes diferentes
cinco esclavos, eiítré hombres y m ujeres, sepultamos m ás de la mitad La Africanos enrola-
hidropesía se originó en individuos no acostumbrados al encierro, debido Importée ones Reclutados dosenmuestra
a la falta de ejercicios y a la reducida alim entación de porotos, arroz, etc. de;esclav¿s, africanos, censo municipal
La enfermedad determinada por estas causas, hubiera hecho difícil su 1742-1805 1810-20 1827
curación en tierra, ¡a bordo resulta irrem ediable, acrecentando su grave-
* dad, la aparición dél escorbuto.”16 \ Africa Occidental - . 3.979 44 127
Congo y Angola 2,742
Otro factor que; contribuía a la mortalidad en el Pasaje Medio, el viaje 25 41
Congo
a través del A tlántico desde A frica h asta el Nuevo Mundo, era la condición 40 25
Ahgoía
J f en que los esclavos! abordaban las naves en Africa.|En una oportunidad, África del Sur 114 0 0
en 1804, cuando a una ju n ta de médicos de Buenos A ires se le pidió que ÁfricaOriental 4.708 21 10
decidiera si se debíja perm itir que desembarcara una carga de africanos Lugar africano no
enfermos, uno de los médicos que había vivido en Mozambique recordó especificado o desconocido 1.529 19 51
la m anera en que los esclavos llegaban del interior:|“Los negros llegan a
la costa con todos los elementos de la enfermedad, Retenidos por grillos 1^.072 149 254
Total 4
y bozales por muchos-meses, bebiendo poco, comiendo raíces, frutos silves­
tres y toda sabandija, desfallecidos por él caiof y fas fatigas de las marchas,
expuestos a todas las intemperies, llegan a Mozambique casi exhaustos”.17 Fuentes: Columna 1: Elena F. Sch<¡uss de Studer. Xa trata de negros en el
Agregó que la resistencia a la enfermedad a menudo se debilitaba Río dé la Plata durante el siglo XVII (es) (Buenos Aires,' 1958), pp. 324-25.
más por el hecho de que los negros se rehusaban a comer y a recuperar Columna 2: Archivo Général de 11Naci< ,n 3 59-1-1,59-1-6, 59-2-1, 59-2-4,59-2-7.
la fuerza en la ciudad portuaria, dado.que muchos de ellos estaban conven- Columna 3: Archivo General de la Nación, 10 23-5-5, 23-5-6.
á c id o s de que los blajncos deseaban engordarlos antes de comérselos. Otro
tle los médicos resumió brevemente el traum a sufrido por todos los negros
traídos al Nuevo Mundo. “Criados a su albedrío”, observó, “son conquis-
: tados por sus semejantes y conducidos prisioneros hasta los puertos de •Los historiadores del Río de la p ia ta tradicioñalm ente Han señalado
AngóTár e l “Congo y Mozambique c< mo las fuentes de Tos esclavos de la

34 35
bntám co un .área que anteriorm ente había sido suburbana pero que era
ahora p aite dé la ciudad. E l Cabildo estaba encolerizado, y s u d e s ^ Z
d e Buenos Aires durante el periodo , s,eni]olf dos en los regimientos del mercado eptonces existente su p ere cuán m iserables eran sus
tuyeron casi dos tercios de lo s ^ f r ic a n /V 3, indePendencia, y consti nes. E l municipio presentó,varias objeciones a la propuesta d ef intendente
CKio documentados en el censo de î S v E ^ “^ de na« ™ Ì cono-' siendo una de ellas que el mercado de esclavos rebajaría el valor de las
propiedades ( establecido en dichó paraje un asiento de. está naturaleza
s a rs tó t-js ninguno querrá comprar el terrenoirestante por la m ala vecindad”) siendo
la otra que d mercado planteaba úna giav e a m e ^ a T ^ i í S S
negros medios apestados, llenos^deTáxná;'y!^ c a ^ ^ T ^ ^ S Ü « S a o a e ‘'
su cuerpo un fétido y pestilencial olor pueden con su vecindad inficionar
mayormente cuando dicho terreno domina o supera la ciudad
f V0S l ° b ä nhte hde ^ ¿ O cd d Ìn tar c°nsiderablecontorto conescla- y cae hacia la parte del Norte, que es el viento que generalm ente reina "21
Si bien el nuevo mercado de e s clL o s no te e c o n s t m ^ en a í o n a de
Retiro, tampoco se lo erigió donde tteseaha *1 p aw u ft 7 i m zona de
el complejo aduanero r e a t " 10 60

ciudad EÚgi
, 1r/yy>
e f el Consulado de Buenos
16 m ^Aires,
ntand°una
Sacar el mercado
cámara de cnmpmn
nn^! nnia1’ comp?®sta P°r los comerciantes principales de la ciudad pro-
fa r g o d e la c o s te ^ E n T s o / S r T í‘ 3 Un0S 24 ^ m e t r o s a lo
w w f A 1 1 8 °3 , eí Cabih o protestó una práctica especialmente
£ £ £ “ <ie ?os esclav^ . K # lan zK c i e g m e n t é K m c á i m m m i d s d
M y.eudidqs, desnudo? qué no & áfclab án ^ sliái5o lT c¿cíán
& £ £ “ í í ? de,s“ :S s ® * a d é W S W S S S
í ;í 5 L®?. ®stab a en condiciones le d e f e n d e f í e p o r i T m i ^ r i S o ^ í f t
S S î îs a ? « r 'ï ^ d^ ? a¡J* ®! hecho de que no ha dan^ atraído a m r i ^ en
a t a 'Ä .S U s » “nf soc,adad m“y necesitada dé'fu frea laboral y en s i ^ S m M a n
d a ,t ,™ -P0C°,deSpUéS de Sér " ü b f a d o S - .E l y i L y c o r r X r t l a s Z d S

Nuevamente en Ì8Ò9Ì u!n año antes de la revolución, el municipio


elevó otra petición para que.se saca ra el mercado de la ciudad.*“

s a l a s i r » Ä s a a r * a ' LA ESCLA V ITU D E N LA ECO íOM IA D E LA CIUDAD

s a s « a s m jb s s S ìk S Si bien pocos porteños deseában e: ifrentar las cargas de miseria humana


^ ^ H ^ a v é s M m e^d „ ^ v d s m é ñ d S ^ S
3 t r B ^ T 3 C3rf S P f 3 4 sostenimiento de la economía de ía
— espect ácul o de «n a sociedad
é S S í ^ , de b a j a d o r e s esclavos. Cuando en Í7 8 7

■ U H I
36
L o
eSte repÍPc¥ a los miembros del Cabildo su miopía
« r 3 f Óí S0D?bría perspectiva de i ina ciudad y su región interior des
eÍ clavos, que se hicieran fargo de sus unidaSs de producción.
Las grandes fincas, las h acien d as,
por falta de hombres que las cu!

tornarían yermas y salvajes, tanto
tivarí n como por la falta de herram ientas
y equipos necesarios, construidos y reparados por los esclavos'¿rtesanés. El
se enviaría al exterior, c iíy a c o n s tm « « n habíriaS P" a Pr0Cesar carne
dependían casi por completo de U ^ S Í ^ ? “ T Z^ ? edentem e“ fe.''
la construcción y luego para la posterior7 1 ’ ??cl5Va ab™ dante, para
m ía vez que estuvieran con cretada^Sabofiar3» t " de 3S m stalaciones,
a s " - " ” ■* “ • ¿
miembros nunca ^ j^ T í® ? 40 cercado, sus
dependencia que la ciudad+pnín p?r Parte del intendente de la
cada trabajador esclavo t ó |uen^ T * ? " “ •Es « « « t o dec> ¿ e si
repentinamente, la des3“
’ J ™ i e horas. ^os esclavos dominaban o f n S . A tenido en una cues-
de la fuerza laboral en una cantidad dp n™ on? akan una parte importante
más visibles en el c a m p o d S
coloniales hispanoamericanas, S n a fam M * Com° 6n otras cludades
condición social en Buenos Air<U <lue aspirara a una alta
¿ f ^ o 8*26 1°- d o c ^ e n ^ 1^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ™ ^ 6 ^ COr4e de sirvfentes
de los periódicos, las capacidades atrihnidf« ’ 881 COmo en los avisos
esclavos que se vendían eran las tareas d e l^ f ° mayor frecuencia a los
d£ costura y tam bién “aptos p a r fto d o s e ^ T ^ T 1!? Vado>plancha“
extranjeros que llegabaíi a Í Z m s A w J 7 l T domestlco - Los visitantes
esas capacidades domésticas eran u n t comentaban que !
d an a’ ^ que los ¡sirvientes habían sido co im t T ° n P r ie ta m e n te secun-
ostentación. Anthony K in g un X f i p l “ P d° S esen<»almente para la i
en ^ ^ y p a s ó v e i n t i c u a t o S e ñ t S S S ”^ a ^enos A t e ¡
argentina respetable hubiese pensado Z ir q3’ rec°rdaba cómo ninguna j
para que le llevará la alfombra y la atendiera d miSf SU criada negra ;!
pinturas del Buenos Aires de pL ; q tend*e^a durante el servicio.27 V arias 3
m e u t ^ st a e Sc e n $ S S p t ó S ^ ó ? p í IX ’ m U e s te n P ^ S |
£ n TempÍ 0 m n ^PreBen t a o C ^ e ^ m ^ dlld« ^ a d a s in terior I
T “ f añadas por sua s e r v i d o r ^ las m atronas |
: e x ¿ i ^ o f S I^ e ^ n t o r o ^ <í ? aCOnCOrdarconlos ñ e r v a d o - j
doméstico era muy d e s ¿ r o p S a d o rt Z ? T ^ a Í° S en el '^rvicio fí
ciudad. E l prim er periódico5de Buenos A t e ne„ce?ldades. de la |
bhcó un editorial en 1802 atacando i« a Telégrafo Mercantil pu-
personal de esclavos d Z é ltfc o s Su ono Prdctlcade m antener ún g £ n
r ? ™ er<>>«ue ten er t an“ d° S r~
< juntos en espacios estrechos era una i n t l f í d 1 ? y Sexos que vivían
; lascivia; segundo aue la fi1eiL 0 a a n a invitación abierta al vicio y a la
; podía usarse más productivamente e n o c u M Chada e” se7 icio doméstico
£ Ios f * » Los editares p r o p Z l f u u e no V C° m° !a A l t u r a o
em plear a m ás de úna pareja de esclavos c»P= T 3 3 “ lnsu na fa“ ¡lia
Muchacho sirviente con sus amas, ui a de las cuales está tomando mate. La
litografía fue hecha por el grabador ¡ uizo Hipólito Bacie hacia 1830, lo que
sugiere que el muchacho es casi segur unente un liberto (véase el Capítulo 4).
necesidades económicas inmediates d ^ S casari^im portanria^ela fúnci&i

38
39
nard, una m ujer a lsa d a m ? ía ayuda de los s ir v ie n t e /^ hJ ? pieza se
recordaba la drástica q.u e ^ ú en la A r e e n t i^ j Lln a Beck-Ber- i criollos ocupaban una posición in term ed ia^ ’ m ientras que los Mancos
tes domésticos : f ¿ a/ ¿ C'! n a c ,to ® ca n tid a ly t o S í d » * J 8? 7 « 1862,
de los periódicos a u * nt S ? ue S3®u*eron a la ab o lírfi^ fn rde los ®irvien-
décadas de 1 8 3 0 ^ lS S O ^ Í w 1 T ¿ 3 prensa de B uÍnosnÁ i í ° S/ dÍtoriaIes
dispuestos a en trar « « 7 m entaban la crítica e J l i 5 Ames durante las
fuerza de S6rvÍcio * P ^ Po n í T e l ^ n de
’ de Buenos Aires c o n m S n S t o d S l l f flgf 3aSociales de eHte tanto
: aún más el n ú m e m d e n ^ o ^ I o s ó n ! 1 * * * “ » 0 ^ ‘ restringir
número de esclavos en í re® ediar la s i t u a c i ó n ^ « m i e n t o por la
cuanto era absolutam ente f ™ ® 10 doméstico puede h a £ r C v?ítUl° 4 1 E1 oficios, ya que “tos blancofprefieren to m i s e r i f v T ? ,61 ÍngreS° en los
de ir al trabajo al lado de nebros v ím n ifl+ ^ í y la holgazanería antes
finalm ente se eliminó 1» ^ e? j an o’ pero cuando ese n * * Sldo nu^ or de observó en 1807 que, "suDerio£=¡ na ^t?S ’ Un/o s l és de la ciudad
funcionando « »«*„ j _ L. a ciudad se encontró J}!lI^ero se redujo y j
éstos, tanto por orgullo como'ñor inH Vle ^ y S mecanicos y contrarios a
queados dejan tales ocupaciones park su f^ i*08 espan°les y b o llo s blan-
industriosos en sus respectivos ofiriJU 118 pai®anos más oscuros, que son
la carpintería, entre l o s a , T ^
década de 1820 ^ °bservó en la
son absolutamente indispensables v Ilm?íadf s a aquéllas que
pobres de Europa o por la g en ie de^olor” pracílcadas P«r españolas
^ clav os artesanos que 1le a . P° r Su inv<*sión era R e fe r io s de la década de 1820 r e ite r ^ n Á .^ + jí^ - avisos de los periódicos
Sanos esclavos, s i e n d o 1* « ““P * * * * * * * * arte­
las de zapatero, alb añ il,s^ tre |y heñ ero 3 7 — COn W r frecuencia
r & i S S r m~ ~ z x 3 S2 £¡: taron^nlTm^iosos^prxncipE^mlúB ^ ^ C^ aC^an da l°s oficios resul-
gente continuar tal participación L o í psh ? del,m*erts de demasiada
llegados, se sentían * actlvidad e importancia ecrmó °n atraídos a ella Américaslmn d e s c r i ^ Z S S r ^ t e » ° S°1 ,de h escl? " tu d . en las
d o m i n a d a T p r ^ ^ t z a d o « al v ™ T as ve* ^clavos a otra gente que necesitSw» '«i la.cual os,^mos alquilaban sus
diente condición social ;nf y p 0 r Io fcanto; se les acordaha ^nicas estaban
¿ifecto en efectivo por el trS a jo del S ^ í^ ^ e s o
elim inar a la een¿ T ln fen or- Los e u r o p e o s ~ S fab? Una co"esp o n -
lucrativa, especialmente si 1 ? al,empresa podía ser muy
podía obtener altos salarios. E l a qíñíe] ■se v ^ f k a b ? 13^ Capa¿ tad° que
en áreas urbanas que en la«¡ r lí L i * * s®ven ficab a por mayor frecuencia
trataban de prohihh- dm,e ro' Los europeosdel m-or„-< e ¡ 0S o®0*™*, o al
nivel más alto' d e ^ l e r i 08 ,eSClaVos lo8'raran e f Í T l drf ° S o t e r o s Aires. Un visitante de la ciudad de 1 7 9 4 ^ otro ^ 8 0 6 ° ^ BfUen° S
impresiones muy análogas de fc»„, y . . ? . e 1? 06> registraron
aprendiz), y tam bién trataban í ? rtes??la > seguido por en “ T tros feI alquiler de esclavos e ^ t Í co m £ n S ? ^ ’ ? mc} á l™ d<>^ decir que el
tinos votaran en iQC, f . an de impedir que los nfv;^0r ei Jpm alero y el
g r e m i o s ? “ en las p e o n e s grem iales o a los blancos de co n v e rtiS S i ^ el efect° de dísuadi^
nado por los n e ^ ¿ y m S ates £ r ? r f 9 ^ T el estaba d<>mi-
E1 censo de artesanos de 1778 , . paran ^ en los visitante de 1806 describía d V iite m í ¿ ^ ^ condlclón muy baJa - El
h o ~ n ^ T S ^ tn io tu r a ^ S S S S S ^ T taeuw«--
de m aestro v s o h t « ^ ^ ^ c a t i v a m e n t e E ? 0" 8 en los oficios Los capital, ha
También,fes S E S S f f T ^ f " “ l o a t Z T ° S * * el
interés del fondo 'iñvertidó en^«!^ ^rabaJO recuperen ^Igo más que el
han colmado [de esclavos] de por semeJante medio se
públicas, y han r e t r S . mercenarias todas las tiendas

40
* '” *•» - % ~sr,t
r consignados a los - * - s-sgtssszs'jsssrñ síti-
Buenos Aires de comienzos del siglo X IX , deja de mencionar a los vende­
dores' callejeros negros, y las rim as y cantos con que pregonaban sus mer­
ascendencia racial m ixta) estuvieron condenados al fracaso. Las autorida
caderías.44 Los vendedores negros ¡monopolizaban el mercado en toda clase
des reconocieron el despropósito de tratar de subvertir un sistema eSnó
tíde productos, incluidos pasteles y *empanadas, aceitunas preparadas, esco-
Se banafíciaba gran proporción de la población blandí Ib ás y plumeros, velas y productos de lechería. Fueran esclavos no capaci-
de la ciudad. En verdad, era un sistema que proporcionabá la ünica fuente
%tados arrojados a la callé con ore en de sus amos de producir un salario
de ingresos a mucha gente, en particular laTm ujeres sS a S cu v ^
Í diario? o sirvientes domésticos q ie trabajaban en su tiempo libre para
propias oportunidades de empleo eran limitadas. La propiedad de u n í
| ganar dinero propio, los hombres 3 mujeresnegrqsdeiBuenos Air$s demos-
clavo capacitado podía proporcionarles los medios p m a ra u te rn L m e n
ción, en un uso curioso de la palabra.40 P automanuten- ' traban una obvia capacidad ém presanal en sus.pequeños negocios, una
éapacidad a la que las lim itaciones legales y económicas impedían su
ia > >b^ ps Potenciales del alquiler eran varios. U n editorial da ípi t *
é^-afo M ercan til de 1802 atacaba a los numerosos propietarios de esclavos" pléná realización. j
' Otras mujeres esclavas y libres ganaban dinero haciendoJayado, Las
lavanderas negras formaban part 2 de la escena urbana como los vendedo-
res callejeros negros. Siempre se las podía encontrar lavando y secando
ropa a la orilla del río, y los niñe s bien, los hijos de las fam ilias de elite
de la ciudad, solían deleitarse en n olestar a estas mujeres y en ensuciar con
barro sus ropas recién lavadas. Ii apedidas por su condición social y legal
de tom ar represalia contra sus a t )rmentadores, las lavanderas se lim ita­
J le ié g T ° M ercan til también señalaba otra área de problema una ban a lanzar furiosos insultos a los jóvenes petimetres, lo que aparente­
que a menudo significaba una ventaja para los esclavos El 2
mente era una fuente perenne le gran diversión para la gente de la
tad^dün11 ^ e! s^tem a de alquiler daba a los esclavos demasiadTliber- ciudad.45 Innecesario decirlo, tra >ajar todo el año a la orilla del río, hú­
tad, dado que mientras entregarán a sus propietarios los salarios
meda y pantanosa, no era¡ un modo saludable de ganarse la vida, y al
ndos, a los amos Ies importaba poco cómo o dónde pasaban su tiempo los
menos un observador contemporá neo señaló la práctica de las lavanderas
m o » J F " f egat0- Semejalíte se hab^ hecho en un S s o j u S , de de llevar a sus hijos a trab ajar con ellas, como una causa importante de
nhf?’ a q f ia ^ J0ven esclavo se lo acusaba de violación El tribunal la alta mortalidad infantil en tre los afroargentinos.4?
observó que el esclavo era uno de esos que andaban libremente por
I L a gente negra y m ulata tam bién dominaba u na variedad de otras
d lw f d’ y qUe ^°n que le en*regaran una módica m ensualidad^ sus ; ¡ ocupaciones. Casi todos los ex ter ninadores de insectos de la ciudad eran
dueños, apenas ¡conocían o tra sujeción”.4? Aunque la defensa estahterió -
negros, y según los relatos conten poráneos, ra ra vez carecían de empleo.47
qu eelesclav o nunca había violado a nadie, éste l e s e n S o a l í e ten- ¿
Hasta que la ciudad empezó a est iblecer un sistem a de cañerías principa­
les para el agua, en la década de 1870, el agua era vendida de puerta en
puerta desde enormes carros; n uchos de estos aguateros érán négros
esclavos y libres.48 Los hombres de color trabajaban conió changadores,
portadores de carga por la ciudad. Ellos hallaban la mayor parte de su
empléo en los muelles, descargar do equipaje y carga, y llevándolos hasta
&p“ “ e n |° l0S P h P efe ao registro que incluían 0 1 ^ 7 / “ ¡ su destino.49 Algunos homares y nujeres negros y mulatos aprovechaban
La libertad que un esclavo podía lograr en la<! ralloe __qW. j j i
la s pautas de consumo im puestís a la comunidad afroargentina por su
pobreza, convirtiéndose en' achu adoras, es decir, los que -trabajaban en
Zttáe ZsaT ? aunf ve4 j?
n í «01^ á ^ i ? e era la P°slblIldad de que esta libertad en la calle'
el matadero rescatando ihtestin >s, pulmones, órganos y carne enferma
de los animales matados. ¡Los a huradore’s vendían entonces esa carne
P ^ a l y que podía concluir a voluntad del amo pudiera
: desechada a los negros, m ulatos y blancos pobres que no podían permitirse
gun día convertirse en libertad completa y permanente. L a legislación
- nada mejor.50 Los afroargentinos de esta m anera, le daban a la Argentina
sus ammU1+ ? ai limifcaba las sumas <lue los esclavos debían éiS-eg m a j_uno de sus platos favoritos, íos chi ichúlines, intestinos trenzados y asados.
r 5a ® am(°s’ que obtenían por encima de esa suma era de elfos v
Lós esclavos tam bién partici paban en otras dos áreas ocupacionales
r f uardar11° 0 gastarlo como quisieran. 1L a ley española también i que tienden a ser pasadas por í lto en los estudios tradicionales de los
estipulaba que los esclavos tenían derecho a retener todo dinero mía «ra
' afroargentinos. L a prim era es la de la m anufactura. Las panaderías, las
naran en su turneo•libre, que incluía los d o m in g o s^ s f i e s l S S o s S '
1 primeras empresas de la :región que emplearon técnicas de producción
faboralersaL T 7 ían ? después de haber sa W e ch o S d e S T s . masiva, empleaban a muchos esclavos.51 P ara 1805 la panadería más
laborales de sus amos. Muchos esclavos usaban ese tiempo lib?e u 2 a
¡hacer y vender artículos en la calle. Ninguna memoria de la “ da en el
43
42
las fábricas representaban la fase de la pequeña industria en la industria­
lización, los primeros pasos hacia la producción racionalizada de bienes
manufacturados en la colonia. El gobiepno indicó la importancia de estos
establecimientos en 1813, cuando reclutó esclavos para combatir a los
: españoles. Mientras a los propietarios de esclavos demésticos se les reque­
ría que contribuyeran con un tercio dej sus varones adultos al Estado, a
los propietarios de panaderías y fábricas se les requería que contribuyeran
sólo con un quinto.53 J

i« C S “ £ , ' S S E S S ' . I S S ” " " ,1* ”

j ^ B u ^ eaclav03'■‘‘ ¡«M ras qUe e] Wlis0

i 1C a r a ,Í T ,s t z s . •¿ t r a g s . g »

~ s ¿ & ' s s 3h s s i - A t e s a r a
“ * " - '" ™ » s s ^ iis s tó ir
44

45
pobíssfón ^de^esdaros* varones^ é ^ s " * * » « . la
sig iifícativ 0 de los trabajadores P o n ta je a Ias bandas vagabundas de gauchos delincuentes. Los propietarios que
Í8 2 7 indica al menos cuatro panaderías v t r p f f ó í .cmd£ Q E I censo de no informaban de la huida de un esclavo gaucho dentro dé los tres (has
entre diez y veinte esclavos, y una fue^esecundn fáb n cas.<lue empleaban de producida, debían pagar veinte pesos, una suma muy alta, especial­
de pemetones que funcionaba en el p e r í o d o meJnci ona ™ a:fábrica mente en el campo. Todo esclavo* escapado que pasaba más de seis meses
empleaba a 106 esclavos.6“ E n junio de Í 8 ? 4 i 130101131 temprano y que con ta l pandilla, supuestamente era ejecutado de m anera automática si
Aires se publicitó para la venta un L ta b le c fm f ? n/ er!ÓdÍC0 ¿ e Buenos se lo capturaba, aunque algunos eran deportados, en cambio, á colonias
raban sombreros que contaba con una fUerza “ manufactu - penales.61 E stas penalidades eran mucho m ás rígidas que las que se apli­
al mes siguiente el mismo periódico caban a los esclavos que escapaban de la ciudad, y reflejaban el temor de
las autoridades a una población; grande e incontrolable de negros cima­
rrones en el interior. j
Sólo se puede concluir concordando con la descripción que hiciera el
intendente de la dependencia que tenía Buenos Aires de los trabajadores
esclavos. E sa dependencia era j rofunda, en el sentido de que la fuerza
laboral esclava formaba la base de la pirámide laboral de la ciudad, el
estrato inferior. E l anterior paño rama del trabajo realizado por los afroar-
« ■ • te rs a s e SS1S S ™ . ““ t gentinos revela el proceso discr minatorio de selección de empleos que
tenía lugar en el Buenos Aires de 1780-1850. Los empleos menos deseables,
reciben ninguna paga, porque e n íu í a r X l ai? lienaS de S am bas que no
ricos sólo tienen capataces y esclavas” se P!!0neS’ los hacendados más degradantes, más insanos 3 peor pagados estaban reservados p^ra
chas de las estancias mencionan toa h ,! Í f hbros1de ^ ta d u ría demu- los aíroargentinos. Se perm itía c ue los negros participaran en los oficios
miento semilegendario de la frontera india^efp f clavos' ? 1111 estableci- mecánicos sólo debido a la escás 3z de blancos dispuestos a entrar en los
sólo contaba con trabajadores e s c l a v o ? ^ t? m o su rd elaPr°vincia oficios, al hecho de que muchos ] iropietarios confiaran en la ganancia de
pataces negros y mulatos aparecen con frS ?!?ld?S l0S caPataces-57 Los ca- sus esclavos y a la condición s >cial tradicionalmente baja del trabajo
m anual en la sociedad española e hispanoamericana.62 Como los negros
m LaSa°fi 0S esc^ v° s ^ Ceran raros!®83^ re^ls*'ro®^ P erío d o , estaban destinados a las ocupad« >nes m ás despreciables, la baja condición
tropical del Caribe, d^f B rasiU d el ™ “ mún eon ía agricultura ocupacional y la baja concición -acial acordadas a los aíroargentinos se
y el trigo producidos en ta p ro rin rin ' ^ Unidos- ® s " 2 reforzaban mutuam ente e i un círculo que se tornaba imposible de que­
mano de obra quejtales c o s e c h a s ^ m o ^ 11 “ UCh° intensivos en brar. U na consecuencia de este p roceso fiie que la estructura ocupacional
que ningún esclav¿ de Buenos A presten t T T u ^ algodón> de “ »do de los aíroargentinos libras ten lía a ser idéntica a la de los esclavos.
del campo generalm ente asociada c o n í ? f ? trabajar en la escuadrilla Cuando una lavandera ge n aba 3u libertad, en verdad era raro que se
los esclavos agrícolas d e ^ 2 ? ? ^ í 1 esc!avitud agrícola. E n todo caso elevara en la escala ocupacional Aun cuando legalm ente eran libres, los
de la ciudad n u n c a !e x p e rim e n to b ^ L T s ^ 6! Ilbertad6S que los es*c lavos aíroargentinos seguían sometido i a los constreñimientos de una sociedad
nición, jin etes que ¡ e *? S ^ lavos ruraIes eran, por defi- que reservaba los mejores emple os para los blancos.
despoblada y sin Ie>es Dado ^ Ilbertad a través de la pampa M uestras tomadas de los cei sos municipales de 1810 y 1827 propor­
modo era tan socialm ente d en to ?.n ftrafaaj0 argentino de ningún cionan evidencia en apoyo de esta observación. (Ver Apéndice B para un;
? del & W Ü , los n e í o s ^ 2 £ T n d trab> de ca^P o del c S análisis de estas muestras y la 1 lanera en que fueron tomadas). Lamen­
jab an como peones asatoriados 1, ^ ’ i mes,tlzos y los blancos traba- tablem ente, la conclusividad de jsta evidencia está abierta al cuestioha-
entre los esclavos y los libres se diluían u n t? n ta V° S’ ? laS distincionas miento debido al hecho de que 1 menudo los encargados de realizar el
historiadores consideran el trabain « J X m * * n eI Procas°-59 Varios censo no registraban la ocupaciói 1de los individuos censados. E n la mues­
a S ^ erieDCÍaS má^ en gaucho como tra de 1810, el 76,7 por ciento de los blancos no ten ía una ocupación
•Sin duda, ser un iin¿te de in qu? P°,día ten er un esclavo argentino catalogada, comparado con el 83,6 por ciento de los negros y mulatos
f tomarlo, debió ser ú n a de1las S Í ? * ^ alimento no Labia más que libres y el 98,2 por ciento ae los ísclavos. E n la m uestra de 1827, el'71,9
' imaginables.60 | formas de vida más libres e irrestrictas por ciento de los blancos nb te ñ í;. ninguna ocupación catalogada, compa­
rado con el 85,0 por ciento de 1( s negros y mulatos libres y el 86,4 por
a m b t ^ X ^ jS conciencia de la naturaleza ciento de los esclavos. Muchos d< los individuos sin ocupación informada
eran niños y mujeres, quiénes t mdían a no ten er ocupaciones formales,
cíón especial contraeos “negros alza(fes”f que huían a l g a l i o irara unirse
aunque podían estar trabajando i na jom ad a completa en distintas tareas.
46 O tras personas no categorizadas probablemente fueran los servidores do-

47
tadó s o s p é c h e m e t e en T m b o f^ en sL 611 ^ QUe está subrepresen-
. L as cosas no habían mejorado mucho para los afroargentinos para
1827. E l cuadro 3.3 m uestra que las tires categorías mayores para los

con el trabajo manual: artesanos, trabajadores nó calificados y trabajado­


“ k ä s t res semicalifieados, en ese orden. De los [afroargentinos libres, el 91,3 por
; ciento pertenecía a esas tres categorías, ¡así como el 87,8 por ciento de los
esclavos. Sólo pertenecían a ellas el 47,7 por ciento de los blancos. Estos
tres porcentajes se aproximan mucho a los registrados en 1810. E n tre los
Blancos Negrosymulatoslibr blancos, las categorías laborales más densamente representadas eran el
es Esclavos Total
Categoría ocupacional comercio, los artesanos y los trabajadores semicalifieados. Los trabajado­
Propietarios 2 res no calificados, la segunda categoría ejn orden de importancia entre los
Profesionales 0 0 negros y mulatos, era quinta entre los blancos. L a predominancia de los
38 1 2
Comercio 64 0 39 blancos en Jas categorías más a lta de la m uestra de 1810 se repitió en
Pequeños agricultores 0 0 1 8 2 7 verdad, el comercio era la categoría más grande para los blancos.
8 „1 64
Artesanos 40 1 L n suma, era raro el hombre de colc r que podía esperar elevarse por
10
Semicalifieados 43 6 68 encima del nivel de un artesano moderadamente exitoso, así como era
No calificados 6 4 rara la m ujer de color que pudiera espera r más de la vida que una cómoda
16 6 53
Inactivos 1 . 23 posición como confiable am a de llaves. S i bien algunos ocasionales afroaV-
9 0 0 9 gentmos podían avanzar y experimenta r considerable movilidad hacia
Total
220 36 12 268
Ninguna ocupación
Cuadro 3.3. Distribución ocupacional¡ de un a muestra del censo ' municipal de
catalogada 724 150 Buenos Aires en 1827*

Blancos Negros y rmlatos libres Esclavos Total


*>.1810. de Buenos Aires
4 ^ a 6l BaUen°,S AÍreS’ fen “ Archi™ G® - a í Categoría ocupacional '
. . . * » una explicación de estas e n t e c a s U p a l e s , ver Apéndice A. Propietarios 8 0 0
Profesionales 30 2 0
Comercio 125 2 1
Pequeños agricultores 15 1 4
distribución de>los datos’ una comparación de la Artesanos 92 -34*\ 14
m
“ 5 ! stras “ Síw e m a r c a d a ¿ e ñ t e 1 ^ “f J l “ ™ “ s 7* ?no
uestras sugiere t e i c a d a ^ ° Ö M usoTeT uE Semicalifieados 49 ■vtJ 10
los negros y mulatos lib r e H e s c la v o r p í ^ ? enÉQ desYentajosa de No calificados 26 |3!SK 12
las tres categorías de trah aíi/W ’ * cuadro 3,2 muestra que en 1 s i n Inactivos 8
0
m>caMcad° f y í i S S lI a T r n t 8 * 4 ^ 1 °
Total 353 92 41' 486
gorías daban cuentade’ sóloe / 4 5 lo^ ^ re s c a te Ninguna ocupación
S e advierte al lector qUe en e] casó £ h ^ ^ ° ¿e ° S-trabaJ adores blancos, catalogada 903 521 312 1.736
se basan en números absolutos muv «««,?f -°a r o®ntmos’ estos Porcentajes
es clara: el 47,3 por ciento de los b l a n c o t e embarS°> la tendencia
ocupacionales superiores- sólo e<tt*K 811008 estaba en las tres categorías Fuente: Muestra del autor del cen so mu 1licipal de Buenos Aires de 1827,
solo esclavo. P S’ SÓiÓ estaba una persona de color libre! y ni ^ analizado en el Apéndice B. El manuscríito del -enso está en el AGN - X - 23-5-5 y
23-5-6.
48 Para una explicación deestas cate ?orías 1>cupaciona!es ver el Apéndice A,

49
arriba después de ser liberados, la m ayoría no lograba superar la* i « « ™ , 20 . Emeric E. Vidal, Picturésque Illustration o f Buenos Aires and Montevideo
que m antenían a la comunidad en él nivel m ásbain d J £ í f j -5 (Londres, 1820), p. 65. i
y vocacional durante todo el período nacional te m í,™ ™ J? írámide social 21. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, 88 vols, (en adelante,
im portante realizado Dor la m»«» a. temP ^ no- E l progreso más Acuerdos) (Buenos Aires, 1907-3|4) Ser. 3, Tomo 8, Libro 48, p. 390.

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>
1536-
22. José Luis Molinari, “Los indios y negros durante las invasiones inglesas al
Río de la Plata, en 1806 y 180^”, Boletín de la Academia Nacional de la
Historia 34 (1963): 657-58.
23. Torre Revello, La sociedad colonial, pp. 89-90.

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g @ & ± ¡ ±
enelR Í0 d e l a P lata dürante

s s » a s a u
24. Acuerdos, Ser. 4, Tomo 3, Libro 64, pp. 447-48.
25. Acuerdos, Ser. 3, Tomo 8, Libro 48, p. 397.
26. Acerca del gran número de esclavos domésticos en la Lima colonial, ver
Frederick P. Bowser, The African Slave in Colonial Perú, 1684-1750(Stanford,
1974), p. 100; para la Caracas colonial, ver Miguel Acosta Saignes, Vida de
los esclavos negros en Venezuela (Caracas, 1967), p. 181.
27. J. Anthony King, Veinticuatro añ )S en la República Argentina (Buenos Aires,
1921) p. 178.
28. Estas pinturas pueden verse en <1 Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos
Aires.
6. Mellafe, ¿ a C r f u e " 2 4 « t ^ 19?2' P’ 56X 29. Telégrafo Mercantil, 11 de julio ce 1802. ?
7. Studer, La traía de negros, p. 102. 30. Lina Beck-Bernard, Cincó años >n la Confederación Argentina, 1857-1862
8. Torre Revello, La sociedad colonial, p 79 (Buenos Aires, 1935), p. 183.
9. Ibfd, p. 81. * 31. Lyman L. Johnson, “The ¿írtisan s of Buenos Aires during the Viceroyalty,
10. Mellafe, La introducción, p. 200 252- Stn/for r<, . 1776-1810” (tesis doctoral Univi rsidad de Connecticut, 1974), pp. 9-10, y
William F Sato* di , ’ ? ’ &tuder’ La ÉraÉa * fierros, p. 237: Domingo F. Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en América, 2 vols.
(Buenos Aires, 1900) 1:74. Acere i de la importancia de los negros libres y
f ( W e « o n nn
esclavos como artesanos en ptras c: udades norte y sudamericanas, ver Bowser,
...
The African Slave, pp. 125-46; David W. Cohen y Jack P. Greene, comps •
Neither Slave ñor Free: TheFreed >mo f African Descèntin thè Slave Societies
™ r c¿ s i “61t — ~ - “ * * * o f the New World (Baltimore, 19' 2), pp. 102-4; y Maiy Catherine Karasch,
1o’ Torre ®eve^°* Lk sociedad colonial, p. 79. Slave Life in Río de Janeiro, 1105-1850” (tesis doctoral, Universidad de
12. Studer, La traía jde negros, p 236 Wisconsin, Madison, 1972) pp. 21 2, 412, 465^78.
32. Johnson, “Artisans of Buer os Air ;s”, pp. 56-58.
13' d ,a “ rÍ!!Ura ^ Mgr° 6n 61 Eí° de la PIate” « t a t a 2 (mayo 33. Ibíd., cap. 5.
34. Rodríguez Molas, “E l negri ”, p. 5 ); ver también Tourón y otros, Estructura
14. Studer, La trata de negros, Tabla 15, “Buques negreros llegados al H(o de la
Plata desde 1792 hastoísOS” * pegreros “ egados 31 Hí° de Ia económico-social, pp. 138-39.
35. Alexander Gillespie, Buem s A ire <y el interior (Buenos Aires, 1921), p. 65
36. Vidal, Pictufesque Illustrations, p p. 13-14.
37. Ver, por ejemplo, la Gacetq Mera intil para el período 1824-30, o el estudio
de Nelly Beatriz López sobr e las v ¡ntas de esclavos en la ciudad de Córdoba,
“La esclavitud en Córdoba, 1790*1853” (tesis, Universidad Nacional de Còr­
doba, 1972).
38. Richard C. Wade, Slavery .ñ the Cities (Londres, 1964), pp. 38-47; Bowser,
17. Lanuza, Morenada, p. 55 The Añican Slave, p. 103; y Kar rsch, “Slave Life in Río de Janeiro”, pp.
18. Ibfd. '19 125-26, 134-36.
39. Rodríguez Molas, “El Negro p. 50 y ver también Torre Revello, La sociedad
19' colonial, pp. 87-88.
en el Río déla Pláta *e ,a ca ,t> ™ ^ ™ 40. Johnson, “Artisans of Buenos Aire i”, p. 56.

50
51
41. Telégrafo Mercantil 11 de julio de 1802. Para el caso de un esclavo angoleño
_ $ ue luchó c°ntra tal amo y ganó, ver AGN, Registro 7, 1804 folio 257v
42. Lanuza, Morenada, p. 39. ’ ■
43. AGN-X-32-1Ö-2, libro 5, folió 185.
44. Ver, por tem p lo Jo sé Antonio Wilde, Buenos Aires desde setenta años atrás
(Buenos Aires, 1008), pp. 165-75, 176: Víctor Gá'lver “T* 7 **
Buenos Aires"Nueva Revista de Buenos Aires 8 (1883): 252-53- y^rtiVOdT
ngo, Aspectos de la cultura africana, pp. 123-31. ’y e
í í S* “ f * ’ Far Away and Lonë A&> (Londres, 1951) pp 97.9«
" Justo^f16 PaS f h’ BUen°S
Justo Maeso (Buenos M 1958),
Aires, reS y laS Provin^ias del Äfo de/a Plata’ Crad'
p. 195.
trad de
de
47. Wilde, Buenos Aires, p. 176. LA TRANSICION DÉ LA ESCLAVITUD
48. Torre Revello, La sociedad colonial, pp. 87-88
49. Beck-Bemard, Cinco años en la Conferencia Argentina, p. 61
A LA LIBERTAD
ä Ä r . r y Frandsco L; E oW > m

eo' y °tros' Estm ctur3 económico-social, p. 56; y AGN-X-10 7


53. Marta B. Goldberg de Füchman y Laura Bekíriz j i y « A l™ o ^ n h l.m
referentes a la situación del esclavo en el Río de la Plata” en IV Con&re* LA S C O N D IC IO N ES D E L Á U B ^ R T A D
E N E L P E R IO D O CO LO N IA L
54 6 VOlS-pp.
04. AUN Ä-23-5-5, 23-5-6; y Lanuza, Morenada, b u97-98
en os!

57'
55. Gaceta Mercantil, 11 de junio de 1824; 1* de julio de 1824. M i n c h o y las costumbres¡ espaf olas atemperaban las asperezas de
la esclavitud otoigando a los esclavos Un n ttoerd ’de'"derecfi^’.^ r w ó a .
n e g r o n a h is t ó r ia a r g e n tin a <1852-1900)” A ,& inidad de ganarse íáTibértád. Las
Siete Partidas, la codificación deí siglo X III del derecho español realizada
por el rey Alfonso el Sabio, enúmera >a una variedad de modos por los
cuales los esclavos podían escapar de la esclavitud. P ara citar sólo unos
S a f n ^ f p aS’ t<E1 P‘ 5° ;y Tourónyotros,Estructuraeconómico-so- pocos, si un amo h acía del esclavo el ,utor de sus hijos, el esclavo tenía
, p. 43. Para un caso de 1831 de una mujer de Buenos Aires que obtuvo
derecho a la libertad. S i un esclavo se casaba con una persona libre con
59 T u ^ H a f 1 rí r^ Utf P T f Para SU capataz ne& 0’ ver AGN-X-15-9-4 conocimiento y consentimiento del am >, el esclavo era libre. S i el esclavo
59. Tullo Halperin Donghi, Politics, Economics and Society in Argentina in the
ßn feyolutionary Periode Londres, 1975), pp. 50-51. ^ n t i n a i n the aparecía como heredero del amo en el estam ento de éste, era libre. Toda
■ V er Ricardo Rodríguez jMolas, Historia social de!gaucho (Buenos Aires 1968) esclava obligada a la prostitución por sr amo ten ía derecho a la libertad.1
para un análisis del fenómeno del gaucho, cuyo modo de vida fue inmortalizado tvt ^I^ a?M9¿.Íal?®.,Lo.ndade^ lega es ra ra vez eran observadas en el
en el poema épico de Jpsé Hernández, Martín Fierro (primera edición publi­ esclavos ó b f e h f c h ^ ^ ^
cada en Buenos Aires en 1872). quinera eaición publi- mtos„ppc5^co50c4dos. E n líneas p h é r á l f e énérpeBodo TOlbmáinos'esaía-
hbertaa^cmd^nero ^TélectTvo o servicios, o la recibían
61' n Qm T Î ^ °rd0ni y mza negra en ei Rí0 de la Plata” Todo es Historia 3 dote directa de su J r o ^ t a ^ c : Lainvestigación sobre las rnaiiu-
(1969), Suplemento 7 pp. 7-9, y Ricardo Rodríguez Molas, La música y danza
pnsiones - l a libertad de esclavos^ en P jrú y México coloniales, h a demos­
td S n I T H ™ f n°S M reS ^ h S SÍg}°S X V IH yX IX (Buenos ^ires, trado que eran más los esclavos que o m p rab an su libertad que los que
62. la recibían como una dote de sus amos ,2 y otro tanto sucedía en Buenos
Para un análisis de bajó prestigio del trabajo manual en las sociedades hispá
Aires. Un estudio de las manumisiones en la ciudad entre 1776 v 1810
’ iVQ ^ ameSoSc°blf ' Buenos Aires: plaza to Suburb, 1870-1910 (Nueva demostró que menos de un tercio de l i s esclavos liberados durante ese
York, 1974), pp. 218-20. Ver también Emiliano Endrek, E l mestizaie en Cór
doba, siglo XVIII y principios del XIX (Córdoba, 1966), pp 6?-U período recibieron directam ente su libertad: él 59,8 por ciento de las ma­
numisiones im plicaban págo en eféctifo, y un 10,9 por ciento adicional
requería que la persona liberad^ satisficiera diversas condiciones (gene­
ralm ente, promesas de futuro se] vicio) establecidas por el ex amo.3
52
53
, , Otro m e ^ is m o por el cual los esclavos hispanoamericanos podían
f libertado ra el servicio heroico prest¿do aI Estadd ^ ¿ i ? m ^ t^
.^ ,la.lttcha con ^ a myasores e^anlerosTBe s n i i l i ^ ^ ^ c í ^ o i ^ generación de esclavos lograba adquirir ése, que es el más preciado dé
sas en Buenos Aires en 1806 y 1807 el municipio otorgó libertad a un todos los bienes, la libertad.10
numero de esclavos, aunque el Cabildo renegó de su promesa, original de U na m uestra de 1 de cada 7 iiidividuos de la población negra y m ulata
liberar a todos los esclavos que se habían distinguido en la lucha contra toirmda'~dér céhsd m ü n jcip ard eT ¿'f07 para el último año
los ingleses.4 Este ofrecimiento, efectuado en el clima de pánico de las del período colonial, el por ciento de la población negra de la ciudad
semanas que precedieron a la segunda invasión, fue luego reducido a una era-libre.-(Los datos de ese censó presentados en éste y en el capítulo
lotería por la cual se liberó a 22 de los 688 esclavos que habían combatido siguiente fueron tomados de esa m uestra.KEsta es una cifra intermedia
a los británicos. E l gobierno real y un número de blancos oficiales de la en la escala de otros regímenes esclavistas de los siglos XVIH y XDC/La
milicia apostaron dinero para liberar a otros 48, también elegidos me- gente libre formaba el 59,7 por cimento de la población negra y m ulata de
niiAÍi« lotena^haciendo un total de 70, el 10 por ciento de los esclavos Caracas desde 1783.11 P ara 1823J, el 54,5 por ciento de la población dé
ffS ^ Pfticipado en la lucha.» E l Cabildo también resolvió comprar color del estado brasileño de M inas Gerais era libre.12 Y para 1850, el 35
la libertad de todos los esclavos lisiados o mutilados y pagarles una pensión por ciento de la población afrocubana era libre.13 Por otra párte, éñ la
vitalicia de seis pesos por mes, pero no es claro si se realizó nunca ese ciudad de Río de Jan eiro , la g en ti libré formaba sólo el 7,7 por ciento de
magnánimo proyecto.6 Otros casos de esclavos que obtuvieron la libertad la población negra y m ulata en 3808, y el 12,0 por ciento en 1849.14 E n
mediante el servicio extraordinario prestado al Estado se verificaron en ningún punto de la América del S a r d e preguerra, la gente libre formaba
1812, cuando un esclavo de nombre Ventura fue liberado otorgándosele m ás que el 9 por ciento de la pob ación afroamericana.15
una pensión por haber informado a las autoridades de una conspiración Las esclavas de Buenos! Aires adquirían su libertadjcon mucho ma^qr
contr^evolucionana conducida por Martín de Alzaga, y en 1813, cuando frecuencia que los esclavos varón ís . Desde 1810, la proporción sexual en
el Cabildo liberó a la luja del capitán negro libre Antonio Videla, después la población de esclavos era de 1 LO,9 varones por cada 100 mujeres. La
de la muerte de Videla en la lucha contra los españoles en Uruguay.7 proporción sexual entre los escla'vos manumitidos entre 1776 y 1810 era
de 70,1 varones por cada 10Ó muje *es; en consecuencia la proporción entre
la población de n e ^ o ^ y mulato i libres de Buenos Afres,, ^ se
de. c o ^ ra rla _ o de^persuadir a su propietario de que se ía conce<héra^El documenta en el censo de 1 8 1 0 ,era de 97.9_yarQnes.poncada.l00muieres.~
estadio a n tem rm en te citado acerca de las manumisiones en BueñosA ires Las poblaciones de esclavos y de negros y mulatos libres de la ciudad
entre 1776 y 1810 establece el número aproximado de tales liberaciones tam bién exhibían considerables diferencias en la estructura de edad.
durante ese período, en 1.500. E l estudio tam bién concluye que la tasa M ien tra s,eL l3.4 por ciento de los esclavos ten ía 40 años o más, el 28,9
aní™ " f Manumisiones (porcentaje de la población esclava que obtenía por ciento de los libres pertenecí a a ese grupo de edad. Esto producía
cada ano), se triplicó durante esos años, de 0,4 por ciento en una..edad.m.ediana de 20.9 para la población esclava y 27,0 para los libres.
1 j a 1>3 Por ciento de 1810.8 E stá frecuencia creciente probablemente Esto-probablemente refleje mía te ndencia, observada en otras sociedades
se debiera a la increm entada actividad comercial de la ciudad. Los estudios esclavistas, a.que los propietarios liberaran a los esclavos más ancianos
comparativos han descubierto que los períodos de expansión económica q u ey a.n p servían y constituían lina carga financiera.16 E sta impresión
proporcionan mayores oportunidades para que los esclavos se ganen el se vé reforzada por el hedió de ju e los menores de 15 años formaban
dinero para comprai] su libertad, y el Buenos A ires crecientem ente prós­ proporciones aproximadamente ú n ales de la población de esclavos y de
pero de 1801-10 parece habér seguido esa p a u ta @ E l alto número de la de libres, el 30,9 y el 2^,3 poi ciento, respectivamente. Así, la edad
manumisiones en Buenos A ires probablemente tam bién estuviera relacio-' mediana más a lta de la población 1ibre se debe principalmente a la prepon­
nado con el gran numero de buques de esclavos que am arraban en la derancia de individuos de rnás de 40 años.
ciudad después de 1790, asegurando una continuada provisión de esclavos
E s en el área de la raza done e se diferenciaban m ás marcadamente
y tomando asi a los propietarios m ás dispuestos a separarse de los an ti­
las poblaciones libre y esclava. l|lientras J o s . pardos .componían.sólo el
guos, en especial si éstos se habían ganado la libertad con un bueh servicio.
18,5 p o rtien to d e la pqbíác^ón esetava de raza conocida.form aban el 48,7
Sin embargo, el régimen esclavista de Buenos Aires corría poco peligro por ciento de todos los esclavos li'.^erados en tre 1776 y l810.y -eL 2L l.p o r
S l ^ ^ ^ R o r j ^ p r á c t i c a de la mamuras%n. Eugenio P é H O to o z ciento de la población afroargentili a libre residente en jaciu d ad e n l8 1 0 .
reconoció la situación con triste exactitud cuando observó que el medio P ara decirlo con otros térm ipos, el 63,2 por ciento de los pardos deJBuenos
más frecuente por el cual los esclavos adquirían la libertad éñ Uruguay A ires en Í8ÍÓ era libré; sólo el 3,3 por cientó. de íos morenos lo era.
y Argentina coloniales era muriendo; sólo un porcentaje limitado de cada Obviamente, los afroargentinos di ancestro mixto eran mucho más afor-
tunados en la c a rre ra hacjia la lib e rta d de cu an to lo era n los afroar-
54 gentinos de pura ascendencia a fr cana. Estos datos son muy semejantes

55
en casos en que los afroargentinos podían declarar un ancestro europeo,
Unid0S\10 que d™ r a una ten- en tanto m ostraran obvia evidencia física de su herencia africana, seguían
libertad con mayor frecuencia quecos nejaos p m ^ s^ L S ad^uirieran Ia siendo parte de las castas y por lo tanto, le una condición legal diferente
para esto era que los mulato A r«™ -tejí8? puros- £ a razón principal de la de sus parientes.20
sociedad, los que entendían mejor lS cóstu m b ^ v V .0^ - ° S’ natiVQS de la
Pero ta l discriminación no era siempre fácil de poner en práctica, y
africanos nacidos en el extraniero A sí ino i ^ P ^ ^ c a s que los negros
las rigideces estatu tarias del Régim en de castas adquirieron cierta flexi­
reconocer y explotar las o p o r tiid a tó legal“ “ e^oñóSt“ ^ ^ í 68 para bilidad cuando se lo puso en vigencia. L a institucionalización del Régimen
escapar a la esclavitud.** Además el D róxim A *^ f1f a5 ysociaIespara
los afroargentinos de Buenos Afrés tendfaT * f ^ ltu l° M o s tra rá que de. cggtes^ymióconsiderablemente de u na parte del Nuevo Mundo a la
otra.. Adaptándose^ a j a s condicignes en diferentes.partes deí iiñperió. É n
generaciones. Los m u l a t o s SU C° lor con Ias
BjtóJlí^-Aires ^se. p asafe^ por alto calladam ente varios aspectos de esta
abuelos podían haber comprado ya su propia Iibe!tede^ Ue,f US Padres 0 -Por ejemplo, a blancos y m ulatos se les perm itía, en general,
que permitía que parte de la nohl*oiJn T llb.eiJ ad decadas antes, lo
hubiera nacido libre. Sin duda el n n A Í + í ? ulatas prasente en 1810 comprar y vender licor, a pesar de las ocasionales protestas-de parte del
municipio, que alegaba que ello contribuía a la criminalidad y al carácter
debió ser significativam entesiperio^oue el T Padres iibres
rebelde de los negros, y de los comerciantes blancos, a los que no les
padres libres, aunque el censo no proporciona dato^pa^^robE^este^ui^o1 molestaba que los negros les compraran 1 cor pero que no querían comer­
ciantes de color que compitieran en las v uitas.21 Los morenos y mulatos '
libres gstaban obfigadps.legalmente a pag ar un tributo anual a la Corona,
en la forma de dinero o servicio. S i bien € sta ley se ponía en vigencia?en (X
imppjnia .una larga serié ciertas partes de las colonias, era ignoraba en el R í í de Xa Plata,_cómo
P ^ s M r m ^ í m a s de l a s y sucedía con el requisito de que los riegros ibres vivieran con una persona
val, mientras otras eran n u e v a ^ lim ita H ^ Í US° ,legal españoí medie- blanca que . ge. hiciera responsable de su. t uena conducta.22
las realidades del Nuevo Mundo Fct^c + >creadas como respuesta a
m ea de castas, Régi- O tra m anera de relajar las restricci mes del sistem a de castas era
to m ar más amplios ios cn te n o sT a cia les por los que se d eterm in á b a la
pertenencia a las castas. E ste es uiTfenó:meno muy difícil de aislar, des-
cubrir y describir, dado que una parte es uncial del permiso^péu¿"quelos
mulatos y mestizos asumieran la condición ra cialb lan ca era ía destnicción
de toda evidencia de su ancestro “no limp ¡,o”. E ste problema de ía falsifi-
cación de los antecedentes raciales para e >capar de la condición de casta,
se tra ta rá en detalle en el capítulo SlgUl'«nte. B aste con decir por ahora
s e p á r a d a r é ^ d á ^ ^ g o r í a racial
que ta l engaño tenía lugar en escala sií nificativa en el Buenos A ires
¡f ^ S ü B M E a s e ttK T S r a i^ iia i^ ^ colonial. ~ i
tinos de Buenos'AiiiT'iiVi;*^9"^ ? ^ -^ - «Éteyos. Los áfroárffeh-
Pero, en general, parece ser que el gol ierao y la sociedad de la ciudad
prohibido portar arm as^lucirjciei^ tipo^e rm jas^ f 0 ^ imperi°> tenían
o perlas, caminar por las calles de la riudÁri^f Cjm? sedas>encaje eran razonablemente concienzudos en 1 observancia de las leyes que
noche, tener cargos civfies I c l L S s t L T n l i f PUéS de Ia caída * negaban su libertad plena a los afroargentinos. Los morenos, mulatos y
alcohol, ser educados en las ¡mismas e s c u p í? ltare,s’ c®mprar o vender. afroindios tenían prohibidas las espuelas le la ciudad y el servicio en el
gobierno municipal, real y eclesiástico.23 tes gremios artesanales prohi-
& e r t o df hh*11 a los no blancos el Voto a loé carg >s en las organizaciones.24 La
libertad de reunión y de asociación áe los r egros libres estaba restringida
por una serie de ordenanzas que pjrohibían los candombes, sus danzas
callejeras.25 E n algunas áreas, los función irios de Buenos Aires se desta­
caban respecto del resto del imperio en si celo por poner en vigencia la
legislación discrim inatoria. U n decreto rsal de 1805 ordenaba que los
^ m e n decastes. Támpbro W á ~ m é ^ | ^ S ^ ? Í ^ r ^ ® a í a^° el blancos y otra gente “de distinguido orig m” podía casarse con mujeres
ninguna diferencia íelml S e ¿ ^ 1 « I f í ■ ^ de casta con el permiso oficial del virrey o de la Audiencia, el tribunal
real local. Al recibir el decreto, el virrey 3obreinonte, de Buenos Aires,
anunció que en ninguna circunstancia otorgaría él ta l permiso.26

57
EM A N CIPA CIO N : LA E SC L A V IT U D
T IE N E UNA PROLON GADA M U E R T E
para term inar con la esclavitud. 3j)I primero será descrito brevemente
aquí; se lo analiza en détalle en el Capítulo 7. E n frentado con la escasez
,. legal y social de los negros y mulatos del Bimn/w de. hombres elegibles para el servicio militar, el gobierno instituyó una
s u t o r i a estaban e l H T á ^ ^ d ^ T á s pefsmTasTIBres serie de decretos ele conscripción dirigidos directamente a la población
que h a b ía B ^ j ^ g ^ b a n M O e'u ñá~ ^ lib ertad 'D afeái:"TlTAcm~g* .■ésclává. LosléscIaybs selcpnye ¡en libres ta n pronto como eran reclu-,
produj o U reyo l ^ it o de_l81Q?_y con ella nuevos^pedidns para aue se t ados, aunque se le s exigía que sirv ieran por un período mínimo a.
pusiera fin a la discriminación racía U E n realidad, en el Río d T la P íita cambio de su libertad. E ntre 1813 y Í8 1 8 , dos m il africanos y afroargen-
S S T í anteriores a la revolución. E n 1801, E l Telégrafo M ercan­ "tinos residentes en la provincia de ¡Buenos Aires entraron en el ejército
til había atacado al sistem a de castas como un régimen irracional y con- según ese programa.30 ; . •
l ? ü í Cente qUe pnVa la l8}e.sia de M inistros, y Obreros Evangélicos Los varones físicam ente aptos eran los únicos miembros de la pobla­
que pudieran ser sumamente ú tiles en otra providencia; las A rtes y Cien­ ción esclava elegibles para obtener la libertad de esta manera, y por
cias de sabios Profesores; el Reyno de valientes y e sF o ^ a d o X ld a d o s v supuesto, los hijos de tales hombres seguían siendo esclavos, dado que la
j Stado y Patria de ciudadános que pudieran servirle de condición legal era transm itida p< r la madre antes que por el padre.
a u í ^ baí?1! ? ^ y esplendor’’. Haciendo hincapié en el estado miserable en Mucho más uniyersal en su alcance, entonces fue la L ey de libertad de
que se hallaban sumergidos los no blancos, el editor sostenía que la elimina­ ’1 vien tres de 1 8 Í3 . Muy sem ejante a 1eyes promulgadas en Chile, Venezue-
ción del sistema de castas, permitiría que éstos se elevaran de su nivel laTTaraguay y otros países hispano americanos, ese decreto disponía que
deprimido a una posición de igualdad con los blancos, “y quizá llegaría todos los hijos nacidos de madres t sclavas en la Argentina después <feb
Í 3 i ° ' en-qUe vlésemof regentar las Cátedras, y mandar un Ataque a 3 ^ d e enerq.de Í8 1 3 , eran libres, aunque su libertad estaba lim itada a
aquellos mismos cuyos Abuelos fueron nuestros Esclavos...”27 una serie de condiciones. É sos niñ< s , conocidos como libertos, tenían í a !
T ajes expresiones vivazmente optimistas era representativas de la obligación de vivir en la casa del du mo de su madre h asta que se casaban:
o llegaban a la mayoría de edad (2 0 años .para Aqs. varones,, 16 p ara las ¡
S ? 3 r ; ^ § ^ o s A m e s . T al como lo ^ p o n ía n pensadores porteños como mujeres), fuera lo que fuese J o ¡que st cediera primero. Sólo en ese momento
^ ^ ^ Mor^io, R o g a b a por el comercio libre, el 'd’e rrócamieStb del se tornaban absolutamente libres. S e les requería que sirvieran a su
hL J h S Í aristocrático (y por extensión, de la legislación rácialm ente patrón, como designaba la leyjal pro Dietario de la madre, sin salario hasta
discnm inatona), ocasionalmente, la abolición de la esclavitud, aunque el los 15 años, después de lo cuál debí m recibir un peso por mes hasta que
e s t o ^ í i ™* i r ? ’ l0S deJ echos de Ia Propiedad a menudo anulaba obtenían su libertad plena. Elj peso i íensual era depositado en una cuenta
E l^ a l i á ^ p o c o después de que el Cabildo de Buenos A ires qué custodiaba la policía, y la suma acumulada se les entregaba cuando
m g ° 4 ®-P ^ r .d e l la llegaban a la m ayoría de edad. Posta río r legislación estableció programas
_ÓÍ , a tm a’ Tei^d_que_la_abohdón inm ediata de la esclavitud para proveer a los libertos de pen aisos de tierras y préstamos cuando
llegaban a la m ayoría de edad, para que pudieran convertirse en ciudada­
J? T! g j j £ ^ . B ^ ^ 8tr^ ..P r0Piec(ades, y sin exponer la patria a graves nos productivos del Estado.31!
Peligros _qqn Ja_repentm a emancipación de ü n a ra z á qué. éducáda en la Además del decreto relaíivo a los libertos, a principios de J8 1 3 Jlo s
ser? d u m ^ e n o ^ m ja id e _l_a libertad sino en su daño...”2« E l minino argu­ revolucionarios pusieron en Vigenc: a una abolición tbtal "dércomercio Tle
mento fue empleado ep un artículo periodístfcade 1812 dirigido a los ’ humanos. Todo esclavo que entrar? a l país del extranjero, libremente u
™ L CHUpdad; <?Ue leS ¡f ormaba 9ue “V uestra apetecida libertad obligado por un comerciante o patri >n, sería libre tan pronto como pisara
acaso no podrá decretarse en el momento como lo ansia la humanidad v ■ suelo argentino.32 7 .......
la razón; porque por desgracia lucha en oposición con el derecho sagrado ' ‘ Eitoiluéroñlos esfuérzos inicia es, generados por la revolución argen­
esc la 1 indlrid i¿d [esto es, el derecho de los propietarios a pbseer tina, por term inar con la esclavitud. Incluso como se la concibió original­
mente, la libertad de vientres ofrec a notables semejanzas con el antiguo
«sin mií» „ . T ¡ , 7 “ ,' r uwuc luesu por vosotros mismos, régimen esclavista. La ley perínitís específicamente que se compraran y
c ió n ^ ^ de¡ aIgUn m° d° PreParados a esta repentina muta- yendieran libertos casi_exactáment r comoTos esclavos. En teoría, era el
derecho de patronato y el derecho a 1<>sservicios del liberto lo que cambiaba
Empleando,esto dofele justificación de los derechos de propiedad v He de manos, pero en la práctica era ün ser humano al que se estaba vendien­
ia ^ p u e ste incapacidad de r^ Js 'c lá V ó ^ ^
do, a pesar del hecho de que éste pudiera ser teóricamente libre. Esta
flue nSdie deseaba,- sálvo los realidad era reconocida tácitam ent ¡ por la legislación que establecía un
afroargentinos. En camln^se_qcuparqn de dos^¿rpcesos^más graduales procedimiento por el cual los liben os podían comprar su libertad antes
de llegar a la mayoría de edad. En \in intento por introducir un elemento
58

59
C u a d r o 4 1 '

cn tos se conservan sólo de m anera Incom pieta.^or lo ^^nto no fe T b e


r fte S o f l S T f 1? “ I a“ — 1- P o b ld ó n n e S a d u !
Blancos Ne8 « » y direcciones del c S u S d ^ S . J Cam# “ de las
y mulatos Total
HjjosqueidWanconalmenosunpadre 340 1fi. por co teja!. ¿ g t
Hijos que vivían sin padres -1 6 4 504 ? o | f ^ ^ ^ l i a j a a e s t r a e r lllb r e ^ fe r
57 HI 188 1 8 2 7 ^ e j^ o re e n ^ e s ^ h a ^ c a si triplicado, elevándose al 63 w T pÍ T
Total “ ©oSífeción d T Ié 2 7 -in ?IÚ É O T ¿
____. 397 275 672 h bw to fin am ^ d ^ B u és de 1812, todós los cuales

H b rrP o rs°™ u e T nÍr to d S ’% ® y » « la tí

exentos de las obligaciones de preste, servicios. P a r/ d e tra te a rT c a “

t hijoslibertos-
esa edad se los podía vender a p a r t e y a m e m l f 2 “ “J . desP“ s de Cuadro 4.2. Condición legal de afroargent:
É \ S d mT ,ra1del|CenS0 mun*e ip ¿ de“ Vendía" C° m° 10 municipal de Buenos ires d¿ni810ClUÍdOS en 11113muestra del 1:61180

añ osZ “ „r loeS ^ r r n l r d ne^ mui atos da™enos de 15


los blancos de la m isma edad a vivfr a p ^ ^ e s n p 6? ^ mueho m ás <iue Librs
ponerlo en térm inos de p o rce n ta ieel f - d^ sus Padres. Para Esclavo Total
unp o ambos padres; el 59,6 de bis hiios a frn n í? h ? ° S bIa^ cos vivían con Varones
ambos padres. Dieciséis de los 275 hii¡L n« oargentinos vivían con uno o
92 345 437
0-14 29
esclavos en el censo, a b e s S d e l ^ ° S 7 mulatos ^ c í a n como 15-44 89 118
ellos debían ser libres f hecho de que se^ n la8 leyes de 1813 , 46 209 255
45-más 14
desconocido 29 43
3 18 21
¥ * * " > * “ •h f r 'l r - t e e s -
M ujeres
fr a T a d a a t e l s S i K
94 311 405
0-14 21
mente los servicios de libértos más a l l á d S i® ? 08 que retenían üegal- 15-44 92 113
Parece haber sido más e S D ^ n l í k edad n° eran deso<mocidoS.33 44 186 230
- - 45-más
19 23 42
desconocido 10
bb“ ^ J ia d £ m ju ic m s 10 20
el d em ^ d an te^ ^ em m e q ü F é s t e l ^ d ^ a " ^ ^ ^ ^ ^ — rab^ ^ ente P a ^ Total
h J**£ d e 5 P ^ e b a n e ^ á f í a de 186 656 842 .
0-14 50
este punto: en 1 8 3 £ a un k fro a reen tií^ h f “ ^ estricto en cuando a 15-44 - 181 231
90 395 485
pero que en realidad h abía nacido el 19 ^ utlzad° el } l á e abril de 1813, ’ 45-más 33 52 85 :
de liberto y se le requirió q ¿e siguiera sirviendo a170’ Se le negó la condición desconocido 13 28 41
d. ^827/sugiere_el im pacto de la le£nsTn/»í£r» »oK ^ n rri-o— ¡-S—
- “s g is a n - ^ -Como se analizará en el Capítulo 5, las cifras de los w íf “®níe; Muestra del autor del «<?enso r íunicipal de Buenos Aíres de 1810
analizado en el Apéndice B. Manuscrito del cens
>oubicado en el ÁGN -IX -10-7-1.
60

61
Cuadro 4.3. Condición legal de los afroargentinos incluidos en una muestra del
censo municipal de Buenos Aires de 1827. éxito. E n 1810, el 18,0 por ciento de los varones afroargentinos entré las
edades de 15 y .4 4 anos habían ¿ido libres; para 1827, ese porcentaje se
había mas que doblado, a 40,6. Pero los hombres negros v mulatos habían
Libre Esclavo Desconocido PaI aa^ n precio cruel por esta ilibertad: en 1810, los varones de entre
Total
. 1 5 j U 4 ^ o s habían formado e l 5073 por
Varones 222 140 tin a de la ciudad; para 1827. sú número había descendido a l 18 3 por
19 381
0-14 118 9 ciento. L a naturaleza incompleta de-los dos censos impide un cálculo
2 129
15-44 - 71 104 confiable de las cifras absolutasjde la población, pero una comparación
14 189 -
45-más 33 27‘ de las dos m uestras sugiere uná declinación marcada en la población
3 63
m asculina negra de entre 15 a 44 años, de entre el 10 y el 20 por ciento
Mujeres 390 213 entre 1810 y 1827. Volveremos a, este punto en el Capítulo 5.
0-14 48 651
147 7 1 h a s jn u jeres negras adultas adquirían la libertad en el período 1810-
15-44 155
195 184 36 27 jgon mayor frecuencia que I o r h o n d ^ l i besar
45-más 415
48 22 existía ningún programa especia!
O V l.Q t .lf l n i n m ' m _______ . . . • - 1 --------- --------------- ? ............ ........ 1
cr mecanismo por ios cuales las mujeres
.
.11 81
pudieran j ädqmn
---------— rlä ~ K 5 iR
— - _________ a d . (ib
-- ----- -jm o se mencionó anteriormente, eiTTa
Desconocido 1 m uestra de 1827, el 51,5 por cielito de las mujeres negras de entre 15 y
15-44 1 1
— 1 44 anos eran libres; en 1810, sók el 21,4 por ciento de ese grupo de edad
había sido libre. Podemos éspecu! ar que, en un fenómeno análogo al que
Total 613 353 se verificó en los Estados IJnidos durante y después de la revolución, los
67 1.033
0-14 265 16 propietarios de esclavos estaban o bastante conmovidos por la ideología
3 284
15-44 267 288 libertaria^ para ver la contradi« ión en la continuada existencia de la
50 605
45-más 81 49 esclavitud en una sociedad Ique luchaba por su libertad de una potencia
14 144
colonialista. 5 E sta aparente dispe sición a m anum itir a los afroargentinos
Fuente: Ver cuadró 4.1. que, .uq t enían n in g ú n jerech o fegjil a la libertad, parece haberse enfriado
A
en In nácaria
TI ja Ha 1 Q*3 A como) ___
déc_ada_de_1830. vereri _________
ios muy_____
pronto. ;_______ ■—__ — ---------
e} perforo que f ue de 181( a 1827 presenció una innegable mejora
enJa_condicion.legal
---------:--------— de~ los áfroari in tin o s. üjíx E n términos
wimmua ue de ciertusciertos maica-
indica-<1—^
tidad aproximada ¿e hijos que eran libertos, calculé ■lagDxoporciones níirftfi
aoressqgioeconómicos. Ilos aa
afroarg mtinos jtam .__ tbién
. •> progresaron. ' ~ “\ E l cuadro *1,«1' 9
hijo-mryer Cnumero de hijos de 0 a 4 años por cada 1000 i w f e s T e n t S 4.4. m uestra que en 1810, el ;82,9 p ir ciento de la población negra y mulata
libres^nTsTo sT hjÍlM P°blf cl0nes ¿ e esclavos y de morenos y,pardos de la m uestra vivía en hogares encabezados por blancos; para 1827, ese
1 Si ^ I ? la Pr°P°rción Pára la población libre era de
1^31 veces la de la población esclava. En 1827, la proporción de muierés
afroargentmas dé.eritre 15 a 44 años (edades de potencial a lu m b r a n te )
¡ d e n t n M S ? . er4 el 51)5 por ciento¡ las esclavas formaban el 48,5 por Cuadro 4.4. Porcentaje de la poblaci¿:•n negra y mulata que vivía en unidades
ciento Multiplicandp esa proporción de mujeres libres por 1,31 para esta­ sociales controladas por tjl ancos, de una muestra de los censos muñí.
blecer la misma relación entre los dos grupos coirespondiéntes a 1810 cipales de Buenos Aires <le 1810 y 1827.
hallamos que el 67,5 por ciento de los niños de color de menos de 15 años
podía esperarse que( fueran hijos de madres libres y por lo tanto ellos
mismos completamente libres, mientras que el 32,5 por ciento eran lib a o s Familras Hogares
1810 68 , 4%
que no podían obtener su libertad por otros dos a veinte años, según su 82,9%
(N = 103) (N = 543)
edad en el momento del censo. Este cálculo sugiere que el 45.2 nnr
en la sei^ídíimhrp 1827 51 73,7
d e lo s lñ ^ íiih tin o s (N = 1 031) (N = 890)
3e Bu®n®®^ires g o z á b a n le una libertad m á s a menos corSpíétó^cá^^ 5

í l os esclavos obtuvieran su libertad.: Fuente: Ver cuadros 4.2. y 4.1.

63
.-I ■
porcentaje había descendido al 73,7 por ciento Sp x
mayor al nivel familiar* en 1810 e fia 1 ™ • r , f? tuó un Pr°greso
cienzudo respecto de otorgarles su libertad a los libertos una vez oue

^rsasssS^r^ssa?
de Buenos A ir e s T v í^ en t T * 0 d e *os ^«argentinos
llegaban •a'IaTmayó g a H e'edaiífgerd nacía poco, más p^a avudflrW a
evadir su posición sbcioeconómicá süí ibrdinada. Por e l e g i ó . n cT se^ ^ p
X £ 5 £ X Í S S K - í S t
h^ngm iigtC T^de cesión de tierras y de prés-
tamos previstos“ idjkdjila^3jh.etfcad_de vientres” y
q u e h u D ie se '^
~ -K ,hogar y su unidad
ey asión d elaescíavitu d E n vp rd fld oí r^em«r^^e correlacionada con su a g ^ cu lto rg s¿n | e p e ^ i¿te s. Al carece!b de una base económica para com-
pra r o aun alquilar casas propias, los jefes de fam ilias negras y m ulatas
son bastante aproximados pn°arífw?tm0S qUex,Vlvían « ® Em ilias blancas establecían viviendas independientes ;con mucho menor frecuencia que
los jefes de fam ilia blancos. Esto no era una cuestión de elección: la inves­
negros y mnla“ a b ^ la °b™ q,Ue CUando los tigación acerca de los maestros artesanos negros libres, el segmento más
propias unidades familiares contradirieñ^T ^ t* 3™®11*6 formaban sus próspero de la comunidad, h a demostrado que su proporción de propiedad
c S qc » aban’ de hogar era casi tan alta como la de los maestros artesanos blancos.37
^os afroa.r f e jit inos podían perm itirse convertirse en jefes de
h«gaiC’. Lam entablem ente, ;su posición en ía economía, de la
habCTIsidor aún1m ás^u£íandal^eCno^se^por dos facéo8 ^^í111^ 08 PU(^o sociedad ra ra vez les daba la opqHungad^ ” ' ’ ' .... .' “ ' ' ' ...........
varones afroargentinos causada por las g C r í d i 5 mUerte de A pesar de sus muchos inconvenú n f e f l a legislación relativa a los
estructura ocupacional c o n t i n u a d a m e n t e ^ e S c l l , 1 ? 'ende“ CIa. y la libertos perm itía que más afro^gentinb§^que„nun^j^dquirieranJa^liber-
color. Como acabamos de ver el censo de 18 9 7 ^ 7 d ? la P°blación de
sexual entre los a f r o a r g e n W ^ ^ad' ^ ° tuvo...*95Í9L^h9 J a le y q u e a )olía..eLcqm.ercio_de e^cjayos. De
hecho, continuó en. efecto.menosfda.uri.año. Á principios de 1814, el go­
tras que los varones superaban a las L j e ^ e T l 8T l f l i r T * ' mien' bierno revolucionario ordenó que! todo € sclavo qüe'entrárá a l a Argéiítina
de su composición racial io í bnirar-pó i — 4^10. Independientemente
d®?d«_ ?íasiI>.^ e ra devúélto a su jpropií ttíb rE sH 'aéC T ei^ M é’emtiáo^en
de m an e/ p red o m Sln té £ ^ ÍT J ts T Z c i n X 7 T e? cabezados respuesta a protest¿i‘l) r á s i r é W 'r ^ p r é f o W número de esclavos que
la ciudad tenían jefes masculinos en ia in r a í ento. de los hogares de
habian huido hacia el sur al en terarle de que allá podían obtener la
p o c ió n de una ¿ ¿ P^ o m ^ r d e 1 a i h l I ¥ P°r C1®nto en 1827)* La libertad.38 L a abolición del comercio de esclavos se modificó más ese año,
haber gestad o l í t a d S I
disponiendo que los esclavos que E ntraban en el país acompañando a sus V"~
% m a r su propio hogar gÉ ^ * ¿ los W o r ís ^ A 38 qu® por
« t a r t o á S n E 5 r ' ,l 67’7 por ta itr á iic o jie esclavosjm Bqrtadqsbajo e se rótulo que, en 1824. el gobierno
zaba con la de la ciudad en su conjunto e n ?8 2 7 el “ a<JU? ajrm°ni' provinciel consideró necesario prohibir explícitamente la venta de domó*.
hogares tenían como iefes a varnn¿« 1 ^ 6 , ’ , por ciento de esos
ticos trafd ó s ál país por extra n jerosTP^felos ciudadanos deBu en osA ires
d M at0? °? bubiese incrementadoQentre I S W y en especial aquellos pertenecientes a h s fanuIías d riaT liteT ob tu v Iero n
debido a la decisión de las muieres recién l , w ! / •? , parece haberse
establecer hogares in d e p fid ie n te ftn H ^ p hberad? f de la comunidad de ”S S ^ ^ ^ .g ^ g ^ Q 8 .especiale8 pára tra jl4 » a ía 4 ia i^ i.p ^ p io
servicio. Esto sucedía a pesar derla leg islación de 1813 que prohibía el
comercio, de un decreto ejecutivo del gobernador Las H eras d e 1823 que
declaraba que el comercio de huikanos era un acto de piratería, y de un
a frX r » a T o Sse^ y 3 g3eT T e ’/ Él 4 ’8 a‘ 5 ^ ~ ¿ beZad0S POr tratado de 1825 con Gran B retañ a p a n elim inar el tráfico de esclavos.
yiolación de la ley que generilm en repasaba impune era sacar_escda- «v-
la concentración de trabajadores a f r o a r ^ n L ^ * 1?10 prev,io' revelaron
y^.^Rbarazadas„.fuera deJ-PAí^^ ia .s..q i lejia b a h á luz niños que serían
antes que libert e s. L a legislación promulgada en
1816, que prohibía esta práctica, ra ra \ ez era observada.39
L a se sca patorias de la ley d e jl8 1 3 € stán ampliamente ilustradas por
POir e T r e ñ a is (rc c S ~ ^ a ffi^ ^ n "m á^m idad'í’v t fi^áÉBSJSg&trado» nso mcTüTn'uná~]^gunta^ la
que se indagaba cuánto tiem p olíabían 'esidido los individuos en la pro­
vincia de Buenos Aires. Por las respuc stas a esta pregunta, es posible
iqo ? 1? IaS fecba de entrada- Según m i m uestra del censó, a partir de
f 2.7 - df tercios de los africanos que h at ían entrado en la ciudad después
de. 1812 eran esclavos, una proporción nás a lta que entre los africanos
64

65
lW c l l ? d' f aiÍte l0S 31108 deI tráfico de ^ clav os anterior a el gobierno anunció que aquéllos que tenían la fortuna de ser capturados
*5 *?* S6r cf u t01a l mfcerpretar estas cifras, debido a l muy pequeño F ^ iW il^ a r a b ié n r a u ftq tig -W " tr a tW 'd e -u n a
numero de casos en la columna “1813-27”. Sin embargo, demuestran Z » peculiar de l i b r a d J u a n e r o ,B 3 o s los n e ^ ó s le H ^ v é ñ d id ó s
d r ^ T f ^ ^ d° S ¥ Uu F 0S QUe en^ aroa en Buenos A ires degpn¿¿ por Tos corsarios a l gobierno por rin cuénta j ^ ^ c a ^ ' l m o - ' ^ a r e o e r ,
deA813 autqm a x i c ^ e ^ e o ^ ^ e r o n sü ü bertad tan pronto como niW n n esto-ñosáfisiizoaTlos corsariosTdadó que siete meses más tarde el gobierno
^lo^g^ntm o.^La^proporción de esclavos era aún^mSs a l t a e ^ I o s elevó el precio a doscientos pesos.4f T odos los hombres en condiciones de
ingreso conocida. Este grupo portar arm as, serían enviados a ¡sfervir en T as fuerzas arm adás ppr un
^ o ^ e ta i^ ^ n o V e s e ^ o n y ríod o quedarían libres. Los~restantes
del libert0 y P°r lo t a n t o 'o c iilt ^ n la
^ b a d g _ ingreso an te el encargado d e re a l i zar el“censo. ........... ~— ~ lados P ? í al,^ ^ 49,^ lQ Sp .atro.n es>yseJes-requeriría.quesií^deran,.o,ppr
seis años o hasta la edad de ^O años!, fuera lo que fuese lo que sej/erificara
legislación posterior estebleció vanados téirminós de s^ v i-
cios, según la edad deí liberto al é r tr a r en el país.42 E l patrón le pagaba
Cuadro 4.5. Condición legal de los africanos por fecha de entrada en la provincia al gobierno un peso por mes por un liberto, sin duda un precio razonable
en el mercado perpetuamente necesitado de trabajadores de la ciudad.
A f r ^ d e T s ^ 65' ^ mUeStra ^ C6nS0 munÍCÍpaI de Buenos TambiénxQino los libertos podían se r comprados y vendidos como esclavos,
su sj^ ro n e ^ p o d ía irg a n er con ellos T Jn á Bril de 1830, Federico Guittarde
compró a üñaTiBer£a7 M a ría ! por c uatrocientos pesos, y tres meses más
1760-1812. 1813-27 Desconocido tarde la vendió a un nuevo patrón por setecientos pesos.43 ?
Total
Libres 56 12 S i bien esta legislación autorizí .ba a la policía a m anejar la distribuí-
16 84 ción de los libertos y el cobro de la *enta, es obvio que ese procedimiento
Esclavos 79 23 36 138 se violaba con frecuencia. Los archi /os de la policía contienen numerosos
Desconocidos 0 0 25' 25, documentos en los que los patron es: agistran haber recibido a sus libertos
Total directamente de capitanes de corsai ajáos, a veces pagando tanto como cua-
135 35 77 ' 247 trocientes pesos por ellos.44 Toda diátbiñción entre este sistem a y el tráfico
de_.esclavQSjeg puram ente aeadémif a, 'aunque es verdad queTós TibeFfos
Fuente: Ver cuadró 4.1. estaban obligados a servir sólo un lem po limitado y así escapaban a la
esclávitudpró bable menfe^per mane
menos uno éspera que así fuera: en l8 3 1 ,lo sre g istro s de la policía de los
libertos traídos a l país por corsarios , de alguna m anera se perdieron, y
se solicitó a libertos y patrones que 'se presentaran ju ntos a la comisaría
Jy - „ Estos ó ^ j t a i ^ é n demuestran que el comercio de esclavos declinó local para informar a la policía cui nto tiempo quedaba para el servicio
con^ id eraM e5ie^ e^ ^ u m ^ ^ p iÍis~ a^ T 8r2. Auñteniendb'en ¿uenta del liberto y para redactar nuevos documentos. S i bien la policía buscó
los.m ^^^de^om i^ izosde la décáaó~dll M ) . la mano'de obra trahía “un arbitrio que concilie los derec:h|os del Patrono, y qué trabe a la vez
a jg ^ z d a d jm a ^ ^ ^ a satisfacer la demanda, y e í'g ó b ió iñ ó ^ vio' los fraudes que éstos podrían hacer a los libertos”, uno se pregunta cuántos
t r a r í ^ P ~ T ' ^ “^ ^ ^ — - Permi t i eran a Ks^bclavos en- libertos sirvieron años e x tra i de t abajo forzado e impago debido a la.
fay g n e l I ^ ^ ^ ^ L a h erta m en ie laTeffsIaciSn
pérdida de esas listas.45
si_n°. ya prácticas. L a gu erra con Brasil
' f ° Port uni da"d perfécfaT E n ll^coñ d id ón es de Los africanos tr aídos a Buenos LÍres_p_0r_los QorsarinsLJÜ^f^^iA^yañ
Íífü ® 1^3 ’ ArgentlP^^ t o n z ó a buques corgarios a luchar con la bandera JPaí§uÍíl2ye§lJa^áetna3 ida„de-jnano_de-obra-redutada_deJa
, - ~ ~ na/'captu^ _ ^ q ues brasileños y vendbr eí contenido de tales hn- j^H~_“.’.y gobemad(r Juaj t Manuel de Rosas reabrió el comercio
doa^ ^ lcos trafoosTa) país por extranjeros, haciendo que
en esa épocai uno áe los b i e i ¡ ^ m m ^ H a n ~ tuera penectam^t^légal"qüelqsy€ñdieran_aÍo.s^irgentinos„coma-esGla-
^ ^ B t u r a ^ - g or los,corsarios eran l o s ; ~ ~ Y°®:. “ j? ,aao®uiás tarde se revocó ese decreto, aunqueJ a ley qn<>1n r ^ m .
E n marzo de 1827, el gobierno provincial dictó un conjunto de reela- P í^ íS ^ ^ ia jiü e jto d a s l^ u q traía -a_un.negro-que_no_podía-demos±rar
S_gun
X T Liayley
% de
Pe T1813,-ítodo..esclavo.que
8 lT K ZaV a V6ntapisara
de 686tie^a^argentina
b° tín -4° R ^ o rdera
a n dUbre
o ju e m cp- ve-—a- — 4 p^ n de ese negro, „que„pa^aba^_§ex_§u.

67
7 tráfico de esciavos^que había sido terminantem ente prohibido en L IB R E S A L FIN
1813, por último comento a ceder en la década d e l 8 á Q '
jbriMnka. L a firm a del tratado angloargentino antiesclavista^de 1840, Y a hemos, descrito la libertad muy restringida que era la suerte de
parece haber marcado su term inación, aunque aún en 1853 u ñ a c ir g a de
los pardos y morenos libres en el Buenos Aires colonial. ¿En qué medida
cien africanos fue traíd a a la costa en la Patagonia por el corsario Lava-
la revolución argentina realizó la vijsión de E l Telégrafo M ercantil de
lleja, los que fueron reclutados en el ejército o distribuidos como libertos
profesores y generales negros que rigieran los asuntos del país en una
bajo la legislación aún existente de 1827.47
sociedad libre de restricciones raciales? E l lector no se sorprenderá dema­
Sólo restaba, entonces, abolir la esclavitud, un sistem a legal que aún
siado a l saber que la visión siguió siendo una visión, con existencia sólo
no había sido desechado oficialm ente en la Argentina. La nunca ratificada
en el ámbito de la mente. S i bien la condición legal■Áe_los.negH&-lihres
Constitución de 1810 h abía contenido una cláusula de abolición, _pero no
mejoró con la independencia^^saríán^écadas antes de qiie los. afrQargen-
hasta 1853 que la Constitución nacional anunció que “no hav esclavos
tinós fiiéran lós eqúiváléhtés’légálés! dé los euroargentinos. E l análisis
en pqcosTqüe ho# existen qüedáíi lib res siguiente estará limitado a la^primera mitad del siglft X IX , las cinco
desdeJa jm a -de_ésta Constitución”.48 Incluso en“esa/¿cha tardía. B u e n o s
décadas áeT a févdTücí3n He 1810 y Tá ratíficación en 1861 por parte de
Aires sejag ingeniaba para preservar la existencia cíe su régimen esclavista'
la provincia de Buenos A ires de la Constitución de 1853.
co™?. éste e ra ja tím ca pm vinda argentina que no se unió a láTftñfedéiición E n cierta medida, la retórica ant; discrim inatoria expresada durapte
y n ? ^ M ^ l g .gonstitu'ción, la esclá v ifu cT co ráin u ó álirh a^
las prim eras etapas de la revolución1jróbábTémehte'M genuina, pero
la provincia finalm ente se unió a la Confederación y se sometió a su
tam bién ten ía un obvio m otiv óu lterior:: Idgrar'ret apoyo afcoargentino
Constitución. L a Constitución provincial de Buenos Aires de 1854 prohibió
para la lu c h a ^ m na de apoyo más inmediatamente
el c&m§rdq de esclavos pero„cuidadósamente se abstuvo d e abolir la escla- necesaria era m ilitar, y para alentar a Ios~sbícÍaáos de color en sü lúcha
vitud.49 . ..................................... ............... — —
contra los españoles, el gobierno révól Üciónarío utilizó un lenguaje inspi­
Sigue siendo una pregunta abierta cuántos fueron exactam ente los
rado e hizo algunas génuinas epijees iones: E n 'junio de " ÍS lT O a fin it a
esclavos liberados en Buenos A ires por la emancipación de 1861, aunque
Revolucionaria había elevado spcialn en te a soldados y oficiales.inHióg.a
parece evidente que para entonces, la esclavitud en la ciudad era una
úna posición’ de ígüáldád'cbn' lo sb la : icos" Las tropas pardas y morenas
institución moribunda. P a ra 1850, los avisos relativos a la venta de escla­
^ t á b ^ justlficadam e en la m ilicia colohíH eirósTiaBían
vos habían desaparecido por completo de los periódicos. E l trátado anties­
servido codo a codo con ios indios en «l_Sateíí5iTde castas. Aliora~Íepen-
clavista de 1840 con G ran B retañ a parece haber cerrado efectivamente
tinam ente, los indios eran lg u ales a 1<is blancos, m ientras que los afroar-
la entrada de esclavos djel exterior. S i bien el censo municipal de 1855 no
gentinos permanecían en una pósiciór inferior. L a Ju n ta tomó conciencia
incluía en su cuestionario ninguna información sobre la raza, varias per­
de este resentim iento y respondió a é . E n d id §m ^ e3eX 83j07en recono­
sonas que realizaron el pensó indagaron la raza por su propia iniciativa:
cimiento dél desempeño' sobresaliente de las tropas de pardos y morenos
los negros nacidos en eljéxtranjero incluidos én este censo eran un grupo
libres en la fuerza expedicionaria al Alto Perú, los oficiales y soldados
sumamente anciano, que ten ía una edad media de 62,4 años.50 Sin duda,
afroargentinos fueron declaradols igua es a bJancpse in d i^ y ^ b s o ñ c ía íp s
los esclavos tan ancianos como éstos serían de poco beneficio económico
para sus propietarios. de colpr^entonces' sé les p eitótió~ c ue agregaran el jprefiiad.Q.^n,--a
su nombre, y a los soldados que: se. a i tpdenominaranJdistingmdov54Ünos
Dejando de lado la cuestión num érica, hay considerable duda acerca
pocos meses más tarde, Agustjn Sosa, un mulato brasileño qué había
de que la emancipación Se haya puesto nunca en vigencia. E l artículo de
migrado a la Argentina elevándose il rango de teniente coronel en la
la_ggngtitución de 1853 que disponía la abolición, tam bién"dictaba el
m ilicia colonial, fue confirmado! en e& i rango por la ju n ta, convirtiéndose
estaMecimiento de una comisión loara'reem bolsar a lo s
así en el prim er teniente coronel de color del ejército argentino.55 La
^ ..e s c la vos iiberado s ^ r S I e n ta l comisión se estableció en la provincia
experiencia m ilitar y los talenjtos de Sosa eran grandes, pero podemos
de Santa Fe, donde lo s esclavos siguieron formando la espina dorsal de
especular que se ganó su promoción como un ejemplo para las tropas
la fuerza laboral agrícola,51 ninguna se creó en Buenos Aires, n i en la
negras de cuánto podía elevarse un hambre de color en el nuevo ejército
mayoría de las otras provincias. Dado que la Constitución ta mbién dispo-
revolucionario. Cuando enoctutjre d e : 811, el Sexto Regimiento de Pardos
ma no podfe expropiar ninguna propiedad sin indemnización y Morenos fue elevado de la condició i de m ilicia a una unidad de línea
Pre^i*> P<gece ser que los esclavos que quedaban en B uenos ÁirPs Pn TSfi-f
regular, con los correspondientes incr smentos de jerarqu ía, paga y privi­
■mente nunca recibieron los beneficios de la emancipa r»jnri
legios, la ju n ta aprovechó la ocasión p* ra publicitar su filosofía añtidiscri-
lie Rout resume muy bien la emancipación .argentina. cuando, observa
m inatoria: “E l actual gobierno..] debe c irigirse con preferencia hacia aque­
en 1f ^ rgentíú a nunca se abolió realm ente la esclavitud: égtamiuríó
sencillam ente dé vejez.5í ^ .................................. llos perjuicios que disminuyenj la m isa operante en la gran causa de
n uestra libertad. Tal es en particular la degradación, a que la diferencia

68
69
accidental de color ha condenado h asta ahora una parte tan numerosa
como capaz de cualquiera empresa grande de nuestra población”.56 estudiantes pardos y morenos hacia 1830, y en 1852 abrió dos escuelas
E n un comunicado de 1813 al gobierno de la provincia de Córdoba segregadas m ás pw a^n fi^ deTO jjO T ^'lstas dos escuélas~3e niñas siguié-
ron funcionando h asta la "década; de 1860 conteniendo en su punto más
el gobierno central de Buenos Aires analizaba lá necesidad de convencer
a las masas de que la revolución estaba verdaderamente dedicada a derro­ alto, en la década de 1850, el 17 por ciento de las estudiantes femeninas
car el Régimen de castas. E l Gobierno Supremo ordenó a los cordobeses de la ciudad.62 Aunque para 1853 fas escuelas de varones estaban abiertas
para los estudiantes negros, la discriminación informal impedía qué los'
nombrar funcionarios civiles y m ilitares únicamente sobre la base del
afroargentinos ocuparan un puesto igual en ellas. La Crónica del 15 de
talento y la capacidad, eligiendo candidatos que fueran administradores
ju lio de 1855, publicaba un art culo sobre el trato discriminatorio de
capaces aunque su extracción y descendencia genealógica no sea la más
negros en las escuelas públicas
* . . . . de Buenos Aires, á lo cual uno de los
acreditada . Todas sus políticas revolucionarias serían inútiles “si los
pueblos no experim entasen los buenos efectos de tales promesas hechas m aestros acusados replicó que dado que los niños negros debían ganarse la
vida como sirvientes domésticos, nunca podían asistir a las clases m atina­
bajo la sombra del Gobierno”, esto es, la promesa del fin de la discriminación.57
les, y era por esa razón que su desempeño en la escuela era tan malo. E l
Según parece, los cordobeses hicieron exactam ente lo opuesto, rele­
rector de la Universidad de Buejnos Aires expresó su pena de que aún
va*1.0” de sus puestos a todos los oficiales de color cuando la compañía de
ningún estudiante negro o mulal o hubiese ingresado a ta l Universidad,
m ilicia parda y morena de la provincia fuegaviada a la guerra. E ste fue
a lo cual agregó su profunda esperanza de poder tener pronto el placer
un acertado pronóstico de lo que su c e d e ría ^ n todo el período desde 1810
de enseñarle a tales estudiantes .63 Aún en 1880 ningún estudiante de
hasta,18g_CLlQs_afroargentinos v africanos libres continuaron en ¿rav *
color se había graduado en; la U r iversidad.64
Una forma más sutil pero igualm ente efectiva de discriminación £ra
ticas discriminatorias que asum ían la fu erza4éí derecho apartaron a los
la suposición de la sociedad! más g rande, en general tácita peropcasíonál-
afrqargentinos d e ja sq d e d a d ^ m ^ g a n d e ; Casi n ó'se tentó noticias de
mente explícita, de que la póblacií n de color de la ciudad existía solamente
funcionarios civiles de color. S i bien .muchos afroargentinos se elevaron
B S E a je x Ó rj, los biancqSi E sta sup >sición surge claram ente en documentos
a i rango de oficiales en las fuerzas armadas, el paso entre coronel y general
r e s u l t á b a l a barrera infranqüea'blérv é r h ú m e r o " d ¿ f y mulatos oficiales tales como los informes z nuales de las estadísticas demográficas
realizadas por los sacerdotes pairoquiales para el gobierno provincial,
que se convirtieron en oficiales de ningún modo era proporcional a su
r donde los nacimientos negijos e s t ín registrados en una columna encabe-
.í« ^ !g t e c ió n _ e ^ e J 3 jém tq,(ver Capítulo 7). De Í81Ó a 1821,' un hombre
/ zada “morenos y gente de servid )”.65 Cuando los libertos comenzaron;a"
que había sido esclavo o hijo de esclavos, no ten ía derecho al voto, como
naturalm ente sucedía con todas las m ujeres de c o l o r a n 1821 se elim inó obtener su l i b e r ^ x B u e r i o s A i q s debió sufrhr, en la década de"T830, <
•una_lógicjijee_casez de se rv ^ q d o i aéstico, aparecieron airados éditoriales
esta regía: los.varones de color libres pudieron votar v'tener cargos en la
\« a jo s Beriódicos.portaos que proponían la conscripción d e la gente_dé ¡
provingia siempre^ue_satisficieran los necesarios requerimientos de pro-
pied.ad, IqqueAólp_mi!pequeñp porcentaje de afroargentinos pódíá ss^ |color para el servicio doméstico, t ín editorial de 1830 describía elm eíah-
E p ej.área de educación. los afroargentinos gradualmente 1cólico cuadro de fam ilias acomoda ia s que pedían a los afroargentinos que
fueran a trab ajar para ellos,!ofreci índoles notables salarios, y sin embargo
f u .P0S1^ 0^ * medidá que avanzaba el período nacional, pero la lucha por
la iggajdad.^e lá^ u d ad no lograban encontrar ayuiia. Lo s sirvientes “conocen la necesidad que
de Córdoba, donde Ips negros fueron admitidos por prim era vez en las hay de ellos, y dan la ley que qui< ren a los amos. Esto que es práctico eñ
el día, demuestra la urgencia de i ornar medidas análogas, que remedien
escuelas públicas en! 1829, con una cuota de dos afroargentinos por año
en algún modo un m al tan sensibl 5 que afecta la delicadeza, consideracio­
a los que se les perm itía el ingreso en la escuela secundaria. Aun én 1852
nes y respectos debidos a las cías ís de la sociedad”.
°?ir g j ní in:os Ies oficialmente el ingreso en la Univer- Después de atacar a los afroa rgentinos por aprovechar injustamente
sidad de Córdoba, según normas que habían quedado inalteradas desde
el período colonial.59 las condiciones de gran deipanda y de poca oferta del mercadó;~el editor
su£®ráaja promulgación de leyes i ara obligar á ía gente de color a contra­
Lasjapqrtunidades educacionales eran sólo levemente jmejn^ggn g ue.
nos Aires^ No ejsclab;o ®n qué punto se abrieron a los pardos y morenos tarse como sirvientes domésticos y párá gobernar su conducta m ieñtras
la s escuelas públicas de la ciudad. E s cierto que cuando el gohíemo auto- estaban en el empleo.66 Ápareñt ímente, el editor no percibía ninguna
rizó la creación de s iciedades de ay u d ajg u tu a negras en 1820, Uña de discrepancia entre esta posición y el nombre de su periódico: É l m ártir o
las j)Migacipnes_que impuso. a .Ja s iq c ie d a d e £ ^ a ‘'el'esteblecim iento y libre, y en ese mismo número ap irecía un extenso himno a lá libertad,
“layoz sagrada que constituye la di gnidad de hombre... ese don precioso”.
m antenimiento de es :uelas para los hijos de los miembros, requerimiento
^^E^ioelgobiem o no puso en vi ;encia tales leyes^y la escasez dé ayuda
qu|_píoippyería un sistem a escolar segregado en la ciudad 6°’S é sa b e que
se tornó aún m ás aguda^En ocifc íbre de 1853 La Tri’bima presenté un
la Sociedad de Beneficencia de la ciudad creó una.escueía segregada para
artículo en dos partes acerjca del "problema, culpando., al recientiipente,..

70
71
derrotado dictador Rosas por_la renuencia de los afroarpgnt.mnQ a or>trflr U 860 yio un esfuerzo concertado de parte de las.elites.com er.qialxterrate-
en el servicio: ~ ' ñ i ^ f e d e l a provincia de Bueno? A ires por lograr un control cadavéz
más~cómpléto sobré los sectores ho pértené&éñtos..ailá.e1i^^ .
“E l servicio doméstico desde entonces se convirtió en un verdadero ^ñrivirfciéndóíá de una m asa de génte subempleada y vagabunda^n jan
m artirio; viciadas las buenas costumbres de la gente de color, fomentados proletariado organizado y ra^niéntadó, unido y enraizado a sus telléres
en ella el lujo, la holgazanería y la licencia, las fam ilias tienen que resig­ o estancias. ¡Leyes prógrésivam éñ^'m ás fígidas que regían la vagancia,
narse a tranzar con su libertinage, o a desempeñar por sí mismas los la necesidad de ten er empleo, y el servicio m ilitar, se. combinaron con lá
diferentes quehaceres domésticos. Quince años de desorden v de desmora­ explotación ilegal de obligar a la gente a contratos desventajosos o a
lización han corrompido completamente el servicio doméstico de Buenos términos abusivos del servicio m ilitar, castigaron por igual a los blancos
Aires, en térm inos dé ser mas fácil fíaTíar^Tez maestros de primerasTetras pobres, los mestizos, los indios y los negros y mulatos, y lim itaron mucho
que encarguen de la educación de un niño, que una sirvienta honrada y su libertad para ir adonde querían cuando lo deseaban, de trabajar o no
puntual que llene sus deberes conforme a las imposiciones de la ley”.67 trabajar.72 L a tr is te ironía de esté creciente control de la clase más baja
por parte de la elite, era que era el resultado del fin de ía esclavitud y el
I M i t o r seguía proponiendo remedios considerablemente más duros tráfico dé. esclavos, qué habían eliminado ,üna fuente de ifuerza laboral
que lo? sugeridos e n M 3 0 :.'¿ ro p .Q ^ fácilm ente explotable apta.jpara ber empleada de cualquier manera^en
Q ^ e c ió ji a la que debía enviarse a toda la gente arrestada por vagancia, que lo deseara el propietario. Lo¿ afroargentinos no pudieron ganar: en
delitos menores o que sencillam ente m ostrara “ciertas faltas que aún sean cuanto comenzaron la transición de la esclavitud a la libertad, vieron su
correjibles”. A llí se ios adiestraría para el servicio d om ésticojU aego libertad sitiada por las demandad sociales y económicas de la sociedad
serían alquilados por la ciuda$.68 . ..... m ás grande, un sitio que no se levantaría casi h asta la finalización del
% 5.?a^ a uera, L a Tribuna sugería una ;riqlació;n,d^^ _siglo. I
de los derechos civiles de la pqblación afrpaí;g¡entina. Los individuos ino­ ~ L a historiadora española N uria Sales de Bohigas sugiere un modelo de
centes de todo crimen, excepto “ciertas faltas” serían obligados a ir a
trabajar contra su voluntad. Aun m ás siniestro era el hecho, de que el *Hispanoamérica.73 L a pi^me?n etapja es íad eí crecimiento prenétolucióñarió
: is u a ta r a la a s ^ automática d asén fím ién to a b o l i c ^ ^ e n t r : los liberales coloniales, que.duró hasta
al servicio doméstico. U ñ á b a se lógica análoga, a’unque esta ve? Referida 1810. L a segunda es la etapja en q ne los gobiernos revolucionarios propu- -y
sieron m edidasenérgicas y abar cadoras. para elim inar las estructuras *
una serie de decretos de reclutam iento racialm ente discríminatoriós en coloniales.de! privilegio y laj escla^ itud. E ste ardor inicial pronto se enfrió,
las. ^ ca(*as 1820 y ISSO ÍIJn edicto dé 1831 que é x i^ a érenrolam iento sin embargo, y fue reemplazado por un enfoque más cauto y gradual
dé.“ bertos de 15áños:én adelante, sosteínH^^iosrpatroHeffímtarahnente ejemplificado por el concepto de 1 1 libertad de vientres. H acia el final de
^ B ^ E d é r& b o a Jse í^ ^ ^ las guerras de independencia, álrej ^ 0^ 06,1820, se estableció una marcada
para servír,peroqueélEstectote^^^ los reacción cuando las elites tie rr a l hienies ylvcbmerciales empezaron a en­
patronos son acreedores a d i s í ^ sénndio quedllos íe sp ié sta n , el frentar la realidad del fin dé la esc avitud y del tráfico de esclavos. Enfren­
Estado no puede considerarse de peor condición, cuando la tierra que los tando la perspectiva de perder sus fuerzas laborales reclutadas, los gobier­
h a distinguido [esto es, les h a dado libertad] llam a indistintam ente en nos hispanoamericanos emjpezan n a ignorar concretamente la anterior
su auxilio a todos a l Servicio”.69 legislación antiesclavista, ho poniéndola en vigencia o, como en Perú,
U n mes m ás tarde el gobierno decidió que dé hecho, él Estado no repeliéndola. Luego, a p artir de mediados de la década det<L82Ó^hasta
® sta^ JI^ 3h d o.p oj^ ig u al.aj^ oa...sas„.cm d aian os.,ráiim lq u e> m ás bien 183(|, se ve un activo intento d<¡ prolongar la esclavitud y^él ^ervicio
-^ ^ ^ ^ J s p e c ia ^ ^ ig te n c ia - a J ñ S ^ f tiQ a r g e n tin o s . “E ste deber común compulsivo renovando el tráfico le esclavos y reduciendo las libertades
a ^ Í 0® ^ ?Í^ u y .esp ecialm en te.a los.pardos_ymoren^^queHébiendo posrevolucionarias que gozaron i emporariamente los negros y mulatos.
de sus madres, han nacido libres por la É sta etapa se prolongó en t< dos lo i países hispanoamericanos hasta avan-
Se emplearon justificaciones sim iláfesd ara zada la segunda mitad de sig lc, y grandes porciones de este sistema
un reclutamiento de ¡negros libres en 1826 y para la formación de una colonial resurrecto sobreviven mps o menos in tactas en diversas partes
m ilicia de esclavos en 1816.71 del continente. .
U n an álisis de las Ijm itaciones_deJa libertad de los afroargentinós Buenos A ires encaja perfectam ente en el esquema de Bohigas. Ni
no ,s aE a gg™Pleto -4gLgLejidona r la legislación v larprártTcfl que, si bien significativam ente mejor ni peor' lu“é^lTé'Stollé^as répúblicás'hispanba-
no racialm ente discrim inatorias, castigaban particularm ente a los afcoar- mericanas, la ciudad ignor ó. de i lanera consistente¡ los derechos; dejsus
gentmos debido a su baja condición socioeconómica. E l período d e ;Í 8 íF a ciudadanos dé color toda vez que silo era económica o políticamente.c.on^

72 73
venie^e^jLñtí^Sóxím cesiQne^^g^im náo cre^flque ten ía algo qugganar
en la>transacción.- --------- — ss ~ 7- José Luis Lanuza, Morenada, pp. 56-57; y Acuerdos, Ser. 4, tomo 5, libro 69
pp. 592-94. >
" ^ 0 o ¿ ^ a ^ d e la celebración del quinto aniversario del día de la
independencia en Buenos Aires, el 2 5 de mayo de 1815, se erigieron cuatro 8. Johnson, ‘X a manumisión en el Buenos Aires colonial”, pp. 639-44.
estatuas en la plaza central de la ciudad: uña representaba a las Américas 9. David W. Cohen y Lack P. Greene, comps., Neither Slave nor Free: The
recientem ente libres, otra a Europa admirando la lib e ra d de A m é riS Free Man o f African Descent in tAe Slave Societies of the New World (Balti-
' more, 1972), pp. 7-9. j
u n a tercera m ostraba a Asia aun en cadenas, y una cuarta representabá
10. Petit Muñoz y otros, La condiciónlde los negros, 1: 313.
w Í ^ I 6011 f ? cadf f S que acababá n d e romperse. L a inscripción en la
base de la estatua africana era un poema. . ^ 1*3 4 11. Miguel Acosta Saignes y otros, “La vivienda de los pobres”, en Estudio de
Caracas (Caracas, 1967), voi. 2, libro 2, p. 64,
A frica hasta aquí lloró 12. Cohen y Greene, comps., Neither Slave nor Free, p. 97.
a sus hijos en prisiones 13. Ibid., p. 316.
que la crueldad aprobó. 14. Mary Catherine Karasch, “Slave Life in Río de Janeiro, 1808-1850” (tesis
Su amargo llanto cesó doctoral, Universidad de Wisconsin, Madison, 1972), pp. 10-16.
desde que el americano 15. Ira Berlin, Slaves without Masten : The Free Negro in the Antebellum South
con su libertad ufano, (Nueva York, 1974),-pp. 47,137.
16. Karasch, “Slave Life”, pp. 219-21; y Rout, African Experience, p. 88.
compasivo y generoso,
prodiga este don precioso 17. Cohen y Green, comps., Neither Slave nor Free, pp. 97, 318-19; y Berlin
al infeliz africano.74 * Slaves without Masters, pp- 177-7 ).
18. Lyman Johnson plantea este punto en su artículo “La manumisión de esclavos
durante el Virreinato”, Desarrollo Económico 16 (octubre-diciembre de 1976)'
E stas congratulaciones que los porteños se autoconferían eran brema 340.
t o a s e «m erecid as. E l don de la libertad resultó no ser n t a S n don La
19. Ver Rout, African Experien :e, pp. L26-60, para un análisis del Régimen. Ver
libertad era un bien como cualquier otro, retirado del mercado por sus
también Magnus Mómér, Race Mixture in the History of Latin America
haCer Sí ’r Su precio y IueS ° adquirido muy t o o por (Boston, 1967), pp. 53-75.
os afroargentinos en un plan en cuotas que se extendían por décadas. 20 . Petit Muñoz y otros, La condición de los negros, 1:63-64.
21. José Torre Revello, La sociei lad col miai (Buenos Aires, 1970), p. 80; Bernardo
Kordon, “La raza negra en el Rí( de la Plata”, Todo es Historia 3 (1969)
Suplemento 7, p. 7; y Ricardo Rodríguez Molas, La música y danza de los
1. Eugenio Petit Muñozjrotros, La condiciónjurídica, social, económica y política
negros en el Buenos Aires de los . iglos X V m y XIX (Buenos Aires, 1957),
194Í» 1 - 1 ^ 7 8 ™ ^ eI C0l0nÍaJe en Ia Banda 0rientah 2 vols. (Montevideo, pp. 6-7.
2. Frederick P. Bowser, ìh e African Slave in Colonial Perú, 1684-1750 (Stanford, 22. Petit Muñoz y otros, La condición <'e los negros, 1:337; Lucía Sala de Tourón
y otros, Estructura económico-soc al de la colonia (Montevideo, 1967), pp.
1?74k pp‘ 279-98; y Léslie B. Rout, The African Experience in Spanish Ame­ 90-91.
rica (Cambridge, 1976), p. 91. En el caso de Bahía, en Brasil, el 47 7 por
23. Elena F. Scheuss de Studer, La tra ta de negros en el Río de la Plata durante
ciento de los esclavos liberados entre 1684 y 1745 pagaroñ por su libertad
el siglo XVHI(Buenos Aires, 1958), p. 333; Torre Revello, La sociedad colonial,
aunque ese porcentaje; vanó considerablemente en el período de sesenta años!
p. 98, y Telégrafo Mercantil, 27 de junio de 1801, pp. 1-3.
En la década de 1680; el 37 por ciento de los esclavos manumitidos pagaron
24. Lyman I. Johnson, “The Artisans of Buenos Aires during the Viceroyalty,
2 * ® 5he^ i; para *4 década da 1740, lo hizo el 57 por ciento, un incremento 1776-1810” (Tesis doctoral, Unive rsidad de Connecticut, 1974), pp. 79-80,
que Abwarte relacionja con el aumento en los precios de lös esclavos (Stuart
191-92.
bchwartz "The Manumission of Slaves in Colonial Brazil: Bahía, 1658-1745”
25. Ver Capítulo 9.
tíispamc American H'storical Review 54, noviembre de 1974: 623-24).
26. Emiliano Endrek, E l mestiz ye en lórdoba, siglo XVIII y principios del XIX
3. Lyman l. Johnson, ‘X a manumisión en el Buenos Aires colonial: Un análisis
(Córdoba, 1966), p. 86.
ampliado , Desarrollo Económico 17 (enero-marzo de 1978): 639.
27. Telégrafo Mercantil, 27 de ji mio di 1801, p. 3.
4' Bxt; n^ ° i (<abiIdo Buenos Aires, 88 yols. (Buenos Aires! 28. Alberto González Arzac, a AoIícíói de la esclavitud en el Río de la Plata
1907-34), Ser. 4, tomo 2, libro 61, p. 476. :
5. José Luis Lanuza, Mojenada (Buenos Aires, 1967), pp. 65-66. (Buenos Aires, 1974), p. 25.
6. Acuerdos, Ser. 4, tomo 2, libro 62, pp. 694-695. 29. Del Grito del Sud, 18 de agosto d 1812, citado en Marta B. Goldberg de
Flichman y Laura Beatriz Jany, “Ä gunos problemas referentes a la situación
74
75
del esclavo enei Río de la Plata”, en W Congreso Interamericano de Historia
de América (Buenos Aires, 1966), 6:61. a registros que perduran indican que fueron importados 635 africanos jóvenes
30. Para las cifras, ver Ibid., pp. 65-66 en 1833 y 1834, según ese programa (AGN/Montevideo/, Sec. 3, libro 938,
31. Para un análisis de la Libertad de vientres, ver González Arzac, Abolición folios.l-2v).
de la esclaviUid, pp. 25-26, 73-74; José Luis Masini Calderón, «Laesclavitud 47. Nuria Sales de Bohigas, Sobre esclavos, reclutas y mercaderes de quintas
(Barcelona, 1974), p. 83.
.* j -la ArSentina - Epoca independiente”, Revista de la Junta
de Estudios Históricos dé Mendoza, Ser. 2 ,1 (1961)-150-52- v O rio n i n 48. González Arzac, Abolición de la esclavitud, p. 54.
cedo «El Régimen de castas, el traiajo y i 49. Masini Calderón, “La esclavitud negra en la República”, p. 159.
50. Alfredo E. Lattes y Raúl Poczter, tifuestra del censo de la población de la
ciudad de Buenos Aires de 1855 (Bujenos Aires, 1968), p. 78.
51. Ver la descripción que hace Lina Beck-Bemard de la declinación de la agri­
cultura en Santa Fe después de la abolición, en Cinco años en la Confederación,
32. González Arzac, Abolición de la esclavitud, p. 26. pp. 177-78.
52. González Arzac, Abolición de la esclavitud, p. 54, sostiene este punto.
34: en la Repúb,ica” -■ l5 1 - 53. Rout, Affican Expérience, p. 188. I
35. Berlín, Slaves without Masters, pp. 86-103; y León F. Litwack Nr»+h «r 54. Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino, 3 vols. (Buenos Aires,
1972), 1: 149-50; y M. F. Mansilla, páginas históricas (Buenos Aires, 1890),
Stevery,TheNegrointheFreeStates,1790-1860(Chicago 1961) pn 6-14
pp. 365-66.
L a M57 aéBTeC^ t ernar\ CÍI1C0 “ OS en Ia Aigen- 55. Tomas de razón de despachos milita res, cédulas de premio, retiros, empleos
E Vidal ^ 2; trad' JoséLuisBusaniche (Buenos Aíres, Í935),p. 184-yEmeric
civiles y eclesiásticos, donativos, etc. 1740-1821 (Buenos Aires, 1925), p. 864;
1820)^.' ^ us^ra^Jon ofBuenos Ayres and M o n feL f^ (Londres^
y Adolfo Saldías, Los números de lín^a del Ejército Argentino, 2 vols. (Buenos
- $7. Johnson, “The Artisaas”, p 255 Aires, 1912) 1: 201.
56. Gaceta de Buenos Aires, 1810-21, eji. facs., 6 vols. (Buenos Aires, 1910-13)
38’ S t “ ígUeZ M° laS' ■” negr0 - d * la Plata”, Polémica 2 (mayo 1: 792-93.
S a p m v ^ Í 12^ ’ Abolición de la esclavitud, pp. 26-27 57. Endrek, E l mestizaje en Córdoba, p. 84.
40.- AGN-X-32-10-7, libro; 19, folio 189. 58. Masini Calderón, “La esclavitud ne| ra en la República”, p. 155.
aÍ ‘ ^arracedo» Régimen de castas”, p. 174 59. Endrek, E l mestizaje en Córdpba, p f. 67-68.
60. Ver capítulo 8.
Abobci6n dela esclavitud ’ pp- 28-29* 61. Ricardo Rodríguez Molas, “Nebros lil res rioplatenses”, Buenos Aires: Revista
de Humanidades 1 (setiembre de 19^1): 119; y Rodríguez Molas, “El Negro”,
U: ^ adqu^s*cidn P°r P^ri* de don.Juan Miller del joven liberto
p. 49.
62. Registro Estadístico del Estado de E uenos Aires, 1857 (Buenos Aires, 1858),
2: 123; y Registro Estadístico, de Bui nos Aires, 1864 (Buenos Aires, 1866), 2:
182.
63. Rodríguez Molas, “Negros lib res”, p. 118.
64. ‘Tomás B. Platero”, La Broma, Nov embre 4 de 1882, p. 1.
45. AGN-X-33-1-2, libro 46, folio 90. 65. AGN-X-27-7-4.
66. “Servicio doméstico” E l Márti r o Lil re, 17 de julio de 1830, pp. 1-2.
67. “La moral doméstica”, La Tribuna, \7 de octubre de 1853, p. 2.
68. “La moral doméstica - Casa de Corrección”, La Tribuna, noviembre 8 de 1853,
pp. 2-3.
69. AGN-X-33-1-2, libro 46, folio 29.
70. AGN-X-33-1-2, libro 46, folio 69.
71. AGN-X-22-10-7, libro: 18, folió 65; Gaceta de Buenos Aires, 4: 717-19.
la A rZ r?ina i M 1 g se les asignaba a patrones, como eh 72. Este proceso está descrito en Ricardo Rodríguez Molas,. Historia social del
1 _p W í k ’ j l0S-qUe Servían P01* Período de doce años. A los “colonos" gaucho (Buenos Aires, 1968); y Orla ado Carracedo, “El régimen de castas”.
73. Bohigas, Sobre esclavos, pp. 129-30.
74. Lanuza, Morenada, p. 70.
76
77
GOMO DESAPARECIERON
LOS AFROARGENTINOS

La declinación y desapañe. ón de la población negra y m ulata de


Buenos A ires es un acontecimie cito notable de la historia argentina; in­
eluso se califica como una de lai notas al pie m ás curiosas de la historia
demográfica del mundo. Los his¡t orladores empezaron a comentar el fenó-
meno ya en la década de 1830 y h a seguido/ atrayendo la atención y
suscitando in triga entré argenti i os y extranjeros. L a tensión y la intriga
de ningún modo se lim itan ja lo sb istoriadores: incluso T he South A m erican
Handbook de 1975, una qomprf¡nsiva guía de viaje para el continente,
incluía una breve nota sobre el problema. Al referirse a la población de
la Argentina, los editores jeomer.taban que “un curioso detalle de la com-
posición racial es que hastja 185( ),l alrededor del 40 por ciento de la pobla-
ción de Buenos. Aires ¿ram egrá; E ste «demento h a desaparecido por com­
pTeto’M Y ; comò mencioné ramos en el Capítulo 1, la revista norteameri-
cana Ebony se intrigó lo l astan ;e por la desaparición a l punto que envió
a una periodista a Buenos Aire* a recoger m aterial para una nota sobre
el fenómeno. La desapañe ión p Iría desecharse como una curiosidad de-
sacostumbrada pero in sig íificaiiite de la historia mundial, de no ser que
acontecimientos análogos se h ar verificado en otros países latinoamerica-
ños. L a población negra ce Uro guay, vecino de la Argentina, h a dismi-
nuido significativam ente ¿urani e la historia del país, descendiendo al 2,3
por ciento de la población nació tal para 1954.2Declinaciones análogas se
han producido en Chile, P iragüá;ty, Perú y México, donde en la actualidad
es raro ver gente dé ascendencia africana.3 U n tanto más sorprendente,
países ta n fuertem ente afi ’oamei icanos como Cuba, Puerto Rico y Brasil,
tam bién h an informado declina jiones proporcionales en sus poblaciones
de color.4 Así, el exam en de la d< clinación de la comunidad afroargentina
de Buenos Aires es pertinente j ara un entendimiento de una pauta que
parece afectar a A m érica latina en su conjunto.

79
S I prim er autor que comento la declinación Ja inc aA..-.» ,• _
Woodbine Parish, un diplomático británico aup <» Wp afroaf f entl? os fue L O S C E N SO S
A ires de 1825 a 1832 y s f co n v M ó en am no ín H m ^ f " T 6 Buenos
L a extensa obra de P arish s Ú S L l w f n ^ í r n'í ? obem ador Rosas. _ E l cuadro 5.1 es Un resumen de os resultados de ocho censos de
la Plata, apareció en 1839 y ^ í a v t ó a s t ^ ° { the Río d e Buenos Aires tomados entre 1778 y 1887- Revelan que los afroargentinos
demográfica de los negros. Uniendo a los a í r o a r j ^ 8 decIma<aón comprendían aproximadamente el 30 por ciento de la población de la
bajo el rubro “gente de color” P arish nh«o gentinos, indios y mestizos ciudad de 1780 a 1810. Hubo entonces una gradual declinación al 25 por
1778, ellos componían u í?T ercio S Í S rví ba <luf según el censo de ciento en 1822 y al 20 por ciento en 1827. L a década de 1830 presencia
que para 1825 su representación se h a b í/ 010? d j 3 ciudad» m ientras una aparente recuperación a l 26 por.ciénto, seguida por una marcada
Señalando que esta casta no blanra i-, 3 reducic*° a só^° un cuarto, caída durante el período de cincuenta ¡años qué concluyó en. 1887. La
por CaS¡ P” C° mplet0 declinación proporcional que se produjo durante esa media centuria es
factores: la abolición del com ercio ? “ linac ón como debida a dos tan m arcada que no puede sorprender que el grueso de las observaciones
influjo de gente negra a la ciudad v la a l b f ? e n ,1813- ‘*a e in c lu y ó el dei siglo X IX relativas a la declinación! de la comunidad procedieran de
afroargentinos. Citó el Registro Estadístipot detf de ” °Ftalldad entre los este período. Pero con demasiada facilidad se pasa por alto en esta compa­
que los nacimientos d e S v m h t í S “ ? 3 '“ * ' ' - " 8! ™ ración la historia narrada por las cifras reales de la población, cuyos
dían las muertes, lo que 1° ; * l 822 y 1825 aPenas e“ e- números representan a los hom bres,. r íujeres y niños presentes en la
to, m ientras que la población M a n o n s|gm ficante tasa de crecimien. ciudad en los días del censo. U na compa -ación de los años para los cuales
excedente de ^ c i m i e n t o s g02aba de ““ <**> hay cifras completas de censo, 1 7 7 8 ,1 8 2 2 ,1 8 3 6 y 1887, revela uña pauta
. factores, combinados con la continuada i ^ conc^uía que estos
tendría que . e s u l t í dudad’ i

Cuadro 5.1. Resultados de ocho censos de la ciudad de Buenos Aires, 1778-1887

que la mezcla de razas hab&producido “main a**lcai\a;’ que luego decía


negra y la desaparición d e'“el Verdadero t i n ^ 1 dUaleS ealap o b laci°n
1883, Domingo F . Sarm iento Í ^ d d ? - t p de la raza etlóPÍca”6 P ara
Año Blancos Indios o
mestizos gentinos

_
Afroar- No esperi-
ficados
Total Porcentaje de
afroargentinos®

,
de color en la ciudad, y a v e n t ^ a b a l a í r ^ 116- 5 u®daba m uy poca gente 1778 . 16.023 - 1.104 • 7.235 24.363 29.7
habría desaparecido por completo ? F1 de,^ ue en veinte años 1806b 15.078 347 6.^50 3.329 25.404 30.1
1810 22.793 150 . 9.615 32.558
de la existencia de sólo « 4 í r l ^ d u Ó s i 895 Ínformaba —
29.5
casi 4.000.000 de Habitantes in d n ^ o ^ L o i ^ afrlc? na en un país de 1822 40.616 1.115 >13.685 55.416
____
24.7
del censo a concluir que “la cuestión l ° S ^UG 5edac^aron informe 1827b 34.067 152 8.321 42.540

19.5
Estados Unidos, tan+import^ t e en los 1836 42.445 . .— 14.906 6.684 63.035 26,0
culpaba de la d esa n a rició n ^ fnt pí ? ^ pubJ.lca Argentina”. E ste informe 1838b 42.312 14.9^8 5.717 62.957

26.1
guerras de la nactó“ en las 1887 425.370 ■ 8.005 • •: — 433.375 1,8
casi todos por morir en los cdmnn«! dp w 1granc^es números y acabaron
res, o en el b i e n T a S d ^ r S dpt^ ? e n I o s ^ a m e n t o s m ilita-
obstante, cuando S l 9 0 5 l a ^ í a 1^ de ^5® p atn óticas luchas.”« No Fuentes: 1778, José Luis Moreno, ‘‘La est;ructura social y demográfica dé la
ciudad dé Buenos Aires en el año 1778”. Anui trio del Instituto de Investigaciones
Históricas 8 (Rosario, 1965): 151-70; 18Q6, Maitai-B. Goldberg; “La población negra
y mulata de la ciudad de Buenos Aires,Í810-1 84 y Desarrollo económico 16 (abril-ju-
±“ aly Para una S c X s S ’ía^Tte d eS ^
aunque el tono del escrito er¿ c ------- - ouure j^a gente de color” nio, 1976) 75-99; 1810,1 Goldberg, “La población ijegra”; 1822,Goldberg, “La población
-v vextingue.
se ^ u tg u c . v^on
Con ia
la lentitud
lentitud íT af amen.t e eleg íaco:“Poco a poco esta raza negra”; 1827, cifras proporcionadas pbr.Kail a Robinson; 1836, Goldberg, “La
hijos del solcamina hacia la muerte” « ^ rtícu to ^ f^ ? * * ? ra2a de Ios población negra”; Ì838, Goldberg, “Lalpoblacson-negra”; 1887, Censo general de
en revistas argentinas aun p«+' ' Artículos semejantes han aparecido población, edificación, comercio e industrias dt la ciudad de Buenos Aires (Buenos
cugentmas aun en tiempos tan recientes como 1971.1o Aires, 1889) 2: 56-57.
“•Columna calculada excluyendo la co nmna ío especificada del total.
b Resultados incompletos.
80
81
de fírme crecimiento entre 1778 y 1836, período durante el cual la pobla­
ción afroargentina de la ciudad más que se duplicó en su número. L a Cuadro 5.2. Resultados por raza de las muestras de los Censos Municipales de
declinación en números absolutos no se produjo hasta la segunda mitad Buenos Aires de 1810 ÿ 1827
del siglo. Incluso en térm inos absolutos, esta caída fue extraordinaria: la
población de color de 1887 era el 53,7 por ciento de la población parda /
morena de 1836. La comunidad afroargentina había declinado casi en un 1810 182J7 Afroargentinos 1810 1827
cincuenta por ciento, aunque aún seguía siendo más grande que la pobla- Blancos 944 1.25ß Pardos 201 436
C10I1 u6 1 1 /o. Indios 13 3j7 Morenos 372 597
E l medio siglo entre 1838 y 1887 es obviamente crucial en el enten- Mestizos 8 13 Desconocidos 269 0
dimiento de lo que sucedió con los afroargentinos, pero por una ironía de
la historia, tampoco los censos de la ciudad de ese período (el censo muni­ Total 965 1.306 Total 842 1.033
cipal de 1855 y el censo nacional de 1869) registraban la raza como una
categoría de información. Los censos de 1836 y 1838 tam bién registraban
muy poca información acerca de los habitan tes de la ciudad: los únicos Fuente: Muestras del autor de los censos municipales de Buenos Aires de
datos recogidos eran el nombre del jefe del hogar de cada unidad habita- 1810 y 1827, analizadas en el Api ndice B. Los manuscrites de los censos se
cional y número de personas blancas y de color que vivían en la casa encuentran en el AGN; 1810: IX - 1) -7-1; 1827: X - 23-5-5 y 23-5-6.
Asi, es imposible obtener características de edad y de sexo de la población
los datos sobre las profesiones, o información otra que los meros totales!
b i uno pretende utilizar los cepsos municipales para analizar la historia gentina “desconocidos” dé la m iiestra de 1810: muchas de las personas
demográfica de la ciudad, debe rem itirse a los censos anteriores de 1806-7 que realizaban el censo sencillarpente dejaban en blanco la categoría de
1810 y 1827 No sobreviven las hojas originales del censo de 1822, aunaue la raza toda vez que contaban je n te de color, pero entraban “libre” o
se dispone de los totales publicados.11 “esclavo” para denotar la condici[5n legal de la persona. Cuando aparecía
P a ra los fines de este estudio, se tomaron m uestras estratificadas de cualquiera de esas dos palabras, 3l individuo era codificado como esclavo
los censos municipales de Buenos A ires de 1810 y 1827, qüe luego se o persona libre de desconocida r i z a afroargentina.
analgaron. Puede hallarse una descripción de esas m uestras en el Apén­ T al como se resumió en el C i pítulo 1, la declinación de la población
dice B . Dado que las m uestras están estratificadas, no pueden y no deben / negra de Buenos Aires g en eral^ ente h a sido explicada en términos de
emplearse para analizar la composición racial relativa de la población de ! cuatro factores: la abolición del tráfico de esclavos; las altas tasas de
B uenosA ires a través del tiempo. Los lectores que busquen esa informa­ mortalidad y las tasas de fertilida d relativam ente bajas entre la población
ción deben rem itirse a los totales de censos publicados, resumidos en el afroargentina; tasas de mortalic ad muy altas entre los varones negros
cuadro 5.1. durante las guerras del período 810-70; y mezcla racial y gradual acla-
,._ censos de 1810 y 1827 representan la ciudad en dos puntos muy ración de la piel, lo que se vio exa :erbado por la escasez de varones negros
diferentes en su desarrollo en el siglo X IX . E l censo de 1810 (cuyos manus- producida por las bajas dej g u e n a.
. Ahora pasaremos a las m uestras de
critos son mucho más completos que los del censo de 1806-7) describe la censo y a otras fuentes demográf cas disponibles para ver qué luz arrojan
ciudad al final de 230 años de desarrollo colonial. Ofrece un cuadro de la sobre estas cuatro explicaciones.
magnitud de la mezcla racial, de las respectivas características de las E l capítulo anterior examinó>la abolición del tráfico de esclavos en
poblaciones de esclavos y de negros librés, y de las diferencias demográ­ 1813 y las posteriores enmiendas de esa legislación. Los datos contenidos
ficas entre blancos y¡ no blancos. E l censo de 1827 proporciona datos seme­ en los censos de 1810 y 1827, si en no lo demuestran de m anera conclu-
ja n tes para la ciudad al final de las guerras de independenciá. Los 17 y ente, sugieren que el decijeto de 1813 tuvo un significativo efecto retar-
anos intermedios habían presenciado u na sustancial declinación relativa dador sobre el tráfico de esclavos para la ciudad. E l cuadro 4.5. demostró
en la población de color, de aproximadamente el 30 por ciento del total que, de aquellos africanos ijesidei tes en Buenos Aires en 1827 cuya fecha
de la ciudad al 20 por ciento, sugiriendo que las causas de la declinación de llegada fue registrada en el ct nso de ese año, el 79,4 por ciento había
y la final desaparición de los afroargentinos ya estaban presentes y tenían llegado a la ciudad antes!de Í8 L3. L a declinación del tráfico humano
efecto. Un exam en de las tendencias demográficas reveladas por los dos posterior a 1813 se torna aun mí evidente cuando se tien e en cuenta la
censos, entonces, dejbería tra er a la luz las causas subyacentes de esa mortalidad que para 1927 ¡había reducido mucho a la población africana
desaparición. i que había ingresado antes de 181 1. Pero es importante reconocer que casi
L as dos m uestras produjeron los totales anotados en el cuadro 5.2. un tercio de los africanos regisiirados en ese censo no tenían ninguna
Corresponden unas palabras de explicación respecto de la categoría afroar- fecha de entrada registrada, tora.<indo imposible extrapolar de estas cifras
con algún grado de certidumbre.
82
83
U n enfoque alternativo de la cuestión de cuánto declinó el tráfico de Cuadro 5.4. Lugar de nacimiento de los afroargentinos enrolados, 1810-20 v
esclavos es comparar las representaciones africanas en la ciudad en los 1850-60 I *
dos anos de censo (ver cuadro 5.3.). Nuevamente, los inconvenientes de
esos documentos plantean problemas. Los funcionarios a cargo del censo 1810-20 1850-60
de 1810 a menudo no registraban el lugar de nacimiento, en especial Pardos Morenos Total Pardos Morenos Total
cuando contaban a la gente negra. E l lugar de nacimiento permanece
desconoddo para más de tres cuartas p aites de los afroargentinos censados Buenos Aires 22 11 33 139 127 266
en 1810 y para el 20 por ciento de los blancos. De 189 afroargentinos de Resto de la Argentina 28 .4 8 76 60 30 90
Africa 2 149 151 2 12 14
ios que se reg ig ró el lugar de nacim iento, 62, o sea el 32,9 por ciento
América del Sur 5 16 21 23 43 66
S ü t u 0 ¿ o ? de°nton ta je '461^ ican° s d e l a P ° ^ n r i e g r a Otros 1 9 10 3 6 9
Como se estudiará m ás adelante en este capítulo, el hecho de que con Total 58 233 291 227 218 445
frecuencia no se registrara la raza en el censo de 1810 (pardo o moreno),
ni ei lugar de nacim iento de los afroargentinos, parece haber resultado
en un cómputo inferior de las poblaciones de africanos y de morenos. Sin Fuente: AGN - III - 59-1-1, 59-1-6, 59-2-1, 59-2-4 y 59-2-7.
duda, los resultados obtenidos del censo de 1810 están en m arcada varia­
ción con los obtenidos tabulando los registros de reclutam iento de afroar-
gentmos en el ejército (donde al reclutador se le pedía que registrara el
lugar de nacimiento) durante dos décadas, 1810-20 y 1850-60 (Ver cuadro Pero para los fines de este anàlisi! la pregunta significativa no es
n' 7°iSQoí1Can° S £0™ aba? alS ° de la mitad de los enrolados entre si declinó el tráfico, sino si esa declinacijóón en el número de africanos que
• i i 1820, Pero babían; descendido al 3 por ciento para la mitad del m igraban a la ciudad tuvo efecto neg itivo sobre el crecimiento de la
? i oí n 6C1 aitam ente probable que esos africanos registrados en el censo población afroargentina. P ara cita r el c; iso de los Estados Unidos, la ter-
j 1 ¿T- con lu3 a r de nacim iento desconocido incluyeran grandes números minación del tráfico de esclavos en ese pais en 1807 tuvo poco o ningún
de africanos cuyos orígenes eran de poco o ningún interés pára los que peso sobre la continuada expáñiión d _ ; la población negra, que desde
realizaban el censo. ; . comienzos del siglo X V III habíagozado de un sustancial exceso dé naci-
mientos sobre las muertes. É l iiicreme:i .to natu ral sirvió, para m antener
su tasa de crecimiento aniiál promedió ' ¡n menos del 2 por ciento en todo
el período 1800-1860.12 !
Cuadro 5.3. Afroargentinos pór lugar de nacimiento en las muestras de los censos L a figura 5.1. es u na pirámide de s ì xo
: y edad construida a p artir de
municipales de Buenos Aires de 1810 y 1827 la m uestra de 1810. U na diferencia innj ediatamente. sorprendente entre
las poblaciones blanca y afroargentina ís la concentración de los pardos
y morenos en la categoría de adultos jóyenes. E n tre la población blanca,
1810 1927 la categoría de edad modal es el grupo C-9, exactam ente lo que uno espe­
Varo­ Muje­ Total Varo­ Mqje- Desco­
nes res Total raría en una sociedad preindustrilal don.je el control de la natalidad pro-
nes res nocido bablem ente se practicara poco. Pero enti e los afroargentinos, la categoría
Buenos Aires 33 37 70 210 433 modal es el grupo de edad de 10-19 años, Y el 56,4 por ciento de los negros
644

_
1
Resto de la Argentina 3 .2 5 30 60 y mulatos pertenece a la categorík de < lad dé 10-29 años, m ientras sólo
— 90
Ubicación desconocida el 38,4 por ciento de los blancos pelitene m a esa categoría. E sta predomi-
en la Argentina 20 28 48 0 0 nancia de los adultos jóvenes es aún más marcada en la población esclava
Africa 0
34 28 62 120 128 • ___
248 que en la libre: el 61,5 por ciento de s esclavos tenían entre 10 y 29
América del Sur 0 0 0 15 22 años, m ientras que el 3 8 ,2 por ciento d( los afroargentinos libres estaba
Otros 37
2 2 4 6 8 ' 14 entre esas edades, una cifra esencialm e ite igual a la.de los blancos,
Desconocido 345 308 653 0 0
Total o. E l tráfico de esclavos fue óbviajmenfc responsable de la alta proporción
437 405 842 381 651 1.033
1.
de adultos jóvenes en la población neg •a. Las edades de entre 20 y 35
años son aquellas en que los esclavos ex >erimentaban m ía productividad
m áxim a.13 Cuando el gobierno uru'guayc trató de reab rir el abolido comer-
Fuente: Ver cuadro 5.2.
ció de esclavos sobre una base m ás lin itada, en 1832, estipuló que los

84
85
P oblación aíroarg en tin a esos años era de 28,1 años. Sin embargo, las tasas de reemplazo afroargen-
tino demostraron ser significativam ente menores que las de los blancos.
L a carencia de registros de nacim i ento comprensivos para el período colo-
n ial impide el cálculo de las tasas de nacim iento a partir de datos del.
registro vital, pero un índice alternativo es la proporción niño-mujer, la
proporción entre los niños de edad 0-4 y las m ujeres de entre 15-44 años
de edad. E sta proporción, generalm ente expresada en número de hijos
por cada 1.000 mujeres, es un indicador bastante sensible del rendimiento
de la fertilidad en los cinco añoslprevios, y es especialmente ú til para
exam inar la fertilidad en pequeñas áreas geopolíticas tales como estados,
condados o ciudades. E n el caso del censo de 1810, la proporción dada en
15% el cuadro 5.5. m uestra que la poblé ción negra y m ulata estaba muy retra­
sada respecto de la blanca en cuaijto a la reproducción. L a proporción de
blancas de entre 15 y 44 años era de
400, 8 por cada 1.000; entre las db color, la proporción era de 256,5 por
Población blanca cada 1.000. L a proporción era espec iaim ente b aja entre los esclavos, 231,2,
nos libres era de 363,6. Esto §e explica
en parte por las estrategias de manumisión de fam ilias esclavas. Lps
estudios de la manumisión han re /elado que cuando las fam ilias habían
ahorrado bastante dinero para comprar la libertad de algunos de sus
dquirir primero la libertad de los hijos.
. . . ________ _____________ ______ la libertad de los infantes debido a la
a lta probabilidad de que muriesen antes de llegar a la adultez.15 Así,
muchos hijos de madres esclavas s: n duda eran libres para 1810 y servían
para elevar la proporción niño-mu er para los negros y mulatos libres. E s
importante reconocer el hecho d< que la proporción para la población
aíroargentina en su conjunto era qe casi un cuarenta por ciento más baja
15% que para la blanca.
Figura 5.1; Pirámide de sexo-edad construida a partir de una muestra del De hecho, el número de niños pardos y morenos apenas era adecuado
censo municipal de Buenos Aires de 1810. para los fines del reemplazo. A i lanera de comparación, la proporción
niño-mujer para los Estado^ U nicos en 1960 era de 488 por cada 1.000;
en Costa R ica era de 875; en Ing] aterra era de 336. L a nación a la que

africanos importados según la nueva legislación debían ten er una edad


de 16 anos o menos.14 E l censo de 1827 demuestra que de los africanos Cuadro 5.5. Proporción de nir os de edad 0 a 4 años por cada 1.000 mujeres
que vivían en Buenos A ires ese año, su edad mediana cuanto llegaron a de entre 15 a 44 an<os en las muestras de los censos municipales de
la ciudad era de 15i8 años. L as demandas del mercado dictaban qué los 1810 y 1827 de Bv enos P ires
esclavos traídos al Nuevo Mundo fueran adolescentes. Esto tuvo el efecto
de abultár el grupo jde edad de 10-29 años entre los varones negros v las
mujeres negras porJigual; - ., , J 1810 1827
_ ^ c o n c e n tra c ió n de gente de color en la categoría de.edadrde 15-29
anos debía haber proporcionado una población ideal en cuando a la repro­ Blancos 400,8 365,9 •
ducción. L a proporción de mujeres de la edad de reproducirse, de 15 a 44 Afroargentinos 256,5 .183,1
------ , era
años, ——de 59,7 t»y por ciento de las m ujeres de color, el 53,0 por ciento de
las m ujeres blancas Además, ----------
la -------
edad mediana de las amujeres
c e r e s Qe
de: coior
color ae
de
los anos de reproducción era de 24,7 años; para las mujeres blancas en Fuentes: Ver cuadró 5.2.

86 87
más se aproximaba la proporción niño-m ujer afroargentinos era Suecia, P oblación afroarg en tin a
que en 1960.tenía una proporción de 2 8 6 por cada 1.000. Al mismo tiempo,
Suecia teñía una de las ta sa s de natalidad más bajas del mundo.16 70"+ años
La a lta mortalidad in fan til redujo mucho las tasas de reproducción 60-69
de la comunidad de color. E n 1815, la ciudad publicó un informe acerca 50-59
de los riacimiéñtos de libertos desde 1813, esto es, hijos nacidos de madres 40-49
esclavas. Las cifras presentadas por ese informe indican una tasa de
30-39
mortalidad de infantes varones durante los dos primeros años de vida de
20-29
1 399 por cada 1.000 nacim ientos vivos, y una tasa de mortalidad de infantes
mujeres de 352 por cada 1.000 nacim ientos vivos.17 No se dispone de cifras 10-19
análogas para la población blanca en esa época, pero la investigación 0 -9
realizada por la historiadora M arta Goldberg h a demostrado que la mor­ 15%
talidad infantil entre 1827 y 1831 fue significativam ente más alta entre
la población negra que entre los blancos. L a tasa de mortalidad infantil
anual media durante el prim er año de vida por cada 100 nacimientos
vivos era de 284,3 para la población blanca, de 3 5 0 ,4 para la afroargentina.18
La fertilidad negra y mulata era levemente superior a la blanca, pero
no lo suficiente como para superar la diferencia entre la mortalidad infantil
de las dos razas. E n 1822, el número de nacimientos vivos por cada 1.000
mujeres de color de entre 15 y 4 9 años fue de 50,5, mientras que la tasa
para las blancas fue de 48,3. Para 1837, estas cifras se habían elevado
significativamente al 53,9 pór cada 1.000 para la población negra y mulata
y a 50,8 para la blanca.19 U na fertilidad aproximadamente igual, combinada

tinos, resultó en una ampliación de la brecha entre las proporciones niños-


mujeres registradas en 1810. Según el censo de ese año, la proporción blanca
era 1,4 veces más alta que la de color, para 1827, era el doble de grande, y 15%
la proporción negra y m uíate había caído por debajo del nivel requerido
para sostener a la población afroargentina. Figura 5.2. Pirámide de edad y sexo con;is ruida a partir dé una muestra del
La posición demográfica en deterioro de la población negra, documen­ :enso municipal de Buenos Aires de 1827.
tada en estas estadísticas, se demuestra más en cálculos realizados por
Goldberg. Utilizando los totales publicados del censo de 1822 y de registros
y estadísticas vitales de este año, ella establece la mortalidad afroargentina ( le color, 103,4 en la blanca. Para
cien mujeres, era de 107,9 en la población
de 1822 en un tercio más alta que la blanca, 40,9 por 1.000, comparado con 1827, ese índice había descendido marcadl unente a 68,5 para la población
el 30,2 por 1.000. E lla compute la tesa de reproducción neta de ese año para negra y m ulata y declinado a 90,3 para Jrilo 3 blancos. Este desequilibrio era
la población negra como 0,96; en otro cálculo, utiliza los totales admitida­ especialmente marcado en el grupp de edad de 15 a 34 años, donde la
mente incompletos de natalidad y mortalidad para la década entre 1822 y proporción era de 40,5 hombres de .color jo r cada 100 mujeres de color, y
1831 para llegar a una tasa áun menor de 0,19.2° U na tasa de reproducción 74,9 hombres blancos por cada 100 ¡mujer;;*s blancas. Claramente, los años m
neta de 1,0 implica que una población se está manteniendo a un nivel estable de guerra habían cobrado sul^jjuto^preste¿4; t ——
—•——'•— -—, <-
y constante; una tasa menor jie 1,0 indica que la población está declinando; tradicional de que la población ^egy^d^ai: ï
una tasa de 0,19 implica que lia población virtualmente desaparecería dentro múértbs ’eñ lá gueirárXlespojada d^ sus h h >mbres, la comunidad careció de
de dos generaciones. j poder ád qm slti^ páracom prar alinéente, 1 opa y abrigo que hubiesen podido
Más evidencia de las graves perspectivas de la población negra puede disminuir las tasas de mortalidad registr' durante la década de.T820.
hallarse' en la figura 5.2, pirámides de edad y de sexo para las poblaciones de una gran parte de la población
También se puede suponer que la reí loción
negra y blanca tomadas de la muestra del censo de 1827. L a característica a comunidad para reproducirse.
masculina adulta deterioró la capacidad de
más inmediatamente sorprendente de estas pirámides es su desequilibrio Todos los indicadores concuerda 1: los c msos de 1822 y 1827, combinados
sexual. En 1810, el índice de masculinidad, el número de varones por cada con las estadísticas vitales parcial 3S de que se dispone para el período,

89
describen el cuadro de una comunidad en marcada declinación y que se no a la migración sino al incremento natural. Durante la década de 1820,
dinfpa inexorablemente a la extinción. Resulta sorprendente, en to n c¿ des el registro mostró un consistente excedente de muertes sobre los nacimientos
cubrir que en los censos de 1836 y 1838 se informa de la eiisten d a de fa entre la población afroargentina, ijirbana, mientras que en el campo, los
más grande población parda y morena registrada nunca en cualquiera de nacimientos de color excedieron la$ muertes en casi el 25 por ciento. Para
los censos municipales casi 15.000. Las deficiencias de este d ociSen to aue la década de 1850, los nacimientos urbanos de color excedieron las muertes
registraba muy pocos datos sobre la población de la c i u d a d ! T Z £ i t e n en un 29 por ciento, mientras qup en el campo los nacimientos de esa
una investigación detallada que determine las causas subyacentes en este categoría fueron más que el doble del número de las muertes. Obviamente,
mcremento inesperado. Si los cálculos de Goldberg son correctos y la tasa las,áreas rurales, de ja^proyincia formaban un entorno más saludable para K.OM
de producción de 0,96 de 1822 sirve para el período 1822-36, se podía esperar l&,.,gePte de. color que la capital..Ésto resultó en ^ dés^ázsumente ^e la ‘v*
'V>\ 'V..
m enoí den8d000SF población “W * hubiera sido iZ p o co población afroargentina de la ciudad a las regiones interiores, como puede
menos de 8.000. E n cambio, era de casi el doble de esa cifra. P t¿S,\
verse en una comparación de cifras de nacimientos y matrimonios del regis­
Una explicación posible para el incremento es el tráfico de esclavos de tro. En los años 1822-25 los nacimijentos de la ciudad formaron el 62,4 por
^ OS n t P0S^ nOp a 1827 y ia reapertura del comercio esclarisL por ciento de los nacimientos afroargentinos en la provincia; para la década de
V to ím e S e f ^ T tre 1831 y 1833*'EI ^stariador del siglo XIX, 1850, los nacimientos en la ciudad jiieron cuente de sólo el 40,9 por ciento
12 00(fv 1 ^ estimaby ue 1840 Buenos Aires contenía entre de los nacimientos negros y mulatoi en la provincia. E n la década de 1820,
12 OOO y 15.000 africanos traídos a la ciudad durante la guerra con Brasd el 64,3 por ciento de las pautes de matrimonios de color de la provincia eran
e n S US s o s cte i&ualf e" te ra :p M náfin,dicolor:registrad de la capitel; entre 1856 y 1875, sólo el 31,1 por ciento eran de la capital.
en jos censos de 1836 y 1838 y por lo tanto parece excesiva. Es cierto oue
de manera no infrecuente se hallan arribos de africanos después de 1827
r®gJsí^os oficiales de las décadas de 1830 y 1840.22 Y la vigorosa la migración negra y mulata ide la ¡apital o si servían como un área gene­
actividad de las sociedades de ayuda mutua africanas de esas década* < w radora para reabastecer la poblacic n de la ciudad enviando una corriente
Capitulo 8) muy bien puede deberse a la llegada r e r í e i S de e t t Z Í l l de inmigrantes a la capitel. La exj eriencia demográfica mundial, que ha
d Í T S l ^ f i 38 ^ ^ ^ f s a f r i c a n a s aún eran fuertes. Pero aún si la e s t a c i ó n mostrado una paute estable de migre ción de la zona rural a la ciudad durante
de López fuera del doble del número real de africanos en la ciudad la los últimos ciento cincuenta años, i .poyaría lo segundo. Otro tanto sucede
comunidad negra hujñesé sido más fuertemente africana que en cualquier con la experiencia de los Estados l nidos, donde la migración negra a las
^ momento de su|historia..Esto no parece posible, d a d Z l ^ y Z S ciudades ha sido una constante desde la Guerra Civil. Como en Buenos
registros de reclutanfrento que demuestran que el porcentaje deyafricanos Aires, las condiciones de vidaj m eno; sanas de las ciudades producían tasas
de los reclutes negros de la ciudad había d e s c e n d i d ^ a r c a c L i e n t e S o de mortalidad urbana más alias qu< i las rurales; también reducían la ferti­
S a d T d - en ^ ^ de 1810 31 3 P°r Cient° P ^ la d é S d b S o y fe lidad negra, de modo que las tasas de natalidad negra eran más altas en
i>mdd^! diana de 62’3 a? 0S para la gente negra de origen e x t in - las áreas rurales que en las ¡urbanas.24 Las tasas de incremento natural
jero del censo municipal de 1855 (ver Capítulo 4). g
urbano entre los negros en eí períoio 1860-1920 fueron negativas, siendo
La migración interna parece haber contribuido algo al mantenimiento la migración 1a única fuerza que sos ienía las poblaciones urbanas negras.2^
de 8 2 ^ h Z ^ m ñ d e I¿ “ * °bvÍ0 qUe pa^a f í n e s e t e S L a provincia brasileña de San P ab l >es otro ejemplo. La población negra y
mulata de la ciudad de San Pablo exp irimentó tasas de crecimiento negativas
Ln^ r dó
er r í - o muy bajas después de la emancipa :ión, pero fue sostenida por la constante
migración desde las áreas rurales le la provincia, donde las condiciones
para negros y blancos por igual par *cen haber sido más sanas.26
, , E i e^amen de los informes de censos de varias provincias argentinas v ,— 4¿Pero habrán sido suficientes la migración y la continuación del tráfico
de la capital uruguayi de Montevideo sugiere que la única t e n í n d a s Z J slavista para explicar el notable i icremento de la población negra dóeu-

E
ficativa de nugación inversa fue de Buenos Aires a Montevideo; el intercan! mtado en los censos de 1836 y 18« ¡8? Y así como cuestionamos esta ines-
rada inversión de la declinación d í la población de color, también podría­
“ ^ r t ™ A“ y e lin tó o r iT O to b ™ “ s » mos considerar el período compren? ido por los censos de 1810 y 1822. El
censo de 1810 mostraba a una comui lidad que sufría por tasas de reemplazo
muy bajas. Sin embargo, la e>trapo! ación de los resultados incompletos del
censo de 1810 sugiere que la pobla< ión afroargentina de la ciudad en ese
año era de 11.637, y para 1822 esa población había aumentado a 13.685.27
este traslado de poblae ón de la zona urbana a la rural parece t ^ b Z ^ e b id o Este crecimiento se produjo a pesar le una marcada reducción en el tráfico

90
91
de esclava; y el reclutamiento de casi 2.000 soldados esclavos v ,m
desconocido de negros y mulatos libres para combatir a los e Z / o S S n<=fíí!CYY SObrf !0S primeros seis que nacieron en Buenos Aires en
entonces, se puede explicar el crecimiento registrado? P S‘ ¿Como> el siglo X K, incluía a ú n a nina mulatá, Rosita Rosales, nacida a las 11 30
L a pregunta es imposible de responder E l uso ri» ' de la manana en el día de Año Nuevode 1900 28

f ^ e ^ ^ m e o q ^ in e x p lic a b le es el |de la prensa afroareentin*


trata en detolle en el Capítolo
.

1870 La n r ^ S ? R%Gn « SÍgl° ^ 8010 cuatro 86 Publicaban antes de


1870. La prensa negra de Buenos Aires no floreció realmente hasta las
sfh a h ía fmH eSrideí, S1? Í05 Un período eh <Iue la comunidad supuestamente
U v e la n que no e” “ eS n d o e s f ' “ ““ de 1822' 1836 * .«88 La J m Í w a d ^ B )>r»aSí 3 A,ú n f As PecuIiar>dos de esos periódicos,
t r J f ¿ l d\v Ya E1 Tambor>publicados durante las décadas de 1860 y 1870
eran subsidiados por partidos políticos que buscaban el apoyo de los negros
biprnrwl °^ecci01ies Presidenciales de 1868 y 1874.** Los S o arg en tin o s^ e-
EV ID EN C IA A LTERN A TIV A bieron dar cuenta de una parte significativa de la población votante para
atraer esta clase de patrocinio político. votante para
, ,^a® contradicciones se tom an más complejas cuando se conrearan ln«
Á j? .« d a d de
de:1081Cenr , deI]períod° 1800' 18Í)01^ u V s c o m e ^ S d e ” eros
tradicionalmente hán pensado que lo hizo l í S l L — F ? °f hlstoijadqres ^ rCa d e !? oomP°slclón raciai de la ciudad. E l cuadro 5.1 demos­
ficas fuera cierta, urraesperar« hallar que para 190«‘im « ¡ f * dem°®rá- traba que ninguno de los censos del per odo ponía a la población blanca en
menos de dos tercios del total de la ciud; d. Esto es un contente n S f c S
“ i r . ® í= S 7
en fotografías de p e r i ó d i c o s * ? ™ ' ^ PareC¿ n 0S at™arS©ntinos Í S l b r d ^ aC10neS+reglf rada? p0r P torep 001110 Alexander Gillespie, un ofi-
A f e s m b í en lSOT^ch0 ^ ‘° S S gent“ os durante invasiones inglesas.
a i escribir en 1807 sobre su cautiveno ce varios meses en Buenos Aires él
estimo la población de la ciudad en 41.( 00 habitanes: ‘l a quinta párte era
debiT 0S> Siend° 6 rest0 una C0mi uesta en varios estados deamexión
cabo Enrique Muñoz Unaífoto Hp en mcendio incluye a un negro, el f ' l 6 61 4 * “ W * tinte de! e u r o j S ^ S s m
bio. Aunque se mejore el color, sin érate rgo en su estado más refinado con
la gran ola d e a f l o mT Í 2 “ 86 distine uie™> d u r ó te
cabo negro. Una i n s t a n t á ^ d f ? « ^ a d° S sarf entos Mancos y a un tum uchos d e X s ’™ ^ de 30 f CÍOnf 3 ^ recuerda el ° riS“ v ela d ero
la elección de 1900. tomó a un ioven a fw í? de c^ (^í*ato político durante Las observaciones de Gillespie fuero o corroboradas por Samuel Haish
del escritorio del candidato Un aviso de lO O ?!?110 bl6n v^ftido de pie detrás
testimonios, uno de 1 ¿ cu iles « ¡ T S Í J ! ° 0 * CU^ dero * * * * * varios E r j f s c r i t o L " l8 2 7 f a? ° S 7 BU? ° durante ^ década de i s l a
atestiguaba que había sido mr»Hn a* ne^ ? llamado Jo sé González, que 100^000 ^ I “® 3 :IUdad
íuu.uuu habitantes. T o s blancos puros n >son numerososy SUS alrededOTes contenían
v la clase m á* no.
y sordera, en cinco sesiones! a r t í c u l o ^ ^ w ”^ ’ problomas estomacales
su orige " “ eZCJ ada de blanco[ indi0 y “ gvo, que sería difícil fijar
*. Y °mpárense los coméntanos de Haigh <x>n el censo de 1827
realizado el imsmo año en que él escribió en que más t r i c S S
— Ia omdad es desc^ta como blanca: el conflicto esPnotable
un S ó de hfJer° francés+MelIet fscribi >en 1809 que Buénos Aires tenía
un tercio de blancos, mientras que Jo h n r William Robertson estimaron la
teñe S h S décad^ de 18 L0. eñ u n quinto del total.^^ Wood-
hombres necesitados elegidas al azar J to ! * cludadlavo los P^ s de doce bme P ansh fue el único visitante europeo m Buenos Aires cuyas observacio­
hombres mostoaba que S o ^ d é ^ e l W - V ^ d? 1901 de esos doca nes concuerdan con los censos. .: , co cuJfl» uw>ervacio-
soldados que g a n a r o n Un retrato de siete E s esencial tener presénte qué todas estas fuentes eran europeas- sus
incluía a.un.sargento n e ^ l u S c o W ^ ? ^ en U? a « “fP^tenciá de 1900, conceptos de raza se habían forma&o en m entorno c o n t i Z t a S Z
£■“ M K Z r S s StoTunafr SlMeS 3 13 eti«U !ta del Nue«> Mundo, rotulaban
mulato a un afroeuropeo, mientras qué er Buenos Aires o Caracas tal indi
- ^ v= £ í „ -= 5“ t i f i á i s ; viduo, en especial si había adquirid^ riqui za pe^onal y prestigio, muy bien
podía ser aceptado como ufi blanco Al m
smo tiempo, es esencial recordar
92

93
que los latinoamericanos, y en especial los argentinos, juraban lealtad a los Éstas subestimaciones del número de afronorteamerícanos en los E sta­
mismos conceptos y valores raciales sostenidos por los europeos considerando dos Unidos no fueron un fenómerio casual. Antes bien, se debieron a causas
que la piel blanca y el ancestro europeo eran los bienes más valiosos que que se encuentran en todas las km éricas. Tradicionalmente, la gente de
podía poseer una persona. Como descubrió el viajero sueco Je a n Graaner color tendió a ocupar las casas y vecindades menos deseables. Esto se veri­
cuando vistió Buenos Aires en 1826, los porteños “se jactan mucho todavía ficaba particularmente en las ciudades; las descripciones de la habitación
hoy, de que la sangre de sus habitantes se ha conservado tolerablemente . urbana en los Estados Unidos en el siglo X IX recuerdan cómo la gente negra
pura o con poca mezcla de sangre africana”.33 Sin embargo, si bien los se refugiaba en sótanos, casuchas abandonadas y edificios en ruinas, habi­
argentinos trataban de adherir tan estrechamente como era posible a las taciones consideradas inaceptables para los blancos.41 Las personas encarga­
pautas raciales europeas, la evidencia presentada por visitantes europeos a das de realizar los censos a menudo encontraban difícil ubicar esas unidades
la capital sugiere que de hecho, se habían desviado significativamente de habitacionales ruinosas y apartadas. Renuentes a aventurarse por las calle­
ella en especial en el área de atribuir la raza en los censos. Uno encuentra ja s ruidosas de las vecindades negras, y poco dispuestos a enfrentar la hos­
ocasional evidencia de tal desviación en las fuentes argentinas así como en tilidad de los habitantes, pasaban por alto a muchos residentes de tales
las europeas. E n un editorial de 1853 acerca de la escasez de servicio domés­ áreas. E l resultado fue la consistente subestimación del número de los
tico en la ciudad, el período La Tribuna hacía la sorprendente observación afronorteamericanos registrados en los censos de Estados Unidos hasta
de que en Buenos Aires “para cien blancos hay otras tantas o más de color”.34 el presente.
Este comentario, hecho quince años después de Un censo municipal que E n la Argentina existían cotidiciones análogas. S i bien las viviendas
ponía a la población de color en sólo un cuarto del total de la ciudad, resulta negras en Buenos Aires no pareí en haber sido tan escuálidas como en las
en verdad intrigante. ciudades norteamericanas, los afrsargentm os tendían.a habitar los distritos
E n eáte punto se debe introducir un nuevo factor en el análisis: la menos deseables de la ciudad. 1Jn centro de asentamiento negro era la
posibilidad de que }os censos de lá ciudad y que los registros de estadísticas ^párroquia de Mon§g?T^t, un bar io “oscuro y sucio” plagado de ladrones,
vitales no reflejen; exactamente las realidades raciales de la ciudad.íTa prostitutas y personajes ^el submi ndo.42 Los infamesconventillqs^ ima forma
confiabilidad de los; censos realizados en sociedades preindustriales, en gran de habitación de clase inferior sim lar a una barraca, aparecieron por primera
medida analfabetas, es notoriamente p ro b lem á tic^ L a sJ^ d en d a s en cober­ vez en Buenos Aires en Monsen at y en otras vecindades negras y fueron
tura, consistencia y exactitud en la información son endémicas aq lSs censos habitantes principalmente! por g snte de color hasta las décadas de 1860 y
del siglo X IX realizados en todo Europa y las Américas.35 Los censos muni­ 1870, cuando los afroargenjdnos í íeron expulsados por los inmigrantes euro­
cipales de Buenos Aires exhibían todas estas fallas y también otras. E l censo peos.43 Entonces muchos negros y mulatos se alojaron en casuchas en la
de 1806-7 fue administrado de m anera tan torpe que finalmente se lo debió vecindad sureña de^Barracas^a lo largo del contaminado Riachuelo. Los
abandonar incompleto.36 E l censo fue realizado nuevamente en 1810, pero censistas norteamericanos dèmos traron poca diligencia al trabajar en tales
varios distritos nunca fueron cubiertos, y las categorías de la información vecindades y no hay ning in a e' idencia que sugiera que los censistas de
reunida variaban tánto de una parte de la ciudad a otra que los resultados Buenos Aires fueran más conde) izudos.
debieron ser publicados separadamente por cuarteles antes que .en totales De particular importancia el considerar el desequilibrio sexual regis­
comprensivos. Los resultados del censo de 1827 nunca fueron tabulados.37 trado en el censo de 1827, en la c emostrada tendencia de los censos nortea­
E l censo municipaljde 1854 produjo una cuenta tan inferior de la población mericanos a subestimar la cantidi id de varones afronorteamericanos de entre
que fue repudiado oficialmente y se realizó un nuevo censo en 1855.33 Esto 15 y 35 años Las suBestimadñ ìésTdeTia cantidad de là población negra
fue particularmentje lamentable para los fines de éste estudio, ya que los frádiciónalm'énte han sido más jravès para ese grupo de edad y de sexo.
formularios del censo de 1854 pedían información sobre la raza, mientras Los análisis post-censo del censo de 1960, por ejemplo demostraron subesti-
que no sucedía lo mismo con los de 1855.39 maciones de casi el 20 por ciento para los varones de 25 a 29 años y del 18
Además de estjas fallas básicas, los censos de América del Norte y del por ciento para los de 30 a 34 ai os.^ffias razones para una subestimación
Sur han demostrado un a consistente tendencia a subestimar la rantiHaH A* de esta dimensión son varias, pe :o las principales son la alta movilidad de
la gente de color. Para tomar el ejemplo de los Estados Unidos, se descubrió los varones negros jóvenesj y su í recuente renuencia a mezclarse con repre­
q u e e l censo de 1870 subestimaba el número de los habitantes del sur en sentantes oficiales del gobierno di ¡ cualquier clase, sean censistas, cobradores
su conjunto, en especial a la población negra. S e halló que el censo dé 1890 de impuestos, policías u otrg _
había subestimado jel número de la población nacional afronorteamericana. Había amplios motivos para que los negros y mulatos jóvenes tuvieran
Los estudios-posteriores a los censos han revelado que en tiempos tan recien­ desconfianza de los censistas de Buenos Aires durante todo el período desde
tes como 1960, se hjabía subestimado el número de los afronorteamerícanos 1810 a 1870. Y a hemos ex amina lo los discriminatorios decretos de recluta­
en alrededor del 10 por ciento. Errores más grandes se produjeron en 1920 miento que imponían una carga desproporcionadamente pesada sobre los
1940 y 1950.40 afroargentinos. Virtualmente to los los censos realizados en la ciudad du-

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rante este período tenían como uno de sus propósitos la determinación de
están familiarizados con el debate acerca de los antecedentes raçiales de
potencial humano del que podía tomarse reclutas militares.45 E n realidad,
Bernardino Rivàdavia, el primer presidente argentino. Rotulado comó.blanco
tres censos de esclavos tomados entre 1819 y 1820 tuvieron a ese como su
en él censo de Buenos Aires de 1810, también se desempeñó como oficial en
único objeto, y ni siquiera se molestaron en contar á las mujeres.46Otro tanto
un regimiento de milicianos blancos. No ob stante, los rumores respecto de
ocurrió con un censo de 1833 de los varones de la ciudad.47
Si bien los hombres de color inicialm ente estaban más que dispuestos
a tomar las armas en defensa de la provincia, a medida que pasaron los
años de la guerra y la cantidad de los muertos afroargentinos se hacía más
y más grande, es razonable presumir que cierto número de negros y mulatos
^ y a ^ r g t a ^ . ^ e v i ^ a Jo sjp e iísisj¿ . y .4 e , esa manera el reclutamiento.
Esto habría sido especialmente cierto respecto del^ñs6"'de Í827, realizado
durante la guerra con Brasil, después de diecisiete años de guerra casi
ininterrumpida. También, como se verá en el Capítulo 7, las tasas de deser­
ción entre las unidades negras y blancas en las décadas de 1810 y 1820 eran
sumamente altas, mucho más altas que las tasas de mortalidad. Los deser­
tores en libertad en la ciudad sin duda harían todo lo posible para evitar a
. los censistas en 1827, ayudando a dar cuenta de la declinación en los índices
de mascuhnidad registrados entre ambas razas.
Una consideración final al evaluar la confiabilidad de los datos censales
4 $ lQá,aím^gen±inQs, es la compleja cuestión de definir con exactitud
\quién es blanco y ^ i é n n n lo esAHace tiempo que los historiadores han
reconocido la flexibilidad empleada en las sociedades latinoamericanas para
asignar rótulos raciales. Decir que un individuo es blanco no equivale nece­
sariamente a decir que es de; ascendencia europea más o menos pura. Se
han documentado numerosos casos de latinoamericanos de éxito económico
o político de raza m ixta que experimentaron una informal aclaración de su
raza social en reconocimiento de su condición superior.48 U na anécdota clá­
sica del Brasil ilustra este fenómeno. Un visitante europeo en una ciudad
colonial brasileña se sorprendió al ver a un hombre de piel notablemente
oscura desempeñándose como funcionario local. L e preguntó a una persona
de la ciudad si el funcionario, también hombre de considerable fortuna
personal, era mulato. L a persona contestó: “Lo era, pero ya no lo es m ás”.49
Si bien Brasil es la sociedad latinoamericana citada con mayor frecuen­
cia por la variabilidad de sus rótulos raciales, la misma tendencia existía y
existe en todo Hispanoamérica en mayor o menor grado. De hecho, en los
últimos años del período colonial, el gobierno real estableció un procedi­
miento por el cual los no blancós podían comprar legalmente rótulos raciales
y prerrogativas de la gente blanca. Gracias al sacar, como se conocía al
sistema, eran el intento de España de generar ingresos de una práctica que
se había realizado serena e informalmente por siglos en el Nuevo Mundo.50
Un número de importantes individuos, en la Argentina del siglo X IX ,
parecen haber sido de ascendencia m ixta afro-indio-europea, pero la sociedad
de la época los aceptaba como blancos. L a fam ilia Taboada, uno de los pilares
Bernardinu Kivudavia 1 178U-1&4ÓJ, je! prim er presidente de la Argentina.
de la oligarquía gobernante eh la provincia de Santiago del Estero, era
Se rumoreaba que la familia de Rivadavia im.(luía antepasados africanos, y
conocida en toda la Argentina por sus numerosos miembros de piel oscura.51
“doctor Chocolate” era uno de los despectivos mic tes que le daban sus opositores
José Bernardo Monteagudo, uri temprano patriota y luego ministro de Gue­
políticos. Este retrato probablemente datíe apro:•>imadamente del período de su
rra y Marina de Perú, se cree qúe tenía antepasados negros.52 Los argentinos
presidencia (1825-27). Fotografía, cortesía de Archivo General de la Nación.

96
97
sus ancestros africanoseran lo bastante persistentes como para que se le tos reciutaaos entre lísíó y 181«, el 32,0 por dentó de los hombres alistados
adjudicara el apodo de “doctor Chocolate”, entre sus opositores* políticos. Un eran trigueños. Durante la década de 1820, esto proporción se elevó al 37,8
inglés que escnbió una memoria anónima de su propia residencia en Buenos
por ciento-e incluso descendió levemente al 35,8 en la década, de 1850.
W durante la década de 1820, describió al presidente como de piel ós“ m a
. E l uso extensivo de este término inevitablemente resultaría en una
observando pasar que el aspecto de Rivadavia “ofrece a l g u n ^ S ^
disminución de una población afióargentina oficialmente documentada.
dades ^ hubiesen hecho de él una fácil víctima de 1( f S r i S S
Cuando se rotulaba trigueños a los jndividuos, ellos eludían la suposición
mgleses. E l historiador J . A. Rogers mcluyó a Rivadavia como uno de loa
automaticé de ancestro africano que les correspondía a pardos, morenos,
6n SU antol°Sía biográfica Great M en o f C o lo ré mulatos o negros. Habían logrado pasar a una categoría intermedia, que
^ — 1 E l estigma del ancestro africano era una pesada cruz que se debía
incluía a más que unos pocos europeos nativos.55 L a pregunto que se debe
\ de B ^ o s Aires; toda vez q u e T Pr e Í n L b a a responder es en qué medida es posible documentar la aplicación de este
d? enCÍma y de pasar 001110 bIanco>sólo nnapereona término racial a los afroargentinos. ¡Los datos de la Argentina y de otras
^ la hubie^ aprovechado. E s sumamente difícil documentar el proceso sociedades hispanoamericanas sugieren que la tendencia era fuerte y difun­
por el cual los afroargentinos dejaban la categoría racial negra o mulata v dida. Examinemos primero la evidencia de otros países.
entraban en la blanca, dado que una parte integrante de ese^m ceío e r£ la
La única sociedad hispanoameri a n a para la que existe una documen­
destrucción o el oscurecimiento de los registros relativos a la ascendencia tación abundante acerca del uso del Ormino trigueño, es Puerto Rico, una
f Ól° ^ aJ nvestl&actón exhaustiva y tediosa del ancestro de miles sociedad donde la mezcla racial prob; iblemente sea aún más predominante
de individuos p o tó a establecer de manera definitiva la t o s í ! l a c Z fc
que en el Buenos A ires del siglo X tíí. U na autora puertorriqueña, Elena
gente de raza mixta experimentaba una alteración de su condicióníacial Padilla, ofrece una explicación del té m ino. ?
n T ^ legal- Sm emh^ o hay una buena cantidad de evidencias indirectos
que sirve para sugerir tanto el mecanismo por el cual se producía pí ‘E l término ‘trigueño’ se aplica tu rto a las personas blancas que tienen
proceso como la frecuencia con que se verificaba. Pr°ducia el
pelo castaño o negro como a las de pi 1 de color bronceado u oliváceo claro,
y por extensión, a personas cuyo asp jeto físico los ubicaría como negros si
ese fuera el único criterio de raza. (( lomo no es así, se usa trigueño para
TRIGUEÑ O: N I N EGRO N I BLAN CO
evitar el término ‘negro’ para persona 3i de respeto, porque además de la raza
hay otros factores sociales y peijsonale 3i, toles como la riqueza y la educación,
Poco después de lá declaración de la independencia en 1810 emúezó a que determinan el valor y la posiciói i social de un hombre. No es correcto
Í S 61" T - T ? í ^ o Para denotar los antecedentes r a d i e s en los llam ar negros a personas de respeto.
m S ^ p S t 'S“5 ? , de £ F ? ™ “™ de Buenos Aires: E l término e f ^ r i Í & g >
literalmente, del color de trigo”. E l sentido rácial:.del t é r m in o S ^ a ío E lla agrega que ‘la s personas s<>>bre las que se habla en su ausencia,
quizás adrede. L a consulta de los ^ ccíra ^ ^ é S a ñ ó le s^ d ifa M tP lS fD fT i-i pueden ser llamadas negros, pero prob aiblemente se las describa como trigue-
rea aU-í° m° glüia definnpón racial. Las conyersacionés con cuatro liistoriado- ños en su presencia”.56 Otra literatura r
aiVntfíg' « j10* especializados en el período resultó en el consenso de que del ^^eñcucomo^uxwiltMfigic^aQgto ;por el cual los, afropuértorriqueños
° SCUr> 7 puede apÜearse a mulatos, mestizos, afroindios evitabán el estigma de su ancestro ífiricano.
é Uno de los personajes de La
europeos de tez morena (v.g., sicilianos, andaluces o portugueses) o cualonípr Vida de Oscar Lewis va de Puerto R co a vivir en Florida, donde descubre
otó” v T i l í ^ lof : ec<!dente- Así, la palabra que si bien se la consideraba uina trii frena en Puerto Rico, es negra en los
síemnrp nef s% a ».automáticamente ascendencia africana, lo que Estados Unidos y no puede visitar su hermana blanca cuando ésto es
slemP=|&sucede con los términos mulato y pardo q
internada en un hospital segregado, E l conflicto central de una novela
p p i ^ ? 011110 jr í ^ e n o drtuaím ente no aparece nunca en los registros autobiográfica de P iri Thomaá, n a c ii'o en los Estados Unidos de padres
adórnales pero, después de la independenda, se lo usaba con frecuencia en puertorriqueños, es su angustia por s<¡r el único hijo mulato en una familia
toles documentos como listas de internos de la prisión empleados 8 p 1* de cinco hijos. Finalm ente P iri abraze su propia negrura e insta a su padre
teb u W T ^ ^ ei? redutas del eÍércS l E i Capítido 7 contiene una mulato a hacer lo mismo. “Papá, ¿qi :é ' .tiene de malo no ser blanco? ¿Qué
tebukcion de la composición rad al de vario^egim ientos a r g e n tin o ír e ^ tiene de tan malo ser trigueño^”.58
todos durante las décadas de 1810,1820 y 1850 A u n q u T e s S £ Bf l '
¿Podrá ser el uso del ténm no t r gueño una causa de la continuada e
representantivas de la composición racial del ejérdto argentino dado que inexplicable declinación de la poblado«i de color de Puerto Rico, registrada
toeron tomadas solamente de regimientos en los que servían números simú en los censos desde 1860 hasta el prei iente? E sto evidencia sugiere el deseo
rW n °S afrof r^ent.11?os’ demuestran que trigueño era un rótulo ra cS l tanto de negros y mulatos como de blai eos de la isla de ignorar amablemente
e uso común en los registros de enrolamiento en el ejército. E n tres regimiem el grado del ancestro africano en la 1oblación; ¿ha hallado expresión este

99
Lbién, en las fuentes demográficas puertorriqueñas?59 Leslie Rout
532 de 750, un 70,9 por ciento. Agregar las trigueñas a la categoría de color-
í S S “ * ? qUe VmcU¡ ? J ? ^ rraino tri^ueñ0 con la subestimación había incrementado su representación ¿n un 40 por ciento y su número
nurgerode los afroperuanos. Estudios realizados en Péru en 1931 v 1935
^¿^descubierto que grandes números de indios y mestizos se autodescriben absoluto de muertes en dos tercios.
/Iemalmente, la lógica dicta que el róiulo trigueño de hecho estaría más
T Q:bi t nC° S Para ?.sfm es del censo>mientras que los afroperuanos tendían
a describirse wmo trigueños. Estos estudios proporcionaron m aterial para estrechamente relacionado con la condición racial de color que con la b lan cal .
que vanos e s tu d io s cuestionaran la exactitud del censo peruano de 1940 Es poco razonable suponer que en una qociedad tan consciente de la raza
como el Buenos Aires del siglo X IX , todo individuo que tuviera derecho a
Z en0S/ t m aenU> de la P°blación era c o m p u t a " “ negía S la condición racial del blanco aceptara;que se lo designara trigueño. E l
ÍL w Z ! de- 19,20, Nl?ara^ a establecía explícitamente una categoría de
t n g ^ io s que mclma a los afroeuropeos y los afroindios.61 término podía ser aplicado ocasionalmente a inmigrantes sicilianos y anda­
luces de condición baja que podían no tener conciencia de las connotaciones
im iirls ° ^ paTte de los Porteños del término trigueño parece haber del término, pero no parece probable que un porteño blanco voluntariamente
igualado su uso en los países mencionados anteriormente. Aparecen esclavos
trigueños regularmente en documentos de venta y de m m u S n v Z hubiese aceptado el mismo rótulo racial que se aplicaba frecuentemente a
las personas de color. E s mucho más probable que el término sirviera de
eel rBatallón
S l ó ^ 77edPde rLibertos,
w Str0S,el I?6,6
« tareS- ° e 121
por ciento eran trigueños, yhallados
otro 1 7para
ñor I manera principal como rótulo para aquellos afroargentinos y mestizos de
I piel más clara y con movilidad ascenderete quienes, por una u otra razón,
L o s r e i Z ? lo c!aros como Para se los clasificara romo bla^cos^2
Los registros de alistamientos contienen otros casos interesantes tales como no pulían entrar directamente en la cate goría de los blancos.
el de Francisco Jo sé Albarao, un trigueño nacido en B u e Z A ¿ ¿ que fre nCa evidencia disponible sugiere que 1)s afroargentinos aceptaron el uso
delJerm ino, aprovechándolo en un intenl o por dejar atrás su ancestro afri­
rS d o s S %C r r m 32 de Pard0S U h res en el ^ g b ^ ^ t o de L?nea de cano* así como hicieron los afroperuanos, puertorriqueños y nicaragüenses.
fln i ¿ 03, Yl^ T La<*ues, un porteño que se incorporó al Prim er Batallón
en 1854, faene dos registros de enganches que han sobrevivido: uno lo describe E n la s columnas sociales de los periódicos negros es dable hallar referencias
como tngueno, el otro como pard o^ aescnne a “encantadoras trigueñitas”.66 Estanisli o Maldones, un teniente coronel
tr - 1^ 1®te, J )tra indicación en eTsentido de que si bien se podía aplicar afroargentino que empezó el servicio mili! ar como soldado a los catorce años
tegueno a blancos y no blancos por igual, estaba más estrechamente r e l a c é en el Batallón Restaurador, una unidad af ^argentina del gobernador Rosas,
nado con la ascendencia africana de cuanto se admitía en general E n infor- fue descrito en su certificado de defunció n como trigueño, y el registro de
alistamiento del hijo de Maldones, Estani: lao hijo, también lo describe como
Z t Z T t 68 a??rca deI Hospital General de Mujeres, administrado jror el
gobierno cifras de muertes se publicaban en dos columnas, blancas v trigueño. Los papeles del alistamiento d e. baldones padre, que nos hubiesen
de color”. E n todo el período de 1856-75, las muertes de m u j S e s S 0Í servido para demostramos cómo se desig laba a su raza cuándo él contaba
catorce años, lamentablemente no se co iservaron.67 Un caso análogo se
í p f S Z 0161116 el df blancas, pero a partir de 1873, se tomó notable
produjo en otra familia m ilitar afroargent na, los Mauriño. E l capitán Fede­
Ese S o h i Z i fifiUal al mU,ertes ab-°argentinas superaban a las de blancas. rico Maunño era un pardo, nacido jen 182 8, ídjo del mayor pardo Feliciano
Ese ano hubo 166 muertes de mujeres de color contra 70 de blancas al año
sígnente 1886 contra 98, y en 1875, 180 contra 50. Dado que en a S s Mauriño. Sin embargo, cuando elj hijo <[e Mauriño, también de nombre
Federico, ingresó en el ejército, en 1882, fue anotado en las listas como
d ex?edente nun<* había sido tan marcado, los funcionarios del trigueño.68 j
on r í f t ^ £ Parentemer!tt ^ slntieron obligados a ofrecer una explicación y
^ Í S ^ g r o g a r o n al final ¡áe la tabla,.“en los libros del Hospital se ha E n su clásico estudio comparativo de las relaciones de raza en Brasil y
los Estados Unidos, Cari Degler profuso el concepto de la “escotilla de escape
Esta' admisión ^ s d e óratT
importancia, porque sugierelque si bien B é trigueños eran de una £ del mulato , un mecanismo social informi 1 por el cual los afrobrasileños de
racial que los hacia susceptibles de que se los contara como no blancos de piel^ más clara y de dotes y capacidades especiales, o de prestigio social,
hecho rara vez sucedía eso en los registros oficiales. E n un Z o S s S k d o podían entrar en los rangos de la socieda l blanca y escapar dé su ancestro
en que las trigueñas fueron contadas como de color, los encargados del africano.69 La categoría del trigueño sirvió a una función análoga en Buenos
registro aparentemente se sintieron obligados a estipular que se hacía eso Aires; en verdad, el sentido del término irigueño está captado en el título
de la obra de Degler, N either Black ñor White [Ni blanco ni négro!. ÍEsta
d X K c S ^ 61 Pr0Cedltalent° máS « » co lo d ra s" „ 1 a condición racial intermedia proporcijonaba ana avenida de escape, una salida
por la cual los afroargentinos podíanjaband mar su ancestro africano. Cuando
imP°rfcante n°ta r que para 1868, 1869 y 1872 (en'1870 v
1871 las cifras de muertes no frieron divididas por raza), las muertes afroa/ se compilaban y publicaban estadísticas demográficas oficiales en forma
iní ormadas P°r el hospital representaron 320 de un total de 635 dicotòmica, estos trigueños afroafge atinog eran elegibles para ser tabulados
el 50,4 por ciento. De 1873 a l h 5, las muertes afroargentina“ L n t ¿ 0n como blancos en lugar de párdos o i noren< Aunque por razones obvias no
puede documentarse este proceso, podernt s'Hipotetiza^ que se producía .en—.
100
101
5 6 por ciento (15 de cada 269) eran libres, lo que sugiere fuertemente que
las estad|sticasanuales publicadas en el Registro Estadístico en los períodos esos desconocidos eran en realidad inórenos. De los 62 africanos registrados
1822^25 y 1854-80, en'los que los datos demográficos se publicaban separa­ en la muestra, 29 no tenían una ráza registrada. S e los supuso morenos y,
damente para las poblaciones blanca y de color. Lo mismo pudo haber suce­ se los contó como tales a los fines del anáfisis. Dado que el grueso de los
dido con los censos municipales de 1836 y 1838, donde las dos cátegorías afroargentinos no tenían registrado el lugar de nacimiento, razonablemente ~
raciales eran los blancos y los pardos-morenos, y en el censo de 1887, donde podemos suponer que muchos m ás africanos están ocultos en la categoría
las dos categorías eran blancos y de color. Por lo tanto, mientras la categoría racial de afroargentinos desconocidos. Finalmente, la distribución por sexo
racial de trigueños nunca apareció en ninguna de las publicaciones demográ­ v edad de los afroargentinos desconocidos corresponde mucho más estrecha­
f ic a s de Buenos Aires, propongo que de hecho la existencia del término tuvo mente a los morenos que a los pardos. Entre morenos y desconocidos los.
\ un efecto directo sobre la exactitud de los datos raciales contenidos en esas varones superaban a las mujeres, mientras que entre los pardos, sucedía lo
j publicaciones, y que el efecto fue de una consistente, subestimación del nú- contrario. E l índice de masculinidad para los morenos era de 116,b, para
j mero de la población afroargentina, tanto en registrosde estadísticas vitales los afroargentinos desconocidos de 108,5, y para los pardos de 88,7. Entre
/ como en censos. los morenos y los desconocidos, la categoría de adolescentes de 10-19 anos
1-^.a E sta nueva terminología correspondía, naturalmente, a las realidades era el grupo de edad modal de 10 años, mientras que entre los pardos era
raciales de la sociedad de Buenos Aires. No olvidemos las observaciones de la categoría de jóvenes adultos de 20-29 años. E n suma, las características
los autores ingleses respecto del grado de mezcla racial de la ciudad. Una de la población desconocida1sugiere que estaba compuesta prmapalmente
rnirada a los registros de ingreso en el ejército de la primera mitad del siglo por gente de ascendencia africana más o menos pura y que por lo tanto ios
revela una sorprendente variedad de términos raciales. Además de los habi­ pardos en realidad componían un p ircentaje menor de la población argentina
tuales términos de blanco, pardo., mulato, negro, moreno, indios, mestizo y en 1810 de cuanto lo indica el cens >.fPor lo tanto, el p ro e jo de aclaramiento
trigueño, hay achinado, aindiado, bruno, entre blanco, algo blanco, negro de la piel entre la población negia sT estaba verificando a un rítalo más
fulo, zambo (una mezcla de indio y negro) y otros. Dado el proceso de mezcla rápido de cuanto lo sugiere juna siñiple comparación de los censgs¿
racial sugerido por estos términos, parece innegable que números crecientes E sta conclusión está réspaldí da por los registros del alistamiento. E l
de los porteños podían pretender ancestro tanto africano como europeo y tal cuadro 5.4 indica que entré 1810 y 1820, los pardos fonnaban sólo el 19 9
vez también amerindio. Cuando ja s r ^zas se tomaron más entremezcladas, por ciento de los alistados afroargentinos. Cuarenta anos más tarde, ellos
las barreras racialesjse t o ^ ^ o n creciente.mente m ¿ d efim d ^ ri^ s esclavos ’ formaban una mayoría, el 51,1 p$r ciento. Ese proceso de a p a g ó n
blancos que no eran raros en el sur de los Estados Unidos, no eran ninguna niel de los afroargentinos puede vérse en proceso en el censo de 1827, donde
rareza en Buenos Aires tampoco. Los avisos de periódicos y documentos el 20 por ciento de los hijos ¡de jefe s de fam ilia morenos eran descritos como
relativos á esclavos iy libertos a veces se refieren a los “mulatos blancos”. pardos. E l dos por ciento de los hijos dejefes de fam ilia blancos eran pardos.
U na manumisión dé 1803 de un esclavo de dos años .lo rotula como a un tParece ser, entonces, q[ue l a : nezcla de razas se estaba produciendo en
“mulatillo”, pero luego sigue describiéndolo como de pelo rubio y de color escafesignificativa y que, jim tam mte con el uso de una terminología racial
blanco. Su madre era una parda.70 U n caso semejante se presentó en 1806, ambigua ello conducía a que n i meros correspondientemente grandes de
cuando una viuda liberó a dos esclavos mulatos, ambos blancos, con pelo afroargentinos fueran contados cómo blancos en los registros demográficos
lacio.71 E n 1840, unj aviso en un periódico requería información acerca del oficiales? Este punto sólo puede c mjeturarse. No se lo puede demostrar en
paradero de la liberta fugada U laliá, a la que se describía de color blanco.72 forma’«refutable dado qub la ú n ca prueba conclusiva, histonas familiares
Otro aviso, aparecido en 1835, se refería a una liberta fugada “de color pardo extensas que demostraran |el can ibio racial en la sociedad portena durante
blanco”.73 Tina Beck-Bemard recuerda una anécdota referente a “una mulata varias generaciones, es incjbtenit le. Todo lo que se puede hacer es intentar
blanca de una rara belleza”.74 señalar las contradicciones; y disci epancias en las fuentes oficiales, y realizar
Una comparación de los censos de 1810 y 1827 muestra m ía defiñida. ocasionales deducciones utilizan«: o datos oficiales como base. Estos registros
decoloración de la piel. d§ los afroargentinos. Refiriéndonos nuevamente al revelan una continuada aclarad in de la piel de la población de color, pero
cuadro 5.2, y excluyendo a íos afróárgéñtinos de raza desconocida de los por supuesto no nos dicen nada a » re a de la transición de los afroargentanos
cálculos, descubrimos que los pardos formaban el 35,1 por ciento de la pobla­ a la categoría racial blanda. U ná vez que un afroargentmo abandonaba la ;
ción afroargentina ejn 1810 y el 42,2 por ciento en 1827. Sin embargo, estas categoría parda-morena, se torm ba imposible r e a m a r l o e s t a r c i e n t e
cifras son un tanto d¡esorientodoras, ya que el peso de la evidencia disponible a esta casto. Por propósitos de anáfisis demográfico, él o ella se habían
sugiere qué los afróargentinos desconocidos en 1810 éran en su mayoría
convertido en una persona blarn a. . ' . . . >
morenos. L a población de pardos en 1810 era predominantemente libre, E s por lo tanto milteorBvCp: e, si bien la población ^ ^ g ^ t ^ to ^ a w
mientras que los morenos eran predominantemente esclavos: el 63,2 por una salud demogrMca’ demóstr iblemente menor 9 ^ lo ^ b l^ ro s durgite j
ciento de los pardos eran libres, mientras que sólo el 13,3 por ciento de los ■ Iá primera mitad del siglo & X , L is diferencias entre los índices demográficos ^
morenos eran libres. Entre los afroargentinos de raza desconocida, sólo el
103
102
para las razas siM;ffi¡ican,ga parto por la8 defjsjencias spsMchadas o demos- Cuadró 5.6. Número de nacimientos y muertas blancos y de color en la ciudad
. . de Buenos Aires, 1822-25 y 1854, 1856-87.
^ Q s t a s deficiencias se evidencian en el h e c f i o ^ i ^ r S S r I T E r
lúgubres conclusiones que deben extraerse de los cénsos de 1810 y 1827 la
1822-25 1854.1856-87
d,irante “ el Pei* a ° entre Nacimientos Muertes N/M
1800 y 1840, desafiando los índices dados por esos dos censos. Podémos -
Nacimientos Muertes N/M
sospechar, entonces, que el determinante más importante que subyacía en
la d e c W ió n de ía población en el período 1838-87, no toeron las balas Blancos 8.337 6.463 1,29 12.834 ' 5.578 2,30
w f ^ n t na^ l ad m 33 ^ de morfcali<iad (aunque estas De color 3.192 3.517 0,91 1.671 1.147 . 1,46
r- b?eiaente contribuyeron a la declinación), sino antes bien al traslado estadís-

Fuente: Registro Estadístico de la Provincia de Buenos Aires, 1822-25, 1854,


c i ó n T ^ Í S & ^ a f a^ ci?fíales aP°yan esta conclusión. Primero, la dedina- 1856^87.
• f f Pr0dí j 0 daspués de 1111 P®«fa*> de cincuenta años en que El año 1855 no se incluyó en este cuadro porque las cifras de la mortalidad no
la población afroargentma de la ciudad había registrado un continuado se publicaron por raza ese año.
crecimiento, en números absolutos. No hay ninguna razón aparente para
pensar que esta pauta de .crecimiento deba haberse alterado en décadas
•postenores. Al contrario, los afroargentinos posteriores a 1850 exhibieron
una mejor salud social que los de la década de 1820. Aunque la comunidad haber declinado su dimensión desde la d¿.cad a de 1820. Podemos notar esta
anomalía como otra de las preocupantes c:(ntradicciones que tanto complican
d S d a d ^ lft^ fntad° ^ 6^CeS° de muertes sobre los nacimientos en la
S í d * 18f P f 6“ Ser^ e para 1837 56 Pr°dujo un cambio. Ese año los las fuentes estadísticas porteñas en el ái ea de la raza. Uno se pregunta si
+ í ^ ? t° Sde- c°lor excedieron las muertes, lo que resultó en una modesta la pauta de crecimiento registrada Ipor la población de color en los informes
tasa de crecimiento del 0,6 por ciento. La tasa de crecimiento blanco de ese de 1854-57 de alguna manera estaba r elacionada con la decisión de los
ano fue del 1,7 por ciento.75E n la década de 1 8 5 0hubo un sahidableéxcedente encargados de registros de la provincia, en 1858, de dejar de publicar los
totales de nacimientos anuales poif raza, A partir de ese año, sólo las esta-
de 1 8 5 ^ ^ ^ ! T l atoS ^ laS muertes-De hecho, para la década
de 1850, la comunidad afroargentma tenía una tasa de crecimiento más dísticas de muerte y matrimonio siguie:■]on separándose en las categorías
1820qmmn h^ í abía í®mdo la P°blación blanca durante la década de blanco y de color. Por lo tanto, no tenemios m anera de saber si la tendencia
1820, como lo mdican las proporciones de nacimientos respecto de las muertes de crecimiento de los afroargentinos contil lúa
i a l mismo nivel, si se intensificó,
S*®* E ! hech0 f e * * el Hegisbo Estadístico no p u S a l S o si declinó. \
estadísticas de nacimiento por raza después de 1857 impide é l cálculo de Los totales de muerte y de mátrimo:ipio (ver cuadros 5.7 y 5.8) indican
que la población afroargentiná de lsj chidajl mantuvo una dimensión bastante
a í e C r S T T 63 ^ ldf f (f áBa de 1860 y 187° * E s obvio sin embargo
v í ? de. crecimiento dje los blancos excedió la de los negros y mulatos , constante en todo el período de 1850 a L870, aunque descendió en forma
y esta diferencia, combinada con la masiva inmigración europea significó notable en términos de porcentaje. L a dec inación en muertes y matrimonios
S i a ? °b!at;lón d5 c?lor «fteba destinada a formar una p ro p o rc ió n a la /3B P fiegros y mulatos después de 187¡0 coin nde con las observaciones de los
to S*1f 6 i aC^ d a d - t o n c a d a declinación con el paso de los años E n ^o * historiadores argentinos, quienes rotulan 1a guerra del Paraguay de 1865-70
la década de 1820 los afroargentinos habían dado cuenta del 27,7 por ciento V,. y la epidemia de fiebre am arilla dé 1871 en Buenos Aires como dos golpes
de los nacimientos de la chidad y del 35,2 por ciento de las m u e C te sT to “de gracia para los afroargentinos. I¡fo se c ispone de ninguna documentación
estadística respecto del impacto de cada uñó de estos aCóntécimiéñtos. La
to¡Ty del**17 l ^ í c ^ 6 f85¡? dl,eron 0116111:3d ol11,5 por ciento de los nácimien-
tos y del 17,1 por ciento de las muertes. U n fenómeno con implicaciones integración en 1853 del ejército a s e n t ir o significó que sólo dos batallones
más senas para los afroargeñtinos fue el hecho de qué su número absoluto compuestos totalmente por hoinbrés dé ( olor sirvieran en la guerra con el
y mYertes ■ bía declinado marcadamente en esos treinta Paraguay, y yo ño pude conseguir sus listas, si es que los;documeñtós se
anos.^ Multiplicando los totales de la década de 1850 por 1,33 paro agregar han conservado. E ñ lo qué concierne a la desastrosa epidemia de fiebre
nn ano extra (dado que los totales de la década de 1820 representan cuatro am arilla, de las 23.748 personas que mXVieron1 ese año dé 17:729 se conocía
anos) se demuestra que m ientras los nacimientos blancos se hábían más la réza, y de éstos sólo un número des¡i isadamente pequeño, 268, fueron
registrados como afroargentinos.7* E s dé dudosa significación estadística,
m ^atos h l t ^ 6 de0 1820’ el número de nacimientos n "
S ? ™ 8 ^ bí descen(bdoI en un 30 por ciento. Las muertes se habían redu­ pero de todos modos interesante, observ.■;ir qué un pequeño brote de fiebre
do en más que la mitad. Si bien la comunidad estaba creciendo, parece am arilla de 1858 se llevó 141 vidas; de las cuales sólo dos eran negras.77Los

104 105
Cuadro 5.7. Integrantes de matrimonios por raza en la ciudad de Buenos Aires nada sobre la salud, el número de hijos por mujer, etcétera, de la comunidad.
1858-76. 7
Parecen haber existido bastante jóvenes hombres y mujeres activos que
trabajaban en los periódicos, lols clubes sociales y las sociedades de ayuda
mutua de la comunidad, y^paia formar sustanciales concurrencias a los
Porcentaje bailes y las fruiciones sociales) fen verdad, como se verá en el Capítulo 10,
Blancos De color No especificado Total de color3 los periódicos y los escritos afroargentinos del período 1880-1900 demuestran...
1856-60 notablémente poco interés por ¡la situación demográfica en erosión de la
8.207 448 153
1861-65b 8.808 9,2 comunidad, aunque estaban profundamente preocupados por su situación
8.073 308 585
1866-70 8.966 3.7 socioeconómica siempre subordinada. Tan indiferentes parecen haber sido
14.592 • 427 1.169
1871-75 18.188 2.8 respecto de su declinación demográfica, que nuevamente uno debe pregun­
18.297 155 18.452 0,8 tarse si en realidad la comunidad estaba desapareciendo con tanta rapidez
y de m anera tan completa, comoáfirman los censos, los registros vitales y
los. autores argentinos blancos.| Este Capítulo ha tratado de demostrar que
^ e n te ; Registro Estadístico de la Provincia de Buenos Aires, 1856-78 no era así, y que en realidad los" afroargentinos seguían existiendo aun
Columna calculada excluyendo del total la columna no especificada cuando se los rotulara como tiiguenós y blancos. La pregunta, entonces,
b Faltan las cifras para 1862. •
debe ser no por qué desaparecí eron los afroargentinos, sino más bien por
qué se escribió y se habló tanto >acerca de su extinción y del hecho de que
su comunidad se redujera a la n ada, cuando en realidad siguió creciendo en
todo el período en que se realiza ron censos. ¿Por qué se afirmaba la desafea
Cuadro 5.8 Muertes por raza en la ciudad de Buenos Aires, 1856-76. rición, cuando en realidad la con unidad afroargentina estaba aún muy viva?j
Las respuestas a estas pregunt is se hallarán en el capítulo siguiente.

Porcentaje
Blancos De color No especificado Total de color3 1. John Brooks, comp., The 197p South American Handbook (Bath, Inglaterra,
1975) , p. 32.
1856-60 11.539 . . 2.084 1.820 15.443 is a 2. Magnus Momer, comp. Race aind Class in Latin America (Nueva York, 1970),
1861-65b 12.588 2.283 3.248 18.119 ' 1S 4 pp. 32, 47-48.
1866-70 26.526 2.375 3.348 32.247 &9 3. Leslie B. Rout, The African Experience in Spanish America (Cambridge,
1871-78 37.137 1.953 7.184 46.277 5,0 1976) , pp. 205-14,278-fÍO; y Fr^derick P. Bowser, The African Slave in Colonial
Perú, 1684-1750 (Stanford, lí 74), p. 334.
4. Rout, African Experience, p 306; Rollie Poppino, Brazil: The Land and the
Fuente: Ver Cuadro 5.7. Peopie (Nueva York, 1968), p 198; Howard I. Blutstein y otros, Area Hand-
3 Columna calculada______
extendiendo del total la columna no especificada. book for Cuba (Washington, D.C., 1971), p. 76; y Náthan Glazer y Daniel
b Faltan las cifras para 1862. Patrick Moynihan, Be^ond tht« M eltingPot(Camí>ridge,Mass., 1964) p. 133.
5. Wbodbine Parish, Buenos Aib■es y las provincias del Río de la Plata, trad.
Justo Maeso (Buenos Aires, Ij958), pp. 178-79, 605.
6. Citado en Ricardo Rodrigue: Molas, “Negros libres rioplatenses”, Buenos
afroargentinos no ¿arecen haber tenido una vulnerabilidad especial a la Aires: Revista de Humanidac es 1 (septiembre de 1961): 110.
y SUS ^ egadas de mortalidad durante la epfdemia 7. Domingo F. Sarmiento Confí Icto y armonía de las razas en América, 2 vols.
no pueden d ^um enW se mediante ninguna fuente. Sin e m b íg o dos d S (Buenos Aires, 1900), 1: 72--73, 76.
w ^ ení S de la comunidad, la muerte y él matrintenió demos­ 8. Segundo censo de la Repúbliép Argentina: Mayo 10 de 1896, 3 vols. (Buenos
traron m acad as declinaciones absolutas después de 1871 de modé míe tal Aires, Í898), I: xlviii, 2: xlv, : :lvii.
vf . ^ ePldemia peiqudicara mucho a la comunidad - QUe ^ 9. Juan José de Soiza Reiíly, “Ge nte de color”, Caras y Caretas, .25 de noviembre
de 1905.
10. Máximo Simpson, “Porteños le color”, Panorama, junio de 1967, pp. 78-85;
y Luis Grassino, “Buenos Airjis de ébano”, Revista Clarín, 5 de diciembre de
información acerca di la distribución de de modo q L T S e m o s S 1971.

107
11. J^ g istro estadístico de Buenos A ires 1858 1*67
26. Florestan Fernandes, The Negro in Brazilian Society (Nueva York, 1969)
pp.'69-709, 71.
13. Un estudio de les registres 27. Goldberg, “La población negra”, pp. 80, 87.
precios más altos se pagaban por los e s c l a v T l £ SU81ere que los 28. Todas estas fotos son de la re vista Garas y Caretas; “En honor del Cuerpo de
investigación que actualmente Bomberos”, 2 de febrero,de 1900; “Las víctimas del calor”, 10 de febrero de
Eduardo Saguier debería proveer fín a lm ^ ffíV el historiador argentino 1900; “Elección de Diputados Nacionales en la capital”, 17 de marzo de 1900;
14. Ver Capítulo 4, n. 46. c i m e n t e datos sólidos al respecto.
23 de agosto de 1902; “El Asilo de las Mercedes”, 20 de mayo de 1899; “Los
premios a la virtud”, 2 de junio de 1900; “La semana santa”, 13 de abril de
1901; “Concurso de tiros de batallories de línea”, 1 de diciembre de 1900; “El
15 -
Día de Difuntos”, 19 de noviembre jde 1901; y “El último expósito del siglo
16. Henry S. S ^ c k ^ Ja c o f^ Í s L g e ^ y pasado y los primeros niños que nacieron en el siglo XX”, 12 de enero de
1900. Para asegurarme de que a estos individuos se los consideraba afroargen-
17. of tinos según las pautas porteñas, así ¿orno las mías propias, mostré todas estas
Aires, 1810-1840” D esam llo E e m T ^ de Ia ciudad <¡e Buenos fotos a amigos y colegas argentino^, quienes estuvieron de acuerdo en que
18. Ibíd., p p .8 8 n 37 ß 9 5 .T r ifi5 effl^ DK<^ (abril-junio de 1976); 90 n 41 los sujetos exhibían evidencia visible de ancestro africano.
19. Ibid., p. 87 „. 36, p 95 7 P»r Goldberg al autor. 29. “¿Por qué se llama ‘La Broma’?”, L¿ : Broma, 17 de octubre de 1878, pp. 1-2.
30. Alexander Gillespie, Buenos Aires ; r el interior (Buenos Aires, 1921), p. 65.
berg!% a1p ^ S t ’n e ¿ ”Uglere q“e COnsuIte eI « « le n t e artículo de Gold- 31. Samuel Haigh, Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú (Buenos Aires, 1920),
21. José Luis Lanuza, Morenadá (Buénos Aires, 1967), p. 96, p. 26. ?
32. Goldberg, “La población negra”, p. M.
22' I S r ^ S L r d Z ^ r u ¿ „ 9Uel^ afH,C“ a d e 2 <>ad» ^ a rce lin a 33. Emiliano Endrik, E l mestizaje en C órdoba, siglo XVIU y principios del XIX
(Córdoba, 1966), p. 3. i
(AGN-X-26-2-6). Ver cémo a A n a ^ m e r i ? T “ 11“8 3 ‘a h¡ja de Alfaro
llegada en 1831 (AGN-X-31-9 5) Veri . Ie otorgó una ¡¡berta recién 34. “La moral doméstica”, La Tribuna, 11 de octubre de 1853, p. 2.
35. Para un panorama de estos inconve nientes, ver Shryock y Siegel, Methods
llodb
l a f ddel
eT l“
africano Constantino n„i;„ oí y o >». ver la petición en and materiale o f Demography, Cap. 3.
36. Nicolás Besio Moreno, Buenos Aire ?; Estudio crítico de su. población, 1536-
l ^ ^ ^ e ^ d 0 a su amo pbr seis años (A G N ^ 3 3 3 i&n después de
bsta de 1836 de los libertos c a p t e a t e dS f ’ ®4’ foli° 10)' Ver Ia 1936 (Buenos Aires, 1939), pp. 342?43.
entonces estaban sirviendo en r L m i ! l c !• gU6ITa con Brasi^ que 37. Karla Robinson, candidata al doctorado en la Universidad de Carolina del
91, folio 140). regimientos argentmos (AGN-X-33-2-8, libro Norte, ha emprendido la tarea de tab dar el censo de 1827; las cifras contenidas
en la Tabla 5.1 son sus resul ados p reliminares.
de del censo de Córdoba 38. Besio Moreno, Buenos Aires, p. 350
39. Algunos formularios completados p¡ ira el censo de 1854 pueden hallarse en
AGN-X-42-8-5 y 42-6-5. i
libros 299-301); el c e io de 1844de f rd°ba ,(Archivo Histórico de Córdoba 40. Farley, Growth o f the Black 'popula iion, pp. 24-25,66.
41. Richard Wade, Slavery in the Citie 5 (Londres, 1964), pp. 78-79; Ira Berlin,
laProvinciadekt“Zs(¿Wem: Rfos Slaves without Masters: The Freè . legro in the Antebellum South, (Nueva
y 1862-63 de Montevideo (AGN M o n t e v i d e o 7 l0S Censoa de 1836
York, 1974, pp. 253-59; y Le m F. I itwack, North o f Slavery: The Negro in
personas nacidas en B u e i f a S * * 146' 49- 466' 25™ 8>- Las
los censos de Córdoba y E¿tre Ríos ñero 1? munainente representadas en the Free States, 1790-1860 (Chicagi, 1961), pp. 168-69.
42. Francisco L. Romay, E l barrii de M mserrat (Buenos Aires, 1971), pp. 61-63.
ficativo en el censo de Montevideo,’lo que s u m e r e ^ 6^ 63 en,número si^ - Las instrucciones policiales d irante la década de 1820 indicaban a los patru­
migración entre las dos ciudades p e r t u z a ? f i S T * 7 ^ reCÍproca de
lleros que ejercieran una vigilancia espfecial de esa área (Alfredo Taullard,
gración, por supuesto, no dice nada d e S i ! í * 6 eStudÍar Ia
Nuestro antiguo Buenos Airès, Bue: ios Aires, 1927, p. 320).
Buenos Aires y luego reg resab an fu Í 37^
43. Romay, E l barrio, p. 63; y Miguel An %e\Scenna, Cuando murió Buenos Aires,
1871 (Buenos Aires, 1974), pp. 81-8: !, 109;
25. Ä/d^p. 5 8 ° ^ l í f n ^ e Ck^ 0PÓIT¿°nt PP' 49‘51’ 61' 62' 106“8 44. Shryock y Siegel, Methods a id maierials of Demography, p. 261; y Farley,
1973), p. 180. ^strom, The Other Bostonians (Cambridge, Mass.,
Growth o f the Black Populat on, p. 56.
45. Besio Moreno, Buenos Aires, p. 342.
108
109
46. Ver los censos encabezados “Relación de los esclavos aptos para armas ” <»n 74. Lina Beck-Bemard, Cinco años en la Confederación Argentina, 1857-1862,
AGN-IX-10-7-2, 9-5-3, 18-8-11. trad'. José Luis Busaniche (Buet os Aires, 1935), pp. 180-81.
47. AGN-X-31-11-3. 75. Góldberg, “La población negra” , p. 95.
48. La literatura sobre la cuestión de la raza en América Latina es extensa Las 76. Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, 1871. Los certificados de
• obras básicas de consulta son Magnus Mómer, Race M ixture in the History defunción originales por la epidemia están eh AGN-X-32-6-7.
(Boston>1967>5Carl Degler, Neither Black ñor Wfeíte'ÍNuevá 77. Registro Estadístico de Buenosfiires, 1 8 5 8 ,1: 82.
York 1971); Hairy Hostink, The Two Variants in Caribbean Race Relations 78. Censo general de población, edificación, comercio e industria de la ciudad de
(landres, 1967); Charles R. Boxer, Race Relations in the Portuguese Colonial Buenos Aires, 2 vols. (Buenos Aires, 1889), 2: 57.
a rT 1^ 6 (0xford>Liglaterra, 1963) y Rout, African Experience.
49. David W. Cohen y Jack P. Greene, comps., Neither Slave nor Free: The
Freedman ofAfrican Descent in the Slave Societies o f the New World (Balti­
more, 1972), p. 113.
E *™ ^análisisdegraciasalsacar, ver Rout, African Experience, pp. 156-59.
¿ “k® Galperin Donghi, Revolución y guerra (Buenos Aires, 1972), p. 57
oz. Kout, African Experience, p. 171.
S Cinco 3003 en Buenos Aires (Buenos Aires, 1962), p. 105.
5Í* t? A', , 6K| Great Men o f Color, 2 vols. (Nueva York, 1972), 2:187-91.
5. En el Archivo General de la Nación y en el Archivo General del Ejército
encontré los registros de alistamientos para españoles e italianos que eran
descritos como trigueños.
56. Elena M illa , Up from Puerto Rico (Nueva York, 1958), pp. 73-74, 75 Mi
esposa, Roye Wemer, proporcionó la información para esta y posteriores refe­
rencias en Puerto Rico.
57. Oscar Lewis, La vida (Nueva York, 1965), p. 619.
58. Piri Thomas, Down jThese Mean Streets (Nueva York, 1969), p 147 :
y ^ °y nihaiH Mel^ 8 Pot, p. 133. Ver también Thomas G. Mattews
lh e Quezon ofColorin Puerto Rico”,enRobertBrentToplin,comp.,SJaverv
and Race Relations ip Latin America (Westport, Conn., 1974), especialmente
las páginas 301, 316-17, 319. -.
60. Rout, African Experience, p. 222.
61. Ibid, pp. 264-65. \
62 g í ? S7alÍStamÍentos i “eron to“ *“*03 de AGN-m-59-1-1,5&-1-6; 59-2-1,59-2-4,
59-2-7.
63. AGN-m-59-1-1.
64. AGN-m-59-2-7.
65. Registro Estadístico de Buenos Aires, 1875, p. 157.
66. Ver,* por ejemplo,
-j — «la descripción de “una hermosa trigueñita con labios de
, 7 A°rixí y dle^ s de marfH” (“Unas feas”, E l Proletario, 4 de mayo de 1858, p. 3)
67. AGE, Archivo de Personal 14991.
68. AGE, Archivos de Personal7849, 7850.
va ^?agIer’ ^ e} tiler B^ac c nor White, pp. 223-32.
• GN, Registro 5,1802-3, folio 398. Lyman Johnson proporcionó estas referen­
cias y varias otras posteriores.
71. AGN, Registro 5,1806-7, folio 157.

i r o * “ en'd kìo de ia piata” Tod°


• 3
73. Lanuza, Morenada, p. 23.
6 .

POR QUE DESAPARECIERON


LOS AFROARGENTINOS

^ se sostuvo que la declinación demoimSfi«i rf»


k población negra g u ía te — • ----- -------”»
irires lu^aceierada artificialm ente ■/
mediante e l uso engañoso 3 e l á s estai la ic a s oficíalest^Sm embargóTesais ? ¿ u fi'Á lC J
s í ' K-
ested isti.cas.h alí.^ co ^ jrmacióñ e n la ¡frecuentes observaciones de histo-
análisis
de la inminente eBm cíón d é la c o f e d á a d e c o lo ra ría ciudad eran
a c ^ ñ t r , 03 escnt0/ ?el ?erí04 « * como-reflexiones sobre e S
e n T f A ^ n I f n í S? PanC1Ón^a -apT :id° re^ larm ente hasta el presente
® l a - ^ S entm a. Como en el caso de [las estadísticas, se debe sospechar
de perjurio histórico. L a evidencia coi ¡tra tales observaciones va ha gidn
«Aceitada en el Capítulo 5 r ia freculente a parición de afroargentinos en foto-
grafías,_l£Lcon^u.ada vitalidad de h comunidad ta l como se expresaba
en_sus,numerosos periódicos v ~ s ^ jg
desudé ayuda mutua^e t c é t e r a J Se
tra ta rá en profundidad la h istoria de a comunidad, en la segunda mitad
n a r f S ^ ^ í f f CaPítulos 8-10> ^ g u e jqjjciueda
u e d a por establecerse es el motivo
P ^ a ^ ^ i e ^ f ó r z o g j ^ h a c e r desapa -ecer a la comunidad antes de que
la- 'de e s e 'i^ v d ^ m e r e niie
I ^ S d a d x q M .s e e ^ d Ú Ú Z
se la_escribió,_quiénJatetenbió,Jy cpn. ^ u éjin es. ........ ............
-grado de estim a: o la falte
eos sus compatriotas blan-
co mo en-el resto de t ó á m é n c a sria
]& £Í??5¡3® P: e ro scu ra con TaüSBchción social
^ ?i r ; ^ c K ó ~ 6 h iH a ó ^ fá n libVés, Tos
^ a r g e n t i n o s ocupaban u na posición Caramente subordinada en la ciu-
dad, y sólo en raros casos ■los individuo s lograban elevarse por encima de
la condición social y eoinÓmica1 la qc e los asignaba su color
:j
E l tem or aum entaba este prejuicio L a sociedad blanca reconocía que
I

113
las victim as de ta j discriminación no podían dejar de n u trir resentí™ W ™ y que una persona desconocida había colocado carteles por la ciudad pro­
c5.ñtra aquéllos¡ ■que. v
clamando una próxima revoluciójn que h aría iguales a todos los hombres.
« ? * & y se beneficiaban con.elIosv Buenos A ires récibía' r l i S ^ ^ t e A pesar de la falta de pruebas contra ellos, los europeos fueron declarados
noticias de esclavos y negros libres que se sublevaban en el extram ero * culpables y proscriptos del imperio, m ientras que el americano fue senten­
La nerviosidad de los fiincionarios y oligarcas locales por la posibilidad ciado a diez años de trabajos forzados.3
de que ocurriera ta l rebelión en Buenos A ires, surge con claridad en las A pesar de los temores de lo(s blancos, la población negra de Buenos
frecuentes qu^ as relativas a las danzas callejeras de los áfroargentinos ' A ires exhibió una tranquilidad (aparentemente imperturbable durante
Las protestas del Cabildo an te el virrey, una de las cuales se cita todo el período del régimen esclavista. Apárte déla*breve inqñietud^e
sivamente en el Capítulo 9, argum entaban que las danzas brindaban una 1806, no hubo una sola revuelta hi intento de revuelta entre los esclavos
oportunidad para que los negros libres y esclavos se reunieran y comolo- o los negros libres de la dudad.!Por qué esto debió ser a s L ñ o 'e T c lá ro.
W 11 re*?eIlón contf a los blancos. L a inquietud de la elite tam bién se Ningún observador contemporáneo se sintió nunca obligado á explicar la
Con £ r u dl f ^ tei l a ?n7 asión y ocupación inglesa de la ciudad en 1806 carencia de revueltas en la ciudad pero de haberlo intentado, probable­
Con la llegada de los británicos, se difundió entre la comunidad dé color mente hubiese^señalado el trato relativam ente benigno que se les daba
el rumor de que estaba próximo el fin de la esclavitud. Preocupado por a los esclavos.\Los rioplatenses y los extranjeros por igual repetidamente
la consiguiente inquietud entre los esclavos, el m u n icim W eleló a uno comentaban la 'naturaleza bondac osa de la esclavitud urbana de la capital,
de sus miembros para que persuadiera al comandante británico a aue én especial comparados con los horrores de las plantaciones caribeña|£Él
B ¿ e S ! r d aaa 1W negT 7 mulatos Potencialmente rebeldes. E l general inglés Em eric Vidal informó que ‘ ía esclavitud en Buenos Aires es libertad
Beresford am ablem ente emitió un comunicado informando a la ciudad perfecta comparada con las de (tra s naciones”. Vidal informaba a sus
que no tenía ninguna intención de abolir la esclavitud r q u e t d S los lectores que los esclavos de la ci idad a menudo estaban mejor vestidos,
esclavos debían continuar sirviendo a sus amos como antes A s fc u iid o alimentados y albergados que k s blancos pobres, y que él había visto
tarde l0S n °Platenses expulsaron a los británicos de la varios casos de esclavos que prefe rían rechazar la libertad antes que dejar
S 10 í Icieron ? y ^ a dos por cientos de tropas de n e g ro s T mulatos la comodidad de los hogares de s ís amos.4 Woobine P arish coincidía con
iíd ! ? lav?s>qaienes combatieron con arm as que les había proporcio Vidal, sosteniendo que en todo Hispanoamérica “la esclavatura lo fue
I 6" Capítul0 7)- Pero ™ a vez concluida la S a los siempre m ás en el nombre q ue en a realidad”.5 Los autores e historiadores
miembros del Cabildo se sintieron incómodos a l pensar que había tantos argentinos repitieron este tem a di irante los siglos X IX y X X . E l presidente
potenciales rebeldes que andaban armados por la ciudad ¿ to ta Bartolom é M itre (1862-68)| descr bió a los esclavos como a “colonos” que
anunciaron un decreto agradeciendo a los esclavos por s ¿ s e ^ i c i o ^ la eran tratados con indulgencia p<ir sus amos y a los que rara vez se los
nrnnftd * sol*clt ^ doj J a ¿evolución de todas las arm as que la-ciudad había hacía trab ajar mucho. E n un artíc alo de 1883 acerca de los afroargentinos,
el autor Vicente Quesada descril ió las relaciones entre amos y esclavos
de Buenos Aires como “cajsi afe tuosas”; cincuenta años m ás tarde, el
sociólogo Jo sé Ingenieros cáractei izó a la esclavitud en Buenos A ires como
una institución benévola.6 Escrib lendo en 1930 sobre su visita a Harlem,
^ r r eltf Svd^ “ eSc avos “ habí™ producido en to^as la s Ámé^ricas un periodista argentino explicab t el hecho de que los afroargentinos no
desde e siglo X V I, pero la de H aití fue la más grande, la m á sta n S ie ” ta produjeran ninguna música sim i a r al jazz norteamericano por el hecho
f e “ á i 1°8 rada. y por lo tanto, la más intim idatoria para los propietarios de que ellos nunca habían ¿oportí do reales penurias en la Argentina. Los
Inspirada f * ios * * * * & • * • negros de la Argentina no te n k n nada en común con los esclavos de
1790 el ^ n a envl“ .olas Por «1 entero hemisferio. E n H arriet Beecher Stowe, afirraabs, porque “no sufrían nunca”.7
colonias “ Buenos A lres la ¡“ portación de esclavos de E l debate sobre la relativa ci ueldad o benevolencia d ejo s diferentes
colonias o puertos franceses, por tem or de que pudieran estar infectados Jé g iJS e n ^ escláristas áe Sido por siglos. Uno~de ^s^^tícijpántes' ~
por el contagio de la
inefectiva, ya que en Í T Í UD Ón' E sí a Precaución aparentem ente resultó m ás I nfluyentes en el debate fu ; el historiador norteamericano Frank
• ' •- 4-,------ r ' h e l i o s Aires fue sacudida por la denominada T annenbaum, quien sostuvo en s i celebrado libro Slave and Citizen que
t P n ? a T aC10n Franí f a” Varios franceses, italianos y un m e s f a n'ópla las sociedades coloniales española 3y portuguesas eran significativamente
esclavSd re í a a -Uda d Íi d® <Üfimdir Propaganda revolucionaria entregos m ás _________
en su trató á ’los ¡clavos que las inglesasTffáncesasTu
avos de la ciudad, los negros y mulatos libres y los indios. E n su juicio holandesas.8 E ste tem a fue tomado por varios historiadores hispanoame­
por traición, el fisca
sólo pudo demostrar que uno de los franceses le

a
había enseñado a su ricanos, cada uno de los cu ales s< «tenía que el régimen esclavista de su
esclavo a leer y escribir, que los europeos habían país había sido más benigno y hum anitario que cualquier otro.3 Y a se
brindado por la libertkd, la igualdad y la fraternidad frente a sus esclavos, reconoce de manera general que la relativa dureza o bondad del trato

d
114
115
««priado a los w d a v y e s te to teten n m a d a no tanto ñor la n a r i o n » « ^
o i^ a M B ia a ja ^ B ^ s J t o E ^ e ia m » rin» m< , iggñ f r l t o n t e m e n ^ í n L N° T * - ’ pUes’j f “ ^ sp o n d en cia. Escríbeles
- P S l^ L f fio ^ c m io m ic o ^ e s c lS Í S iT Í L S 'f fiS a iH f e s r„* i? - f , te-l ™á d es cualquier regalo sin que te duela ñ astoí m
ecffigm iydelaspU^gaugproducffiffSKfiaüH raErufa, W T S z T S & 10 respecto de las ruadles y ¿ S e í 5 de lo ín a r d o f v
morenos que son fieles. No repares, repitof en v i s i t i a la fq u e ¿e” ^ c a b
la s^ cp g p m ía § jn e n ^ _ a c tiy a s7 T ^ Ia s^ u F n o ^ ^ fa ñ rT o ñ ñ ñ ^ ^ )
-^ S f iíí^ líííB S Í .i? máxima u tilid á a ^ s lb T i-a S ^ iil^ S f a l ^ p S L m COf tambié" « * - c o n e r l ^ c b n
a p r o d u c K j; m 3 i a o . i m n ^
Lanuza en un escrito publicado poco después de la a p a r i d S e l lib r ó le
Tennenbaum, se refino precisam ente a ese punto: “No creo que nosotros
seamos mejores que la gente de otros países. Fue suerte para los negros ' a los unitarios bailando con hombres
y para nosotros- que no tuviéramos plantaciones ni ingenios No hubo
nhH^nd1d de ^ ^ f 108 60X110 obreros y exprimirlos. Exceptuando algunos
S t s ’e“ ^ ' 108 tratam ° S C° m° 3 P“ ’ ’ * * * bLn
ann ° ^ at?^ «n^nada^desm^recen por serlo; al contrario
■\ j , fEl\t0?° c,aso,>exPlicar la falta de reyueltas de esclavos en términos' f^atendido^yconsiderados por el g e n e í a jf e s á s ^
i os esclavos poriteñ¿Fsería ci¿kmente
falaz. Monteyiaeo. Ía^ cag itaij^ otro lado del Río de la Plato b r a ™ hVn Í S co^ aistad<> gloria y famk en cien b atallas en que con
^condiciones para los esclavorérañ^lrtuálmente bravura han sostenido la independencia na :ional contra toda dominación
idénticas a las de Buenos Aires, se vio perturbada por variascomuñidádes h n n ™ T ra y 5 ^ — — —b ^ ^ u n itm O A ir dignps.de hombrearse con los vt¿ • ->
^ u n S ^ o e a davus
y^ m o re S sa ^ n ^ aPrecia tanto a los muíafiís >
en íe ñ ^ o s ' é n su" m esáT co m er
Parece no hab?r ninguna máhera di exhftcar ío que h a pretendido burlai lo"M %'Ñ a c i a ^ t á i r p ^ S ^ c o
la fa lta d e m c ife te s análogos en Buenos Aires, salvo decfrqüë quizá los
tó a de r I ^ v FVlde° ]>repro“ >e - 1 - - h ija la s e ñ o r ii D a t a n t e -
7 1 afrq^genta^os estaban conservando' sus' àâergïâs subversivas órnalos lita de Rosas y Ezcurra, no tenga tam pocí reparo en b ailar en ciertas
anos de Rosas, cuando su relación con el gobernador lóVcoñ^rtiíeh ima ocasiones con los mulatos, pardos y moreno s honrados y laboriosos”.^
fuerza política, que debía i ^ » ^ e h c^ n ta :^ convirtió en una

ROSAS Y L Q S UNITARIOS E iU 8 4 8 las mujeres de la nación del Congo fuña sociedad do av>,Ha
A f r £ VV?CaDfteIn0s r ClrV0S 7 neST°S lib 'es nacidos en esa r e g ió íd tl
A írica, ver Capítulo 8) reafirm aron su lealtad al gobernador v a su h ija
S B S "
^ r i , T Í £ ^ 3 ^ c‘ = " ~ £ Í ! = S

de los unitarios fue su activo


S ^ S s ^ iiid s ia g s s is í& s
^ ^ m i e n t q d e las no eliteseri el sistem TP^ í t í ^ d i t e n ^ S ? i S Z
stos_grupos subalternos se destacaban los .
!£ “ * * » " ¡ñ & s s á q s ^ ^
de una de las hermandades religiosas rnegra 5 de la ciudad. S e in stitu ía a
fe favoj-, dirigióespecial atenciónalapoblacióndécól6£iCS'mn
” asas Sn.SM
v e!.£osJ^p.Q pul1sta.Eerón,.RoWcoStócon.la Lmavudfde rib S flIV ^
dona Encam ación Ezcurrá déRosasen
de~Eva^Ppróy'7}^ 'é>lc*— ------ onjj.nnxist.eri.oso.. anticipo
lijstri&uidó ah & p u lach o^ Jn
La N eg rito f t i e u l m ^ o d r
' d é 'W w i ^ g e a á p S iS a i^ S C S
l e s 'S S ^ í i - SU favor' <<He Ilamado a los paisanos Ju a n a Pena, quien declaró en el prim er nún ¿ r o que ^

^ass^siii^
En Is S
„ ^cu
cuandÍTS
ajadoRosasm
n°oal°? W ® 3™ ™ * * * Iasaciones negras’5
estaba.oeupando-el cargoperoechabalasba*p*
Yo m é.llamo Ju an ; i Peña, (JjK íC p
Y tengo por yanidg d, d
Que sepan todos qi e soy
N egrita múy federal.
116
117
yaroh¡es de color para propulsar su máqum h acía j)oco bien
aTa poblacíóñ'áfróargentina.
" E n cÓrisécuénciaTeráDoVo de la comunidad-a-Rosas-de-ningán-modo' &r *v
1 '-(i;
era unánime. Algunos afroargehtmo^.,enjesp^ciaLaq3ieIlQ&_que..eatabank/J-Ctl
ubfcadós más corilbH á^ n ien te en la sociedad de^la.qiüdad,,se,unían a
Otro P ú d i c o , E l Avisador, tratab a de soliviantar a los afroargeriti- iq s ^ ^ it a r io s c o ^ Él coroneQos.éJSÍaria-Morales,-el-oficia1
nos contra F élix de Alzaga, comandante de la m ilicia negra quien aíumió de_ cdioT^e^ma^ aíto rango de. la Argentina, inició su carrer.a m ilitar
f dnt-en! j nte f n t^rros^sta durante el tr a s c u r s o de i H é luchando en eT bandqjm iteño en el Sitio de Montevideo. Doña E n cam a­
N EG R O S IL n ífWSa ^ adV6rtíaa SUSlect0res que“él cuenta
N EGROS porque los capitanea... pero los N EGRO S lo abandonarán <»n los
lo
ción'repetidamente advertía a su esposo de los complots para asesinarlo;
el sospechado instigador de uno! de ellos fue un mulato Carranza, “muy
í a d r P ? » 0’ f CUai?d° ^ eI CaS° le dirán> TRAID°R> muere como tu unitario”.24 Otro mulato de nombre F élix Barbuena se decía que había
ífif? d^n I fer6nCia 6Si a M* * * 0-de AIzaga, Padre de Félix, ejecutado en sido el líder de la revuelta antirrdsta de 1839 en el sur de la provincia.25
ía r f a ^ ia PATOtT consPiraci6n contrarrevolucio- Los enemigos del gobernador hacían todo lo posible por socavar, el
S X f f l S m r a m r a ! í f hech° LIBRES’ y tu p ad re ^ conservamos apoyo'diTlos afroargentinos a l diétador. É n i 836, un informante le escribió
ál jé fé dé policiá que ex oficiales desuna antigua unidad m ilitar negra, el
Cuarto Batallón de Cazadores, s¿ habían infiltrado en las naciones africa­
nas y estaban difundiendo la s íbversión unitaria.26 C artas escritas en
osta de Sin clair a su esposo en el exiljo,
comentaban los intentos pór voh rer a los negros contra Rosas. E lla jubilo­
dos acontecimientos, los afroargentinos realizaronmanifestaciones nara sam ente informaba a suim arico que “emos conseguido con los negros
ponerlos m al con el [Rosas.] ten jo la labandera Presidenta de los negros
- dedinen>a i no perdemos tiempo de aCons ejarlas hasta que tome odio del que ya
Saben [.] les Contamos tantas C >sas y eyos an Creído [.] dicen los negros
que eyos [el gobierno] han des i er los piores porque están aburridos del
le dige a la negra presidenta que es una
Tal co
íai com
moo^abfiYeA3 T g*?1
había heqhoel para
obiern <:cllibrar el día delaladIn
o revolüciónárióén depa“
écad en
^dencia,
iam berguenza que los icieronj b aila * en la plaza para aSerles burla y están
. ^ ^ m o v i o a ham bres de color cuidadosam ente elegidos a a lta s tvwí.’ mui enojados [.] aunque las mate: i dicen que no han de b ailar m as.. .”.27
^ s m ^ e s ? „ m e n ^ ñ c ^ a s í la . i e i r t a c l ^ O T ^ ^ Las afirmaciones de doña P í trona resultaron indebidamente optimis­
ciano era.unverdugo?nfstrecHos
enad
tehté
eren
^tespersonaL. s f S o D ^
tas. H a s ta e l urnsmo fin ,é la p o {o_de.lo sa fro a ^ e iitin o s. a Rosas parece
especialm h a b e rjjd o fin jje . Los negrjos de 1 i.ciúdud-exhibían.de-manera.proniinente
lealm ente se disponían^, servir en los
S6Creta’ 13 MaZOrCa>COmo 10 el ‘ a™ n te ejércitos de_Rosas. Los cáiidomb ;s infaliblem ente comenzaban con varios
versos en honor del gobernado*, escritos por los negros mismos o por
propagandistas de Rosas.

Y a vites en el candombe
cómo gli a n los molenos:
'^ ^ ^ í a a S - 'iT ^ m ¡Viva N i iestío Padle Losas
4 ^ 5 d Í a naí f Da l f t T ^ 1 7 lanación Cambundá füe í o i K i d a
Íok -T pa a,pagar deudas contraídas por la sociedad Rosas midn el Gobeh iadol más Güeno!28
haber mtervemdop^a impedir la confiscaciónoparTprestárTdinbm
Por las calles desfilaban b a i'das de músicos, negros después de cada
victoria federal.29 E n al menos una_pcasión, cua£gn.ta„y. „dos-sociedades
africanas s e .reunieron^para,.^ cer-jin a .coutxihuciójnijs^ieiiaLáltesoro
provincial,.cuando.; se..nec^§itéjá ñero extra para gastos militares.3?
S S y í a ? & a^^inos siguieronsiendo£ Después de la caída de Rosa varios autores im ítanos afirmaron que
, yei necno de que el gobernador se apoyará muchoenlos los servidores negros de la! ciuda I habían formado una red de espías para
el dictador. Los domésticos de \ok hogares unitarios supuestamente infor-
118
119
maban acerca de sus empleadores a Rosas y su policía secreta, con resul­
tados habitualm ente desastrosos para las fam ilias implicadas.31 No hay dos unitarios” y luego pedjr dinero ¡a cambio de serenatas.36 Jo sé Wilde
ninguna prueba de esto ni en documentos del periodo de la policía o del sostenía que los negros<mie h asta ¿ntonces siempre habían~conocido su
gobierno, pero la acusación fue repetida con tan ta frecuencia, que puede lugar en la .sociedad'limitándose áTjtmsmo, fueron transformados por los
haber cierta verdad en ella. E n 1853. poco desguésde la fuga de Rosas a ú Q ^ e jt o s ^ ^ “V in o'^ tie m iT O ~ ^ fe sa s que todo Ío desquició, que todo
a l exilio^La Tribuna citó como ejemplo de sus delitos el he~cKó~de que los ~ró~'desmofSl^yy corrompió, y muchas negras se_reveÍaron contra sus
. esclavos que habían denunciado tendencias unitarias de; p ^ V d £ s ü s R ro ^ ^ rés;y rn íejo r^ amigos. E n eíjsistem a de espionaje establecido por
* J a P Q H ck rosista,,h abían recibido su lib a rta d en forma el tirano, entraron a prestarle un importante servicio-delatando a varias
ajitoffiática»32 E l heriio.de que el periódico hubiera afirmado abiertam ente fam ilias y acusándolas de salvajes unitarios; se hicieron altaneras e inso­
esto muy, poco tiempo después de sucedido, cuando íos recuerdos" aún lentes y las, señoras llegaron a tem erlas tanto como a la Sociedad^ J a
estaban„frej.cos,Jm pJica_que ta l vez el espionaje doméstico fuera otra Mazorca”.37 Varios autores señalaban los candombes sem anaíes como mo-
cual los a f r o a r g e ^ su apoyo al dictador? m'entós'de especial tem or e incomodidad entre los blancos, porque era en
E ra claram ente una acusación repetida a menudo "unlíditoríaf de 1878 estos días en que los negros supuestamente tenían especiales probabilida­
en la prensa negra atacaba la ignorancia por parte de los blancos de la des de enloquecer. E l espectáculo de los bailes suscitaba “el presentimiento
historia afroargentina en general y expresaba particular irritación ante de que serían aquellas pobres bestiajs una vez enceladas por la acción de
la difundida creencia de que el único rol de la gente de color en la historia su chicha favorita o porel cebo apetit >so del saqueo, consentido y protegido
argentina había sido el de soldados y espías de Rosas.33 por la a lta tu tela del Restaurador 38 V. F . López se hacía eco.de esto,
-> Así J o s |rfrpargentinosvy. Rosas, se unieron inextricablem ente en la recordando cómo las fam ilias trepidaban al oír glj rumor siniestro .desde
Itt¿ oollflfl /
l'áscáll'es IAl centro, n
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' jip it a r io ^ g l racismo J e íos u n ^ r i o s ' b l a n c o t e ' combinó uña am enazante invasión de tribús
B® t5® sasy los fedérales g a rá 'tran sío ra africanas, negras y desnudas. L a lúji ¡fia y el crim endom inaban la"ciudad
?í?lb” $ í ' ^ urrente 3eI supúesfo s a d i s m o y b a rb a n e "d e Jo r é n o s 'd é con él fbñdo 'müsical 'dél 'fáñ-ta'n á fr caño”33
las nációnes africánás a b ailar en Los afroargentinos se habían me strado extraordinariam ente callados
de la Independencia, no tuvólnnites durante todo el período colonial y las primeras décadas de la Independen-
la i ^ ? , á l íol , ! ^ i ^ J ^ l p o e t a á n r i r i - o s i s t a 'J u á h Ü cia. Casi única entre las principales ciudades latinoam ericanas, Buenos
moró el acohtecimiento'en su poema “Al 25 de mayo de 1838”. A ires no h abía sufrido ningúii inten to ni revuelta de sus negros libres y
esclavos. P ero, al menos en la! perce ación de lo s opositores de Rosas, los
Seis líneas de una poesía de Ju a n Cruz V arela veinte años de la adm im stración dg
los siglos’ previos dé paz. Los afroarj entinos habían demostrado sus ver-
Sólo por escarnio de un pueblo de bravos
bandaá africanas de viles esclavos federalismo o, según el léxico[unita io , J.a baxbarie^Fue unajrevelación
por calles y plazas discurriendo van. que los o. ...........

Su bárbara g rita, su danza salvaje,


es en este día meditado u ltraje LA GENERACION DE 1880
T”
del nuévo caribe que el Sud abortó.34
De ningún modo puede sbrprer der que la caída .d&..Rosa&.en -'-1852
«Orecibida
fuera VA/tiKiH/v con «1 _* .£ livio y regocijo por parte de los uni-
A. profundo
el más
La ya citada Petrona Acosta de Sin clair debía estar llena de ira
¡mando le escribió una cajrta a su esposo describiendo el acontecimiento: táriós. L a provincia era^áHÓralihrep i r a co n tin u a r^ cam ìnodé desarfollo
el [Rosas] a yegado a la [ultima desgracia que S e puede ber [.] el dia de que los liberales plañéárófrpa :a ell| To£ós' lÓOécÙéfdós'dè'losànós de
beinte y cinco que a sido tan respetado y debe S e r m ientras Buénos aires Rosas serian implácábrémehte omltit osfDe m anera inevitable. los afroar-
existe yego al ultimo grado de bileza y desgracia Rebagando un dia Como gentinos perdieron la posición algo : àvorecida de queJiaBian" gozàdo’ èn
ese a términos de poner tambores de negros ese dia en la plaza”.35 a£or pfóftlrfdidad queVsjT yd ltim ai-'
. de Rosas, los historiadores m e n te m á sp ^ íó sa Jrq u'géiSinosTìueron^’Ta’H Ìo s d ^ y las
las confrontaciones e t S e f f l » uni- políticas puestas en práctica p[or lós uhitarids" cdSndrfom W óny W e ì-.
U ñ a p a ita ;b á s i^ -álarg
taE™£J5 2SgíaM8^
conjuntos de músicos afroargentinos solían detenerse frente a hogares una orientación hacia lás nació íes “p: ogresistas” de Europa, en particular
unitarios para cantar canciones injuriosas sobre los “asquerosos inmun- Gran B retañ a y Fran cia, .'^ é l Idesec
pasado colonial español porJajm od eì^idad.derEuropa. Los unitarios pro-
120
121
fesaban una fuerte e inflexible fe en la innata superioridad de las repúbli­
de su1arte musical, su alegría infantil, su estúpida m alicia, su cándida
cas europeas, tal como se m anifestaba en su industrialización, en su expan­ estupidez, su imaginación prim itivá”.43
sión económica, un desarrollo histórico en el que las monarquías esclare­
Sarm iento sé sentía enormemente angustiado por el proceso de mezcla
cidas eran sucedidas por el republicanismo, y los comienzos del imperio
racial que se había verificado en la Argentina; en uno de sus libros citaba
en A sia y Africa. Si sólo la A rgentina seguía el camino emprendido por
a Agassiz, “el más distinguido teórico norteamericano de la degeneración
' sostenían los nuevos gobernantes de los m ulatos”, acerca de los deletéreos efectos de ta l mezcla.44 Admirador
d é la capital^podría_convertirse en l a i ^ s ¿ » r a ^ ^ d e Am érica del
de ios Estados Unidos. Sarm iento a|tribuía el progreso dejise p'^s^al Kecho
de que sus colonizadores blancos no hübiesen permitidoj^ue ^ l^ í^ z p s
Er^ _ p a ^ integrant e de ese conjunto de creencias la, suposición de
ggryiies” tcT “razas secundarias”, como tam bién las denominaba),' se unie­
up£ nación según el modelo .europ^,_se necesitaba una ran a ellos convirtiéndose en partej de la sociedad. E n cambio, los nortea­
población europea. E ra innegablem ente cierto que los modos eüropeoscle
mericanos habían segregado a los ¡indios y marginalizado los negros, no
d e s a n c lo económico, social y político, se verificaban solamente en áreas
permitiéndoles participar genéticamente, socialmente ni políticamente
donde había pueblos europeos. Los unitarios extrapolaban de este hecho
en la formación del país, y eso eija lo que habían hecho grandes a los
para concluir que si se debía poblar una región o país dado con europeos
Estados Unidos. Los españoles de , América latin a había seguido un dife­
y sus descendientes, naturalm ente seguirían los modos europeos de “pro­ rente camino de desarrollo, mezclá: idose con los indios, “una raza prehis­
greso . Est| conclusión se vio apoyada además por el racismo “científico” tórica servil” para producir una población irredimiblemente inferior. La
que n c o el^pensamiento europeo y norteamericano durante la segunda
única esperanza para la Argentina y para la región en su conjunto, pres­
siglo Como lo expresaron Louis íg á siiz ',' Jd sep F A rtK ú T de
cribía Sarmiento, era la inmigración europea, así “corrigiendo la sangre
Gobineau, Houston Stu art Cham berlain, y una multitud de seguidores
indígena con las ideas modernas, acabando con la edad media” en que el
las diversas escuelas sostenían la in n ata superioridad de la raza blanca país estaba enfangado.45
y la inferioridad de los africanos, amerindios y otras razas no blancas
E l pen^amiento j e „Sanniento „era prpfumdsmente^m A pesar
E stas teorías se impusieron en Europa y en los Estados Unidos en el
del hecHo He que él fue el padre del sistem a educacional argentino, para­
período posterior a 1850 y tuvieron un impacto igualm ente poderoso sobre
dójicamente creía que las ideas y el esclarecimiento no tanto se aprenden
los intelectuales latinoamericanos, los que am ablem ente adoptaban todás
las ideas com entes en Europa.40 como que se heredan genéticamei te . Así, la instrucción sola no sería
suficiente para sacar a la Argentin i de su barbarie; se requería una real
Combinando las yetas indígenas del pensamiento con la po- infusión de genes blancos.
importada del extranjero, los unitarios m iraban con desdén Ju a n Bau tista Alberdi, el filoso fo político principalmente responsable
.á ir o in ^
de las~ideas ^ n tefíid as eñí a CoHst tig io n de^l853^~expfésS~sentimientos
inferioridad de las razas subordinadas” cóndéhábá a la Argentina, junto casi idénticós aTlos.de.Sarmiento. “í [acecfpasar erfoto, éTgaucho, el cholo,
con el resto de América latin a, a una condición secundaria en el mundo
unidad elem ental de nuestras masa s populares, por todas las transforma­
L a única esperanza para la modernización y la futura grandeza del país
ciones del m ejor sistem a de instrut ción; en cien años no haréis de. él un
era la inmigración, ^ fo m e n to de la inm igración europea había sido una obrero inglés, que trabaja, consum» i, vive digna y confortablemente”.46
/ undamental d ejla platafóim a 'u n i t a n a 'd e ^
. L a elección por parte de Alber< i de un trabajador inglés como ciuda­
Peí 9 la generación dé r8 8 0 > dano modelo rio era accidental; mi entras Sarm iento,seri^n§pirgbg_enJos
C^ L S S S hombres se los ha denominado én'.Ia Historia árgeñtfna’ Unidos, Alberdi m ira b a h ^ iala^sla^^^^
pqdieron comerizar a promover librem ente sus próyéctós. PodemÓs exam i­ a l inglés “el más perfecto dej los h >mbres”, y demandaba que el idioma
nar a varios ideólogos argentinos " r e p t e s ® para ver cuál era el
inglés, “el idioma de la libertad, de 1< industria y del orden” fuera enseñado
peso que ten ía en sus m entes el ejemplo de Europa y la necesidad de la
inmigración europeá.41i ...... en las escuelas públicas argentinas en lugar del latiné47
Alberdi coincidía con Sarmiér to en que los éxitos de los Estados
El ^ É d e n t e D o n ^ o _ K Sarm iento (1868-74) fue el autor que tal Unidos se debían a su población pr< idoiriirianteménte europea, pero creía
exP^esa.r §..la§.s^osiciones sü b ^ e h fé señ T T O lo sb fía que las repúblicas sudamericanas joséían un análogo potencial.para el
progreso. E n un escrito de 1852, t n una época en que la población de
®ía .un extenso tratado sobre el conflicto entre las ciudades dé
América del Su r estaba integrada j rédominanteniente por. iridios, mesti­
y ®l.capip'o, entre la x ir iliz a c ió n u r b a n ^
E n posteriores trabajos Sarm iento refinó este tem a y lo presentó en tér- zos y negros, Alberdi demostró su etnocéntrismo al proclamar, en un
ensayo titulado “La acción civilizad )ra de Europa en las repúblicas suda-,
minos explícitam ente raciales. Sus caracterizaciones de las razas déjaban
poco a la imaginación. A1 describir a los negros él se explayaba acerca mexicanas”, que “nosotros, 1c s que nos llamamos americanos, no somos
otra cosa que europeos nacidps en América. Cráneo, sangre, color, todo
122
123
es de fuera”. Seguía proclamando que todas las ciudades de Hispanoamé­ desarrollarse separadamente, y en la competencia resultante por el predo­
rica habían sido fundadas por europeos (al parecer olvidando tales asen­ minio, los negros y los indios perderían de ’ m anera inevitable.
........................
Desechando
tamientos como Cuzco y Ciudad de México) y que “América misma es un a los afroargentinos como a “seres que parecen más próximos a los simios
descubrimiento europeo”.48 áhfropoides que aTKombrés civilizados ^ g e m é r ^ lW é ñ í a l^ u e ^ o a o ló
E l era un exponente en tusiasta de la mezcla dé razas, ya que creía QÜe s ^ a g a e^ fay o r d é la s razas infe riores es anticientífico. A lo sum ó.-
que la historia había demostrado que los genes blancos superiores siempre se los podría proteger pará“q^^^ extingan ágradáBlémente”.54 ^
régü H ^ ^ d o m ín an ^ s^ b B relb s de Y^'im as^ii^éfK^es.SosEehiendyque Lia europeización no es, en nuestro concepto, un deseo. ..;esu n h ech o
la mezcla de razas produciría “el m ejorSniehto indMnido de la especie inevitable, que se produciría aunque todos los hispanoamericanos quisie­
humana”, proponíajoum erosas medidas para promover la inmigración ran impedirlo. Nace de causas determ inantes que ya existen ajenas a
e u ro p e a ^ v a ría sd e í^ c u á T e s ^ nuestro deseo. Por una ley sociológica inevitable los agregados sociales
S e estableció oficialmente ía tolerancia religiosa para fom entar ía inm i­ m ás evolucionados se sobreponen a los menos evolucionados... Nos euro­
gración protestánte d é 'Europa se p ^ Inm igrantes ié les peizaremos oportunamente, como lo preveía Sarm iento la sociología puede
otorgaban l a m a y Ó r íá d é l ó s ^ los ciudadanos con pocas de afirm ar esa futura transformación de a América latin a”.55
las obligaciones, y un artículo de la Constitución especificaba que uno de La fe de Sarmiento y Alberdi en el triunfo final de la raza blanca
los deberes del gobierno era facilitar la inm igración desde Europa. Alberdi tenía eco en toda la sociedad portoñát Lá ób^r^bión dé'Jósé Mánüél
sugirió tam bién que todo presidente que no lograra duplicar là población Estrada respecto de las “mejoras”, ínii Óduclíl^
del país cada cuatro años, fuera despedido por incompetente.49 mediante su transformación de morer os a mulatos, toe mencionada en
Los cálculos elem entales hubiesen demostrado que una duplicación el^capítúlo anterior. E l presidente^Bartolomé Mitre coincidía,en,qúe fos
de la población argentina cada cuatro años hubiese significado la catás­ mulatos eran superiores a los morenos po? su. m ezclajíe.bisnco. Los mu-
trofe demográfica para el final del siglo. Pero tales cálculos eran de poco iá to s , anunciaba' M itre, “Han asimilad 3 las cualidades físicas y morales
interés para los unitarios, los que incansablem ente promovían el concepto de la raza superior”.56 U n articuló de lf 83 en el periódico de Buenos Aires
de una Argentina totalm ente europerizada. Los esfuerzos del gobierno de E l N acional informaba que en la ciudac de Córdoba “ya no quedan negros,
1850 a 1870 por a traer inm igrantes, tuvieron ú n jé ¿ t¿ m e ^ ^ M » ^ p ^ Ju e y muchos de los antiguos mulatos han pasado a ser caballeros, siguiendo
el auge ec0nómicó’3 e las ^ ím ^ 3 é c a ^ F á ^ ^ H g ío } o que desencadenó la el natu ral desenvolvimiento y progres< >de los tiempos”.57 Ün artículo de
m asiva inmigración a l país y estuvo a punto de convertir en realidad el revista de 1901 acerca de los negros ei i N orteam érica observaba que los
suéño'dé A lb erti. ͧ 1 4 fue érmÓmento para que Estados Unidos sufrían de problemas raciáles por l a razón de que los
el m ás influyente de todos los sociólogos latinoamericanos, echara im a blancos se rehusaban a mezclarse con los negros. “Los sociólogos que se
m irada retrospectiva a lo que había sucedido a la población de la Argentina preocupan de estas cuestiones ño creen difícil que el negro se arribe a
durante el último medio siglo.50 A él le agradó lo que vio. Ingenieros fue fusionar del todo con el blanco llegand i a ser beneficiosa la mezcla para
más allá que Sarm iento o jAlberdi en la formulación de una teoría racial la hum anidad. L a gran d ific u lta a c tu lím ente estriba en que a los indi­
deTa Kistona. que la hísP viduos de raza caucásica se les hace un poco duro el que les quieran hacer
to n a nò es un régistro de jl a l ucha de Òlàsès h i dé là lucha ifístitüeitínal pasar el blanco por negro”.58 E n la misn ia revista, varios meses más tarde,
Sino antes Bien de la e ia un cíáro éjéinpló apareció una nota acerca de una m ujer negra de Córdoba que había dado
d^stoTenSm eno,sostenía Ingenieros, ya que la raza blanca h abía ocupado a luz trillizos, dos de los cuales- eran blancos y uno negro. E l artículo
un área previamente dominada por miembros de úna raza inferior. E l congratulaba a la m ujer por su buena f<irtuna y la elogiaba por contribuir
generosámente acreditaba! a Sarm iento haber estado entre los primeros a l “engrandecimiento de la P atrik”.591 h artículo de 1905 sobre la comu­
en reconocer esto, pero debía que el estado de las ciencias sociales varias nidad negra de Buenos Aires informa ia que en ocasiones ésta se veía
décadas antes no había pjermitido a Sarm iento desarrollar sus teorías sacudida por la noticia de que otra de su; ¡jóvenes estaba planeando casarse
como éstas merecían.51 j con un blanco. “Como es lógico, ellos ere m que el hecho ofende la dignidad
Ingenieros difería de Alberdi al expresar serias reservas respecto de de la raza. Pero suelen ser filos<jfíá.. 11 raza va perdiendo en la mezcla
la eficacia dé la mezcla de razas. E n una oportunidad declaró que el su color primitivo. S e hace gris, S e disuelve. S e aclara. E l árbol africano
resultado inevitable de mezclar razas inferiores con otras superiores era está dando blancas flores caucásicas”.6 ’
una “descendencia raquítica, sim iesca, con todos los defectos dé lá raza
noble acentuados por la sangre villana”.52 P ara él, loé mulatos eran bási­
cam ente “africanos que han reforzado su sangre con elementos euro­
EL EMBLANQUECIMIENTO DE ! BUENOS AIRES f
peos”.53 Rechazando la mezcla de razas como un desarrollo indeseable, •' E l sueño unita rio se estaba realiza i¡do. E n términos de población, la
Ingenieros sostenía, en cambio, que las razas blanca y nò blancas debían Argentina se estaba tornando ci ecient emehte~diféréna^

124 125
las repúblicas sudamericanas herm anas que, con la excepción de Uruguay.
Continuaban enuum.1 oio iicgiua m muiacas guapacnosas y empuipaditas bailando Dlé-
m ií r t a c f ^ de ir u m c r n á c í^ in ^ d a d e - nas, bombaplenas, bombas y plenádengues, exclamando “ae, ae chébere
ram ente blanca’ de Am érica dél Sur, los argentinos, se comparaban con obá oba y agüita que me quemo”. Se encontrará con un pueblo netamenté
tales países “cruzados” como B rasil, Perú, Paraguay y México, y estaban europeo foimado por alem anes y suizos, con nativos de prim era generación
~ todos muy satisfechos. P a ra la década de Í8 7 0 , Domingo F . Sarmiento E l total de la población de Puer(» Rico es de 12.000 habitantes (sin eontai
pudo escribir que las banderas de las naciones africanas que uno solía ocho brasileros infiltrados), todos ellos rubios, de ojos celestes y con niel
ver en las antiguas celebraciones de Carnaval habían sido reemplazadas blanquísim a...”68 J F
por las banderas de diversos clubes y sociedades franceses, italianos y P ara elim inar toda posible confusión, los editores incluían un dibuio
españoles.61 E l resumen publicado del censo nacional de 1895 incluía un que m ostraba a un par de turistas argentinos descendiendo de un avión.
a n u n c ió le q ü é X c r a e g r o s - ^ no M ientras ellos observan a una voluptuosa negra con peinado afro y una
tardará, en Quedar^u'población unificada p o r'^ c ó ^ é tb fórm anao una enorme sonrisa, que baila con un negro bajo una palmera (los dos gritando
? H e y a y b e rm o sa r ^ a b la n c a cónfactoH eO Tas'lás oba, oba y chebere ’) la esposa se vuelve al marido y pregunta: “¿Pero
en el suelo am encano”.'63 Ü ñ'm hneroespecial ele la dónde me has traído? Yo quería ir a Puerto Rico, de la provincia de
revista Caras y Caretas en cbhmemórácion'dél^centenario argentino pre- Misiones . S in embargo, durante un viaje a través de la ciudad argentina
fcS?1*1 . sobre los grupos étnicos que habían construido la nación* de Puerto Rico en 1975, vi tanto 5 indios y mestizos que hablaban guaraní
Francia y los franceses en la A rgentina”, “Los italianos en la Argentina’^ como europeos rubios y de ojos izules.
X a A rgentina y Gran B retañ a”, etcétera. No había ninguna mención dé j M o;cm ación eCón^a.respecto de B ra sil y..de.la_ciudad\
los>froargentinos.63 j? . . n9 M h -lP á s jju e j Q^.ejemplos^deJ,apantalla, que .el.orgullo /
w| > se torné-aúnm ás d e i ^ a J ^ E ^ a J a & p ^ c e g d o n is argentinas de la realidad. Otro caso es~y
V ensayo de 1973 sobre el deSrroUodemográfico ima^instona de la parroquia S sn Telmo, en la ciudad de .BueñoTÁires
del país acentuaba ^ s e m e ja n z a s entre las tasas demográficas de la Argen­ que ^-U haba que Tos negros de Tá ciudad”sé habían asentado principal-
tin a y las de Xuropa occidental, Canadá, los Estados Unidos, y otros en.las parroquias de Mon serTat, C o n c e p c ió n ,^ BalYane-
[países] que han estrado en la vanguardia del progreso económico y social”. ra. en lo referente a nuestro bí rrio de Alto, las estadísticas señalan ud
E l autor dedicaba especial atención a l hecho de que la Argentina era uno porcentaje mínimo [de asentami ento negro] en parangón a sus vecinos...
de los principales recipientes de la inm igración europea, m ientras que el E n ban Telmo, la población negra constituía una ínfim a m inoría...”69E1
crecimiento en el siglo XTX de otros países latinoamericanos tales como f Ul í . antigúo p á ñ o c o ld é ;.^ el error de
B ra sil y las naciones del Caribe,- se debió principalmente al tráfico de censo de(1836 # a ra demostrar su punto.
esclavos. E l artículo ponía especial acento en la supuesta incapacidad de E sas estadísticás demuestran q ie én- efecto, lo s negros formaban el 12(3
B rasil para recibir inm igración europea.64 por ciento de la población de S a i Telmo, un porcentaje más grande que
, J ? a^ r demos!jraba de esta m anera una sorprendente ignorancia de el de Balvanera y aproximadame nte igual a l de L a Piedad. Aparentemen-
la h iston a demográfica latinoam ericana. En tre 1800y 1913, B rasil recibió
alrededor de 3,5 mellones de inm igrantes europeos..65 E n tre 1870 y 1900
en particular, B rasil obtuvo casi tantos residentes nacidos en el extranjero e llevadora veces.a extremos.ridículos,
como la A rgentina! 732.000 contra 795.000.=® Al elegir erróneamente a c o m o e n la frecuente afirm ación d elju e los n e ^ b s‘de Buenos^ A ireseran
B rasil para una comparación deletérea con la Argentina, el autor estaba r^ a lm ^ íe .s u p ó rio te s „ .M o s^ ^ ^ £ e n c o n tra B a h en Á S c i ^ r é h ^ mato
asumiendo una antigua tradición argentina de comparar la población < ^ ^ A m é m m J 8 n un ¿scrito de 1883, Vicente Q u esid ád i¿crib ía el r '
supuestamente blapca de la A rgentina con el pueblo racialm ente mixto aspecto repulsivo de los africano 3, y luego agregaba:
Vand*- * Y a en * 8 ? 3, Sarm iento había predicho jubilosam ente que para “No es posible averiguar la lt y en virtud de la cual los negros esclavos
iy uu, si im argentino deseaba ver cómo era un negro, deberíá ir a B r a s il67 en Buenos Aires eran sujjeriorek fisiológicamente hablando a aquéllos
E l deseo de la Argentina de apartarse de las repúblicas hermanas de salvajes del Africa, que andan ca 3i desnudos. E l hecho es que cambiando
raza m ixta se evidencia en un artículo de 1976 de una revista turística la forma del cráneo, parecía regu lanzarse sus facciones y aunque conser­
argentina que llam aba la atención de sus lectores respecto de un agradable vaban el color, la nariz aplastad?., la boca grande y la mota, en la forma
hotel en la pequeña ciudad de Puerto Rico, en la provincia de Misiones general del cuerpo se habían me. orado tanto, que había negros y negras
cerca de las cataratas del Iguazú y el lím ite con B rasil. Los editores de muy buen aspecto y de form a desenvueltas [en la ciudad].”
^ v e r tía n a los lectores que no debían confundir la ciudad argentina de Los afroargentinos habían a ranzado tanto, décía Quesada, que mu­
Puerto Rico con la isla caribeña de Puerto Rico. E n este Puerto Rico no chos de ellos estaban en condiciones dé adquirir ahora la cultura y los
refinamientos hasta entonces moi topolizados por la raza blanca.70 Manuel
126
127
iw
Bilbao, que escribió en 1902, le hacía eco a Quesada: “la raza africana habían desaparecido. Formando menos del 1 por ciento de la población
radicada en ía República no ten ía el aspecto repelente de ciertas razas d é la . caEoí^liaciillSlQíl.K.eñ verdad“e ra n lln fragmento" minúsculo de. los
de Africa, siendo, fisiológicamente hablando, superiores a los de ese con­ Habitantes de la ciudad. Pero si uno u sa “d esap arece^ en el sentido, de
tinente”.71 Alfredo Taullard serenam ente afirmó en 1927 que los negros “dejar de existir”t s ^ ^ c q m p Í^ S g ^ te js q iu ^ a c á ® d e H r,q u e l^ ^ 5 á rg e n -
tinp£H abían.desapar eci do, cq;qip_s.e y e rá .e n .^
de la A rgentina eran física y m entalm ente superiores a los negros de
cualquier otra p aite d e! Nuevo Mundo: “pues de lo contrario, aquí nadie
los hubiera comprado”.72
E l orgullo racial h a llegado a form ar parte del verdadero núcleo de
UN CASO PARALELO
la. identidad argentina, v en especial de la identidad porteña. Acabamos
L a “desaparición” de los afroargentinos es un fenómeno estadístico-
cAmPrelló ha producido sorprendentes errores de hecho, de observa-
histórico de ningún modo único de Buenos A ires. Los capítulos previos
cióiry~dé~pensámTéntb~ernsscn^ atrás unas pocas
contenían una referencia a la falsificación de dátos raciales en los censos
páginaiT^ S^rmíerito y Ótros escritores analizados anteriormente. Recor­
peruanos del siglo X X . E n un estudio de la G uatem ala colonial se ha
demos la aseveración de Alberdi de que los latinoamericanos son en rea­
sostenido que grandes números de mulatos guatemaltecos eran contados
lidad europeos nacidos en Am érica, y la ley de hierro de Ingenieros en el
como mestizos o blancos en los a nsos del área.73 M ás de un país h a seguido
sentido de que la europeización de Am érica latin a es una inevitabilidad.
la tentación de utilizar datos c etnográficos falsos o distorsionados para
E sas afirm aciones delatan una total desconexión respecto de la realidad,
hacer declaraciones ideológicas respecto de sus m inorías raciales. Por
una pexjudicial tendencia a ver el mundo a través de las lentes de las
ejemplo, el censo de los Estados Unidos de 1840 contenía cifras que indi­
propias teorías y los sueños de estos hombres. Al hablar y escribir como
caban que las tasas de irisanis entre los negros libres eran once veces
lo hacían Ingenieros, Alberdi y otros autores demostraban que las teorías
más altas que entre los esclavos. Los que se pronunciaban en favor de la
raciales que ellos habían tomado de Europa los cegaban a la realidad que
esclavitud prontamente se tome ron de ella como prueba de que los negros
los rodeaba, así como el orgullo racial cegaría a posteriores estudiosos y
eran naturalm ente aptos para h esclavitud y que liberarlos era una cruel­
autores argentinos ¡respecto de evidencias que contradecían directamente
dad inhumana. Las investigado íes realizadas por la Am erican Statistical
sus declaraciones. ;
Association demostraron que le s cifras eran fraudulentas, elaboraciones
Los Estados Unidos han tenido am plia oportunidad de ver el efecto
totales, que condujeron a la con isión del Congreso que estaba a cargo del
nocivo y corrosivo que tiene el racismo sobre todos los aspectos de la vida
censo, a anunciar oficialm ente <pie las cifras sobre la insania negra eran
de una nación. Esto es especialmente cierto en la s actividades intelectua­
inútiles. Sin embargo, esoS datos siguieron constituyendo municiones pará
les. Las contradicciones inescapables y corrosivas entre los derechos civiles
los antiabolicionistas hasjta la |u erra civil.74
para todos garantizados constitucionalmente y la realidad de la discrimi­
Un caso que es sorprenden' em ente análogo al de Buenos Aires es el
nación racial produjeron una especie de esquizofrenia de la sociedad, un
“d éfid t de négros,, de~ía ciudad irasilen a méridiónaLde'SaxrPablgrComo
desesperado esfuerzo por conciliar dos sistem as que no pueden conciliarse.
Buenos A ires^San R a b J^ le ^ ii i.área colonial descuidada y aisIadaTEn
Análogamente, el racismo y el orgullo racial tuvieron un efecto com para-.
lasegu nd a m itad deí sigíp X I X entró en un período d em tenso desarrollo
ble en el Buenos A ires del siglo X IX . Los blancos de la ciudad por largo,
económico qué fiñ a lm e n tere su fcó en el hecho de que se con^fíHiera en“el
'tiem po habían desdeñado v despreciado a las castas no blancas, pero |
después del tr auma de loV años_deJEÍQsas,„eLj;éJ[noiL3Lla av:p rsión de~ló5. / centro ind^^ Lla"naclóii3írario^^ Bu^qs^A ires, su'Hésa-
irollo atrajo a ^;ades números de inm igrantes: éntre Í89Ó y 1929, el
\ úm tan ó s por los rio blancos fueron m ás intensos que nunca. Esa_gente¡
estado de San Pabló recibió m ás <ledos rnillonésde inm igrantes europeos.75
formaba la plebe, los partidarios de R o sa s.y d e.ia .b á rb á ^
Durante las décadas iniciales c e este siglo a itíenudo se observaba que
. roñ'Ia^portunidad de reconstruir la provincia y el país tras la caída de
los afrobrasileños form aban un porcentaje en m arcada disminución res­
¡ Rdsáslós IiBéralés pusieron su fe en la inm igración europea y én la mezcla
| racial'para^eüminar ese^elemen^ indese^ble^y resc^t^_ai pafs^de ^su pecto de la población de la ciud id, y que de persistir las tendencias exis­
tentes la gente negra ten b in a rí i por desaparecer de S an Pablo. E n 1938,
| ftñfermpdfldg’X os europeos vinierQn-V-la..nxezgla~se produjoT-pero--cuando
el demógrafo Sam uel Lowrie dex ío^.txQ^q.ue.entérnunosahsolutosIápobla- •,
' ello no Sucedió tari rápidamente x omo lo jie.seaba la elite, se apresuró un
idose y sugirió que muchos de sus miem- \
poco el proceso m edíante los ardides estadísticos descritos en el Capítulo
8;--<^mo,et '^ ^ t s a g " a r ^ g g ^ f i ^ ^ d e T a ^ f e ^ ^ ^ c i a l ^ a f d d m o r e n o bros estaban siendo trasladado 5 esfaH!sticariÍerite"déTa ^ fé g ó H a T í^ iá t j
alsTblanca v ía l i í bendición lnteim ed iajd e.,tri^eño, -yJasm u^xep.ejj^ás negra a la blanca. L o ^ a u lis t s s, como se conoce a los habitantes de la
ciudad, de todos modos siguieroí icongratulándose de la em inente desapa­
afirm'Scidriés de que j a población negra había desaparecidm?E n cierta
rición de la poblaron ñ eCTa ym ü á tá T E ñ l9 6 1 7 R á ü l Joviaririodo Ámaral
medida, ésas afirm aciones.reflejaban.larealidad..Si.uno^m piea.“des.ápa^.
notó a l pasar que el grupo pan lo -constituido por numerosos m atices de
recér” en el sentido de “tom arse invisible” entonces lo g .afro ^ g entinos ..

129
128
pigm entación- tiende a integrarse no solo estadísticam ente sino también nada de nosotros. E stá la política de la policía de degradar a l negro para
de facto en el grupo gobernante, el blanco, robando aun más a la población verlo desaparecer con tuberculosis, sífilis y prostitución- Lo que queremos
negra”.76 es que se nos reconozca como ciudadanos, como todos los demás, y tener
F I o r e s tjm F e m a n d ^ se derecho a ser educado. Deberíamos ser llevados a la sociedad, y no ser
verificaron condiciones muy análogas las de .BjiénQ3^ij:é^.p^rá.í¡a»pobla- voluntariam ente abandonados con la esperanzado que desaparezcamos.80
ción'dé color de San Pablo: m ientras la fertilidad afrpbrasileña era tan
a lta '0'm ás_ a lta que la blanca, la mortalidad infantil negra y .m ulata Hay claram ente algo peculiar en los escritos relativos a la gente
m an tériíaíastasas de reproducción por jdebajojde ja s bíangas. Por íotanto, negra y m ulata de San Pablo y Buenos A ires, aunque, como observa'
m ientras la población de color s e ^ í a incrementándose, no.fb"Jiácía con correctamente Fem andes, los datos existentes sólo pueden^ usarse para
tantaráp id ez cómo la blanca, que sé veía favorecida además. por.lajnm i-. revelar inconsistencias. Ño se los puede emplear para demostrar la vércía-
g ra c ió n e ifró ^ concluía'qué s i bien “es claro por los datos dera historia dé los négrós de l ^ análisis final, la parte
estadísticos que las tasas de crecim iento n aturales de los grupos de negros demográfica dé la “desaparición” de los afroargentinos sólo puede ser
y mulatos de la población paulista revelan cierta disminución derivada sometida a un intenso cuestiona^niento. L a teoría de los traslados estadís­
de circunstancias puramente ecológicas, económicas y sociales”, todo in ­ ticos de gente de la categoría racial pardomoreno a la blanca sólo se puede
dica que sería prudente considerar con reservas las opiniones sostenidas argum entar: no se la puede demostrar.
durante el prim er cuarto de este siglo respecto del altam ente publicitado Sin embargo, hay o jra desaparición dé los afroargentmog.quepuede
déficit de negros en la capital de San Pablo. L a inconsistencia de los datos demostrarse incuestionablemente como falsa, creada por los autores de
estadísticos y la complejidad de los problemas demográficos subyacentes lambistona deÍ país.. E sa és,lad esap aricjóií de los ^ o a rg e n fin ó s de ja s
en las comparaciones (y que no pueden investigarse ni resolverse objeti­ ‘páginas de la historia argentina Los capítulos siguientes son un examen
vamente por medio de esos datos) to m a obligatorio este enfoque.78 d é cómo sé éliminó a los afroargentinos/lei pasado de su país en las áreas
de ía h istoria m ilitar, social y cu .tu rá^ T ál véz esos capítüloé sirvan como
<’ E n sum a, tenemos la misma. situación que ,ae. yeríficabaTen.JSuenos fa eyidencia m ás sóíida de que los afi^o^rgentinos no desaparecieron ni
A ires:.la integración. esta d ísfo a ,d e j[a ,p q l^ Igs murieron en ningún puntó del s: gloÓííX; antes bien, serenam ente fueron
resultantes anom alias e inconsistencias estadísticas, y la negación por boiradós“dé~lósfé^strós por las } érsoiiaim icargadas de realizar los censos
parte’ de la sociedád de los incrementos absolutos te^ strad q s ^pSa la y |iÓr los estadísticos, jpof' los q. iteres e historiadores que cultivaban eí
población'afróbrpiréna, T<^q Ítente a la contiñ^a^a é a s te n c ia S e esa mito dé una'A rgentina blanca^ Aunque ta l vez séa cíen años'm ás tardé,
^blacibn^ L os motivos subyacentes en ía invención del “déficit de negros” 1ha ” el momento paira vol /er a inscribirlo.
pueden Hallarse en él estudio de Thomas Skidmore de la ideología racial
en el B ra sil posterior a la independencia.79 L as mismas escuelas de racismo
europeo y norteam ericano que circularon en la A rgentina se asentaron
con'fii m e z á é n 3 ! ^ f i , pródüciendo l ^ “tesíscf¿rem blanquécim ieñto’>qué 1. Una edición del primer periódic a de Buenos Aires publicaba un informe sobre
Skidmore anaTízaTen profundidad. L a intelligéntsia y la élite brasileñas ima carga de esclavos qüe domi nó a la tripulación frente a la costa argentina
pusieron su fe em lasup en orid ad de los genes blancos sobre lo s negros, y luego navegó de regrejso a Sé negal (Telégrafo Mercantil, 16 de diciembre
esperando que ún influjo de inmigrantes' éüfopéoFy óü aparéaiméfít<rcon de 1801). Las noticias de ótras r•i¡vueltas de esclavos en diversos países latinoa-
afibBr^íléñósfinálínéhtebláñquéfán'á'lá'póblaciónrEH casodeSanPablo mericanos incluyen ima|en Cubá (La Gaceta Mercantil, 21 de enero de 1823,
fueT^á“evidénciá ^ á tific á h té dé que ésas teorías eran correctas y facti­ p. 3); una en Jamaica (La Gac ;ta Mercantil, 28 de abril de 1824, p. 3); una
bles, aun cuando a ía evidencia se la debiera corregir un poco. en Venezuela (La Gaceta Mei *cantil, 31 de agosto de 1824, p. 2); una en
Los afrobrasileños de S an Pablo reaccionaron a estas políticas de Uruguay La Gazeta Me: ■cantil, 3 de junio, de 1833, p. 3) y una en Brasil (La
m anera m ás clamorosa y enojada que los afroargentinos de Buenos Aires. Gaceta Mercantil, 19 de febrer >de 1835).
E n 1951, un afrobre sileño expresó la clase de ofensa que ra ra vez se hizo 2. Alberto González Arzac, Abol ción de la esclavitud en el Río de la Plata
oir en Buenos A ires. {Buenos Aires, 1974), pjj. 22-2<
3. Boíeslao Lewin, “La ‘Copspirac i< ón de los franceses’ en Buenos Aires (1795)”,
No estam os en contra de la mezcla racial. Pero sí estamos contra las Anuario del Instituto de1Invest igaciones
í Históricas (Rosario, 1960), 4:9-58; y
políticas de'mezcla racial obligada porque desean hacer desaparecer a la Ricardo Caillet-Bois, Ensayo sí bre el Río de la Plata y la revolución francesa
raza negra. L a política blanca realm ente se propone hacer desaparecer a (Buenos Aires, 1929). Un incid ¡nte muy semejante ocurrió en la ciudad bra-
la raza negra. Prim ero mediante la cruza racial. Segundo, ahogándola en sileña de Bahía en 1798. Jeann e Barrance de Castro, “O negro na Guarda
un torrente de inm igrantes blancos. E s porque el blanco no quiere saber Nacional Brasileña”, Anais do Museu Paulista 23 (1969): 160, n. 33.

130 131
4. Americ Vidal, Picturesque Illustrations o f Buenos Ayres and Montevideo 25. AjGN-X-33-4-3, libro 123, folio 12.
(Londres, 1820), pp. 30-31. 26. AGN-X-33-3-1, libro 93, folio 89.
5. Woodbinè Parish, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata, trad. 27. Petrona Acosta de Sinclair a Enrique Sinclair, 27 de mayo de 1839, AGN-X-24-
Justo Maeso (Buenos Aires, 1958), p. 180. Otros europeos que hicieron obser­ 5-38.. •

vaciones análogas fueron Alexander Gillespie, Buenos Aires y él interior 28. Lanuza, Morenada, p. 120. Para otras letras de candombe favorables a Rosas,
(Buenos Aires, 1921), p. 73; y Lina Beck-Bemárd, Cinco años en là Confede­ ver Ricardo Rodríguez Molas, "Negros libres rioplatenses”, Buenos Aires:
ración Argentina, 1857-1862, trad. José Luis Busaniche, Buenos Aires, 1935), Revista de Humanidades 1 (septiembre de 1961): 107-8. • , ■
pp. 182-83. 29. José María Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, 3 vols. (Buenos Aires, 1907), 2:
6. Enrique Ortiz Oderigo, “El negro en la formación étnica y socio-cultural 276-77.
argentina”, Boletín del Centro Naval (Julio-setiembre de 1969), p„ 368; Víctor 30. La Gaceta Mercantil, 25 de junio de 1842, p. 2.
Gálvez, “La raza africana en Buenos Aires”, Nueva Revista de Buenos Aires 31. Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, 1: 286-88; José Antonio Wilde, Buençs Aires
8 (1883): 246; y José Ingenieros, La locura en la Argentina (Buenos Aires, desde setenta años atrás (Buenos Aires, 1903), p. 179; Vivían Trías, Juan
1937); pp. 30-31. Manuel de Rosas (Buenos Aires, 1|969), p. 72; e Ysabel Fisk Rennie, The
7. Citado en José Luis Lanuza, Morenada, Buenos Aires, 1967, p. 237. Argentine Republie (Nueva York, 1945), p. 43.
8. Frank Tannenbaum, Slave and Citizen: The Negro in the Americas (Nueva
York), 1946. 32. “La moral doméstica”, La Tribuna, 27 de octubre de 1853, p. 2.
9. Leslie Rout, The A frican Expérience in Spanish America (Cambridge, 1976), 33. “Los cabellos de la aurora”, La Juvm tud, 30 de octubre de 1878, p. 1.
p. 314. 34. Lanuza, Morenada, pp. 126-27.
10. Para una antología sobre el debate, ver Laura Former y Eugene D. Genovese, 35. Petrona Acosta de Sinclair a Epriqu¿ Sinclair, 27 de mayo de 1838, AGN-X-&4-
comps., Slavery in the New World (Nueva York, 1969). 5-38.
11. Lanuza, Morenada, p. 237. 36. Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, 2: 276-77.
12. Eugenio Petit Muñoz y otros, La condiciónjurídica, social, económica y política 37. Wilde, Buenos Aires, p. 179.
de los negros durante el coloniaje en la Banda Oriental, 2 vols. (Montevideo, 38. Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, 1: 330.
1947), 1: 399-400, 485; y Rout, African Expérience, pp. 120,197-98. 39. Citado en Enrique Pueda, Breve hi¡^toría del carnavalporteño (Buenos Aires,
13. Bernardo Kordon, “Là raza negra en el Río de la Plata”, Todo es Historia 3 1974), p. 28.
(1969), suplemento 7, p. 19. 40. Un análisis importante del impacto^ del racismo “dentífico” sobre el pensa-
14. Carlos Ibarguren, Manuélita Rosas (Buenos Aires, 1953). Lamentablemente, miento brasileño en la obra de Tho nas Skidmore, Black into White (Nueva
ni Kordon ni Ibargureri citan las fuentes de esas cartas. York, 1974), pp. 45-77.
15. Citado en Ramón F. Vial, Manuélita Rosas (Buenos Aires, 1969), pp. 63-64; 41. El sociólogo Gino Germán! resume e! “proyecto” de la Generadón de la manera
16. La canción está impresa completa en Luis Soler Cañás, Negros, gauchos y siguiente: “E l propósito principal y explídto de la inmigradón no era sola-
compadres en el cancionero de la Federación (1830-1848) (Buenos Aires, 1958), mente el de ‘poblar el desierto’, el de procurar habitantes para un inmenso
pp. 30-32. . territorio que en considerable extern ión permanecía deshabitado o sólo poseía
17. La Negrita, 21 de julio de 1833. una bajísima densidad, sino, y sobre todo, la de modificar sustancialmente la
18. E l Avisador (Buenos Aires), sin fecha. La mejor colección dé propaganda en composición de su población.. La ob ‘a de la ‘organización nacional’ sólo podía
favor de Rosas en dialecto negro es Soler Cañás, Negros, gauchos y compadres, apoyarse en una renovación de la e:ftructura social del país y, en particular,
que contiene veinte páginas de este material. de su elemento dinámico principal, ! elemento humano. Esta actitud, por lo
19. Alfredo Taullard, Nuestro antiguo Buenos Aires (Buenos Aires, 1927), pp. demás, se veía también refon ada po rías ideas tan difundidas en esos momen­
356-57. Una pintura dp la demostración de 1839 puede verse en el Museo tos con respecto al papel de le s facto t s radales en el carácter nacional... Era
Histórico Nacional de Buenos Aires. necesario ‘europeizar’ a la pibladó i argentina, producir una ‘regeneración
20. Ver AGN-X-31-11-5, para información a una subvención en 1839 a la nación de razas’, según la expresión de Sa miento. La instrucción misma -^-el otro
Mayombé. ¡ poderoso medio de transformadón tenía un límite infranqueable én las
21. Luis Cánepa, El Buenos Aires de antaño (Buenos Aires, 1936), p. 263. características psicosociales c e la po{>lación existente: no menos necesario era
22. AGN-X-31-11-5. j traer físicamente Europa a A nérica si se deseaba una transformación radical
23. Orlando- Garracedo, “El Régimen de castas, el trabajo y la .Revolución de de la sodedad y de los homb res”, Gi no Germani, Política y sociedad en una
Mayo”, en Anuario del instituto de Investigaciones Históricas (Rosario, 1960), época dé transición {Buenos Aires 1971), pp. 240-242 [Bastardillas en el
4: 178. j original. G.R.AJ.
24. Ibarguren, Manuélita Rosas, p. 22. 42. Existe una versión inglesa del lib:i -o: Domingo F. Sarmiento, Life in The

132 133
Argentine Republic in the Days ofthe Tyrants, trad, por Mary T. Mann (1868; •4. Leon F. Litwack, North o f Slavery: The Negro in the Free States, 1790-1860
reed. Nueva York, 1961). (Chicago, 1961), pp. 41-45; y Reynolds Farley, Growth of the Black Population
43. Domingo F. Sarmiento, Ambas Américas (Buenos Aires, 1899), pp. '301-2. ■ (Chicago, 1970), p. 26, n. 48. " ' -
44. Domingo F. Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en América, 2 vols. 75. Florestan Fernandes, The Ne^ro in Brazilian Society (Nueva York, 1969), p.
(Buenos Aires, 1900; reed. Buenos Aires, 1953), 1: 70-71. La descripción de 59.
Agassiz se ha tomado de Skidmore, Black into White, p. 60. 76. Citado en Ibid., p. 64.
45. Sarmiento, Conflicto y armonía (1953), 1:183, 2:405. 77. Ibid., pp. 68-69.
46. Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización de la 78. Ibid., pp. 67-68.
República Argentina (Buenos Aires, 1952), p. 38. 79. Skidmore, Black into White, pp. 49-77.
47. Ibíd., pp. 31, 46. 80. Fernandes, The Negro, p. 65. j
48. Ibíd., p. 33. .
49. Ibíd., p. 38.
50. Arthur Whitaker afirmó en 1965 que Ingenieros es “el autor más ampliamente
leído en castellano” (citado en Rout, African Experience, p. 193). Fue muy
influyente en el pensamiento racial brasileño (Skidmore, Black into White,
p. 53).
51. José Ingenieros, Sociología argentina (Madrid, 1913), pp. 41-42.
52. Ingenieros, La locura, p. 35.
53. Ingenieros, Sociología argentina, p. 211.
54. Citado en Magnus Mómer, Race Mixture in the History of Latín America
(Boston, 1967), p. 141.
55. Ingenieros, Sociología argentina, pp. 228-29.
56. Citado en Ortiz dé Marco, “El negro”, p. 365.
57. Sarmiento, Conflicto y armonía, 2: 71. !
58. “Los aíroamericanlos de North America”, Carasy Caretas, 13 de abril de 1901.
59. “Tres mellizos de d stinto color”, Carasy Caretas, 28 de noviembre de 1901.
60. Juan José de Soiza Reilly, “Gente de color”, Caras y Caretas, 25 de noviembre
de 1905.
61. Sarmiento, Conflicto y armonía, 1:75.
62. Segundo censo de t/a República Argentina: Mayo-10 de 1895, Z vols. (Buenos
Aires, 1898), l: X t v m . . • ; - .• :
63. Caras y Caretas, 25 de mayo de 1910.
64. Juan C. Elizaga y btros, TemasdePoblacióndelaArgentina:Aspectosdemo-
gráfícos (Santiago|‘ 1973), pp. 12-14, n. 5, p; 16. -
65. Róllie Poppino, Brazil: The Land and the People (Nueva York, 1968), pp.
190-91,193. I -
66. Skidmore, Black into White, p. 143.
67. Sarmiento, Conflicto y armonía, 1:73.
68. “E l Puerto Rico d¿ Misiones”, Salimos (agosto de.1976): 103.
69. Manuel Juan Saiiguinétti, San Telmo: Su pasado histórico (Buenos Aires,
1965), pp. 116,3157. - . . ; ,
70. Gálvez, “La raza africana”, pp. 258-59. ;
71. Manuel Bilbao, Buenos Aires (Buenos Aires, 1902), p. 62. - , - l
72. Taullaríf IVüesircj antiguo Buenos Aires, p. 355. ' -. : r- ; ;
73. Christopher. Hayden Lutz, “Santiago de Guatemala, 1541-1773: The Soeió-De-
mographic History of a Spanish American Colonial City” (tesis doctoral, ¡Uni­
versidad de Wisconsin, Madison, 1976), pp. 421, 445. ^ ¡ ;

134
LAS LEGIONES NEGRAS

E l fenómeno de los hombres de arm as ne$fgros siempre ha sido proble-


mático para las sociedades m ultirraciáles d e llas Américas. E l espectáculo
\ esclavos actuales o pasados, o de Sus d< »cendientes, organizados en
| disciplinadas unidades de lucha inev.tablera agente sugiere la posibilidad
| de que esas unidades puedan adquirir auton< *»mía in stitu d on al y volverse
¿en-contra del mismo gobierno y de la mism a sociedad que los creó. Las
fuerzas armadas siempre presentan esta lamenaza, pero en espedal.
cuando los miembros pertenecen a una c ía s ;i o grupo social consistente-
m ente explotado y limitado a una posición ss ubordinada. Aun cuando los
soldados negros nunca usen su poder para co ¿p en sar sus legítim as penu-
ría s, el tem or de que lo hagan es conístante en la m ente de la sociedad
m ás grande. - I
Otro inconveniente de la participkción : legra en las fuerzas armadas
e s que los servicios prestados a l Estadb por t us soldados negros y mulatos
d a n derecho a esos hombres, y tam bián a l ir esto de la población de color,
¡ a l reconocimiento y a la recompensé de las d úidas colectivas qué con ellos
I tie n e su nación. L a ayuda negra en la defenl¡a del p aís contra lá invasión
puede formar la base para que concluyan h discriminación tanto oficial
como no oficial contra la gente de color. E sta ayuda, más él potencial del
m otín o la :rebelión si-no se satisfacen as der íándas, pueden proporcionar
a los negros el poder negociador- para oongar obligqr al cambio social. '
.Así,
. . . .mientras
■--i—----- las.....lian
unidaduemosiraao
esm ilitai es afri 'americanas
a han demostrado
s e r a je s e bnsoras de diversos Estados
de America delN orte. dél Sur v Centra ,suin|sma ~
una fuerza potencialmente hostil para las bá ses sociales sobre las que se
! apoyan eso fE sfad o sT P o T l o T ^ ^ m a l l o s hombres^dé'cdlor
que sirven en las fuerzas arm adas h a demos¡i rado ser una cuestión suma-
m ente compleja y delicada, no sólo p ata los áltos mandos m ilitares sino

137
tam bién para los historiadores. Reconocer la participación negra en la
historia m ilitar de una nación significa reconocer contribuciones que dan A ires del siglo X IX podía estar seguro que debería realizar. E n verdad
SOI* pocosjo s recuerdos de la vida en la ciudad que no incluyan una visión
derechos a los ciudadanos negros a la igualdad con los blancos. T al reco­
de los soldados negros y mulatos de la provincia, y es notable la m anera
nocimiento es obviamente indeseable en sociedades inclinadas a mantener
la desigualdad racial.1 en que los afroargentinos mismos databan los acontecimientos de su vidá
T a l vez sea por estos motivos que el rol de los afroargentinos en las en relación con los sucesos m ilitares. E l testam ento de Federico Mendizá-
guerras de su país se ha mantenido poco conocido y m al entendido. Pocos bai recordaba como su esposa Erm enegilda lo abandonó en 1851 para
historiadores argentinos han dejado de mencionar la importancia de los ififi/711* ^ e] érC1í ° ? ° sas en la Campaña del Sur. Mendizábal murió en
soldados negros en el pasado m ilitar de la nación, pero su participación 1867 ipientras luchaba como te rie n te en la guerra del Paraguay.5 E n un
en el pasado ha sido m al descrita en una variedad de m aneras. Abundan ju icio de 1852 que las mujeres de la nación Mayombé hicieron contra los
las inexactitudes en los escritos acerca de la historia m ilitar afroargentina, varones, ellas recordaban que los orígenes de su disputa databan de la
convocatoria a los hombres para la campaña de 1840.6
que van de errores bastante inocuos respecto de cuáles regimientos eran
negros y cuáles eran blancos, a errores de concepto mucho m ás graves
concernientes a la naturaleza de segregación de las fuerzas aunadas, las
tasas de mortalidad y de deserción, y la m isma existencia de los cuerpos B A T A L L O N E S Y R E G IM IE N T O S
de oficiales negros. E ste capítulo es un esfuerzo por corregir el registro
confuso y desorientador de las legiones negras de Buenos Aires. Los afroargentinos sirvieron en una sucesión de unidades en el Buenos
E s de particular im portancia corregir estas inexactitudes debido a la
A ires colonial y en el del siglo X IX . Y a en la década de 1660, los pardos
influencia profunda de la actividad y de las instituciones m ilitares en la
vida de Buenos Airesi en su conjunto y de su comunidad de color en f0rmaj an umd5des de m ilicia segregadas en la provincia; para
1801, las tropas de castas formaban el 10 por ciento de la m ilicia de 1.600
particular. Enyuelto.en una serie casi continuada de guerras civiles y con
hombres de la ciudad. E sta s tr o ja s fueron fácilm ente vencidas por una
eU xtranjero_ entre 1810 y 1870, Buenos Aires sirfrió la “m ilitarización” fuerza expedicionaria británica iu e ocupó la ciudad en 1806, pero seis
de su sociedad y de su sistem a político, común a la mayorialléló~sErt~ados semanas más tarde, cuandó los in jle ses fueron expulsados, afroargentinos
hispanoamericanos enjel periodo posterior a laindependencia.2 L as in sti­ libres y esclavos lucharon! codo a codo con los milicianos blancos. U na
tuciones m ilitares cobraron enorme im portancia en los asuntos sociales segunda invasión inglesa, un año m ás tarde, fue derrotada por una fuerza
y políticos de la provincia, y los negros y m ulatos estaban desproporcional- defensiva de unos 5.000 hombres de los cuales 876 pertenecían al Cuerpo
mente representados en esas instituciones, aunque rara vez a niveles muy de Indios, Pardos y Morenos.8
destacados. Los afroaijgentinos eran sometidos no sólo a los decretos de Los oficiales y tropas de esas i nidades dem ilicias negras combatieron
reclutamiento racialm ente discriminatorios analizados en el Capítulo 4, luego en las guerras de laiindep 2ndencia¿< tas tropas de afroargentinos
sino tam bién a otras eyes tendientes a reunir a tantos in teg ran tesd e ljfaEeaSjg-Bugnqs. Aires constituían dos uni ades completam ente negras
m asas de la provincia como fuera posible para forzarlos al servicitófLa M ocito revolucionario:
legislación en vigencia entre 1823 y 1872 requería que todos los hombres ..._____ ilL.Se? *o Regimiento de infantería de Pardos
y Morenos
... ,-----X l L’ ~^ "a!Lon~.JeP
" ard os y Morenos deT Alto Perii! "Ambas
acusados de vagancia, jjuego ilegal, alcoholismo, holgazanería, o que por-
unidades se distinguieron fontra lo s españoíes en la Bárida O riental, el
taran un arm a defuégó, sirvieran por períodos de cuatro años en el ejército
A lto P eró y el noroeste argentin > antes de ser aplastadas en la batalla
regular, q ue~era eT& ible 3eT~término para Tos v o i^ tá rio sT ^ T bericoso
de Sipe-Sipe en noviembre de U 15. E n la peor derrota sufrida por las
gobierno de Rosas, qu¿ se esforzaba por realizar guerras sim ultáneas en
arm as argentinas durante la resolución, más de 1.000 hombres fueron
Uruguay y en el inte: io r de la A rgentiná, extendió cönsideräbiemente'
muertos, heridos y capturados, m ientras que los españoles sufrieron 20
esos términos: sus tribunales regulárm ente sentenciaban a un servicio
muertos y 300 heridos. Los áfroar* ;entinos sobrevivientes fueron enviados
m ilitar dé diez a quine años, m ientras que las convictas mujeres recibían
de regreso a Buenos A ires pára qu€ se recuperaran; no cumplieron ninguna
sentencias de diez años o m ás cómo costureras m ilitares', pa ra qüe-cosierañ
otra acción contra los españoles.9
los uniformes para lag tropas de R o sa s^ U n a vez alistádoi7los"soI3a3os
podían ser sentenciado s a años adiciónales de servicio por infracciones de , , O t o jn i d a d d e jio lo r , ¡el- S èttim o B atalló n de Infantería, también
la disciplina m ilitar, r eran comunes los casos de soldados a los que se lu ch o en S ip e-S ip ep ero éste era -fl¡ u ñ 'tip o -m S rJi?e^ iit^ a'ríS r3n id ad eS
de pardos y morenos libres, ya que estabacompuesto.totalm ente por ¿sola-
obligaba ilegalm ente volver a alistarse.4
Ygs_,adquindos por el Estado o U ñados por sus propietarios Como se
Dada la inacababl
mencionó en el Capítulo 4, en Í8 : 3 el gobierno inició la prim era de una
m antener su máquina bélica, el servicio m ilitar era u n a experiencia qüe
se n e de rescates »decretos por los cuales se réquería que los propietarios
virtualm ente todo afr »argentino que llegara a la adultez en el Buenos
vendieran al Estado a sus esclavo^ aptos de acuerdo con proporciones que
variaban, según el uso económico que se les daba a los esclavos. Los antes, de completar su término de servicio no siempre obtenían su libertad,
dueños de esclavos domésticos debían contribuir con un tercio de su per­ antes bien,, a menudo volvían a süs propietarios, no es claro si como
sonal, los propietarios de panaderías y fábricas con un quinto, y los que esclavos o como libertos.15 j
poseían esclavos dedicados a la agricultura con un octavo. E n la provincia Muchos otros libertos desertaban para escapar de las condiciones
de Buenos Aires, este reclutam iento produjo 1.016 soldados esclavos, los m iserables de la vida de cam paha.~Á^^ tenían éxito en esa eiri-
que fueron organizados en dos batallones, el Séptimo y el Octavo de Infan­ presa pueden haber .Qbtonido^uña libertaT p recaria que concebiblemente
tería. Los posteriores re s c a te s d e 4 8 1 5 ,1 8 Í6 y l8 1 8 ^ n d ie ro n i . 059 libertos haya resultado perm anente, pero aqjiellos a los que sé lograba capturar,
más, que fu ^ de l^e^itena. y al Seg^ndpBafiirón gen eralm en te_selo ssen ten d a^ deser\úcioéxtránomo
de Caz^clores.10 ^ • CMtigo..16 E n todo caso, los libeftos’desértbres arríeigabanTas espéránzás’
"T^an3o"^lnglés Em eric Vidal escribió un relato de su viajé a Buenos de adquirir legalm ente su libertad mediante el mecanismo de servicio
Aires, como parte de su análisis de la humanidad de la esclavitud porteña, establecido originalmente. Incluso hay serias dudas de que los restos de
mencionaba un programa del gobierno particularm ente benévolo por el los regim ientos revolucionarios que volvían a Buenos A ires después de
cual los esclavos podían ser vendidos al Estado como soldados, a partir años de campaña pudieran gozar de la libertad que tanto merecían. U na
de lo cual se convertían en hombres libres.11 E_n_un_respecto, Vidal tenía
toda la razón: los esclavos eran libres en cuanto entraban en las fuerzas informa que cuando sus sobrevivientes llegaron a Buenos Aires en— 1824.
1 » • i— i — 11 m .,L *.
armadas, adquiriendoTa condición de 'libertos) que conservaban''por la -'; despuésjle ocho años_de cam pañaen ryhile, Perú y Ecuador, prontamente
duración de su servicio m ilitar, convirtiéndose-íuego en hombres comple-- fueronincorporados.aksxQ gim katosqm e se
tám ente libres. Por lo tanto, este program a ten ía obvios atractivos quéi guerea, con B rasil, una incorporadon que se les debió imponer porfía
ÍÓs esclavos varones de Buenos A ires, aunqué n o h áy ningún'régistfo' que fuerza ya que es imposible im ag in arg ue^es^quebr^todps
_ sobrevivientes
indique que respondieran a él con tanto entusiasm o como los esclavos de havan-tenido deseos c té lr 'a lib r a r pife;a_guerea m ás.17
Santiago de Chile, trescientos de los cuales solicitaron los servicios de un A pesar de los inconvenientes de programa de rescate desde el punto
abogado en 1813 para hacer un ju icio al gobierno por el derecho de ingresar de v ista de los afroargentinosl indull ablem énte tuvo éxito én cuánto a
, en el ejército y adquirir su libertad.12 E ra n raras las instancias de resis­ proveer de hombres a los ejércitos re\l olucionarios. Después de la destruc-
tencia de los esclavos a l péscate en Buenos Aires, mucho m ás raras que ción de los batallones de pardosfy mor in oéííbres enSipe^SipéTta-represen-
la resistencia de los patrones. Tras una corriente inici a l de entusiasm o tación de los afreargentinos e'n las fuerzas armadas con sistiocasi por
dprante la cual un númerolde fem ilias porteñas donaron esclavosal Estado comple to en l i bertos. C^ándó^^Tgehéi ^ ^ ó W d r S á ^ M a r t í ím í t ít g í r t su
como gesto patriótico, los dueños de esclavos empezaron a Henar las ofici­ "éjércíto a través d é lo s Andes hacia Dhile, en 1816, para liberar al país
nas deí gobierno con peticiones de exenciones para sus esclavos, general- del gobierno español, la mitad Ede su fuerza invasora estaba formada por
mente Basándose en su dependencia económiciTciel trabajo del esclavo. ex esclavos reclutados en Buenos Airt s y en las provincias del oeste argen-
Muchos dueños recurrieron al delito cíe sacar a sus esclavos de la ciudad tino, organizados en los Batallones í léptimo y Octavo de Infantería y el
para esconderlos en el campo, donde la vigencia de la ley era menos integrado Undécimo de Infantería, ' L a conquista de Chile y Perú por
rigurosa. P ara 1816, el gobierno h abía decretado la expropiación no com­ parte de San M artín es la m ateria con que está formada la leyendá m ilitar,
pensada de esclavos pertenecientes a todo dueño sorprendido a l retener Conduciendo a su pequeño ejército co; una ra ra combinación de habilidad
ilegalm ente a esclavos vajrones aptos, y un térm ino de servicio especial­ y de suerte, logró desalojar a lbs esp moles en dos centros de resistencia
mente largo para todo esclavo que no se presentara cuando se lo llamaba* y sim patía realistas. Aun m ás nota >le fue la carrera de los batallones
a servir. A los esclavos qué inform aban acerca de tales propietarios recal­ negros que lo acompañaron. Erítre 1? 16 y 1823, libraron y ganaron bata-
citrantes, sé los liberaba después del servicio tra s un térm ino de tres años, lias en Chile, Perú y Ecuador jen un odisea m ilitar que los llevó tan al
considerablemente menosjqúe el lapso que servían los otros libertos.13 norte como Quito, a m iles de kklómel ros de süs hogares en la Argentina.
_La descripción que hace Vidal del sistem a de rescate como benévolo Pero para el momento en que]finalrjiLente fueron repatriados, menos de
no sé ajusta demasiado o ‘lá“ ver<ladr'La lib é i^ d dé los libeitos' ño se ciento cincuenta hombres quedaban (de los aproximadamente dos m il sol-
produdamiTácifñrfrecuelH ^m enterEos reclutados m ás tempranos firm a­ dados negros que habían cruzádo los Andes con San M artín.19
ban por un período comparativamente corto d.e~cinco ^ Ninguna otra unidad negrja expi€ rimentó nunca un calvario tan pró-
decretos requerían que las tropas de libertos sirvieran h asta dos años longado y difícil como el que sufrier on esos malhadados batallones. La
después de' la cesación dé~las hostilidades antes de" adquirir la líb é rta d única otra unidad de libertos rec ados en Buenos Aires, el Segundo
com pleta.14 No resulta claro en qué medida se respetaban estbntérmfñós. Batallón de Cazadores, ?se pasó la „ erra haciendo tarea de guarnición
Muchos libertos morían durante las cam pañas, y a sí no’v iv íán p árarécla- en la ciudad. M ás tardé tuvo o Dortui idad de entrar en acción contra los
m ar su libertad* Los numerosos libertos dados de b aja por razones médicas federales que invadieron la provincia en 1819 y en las guerras contra los

140 141
indios do la década de 1820.20 E l Cuarto B atallón de Cazadores, establecido agregadas al Segundo Regimiento de Infantería. E stas compañías fueron
en 1826 al comienzo_de,la guexESilon, Brasil,„tam bién..se pasóría guerra luego separadas del regimiento para formar la base del Décimo Regimiento
en "Buenos Aires, prestando servicio menor en los disturbios civiles de de Infantería, otra unidad in te »rada.26 E l Undécimo Regimiento de Infan­
I829r~Dts^lto~'é^;t8.3X- SUS miembros fueron asignados a J¿Tjí^S r jiia tería, que acompañó a los Batallones negros Séptimo y Octavo éñ su
2¡í^^íttm a^nbatoÍlón£^.£y^oB-UáA^Í,ped9dQ.dé.Rosa§A^ D trá s unida­ campaña de ocho años a través le los países andinos, también fue integrado/
des negras prominentes en el ejército d eR osas fueron eTB^^ión^Provi-
slonáTyiH B atálIÓ ñ'R esta^ su nombre^ del títuloautoim - . ^ B X § E á ^ § fa jn a g n itu d ^ la integración de los regimientos de Buenos
pueB^-Wt^ósTsrdéB^estaurador- d elas.X ey es^ S ' " " — - A i ^ ^ n el s^glo X IX ^ lo ^ á ^ ^ r id a ^ p o F la le g is ía c ió n m ífifa x o fic ia l.
S i bien varias unidades fueron creadas por décréfos~qúé“éxpÍicitanf«íté
Tras la caída de Rosas en 1852, la Constitución Nacional de 1853 y describían su naturaleza racial integrada o segregada, no ocurrió otro
la Constitución provincial elim inaron la segregación en .eXej\éxcito_re^ílar, tanto con la mayoría. Sólo estudiando los registros de alistam iento del
pero siguió existiendo en la m ilic ia n as unidades de m ilicianegrassiguie- período y viendo a qué regim ientos eran asignados los soldados de ciertas
"rdñ'^íén^Ó' una"cóñ§tante"‘é rria instituciórTm ilitar í e Buenos Aires en ra?as, se puede llegar a una impresión exacta de la composición racial
todo él siglo X IX , qué evolucionaron de los coloniales Cuerpos de Indios, del ejército de Buenos Aires. T.kl investigación indica que la provincia no
Pardos y Morenos y el B atallón de C astas b asta constituirse en el Regi­
en el TOrfodojBlQ-fiOquft no u n ta ra
miento Cívico de los Hombres de Color (establecido en 1811), el Tercer cP-5. s o l ^ qgjLde color. E n álgi ñas dé ésta s "imi3ades. la representación
Batallón de la Legión N ativa (1820), el Cuarto Batallón de M ilicia (1823), ^grgH ^3-.m ínim a3éI 1 ó 2 por siento. E jemplos de ellas serían la División
los Defensores de Buenos Aires (1830), varias unidades creadas durante de A rtillería de Buenos A ires (1853-60) [Los números entre paréntesis
los años de Rosas, y el Cuarto Batallón de la Guardia .Nacional (creado indican ----— los ——
años £para ' * * * • ' los \|«AV que perduran
k/v registros de los alistam ien tosbel
en 1852 y reorganizado constituyendo el Segundo Batallón del Tercer Noveno Regimiento de Irifantei íía (1816), la Legión de Cazadores de Infan-
Regimiento de la Guardia N acional en 1858). U na m ilicia de esclavos, tería (1853-60) y el Regimiente de A rtillería de la P a tria (1814-17). Pero
los A uxiliares Argentinos, tam bién sirvió durante las guerras de la inde­ j o t r a s _u n id a d e s^ la .rie s e n ta c ió n era sustancial, en especial cuando
pendencia.23 se tiene en cuenta qué los a fi.oargentinos probablemente se ocultaran
\E1 foco en los regimientos de negros, sin embargo, oscurece la impor­ entre los trigueños que aparece] i en los registros de alistam iento. E l cuadro
tancia de los afroargentinos en unidades integradas. S i bien la segregación 7.1 es u na tabulación de jos ali, ¡tamientos registrados para diez unidades
de los m ilitares fue ¡observada m ás estrictam ente durante el período colo­ en el período 1813-60. Esos alis amientos aparecieron en cinco volúmenes
nial que después de la independencia, hay considerable evidencia de que de tales documentos, elegidos a azar de un total de alrededor de Veinte.27
inglusoantes de 1 8 Í0 , los soldados afroargentinos y blancos actuaron lado' L a iJ n m j
ortancia «de "
los
"
solidado? negros
1 1 [ ' ' 11" ' ■ r\ ..m . en , las unidades iintegradas, iA y v e li aaun
lU l
a lado en las m ilicias locales. No era desacostumbrado, p orljem p t3;ijú e a----------
n tg-- —sd eg u e se instituyera i i r i i»7, ~ 7la i itegración en v * * veletército
* v j V A y A o y ude RiVpnns XAir««
comerciantes acaudalados o profesionales enviaran sus esclavos para oc nhrnr» T i U». i,,..,
_____à ' 1 1“‘ c ilin o ,

eM 2 v m . Las tropas negras constituían m ás de un cuarto de los soldados


reemplazarlos en los ejercicios de m ilicia y en el combate real, de modo en seis de las diez unidádes cm sideradas: en una de ellas, el Décimo
que resultaba la integración de hecho m ediante los esclavos que servían Regimiento de Infantería, form aban las tres cuartas partes de los alista-
en unidades compuestas totalm ente por blancos.24 A veces, la integración mientos. E l enrolamiento de t igueños era aun mayor, sobrepasando a
era condonada oficialmente. Durante las invasiones inglesas, una compa­ los blancos en cuatro de las diez unidades, incluyendo la m ás grande el
ñ ía de mulatos libras fue agregada al Prim er Escuadrón de Húsares, una Prim er Batallón de Infantería. ’
prestigiosa unidad de caballería blanca. Al menos dos peticiones sobrevi­
_Hav tam bién evidencia de que unidades creadas como negras eran
ven de oficiales m iilatos de esa compañía, que solicitaban al virrey que
d_e hecho integradas, aunque el i lúmero de blancos en ellas era muy peque-
Ies perm itiera continuar sirviendo en “esta distinguida unidad” en lugar
ño. Incluso el Séptimo Batallójn de Infantería de libertos, de 1813-15,
de ser trasladados ají Batallón de Castas. Tanto deseaban esos dos hombres
presentaba a dos enroladas bla] i.eos, como el Cuarto de Cazadores.; E n el
permanecer en la línidad de blancos que ambos ofrecían servir sin paga,
período de Rosas hubo instane as de delincuentes blancos a los que sé
proporcionando armamento y caballos a sus propias expensas. A pesar de
sentenciaba a serviFénTìilès'ìm '¡Hades négrascom o el Batallón Kestaura-
sus ruegos, ambos nombres fueron reasignados al Batallón dé C astas.25
doj^yda Guardia Argentina, así :omo h abía prisioneros de enlnr sAnt^nria.
Dada la retórica liberal de la revolución, la integración de unidades do7a servir en unidades blancas explica un sorprendente incidente
regulares dél ejército era casi inevitable. Al principio, la ju n ta revolucio­ de 1847, cuando el com andant ¡ del B atallón Restaurador, al que se le
naria trató de mannener a las compañías de afroargentinos en batallones pidió que nombrara a suboficialíes para la promoción a dos vacantes de
separados, permitie ndo sólo a los indios servir con los blancos, pero final­ subteniente en el batallón, nom bró a dos blancos, los que habían servido
m ente cedieron y en 1811 varias compañías de afroargentinos libres fueron en la unidad por diez años.29

142
143
Cuadro 7.1. Alistamientos en unidades militares seleccionadas de la provincia ¿Será ju sto que m ueran solam ente los libres por emancipar a los
de Buenos Aires, 1813-60. Tabulados por raza. esclavos? ¿No será ú til que éstos kdquieran sus derechos en el campo de
b atalla y que se disminuya su peligroso número por un medio poderoso
y legítimo? Hemos visto en Venezuela m orir la población libre y quedar
Alistados Porcentaje la cautiva; no sé si esto es política, pero sé que si en [Colombia] no emplea­
Afro­ Tri­ de afro- mos, los esclavos [como soldados] sucederá otro tanto”.30
Unidad argentino Blanco gueño Total argentinos
Sg, debe acreditar a la A rgentina que no hay evidencia de tales pen-
Tercer Regimiento de Infantería
(1813-17)* 14 25 36 75 . 18,6 de_color eran reclutados en^números desproporcionados respecto de su.-
Segundo Regimiento de Infantería representación en Ia p ^ ació m ^ o ^ p ifféce ser que & e ra n ”elegidos para
(1813-15) 23 28 37 88 26,1 l§s..tareascqnsisteñtem^^
Décimo Regimiento de Infantería !? timo y Octavo de Infanteríalínaím i inte se redujeron hasta casi desaparecer
(1814-18) , 65 15 7 87 74,7 4 durante sus años de campaña, pero a las unidades blancas que los acom­
Decimoséptimo Regimiento de Ca­ pañaban no les fue mejor. E l Prim ero de Cazadores fue destruido casi por '
ballería (1826-28) 34 60 40 ' 134 25,4 completo en la b atalla de Maipú, y muy pocos de los Granaderos a Caballo
Batallón de Artillería de Buenos l
regresaron de Perú a Buenos A ires.31 No se dispone de cifras de bajas
Aires (1824-28) 12 24 49 75 16,0 t
para el desastre de Sipe-Sipe, pero una lista de oficiales muertos y captu­
Primer Batallón de Infantería rados sugiere que el Noveno de In ’an tería, principalmente blanco, sufrió
(1853-60) 200 224 264': 688 29,1 m ás que los dos regim ientós neg] os juntos. E l Noveno perdió a quince
Segundo Batallón de Infantería oficiales, m ientras que el Sexto y el Séptimo de Infan tería perdieron en
(1853-60) 43 97 80 220 19,5. total seis.32 O considérese a l C ua *to de Cazadores, que tranquilam ente
Tercer Batallón de Infantería •1 pasó la guerra con B ra sil en Bu enos A ires, m ientras los regimientos
(1853-60) ‘ Í 56 91 60 207 : 27,1 I
integrados combatían a los brasil« ños y a l frío en Uruguay.
Segundo Regimiento de Caballería 1
12 26 26 64 18,8 Una^comparación de lals liste s de varios batallones en 1810-15 en
(1853-60) |
actwa_campaña contra los español es, indica que las unidades blancas en
Quinto Regimiento de Granaderos
10 11 33 30,3 ir verdad perdieron a m á sh o ih b re s m e las pardas v morenas"33 Dado que
a Caballo (1853-60) 12
esas listas son de naturaleza frag mentaría y varían considerablemente
en cobertura de un mes a ¿tro, s<¡ computaron las tasas de mortalidad
F u e n t e : AGN - m - 59-1-1, 59-1-6, 59-2-4 y 59-2-7.
mensuales (número de m uertes di ddido por el número de hombres en la
* Los datos entre paréntesis indican los años de los que perduran registros del unidad a l comienzo del mes), y la su ma de esas tasas fueron luego divididas
por el número de meses para pro lu cir u na tasa de m ortaliad mensual
alistamiento. media para el período en cuestión, L a ta sa de mortalidad mensual media
fue entonces multiplicada pc>r doce para producir una tasa de mortalidad
anual.
M U ERTE* D ESER C ON Y EN FE R M ED A D
Tres unidades que lucharon j ijuitas en el Alto Perú y en el noroeste
. U n a cuestión potencialm ente explosiva re la tiva a la segregación y argentino desde 1812 a 1814- fueroti el B atallón de Pardos y Morenos del
4 la existencia tterunidádes~mtegrada5~sóI'o~por~liómbrés de colór,"es la Alto P erú y los Batallones blancos Segundo y Octavo de Perú, todas ellas
posibilidad desque los comandantes los em plearan como tropas^leatáqú e unidades rioplatenses a pesair de su nombre. D urante él período1810-13,
dadéTMM^ás^ eliiniñando consHentemente a la el B atallón de Pardos y Morenos s ¿frió u na tasa de mortalidad anual del
’ ~^HTapTi^?fróargentiña m ientras se lograban objetivos m ilitares. Ningún 91,2 por m il, en verdad, uní tasa muy alta. Sin embargo, las listas del
hi§tonadpr“argentmp h a sugerido en ningún trabajo publicado que pris­ Segundo Batallón de b lan cos, que I erdura sólo para 1813, demuestra una
tiera ta l política genocida, pero varios la mencionaron en la conversación ta sa de mortalidad de 253,2 porm il . E n comparación, la tasa de mortalidad
como una explicación para la declinación demográfica de los afroargenti- del batallón negro en; 1813 silo,fin de 114,6 por mil. E l Octavo Batallón
nos. Sim ón Bolívar, el libertador dé la zona septentrional de América del de blancos también luchó en 1813 e i el noroeste argentino, pero perduran
Sur, en una oportunida i argumentó francam ente en apoyo de ta l política. las listas sólo para dos;de los doc! meses de ese año, de modo que sus

144 145
resulados deben considerarse con cautela. Producen una ta sa de m ortali­ fuego, esa noche y siquiera medio secarnos? V ea lo que es el destino de
dad anual de 201,6 por mil. algunos, ¿eh? Son útiles hasta después de muertos, y otros ni cuando vivos
Otras tres unidades que sirvieron ju n tas en el noroeste fueron dos sirven para nada”.36
unidades afroargentinas, el Sexto Regim iento de Infantería y el Séptimo Otros relatos acerca de los afi oargentinos eran menos horripilantes,
Batallón de Infantería, y el Noveno Regimiento de Infan tería de blancos. pero todos coinciden en el tem a reciirrente de que los negros morían en
Estas unidades tuvieron pérdidas muy inferiores. E n el período de diecio­ las guerras. E n tiempos tan recientes como 1976, un periódico de Buenos
cho meses en 1814-15 (período que no incluye la b atalla de Sipe-Sipe; el A ires publicó un artículo donde sej recordaba el fin del tráfico de esclavos
ejército quedó en un estado ta n lam entable después de su derrota que no y luego se analizaba cómo “los negros cayeron minuciosamente en todas
se pasaba lista), el Noveno tuvo u na ta sa de mortalidad anual de 38,4 las batallas de la joven patria, enj el Ejército de los Andes, en la guerra
por mil, el Sexto levemente inferior de 37,2 y el Séptimo B atallón de contra el indio, en los esteros del Paraguay”.37
libertos, recién creado, tuvo 27,6. ¿En qué medida es exacta esta Imagen de los afroargentinos muriendo
Estas pérdidas varían un tanto respecto de la im agen tradicional de en m asa en las guerras^del país? T iene m ás que un núcleo de verdad, por
los negros de la Argen tin a que mor ían a montones en los campos~ae supuesto, como_se puede ver por el marcado desequilibrio de los sexos en Ó
batalla; que iban a la m uerte de a m iles por la causaTdéla pátria. No hay la población parda y morena de lja ciudad, documentado en el censo de
ningún autor sobre el temaTcie los afroargentinos que no se haga eco de 1827^X<a bajaJ;a.^^de..morteilid.ad registrada para los regimientos, gue
este tema fam iliar, y algunos lo llevan a exagerados extremos. U n poeta debe oscurecer el hecho de que todo’ lo
argentino, escritor de historia popular, recuerda extensam ente cómo los que hacía falta era una batalla de sastresa para' q u éu n a unidad perdiera
afroargentinos sirvieron como carne de cañón de un extremo al otro del más hombres en una tarde de cua íto había perdido en tres años. S i b^en
país, dejando sus huesos para que se blanquearan al sol, que él emplea fueron m ínim as las bajas de comb atientes negros en batallas tales como
como imagen recurrente, en todas partes adonde iban.34 L a im agen de la de S a lta (once), Tucumán y Chacabuco (ocho), los enfrentamientos como
los huesos es notable: ta l como la emplea el autor, que se centra en el los de Ayohuma, Sipe-Sipe, Maipú Pichincha, Ituzaingó, Caseros y otros
contraste entre la piel n eg ra de los afroargentinos y la blancura de sus más impusieron un altísim o tribuijto a los afroargentinos, así como á los
huesos, se convierte en una su til m etáfora del emblanquecimiento de los blancos, indios y mestizos, lo bast m te desafortunados como para que se
afroargentinos. Ellos cumplieron con su deber con el país, murieron en los reclutara en las fuerzas armad as.
el proceso, y dejaron como recuerdo una pila de huesos, que redimen la Aún m ás destructivas fueron las enfermedades endémicas entre los
memoria de los afroargentinos, no sólo m ediante el heroísmo que represen­ ójémtos^del siglo-X IX en todo el i íundo, y la A rgentina no fue ninguna
tan, sino tam bién porí el hecho de que la negrura de los soldados há excepción. Cuando el ejércitb arge itin o invadió el Alto Perú en 1813, el
desaparecido, reemplazada por un blanco puro y brillante.35 peor enemigo que debió enfrentai allá fue el soroche, una enfermedad
E l motivo de los huesos aparecía en otra de la s muchas, revistas producida por la prolongada exposi :ión a la altitud y el tiempo sumamente
populares que han reforzado el tem a de la m uerte de los afroargentinos fHo del altiplano boliviano:?8 E n t •e diciembre de 1811 y ju lio de 1812,
en las guerras. U na entrevista de 1888 con uri veterano de las guerras cuando el Batallón de Pardos y Mo *enos del Alto Perú estuvo estacionado
de la independencia presentaba la siguiente anécdota horrible: en la provincia argentina de Juju; r, un promedio del 22,2 por ciento del
batallón estuvo enfermo cada mes en su mayoría con soroche.39 Cuando
Una vez que maré aábamos a S an Ju a n , iba conmigo en la avanzada el Regimiénto del Río de la P lata, integrado, salió de Lim a en 1823 para
un negrito riojano, crie do de los B azán ... ¡Qué negro que sirvió, am igo!... la Campaña de los Puertos, |dejó i más de ciento cincuenta hombres en
Una noche estaba de es jucha y se durmió para siempre, pues u na avanzada los hospitales de la ciudad, casi tedos los cuales murieron.40 Durante la
enemiga lo degolló. Bueno, amigo, antes de m archar recogimos el cuerpo campaña contra los indios de 18Í 4, el Segundo Batallón de Cazadores
y para medio librarlo d¿ los pájaros, lo pusimos entre un cuevón grandísimo perdió a cientos de hombres, que ir urieron o quedaron permanentemente
que había en la falda ¿leí cerro y a llí lo dejamos sin ponerle n i una cruz lisiados por el congelamiento.41
de palito. Vaya; el negro no dejaba en la tie rra sino los huesos, ¿quién se Dadas las condiciones m_____
_______________ isera1sles
de la vida del ejército, es sorpren­
iba á recordar de él? dente que los historiadores ¿ r gent nos h ayan pasado por alto dé manera /%
consistente la fuente más importan -e de i i ♦ i • • i i a A—
baj as en los regim ientos de afroar-
T al como resultó, quien contaba la anécdota lo recordó. Cuatro años gentinos. T al vez atraídos por el drama y la calidad patética del tema,
más tarde, sucedió que él estaba de campaña, en el área cuando estalló los historiadores hayan atribuido 1 is pérdidas sufridas por esas unidades
una tormenta y se tuvo que refugiar en una cueva próxim a.:Sorpresa de a las muertes en el campo de bata la, aunque u na m inoría menciona las
las sorpresas, resultó ser el mismo sitio donde habían dejado el cadáver condiciones de vida que caucaron tan tas m uertes por enfermedad. Sólo
del negro. “¿Quiere ere er que los huesos del pobre nos sirvieron para hacer un estudio ha señalado a la desebción como un factor en las pérdidas

146 147
S 'X
sufridas por los regimientos-negros, y ese estudio concluye que ladeserciójV
PZ-— ^ ^ ^ era relativam ente in ffé c u e n te '^ tre las tropas negras.42
modo es cierto. B la i ____________________________
por igual desertaban en grandes cantida-
des en todas las guerras argentinas, en especial en las primeras. Las
memorias "del general'Paz recu eM an ^ qüe^üí^'fe'lalñ arcK a W 1"S15, de
Buenos A ires al Alto Perú, un ejército de cinco mil hombres fue reducido
a tres m il por las deserciones. Un reclutam iento enviado al noroeste argen­
tino tres años más tarde perdió dos tercios de sus hombres en una cuestión
de meses, como resultado de las deserciones.43
Los afroargentinos no dudaban en considerar la prudencia como la
nun^ v ° I v i e r o n ^ B l ^ ^ " A ^ f ^ ^ ^ ^ ® ^ ' esos
mejor parte del yaior, uniéndose a sus cam aradas blancos en huidas ma- tan
^iyas_diOrén.te.^En efecto debilitador que estas deserciones podían téñer hubiesen muerto. Varios a r e e n t i n ^ ^ ^ - ’^ f 10^^ubre$e~.sido™el,caso si
sobre el poder combativo de estas unidades puede verse en el heclio de
que m ientras las listas del B atallón de Pardos y Morenos del Alto Perú
de* 1830 y 1840 informaron £ £ £ e r r a d o a h á J T ^ ^ décadas
fuerza expedicionaria de San M aW n v ñ n » ? , .s ° brevm í!ntes de la
demostraban que había perdido 4 7 hombres por. m uerte de 1810 a 1813, das de la literatura argentina d lfs ir io x i x t l“ “ * * d° ‘ aS más celebra-
perdió 69 hombres por deserción. E l Sexto Regimiento perdió 18 hombres
negro al que e n c o n t r ó ^ v iv ^ n tíe ^ i S ^ '5refier? 3 “ viejo desertor
por muerte entre octubre de 1814 y agosto de 1815, pero 98 por deserción. M ansilla.47 Y muchos mdlos ranqueles el escritor Lucio
Las cifras sim ilares para el Séptimo B atallón (marzo de 1814 a agosto de volver a Buenos Aires, llegaron -onla^alud dese7 tor®s 3 ue consiguieron
1815), 27 muertos, 145 deserciones; y el Segundo Batallón de Infantería heridas o por los rigores de la c ¡m n Í ñ f quebr?n?ada>.sufriendo por
de Perú, blanco (de enero a junio de 1813), 34 muertos, 64 deserciones.
d eck CLu^.lQS„afroa¿entinbs^cayeron
U na unidad obviamente descontenta era el Cuarto Batallón de Cazadores, por un país que e l e m a n t T ^
integrado por afroargentinos, que entre noviembre de 1827 y octubre de
Ouulps PcIéabanfPretendér que e¿ to fnpffl derechos por íos
1829 perdió 31 soldados, por m uerte, y la sorprendente cifra de 802 deser­ sentido común o M B s t í S t i d e o c
ciones, muchas de las cuales deben haber sido m últiples, ya que el batallón
en su momento de mayor expansión contaba sólo con 715 hombres. Y el ros 38 ? u e recibían los guerre­
mismo informe m ilitar que m enciona que el Regimiento del Río .de la ó le . Ss p en u S; P a g fm S t
P lata dejó a 150 hombres enfermos en L im a a l m archarse de la ciudad
los derechos que se les habfa proí letido d n Z / í ar^amf n te demorado de
en 1823, agrega que ¡también debió dejar a unos 350 desertores que no azorado an te el heroísmo y la r e S S í » ™ Z !a revolución> queda
habían sido aprehendidos por la policía m ilitar y que permanecieron en
los afroargentinos. E l único1c o m a u d e n ^ ^ ^ lbl®r° nContinuadamente
la ciudad.44 Por lo tanto, cuando se leen relatos tales como la descripción nunca el desempeño m ilitar de Ir c nfi- S a tin o importante que criticó
que hace Domingo F.¡ Sarm iento de cómo encontró los restos de un regi­
miento afroargentinó en el sitio de Montevideo en 1851, reducido a 30 que después de V s i S r u / a t e ó t d e T e S ™ * P ‘8 ManUeI ,B elS ™ °>
argentino y el Alto Perú le escri «1 noroeste
hombres comandados; por un sargento,45 no se debe extraer inm ediata­ así contento con la tropa de libert. s- lo* 5p ” 6ra San, M artín <lue “no soy
mente la conclusión de que Sarm iento quiere decir que el resto del regi­ que tiene tanto de cobarde como le %an<n ^r ° S ^ mu*atos son una canalla
miento fue muerto eri la lucha. E s totalm ente posible que ellos tomaran que he tenido han Y en las cínco p i o n e s
un curso de acción racional y se m archaran a la patria antes que ser m urallas de carne”.4* E l general Pa? ^ línea ^ *>uscar
muertos o mutilados en el terrible sitio.
posteriormente hizo un brfl an te uso de £ sabordlnado de Belgrano que
E n la búsqueda dbl motivo subyacente en ese m ensaje reiterado cons­
civiles, disentía marcadamente «e ñ a í PaS negraS en las S “ « ™ *
tantem ente de la aniquilación de los afroargentinos en las guerras,; se soldado negro valía al menos nnr ^ 3 3nd° en Una °Portanidad que un
puede volver al análi sis del Capítulo 6. Al afirm ar »na destrucción casi
J Í ^ U a & a i L ¿ f r o T a H e m ertos T" ^ o l _ S a n
com pleta de la pobiacjión m asculina negra y m ulata mediante el servicio los hacía más oheHmr>+Qo -i¡— ’— X r 9XEc?Lencia_como. esclavos
mÜ ^ L ^ ^ A Í?Í9£?5ffd res de la nación pudieron ignorar e ! hecho de que
muchos de esos soldados volvían vivos de las g u e rr^ p a r^ cohtribuir al se sintió sumamente satisfecho c í n b, ’ Argentina en 1813, Paz
desarrollo cultural, sc|ciaiy demográfico de Buenos Aires. E s significativo
sus tareas: “Además de los & a L r a s T n l 1,“ qUe ell° s do” mabán
que el héroe m ilitar afroargentino más famoso no sea una figura histórica,
Pera eI hermoso batallón nú'mero r Venían ^ e? F 0S0 el ejército del
como los coroneles Domingo Sosa y Jo sé M aría Morales, que combatieron derna* que no conocíamos de mod,. ^ struidos en la táctica mo-
en una multitud de batallas, sirvieron heroicamente a Buenos Aires por
modelo en las dos arm as” 53 Cambié nha ra ” , os cuerP°s que servían de
mas . 1 amble n hay registros en los que los generales
148
149
ì

estaba más allá del cumplimiento del deber y sugiere algún motivo más
profundo que el mero amor a la pat ia. L^se^.nda|uente era la esperanza
de promoción: movilidad hacia arrib a en efejircftd "y quízSnEambtén en
laaociédad más gráh d ér;

LOS OFICIALES
Los historiadores que han escrito sobre los afroargentinos tradicional­
mente han sostenido que casi no se ten ía noticia de que hombres de color
hubieran logrado el rango de oficiales. Jo sé Ingenieros afirmó inequívoca­
mente que los soldados de las guerras de la Independencia eran mestizos
o negros, sus oficiales siempre blancos.52 Em iliano Endrek estaba de acuer­
do, afirmando que unos pocos afrc argentinos pueden haber alcanzado el
nivel de oficiales durante las guerras civiles posteriores a 1820, pero que
las unidades negras del período col( »nial y de la Independencia eran coman­
dadas completamente por oficíale^ blancos.53 Jo sé Ramos M ejía sostuvo
que aun durante el periodo de llosas, cuando: el gobierno- tenía .como
política cortejar áJóVáfrpargentin os para lograr su apoyo, era c^_i impo­
sible que los negros o mulatos se el« varán por encim a del rango de sargento
ó teniente.54 Jo sé Luis Lanuza sé hizo eco dé ésta afirmación, e incluso
él hábituáfraénte bien informado I eslie Rout afirm a categóricamente que
“ningún negroide reconocido” tuvo rango de oficial en las m ilicias colonia­
les argentinas o uruguayas,! y qué ningún argentino de color se elevó por
encima del rango de capitán h asta después de 1820.55
Los m ism o ^ a u ^ e sq u e h a ce r estas aseveraciones in clu yen jnfprma-
Un sobreviviente de las guerras. Esta ibtog. aiïu " ¡^ ¡¡¡¡^ ¿ ¿ ¡¡^
:x ción incidental qué s u ^ e ^ c o n , ^ rza, y que en algunos, 6áSQS^.4§muestra
de Juan Martínez Moreira Martínez era presen- d elnán era contundente, gue los h )mbres negros llegaron a posiciones de
comando] É ií el misino" enrayo en qué E h d rék áfinha"que"nm negro
se*3esempeñó como oficial en el. jeríodo colonial o de la Independencia,
cierto. Fotografía cortesía del Archivo General de la Nación. el autor incluye la cita en que el g>;neral Belgrano denostaba a sus tropas
negras como canalla cobarde, un i cita que term ina “sólo me consuela
saber que .vienen oficiales blanco ; [a comandarlos], o los que llamamos
1er y Guido elogian especiálmente a las tropas afroar- españoles, con los cuales acasó ha* :an algo dé provecho”.56 L a implicación
Rondeau, V iana, Mi
es que en ese punto estaban! bajo € l mando de oficiales negros. Más tarde,
Endrek se refiere específicam ente; i los oficiales negros de la m ilicia afroar-
gentina de Córdoba, que fueron d<aplazados por oficiales blancos cuando
un fe n ó m m ju e j r p r a d e ra a creyeran los llamados a defender se envió a la unidad a combatir en Bolivia.57 Otro caso es una tesis escrita
que recibían a c a m ^ Q u .z a r e a l m e n t e b‘°n antes de la b atalla, en la Universidad de Córdoba en L962,.cuyo autor afirm a que los pardos
™ - r a I paTs;co| que e i S s o f "rocidad en la b atalla y morenos nunca llegaron á ser o:iciales y luego cita un decreto-de 1830
pero es m ^s P1^ 1^ Lf c £ ^ f uente incluía los resentim ientos y del general Paz según el dual te dos los prisioneros de guerra libertos
derivaran de dos tuentes. i j a p r n i ^ ^ sociedad de Buenos Aires, debían ser devueltos a sus dueños, con excepción de “aquellos esclávos
fru straciones que s & i a n en i a ciudad podían liberarlos que han servido en clase de oficñ les en el ejército invasor”.58 Y no hay
E l ¿escontento y la ira q u e^ eb ian r p . ocasionales testimonios duda de que los autores antes men< ionados deben haber leído el M anual de
en el campo de batatta sin e l temordel_ca, y 1((saivajeB,. de los soldados la Historia A rgentina de Vijcénte j’idel López, una de las historias argen­
en cuanto a la condición de sangu s y eSa oportm tinas más frecuentemente c itadas del siglo X IX . Lanuza, por ejemplo la
cita a menudo pero inexplicablen ente omite la declaración de López de

151
150
que todos los oficiales del Cuarto B atallón de Rosas eran hombres de
S l ^ ^ ^ . c o í S í e l e s ^ o tenientes coroneles (para breves biografía* H*
color* con la sola excepción del coronel.59 estos hombres, ver Apéndic^C)fsin dudaliay densos c^ o s oc^tos
No sólo los afroargentinos yiyieron comp^oficiales e n .e le jé rcito de
Buenos ^ r é s . sino que árg^osIse"eíeYarQ n ja..aÍtQS..nraeIes^de-amando. S á ? i d0CUmentiaC1Ó^.deI períodQ’ qí e f a r d a n que se los descubra Ade­
más, los coroneles afroargentinos difícilm ente pudieron haber«Aiauuu
-- i----—w.wiuuci existidoen
en
Párece Haber sido una regla tá cita que a ningún afroargentino sejejaodía aislam iento respecto de un número aun
pérm ífiFqüé lle g a ra a lrá n g o d e .g e n e ra h p e ro al.m enos.once.seelevaron aun mayor de oA.n n “l 5 ® “ en nive-
afroargentinos 0en
, les inferiores de la jerarqu ía. Para identificar a esos hombres y llegar a

pero el debujo probablemente ha^a sido j•ealizado durante la década de 1860*


El único retrato conocido que perdura del coronel Lorenzo Barcala (1795- después que Morales ascendió al ¡coman
1835). Fecha y artista desconocidos. Fotografía, cortesía del Archivo General io del Segundo Batallón del Tercer
Regimiento de la Guardia Nacional. Fofo
de la Nación. I de la Nación. i ' 'grafía, cortesía del Archivo General

152
153
ü n á representación coherente de la evolución del cuerpo de oficiales negros ■ ^ ei^ P arecen h aber sido dem asiado pocos p a ra ju stificar ai *
y m u latos, exam in é e l personal d e o fic ia U s d e jy ^ ¿
en é x i s t e n c i a ^ íí ^ F r O T ^ '^ 6 P '5 L ¿ i ^ i d a d e s bla n ca s..e4 n tég rad ^ no i
I
fueron ín clü id as eri é s T e 'e s t u ^ oficiales de color de,esas uni- #

suno o mmás puntos d uran te su


i v im: m
ü a , resu ltó posible com parar la s carreras
en el tiem po usando datos razor

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^ « '¿ ¡ 4 * i= S S s 5 S
en los datos

;1

de éxito y u n a fig u ra H a J t w I ’ del Per?odo colonial, era un m úsico


A
J
■,;i

m ente lo rotu laba com ¿ a u í p a r í ) « E ° c l r t l f i L l d T * ? - ° esPecffica-

se casó, en 1813 e l joven San finíc Ca en ^ue su ^ jo José. M aría Sanfines


Coronel Domingo Sosa (1788-1866). Este retrato probablemente date
de fines de la década de 1850 o principios de la de 1860. Sosa fue un fundador
y el miembro más prominente del Club de Artesanos, una organización
social afroargenti la activa desde la década de 1860 hasta la de 1880. El
Club imprimía y rendía ejemplares de su retrato a los miembros y a otras los españoles 62 Así un ranifá J f le a?e.ntada en el libro reservado para
.personas interesadas. Fotografía, cortesía del Archivo General de la Nación.
y una^n^et^b'sp^^íesnT ^a^^fem ^ia del tenieSencororml0CaÍb’e^Llfue

154
. 155
rotulada como parda en el censo de 1827, pero para el momento en que Cuadro 7.2. Composición racial de Cuerpos de Oficiales de Batallones Selecciona-
murió su h ija Agueda en 1881, ella h abía sido transformada en blanca, dos de la provincia de Biienos Aires, 1800-1860.
al menos según su certificado de defunción.63 E l teniente Lorenzo Castro
del Batallón Restaurador fue rotulado como pardo en el censo de 1827,
pero el sacerdote que ofició en su boda en 1818 no hizo ninguna mención
.„ Porcentaje
de su raza en el certificado de matrimonio. A Castro se lo describe senci­ r Afr0‘ °esco- deAfro-
llam ente como a un nativo de C aracas y teniente del ejército regular, Unidad
lndio argentino Blanco nocido Total argentinos“
aunque a su esposa porteña se la describe como parda.64
No se puede culpar a los oficiales afroargentinos, que habían logrado i Cuerpo de Indios Pardos
cierta medida de posición social en la ciudad, por desear ocultar las eviden­ -/ y Morenos (1808)b 4 17 2 7 30 74
cias documentales de su negritud, una garan tía de posición social inferior í Batallón de Pardos y More-
en el Buenos Aires del siglo X IX . Pero unidos a otros prejuicios documen­ ( nos del Alto Perú (1813) 0 3 5 8 16 38
tales, esto da como resultado que sea muy difícil reconstruir la genuina f Séptimo Batallón de In-
composición racial del cuerpo de oficiales. E ste es indudablemente otro j fantería de Libertos
factor que contribuye a los conceptos erróneos respecto de los oficiales (1814-15) 0 .0 25 14 39 0
afroargentinos de Buenos Aires. Segundo Batallón de Ca-
E l cuadro 7.2 describe la distribución d e ja m uestra por raza y unidad. zadores (1817-20) 0 1

U
11 7 19 8
De 1«TT<U'oficiales ^ v a r i ^ ~ e r a venlicablé]' 8 9 ,’ más de un tercio,’eran uarto Batallón de Ca-
negros-.Q-mulatQg._61 eran blancos y 4 eran indios.65 (Los totaíesdel cuadró _ zadores (1829) 0 0 15 14 29 0
7.2 exceden estas cifras debido al hecho de que varios de los oficiales de xa <oM
la m uestra sirvieron en m ás de una unidad). S i se está dispuesto a suponer (1834-35) 0 6 4 8 18 . 60
qne el porcentaje de oficiales de color entre los desconocidos era mucho I Batallón Restaurador
más alto que entre los conocidos, como parece razonable, es probable que w _ (1852) 0 4 0 13 17 100
los negros y ^mulatos, form aran aí m enos.la rmteddel^,cuCTpp^e_oficiaÍes Cuarto Batallón de la
de los batallones afroargentinos. Guardia Nacional (1853) 0 LO 2 12 . 24. 83
L a función de lo's oficiales de .color, en el eiército ..d e_B u ^ s, .Aires
ramKjn m arcadam ente entre 1800 v 1860. L a primera unidad considerada, Total® 4 U 64 83 192 38
el Cuerpo de Indios, Pardos y Morenos de la m ilicia colonial, contaba con
oficiales que en su casi totalidad eran pardos,, morenos e indios, en.com-
pleta contradicción de las tradicionales afirm aciones de qué ningún hom- Fuente: Los datos de los oficiales in<ic ¡ viduales fueron tomados de una variedad
bre de color lograba ¿ í rango de oficial en la colonia. De 23 oficiales cuya de fuentes, incluidos los registros de ilistamiento y de servicio; los registros
raza se c o n o ^ T ^ er& T in e ^ o s o múla£5s7'4 indios y sólo 2 blancos. Estos parroquiales de nacimiento, mue rte yini itrimonio; los censos; y artículos de perió-
oficiales de color libres pasaron a servir en dos unidades de lín ea en el dicos. Para citas de fuentes de caáa indi dduo, ver George Reid Andrews, “Forgot-
ejército revolucionario, el Sexto de Infan tería de Pardos y Morenos, y el ten but Not Gone: The Afro-Argentines ofBuénos Aires, 1800-1900”, disertación
B atallón de Pardos y Morenos del Alto Perú. Sólo estos últim os fueron doctoral, Universidad de Wisconsin, Mí dison, 1978, pp: 396-410.
incluidos en este estudio, y se pudo obtener muy poca información acerca a Columna calculada excluyendo del total a los desconocidos.
de sus oficiales, de la m itad de los cuales no se pudo conocer la raza. De b Las fechas entre paréntesis indican lo ! años de los que se tomaron las listas,
los 8 oficiales cuya raza pudo verificarse, 5 eran blancos y 3 pardos. ®Los totales del cuadro éxcédén . os tota 1les de la muestra porque varios oficiales
Hubiese sido m ás ú til para los fines de este estudio el Sexto Regimiento sirvieron en más de una unidad;.
de Infantería, cuyas listas lam entablem ente no se encontraron hasta des­
pués de completarse este proyecto de investigación, cuando no fue posible
someter a cada nombi 'e de las listas a un cuidadoso control en una variedad
de fuentes, como sé hizo con los oficiales de otras unidades. Sin embargo, Iucionario eran comandadas en í parte por hombres de color. Este no
de 39 oficiales en las listas de 1814-15, 9 fueron inm ediatam ente recono- era el caso en laéúnidádes de ~ Ms, representadas en este estudio por
cibles como pardos y morenos que habían servido en los rangos inferiores eLSéptim oJjataflón de lntanfériá- \f~erSégundo~áé~~Cázadores. SóliTUñ
de la m ilicia colonial.66 oficial en estas dos untàaHëTfïïe ièrììì cado conio afroargentinó. Hay varias
Por lo tanto, las tropas de pardos y morenos libres del ejército revo- ^explicaciones posiblësp ^ âeitT aicÔ om ia entre los batallones~3é afroar-

156 157
wptitinos libres v los batallones de libertos. P nm ero^eLgafeifipam M m a y mulatos a los rangos inferiores
necesidacfpolítica de hacer de los n egrogjos oficiales de estes del.ejercito.
y . ,— Asi, como — - el.s-ohiprrn
------ revóluciohSn o ‘d^T8ÍO"ólrécTó~caríros ...— .
unidad*« D a d o ¿ e I_os_pardos y morepos l i b r e s ^ ^ ^
2 í^ ^ I^ Jl? J5 ^ ;L ® l^ .^ ^ E 2 ^ 1 ^ .d e lq s p _ a r d o s .^ jn o r g n q s Z ^ ^ tifito
riñr su experiencia colonial a se rv irba]Q el .m an ^ ¿ ^ o f ic ia le§.d ic o lor, y hizo Rosas en las décadas de 1830 y 1840. ' '
a loTmiembros de laTmiíicia de castas libres se los había llevado a esperar * O tra razón para el retorno dé los oííciales de color puede h allarse en
la cam biante condición legal de la población afroargentina. Como se men­
oficial, el gobierno revolucionario instantáneam ente Hubiese p^didcr-el ciono en_elJIapít_ul.o_4l.e l .c e n ^ demostró'qüe'el 22 6
‘alj'oyoafroargentino si no hubiera .continuado con e ^ a práctica. Por otra Por ciento de. la población de color de la ciudad era libre; p á r a l8 2 7 ésá
parte, entre los'éscíavo's no existía ta l precedente. Ca m e ^ p ro m e sa d e prp^orcjón se, había .elevado ..al54 ,8 p o r c ie n to :^ i^ ienHoÍa^lYCi^^dKfT.
libertad era suficiente nara asegurar sujapoyo al nuevo régimen^Cpmo tada p fío l en 1810, el gobierno de Rosas recoíéció
mmca~había habido oficiales esclavos, no había ninguna necesidad de que .los hombres .de colorf libres ipodían ser incorpóralos en el servicio.
elevar a los libertos a las posiciones de mando. . . , pero que no combatirían ; que tuvieran genuinas oportunida-
Segundo, y ta l vez m ás importante, m antener .a los regimientos de ues <^iyog^so^pado que la necesidad de combatientes para las guerras
libertos comandados por ofieialps blancosjmppdí^ .civiles y ías luchas c q n t^ líos de las décadas de 1830 v Í84Ó, era
índole entré los oficiales de color libres, y .Jos esplayps que gn esencia to^.g^ande .coffiq» lo había. sido p¿ ra^combatir a los españoles en 1810 "el
seguían siendo las tropas j e libertos. E n 1806, el Cabildo había descrito Scbierno se vio obligado a cede * a los pardos y morenos ¿Lderecho a
eT puéstcT de comandante déTCuerpo de Esclavos (formado durante la elevarse a jr a v é s de los r a n g o s ^ -- —• - .......:—
emergencia de las invasiones inglesas y disuelto poco después) como uno Cuan¿o .el .gobernador;Rosas _l]egó al poder, encontró una provisión
de los puntos más delicados que eu el día pueden presentarse . Lo ultimo disponible de potenciales oficíale! afroargentinos en ja forma de oficiales
que deseaban los escalones superiores de los m ilitares y el gobierno era .escasez de_oficiale s de color en las unidades regulares de
poner a tropas de esclavos recientem ente liberados bajo el mando de ofi­ ya que oculta el hecho de que los pardos
ciales pardos y morénos libres, produciendo una convergencia potencial- y siguieron ejerciendo él co m a n d ó le’las im J^SIés Tie^TTírifl'Ho
mente explosiva de intereses entre ambos grupos. . l a ^ d ^ . M p . e A e . p e n o d o , U ] i a rápida m irada a la ’ lista de oficiales
Por lo tanto, la destrucción de los batallones de afroargentinos libres del Regimiento Cívico de Hombr is de Color en 1815, revela un número
en la batalla de Sipé-Sipe marcó el fin de un breve periodo de cinco anos de negros y mulatos procedentes de las anteriores m ilicias coloniales.68
en que muchos afroargentinos gozaron del puesto de oficiales en el ejercito listos oficiales, a los que luego so unieron los regulares que volvían de
regular. Cuando las ¿ropas de pardos y morenos libres fueron desplazadas las campañas en el noroeste, continuaron en la unidad hasta avanzada
por los libertos, el cúerpo de oficiales de coJÜ rdelgjércitc^eguter emj^zo la decada de 1820. Los oficiales d<: color que luego adquirirían alto rango
a declinar y para IggOIm híád'esapareciaócasi por completo. Las unidades en el ejercito de Buenos Aires s in ieron todos en la m ilicia negra durante
compuestas por afroargentinos del ejército regular, de 1815 a 18dU, tuvie­ este período, en que les estaba v sdado su acceso al ejército regular El
ron oficiales blancos en su casi totalidad, como puede verse en los casos joven Domingo Sosa, tra s retom a r del servicio en el Sexto de Infantería
del Segundo y Cuarto Batallones de Cazadores. De 29 oficiales en esta rué puesto como instructor en la m ilicia de esclavos, los Auxiliares Argen­
últim a unidad, 15 són de raza conocida, y cada uno de ellos era blanco. tinos, y en 1828 fue convocado a i ervir en el Cuarto Batallón de M ilicia
La barrera del ¡color que impedía que los afroargentinos llegaran a compuesto por hombres de color.69¡ Feliciano Mauriño, que luego aseende-
la condición de o fic ia le s J ^ e lim m a d a j^ ^ ría a mayor, sirvió de 1826 a 183 1 como oficial en distintas unidades de
del Batallón R estaurador al comienzo y al fin de su existencia q j3 4 - d 5 m ilicia negras
- de la ciudad.
------- Lueg< i tomó la desafortunada decisión de ser
v 1852) dan como résultado una nómina j e 35 oficiales, de los cuales 14 antirrosista en el levantam iento de 1833, por lo cual fue degradado a
son de raza conocida. C uatroscmTblancos>_y diez:Son_par^S jQjú r e n o s . soldado común en el Batallón Restaurador.70 Incluso el muy talentoso
E ste modelo de predominio afroargentino continuó en el Cuarto Batallón Lorenzo Barcala, el m ás famoso ofi :ial negro de la Argentina, tuvo servicio
de la Guardia N acional del período posterior a Rosas. De 24 oficiales que en la ^ e r r a con B rasil nó en una unidad regular sino en el Cuarto
había en las listas ¡de 1853 de la unidad, 12 son de raza conocida: 2 son Batallón de M ilicia.71
blancos y 10 hombres de color, incluido el comandante, el coronel Domingo E sta r restringidos a l a m ilic ia , ponía a los afroargentinos varios ran-
S osr gQS„ PPX..debaj q^ ep Ja^ jerarq u ía n ilit a r que los regulares blancosTPor
; Cómo se explica la resurrección del cuerpo de oficiale sa ^ ^ rg e n fin o s ejemplo, los oficiales regulares a Ioí que se les asignaba movilizar unidades
en *1 período 1830-60. después de su a p a r e n t e .je ^ a r m ió n ^ t o e 1815 y de m ilicia Siempre eran elevados u no o dos rangos por encima de su rango
1^30? U na explicación debe ser la política de Rosas de conseguir^el^apoyp Habitual. Así, un teniente regulai asignado a la m ilicia se convertía en
capitán, o incluso mayor, con autoridad sobre todos los oficiales que esta-

159.
ban por debajo de él. Los oficiales pardos y morenos de la m ilicia siemnrp
tem an la peor parte de este arreglo. Tam bién, los p e r ío d o rd rSe ^ fcio
n p ^ n n ^ f í 111^hcia contaban respecto de los derechos de retiro y pensión
pero no así los períodos de inactividad E se tipmn« a* y pensión, probabilidades
Y la S f í S F f ntraS W a T C o S S * “ ",°” b' e de.™ lorlbg?rerráñgd

c a le s regulares estaban sometidos todo

había mas tenientes rnmnni q 6 ■enientes coroneles. En tre i«0 £?';anes»

tenÍ| u e Sr“ ci qUe may°reS' 6 ÍndUS° “ áa « ^ u e ’

f e au^ ^ c q n y e n i e n t e s que d e b e f e e ^ ^ ^ ®
sumamente grandes, ese-puesto eran

s « s s * is “
greso menos espectacular per¿^ iáq *««J hombres que buscaban un I r l

y oficiales afroargentinos se p ro s fiS ^ , la aCf adón ^ que los soldados

Cuadro T U t . ^ a a U u â î o s ^ ^ a ^ ^ J i Æ ^ de raza conocida


ÆQ-batali(aLeg_selectos de Buenos Áir¿a el a m o r ^ p m ^ ^ l o s
como miles de n o rte a m e riS S u e ro r ’f ^ t a d y el Z l o r a s i
en las guerras coloniales de México v ( iib« ^ ? erte bal ° banderas similares
Indio Afroargentino Blanco Total m ilitar para obtener la m ó v i l , S i “b? ' Otr0Sl“ »Pitalizaban su s e rv k if
General general. Los afroargentin” s v S <Jue les negaba la sociedad en
0 6 6
Coronel nativas eran o luchar en las g le ^ á s d i"- f Cledadde blancos; la s d t e r .
2 16 18
Teniente coronel 5
/ Mayor 12 .17
5 7 13
^Capitán
13 10 .24
Teniente
9 7 16
Subteniente 5 3 10
Total
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H is to ry
■a un i S S T d f e f in * « * » »
F u e n te : Ver cuadro 7.2. ignorado en fonna <W s¿teít e y nf i ? de “ S“ ° los norteamericanos
afronorteamencana en el combal gado la magnitud de la participación
te de lajs
evitar tener que hacer concesione
ssoci.\ \S 7 0U f ^ l0S7Estad0s Unidos para
4Ies, políticas y legales a la población
negra del país. El período posterior a la Guerra Civil fue la única instancia 23. - Caceta de Buenos Aires. 181G-21, ed. facs., 6 vols. (Buenos Aires, 1910-13)
en que la gente negra experimentó una mejora en súsituación como consecuen­ 3: 289-90, 4: 717-19, 5: 592, 593; 742-43, 6: 93,154; Reseña histórica, 1:188
cia de sus servicios en época de guerra (pp. 50-51). 189, 298-300, 412; y Yaben, Biografías, 1: 249, 3: 708, 4:. 727.
Para descripciones y análisis de esta militarización, ver Tulio Halperin Don- 24. Bohigas, Sobre esclavos, p. 134. La práctica por la cual los esclavos reempla­
ghi, Hispanoamérica después de la independencia (Buenos Airess 1972), cap. zaban a sus amos en lá milicia también se verificaba en Colombia. Ver Alian
1; y Halperin Donghi, Revolución y guerra (Buenos Aires, 1972), pp. 210-47, J . Kuethe, ‘The Status of the Free Pardo in the Disciplined Militia of New
Granada”, Journal o f Negro History 56 (abril de 1971): 105-17.
395-400.
25. Ver la petición del subteniente [Anastasio Sosa, AGN-IX-26-7-4, folios 173-74.
3 Réseña histórica y orgánica del Ejército Argentino, 3 vols. (Buenos Aireq,
Ver documentos relativos al teniente Manuel Gutiérrez, AGN-IX-12-5-3 folios
' 1972), 1: 294-300. Ver AGN-X-26-2-6 para una serie de sentencias a servicio 338-39.
militar dictadas entre 1842 y 1852. 26. Reseña histórica, 1: 151, 153.
4. Reseña histórica, 1: 421-23. 27. AGN-III-59-1-1, 59-1-6, 59-2-1, 59-2-4, 59-2-7. Le estoy reconocido al coronel
5. AGN, Sucesiones 6917, Testamentaría de D. Federico Mendizábal.
Ulises Muschietti por haberme sugerido este método para estudiar la integra­
6. AGN-X-31-11-5. a. , A„A, ción en el ejército de Buenos Aires.
7. José Torre Revello, La sociedad colonial (Buenos Aires, 1970), pp. 115-llb,
28. Ver, por ejemplo, AGN-X-26-2-3, que contiene muchas sentencias de servicio
y Reseña histórica, 1:84-85, 97-99. • militar.
8. Documentos para la historia argentina, 23 vols, hasta la fecha (Buenos Aires, 29. AGN-X-17-8-1.
1913- ) 12' 324-25; y Uniformes de la patria (Buenos Aires, 1972), páginas
30. Bohigas, Sobre esclavos, pp. 93-94.
sin numerar. Ver también José Luis Molinari, “Los indios y negros durante 31. Yaben, Biografías, 2:400.
las invasiones inglesas al Río de la Plata, en 1806 y 1807”, Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, 34 (1963): 663. 32. Partes oñciales y documentos i elativos a la Guerra de la Independencia Ar­
gentina, 2 vols. (Buenos; Aires, 1900), 2: 186-187.
9. Félix Best, Historia de las guerras argentinas, 2 vols. (Buenos Aires, 1968),
33. Estas estadísticas fueron tomac as de listas contenidas en los. siguientes volú-
1: 218. menes de documentos: Batallór de Pardos y Morenos del Alto Perú, Segundo
10. Marta B. Goldberg de Flichman y Laura Beatriz Jany, “Algunos problemas Batallón de Perú y Odiavo Bs tallón de Perú (AGN-III-44-2-7): el Noveno
reférentes a la situación del esclavo en el Río de la Plata”, en IV Congreso Regimiento de Infanterie, (AGI1
. -HI-44-2-2); el Séptimo Regimiento de Infan­
Internacional dé Historia de América (Buenos Aires, 1966), 6: 65-66. tería (AGN-III-44-2-1); y el Sext i Regimiento de Infantería (AGN-III-44-1-15).
11. Emeric E. Vidal, Picturesque Illustrations o í Buenos Ayres and Montevideo 34. Alvaro Yunque, Calfucura, la c mquista de las pampas (Buenos Aires, 1956),
(Londres, 1820)í p. 32. pp. 187-88. Florence Bropks proporcionó esta cita.
12. Nuria Sales de| Bohigas, Sobre esclavos, reclutas y mercaderes de quintas 35. La imagen de los huesos ja emp]1¡ea también León Pomer en su libro El soldado
(Barcelona, 197j4), p. 78. criollo (Buenos Aires, 1971), p. 10 .
13. Goldberg y Jany, “Algunos problemas”, p. 71. 36. “Un sargento de la independen Caras y Caretas, 25 de febrero de 1899.
14. Ibíd., pp. 65-66. 37. Andrés Avellaneda, “Prohíbe 11 Junta el ingreso de esclavos’ La Opinión,
15. Para las listas del Séptimo Batallón, en las que aparece a menudo la anotación 28 de mayo de 1976, pi íj.
“entregado a si. amo”, ver AGN-IÏI-44-2-1. 38. Bohigas, Sobre esclavos] pp. 6 r-68; y Carlos Monge, “Aclimatación en los
16. Goldberg y Jady, “Algunos problemas”, p. 68. . . Andes: Influencia biologi :a en h s guerras de América”, Revista de la Historia
17. Manuel Alvarejz Pereyra, Historia del Regimiento 8 de Infantería de Linea de América (1948), pp. •25.
(La Plata, 1921), p. 22. ■ 39. AGN-X-35-10-2.
18. Gerónimo Espeta El paso de ios Andes (Buenos Aires, 1953), p. 344; y M. t . 40. Enrique Martínez, Manifestaci >n de la conducta observada por el jefe de la
Mantilla, Páginas históricas (Buenos Aires, 1890), p. 368. División de los Andes Aucsiliai del Perú... (Lima, 1823), p. 2Ò.
19. Espejo, E l pasl, pp. 400-401, 411; Alvarez Pereyra, Regimiento 8, p; 21; y 41. Lanuza, Mórenada, pp. 86-87.
Ramón Tristary, Regimiento 8 de Infantería de Línea (Buenos Aires, 1897), 42.. Goldberg y Jany, “Algunos pról lemas”, p. 73.
43. ' Pomer, E l soldado criolló, pp. 4 -46.
pp. 12-13. _:
20. Jós'éLuis Lanuza, Mórenada (Buenos Aires, 1967),pp, 83-87;y AÇN-X-10-2-5. 44. ; Martínez, Manifestación\de la conducta, p. 24.
21. AGN-III-45-4-2, 45-2-9,46-1-10; Reseña histórica, 1: 396; y Jacinto R. Yaben, 45. Domingo F . Sarmiento, Confiici o y armonía de las razas en América, 2 vois.
Biografías arg mtinas y sudamericanas, 5 vols. (Buenos Aires, 1938-40), 5 (Buenos Aires, 1900), 1:76.
293. 46. Marcos Estrada, El cabo segunc o Antonio Ruiz (a.) “Falucho" {Buenos Aires,
22. AGN-III-5-1-3,11-1-1; Yaben, Biografías, 4: 727. 1964); y Mantilla, Páginas hist< ricas, pp. 349-53.

162 163
47. Mantilla, Páginas históricas, pp. 349-53; Espejo, E l paso, pp. 400-401; y Lanu-
za, Morenada, pp. 168-69. 67.. Acuerdos del Extinguido Cabildo
de Buenos Aires, 88 vols. (Buenos Aires
48. Citado en José Luis Masini Calderón, “La esclavitud negra en la República 1907-34) Ser. 4., tomo 2, libro 61, bág. 476.
68. Gaceta de Rueños Aires, 4:388.
Argentina - Epoca independiente” Revista de la Junta de Estudios Históricos 69. Yaben, Biografías, 5: 727
de Mendoza Ser, 2m, 1 (1961): 142-43.
70. Ibíd., 3: 708.
49. Ibíd., p. 148.
71; Ibíd., 1: 468.
50. Mantilla, Páginas históricas, p. 367. Ver también Goldberg y Jany, “Algunos
problemas”, pp. 72-73.
51. Yaben, Biografías, 5: 688-89; Estrada, Antonio Ruiz, p. 6; y Mantilla, Páginas 7 2 - ^ ^ ^
históricas, pp. 371-72.
52. José Ingenieros, Lá locura en la Argentina (Buenos Aires, 1937), p. 30 n. 3;
53. Emiliano Endrek, E l mestizaje en Córdoba, siglo XVIII y principios del XIX
(Córdoba, 1966), p. 83. 1600 1860 , Journal o f Negro History, 64 (Primavera de 1979): 85-100
54. José María Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, 3 vols. (Buenos Aires 1907)
3:209-10. .
55. Lanuza, Morenada, p. 167; y Lesíie B. Rout, The African Experience in Spanish
America (Cambridge, 1976), pp. 151, 171.
56. Endrek, E l mestizaje en Córdoba, p. 83.
57. Ibíd., pp. 84-85. i
58. Nelly Beatriz López, “La esclavitud en Córdoba, 1790-1853” (Tesis doctoral
Universidad Nacional de Córdoba, 1972), pp. 68-69.
59. Masini Calderón, “La Esclavitud negra en la República”, p. 149.
60. Las unidades, los períodos para los cuales se pasaba lista, y la ubicación de
las listas, son: Cuerpo! de Indios, Pardos y Morenos (1808), AGN-IX-26-7-6,
folio 436-37; Batallón de Pardos y Morenos del Alto Perú (1813), AGN-X-35-
10-2; Séptimo Batallóri de Libertos (1814-15), AGN-III-44-2-1; Segundó Bata­
llón de Cazadores (1829), AGN-IÜ-45-4-2; Batallón Restaurador (1834-35),
AGN-III-5-1-3; Batallón Restaurador (1852), AGN-IÜ-56-1-2; Cuarto Batallón
de la Guardia Nacional (1853), AGÑ-m-56-1-1.
61. Francisco L. Romay, E l barrio de Monserrat (Buenos Aires, 1971), p. 69-
AGN-IX-10-7-1, cuartal 14; AGN-EX-8-4-2, folios 197, 255; y Parroquia de
Monserrat, Libro 3 de Matrimonios, folio 120.
62. Parroquia de La Merceji, Libro 9 de Bautismos de Color, folio 372v; Parroquia
de Monserrat, Libro de Matrimonios, folios 369v, 414v; y Libro 5 de Bautismos
de españoles, folio 176y.
63. AGE, Legajo Personal J2338.
64. AGN-X-23-5-6, cuartel|20, Calle Venezuela 258; y Parroquia de Monserrat,
Libro 2 de Matrimoniob, folio 48Óv.
65. Para una lista detallada de la documentación por la cual se verificó la raza!
de cada oficial, ver Géorge Reid Andrews, “Forgotten but Not Gone: The:
Afro-Argentines of Buános Aires, 1800-1900” (tesis doctoral, Universidad de!
Wisconsin, Madison, 1978), pp. 396-410. . :.,-j
66. Lista toinada de AGN-¡ II-44-1-15. Los oficiales afroargentinos son los capita-l
nes Juan Loy Taboada José Sari Martín', Lorenzo Espinosa. Felipe Malaverl
y Dionisio Gambqa; los tenientes Domingo Sosa y Antonio Porobio; y los!
subtenientes Santiago Sosa y Casimiro Mendoza. •.!
ORGANIZACIONES COMUNITARIAS

L a búsqueda de autonomía

“E n la unión está la fu e lla ”, ^ co m u n id a d afroargentina de Buenos


Aires aprendió temprano esfta lee
:ión en su historia y movilizó a sus
miembros en organizaciones! « t o e * ™ , tan pronto como lo permitieron
la s circunstancias. Separados de lo 3 hl amaaa » __x* i i * _ _
s blancos y mestizos de la ciudad por
los constreñimientos y prejuicios ra
J — ~ ______ • • . I cíales, los afroargentinos crearon un a

LAS__C 0FRA D IA £

E l primer tipo de organÍ2 ación


ggtablecida por y„para Ios_afroargen-
lega religiosa. U na característica
comñn deTävlH ärill^osa M spSibáñf ' --- -------------- X. 1, ,----- ----
daci lega en una asociación qiíe Se o: can a h a s ta e í presente, laherm an-
en
2upa de contribuir a l bienestar de la
iglesi?aTa~qüe
las misas y el m perte5ece¡ T S s ^ e ^ ^ y y ú ñ é ñ l i mosnas, la paga gü-a
antenim iento
del emfició, y son responsables del mante-
mmiento del a lta r de su Santo
Fatro^i, y realizan varias otras tareas para
beneficio.de la iglesia y su ^acerd^te. Huyante el! período colonial, la
pertenencia a la cofradía te
3ía a seguir llnealT&astahte esfñ ctas de

negra
.**? c r a [e n 1 7 7 2 7 ^ n H ä e r £ r ä o >arec^ « 9 J á & < M d k jB jí ¿ ^ ^ r e s "
!g§P<L^_BuenosAiresautorizó e le sta b le-

167
como su Santo Patrón al negro Rey Baltasar, uno ^ m hrcz
sabios que llevaron regalos al niño Jesús. Pronto se le unieron o traí tres
n^ g ^ ^ f e ^ A J o d a s establecidas d i l a t e la « ¿ S u E
1780 Los conventos de SanTFrancisco y S a ñ io T J a m i^ ^ La preocupación de las cofradía
poseedores de esclavos: un censo de esclavos de 1813 d e m o s ™ S y
j lasm-----'^^memorativas
misas conmemorativas nara
ca ra Q n ! ^ c o le c ta realización del funeral
der. Tanto la d n r t ^ o J í l J r para
dos S0Seían 67 f scIavos¡varones adultos aptos para portaA rm as3) der Tanto la doctrina católica " m o k S í ’ r ?S difícil de « “ <»-
tenía cada uno una hermandad negra. Una estaba dedicada a San Ronit ’ tuaban la importancia de la n 2 ! “ “ " í 083 africana acen-
el santo etíope del siglo XVI que murió en S i c i C y el otro aTa v taen la próxima, y la influencia que tas c t r t m o n k t t PaSa de esta a
negra del Rosario. Una cuarta cofradía que sólo hi dejado so^bn'oTves de los vivos podían ten er sobre su d b S d t s m . ó A ob?ervancia P»r parte
que llevaban vidas estristecidas pob la e í k t i f a® ’? muf f r - 8 Aquellos
la % Ie s ¡a T ífS d 7 C° fradía de ^ M aría del Co" e» t o . en . salvación como una de las pocas víab de m ’ T í j y la P°breza veían la
acceso, todo lo que pudiera c L trib u fr a ís ^ s a S° ? al a Ia <>ue tenían
y a los
tancia en su lista de prioridades t e i t n t t . 9“ 1” 3 ^ 3“ “ P a ­

bles que no t p a X c í e n k 3 f l ¿ í p r i m ° S beneflcios men«s tangi-


las muy reales recompensas espirituales o í e í - í í . “ 0 c,onve? la descuidar
cofradía, en especial cuando se llegaban h i ^ bian l0S miembros de la
hermanos obviamente derivaban h l O bÍ®? Í ° \ 8US v e r d e t e s . Los
recipientes sino tam bién los p atro d tan tes d í í * * 0 de Ser n0 s61° los
de instrucción religiosa C h iJ^ T í de m isas especiales y clases

m^mdujM, aunque nó ycom®


¡ p É l i i É g S s É l sy^lmente msjdioso. Al hacer á fóVw - - tenia un lado
aljiacerles_sentir que ^ ^ ^ ^ s c o n t e n t o s con su vida

tenidas en cuenta en e l ' f f ~ ~ ? - f e enas p i o n e s que serían


m s s s e m m
^ ^ ^ ! 3 ^ m » S S S ;S k
régmen_colonial e s p a ñ d T c m T d ^ brazodel

como en el económico, s ifr d u d a ía í¿ e^ i ire¿ih?a ? á,m blto esp in tú S T B iito


p U sg m Ú o Jo en eñ cio era del tod 1 í í * ? * ? beaefício como daba.
la recibía

to? 4 2 S 2 ? M Í i B S ¡ ^ ^ ,

• ^ » ^ j ^ p s s s s s t e s
naban un v e h i c u T o ^ a r a ^ n i i i ^ l ^ r n í í f bennandades proporcio-
miento de orgullo e indentidad 2 c ia l d d o» p ! ? Cla de ^ P 0’ un senti'
tmos por ningún otro medio, s a l ^ p o s l l m l ? d!sPonía? ^ afroargen-
La evidencia de esta solidaridad doria?! n u í 7 ej , servici° en la milicia,
p i s i á l f i r i #
de las quejas que presentaron id ?}, J es abundante. Una
sacerdote era que éste r e a S a lh d a * S " San BalT t ósar co^ a su

§ H = § i s l s é i de la tarde de los domingos, cu ah d o l o '* J í f “ í”1 reh^ osa a las dos


sirviendo el almuerzo de sus am 0S Ü s h t Z ° S aUn esteban ocuPados
c ases fueran programadas para las ^ D a ^ n « 08]]2'6'3116? 11 que esas
seS L ad ». . í e? " an0S negros y mulatos fnefen sepultados en áreas integram ente”, como arunn 10 t?.- •’ P que ellos pudieran asistir
alguna clase de logro sólido, su o r S T r C? S adIas obteníaa
" " - d- i— • - S í x " r “s í c s s s
168

iü o
procesión que estaba a cargo de la cofradía negra de la ciudad era una en cpntra de ta l desarrollo en la A rgentina fue el rol diferente de la Iglesia
fecha importante del año para los afroargentinos .de Córdoba.11 E n 1790, en los dos países. E n todo el período colonial de Am érica latin a^laJglosia
la Cofradía de San Benito logró obtener una comunicación apostólica formaba p a rta del aparató goBem a ñ ^ d e rE sta d o ; Iglesia y Estado tradi-
directa del Vaticano.12 Recibir tal documento de Roma no era pequeño um cuando
logro, ni para las cofradías negras ni para las blancas, y los hermanos de se
Sa n B alta sa r se preguntaron cómo esa organización m ás joven pudo lograr ciáj siguió siendo una institución_ saguoficiaL,.uil..^4¿ __ ______
ta l éxito m ientras que su hermandad permanecía inmovilizada, sumergida el catolicismo universal déí Páís p ara hacer
en ásperos intercambios con su capellán, al que no querían: “[los hermanos inimaginable el concepto de uña iglesia negra separada. L a 10esia"nunca
de San Benito] se hallan llenos de halajas [sic], Siguen Sus constituciones entregam ^éll^ér^dm in^steatiyoTíds"~afroafgénfinos 3e~ la mism a m a-
Sin emulación, y en qualesquiera controversia que S e ofreze son oidos los. riemVnquélo'hfiíerpn.^^^^
vocales de Su Rector sin disciplicencia; solo en nuestra Ermandad trope­ m itir que los afrpnqiteamericanó Lestebjecieran..sus propias congregacio­
zamos en nuestras humildes súplicas con el genio áspero del Señor Cura .13 nes "y organizaciones religipsjis.i16 Así, aun cuando la Cofradía de San
E l lamento de los hermanos revelaba la tenstó^ B altasar ñó fue disgregada h a
cente en las cofradías: m ientras éstas supuestamente existíán para" servir del Rosario siguió siendo una organización razonablemente próspera y
a las necesidades espirituales de los. hermanos, y m ientras había una activa al menos hasta la década le 1880, la Iglesia argentina no proveyó
superestructura de funcionarios de color que nominalmente dirigía la el refugio para los negros y mu Latos de la ciudad que sí brindaron las
organización, de hecho todo el poder lo ten ía el sacerdote, el capellán de iglesias africanas de los Estado 5 Unidos para los afronorteamericanos.
la cofradía..Su poder sóbrenla.organización era virtüalm éhté absoluto. E n Las cofradías^ entonges, dieron 1 agar a una nueva etapa en la organiza­
las reuniones, los miembros no podían hablar sin antes pedir permiso al ción com unitaria.19 ............... . .
sacerdote. La cofradía no podía gastar ningún dinero sin su aprobación.
E l funcionario que ten ía autorización para guardar el dinero no era el
tesorero sino el síndico, un funcionario que siempre debía ser ajen o a la LA S N A CIO N ES
cofradía, blanco .y pqmbrgdo.por. el sacerdote (todos los otros funcionarios
eran elegidos).14 Cuándo había poca fricción entre una cofradía y su sacer­ L a mención de asociaciones étnicas africanas ligeramente organiza­
dote, las cosas podíjan ir razonablemente bien, como en el caso de la das aparece en documentos cok niales va en la década de 1770: Estes
Cofradía de San Benito. Pero cuando chocaban un sacerdote y sus herm a­ precursoras de las posteriores s >ciedades nacionales coexistían en una
nos legos; rápidamente se tom aba obvia la básica realidad de la fa lta de relación difícil y m al definida C( n las cofradías. En 1785, los hermanos
control de los miembros sobre su propia hermandad. E n verdad, una razón de San B altasar pidieron al virre y que prohibiera a las distintas naciones
de que perdure tanta!; documentación acerca de la Cofradía de_Sa n B a íta s a r que pidieran donaciones ep los andes bailes públicos que la comunidad
e n 'l a " f r e c u é n c i j^ o j^ u e ^ ^ ^ e f 0 ^ ^ ^ a J ^ a u t ^ M ^ .s r f f i ^ p r ^ u e la negra realizaba regularm ente (q ué se analizan en el capítulo siguiente),
librára'de su’sacerdóte. Ambas partes estaban igualmente m al dispuestas Describiendo cómo cada nación in stalaba una mesa y reunía dinero para
respecto dé^la otra: los hermanos acusaban a su capellán de codicia, pereza, sí, los hermanos se quejaban de que esta práctica privaba a su cofradía
falta de virtudes cristianas y una particu lar carencia de sensibilidad hacia de las limosnas que necesitaba p ara continuar sus buenas obras.20 Otros
su posición como negros y esclavos. E l sacerdote devolvía los cargos acu­ miembros de las hermandades r qspondían a las demandas de sus compa-
sando a los hermanos de mentirosos, borrachos y “ni de utilidad alguna triotas. E n 1787, varios deílos manos de San B altasar se vistieron con
dicha Hermandad”. 5 E n 1784 los hermanos trataron de escapar a su el traje nacional de Cambundá p ara celebrar el día de San B altasar.21 Y
control pidiendo peí m iso al virrey para construir una pequeña capilla una petición de 1791 de los herm anos al virrey describía su cofradía como
para su propio uso, ¡solicitud que no fue atendida.16 E n 1804 volvieron a la Hermandad de los Negros de 3-uinea.22
epeticionar,
___ __________para
esta vez obtener el permiso de dejar la iglesia de L a __ P ara fines del período) coloni al, ta s a c io n e s se habían convertido en
Piedad para siempre y trasladarse al Convento-de Los Padres de Belén, un elemento víSíblef cíe la Vida c )m uáitaria afroargentina. Las naciones^
nuevamente les fue denegado su pedido.17 Cambundá y Congo pidieron var as veces al virrey, éñ la década de 1780
E l control de lo>¡„sacerdotes sobre la cqfr.adía..signíficaba,que.lasfrer- a 1790, el permiso para Realizar bailes públicos regulares.23 E n 1809,
m andades nunca pedían convertirse en |a .cÍase-de-organizaGÍÓn'-soGial veintiocho miembros de la nación < Congo sé compraron una casa con dinero
autónoma que los alroárgentinós estaban buscando. Tam bién explica por recolectado en sus bailes o; ganá( [o
« en sus empleos, convirtiéndose así en
qué lás institúcione 5 dé la religión y laTglé'sra*nunca llegaron a formar la primera nación que ten ía una sede Central.24
el núcleo de la vida com unitaria afroargentina como sucedió con los afro- Durante la década siguienb , las otras naciones se esforzaron de la
norteam ericanos de los Estados Unidos. E l factor determ inante que actuó misma m anera pior incorporarse , lo que llevó al gobierno a em itir un

170 171
para establecer ,,n»
iP ^ T B g S IS n
-^ ^ te -fí^ ^ ^ I^ 4 e Ja s ^ o n s T itu c io ñ e s délas co- ' sod S “ c.CuZd°S ManC0S POr 11113 mejor condid6n econbmica en la
s o c irfS te je b ía n e m p le a d la Í S m J íW tS 'H 'r o
p o fS S a Ja por el gobierno^ ta^ nstitu ciófeestablecía t e obStivos de r e s p ^ o ^ ~ K i * ^ ^ í í d ^ ¿ í r r ^ ^ ^ ™ ^ ^ ^ ^ ^ ^ P aranzas del gobierno
':• miembros y los arreglos financiero« ....a**w
t o t^.SB.g&
e ó S í u esaevos
vos
. » a p S l i M K S '
p á f t i c i p á t i v ó p á r a T á p o I i m :^
f f i »
lo« v e te ? débían.esta? Presentes en {oclas las ekccíoñSsTrgffiur y contar
« ^ S iB Í S s S a ^
% S E S = ~ R ^
s s ¿ S
samé, Tacna, Mozambique
é 3
S L o f S T t d e s como Mina, Qui-
pronto produjeron senararionpc Aj0S con^lctos entre los miembros
j ^ á s s s g ^ ^ S t f i S i g ’r s s nes separadas La nación LiibnlA^1*108^ ? Se^Sta^ ec^e” )ncoIllonacio-
- í iai\ P°de2 casi Pléíi° sobre sus fih á n M s ^ é Requería pmhiiso bblfm^ r ^ P• l■ n o ^ ta £ £ “? en d0S ?n 1828- Un grupo
antes de v e n f e una propiedad de Ta sociedad, pero en como la nación Huombé v se cómnr¿’L ?en tra s que el otro se estableció
la Lubolo volvió a dividirse subdiddiW ?Ueii0 edlfíC10-29 Luego, en 1839,
la ^ o n it> Gr^ d Paífa í t Unír y gaStar sus fondos como lo desearan También
Í L T v f T ° n es^ bí ^ - vari°s ^ je tiv o s que podían b e n e f í c - ^ S nación separada, fragmento dél m a l l í d0Sel02 ? Ulparápara formar qna
miembros de m aneras muy cohcrétáCLá7pri^^ Hp momento de la d é c a S ^ e T s ^ o ^ S6parÓ I& nadÓn Zeda en

En 1834,aíasndo^Stades0 J aí ™ * 31 ¡f ente P°r estos problemas.


, m teres aei o por cientp, reteniendo la sociedad los DañeTe'¿-k££Er£^ CongoAugungayLoaneosi Ali3 "130-^11- 86 div*d*eron pacíficamente en
boma del de la facción Mom-
formar su propia sociedad32 Si bipn p í f r ^ f la pollcí^ Para separarse y
de las naciones trató al principio de ilmnra' resf ons^ j e de la supervisión
informes de lucha entre tos CoiWn Aifc? ?Stf, Pedld°, tos continuados
S S 5 S r ¡^ s a r a s = s := S £ presentar un informe al ipfp rU^ r gUn^ Í ° ^evaron a investigar y ¿
desavenencia en q ™ s e 1337 acei? a de * * estadode
muy particularmente la más mimprn ^*5*1 í sociedades pero
temporariamente no podían .trabajar empresas,, o los que tarde, el conflicto^atenz? S l e s t e r J ^ da W “ Dos « * ■ » * «
o b i e ^ ^ ar^ - S^ Í a^ 2 ^ ^ » conservadores de estos redividida en dos nuevas sociedades to Anm^ q u e } aJ ¡ on^0 Augunga fue
objetivos. La rad icación efe cualquiera de ellos can Tn’Í ^ S í í . i r ' . ? s dose tos bienes de la antigua nación « » *UgaS €&Z. Í5 May°‘mbé>repartién-
•a6! P ^ ^ ero , b e n e f i c i a b ^ i t ó e ^ ^ n t e ^ ^ jí í ^ i í f y ^ i j^ ^ + p d p f i^ ^ a 1^ la otra mitad de la n t c l tre, eíla\ Entretan*o, la Loango,
que finalmente condujeron a uná batol ' Í í nblén tenía sus problemas
s * s .« 3 s f S T É r j f ”S 0 S una década alrededor de 1850 po^el co i t S p T qUG^ J r2!?nf 6 P°r ^
y
y un
un intento
intento Ha parte de mitad c , c?íltro1 de la propiedad de la sociedad
de
Oroyo otra sociedad.35 e la L >ango para dividirse y unirse a la
, , E14 ? aa de Ia nación Congo es
dení rí d®ia8 sb'ciedadesj-más-ele S í rai 10»pero las continuadas divisiones
stablecim iento ae naciones enteramente
láé s o l p M a re^uc*r el
había 40
h f ^ n í ir ? * ^ « £ 3 » recibieran u na é a u c á H g r r b r é r i o r T S l l o s

« s s s r r f e s ^ a s s a »
— . * p ¿ ,., A K S T í ; g s t í , s r S i
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173
fatigoso. E n 1836, el comisario Pedro Romero informó a su jefe que las Los propios registros de las sociedades o han desaparecido o perduran en
sociedades estaban en un extraordinario estado de tumulto y desorden, y manos de poseedores privados d esconocidos, de modo que se debe ver a
recomendó una reforma radical de su estructura/57 Hay referencias ocasio­ las naciones a través de los ojos bastante negativos de la policía. Incluso
nales en registros de la policía acerca de un proyectado estudio e informe en este prejuiciado cuerpo de documentación, existe evidencia de los bene­
sobre las sociedades, a realizarse en 1836 ó 1837,38 pero el informe o ficios tangibles que las sociedades significaban para sus miembros J l n a ^ r
nunca fue hecho o nunca se lo puso en práctica, porque los comisarios del de los más básicos e ra .lajdxlejxd a,Jlráucaraia^ociedad^quejooíjosayera ^
distrito Cuatro siguieron quejándose am argam ente de lá imposibilidad su propia casa, y aquéllas pocas c¡ue no l a tenían compraban lotes desocu-
de supervisar a las sociedades. E n 1850 el comisario Torres se quejó de padbs~en Tos que erigían edificio 5 improvisados para pu e sirvieran como
que tener que vigilar a las naciones le quitaba el tiempo que tanto nece­ lugar de reunión y sede central. É n esas casas se alquilaban habitaciones
sitaba para otras tareas oficiales.39 E n 1860 la policía intentó una acción a t e s ”T m é m b r^ ^ y eT d in ero ^ p a^ b a^ la t e s o r e r í ^ E s t e
punitiva contra las naciones, clausurando todas aquellas que no tuvieran sistema beneficiaba así tanto á la nación como a sus ipquU.iup¿miam^ros.
sus papeles de incorporación en orden, pero en conjunto parece haber É l cehsó rhúhícipál de'1'827 m uestra más de diez edificios habitados por
realizado una batalla fracasada en.todo el período 1830-60.40 Se permitió dos o tres fam ilias de negros; te dos los adultos eran africanos, los hijos
que las sociedades funcionaran m ás o menos.cpm.0 lo deseabjn.^3hter,vi- argentinos. Fuentes independientes confirman que dos de esas casas (la
ñiéndóTa policía sólp cuando los miembros lo solicitaban. _ Cambundá en Chile 333, y la Éoango en Córdoba entre Montevideo y
Las naciones aprovecharon esta faítá dé supervisión-paráveliminar Uruguay)46 eran centrales societarias definidas, lo que sugiere que tam ­
algunos de los objetivos más obviamente indeseables o .poco prácticos que bién lo fueran las otras. .
el gobierno les había impuesto. No perdura ninguna evidencia de que ías Las casas tam bién servían f ara_qtra.ne.cesidad.de.los.miembros,Jiue ^ .
naciones hayan establecido las escuelas que supuestamente debían propor- era la'd é' cbhtro' socíái y~salón para sus bailes, los candombes, .la m ás /
cionár á sus miembros. Las sociedades tam bién tendían a desatender iThportante de las actividadessc cíales .dé las naciones. -Como se observó
él requerimiento dé ;la consfitüciÖnen èlsén tid ò <ìè entregar a Iapplicí a anteriormente, los más teriipran< >s actos sociales de las naciones africanas
à' sus miembros crim inales; Sólo se sabe que" sé verifico un caso de éstos, fueron peticionar ante el Virrey para que se les perm itiera realizar can­
uh incidente én 1836 en que el presidente de la nación Casanche entregó dombes. La oposición oficial a 1as bailes continuaron h ^ t a después de
a un Casanche libre qué había asesinado a un esclavo. E l reo fue ejecutado iniciado e l ^ e r í b ^ n a c i o ñ a ^ r o fu T E astá éT gobierno je ^ ^ sa s^ q u e se
en ceremonia especial a la que asistieron delegados de todas las naciones.41 pérmitio a los afróargentiiíos rea fizar sin
Como regla, los presidentes parecen haber preferido no entregar los delin- U ña de las obras dé arte'n o tab es producidas en la Argentina del siglo
cuentes a la policía.; De hecho, son considerablemente más comunes los X IX es la pintura de M artín Boneo donde se representa al gobernador
casos de presidentes^ que realizaban actividades ilegales para ayudar a Rosas asistiendo a un candombe en la casa Congo Augunga, con el presi­
los miembros. Uno dé esos casos se verificó en 1847, cuando el presidente dente de la sociedad sentajdo a h izquierda de Rosas m ientras el dictador
de la nación Mozambique fue arrestado por dar asilo a un esclavo prófugo observa atentamente a los baila riñes.47
de un residente brasileño.42 Además, los presidentes de las sociedades a La importancia de los bailas en la vida de la comunidad negra se
menudo ayudaban ajlos miembros que habían sido víctim as de fechorías, examinará en el capítulo jsiguie ate. Por el momento, basta decir quezal
como en el caso Casanche mencionado enteriormente. E n. varias instan- proporcionar un lugar para las da.nzas_y_eX.marqq.pqlític^^e_qbl^ a
cias, los presidentes jie las sociedades llevabán a libertosa^ las comisarías R ^ a s á ~cóñóedirTes eí derecho a bailar cuando lo desearan , las sociedades
para f écIamar~sü~libertad7*daHo que Habla patrones que deseabarílretener brindaron"innegabl^^y^rofuM' ís*beneficios sociales á sus miembros. En
ilegalm éñtesus sé m cíó s cuandoya habían llegado a l a mayofíadeedá'd.43 un artículo de 1902 en qué la re ¿ s t á Caras y Caretas entrevistaba a dos
O cuando lös esclavas ó. libertos sufrían d a ñ q s jn f ljg i ^ de los últimos miembros sobrevh ientes de la nación Benguela, su recuerdo
otra gente, en ocasiones los presidentes los acpm jD $ñaban^ para más vivido de la vida dé la sociedad era el de la nación marchando y
asegurarsejde.que.se ¡atendiera-el caso. É n Í8 3 1 , el presidente de lá nación bailando por las calles dej la ciu dad: “¡H asta las piedras bailaban. .
Mondongo llevó a la negra Joaqu ina, que h abía sido golpeada gravemente Debe quedar como upa cues :ión abierta la medida en que las socieda­
en la cabeza; la policía llamó a la patrona para que declarara.44 des cumplían con su proyectad i función corrió i n s t i t u H ^ ^ .píóstamos
E s un tanto más difícil evaluar losJieneficios económicos que supues­ para los miembros y cómo agen te n e jy m a o r lm rá
tam ente debíanprpp ircionar las sociedades a sus miembros. U na dificul­ d ¿ ía es^AYlíud, No háynirigui a e vidéncía sólída~detal a c t i v i d ^ ^ l o s
tad importante en el estudio de íás naciones es eí prejuicio documental ftrehiTOsm ficia les._psro~5oFotr a parte nó hay ninguna razón por la que
que sufren: virtualm ente todo el m aterial principal que perdura sobre debierahaberla, dado que ese habría sido un asunto rutinario que no
ellas proviene de los archivos policiales, y por lo tanto, se refiere particu- requería atención policial!. U na sugerencia de ta l actividad aparece en un
larm ente a las instancias en que las cosas iban m al en las sociedades. caso de 1836 en que el secretarte de lah ació n Hambuero negó acusaciones

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en el sentido de que el presidente había empleado ilegalm ente fondos iiiujcico oc nogaxun <x peínuoüies venaeno, y prenneron ir ai tribunal
societarios para sacar a sus hijos de la esclavitud. L a sociedad ni siquiera antes que ver su casa vendida. Finalm ente los Mayombé fueron divididos
había sido creada h asta 1825, observaba el secretario, m ientras que el en dos por orden judicial, co n se ja n d o los hombres la casa, pero con la
presidente liberó a sus hijos en 1811, de modo que el alegado favoritismo obligación de pagar a las mujeres una gran indemnización.52 Aconteci­
en el ,uso de los fondos de la sociedad no puede demostrarse.4? Esto al mientos análogos se verificaron en las naciones Carabarí y Malavé, donde
menos sugiere que los fondos de la sociedad eran empleados para comprar las m ujeres y unos pocos hombres ¡se rehusaron a entregar el control de la
la libertad de los esclavos, aunque es imposible decir con qué regularidad. propiedad de la nación a los soldados que habían regresado.53
K. L a_caída del gobernador R osas en 1852 coincidió estrecham ente con L a única esperanza para la continuada supervivencia de las naciones
" 'A el comienzo de la declmación'cie ía s ñ a c lo ^ ^ final del era la participación de los afroargentinos más jóvenes, pero parece ser
t ráficode escrávóseinTglO j^^ marcada disminución qué los^fiácános viejos serésistiim ^
Capítulo 5). E n documentos'*de qq^.^-Sóu.spación. Después de ías| elecciones de 1863 en láTiációñ'Miffá
las décadas de 1850 y 1860 a menudo se menciona la disminución y el Mají, varios miembros jóvenes fuéron a la policía para quejarse de que
envejecimiento de los miembros de las naciones. Aparecen con frecuencia eran tiranizados por los miembros antiguos y que no tenían ninguna
informes de presidentes que murieron de vejez, y muchos, presidentes se probabilidad de elegir a ninguno de sus candidatos.54 La constitución de
vieron obligados a abandonar el cargo por su decrepitud general. Antonio 1870 de la nación Mozambique pejrmitía que los no africanos se unieran
Vega, que había estado presente en la compra de la casa original Congo a la sociedad, pero les negaba e s j écíficamente el derecho de votar o de
en 1809, y que se desempeñó como presidente de la nación Gongo Augunga tener cargo.56
de 1830 a 1858, finalm ente se retiró debido a su vejez. Joaqu ín Arrióla Aún cuando los africanos huí iesen sido más receptivos respecto de
dejó su cargo de presidente de la nación Benguela en 1864 por el mismo los miembros nuevos, pocos afroarj [entinos jóvenes parecen haberse inte­
motivo, habiendo servido como ejecutivo principal desde 1836. U n informe resado en conserva r las sociedades' africanas. Sigmendo m ia pauta común
policial de la década; de 1850 sobre los M aquaqua los describía como en ías sociedades inm igrantes, la m. lyoría de los afroargentinos de segunda ,,
“individuos ancianos y achacosos”, y una petición de 1861 de los Congo o tercera generación preferíán oívi lar s ú ^ o H g ^ ^ F ^ L ^ i l^ s ^ su sepa-' *
Augunga presenta el melancólico cuadro de una nación cuyo “número de r^foiT'éthica. Esos jóvenes volvía i la espalda a los recordatorios d e'síf
socios era considerable, [pero] que fue diseminándose, unos en las conti­ Herencia“ africana, de los cuáles la* naciones eran uno de los más obvios.
nuas guerras de esta (papital, como defenzores de ella; y otros de enferme­ Trataban de superar su sep arad or y convertirse en parte de la sociedad
dades naturales.” Asi, para la década de 1860, las sociedades habían argentina más grandéTum ram bid in ^ lid ámentéTomentada póTlos uní.
declinado de sus números anteriores a grupos patéticos de diez o veinte tariós?rE l gobierno posterior a Rosa »tem ía a las naciones como jin afu en te
miembros.50 L a constitución de 1870 de la nación Mozambique reconocía posibledé apoyo para elresu rg ím ento resista, e hizo todo los esfuerzos
este proceso de declinación estableciendo en el Artículo 21 un procedi­ s £ ^ t m ía c ió ^ U n a expresión representativa
miento para disolver la nación. Cuando el número de miembros descen­ del sentimiento unitario respecto t e ias naciones apareció en 1858 en el
diera a cuatro, estipulaba la constitución, la propiedad de la nacióñ debía periódico La N ueva G enerdción e a respuesta a la creadón del primer
ser dividida entre esás cuatro personas y la nación Mozambique debía periódico negro de Buenos Ájires, La Raza A fricana.56 E l editor objetaba
term inarse oficialmente.51 con, fuerza el título de la nueva pul ilicación: ¿porqué llam arse afncanos,
Como lo sugiere la petición de los Congo Augunga citada anteriorm en­ p re^ n teb a^ x u an d o w fealid ád 'ü s iedes son argentinos? AcusandoaTpe-
te»' la o o nscripción de ^ricanos^en los ejércitos de Rosas había impuesto riódicoUe tra ta rd é socavar los cim ehtos déTgóbié'rhÓlíBeráTfesuHtando
3 ^ ^'Bier¥íírtambiéri e f^ s p M ttr^ lític o >del .tirano RÓs¡ is,'eráH ícu Íd “m^
negra dé ía ciudad a. olvida? ja s "ó¡visiones del pasado_.v.a unirse alo s
sicíóTTSexuar'Hé Tas sociedades, dejándolas en manos de las mujeres du- blancos en la reco n stru cció n ^ iudad bajojun jgob iern o.n ^
rañte los'prolorigádós períodbs en que los hombres estaban ausentes en los afro argéni inós jóvenes esíaSan más que dispues­
las campañas. Como en las cofradías, las m ujeres ocupaban u na posición tos á aceptar esta invitación y en 3l proceso las naciones fueron hechas
claram ente inferior a ja de los hombres en íaAnaciones, pero durante la a un lado como una reliquia anacr »nica de un pasado vergonzoso.
J^ ggd ad gTÍMO, ag ro y e c lia ro n T a ^ para asum ir el M ás tarde en el siglo, los jóver es afroargentinos trataron dé rehabi­
nación Mayóm6&7por ejemplo,‘'Féf^io V íH G alm S iten to d o s litar la memoria de las organización ss sociales de sus antepasados, ponién­
sus varones en 1840, que ingresaron en el ejército de Rosas, dejando a un doles a la s comparsas del carnaval el nombre de las naciones, v.g., “Los
solo hombre y a todas las m ujeres para hacerse cargo de la casa de la Negros Lubolos”, “Los B en g lelas” y “Los Negros Munyolos”. También,
Cuando en 18,52 regresaron los hombres, intentaron Vender el en la década de 1880,; hubo \arios :asos judiciales por los cuales los des­
edificio, que había sido muy mejorado por las m ujeres en ese lapso. Las cendientes de miembros de las socié iades trataron de recuperar el control

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de las centrales de las antiguas sociedades, qüe entonces estaban en malas
condiciones y ocupadas por ajenos, a menudo blancos. Un editorial del dente de tres sociedades en el período 1840-60, ejerciendo el control sobre
periódico afrpargentino L a B rom a aplaudía el éxito legal obtenido por las naciones Villamoani, Munariibani y Maquaqua en diferentes oportu­
descendientes de la nación Quisamá. al tratar de recuperar su central, nidades. El Maquaqua fue un grupo que se había separado de los Muñam
diciendo que la pérdida de esa propiedad había sido una afrenta para la bam y que cobro existencia sólo cuando Quimo perdió su posició^coino
entera comunidad.57 Alentados por el resultado del caso, los descendientes presidente de esta ultima nació^; Esto sugiere que la Maquaqua fue una
de la nación Auzá iniciaron un juicio análogo al año siguiente y también nación creada por Quirno principalmente como reacción al hecho de m e
lo ganaron.58 Pgrqdurante las décadas de 1860 y 1870, la mayoría de los hubiera perdido el poder en las paciones Villamoani y Muñambani.56 Un
a frq a rg e jitin o s^ ó lo q u ÍH ^ ^ ^ I^ W cjs“dé~RcjsaS'y-la--h-erencra-de las caso análogo se verificó en 1856, cuando un miembro de la nación Huombé
naciones. E n v e rd a d ^ a e jiffla n -m e d fd ^ Jd e s g o a e y c a p ^ á ^ n m m in ^ - se quejó a la policía de que su organización había sido infiltrada por aienos
africanismo^de.jdoptar íás form áis dé la'sociedád que habían asumido el control 0e la sociedad. “L a nación Huombé no
k^nca lo que condujo a la etapa siguiente en el desarrollo dé lás ófg'ani- existe , explicó el a la policía y “lo que representa Freytas [el presidente
zaciones negras, las sociedades.de.ay.uda mutua inspiradas por los socia­ de la nación, un no Huombé] no es más que la reunión de una porción de
listas y los anarquistas. — toda cíase de gentes. ¡No existe Sr. nuestra nación! Lo. que existe es una
Un análisis postmortem de las naciones africanas debe ser un juicio ver„ S*®ra or£ ia> reunión que sólo produce escándalos de todos géne­
mixto, y también tentativo, debido ál prejuicio documental mencionado ros . Al hacerse la investigación, la policía descubrió que tal era el caso.
anteriormente. En los registros policiales, las naciones se ven en su peor Un gran segmento extranjero ha >ía invadido a la nación Huombé, impo­
nivel: miembros que acuden a la policía para que arreste a su presidente niéndose como facción dominante de la sociedad, usando una supuesta
por malversación, facciones que van a juicio por el control de la propiedad identidad nacional para adquirir una base de poder en la comunidád
de la nación, arrestos policiales de miembros por luchas en los bailes, afroargentma. Quejas semejantes referidas a las naciones Congo y Malavé
etcétera. Sin embargo, la incidencia de la intervenciónpoJici^les.bastante demuestran que este tipo de acoi tecimientos no era raro.61
b^asiseTO nsideraelgr^n^erodenaci^es'enéyistg^cíftg^^^^i^y. Parece serj j p nen ias naciones proporcionaban a sus
miejnbms.benefi tangiMes_cgmp^
tuvo motivos para Jromover la desunión
p??a sol*c^ a: f a Típoirciá'que interviniera en sus asuntosry éraYara la
nación que sufría ¿alguna ..in te ra ^ uña ~Hleada. de la ciüdad. 'Sin embargo, y^y^^^^i^QL^l^ejnl^.comunidad-negra
í r- ' * ^ M ^ - 3 m l n e ^ 6 l e „ e t a p a ,e n la
Son innegables vaijíos de los benéficos que las naciones significaban para h istq o a.4g ^ s^ fp H g g 3tl80g ,,y A lugmfl.ejaba genuinas diferencifl^étnL
sus miembros, coipo la vivienda y el sitio para las funciones sociales, ^ ? ^ ™ ^ ? . trf l dastdesíie A fiica y gue se m anifestaban e n la s socie-
ayuda en el trato Icón el gobierno y una especie de poder negociador ^ e s . p q p d p r a s j e esclávps e r it idiis J a s ^ A i S ^ é > t 3 o i n S ^ n é ¿ i ó n
colectivo; otros, como los préstamos y las proyectadas manumisiones, de­ dp.La.p^J^emn^africana^enJ^^ic^d, e ^ ^ dwisj^p^ja^i^ojcuatenuarse
ben quedar como temas de especulación. usj&pto y los afroargenfinós^gmá
Como fon3^^^am zad^_C Q m im itaria. las^naciqhgs, posei^ uno el | . d e sus¡ organiz^^
d.e. P^ncipa^ s j 3 c.°nyenientes, quepudohaber sido previno o no por
elgób iem daliñ sfitüif'érsistem a.:.^

go^iern.o se lf debe acreditar una sutileza maqmavélicaYn 'él cóntrol y L A S SO C IE D A D E S D E A Y U D A M U TU A
^ ^^ipulacidn denlos grupos sÓciáíes.' Ermconvéfriéñté^cóngistía én las
divisiones qué creabanjasjacio n es dentro de la comunidad negra de la Las actividades de las ¡nació>pes africanas habían incluido muchos
^ d a ¿ . L°s efectos ¡divisionistas de las naciones se ven faHlñSéHte^tr un aspectos mutuálistas: proveer vivi mda y préstamos, sacar a los miembros
estudio de los registros policiales, dónde las peticiones relativas a conflic­ de ia
ae la esciavituü,
esclavitud, y pagar gastos
gjastos :ünerarios, entre otros. Quedó para la
tos étnicos y los intentos por separarse de grupos más pequeños componen generación siguiente de organizaciones sociales eliminar las actividades
aproximadamente un tercio de todos los casos que implican a las naciones. culturales de las naciones -los bai les y otros actos africanos- y centrarse
L a tendencia aila subdivisión,era una de.las mayores debilidades del *\T UAiyÍS ?*?® !611 lntereíses económicos de sus miembros. La constitu-
sistema de nacíone's. En tanto existiera el concepto de la nación^r!cana~ ción de 1855 de la primera scjciedac mutualista afroargentina, la Sociedad
la“^ecestóirde"gruf)os menores según causas étnicas o nacionales tenía de la Union y de Socorros Miitos, integrada por 134 miembros, marcó una
una legitimidad que de ló Contrario no hubiese gozado. Hay varios casos serie de avances sobre la constitución de las naciones. El cambio más
en que los individuos y grupos emplearon pretextos étnicos para cubrir importante era que la constitución <!e la organización fue escrita realmente
disputas que eran de náturaleza esencialmente política o personal; Por por los miembros mismos a difer meia de aquella de las cofradías, que
ejemplo, un africana llamado Tiburcio Quimo se desempeñó como presi- había sido provista por la Iglesia, o la de las naciones, proporcionada por
el gobierno provincial. Tal vez com< >consecuencia del cambio en la autoría
178
179
las actividades m utualistas de la sociedad y los mecanismos para finan­
ciarlas, estaban más clara y plenam ente descritas de cuanto era el caso
en la carta d élas naciones E n verdad, una de las diferencias más notables
entre la constitución de la sociedad y la de las naciones es su énfasis “E n la unión está la fuerza”, insistía oí ^ , 1
el periódico, e instaba a sus lectores
puramente económico. L a m ala conducta de los miembros o de los funcio- a ingresar en las asociaciones m ut
negra.67 ías para reconstruir la comunidad
nanos no se n a castigada entregándolos a la policía, o privándolos de la
condición de miembros (salvo en casos extremos) sino mediante m ultas La Fraternal realizó uno de los lobjetivos de las naciones africanas,
Parf lenar la tesorería de Ia sociedad. Los beneficios apor­
tados por este sistem a eran sustanciales. Los socios enfermos recibirían
un estipendio diario hasta que pudieran volver a trab ajar y cada miembro
podía recibir tratam iento sanitario de parte del médico de la s S a d
Haciéndose eco de una preocupación tradicional de las cofradías y nacio-
nes la constitución tam bién preveía el envío de una delegación para que L“ ddVmorq
t S“
asistiera al sepelio de los miembros, aunque no se ofrecían beneficios
financieros en caso de m uerte.63
como una gran e stru ctm ¿ de b e í T e f i X - m antener tanto una escu,
la d0S s.oci®dade,s de este tipo fueron establecidas durante
a decada de 1850, una la Sociedad del Carmen y de Socorros Mutuos y
Estas^M^dad^CfC^ afr(íbrasileños>la Sociadad Protectora B ra sile ra
7 ™ * sociedades fueron casi contemporáneas con las prim eras sociedades

= S íS E e # - S .S
de ayuda mutua de los blancos establecidas en Buenos Aires, siendo estas
v h Pn°Pfie, — Crei f en Xf 7 p0r in“ ^ n t e s españoles, ’con o b S 5 5 5
a los de la gente de color.64 La Sociedad Protec-
í r ? ? rt Sllfrnax ratl ? e Pr°P°rcionar aún mayores beneficios que la Socie-
dad de la Unión, ofreciendo atención médica gratuita y medkameCSs
además de un pago de ayuda diario a los socios enfermos, y un sepdió ^ Im “ f o S * S teCf°ra ’ u aa organización destinada“ "
en í CaS° de q^e. a atención médica gratuita resultara inefecti­ in crem ^ tó tanto E f cepclon >lmeute bien manejada, la sociedad
va. Sin embargo posteriores documentos sugieren que estas sociedades -t009 / i _ numero de sus sooios cómo süs fondos desde 1877 a
tuvieron dificultades para ofrecer los beneficios prometidos Menos de
cinco meses después de sü establecim iento en 1859, la Sociedad del Carmen m ie m ^ ^ e ^ r ío ^ fE : f o T " 1^ “ a M o T ls S
estuvo implicada en un conflicto que recordaba los de las n a c f e n ^ L a como sede c e n t r ó t e S ™ ? ^ para ™
presidente de la “Corporación de M ujeres”, B asilia A zcuéníga acusó a! más espacio para sus actividadeb E n
L936, la Ultima fecha para la que
presidente de la sociedad, Roberto Sm ith, de conducción ilegal y de desa- hay información respecto de la sbcieda:
ción activa y autónoma.72. 1, aún funcionaba como organiza­
s e r t n l f L g^ em ° Iaj T y0ría- Aparen" * > la sociedad s e l S Los beneficios que ofrecía L a Prot
según líneas sexuales, * la consecuencia de la disputa permanece poco d o r a eran típicos de la sociedad
desayuda mutua. E l grueso de los gast
mente Lr g^’ e n } 860’ Ia Sociedad Protectora Brasileña5 fue repentína- 5S era para ayuda á los miembros
w nh-»w °nada POrmU presldente’ cuya administración había dejado de la P ie d a d . Los miem-
L f e t r u c c ón”Pq f Umi 6m 3 Ias.fm anzas> “en ™ completo estado dio m ientras estaban impedidofde trabi iS T o u e B 7 ^ pe^ eflo «stipen-
pudo.S 6 ' S reahzaron nuevas elecciones y la sociedad siguió como medades crónicas o in cn rah U ? vJ AqueIlos que contraían enfer-
( J f ! mí f en te sa s de las sociedades afroargentinas del período 1860-90 ■
I a r d ^ P im d ^ ” ? 1 y- Lf Pí ? tej t0j a ' La Fraterpal era la más antigua de
Casddn S í * H aa> década de 1850 P°r el músico y oficial ¿ ilita r
comunhlld díP T ’ L a F Taternal recibió cálido y esperanzado apoyo de la
in f o m a b íd t 1 l0 -'tE1 nam er0 del Periódico negro E l Proletario
informaba de la existencia de L a F ratern al e instaba a “la clase de color” .
abierta en 1881, a ía q u e seéféctual-ftn ^ ; a s asa?iad° 8 e^a an a biblioteca,
en m odeks e X 3 UnÍI? e' E la r tíc u l° sugmre que Thompson se inspiró Estos beneficios e r a h ^ n ^ f í ^ j ^ ítribuciones de hbros y revistas.76
en modelos extranjeros (uno piensa inm ediatamente en las sociedades de
y «na serie de b azares" S t cuot aa' obradas regulannente
180
La Protectora fue un adecuado fin para la progresión de las organiza­ ajeno y vagamente amenazador de las naciones. E s significativo que el
ciones sociales afroargentinas del siglo X IX . De sólido éxito, se granjeó libro'de 1936 que incluye la últim a noticia de la continuada existencia
la aprobación general de casi todos los sectores de la opinión negra. Los de L a Protectora observe que la ¡organización fue fundada por un grupo
periódicos negros fieram ente antagónicos La Brom a y La Ju ventud esta­ de hombres (el autor no especificó su raza, aunque citaba sus nombres)
ban de acuerdo en cuanto a muy pocas cuestiones, pero ambós apoyaban que deseaban formar una sociedad de ayuda m utua que fuera “genuina-
a L a Protectora, instando a menudo a sus lectores a unirse a los números mente argentina”.78 Fue precisamente esta genuina argentinidad más '
crecientes de sus asociados. L a estabilidad de La Protectora y la serena una dirección muy capaz, lo que permitió que L a Protectora sobreviviera
competencia con que eran manejados sus asuntos era una innegable refu­ por un período de sesenta años en que la población de color virtualmente
tación, de la supuesta incapacidad de los afroargentinos para hacer nada desapareció detrás de un flujo d^ inmigración europea.
bien. La comunidad se encargaba de que los logros de la sociedad fueran Y en éso reside la ironía de las sociedades negras. L a historia de las
tenidos en cuenta por los blancos de la ciudad. L a Sociedad publicaba un organizaciones sociales afroargentinas es la h istoria del conflicto entre
periódico, La Protectora, durante el período 1880-1910, y en una de sus la búsqueda de autonomía social por parte de la comunidad de color y los
comidas anuales, donde asum ían el cargo los nuevos funcionarios, otorgó esfuerzos de la sociedad más grande por fru strar esa búsqueda. Por medio
una m edalla de oro en señal de aprecio a un editor del prestigioso periódico de las cofradías, y m ás tarde de las naciones, el gobierno vigilaba cuida­
La Nación de Buenos Aires, por su serie de. artículos, muy favorables dosamente los esfuerzos de la co: nunidad hacia la movilización, usando
acerca de la sociedad.76 Así, L a Protectora satisfacía el doble prerrequisito primero la Iglesia y luego la policía como instrumento de control. Con el
para una organización social afroargentina exitosa: no sólo proveía pronta tiempo, los afroargentinos desarre liaron tácticas crecientemente efectivas
y regularm ente de ayuda económica a sus miembros, sino que también para resistir estos controles, y p£ ra la época en que se establecieron las
servía como fuente de orgullo y pundonor para la comunidad. sociedades de ayuda mutua, la cor íunidad había escapado a la dominación
No es claro cuándo dejó de existir L a Protectora. S i bien aún estaba directa y abierta representada per las cofradías y las naciones. Sin e m -'
activa en la década de 1930, hay cierta evidencia que sugiere que pudo bargo, la comunidad escapó a estx s controles eliminando su necesidad de
haber tomado el mismo camino que la Cofradía del Rosario, que finalm ente ellas: al adoptar con tanto éxito la sociedad de ayuda mutua, los afroargen- ;
se convirtió en la hermandad blanca que es hoy. E l informe presidencial tinos le dieron la espalda al jsepar« itismo negro cultural y social. L a comu­
de 1882 observaba que varios blancos pertenecían a la sociedad aun en nidad^ logró la autonomía que ta ato tiempo había buscado a l precio de
aquella fecha teiriprana, y una publicación de 1936 que analizaba a la despojarse primero de su identidaí: cultural y luego de su identidad racial,
sociedad no hacía ninguna mención del hecho de que fuera afroargentina.77 ya que finalm ente fue asim ilada >or la población blanca que la rodeaba.
Al fin ¿no constituye éste el conts ol más efectivo de todos? y
L a progresión en tres etapas de las organizaciones de la comunidad
afroargentina corresponde a la relación que se fue dando entre la población
de color de la ciudad y la sociedad más grande. L as cofradías representaban
los primeros esfuerzos tentativos de una comunidad reprimida y subordi­
nada por crear organizaciones capaces de satisfacer las necesidades espi­ 1. Salvador, centro de un ribo distrito de plantaciones de Brasil, tenía once
rituales y, en ocasiones, m ateriales, de sus miembros. Impedidos de crear s
cofradías negras a comienzos del agio XVII (David W. Cohen y Jack P. Greene,
sus propias formas de organización social, los esclavos y los afroargentinos comps. Neither Slave nor Free: T) e Freedman ofAfrican Descent in the Slave
libres no tenían otro recurso que organizarse mediante las cofradías, ins­ Societies o f the New Worl&lBaltii lore, 1972/, p. 123). Ver también Frederick
tituciones creadas' originalm ente por y para españoles y blancos y luego P. Bowser, “The S)ave ir Colonial Spanish America: Reflections on
‘The African SÍlave
adaptadas a las realidades del Nuevo Mundo. Inevitablem ente resultaron Research Achievements and Prio -ities”, Latin American Research Review 7.
tensiones y conflictos entre el rol tradicional de la hermandad, uná orga­ (primavera de 1972), p. 82. pnahi; tona muy útil de una cofradía afrobrasileña
nización bien integrada en la sociedad española, y la condición social es Julita Scarano, Devogáo e esci avidáo (San Pablo, 1976). Ver también, A.
marginal de los afroargentinos. J . R. Russell-Wood, “Black and Mulatto Brotherhoods in Colonial Brazil”,
Las naciones i resolvieron estos conflictos ofreciendo una forma de Hispanic American Historical Review 54 (noviembre de 1974)- 567-602
organización basada en la herencia cultural e histórica de los africanos 2. AGN-IX-31-4-6, doc. 436. |
y afroargentinos d4 la ciudad. Pero la existencia de las naciones presuponía ■3. “Relación de los esclavos aptos >ara tomar las armas...”, AGN-IX-10-7-2
una sustancial población africana en la ciudad, y a medida que esa pobla­ . cuartel 4. ’
\ ción fue declinando, la comunidad negra criolla abandonó las naciones y 4. Manuel Juan Sanguinetti, San 'elmo: Su pasado histórico (Buenos Aires,
prefirió la sociedad de ayuda mutua. Al hacerlo, los afroargentinos calma­ 1965), p. 315.
ron lá intranquila ad provocada en la sociedad m ás grande por el carácter 5. AGN-IX-31-8-5, doc. 1365.

182
183
6. AGN-IX-42-6-3, doc. 6.
7. AGN-IX-42-6-3, doc. 6; y AGN-IX-31-8-7, doc. 1419. - 29 Francisco L. Romay, El barrio de Monserrat (Buenos Aires, 1971), pp. 64-65;
8. Néstor Ortiz Oderigo, Aspectos de la cultura africana en el Río de la Plata y. AGN-X-31-11-5.
(Buenos Aires, 1974), pp. 47-51; y Eugene D. Genovese, Roll, Jordán, Roll: 30. AGN-X-33-4-5, folio 22
The World the Slaves Made (Nueva York, 1972), pp. 197-98. 31 AGN-X-31-11-5.
9. “La Hermandad del Rosario”, La Broma, 3 de setiembre de 1879, p. 1. 32. AGN-X-33-3-1, libro 43, folios 33: 43.
10. AGN-IX-31-4-6, doc. 436. 33. AGN-X-33-3-4, libro lOl, folio 100.
11. Domingo F. Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en América, 2 vols. 34. AGN-X-33-4-1, libro 117, folio 57
(Buenos Aires, 1900), 2: 71-73. 35. AGN-X-31-11-5.
12. AGN-IX-31-6-1, doc. 823. 36. Gaceta Mercantil, 25 de junio de 1842, p. 2; y AGN-X-31-11-5.
13. AGN-IX-31-4-6, doc. 436. 37. AGN-X-33-3-1, libro 93, folio. 66.
14. AGN-IX-31-8-5, doc. 1365. La superioridad moral de los síndicos blancos res­ 38. AGN-X-33-3-1, libro 93, folio 43.
pecto de los tesoreros, es dudosa. El síndico español de la Cofradía de San 39. AGN-X-31-11-5.
Benito sorprendió a los hermanos desapareciendo con lo obtenido por la venta 40. AGN-X-31-11-5.
de dos casas de propiedad de la cofradía (José Antonio Wilde, Buenos Aires 41. José Luis Lanu2a, Morenada (Buinos Aires, 1967) d 115
desde setenta años atrás (Buenos Aires, 1903; pp. 173-74). 42. AGN-X-31-11-5.
15. AGN-IX-42-6-3, doc. 6. 43. Ver, por ejemplo, AGN-X-33-3-1, ibro 93, folio 37.
16. AGN-IX-31-4-6, doc. 436. 44. AGN-X-33-1-3, libro 50, folio 118.
17. AGN-IX-31-8-5, doc. 1365. 45. AGN-X-31-11-5. *
18. Para estudios de las iglesias negras en los Estados Unidos, ver Ira Berlin, 46. AGN-X-31-11-5. Respecto de las c isas del censo, ver AGN-X-23-5-5, cuartel
Slaves Without Masters: The Free Negro in the Antebellum South (Nueva Para *a casa Cambundá, ÁGN-X-23-5-6, cuartel 28, para la casa Loango.
York, 1974), pp. 296-303; y León F. Litwack, North o f Slavery: The Negro in 47. Néstor Ortiz Oderigo, Calu'nga, ci
oquis del candombe (Buenos Aires, 1969),
the Free States, 1790-1860 (Chicago, 1961), pp. 191-96. pp. 18-19. La pintura se reproduce en Lanuza, Morenada, entre páginas 160
19. Para la disolución de la Cofradía de San Baltasar, ver AGN-X-31-11-5. Para y 161.
una mención de las continuadas actividades de la Cofradía del Rosario, ver 48. Caras y Caretas, 15 de febrero de 1902.
Víctor Gálvez, “La raza africana en Buenos Aires”, Nueva Revista de Buenos 49. AGN-X-33-2-8, libro 90, folio 772~
Aires 8 (1883): 259; “La Hermandad del Rosario”, La Broma, 3 de setiembre 50. Esta información es de AGÑ-X-31 11-5.
de 1879, p. kl; y “Un articulista desconocido”, La Broma, 16 de setiembre de 51. “Sociedad Mozambique, Buenos A res, 4 de mayo de 1870, Reglamento”, en
1881, p. 1. i la Biblioteca del Museo de Motive s Populares Argentinos José Hernández,
20. AGN-IX-42-6-3, doc. 6. Buenos Aires. James Scobie propo: cionó ese dato.
21. AGN-IX-42-6-3, doc. 6. 52. AGN-X-31-11-5.
22. Ricardo Rodríguez Molas, La música y la danza de los negros en el Buenos 53: AGN-X-31-11-5.
Aires de los siglos XVIII y XIX (Buenos Aires, 1957), p. 10. 54. AGN-X-31-11-5.
23. Ibíd., p. 11; y AG!N-X-31-11-5. 55. “Sociedad Mozambique”.
24. AGN-X-31-11-5. 56. ‘|La raza africana”, La Nueva Generación 26 (1858), 1.
25. Alberto González Arzac, Abolición de la esclavitud en el Río de la Plata 57. “Lós bienes de nuestros abuelos”, i ¿B rom a, 30 de abril de 1881.
(Buenos Aires, 1974), p. 51. 58. La Broma, 10 de noviembre de 188 2 d 3 •
26. Puede verse un ejemplar de la constitución de la sociedad en AGN-X-31-9-5. 59. AGN-X-31-11-5; M *f -
doc. 1. . j 60. Ibid.
27. Para un análisis ¡de los esfuerzos del gobierno pór proporcionar una fuente 61. Ibid., y AGN-X-33-3-4, librò 1Ö1, fòlio 100.
estable de mano <|e obra para Buenos Aires durante el período posrrevólucio- 62. Mónica Schuler, “Ethnic Sla^e Reb< liions in the Caribbean and the Guianas”,
nario, ver Orlando Carracedo, “El régimen de castas, el trabajo y laRevolurión Jow^ al o f Social History 3 (Verane de 1970): 374-85; y Mary Catherine Ka-
de Mayo”, en Anpario del Instituto de Investigaciones Históricas (Rosario, rasch, Slave Life id Río de Jarieirc, 1808-1850” (tesis doctoral, Universidad
1960),-4:157-86. Para el período colonial, ver Lyman L. Johnson, “The Arti-; de Wisconsin, Madison, 1972), pp. i 88-90
sans of Buenos Aíres during the Viceroyalty, 1776-1810” (tesis doctoral; Uni- 63. AGN-X-31-11-5.
versidad
” de Conn
~ ecticut, 1974), esp. pp. 135-40, 305-7. 64. Samuel L Baily, Labor, Nationalist and Politics in Argentina (New Bruns­
28 AGN-X-31-9-5; y AGN-X-31-11-5. wick, N. J ., 1967), pp. n -1 2
65. AGN-X-31-11-5.

184
185
66. Ibíd.
67. El Proletario, 18 de abril de 1858, p. 1.
68. Jorge Miguel Ford, Beneméritos de mi estirpe (La Plata, 1899), p. 38. La
desaparición de La Fraternal probablemente se debió a la muerte de su fun­
dador en 1873.
69. Cita del editorial, La Juventud, 12 de marzo de 1876, pp. 1-2. Ver números
de La Juventud, enero-julio de 1876, para artículos que plantean este punto.
70. Ford, Beneméritos de mi estirpe, pp. 73-74. 9
71. “La Protectora”, La Broma, 28 de julio de 1882, pp. 1-2.
72. Luis Canepa, E l Buenos Aires de antaño (Buenos Aires, 1936), pp. 472-73.
73. “Mensaje del Presidente de la Sociedad La Protectora”, La Broma, 24 de
agosto de 1879, pp. 1-2. Los informes presidenciales anuales eran publicados
LOS AFROARGENTINOS EN LAS ARTES
cada agosto en La Broma.
74. Canepa, E l Buenos Aires de antaño, p. 473; y “La Protectora”, pp. 1-2.
75. La Broma, 3 de febrero de 1881, p. 3.
76. La Broma, 28 de julio de 1882, pp. 2-3. Ver también Juan José de Soiza Reilly,
“Gente de color”, Caras y Caretas, 25 de noviembre de 1905, para una nota
favorable sobre La Protectora escrita por un blanco.
77. Cánepa, E l Buenos Aires de-antaño, p. 472.
78. Ibíd. En todo el hemisferio óccidei t;al, los afroamericanos se han distin­
guido por sus logros en las artes, gan irresistibles han resultado ser sus
talentos que las sociedades del Nu ívo Mundo hace tiempo decidieron que
no. podían permitirse malgastar e recurso de la creatividad negra, y se
ha convertido en una ley tácita de as Américas que las artes son el campo
en que la gente negra tiene inayoi libertad para elevarse tanto como sus
capacidades les permiten. Ningún} historia de los afroargentinos de Bué-
nos Aires sería completa, entonce”, sin un panorama de su participación
en la vida cultural de la ciudad.

D EL CA N D O M BE A L TANGC

Tal panorama debe comenzar con el baile, el área en que Buenos


Aires ha efectuado su contribució i más difundida a la cultUrá popular
ìgeru i
I de los afroargentinos. Sus bailes pú blicos eran acontecimientos culturales
más arapiRry~pleno ;. fermino. Ésos bailesliaeían que la
pillar, reforzando los Vínculos de. amis-
tsdydé'ideñtidádcomunitariaTF^í} ■porriona&to; W ,fü e ^ te .dérecrgacíó"
yfreJHY^cünientb y un medie|>á?a la afirmación propia v grupal ¿ un
pueblo » su
significación.política^eráincbnfuhd ble, comò puede apreciarse por el con­
tinuado.conflicto entre la comunidtad y el gobierno respecto de que se
concediera
' - ' oT .nó
. . el
w * permiso para lai realización de loS bailes,

No resulta clara la fecha exácfc i en que los afroargentinos empezaron


a realizar sus bailes públicos
------- --------- — los es ndombes, aunque los documentos que
perduran demuestran que pára la década de 1760 habían llámado desfa-

186 187
a
vorablemente la atención de las autoridades. El virrey prohibió dos veces
los bailes de los negros en 1766, nuevamente en 1770 y otra vez en 1790 » y ^ s o s e me|ppasaUes. como, cqiieesuepda^esfesLailes^aue se toma
Pero esas prohibiciones se referían sólo a las reuniones efectuadas sin P31*8 sus patrones; eludían sus^deberesy “no
supervisión oficial: el virrey permitía específicamente a los africanos v
f i z a r a n bailes públicos b^jo el cindid5^^1Füíto-
-bos-virreyes'tam bién'deinoseafoñ~s^
sensibles a las peticiones de grupos de africanos que solicitaron permiso
para realizar danzas especiales para su nación. En 1795 se dio permiso
en una continua inquietud... Con unos miembros tan pervertidos y co-
a l0S Í ? S ° S x Cong0 para que realizaran bailes los domingos y feriados
y en 1799 se otorgó un permiso análogo a los negros de Cambundá 3JPero S Í L Pre T S n te h 1 t ? r perim entar “ P ^ o mui sensible“
^ y ig g y e ^ tg g ^ ie lc m d a d o de estipular una prohibición absoluta: esas irreparable, el Estado y el Publico: ...siendo crecido el Número de lo*
,J..ñ ® 3 n 'n e g ro ^se lo clo n a re o ^fídlnq116í ay,fn esta ° l udad. se necesita una grande atención, y cuidado
¿« im a de ^ n acion esafrican as.4 Como represen" d^np^nrl lai?d° SU conducta>»o perderlos jamas de vista y nUampoco
f 1 inmgl? i ? XCeS0’ pues p9r su carácter inclinados^y propensos
á todo lo malo, se debe vivir con elíos con la mayor d e s c o n fié
e indiscutidos y la
coronación de la realeza africana en los bailes hubiese sido una amenaza
directa, si bien puramente simbólica, para la hegemonía del monarca í f ! 1h° r !5r!f deI CabÍIdo haberlo aclarado más: comprendían
T *? v al' U admimstración real había reaccionado con fuerza en un caso nnp ell*e de “ »a sociedad esclavista, vivían en la cima de un volcán
de 1787 en el que un joven esclavo había sido coronado rey del Congo en foente notendÍ ^/H CualquJer mo nento>^ temían los bailes como mL
T a d8ií0S bailLes- F na investigación del incidente reveló que el africano ^ d e n t " i eost naCUerf 7 a í “ - “ CataIlZad0r 1 - Podía de-
Pedro Duarte había sido investido con una sombrilla y una corona en el
baile, después del cual muchos integrantes de la nación del Congo le Sus temores son comprensibles Las grandes reuniones de africano*
demostraban sumisión. El caso fue abandonado sólo después de que Duarte y afroamericanos (el informe ¿e 1778 a f i j a b a queTlas d i ^ L ^ s t í a n
jurara que la ceremonia había significado que él era “mayor, pero no un regularmente hasta dos mil persona 0 debían padecer sum“ te to ^
rey \5 sas, en especial si se tiene enjcuent* el carácter ajeno d e ^ s b a i S e s
Pero en general la administración real era bastante indulgente en SÍi5lSf1Caiy las f anl as ~de Ias qce hablaremos más enseguida Y en
cuanto a los bailes,]reconociendo tal vez su valor como liberación para ^ a ^ e^ jg 8 estallaban con violencia dirigida a lasautonda-
las frustraciones e insatisfacciones de la comunidad. Las autoridades mu­ S 1 7 9 1 ’ aparecíó un p é líS il
nicipales no eran permisivas. El Cabildo emitió al menos tres informes cteien tas personas que realizaban r n baile en el hogar deun negro libre
al virrey en las décadas de 1780 y 1790 instándolo a prohibir los bailes Cuando el policía intentó mterrump; ría, los presentes se lanzaron contra
F ” ^ T 11® de 1788 era el 11108 extenso y detallado, y su descripción de c o n T u t S l l ? P e r í e n ^ **** Qtarl° y W r l ° retira r>continuaron
los candombes y los argumentos en favor de su prohibición empleaban ^ 9 ¡ J paile* candombes eran acontecimientos
S d g to X T C ? QUe recurrirían en Ias denuncias de este fenómeno durante y " ó ^ ió fr lH ¿ ^ e r e n a " q ü e K'^e^Ios
T.oe nnaina Jnl _____ i. i i i ■< - ...
. i ^ 5 j ? f a® .M 5 a blid9^especto de los bailes pueden.dividirse.entres
i__ cj control real lespués de la revolución, v las elites
y~-.pelfticas...Los.cabildantesmo.tenían
ninguna duda de la naturaleza moral no redimida de los bailes. Al describir comolÓdesearan, aprovecháronla
los movimientos luju n o so Q lasciyos realizados efrTos candombeólos
Prohibiciones sólo eran
^ ? 9asreunionesisemanales, y,expresabanespecial am o rS L fa S, m™ efa m tK nitente, sirvieron para poner un
temor respecto de las ninas y gentes inocentes” que las presenciaban a poder
í f l ? Ue el espe^ c u lo no podía dejar de corromper. Económicamente. Yas
Pf hgrosas por dos razones. Primero, las~nacioñes y cofradías
negras-reahzabañ colectas para patrocinar las festividades ydtras activi-
¿de dóndé.Podía provenir ése d in W ,^ ^ regim fób an lM
^ c io n a n o s mmucipales, si no del Hecho^de que los. escjay ^ ob ab an a
sus patrones. Además, el informe sostenía que los.esclavos se. ponían tan

188
. 189
gpprmda mitad_deLsiglo. Sin duda, nunca recuperaron la popularidad y
el esplendor de que habían gozado durante los años de Rosas,, cuando el
'gobernador y su fg^lia^sólíaií“apstxr personalmehte'alasliestas.
La vitalidad de la danza africana y afroargentina no pudo ser repri­
mida por la sociedad porteña. Firmaba la base de todas las actividades
sociales y culturales e incluso llegó a las celebraciones religiosas formales,

Una comparsa de carnaval, C. 1900; Fotografía, cortesía del Archivo General de la.Nación.
a menudo con el pesar de la iglesia. En 1779, un sacerdote local se quejó
a sus superiores de que los negros que bailaban frente a su iglesia para
celebrar las Pascuas habían hecho tanto ruido que no había podido realizar
los servicios.10 Cuando la Cofradía negra de San Baltasar pidió permiso
en 1784 para construir su propiá capilla, los hermanos específicamente
mencionaron como a una de sus' razones para hacerlo su deseo de tener
un lugar donde pudieran realizar sus danzas celebratorias.11
Los bailes negros más grandes del año eran los realizados el Día de
Reyes (6 de enero), el día de Sai i Juan, Pascuas, Navidad y, en especial,
carnaval. Las celebraciones del carnaval en Brasil, en particular en Río
de Janeiro, son justamente famosas por las danzas afrobrasileñas que en
ellas se ejecutan: son el corazór de las festividades de la semana. Otro
tanto sucedía una vez en Buenos Aires. Las comparsas, conjuntos que
marchaban y bailaban, se perm tieron por primera vez en Buenos Aires ~
durante el carnaval de 1836. To< as las naciones africanasj;gu|üerqn.gru-"
pS^páradesfílar por las calles en mllantestraTes. cadauno con su conjunto
dé tamboresy^ dél|^ir¿més.lEsta scomparsasne^ág.¿ominabanJ£ts fiestas
debarhavaí de cada año (excepto entre 1844 y 1852, cuando el gobernador
íSsas próMbi'óiéTéarnavaí debid) a su violencia excesiva) ,hasta avanzada
la década de 1870, cuando empezaron a dom in^las comp^sa£blancas.
Aiíñ'^^900,'paHícipaBan”dé^di ez a qifince "grupos afróargentinos enlas
diversiones de cada año, lucien lo nombres tales como Estrella del Sur,
Flor de Cuba, Tenorios del Plat i, Habitantes de la Luna, y los nombres
de las antiguas naciones, ¡como ' jos Negros Bénguelas, Los Negros Moñ-
yolo, etcétera. Pero cuando la coi nulidad sé redujo a un minúsculo porcen­
taje de la población de la ciudid, las celebraciones de carnaval no la
sobrevivieron por mucho tiemp<. Para la década de 1930, ya no existían
los desfiles y las festividades ca llejeras del carnaval.12
Un curiosadetalle.ace^ca de as comparsas son los esñierzos-frecuentes
ta rr-alos-grupos-de-afroargentinos.A-partir
de los porteños blancos-por.imití
d élas décadas d e 1860jrJ 1870, y siguiendo hasta el siglo presente, los
jdv^es blancos desfilaban anuíí lmente con el rostro pintado de negro y
tintaban de imitár la musica,^
c^pafrsásTiegras.13 La más fair osa de estas comparsas de blancos disfra-
^dBt'de^hegfós"era Los Negro una organización de varios centenares
de hombres jóvenes que pertenicían a las familias más prominentes de
la ciudad.14 Como correspondía. a una organización tan prestigiosa, las
noticias relativas a las reunión ;s, elección de autoridades y actividades
genérales de Los Negros aparei :ían régularmente en la prensa porteña
de las décadas de 1860 y 1870. 15 El grupo era una de las más populares

191
atracciones del carnaval después de 1860, y su canción característica era
vastam ente conocida y cantada:
r e cafricanas,
rales h S J losS esclavo*
S i ^ j ^ Z ^•*S .• rj 1^1011 8
e ^ yv^asrpracticasZ^ ^ *
cultu-
L a comparsa de los negros ñolés más básicos y potentes de l a í nnhf1611^0 Un° ?e J°S controles espa­
la m ás constante y leal les; candombes, los subalternas, f i a n t e
a las am itas saluda d fR o n tró rab sd íu td q u n m a^ ^
en el nuevo carnaval.
Y a las niñas, como esclavos,
se ofrece para servir.
Esclavos de cuerpo y alm a
y fieles h asta morir. vían recuerdos de su patria IJn» m L ?s arcan o s conservaban y revi-
¡Oh niñas blancas! por un inglés que vTvé en la c i u L Z T Z a,n t“ eate citada>• « &
Por compasión las ceremonias de casamiento df la tm uiúdad * 1820’ describía
oíd de los negros
la triste voz.
Que aunque sus rostros c ^ a .F o ™ Z % T o ” e T d e Í S ^
son de color llevan bastones con trapos roios a i / J p pala debaj° .de elIos5
tienen de fuego tambores y cacerolas* bailan *nln «iSÍ & banderas, ^acen ruidos con
el corazón.16 presumo; fa °V“ £ S “ / Mozambique, seg^n
pestades de aplausos... Es peculiar
hábitos africanos.20 orma en que se conservan sus
j ! i m ^ ggl ^ r ^ ?b an E n d periodo 1750-
S f f i S ! S _ ° M ^ p e g e o r i g e n africano, con muy pocos n l f c S fc agre-

res: BTobservadores jblancos y los p e t 5 a S ñ t S T ^ ~ ¿ S l S 5 S a i : r e s -


pecto. Cuando los hermanos de S an B a lta sa r solicitaron el derecho de la importancia del baile como un mndTñ™? ^ ancf^ rec^ ocía claramente
construir su capilla, empezaron su pedido recordando, con cierta exagera­ ban su nacionalidad y escapaban' al m* J ™*61 CUal lo.s afrlcanos recupera-
ción, que desde tiempo casi inm em orial han acostumbrado con precedente de la esclavitud. P ? mí n° StemP°ranamente, a los rigores
permiso de vanos Goyemadores h acer sus funciones a ymitacion cadá uno
de sus respectivas Naciones”.17 L a petición a l virrey de 1795 de la nación
Congo repite que “ca^a nación [hace] sus bailes según sus estilos y con Jada0 ™ : S r t t s d da! * * * se reúnen por tribus;
la pureza que es debida”.18 '• . * *
f e l ® i ^ ^ ^ ^ cÍencia de que los candombes eran las ocasiona
J? S i!?5l& ^ ^ ¿S ffi® 9S M 2^ ^ n aci^ ^ eT O M n á6% eeu erd o s'
j L ^ ^ t e . ^ ^ 4 d o,au n qu esólo"fü^ra‘Por'íUna“tarde^11íi-5Ímulacro
Verdad, el cabildo destacó
danzas ent° C° m° Una de a s caracteí™ ¿as m ás amenazadoras de las lo

lo que en estos mismos bailes hazen los Negros, como ya se h a observado;


que h a sido el hazer Recibir los Ritos de la Gentilidad, en que nacieron ep un sólo día de placer, las priVaciom
de esclavitud.21 s y los dolores de dilatados años
con ciertas ceremonias, y declamaciones que hacen en su Idioma... [hacen]
ias diferentes Danzas con que cada Nación se diferencia pudiéndose con
verdad decir que en estos bailes olbidan los sentim ientos de la Sta. Religión j- ,.5^ L al_Paso deI tiempo se fue peí
B ^ S ^ ? 4 - O H S iorigiual de los
Oatholica, que profesaron renuevan los ritos de la gentilidad, se pervierten “ acioñatésTFí
cion.
las buenas costumbres, que les han enseñado sus Amos no apréheñdén :;”S l ? S ca? os de ® ¿ ? é n E ÍH S ¿ ib ñ a
sino vicios... y que con ellos esté la República mui m al servida.19 ^
candombe, que tomaba elementos de un número de danzas africanas. (Así, las. danzas africanas eran algo vergonzoso, que se debía cubrir, ocultar a
la palabra “candombe” tiene dos significados: un paso de danza particular los ojos burlones de los blancos. Tjjn artículo de 1882 en un periódico negro
[v.g., “él está haciendo el candombe”], y las danzas públicas de un acon­ se.quejaba de lps jóvenes tamborileros negros que seguían tocando y rea-
tecimiento social [“ella está en el candombe”]).22 lizando el candombe públicamente, en especial en carnaval. Argumen­
La coreografía del candombe se divide en cuatro partes. En la primera, tando que esosjóvenes servirían réucho mejor a la comunidad si aprendían
hombres y mujeres forman dos filas enfrentadas, cantando y meciéndose a tocar “instrumentos musicales” en lugar de “los antiguos y patéticos
según un ritmo lento y continuado. Ocasionalmente las líneas se unen tambores que ahora sirven sólo como el único recordatorio de las costum­
para la ombligada, en que las mujeres y varones unen los estómagos. Al bres venerables pero corruptas de hace mucho tiempo”, el periódico argu­
final de esta sección, el “escobero” realiza un solo empleando una escoba mentaba que el candombe tenía bu lugar, pero ese lugar no era público.
como batuta, haciéndola girar, arrojándola y realizando varias habilidades
como una especie de intermedio. Después de esto, el ritmo se acelera Hay un número ilimitado de|estos jóvenes a quienes, si una.de nues­
levemente y las parejas bailan de a una por vez mientras que el resto de tras “tías” amablemente les pide que toquen los tambores en uno de los
los bailarines forman un círculo alrededor, cantando y batiendo palmas. pocos centros sociales que dejaron nuestros abuelos como recordatorio de
Las parejas se siguen unas a otras en el centro hasta que todos han que poseían una idea mucho mejor de lo que significaba la sociabilidad
bailado. En la tercera parte, los hombres y las mujeres forman un circuló que muchos de nuestros jóvenes! ellos se rehúsan y en cambio salen a
y bailan según cierto paso, con los cuerpos que alternativamente son comportarse de manera vergonzosa, luciéndose ante las muchachas; ...Sin
volcados hacia ¿trás y hacia adelante, y el círculo se mueve al ritmo de ningún sentido de la vergüenza, se pintan la cara y se exponen a la
los tambores. Entonces, con un grito repentino, el tambor principal se hilaridad general en la calle Flor ida y frente a la Confitería del Gas, que
lanza a un ritmo frenético, y pronto se le unen los otros músicos. El círculo hemos tenido la desgracia de tener que soportar este año.25
se disuelve y toda la multitud danza alocadamente; cada persona impro­
visa sus propios pasos y baila donde le gusta. El ritmo adquiere veloci­ Vergüenza y deshonor: no p< dían ser más claros los sufrimientos de
dad e intensidad por aproximadamente media hora. Los bailarines danzan este segfiaeñto de~ia~eomamdgd~i g^a^~què~se esforzaba tanto “por-lograr
hasta agotarse; Entonces, tan pronto como comenzó, todo termina; el tam­ respetabilidad y'aceptación de k s blancos. El candombe, como todos los
bor principal lanza una orden, sus compañeros concluyen a la par y el Otros récórdatonbs~He"laaKis^na"témprana'deSfl^comiinTdad'n'epraI no
baile ha concluido.23 debía olvidarse, pero tampoco se lo debía exhibir. .
Aunque también se bailaban en Buenos Aires otras danzas africanas ’^^Ei^lnbTó^én'lóT'éstirós dè'T: áilé^dé^lácbMüKidSdliegra no pasaron
y afroamericanas como la bamboula, la chica y la calenda (algo que obvia­ inadvertidos por los blancos. Un artículo de 1905 titulado “La gente de
mente había tomado el candombe de la calenda era la unión de los estó­ color”, congratulaba a los áfroarg entinos por sus “salones aristocráticos”,
magos), el candombe puede considerarse la danzaaffoargentinarepresen- donde en vez del grotesco* candí imbe o de la mazemba... lasciva como
t a t i v a ' E r a s una larga tarde y noche mueca de mono... se danzaíen trg je moderno a la manera de Luis XV”.26
de danza, aíempre era ei ciímáx'dé lás'fiestas, con independencia de la La prensa porteña le había dad \a la elite de color la última señaí de
nación. i aprecio: los afroargentinos finalm ente habían logrado producir una imita­
La popularidad de la danza, y en verdad la institución de las danzas ción tan buena de las artes yj las foi mas europeas como los euroargentinos.
- africanas públicas"," se desvañecieron . significativámente después de P Pero el candombe no pasó sii i deiar su impronta eniaxulturaArgen^l
1850 24 Si bien las naciones siguieron realizando candombes durante las tina. De hecho. ladanza^afroargen tina fue uno de los principales.ingEadien-u..
décadas de 1850 y 1860, el público que asistía a esos bailes fue disminu­ ^ ^ ^ l b téncuítytral más exporte ble de la Argentina, el tango. Y a en la\
yendo, ya que lps jóvenes afroargentinos trataban de integrarse en la primera década del Vigío X lX , 1c s documentos se referían a los “tangos —
sociedad porteña adoptando los valses, las polcas y las mazurcas populares de los negros” refiriéndose a sus <3anzas. El historiador Ricardo Rodríguez !
entre los blancos, y abandonando las danzas tan estrechamente relaciona­ Molas ha desenterrado una serie de documentos de venta relativos a una i?
das con su ascendencia africana. Sólo se deben leer las columnas sociales “casa y sitio del tango” qu|e era le propiedad de negros durante las dos
de los periódicos negros del período para ver cómo habían prendido los primeras décadas del Siglò XIX Un testamento de 1818 en el que se
pasos europeos. menciona la propiedad, se refiere a “dicho terreno situado en el barrio de
sociales de la comunidad, pero ahora los columnistas informaban acerca la Parroquia de La Concepción t mgo de los Negros por cuyo nombre es
de qué joven dama bailaba una polca con un joven, qué pareja no había conócido”.27 Una ordenanza cons: derada por el municipio de Montevideo
bailado mazurca, etcétera. Y si algunos miembros más ancianos de la- en 1807 proponía prohibir ¡‘los tangos de los negros”, sus bailes semana­
comunidad aún conservaban gratos recuerdos de los viejos bailes, ellos: les.28 El compositor de “El éntren iano” aceptado por muchos musicólogos
captaban el espíritu predominante en la sociedad como para saber que como el primer tango de autoría ( onocida, era un afroargentino, Rosendo
i Mendizábal, un bandoneonista de tangos que escribió la pieza en 1896.29
? Aunque la mayoría de los estudiosos del tango tienden a ubicar sus comien­ w nuestra .35 E l historia-
zos en la década de 1880, los periódicos negros de la década de 1870
contienen referencias ocasionales al tango, por ejemplo el anuncio de La
Brom a, en 1879, de que Em ilio Alvarez acababa de escribir “un terrible ^ * w a = s a B í a s t f c a s s } 4S
Tango, es decir, un Tango bonito”.30
i , La etimología de la palabra tango está fuertem ente enraizada
en la cultura afroargentina. E l antropólogo brasileño A rtur Ramos es de
qué ía m x íS ^ 'f ia ^ d iT d ^ a r it a evoiuc*ón muy directa, ya
la opímon de que la palabra procede de uña corrupción de “tambor”.3!
fNéstor Urtiz Odengo sostiene un origen africano más directo, de palabras
estrecham ente sus cu ern os^ 0uando la pareja une
íC° ? 1? J :,hanÍ ? (el dl0s yoruba del trueno y las tormentas) o de varias viendo el descendienteTinpil a* i S 1Z^ en Un° y otro sentid0, estamos
palabras africanas que equivalen a tam bor y baile, entre las cuales él
menciona tanga, tam tango, tangana y tangú. Ortiz Oderigo sostiene su cual el c S T * í ’ Candombe> Ia
ombligada O cuando 1™ ? d° Se unen los c a rp o s para la
argumento observando con cuánta frecuencia se utiliza la palabra tango
ipara referirse a la música afroam ericana en todo el hemisferio. Una danza la pisía, primero eW aróñ S S K t T T ? “ ráPÍdamente a de
la mujer, esto obviamente ? atras en marcado ángulo, luego
; cubana llamada habanera era tam bién conocida como el “tango america-
tina. Los pasos del taneo form a«6 IS te ^ erap ?r í d e l? danza afroargen-
w j w danzas negras en Veracruz, México, eran conocidas como tangos-
Jns distritos del jazz en Nueva O rleáns eran llamados el Cinturón deí una danza'qim ha muerto Dero T 9 ^ ^ ica d«l candombe,
(lango; etcétera.32
Todo el que haya visto a una pareja bailando un genuino tango podría
^ n írn line? QPreu mtarSof puede ten er en común esa danza siniestra, M U SIC A
controlada y altam ente estilizada, con sus impredecibles pausas seguidas
por carreras abarcadas casi frenéticas a través de la pista, con el rítmico
y casi monótono candombe, que se in icia con un balanceo suave y relajado Pero no fue sólo a través de la dañ
y gradualmente va cobrando intensidad h asta la salvaje liberación que cieron la cultura de la ciudad y el paí ja que los afroargentinos enrique-
es casi el polo opuesto del tango. L a pregunta es perfectamente razonable la (lanza está, naturalmente, lalmúsia(s. Estrecham ente relacionada don
y m ejor aun, conveniente, porque en la evolución del candombe al tango adquirieron merecida fama por bu talé:á, y los porteños negros y mulatos
se tiene otra lección objetiva en cuanto a l rol que desempeñaron los afroar- tes. La música que acompañaba a lot •nto como compositores y ejecutan-
vgentmos en la sociedad y la cultura porteñas. Los vínculos entre el can- percusiva, ejecutada con tambores y c can4°m bes era casi enteramente
menudo acompañada del batir de pahr(tro s instrumentos de percusión, a
eran Jas academ ias de bailé, y uña d áíS T llám ad a
mentes melódicos no tenían muchas pt as, cmitos y salmodias. Los instru-
** • , Cas cado de los tambores. Esos tambores>: obabilidades contra el ritmo mar-.'
, academias
^ de
-------baile eran análogas a los salones de baile de las
ciudades norteam ericanas del siglo X IX . Habitualmente ubicadas en las más orgullo daban a la comunidad: en estaban entre las posesiones que
áreas apartadas y de d ase baja de la ciudad, las academias eran el sitio de Buenos Aires publicó un artículo ac 1902, cuando una popular revista
u A Jí) o . ercá de los últimos sobrevivientes
^
g f ^ a ja v id a b ^ a de Buenos A ires. S i bien ocasionales grupos de jóvenes las e la casa dé la sociedad mostraban
pudientes podlHiriapar^grsrráílas para divertirse uná noche, la clientela ™ co ue m nación colocados en lu
de la m esa presidencial.3? Así coiiio cad gar prominente ju nto a la bandera
v -lJg * at^demms e r a n príncipalnm nteJm -oriU eros^y--compadritos,-Ios i nación teñ ía sus propias danzas,
cada una ten ía su propio ritmo,! de m
aíres-33 Ahí los blancos pobres y toques de Mozambique, toques de Caml 3do que había toques benguelas,
n t ^ ¿ de f CJudad selreunían para beber y ju gar, para luchar y bailar.
^® e.?í^ on tecto interrácial n ad ó la milonga, una danza creada porjóvenes tecimientos m ás típicos de los carnaval •^ d á , etcétera.38. Uno de los acon-
1ís del siglo X IX era la legendaria
tppada, las batallas de ta m b o re íe n h
d escrié s que participaban las distintas
ef r' í e a l 8 8 3 ’ la caracterizaba específicamente como ñor n i ? ’ en T I Cada ^ P 0 de temboi es trataba de superar a los otros
p oru n torrente de ritm o que tocaba di
u . • ? ! f d de ^ndom be: Ja m ilonga sólo la bailan los compadritos de mite horas.39 E ra con uná buena
ia ciudad, quienes la han creado como una burla a los bailes que dan los r a ^ n que a lavecindad altam ente negi
el B arn o del Tambor. * de Monserrat se la conocía como
^ S n m W ^ S¿ tl0SVLIPVa-el mismo movimiento de los tamboriles de los
candoinbes . E sa afirm ación está corroborada por otra observadora con­ M T al ^ V sica rara vez era agradable los oídos europeos y argentinos
temporánea, una anciana negra que recordaba en 1902 cómo “los compa- E LV1f je [ 0 Conc<>lorcorvo^ al prf,esenciar una danza negra en la
Argentina de la década de 1770, se "
quej£ de qué la música era tan “fasti-

197
diosa y desagradable que provoca a tapar los oídos o a correr a los burros,
que los animales más estólidos y menos espantadizos”.40 En su historia
de los años de Rosas, José María Ramos Mejía la recordaba como “no diré
una música, sino un ruido del más desastroso efecto, que resonaba melan­
cólicamente en los oídos y en el corazón de los espectadores”.41 Los músicos
afroargentinos que esperaban que la sociedad los recompensara por sus
talentos debieron adoptar diferentes estilos e instrumentos, cosa que hi­
cieron con mucho éxito. Muchos tecladistás de color se desempeñaron
como organistas en las iglesias, mientras que otros obtenían altos ingresos
como pianistas en fiestas y teatros, tocando en las reuniones de moda y
dando lecciones. Entre los más famosos maestritos, como se los llamaba,
estaban Alejandro Vilela, Remigio Navarro, Federico Espinosa, Remigio
Rivarola, Roque Rivero y Tiburcio Silvarrios. Varios de estos hombres
eran también compositores de cierta nota. Roque Rivero publicó sus piezas
breves en la elegante revista de Buenos Aires L a M oda, mientras que
Remigio Navarro se desempeñó como director de la orquesta del Teatro
Argentino y compuso varias canciones en colaboración con el poeta argen­
tino Esteban Echeverría.42
Rivero fue también el padre del primer violinista argentino notable,
Demetrio Rivero. Varios otros hombres de color lograron reputación como
excelentes violinistas, incluidos Manuel G: Posadas y su hijo Manuel, que
estudió en el Conservatorio Nacional de Bruselas.43
Los. vocalistas afroargentinos gozaban del aplauso, en los teatros y
salones de la ciudad. Uno de los más destacados era Casildó Thompson,
ya presentado en ilos Capítulos 7 y 8 como oficial militar y fundador de
la Sociedad de Ayuda Mutua La Fraternal. Además de ejecutar, Thompson
compuso varias de las canciones más populares del Buenos Aires de me­
diados de siglo. Sq hijo Casildo Gervasio Thompson siguió los pasos del
padre, logrando eí ingreso en el Conservatorio Municipal de la provincia,
y luego, varios prémios nacionales por sus composiciones religiosas.44
Los Thompson son representativos de una pauta que el lector ya
habrá notado: la tendencia de algunas familias afroargentinas a producir
dos o más generaciones de músicos, ya que los hijos e incluso los nietos
continuaban en la misma profesión de sus antepasados. Un hombre dé
color que se lanzó a la música sin el beneficio de tal historia familiar fue
Zenón Rolón, el que de todos modos logró una beca para estudiar compo­
sición en Italia. Regresó a Buenos Aires en 1880 para iniciar su carrera.
Como podría esperarse, sus obras revelaban fuertes influencias europeas.
Compuso un núníero de obras dedicadas a clubes sociales italianos de la
ciudad, así como dos operetas escritas en italiano y otra en francés. Su
única obra de orie ntación negra fue la marcha sinfónica “Falucho”, ejecu­
tada al inaugurarse la estatua del soldado negro Falucho, en 1897. Rolón
aparecía Ocasionalmente como director y pianista en el Teatro Rivadaviá
y el Teatro Color , donde sus representaciones eran bien recibidas, pero
no sus composiciones. Ganándose la vida principalmente con la enseñanza
de piano y la composición, murió en 1902 como maestro de una escuelá

198
pública en tipa pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, un triste uc ai ,iw imuyi taa¿dUU 6x1 ¿Qg
caso de un músico que nunca realizó su promesa.45 X IX , San tos rVega y M artín F ie
Como nunca tuve oportunidad de escuchar las obras de Rolón, no páyada con el diablo y pierde su •tima
puedo formarme ningún ju icio sobre su calidad. Pero es muy posible que competencia entre M artín y un dejo ‘ E1 clj max M artín F ierro es una
él y los otros músicos negros y m ulatos de la segunda mitad del siglo cuestión dé la raza. E l viejo objeta T f Pa^ dor negro que toca a veces la
¿ e r a n víctim as del snobismo cultural de la elite porteña. Cómo un drama­ con un comentario racial: e hecho de que M artín lo haya insultado
turgo blanco que lo había conocido recordaba años más tarde, “Rolón era
un gran músico y ten ía uno de los temperamentos artísticos m ás finos
Cuentan que de m i color,
que yo nunca he conocido... los círculos artísticos sumamente pobres por
Dios hizo al hombre ibre primero,
los que le tocó tra n sita r a su regreso de Ita lia nunca le permitieron exten­ mas l o sblaiic
__ :os
der sus alas”.46 Los músicos de color habían servido muy bien cuando altaneros,
los mesmos•quep w loiu convicts
convidan,
Buenos Aires era un sitio de pobre desarrollo económico, pero cuando la
hasta de no_ »rnbrar olvidan
* ciudad floreció y generó la riqueza necesaria para traer talentos superiores
y sólo lo llar
t¿ia n negro.
: de Europa, los afroargentinos fueron desplazados de sus puestos como
i músicos de moda de la ciudad. Sólo los raros hombres negros que pudieron
Pinta el blatatco negro al diablo,
estudiar en Europa, como Rolón o el joven Posadas, pudieron competir
y el negro, b anco lo pinta,
- contra los recién venidos. U n afroargentino que escribía en la década de
Blanca la ca -a o retinta
; 1890 reflexionaba con am argura acerca de ios cambios en los estilos mu-
no habla en ’ontra
^ ni en favor,
, sicales que habían traído a .la ciudad los músicos europeos,
de los hombi e¡ís el Criador,
no hizo dos c ases distintas.
más ávidos de m etal que de gloria los renombrados maestros requeridos
por la civilización, aquellos que llegaron m ás tarde con el patrimonio del M artín Fierro responde:
documento expedído por los conservatorios de Ita lia y Alem ania acreditán­
Dios hizo al |flaneó y ál negro
doles lejítim os ciudadanos de la capital del talento, i por ende los más
sin declarar „os mejores;
aptos, los m as autorizados para h alag ar el oido i impresionar el alm a por les mandó ig mies dolores
medio de las cadenciás arm ónicas delineadas con las reglas m ás superiores
h a jo d e u n á rmisma cruz;
del arte.47
mas taimbién hizo la luz
pa distinguir los colores.
: Los músicos afroargentinos, que no podían presentar tales documentos,
eran ignorados por úna sociedad qüe in ten taba ádom arse con los talentos Ansí n ngurn se agravie,
; europeos más documentados posibles. Así, gradualmente, los que llegaban no se trata d< ofender;
quitaron el control del mundo m usical a los afroargentinos, desplazándolos a todo te ha <ei poner :
de los salones y teatros de la ciudad y reduciéndolos a tocar en las pobres el noin )re coi í
academias y bares de la s vecindades de clase inferior, donde ellos pusieron que sé llame,
y a na les le ju ita fama
sus energías para crear la nueva m úsica de la milonga y el tango.
lo que ecib’ió al nacer.49
Hubo un área del esfuerzo m usical, sin embargo, en la cual los afroar­
gentinos permanecieron firm emente en el control durante todo el siglo
X IX y avanzado el X X . Eso era lo que podía esperarse, considerando que No es ninguna coincidencia qx4
la forma de arte eiia en gran parte africana en s ü ;derivación. E ra la negro. Los payadores más famoso te el oponente de M artín haya sido un
payada, una especie’ de duelo poético' en el que dos gu itarristas cantores ellos Pancho Luna, Valentín Ferrevh - a ¥ ó S f T to x°Si ^ 'í )ar^ ntÍG0s>entre
componen espontáneamente versos sobre un tem a dado ó en respuesta a de Cazón y Luis García.50 Sin ning FellPe Ju árez, Higinio
desafíos mutuos. U na variación vocal de las tapadas, los duelos de tambo­ fue Gabino Ezeiza. Nacido en Buen ma duda, el más grande de todos ellos
res, la payada era la descendiente lin eal de la tradición africana de com­ el joven Ezeiza primero aspiró á cor Ames en 1858, hijo de un ex esclavo
petencias de habilidad m usical, una tradición que h a producido fenómenos aún en la adolescencia trabajó en 1 ^ - x 6n ??critor>ym ien tras estaba
análogos en cada pajís americano donde existe una gran población negra. La Juventud. Pero cuando sé desa comisión editorial del periódico negro
E n B ra sil está el canto de desaño o canto de porfía; en los Estados Unidos inclinándose en forma crecie£té a la rollaron sus formidables talentos, fiie
está la answ erback song , y en la A rgentina está la payada.48 L a forma para crear versos espontáneas para ejecución de la guitarra y su habilidad
ganarse la vida. Durante su época de
200
201
m ayor éxito
g ”X 4 a X nacional.
leyenda popular, eon trajou n an e^ m jn i ^ ¿ ei partido radical Hipé-
asistido a la inauguración p j 0 mj embro y ferviente partidario de
lito .Yrigoyen^Ezeizír era <^jo^ estatu as de afrodrgentinos en todo
esa agrupación política. &oio y doscientos monumentos publi-
Buenos Aires, una ciudad que exh instituci6n de la esclavitud, otro
eos. Uno de ellos es un reco rirto n o -d ela ^ ^ deteriorado
es una estatua del semimitico F a J g h > y i n ei nombre, erigido en

— - * « — »
LIT E R A T U R A : E L A R T IST A CfOMO E X IL IA D O
Los talentos musicales de !
sistibles. Además, ellos ^ J ^ ^ d d s^ ciente, lo que significaba que j
podían desarrollar en cantidad y <g j cuesto importante en la vida j
la música y la danza ne^ a® todo i sigi0 x iX . No sucedía otro tanto con
cultural de la ciudad t o a n f c t o io ge veían completamente so­
W ÍW la literatura afi’oargentina, c y , . _o ■p'i autor negro de
brepasados por los ^ ^ P c^ S z á b a l , ' u n apasionado y prolífico
cierta nota fue el poeta . te cuando murió en la epidemia
escritor cuya c a n - » se c o « f t ó g c" e “ “ uatro años. Nacido en el
de fiebre am arilla de 1871»!» la e ia a SUüerior (su padre, Rosendo
seno de una faim lia afro ^ g en ^ ^ antes mencionado músico
Mendizábal, que no debe &eF “ X t n la t ó s l a C a provincial), publicó
del mismo nombre, ten ía upa H ?ra sd e m editación dos años
prim eros versos a los diecinueve an y tendencia a lo romántico;
m ás*tarde. Ambos libros ^ e n e n ^ ^ T c í n t e m p l a r las ale-
poema tras poema invita ^ J X ™ n él £ l nacionalismo, ta l como se
grías de la naturaleza y de “Alerta” y “A rjentina”, es un tema
ejemplifica en poemas talps ^ un número de poemas en francés
recurrente. E l segundo volumen de esas lenguas: obviamente,
e italiano, así como traducciones de PoeX e r a d ó n p o r t e a de las cosas
Mendizábal estaba contagia ■ n etosen honor del papa Pío IX ,

« —
les Horas de m editación — embargo,
sin s D°-
*■**
mingo ~Sosa •y José
T—á AM/r^>-ío
aría Mnrd
Mor; ‘ ... i i ___oi*CTortt.in(l.
incluye el apasionado “MÍ canbj”, una crítica del racismo argentino.

E n medio de : ai pueblo estoi aislado


Porque ¡donde mi cuna se meció
^ ------------. • ç , -
Con ímpetu a rrojada de su lado
U na raíza de jarías h a quedado
o * ,- w . ( » » - . » » •! 1“ I a aquella tí za pertenezco yo.

203
General de la ífación.

202
r*n* Pa^r*a tenemos, si existe,
Dé su seno nos supo conscribir;
Das cargas sean para el hombre triste: e^ iB u t r " ballZaba 61 °r8U,1° rara vez escuchado
1 un solo derecho nos asiste,
Ha de ser el derecho de morir. contribuciones sólo limitadas

De morir solo por la patria y basta'


Que es un ente bastardo, irracional:
P ara un mulato de m anchada casta
P a ra un vil negro de destina pasta
Una cadena i un dogal!
en Europa, ihe nom brad

no se sabe esa aUnque

que era " " * ? * * ^ « d if e r e n c ia total,


la R epfb?rcÍ“ „T qruí r fu“ e T lS trS o tad° “ f 1 ” Puesto * Mi año de investigación nn n r n í í í 3-* S creaci°« es de los afroargentinos.
recto como el mejor de vosotros sabio v d W i ° eí “ e'!0r de vosotros, porteña más grande tuviera J ^anp i? aindlcacidn de que la sociedad
¿Tan sólo porque la sangre de sus eI mej0r de vosotros? a f r o a r g e n t i n o s ^ laS ^ dades de los artistas
en la frente de sus abue^S?;TendrZ! h fue tostada por el sol de Africa
los respecto de los artistas o r p a í ? y *°SP5+^d°reS'®Íaparecíanartícu“
del Parlamento a un hombre’dSofanp dG-Ver í ntado en ias bancas de los periódicos o r ^ ^ te s ^ e Buenr a crítlcas a *« «bra en alguqos
m ulato, tan solo porque su frente no fuese d ^ rn f111? 11^ desdén 1Iamáis inhallables. A solas con sus m i« « ? Y Al pes> eran tan Pocos que resultan
Pensáis yo me avergüenzo de crear entre la indiferencia v eídpsH* ° h a[roar£e« tr«os se esforzaban por
intelectuales deTcomuntdad^ i t t \ ia que Ios rodeaba- ^
c a C r e i r ^ ^ ^ ^ a r g e n tin a cuando
figura de estatura^omdarlbL T, n° SUrgÍÓ ni“ guna

ía S s s
no es excepcional Las más rWfar-n/-] emananos negros, y su calidad y Mateo Elejalde, y los p iSto ¿?B lIm hT ‘i0” 0 GaS,ldo G- Thompson
Manuel Posadas- el nayádor G ^ n n ^ ^ ^ í ^ 3 foeron el mayor afirmaban, ¿ran c o n o c X f X & f í y Bernardino Posadas,
editor de la revísta á S t ó £ £ ? Bel l o>Andador y para la sociedad m^grande^le l ^ c i u d erfí\desconocldos
que logró publicar u n í c b í e c c i ó f d e f u f p í ^ 5^ ^ Saatlag0 EleJalde, el la ignorancia de los blancos a c íc a d ^ o ton(? ltam bl^ comentaba
flejalde; Dionisio García- D io íisí m L o SÍ f U,hÍjo ^ ateo
de Horacio y Casildo C Thomncnr» « • Brnes^ Mendizábal, hermano
y músico.53 ThOTnpsonera¿^n1r’n’Í >rf Viamentu ? :ado como o p o s ito r

c^ a r dpdee ™ ^
producido por sus artistas J I I - t * sin reservas acerca de todo lo
era crítica k u i n a f r i f e l l a ‘f a S S f e : edlí° res* ^ <P» ba<** falte
superando su nivel actual v h a b S S ' ^ a rg e n tin a s nunca progresarían
por la sociedad b l a n c a l yhaciend°í e dignas de ser tenidas en cuente
De una raza que es mártir por su historia O tra de las m aneras en que
Raza digna de gloria listona, el ais amiento de los artistas afroargen-
tinos resultaba pernicioso eran
Porque es noble i altiva,
Como el león que entre la selva mora m

204 - fuesen

205
la década de 1880 fueron víctim as de las mismas disputas debilitadoras
que a menudo destruyen a las comunidades de exilados. Si bien La Broma 1 AGNOX-8-10-3, folios 79, 102,174 75; y AGN-IX-8-10-5, folio 122.
lam entaba una falta de crítica constructiva que ayudara á madurar y 2 Ricardo Rodríguez Molas, La mùsic i y danza de los negros en el Buenos Aires
progresar a los artistas de la comunidad, sin dúda no había ninguna de los siglos X V IIIy XIX (Buenos Aires, 1957),p. 7.
escasez de críticas destructivas entre los artistas mismos. Desechaban la 3. Ibíd., pp. 11-13.
obra de los otros como de segunda clase y se sometían unos a otros a un •4. Ibíd., pp. 11.
perjudicial escarnio y al desprecio. E n 1884, Casildo G. Thompson criticaba .5. AGN-IX-36-4-3, doc. 10.
a la obra de Zenón Rolón, escrito el comentario “con la franqueza que nos 6. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, 88 vols. (Buenos Aires,
es propia”, considerándola como errática y carente de objetivo, pobremente 1907-34), Ser. 3, tomo 8. libro 49, pp. 627-30. Los otros dos informes pueden
orquestada, poco original, desprovista de la capacidad de la creación mu­ hallarse en AGN-IX-36-4-3. doc. 10; y Acuerdos, Ser. 3, tomo 9, libro 50, p. 221.
sical, y ostentando una obediencia servil a las formas europeas, lo qué 7. .Rodríguez Molas, La música y danza, pp. 10-11.
Thompson denunciaba como decadente, trasnochado, un peso muerto para 8. AGN-X-32-10-5, libro 5, folio 45; y Alberto González Arzac, Abolición de la
la composición argentina nativa.58 Thompson, a su vez, recibía su castigó esclavitud en el Río de la Plata (Buenos Aires, 1974), p.' 52.
no sólo de los editores de La Ju v en tu d sino tam bién del periodista-músico 9. AGN-X-31-11-5.
M anuel G. Posadas: “No creemos que el joven Thompson sea una conste­ 10. AGN-IX-31-4-6, doc. 436.
lación luminosa que aparece entre nosotros para enseñarnos el camino 11. Ibíd.
de la redención ni una figura descollante que le sea permitido ocupar el 12. Enrique Pueda, Breve historia del carnaval porteño (Buenos Aires, 1974),
primer puesto entre los que, válidos por su genio y por medio de sus pp. 27-28. Noticias respecto de las reuniones y sesiones de práctica de,las
composiciones han demostrado sus profundos conocimientos literarios”.59 comparsas pueden hallarse en tod( número de los periódicos afroargentinos
Posadas mismo fue desechado varios años m ás tarde por el joven escritor del período 1870*1900. Para una ili stración de la estrecha relación que había
Jorge Miguel Ford, que adm itía la calidad de parte de la obra del periodista entre los afroargentinos y el carnaval porteño, se remite al lector a la antología
y su destacado lugár en la comunidad pero cuyo juicio final era que él de cuentos Carnaval, Carnaval dueños Aires, 1968), que contiene varios
“no descolló... no tuvo la brillantez ni la colocación de los más activos”.60 relatos con personajes negros.
La colección de biografías de destacados afroargentinos, realizadas por 13. Para fotografías de las comparsas ie rostros pintados de negro, ver Puccia,
Ford, condena a todós los artistas a una poco grata mediocridad. Federico Carnaval porteño, p. 49; “E¡1 Carnaval”, Caras y Caretas, 23 de febrero de
Espinosa es descrito como un compositor agradable pero poco elaborado; 1901; y Néstor Ortiz Oderigo, Aspi ctos de la cultura afneana en el Río de la
Horacio Mendizábaliera un poeta burdo cuya “harpa no tiene sonoridades Plata (Buenos Aires, 1974),|foto 1S
brillantes”; y como ¡parte de la biografía de Zenón Rolón, Ford incluía 14. En el Museo de Motivos Populares Argentinos José Hernández está expuesta
varias críticas sumajmente duras de la s obras del compositor.61 una lista sin fecha de los miembro:. de Los Negros. Una fotografía grupal de
La vida de los artistas no siempre es feliz, pero la de los afroargentinos los miembros de la organización pr ede encontrarse en Puccia, Carnaval por­
debió ser especialmente am arga. S e les negaba la atención en la sociedad teño, p. 37.
m ás grande que losirodeaba, sus obras estaban lim itadas a un público 15. Ver, por ejemplo, La Tribuna, 7 de marzo, 16 de abril de 1868.
pequeño y m arginal entusiasta en forma extravagante o celosamente 16. Puccia, Carnaval porteño, p. 44.
vengativo y cruel sus juicios; prácticam ente no se les ofrecía ningún 17. AGN-IX-31-4-6, doc. 436.
incentivo ni económico ni social para continuar su obra. Pero ellos seguían 18. Rodríguez Molas, La música y dan za, p 11.
adelante, produciendo un cuerpo de obras que se levanta como un recor­ 19. Acuerdos, Ser. 3, tomo 8, libiro 49, pp. 628-29.
datorio^ la persistencia y la creatividad que no podían extinguirse. Mien- 20 . Un inglés, Cinco años en Buenos Ah es, 1820-1825Í Buenos Aires, 1962), p. 86.
2 1 . Ortiz Oderigo, Aspectos de la culti ra africana, pp. 37-38.
’ a comunidad no se leía y era desconocida en la época
la actualidad está dispersa y perdida, su espíritu 22 . Según el antropólogo Néstor Ortiz Oderigo, en el lenguaje kimbundu de An­
sobrevive en la músi ja y el baile que son el símbolo de la ciudad de Buenos gola, “candombe” significa “cosa d< negros” (Ibíd., p. 163).
Aires. E l tango no h ubiese podido crearse sin los afroargentinos/y toda 23. Esta descripción fue tornada! princi; »almente de Néstor Ortiz Oderigo, Calun-
vez que los violines y bandoneones de Buenos A ires cantan su canción, ga, croquis del candombe (Buenos P ires, 1969), pp. 24-26. Otras descripciones
siguen tocando los tambores del candombe. pueden hallarse en Ildefonso Perec a Valdés, El negro en el Uruguay pasado
y presente (Montevideo, 19(55), pp. 156-57; y Vicente Rossi, Cosas de negros
(Buenos Aires, 1958), pp. 1$-17.
24. Aunque para informes en la prensa negra de candombes ruidosos públicos, ver
La Juventud, 30 de setiembre de 1É 78, p. 4; y La Broma, 27 de enero de 1881,
p. 3. ¡
206
207
25.
? ° 80~ " Revîsta de.
26. Juan José de Soiza Reilly, “Gente de color” C a r a l& „e 'R a s a s2 3 (1 9 6 3): 289. aU
967® t-7?añáS’ “Gabin° Bzeiza> ^ a d y leyenda”, Todo es Historia 1
de 1905. 0I^’ C a ra s y Caretas, 25 de noviembre
27. Rodriguez Molas, La mùsica y danza, p. 16
28.
y .a versidn compieta de "Mi canto», ver F o ^ Z l S ^ £ £ £ £ £
1947) l: 391-92. J /a B a n d a 0 r ie ^ a l , 2 vols. (Montevideo,
29. 1 1 3 ^as de varias de estas figüras, ver Ford, Beneméritos de mi estirpe.
f âf i it0 de Aires”, La Juventud, 20 de marzo de 1878 p 3
Buenos Aires, 1871 (Buenos Aires, 1974) H i e " 86 SC6nna’ Cua" do muri<S Rodríguez Molas, “Negros Ubres”, p 124
30.
iP - u n a r e f e r e „ c ia s i,n ila r ,v e r
31.
59.
^ 43); p. 219;’y Fr^ c^ co G a ïX Jim é n e i Æ / ^ ÌUCJfd de México-
1880-1930 (Buenos Aires, 1965), p 9 ’ S ' Hlstona de medio sigio, 60. ^ ^ B e n e m é r i^ ^ d e n t i^ ^ ir ^ e ’^ ^ Q V e a ^ut^’ "l®<lejunio de Í878, p. 1-2.
32. 61.
33. AS?eCtOS de la ™ltura ttocana, pp. 70-75

34.
35.
36.
37.
1 Ä S Ä Ä 5 M »
38.. i . « , , » --------a » » , < » .

39 Puccia, Carnaval port ino, pp. 4 3 -4 4 .


40. Lanuza, Morenada, pp 4 8 -4 9
41.
' £ £ Marfa Ram°S MeJfai ‘™ r o , 3 vois. (Buenos Aires, 1907), 1 :
42.

Aires’ 197I)' pp- 69- ^ ^

43

â ï ï s s t de i882' - *'
44
^ * * * * Ortiz
45.
46.
47. S o te 288eSÉIÌPe (La PIata’ 1899)’ PP- 92-100'
Ford, Beneméritos de n\i estirpe, p. 4 4 .
48.

49. AÌreS’ 1957X Parte 45’


50.
s s if ts e r s
cultura africana, pp. lOi , 1 1 4
îs >y
’ î ’î ““»■
rtïz Odengo, Aspectos de ìa

209
10
1850-1900 i
LA DECLINACION IRREVERSIBLE

E n el Capítulo 5 se sostuvo c ue la desaparición de la comunidad de


color fue una desaparición sólo en el sentido de que los afroargentinos se
tom aron casi invisibles enj la mlozcla étnica de la ciudad. L a gente de
color siguió existiendo como una ;ntidad étnica activa e identificable en
la ciudad, pero cuyos miembros s i redujeron hasta la insignificancia en
comparación con las oleadas'de ita ianos, españoles, judíos y otros europeos
que llegaron a la ciudad. En tre -3 880 y 1900 solamente, casi un millón
dé europeos se asentaron en la ¿Ar¡•gentina, en su m ayoría en la capital,
La tasa de la inmigración en r e a l;dad se aceleró después de 1890, lo que
dio cuenta de la fenoménalj dupli nación de la población nacional (de 4,0
millones en 1895 a 7,9 millones en 1914) en sólo diecinueve años. En
1855, menos de la m itad de la pk blación adulta de Buenos Aires había
nacido en el extranjero; para 1895 , esa proporción se había elevado a tres
cuartos.1;
Como se analizó en el [Capítollo 2, la llegada de inm igrantes causó
profundos cambios en la viáa de la ciudad, transformándola de la “gran
■aldea” de 1870 en la metrópolis a stiva y cosmopolita que era para 1914.
Uno de los m ás significativos de efe¡oscambios
céticá dependencia d e ja pobfación de
colpr: su Sependenciá de laT fííerz;^JáBbraÍ negrársudep¿ndeñH a"dé los
•res negros para pelear en el sjército, su dependencia de la población
a para que no se levantará y pijisiera a otro Rosas en el poder. Mientras
inm igrantes llegaban aí)undai..teniente a la ciudad, los blancos a l jíin
yierunen condiciones dk envi ir a lq s afr oargentinos^al olvidj^social,
í d o l o s completamente^ a un ládóéñ'Tálsóciéd y el
ma político de la ciudad. Est< capítulo rastrea el aislam iento de los
argentinos, su rétirada frente a los avances de los inm igrántes, sus
udiciales dudas acerca de sí nismos y sus divisiones intem as, sus

211
esfiierz^ por llegar a ser asimilados por la sociedad blanca argentina y
los consistentes rechazos que sufrieron de parte de sus compatriotas. ’ 7
L a existencia de una activa prensa afroarcentina durante ai
nos proporciona una ra ra pro-
4 ^ v P ? edlI de °J0S. afroargentinos. A p artir de 1858 cón La Raza

LOS ÁFROARGENTINOS ENFRENTAN A LOS INMIGRANTES


sólo publicaban un puñado dé humeros; otros’Buraban por períodos Hp I «O rt A l a. ^ >
númpmfite U 00110 a? ° f ’ U Raza A fH cana>P °r ejemplo, sólo publicó ocho ^ ®uenos A ires entró en lá segunda
números, romo sucedió con su sucesor, E l Proletario .2 U na brecha de seis
^ o ssep a ró esto s experimentos iniciales de la siguiente publicación negra le había convenido su relación especia? rn rí^ f ldaales- A Ia comunidad no
de la caída de éste los p e r i o d i s t a s v Í r w l ¿ go^ernad°rR o sas, y después
S i b ^ n L a f j a h i ^ f “ “ ^ ^ ^ c o n o c i d a de números en 1864.3 en su condena de Rosas E l scritores de polor fueron unánimes
c i n ó en l 8 7 ? Í I de^ e c i ó en algún momento de ese año, se reen-
2 1 Í 873 y p? y ico regularm ente por m ás de un año antes de un editorial recordando “esa b árbX a0? ? ^ 0 de P1 -^ ^ e ía rio publicaba
volver a desaparecer.4 Contemporáneo a esta segunda aparición fue E l que arruinó a toda la ciudad en a £ yi ^ v ^ e tiran ía de veinte años”
A rtesano, tam bién titulado E l Tam bor, y otro periódico del que no perdu mantuvo “en un estado de b a r b a r ie T a h íó w * * C 3Se de. color” ^ue Rosas
en los campamentos y haciendo de ella el n ^ Ignorancia-> encerrándola
1870 v 1873rfrp rn i ^ d o m b e r o .5 Oteos dos periódicos publicados entre de su poder y d0m i¿ o ” n E f A o r í pnncipaI e mócente instrumento
i»/u y 1873 fueron La Crónica y E l Porvenir.« E l fin de la década do i «70
presenció un florecimiento de la prensa negra, los má's importantes de tono muy edi« a l B e
Í8 7 6 % f8 8 0 ° S,/ st S Sue, tuvieron m ayor duración, fueron fu n d fd osratre barracas y campamentos del ejército n o ^ f ront- comu3?ldad «n ías
i»/ b y 1880. Estos incluían L a P erla, E l Unionista, E l A snirante t I nómica inferior.12 E n 1884 L a U c<? ltm dada posición socioeco-
Aurora de/ P lata, L a Idea, La Ju v en tu d , L a Brom a, La Protectora v E l un tirano y un s a n g u i n a r i o v S ^ ^ ^

decada de
aecaaa d i 1880,
m o*y v vanos
v a r i ^deTellos
l ’ 6XCePt°
pasaronE1por
L átig0’ « “ »“
diversas uaron hasta f i
reencamarinnoo-
^ r e ' w e°smáS ^ se haya " d “ ” 10 aC" Saba
darse que e r ? Z y * * * «W -
“ “ CÓe¿ ér da COf or ép0CaS’ - l ¿ den„“ ba :n t re lealtad al principio del a ^ t i S s O n n f a^ ar^entinos a p re sa r fuerte
j* • y 1885. La década de 1880 vio el nacim iento de varios periódico«?
toles c2 ^ 9 L a Razón y E l Obrero.? Cuando se agregan a la s en el Buenos Aires de S S ^ a C0D
menteJ l ue tenía gran fuerza
revtstes literarias El' E co A rtístico yL a O rtiga, éstas d iv ersafp u b h caci^ componente constante y básico d e b í ? ”"•? R ° ^ - El odio a Rosas era un
la segunBám itad'd^ D alo í™ ® dpplfÍlH H M «udaB durante
f i d a ^ f 11 COm° J >baTa evid? ncia de la continuada existencia y la vita-
üdad de la romumdadjnegra de la ciudad.
es e l h p Z S f 3 -eSt° Speriódico® singularm ente valiosos como fuente
f f oei hecho de que sirvieron como foro para la presentación de casi todo«?
os puntos de vista sostenidos por los miembros de la comunidad Regular- d a ñ o ^ S i S t l S g ^ l ^ d | f e a S h a ^ J ; e c h o un
Ubl! ? í ^ de individuos privados, así como poemas noticias
“ f * y e n tó n a le s especiales. Tam bién la competencia entre los perió-
cos era marcada. La Ju v en tu d publicaba serios ataques contra La P&rla a menos que la e o Z n id a d r S r a f e n e r ? ^ ^ de <>ue
presa inocente de otro demagogo d i» para , ecuperarse» podría ser
® a Z Z ^ l ^ B r0^ 6“ ” * * « ™ * * * m ía columna tite a d a escuelas públicas para varones fueron nKi*^3 explotar s« miseria.™ Las
i 1 qu1 se nd lculizaba extensam ente el número de su
S í f ^ semana anterior; La Igualdad era el enemigo m ortal de se terminó la segregación en el aí«w ,pbler!'a s a los estudiantes de color,
provincial de 1853 yg1854 respectiva? í f ’ f ^ nacional y
ro n l^ ú S ' W * deS^CUerdos f olían ser P°r cuestiones A t i c a s , pero d a n o s ? pecl ~ a ^ o s iosciuda-
e d L re í^ e f í t e n ^ 13 ¡degenera^an en venganzas personales entre los de la conciencia de casta v de ^ í l Ia ^ y ' ? f ro Ia herencia colonial
enTtoncesio s ataques y las acusaciones se tornaban francamente
m sultantes. Los editores dé L a Igualdad apodaban a sus ro n te T p S s ñ l
® A rtesano “carne cruda" y “el mono del organito”,« L a Ju v e n tu d Z £ ri? súpefáTron íacílidad' E 'n ^ ^ e fá íe a B ^ J^ a% ^ ^ a ^^SB®^3^PuRíera

e¿£ resy r i Z ^ dirif d° p^ . un loco>y acusaba a sus


y
a 108 de La p r la de ser borrachos públicos.™ E sta competencia,

212
t a a . S “s 's í s r í
.213
tunidades educacionales para los niños negros en las escuelas públicas.
M ientras algunos lectores enviaban cartas en defensa de las políticas del
gobierno, el editor de E l A spirante planteó esta cuestión en 1882; “S i en
las escuelas estatales se enseña al alumno blanco de la misma manera
que al negro, ¿por qué es que uno de cada m il alumnos negros sale media­
nam ente instruido, m ientras entre los blancos la proporción es de uno en
cincuenta?”16 E l Proletario atrajo la atención desfavorable a la prénsá
blanca con sus ataques contra la discriminación en las escuelas públicas.
E n respuesta a las acusaciones de que a l criticar las escuelas había insul­
tado al gobernador AIsina y a su gobierno, el periódico publicó la siguiente
disculpa, cuidadosamente explicada, que sugiere el delicado equilibrio
que debían guardar los editores de los periódicos negros entre sostener
la causa de la comunidad y no ofender a los poderes:
Somos los primeros, y de muchos años atrás, en reconocer la franca libe­
ralidad de ideas y bellos principios que han distinguido [y] recomendado
siempre el actual Gefe del Estado; y convenimos con la mayor voluntad
y concienciaren que a él se deben en gran parte los beneficios que hoy
gozamos teóricamente; pero es indudable tam bién que las preocupaciones
sociales y otros accidentes no menos poderosos, que ya tendremos más
adelante ocasión de indicar, presentan inconvenientes a la práctica, y
hacen muchas veces ilusorias las leyes.17

Fu e en esta condición debilitada y desventajosa que los afroargentinos


debieron enfrentar la llegada de los europeos. E l conflicto fué inmediato.
E n un fenómeno que se asemejó a sucesos análogos en ciudades brasileñas
y estadounidenses del siglo X IX , los inm igrantes lograron sacar a los
j ” oarg®^t !nos de c u c h a s de las
desempeñado previamente.18 Los artesanos negros y europeos ya habíah
chócádó èn ei período colonial, cuando los inm igrantes trataron de elim i­
nar a los negros y mulatos de los oficios, convirtiéndolos en una ocupación
exclusivamente blanca. Continuó el conflicto, y cuándo se inició la inm i­
gración m asiva en la segunda mitad del siglo, se vio complicado por los
esfuerzos' de los inm igrantes por sacar a los afroargentinos incluso de
empleos de condición tan inferior como la venta callejera. Los italianos
desesperadamente pobres que entraban en la ciudad se mostraban dispues­
tos a realizar este¡trabajo por una remuneración aun menor que la de los
afroargentinos, de modo que para 1876, una canción que se cantaba en
el carnaval de ese; año, decía:

Y a no hay negros botelleros


ni tampoco changador,
ni negro que vende fruta,
mucho menos pescador;
porque esos napolitanos Uno de los últimos vendedores calí feros afroargentinos, c. 1900. Este indi-
| hasta pasteleros son, viduo atraía prácticamente j, toda a ciudad con su mazamorra. Las copias
y ya nos quieren quitar de esta fotografía se imprimían y v mdían en la época como recuerdo. Foto­
el oficio de blanqueador.19 J grafía, por cortesía del Archivo Gejieral de la Nación.

214
215

lEEit
Enumerando todas esas profesiones antes dominadas por los negros
d a ?”^° OUbUtUM,s y rene ° * ue desempeñar interinam ente la presiden-
y mulatos, la canción seguía acusando a los “usurpadores napolitanos”
que estaban despojando a los afroargentinos de sus medios de vida. Otras , U,n Pren~equisito para el desempeño satisfactorio de un empleo es el
fuentes contemporáneas le dan credibilidad a esta queja. E n un tiempo entendimiento perfecto de parte deJémpleado de la relación entre él v su
tan tardío como 1873, una foto de lavanderas á la orilla del río mostraba empleador. Los inm igrantes, aún acostumbrados a los principios orga-
que una de ellas era negra y u na blanca; para 1899 una artículo de una . mzadores de la sociedad porteña, actuaban en desventaja respecto de los'
revista pudo describir la desaparición de las lávanderas negras, que ha­ afroargentinos, cuya larga h istoria de servicio (tanto obligatoria como
bían entregado sus puestos a las “bravas italianas, sobrias e incansa­ libre) les daba un conocimiento casi j instintivo de la conducta que de ellos
bles” 20 U n artículo de 1898 observaba que los verduleros y fruteros de esperaban sus empleadores. U n documento sum am ente interesante del
la ciudad eran casi todos napolitanos.21 U n artículo de 1899 sobre los periodo son las memorias de Mamerto Fidel Quinteros, un negro que se
changadores inclu ía fotografías de blancos únicamente, y no hacía nin­ desempeñó como ordenanza del Congreso durante unos trein ta años. E l
guna mención de la presencia de afroargentinos en la profesión.22 Compá­ hace muy claro que el conocimiento y el sometimiento a las reglas ni
rese eso con la década de 1850, cuando cada barco que llegaba a Buenos escritas ni vernalizadas de las relaciones de clase porteñas era esencial
A ires era recibido por muchedumbres de changadores negros que compe­ en su trabajo, de hecho, dedicó un entero capítulo a un análisis de la
tía n por el trabajo.23 E n sus memorias, Jo sé Wilde incluía la mención de etiqueta en tre ordenanzas y congrégales. Los congresales nunca ordena­
que el oficio de escobero, otra especialidad negra, había sido completa­ ban, smo m ás bien, solicitaban; sin embargo, se esperaba que los ordenan­
mente tomado por los extranjeros.24 E l reemplazo de los trabajadores de zas reaccionaran a la solicitud como a una orden.31 Quinteros estaba bien
color por los inm igrantes fue un fenómeno tan extendido que incluso llegó preparado para este trabajo, ya que había sido criado como sirviente én
al ejército; cuando el Octavo B atallón de Infantería — que como unidad una casa de la elite en la que se espejaba que todos los miembros actuaran
de libertos h abía ganado sus laureles en la campaña de siete años a través segmi convenía a su posición en la vida. “Hoy se dice que ese hecho
de Chile, Perú y Ecuador, antes de ser disuelto en la década de 1820— significaba una vergüenza, por representar el privilegio de una casta. No
fue reconstituido en 1871, se lo formó con compañías de la Legión Italian a
una unidad de soldados inm igrantes.25 * i u Ser que ñsí s?a> ? ero lc <lue sé> es Que en esas fam ilias, la
moral y las buenas costumbres, fuere n respetadas como una religión. Que
E n general la resistencia de los negros y mulatos a l a invasión de solamente en la apariencia, y que los hombres, lo
los inm igrantes parece haber sido menos pronunciada en la Argentina eran de verdad . Quinteros ten ía pl< na conciencia de su propio lugar en
que en los Estados Unidos.26 Habiendo absorbido el tradicional desdén
argentino por el trabajo mecánico y m anual, los afroargentinos no estaban T b ie n ^ d u ca d o ”^ 0 GntrÓ ^ C ° n gres° ’ e r a 1111 n egrito resPetnoso ■
poco dispuestos a entregar sus puestos en estos campos.27 Retirándose O tra ventaja que tenían los afro; irgentinos én la competencia con los
frente al avance europeo, entraron en el sector de servicio, un área en la inm igrantes para los puestos ;en el gobierno era el hecho de que ellos
que siempre habían predominado, en números siempre crecientes. M ás y después de todo, eran ciudadanos, y os inm igrantes no. L a Constitución
más de ellos se convirtieron en servidores domésticos, músicos, trabajado­ argentina otorgaba a los extranjeros la mayoría de los derechos constitu­
res del espectáculo (v.g., bailarines en las academias de baile) y empleados cionales de los ciudadanos, de modo que h abía poco incentivo para que
del gobierno de nivel inferior. los inm igrantes se naturalizaran. E n casos ocasionales en que intentaban
E l servicio en el gobierno parece, a prim era vista, una ocupación una f o n d a b le resistencia burocrática. P ara 1895,
sorprendente para los! afroargentinos, y a que implica cierto grado de acceso d?i lQs 206.000 hombres nacidos en el extranjero que vivían en la ciudad,
al patrocinio político y a las figuras influyentes. Sin embargo, los ordenan­ solo 715 se habían convertido] en ci idadanos.33 Así, los ciudadanos de
zas y secretarios negtros y m ulatos eran comunes en el Congreso, en la
« ? w i t^niail m5a veÍ lta ja au to m átea sobre los extranjeros blancos, a
residencia presidencial y en los distintos m inisterios. U n artículo de 1883 saber, el derecho desufragio, el ¡voto d i los afroargentinos era activam ente
informaba que los hombres de color “forman la clase inferior de los emplea­ P° r l0f Partidos mumcjipales Los periódicos negros L a Igualdad
dos o m ejor dicho, ejercen el servicio en las oficinas públicas, muy bien y j A rtesano tenían fuertes subsidios de los intereses políticos de Avella-
vestidos y calzados”.23 E n 1902, un artículo ilustrado de una revista sobre neda y M itre, respectivamente, para <btener el apoyo afroargentino en la
el Congreso incluía do$ fotografías de cinco o seis ordenanzas, todos los cuales elección presidencial de? 1 8 74.^ L a pí rticipación de los hombres de color
negros o mulatos.29 E l ordenanza negro era una figura frecuente en las en esta elección y en otras, le valió a la comunidad el derecho al patrocinio,
historietas de comienzos de siglo. U na m uestra típica de ellas, titulada ; que se m aterializaba en la forma de puestos como secretarios u ordenanzas.
Esperanza realizable” m ostraba un ordenanza relajándose y contando lia comunidad ocasionalm ente es presaba resentim iento por su nom-
con los dedos: “E l presidente en viaje, el vice tam bién, y el doctor Uriburu * bramiento automático en los niveles i iferiores en los servicios del gobier­
medio embromado de¡ salú. ¿Quién me dice que a ese paso no se agotan no. E n 1879, La Brom a atacó a “los prohombres del partido, los que del

216
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atacando una propuesta ordenanza que requería que los domésticos dieran
turrón tra ta n de sacar el m ejor bocado, sin dejar siquiera las m igajas para un preaviso de diez días antes de d ejar un empleo.?9
n u e v o s humildes hombres”.» Pero en su m ayoría, los afroargentinos . Pero si el servicio doméstico ¿frecía poca oportunidad de progreso, al
aceptaban lo que podían conseguir. E l servicio en el gobierno, aun al nivel menos brindaba relativa seguridad y, en especial en las fam ilias ricas,
de ordenanza, era especialmente atractivo para los negros y mulatos por protección paternalista contra la Competencia vocacional introducida por
su relativo prestigio, una cualidad de la que carecían especialmente la los europeos. Crecientemente expulsados de los oficios tradicionales por'
m ayoría de las ocupaciones afroargentinas. Los ordenanzas tendían a los inm igrantes europeos dispuestos a trab ajar largas horas por una paga
identificarse estrecham ente con la institución gubernam ental o ministerio baja, los negros y mulatos se retiraron a l asilo de las ocupaciones domés­
en el que trabajaban, derivando status de esá fuente. Quinteros recordaba ticas.
un incidente en el que una fiesta realizada conjuntamente por los ordenan­ La competencia entre afroai gentinos e inm igrantes se extendió al
zas negros de la residencia presidencial y del Congreso derivó en una área habitacional. Los nuevos lie jados tendían a instalarse inicialmente
lucha cuando uno de los ordenanzas presidenciales hizo coméntanos insul­ en las vecindades m ás pobres de la ciudad, que naturalm ente sucedía que
tantes respecto del Congreso. “Esos ataques al privilegio parlam entano, eran aquellas donde se concentra ba la gente de color. P ara la década de
no podían ser tolerados por nosotros, sin que nos sintiéram os como cóm­ 1870, las vecindades negras del cin tro de la ciudad se estaban quebrando
plices de una flagrante violación constitucional .36 y disolviendo bajo el ataque b la ico, ahuyentados por los alquileres en
También había beneficios concretos que se podían lograr en el servicio aumento y por la animosidad ent re los dos grupos. Los afroargentinos se
del gobierno. L a proximidad de los ordenanzas con los congresales les retiraron hacia las áreas más al€ jadas de la ciudad. E n los periódicos de
daba a aquéllos cierta cantidad de influencia para obtener pequeños favo­ las décadas de 1870 y 1880, se lee con frecuencia acerca de acontecimientos
res de sus superiores, en especial cuando lograban establecer vínculos del sociales negros en Flores, entone es un suburbio de la capital y hasta el
tipo “patrón-cliente” con ciertos legisladores. E sta realidad fue comentada presente el sitio de una pequeña1 ecindad negra. Tam bién se trasladaron
en un ensayo semihumorístico en la popular revista Caras y Caretas, en a la zona de Barracas, junto al R ií chuelo, el río que m arca el lím ite sureño
la que un afroargéntino se acerca a un amigo suyo que es ordenanza del de Buenos A ires. Incluso ahí los j ersiguieron los inm igrantes, y un histo­
Congreso. E l priniero de ellos conoce a una m ujer que está dispuesta a riador argentino recuerda que sus “mutuas antipatías... m ás de una vez
pagar 200 pesos al que pueda guiar una petición suya a través del laberinto culminaron en grescas imponent ;s entre negros, criollos e italianos”.40
burocrático del Congreso. E l amigo le pregunta al ordenanza si él puede E l resentim iento de lejs afro argentinos hacia los inm igrantes surge
hacerlo, y propone'dividir el dinero en partes iguales. E l ordenanza acepta, a menudo en escritos del período. E n 1874, un editorial de La Igualdad s e .
asegurándole a su amigo que no h abrá ningún problema dado que los quejaba de que los inm igrantes g tzaban de todos los derechos de la ciuda­
ordenanzas siempre se cuidan de cultivar la am istad de esos congresales danía sin ten er que hacerse car jo de ninguna de las obligaciones, que
que parecen que Van a ten er una carrera larga y exitosa en la políti­ habían sido desleales al no ir a pe ear en la s guerras civiles y en Paraguay
ca 37 E n tre el preétigio acumulado y el ocasional uso de influencia que contra los enemigos de Buenos A res, y que “ese elemento extranjero que
era un gaje del servicio en el gobierno, los ordenanzas negros gozaban de goza de todas las franquicias, qu i es recibido con brazos abiertos, que es
considerable posición dentro de la comunidad; aunque yo no hice una m ás protegido que ninguno, se tom a inmediatamente de pisar nuestro
cuenta exacta, estim aría que m ás de la m itad de las noticias necrológicas territorio un enemigo de lás auto ridades creadas por esá misma ley”.41
de la prim era p á tin a que aparecían en los periódicos negros eran de E n especial vehemente en ci lanto al tem a de los inm igrantes era el
ordenanzas u otros empleados del gobierno. ordenanza negro del Congreso, Quinteros, que de entre todos los autores
negros fue el vocero más apasionado de la ira de los afroargentinos por
Pero era un afortunado el afroargéntino que. lograba entrar en él el modo en que habían sido hecfc os a un lado por los extranjeros. Obser­
servicio del gobierno. L a m ayoría permanecía en la posición mucho menos vando que los argentinos blancos y negros eran en gran medida responsa­
ilustre de sirviente doméstico, un empleo de posición inferior con poca bles del hecho de que losjinm i|rantes se hicieran cargo de los oficios
oportunidad de avance, tanto para el trabajador como para sus hijos. El calificados y m ecánicos debido z\ desdén de los nativos por ta l trabajo,
censo nacional de 1895 si bien no proporcionaba ninguna información proponía una increm entada ayi da federal a las escuelas vocacionales
estadística respecto de la raza, notaba en uno de sus capítulos que la gran para perm itir a los argentinos re ngresar en los oficios y competir con los
mayoría de los negros de la capital seguían trabajando como sirvientes europeos. A tacaba la participac ón de los inm igrantes en la política /
domésticos, concentrados en el servicio de las fam ilias ricas, a las que les proponía que la s altas posicione;; en el gobierno estuvieran vedadas por
gustaba exhibir á sus mayordomos y cocheros de librea.38 Debido al gran la ley a los inm igrantes y ja sus hijos. E n una completa inversión de las
número de hombres y m ujeres de la comunidad en el servicio doméstico, 'ideas de Sarm iento y de otros per sadores argentinos que recibían la inmi­
la prensa negra 4 n d ía a tom ar nota de las cuestiones laborales relativas gración europea como la sjalvaci >n del país, Quinteros denunciaba a los
a esta área de trabajo. E n 1881, por ejemplo, La Brom a publicó un editorial,

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italoargentmos como ‘l a Calabria argentina... los descendientes de inmi-
p an tes atávicamente inadaptables a la cultura de los centros civilizados
m Í¿do” « reSentanteS de Io 11108 brut0 ^ Producen las penínsulas deí
mil m aravillas el rol de parias e í nuesfra p m p r ^ ^
La ira de losmüsicos afroargentinos desplazados por los recién llega­
dos maestros de Europa se mencionó en el Capítulo 9.[ün aspecto especial- Un editorial sim ilar de 18761a trtbuía los éxitos de los inm igrantes a
su manera de ser”, describiendo
en 1880, cuando L a B rom a publicó una nota breve sobre el fenómeno de h asta que habían
los matrimonios de m oeres negras con italianos. Con sarcasmo conside­ eST h »SaS ° Para regresar bien a Europa, m ientras que los afroargentinos
rable, el editor felicitaba a tales novias por su buena fortuna y decía que stabmi muy prontos a despilfarrar sus salarios en vanas divSsíon es «
esperaba verlas pronto vendiendo “los ricos fricholi” en la caite El encono mu.lat0 Eroilán Bello analizaba las fallas de la c o m S a d f
v f f l f v í * eSKineq1UjV0C0’ a ™ que éI consuela a sus lectores con una breve ^ ^ v i c i o Sr vClosehábd?PtadOS í s í SOCiedad m ás grande, imputándolas a
reflexión sobre el desequilibrio sexual en la comunidad que obliga a las 1?10S y *J 8 nábitos semibárbaros que nos vienen por tradiciones d*
mujeres negras a buscar marido en otra parte, concluyendo con la agudeza , sm que hasta hoy se hayan podido estringir por completo” 49
n° 86 T t pan> hay que c o n f o ^ T o n la tro?.Pensad°res y voceros negros intentaban un enfoque más cons-
varones de la comunidad se vengaron varias semanas más T 0 rjííráo a identificar las fallas de la comunidad y a corregirlas
t7 s í.^ ) d° 86 ^ qUe 11110 dG 61108 pronto se con una mujer haac iPrr t %Ue Se formuIaban d& m anera asidua eran: ¿Qué estemos
~ f v a f n í r qUér SeStaT S quedando atrás respecto de los inmi-
“ fre sa n te notar que aquel pequeño artículo es la única g r ^ t e s y qué podemos h acer para rem ediar la situación? A pesar de fas
diferencms de opinión frecuentes y rencorosas,« surgió c i e Z Z n í n Z
d f lo^a 13 P A6nSa negra 3 la P°sici(Sri demográfica declinante
g ? tm ° S' Au? que 1111 ^ '^ 1 0 de Caras y C aretas de 1905 C ^ trn r6S ^ Slgl°- U sp ro b ie m 8 s de la comunidad S e r ó n atribtodos^
informaba que la comunidad se molestaba mucho cada vez que una de cuatro causas: una tendencia a derrochar tiempo, dinero y energía en
sus jóvenes se casaba con un blanco, no hay ninguna indicación de esto f ™ ones y entretenim ientos vanos; una aversión, común a blancos y
de |OS_P®n6dlC0s negros.45X as columnas sociales nunca comentan la raza lgUÍÚ’ al baj ° “ >an«al; una perjudicial c ie n c i a
y 68 8010 por su mención del lugar de
m EUr°Pa qU? 61 mvestlgador puede concluir que losmatrimo- incapaces d t e S S deií r°Kd? la cc munidad que tom aba a sus miembros
negros f ¡™ »grantes no eran raros. Los autores negros del colectiva. unirse y tra b a ja r de m anera cooperativa hacia su mejora
Fargo p t o S e S e “ 1* P0C° pre° CUpados í " las ¿aplicaciones a
™ r ^ ai en 1858\la prensa itabía tratado de in citar a sus lectores
contra la supuesta tendencia de la comunidad a gastar dinero^ S
d én o l a s T o l ^ í 3 T enp/ ° ye<tos “ A tractiv o s tales como k e d u S
AUTOCRITICA <M>n o la s sociedades de ayüda m utua.51 E ste m ensaje fue repetido con
Hcor tes m n«s ° S penódico® nf ^ s> y gratificaciones te te fco m o el
razas"4MLnsI1M^nii) an1Jjinmí^rantes era íuerte entre los porteños de ambas era m WonFo f •! y l0S b,allesJ f ecuentes realizados en la comunidad
• molloS blancos y ne&ros» como los argentinos nativos se E le jS e i T f a v m T l lpS. edlÍ ° res negres. La campaña de Santiago
autodenomman, se unieron para denostar a los que llegaban. Pero mien­ en favortde ¿a fundación d< una sociedad de ayuda mutua afroar-
tras algunos negros ¿ mulatos expresaban ira, otros d a b ^ cuSo Tuna
en la O T g S S ó n ^ e 1 hech0 ^ qU< los. a&oarge“ tin ° s preferían invertir
especie de derrotismo resignado frente a los éxitos de los m n T a n t S nes u u S í f n “ ^ P a re a s pa a el carnaval antes que en institucio-
de^ue la cutoa n !f COJ or) ^ en ocasiones expresaban la £n sactólí eiU un ard é ,’, o nP/ P f 5 bemrfü ios económicos concretos a largo plazo
la w » n f P P° 1 ! Stad° decadente de Ia sociedad áfroargentina no’ G a lla d d , P / J.e,ro en trefen im i mto de una noche.“ Tiburcio Puentes
editori^teW “ m grantes sino los afroargentinos mismos. En 1878, Un" £ 5 5 2 * ! 1 amáS ác: d od e l0 S H “ istas afroargentinos/especfficamente ■
rnrmiri^l a \ Ju v en tu d reflexionaba acerca de la triste situación dé lá- d ad ab¿ * M M Í lm ien to dl la £ 5ciedad de ayuda mutua La P ratem i-
comumdad y la comparaba con la de los europeos residentes en la ciudad: 1

t o i t i í f 17 da ^ el solo hecho de
Sud A n i í J V6r> qUe tod?s ^ ^ omas extranjeras residentes aquí énfr a” * “ '^ v ó l S db
o ^ t e f á k S t ^ Z f u ae
Sud América, aúnan sps elementos, formando Institutos dé Beñefícencíáp m ipnfí a nmgUna objeción ja un >aile anual realizado como aconteci-
nto p ara reu n ir fondos, pero tes sociedades de ayuda mutua tendían
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a darlos cada dos semanas: “de este modo, ni el capital del Banco de para luego olvidarlos cuando llegaba el momento de dividir el botín. Ata­
Londres duraría seis meses en nuestras manos”.53 paba a La Igualdad por haber servido como vocero de los intereses de
E sta afición excesiva por la diversión y el entretenim iento estaba Avellaneda, y en 1879 anunció.c ue no respaldaría a nadie en las próximas
íntim am ente relacionada con el disgusto de lós afroargentinos hacia el elecciones porque estaba complètamente desilusionado con todos los bar-
trabajo manual, según varios editores y autores negros, aunque Puentes tidos. Instando a la comunidad a evitar las divisiones partidarias él bá-
Gallardo era lo bastante astuto como para ver que los negros de la clase nódico proclamaba: “{Nuestro leima es u nir no dividir, y con él estamos*” 66
trabajadora buscaban puestos como trabajadores del gobierno o en el ser­ Los editores de La Ju v en tu d tam bién habían encarado la cuestión’de
vicio doméstico porque al menos en ellos podían vestirse bien y escapar la política partidaria con franca e invariable crítica. Como La Broma
en cierta medida del prestigio inferior de los oficios mecánicos. “E l herrero, sostenían que la política sólo servía para dividir a la comunidad v no
el carpintero, no pueden andar todos los días de levitón y sombrero alto” producía ningún beneficio. U n artículo sobre los legisladores negros del
como los ordenanzas y sirvientes de las fam ilias ricas. Los oficios son período los describía como los trabajadores del partido que seguían servil-
considerados por todos como empleos bajos, observaba Puentes, “y hay m ente los dictados de los líderés políticos.59 U n artículo posterior acusabá
que advertir, que en este punto de empleo, blancos y negros todos cojian a la prensa blanca de explotar a
, . - la comunidad de color con fines políticos.
aquí del mismo pie”.54 Decía que los periódicos blancos sólo informaban acerca de la comunidad
Los periódicos negros publicaban una y otra vez llamados a la pobla­ cuando ésta se organizaba para apoyar a un candidato favorecido por los
ción de la clase trabajadora para que abandonaran la denigrante ocupación periódicos; cuando los afroarger tinos se esforzaban para establecer una
del servicio doméstico, con sus vínculos paternalistas y su dependencia sociedad de ayuda mutua apolítica o un periódico apolítico, esos esfuerzos
personal, tan recordatorios del régim en esclavista, y que se ganaran su no recibían ningún comentario c e parte de los principales periódicos. Así
independencia como trabajadores capacitados libres. U n editorialista in­ la prensa blanca alentaba el conf icto y la discordia dentro de la comunidad
vitado de La Brom a lanzó el llamado: “{Vamos, a los talleres nuestros e ignoraba los esfuerzos por mo' dlizarla para fines constructivos.60
hijos; a los talleres nuestros sucesores!”55 Cuando Jo rg e Miguel Ford pu­ Además de la política, la ot :a fuente principal de división dentro de
blicó su colección de biografías afroargentinas en 1899, dedicó un capítulo la comunidad eran las diferenc as de clase. E l Capítulo 3 se refería al
a descalificar a la; comunidad por su incapacidad para ingresar en los pequeño número de profesional« s y propietarios pardos y morenos docu­
oficios mecánicos, por ser “más imbuidos en el arreglo del tocador que en mentado en el censo de 1827. Es ta naciente clase media siguió creciendo
el amor al trabajo rudo, más predispuestos a l placer que a las vicisitudes, durante la segunda mitad; del si jlo. Los periódicos negros eran apoyados
más a la empleomanía que a surcar la tierra con el arado, m ás a oír un en parte por propaganda regu la ■de tales empresas afroargentinas como
trozo de Traviata, Falstaff, o Rigoletto que el ronco sonido del yunque en la fáb n ca de cigarrillos de Ju a r Pablo Balparda y las salás de baile de
donde cae el m artillo”.56 propiedad y dirigidas por pniembros de la. comunidad. Los músicos y los
P ara revertir esa tendencia, Ford incluía en su libro la biografía de periodistas de éxito tenían ingiesós por encima del nivel medio como
Eduardo Magee, u^ joven afroargentino que recibió una beca del gobierno sucedía con profesionales ¡tales ¿orno Tomás B. Platero (que en 1882 se
para ir a Gran B retañ a a estudiar m ecánica y reparación de motores. convirtió en el primer notario p- iblico afroargentino) o m ilitares de alto
Tras pasar cinco años en Inglaterra y Escocia, volvió a la A rgentina y rango. E sta clase se veía aum ent ida tam bién por los trabajadores manua-
fue convertido en m aquinista de la M arina. Ford ponía ese ejemplo como les que mediante la hábil;inversión en la economía en expansión de la
una inspiración para que la juventud afroargentina se acercara a los ciudad am asaban considerable p¿ itrimonio financiero. Un temprano ejem-
oficios mecánicos. ] plo de este fenómeno fue un mu ató músico y fabricante de coches de la
Pero ta l vez el problema más debilitante que enfrentaba la comunidad, década de 1830 que llegó aj ser lo bastante rico como para iniciar negocia-
el que sus líderes veían con mayor inquietud, lo planteaban los interm i­ ciones por la compra de un; título de nobleza español.61 U n ejemplo postea
nables desacuerdos y divisiones que perjudicaban a la comunidad, divisio­ rior fue Eugenio Sar, un estibador cuyas inversiones en bienes raíces lo
nes creadas en g rsn medida por los líderes mismos. L a política era una convirtieron en uno de los m ien bros m ás acomodados de la comunidad
de las principales fuentes de discordia. La campaña presidéncial dura­ negra. Su nombre aparecía; regularm ente, junto con el del resto de la clase
mente luchada de 1874 resultó en un sentimiento particularm ente malo. media de color en las listas de su ¡cripción para las frecuentes recaudacio­
Las facciones rivaljes se enfrentaban con fuerza, y el conflicto finalmente nes de fondos realizadas por los ■>eriódicos negros.63
culminó con una pelea a puñetazos en una elegante reunión social de La Brom a era el órganb de es ta ‘burgu esía negra”, como E. Franklih
afroargentinos.57 Tratando de elim inar esta clase de disturbios de la vida rra z ie r rotuló a su contraparte c e los Estados Unidos.63 Desde el mismo
de la comunidad, Ira Brom a tomó posición contra la participación en toda comienzo, La Brom a se presentó c imo vocero de la a lta sociedad áfroargen-
agrupación o para todo candidato, sosteniendo que los políticos blancos ünd. E n su primer número anunciaba que evitaría escrupulosamente
habían empleado continuadamente a los negros en épocas de necesidad todas las cuestiones políticas y las fuentes de posible conflicto, y en cambio

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se limitaría a las noticias de bailes, reuniones de club, tertu lias y aconte­

Miembros de la clase media negra porteña. Estas matronas fueron fotografiadas en 1902 en uno de los “bailes grandes” de
los que se burlaba el periódico de la clase trabajadora La J u v e n t u d . Fotografía, por cortesía del Archivo General de la Nación.
cimientos sociales en general.64
Este enfoque enfureció cabalm ente a l semanario de la clase trabaja­
dora La Juventud, que respondió con un editorial donde se burlaba del
recién inaugurado periódico: “Nada que se relacione con la política de
partidos y mucho de detalladas crónicas de tés!!! cafés!!! chocolates!!! de
grandes bailes!!! y de bailes grandesW. paseos!!! soiréesü! reuniones!!!,

La filosofía y las políticas editoriales de L a Ju v en tu d eran diam etral­


mente opuestas a las de L a B rom a. Tomando su vocabulario e ideología
directamente del pensamiento m arxiste, el periódico llam aba la atención
ae sus lectores respecto de ciertos “hechos contradictorios” en la situación
ae ia ciudad: “contradictorio cuando m illares de brazos están desocupados
y gran número de fam ilias, sumidas en la m ás completa m iseria. E l des­
contento es general, y el que hoy tien e trabajo, no cuenta con seguridad
para el día siguiente”.66 Los editores volvían una y otra vez a l tem a de
la unión como la única protección posible contra la burguesía. Los traba­
jadores son esos seres que m ás que a ninguno les es necesaria la unión
para protegerse; la burguesía son “esos seres que visten levitas para
ocultar mejor la lepra de sus alm as”.67
Estos llamados a la unión a menudo estaban expresados en términos
puramente raciales. U n editorial de 1876 sobre “la sociedad de color”
sostenía que “la obra de nuestra sociedad es grandiosa y solemne. Sus
principios, los demasiado elevados... y el número de miembros que la
componen es exorbitante... N ecesita tan sólo la unión para 'obtener el
triunfo de sus más preciosos derechos y libertades”.68 E l editorial de Año
JNuevo de 1878 advertía que a menos que la comunidad pudiera superar
sus divisiones y unirse, la “devastación” en que se h allaba podía resultar
permanente. Un editorial posterior que celebraba él día de la Independen­
cia repetía el mensajé, cerrándolo con el grito: “¡Uno para todos, todos
para uno!”.68
L a Juventud , de m anera consistente, explicaba estas divisiones en
térmilJ®s de clase. E n yerdad, sus ataques m ás airados los reservaba para
esos afroargentinos de clase media que se ubicaban por encim a del resto
de la comunidad. Un ejemplo representativo es una controversia que se
suscito en 1876 respecto de un club social llamado L a Esperanza Argen-
tm a.E lclu b 616 fonda^° P°r varias de las más prósperas fam ilias de color
y cobraba aranceles demasiado altos para que pudiera pagarlos un traba-
fi term al. L a Ju v en tu d atacaba este exclusivismo, acusando a los
fundadores del club de n u trir pretensiones sociales que dividirían a la
comunidad. Los editores instaban a los miembros del club a olvidar su
superioridad de clase y a concentrarse en cambio en la unión de la pobla­
ción de color de la ciudad.

No hagamos más propaganda contra nuestros propios hermanos... Que


terminen esas pretensiones desastrosas, de los que tan m alam ente se
naman hom bres d e cáteg oría. Que term inen esas grandes subdivisiones

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225
que existen entre nosotros;... Agrupémonos todos al tomo de una sola
bandera; y habremos dado un solemne m entís a los que ya nos hacen
legados al olvido.70

Pero La Esperanza A rgentina no bajó sus aranceles, de modo eme


varias semanas m astard e L a Ju v en tu d anunció ía formación de un nuevo
club Los Hijos del Orden verdaderamente un centro de asociación com-
7?Jad° reS humildes> en donde existe la unión, el progreso.

La respuesta inicial de L a Brom a a los gritos de guerra de La Ju ventud


fue fingir indiferencia e incluso ignorancia. E n el mismo artículo donde
describía los elegantes acontecimientos sociales de la comunidad como su
principal ínteres, se autoabsolvía de la responsabilidad de responder al
análisis que hacia La Ju v en tu d de los m ales de la sociedad. “Y si alguna
vez escribimos algún artículo serio, no es con la intención de ilu strar a
nadie, porque m al podemos pretender enseñar lo que para nosotros no
sabemos y desearíamos que se nos enseñase”.7* E n las ocasiones en que
replicaba L a Juventud, L a Brom a negaba airadam ente las acusaciones
de división dentro de la comumdadque formulaba su opositor. “La sociedad El emblanquecimiento de un ifroargentino. Este aviso de cuellos y puños
de color está unida pues, piensa como un solo hombre, anhela la realidad
apareció en la revista C a r a s > Caretas en varias ocasiones dura'nteT9oS
de sus esperanzas obedeciendo a un solo presagio y se a jita con brío como Fotografía, por cortesía del Archivo General de la Nación.
el corazón que:PalPita a un mismo impulso*.™ Pero estas a fim a c io ^ s
t r a S b 11 1Zf d0í r - eT ! des?*ent¿das P°r la hostilidad con que el periódico
trataba a los Hijos del Orden y a otras organizaciones de la clase trabaia-
dora en sus páginas. Su trato poco profundo de los conflictos existentes / i PU 1Sta a l eStÜ° de E 0Sas O rnara el poder explotando el descon-
en la sociedad ;de ayuda m utua L a Protectora revelaba s u l u t a d a a tento de los grupos menos prn ílegiados. Al promulgarse esta legislación
ignorar la division dentro de la comunidad. De mayo a ju lio de 1869 la ™ Í ^ l a 7 m0 0bj,etV °! aparí nte la integración de la poblaciómnegra y
orgmuzacion aparentem ente se vio sacudida por una lucha interna acerca l o ^ o Í ? ¿ t i ^ edadl ^ a S f gobierno parecía estar in staS o a
cnalfd -?roma da tanto en tanto contentaba crípticamente Sólo los afroargentmos a olvidar s| pasada separación y a unirse en la tarea
cuando iadispujta se hubo resuelto, el periódico publicó un artículo r e c í de construir una A rgentina nu eva y unida. Este pedido fue hecho explícito
™ d M an? T nte ^ existencia de la discordia dentro de la sociedad en el editorial de 1858 ‘¡La r a ;a africana’', comentado en el Capítulo 8.
y congratulando luego a los miembros de L a Protectora por haber resuelto
°RPrtimidad de escapar a la condición de
r e s * e T S t e £ 1”^ ÍVamente’ ÍndUS9 6Ste artíCUl° S®titulaba “Rum°-
los afinargenfín6§''féstí-<5n-
Retrospectivamente L a Brom a y la clase que ese órgano representaba
m u , T b r L T f c ° S, CUlr bleS d<! la s .acusaciones que contra ellos for-
m uiaba La Juventud, las de promover la división de clases por encima C tUr\ 7 lpS — i ntos europeos fávorécrdospófláhurguesfa
mn!atUnidad Ta? ^ ' La Brom a representaba a una clase media negra v d l & e S
m ulata sumamente deseosa de escapar al estigm a de su condición racial r I 38 d®'adaS:<le Í860. y 1870, cuando i¿ s jóVenes
y de ser aceptada como iguales por la clase media blanca E ste concento 'Í 3 t e e ^ p e s a r e n e lla sy apoyarlas. La comunidad
anteriorm ente impensable parecía haberse convertido en una posibilidad f ía les danzas importadas ro m o i! vals, el
real en el Buenop Aires posterior a 1850. No sólo la e x p a n s i ó n e c o n ó S a i r r l ^ r ^ í 8- ? ^ s argentinos negros y blancos e s tu d ia b a
proporcionaba oportumdades para el crecimiento de la clase media de ^ id e lid á d r ^ a r in r m ñ s ic o s -^
color sino que a sociedad blanca parecía m ás dispuesta a la idea de v ilw obtuvieron becas c elgóM erao para ir a estudiar a los conser­
vatorios y academias de Europ i.7^ /
^ d é c a d a de f e f “ 0?- T ° ^ ^ Ie«“ P ™ « a de
l e v e l ^ s t i t n ^ n n í i * f a\lzadf anteriorm ente en esté’cápítüloT Estas h o n ¿rfL V^ d? deS^ ad 0^alÍSta' •‘ie la « P ú b lica eran escrupulosamente 1
leyes constituían parte de la estrategia u nitaria para impedir que todo
S i ® ? fr? !í? .eíltmof de cIase media- Lee “principios gloriosos” '
de la revolución de 1810 re ran i eafirmados cada dia de la Independencia
226
227

T
eiv L a Broma; el poeta Horacio Mendizábal escribió varias poesías a fe
gloria de Buenos Aires y la A rgentina; y el joven Jo rg e M iguel Ford cantó a la gente de color que entrarah a un número de teatros v «*1 ™ ^ ^
J.® 6Sa C5 ? lt? 1 colosa>faro de la Am érica del Su ^erguid a como baíle^La protesta afroargentina fue inmediata, y aparecieron editorilles
un Partenón en medio de un océano progresista”.76 en todos los periódicos de la comunidad Incluso la nransa ki u-
SUma’ nj í e P,od?a acusar a los afroargentinos de clase media rfe causa común con los editoriales afroargentinos hubo editeri
no haber respondido a la invitación para ayudar a formar un nuevo Estada “ 2 i a Tribuna y L a N atíén f
la gente negra de cualquier sitio público. El editor de E l P orteñ o o fició
alquilar un salón en uno de los sfiones ofensores para r e l w l S
Hd^^?r^ntl^n0, °b lga5 dj 381 a Ios Propietarios a admitir negros pero los
üm bin 1 +•*•comumdad amablemente declinaron él ofrecim iento? en
cambio peticionaron al intendente que se ocupara de la situación^ Fl
rf coa?cj;Ó Ia gravedad de las cuestiones implicadas, y varios
d^ fn ?á^|terde/ 1íefMde po1llcía ^ ^ c i ó que no ayudaría a los propietarios
délos salones de baile en la puest^ en vigencia de sus reglas d t ó S f
g ^ Ü f s ^ aaaqae n2 dlJ0 ^u e a b a r í a a los negros en todo esfuerzo que se
apn.b? cióá.i endla a s e r e n a hiciera por desafiar esas reglas. £?in embargo, frente a una opinión tan
b lf f io HoracT v I r ^ dU]0 p^ ° S ° nmgÚn beneficio. E n iSSO rél edifór Í W M - v °pie^ ° s procedieron y aceptaron adm itir a fes no b l S
>Vanedades>mcluso í ublicó un aviso en fes periódicos negros
dX Í que nunca habia prohibido la entrada a sus bailes a la gentfde
El episodio había terminado f dizmente, pero había sido 1o bastante
desagradable como para enfriar la 3 esperanzas de los miembros más op-
B rem ídate íf ComP ldad- can bio profundo en la orientación de L a
" dat a d? ^ fecJ a muy cerc ina a este asunto. E l periódico publicó
uno de sus primeros editoriales abados por esa época. Su autor, Froilán
í r t e S t n l ^ T f d l ^ f z e L b f - , arÍSt° CrátlC0S" donde - vez del
t m1ultltud de Prostitutas y rufianes que frecuentaban
las academias de baile y expresaba su ira por el hecho de qué ‘ladrones
M tó T Í S h Sofe?^UreSPaf d! n ent: ^ W W * elIos 8011 W ^cos. Un com-
í +*?“ Va =abundos Profesionales pueden entrar
al teatro... y el propietario fe m ira y en lugar de echarlo muestra su placer
que se p T a n ^ c S ^ *— pon una sonrisa feliz: porque despuéjs de todo, ¡es blanco!”. Bello profetizaba
dad dlS«SmmatC¡no no presagiaba ningún bien paraba comuni­
casof n ° 6I a e ue un logro simbólico en el mejor de los dad en el futuro. *Hoy es el teatro qi e está cerrado para nosotros mañana
será algún otro lugar públicf), y pisado mañana r e r á T a lS a “ e
?a7e“ n ^ lnm ° S 6 durech° de * a adc rar 3 Dios>que es el bondadoso padre
de todos fes seres humanos, s¿n consideración de la raza o el color” 6*

negros y mulatos antes ^ fi^ í^ u s.S e ^ e n ^ e ñ tra ñ ^ a rta s crecer!-


tómente frecuentes eñ la'prensa negra de las décadas de 1870 y 188o'éh UNA COMUNIDAD UNIDA
t e a r s s t e s & i z t s¿- ^El prejuicio racial Imbía [eleva« l<
0 s a fc^-Cshoza de una m anera que
ni_siquiera él miembro más^cí ¡game í ^.optim ista de la clase medié' negra
podía in o r a r , y una vez que [La Bip.»ma se vio obligado a reconocer este
prejuicio, sus editores empezaíron a reconocer el efecto abarcador del ra ­
en B u e n o s ^ ir ^ d ^ a id ^ to d íf0! “ í realidad que p a r e c ía y desaparecía cismo en todas las relaciones entre fes porteños blancos y de color. La
a la presencia ^ pero durante ese verano la oposición- imagen de la raza negra como los p an as de la dudad era frecuente éh
una serie d p L ? ^ 6 a lu? ares de V e r s ió n se consolidó y manifestó eh
una sen e de avisos en penódicos en los que se prohibía e s p e c if i c a n t e los escritos ^ oa^ g en tin o s de éste p< ríodo; aparecía en la poesía de Men-
dizábal y Thompson, éri fes escritos d : Jo rg e Miguel Ford, y en las páginas
228

229
de L a Juventud. Desde 1879 y 1880, la palabra “paria” tam bién empezó
L a publicación que sólo se proponía informar de acontecimientos fe-
a aparecer en L a Brom a. Los editoriales del periódico empezaron a hacerse
lices, de las fiestas y bailes de la acomodada clase media negra había
eco de sentimientos expresados varios años antes en L a Juventud. Por
sido obligada a unirse al resto de la prensa negra en las amargas denuncias
ejemplo, en 1878, L a Juventud había publicado un editorial donde lam en­
acerca de una sociedad que no permitía que los afroargentinos se elevarán
taba cómo blancos y negros por igual habían ignorado y olvidado la historia
y progresaran como les había siicedido a los inmigrantes. Abundantes
afroargentina. E n 1882 L a Brom a publicó un editorial exactam ente sobre
expresiones negras de ese período reiteran los temas del desencanto y el
el mismo tem a, observando que “la h istoria patria tien e muchas páginas
resentimiento. Incluso,el habitualmente leal Quinteros, el “negrito bueno”
en blanco”.82 Un editorial analizado en el capítulo anterior se lam entaba
que deseaba el retorno de los días dorados de la aristocracia tradicional
de la indiferencia de los blancos hacia los artistas de color y del efecto
cuando negros y blancos por iguál conocían su lugar y lo respetaban no
desastroso que esa indiferencia ten ía sobre escritores, músicos y pintores
de la comunidad. pudo evitar un momento de ira én las páginas finales de sus memorias
en las que daba curso al deseo dé vengarse ensangrentándose los puños
Los artículos m ás airados de todos, que pueden erigirse como evidencia
contra “algunos que se aprovecharon de mi situación de inferioridad para
incontrovertible del despertar de L a Brom a a las realidades de las relacio­
infligirme desconsideraciones o agravios, que he perdonado, pero que
nes raciales en la ciudad, fueron publicados a fines de 1879. Uno recordaba no me ha sido dable olvidar”.85
cómo los soldados negros habían ganado la libertad de la Argentina y
L a invitación de los afroargentinos a unirse en la reconstrucción del
comparaba el rol glorioso de la raza en la lucha por la independencia con
Buenos Aires posterior a Rosas n< se había verificado: se la había retirado
su situación presente, m antenida en u na posición permanentemente infe­
ante la obvia disposición de la c )munidad a responder y a unirse en la
rior por la incapacidad del gobierno por poner en vigencia leyes que prohi­
tarea. L a llegada de los europeos liberó a la ciudad de su dependencia? de
bieran la discriminación.
la cooperación económica y política de la gente de color, y una vez que la
Los hombres encargados de hacer cumplir y respetar la Constitución son comunidad ya no tuvo servicios indispensables que vender, perdió el de­
los primeros en violarla. Empezando por escluim os de todo derecho a recho de ingreso en la sociedad de la ciudad posterior a 1850. L a esperanza
aspirar cualquier puesto público, sin acordarse que para que ellos gozen 4íÜ S? afroargentinos de particip ir en esa sociedad como socios iguales,
de este derecho, nosotros hem is sido los primeros en abandonár nuestras se realizó sólp cuando se acjaró'el color de su pié!. Pero m ientras algunóá
fam ilias y nuestro!hogar, para volar a defender la patria, cuándo h a sido ancestro africano próBablérnénte lograron^adquirir ía con-
ofendida por algún enemigo. racial blanca, parece ser que la m áyóríá dé los áfróárgentinos
Cuando algúnjcaudillo se h a levantado contra el orden de cosas esta­ r(í 5 í ? ? 0® Y s g i í ^ s oficiálés 'teñdíán á peimañécer.
blecido, hemos sido los defensores de las autoridades constituidas. negros y mulatos eñ la m ente ¡dé los p o r te ñ o ^ 5
¿Y cuál ha sid.o la recompensa? presenciamos la probabilidad de que los trigueños fueran-contados como
E l desprecio, lia humillación. de color en los registros oficiales c e hospitales. E x iste evidencia adicional
Y cuando hemlos invocado la Constitución icomo ancora salvadora de de que a medida qué avanzó el sig lo, el esquema de las relaciones raciales
nuestros derechos,¡se nos h a respondido con una risa sarcástica. de los porteños se alteró significati vamente de una jerarqu ía racial (negro,
L a igualdad, ep nuestro país, existe sólo en la forma. mulato, blanco) de tres niveles a una que incorporaba dos niveles (negro,
E sa es la libertad de que goza an te la ley nuestra clase.83 blanco), volviendo a l estudio de ( !arl Degler, dé un modelo brasileño de
Fue en este punto que L a Brom a parece haber reconocido la necesidad relaciones raciales a un mpdelo norteamericano. E n documentos de la
de unirse a la clase trabajadora para form ar una comunidad afroargentina primera mitad del siglo, lh distinción entre pardo y moreno se hacía
siempre cuando se describí^ a los afroargentinos; después de 1850, desa­
verdaderamente unificada. Además de publicar editoriales que sustenta­
pareció esa distinción, reemplazad a por una tendencia a unir a “morenos”,
ban ideas que hatúan aparecido varios años antes en la prensa de los
negros”, “mulatos” y “pardos” bajo la denominación general de “gente
trabajadores, L a Bpoma dio el paso altam ente significativo, en 1880, de
agregar el lem a “C rgano de la clase obrera” a su título. E sta frase había de color’ ..E sta tendencia es muy visible en los censos municipales. Los
sido anteriorm ente parte del-logo de L a Juventud, pero tra s la desaparición formularios impresos para el cens o de 1827 específicamente indicaban a
de ese periódico y de E l Unionista a comienzos del año, los editores de La los censistas que distinguieran en tre pardos y morenos en sus cómputos.
Los censos de 1836 y 1838 tambiéi i observaban la distinción entre pardos
Broma aparentem ente creyeron necesario asum ir la causa de los trabaja­
dores de color. E l periódico publicó varios editoriales oponiéndosé á las y morenos pero tabulaban a ambos juntos como un solo total. Los Registros
ordenanzas munici pales-que controlaban el servicio doméstico, y en 1881 Estadísticos anuales del período I 854-80, y el censo municipal de 1887-,
publicó un artículo recordatorio de las desaparecidas lavanderas negras, abandonaron el uso de “pa!rdo” 3 “moreno” por completo y en cambio
honrándolas como 1¡is respetadas madres y matronas de la comunidad.84 publicaron todas las estadísticas d< mográficas en dos columnas: “blancos”
y “de color”. |

230
231
también £ 1 ^
citados. E l artículo d e ^ S que
lita Rosas de bailar con hombres nebros Hi«tir>ímfa j «©Manue*
las distintos gradaciones d " to t s h» ' 3^d“ r b t e 1 e Ia873 p Í r ’ 2* ™
rados pardos y mulatos ...los m ulatos y morenos ...los m u l a t o s ' S i
morenos honrados y laboriosos”. Pero desoués de 1« ? © ■ ?y
artículos tales como las solicitudes * ¿ M u L en ís S S n a ^ 33' °? S S ’ S S f í ? # »
eeditonal
gd S d deT L a^N aueva
2 l0A P - «contra
G en eración de 1858 “ Lca iRSazaS A c H e
f r í « ^ ^ a a d d e iio s a s S S Íto e a ^ T ^ y n ü m e r ^ íS S ^
T T 3 “gente de calor-’ E ,3S f e di ^ e d i t o r i a l e s “, La Broma, ¡13 de enero de Í882, p. 1 y 25 de íebmm de
deudor”0 ^ l0S afr°argentmos em P leaba como título “La gente
9
10.
de 1878, p. 2 . de 1876, 7 de mayo de 1876, p. 3, y 10 de setiembre
11 .
' 5 S . Í T aKaS ^ k S°CÍedad ^ 13 de C°l0r” E1 » « « * • * 24 de abril de
12.
13. “Lalida deb,°mnbaS' l í a B™”a- 2 de «“ »» de 1882, p. 1.
14. “ d • República , La I g ,a l i a d , 10 de mayo de 1874 n 1 <

15. “IL<^asdclases
í e s aitas
I T I de
l ’ íla" sociedad”.
J u r e n t u d 20 de setiembre de 1878. ’ '
16. Soler Cañas, “Pardos y morenos” p. 287
17.
Falsa inteligencia”, S¡ Proletan ,, 4 de mayo de 1858, p. 1 .
18.
w
Kati m
, ’ mientras los argentinos m y en verdad anrnKs.
blancos reconocían Brasüy en l o s ^ S d t S o í ve- T f v n * * n6gr°S en
N either Slave ñor Free- The Freet m fa y Jac^ P. Greene, comps.,
tiesoftheN ew World(Baltfmorp Descentin theSlaveSocie-
ch, “Slave Life in Río de Janeiro’ 1808 1850”^ ' 331^ +
ary ? atherine Karas'
Wisconsin, Madison 1 9 7 2 ^ ^ 9 « (tesis doctoral, Universidad de
Cities (Londres, 1964) p. 275^Flo Rl<* ar<5_JVade>Sláveiy in the
Society (Nueva York 1 9 6 9 ) n c. t anJ^ d es, The Negro in Brazilian

19. S i í S S u s a - * ™-
no qu.s° que m uriera; antes bien la mantuvo como u n ^ p f c ? v 1 s m t e í
canción fue cantada ñor ím ° á ^ ne de manera convincente que esta
n é s pera de todos modos e s l l S a
20 .
element°

21 .
^ aras y Caretas, I 7 de diciembre <e Í898, p. 5 .
22 .
L Po//í! ^ y sociedad en nna época de transición (Buenos A iiQ
23. y . ü f a¿0r » C a r a s y C a * e t a s> 35 de julio de 1899.

(N u e T ^ S M ? ! ^ ^ ^ 58" h * C handaIV atioig tmd8 de%o'séeS r ¿ ¿ n k h f ( B u « £ A i r Í s m ^ p


24.
2. tocado Rodríguez Molas, “Negros libres rioplatenses”, Buenos A ires-R evisS 190é3)Ap.Í65. WÍlde-|-Baeno| * « * * • * Atenta kños atris (Buenos Aires,
de Humanidades 1 (setiembre de 1961): 119-20. ueaosA™ *: Kevi^% 25.

233
26. Para relatos de una competencia seria y a veces violenta entre negros e hombre”, La Igualdad, 7 de junio de 1874, p. 1; y “Educación y trabajo”, La
inmigrantes en los Estados Unidos, ver Ira Berlín, Slaves without Masters: Broma-, 8 y 15 de noviembre de 1877.
The Free Negro in the Antebellum South (Nueva York, 1974), p. 227-32; y 56. Jorge Miguel(Ford, Beneméritos Je mi estirpe (La Plata, 1899), p. 124.
Litwack, North ofSlavery, pp. 162-68. . >• . 57. La Igualdad, 7 de junio de 1874, ). 3.
27. Para un análisis de esta actitud, ver James Scobie, Buenos Aires: Plaza to 58. “Estamos”, La Broma, 20 de juliojde 1879, p. 1.
Suburb, 1870-1910 (Nueva York, 1974), pp. 218-20: y Emiliano Endrek, El 59. “Unión, igualdad, fraternidad”, La Juventud, 30 de julio de 1878, p. 3.
mestizaje en Córdoba, siglo XVIII y principios del XIX (Córdoba, 1966), pp 60. “¡Vaya!”, La Juventud, 10 de octubre de 1878, pp. 1-2.
69-74. 61. Lanuza, pp. 100-101. j
28. Gálvez, “La raza africana”, p. 259. 62. Ford, Beneméritos de mi estirpe,j pp. 73-74, Para el testamento de Sar, ver
29. “Él Congreso”, Caras y Caretas, 6 de julio de 1902. Testamentaría de D. Eugenio Sar, AGN, Sucesiones 8310.
30. Caras y Caretas, 25 de octubre de 1902. 63. E. Franklin Frazier, Black Bourgéoisie (Nueva York, 1962).
31. Mamerto Fidel Quinteros, Memorias de un negro del Congreso (Buenos Aires 64. “¿Por qué se llama ‘La Broma?”,j La Broma, 15 de noviembre de 1878, p. 1.
1924), pp. 153-54. Para algunos paralelos interesantes con el caso norteamericano, ver Frazier,
32. Ibíd, p. 7. Black Bourgeoisie, Caps. 8-9.
33. Scobie, Buenos Aires, pp. 237-39. 65. La Juventud, 7 de mayo de 1876, p.3.
34. “¿Por qué se llama ‘La Broma?”, La Broma, 17 de octubre de 1878, pp. 1-2. 66 . “Consejos sociales”, La Juventud 23 de enero de 1876, p. 1.
Ver la propaganda abierta en las páginas de La Igualdad, por ejemplo, “El 67. “La sociedad obrera”, La Juventi d, 20 de febrero de 1876, p. 1.
D. Avellaneda”, La Igualdad, 7 de diciembre de 1873. 6 8 . “Nuestro triunfo”, La Juventud,' !3 de enero de 1876, p. 1.
35. “Estamos”, La Broma, 20 de julio de 1879, p. 1. 69. “El 9 de junio de 1816”, La Juventud, 10 de julio de 1878, p. 1.
36. Quinteros, Memorias de un negro, p. 93. 70. “Nuestro triunfo”, p. 1. Bastardil as en el original.
37. “En las antesalas del Congreso”, Caras y Caretas, 25 de agosto de 1900. 71. La Juventud, 13 de febrero de 18 76, p. 2. Bastardillas en el original.
38. Citado en Rodríguez Molas, “Negros libres”, p. 125. 72. “¿Por qué se llama ‘La Broma?”, La Broma, 15 de noviembre de 1878, p. 2.
39. “La ley del embudo”, La Broma, 19 de agosto de 1881, p. 1. 73. “Actualidad”, La Broma, 22 de agosto de 1878, p. 2.
40. Miguel Angel Scenna, Cuando murió Buenos Aires, 1871 (Buenos Aires, 1974), 74. “Rumores de la Protectora”, La broma, 27 de julio de 1879, p. 1.
p. 111. 75. Entre ios mencionados en los perú idicos negros están los músicos Zenón Rolón
41. “La opinión del estrangero”, La Igualdad, 3 de mayo de 1874, p. 1. y Manuel L. Posadas, quienes es udiaron en Italia y Bélgica, y los pintores
42. Quinteros, Memorias de un negro, pp. 11-12. 41-42,116. Juan Blanco, de Aguirre y ¡Justo <Jarcia.
43. La Broma, 21 de marzo de 1880. 76. Ver “Alerta”, en Horacio Mendiz; bal, Primeros Versos (Buenos Aires, 1865)
44. La Broma, 4 de j'inio de 1880, p. 3. y “Aijentina” en Horas de medi tación (Buenos Aires, 1869). Ver también
45. Juan José de Soiza Reilly, “Gente de color”, Caras y Caretas, 25 de noviembre Ford, Beneméritos de mi estirpe, p. 73.
de 1905. ¡ ' • 77. “El ramo de flores”, La Juventm ', 16 de enero de 1876, p. 2. El autor de la
46. Scobie, Buenos Aires, pp. 230-31. novela fue el joven Gabino Ezeizí ., más tarde un famoso payador.
47. “¿Caen o se levantan?”, La Juventud, 30 de octubre de 1878, p. 1. 78. Soler Cañás, “Los pardos p more: tos”, pp. 274, 281-82.
48. La Juventud, 19 Jde abril de 1876, p. 1. 79. Soiza Reilly, “Gente de color”.
49. “La Hermandad del rosario”, La Broma, 3 de setiembre de 1879, p. i. 80. El relato más completo de este ( pisodio puede encontrarse en Soler Cañás
50. Ver, por ejemplo! la controversia acerca del panfleto de Zenón Rolón “Dos Los pardos y morenos”, pp. 274-11.
palabras a mis hermanos de raza”, publicado por primera vez en 1877 y 81. Ibíd, pp. 277-78.
reimpreso en La Juventud el 30 de junio, el 10 de julio de 1878. Las respuestas 82. “Club Barcala”, La Broma, 11 del agosto de 1882, p. 1.
incluían “El folleto de D. Zenón”, La Broma, 31 de enero de 1878; y “Sobre 83. “La libertad”, La Broma, 18 de dic embre de 1879, p: 1. Ver también “Nuestros
el mismo tema”, La Broma, 8 de febrero de 1878. derechos”, La Broma} 20 de novi< mbre de 1879.
51. “El lujo es incompetente y ruinoso a la clase de color”, E l Proletario, 9 de 84. La ley del embudo”, La Broma, 19 de agosto de 1881, p. 1; y “La lavandera”,
mayo de 1858, p. 1. : ¡ La Broma, 27 de octubre de 1881, p. 2.
52. La Juventud, 27 de febrero de 1876, p. 1. y 25 de junio de 1876, p. 1. 85. Quinteros, Memorias de un negr >, pp. 235-36.
53. “La mirada retrospectiva”; La Juventud, 10 de agosto de;1878, p 2 86 . La Broma, 28 de julio de 1882, p 3; y 23 de junio de 1881, p. 3. Bastardillas
54. Ibíd. H en el original.
55. “Preparando el po^enir”, La Broma, 26 de setiembre de 1878, p. 1. Para otros
artículos que propiovían el trabajo manual, ver “El trabajo es la vida del:

234 235
BUENOS AIRES
EN UNA PERSPECTIVA COMPARATIVA
Casta, clase y relaciones raciales
en las Américas desde la emancipación

Volviendo a lo expresado en efl Capítulo 1, la historia de los am eric i os


^oesp^les„desdeJ^.^m aiicip|i( i^n_awi^e.be!sór^escriía. Los esfuerzos
de Leslie Rout por producir! una s i:intesis de las fuentes secundarias exis-
¿entes sobre la gente negra y las re ííaciones raciales en los países hispanoa-
mericanos durante los siglos X I }i y X X demostraron ampliamente la
ausencia casi completa de táles esíií udios. S i bien se ha realizado un trabajo
considerable acerca de las condicit nés deH eselavitudenTaTiispaQ oamé.-
rica colonial, ni jo s historiadores latinoamericanos n i los extranjeros le
_han dedicado mucha 'átenc0’n aí proí de láT gentelaégra^ m ulata en 'las
® S ^ L a s dél period ij nacional. • ‘ “ . ......... v" "
- ., E sta situación puede cpmparaarse con el estado significativamente
más avanzado de los’estüdídslifstdi icos i Sobre las poblaciones afrobrasíleña
.y .a fre n ó ilS flrñ p H M fiQ 'a ^ Jírix ^ ru x :
ición. «puedan por formular y contestar
muchas preguntasréspecto de las r u laçiones raciales en el período nacional
en esos países, pero los invéstigac oares que se dedican a ese período han
generado un cuerpo sustancial de literatura de continuado crecimiento,
En verdad, tan relativam ente desairrollado es el estado de ios çonocimien-
>tos sobre Brasil y losEstadCs Unidios que hace casi una década, el histo-
nador norteamericano Cari begle: pudo utilizar las fuentes secundarias
para producir su trabajó embrionai io N eith er B la c k ñ or W hite (Ni negro
ni plapco) (1971), un estudio1comoi irativo de las relaciones raciales de, la
esclavitud y postabolicionistas en os dos. países. <"
-o ■ — '■'V».w-wj.z,vyvU>W J±UC r el caso de Buenos Aires en el contexto
coloca
comparativo definido por la íobra ( e Degler, y ppr otras investigaciones
.más recientes, tra ta de sugerir alg í unos paralelos entre las experiencias
■históricas de América in g le sé por uguesa y española.. Los historiadores
han tendido á centrarse an laa .diver^end^sgnt.reJos^§jstem
Aiyay .ascde_relaciQues
¿raciales Presentes en la s diferente r^ io n es del hemisferio, pero en un

237
la §: analogías en esos sistem as.sonm ás.notablfisaue
^ | 5 n á H si§ .iíe ja..relativ a benevolencia o severidad de v S ? E n W eT mu CT r la “P a l i a r institución” que persistiría en los
Estados Unidos h^sta 1865 y erí B rasil hasta 1888. La mayoría de los
®sclayistas tienden a oscurecer e l ^ e c í o 'l ^ ^ ^ e n t a F d e
países hispanoamericanos tam bién pusieron en vigencia legislación o in
que las socie4j.de? poseedoras dé esclavos de las Américás pusieron con-
cluso artículos constitucionales, éntre 1810 y 1860, que trabab ande a S -
obstáculos bastante uniformes en el camin =dé los afroáménca-
n?.s :9ue se ^ ^ t o ; p 5 F « E t w ¿ r su condición éconómíéá y ¿ o d á írto s
ue ta raza Dos de los historiadores que realizaron investigaciones sobre
mecanismos legales por los cuales los esclavos podían ad q u iriría libertad
México y Uruguay sostienen qué ta l legislación permitió la entrada de
existían en los tres imperios, pero es el presente consenso de los estudiosos
que escriben sobre el tem a que la capacidad de los esclavos para aprovechar gente negra y m ulata en las sociedades de clase de reciente formación de
esos países y que su integración én esas sociedades es a h e r ^ c ^ T t a *
w S0^ C1 niSm^ vanaba e a e la c ió n directa con las características econó­ E ste argumento forma la base sobre la cual muchos hispanoamericanos
micas de la región en cuestión.1 Los esclavos que trabajaban en plantacio-
afirm an que si la gente de color sufre discriminación en s u t Z Z T l e
rarales aisladas tenían pocas prohabilidades de ganar el dinero con tra ta del producto del prejuicio de clase antes que del prejuicio de raza 6 ’
elcv ialaiH ip rarsu libertad, como les sucedía a los esclavos résidéuteT en
áreas de economía estancada, Y los negros y mulatos, que tenían la fortuna en a la emancipación
tienen plena„coñciehcia dé las muchas v
d® - Clb*r °: 3® nacer en libertad adquirían una condición
sütiles!y °tra s no tanto, en que han sobrevividó
rn lín S ia de nínp ina m anera ig u al á la de sus compatriotas blancos. Las eiem eatos. heredados de los fegírhénés' e scla v ista sy de casta'h asta el
e inglesas ponían en vigencia variadas
FJ.es^a te a^oadlclonar las paúl as contemporáneas de relaciones raeiá-
combinaciones de restricciones legales y sociales sobre los deréchos de
Je g j La segregación y la discriminación han sido récohocTdás'áésdé 'fía á
e r o ^ v o 'c o m ; áeJ : ep SA? mulatos libres, pero esas estructuras tenían mucho tiempo como el lado oscur J del “sueño americano”, y m ientras los
rl« ™ ™ ? í Vldir a la& sociedades coloniales en una jerarqu ía brasileños presentan su país al resto del mundo como la democracia racial
t Z lfr definida da a ta d o s raciales en la que los no blancos eran de las A m éncas, un paraíso social donde el racismo nunca levanta su fea
relegados a una condición inferior. La tendencia de la legislación colonial
brasdena a referirse a los negros libres como “esclavos libres” es sólo una los observadores objetivoi no tienen grandes dificultades para
^xaigadas^aS mamfestaci°ú es de desigualdades raciales profundamente
13 ^ ^ aSCei“
reY°lupppe§ de 1775-1825 ofrecieron como una de sus posibles ^ » f i l f e ^ b i r c w d é r t o escepticismo, entonces, el argumento de
consecuencias la tennm ación de las restricciones a los derechosdh los hlSPai^ m9ricaní s integraron con éxito a su gentehégra
.¡.miaIeS. Sin duda, si tal integración
ret? rica rev°lucionaria en ambos continentes procla-
maba la igualdad de todos los hombres (como suele ser el caso, las mujeres
fo r^ L 1Ciaban S°n Un Cambi° de r^ men> en Ias repúblicas r S ^ ±fx uuujid entre 1870 y 1914, tanto en términos
ln ^ n í io y en j casi?nes extendían de manera explícita esta igualdad a
s no blancosJLosjiegrgs luch^apjipit.tntusiasmo por cualonior larln es€ m ú l d í K ^ p r a n a ® S r a S C T t 3 i ^ á -
^ ^ ^ ^ d a d c ^ b ^ ^ e n j a dudad. Suponiendo que la
S ^ ? 5 P , 5 ? t . 4 J H .Í ? n l a más p r o f f i d f c S t
d A f égl^ en de castah u b tese sido efectivamente proscripto con
d i^ n gm eron en la l<fcha contra Ios-españoles; en Venezuela, los hombres a iS iT d^ gobl®rao coI°m al, se hubiese podido esperar que los afroar-
P od aran tomar su Jugar en el nuevo orden social y económico,
egros respondieron p los ofrecimientos de ambos lados, rebeldes y realis-
mo hicieron los argentinos. Y d; Lda la representación demográfica en
tas de abolir la esclavitud y el régimen de castas, a cambio del apoyo
c to £ d Ut da df ™ mución. de fes nebros y mulatos en la población de la
C o S fo p ^ a iSU C a U S e n J-0S Estados Unidos, la renuencia del Condeso podria e9Pecuíar cjue los porteños blancos sentirían poca nece-
Oontinenta1 en cuanto a a listar a soldados esclavos y libres negros, pé?sua-
c a m h ^ * de a^ron!^rteamericanos a unirse a las fuerzas británicas a a f r L r t p n t w ed7rígenCXaiIe^eS ° costumbres discrim inatorias contra los
cambio de promesas de libertad. afroargentmos, dado que la ¡competencia de los negros por empleos, vi­
vienda y otros recursos plantearía A c á amenaza a la sociedad más grande
„ „ ¿ f s ^ cadaS postrevolucionarías en los Estados Unidos presenciaron
un deterioro en la condición económica y social de la gente negra libre c l r i h ? * vivían L a sistemática c iscriminación podría esperarse en el
y la abolición sólo parcial de la esclavitud (en los estados del Norte).3 En mtonrfé hí«*! ^ ^ or¿ea^ én ca 3 en el nordeste brasileño, donde una
Hispanoamérica, por otra parte, la inm ediata abolición de la esclavitud P blanca debía defender su predominio excluyendo a los negros de
en México, los países de América Central y Chile, y los programas ¡de ACia S-°C1f y .econPm ica 8 p ero en Buenos A ires, de todos los
marcos de America Latina, uno esmeraría una serena actitud de vivir y
abolición gradual puestos en vigencia en otros países, garantizaron la
dejar vivir, una disposición a perm itir que los miembros de la minorfo

238
239
ñ ores sistem as de ca sta P ■restn ccion es de los ante-

mgreso en esas clases, y se o m i s m i ^ T ^ ^ A T ^ E ^ J ^ s ^ g a r o ñ el


e se ^ ^ ^ ^ a 7 ¿ -p ^ ^ -e- ^ - ^ _ ? g^rleli^H3^í5^¿ordad'a
negros y m l J i t o i d ^ gü enos Airef ^ ^ T ? ° ? clm stas 7 praffiSon afa
?e ^ ello blanco,pero los porteños de c l a s ^ f ^ r f 1f f Uei? br0S de la cIase
junto con los afroargentinos de clase trabafad^rflntlnUab^ poniéndolos>
abarcadora categoría de “gente de color” M W c empobrecid°s, en la
nabaconvütiéndose Gn linft j • ^ ^ t o - B iif iim A Í E e s it o lu r if t -
d ^ d a s e jp s en té rm in o

a a ^ ja r o M jm ^ g r u p o s casi c o ^ T a l ^ i ^ ^ ^ ^ - ^ e d a d j n á s

se ve

5
S daf r ’ SUeIeD d8CÍr: “¿E s de clase?”. “C 1 ¿ " ta l comíi ntr®1*0 ®? negro 0
los afroargentinos, no es u na voz s o c i o e c ^ m f i UtlIlzaa el Ormino
mente racial, y refleja su propia e S e X n r i a h hien>P^a-
plazados en la estructura de d a s e ^ t e S ¿ to 2 £ ? i dl habf SÍdo des~
_A1 buscar la razón por la cual las condirmr>0 bre la base de su raza,
de Buenos Aires no resultaron en la intepraS j Pf rentemente óptimas
la sociedad porteña, podríamos d irig ir^ f¿ IsSidln °S f^^entinos en
Degler. Al tratar de explicar el esS ^ L 7 antes cltedo de Cari
amistoso de las r e la c e s racialíen Brísü r e í^ * * o T O Í? mente más
dos entre otros factoi-es, Degler se Í L T Í v Ios Estedos Uni-
df a ,e“ O í a y la sociedad brasileñas durante ^ l S 5 '° J est^ lc^miiento
ol siglo X IX . Las divisiones en tre In« ootv + • f ^ Período colonial y en
d“ V en su m a & r 6^
carácter del desarrolló brasileñ¿“ S o r a íqnn ‘ P o p e l m e n t e al
concentrada en las mallos de una pequeña clase * ’ q* e deJaba la riqueza
S O Para el Acenso s o c S Z t ^ ^ ' Había PMa
desafíos que e a s tía n para los sistem as t o d ic i n e if ’ “ f ® que los Pocos S S s ^ S i a l s ^ ^
y de raza no planteabaú ninguna a m e m S r e a l f ®rí aciones de clase
los controles sociales v raríaíoo “0 ® naza real Para el statu quo. Entonces
q u e S llE s te S ^ ^
u n a e s t r u c t u r a d e v
^^L^m^lidad h ^ i a ^ ^ h a y ^ ^ ^ - ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^P^Tunasusten-

competencia p o r T r ^ á ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ * ® B M W
í a . d i s c n m m a c i ó n r a c i a f £ n ^ T ? s r f S ^ J 2 2 « ^ e c < m ó a i i c a . Así
en f *m2&SSmSBi¿£
L a Prueba de la ptepuesta de D egler puede hallarse en una de sú s

240
desempeñado, de ninguna manera eran comparables con el trabajo de anunciado como uno de los importantes objetivos de la Revolución Cubana,
plantación realizado por los esclavos que emigraron a la ciudad de San mientras que los programas puertos en vigencia por el gobierno, de igual
Pablo después de la abolición. Tanto artesanos, vendedores callejeros como oportunidad y de acción afirm ativa constituyen la respuesta norteameri­
Aires - t u ^ m laloporÉnidad de cana al continuado dilema del racismo. Es demasiado pronto para juzgar
loi S i ^ a ^ ^ J ^ y j m m m a v ^ c i o n a l .x o n s i d e r a b l e ^ ^ t^pvmK la efectividad de estos esfuerzos Nacionales por eliminar las desigualdades
r^ 1..<E ® * ^ >usl?ron los trabajadores de las p la n ta cio a e ^ j^ a s ^ ^ v raciales. Lo que tal vez sea más Isignificativo acerca de cada uno de ellos
es que, por el momento, es inconcebible que otros países latinoamericanos
y ■*üa.Jfe ¡§ ÍIÍÉ ^ puedan emprender experimentos análogos. Las sociedades no pueden de­
esclavos del Brasil o los Estados Unidos. m w w upm * cidir combatir activamente el racismo hastaqúé están dispuestas a réco-
• ^ g esar de éstas venteas reíStiv^ , los afroargentinos fueron víctima« Bocer'eriéhoméfíortiffa^ondicióh'preHmina^ qué xútígún ñamlatinoamé-
ncano, aparte de Cuba, ha satisfecho todavía. Mientras que el racismo
en p ,_ g i^ ^ u e „ ^ d la a _ q iie _ le s_ £ iQriiesp.Qndió..aJa_gente fom iaun aspecto ámpíáfíté'nté'f^^ñócíddTfncluso publicitado de la vida
^ g g ^ j L ^ n c aLinglesa y. portuguesa. Uno comienza a percibir un norteamericana, las sociedades lmteoamericanas promueyen actiyamente
cul-de-sac histórico tristemente depresivo para los afroargentinos de todos el mito de que no existe el racism >en sus sociedades (la variante argentina
ios idiomas y culturas. La continuación de estructuras socioeconómicas d e ísta prdpósícíSn^se Hscute en él capítulo siguiente). Este mito es acep­
coloniales o semicolomales en las áreas menos modernizadas de América tado tanto por negros como por ilancos, y socava de manera efectiva los
.Latina, garantizan que se relegue a los no blancos a una condición social esfuerzos de los afrolatinóamer icanos por movilizar y presionar a sus
y económica inferior. La modernización y el desarrollo, generalmente gobiernos para que solucionen lis desigualdades raciales.12 ?
acompañados en el siglo X IX por filosofías de liberalismo económico y En conclusión, el sólo caso ó e Buenos Aires no puede emplearse_para
social y una tuerte creencia en él concepto de progreso, parece proponer probar as afirmaciohes de autóres y fíguras públicas que aseyeran
la esperanza de transformaciones estructurales que permitirán que los la integración dé las poblaciones afteiüsparioáméricanas en las sociedades
afroamericanos asuman su lugar en las sociedades de base clasista en las dé^SphácionésrSiñ , e 5 claro, que Iá Argentina actuó análoga-
r? a n° es niás .que una característica física: ni más ni menos mente a los otros países hispaníc americanos al poner en vigencia leyes y
significativa que cualquier otra. El crecimiento económico no sólo debería artículos cónstitucióñáíés ¡qué ñ átábán de'ehmmár la herencia colonial
incrementar la nqueza y los recursos que una sociedad puede dividir entre d éla esclavitud y la casta. :Es igualmente claro que^como elcaso dé Brasil
sus miembros, smo que también debería derribar pautas tradicionales de iá déifódós modo®
distribución para reemplazarlas por otras más progresistas. nacional y hasta la actualidad, produciendo un sistema de relaciones de
, i «fof-ág-gfjprar.jos sistemas de relaciones de raza heredados ráza"qüé cónsérva ‘pautas ¡dé desigualdad facial qué tienen su origéN en
A* 1* ^ e n ^ c i ó n y e l crecimiento han tenido el efecto laB sociedades esclavistas ¡dé los siglós_ _ cáso %c-
X V m y. X IX. Por lo tantoí^el
? s .P o d o s .c u g e s a ja ^ ¿ te l^ a y deBúénos Aires sirvejparáaugé fr.q ü é .tá lé sá fií^ ^
^ I f i^ t^ e l^ e j^ I u ^ d e la c o mpetencia social y económicáSRl ur a atención excesiva a ja s leyes y pronun­ da
nimca eá suficiente para satisfacer la demanda de todos los miembros dé ciamientos oficiales que dátan d ú período de Ja Independencia, y al con­
la sociedad; y para preservar una porción más grande para aquellos miem­ ¡Hfp,u
comitante hecho de que no se es amina Iá.evoíücién ias rélá-
bros del grupo racialj tradicionalmente dominante en todas las Américas cionesde razajíesdeía abolición, y la medidaen que esasleyesy proclamas
las lineas de la segregación y la discriminación se trazan más claramente noiueronpuestas en vigencia mi esperanza que la fiitüra investigación ¥á ¿*
y se las pone en vigencia con más rigidez. eñ éstá~aféa”áe dedique' Siesta y otras controversias qué rodean a la
Nos vemos así enfrentados a una torva dialéctica histórica en la que historia posterior a la emancipación de los pueblos afroamericanos del
la tesis, antítesis y síntesis, todas producen el mismo resultado. Cuando hemisferio.
®e.í?ílt®mpla ?®muy evidente que las antiguas pautas de desi­
gualdad racial del hemisferio sólo serán superadas mediante decisiones
nnpSflT r£S ^ PiAVtf de laS- s?dedades y los gobiernos, en el sentido de i
«« ^ es Pei3udicial para el bienestar de sus naciones, y 1 1. David W. Cohen y Jack P Greer e, comps. Neither Slave nor Free: The Freed-
2¡¡Ü i Estado debe intervenir activamente para promover la participación man o f African Descent in the Slave Societies of the New World(Baltimore,
social, económica y pphtica de sus ciudadanos de color. Los únicos países 1972), pp. 7-9. I
m ultaxaaales del hemisferio que han tomado tal decisión m uycuriosa- 2. Ibid., p. 99. El estigma que llevs ban los negros libres también está implícito
mente son aquéllos qqe están en los extremos opuestos del espectro ideo­ én el título del estudio de Ira Be: lin, Slaves without Masters; The F ree Negro
lógico, a saber, Cuba y los Estados Unidos. Combatir el racisrtío ha sido in the Antebellum. South (Nuevp. York, 1974).

242
243
4. “ •20ner’ B ,ackseadthe

, s s s ^ t ^ < ^.« ’ *®74),


^ pp. U108-29
ia passim
5. VerGonzalo Aguirre Beltran “TKoT +
ass •
Society of M ^ o ^ c S S ^ . & t,0n °“ gro into the National
Caate Society i n i / c i l S ^ y » £ £ “ S ' * *he Airo-Uruguayan from
ajnl Class in Latin America (Nueva York 1970) tS T * Morner- c0®P-> -Race

. ^f4xic^G1946) ^^ ^ rfT^^/'co^^liudad^de

?: M s s ? , - e p il o g o

Tb ePf>s,tlon °tBlacks to Brazilian Society (LrmJ Ana“ 1 Dz>dzienyo,


des, The Negro to Brazilian Society (Nueva Y o rt lSfito ^ r T A *3" ^ ™ 3’1'
her Black or White (Nueva York, 1971) ’ 9 ): y CarI De«Ier. Neif-
Los afroargentinos en la actualidad
' c o ™ llUf a ™ s k ? p “ f r ? e n f ° :i a °°ndici,5n de minoria de ^ btanco.

. » R iS S S i^ S oluu ? e continuada declinación d em n ^ fín T r n / Slgl° * * ha


su numero en ocho m il. L as eJ f c W J E ™ ? ! cAenso de 1 » 7 estableció
vez tres o cuatro m il p e r s o n é sugieren que hay tal
£■ ' 67-68’ 329-39-
sumd de la población de ocho m ü S jis T e lG r a n T ? ’ * * * ^ acción infinite-
„• * " * * ■ PP- 5' 1°-12. 32,52-53; y Rabiriowitz, nación probablemente h u b iesH id o Í . Í ?m^ ,an------- - s ^ e s . ^ jua
Buen° L a aecn-
decli-
■pejvuw .«,. inmigración negra del lA f n c /iw ? 0 ‘8er ^ üna P^uena
'n Z t Z J s , «las islas
Í Jde Cabo
S Verde
» -Esos Wafri> " Portuguesa,
^ n° ^ particularmente

durante el curso de e sS S ^ T ? sJ ue+ha» futrado en la ciudad
comunidad afroargentina. p f ^ ¿ J „ ^ mtegrado con el « s to de la
sociedad de ayuda mutua, la Asociaddn S^PO aparte, con supropia
qUe “ aed
neteC U enta “ n = t e r SMUtU0SCab° ^
a la p o b la c id n tS to fS s f e ^ H * ”> ^ n e r

secuencia la llegada a B u t n ^ i U r e s l e n , ? " ? 1'0110’ ha tenido «® io con-

m& t ¿3ss%5 ú by* ? * * Ue^ * « * »


pagados y de condición inferiorP(está ia ’f i i p í ajandf° Gn Ios emPleos Peor
ejemplo, en la construcción yTn el sf £ c i S f f f ? «Presentados, por

244 un elemento grande y de rápido crecim iento e n ^ b t o d a ^ t o d S ;

245
realm ente no conviene rotularlos como no blancos, porque esto choca con etique.ta parece haberse aplicado en escala social en Buenos Aires: mien­
el m ito de una A rgentina totalm ente blanca. P o r otra parte, los m igrantes tra s los afroargentinos aún formaban una porción importante de la pobla­
de piel oscura decididamente no son del mismo ancestro que los porteños ción de la ciudad, se hacía referencia a ellos como a los trigueños. Ahora
europeos, y la m ayoría de los nativos de la ciudad m iran con condescenr que se han reducido a una porción i ¿significante del total y, para todos
dencia a los recién llegados. Muchos porteños se refieren a los migrantes sen­ los fines prácticos, virtualm ente han desaparecido, h a vuelto a aparecer
cillam ente como a “los negros”, una escueta referencia que a veces resulta el térm ino “negro”. E n su presencia, los afroargentinos eran trigueños;
desorientadora. E l actor afrouruguayo Rey Charol recuerda un incidente en su ausencia son negros.
cuando estaba conversando casualm ente con unos amigos blancos en un A pesar, o ta l vez debido a l hecho de que los afroargentinos ya no
bar de Buenos A ires y uno de ellos empezó a quejarse de “todos esos son muy visibles en Buenos Aires, muchos porteños comparten una fasci­
negros”. Charol protestó de inmediato, an te lo cual el amigo se apresuró nación por las cosas africanas y afroamericanas. Me sucedió que yo estaba
a tranquilizarlo: “Pero no, morocho, no lo decía por usted... Yo tengo gran paseando por la elegante calle céntrica Florida una tarde de 1976 cuando
sim patía por ustedes, los morochos. Los que m e fastidian son esos negros, presencié un episodio extraordinario. Varios días antes habíaleído acerca
los cabecitas negras”.3 de un equipo de básquetbol del Senegal que pronto, llegaría a la ciudad
La confusión de Charol es comprensible, dado que “negros” ahora para efectuar unas pocas exhibicione 5. E sa tarde vi a un grupo de jóvenes
tiene un doble significado porque se refiere tanto a los m igrantes internos negros que no podían ser otros que lo¡s integrantes del equipo que descen­
como a los afroargentinos. L a dicotomización racial de la sociedad de dían de un ómnibus de turismo. E l espectáculo de diez o quince africanos,
Buenos Aires descrita en el Capítulo 10 es ahora aún más pronunciada todos los cuales medían a l menos 1Í80 m y lucían coloridos pantalones
de cuanto lo era a fines del siglo XDC. L a expresión “gente de color” la anchos y túnicas, tuvo un efecto abso lutamente galvanizador en los tran ­
usan solamente los afroargentinos; la gente blanca tiende a referirse a seúntes. Los espectadores se acercan n corriendo de hasta dos cuadras de
todos los afroargentinos, sean mulatos o puram ente negros, como negros. distancia para formar un círculo exj ectante y bullicioso en tom o de los
Ha desaparecido la distinción entre pardos y morenos: los porteños tienden sorprendidos africanos. E n menos de un minuto el equipo estuvo comple­
a compartir la creencia norteam ericana de que el ancestro africano visible tam ente rodeado por varios cientos c e porteños que habían venido a ver
lo convierte a uno en negro. Así, el térm ino “afroargentino”, que algunos esa curiosidad. Los jóvenes se libraro: i y se fueron caminando por Florida,
argentinos me insistieron en que era de origen norteamericano y no apli­ pero no conseguían deshacerse de su escolta. Seguían acompañando a los
cable a las realidades sociales argentinas, es de hecho apropiado. africanos, sin intercam biar una sola ]>alabra con ellos, sólo observándolos
L a tendencia a rotular a toda la gente de color como “negros” es atentam ente.
fácilm ente advertible en un panorama de los títulos de artículos y libros E l incidente fue representativo ■leí profundo interés de los porteños
sobre los afroargentinos publicados en Buenos Aires durante los últimos por los negros y la negritud como fení meno. Durante los dieociochó meses
veinte años: “Negros en Buenos A ires” y “Oficios de negros en el antiguo que yo estuve en la Argentina, se pubi icaron cuatro artículos en periódicos
Buenos Aires” de León Benarós (ambos de 1970); “Buenos Aires de ébano” y revistas sobre la desaparición de I ds afroargentinos en Buenos Aires;
de Luis Grassino (1971); “L a raza negra en el Río de la P la ta ”, de Bernardo sin duda aparecieron otros que yo r o vi.4 Otros artículos demostraban
Kordon (1969); “Los negros han desaparecido del ámbito de Buenos Aires”, interés y considerables conocimiento >de la historia negra norteamerica­
de B la s Matamoro (197.6); “Los indios y negros durante las invasiones na. Uno acerca del posible candidato i vicepresidente, el senador Edward
mglesas al Río de la P lata, en 1806 y 1807” de Jo sé Luis M olinari (1973); Brooke, en 1976, se refería a la|histór ia de la música afronorte americana,
La m úsica y danza de íos n egros en el B uenos A ires de los siglos X V H Í el Renacimiento de Harlem, elj garva yismo e intelectuales como W. E . B.
y X IX (1957), “Negros libres rioplatenses”, (1961) y “E l negro en el Río Dubois, Langston Hughes, Eldridge Dleaver y M artin Luther King.5
de la P lata” (1970), todos de Ricardo Rodríguez Molas. Hay excepciones, E n ocasiones aparecen tem as afr argen tin os en los entretenimientos
por supuesto: “L a población negra y m ulata de la ciudad de Buenos Aires” porteños. L a comedia musical ide 19* :0 E l candom be de San Baltasar se
de M arta Goldberg (1976); “Porteños de color” de Máximo Simpson (1967) basaba explícitam ente en música y 1 aile afroargentinos; al menos otras
y ‘Pardos y morenos en el año 80...” de Luis Soler C añás (1963). Pero el tres revistas de la década de 1940 in ¡luían a artistas negros en números
grueso de los títulos relevantes y la abrumadora evidencia de las conver­ de candombe. L a obra de Rolando Gm zález Pacheco Cuando aquí había
saciones con los porteño^ blancos sugieren que aquellos que eran anterior­ reyes, presentada por primera] vez e: 1 1947, era un drama de la vida en
m ente “gente de color” se han convertido ahora en “negros”. Podríamos la comunidad negra durante el período de Rosas. Los “reyes” del título
volver por Un. m omento'a la explicación que da E len a Padilla de la signi­ se refieren a los presidentes dé las n tciones africanas. Podemos suponer
ficación de trigueño en Puerto Rico: “L as personas de las que se habla en que el elenco original de la obra era ilanco, ya que fue representada por
su ausencia pueden seij llamadas negras, pero es probable que en su prim era vez en yiddish, y afroargentinos que hablen yiddish son una
presencia se lás describa como trigueñas”. Exactam ente este sistem a de especie muy rara en verdad. L]a obra tuvo bastante éxito como para que

246
247
de los acontecim ientos m ás p a u la r e s S £ S £ ? reP fesan taciones. Y uno
n o de la parroquia de S a n Tebuo, en 1956 v n n t í f ? ^ dej sesqu icen ten a-
fueroncandom foes realizados por a r g e n t a o s festlv aI en 1966, que sus antepasados eraV africanos ' * H a ta no tenían idea de
Toda vez que yo h ab lab a d * i* negros y blancos.6
L a a ‘ ™ e]d,i a t ,a resp u esta de in te ré s y curiosidad re s a? en tin o s. h a b ía
h a m ayoría de la s personas ron i L 3 S d d respecto de m is hallazgos
exornaciones trad icion ales: la s g u e i r a s ^ a E a l T ^ f mG p resen tab an las
el m estizaje, con in fa lib le r e g u lS d a d S h io i ** de C a l i d a d y
te m a conciencia de qu e h u b i S S l d o ^ n l ! ^ peqaeña m in o ría no el “ u to3 d erech ^ d eM n l ^ l *l ^ 7 L ° £ - t £
g n ieso de la población tie n e n o ticia do nel fra en Ia A rg en tin a el
cán o n e s tradicionales. U n J ^ lr h ^ P^ CÍ6ny aceP ^ e S l ? tra n sfo n n a d o p o re lsu ffiS T n to L ^ r ' fiera de las selvas a f r C Í ?
ex p h car la s direcciones que m i in v estíeación 0I atmKní e, m is in ten to s ^ o r ceremonias de las naciones ^ c¿ a s r e ™ ' ^ ° ^ 10 ^ ssi desechaba las
tados queproducía, tu vieron u na r I S u e ¿ a £ f t3 b a to m a n d o y los resul- persistía en tra ta r a la cultura y la so cied ^ f 1 Jueg0 de muchachos” y
f n J ° S ^ en? nos se a s i s t í a n eg a tiv a . L a m ayoría
perversa.1J E1 era incapaz d^ e n t e n d í »7 afroarSentiua como idiota y
<lu a l.]as prácticas"aíncáhas y a rg e n ta » 1 -pr° Ces0 di . ^ e r e tis m o por ¿l
gúíaEqueyo, c o i^ e x tr a jije rc r n^podía ■ " ^ .j^ iis s a ja s j J K n . " “ « ¡ » p i S p & i í

i c a r i a s ““ « L * d t a r e S L r m e n T e y í Undr entaIeS da> « » ro , el mism o v


afro arg en tin os en el & d de la P l X ° o t L d r h ° braS b ási¿as sobre los
f ^ Ínos n ®ces^ta una^utótancial reririón^Ya*16 *1 hl,S toria de los afroar- p rejuicios análogos. U n ensayo d e 191 fcito H e fi.h b r° S 7 artícu lo s d elatan
autores de la comunidad negra solirit^K ^ en a década de 1870 los anteriores se cierra con la r e fle x ió n H » fr e c u e n te m e n te .e n ,c a p ítu lo s
gentmos en el lugar que l e í coíesp ^ nd e L3 rf St?P racidn de los afróar- trabajo, pero disminuyeron en mnrhn i^36 *?s afroargentinos “aportaron
historiador argentino M. F . MantiUaPa n o t / J 3 íu ston a argentina. E l Un libro de 1965 s o b ^ a S r i í d í f™ *1T * 1y Cultural” d^ 5 s *
negro?) como “hijo atávico del r i t w ¡ tangi^ describía a “negro” (; cuál
£ l = t a S s £ r ,s = Buenos A ires valió el ritm op oríloírei ¡L ^ o s í? 3**3 <!?n!0 <<para el negro de
lismo y la pasión”.13 Una serie de hr» f e g o s de la injuria, el alcoho-
g^ tm a ÍJne aparecieron en 1970 en la ! í f ayi°S sobr? la historia aíroar-
^ i p h a circulación, T odoes h i ^ a i de * * * « * , de
de los historiadores del siglo X IX nava J ? 3 ?ílsés I!acistas directamente
z r a ‘c,po ?„ dt HtistoT ™ ¿s k
Molas, otro historiador árgentino ron M - ° en 7970, A cardo Rodríguez jubilosas y a los hombres estúpidos y p ^rezosoín* 3 3S mujeres gordas y
asm o sentim ental que rcJdfa la W " pudo W a r s e del romanti ba? Pintoresca comunidad n e t a d ¿ S ®sup? estam ente forma-
F etch it siguen viviendo, a u n q u f e lt £ ? ° 3n5Í 7 * Je m ^ a y S te p in
reflexnjn sobre “aquel barrio A d ició n d nnp l Í U f U Serie con la ritu al
de esta gran capital han barrido | S S S ¡ ? 1 Clvlh" ación 7 el progreso
nos hermosas casas y palacios s i m t e oI ^ m aqUelI° S inmundos terre-

y ^ ^ j n p a -ado ® intensificad o por la creen cia


autOTes h á ñ reconocido1" ^ mifo^ con Ain p^” ^a eismó. A lgunos
siendo la idea pred om inante e ? I ? n ■engano qu e eá^S pero^ sigu e
ciones con m uchos argentinos^ & argentino- L a s c o n v e S -
creen sin ceram en te qu e su p aís U tJ? & T °stf aron am p liam en te que ellos
a s S r « - r s s m enudo com paraban su p a íá co n E s E s f e P^leS ? “ 1 d e racism o: a
eran incapaces de realizar tareas sin ,?n í ¿ S ?P Uestaípente> los negros
un hecho bien publicitado de la r i d T ? d U ^ldos> donde e l ra cisnÍo es
m a ^ exp lícito por un grupo.de cien 3 ia n a ' ? s te co n traste fo e hecho
ca rta a b ie rta en octubre de 19 76 ni ^ r6í arf®n ^ n a s que^^escribieron una
los áfrn SanteS b e r z o s de R ossi p m p r e " e n t e r a r Perjudicado por Por la s sesiones que é ? p r e ^ f “ af ( - fo n a M F r e s e r p a r a p r e s t a ?
ufrouruguayos como séres in fa V e s e ^
hum anos en la A rg en tin a r q o 3 <e Ias violaciones de los derechos
no te n ía n nin gún i r e c h o a ce n S rr a ^ t e ™ M - qUe loS E sta d os Unidos
ar a A rg en tin a por supuestas viola-
dones de los derechos humanos desde que esa nación misma se había histórica confusión entre raza y clase en todo América Latina. La gente
desempeñado muy mal en el área de las relaciones raciales. Afirmaban de color acomodada podía adquirir el derecho a describirse a sí misma
que la esclavitud había sido abolida en la Argentina m ás de 150 años como blanca, y jo s rótulos raciales se tom aban de naturaleza .tan social
antes (1813) y que la Argentina “nunca tuvo discriminación racial en las como biológica. Pero queda el hécho de que hay una correlación suma­
escuelas o medios de transporte”.18 E stas afirmaciones, por supuesto, son m ente fuerte entre el color de la ¿ie l y la clase social, y que los argentinos
falsas. L a esclavitud no se abolió de hecho e n J a A^ de piel oscura están expuestos a epítetos raciales nunca dirigidos contra
en Buenos'A ires ño hasta 1861, cuatro anos antes de que fuera abolida sus compatriotas blancos.
en los Estados Unidos. Y como hemos visto, la discriminación racial se E ste racismo, que se aplica a otros, grupos además de los. afroargenti-
producía en escuelas y en sitios de diversión "públicos- en todo él ultimÓ nos, recibe un reconocimiento tácito en las políticas dé prensa argentinas.
s íg lo ^ c ó n tíh ü á hasta él presente. Un periodista norteamericano que residió en Buenos Aires de 1973 a 1977
' J^ L á ~prmcipal rázori por la cuál los argentinos persisten en creer que me dijo que cuando llegó a la A rgentina fue informado por un colega
¡su país está libre de racismo es que tienen una concepción muy diferente argentino que había dos tabúes en la prensa nacional. Primero no puede
!de los norteamericanos respecto de lo que es racismo. Después de muchas publicarse ningún artículo referido al antisem itism o, que es un problema
¡conversaciones sobre esta cuestión con argentinos, he concluido que para serio en el país. Segundo, no puede publicarse ningún artículo referido a
lia mayoría de los argentinos racismo significa una reacción.automática, los problemas de la actualidad con la población india. D urante dieciocho
¡inmediata e intensam ente hostil a los miembros de una raza diferente de meses en la Argentina, presencié ocasionales excepciones a estos tabúes.
¡la propia. Si una persona no experimenta esa reacción, entonces no es E l periódico La Opinión (que dej¡ó de publicarse desde el arresto de su
racista, según las pautas argentinas. Esto es diferente del uso norteame­ editor, Jacobo Tim erm an, en 1977) era particularm ente directo en su
rican o, donde el racismo sin duda incluye esa reacción pero tam bién se exposición del antisemitismo en a Argentina, y en una oportunidad pu­
Considera que abarca la creencia de que la inteligencia, las capacidades blicó un informe sobre la situaci to desesperada de los indios que viven
naturales y la conducta de una persona, así como otras cualidades no en los alrededores de Barilpche. I ero, en general, el periodista argentino
físicas, están irrevocablemente determinadas por su herencia racial y que demostró ten er razón. E l p reju ici) que afecta a esas dos minorías argen-
¿el entorno tiene poco o ningún efecto para alterar los resultados de esa _es cuidadosamente ignorado. E n verdad, se ignora la existencia
(herencia. Así, en lo;s Estados Unidos se considera una actitud racista creer m isiñ ad é la población indiá dél'p ais, ta l cómo se ignoraba la continuada
/que los negros pueden ser ú tiles para la sociedad sólo en los oficios manua­ eá i?t? n“ a dé afrPafgefttinós en;-« Íisiglcí básM orDadÓ'qúé los judíos
bles. E n la Argentina, eso no sería considerado necesariam ente racista. V^l gtupp blanco'y éüfpp pr sséncía en él país “es compatible con lá
|Un tipo de observación que escuché reiteradam ente en Buenos Aires fue fito lo g ía nacional; y 'lós artículos sobré sus ártm dádés'coléctivas ó indi-
jle este orden: “pero por supuesto que no somos racistas. Cuando yo era ^ $ a! es a? at®cen n la p r é n s á ^ r te ñ a .É ^
joven mis padres tenían una sirvienta negra, jy a nadie le parecía mal!” a lá población áfroáfgéntiná, ahor; t que es demográficamente insignifican­
TÉn un escrito de 1927, Alfredo Taullard ofrecía como prueba de que en te, es perfectam ente permisible pi blicar artículos sobre su “desaparición”
la Argentina no hay racism o el hecho de que los’ porteños nunca dudan y los restos que quedan de ía com anidad. Tam bién, ahora que los negros
en hacer negocios con los vendedores callejeros negros.17 Los ordenanzas más o menos han desaparecido, js poco usual h allar a un porteño que
del Congreso, de lbs cuales varios son aún negros o mulatos, se suelen adm ita sor antinegros. Respecto le los indios y los judíos, sin embargo,
citar como evidencia de la falta de racismo de la Argentina. Si el país las expresiones públicas dej sentí: niento racista no se consideran social­
fuera racista, dice él argumento, ¿perm itiría que hombres de color traba­ m ente inaceptables, y en ocasior es uno escucha las declaraciones más
ja ra n en las oficinas del gobierno? E l argumento contrario, de que es inquietantes im aginables, que lle¡ jan hasta incluir.deseos de eliminación
racista restringir ja los trabajadores negros a los niveles inferiores del masiva de ambos grupos de lá vida argentina. L a autobiografía del general
servicio en el gobierno, se desecha como irrelevante. Perón, tra s describir los juicios de crim inales de guerra nazis en Nürem-
berg como “una infam ia...laj enormidad más grande que nunca pérdonará
Hay una variación m ás sofisticada del argumento de la ausencia de la h istoria”, prosigue relatando su s reacciones a las propuestas de que su
/ racismo. Algunos argentinos admiten que hay prejuicio contra los argen- gobierno liquidara a la población j idía argentina. E l rechazó la idea sobre
| tinos de piel más e scura, pero afirm an que ese prejuicio es de naturaleza las bases de razones prácticas: “¿Cómo se figura usted” le replicó a un
> clasista, no ra cia l.18 Sin duda es cierto que las líneas de clase latinoame- asesor, “que yo voy a meterme en esa m araña del problema judío cuando
•^ricanas son mucho menos fluidas que las norteam ericanas, que el movi­ usted sabe muy bien que H itler, <on sus cien millones de habitantes no
miento a través dje ellas sé produce con muy poca frecuencia, y que ,lps pudo resolverlo, y qué voy ja hac ir yo con quince o veinte millones de
miembros de las clases superiores tienden a considerar con gran desdén argentinos?”19 E n cambio, jPerón propuso e implementó la solución de
a los miembros de las inferiores. E ste argumentó tien e otro apoyo en lá permitir que la población ju día trfabajara y produjera para él bien de la

250
en

P a r te por los a frn ? ; ^ 61 de la carencia « » » « te n te , Peicolégo r e s ^ f e que ^ ^ * ™


cam énte era w S n í t > 1 adn«sión. El director dJu l 7 , desPld i<5 al
co n u na a r g e n ^ ? j ntlnos ^ s m o s . U n i m m V r a n P romovido en
q u e m i c h ic o “ , ? ? Wanca ^ qUe « S ^ V * 6 Cabo V erdecasado que sufre d e ^ 5 » y P o r " ¿ t t e& „ r fr6nÍ-
i r a l cine *? en £ i £ d S ^ probIe^ . Y a ve ‘ d e c W tó n p ú b iS ^ t a
“¿Dificultades? ¡Por ¿»' ^ a lmui£ ran te de Cabo Verdee«¿Creeí? Ue P0* * »
cinco o siaie ^ i ~or favor! Aquí no hav »r* v e. e estuvo de acuerd»
te o e a raw n ; E l h í p rd ier™ os“ ^ ^ ^ ya Kr" ’^

suaves de £ en c o m p a r t S ó n S s í 111^ 1131146


Vecindad que h a b l a d í pareJ a f m ixtas o senrillam bIancas- 0 los
i ñ S ^ ~ = i 5S ? K r ? Í X 2£

SET
n o s o n m a l^ f^ r ic a n a s , los n o C g ó s T ^ 3 ~ 6n da h ¡ E l presidente del club a L , „ ’ * eU° S eran
a los bailes d e ^ a®“,e" 0f 4 ires- C u a n d fm iL S S ^ v n ^ 8 “ A c i a l e s
nos imn*»qjftlliÍP ^ fva? del Shimmv Cluh n*, ~^P083 ^ y° fuimos invitado« S S a x a — * * —
afro arg en tin o so ar^ ^Ue a Población h a declinad» GFa m^s acÜvode
realidad e “ " 6^ 1» ^ Ia m X d e C f ' £ £ “ “ ' * ? « W n ^ a !
especial entre b ^ C° munes las Parejas en one i m i T 3“ birrac*ales. E n y i r a d ^ i o n ^ d ^ ^ ^ ^ ^ ^ j ^ ^ r e ^ d o s e n m ^ ^ e r l a s ^ 116 l0? * * * *
nidad h a e f e c t L Í ? C(? nunida<i. O tra |ente au«?h» I I * -f8 organizaciones
«»aúnes e í T a s » ^ U s « * » . en muchos afroargentino^T3010^®8 ^ Jogas% AfliiridS*0 la comu“
con el resultad j^cadas de 1880 y 1890 a«« ne^ros e italianos va
herencia c o i ^ S ^ JÓV1®nes ^ m í a S d e s p ^ n ^ ? 01* Su negritud,
de las áreas de la ^ iu d d * V!,cindad P ía m e n te S ^ d e V V 'stualidad> impulso de S n S Í ^ ° n hacerí° sus a n te p S d ^ d 4311 pronto & su
gentinos. Tan conioí^ d 1“ donde m n m ás fre cu e n rin tfd ^ Boca es ““ a mucho de fos S S 68 “ a S S n t í S “ Unsig1“- E ste
Sidney P o i t í e r ^ f c S f a o r t
K l a u t o r 6^ " « ^

T c i S ? a ^ n~ ° ° de¡nL^ t e d
Ce t l
SUS baüazgos aTnóMi ° actI1^®en<
se quejan de q i L s t f F 5 actores a f r o a r g e S L o ^ ^ÚteC^ Rcil iü^ e~
mayordomos y criad“ P “ k s Iele« a a la m ^ r e t e e t ó l f d ateIev¡stón
lograr un pan elT ^ * L en ocasiones de m ú sim ? l T Ó ?® paPeles de ~ nt5e ^ ^ 3 f F 5s s s s
Charol a f i n a ? * ^ ^ f 0^ 00 en una producción «»Posible
la Argentina p (luisiera pasar por resantid» ar^en tin a* E l actor Rey :
tino informé q u ^ i e r t ^ ™ racismo enlapado” S ’un“m é d ^ S ““ 116 a I

S r £ “ ¡
* ¿ W S 2 !» é f S S S tf
252
argentinas, presentaban un sketch demostrando cómo el racismo actúa de Buenos Aires”, La Opinión 6 le julio de 1976, p. 17; y ‘Puntos de vista:
en Buenos Aires, y trazaban el desarrollo de la m úsica aíroargentina. E n Negritud”, La Nación, febrero de 1976, fecha exacta desconocida, página edi-
una entrevista realizada después del espectáculo, la s herm anas hicieron . torial. x
clara su conciencia de las insuficiencias de la historia ¿froargentina ta l 5. “Brookie reivindicaría la muerte c e Bessie Smith”, La Opinión 16 de noviem­
como se la escribe actualm ente y su resentim iento por el hecho de que el bre de 1975, p. 2. .
rol de los negros en la vida nacional ha sido ocultado y olvidado. Conside­ 6. Néstor Ortiz Oderigo, Calunga, croquis del candombe (Buenos Aires 1969)
raban su espectáculo, que esperaban presentar en el F estival de las Artes pp. 72-75. ’ ’
Negras de Nigeria, como un paso hacia la revisión de esa historia. 7. M. F. Mantilla, Páginas histórica? (Buenos Aires, 1890), p. 358.
Las herm anas m ism as son una documentación viviente de la gradual 8. José Luis Lanuza, Morenada (Buenos Aires, 1967), p. 7.
desaparición de los afroargentinos. Aunque Susana m ostraba un ancestro 9. Ricardo Rodríguez Molas, “El negro en el Río de la Plata”, Polémica 2 (mayo
africano visible, Carm en sería considerada blanca tanto en la Argentina de 1970): 38.. j
como en los Estados Unidos. Son h ijas de un padre mulato y una madre 10. Vicente Rossi, Cosas de negros (Buenos Aires, 1958), pp 39-40
italian a y, como observaba una crítica de su espectáculo, las mujeres “se 11. Ib/d, pp. 69-70.
han blanqueado peligrosamente es decir, hasta el punto que no se puedan 12. José Luis Masini Calderón, “La e¡ ¡clavitud negra en la República Argentina
considerar afroargentinas”.25 Su blancura no impidió un incidente durante - Epoca independiente”, Revista dt la Junta de Estudios Históricos de Mendo­
el intervalo. Al parecer irritado porque las herm anas hacían un intervalo za, Ser, 2,1 (1961): 156.
demasiado prolongado, uno de los organizadores blancos del espectáculo 13. Francisco García Jiménez, E l tang o: Historia de medio siglo, 1880-1930 (Bue­
se quejaba en voz a lta en él vestíbulo acerca de “estas negras y su falta nos Aires, 1965), p. 8. 3
-- de disciplina”. Los afroargentinos pueden blanquearse considerablemente 14. León BenarÓs, “Nepos en Buencs Aires”, Todo es Historia 40 (agosto de
y sin embargo no escapar a sú herencia africana, en especial cuando la 1970): 25. Ver también León Benaijós, “Oficios de negros en el antiguo Buenos
exhiben al mundo como una fuente de orgullo. Aires”, Todo es Historia 34 (febre: o de 1970): 31.
De modo que continúa el proceso de desaparición, y los argentinos 15. Ver Avellaneda, “Prohíbe la Junto ”; Rodríguez Molas, “El negro en el Río de
de color se aclaran y entran en las filas de los blancos. H a continuado la Plata”, Polémica 2 (mayo de 1970): 38; y Ratier, E l cabecita negra, pp. 17-30.
por tanto tiempo, sin embargo, y con tan ta frecuencia se h a declarado 16. “Carta a un legislador de los Esta los Unidos”, La Opinión, 30 de octubre de
prematuramente sú conclusión, que uno se pregunta si dé verdad los 1976, p. 7. i
afroargentinos desaparecerán de Buenos Aires. T a l vez un día no haya 17. AlfredoTaullard, Nuestro antiguo buenos Aires(Buenos Aires, 1927), p. 355.
realm ente gente négra en la Argentina. Pero en un sentido m ás grande 18. Leslie Rout también encontró est 5 argumento en Uruguay (Rout, African
y más profundo, los afroargentinos nunca_desa^^ecerán. Ellos áyúdáron Experience pp. 200-201). Para obs irvaciones análogas relativas a Brasil, ver
a que Buenos A ires sea lo que es, y viven en la historia dé los ejércitos Carl Degler, Neither Black ñor White (Nueva York, 1971), p. 98; y para
argentinos^ en los santos y vírgenes negros que aún se ven.gn las iglesias Venezuela, ver Winthrop R.¡ Wrigh t, “Elitist Attitudes toward Race in Twen-
dé Buenos Aires, en la milonga y él tango,'y b ii la s pinturas que evocan tieth-Century Venezuela”, en Rob r t Brent Toplin comp., Slavery and Race
5 pasado úé la ciudad, éñ las palábrás portenasque tienen origen africano. Relations in Latín Americaj (West] ort, Conn., 1974), pp. 327-28, 331-36.
^ - ^ — "v,f gjq sangre fluye e n la s venas de la Argentina, y los áfróárgéntinos siguen 19. Torcuato Lúea de Tena y otoños, conips., Yo, Juan Domingo Perón (Barcelona,
1viniendo, olvidados pero no desaparecidos. 1976), pp. 86, 89-90. A principios de la década de 1950, Perón fue hecho
presidente honorario del Instituto ] ntemacional Antirracismo de la cantante
y actriz negra Josephiñe Baker. I erón la había invitado varias veces a la
Argentina y había apoyado la aperí ura de una oficina del instituto en Buenos
Sd ñ ;> 1. Máximo Simpson, “Porteños de color”, Panorama, junio de 1967, p. 78; y Aires. Perón recuerda que én cierl o momento, Baker estaba tan conmovida
Leslie B. Rout, The African Experience in Spanish American, (Cambridge, ’ por la gratitud por la ayuda de él que let pidió que le permitiera besarle la
1976), p. 195. | ;V mano. “Y esto me emocionó mucho porque era una mujer humilde, una gran
2. Ver la monografía breve pero interesante de Hugo Ratier, El cabecita negra artista, una luchadora, y porque j ensé también en esos prejuicios que los
(Buenos Aires, 1^71). negros anidan en su mente jcuandi se encuentran con los blancos. Ella era
3. Simpson, “Porteños de color”, p. 78. una mujer culta y de exquisita ed icación, un poco vencidá por la edad. No
4. Marta B. Goldberg, “La población negra y mulata.de la ciudad de Buenos;! me pareció atractiva como mujer”, [ibíd., p. 9 2 ).:
Aires, 1810-1840 Desarrollo Económico 16 (abril-junio, 1976): 75-99; Andréé? 20. Simpson, “Porteños de colorf, p. 85
Avellaneda,- “Prohíbe la Junta el ingreso de esclavos”, La Opinión, 28 21. Era Bell Thompson, “Argentina: U nd of Vanishing Blacks”, Ebonv octubre
mayo de 1976, p. 8; Blas Matamoro, “Los negros han desaparecido del ámbito;’ de 1973, p. 84. i

254 255
22. Simpson, “Porteños de color” p 80

23' Ä Ä m i “ °' Aires de W . Seviste

Apéndice
¡
A
^ •

C a te g o ría s ocu p acion ales en u m erad as


en la s m u e stra s de los cen sos m S p S e s
de Buenos Aires de 1810 y 1827

Las categorías ocupacionales em


siguientes ocupaciones enumeradas \ enÍ w 6n * t TablaS 3‘2 y 3 3 contienen las
ios censos.*
Propietanos: estanciero - hacendado
conventillero.
Profesionales: contador q u ilc o - b»
abogado - oficial militar - notario " médÍC° " frntionario del gobierno
agrimensor - graduado universitario
Comercio: corredor - negociante - coi
t e ñ o o amo (de tienda, negocip, etc.)n aerciante - fondero - repartidor - provisor
- puestero - almacenero - pulpero - abaste-
Pequeños agricultores: quintero - labi
ador - afincado. '
Artesanos: panadero - barbero - cirujan
tintorero - grabador - armero - talal ,a , ¿ r er0 ' Caf nicer0 - c i n t e r o - tonelero
harinero - músico - pastelero - confitekartero
i - sombrerero - albañil - molinero
platero - sastre - hojalatero - re ojero
X S o farer°
Semicapacitados: barbero - velero - celad
cigarrero - cochero - cocinero { cuerd lor-crnTetilIero-calafateador-chocolatero
fideero - ordenanza - pintor - policía - tt a l ' . ? ™ ’ , " ' ' 0 ' pescador • colchonero
soldado - curtidor - mozo - boterb - sen•armero
no.
- costurera - sacristán - desollador
No capacitados: jornalero - peón - b<
changador - barraquero - aguatero - r» vero ; lavandera - mucama - sirviente
Inactivos: reformado - retirado - .ero - aserrador - de conchabo.
estudi mte-jubilado.

* Deseo reconocer la ayuda dé Thomaí


preparación de estas categorías ocupad, Shick y Juan Carlos Garávaffliaen P
I >nalf I ’.Ver tánibián-Mark D. Szüchmar
a t e F ; Sofe& •""»
a Classificatory Scheme”, Latín jfraerict onal Stratification Studies in Argentina
■m Research Review 11 (1976), 159-71

257
Apéndice B
L a s m u e stra s de los censos
m u n icip ales de B u en os A ires
en 1 8 1 0 y 1 8 2 7

Para garantizar una muestra lt bastante grande de afroargentinos para un


análisis estadísticamente signifícate o, la población fue estratificada para el mues-
treo en dos categorías, aíroargentinc s y no afroargentinos. Esta última categoría
incluye blancos, indios y mestizos. L i primera incluye pardos, morenos, negros y
mulatos. Del censo de 1810 se tomjü una muestra de uno de cada siete de los
afroargentinos (14,3 por ciento) y tu.a muestra de uno de cada catorce de los
blancos, indios y mestizos (7, Ij por d 4ntq). Del censo de 1827 se tomó una muestra
de uno de cada ocho aíroargéntinos (12,5 por ciento) y una muestra de uno de
cada veinte blancos, indios y mesti tizos (5,0 por ciento). La selección de la muestra
se realizó tomando cada enésima _perso:na hallada en las listas. En cada caso se
tabularon datos relativos al individjio, él jefe de su familia, el número de hijos
de la familia, el jefe de la casa y el ¿úmero de personas de la casa,
Ambos censos son incompletos, le veinte cuarteles, el censo de 1810 carece
de seis. De los catorce restantes, frreb no incluyen ninguna información respecto
de la raza, lo que deja sólo once cu írteles que contenían 18.854 personas, o el
57,9 por ciento de la población de los ¡uarteles de los que perdura la información*
Para 1827, la ciudad se había expai dido y se la había organizado en cincuenta
y cuatro cuarteles, de los cus les dé uno al dieciséis forman el área central de
pobladón más densa. De los treintí y seis cuarteles para los cuales perduran
hojas, cuatro y parte de una quinta no contenían ninguna información sobre la
raza y por lo tanto no fueron in iluidos en esta muestra. Cuando se hizo el maestreo,
se tomó evidente que la población a|roargentina en los distritos suburbanos era
tan escasa como para tomarla de po< ó valor en el análisis de tendencias entre la
población negra y mulata. Por lo tar to, decidí no muestrear los cuarteles 30,31,
34, 50 y 52, dejando los cuarteles a 29, 35, 46, 47 y 54 que sirvieran para
presentar las regiones alejadas abru nádoramente blancas de la ciudad.
* Marta B. Goldberg, “La población nieigra y mulata de la ciudad de Buenos Aires,
.1810-1840”, Desarrollo Económico 1( i (abril-junio de 1976), 79.

259
Apéndice C
C oroneles afro arg en tin o s, 1 8 0 0 -1 9 0 0

^ ^ >arin’ Manuel Macedonio (1781-lii


Afiica occidental y fue traído k Buenm Barbarin nació en la costa Balabar d
38 Aurea como esclavo. No es claro en qu
t Qht^ o s u libertad, pero áparecX
_j>or primera vez en los registros militare!
1 pM:d como sargento (Je la m í
jhcia negra durante las invasiones ingles*
1 " • f r o n t e se convirtió eri t¿ a
cuente coronel de regulares y segundo jefe
¿I T 7 de Buenos ^ Erjlnun partidario del régimen de Rosas, y su
itonosenla Gaceta Mercantil, el periódico

iBarcala, Lorenzo (1795-1835). B a r a ja r e


^ a v o s africanos. Ingresa en el serví,ració
i en la provincia deMendoza, de padres
^ resto de su vida en uniforme. Se desein n o militar a los dieciocho años y pasó el
fie rra con Brasil, en varias campañas tjfe*enóen las guerras revolucionarias, en la
- incesantes guerras civiles entre unitaii ; ^ a í ° f mí os y eQ ^ b a s partes de las
•coronel en 1829, sedesempeñó de 1831 a i8 3 5 Í Í L 0bteniendo eI rane° <*e
Facundo Quiroga, gobernador de las pr 1835 bajo las órdenes del caudillo federal
Quiroga fue asesinado en 1835, BarcUIa t C? d°bay La Ri°ía- Cuando
,|I gobernador. Molina de computar pá*volvió a Mendoza donde fue acusado por
ejecutado por un pelotón de fusilJunienfc ia derrocar al gobierno provincial. Fue

Cabrera. Nicolás (1780-1832). ü jpard o


3iacido^ 1'la P ^ in c ia de Córdobá, poste­
S S 611? PabT a foe ^ d a d £ á Btíe
capitón de la milicia negra en 1806. S inónos
i, Arres, donde se.elevó al rango de
,fiie-nombrado comandante de laíailicia ó en el ejército revolucionario, en 1815
Aires, y fue hecho teniente coronel de re^ de hombres de color libres de Buenos
Hulares en 1819. AI año siguiente perdió
S * * razon®s políticas y entró ,
Rosas le devolvió el cargo’de ten iin te cb: !n ? Premat«ro. El gobernador
1 cuerpo de Defensores de Buenos! Aires•onel en 1830 y. lo asignó al servicio en
labrera murió dos años más tarde.

0/51
Irrazábal, Pablo (1819-69). Un negro nativo de la provincia de Buenos Aires, causas naturales en 1866. Fue nombrado coronel por el gobernador Rosas y se le
Irra2ábal nació en la ciudad de Mercedes, a unos 65 kilómetros de la ciudad de dio el mando del batallón Provisional en 1§45. Sus talentos eran tales que se le
Buenos Aires. Combatió en las guerras civiles y pasó la última década de su vida permitió conservar el rango y el mando b4jo el gobierno unitario que sucedió a
atacando la final resistencia federal, al gobierno unitario en el interior. Fue per­ Rosas, y él pasó a servir en la legislatura pjrovincial de 1856 a 1862. Después de
sonalmente responsable de la captura y ejecución de Angel Peñaloza, “él Chacho”, su muerte, ¿ un batallón del ejército provincial se lo denominó, en su honor
uno de los caudillos federales más famosos de la Argentina. Batallón Sosa. ’

Máldones, Estanislao (1826-76). Nacido en la ciudad de Buenos Aires, Maldones Thompson, Casildo (1826-73). Porteño nativo, Thompson sirvió bajo las órdenes
inició su carrera militar a la edad de catorce años en el Batallón Restaurador del de Domingo Sosa en el Cuarto Batallón de la Guardia Nacional. En 1868 se lo
gobernador Rosas. Su sobresaliente desempeño en las guerras civiles y en la nombró teniente coronel y comandante del Segundo Batallón del Tercer Regi­
guerra del Paraguay le valió su promoción a teniente coronel en 1868. Con la miento de la Guardia Nacional, sucediendo en el puesto, a José María Morales.
salud quebrantada por el servicio en Paraguay, minió a la edad relativamente Hombre polifacético, era un distinguido cantante y compositor, así como fundador
joven de cincuenta años, pero no antes de arreglar la admisión para su hijo, de la Sociedad de ayuda mutua La Fraternal.
Estanislao, en el Colegio Militar. El joven Maldones se convirtió en mayor deí
ejército regular. Nota: las biografías de Barbarin, Barcala, In azábal, Maldones, Morales y Domingo
Sosa pueden hallarse en Jacinto R. Yaben, B 'ografías argentinas y sudamericanas,
Morales, José María (1818-94). Un pardo nacido en la ciudad de Buenos Aires, 5 vols. (Buenos Aires, 1938-40).
Morales fue originalmente aprendiz de hojalatero, pero en 1838 partió de Buenos
Aires hacia Montevideo para servir entre las fuerzas antirrosistas en el exilio.
Regresando a Buenos Aires con los’ unitarios victoriosos en 1852, continuó sir­
viendo en varias unidades de milicia y regulares que combatieron en la guerra
del Paraguay.y en una sene de disturbios civiles. Se desempeñó por tres términos
como legislador provincial, y avanzado en su carrera, sus colegas legisladores
propusieron que se lo promoviera a general. La idea fue rechazada, por razones
que permanecen oscuras, y. Morales murió en 1894 como coronel.

NarbonagJosé (7-1850). UnáVfigufca oscura de la que se sabe póco, Narbona- fue-


un destacado partidario clel gobernador Rosas y un supuesto líder de la policía
secreta de Rosas, la Mazorca. Un négró, Narbonase elevó a los cargos de teniente
coronel y comandante del batallón Restaurador. ■■■■-' .

Pesoa, Inocencio (Ca. 177.)-?). -También perdura poco material sobre Pesoa, el que-
experimentó una vertiginosa serie deprojnociones entre l86&;y 1813, elevándose
del puesto subordinado de sargento de lámilicia negrap^ara¿advertirse én tehiénte
coronel del Batallón de Pá 'dos y Morenos dél Al£oFei^Dés|piés de eso desaparece:
de los registros militares, tal vez muerto miéfitri ijiga uña campaña.

oosa, Agustín (1775-Ca. 1820). JJn pardo brasileña^pe'eifogrft a Buenos Aires


vía Córdoba, tanto se distinguió Sosa duranteíás uÉyasiÓne%dnglesas de 1806-7
que file recomendado por ios oficíale? reales pará'la promoción a teniente coronel :
de milicias, un rango sin ¿reced^tes-pár^utí^ombr^ de colpr. La Córirná aprobó
la promoción en 1809. Sos a se imió-ál ejércitb revolficiónano en 1810 y fue coñfiivv<
mado en el rango de teniente roi^úpl^erógi^ares año sigúiéñte. Ño es clarojí
en qué fecha se retiró del servíció‘m n i$ ^ ,/>f¡ *

Sosa, Domingo (1788-1860)- ^ stì&Sosa, Domingo ingresó en el servicios;


de la milicia negra en 18^)8; ^e'unifoíme hasta su muerte, ocurrida ;por;

262
Apéndice D
O rígen es y nonibres de la s n acion es
a frica n a s de B u en os A ire s, 1 7 7 0 -1 9 0 0

Africa occidental: Abayá - Auzá (H¡a;tusa) - Boraó - Carabarí (Kalabari) - Goyo


Main - Maquaqua - Mina (Mina N; Í ají, Mina Nagó) - Moros • Sabalú - Santé
(Ashanti) - Tacuá - Yida.

Congo: Augunga - Basundi -I Cambijindá (Cabinda) - Congo - Loango - Lubolo


Lumboma - Luumbi - Mayombé - Mon boma
i - Mondongo - Umbonia - Zeda- Zongo.
Angola: Angola - Benguela - CasancI te
< (Kasapjé) - Ganguelá - Huombé - Lucango

fe :
Majumbi - Muñandá - Quipará (Kibala ’ y) - Quisamá (Kisama) - Umbala.
Africa oriental: Malavé (Malawi) - Mi£ncinga - Mauinga - Mozambique •Muchague
Mucherengue - Muñambani.

Afroargentino: Argentina Federal.


I
Afrobrasileña: Brasileños Baléanos - Nación Brasileira.

Desconocidas: Bagungane - Hambuei o - Monyolo - Villamoani.

Le estoy agradecido a Ja n Vansina ar su ayuda en la localización de nombres


de lu c r e s africanos. Utiles fdentes : ecundarias influyeron, Philip D. Curting,
The Atlantic alave trade: A Gensus (Madison,
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265
BIBLIOGRAFIA

ARCHIVOS

La investigación para esté libro pie realizada en varios archivos argentinos


y uruguayos. Esas instituciones, con 1;ÍS abreviaciones empleadas para identificar-
las en las notas al pie,fueron:}
Archivo General de la Nación, Buenos Aires (AGN).
Archivo General del,Ejercito, Rueños Aires (AGE).
Archivo General de la Ilación, Montevideo (ÂGN, Montevideo),
Archivo Histórico de la Provin áa de Córdoba,
Archivo Histórico de la Provin ia de Entre Ríos,
Archivo de la Parroquial de Me nserrat, Buenos Aires,
Archivo de la Parroquial del Se corro, Buenos Aires.
Archivo de la Parroquial de la Merced, Buenos Aires,
La mayor parte de la investigac ón fue realizada en el Archivo General de
la Nación en Buenos Aires. Entre las áientes allí consultadas estaban los registros
judiciales, militares y policial ;s, los registros ;notariales, los censos, informes y
documentos oficiales del gobierno, j testamentos. También fue de utilidad la
colección de grabados y fotografías q íe se encuentran en el Archivó Gráfico del
Archivo General de la Nación
El archivo militar, el Archivo Ge:neral del Ejército, contiene el registro de
servicio de oficiales que se han desen^;peñado en los ejércitos argentinos desde la
independencia. Este material fue inval'orabíe en la preparación del Capítulo 7.
Los archivos provinciales! de Có rdoba y Entre Ríos,, así .como los archivos
nacionales de Montevideo, contiene* censos que fueron útiles para verificar el
grado en qué esas áreas estuvieron vinculadas con Buenos Áirés mediante la
migración.

267
parroqiiiales^^Buen^^^rerfora^o^unrrica^e^te^T^'f3^03 “ ,0S archivos
fica para ciertos individuos así como ™,ÍL ? n ^ d información bibliográ- A cardos del Extinguido Cabildo de Buenos A ires' SS ™1o d .
seguidas por dos o más generac L ° P &WhaS ■ * « * » - * ■ que fueron
A^ r Ä i ^

* *
X f r M“ m ^ ^ s ^ nteríaJeLínea¡ La
s" - * *

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P ectura de once publicaciones diarias y semanal!.*Valoraí>les)’ ® cohcentré en *-■
E s ^ publicaciones, los akos que Iei i n t e í * 7 T 1^ del ^ « P a sa d o , en ar^ L eó n , “Negros en Buenos Ai, es”, Todo es Historia, 40 (agosto de 1970):
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Aónargentinos por lugar de nach liento en Buenos Aires, 1810
5.4. 84
y 1850d60naCÍmÍent° de It>S 3003 rgentinos enrolados, 1810-20
5.5. Proporción de niños de edad de C 85
a 4 años por cada 1.000 mú-
il u s t r a c io n e s jeres
Vr„ de ~15 a 44 c años
u en uucuuH
Buenos AAires, 1810 yy Loz
ires, Aöiu 1827i
5.6. 87
c i X de
dudad Ä Buenos
“ ! ? ^ y1822-2Ê* J W ™ 7 * * « * * * * ia
Aires,
Muchacho sirviente con su s am as 5.7. Matmnonios por raza en Buenos y 1854,1856-87
Aires, xoot
105
Un pastelero 39 5.8. muertes por raza en Buenos A ir >s, 1858-76 1858-76 106
Lavandera 44 106
7.1.
Bernardino Rivadaviá 45 1813-6<rientOS en algun4 s E d a d e s m ilitares por razá,
Un sobreviviente de las g u e rra s 97 7.2. 144
Retrato del coronel Lorenzo B arcala 150 n o ^ ° R ? !Ón ra. ial de, cuerpos de oficiales de algunos bata-
Retrato del coronel Jo sé M ari» nones, Buenos A re s, 1800-1860
152 7.3. 157
Retrato del coronel D o r k i n g T ^ ^ 153 Rango más alto conoddo ¿g ra d i por individuos de raza co-
Una comparsa de carnaval 154 nociaa en algunos batallones de Buenos” ------- Aires,
‘* -------------
1800-1860 160
E l compositor Zenón Rolón 190 Gráficos
E l payador Gabino Ezeiza 199
Un vendedor callejero ! 202 51
*

5.2.
* de edad» ciudad de Buknos Aires, 1810.
Pirámides de edad, ciudad de Buí:¡nos Aires, 1827
86
Miembros de la clase m edia negra porteña 215 89
E l emblanquecimiento de un ¿ a S 225
227

CUADROS Y GRAFICOS

3.1. Lugar de nacimiento de africanos residentes


en es 35
276

277
Indice C olección

Pág.
Aquí mismo y hace tiempo
R e c o n o c im ie n to s......................................................................... ...... ............... 7
1. E l en igm a de la desaparición .......................................................... 9 D irigida p o r Ju a n Carlos Garavaglia
2. E l m a r c o ....................................................................................................... 17
jS, L a esclavitud y e l com ercio de esclavos ...................................... 31
tran sició n de la esclavitu d a la lib erta d .......... .................... 53
y 5J Cómo desaparecieron lo s aíro argen tin o s .................... .. 79
C|>r' P o r qu é desaparecieron los aíro argen tin o s ............................. .. 113 O tros títulos en la m ism a colecció n :
L a s legiones n eg ras .............................................................................. 137 3
.8) O rganÍ2aciones c o m u n it a r ia s .................................................. .. 167 Ju an C arlos Garavaglia. Economía, sociedad y regiones.
9. Los aíroargentinos en la s a rte s . . . . ................................... ......... 187
10 - 1850-1900. L a declinación irrev e rsib le ......................... ............... 211 Susan Socolow . Familia y comercio. Los mercaderes
-11. B u enos A ires en u n a p erspectiva com p arativ a ....................... 237
12. E p í lo g o ..................í....................... .................................................... 245 del Buenos Aires virreinal.
Apéndice A ............... j . ............................... ..................... .............. 257
Apéndice B ...................................................... ....... ................. ................... .... 259 Carlos Marichal. Estado, finanzas y deuda externa.
Apéndice C ..................................................................................... 261 Argentina 1860-1890. |
A p é n d ic e !) ....................................................... ....................................... # 265
B ib lio g rafía ......................................................................... ................... 267
Ilu s tr a c io n e s ............................................................................................... 276
Cuadros y gráficos ........................................... ................................ 276

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