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Casi diez años después de ser publicado en (Viene de la primera solapa.

)
Francia, llega al público especializado la ver-
sión castellana del libro de André Green: La mental que, aun más que la muerte, le inspira ·
causalidad psíquica. Entre naturaleza y cul- el mayor horror, aquel del que sólo se tiene
tura, dond~ el autor despliega, a lo largo de los constancia por haber tenido contacto con ella:
tres grandes capítulos én que se divide el tex- la locura. Vienen luego la cultura y sus inci-
to («La interpretación natural del psiquismo», dencias sobre el psiquismo, con relación a lo
«La interpretación cultural del psiquismo»,~y, cual «Guerra y destructividad» es un recorri-
por último, a guisa de cierre, su «Actual con- do, basado en Freud y su preocupación por
ferencia de introducción al psicoanálisis»), la esta, de las respectivas posiciones e interpre-
mayor parte de los puntos teóricos y clínicos taciones de Raul Hilberg y de Arno Mayer so-
que confluyen en hacer del psiquismo huma- bre la Solución Final. Pero también un cotejo
no ese cruce de caminos del que este último de las concepciones de G. Dumézily de C. Lévi-
surge como resultado del accionar conjunto, Strauss acerca del análisis de los mitos. Y los
en el cachorro humano, de todo aquello que, a dioses, los dioses en el origen y lo que Green
lo largo de su vida, constituirá su dotación ge- llama la «arquipoesía mítica» con la bella saga
nética, como también de lo que será el equipa- Gilgamés y Enkidu, donde el autor ve una or-.
miento que le brinde el proceso civilizatorio. ganización pulsional en dirección al Edipo,
Nada de.esto se les pasa por alto a los lecto- mucho antes de que el Edipo hiciera su apari-
res de A. Green, autor de quien podría decirse ción en la ribera del Atica.
que hace·de la clínica, ese «estar al pie del le- Como corolario, tras invitar al lector a pro-
cho del enfermo» de la tradición hipocrática, y seguir su recorrido a través de la obras del
de la pulsión (acechante, acechadora, pero tam- psicoanálisis viviente, «ese que se escribe hoy,
bién, como él mismo se encarga de hipoteti- .ese que anuncia el porvenir de la causalidad
zar: «fuente y fundamento de la subjetividad»), psíquica», un rimero de voces, de ideas, de
dos de los pilares del psicoanálisis. .humor, de ·picardía, de profundidad, sin orden
Si ya en 1995 el autor alertaba sobre el ries- ni concierto cronológicos: Thom, Daniélou,
go que entrañan al respecto tantas interpre- Bion, Winnicott, Artaud, Freud, Shakespea-
taciones.se'sgadas (cuando no malintenciona- re, Montaigne, Hipócrates, Aristóteles.
das), más un tenaz rebajamiento del psico-
análisis por parte de nuµlerosos cultores y pro- ANDRÉ GREEN es ex presidente de la Sociedad
pagadores de las neurociencias, entendidas Psicoanalítica de París y ex vicepresidente de
como respuesta a todos los cuestionamientos, la Asociación Psicoanalítica Internacional. Fue
a lo cual se suma un estructuralismo que nie- profesor de la Freud Memorial Chai_r del Uni·
ga el inconsciente, hoy más que nunca, cuan- versity College de Londres y también profesor
do el mundo se ha visto y se ve día a día con- honorario de la Universidad de Buenos Aires.
mocionado por atentados y guerras devasta- Sus principales obras, entre las que podemos
doras, conviene abrirse a la reflexión y no de- citar Narcisismo de vida, narcisismo de muer-
jarse tentar por ninguno de los mecanicismos te, De locuras privadas, El trabajo de lo nega·
ni de los reduccionismos en boga. tivo, El lenguaje en el psicoanálisis, Las cade·
Al cierre del primer capítulo de esta obra, nas de Eros y La diacronía en psicoanálisiH,
en el artículo titulado «Elogio de la clínica», el publicadas por este sello editorial, se han con·
autor s~ñala la necesidad de que el psicoana- vertido en referencias de la literatura psico·
lista no aparte su mirada de la enfermedad analít~ca contemporánea y, a menudo, com1l•
deradas como clásicos.
(Contif!úa en la segunda solapa.)
Obras de André Green en esta biblioteca
La causalidad psíquica
Narcisismo de vida, narcisismo de muerte Entre naturaleza y cultura
«Pulsión de muerte, narcisismo negativo, función ~
desobjetalizante», en La pulswn de muerte
André Green ~- 0
De locuras privadas
~ «) '
-'-. ~ ~:-....
~'V'
«Desconocimiento del inconciente (ciencia y psicoanálisis)..,
en El inconciente y la ciencia Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud. Aspectos
fundamentales de la locura privada

El lenguaje en el psicoanálisis

El trabajo de lo negativo

Las cadenas de Eros. Actualidad de lo sexual


...---..
El tiempo fragmentado V)
oo..
La diacronía en psicoanálisis 'J
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..... _l

Esta versión ha sido traducida de la edición francesa La


causali"té psychique, Odile J acob, 1995, con la conformidad
de André Green, versión revisada y aumentada de la edición
original italiana L'avuenire della psicoanalisi e la causalita
psichica, Laterza, Roma-Bari, 1995.
Biblioteca de psicología y psicoanálisis Indice general
Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
Z:avvenire della psicoanalisi e la causaliúi psichica, André Green
© Gius, Laterza & Figli Spa, Roma-Bari, 1995
Traducción, Laura Lambert

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada


por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo foto-
copia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y
recuperación de información, no autorizada por los editores, viola dere-
chos reservados. 11 Prefacio

©Todos los derechos de la edición en castellano reservados por


Amorrortu editores S. A , Paraguay 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires 17 l. La interpretación natural del psiquismo
www.amorrortueditores.com

Amorrortu editores España SL 24 De la teoría de la evolución al darwinismo neural


C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid 35 Antropoides y ántropos
39 La memoria y el sistema «psi»
Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723 42 Conciencia. Inconsciente. Sueño
Industria argentina. Made in Argentina
r:-f- 49 Hormonas y afectos
ISBN 950-518-110-8 (' 1 57 La cognición: ciencias y tecnología
ISBN 88-420-4730-9, Roma-Bari, edición original a~· .
77 Por un naturalismo abierto
' 1) 88 Elogio de la clínica
m
()
99 2. La interpretación cultural del psiquismo
Green, André 104 Realidad externa y realidad humana
La causalidad psíquica : entre naturaleza y cultu.ra I André Green. 108 La causalidad socioantropológica y la causalidad
• lª ed. · Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
304 p. ; 23xl4 cm.- (Biblioteca de Psicología y Psicoanálisis dirigida
psíquica
por Jorge Colapinto y David Maldavsky) 115 Punto de partida: el presente
121 La civilización cuestionada
Traducido por: Laura Lambert
125 Guerra y destructividad: la función desobjetalizante
ISBN 950-518-110-8 133 Precariedad de la civiHzación: una visión
l. Psicoanálisis. l . Lambert, Laura, trad. II. Título retrospectiva
CDD 150.195 136 El pensamiento estructuralista
136 La estructura antes del estructuralismo
138 El estructuralismo antropológico
149 Antropología estructural y psicoanálisis
posfreudiano
156 Acerca de Lévi-Strauss
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, pro- l 56 Categorías sociológicas, categorías psicológicas y
vincia de Buenos Aires, en julio de 2005. niveles semánticos
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
158 Las críticas internas a la antropología

7
164 El Edipo por el lado del parrú:idio
171 Más allá del estructuralismo
178 Paréntesis: el retorno de la naturaleza
181 La convicción estructural
185 El psicoanálisis entre la espada y la pared
191 Pueblos y lenguas
193 En el origen, Jos dioses
198 Destino de lo religioso
201 La arquipoesía mítica
206 La maraña de historias Desde mis años de formación psiquiátrica en el hospital
210 Observaciones para proseguir Sainte-Anne, de París, me confront.é con cuestiones que por
entonces se llamaban organogénesis, sociogénesis y psico-
génesis de las enfermedades mentales. Todas ellas alimen-
217 3. Actual conferencia de introducción al taron durante siglos los debates psiquiátricos, de los que
psicoanálisis participé yo mismo en mi época. Más tarde, en mi recorrido
de psicoanalista encontré en forma menos directa las mis-
221 Los fundamentos de una pretensión mas problemáticas, tal como la obra de Freud lo demuestra
226 Nuestra relación con Freud . con total legitimidad. Los r ecientes progresos de la ciencia
230 Consecuencias de un recentramiento: la reducción en el campo de la biología, los logros del conocimiento, así
234 ¿Hay que guardar el aparato en el armario? como el movimiento contemporáneo de las ideas en las disci-
239 Especulación sobr e las pulsiones plinas socioantropológicas, me fueron llevando a examinar
241 El yo y el objeto la discusión que todos ellos abrían con relación al psicoan á-
244 Psique lisis actual.
249 Lo negativo En j 992, cuando la Fundación Sigma-Tau me invitó a
251 Lo cultural y el orden de los signos pronunciar en Roma las Lezioni Italiane, tuve oportunidad
256 Especificidad de la causalidad psíquica de abordar los problemas relativos a la causalidad psíquica
264 De algunas herramientas teóricas posfreudianas en su doble dependencia de la causalidad natur al y de la
266 Apertura a la clínica causalidad cultural. Desarrollé el contenido de las citadas
270 Verdad histórica y realidad psíquica conferencias en una obra titulada: «L'avvenire della psico-
274 De la representación: especificidad de la concepción analisi e la causalita psichica», publicada en ediciones La-
psicoanalítica terza de Roma.
286 Conclusión Agradezco a Lorena Preta y a Claudio Cavazza el cáli-
do apoyo que me brindaron a lo largo de esta apasionante
289 Referencias aventura intelectual.
La presente edición h a sido corregida y aumentada.
Vaya asimismo mi gratitud a Christelle Becant por su
colaboración en la realización del manuscrito.

8 9
Prefacio

«La gente sencillamente no quiere ser esclaredda. Por eso no


entiende ahora las cosas más simples. Si algún día quiere
ser esclarecida, entenderá las cosas más complicadas».

Carta a C. G. Jung, Roma, 19 de septiembre de 1907

Hace justo cien años, Breuer y Freud publicaban su Co-


municación Preliminar, «Sobre el mecanismo psíquico de fe-
nómenos his~cos» , preludio a los Estudios sobre la histe-
ria. Recordemos que las ideas de Freud, quien luego segui-
ría camino solo, encontraron una fuerte oposición en los
círculos médicos y científicos. No sé si alguna vez existió un
período en el cual el psicoanálisis, aun pareciendo estar en
expansión, se desarrolló sin despertar críticas virulentas.
En cambio, bien sé, por haber sido testigo de ello durante
cincuenta años, que no se cejó en predecir su muerte cerca-
na, ya sea en nombre de ideologías en boga o de logros cien-
tíficos recientes que, esta vez sin la menor duda, le asesta-
rían un golpe mortal.
Uno tras otro, esos pronósticos fatales -que quizá debe-
ría llamar anhelos de muerte- tuvieron amplia difusión.
Bajo el estalinismo, las ideas de Pavlov sobre el condiciona-
miento no tardarían en dar por tierra con un análisis al que
se identificaba con el capitalismo norteamericano. Más ade-
lante, el descubrimiento de los psicotrópicos gracias a qui-
mioterapias dotadas de poderes prácticamente ilimitados,
así como a l uso con fines terapéuticos de psicodislépticos
!sobre todo el LSD) que supuestamente favorecerían un
surgimiento acelerado del inconsciente, habrían de volver
superflua y obsoleta la cura psicoanalítica. Tiempo después,
la antipsiquiatría -que tomaba la posta de los movimien-

11
tos de psiquiatría institucional. en parte inspirados en el cierto de los profetas de la muerte de Freud,3 quien aun así
enfoque psicoanalítico- se encargó de obligar a los analis- no cesa de renacer de sus cenizas, demostrando, como es ha-
tas a abandonar sus mullidos sillones para bajar a la arena bitual, que el gran rigor científico invocado por sus detracto-
de los centros especializados y acompañar a los psicóticos en res no los dispensa de cometer imprudencias a la hora de
el curso de sus «viajes», ofreciéndoles los recursos de un psi- pronunciarse con una liviandad más ligada a una aversión
coanálisis más apropiado, más existencial, más cercano a de origen afectivo que a la razón, pidiendo ser creídos a pies
Sartre. Frente a la ebullición intelectual del estructuralis- juntillas pese a ignorar aquello de lo cual se atreven a ha-
mo en la década de 1960, una nueva concepción del incons- blar. Críticas igualmente perentorias apoyadas en conoci-
ciente, más cuidadosa de la formalización y liberada de sus mientos superficiales brotaron por todos lados: de parte de
contenidos discutibles, tuvo por ambición suplantar a la de esos sabios que Althusser llamaba «filósofos espontáneos»,
Freud. Con mayo del 68 llegó el Antiedipo, cuyos flujos se de epistemólogos, de representantes de las ciencias duras
proponían diluir la hegemonía del significante (Lacan), con- o de las ciencias humanas. Por supuesto, las recusaciones
sagrando así el retorno de Reich, que al fin tomaba revan- más radicalizadas vinieron de los biólogos, sobre todo los
cha de Freud. A partir de ese momento surgieron en profu- uneuro». Hoy, la polémica -digamos, pese a todo, el deba-
sión las teorías sistémicas y las nuevas terapias: Gestalt, te- prosigue, y aparecen nuevos socios que le dan un giro
grito primal, encuentros grupales intensivos, haptonomía, distinto a los cuestionamientos críticos lanzados contra el
etc. Enseguida llegó el ecosistema, que apuntaba a ampliar psicoanálisis.
las perspectivas demasiado humanas del psicoanálisis. Fi- Se los puede reagrupar en dos títulos principales. El pri-
nalmente, la filosofia lógico-positivista, celebrada en los paí- mero corresponde al orden de las ciencias naturales, den-
ses anglosajones y descuidada por quienes habían manifes- tro de las cuales figuran en un lugar destacado las neuro-
tado excesivo interés en el pensamiento psicoanalítico, hizo ciencias, fortalecidas por sus recientes conquistas. Estas se
una entrada tardía en escena -más vale tarde que nunca- vinculan la mayoría de las veces con la biología molecular y
decidida a conquistar su lugar en detrimento de aquel. Vol- dependen por lo tanto del movimiento de ideas nacidas en la
vían a mencionarse las reservas de un Wittgenstein que, biología general. Aparte de la neurobiología, otras discipli-
por así decir, encontraba todo demasiado lindo para ser cier- nas biológicas contribuyen a la discusión. Junto con las neu-
to y digno de los mitos más seductores. En la misma línea, rociencias debe considerarse a las jóvenes ciencias cogniti-
se recordaban las objeciones expresadas por Popper en vas. La nueva teorización del psiquismo se construye según
nombre de la lógica del descubrimiento científico, consisten- diversos puntos de vista: los datos sobre el cerebro y la inte-
tes en declarar al psicoanálisis, insusceptible de falsación y ligencia artificial, surgidos de investigaciones basadas en la
carente, pues, de todo criterio de verdad. Pero posterior- computadora, que remiten a la teoría de la información, y
mente, se llegó a afirmar, al contrario, que la falsación le d cognitivismo. De ese encuentro que tiende a la «naturali-
concernía absolutamente y que resultaba falso en muchos zación del pensamiento» se desprende una filosofia. Ahora
de sus puntos. A partir de ahí el psicoanálisis debería ren- bien, a grandes rasgos, estos diferentes enfoques dan prue-
dirle cuentas a la ciencia, sin lo cual perdería todo derecho a ba de una reserva desconfiada, y a veces francamente suspi-
ser tomado en consideración. 1 Grandes voces intelectuales
y otras menos conocidas2 se unieron una y otra vez al con-
M. Henry, A. Hobson, F. Jacob, M. Jouvet, J . Monod, C. Lévi-Strauss,
,J. Ruffié, J.-P. Sartre, J .-P. Vernant, P. Wazlawick y otros.
1
Véase André Green, ·Méconnaissance de l'inconscient•, en L'incons· :i La portada de 1!me del 29 de noviembre de 1993 (nº 23, vol. 142) exhibe
den/. et la science, R. Dorey, ed., París: Dunod, 1991. l•Desconcx:imiento del un retrato donde Freud aparece abatido, con aspecto de anciano asilado.
inconciente (ciencia y psicoanálisis)., en R. Dorey, ed., El inconciente y la Los trozos del rompecabezas correspondientes al cráneo se dispersan al
ciencia , Buenos Aires: Amorrortu, 1993.J viento, como si la obra freudiana fuera víctima de una suerte de Alzheimer
2
Citamos, entremezclados, a D. Andler, G. Bateson, J.-P. Changeux, hi~tórico de evolución fata l a corto plazo. Sobre el retrato, figura este títu-
N. Chomsky, J . Delay, G. Deleuzc, H. Ey, M. Foucault, A. Grunbaum, lo: ./.~ Freud clead?».

12 13
caz, hacia el psicoanálisis, reserva que en el mejor de los ca- habían quedado en punto muerto luego de que abortaran al-
sos llega a sacarlo del listado de las disciplinas dignas de in- h'Unos antiguos intentos.
terés y, en el peor, a condenarlo sin apelación. No me parece Es dificil, en efecto, deducir y establecer datos generales
posible que el psicoanálisis adopte una actitud simétrica de t ransculturales en el plano del significado, por lo impactan-
ignorancia o de rechazo a priori con relación a tal oposición. te que resulta ser en cambio la variabilidad de los conteni-
No se podría imitar aquello que se reprueba. Para muchos dos -<>del modo en que se los procesa- en las diversas so-
psicoanalistas, la disciplina que practican no pertenece a la ciedades conocidas. Por su parte, y hoy más que nunca, la
ciencia. Sin embargo, el respeto que ella inspira -aun si en historia debe tener en cuenta los periplos de las diferentes
el capítulo de la exploración del psiquismo hay mucho que civilizaciones, el ritmo en que evolucionan y el juego varia-
decir sobre la denominación de ciencia- obliga a comentar ble de los factores determinantes según las áreas geográfi-
sus procedimientos, sus resultados y sus conclusiones. Si cas y los diversos períodos transitados. Es curioso que sea
bien, a diferencia de Freud, ya no estamos tan seguros de por el lado del saber fragmentario e incierto de la prehisto-
que el psicoanálisis pertenezca a la ciencia, ello se debe, co- ria donde los psicoanalistas encuentran interlocutores inte-
mo traté de demostrar, no a que se sitúe «por encima» de resados. Lo importante es reconocer que, tanto en el sector
ella, sino a que sería deseable que la ciencia revisara sus de las ciencias humanas como en el de las naturales, una
fundamentos epistemológicos acerca del psiquismo, inade- abundante cosecha de fenómenos y de concepciones despier-
cuados, en buena medida, para estudiarlo en su especifi- ta numerosos interrogantes que la tradición psicoanalítica
cidad. 4 y a no puede seguir desconociendo por más tiempo. Mientras
El segundo tipo de críticas atañe al orden de la cultura. que el conocimiento del cerebro está en pañales a la fecha
En efecto, una impugnación para nada desdeñable y que, a de la muerte de Freud, las disciplinas socioantropológicas
diferencia de la anterior, puede invocar una tradición relati- C!Xperimentan ya un importante desarrollo que retiene su
vamente antigua acerca del psicoanálisis, es la que emana atención antes de que efectúe su memorable incursión en el
de la antropología. La pretensión del primero de alcanzar t.l!rreno antropológico, en 1913, con Tótem y tabú. Existe un
un saber universal a través de conceptos tales como el com- importante contencioso entre el psicoanálisis y estas disci-
plejo de Edipo, encuentra muchos obstáculos, sobre todo por plinas que no sólo no está agotado, sino que se mantiene
la postura mental que impera actualmente entre los antro- muy vivo, aun cuando se subraye el carácter discutible del
pólogos. No todos son relativistas, pero sólo unos pocos afir- rnzonamiento freudiano.
man ser universalistas. Las tesis psicoanalíticas se confron- Este doble cuestionamiento, que abarca tanto el enfoque
tan con los eventuales «universales» postulados en antropo- natural como el cultural, concierne al psicoanálisis no sólo
logía. J ean Pouillon sostuvo un día que el hombre era un como una nueva molienda del nature·nurture problem. El
«Social polimorfo», a la manera del niño calificado por Freud co8tado radical de los argumentos que se elevan contra la
de «perverso polimorfo». En Francia, la discusión se situó validez del psicoanálisis pone en cuestión su existencia mis-
básicamente en torno de las concepciones de C. Lévi- 111a y obliga a pensar en su porvenir. Porque siempre puede
Strauss, las cuales, como sabemos, influyeron en Lacan. practicarse la política del avestruz y conformar se con el po-
Los teóricos de la cultura tienen serias cuestiones que plan- t·o efecto que surten esas críticas que no parecen alterar se-
tearles a los psicoanalistas, si es que alguna vez se prestan riamente la existencia de los psicoanalistas; pero sería un
a hacerlo. Porque, en la mayoría de los casos, los primeros ~rave error atenerse a ella, pues si los argumentos sosteni-
ignoran los trabajos de los segundos. Recientes excepciones, dos tienen suficiente validez, cabe temer que, al final, reper-
entre las cuales revistan antropólogos de la talla de M. Go- rn tan en el porvenir del psicoanálisis.5 Me pareció que de-
delier, B. Juillerat y F. Héritier, reactivan discusiones que
4
Véase A. Green, •Méconnaissance de l'inconscient.». («Desconocimiento r. Y si el psicoanálixill, ul verse sobrevivir a tales críticas gracias a la fide-
del inconciente•, art. cit.J l11lncl de los analizan te!!, xc duerme en los laureles negándose al debate re-

14 15
bía abordar esta problemática dedicándome a demostrar l. La in1;erpretación natural del psiquismo
que existe una causalidad psíquica específica que no se pue-
de reducir ni a la causalidad presente en las ciencias natu-
rales, ni a aquella otra que pudiera desprenderse de las
ciencias humanas socioantropológicas.
Por mi parte, estoy convencido de que el psiquismo hu-
mano está bajo influencia de un doble determinismo, natu-
ral y cultural. Y que emerge, como creación original, en su
especificidad (irrecusable) y su autonomía (relativa). Estos
dos campos de exploración deberían enriquecer nuestra ¿Es la impronta de sus años de aprendizaje lo que expli-
reflexión sobre la causalidad psíquica y no sustituirse a ella. cu la fidelidad a las ciencias naturales mostrada por Freud
Naturaleza y cultura siguen siendo los parámetros de tina 11 lo largo de su vida, puesto que enlazó con ellas sus propios
elaboración cuyos desafios son capitales para todo aquel descubrimientos sobre la naturaleza de lo psíquico? Hasta
que quiera sentar en forma rigurosa las bases del estudio 1•1 final, en sus escritos terminales, seguirá afirmando que
del psiquismo. No habrá de asombrarnos entonces encon- 111 psicología es una rama de dichas ciencias. 1 ¿Cuarenta
trar aquí a ese viejo matrimonio del que tanto se echó mano años alejado de cualquier laboratorio y consagrados a la
en la década de 1960, el formado por estructura e historia y 1>ráctica psicoanalítica, no deberían haber dado por tierra
que, según creo, no ha perdido nada de su actualidad. Estos con esas pocas temporadas en las cuales se entregó a la bio-
interrogantes que aún no han recibido respuestas satisfac- lobría? Sin desconocer la influencia decisiva de las formacio-
torias deberían ser examinados siguiendo un nuevo pará- 11cs iniciáticas en cualquier persona, me inclinaría más bien
metro cuyo alcance general todavía no fue percibido. Me re- por una elección fundamental, precozmente establecida y
fiero al punto de vista clínico. Ya no habría que considerarlo n•sistente al paso de los años, fundflda en una convicción in-
según los límites de su cualidad médica y terapéutica, sino quebrantable y, por ende, anclada en el pensamiento de
como fuente de un cuestionamiento fundamental. ¿El hom- Freud, mucho más allá de su efimera actividad en el campo
bre no es acaso el animal enfermo? Para dejar bien marcada l>iológico. La correspondencia que mantuvo de joven con su
la originalidad del campo del que se ocupa el psicoanálisis, 11111igo Silberstein lo muestra, ya al comienzo de sus estu-
la última parte de esta obra consistirá en una actual «nueva dios médicos, determinado a recelar de las ideas de su maes-
conferencia de introducción al psicoanálisis», sesenta años i.ro de filosoña, Brentano (aun cuando este criticaba a Her-
después de aquellas que nos llegaron por mano .d e Freud. bnrt y alababa a Comte), y fuertemente inclinado, por su
Esta abrirá la posibilidad de actualizar ciertas problemá- 1·1t ~cción del materialismo y como daiwinista convencido, a
ticas internas a la disciplina que también sufrieron las críti- Hometer la filosofia al método de las ciencias naturales. Fi-
cas de diversos movimientos psicoanalíticos y que han sido 1111lmente decidirá rechazar la idea del doctorado en filosofía
fuente de apuestas fundamentales. Al menos tendrá el mé- que le había sugerido su profesor. 2 Más que la influencia
rito de hacer aparecer en el campo que les es propio, con to- posterior de los pocos años en que fue biólogo, es esa convic-
das sus complicadones y oscuridades, algunas de las cues-
tiones con que se enfrenta el psicoanálisis actual. 1 .. Psychology too is a natural science. What else can it be?». Véase Sorne

¡.;¡,•mentary Lessons in Psychoanalysis, The Standard Edition ofthe Com-


1•l1·fto Psychological Works of Sigmund Freud, Londres: Hogart h Press,
1~>:»7. vol. XXIII, pág. 28, en adelante designada como SE. !•Algunas lec-
• 11111cs elementales sobre psicoanálisis•, en Obras completas, Buenos Ai-
flexivo, corre un peligro aún más grande: el de ser asimilado a esas profe-
11•1<: Amnrrortu editores CAE>. 24 vols., 1978-85, vol. XXIII.}
siones que resistieron a todas las épocas por formar parte de un sistema de
creencias donde se asientan oficios cuyo espectro se extiende desde la as· "' Véose S. Frcud, Lettres dejeunesse (15 y 27 de marzo de 1875), traduc-
1·1o'111 de C. Hcim. París: Gallimard, ~Connaissance de l'inconscient», 1990.
trologfa hasta el ocultismo.

16 17
ción adquirida a horas tempranas la que explica y esclarece car teorías capaces de reemplazar en forma ventajosa a las
la permanencia de su orientación primera y la constancia de psicoanalíticas?». Mi suposición es que Freud siempre res-
su opinión. Sin embargo, durante el tiempo en que fue única pondería por la negativa.
y exclusivamente psicoanalista, nunca le hizo la menor con- He aquí otra manera de confrontar el estado actual del
cesión a la biología, conformándose con darle el carácter de saber biológico con la observación realizada por Freud en
hipótesis última para dar cuenta de los fenómenos sobre los 1938, cuando se hallaba a las puertas de su última obra ina-
que proveía explicaciones extraídas de su propia teoriza- cabada, el Esquema del psicoanálisis, según el cual de nues-
ción. Fiel a sí mismo, nunca dejó de afirmar tampoco que tra vida mental sólo conocemos dos cosas: su órgano somá-
esa misma biología en la cual había depositado una confian- tico y el lugar de su actividad, el cerebro o el sistema nervio-
za nunca desmentida, era no obstante incapaz de explicar la so, y por otro lado nuestros estados de conciencia como da-
actividad psíquica, aun cuando esta última sólo pudiera en- tos inmediatos. Todo lo que se mantiene entre ambos sigue
tenderse incluida entre los fenómenos que caracterizan al siéndonos desconocido. La posición de Freud, consistente en
viviente. Por otra parte, la psicología, que persistía en iden- postular la existencia de lo psíquico inconsciente entre ce-
tificar lo psíquico con lo consciente, de ningún modo estaba rebro y conciencia, implica entonces que, dentro de lo que no
para él más cerca de la verdad que cualquier filosofía del pa- es consciente, un continente importante es de naturaleza
sado o de su propio tiempo. psíquica, y que eso que es inconsci,ente está tambi.én en rela-
Es del todo necesario distinguir claramente las diversas ción con el cerebro. En lo relativo al concepto, Freud le deja
facetas del problema. Para Freud, la referencia biológica es la voz cantante a la filosofía, que trata el tema constante-
irrecusable. Pertenece al orden de la convicción en el plano mente. El buscó imaginar las relaciones cerebro-conciencia
subjetivo y se encuentra ubicada en posición axiomática en en forma novedosa. Es el clásico body-mind problem, que
el plano teórico, objetivo. Entre esa referencia reivindicada tiene tras de sí una tradición relevante y ha acumulado
y el estado del saber de la época, persiste un vacío que no gran cantidad de argumentos intercambiados durante un
permite ninguna aplicación directa de los datos de la biolo- debate que de ese modo se ve reactivado. Así se constituyó
gía capaz de dar cuenta del funcionamiento psíquico. Pero, una reserva especulativa en la que se abreva regularmente
y ese es otro aspecto, Freud funda sus esperanzas en el por- .Y que se va enriqueciendo según las épocas con referencias
venir, llegando incluso a pensar que un día la ciencia hará que cambian con el correr del tiempo. Las controversias
descubri.mientos que, por su alcance general, volverán inú- hicieron enfrentar muchas veces a biólogos y religiosos, a
tiles muchas de las hipótesis del psicoanálisis. Esto, aunque creyentes defensores del espiritualismo y, por sobre todo, a
nunca ponga igual esperanza en la psicología, por ejemplo. filósofos que adoptaron actitudes diversas. Algunos se en-
Por último, llega a sostener hipótesis cuyo empalme directo cargaron de demostrar la imposibilidad de reducir el pen-
con la biología (el caso de la herencia de caracteres adquiri- samiento filosófico a nuestro conocimiento de la naturaleza;
dos) es contrario al saber de la citada ciencia. Pero no por otros, más escasos, intentaron edificar un sistema filosófi-
eso las abandonará, convencido como está de que el progre- co de inspiración naturalista apoyado en un saber muy limi-
so científico le daría más tarde la razón. En suma, Freud tado, lo que daba a sus opiniones una tonalidad que no cesa-
impugna el saber biológico actual apelando a ese mismo sa- ba de ser metafisica, a despecho de sus propósitos. En nin-
ber para que tiempo después le dé la razón, llegando hasta ~uno de estos casos hubo subordinación lisa y llana de la
pensar que algún día teorías salidas de la biología podrían ti losofía a las ciencias naturales. De hecho, el body-mind
hacer caducar muchas de las concepciones psicoanalíticas. ¡1mblem tiene ante sí una tarea mucho más simple cuando
Hoy, la pregunta podría formularse así: «¿Hemos llegado al su función es ligar directamente el cerebro y la conciencia
momento en que la biología cumple la predicción, e incluso sin intervención de otros aspectos del psiquismo.
el anhelo de Freud, de que el saber científico vinculado al Con la introducción del inconsciente irrumpen ahora
mismo campo explorado por el psicoanálisis, lograría edifi- tres problemas. Su descripción enteramente hipotética no

18 19
permite fundarse en ningún dato inmediato, como es el ca- presencia de un vínculo importante que sería el de la pre-
so de la conciencia, y, en el mejor de los casos, sólo puede lensión de un saber no subjetivo -que por lo tanto presenta
apoyarse en indicios que lo muestran activado mediante las una forma de objetividad, reforzada por el hecho de que
denominadas «formaciones del inconsciente». Ese aspecto para su puesta en evidencia subjetiva es necesaria otra ac-
hipotético refuerza el carácter azaroso de la especulación ción (su devenir consciente)- y que puede ser reconocido
cuando se afronta la tarea de describir las relaciones cons- posteriormente como subjetivo. Aquí encontramos una mo-
ciente-inconsciente, las relaciones cerebro-inconsciente y dalidad singular de las relaciones entre enfoque objetivo (el
finalmente las relaciones cerebro-conciencia con interven- del analista fuera de la subjetividad del analizante) y su re-
ción, a nivel del guión que los une, del inconsciente. Es que conocimiento subjetivo posterior por parte del analizante
el problema se desplaza entonces del lado de la naturaleza solo. Eso es lo que se llama «toma de conciencia», y que im-
de los fenómenos inconscientes en su diferencia con los plica la existencia objetiva del fenómeno antes de que se
fenómenos conscientes: ¿está su organización más cerca de vuelva objeto de una toma de conciencia. Pero este ejemplo
la que evidencian los procesos cerebrales? En otros térmi- aclara las cosas sólo en parte, ya que el preconsciente no re-
nos: ¿las hipótesis desarrolladas a partir del conocimiento cubre sino una porción limitada del territorio del incons-
del cerebro se aplican con mayor o menor pertinencia a los ciente.
fenómenos inconscientes como también a los fenómenos En realidad, la significación de esta última tópica del
conscientes? Si tenemos presente que estas posiciones fue- aparato psíquico introduce entre cerebro y conciencia la re-
ron expuestas por Freud en momentos en que el incons- presentación de las pulsiones en su calidad de ancladas en
ciente no era para él otra cosa que una cualidad psíquica lo somático «en una forma psíquica desconocida para no-
(luego de la reforma que condujo a la segunda tópica del sotros» (Freud) (ahí está el verdadero guión articulador: la
aparato psíquico) y que, de hecho, en ese guión deben ser in- pulsión definida como «concepto límite» entre lo psíquico y
cluidos el ello, el yo inconsciente y preconsciente y la parte lo somático); la del yo, en gran parte inconsciente; y por últi-
no consciente del superyó, se mide el giro inabordable que mo, como modo de representación totalmente distinto por
toma la cuestión. En realidad, para Freud, el verdadero in- su naturaleza, la del superyó, que implica una inscripción
tercesor entre cerebro y psiquismo es la postulación del ello. de la cultura en ese nivel. Este conjunto tan heterogéneo
¿Qué recubren estas distinciones si consentimos en sa- l'omplica singularmente la concepción que podemos hacer-
carlas de su encuadre metapsicológico? El estudio del cere- nos de las relaciones cerebro-conciencia. Y el cuestiona-
bro es propio de un enfoque positivista; en forma opuesta, el micnto podría formularse entonces de la siguiente manera:
estudio de la conciencia sólo puede ser subjetivo. La cues- ··;.Qué hay entre cerebro y conciencia cuya descripción ha-
tión planteada por el inconsciente (o por lo que toma su rele- bría de satisfacer los criterios del psiquismo (o de la vida
vo en la teoría después de 1923) no puede definirse ni obje- mental) y cuyas relaciones con el sistema nervioso y con la
tiva ni subjetivamente. El objetivismo no es lo apropiado ur¡..~anización cerebral preservarían su vinculación con la ac-
puesto que el inconsciente, por definición, nunca se vuelve t.i vidad psíquica consciente?». Sobre esta base pueden ser
objeto de un reconocimiento subjetivo. El subjetivismo tam- dPtinídas las condiciones de un diálogo entre ciencias na-
poco puede serle aplicado en razón de que se encuentra es- 111rales y psicoanálisis. Pero se entiende así que, habiendo
trechamente ligado a la conciencia. La especificidad episte- p1•rcibido las dificultades del problema, más de un investi-
mológica del inconsciente -o del ello, del yo inconsciente y ~ador perteneciente a las disciplinas fundadas en el conoci-
de la parte inconsciente del superyó- debe referirse, me- 111 i 1~nto de la naturaleza (incluida la filosofia) prefiera o bien
diante el pensamiento, a lo que la experiencia del precons- ..squivar la cuestión o bien cortar el nudo gordiano, alegan-
ciente permite conocer: el pasaje de un estado no subjetivo do que el psicoanálisis no ofrece suficientes garantías de va-
(por cuanto no es consciente) a un estado subjetivo (por el lidl'z como para ser considerado un interlocutor aceptable
devenir consciente del preconsciente). En suma, estamos en 1•11 In discusión.

20 21
Se advierte que, sin siquiera plantear la cuestión del de- t.anto más urgente cuanto que gran parte del psicoanálisis
terminismo en las relaciones body-mind, la simple descrip- contemporáneo busca sacarse de encima la hipótesis consi-
ción choca con problemas que la relación directa cerebro- derada por Freud como biológica. Me refiero a la teoría de
conciencia no conoce y que, llegado el caso, pueden resucitar las pulsiones. Su relevo desde fuera del psicoanálisis, o in-
la vieja teoría del paralelismo psicofísico (teoría nacida en cluso en el seno del psicoanálisis, ¿asegura una relación
un momento en que el estado de la ciencia era tal que la in- cualquiera con la referencia biológica, querida y asumida
formación sumamente restringida sobre el cerebro permitía por Freud? O, dicho de otro modo, ¿qué sector de la teoría
hacer ese tipo de hipótesis). Pero, como dice el buen sentido psicoanalítica nueva se encarga de ese problema sin proce-
popular: «nada se pierde con probar». Por supuesto, toda der a su lisa y llana evacuación? Ahí es donde nos damos
continuación del debate exigiría estar en condiciones de cuenta de que se hace indispensable volverse hacia los
confirmar que el ello o el inconsciente pueden demostrar su hrrandes ejes teóricos del pensamiento biológico de hoy, aun
realidad. Si bien aún hoy es muy difícil llegar a ese resul- cuando en los hechos actuales su intervención directa sea
tado, se puede en cambio constatar que ninguna teoría de poco verificable.
reemplazo llega a sustituirlo. Queda claro a qué inconve- ¿Tenemos seguridad de encontrar, entre los psicoanalis-
nientes desastrosos se exponen todos aquellos que no dan tas, aliados favorables a un abordaje que tenga en cuenta
cuenta de lo que recubren estos conceptos. la actualidad del cuestionamiento cerebro-psiquismo? No
Sin duda sería eminentemente deseable poder examinar tengo ese convencimiento. Si existen, no han de ser muchos.
el sentido que cobran esas propuestas. a la luz de hechos Los que quieren acercar el psicoanálisis al saber científico
nuevos descubiertos por la ciencia, limitando en esa forma se ubican en general del lado de la psicología, la cual fue sin
la controversia. Pero, por desgracia, nada de eso es posi- t!mbargo constantemente recusada por Freud. Me dirán
ble. Hasta cuando el tema se presta a tal tipo de limitación que la nuestra difiere de la que él conoció. Estoy menos con-
-pienso en el caso particular del sueño, que en principio vencido que quienes lo sostienen. En general, los psícoana-
puede ser objeto de un debate bien acotado-, es fácil ver 1istas me parecen dar una imagen del psiquismo humano
que, en un momento u otro, se esgrimen hipótesis de alcan- más verídica que los demás. Yo mismo no sería psicoanalis-
ce general que nos remiten a los problemas de fondo. ta si no lo creyera así. Pero la historia del psicoanálisis, sus
Además, en ese mismo capítulo inaugural del Esque- disidencias, sus cismas, y ahora, la formación en su seno de
ma, Freud concluye sus observaciones lamentando que la danes en violenta oposición, nos demuestra que tampoco
psicología animal no haya tocado todavía esos problemas. dios escapan a] desafio a la racionalidad que nos brinda el
Porque, efectivamente, ¿cómo no abordar, cuando se debate t!Spectáculo del mundo actual y a la preeminencia, incluso
un tema como este, la relación animal-hombre, mientras en aquellos medios que se esfuerzan por conjurar sus efec-
que la casi totalidad del material científico proviene del ani- tos, de las pasiones menos marcadas por la búsqueda de la
mal? Por vía de consecuencia, ¿cómo no plantear entonces verdad . ¿Habrá que refugiarse en la idolatría a Freud y ver
la cuestión de la interferencia de la especificidad humana, en él al profeta anunciador de tiempos tenebrosos en los que
no con los resultados de la ciencia, sino con la metodología :-;6}o cabría esperar la realización de sus profecías? Una acti-
científica, que ignora esa especificidad porque sus medios tud de ese orden no tendría nada que ver con la perspectiva
no le permiten abordarla? Inversamente, ¿basta esa especi-
ficidad para recusar todo el saber concerniente al animal y,
si tal es el caso, cómo explicar la influencia de la infraestruc- .. 1,1' fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud» (Synthélabo,
tura biológica sobre el psiquismo?3 Se trata de una cuestión t!l!J:ll. IEl extravío biologizante de la sexualidad en Freud, Buenos Aires:
/\murrortu, 1998.1 Si bien la interpretación que da del texto freudiano
p11l'<lo ser discutida y abierta a la controversia. no se entiende en cambio la
3 Entre el momento en que fueron pronunciadas y la redacción de estas 111uner11 en que el autor da cuenta del •lugar positivo y ya no mitológico» de
conferencias, J. Laplanche, que seguía una dirección ya antigua, denunció In hiulo¡.:ín (•11 el terreno psíquico.

22 23
que pone sus esperanzas en el conocimiento. Pero en cambio dirigidas a su amigo Silberstein demuestran que, joven es-
nos enseña que no basta con que una verdad se devele para tudiante de medicina de apenas diecinueve años, ya era
que sea plenamente entendida y, una vez divulgada, escape evolucionista y darwiniano. 6 En el ambiente en que se mo-
a la degeneración producida muchas veces por los mismos vía, por lo general hostil a Darwin, se podía ser lo uno sin
que la reconocieron. El trabajo crítico sigue siendo una ta- ser lo otro. Sin embargo, a esa edad Freud ya se declaraba
rea incesante. Esta vez, hay que dar pruebas de algo más materialista y ateo. Pero el problema es su oscilación entre
que de coraje y lucidez: se requiere una verdadera incorrup- Lamarck y Darwin. Si bien es cierto que el estudio de Dar-
tibilidad frente a la tentación de las modas y a la insaciable win fue determinante para su orientación científica, tam-
necesidad de novedades a cualquier precio, que como sabe- bién lo es que en su obra las alusiones a este último son es-
mos es una característica de la libido. Hoy, esa tendencia se casas y deben leerse entre líneas, por más que cite a neo-
ha ido ampliando en forma desmesurada por obra de los me- darwinianos como Weissmann y Haeckel y trabaje algunas
dios de comunicación de masas, que han procurado a la di- de las ideas de estos. La influencia de Lamarck en Freud es
fusión formidables desarrollos. El más expandido de los pla- una cuestión todavía más oscura. Si bien todo el mundo co-
ceres, conocido desde siempre pero no siempre reconocido noce su creencia en la transmisión hereditaria de los carac-
en sus verdaderas dimensiones, h a quedado en evidencia teres adquiridos, con todo el nombre de Lamarck no aparece
gracias a los nuevos medios disponibles: el placer de hablar nunca bajo su pluma. A comienzos de la Primera Guerra
de uno mismo. Pero estaría incompleto si no viniera acom- Mundial, el tiempo libre que le deja la disminución de la
pañado del de hacer callar a los demás: es decir, a todos clientela hace nacer en él el proyecto de escribir, en colabo-
aquellos cuya voz transmita una imagen del hombre en la ración con Ferenczi, una obra sobre dicho autor. Lee la Filo-
que sea imposible reconocerse y que se considera inacepta- sof'Ca Zoológica y, en su correspondencia con Ferenczi, decla-
ble. Pero, ¿habrá que decir que los psicoanalistas le dan la ra compartir el punto de vista de ciertos «psico-lamarckia-
espalda a la imagen del hombre que ofrece la ciencia, o que nos» contemporáneos. 7 Pero, terminada la holganza de los
los científicos son refractarios a la imagen que los psicoana- primeros tiempos bélicos, el proyecto es abandonado. Una
listas les presentan? Podremos responder a esta pregunta carta a Abraham muestra la firmeza de sus convicciones de
sólo después de examinar los diversos sectores en que se entonces.
confrontan esos distintos puntos de vista.4 El reciente descubrimiento del manuscrito - de hecho
un borrador- enviado a su corresponsal, muestra que no
había llegado más que a un primer bosquejo al que daba po-
ca importancia. En la carta del 28 de julio de 1915 que
De la teoría de la evolución al darwinismo neural acompaña al envío del proyecto de capítulo originariamente
destinado a ser incluido en los escritos metapsicológicos, es-
Las convicciones evolucionistas de Freud han sido objeto cribe a Ferenczi: «Tírelo o consérvelo»,8 indicio indiscutible
de estudios recientes que suscitan discusiones. 5 Las cartas del relativo valor que le otorgaba, hasta el punto de no ha-
ber guardado ninguna copia. Este segundo «Proyecto» es
4
para mí la prueba más contundente de eso que llamé el «ro-
No podremos retomar las observaciones generales que nos inspiran manticismo biológico» de Freud, cuya connotación ima-
las ideas de Popper acerca de Ja lógica del descubrimiento científico y
la cientificidad del psicoanálisis. Remitimos al lector a nuestro artículo
· Méconaissance de l'inconscient•, en L'inconscient et la science, op. cit. n Véase S. Freud, Lettres dejeunesse.
7
[•Desconocimiento del inconciente (ciencia y psicoanálisis•, El inconciente Véase E. Jones, La. uie et l'CEuure de Sigmund Freud, traducción de
y la ciencia, op. cit.] l. Flournoy, París: PUF, 1969, vol. 3, págs. 352-7.
5 x Véase S. l<'rcud, Vue d'ensemble des néuroses de transfert , traducción de
Véase, por ejemplo, L. B. Ritvo, L'ascendant de Darwfa sur Freud, tra-
ducción de P. Lacoste, París: Gallimard, «Connaissance de l'inconscient-, l'11tri1:k Lncm1tc <comentarios del traductor y de Ilsc Grubrich-Simitis
1992. q11i1•11 descubri ó, comentó y edi tó el manuscrito), París: Gallimard, 1989. '

24 25
ginativa resulta todavía más acentuada por una reconstitu- 1110 una entidad aislada del mundo animal, con el fin de no
ción evolucionista que no carece de encanto. Esta última rnler al prejuicio que haría de su carácter único una razón
ayuda sin duda a conocer más a fondo el pensamiento pro- su ficiente para desvincularlo totalmente de sus ancestros
fundo de Freud, pero en nuestros días cumpliría mejor su 1111imales. Esta posición se acerca a la adoptada por los de-
oficio como guión de alguna superproducción hollywooden- fi·nsores religiosos de lo espiritual, dado que cae por su peso
se sobre la prehistoria. Esto no impide que se puedan en- que sólo el hombre poseería un alma y un espíritu. En su-
contrar aquí cantidad de ideas interesantes sobre las neuro- 11111, la posición evolucionista es biológica, sobre todo desde
sis de transferencia referidas al contexto teórico de 1915. que se demostró que los gene~ son el soporte de la herencia;
Como signo de los tiempos, hoy es habitual que un traba- l'H histórU:a, ya que se remonta a los orígenes de la vida; es
jo consagrado a las relaciones del psiquismo y el cerebro materialista, puesto que no hace intervenir ningún factor
aborde la cuestión remontándose previamente a la creación diferente por naturaleza a los elementos materiales obser-
del universo, prosiga con la aparición de la vida en la tierra vados en el animal; es obligatoriamente relativista en razón
y recorra a buen paso la trayectoria evolutiva.9 Cualquiera tlt! que ningún carácter guía la selección natural, y por últi-
sea la profundidad del campo donde nos ubiquemos y la ex- 1110 es monista, necesariamente. Sin embargo, dicha posi-
tensión que alcance la exploración realizada, el enigma cen- 1·i6n tampoco escapa a la dificultad de volver inteligibles las
tral más oscuro no es el hombre ni tampoco el cerebro hu- euracterísticas propias de lo humano.
mano, sino el psiquismo, púdicamente no nombrado y con- Suele recordarse que el hombre no tiene el privilegio de
fundido con lo anterior. Los datos acum~lados sobre ese tra- ningún constituyente químico, que sus neuronas emiten
yecto y la clarificación de todas las etapas encontradas se- 1wurotransmisores que no le son particulares, que su código
rán, al fin de cuentas, de poca ayuda a l momento de plan- ){t•nélico es el mismo de todos los seres vivos, etc. En resu-
tearnos las cuestiones esenciales, es decir, aquellas que men, el hombre está hecho de la misma materia, aun cuan-
revelan su verdadero sentido: el de devolver RI investigRdor do esa materia e.sté organizada en otra forma que la de los
a sí mismo. No sólo como investigador, sino en todos los as- cl1•más seres vivos de la serie animal.
pectos del sujeto que es, en su investigación y fuera de ella, Estas comprobaciones envalentonan a quienes no temen
como ser subjetivo y sin embargo capaz de alcanzar la obje- Ht•r reprochados de reduccionistas: «Pese a su gran variedad
tividad. En realidad, se busca una alternativa fundada úni- dP formas y a la diversidad de comportamientos que susten-
camente en la razón a respuestas surgidas de la religión o tu n, los diferentes sistemas nerviosos, desde el organis-
de las religiones, como si ella reinara en forma indivisible 1110 más primitivo hasta el del hombre, presentan regulari-
sobre las conductas humanas. No se trata de oponer aquí al dades anatómicas y funcionales notables».11 Por eso no hay
enfoque parcial de la ciencia un holismo como el que ocupa a 11i11Kún inconveniente en dedicarse a l estudio del grillo
los filósofos, sino más bien de preocuparse por la compati- oc1~ünico, el caracol de mar, el torpedo eléctrico o la serpiente
bilidad de las distintas facetas del psiquismo y la necesidad l11ingara, en vez de hablar del niño y del adulto normal o pa-
de articularlas. Un neurobiólogo reconoce sin ambages que: lolcí¡.,rico, agrega el autor, sin el menor guiño humorístico. Y
«El objeto último de este proyecto es muy ciertamente an- 110 es un caso aislado. S. Rose da muestras de idéntico triun-
tropomórfico: el hombre quiere entenderse a sí mismo y fi1 lismo. Confrontado a problemas tan complejos como el de
explicarlo todo, incluidos los procesos materiales (o, como 111 memoria, escribe: «Seguiré insistiendo en que los detalles
a lgunos quieren seguir creyendo, inmateriales) que consti- hiolt'>Kicos de lo que ocurre en el cerebro de un pollo cuando
tuyen su conciencia». 10 El sentido de dicha estrategia es pit'olca maíz deben formar nuestra comprensión de la me-
adherir al postulado que se niega a considerar al hombre co-
9 Véase, por ejemplo, André Bourguignon, L'homme impréuu, París: 11
M. lmbcrt, ·Neurosciences et sciences cognitives•, en Introductwn
PUF, 1989. cognitives, D. Andler, ed., París: Gallimard, •Folio• , 1992,
'"" ;wi1•111·1's
IO A. Danchin, I:oeuf et la poule, París: Fayard, 1983, pág. 239. l'"M· f1H .

26 27
moria tanto como la materia que explota el novelista».12 Sin 1wofundamente ajena a la teoría darwinista. Por ejemplo, la
embargo, los fenómenos psicológicos están indudablemente iclca de selección de los más aptos en función de criterios
ligados a la especie observada, y las características de esta ndaptativos fue utilizada por los representantes de algunas
dependen de la selección natural. G. Edelman llama «pro- 1 ·st:uelas psicoanalíticas, como la ego psychology, para deplo-

grama de Darwin» a la determinación de lo que debe saber- rar que Freud-a diferencia de Hartmann- no hubiera en-
se para dar cuenta del espíritu humano en el curso de la l1•ndido la importancia del concepto de adaptación.16 Pero
evolución. El autor señala la dependencia del comporta- l'll ese caso se trata no sólo de una interpretación típicamen-
miento respecto de las capacidades morfológicas en el senti- 1.<? norteamericana (hartmanianna) del pensamiento de
do más amplio, incluyendo los detalles microscópicos que in- lo'reud, sino de una idea científicamente inexacta. F. Jacob
tervienen en las funciones propias de los tejidos y órganos, y dt!mostró que el concepto de adaptación debía ser interpre-
también del cerebro. 13 Esto nos lleva a evocar la compara- 1~1<lo con prudencia y reserva. 17 En efecto, una posición así
ción entre los primates y el hombre, lo cual, sin que nadie lo ·-tal como ocurre con todo el pensamiento biológico- está
esperara, nos sitúa de plano en el paroxismo de la contra- fu ertemente cargada desde el punto de vista ideológico. Per-
dicción. 111 ite pensar que el hombre debe su superioridad a sus sim-
Los primates son los animales más cercanos al hombre y ples capacidades adaptativas y, más aún, tiende a mantener
el chimpacé es aquel cuyas capacidades más se avecinan al 111 idea de que las civilizaciones o los Estados en posición do-
humano. Esa proximidad descansa en el hecho de que el minante «merecen» su supremacía y la justifican objetiva-
99% de los genes son poseídos en com~n por el chimpacé y 111cnte. Se sostuvieron posturas parecidas acerca de las de-
por el hombre. Muchos darían lo que no tienen con tal de co- 1.t!rminaciones del QI, punto de vista que fue denunciado
nocer ese 1% capaz de explicar una diferencia que un emi- por A. Jacquard. 18 No falta mucho entonces para pensar
nente neurólogo comparaba con la que separa a una bicicle- 111ae los individuos llegados a la cima del poder y del honor
ta de un coche de Fórmula 1. 14 110 hacen sino confirmar la excelencia de su genoma. De ahí
La teoría de Darwin15 debía poner fin a las ilusiones de que encontremos bajo la pluma de diversos neurobiólogos
más de uno. Con la hipótesis de la diferencia esencial entre 111 afirmación de que el cerebro logra representaciones cada
el hombre y el animal perece también la de un evolucionis- v1 "1. más «adecuadas» de la realidad, con lo cual pasan por
mo «vertical» que vería en el hombre la coronación más o alto el rol de la afectividad en tales'representaciones, hecho
menos programada del origen tanto como de la inmutabili- qtw impide considerar a muchas de ellas como particular-
dad de las especies. Luego fueron definitivamente condena- 1111•11te adecuadas sin que por eso pueda ubicárselas junto
das otras ideas falsas, como la herencia de caracteres adqui- 11 las manifestaciones patológicas. Aquí aparece la ideali-
ridos (en la que Freud nunca dejó de creer). Estamos citan- .-11C'icin intelectualista de los modelos más frecuentemente
do los rasgos más generales del darwinismo, aquellos que udoptados en neurobiología.
pueden tener eco en el psicoanálisis. Con frecuencia, ciertas En forma concurrente, la sociobiología de E. Wilson de-
teorías psicoanalíticas -incluida la freudiana- parecen fil'rulc la idea de la lucha intraespecífica en la transmisión
desprender relentes de finalismo. Pero dicha tendencia es cli ·l patrimonio genético. Esta teoría, que en su momento al-
1·1111zó cierto favor, fue objeto de críticas por parte de losan-
12 S. Rose, The Making o{ Memory. From Molecules to Mind, Londres y l rnp<ilogos.19 De hecho, su objetivo es preconizar un panbio-
Nueva York: Bantam Press, 1992, pág. 308.
13 111
G. M. Edelman, Biologie de la conscience, traducción de A. Cerschen- Vc•nsu L. B. Ritvo, L'ascendant de Darwin su.r Freud, París: Galli-
feld. París: O. Jacob, 1992, pág. 65. 111111·11. l!l!)2.
14 F. Lhermitte, comunicación personal. 11
F. .Jucob, Lejeu des possibles , París: Fayard, 1991.
15
En todo lo concerniente a la teoría de Darwin somos deudores del '"A . .Jucqunrd, L'héritage de la. liberté, París: Seuil, 1986.
trabajo de L. Guttieres-Creen, •La théorie de Darwin et son influenoe sur 1
" V1•11!!c en esta misma obra la argumentación de Marshall Sahlins, en
la théorie psychanalytique• (comunicación personal). ••I c·npll.uln · Ln interpretación cultural del psiquismo•, pág. 174 y sigs.

28 29
logismo, considerando que la sociobiología trata de la infra- d1 ·I período de dependencia de la cría. Del mismo modo, las
estructura de los fenómenos sociales y que los socioantropó- n11uliciones que determinan la necesidad de la lucha por la
logos sólo abordan la superestructura de ese orden de reali- v11la actúan en dirección idéntica. Resumiendo: la longitud
dades. 20 '11 ·I período de influencia parental armaría mejor a los indi-
A la inversa, Stephen Jay Gould, quien prolonga el pen- vu luos en su lucha por la vida cuando se hacen adultos. Pero
samiento de Darwin, sostiene que la selección opera en for- l"r1·ud insistió muchas veces en el carácter fundamental de
ma azarosa y que las especies sobrevivientes son aquellas In inmadurez del cachorro humano, si bien le agregó el pa-
que gozaron de buenas condiciones, sin que de ello pueda p1·I complementario y decisivo del apego a las figuras paren-
desprenderse un modelo general de selección. Sin embargo, lult•s y de las fijaciones resultantes, así como de los procesos
a nadie se le ocurre negar que esta última se efectuó con ltlt•ntificatorios. Además, él mismo había adherido a las con-
miras a favorecer la complejidad. En realidad, tal como lo t•1 ·11eiones de Weissmann (discípulo de Darwin) al defender
precisa F. Jacob, la adaptación no es un componente nece- 111 relativa independencia del germen y el soma, con lo cual
sario de la evolución, y en un organismo no todo tiene ne- nl>rió el camino a una consideración particular de la sexua-
cesariamente vocación de ser útil. Mejor conocidos son los litlml. A partir de ahí, se atribuirá la variación genética a la
mecanismos por los cuales se opera el cambio en el nivel mo- rPl'ombinación de genes --es decir, a la mezcla de la mitad
lecular, y que hacen intervenir la fragmentación de genes clt• los cromosomas de cada uno de los padres- , y no a la
de estructura y la presencia, en muchos ejemplares, de 11111lación. El terreno de la selección se extiende más allá de
elementos transportables con propieqades de diseminación lm1¡.{enes -por lo tanto de la sexualidad- y engloba tanto
y transferencia al genoma, procediendo así a incesantes " In Helección somática de la inmunidad como a la del siste-
combinaciones y recombinaciones. Esas operaciones fa - 11111 nervioso. Estas relaciones llevaron a defender la idea de
brican también lo inútil. Pero cuando una estructura reve- 11wcanismos de reconocimiento comunes a los tres sistemas:
la ser útil, la presión selectiva ejercida por los cambios de 1(1•116tico, nervioso e inmunitario. 21
comportamiento ocasiona ajustes bioquímicos o transfor- l,a neurobiología es así considerada como la ciencia del
maciones moleculares. De hecho, el 1 % que hace la diferen- re •1·onocimiento. Edelman desarrolla la teoría de la selección
cia entre el chimpacé y el hombre traduciría cambios en los tl1• l{rupos neuronales (TSGN) para explicar el trabajo de
genes de regulación. Aquí juega la neotenia, el «retraso del rnll·~orización. El autor recusa todo modelo fundado en la
desarrollo» según Bolk (citado también por Freud). Alarga- 11111dob>ia entre cerebro y computadora, ya que su teoría
miento de la infancia y dependencia de los padres combinan pn ·scinde de cualquier referencia a una programación pre-
sus efectos en el hombre y se abren a la influencia de la cul- c•Mtuhlecida pero apela al concepto de reentrada, que ase-
tura merced a la transmisión de quienes crían al niño. Por- l(llm una función de síntesis recursiva. En cambio, la selec-

que la presión selectiva opera sólo en el período de la vida 1·11111 es consecutiva a la actividad, y no lo contrario. Las ob-
anterior a la reproducción. De paso se mide hasta qué punto 1wrv11ciones de Edelman sobre el misterio de la categoriza-
es determinante la dimensión temporal y cómo la memoria, 1·11111 recuerdan los interrogantes del psicoanálisis: «¿Cómo
en todas sus formas, se vuelve un componente esencial en 1•11 posible que un animal que al principio se confrontó con
lo que hace a la especificidad humana. En realidad, dos di-
mensiones se reparten los efectos de lo que luego será el es- 1
' .. 1•:11Licndo por reconocimiento la puesta en correspondencia, adapta-
píritu: la representación del presente y la complejización de ''"" v .. untinua, de los elementos de un ámbito ñsico dado con las noveda-
las memorias. Por su parte, Freud ya había opuesto los sis- ,¡,.,. 11.-11111.!!cidai< en elementos de otro ámbito ñsico, más o menos indepen-
temas percepción y memoria. tl11•11l 1• 1h·I primer ajuste habido en ausencia de toda instrucción previa•
E. Mayr mostró el factor de progreso observable en las ''; M l•:ddman, pág. 100). Esta definición se podrá aplicar s in mayor
1lil1l'lillncl 11 Ju concepción de Ja relación de objeto en la relación madre-hijo.
especies donde la epigénesis es favorecida por la longitud N11 hn.v d1·masiuda necesidad de insistir sobre la base común constituida
20 E . Wi.lson, SocWbi.oJ,ogy, Cambridge, MA; Harvard University Press, 1971. I'"' •·I n·rormcimiento entre sí mismo y no sí mismo.

30 31
un pequeño número de "acontecimientos" o de "objetos", ""' litlta elecciones que están lejos de deducirse todas ellas
pueda luego clasificar por categorías o reconocer un número ti• · una experimentación convincente, y que ante todo deri-
ilimitado de objetos nuevos (aun en contextos diferentes) se- """ de la interpretación de los datos.
mejantes o idénticos al reducido conjunto con que se con- No obstante, lo que cuenta en el presente es el esquema
frontó inicialmente?», se pregunta. 22 ¿No puede hacerse propuesto por Edelman para describir la conciencia prima-
aquí un paralelo con el criterio que condujo a Freud a postu- rin . "Resumamos: en el cerebro se desarrolla un proceso de
lar la hipótesis de los fantasmas originarios, «Categoriza- "11111.ocategorización" conceptual. El cerebro construye au-
dores» de la experiencia del individuo? Desde luego, aquí no tcwntegorías ajustando las categorías perceptivas pasa-
podría invocarse el fundamento filogenético, pero no vemos dns a las señales provenientes de los sistemas de valores,
qué cosa impediría pensar en la posibilidad de que existan f>roceso este que está a cargo de sistemas corticales capaces
en el animal equivalentes de los IRM, mecanismos inna- de• nsegurar funciones conceptuales. Luego, dicho sistema
tos de desencadenamiento (innate release mechanisms). de• valores-categorías interactúa, via conexiones reentran-
Porque, volviendo a Edelman, podríamos preguntarnos t.•H, con las áreas cerebrales encargadas de la categorización
sobre la noción de «valor» que él destaca. ¿Qué «valores» pc•rceptiva en curso de los acontecimientos y señales prove-
rigen para el hombre y cómo determinarlos? Curiosamente, n il'11les del mundo externo,,.23 Para Edelman, el cerebro es
muchos críticos acusaron a Freud de recurrir a un argu- •n tc• todo un correlator. Esta explicación ingeniosa y que
mento ad hoc apelando a una filogénesis mítica, y también puHc·e buenas chances de verosimilitud, porta sin embargo
a Edelman lo pondrán en la picota pqr apelar a la teoría de ltt marca de todas las limitaciones propias de este tipo de
la evolución, movilizada aquí en contextos recusados por oc111ceptualización. No da lugar, porque no está en su poder
otros biólogos. También se objetó (Barlow y Crick) la hipóte- hwl'rlo, a las representaciones, aplastadas aquí entre con-
sis de esa aplicación del darwinismo, e incluso se sugirió ce•pt.os y percepciones desde los primeros hasta los segun-
bautizarla irónicamente como «edelmanismo neural». clrn-. y viceversa.. Si. bien nos felicitamos de ver introducirse
La categorización, explica Edelman, se funda en valores, 111 noción de valor haciendo justicia a la complejidad, es la-
fenómeno de origen epigenético pero que resulta de la selec- lllC'11 t.able la vaguedad que rodea a sti' contenido. Pero sin
ción de grupos neuronales nacidos de la experiencia. Sin omhargo es aquí donde el lugar que ocupan las pulsiones en
embargo, mutatis mutandi, en ausencia de valores previa- pnimanálisis tiene algo que decimos. Edelman se muestra
mente definidos, los sistemas somáticos de selección no con- 1111 1.v prudente a la hora de aplicar al espíritu teorías biológi-
vergen hacia sistemas precisos. Se entiende por qué -y t'llH, por más que esté totalmente convencido de la necesidad
tendremos ocasión de volver a este punto- las concepciones 111• l111n~rlo. Otros autores de similar pensamiento no toman
fundadas en la programación (analogía con la computado- t1111l11s precauciones. Vinculado a la corriente del darwinis-
ra) pierden terreno y son reemplazadas por otras donde tie- 11111 ru·uronal --convertido sin restricciones en «darwinismo
nen preferencia los modelos sensoriomotores de actividad, t111·11t11l »- por su teoría de la estabilización selectiva,24 J.-P.
hallando en el ejercicio mismo de la acción referencias que C'l11111~c·ux adopta una actitud resueltamente mecanicista y
se harán estables. De todas maneras, aquí no se escapa a ••Hp11nsionista que da cuenta en términos neurónicos de lo
cierta circularidad que el razonamiento de Edelman parece c111•· son el entendimiento y la razón kantianos, la represen-
no poder evitar. Por el momento, lo importante es el recono- l11n1111 , l'l sentido, etc. ¿Son otros conceptos u otros valores?
cimiento de un sistema de valores que fundan la categoriza- . 1 11111 "anatomía" de la semántica se vuelve así posible», no
ción. Lo cual equivale a decir que, en el hombre, esta requie-
re por lo menos una reflexión avanzada donde intervengan "1; M. l•:ddman, pág. 158.
" .1 I' <'.hnnl(uux y A. Danchin, "Apprendre par stabilisation sélective•,
22 Una cuestión de la misma naturaleza fue evocada por N . Chomsky " ' ' / '11 111/1· ,¡,. /'lwmme. París: Seuil, 1974, págs. 320-50; véase también
a propósito del lenguaje, aunque entraña respuestas de carácter muy J I' 1 'h11111(1•11x, /,'/wm111.¡• neuronal, París: Fayard, 1983. En lo referente al
distinto. .,¡,,,'''""""'" 11wnt.nl ... vénse nota 28.

32 33
-1
i
l 111 ro terreno que dejamos de lado y donde sería interesante
teme afirmar. 25La aplicación de esos conceptos a una teo-
ría adaptativa del psiquismo no retrocede ante afirmacio- rnrupar ar las visiones de ambos autores: las emociones, te-
nes osadas como aquella según la cual la selección será rea- 11111 al que tendremos oportunidad de volver.
lizada poniendo a prueba su realismo, tanto desde el punto
de vista cognitivo como afectivo. El aspecto ingenuo de esa
visión sale a la luz en propuestas como la siguiente: «La re-
gla que gobierna el comportamiento es el principio de racio- Antropoides y ántropos
nalidad,,.26 A lo cual por mi parte agrego: «¿Tal como lo evi-
dencian nuestras informaciones sobre el estado del mun- La primatología27 conoció notables avances en la década
do?». El proyecto de arquitectura neural de la razón sirve dt• 1960. Aunque su ámbito no sea ni el de las neurociencias
para edificar una utopía. Changeux no tiene las mismas ni d de las ciencias cognitivas, la contribución de sus ex-
reticencias que Edelman acerca de la referencia a la compu- ' J>c•rtos debe examinarse en el marco de la interpretación na-
tadora, pero elude el problema. El autor se inscribe en una tural del psiquismo, sobre todo luego de la insistencia en
visión simplista del psiquismo (la memoria entendida como l11vocar el 99% común a los genes antropoides y humanos.
«selección darwinista semánticamente conducida»), tratado J•:1o1 momento de recordar la evolución «horizontal» --es de-
de un modo tributario del puro verbalismo. Se está en la t•ir, ramificada- de la evolución. Así las cosas, no sólo los
filiación de J. Monod, que hablaba de la cognitividad de la d iimpacés merecen nuestro interés, sino las diversas espe-
célula, poco permeable a las exhortaciones a una mayor cir- ci1·s de monos a través de comparaciones que podemos ex-
cunspección por parte de F. J acob o a una mayor compleji- lnll'r tanto de gorilas y orangutanes como de babuinos y gi-
dad como las de Edelman. Más adelante veremos que el pro- honcs, por citar sólo a estos. 28 Un estudio de esas caracterís-
blema capital reside en el uso pautado de un estilo discursi- 1irns abarca dos tramos: el primero es ~tológico, el segundo
vo que permitiría ln traducción de una lengua Oa usada por 1•xp1!rimental y remite en forma exclusiva a los chimpacés.
los «fi» -los filósofos-y los «psi») a otra (la utilizada por los J,os límites de esta exposición nos impiden hacer el detalle
neurobiólogos y los cognitivistas). El ejemplo más claro de de • los rasgos observados en cada especie, cosa que lamenta-
esta inspiración está representado por la siguiente formu- 111os pues reviste un elevado interés.Si bien se comprueban
lación: «El cerebro no sería sólo una máquina semántica i1uportantes diferencias, los rasgos más significativos con-
(Dennett) sino uria má.q uina intencional». Es visible que 1·i1·rncn sobre todo a la sexualidad, a la agresividad, a las re-
una ascensión irrefrenable hacia el cielo de las ideas sostie- liu·iunes entre ambos sexos, al parentesco y a la relación con
ne el impulso de estos alpinistas del pensamiento. lus rrías. La sexualidad parece ser importante sólo en rela-
Es inútil precisar las diferencias entre Edelman y Chan- n 1111 con la fecundidad. Cuando la especie vive en promiscui-
geux. Si bien el segundo parece compartir las reticencias de d11d (chimpancés), el padre es desconocido y los cachorros
su maestro Monod respecto del psicoanálisis, recordemos 111111 criados indiferentemente, pero la madre los protege
que el primero dedicó su libro a Darwin y a Freud. Pero hay prohibiendo a los machos tocarlos. Los hijos varones que-
d1111 sometidos a la madre y siguen siendo admitidos en el
25 J .·P. Changeux, «Les neurones de la raison•, La Recherche, junio de
1992; véase nuestra respuesta, .. un psychanalyste face aux neuroscien·
cies•, La Recherche, octubre de 1992. :i Somos deudores de Litza Guttieres-Green por la documentación que
26 J .-P. Ch angeux y S. Dehaene, ·Modeles neuronaux des fonctions ''"" 11 pnrl6 a propósito de los antropoides, Des primates et des hommes (de
cognitives•, en Philosophi.e de l'esprit et sci.ence du cerueau, París: Vrin, 1'' ""11111 nparición).
pág. 56. Dicho artículo debe ser leído tamizando las propuestas de sus .,. v.. u~e .J. Goddall, Les chimpazés et moi, t raducción de R. Latour, Pa-
autores, quienes, basándose de la manera más discutible en datos científi- ' ' " .St 1>l'k, 1971; J . Schaller, Unan ehez les gorilles, París: Stock, 1964;
cos, aprovechan la situación para hacer pasar una pesada carga ideológica 1t Fm•~t·y. 'l hize cms chez les gorilles, París: P resses de la Cité, 1984;
de pretensiones teóricas totalmente abusivas. 11 l\1111111wr, Vie ele.~ singl's, París: O. Jacob, 1993.

34 35
grupo una vez alcanzada la pubertad, pero deben esperar su •lad) fue sobre todo la cuestión de las diferencias con el hom-
turno, es decir, el debilitamiento de los machos dominantes, bre. Resumámoslas.
para acceder a ese rango. Entre los gorilas, que viven en ha- En el animal:
rén, las crías son ferozmente defendidas por el padre, pero
en cambio los machos jóvenes son expulsados del grupo en l. Hay sistemas de comunicación de lenguaje pero no
cuanto alcanzan la pubertad. Además, el gran macho domi- 1·slructura, sobre todo jerarquizada. Las capacidades adqui-
nante mata a los cachorros de una «cama» anterior para que ridas por medios experimentales no son secundariamente
la hembra vuelva a ser receptora, con lo cual se asegura de utilizadas entre congéneres y permanecen confinadas en la
que su patrimonio genético se transmita. De ese modo se n·lación con el experimentador.
convierte en el padre de la progenie de una tropa de hem- 2. Hay manipulaciones de objeto, pero no confección de
bras. El gorila siempre tiene que asegurar su predominio y instrumentos. Los instrumentos rudimentarios descubier-
para lograrlo se expresa por medio de violentas rabietas y tos ocasionalmente no son conservados sino abandonados
actitudes de prestancia. En cambio, fuera de esos momentos dt•spués de su uso, y ni su utilización ni la forma de procu-
críticos se muestra afectuoso. nírselos se transmiten jamás a los congéneres.
Los babuinos hamadrías también viven en harén, pero 3. Hay conductas ritualizadas, pero nunca rituales ni ce-
las relaciones entre machos y hembras son más directas que rt•moniales.
en otras especies. El macho vigila a la hembra, la protege, se 4. Hay limitación de acoplamientos consanguíneos, pero
110 prohibición.
asegura de que siga al grupo cuando este se pone en mar-
5. Hay inhibición de las conductas de expresión, pero
cha. La ha adquirido por medio del rapto, llevándosela de
ninguna huella de culpabilidad.
otro grupo. Es notable que las relaciones más estrechas en-
6. Hay vínculos de apego en las relaciones de parentesco,
tre machos y hembras afiancen las relaciones padre-hijo,
p1•ro nunca vínculas amorosos.
más laxas y a veces inexistentes en las otras especies. En 7. Hay procesos de autopercepción, pero no podría ha-
cambio, una vez instalada la pubertad, la habitual toleran- bla rse de reconocimiento de sí.
cia del padre con el hijo llega a su fin. Algunas de estas ca-
racterísticas son comunes a los monos. Estos no tienen casi l~stas diferencias, inventariadas por Jean-Marie Vi-
sentido del reparto o del don, no practican ninguna forma de d11J,:10 permiten a este autor hablar de discontinuidad entre
ayuda de unos individuos a otros, sobre todo entre machos. pHiquismo humano y psiquismo animal, a la vez que se com-
A diferencia del trato dispensado a la hembra, nadie espera pn11•ba una continuidad orgánica.
a un viejo macho herido que se haya quedado a la zaga du- Estos rasgos pueden traducirse en lenguaje antropomór-
rante la marcha del grupo. Aquí podemos volver a pregun- lirn desde el ángulo de la técnica, de lo simbólico, del amor y
tarnos a propósito del valor. Lo hay de dos tipos: valor de d1• la prohibición, de la conciencia de sí y del superyó. A. Le-
supervivencia y valor de satisfacción. Las especies en las ...,j.( :ourhan subrayó las mutaciones operadas en el orden
cuales la satisfacción es un valor (a diferencia de otras que 1 lc ·I ~esto y la palabra: la mano y el aparato ortofonatorio son

viven en cautiverio) son más resistentes. 1111s soportes visibles. El cuadro anterior, que revela propie-
Las experi~ncias de D. Premack y de A. R. y B. T. Gard- cl111 l1•s cuya inteligibilidad supera el plano de lo observable,
ner29 hicieron mucho ruido en la década de 1960. Pero lo 1111H st'ñala que la mutación humana debe tomar en conside-
que preocupó a los etólogos (Kummer, Eibl-Eibesfeld, Vi- nwiún el orden de lo simbólico más allá del lenguaje, en la
lrrc·dw que este abre en el terreno de la acción, del afecto y

29 Véanse las respectivas contribuciones de estos autores en L'unité de '" .1 M. Vióal, · Evolution du psychisme et évolution des organismes•, en
l'homme, op. cit. /1.,,,,.,,,,.<mc'f•I soáété. P. 'lbrt, cd., París: PUF, 1992.

36 37
del reconocimiento de sí, propiciándole de ese modo un cam- nunca será objeto de un ulterior uso espontáneo. Está claro
po enteramente nuevo al poder de las prohibiciones con la que todo el sistema de representación (de cosa y de palabra),
aparición del sentimiento de culpa. Esto se ve facilitado por su organización, sus categorizaciones, su jerarquía, su posi-
el papel de la relación con el otro, pero no debe desconocerse bilidad de complejizaci6n, son de distinta naturaleza y que
la del otro del otro, por donde se abre la referencia a lo divi- no es posible disociarlos de la relación con el otro, testimo-
no (nosotros diríamos relación con el otro-semejante y el niando en este aspecto hechos negativos muy elocuentes en
otro del objeto [Green] o con el Gran Otro [Lacan]). Sin em- la comparación entre el vínculo con el experimentador y con
bargo, esos aspectos no son disociables de la relación entre los congéneres. Las categorías de la relación de causalidad,
deseo y prohibición. Además, la relación con la herramienta memoria y atribuciones sociales crean aquí un hiato consi-
está en el origen del formidable desarrollo tecnológico en derable.
tanto extensión de los medios del yo, si bien este último está Para terminar, deberían recordarse las ideas de L. Bolk
ampliamente subordinado al deseo que subyace en sus fun- sobre el retraso que favorece la fijación de los signos adqui-
ciones mucho más allá de lo utilitario. ridos en la juventud. K. Lorenz se inspiró en ellas pa ra sus
Los aprendizajes realizados por D. y J. A. Premack31 son tesis sobre la impronta,ª 2 que desde luego hacen pensar en
tan interesantes por las carencias que revelan como por sus temas despejados por el psicoanálisis. Winnicott toma esto
inesperadas y asombrosas realizaciones, las cuales, ade- para señalar los límites de tales comparaciones, que por sí
más, fueron obtenidas introduciendo artificios en el modo mismos no podrían constituir el único campo de intersec-
de vida de los sujetos de experimentación, artificios cuya ción entre biología y psicoanálisis.
importancia no siempre se señala o a fos que en cualquier
caso se subestima. Todos los autores acostumbran a insis-
tir en la «desespecialización» humana. En psicoanálisis se
habló de «descalificación del instinto» (Laplanche) pa r a La memoria y el sistema «psi»
designar a la pulsión. Y si la meta de la pulsión deja de pre-
sentar la rigidez que caracteriza al instinto (relativizada La teoría freudiana se funda en la oposición entre los sis-
parcialmente hace poco), el empuje permanece en los dos temas percepción-memoria. Mientras que el primero está
casos. Por el lado del lenguaje, si bien el chimpacé puede ad- principalmente ligado a la conciencia, el segundo se vincula
quirir el medio para expresar su apetencia -por ejemplo, sobre todo al inconsciente. No examinaremos en detalle la
que el experimentador le dé una manzana- , se muestra en percepción, que ha sido objeto de numerosos estudios en
cambio incapaz de invertir la fórmula, es decir, de señalarse ciencias cognitivas, pero sí subrayaremos la solidaridad de
como dador de una manzana al experimentador. Además, el las relaciones entre un sistema y otro. René Thom, que se
chimpancé nunca le pide nada a otro animal o a un experi- interesó en la percepción, duda de la posibilidad de codificar
mentador ausente. Falta la categoría de ausencia, lo cual en las formas visuales, puesto que el número de estas repre-
mi opinión tiene consecuencias que superan en mucho la senta el 80% de la información sensorial. Hoy, todo el mun-
esfer a del lenguaje. En cambio, parece que si se presenta la do concuerda en reconocer que la percepción está lejos de
oportunidad, el chimpancé puede mentir en interés propio, ser un fenómeno pasivo y simple. Ella pone en juego una ca-
o sea, no hace falta decirlo, con el fin de gozar de una ventaja tegorización de subsistemas que actúan en forma coordina-
ligada a una satisfacción. Es importante señalar que los da según las circunstancias y es uno de los caballitos de ba-
monos pueden aprender a usar un dispositivo por encargo talla de la psicología cognitiva. Comoquiera que sea, y dado
(con una recompensa como premio), pero ese aprendizaje que la teoría psicoanalítica se interesa sobre todo en los fe-
:1~ K. Lorenz, Essais sur le comportement animal et humairt, traducción
31D. y J . A. Premack, L'esprit de Sarah, traducción de Y. Baudry, París: d1• Cnrl P. Frcdcr, París: Seuil, 1965. R. Barande insistió en la importancia
Fayard, 1984. d1· In~ ideas de Bolk; véase La naissance exorcisée, Pa rís: Denoel, 1975.

38 39
nómenos de la memoria, vamos a detenernos en ellos. Al mente el lugar de la vieja idea de localización, hoy ya peri-
respecto, la obra de Israel Rosenfield es una referencia tan- mida. Aquí encontramos concepciones caras a Edelman. Se
to más calificada por cuanto el autor aborda las relaciones entiende mejor entonces el proceder de un Thom en busca
de las investigaciones modernas con el pensamiento de de categorías del Ser, que el autor termina por encontrar en
Freud. «La teoría de las localizaciones ya fue combatida por Aristóteles... La noción de categorías supone la existencia
Freud en 1891, en su trabajo de inspiraciónjacksoniana so- de grupos organizados y no tanto la referencia a elemen-
bre la afasia. Según él, la memoria no podría ser aislada de tos fijos aislados. De ahí las operaciones de clasificación
la importancia afectiva de los recuerdos; estos aparecen emprendidas por el cerebro. Estos hechos aclaran también
además en una secuencia de acontecimientos que le dan su los problemas de reconocimiento perceptivo. Pero lo im-
sentido. Sin embargo, no existen recuerdos específicos en portante es el cambio de paradigma: el valor central es aho-
el nivel cerebral. En el cerebro sólo están los medios nece- ra delegado a un conjunto diferenciado. Sin embargo, estas
sarios para la reorganización de impresiones anteriores, cuestiones no están reguladas de una vez por todas y siguen
destinadas a dar una realidad concreta al mundo incohe- despertando preguntas y controversias acerca de las rela-
rente e irreal de la memoria».33 En otros términos: la memo- ciones de las formas superiores con las formas elementales
ria no existe fuera del contexto, es decir, del presente que le «modulares» (Marr). La representación del funcionamiento
da su sentido, sentido que no existe en forma aislada. Sin cerebral se ve, con todo, modificada en tanto se admite que
embargo, las modernas investigaciones renuevan la teoría el cerebro debe poseer - frente a la multiplicidad de situa-
de las localizaciones concibiéndola como un conjunto de ciones a tratar- un marco rector para la interpretación de
unidades funcionales especializadas. ·Ahora bien, dichos los estímulos. Permanece la idea de un organizador aplica-
estudios toman por objeto fenómenos muy elementales que ble a la memoria y a la percepción. De hecho, el tema de los
no podrían hacer las veces de elemento comparativo con organizadores adquiere un sentido diferente según que
aquello que en análisis se llama rememoración. Pese al in- intervenga en un -sistema sin memoria (percepción) o en
terés que Freud manifestó por la afasia en su período pre- uno que sí la tenga. Las ideas de Marr se consideran impor-
psicoanalítico, nada pertinente puede fundarse sobre el es- tantes en el estudio de todas estas cuestiones. Es que se
tudio de la pérdida de las capacidades lingüísticas, a menos esfuerzan en fundar la objetividad a través de la modulari-
que resulte de alguna utilidad para la comprensión de la dad, y oponen a las ideas modernas sobre la memoria la ne-
memoria en sus relaciones con el inconsciente. cesidad de concebir también la existencia de categorías fijas
No obstante, se pueden ir extrayendo algunas clarifica- que sería un error olvidar. En este caso no puede minimi-
ciones. Como para la mayoría de las teorizaciones sobre fun- ;r,arse la diferencia de contenido en el uso de términos, sím-
ciones psíquicas superiores, lo esencial consiste en distin- bolos y mucho más de representaciones, tanto en cognitivis-
guir un nivel elemental y un nivel de integración superior al mo como en psicología. Las sofisticaciones de los PDP (par-
anterior. En este último caso, se pone en evidencia en mu- 11llel distributed processors) nos acercan muy poco a aquello
chos casos la intervención del lenguaje. Así, Rosenfield pre- que es objeto de exploración psicoanalítica en las relaciones,
cisa que, en lo concerniente al lenguaje, las reglas gramati- por ejemplo, entre los principios de placer-displacer y de
cales tienen probablemente poca relación «con la manera en rnalidad. La intervención de estos principios es manifiesta
que las estructuras sintácticas se manifiestan en el cere- 1•11 la forma en que el deseo afecta a la percepción (alucina-
bro».34 La noción de categorización fue tomando progresiva- ción negativa, desmentida, etc.). Es innegable que se ha
progresado en el estudio del reconocimiento de formas
¡ll'rceptivas por parte del cerebro. Aun así, no sería lícito
33 l . Rosenfield, The lnuention of Memory, Nueva York: Basic Books,
11 firmar que tales progresos esclarezcan siquiera un poco
1988; L'inuention de la mimoire, traducción de A.-S. Cismaresco, París:
Eshel, 1989, pág. 77.
11qucllo que explora específicamente el campo del psicoaná-
3 4 /bid. , pág. 93. lisis. Falta todavía tratar el interés de la noción de catego-

40 41
ría. ¿Qué lugar se da aquí a las categorías utilizadas por el nes sobre la formación reticulada empezaron a poner en ja-
psicoanálisis? Es imposible decirlo con precisión, pese al ca- que ese monopolio. Pero entonces se trataba más de vigilan-
mino así despejado. S e va imponiendo cada vez más la idea cia que de conciencia. En épocas más cercanas, G. M. Edel-
de que los esquemas de actividad del cerebro, o la idea de man propondría una teoría biológica, brillantemente ex-
unidades fragmentarias, que poseen una significación li- puesta, de la conciencia fundada en la evolución, donde se
gada al contexto, no deberían ser confundidas con la impli- vinculaban embriología, morfología, fisiología y psicología.
cación de que el cerebro contendría «símbolos». La confusión Impugnando cualquier comparación con la computadora, el
de lenguas y el uso desordenado del pasaje de una lengua a autor ubica el nacimiento de la conciencia en las relaciones
otra hacen pensar que la relación así establecida proven- entre percepción, formación de conceptos y memoria, y ofre-
dría en última instancia más de la homonimia que de otra ce para cada uno de ellos modelos fundados en la biología.
cosa, lo cual no excluye que tal ambigüedad terminológica Distingue así dos niveles de conciencia. Uno, primario y que
pueda no ser inocente. reúne percepción, formación de conceptos y memoria, se
De hecho, el enfoque biológico de la memoria implica la establece sobre la noción de «reentrada» (relación afirmada
extensión del problema a sistemas no psíquicos como el sis- entre varios tipos de «mapas cerebrales»), está ligado a una
tema inmunitario, que fue base de las investigaciones de memoria de «valores-categorías» y desemboca en la consti-
Edelman antes de que el autor se interesara en el cerebro. tución, según el espacio y el tiempo, de escenas correlacio-
Como sea, la conclusión resultante de dichos trabajos es el nadas (al respecto pensamos en la dimensión narrativa,
carácter poco fiable de la memoria psíguica35 en razón del e incluso en libretos fantasmáticos, aun cuando no se trate
papel que desempeñan en ella la imaginación y la vida emo- aquí sino de representación del nivel más elemental). El
cional. No es en este punto donde el psicoanalista tendría otro nivel de la denominada conciencia superior implica la
algo que refutar. Hace rato que el cuestionamiento de los re- adquisición del lenguaje.37 En este punto, la originalidad de
cuerdos hallados por el psicoanálisis fu e objeto de profun- gdelman consiste en postular un primer vínculo entre foné-
das reflexiones. Quien más avanzó en esa dirección -aun- tica y semántica, con la sintaxis interviniendo sólo como un
que tal vez no lo bastante- fue S. Viderman,36 quien sostu- resultado ulterior. Todo esto culmina en el tratamiento de
vo la tesis de que el recuerdo aparecido en sesión más que los símbolos como evocación de un mundo «independiente» y
remitir al pasado, era una construcción producto de la si- sometido a categorizaciones suplementarias. «Una explo-
tuación misma, y cuya existencia se manifestaba enton- sión conceptual y una revolución ontológica -nos represen-
ces por primera vez. Pero de nuevo este fue un tema de con- tamos un mundo y no simplemente un entorno- se hacen
troversias entre los psicoanalistas. En cierto modo, Freud posibles por la interacción de los centros conceptuales y lin-
había ido más allá al considerar que la repetición del ac- güísticos».38 Categorizaciones y recategorizaciones son con-
to podía hacer las veces de memoria (memoria amnésica, ceptos clave en Edelman. El pensamiento de este autor no
A. Green). despierta mayores objeciones en un psicoanalista -al me-
nos no en mí- ni ninguno de esos tipos de irritación cau-
sados por los hábitos reduccionistas corrientes en la mate-
ria. Por otra parte, es interesante notar que Edelman -aun
Conciencia. Inconsciente. Sueño guardando discreción en sus desarrollos sobre el tema-
ncepta el concepto de inconsciente y su incidencia en el
Hasta no hace mucho, la conciencia era el coto de caza de
la filosoña. Alrededor de la década de 1950, las investigacio-
:11 En este resumen no hacemos justicia a la concepción dialéctica del
35 No nos ocuparemos en detalle de los datos obtenidos recientemente
sobre la memoria a corto y largo plazo, declar ativa, procedural, etcétera. nutor, quien a l respecto ofrece un condensado en el capítulo XIV de la
36
S. Viderman, La. co11.strucción d~ l'espace analytique, París: Denoel, 111is111u obra.
:iK U. M. Edclman, pág. 196.
1970.

42 43
determinismo de las acciones psíquicas. «El objetivismo fra- s iología.42 Especulando sobre las razones del sueño, M . J ou-
casa», escribe.39 vet considera que este podría tener la función de reforzar la
Pero hay inconsciente e inconsciente. Si bien para este programación genética borrando las huellas del aprendiza-
autor se trata del inconsciente freudiano, no siempre es así je, si el aprendizaje se efectúa en sentido contrario a aque-
para otros. En un librito muy instructivo, M. Gauchet des- lla. En el transcurso del sueño se estaría expresando la me-
cribe la historia de los intentos, antiguos y muy anteriores a moria genética de cada uno de nosotros.43 Sin embargo, al
Freud, de defender la hipótesis del inconsciente cerebral sin estudiar dos mil quinientos veinticinco recuerdos de sue-
ninguna relación directa con el inconsciente del psicoanáli- ños, el autor acaba en descripciones que se limitan a los ca-
sis. 40 En esa época, la cuestión era extender la teoría del re- racteres de los contenidos manifiestos con relación al estado
flejo - nacida de estudios sobre la médula espinal- al cere- de vigilia, pero sin aportar esclarecimiento alguno en cuan-
bro. Toda la empresa apunta, en efecto, a la idea de automa- to a los puntos desarrollados por el psicoanálisis ni sobre
tismo. Observemos, sin embargo, que entre sus defensores la organización interna de los fenómenos oníricos. Con ello
figura el nombre de Griesinger, maestro de Freud. Lo que confirma que esos dos enfoques no tienen nada en común y,
puede retenerse de todo esto es la existencia, ya en 1860, de por ende, tampoco nada que compartir. En otros términos:
una crítica de la conciencia. no dice palabra sobre lo que hay de psíquico en el sueño,
En ese terreno no tardaremos en encontrar a Jackson y sobre qué significa y cómo significa, salvo desde un punto
Spencer, quienes anuncian ya a Darwin. Empiezan a rodar de vista filogenético del que está ausente toda especifici-
ciertas ideas: la de límites entre lo so¡:nático y lo psíquico, dad concerniente a un posible sentido. Los estudios sobre
donde Freud instalará a la pulsión, la de las relaciones en- d sueño basados en el despertar de sujetos dormidos que
tre estructura -que debe distinguirse de su empleo en ego presentan signos eléctricos de sueño paradójico, son poco
psychology- y energía, que forma parte también de sus reveladores. Sin embargo, M. Jouvet se declara de acuerdo
preocupaciones. Crecerá cada vez más la tendencia a hun- t'.on las críticas acerbas de Mac Cinley y Hobson, que a me-
dir las raíces de lo psíquico en lo biológico. Como dice Gau- nudo se apoyan en un análisis superficial de Freud -con-
chet, Freud ofrece el ejemplo «de un más allá de nuestra psi- trastando con los hábitos de rigor científico y según una ar-
cofisiología».41 Pero es P. Janet quien ensaya conciliar la ~umentación acomodada a veces a las necesidades de la
idea de un inconsciente con la conciencia al mencionar el musa-y que dan suma importancia a puntos de detalle.
inconsciente cerebral. Hoy, el reflejo es objeto de un reno- En realidad, los autores parecen querer ignorar en forma
vado interés por parte del cabeza de fila de los cognitivistas, 1 deliberada la diferencia entre el Proyecto, publicado pese a
J. Fodor, en relación con la computadora. la opinión contraria de Freud, dado que el manuscrito fue
Pero hay otro abordaje del inconsciente y es el del sueño, ha llado años después de su redacción, y su obraprinceps so-
al cual M. Jouvet consagró su obra. Lo trataremos en los bre la cuestión, La interpretación de los sueños, que sí fue
puntos en que el neurofisiólogo manifiesta su desacuerdo plenamente asumida. Ellos tampoco distinguen entre una
con el psicoanálisis. Hace tiempo, A. Bourguignon enumeró construcción imaginaria que es deductiva en Freud, compa-
los puntos de concordancia y divergencia entre las ideas y rnda con los resultados de trabajos experimentales que se
las hipótesis de Freud y los descubrimientos de la neurofi- invocan como si estuvieran adquiridos para siempre y no
tuvieran que revisarse nunca más. En suma, no suscepti-
39 /bid, pág. 199. bles de falsación. 44 «Freud must go» (A. Hobson) parece ser
~ 0 M. Gauchet, L'inconscient cérébral, París: Seuil, 1992: •E sto no ·1'~ A.Bourguignon, «Neurophysiologie du riive et théorie psychana-
autoriza a proclamar que en realidad Freud inventó menos de lo que se lyt iquc... La Psychiatrie de l'Enfant, 1968, vol. XI, págs. 1-69.
cree, y que en el fondo se limitó a prolongar una herencia que represen- 4:1 V<msc M. J ouvet, Le sommeil et le reve, París: O. Jacob, 1992, pág. 58.
tada su logro más indiscutible. Y, considerado a la letra, no dice nada en 4·1 t<:n un cuadro reproducido en la página 53 del libro de M. Jouvet,
cuanto a Ja naturaleza del psicoanálisis,. (pág. 31). "/' ci l .. Hob~on y Mac Carley abundan en aproximaciones que contrastan
o !bid., pág. 102. 1·1111 ..11·spíritu de !!cricdad de los hombres de ciencia.

44 45
la única propuesta a retener de un abordaje cuyo estilo deja sin , esto sugiere que intervienen asimismo en el sueño
ver con bastante claridad los objetivos. Que un psicoanalis- paradójico. Sin embargo, el autor parece concluir en forma
ta muerto en 1939 impida a nuestros neurofisiólogos dormir algo apresurada cuando afirma que entre áreas sensoriales
en sus laboratorios cuarenta años después, por lo menos da y áreas límbicas, el equilibrio metabólico está a favor de
que pensar.45 Otra de las fuentes de M. Jouvet, M. Jeanne- estas últimas, «el sistema nervioso central funciona al "mo-
rod, hace una reseña que no mira al detalle el capítulo VII do inconsciente"».47 La comparación entre sueños y aluci-
de La interpretacwn de los sueños. 46 Llama la atención que naciones provocadas apoya, según él, la comparación. En
un espíritu tan distinguido como M . Jouvet, en cuestiones cambio, el estado de vigilia permite observar un predominio
fundamentales de su campo, se conforme con referencias de de los sistemas noradrenérgico y serotoninérgico. Tassin
segunda mano sobre una divergencia capital de interpre- imagina la siguiente puesta en.· correspondencia: pensa-
tación. · miento de vigilia (secundario), lógica r acional-deductiva =
Otros investigadores se sirvieron del sueño para encon- = reactivación de neuronas noradrenérgicas/serotoninér-
trar nexos entre el inconsciente psicoanalítico y los datos {,ricas, «pensamiento» del sueño, imagina rio, irracional e
que proporciona la neurobiología. Las vías de comunicación ilógico= activación de las vías dopaminérgicas. No iremos
más importantes del cerebro abarcan el circuito somatosen- más lejos en las deducciones del autor, pero en cambio seña-
sorial (que atañe a las relaciones con el exterior) y el circui- laremos que, aun admitiendo la exactitud de estos resulta-
to n eurovegetativo (puramente interno); el primero de dos, lo único que ~xplican es el cuidado de la «figurabilidad»
conducción rápida y el segundo en progresión de menor ve- teorizada por Freud, que está lejos de ser la característica
locidad. Edelman ve en ellos las estructuras que forman el esencial del sueño. Ahora bien, estos resultados nada dicen
soporte de los sistemas «no sí mismo» y «Sí mismo». Los de lo esencial del sueño para un analista, o sea, la relación
sistemas sensoriales están bajo dependencia de neurotrans- del sueño con el deseo, i:ii tampoco. esclarecen en absoluto
misores mal identificados, pero en ningún caso comportan el t rabajo del sueño o su proceso dé formación. La relación
una monoamina primaria del tipo de aquellas (son alrede- entre contenido manifiesto y contenido latente, piedra an-
dor del 1%) sobre las cuales se ejercen los psicotrópicos, y hrular de la teorización psicoanalítica, tampoco es tr atada.
que por lo tanto se relacionan más probablemente con los Por eso la idea de que los conocimiéntos neurobiológicos
desórdenes psíquicos. Las demás neuronas están «en para- podrían dar cuenta, incluso sin demostr.arlo, «de un modo de
lelo» con las anteriores, son de conducción lenta y poseen funcionamiento mental particular, diferente del consciente
neurotransmisores que encontramos en las quimioterapias y asimilable al inconsciente descripto en psicoanálisis,,,48
psiquiátricas (dopamina, noradrenalina, serotonina). Y nos parece temeraria y apta para crear amalgamas que de-
jugarían el rol de moduladores de la transmisión de mensa- ben evitarse. Hará falta algo más pá'ra convencernos.
jes. A diferencia de las otras, las neuronas dopaminérgicas El caso del sueño resulta paradigmático porque es uno
mantienen su actividad cuando dormimos. Según J.-P. Tas- de los raros puntos de contacto donde neurobiología y psico-
análisis se enfrentan directamente y pueden comparar sus
45 Hemos podido comprobar personalmente las carencias de las reseñas
1·nfoques, hipótesis, descubrimientos y concepciones de la
experimentales de A. Hobson, en el simposio sobre el dormir que nos reu- vi<la mental. En este caso preciso sólo podemos concluir en
nió con motivo de un congreso realizado en Bolonia (1983); véase también
la incapacidad de la neurobiología para dar cuenta de aque-
Psychology o( Dreaming, M. Bosinelli, P. Cicogna editores, CLUEB Edi-
trice. l lo que el psicoanálisis -por más conjetural que sea-
46 M. Jeanner od, Le cerveau machine, París: Fayard, 1983: •El proceso

onírico comienza cuando algún suceso de la experiencia diurna excita un •17 J.-P. Tassin,«Peut-on trouver un líen enÚe l'inconscient psychana ly-
deseo reprimido en el inconsciente• (citado en J ouvet , pág. 152). El in- t 11¡11cet les conn aissances act uelles en neurobiologie?•, en Neuro·psy,
consciente estaría «compuesto de elementos psíquicos que están en contac- 1!IH!l, nº 8, pág. 426.
to con los instintos• (citado en Jouvet, pág. 151). Es indicativo el silencio 1
·" Jbíd., pág. 432. Señalamos que la bibliografía del autor no incluye La
guardado en el capítulo VI sobre el trabajo del sueño. 1111t-r¡1r<'ICtr.i<ln de los sueños de Freud.

46 47
aporta a la comprensión del psiquismo. Como es habitual, robiólogos estarían «a la escucha de la neurona», oídos y
las comparaciones son posibles, siempre y cuando se proce- grabadores en ristre. En ocasiones es dificil saber, incluso
da a una excesiva esquematización de lo que describe el leyendo los trabajos más inventivos y más abiertos a la ne-
análisis. Ellas dan testimonio de una real dificultad para cesidad de atender al nivel de complejidad de los fenómenos
restituir simplemente las ideas teóricas que sirven de hipó- estudiados, qué cosa se vincula con una exploración del me-
tesis al psicoanálisis -eomo en todo lo tocante al incons- canismo cerebral secundariamente aplicable a tal o cual fe-
ciente-,49 mostrando la seria limitación de los científicos nómeno psíquico, o cuál es el producto de una descripción
para entender de qué hablan los psicoanalistas, limitación procesada por reducción previa de los «estados mentales»,
que no tiene un carácter universal pues la intuición de los formulados de tal suerte que enseguida permitan una ex-
literatos sí lo consigue, al precio de algunos malentendidos ploración calibrada ad hoc y formada según los criterios ne-
ocasionales que no afectan a lo esencial. cesarios para satisfacer las exigencias de la empresa, y que
A favor de ese tipo de «traducción» se efectúa el pasaje supuestamente da cuenta de la actividad psíquica conside-
entre el inconsciente psicoanalítico y el inconsciente cogni- rada. Tal como ya tuve ocasión de subrayar, el neurobiólogo
tivo. La crítica de esos trabajos es la que puede hacérsele al quiere dar la impresión de que la «máquina» (entendido el
cognitivismo en general y la retomaremos más adelante. En término en el sentido de conjunto teórico y técnico del uti-
este caso, lo menos que puede decirse es que los autores lle- llaje científico) se limita a verificar las hipótesis concebidas
van a cabo una completa asimilación entre lo no-consciente por el investigador con toda independencia, mientras que la
y el inconsciente (freudiano). Interpreuvi el primero según verdad es la opuesta. E s la máquina la que obliga al inves-
su código (nivel computacional), luego pasan sin transición tigador a confinarse en aquello que le resulta posible inves-
a la semántica; tratan de representaciones procedurales tigar y que define los límites de lo que se debe pensar. La
episódicas y luego «implícitas»; separan con bastante arbi- «Sumisión a los hechos» tiene como precondición la confor-
trariedad las operaciones modulares y centrales (Fodor), midad de estos a la manera de ser tratados por ella. Se en-
etc. Pasan entonces a figurar en el mismo rubro lapsus, tiende entonces la importancia del acuerdo sobre las des-
actos fallidos y anosognosias o prosopagnosias. Por último, cripciones previas y sobre la formulación del análisis, que
se usa sin discernimiento la oposición afectivo-cognitivo, desemboca en su descomposición en unidades separadas.
haciéndose caso omiso de la noción de representación in- Porque si el enfoque neurobiológico siempre puede fundarse
consciente. ¿Es esta afectiva o cognitiva? Un mínimo de en una morfología usada para el caso en sus diversos nive-
coherencia conduce a guardar reserva respecto de algunas les, la actividad psíquica no puede apoyarse en ninguna «lo-
tentativas de acercamiento entre «inconsciente psicoanalí- calización» o coacción descriptiva lo suficientemente clara
tico, inconsciente cognitivo y funcionamiento del sistema como para suscitar consenso o favorecerse con críticas que
nervioso».50 sean base de un acuerdo unánime, dependiendo todo de las
El deseo triunfalista de los «Objetivistas», que se esfuer- decisiones selectivas que ella misma opera para distinguir
zan en convencernos de que sus luces están hoy en condicio- lo esencial y lo accesorio de los objetos de su descripción.
nes de aclarar terrenos que hasta ese momento habían deja-
do en manos de aficionados a especulaciones más o menos
inconsistentes, hoy los empuja a lanzar afirmaciones que 1lonnonas y afectos
remedan los decires de aquellos a quienes critican: los neu-
Todos estos enfoques se centran - teoría de la informa-
49 Un ejemplo r eciente: J. Weiss, «Les mécanismes inconscients de la 1·icín obliga- en los aspectos «lógicos» del comportamiento.
pensée•, Pour la science, nº 151, 1990. Y por eso ellos mismos se ahorran las dificultades que des-
50 C. Derouesnc y H. Oppenheim-Gluckman, ulnconscient psychanalyti-
pi1 •rta el estudio de los afectos. P ero existe también una
que et inconscient cognitif•, en Ern:yclopaedia Universalis, artículo «Psy-
chologie•, edición 1993, págs. 283-5.
.. f>iolob'Ía de las pasiones•., como dice Jean-Didier Vincent.

48 49
Al enfoque conectivista que impera como amo y señor en medio interno concerniente al resto del cuerpo. Hay dos y
neurobiología, se opone otra variedad de comunicación: sólo dos vías de entrada y salida en el cerebro: la nerviosa y
aquella que depende de las hormonas y se atiene al medio la humoral. Gracias a esta última, el cuerpo como conjunto
interno y a la homeostasis. Este conjunto permite captar la generalizado penetra en el cerebro. El medio interno se re-
importancia de la noción de regulación en un terreno que presenta en él. En suma, es como si la relación figura (cere-
implica un modo de razonamiento distinto del que tiene bro)-fondo (medio interno) pudiera reflejarse en la figura
curso en el enfoque cognitivista. «Alejamiento, difusión y misma. Por otra parte, la división en células nerviosas y cé-
duración de la acción hormonal se oponen entonces al ca- lulas gliales demuestra la existencia de una secreción de
rácter local, inmediato y discreto de la acción neuromedia- neurotransmisores, fuera de toda estructura sináptica, al
dora». 51 En realidad, esta oposición puede ser superada a modo de una acción no específica y difusa. No nos sorpren-
través de una visión más amplia, donde el cerebro sea consi- derá enterarnos de que esas secreciones hormonales afec-
derado como una glándula múltiple que libera neurohormo- tan modalidades globales que involucran a l conjunto del
nas y neurotransmisores de acción hormonal. Debe insistir- organismo, como en el caso del comportamiento mater-
se, pues, en la complementariedad de los sistemas, que fa- no. Aquí estamos en el terreno de vastas unidades que con-
vorece un funcionamiento múltiple. Ello, a fin de lograr una ciernen a la regulación de grandes funciones vinculadas con
concepción que dé plena cabida a la diversidad propia de las la supervivencia del individuo o de la especie. Una visión
actividades psíquicas. Se entenderá que el proceder psico- evolucionista permite saber que en ciertos organismos
analítico esté más particularmente interesado en un enfo- primitivos hay sustancias que a la vez son hormonas y
que de este orden, na sólo porque toca a la esfera afectiva (a neurotransmisores (aplisia). Las sustancias con funciones
la que es tentador reducirlo, abusivamente además), sino comunicativas están presentes antes de la diferenciación de
porque, en forma más específica, involucra problemas fun- los aparatos. Puede sostenerse que el sistema nervioso es de
damentales tales como la diferencia de sexos a través de la hecho neuroendocrino, dado que las sustancias secretadas
dinámica hormonal. Los neurobiólogos tienen excesiva actúan tanto en vecindad inmediata de su lugar de elabo-
tendencia a separar el cerebro del resto del cuerpo con el ración (sinapsis) -subdividido sin embargo en sistemas
pretexto del rol cumplido por la barrera encefálica, menos opuestos y complementarios (somatosensorial y neurovege-
estanca de lo que se pretende, y minimizando también la re- tativo)- como a distancia (hormonas salidas de puntos re-
presentación, en su seno, de elementos salidos del sistema partidos por todo el cuerpo que actúan en sinergia y en an-
inmunitario, de lo que cae bajo el peso de las variedades ce- tagonismo). Ulteriormente, la especialización funcional lle-
lulares (células gliales diferentes de las neuronas), y final- ~u a separarlos. Se entiende entonces que la noción de codi-
mente del medio hormonal en que está inmerso el encéfalo. ficación sea tan restrictiva. Es notable que las hormonas
La unificación en tomo de la neurona responde a una estra- t•steroides intervinientes en la sexualidad puedan incidir
tegia teórica que evita pensar las consecuencias de la co- sobre el genoma. Las separaciones funcionales del cerebro
existencia de estructuras cerebrales, filogenéticamente de se reagrupan en grandes conjuntos (cerebro triúnico de
distinta edad, y de las relaciones que se anudan entre siste- 1~ MacLean: reptiliano, paleomamaliano, neomamaliano) y
mas con tareas separadas pero comparables, así como de los st! reparten en tres niveles: el de los comportamientos de su-
problemas relativos a su intercomunicación de sistema a pervivencia (automático), el de las motivaciones y emocio-
sistema, entre afuera y adentro y de la parte con el todo. 111~. y finalmente el denominado de la «inteligencia>> (vincu-
El estudio de las hormonas permite aprehender una re- lado con la adaptabilidad).52 Todavía falta admitir que esta
lación importante: la que vincula el espacio cerebral con el limitación valga también para el hombre.
51 J.-D. Vincent, Biologie des passions, París: O. Jacob, 1986, pág. 40. r.:! l'arccc que esta estructura triúnica fue recientemente criticada; no se
Nos remitimos a esta obra para toda información subsiguiente acerca de •·nl i1•ndc cómo podría negarse Ja existencia de di ferentes niveles estruc-
Jos humores. l 11rnl111ente separados.

50 51
Estos análisis permiten formular numerosas hipótesis placer en sus construcciones sobre el psiquismo. El asce-
sobre las «pasiones». La conjuncwn del placer con el deseo tismo del método científico inclina a defender una idea del
y la conci.enci.a. de la muerte definen la estructura espedfica humano donde aparece la subestimación sistemática del
del hombre, dice Jean-Didier Vmcent. ¿No estamos aquí en placer y de su poder movilizador. Esta infravaloración se
presencia de fenómenos ligados a lo que Edelman llamará, refuerza merced a la invocación del dominio de las repre-
en una acepción más amplia, «categoría» y que él fragmenta sentaciones que le están vinculadas: el deseo dominado del
en unidades discretas aun admitiendo su síntesis: «Crea- ser superior. Es necesario acompañarlo con una exaltación
mos un mundo y no sólo un entorno», afirma. Sin embargo, poco convincente, pero que es conveniente imponer para
para entender bien las consecuencias de esta aseveración, conjurar quién sabe qué peligro de descontrol. De a1ú surge
es necesario dar todo su lugar a las concepciones que resal- la idea de una inteligencia que nada debería a sus funda-
tan el fondo contra el cual aparecen las figuras. A esto se mentos pulsionales. 54 De todas maneras, habrá que refle-
vincula la idea de estado central fiuctuante, cuyo surgimien- xionar sobre el hecho de que este lugar preponderante del
to al fallar el equilibrio se expresa en manifestaciones afec- placer -que los científicos tienen dificultad para reconocer
tivas. Tal ruptura se produce contra un fondo de desequili- en toda su amplitud- es resultado de la evolución de las es-
brio potencial permanente más o menos corregido, lo cual pecies y de la selección natural. La adaptación no podría en-
relativiza sobre todo la significación de la noción de estímu- tenderse desde el ángulo estrecho de un utilitarismo obje-
lo. Al escribir que «el estado central -representación del tivista que conduce a defender una idea de la ciencia pura y
mundo- es una proyección fusionada de tres dimensiones: dura, adornada de virtudes que los científicos están lejos de
corporal, extracorporal y temporal»,53 J.-D. Vincent rein- ilustrar sin fallas.
serta al organismo en el espacio-tiempo y hace del no-sí mis- Se conocen experiencias de autoestimulación en ratas
mo un dato de base que ya no está «fuera del sujeto», como destinadas a obtener placer y que las llevan a la muerte
suele sostenerse en los trabajos neurobiológicos centrados <Olds). Apuntemos que las sustancias relacionadas con la
en el aparato neuronal. Según dichos trabajos, el aparato química del placer -las catecolaminas- también intervie-
neuronal sólo podría conocer su funcionamiento por vía de nen en el metabolismo de las enfermedades mentales. La lo-
un enfoque conexionista que, fuera de sí mismo, sabe única- calización anatómica de las estructuras cerebrales vincu-
mente lo que le enseñarían las percepciones, a través de las ladas con el placer (hipotálamo lateral) es una vía de pasaje
cuales el citado aparato podría separar «objetos mentales» que «no contiene ninguna de las redes cableadas responsa-
preparatorios para la elaboración de conceptos. Y todo sigue bles de los comportamientos»,55 así como esta región cere-
«a como salga». En cambio, los datos aportados por J.-D. bral no guarda trazas de las experiencias pasadas y de los
Vincent conciernen tanto a la representación como a la ac- mapas cognitivos diseñados por el aprendizaje. Es un «agui-
ción aquí reunidas, pero sobre todo denuncian el artificio jón sin objetivo» (Panksepp), pero un aguijón imperioso que
consistente en hablar de un organismo definido por fuera de no sufre·demora ni retención, que procede a un tensiona-
dichas coordenadas. rniento (J.-D. Vincent) disociado del objetivo y empuja a un
El psicoanalista tiene la satisfacción de comprobar que
el biólogo de las pasiones llega a la conclusión de que el pla-
r.1 Es llamativo que el psicoanálisis norteamericano se haya mostrado
cer es una necesidad fundamental del animal evolucionado. proclive a seguir la misma vía -uniéndose en ese punto a Piaget-cuando
La dimensión de gratuidad que le confieren los humanos, 1ln rtmann defendió la idea de un yo autónomo y de una esfera dcnomina-
sobre todo aquellos a quienes sus sublimaciones los llevan a dn .. libre de conflictos•. Apuntemos que los psicoanalistas franceses se
olvidar que tiene fundamentos en el cuerpo, empuja a esos 111ostraron muy refractarios a esta nueva •psicología del yo•.
teóricos a ocultar la necesidad absoluta de darle su lugar al r,r, J.-D. Vincent, pág. 192. Algunos neurobiólogos subrayaron que todos
lus comportamientos (incluidas las dimensiones cognitivas) se inscriben
1•11 un l·ampo de fueri:as opuestas. · Finalmente el placer no es nada sin el

53 J.-D. Vincent, pág. 156. di•plnccr• Cibid., pág. 195).

52 53
despertar movilizador para su satisfacción; pero que tam- avanzadas de los neurobiólogos - no especializados en ese
bién induce comportamientos de fuga o de frustración. El terreno-- tienen siempre plena cuenta de esta mutación
placer suscita apego a los objetos que lo posibilitan y apren- humana cuando leemos teorías que sólo la mencionan de la
dizaje para la constitución de las reservas de objeto que le boca para afuera.
están ligadas. Un sistema de antagonismos enlaza en forma Sería un error pensar que los datos relativos al humor,
indisociable los extremos: placer y dolor. Excitación e inhi- el placer o el dolor, la sexualidad o las actitudes relativas al
bición alternan sus efectos; la inhibición de la inhibición poder, son apenas un capítulo de la neurobiología que debe-
permite la excitación, esta excitaría un agente inhibidor, y mos cuidar de no dejar en el olvido. Los desafios son mucho
así sucesivamente... más importantes que el afán de completar el cuadro. Si
Por obra de las circunstancias, nuestra época fue llevada pensamos en la explotación ideológica actual de la oposición
a conocer, más de lo que ella misma habría querido, cambios afectivo-cognitivo en evidente beneficio de lo segundo, nos
nefastos en relación con el uso de paraísos artificiales. El es- damos cuenta del pase de prestidigitación así efectuado.
tudio de la toxicomanía fue el camino para descubrir recep- Porque el examen de lo que debería llamarse el «Sistema
tores de analgésicos de acción hedónica. Sabemos además de comunicación hormonal» tiene grandes consecuencias.
que, hasta en las funciones relacionadas con la simple auto- Aparte de que revela ser un partenaire indispensable para
conservación, hay quienes pueden sufrir desviaciones adic- asegurar la preeminencia del que descansa en la comunica-
tivas o inhibiciones capaces de acarrear la muerte (bulimia, ción sináptica, sus efectos difusos y a distancia hacen de él
anorexia). el soporte de comportamientos globales que, como tales, in-
El desarrollo de la dialéctica de las relaciones necesidad- volucran no sólo vastas porciones del territorio corporal sino
placer-deseo es parte integrante de cualquier reflexión so- hasta su totalidad. De hecho, las hormonas son mediadoras
bre la sexualidad. He aquí un dato, ahora familiar gracias al del comportamiento e incluyen aspectos poco o nada «lógi-
psicoanálisis, y sobre el cual no hay necesidad de demorarse cos.. del territoriacorporal, apenas susceptibles de ser domi-
como no sea para recordar las consecuencias incalculables nados por una teoría de la información maquínica. Tal como
que puede traer la pérdida de su carácter periódico en punto lo hace notar René Thom, una máquina que sufra o goce es
a la selección natural. Al saltar el candado temporal, tam- propiamente inimaginable. Los aspectos lógicos son terre-
bién el candado espacial deja de encerrar a la sexualidad no casi exclusivo de neurobiólogos y cognitivistas, quienes
dentro de límites circunscriptos, idea sostenida por Freud establecen comparaciones entre un psiquismo artificial en
ya en 1930 luego de observar el comportamiento y el psi- lodos sus aspectos, guarecidos tras ejemplos burdamente
quismo humanos. Sin embargo, esta mutación, cuyas conse- esquemáticos o enteramente abstractos, y teorizaciones
cuencias en la cultura observaremos en páginas posterio- ancladas en un sistema nervioso producto de una selección
res, debe ser recordada también desde el ángulo de sus efec- natural relacionada, de manera especulativa, con una com-
tos en las modificaciones que afectan al cerebro humano. putadora· que a su vez es producto de una selección nacida
Insistiremos en la importancia de los esteroides sexuales, de generaciones de descendientes de la máquina de Turing.
siempre presentes en el cerebro para dirigir primero su cons- l•:stos dispositivos se fundan muchas veces en simulaciones
trucción y para después modular su expresión, como desta- c-n las que falta lo esencial, algo que no puede limitarse ni a
can los neurobiólogos, al menos aquellos que no ceden a la lo afectivo ni a la motivación sino que tiene un alcance mu-
obsesión del cableado neuronal. 56 Como para asegurar me- <' ho más general. Incluso alguien como Edelman, que no
jor su propia eficacia, dichos mecanismos son objeto de una pierde oportunidad de recordar las influencias afectivas y
verdadera redundancia. El deseo, dice Jean-Didier Vmcent, 1•mocionales del comportamiento, cae a veces en la trampa
está en la cabeza. Nos preguntamos si las elaboraciones e lt• ese tipo de recorte. ¿Por qué? Por una razón que se aclara

cl1•spués. El sistema de comunicación neuronal, precisa-


56 fbid., pág. 257.
11wnte por establecerse en unidades divisibles, localizables

54 55
y producidas durante acciones in situ (en los límites de la La cognición: ciencias y tecnología
caja craneana), se presta mejor a todo tipo de investigacio-
nes, mucho más manejables por dar lugar a oper aciones de Se ha hecho un hábito pretender que el cognitivismo
análisis en las que una totalidad se resuelve en sus unida- tiene por vocación tomar la posta del psicoanálisis. A priori
des componentes y de las cuales se conocen todas las varia- sólo traería ventajas el hecho de ver desarrollarse una dis-
bles. Un sistema de esas características no se parece a nada ciplina nueva que nos brindaría una nueva iluminación del
vivo, aunque la teoría ponga el acento en que la totalidad funcionamiento espiritual, si no fuera que considera un
considerada es más que la suma de sus partes. Más aún: la deber excluir al psicoanálisis. Entre los paradigmas que de-
reflexión de la investigación sobre el investigador a traws ben ser eliminados, Daniel Andler ubica a los de este último,
de un bucle de retroacción o, mejor todavía, a través de un que no han sido ·~uzgados lo suficientemente pertinentes
efecto especular, confirma al investigador en su posibilidad y sólidos por los investigadores en ciencias cognitivas como
de dominar la forma en que funciona su propio psiquismo. y para que consideren posible integrarlos».57 Nacida de las
le permite escapar a la influencia perturbadora - por no teorías de la información, esta disciplina se desarrolló mu-
decir deprimente- del rol que juega el aspecto irracional de chas veces en los márgenes de la psicología o entre biólogos
sus conductas emocionales y de la subordinación eventual mayormente ajenos a la neurobiología, al menos en sus co-
de sus mecanismos cognitivos a factores cuya complejidad, mienzos. El cognitivismo dio nacimiento a concepciones filo-
en el sentido técnico del término, desafia cualquier análisis. sóficas. La manipulación de las computadoras es más dócil
La denominación en términos de afectos permite defender que la del cerebr o y las restricciones que entraña pueden
la idea de una oposición con la cognición o, en el mejor de los modularse mejor. De ahí la ambigüedad: las ciencias cogni-
casos --que no se da con frecuencia- de una complementa- tivas declaran un profundo parentesco con las neurocien-
riedad De hecho, la terminología apropiada debería remitir cias, pero con frecuencia se mantienen a distancia de ellas
al equivalente de lo que se designa como comportamiento dndo que s us propias cspcculo.cioncs se acomodan mejor al
cuando se habla de la esfera animal; es decir, en el hombre, enfoque abstracto de las computadoras. Después de todo,
a funcionamientos psíquicos globales. Eso es lo que Freu.d aunque finja olvidarlo para defender las analogías más ex-
quería significar con el uso del concepto de pulsión, mucho tremas con el funcionamiento cerebral, el espíritu del filó-
menos referido al instinto que a las categorías de las que ~ofo se apoya en el supuesto funcionamiento mimético del
aquí tratamos con el nombre de placer y displacer. Lo que pensamiento del hombre creador de la máquina. De ese mo-
recubre la oposición en vigor, cognitivo-afectivo, hace artili- do, sufre menos el problema de saberse dependiente de esa
cialmente referencia a un par que pone frente a frente un materia cerebral indomeñable de que está hecho su espí-
abstracto imaginario, hecho de racionalidad lógica purifica- ritu. En cambio, está siempr e obligado a separar lo que la
da, con un concreto real, formado por una heterogeneidad máquina posee y le permite orientarse, y aquello que debe
estructural nunca del todo disociable, que mezcla razón y mantener a distancia y, si es posible, negar, ya que admitirlo
sinrazón y donde conocimiento, apetencia y acción conjugan lo forzaría a confrontarse con esa parte suya rebelde a dejar-
sus efectos, volviendo la hipótesis del inconsciente tanto s<' pensar conforme a sus principios. Al menos, con la má-
más necesaria cuanto que la arbitrariedad de la teoría lleva quina, todas las variables están controladas. Aunque en el
su marca y se disimula detrás de un rigor aparente. Aparen- <lispositivo haya algunas no identificadas que sólo aparecen
te porque, a pesar de lo que ella misma afirma, lo que inte- l"Uando se procesan los datos, podemos estar seguros de que
resa a la teoría no es el funcionamiento psíquico del hombre 110 hay ninguna que no esté contenida en el sistema creado
sino la convalidación de las represiones ocultas operadas 1wr el constructor. Apenas un limitado número de incógni-
por el teórico.
"
7
O. Andler <ed. l fotrod.uctúm aux scierices cognitiues, París: Gallimard,
1!1!14!. pl\g. 4 .

56 57
tas que resolver, donde todo es cognoscible por principio y llo de las ciencias cognitivas dio nacimiento a lo que se deno-
reductible a los elementos que es posible descomponer. No minó «cognitivismo sibilino», vanguardia de ese movimien-
hay presente nada de una naturaleza tal cuyo sistema no to que llevó tan lejos la especulación, que se quedó casi sin
pertenezca al orden de la máquina. adeptos: el neurocálculo. Si repensamos el significado de la
Las relaciones entre ciencias cognitivas y neurociencias cognición, a primera vista esta podría estar muy cerca de las
no están exentas de ambigüedad. Las dos comparten una preocupaciones de los psicoanalistas. ¿Acaso no ponen ellos
común referencia al cerebro. Pero, entre ellas y el cerebro, en el centro de sus teorizaciones el concepto de representa-
está la computadora. Michel Imbert escribe: «Los fenóme- ciones, concebidas, además, al modo interno y simbólico? De
nos cognitivos dependen de los mecanismos cerebrales en el ~e~ho, el co~tenido _que se le da a esa palabra reúne a cogni-
sentido de que, por analogía, puede decirse que el procesa- tiv1stas y ps1coanal1stas nada más que en virtud de la comu-
miento de la información por un programa informático de- nidad de letras que la componen.
pende del detalle de los circuitos eléctricos sobre los cuales Entonces, ¿cómo situar la diferencia? Podría decirse que,
en algún momento este es ejecutado».58 Pero otros, tales para los cognitivistas, sólo valen como representaciones las
como Edelman o Atlan, impugnan la noción de programa, que satisfacen la exigencia de una indisociabilidad espíritu-
sobre todo en el contexto genético, para explicar lo que ocu- cerebro. Es aquí donde una sutil confusión refuerza el mal-
rre en el cerebro. En los cognitivistas, se trata del afán de entendido: lisa y llanamente se identifican «Cerebro» -hi-
satisfacer la «verosimilitud biológica».59 Se sostendrá en- pótesis heurística fundada en derecho- y «saber sobre el
tonces que lo cognitivo es al cerebro lo q1,1e la información es cerebro», producto de un criterio que, por ser científico, no es
al circuito electrónico. Ahora bien, ¿qué es la cognición? No menos ideológico, y esto por las relaciones internas que él
todos los cognitivistas aceptan el desafío de definirla. En mismo mantiene entre intelecto y psiquismo. Los estados
cambio, se dirá que las ciencias cognitivas «tienen por objeto internos o «mentales» no son del orden de la representación
describir, explicar y, llegado el caso, simular las principales más que por ser ~valuables semánticamente, dicen. Semán-
disposiciones y capacidades del espíritu humano: lenguaje, tico se identifica entonces con lógico, «reductible a un peque-
razonamiento, percepción, coordinación motriz, planifica- ño número de operaciones primitivas cuya ejecución por
ción».60 Imaginemos la situación inversa: agrupemos todas parte de una máquina va de suyo».62 Tanto como va de suyo
estas disposiciones y capacidades y veamos a qué se aseme- que la máquina significa las operaciones cerebrales del es-
ja el organismo resultante de tal agrupamiento: en el mejor píritu del constructor como paradigma del hombre en acti-
de los casos, al ego de un robot perfeccionado, ni siquiera al vidad psíquica. '
de un chimpancé. El «espíritu-cerebro» deriva de una doble Nada nos parece resumir mejor el meollo del debate que
descripción material y física (enfoque neurobiológico), así las líneas que siguen, reflejando el diálogo de sordos (sic)
como informacional y funcional. Esta formulación hace apa- que se produce entre Fodor y Putnam: «A uno le basta, para
recer aquello que vincula al espíritu con la teoría de la infor- poder hablar de representación, con el medium sobre el cual
mación. A grandes rasgos, la cognición es el estudio de la in- opera el mecanismo materializador del cálculo (las marcas
teligencia. Esta puede definirse por medio de «Computacio- l'll la cinta y su combinatoria rudimentaria); para el otro, la
nes». Una computación es una operación efectuada sobre representación compromete de entrada la interpretación la
símbolos y sobre representaciones simbólicas.61 El desarro- atribución de sentido, y de eso la teoría del cálculo no ti~ne
nuda que decir, o más bien nada más allá de una combinato-
58 M. Imbert, -Neurosciences et sciences cognitives .. , en lntroduction ria de sentidos elementales».63 John Searle hizo un balance
aux sciences cognitives, pág. 51. docisivo, desde el punto de vista filosófico, de las pretensio-
59 Ibid., pág. 52.
.60 D. Andler, pág. 9.
6 1 F. Varela, E. Thompson, E . Roch, L'inscription corporelle de l'esprit, •·~ D. Andlcr, pág. 14.
París: Seuil, 1993, pág. 73. o.:i /bid., pág. 29.

58 59
nes abusivas fundadas en las investigaciones actuales en nes ejecutables por una máquina, lo cual deja de tener
neurociencias y ciencias cognitivas. El análisis conduce al sentido cuando esta «representa» elecciones dictadas por el
autor a demostrar el carácter siempre pertinente de ciertos principio de placer-displacer; además, sería inconcebible, ya
conceptos de la filosofia tradicional que las investigaciones que su objetivo último es el goce y no la razón o la adapta-
actuales no logran reemplazar (conciencia, intencionalidad, ción. Aun cuando se invocara el otro gran principio -el
sentido). «El funcionamiento del espíritu humano no se re- principio de realidad- habría que pasar por el anterior, a
sume en procesos formales o sintácticos».64 Searle critica en diferencia de los cortocircuitos conciencia-realidad habitua-
la misma forma la extensión del uso del símbolo a la catego- les en ese tipo de trabajos. El añadido de una seudo-inten-
ría de aquellos que se considera carentes de significación. cionalidad no permite hacerse ilusiones. Es casi imposible
No es que el autor impugne todos los principios de base profundizar mucho más en ese terreno, en primer lugar, jus-
situados en el origen de estas recientes investigaciones. Lo to es reconocerlo, por falta de competencias. Si bien no nega-
que él denuncia son sobre todo las confusiones que siguen mos los límites hallados advertimos, en cambio, lo que falta
manteniendo a fin de convalidar el criterio tendiente a con- en esos trabajos para ser tomados en serio. Por otra parte,
ducir la reflexión sobre los fundamentos de la filosofia hacia nos resultaría imposible dar cuenta de todos los aspectos
dicha reformulación objetivista. En otros términos: lo que se que cubre este proceder. Está claro que las referencias de los
llama «pensar» es ajeno a todo lo que reivindican con ese cognitivistas son las matemáticas, la lógica moderna, la in-
nombre las últimas investigaciones. Edelman subraya el formática y su aplicación, y la computadora, que más tarde
vínculo entre intencionalidad y subjetividad.65 El concepto será llamada brain-style. Deben agregarse a esta lista otras
de sujeto fue recusado por una importa'nte fracción de re- disciplinas: el lógico-positivismo, la lingüística chomsk.iana,
presentantes del mundo de las ideas desde antes de la Se- la psicología.
gunda Guerra Mundial. Se sabe que los estructuralistas es- La brecha de la computadora se remonta a Turing, in-
tuvieron muy interesados en mantenerlo excluido. No tiene ventor de la máqujna (abstracta) que lleva su nombre. Para
nada de asombroso ver a los cognitivistas unirse a una ins- este científico, toda operación que sea ejecutada o calculada
piración de ese tipo. En realidad, en vez de concluir al modo por el espíritu humano puede ser ejecutada o calculada por
del todo o nada, habría sido preferible examinar posibles una máquina existente. ¡Excepción hecha de los desórdenes
alternativas a la concepción del sujeto filosófico y no optar sexuales de su inventor y de los apremios a que lo sometie-
por rechazarlo en forma categórica. La solución lacaniana ron sus jueces, quienes no le dejaron otra solución que el
del sujeto del inconsciente no aclaró el debate en forma su- suicidio! En conclusión, se afirma que el espíritu, la má-
ficiente porque cayó en la trampa de un formalismo inepto quina (en el sentido tradicional de sistema material inani-
para dar cuenta de la experiencia psicoanalítica. Al respecto mado) y el cerebro deben poder ser pensados en conjunto.66
deben hacerse dos observaciones: una concierne a la reac- Y sobre todo ayudar a no pensar en nada que contradiga la
ción de Edelman cuando seiiala que ni el mundo es una cin- asimilacióo de unos a otros.
ta, ni el cerebro una computadora. La otra recuerda que el Se nos advierte que no debemos identificar las ciencias
ideal psicoanalítico de Lacan consistía en reducir la acción ('ognitivas con el cognitivismo, del mismo modo que el mun-
del significante a un simple cálculo. c lo galileano (o einsteniano o quántico) no podría ser confun-
La existencia de una intencionalidad inconsciente basta dido con el mundo ffsico. Para decirlo en otros términos: no
para desbaratar las trampas de la referencia a las operacio- cl(•bemos confundir la realidad con lo que describen las teo-
rias de la realidad. Está bien, pero ¿qué vale una descrip-
c·i1ín del cerebro que supuestamente da cuenta de los funda-
64 J. R. Searles, Du cerveau au sauoir, traducción de E. Chaleyssin,
11wntos de la actividad psíquica, pero deja fuera de ella lo
París: Hermann, 1985, pág. 41. Esta obra contiene una de las críticas más
extremas de la asimilación entre computadora y espíritu.
65 G. M. Edelman, pág. 296. ·~; /bit! .. pág. 28.

60 61
que otros (los psicoanalistas, por ejemplo) consideran esen- quismo humano iluminadas por el psicoanálisis, y veremos
cial para entender la determinación de las acciones huma- que son incapaces de decir nada. Consideremos por último
nas? Sobre todo cuando los desarrollos más avanzados de aquello a lo que se arriba con los solos parámetros que toma
esos puntos de vista (el conexionismo) exacerban todavía en consideración el espíritu-cerebro, y apenas si llegaremos
más la sensación de tal desconocimiento. La crítica no pue- a explicar lo insignificante frente a lo que constituye una
de caer sobre la esencia inhallable del cognitivismo sino so- existencia.
bre aquello que lo representa: las ciencias cognitivas, a par- Estas posiciones dieron lugar a una profusión de traba-
tir de las cuales se construye la idea del «espíritu» que de jos, como cada vez que se imponen algunas ideas-fuerza que
ellas resulta. A los representantes de las ciencias cognitivas después se mantienen en escena pocos años. Fue como si la
no les basta con elegir sus objetos de estudio a través de esa cultura occidental se encontrara ante un nuevo desafio en el
selección: todavía falta demostrar -dadas las ambiciones que se quiso ver un renacimiento de las Luces, opuestas a
relativas al «espíritu-cerebro»- de qué manera ese acopla- los herederos de ese romanticismo tenebroso que causaría
miento puede sostener un discurso de mayor consistencia estragos en nuestros días. Recordemos de paso que las Lu-
que otros para abordar la cuestión del «cerebro-psiquismo». ces precedieron al romanticismo. La sensación que se tiene
Freud y el psicoanálisis hicieron dar un salto decisivo al co- es la de toparse con algo que pretende ser un ultrarrealismo
nocimiento del psiquismo el día en que lo libraron de su decidido a combatir todo aquello que en la antigua filosofia
abordaje por la psicología de las facultades, que no sólo ato- puede ser vinculado, de cerca o de lejos, al espiritualismo
mizaba la vida del espíritu sino que la concebía a través de pero que, llegado el caso, aprovecha para lanzarse con fogo-
abstracciones indemostrables. Se hizo descender la explo- sidad al asalto de todo cuanto lleve el prefijo «psi». Por mo-
ración hacia los fenómenos de la vida concreta y cotidiana mentos, todo esto tiene tintes de huida hacia delante, ya que
de las personas, sacando así a la luz el sentido de las accio- la impresión emergente es la de hallarse frente a una hiper-
nes y de la vida interior de los seres humanos, a veces en sus artificialidad no oarent;e de eficacia, adoptada por la vasta
aspectos más modestos, a veces en otros, reconocidos por los población de todos cuantos prefieren no saber nada de lo
interesados o por sus congéneres como patológicos, siempre que es el psiquismo fuera de los senderos balizados de la re-
dentro de manifestaciones que tienen en común el hecho de 1igión.
traducirse en los fenómenos menos controlados, sentidos Somos testigos de una sobrepuja del enfoque simplifi-
en su mayoría como irracionales y cuya explicación exhala cador que reduce deliberadamente fenómenos complejos a
un fuerte aroma a racionalización suficiente para desper- funciones por demás elementales. Con la teoría de Fodor
tar sospechas. El retorno efectuado por el cognitivismo de- sobre la modularidad del espíritu, hemos asistido al r etorno
muestra que se desearía volver, como quien no quiere la <le una psicología de las facultades que creíamos ya muerta.
cosa y so pretexto de ciencia, a una mentalidad cercana a Es cierto que el autor la limita a los aspectos periféricos del
la que reinaba antes del psicoanálisis, como si no hubiera <'<>mportamiento, los así llamados aspectos «centrales» (es
pasado nada. Es imposible sustraerse al cuestionamiento decir, complejos) de funciones superiores que obedecen a
reflexivo sin precisar la relación que mantiene la teoría de modelos diferentes. 67 Pero los desaños filosóficos son impor-
ese espíritu-cerebro con lo que deliberadamente ella elige tantes. A partir de ese momento, algunas figuras de pro pa-
dejar de lado. Al primer choque habrá un estruendo, y no san a ser representantes de la tendencia a naturalizar el
sólo con los psicoanalistas: porque algunos sectores (el de pl·nsamiento (Dennett, los Churchland, P. Jacob). 68 Se vio
los deseos y las creencias) no puede ser ni incluido ni escla-
recido desde afuera por dicho espíritu-cerebro, y bastará o;7Véase J. Fodor, La modularité de l'esprit, París: Minuit, 1986, así co·
con decretar su inexistencia. Bien, apliquemos entonces los M. Coltheart y Davies, •Le concept de modularité a l'épreuve de la neu-
11111

resultados del tan mentado espíritu-cerebro al análisis de rop1~ychologic•, en D. Andler, Introductu.m aux sciences cognitiues.
•t< J>. Jncob, · Le probleme du corps el de !'esprit aujourd'hui•, en D. An·
las manifestaciones, acciones y representaciones del psi-
1ll1•r, f)ÓI(~. 3 13-51.

62 63
nacer un materialismo eliminativo que se abocó al proble- mis mo o a través de la tradición cultural que lo marca, pare-
ma de la psicología popular (o psicología común, e incluso de ce alimentar la esperanza en un saber independiente del
sentido común, acerca de la cual Freud recordaría sin duda subjetivismo latente que infiltra dichas tradiciones basán-
esa «psicopatología de la vida cotidiana» que describió en dose en decisiones arbitrarias. Ya llegaría el momento en
1901). Al chocar con el problema de los deseos y las creen- que una hipótesis de esa índole fuera descartada. Pero de
cias, pero sin encontrar con qué darles respuesta en el mar- inmediato otra ideología iba a infiltrarse a su vez en el
co de sus propias teorías, hay entonces quienes, frente a la seno de la ciencia. A diferencia de las anteriores, fácilmente
imposibilidad de reducirlos a los conceptos neurobiológicos, identificables y cómodamente cuestionadas, esta actúa en
proponen reemplazarlos o directamente eliminarlos. Si bien forma más oculta y solapada debido a que se la considera
la tesis «eliminatista» tiene muchos seguidores, fue posible trivial con relación al potencial de verdad del que la ciencia
defender la distinción entre concepto de un estado cerebral es portadora. Varela reconoce sin mayor dificultad la mar-
y concepto de un estado mental (P. J acob). Pero, como con- ca de cierta mentalidad norteamericana tras esa aparente
trapartida, es justo pensar que, en ese contexto, la concep- objetividad. Y, para contrarrestarla, el autor connota sus
ción funcionalista de los estados mentales corre el riesgo de propias concepciones con las ideas de Piaget, Husserl y
caer en el epifenomenalismo. sobre todo de Merleau-Ponty, lo cual le permite guardar dis-
El blanco de los cognitivistas son los temas tradicionales tancia. Pero volvamos al problema histórico.
de la filosofía moderna, como es el caso ejemplar de la inten- Al comienzo (1943-1953), dominaba la preocupación
cionalidad. Si, a cambio de esta, nos referimos al modelo de epistemológica. En ese marco se inscribe la cibernética epis-
la acción, al haber en toda acción una implicación intencio- temológica experimental, coexistente con la epistemología
nal, nos evitamos tener que abordar el tema como si dicho genética de Piaget y la epistemología evolutiva de Lorenz.
modelo pudiera cubrir todo el campo de la intencionalidad o Apun temos que estas dos últimas son toma das en una
bien lo esencial de este. El h ombre es examinado R partir de dimensión histórica ontogenética y filogenética, mientras
un conjunto de programas de acción, con lo cual todo se re- que la cibernética se inscribe de hecho dentro de una pers-
duce a activar los sistemas motivacionales de dicha acción. pectiva servomecánica, pues en nada se la podría vincular
Estos sistemas, una vez implementados, pondrían al des- eon una visión marcada por el tiempo. E sto queda clara-
cubierto al mismo tiempo la intención y la acción. De ahí la mente revelado con la comparación entre cálculo lógico y
idea de la computadora como máquina intencional. Ya he- nctividad nerviosa (Me Culloch). Sin embargo, Grey-Walter
mos visto que J.-P. Changeux no temía calificar al cerebro c·ra consciente de la necesidad de evitar esquematizacio-
de máquina semántica. La razón biológica llegó a crear ex- 11cs que sirvieran para dar una imagen del cerebro humano
traños seres teóricos: especies de aves submarinas, suertes peligrosamente simplificada. Se nota que la función de la
de quimeras nacidas de los amores entre sinapsis y micro- m•urona es definida desde el principio por su actividad ló-
procesadores, destinados a servir de contrafigura al hombre ¡.:ica. Con la introducción de la memoria, el aparato concep-
de la calle, siempre tan mediocre y tan obstinadamente in- 1ual queda fundado en una idea que hace del órgano de la
comprensible. rnnducta humana un «aparato psíquico», y este, a diferencia
F. Varela presenta una visión recapitulativa de las cien- d(•) freudiano, funciona emper o «por información»: aquí, la
cias cognitivas.69 El autor se propone aclarar la forma en sumisión de la memoria como tal a la lógica es la finalidad
que el conocimiento se vinculó a la tecnología, abordando el di!! aparato (Von Neumann). Ya estaba todo dicho y lo dicho
problema sin prejuicios pero esclareciéndolo a través de su 1111tmciaba las fallas de perfeccionamientos ulteriores que
historia. En esa historia, la mutación operada por interfe- s uscitarían debates tormentosos. El cognitivismo propia-
rencia de la ciencia con el conocimiento del espíritu por sí 11wnte dicho aún no había nacido, digamos que sólo había
sido concebido. La gestación anterior a su nacimiento ve flo-
69 F. Varela, Connaftre les sciences cognitiues, París: Seuil, 1988. rc •(·er sistemas de pensamiento s in relación directa con esto

64 65
que acabamos de describir, pero donde un experto en evo- haberle arrancado a la ignorancia un trozo de saber, sin que
lución identificaría la presencia de taxones que explican la importe hasta qué punto el descuido de todo lo que el mode-
transición. Del robot cibernético se pasó a la computadora y lo no comprenda nos sumerge en una ignorancia todavía
de la lógica inicial a la computación. A partir de ahí, el mal- mayor, a través de una renegación según la cual no hay nin-
entendido iría creciendo a más y mejor. La introducción del guna otra cosa que valga la pena conocer. El nuevo método
símbolo pasa del plano sintagmático (el de su articulación ofrece una mayor facilidad para definir sus reglas de fun-
matemática) al plano paradigmático (el símbolo computa- cionamiento, y por eso mismo debe r eemplazar de modo
cional es el símbolo referencia del cual las otras formas sim- ventajoso a la semántica, así como los datos fisicos, más li-
bólicas son simples aproximaciones). Diferente por su obje- mitados y controlables, serían declarados bastante perti-
to, la lingüística de Chomsky será considerada más tarde nentes como para definir lo cognitivo y la cognición o para
como la que abrió la vía al desarrollo de las ciencias cogni- caracterizar el funcionamiento mental en su conjunto. El
tivas. Durante algún tiempo esta dominó a las demás teo- trasportín reservado a lo que llamamos afectivo es una
rías del lenguaje haciéndolas pasar a un segundo plano. Se concesión de pura forma. De ese modo se le agencia un lu-
forma así un conglomerado que incluye lógica, informática, gar de nivel simbólico que no puede ser englobado por los
lingüística, inteligencia artificial y psicología, y que sería in- niveles ñsico y biológico, pero el contenido que se asigna
teresante definir no sólo por lo que expresa o refuta, sino por aquí al simbolismo -resultado de una anexión sin escrú-
el frente que justamente opone a aquello por lo cual no pulos- juega apenas como garantía que permite sortear el
quiere ser molestado. Toda psicologí~ que no se inscriba , reproche de reduccionismo, mientras que el sentido que le
en ese horizonte debe ser reprimida. El vocabulario de las es dado, tal como lo demuestra con toda claridad la lingü.ís-
disciplinas que tratan ese aspecto de la actividad psíquica tica estructural, concibe el sistema simbólico únicamente
humana vista desde un ángulo no científico -en la perspec- en función de la forma de los símbolos, pero no por su senti-
tiva de esas mismas ciencias- (por ejemplo «represen- do. Este dato sigue siendo tabú tras el quiebre de los gran-
tación simbólica», «intencionalidad») es lisa y llanamente des sistemas de pensamiento que lo analizaban, sobre todo
anexado, es decir, negado en su identidad propia, a la que se porque las teorizaciones más recientes implican también
considera puro artefacto. En cuanto al cerebro, la asimila- compromisos en la acción (religiosos y políticos) que semos-
ción con la máquina es cada vez más extrema. En adelante, traron muy crueles para el narcisismo de nuestros sabios,
los aspectos fisicos y semánticos pasan a ser las dos caras obligados a revisiones desgarrantes para espíritus cuya
de una misma moneda. Las ciencias cognitivas resultan del capacidad de juicio era considerada superior. Al menos la
conocimiento de ciertos sistemas que son la faz fenoménica, tecnología realiza sus hazañas sin demasiados conflictos.
el anverso, de los sistemas fisicos. Aquí se puede hacer un En contraposición a la inteligencia artificial se desarrolla-
paralelo con la revolución que vio fundar a la lingüística ron ciencias cognitivas naturales fundadas en los mismos
estructural en el mero estudio del significante, cuando en vastos principios. Después de décadas en que los sistemas
realidad este último representa el elemento material del de pensamiento -entre los cuales revistaba el psicoanáli-
signo. Sistema fisico y elemento material son autosuficien- sis- mostraron cuán relativa era la soberanía de la razón,
tes para designar en forma indirecta aquello que remite a la sonaba la hora de dar vuelta la situación, conjurando dudas
proyección semántica en la computadora y al significado en .Y suprimiendo vacilaciones. El pasaje hacia formas más
el signo. En los dos casos se trata del mismo problema: la altamente organizadas obligó a tomar en consideración
semántica es demasiado indefinida, demasiado ilimitada, rnnceptos tales como la complejidad. Aparecieron entonces
demasiado imprecisa, y es por eso que se la debe calibrar a 1•n el cuadro la emergencia y la autoorganización, para dar

través de la sintaxis, que supuestamente basta para aco- menta de procesos gracias a los cuales las conexiones per-
tarla con eficacia, sin resto. Lo que se pierde en la operación miten entender comportamientos globales coherentes. Lle-
se considera desdeñable y es barrido por la embriaguez de ~ti el tiempo del conexionismo, que pretende dominar a la

66 67
ciencia, y el símbolo cede lugar a la red de vínculos genera- creatividad, etc. Para decirlo en otros términos: la interpre-
dores de «conjuntos» en interacción que suponen la presen- tación. La perspectiva estructural -que quiso evacuar la
cia de «atractores». De todas maneras, debemos insistir en historia así como otras disciplinas quisieron evacuar la in-
que las aplicaciones de todas estas ideas no superan el pla- terioridad o el sentido- tropezó con sus límites inevitables.
no de las actividades elementales. El análisis de verdaderos Pero esa es -y también implica- otra historia.
«comportamientos» demanda otros montajes teóricos (sen- Las ideas de Varela dependen en mucho de sus opciones
soriomotricidad). A partir de ese momento, el sentido, ex- filosóficas (Merleau-Ponty, Heidegger, Husserl). Es lamen-
cluido al principio, resurge con fuerza cada vez que se exa- table que la cultura psicoanalítica de este autor no esté, ni
minan las actividades y funciones del estado global del sis- mucho menos, a la altura de la que posee en el terreno de la
tema. Forzados a reconocer sus límites, los cognitivistas de- fenomenología contemporánea.71 La gran oleada del cogni-
fienden su territorio invocando la existencia de un «paradig- tivismo - ¡asombra ver cómo, en tan poco tiempo, autores
ma subsimbólico», transición hacia la computación simbó- que habían renegado de su disciplina de origen se convirtie-
lica. Se impone un cambio de actitudes mentales: a la vieja ron a esta!- dio a veces nacimiento a una crítica informada
idea de programa le sucede la de realizaciones sin instruc- desde el seno del propio movimiento. Pascal Engel72 lo de-
ción previa ni referencia a un intérprete simbólico. Se inten- mostró a propósito de la psicología popular al exponer, uno
ta evacuar todo lo que pueda parecerse, incluso de lejos, a la por uno, los argumentos de quienes están a favor de incluir-
noción de programa, ese «hombrecito que está en el hom- la en las ciencias cognitivas (Fodor) y de los que adoptan
bre». La contrapartida es la integración de un nivel simbó- una posición eliminatista (los Churchland). De ese mismo
lico intrínseco (sin traductor especiaÜzado, interpretante naturalismo, Pascal Engel ya había mostrado presupuestos
exterior). Las dificultades son de tal magnitud que Varela que pueden formularse en dos tesis: «(a): no hay otros he-
---<:uya deuda con la epistemología genética y la fenomeno- chos o entidades que los hechos o entidades naturales y (b)
logía ya conocemos- cree necesario introducir el concepto no hay otras explicaciones que las explicaciones causales
de enacción, que se supone terminará de una vez por todas como las que se encuentran en las ciencias naturales».73 Es
con la idea de un mundo predefinido, puesto que un mundo notable que esta última opinión aleje aún más de la expe-
así se construiría mediante acciones emergentes. «La acti- riencia al denominado cognitivismo «Sibilino» (conexionis-
vidad se hace haciéndose», decía en el pasado J. de Aju- ta). Las discusiones internas entre partidarios y oposito-
riaguerra, con una inspiración de pensamiento bastante pa- res de la psicología popular dan a veces la impresión de un
recida. Ese es el espíritu con que Varela vincula enacción y bizantinismo cuyos fundamentos descansan en la negación
emergencia. A diferencia de lo que sostiene el autor, no pen- de una parte -y sólo Dios sabe cuál- del funcionamiento
samos que la noción de representación -que en su opinión ' psíquico humano que a toda costa se intenta hacer papilla.
remite a un mundo predefinido-- haya caducado. Muy por No aquella que por reducción se llama «afectiva», sino la
el contrario, la polisemia de dicho concepto en el pensamien- que puede ser calificada de potencialmente pasional o inclu-
to de Freud escapa a la limitación de una «representación- ! so de racionalizante. En ese punto hay que sacar a la luz
reflejo».70 Pasemos por sobre esa objeción y alegrémonos de una circularidad viciosa. La decisión fue interesarse por las
que los problemas encontrados desde los primeros ensayos relaciones entre la inteligencia fundada en la teoría de la in-
de la cibernética hayan hecho reaparecer todas las cuestio- formación y el estudio del cerebro, para lo cual -y no sim-
nes que se pretendía evitar merced al progreso esperable de plemente por lo cual- se eliminó todo aquello que no pudie-
esas nuevas perspectivas: la significación, la ambigüedad,
71
la representación, la «construcción» del pensamiento, la Véase F. Varela et al., L'ínscription corporelle de l'esprit, op. cit.
n P. Engel, «Psychologie populaire et explications cognitives», en Philo·
""l'hie du cerueau et scumces du cerueau, París: Vrin, 1991, págs. 135-46.
7
70Véase A. Green, •La représentation de chose entre pulsion et Jan· :i P. Engel, •Le réve analytique et le réveil naturaliste», Le Débat, nº 72,
gage•, Psychanalyse a l'Uniuersité, nº 12, 1987, págs. 357·72. 1111vil! mbrc·diciembre de 1992, pág. 109.

68 69
ra entrar en el programa. Sobre esas bases prosiguió una t.ienen ellos de lo que alimenta al viviente humano. 75 ¿Esa
búsqueda que llegó a teorizaciones audaces, pero que tam- t!S la energía que hace correr a los hombres?
bién chocó con el problema de la psicología popular -esa a Es tal la fascinación por la «máquina», que nadie se pre-
la cual todos estamos sujetos en determinados momentos de hrunta siquiera cómo la que salió de la cabeza de Turing po-
nuestra vida privada- como campo que no cae bajo el peso día dar cuenta de la homosexualidad de su creador, de la for-
de teorizaciones ya existentes. Los autores se dividieron ma en que podía llegar a reaccionar al ver que, bajo amena-
entre el deseo de soslayarla y el de dar cuenta de ella, pero za de prisión, se le imponía un tratamiento hormonal que no
hubo que renunciar por falta de medios al querer ignorar sólo sintió como una castración efectiva, sino que además
sus funciones, sus objetivos y sus orígenes. Esto se tradujo, terminaría por llevarlo al suicidio. En realidad, se intenta
lisa y llanamente, en la sugerencia de declarar inexistente convalidar el mito de una máquina como simple ejecutora y
esta psicología fundada en las creencias, el deseo y demás. verificadora de un pensamiento inventivo e imaginativo,
El enfoque de las ciencias cognitivas es una lobotomía teó- cuando, a decir verdad, la «máquina mental» en su conjunto
rica. 74 (maquinaria teórica y experimental) funciona con vistas a
La reducción conceptual afectajustamente al lugar en el pensar sólo en lo que la máquina fisica permite pensar. No
que aprieta el zapato, ya que no es sólo del lado de la psico- estamos lejos de confundir el procesador de texto con aque-
logía popular donde la bestia sufre. En general, el problema llo que lo produce: el primero «procesa» el texto, el segun-
es lo que moviliza la actividad del animal, e incluso aún más , do, por obra y gracia de su cerebro, procesa su pensamien-
la del hombre. Es por eso que no nos deben asombrar las re- to para que este sea procesable por aquello que procesa el
servas de J ean-Didier Vincent, cuyo ámbito es el de las «pa- ; t.cxto, merced a un dispositivo homólogo al cerebro.
siones», según sus propios términos, ámbito que no ~e pr~s- ¡' En nada disminuye la importancia, la riqueza y la poten-
ta fácilmente a la simplificación. El concepto de motivación 1:ia de la creación de Turing el hecho de reubicarla en el con-
es tan pobre - y no es mostrando e~a pobr~za como s~ la l flictivo contexto mental de su creador. La máquina de Tu-
convierte en virtud- que no se entiende co~~ ~s posible j ring fue la genitora de todas las que le sucedieron y que
que, por sí solas, las concepciones de los cogmbvistas pue- l t.anto le deben. Pero cuando estas se aplican a la dilucida-
dan aportar una contribución significativa a aquellos cuya 1 1·ión del psiquismo humano, lo menos que puede exigírseles
tarea consiste en esclarecer la causalidad psú¡uica. No sólo l 1•s que nos digan algo de las condiciones que le permitieron
es olvidada la estructura heterogénea del cerebro, sino que 1 nacer en el creador de su linaje, es decir: determinar la for-
se la desconoce en pos de una homogeneización centrada en ~ ma en que ese espíritu tan perturbado logró -¿pero a qué
la inteligencia. Por otra parte, ¿de qué inteligencia se habla ~ precio?- inventar un modelo de tan altas consecuencias, y
cuando se la reduce a una racionalidad puramente abstrae- l qué relación mantuvo esa producción inventiva con el resto
, . . al j
ta? ¿Cómo podría ser «pura», si conocemos l a raiz irracion · e lt • la actividad psíquica de Turing. Si el pensamiento -que
de las conductas humanas? Tenemos la sensación de que los pretende ser conocimiento del espíritu- se da por vencido
cognitivistas viven en un mundo creado a su manera, hecho f'nmte a esta cuestión, corre el riesgo de ser considerado po-
de cerebros desconectados del mundo y de máquinas enchu- ro interesante desde el punto de vista de la teoría del psi-
fadas a una sola corriente eléctrica, que es la versión que : c 111ismo. Entonces se hace necesario juzgar como infundada
.v pretenciosa su vocación de ser una teoría del espíritu, y
t<so por muy brillantes que sean sus realizaciones. Pero no
74 Evoco una vez más Ja secuencia de un filme donde los hem1anos Marx ..s así como lo entienden los herederos de Turing, quienes,
leen en voz alta el borrador de un contrato que les ha sido propuesto. Como
les resulta difícil entender la jerga jurídica y además desconfian de loe ·n , Basta con escuchar, ver, oír y entender quince minutos de Las bodas
otros signatarios, que les resultan sospechosos, los protagon.istas rompen ,¡,. /.'1'>:w'<> para ver desvanecerse las pretensiones de los cognitivistas en
una por una las cláusulas que les provocan desconfianza. Fmalmente no ··1111111«1 a comprender o expUcar lo que ellos mis mos llaman inteligencia,

queda gran cosa del contrato inicial. ,,..ro 11uc reducen a los efectos escenográficos.

70 71
con el paso de los años, se vuelven cada vez más temerarios. pero que revela a las claras ideas de paraíso y de infierno
Así, como quien no quiere la cosa, las precauciones intelec- subyacentes. Situación límite, morada de quienes sí lo me-
tuales que tomaban en otros tiempos so pretexto de ocu- recen - los justos- a la espera de redención, y de niños
parse sólo de una parte de lo real, se van achicando como muertos antes del bautismo. En lo que a mí concierne, pen-
piel de zapa hasta desaparecer, por lo cual los teóricos decre- saria más bien en el «Ombligo de los limbos», texto nacido
tan, a la postre, que no hay otro real que aquel del que se de la pluma de Antonin Artaud y a su vez la más extraordi-
ocupa la máquina y que el resto es puro artefacto. Permíta- naria descripción que pueda leerse de la forma en que un
seme repetirme: una teoría científica de lo psíquico debe no sujeto es invadido por la locura.
sólo apoyarse en una teoría de la ciencia, sino en la relación Pero es tiempo de volver a nuestro tema. Todos esos tra-
que esta mantiene con una teoría del sujeto productor de bajos dan a quien ejerce el oficio de atender -ni siquiera
ciencia, debiendo esta última esclarecer las relaciones que digo de curar- a seres perturbados por la neurosis, subyu-
determinan la coexistencia en él de los funcionamientos gados por la psicosis o fulminados por otras formas de enfer-
científico y no científico. medad mental, la sensación de algo insuperablemente irri-
Podemos considerar que constituye una característica sorio, porque, detrás de las construcciones insostenibles de
de este siglo, debida al desencanto generado por los grandes las ciencias cognitivas - puros castillos en el aire- la im-
sistemas hermenéuticos religiosos, políticos e ideológicos presión que se tiene es la de estar frente a relatos de ciencia-
-pensemos, por ejemplo, en el itinerario ideológico de Jac- ficción. En sí, la idea de naturalizar el pensamiento es tan
ques Monod- buscar a cualquier preci.o dejar atrás los con- respetable y tan admisible como cualquier otra, pero, desde
tenidos a favor de las formas, y considerar que no se trata de ese punto de vista, los resultados revelan más ocultamien-
otra cosa que de una nueva forma de ideología. tos que búsquedas en dirección de la verdad, concepto que,
La noción de un lenguaje del pensamiento, el «mentalés» pese a lo que se pretende, puede seguir siendo útil.
de Fodor, da unn idea tan pobre de lo que es una lengua, con Según sus preferencias, cada cual podrá int.erpretar es-
más razón cuando pretende ser la lengua del pensamiento, , tas palabras como la reacción de un psicoanalista amena-
que nos preguntamos cómo es posible sostener ese tipo de l zado por la marcha victoriosa de una ciencia en irresistible
concepciones que al final deben ser entendidas como au- ¡ progresión. Se me dirá que la patología no es asunto de esos
torreferentes, en el sentido de que intentan convalidar la : pensadores y que, además, la farmacología se encargará de
forma en que los investigadores piensan su propio modo de j poner en regla ese tipo de disfunciones cerebrales. Sólo que
funcionar. Idea sin ninguna duda errónea, porque nadie .i los psiquiatras no se entusiasman mucho con las explicacio-
funciona así, ni siquier a ellos mismos. Sin embargo, bien j nes que se les proponen y no ahorran críticas al desconoci-
que les gustaría poder demostrar que funcionan de un modo j miento de datos vinculados al entorno y a la dimensión tem-
similar: abstracción pura, exenta de deseo, de contradic- ~ poral. ¿Qué decir entonces de las objeciones provenientes de
ción, de conflictos. Y, si los hay, están dominados. ' los científicos' mismos? Durante un coloquio realizado en
De todos modos, si tomamos un poco de altura, nos en- .: Burdeos en 1992 sobre «Las evoluciones», Alain Prochiantz,
contramos con pensadores como Linsky76 o como Quine, · G. Gachelin y Jean-Didier Vincent no se privaron de criticar
que intentan superar en lógica la hipótesis del tercero ex- aquello que aparece como un nuevo imperialismo cultural
cluido. Es este último autor quien imagina en particular mediatizado (¡las mismas palabras que hasta no hace mu-
una lógica bivalente que, junto a lo verdadero y lo falso, ad- cho se le aplicaban al psicoanálisis!). Con el tiempo de las
mite la existencia de «limbos». 77 Bella metáfora si las hay, máquinas, retorna el positivismo lógico. Lejos de aceptar la
eliminación del sujeto, estos biólogos se confiesan en cambio
76 L. Linsky, Referring, Londres: RouUedge & Kegan-Paul, 1967, tra- deseosos de aclarar el concepto. Alain Prochiantz, que estu-
ducción de S. Stem-Gillet, Le probleme de la référence, París: Seuil, 1974. dió la construcción del cerebro -es decir, su desarrollo-
77 W. V. Quine, La poursuite de la uérité, traducción de M. Clavelin,
París: Seuil, 1993, págs. 131-2.
dama, como otros, para que no se subestime la epigénesis.

72 73
Aunque dos individuos posean una identidad genética ab- Pero la crítica de mayor virulencia sin lugar a dudas pro-
soluta, jamás tendr án dos sistemas nerviosos idénticos. viene de Edelman.81 El autor recuerda que el cerebro es el
Epi(génesis) traduce «el aumento, la sucesión, el contacto y objeto más complejo del universo entero y que, efectiva-
la inflexión de una trayectoria». 78 Esto concierne al juego mente, es imposible encarar una concepción del espíritu sin
entre el determinismo genético y todo aquello que no está l1acer referencia a él. Por desgracia, si bien afirma que las
determinado por los genes. Pero he aquí al neurobiólogo de- concepciones cognitivistas son «peligrosamente seducto-
fendiendo el rol de la historia afectiva e intelectual del suje- ras•" no precisa en qué lo son. Ya hemos visto que alimenta-
to en su relación con sus semejantes. Más aún, Prochiantz ban ciertas ilusiones a propósito de la idea que los cogniti-
considera que ha llegado la hora del diálogo entre biólogos vistas se hacen del funcionamiento psíquico humano. En
(<<neuro» o «psi») y psicoanalistas, y en tal sentido homena- 1·ambio, Edelman sitúa correctamente «el absurdo [. ..] de la
jea, al pasar, los conceptos de Freud.79 La invocación actual analogía entre pensamiento y lógica». «Pero esas teorías tie-
del paradigma que proponen las ciencias naturales se plan- nen en menos la variabilidad estructural entre individuos.
tea como garante absoluto en la reflexión de los sabios, a la 1)e hecho, los sistemas conexionistas se oponen a los siste-
manera del lugar que Dios ocupaba en la antigua metafí- mas selectivos debido a que estos últimos aportan respues-
sica. Esta referencia tiene por función brindarle cobertura a tas fundadas en valores». No podemos más que estar de
la ambición fundamental de esta orientación: desubjetivar. 11cuerdo con el autor cuando su crítica se vuelve autocrítica:
Si no hay sujeto, queda abierta la vía hacia una lógica natu- ..Nos engañamos en parte a causa de los éxitos que obtuvi-
ral en un universo carente de sentidQ, ni siquiera el sentido mos en las ciencias "duras" al sacar al espíritu de la natu-
que le da el hombre, posición honorable que de por sí justi- raleza. Cometimos el error de atribuir las características de
fica el rechazo de toda transcendencia. Para los represen- las construcciones mentales humanas (tales como la lógica
tantes extremos de las ciencias naturales, lo esencial es ta- o las matemáticas) al razonamiento humano y al mundo
par los huecos vacante::; i.:on una concepción física - en macroscópico en el-que vivimos».82 Al respecto debemos con-
sentido ampli~ necesaria y suficiente para el conocimien- duir, sin la más mínima vacilación y sin dejarnos impresio-
to del psiquismo. No sería justo englobar en esta denuncia a nar ni por las declaraciones de sus partidarios ni por las in-
todos los representantes de las ciencias naturales. Es tran- numerables profesiones de fe que jalonan los escritos de
quilizador, pero también previsible, dad.o su objeto de estu- 1 ~1dos ellos, que las ciencias cognitivas se han transformado
dio, ver a Jean-Didier Vincent defender la subjetividad, la Pll el más reciente y más inatacable de los refugios, dado
importancia del sentido y de la semántica, ese permanente que este se disfraza con otros oropeles que son los del idea-
proceso de creación que es la vida y que acompaña a la evo- lismo intelectualista. Los cognitivistas reniegan, en efecto,
lución de las formas dándole todo su lugar al afecto.80 ch•I papel de la diversidad estructural (yo la llamo hetero-
¡.wneidad), que obliga a recordar sin descanso la existencia
78 Alain Prochiantz, La construction du cerueau, París: Hachette, 1989,
clP conflictos·y de los efectos de aquello que Freud denomina
pág. 36. ··1iulsiones», «afectos» (con los cuales no deben ser confundi-
79 lbid., págs. 84-5.
80 El sentido del humor de Jean-Didier Vincent parece primar so-
bre cualquier otra consideración, incluso sobre el espíritu de seriedad de :.;11dc. Este pastiche del sueño de D'Alcmbert oculta en realidad la más
nuestra austera ciencia. Con el título de Celui qui parlait presque, el cien- r 1¡¡11rosa y convincente síntesis biológica, desde el nivel celular hasta las
tífico publicó en octubre de 1993, en ediciones Odile Jacob, una obra de- l11p<ilcsis más audaces sobre el psiquismo. La lectura no sólo es placente-
dicada a Lucy -nombre que no oculta algún amor secreto del autor sino a ' 11. c·ualidad más bien escasa en este tipo de literatura, sino que, leyendo
la Eva prehistórica- y abundantemente ilustrada con collages dignos de •·111 n ! líneas, vemos que también se trata de un producto informado, eru-
Max Ernst. Se trata de una fantasía neurobiológica que pone en escena a 1hl11, rcílexivo y respetuoso de la complejidad. ¿Qué más se puede pedir?
" e:. M. Edelman, ~L'esprit sans la biologie: postface critique•, en Bio-
1
«una inglesa rica, un científico gruñón, un mono bonobo y un joven de fuer-
tes sentimientos religiosos», reunidos en un castillo provenzal enclavado '"I:"' <fr la co11science, pág. 279 y sigs.
precisamente en ese Luberón que alberga las propiedades del marqués de "~/bici., pág. 301.

74 75
dos), mecanismos de defensa contra la angustia, el incons- Por un naturalismo abierto
ciente en el fundamento de la estructura psíquica y sus rela-
ciones con la historia (individual y colectiva). Hoy ningún La manera en que busca imponerse el nuevo espíritu
psicoanalista se atrevería a escribir las líneas siguientes y científico presenta confusión y conflicto entre espiritualis-
que, en verdad, corresponden a algo que todos ellos piensan: mo y teorías del espíritu. Si bien es cierto que, en la mayoría
«[...] algún día los practicantes de la psicología cognitiva de los casos, la historia de la filosofía occidental ha dado
más en boga y los neurobiólogos empíricos más arrogantes nacimiento a teorías en las cuales se adivinaba, en forma
entenderán por fin que, sin saberlo, han sido víctimas de más o menos explícita a partir de Platón, la presencia de
una estafa intelectual».83 Esencialmente, Edelman protes- una potencia divina, cabe preguntarse si es por ello legítimo
ta contra el aspecto cristalizado e incluso fijista de esas teo- confundir lisa y llanamente las teorías espiritualistas con
rías. Una vez más, son los sistemas de valores establecidos su fundamento religioso. Aun cuando esto resultara exacto,
en el curso de la evolución los que rigen el aparato concep- no parece que la negativa a mantenerse al margen de todo
tual edificado sobre sus premisas, a partir de lo cual todo de- pensamiento inspirado, o incluso simplemente influido por
be ser repensado. La obsesión objetivista, igualmente ene- la religión, obligue a arrojarse en los brazos del ultraesque-
miga de esa ambigüedad que algunos enfoques lingüísticos · matismo materialista. De hecho, hemos llegado a un pe-
se esfuerzan por reducir, olvida -aunque más justo sería ríodo de la historia de las ideas en el cual las concepciones
decir quiere desconocer- que el lenguaje es el medio a tra- ; defendidas por unos y otros dejaron de necesitar -salvo
vés del cual los seres humanos, que piensan con indepen- ' cuando son directamente convocadas a tal efecto- garan-
dencia del lenguaje, se transmiten lo que piensan y pro- ' tes de orden religioso. Es cierto que, hasta la actualidad, las
ducen sentido. La existencia de este tipo de posibilidad, al ; teorías que hacían justicia a la complejidad del espíritu hu-
margen del lenguaje, está en el centro del debate con filóso- 1 mano emanaban de un fondo que tenía por impensable al
fos y psicólogos, aun cuando el desafio que entraña no se for- ji ateísmo. Pero hO:Y es absolutamente posible defender esa
mule en forma explícita. Con los biólogos, la cuestión cam- l'Omplejidad amenazada por ciertas abstracciones de espí-
bia de sentido porque de lo que se trata es de hacer recono- ¡ ritu «maquínico», sin intervención alguna, en el nivel que
cer que esa posibilidad no se reduce al saber de la biología. 1 fuere, de variables religiosas. Creo que tal es el caso del psi-
La teoría de la gramática generativa parece cada vez me- l coanálisis ¡Pero, a la vez, determinadas filosofias convoca-
nos suficiente, insensible tanto al aspecto intencional como J das en refuerzo de los partidarios del espíritu-cerebro-má-
intersubjetivo. Dos locutores y un acto de conciencia que j quina apelan a filósofos como William James, que reaparece
permita vincularlos en común por medio de un símbolo: tal 1•ntre nosotros a la manera de uno de esos «espíritus» con los
es, según Walker Percy, la esencia de la comunicación lin- que le gustaba comunicarse a través de sus médiums! Nues-
1
güística. Parece que tanto metonimia como metáfora fueran tros neurobiólogos demuestran así ser incluso de una extra-
esenciales para la construcción de modelos lingüísticos. No ,·ia indulgencia (¿o ignorancia?) para con las convicciones
basta con incluir en el modelo lingüístico la r elación inter- más espiritualistas de aquel a quien consideran su caución
subjetiva, todavía falta hacer intervenir, junto a las restric- filosófica.85 A la inversa, el psicoanálisis de Freud, que de-
ciones naturales, los efectos de la imaginación y de las in- fit'nde una concepción materialista del psiquismo, se rehú-
teracciones sociales.84 !
s11 sin embargo a cualquier asimilación directa entre el

.·l
"'• Véase sobre este punto W. James, Vari.eties of Religious Experience.
S1·/1·rted Papers on Philosophy, Londres: Dent, capít ulo XII, · The Positive
1 'u11l!'nt of Religious Experience,., págs. 245-77, lo mismo que la corres-
83 !bid., pág. 302. p1111dcncia que mantuvo con filósofos como Boutroux y Bergson, muy elo-
84 Según Lakoffy Langacker, c.i tados por Edelman, pág. 328. 1·111·11t.cN dcNdc ci;c punto de vista.

76 77
cerebro y la actividad psíquica. O, para decirlo todavía con la ayuda de unos cuantos autores, entre otros E. Morin.87
más claridad: del saber sobre el cerebro y el saber sobre el El término surgió para caracterizar el funcionamiento de
psiquismo. El psicoanálisis no es menos materialista que la ciertas máquinas y también para marcar diferencias entre
ciencia cuando esta apunta a hacer reconocer la especifici- la máquina y el hombre. Al respecto, Von Neumann se sor-
dad del psiquismo, lo cual no implica ninguna fidelidad al prendía por el hecho de que el menor deterioro tuviera con-
espiritualismo. Además, ¿qué concepción se muestra más secuencias inmediatas en el funcionamiento de los autóma-
espiritualista? ¿la que se apoya en la hipótesis de base de tas, mientras que el hombre podía soportar daños cerebra-
una actividad pulsional anclada en el soma, o la sustentada les importantes con resultados no proporcionales a la exten-
por las ciencias cognitivas y que en ocasiones pretende no sión de las lesiones. Atlan encuentra tres sentidos en la
tener ningún vínculo con la biología? Resumiendo, debemos complejidad: primero la dificultad, para una máquina pro-
reconocer el valor teórico de un axioma de separación: en- gramada, de cumplir una tarea -mensurable por el tiempo
tre el cerebro y la teoría del espíritu, entre la n eurona y la que le lleva alcanzar su objetivo- y luego la incertidumbre
computadora, o entre el anclaje en lo somático y su vínculo probabilista o la información faltante en la estructura ob-
con lo somático, donde la sexualidad -que implica al otro-- servada. Estos dos sentidos son formalizables. La reflexión
cumple un papel de paradigma (completado por el paradig- de Atlan se vuelve interesante para nosotros cuando el es-
ma inherente a la destructividad). tudioso define el tercer aspecto: «Una intuición no cuantifi-
Nada sería más desacertado que interpretar nuestras cada sobre nuestra dificultad para entender una exposición
críticas como un rechazo categórico d,e esa tentativa de na- o una idea».88 Introducir la complejidad en ese nivel, radi-
turalizar el pensamiento. En efecto, consideramos que, tan- calmente heterogéneo a los anteriores y que no podría su-
to hoy como en tiempos de Freud, al psicoanálisis le es im- perarse r educiendo la ambigüedad de las proposiciones o
posible volverles la espalda a los descubrimientos de la bio- conceptos objeto de discusión , es ubicar, en el fundamento
logía. (Basta con releer Más allá del principio dR. plnr.P.r para de este proceder, la interpretación del discurso y crear lapo-
convencerse de que a Freud nunca dejaron de interesarle, lo sibilidad de un diálogo con el psicoanálisis. Edgar Morin
cual no significa someter sus descubrimientos a los de las buscó ampliar el ángulo de esta visión. Siendo lo complexus
ciencias naturales, mientras que estas muestran tal desco- aquello que se teje en conjunto, el autor está en condiciones
nocimiento y tal prevención hacia el estudio del psiquismo.) de definir la complejidad como un tejido de constituyentes
No hace mucho, Georges Pragier y Sylvie Faure-Pragier heterogéneos inseparablemente asociados.89 Esta perspec-
presentaron un trabajo sobre nuevas metáforas en psico- tiva parece más apropiada par a el examen del psiquismo
análisis. En esa oportunidad, los autores dieron amplio es- humano. Es posible sostener que la complejidad nació cuan-
pacio al concepto de «autoorganización,,86 y al interés de in- do se tomó conciencia de la insuficiencia de los modos de
cluirlo en las actuales discusiones del pensamiento psico- pensamiento que supuestamente daban cuenta de lo que
analítico. constituye·la especificidad de lo humano, más aún que la
Para entender el alcance del concepto de autoorganiza- <•structura del mundo fisico. La complejidad requiere la in-
ción introducido en biología por varios investigadores, entre troducción de nuevos conceptos tales como los de «sistema
los cuales figura Henri Atlan, hace falta abrir la mente a la nbierto», «variables del equilibrio compensados», «dinamis-
noción de «complejidad». Para acceder a ella contamos con mo estabilizado», etc. Con la vida, la noción de organización
st! hace indispensable. Se anuda entonces una estrecha r e-

86 Véase Georges P ragier y Sylvie Faure-Pragier, · Un siecle apres lación entre desorganización y organización compleja. La
l'Esquisse: Nouvelles métaphores et métaphores du nouveau• (Informe al " 7 F,. Morin, lntroduction a la pensée complexe, París: ESF, 1990.
50" Congreso de psicoanalistas de lengua francesa pertenecientes a países "" H. Atlan, ·L'intuition du complexe et ses théorisations•, en Théories
romances), Reuue Fra11faise <k Psychanalyse, nº 54, 1990, págs. 1395-532. .!1· fu cumplexité. Autour de l'a?uure d'HenriAtlan, París: Seuil, 1991, págs.
Véase también nuestra intervención •Penser l'épistémologie de la prati- !HI.
que», ibid., págs. 1533-42. Kll Vém<c !':. Morin, pág. 21.

78 79
primera sería el precio a pagar por la segunda, que implica antes que ningún otro fue Sigmund Freud. La locura no es
su posibilidad. únicamente el territorio, después de todo limitado, de la
Continuando los trabajos sesentistas que vinieron a enfermedad mental, sino que abarca todo aquello que en
estimular la curiosidad de los interesados en biología (La lo- el humano se vincula con el deseo, el sueño, el fantasma,
gique du uiuant, de F. J acob, Le hasard et la nécessité, de mucho antes del d elirio y la demencia, pero abriendo la vía
J. Monod), E. Morin publicaba a su vez Le paradigme perdu: que desemboca en ellos. Esto incluso aumenta las pers-
La nature humaine. 90 Centrado por largo tiempo en sus tra- pectivas de la hipercomplejidad. Al fin de cuentas, la com-
bajos de investigación sociológica, Morin sintió la necesidad plejidad aparece como la característica moderna de una on-
de superar ese punto de vista indagando en disciplinas dis- tología esforzada en superar algunas contradicciones del
tintas de las ciencias físicas y naturales. Elevándose por pensamiento clásico, que a veces corre el riesgo de perderse
encima del nivel de discusión habitual, el autor desarrolló en una maraña de causalidades poco preocupadas por su-
un punto de vista que, si bien llamó la atención, no logró los brayar sus vinculaciones con el orden a que pertenecen, y
ecos esperados. Esa conceptualización meteórica tuvo una que no definen las relaciones que mantienen entre sí los fac-
breve existencia porque el pensador, ampliando aún más su tores cuya intervención es posible reconocer.
horizonte hasta llevarlo a la búsqueda de una metodología H asta ese momento, mucho se insistía en la tarea del
general, relativizó la originalidad de sus hipótesis de cierta psiquismo como proveedor de una representación adecuada
época aligerando su contundencia. Su disciplina original se y confiable de lo real. Ahora se señala sobre todo el aspecto
enriqueció entonces con ideas pertenecientes a la biología, creativo del psiquismo, capaz de inventar soluciones a los
pero él apenas si se detuvo como para apuntar más alto. Esa problemas, cuando su imaginación no inventa problemas
visión panorámica lo desvió de aquello que había anticipado con el único interés d e buscarles solución. Entonces, en esta
con tanta valentía. Según E. Morin, en lugar de limitamos dualidad, defendí la idea de un principio de incertidumbre
al apelativo de Horno sapiens, e incluso de Homo sapiens sa- psicoanalítica tendido entre confiabilidad y creatividad.93
piens para definir al hombre, más justo sería caracterizarlo En adelante, el orden ya no puede ser pensado sin el
como Horno sapiens demens. Debe ya hacerse notar que el desorden. ¿Cómo pudimos haberlo desconocido durante
acceso al estado de «Sapiens» se acompaña de un acrecenta- tanto tiempo? Ambos se entrecruzan en forma interdepen-
miento del error en el seno del sistema uiuiente. 9l Más aún: diente y coexisten en el mayor nivel de complejidad de la
Morin precisa -y es el único en hacerlo en ese campo de re- organización. La autoorganización acrecienta la autono-
flexión- que «lo que caracteriza a sapiens no es una reduc- mía, pero no borra la dependencia. Morin concluye demos-
ción de la afectividad en beneficio de la inteligencia, sino al trando ciertas imposibilidades para unificar y completar,
contrario una verdadera erupción psicoafectiva, y hasta el para evitar la incertidumbre, superar la indecidibilidad y
surgimiento de la hybris, es decir, de la desmesura».92 Con decir lo indecible. ¿Qué psicoanalista no estaría de acuerdo
el hombre, no sólo emerge la razón sino también su doble con estas afirmaciones? Para terminar, todo se resume en la
sombrío: la sinrazón, que camina detrás de la razón como su relación complementaria entre orden, desorden y organiza-
sombra. Cordura y locura forman una yunta inseparable en ción.94 La idea de la importancia de articular niveles ya está
el hombre. Pero esto es sólo resultado de la complejidad. En ndquirida. Antoine Danchin diseña un recorrido de la evolu-
ese sentido, no temo afirmar que, dentro del campo de las ción que permite definir reglas de transformación de los có-
ciencias humanas, aquel que intuyó la hipercomplejidad digos entre sí.95 El biólogo está dividido entre la adopción de

90 París: Seuil, 1973. i1:i Véase A. Green, •Penser l'épistémologie de la pratique•, pág. 1533 y
9l Véase ibid., pág. 121. Luego, el autor se lanzó a un vasto proyecto HÍl(K.

epistemológico. Véanse los cuatro volúmenes publicados en Seuil bajo !•


4
Para una exposición sintética de la tesis de E. Morin, véase ~Le défi
el título de La. méthode. el .. la complexité•, Chimeres, 5-b,
1988, págs. 79-94.
92 Le paradigme perdu, pág. 123. ur, Véase A. Danchin, L'reufet la poule, op. cit.

80 81
una perspectiva lineal (comparada con la escritura occiden- gares de intercambio entre el adentro y el afuera de lacé-
tal) para entender el ADN, y el surgimiento de una concep- lula, son selectivas. Recordemos las interrelaciones entre
ción que él mismo califica de atómica y que deja de lado la los diversos movimientos de integración. Así, estamos ahora
intricación de los niveles diversos y la consideración de los en el nivel del organismo, el cual demanda una coordinación
«lugares espaciales» de la expresión genética. Aquí se nota considerable a fin de asegurar actividades que exigen la
la fuerza de las metáforas aplicadas al código genético, tales participación de diversos sistemas encargados de efectuar
como lenguaje, lectura, escritura, y que pueden estar suje- el pasaje desde el nivel microscópico hasta el macroscópico.
tas a confusión y malentendidos. La referencia a la teoría de ¿Qué decir entonces de los comportamientos humanos fun-
la comunicación nos devuelve al tiempo de la cibernética, dados en montajes que comportan varios sistemas (prima-
que conoció su auge victorioso con las ciencias cognitivas y rio, secundario) del orden del deseo y sus diversas modali-
no hizo ningún caso de las reservas que inspiraban sus ge- dades de representación? De moléculas a células y de célu-
neralizaciones. De todo esto surgió una crítica a la aplica- las a órganos y sistemas, se cree llegar finalmente al pensa-
ción de la idea de código al sistema nervioso. Danchin, que miento sin saber bien lo que es, al tiempo que, en general, se
participó con Changeux en investigaciones sobre estabiliza- rechaza lo que la filosofia pudo decir de él. «Es en vano que-
ción selectiva, es muy consciente de los abusos perpetra- rer dar cuenta del pensamiento solamente por medio de
dos al momento de transponer conceptos de una disciplina anotaciones sobre los comportamientos, las emociones, la
a la otra. Es como si se quisiera hacerle decir al cerebro que atención o la voluntad».96 Moléculas pequeñas y macromo-
se comporta según sistemas más simples. Tal es la idea léculas (formadas por combinatoria) edifican arquitecturas
de código: la lengua es un sistema mucho más complejo que estables; se forman membranas moleculares constitutivas
la cifra. de la unidad celular, y aquí estamos, lanzados a definir
De hecho, al no poder conocer la verdad nos reducimos a nuestra envoltura corporal constitutiva del límite del in-
producir modelos cuyo fin ültimo, como ya dijimos, es com- dividuo que somos. ¿Habremos llegado al fin del recorrido?
prender al hombre que modeliza. ¡Se trata así de encontrar Tudavía faltan los grupos humanos sociales que, también
el modelo del modelizador, olvidando que ese modelo debe ellos, se delimitan a veces según fronteras que no siempre
dar cuenta de lo que hace ese hombre cuando no modeliza! corresponden a los grupos étnicos y que cambian al compás
Es aquí donde se vuelve necesaria la comprensión jerár- de las guerras.
quica y donde recurrir al concepto de integración -bien La emergencia nace de la oposición de estructuras «ines-
oscuro, por cierto-- resulta indispensable. peradas» que llegan a la existencia como formas complejas
Las etapas de este proceso de complejización, tomado y específicas a partir de estructuras menos complejas.
desde sus orígenes, están marcadas por la posibilidad de H. Atlan echa luz sobre el problema cuando examina las
crear moléculas compuestas por un gran número de átomos diferencias entre estado inicial y estado final, tratando de
contemporáneos de la aparición de la vida (macromolécu- circunscribir 'los cambios registrados. Permaneciendo en el
las). En la etapa siguiente aparece la membrana, condición marco de la teoría de la información, el autor se aboca a los
de una separación adentro-afuera gracias a la cual la célula problemas de creación de significaciones y de emergencia de
existe con sus modos particulares de intercambio. En estas lo nuevo con relación al determinismo, y por último se ins-
etapas, las descripciones macro y microscópicas interac- tala en el rol de observador, según los postulados de la obje-
túan cada una con sus propias leyes. Debe subrayarse el pa- tividad. ¿Cómo hablar de algo para lo cual carecemos de un
pel de catalizadores específicos que cumplen las macromo- lenguaje adecuado?, 97 se pregunta el autor con la mayor
léculas, donde las consideraciones espaciotemporales (rol
de las configuraciones espaciales y del tiempo de reacción)
IH; [bid., pág. 249.
tienen una determinante función de estabilización y cons- 117
H. Atlan, •L'émergence du nouveau et du sens•, en Théories de la
titución de formas. Las fronteras, que se transforman en lu- ,.mnplexité, págs. 115-30.

82 83
pertinencia. La distinción de los diversos niveles permite uno está ligado al sentimiento de identidad, el otro es un
hacer la hipótesis de cambios consistentes en una transfor- modo de las relaciones con el mundo. Esta visión es comple-
mación entre distinción y separación en un nivel elemental~ tada con otra dualidad: la de una perspectiva holística glo-
y unificación y reunión en un nivel más elevado. Queda asi balista y la de una multiplicidad de «SÍ mismos» locales
escalonada una jerarquía estricta: vinculables por ejemplo con la célula, con el cuerpo en sus
- propiedades fisicas de los átomos; fundamentos inmunológicos, con la sensoriomotricidad, con
- propiedades químicas de las moléculas; la dimensión sociolingüística y, por último, con la pluralidad
- propiedades fisiológicas (diferenciación) de los orga- constitutiva de lo social. Es notoria la presencia en este au-
tor de un pensamiento convergente con el de Atlan. Varela
nismos; . · al
- propiedades psicológicas del comportamiento arum Y se transforma en defensor de cierta autopoiesis, e insiste en
del espíritu humano; la creatividad del sistema ubicado en las condiciones de un
- propiedades sociológicas de los grupos hum~?s. espacio-tiempo dado que favorece la emergencia. Esas son
Cada nivel aparece como una novedad con relacion al an- las ideas principales del pensamiento biológico moderno: el
terior. Atlan apunta que «es imposible observar a la vez to- papel de la constitución de límites (la membrana encapsula
dos los niveles con la misma precisión».98 Una teoría de las las células), la función autorreferencial de la organización,
comunicaciones permite elaborar las relaciones entre pla- la instalación de la causalidad recíproca de reglas locales
nos. H. Atlan propone dos niveles de articulación del le.n- que rigen las interacciones, etc. Aquí estamos frente a la do-
guaje: el primero, cerebro-lenguaje y, ~l s.egundo, lenguaJe- ble tarea de los sistemas autopoiéticos: conservación de su
pensamiento; pero así se hace más d~fictl est8:bl,ecer cual- «identidad» y conservación del acoplamiento entre la orga-
quier relación directa cerebro-pensamiento. Qmza ~ea ne~e­ nización y el mundo. En psicoanálisis, traduciríamos esto
sario proceder a formulaciones intermedias del mismo tipo por lo que propuse llamar «articulación de lo intrapsíquico y
para las relaciones entre lo fisiológico y lo psíqui~. lo intersubjetivoi>. Señalemos que también Varela prefiere
El lenguaje permite aprehender (~n ~u rel.ación con el hablar de «mundo» y no tanto de «entorno», conforme a su
pensamiento) el surgimiento de las s1gxuficac1ones. Lo no interés por la fenomenología. El autor manifiesta a la vez
dicho es aquí el lugar de las significaciones c~eadas. Atlan .i
99
su preferencia (con relación a la noción de programa) por un
da aquí amplia cabida al inconsciente. A la idea de.un len- .i constructi~smo interactivo sí mismo-mundo regido por la
guaje lineal secuencial se opone la de un escalonamiento de ~ autopoiesis. Una de sus ideas de mayor fecundidad es aque-
niveles de funcionamiento. ·J lla que postula la existencia de un imaginario al que define
No sólo la reflexión sobre el cerebro~ ~paz de.d~sper- ¡ como el excedente de significancia adquirido por un sistema
tar nuestro interés. Muy por el contrario, ide8:5 ongmales ~ fisico en virtud de la perspectiva de acción global de la orga-
sobre los sistemas vivientes nos ofrecen también perspe~- J nización.
tivas que coinciden con puntos teóricos conc~rnientes ~psi- ¡ Llegamos así a la idea de una «ecología somática» cuyo
coanálisis. Las teorizaciones fundadas en.la mmunologia no ¡ ejemplo son las inmunoglobulinas. La lógica del sistema
son menos esclarecedoras que las provenientes de la neuro- ; nervioso es la de un trabajo interneuronal que postula la in-
biología. Varela saca de esto conclusiones sobre la concep- j d isociabilidad del par sensitivo- (o perceptivo-) motor. La
ción del sí mismo.100 Lo hace dividiendo el concepto en dos: 1 cognición y el comportamiento aparecen ligados en forma
discontinua y puntuados por modelos de acción. Aquí inter-
98 Ibid., pág. 125. .,
viene la clausura operacional (en el sentido de Ja recursivi-
99 Desarrollé una idea similar en una obra escrita en colaborat'lon; véa- dad). El sí mismo cognitivo es una unidad perceptivo-motriz
se J .-L. Donnet y A. Green, L'enfant de Qa. Pour introduire la psychose l'll el espacio; la perspectiva identitaria, tal como ya hemos
blanche, París: Minuit, 1973. . dicho, se asocia con la de acoplamiento al mundo circundan-
100 F. Varela, .Qrganism. A Meshwork of Selfless Se~ves•, en Organ1sm
!.(!. También en Varela se observa una crítica de la perspecti-
and the Origino{ Sel{, New Jersey: Princeton Univers1ty Press, 1990.

84 85
va computacional. El «Objetivismo» es impugnado en forma epistemológico. 103 Lo importante es que el término y lo que
comparable a través de la idea de excedente de significan- él recubre sean objeto de un consenso que reúna a psicoana-
cia, que tiende un puente hacia la intencionalidad subje- listas y biólogos 104 (desde la más alta Antigüedad los clíni-
tivante. Sin embargo, la idea de un sistema central desapa- cos admiten la existencia de ese tipo de fenómenos). No me
rece tras otra que postula una pluralidad de sistemas en parece posible responder a estas cuestiones sin antes clari-
confl,icto (¡siempre las mismas menudencias!). «El carácter ficar los diversos tipos de fenómenos somáticos (funciona-
único del sí mismo cognitivo es esa falta constitutiva de sig- les, de conversión, hipocondriacos, psicosomáticos propia-
nificación que debe ser llenada ante las permanentes per- mente dichos) y tampoco sin la ayuda de conceptos apropia-
turbaciones y los permanentes derrumbes de la vida per- dos que incluyan en su definición a las dos series. Ejemplo:
ceptivo-motriz corriente». lOl De esos datos, Varela extrae la pulsión como «Concepto límite» entre lo psíquico y lo so-
conclusiones sobre el sí mismo corno persona, pasando luego mático.
a un nivel de discusión filosófica que denuncia, aquí como Sin duda, el concepto de pulsión está hoy entre aquellos
en biología, las ilusiones sobre la función de un concepto que despiertan las mayores controversias entre los psico·
central que recuerda las críticas del psicoanálisis en cuanto analistas. Las razones para recusarlo vienen de distintos
a la identificación de lo psíquico con lo consciente y la posi- horizontes: de la clínica (por lo general, hoy se prefiere la
ción resultante respecto de la concepción de un «yo central». idea de relación de objeto), de la teoría (la metapsicolo-
La idea principal es la de una pluralidad de funciones que gía freudiana ya estaría superada), de la ciencia (la pulsión
obran en pos de una dialéctica de la identidad y de una dia- es científicamente inverificable). En nuestra opinión, el
léctica del conocimiento. Estas reflexiones son importantes concepto de pulsión no tiene reemplazo, punto que volve-
para medir el alcance de una verdadera revolución episte- remos a tratar. Más aún: es interesante comprobar quema-
mológica en biología, donde la inmunología ocupa un lugar temáticos como René Thom desarrollan conceptos que se le
de primer plano. G. Gachelin lleva el análisis hasta el punto acercan bastant:e.105 La tentativa de Thom es definir, ba-
de incluir en él la crítica de las mentalidades entre los cien- sándose en la teoría de las catástrofes, «un núcleo a priori
tíficos.102 Aquí estamos en pleno dilema: si bien está claro último del ser biológico, co.n stitutivo de su psiquismo». Por
que Varela procura construir puentes entre sí mismo inmu-
nológico y sí mismo «filosófico», Gachelin pone en guardia 103 Un grupo de trabajo organizado por Isabelle Billiard y Lucien Brams
contra los deslizamientos semánticos que acompañan a esos con el título de •Psychanalyse et sciences du vivant• d iscutió esas cues·
razonamientos. El préstamo analógico bien podría no ser tiones a lo largo de todo un año. El grupo incluía en especial a J.·P. Tassin
más que un signo de comodidad intelectual. Está claro que (neurobiología), G. Gachelin, J . Stewart (inmunología), F. Varela (biología
cierto número de nociones tales como reconocimi.ento del sí J.(cneral), C. Jasmin (cancerología), C. Dejours (psicosomática), P. Fédi-
da, A. Green, A. Guedeney, J .. P. Thurin (psicoanálisis). Las discusiones
mismo y del no-sí mismo tienen necesarios ecos en el psi- uparecieron en, ediciones Eshel con el nombre de Somatisation psychana·
coanalista y sugieren una cadena ininterrumpida de con- lyse et sciences du uiuant, 1994.
ceptos que unen la biología y el psiquismo, aun cuando la 104 ..Si queremos estar en condiciones de decir, a la manera de un Galileo

función de un mecanismo defensivo en análisis no se com- rnntemporáneo: "Y sin embargo, la psicosomática existe", no veo de qué
pare con la acción de un linfocito... manera eludir Ja siguiente conclusión: debemos aceptar la necesidad de
una total reestructuración , o en todo caso una extensión radical de nues-
A través de estas cuestiones queda planteado el interro- t.rus categorías biológicas• (John Stewart, nota presentada al grupo citado
gante acerca de la psicosomática. Si bien los psicoanalistas "º nuestra nota anterior. Comunicación personal).
franceses las hicieron avanzar mucho alrededor de los tra- IO!i Véase R. Thom, «Saillance et prégnance•>, en L'inconscient et la scien·
bajos de P. Marty, todavía falta esclarecer su fundamento ,.,., op. cit. [«Saliencia y pregnancia•, en El inconciente y la ciencia, op. cit. I,
.Y Lnmbién Esquisse d 'une séméiophysique, París: lnteréditions, 1988.
IOI!bid., pág. 29. Hcmito igualmente al lector a A. Green, · Fondements du psychisme
102 G. Gachelin, •Vie relationnelle et immunité,., en J. McDougall, ed., l'lll'z Thom, Freud, Aristote•, en Passion des formes , y a René Thom, ENS
Corps et histoire, París: Les Belles Lettres, 1986, págs. 45·98. !<:11.. 1994.

86 87
esa vía el autor llega a la invención de «saliencias» y «preg- interesante y a la vez muy instructivo, pues ambos autores
nancias», idea, esta última, que evoca muchas de las carac- unen la competencia con la buena fe. El intento es mucho
terísticas vinculadas con el concepto freudiano de pulsión. más digno de interés todavía por ser representativo de una
Thom no teme aventurarse en senderos que para otros discusión «a la francesa». Puesto que la mayor parte de la
llevarían directamente al vitalismo. «En una definición de literatura sobre el tema es anglosajona, el muestrario no
apariencia viciosa, diría que lo que caracteriza a la vida es tiene desperdicio.
el apego a la vida; hay algunas formas a las cuales les resul- A lo largo de la -altamente recomendable- lectura de
ta relativamente indiferente desaparecer, y son las formas dicha obra, se me fueron presentando las razones de tal
inert.es; otras, al contrario, defienden su existencia con as- incomunicabilidad. La alternancia de capítulos en los que
tucia y habilidad (cualidades humanas a las que tal vez no cada autor responde al otro revela, en mi opinión, el meollo
sea ilusorio encontrarles definiciones combinatorias) y son de la diferencia. Esta reside -al margen del debate sobre
las formas vivas».106 Permitámonos agregar que algunas cuestiones de fondo- en la formulación de aquello a que
están dispuestas a pagar con su vida la realización de sus cada cual se refiere y que hace toda la diferencia entre los
deseos, llegando incluso a darse muert.e ellas mismas: los dos enfoques.
seres humanos. Consideremos un pasaje de Jeannerod:
Las conclusiones de Thom merecen ser citadas: «De he-
cho, creemos que la realidad macroscópica usual, la reali- «La noción que surge del modelo seleccionista es que existi-
dad de las comunicaciones interhumana$, es más importan- ría una relación directa entre la actividad nerviosa y la for-
te y más fundamental que la descripción de las entidades ma en que se organiza el cerebro en el transcurso de la ma-
últimas (moléculas, átomos, fermiones y bosones, etc.) que duración. ¿Puede intentarse generalizar dicha noción más
descubre la fisica. El lenguaje parece ser más útil que las a~ del establecimiento de conexiones sinápticas? Se llega-
teorizaciones matemáticas construidas para dar cuenta de j ~ª entonces a poi>tular q~e el individuo, por su propia acti-
fenómenos sumamente fugitivos y últimos en nuestra vi- l vidad, se construye a sí mismo (biológica y psíquicamente) a
sión de la realidad».107 ¡ partir del material disponible al nacimiento. Esta hipótesis
de,una autoorganización (en el sentido de autoselección) po-
dna representar otra manera de encarar las relaciones en-
tre biología Y psicología. En el plano del funcionamiento
Elogio de la clínica j sináptico, la actividad nerviosa reforzaría la eficacia de la
transmisión. En el plano del comportamiento, la motricidad
Este panorama -en verdad muy restringido a pesar de ., activa permitiría el aprendizaje, consolidaría la coordina-
su longitud- podría pasar por abstracto si no hubiera prue- ción sensorio-motriz, estabilizaría las imágenes percepti-
bas concretas de la casi imposibilidad de comunicación en- vas. En los planos cognitivo y psíquico, la interrogación por
tre neurociencias -y con más razón todavía ciencias cogni- medio del lenguaje, la exploración curiosa del entorno cons-
tivas- y psicoanálisis. El psiquiatra y psicoanalista Jac- truirían las relaciones intersubjetivas. Existiría una conti-
ques Hochmann y el neurobiólogo Marc J eannerod intenta- nuidad en la autoorganización del individuo en todos los
ron dialogar en una obra donde, uno después del otro, fue- • niveles de funcionamiento. La idea general de ese modelo de
ron desarrollando los puntos de vista que les dictaron sus :-1ubjetividad sería, finalmente, que no es el mundo el que
respectivas experiencias y teorías. El resultado es muy nos invade y nos impone su ley, sino que somos nosotros
106 R. Thom, Mode/.es matMmatiques de la morphogeMse, París: UGE, quienes construimos nuestra propia representación del
· 10/18•, 1974, pág. 186. mundo y la confrontamos luego con la realidad, por medio
107 R. Thom, .Saillance et prégnance•, en L'inconscient et la science, op.
cll' una interacción en cierto modo intencwnal con el entor-
cit., pág. 79. [•Saliencia y pregnancia•, en El inconciente y la ciencia, op. •
cit. , pág. 81.) no. Así se ve reforzada la posición del individuo en el origen

88 89
del proceso selectivo, del sujeto como fuente de intenciona- lo dicen ustedes los psi), se lo dice más bien «asá» (= corno lo
lidad».1º8 diríamos nosotros los neuro), no se le cambia nada de esen-
Ninguna de estas propuestas hace alusión a fenómenos cial al problema, ¿no? Segundo tiempo: habiéndolo dicho
que nos resulten ajenos. Ya hemos tenido ocasión de reen- «asá», doy la siguiente respuesta: respuesta a lo que estaba
contrar las ideas y los hechos aquí descriptos a lo largo de así y se volvió asá (en términos neuro-x que permiten encon-
todo nuestro trabajo. Y sin embargo, en su conjunto, la im- trar la solución también en términos neuro-x). ¿De acuer-
presión emergente es la de una no-aceptabilidad semántica do? Tercer tiempo: podemos considerar que la respues-
para el psicoanalista. El enfoque sincrético neuro-bio-psico- ta al «asá» (neuro-x) vale para el «así» (psi). Que era lo que
filosófico es posible sólo al precio de amalgamas que única- queríamos demostrar. Este proceder supone por parte del
mente pueden generar un ser estéril (no interfecundo): uno neuro-x el dominio de determinados parámetros complejos
detrás de otro van haciendo su entrada en la escena del y molestos a los cuales en general se refieren los «psi»: los
texto la selección y la autoselección como organización, se- parámetros de sentido, de sujeto, de intencionalidad, preci-
guidas paso a paso por los niveles sináptico, comportamen- samente. Pero hete aquí que los neuro desconñan de esos
tal, «cognitivo y psíquico» (¿será acaso que lo cognitivo no parámetros. Se trata de que no saben realmente qué recu-
es psíquico?). En ese momento, las <Q'elaciones intersubjeti- bren (los neuro-x son, en efecto, refractarios a] modo de pen-
vas» salen del texto como el diablo de la caja donde se escon- sar psi, demasiado impreciso y demasiado inquietante)
de. Sin embargo, hasta ahí no había habido mención de nin- porque hay excesivas respuestas en el campo que les es pro-
gún sujeto. La continuidad autoorganiz.adora sólo se esta- pio (¿cómo elegir entre Platón, Aristóteles, Descartes, Spi-
blece teniendo en menos a la discontinuidad, como aquella noza, Kant, y demás, sin hablar de los modernos, Husserl,
que precede y sucede a la idea de sujeto. Llega por último Heidegger y otros?), y finalmente porque hay excesivos pre-
la idea de una representación del mundo, ¿pero qué mundo? supuestos portadores de finalidades inaceptables. Enton-
¿Hecho de qué, accesible por medio de qué? ¿Coordinación ces demos nuestra propia definición de la intencionalidad
sensorio-motriz e imágenes perceptivas? ¿Ese es el mundo -dicen- y pretendamos que las diferencias semánticas
del que pueden nacer relaciones intersubjetivas? Y para ter- son superfluas.
minar, ¿se nos ha ofrecido la explicación de una «interac- Hasta el presente, con el término general de «psi» rea-
ción» intencional (las bastardillas son del autor) que dé grupamos a todos aquellos para quienes hay un psiquismo
cuenta del sujeto como fuente de intencionalidad? ¿Alcanza (independientemente de su origen): filósofos y psicoana-
con usar el vocabulario de Husserl para estar de su lado? listas, en una asimilación que sin duda algunos encontra-
Así entendemos que el conocimiento desarrollado trozo a rán abusiva.
trozo, ladrillo por ladrillo, en orden disperso y acumulando Tendremos que considerar ahora la singularidad de la
hechos, necesite métodos sintetizantes. Entonces tomamos posición psicoanalítica. Porque hay que decirlo: el psicoaná-
conciencia de que el nudo del asunto en las relaciones entre lisis también se planteó las mismas cuestiones (sujeto, sen-
neurociencias y ciencias cognitivas por un lado, y psicoaná- tido, intencionalidad) y quedó insatisfecho con las respues-
lisis por el otro, no reside en la consideración ni el análisis tas canónicas que proponían los filósofos, la mayoría de los
de los hechos ni tampoco en lo que este nos enseña, sino en cuales se afirmaban en un Dios garante de la coherencia del
la traducibilidad del cuestionamiento de una disciplina a mundo, como antes lo había sido de la razón humana. Sin
otra, donde asoma su nariz la ideología subyacente. El neu- esa garantía no podría fundarse nada que tuviera alguna
ro-x (biólogo, cognitivista o científico) procede del siguiente posibilidad de resistir a los empujes del caos. Al aceptar la
modo. Primer tiempo: si en lugar de decir eso «así» (= como hipótesis del inconsciente y, más allá, la más radical todavía
de un «ello» pulsional de poder muy superior al del yo frágil,
108 J. Hochmann y M. Jea.nnerod, Esprit ou es·tu? Psychanalyse et neu-
el psicoanálisis recoge el guante de tener que dar cuenta de
rosciences, París: O. Jacob, 1991, pág. 128. un hombre movido por sus pasiones y apoyado en una racio-

90 91
nalidad muy relativa, siempre hostigada por la racionaliza- Por el lado de los biólogos, sería imposible silenciar el
ción; experta esta última en hacerse pasar por razón verda- modo en que aceptan vivir (en su gran mayoría) esa herida
dera para disimular a qué amo está sirviendo: esa irracio- narcisística que es la existencia del inconsciente. El incons-
nalidad pulsional-pasional que no retrocede ante nada para ciente no es el único espolón de la teoría psicoanalítica que
obtener las satisfacciones en pos de las que corre. 1 9 Sin º reaviva la llaga del narcisismo humano herido: también
embargo, la forma en que el psicoanálisis propone solucio- h ay que contar con la influencia determinante de las pul-
nes a los problemas es irritante para los científicos, porque siones (calificadas sin embargo por Freud de mitológicas) y,
la metapsicología no es la metafisica. Algunos se sienten en forma aún más indiscutible, del deseo, para nada mítico
inermes y desconcertados por las respuestas que ofrece y situado en la base, si no en el origen, de tantos mitos. De
debido a que no pueden abrevar en el fondo tradicional que hecho, nunca h ay una superación total de las determina-
alimentó la controversia en el pasado -tanto para que les ciones infantiles y de los factores causales que las perenni-
sirva de apoyo como para criticarlo- y porque el psicoaná- zan bajo formas disfrazadas, lo mismo que la dependencia
lisis, lejos de prolongar el enfoque filosófico y psicológico, en transferencia! -la transferencia se observa en todas par-
realidad rompe con ellos. Y también porque desarrolla una tes, dice Freud, la cura no hace más que volverla analiza-
concepción del sentido inconsciente que, como tal, es pro- ble- está lejos de no existir en el ambiente científico. Fren-
blemático, polisémico y además inverificable. No sólo eso: el te a tantos desafios, la respuesta tiene la obligación de ser
psicoanálisis encuentra sus puntos de apoyo por el lado de radical para así mantener a respetuosa distancia el peligro
lo unheimlich, la «inquietante extrañe~>, esto es, la locura, que amenaza a las certidumbres. En casos extremos, la res-
e incluso esa locura del cuerpo que es la psicosomática y que puesta se asume mecanicista (Changeux), en otros se pre-
se querría ver «aplanada» sobre su mera vertiente somáti- tende sincrética, no vacilando en buscar refugio en las re-
ca. Por otra parte, esos puntos de apoyo se resisten a ser in- ligiones tradicionales (Atlan) o en las filosofías orientales
tegralmente traducidos al lenguaje de la conciencia. Al fi- (Varela).
nal, cuando el pensamiento es alimentado por el lenguaje Es importante. distinguir entre posiciones de principio y
fenomenológico, eso mismo le da al psicoanalista la enojosa «estado de cosas)>. En verdad, no se entiende muy bien por
impresión de que de ahí no se desprende ningún «análisis» qué no podría aceptarse la existencia de un plano biológico
propiamente dicho. que sería el correlato de los fenómenos psíquicos sin hacer-
Según el psicoanálisis, la intencionalidad está lejos de los caer en el rango de epifenómenos. Esto ayudaría a pro-
ser evidente a la intuición directa (referencias según la dua- mover una causalidad abierta. Dichos postulados no están
lidad de los principios de placer-displacer y realidad, opo- · en discusión. Lo que despierta objeciones en los «psi» es más
sición realidad psíquica-realidad material, coincidente con bien la forma en que los usan los neurobiólogos. Forzoso es
la que existe entre verdad histórica-verdad material, etc.), reconocer que el pensamiento, tanto neurocientífico como
h erramientas epistemológicas, todas estas, sin derecho de · cognitivista, está en contradicción con la manera en que el
ciudadanía ni tampoco con equivalentes en filosofía. Ade- pensamiento psicoanalítico establece, construye y formula
más, la por momentos sibilina discusión entre psicoana- sus hipótesis, conceptos y teorías. Si, con el propósito de
listas, r ecuerda fastidiosamente las querellas teológicas 11bandonar los atolladeros de tal oposición, nos valemos de
(Freud-Klein, Hartmann-Lacan, Klein-Winnicott, Bion-La- 111 epigénesis, esta no deberá fundarse en criterios restringi-
can, etc). Por último, las diversas tendencias del psicoanáli- dos a la referencia adaptativa, cuya esterilidad fue demos-
sis se muestran poco precisas en la manera de plantear las trnda por la ego psychology psicoanalítica. Es imposible dar
relaciones entre lo biológico, lo social y lo psíquico. 11 untender que nosotros (en sentido amplio, neurobiólogos,
109 Al lector que dude de esto, le aconsejo recordar el último noticiero
psicoanalistas y otros) somos los más adaptados y los mejo-
n•s en el mejor de los mundos posibles, por nuestra sola
que haya visto. •El primero que le venga a la cabeza•, tal como requiere el
analista a su interlocutor. 1·xistencia en los puestos donde estamos ubicados. Los psi-

92 93
coanalistas no dan mucha imagen de normalidad o de exce- de compatibilidad o de incompatibilidad. Por el lado de la
lencia y apuesto a que los científicos tampoco, si damos cré- ciencia, y pese al papel que la epistemología asigna a la di-
dito a esos escándalos que los progresos científicos no ven versidad, se combate a favor del monolingüismo. Hoy, esa
decrecer. Y aun cuando el comportamiento de los científicos lengua única sólo podría ser la lengua de la ciencia. Si las
sea irreprochable en sus disciplinas, sus actitudes públicas lenguas que procesan pensamientos se vuelven objetos de
muchas veces resultan sorprendentes. comunidad (lingüística), el objetivo de la lengua queda cap-
Es frecuente que los psicoanalistas -como es el caso turado en la contradicción entre la tendencia a la unifica-
de Hochmann en el debate que sostiene con J eannerod- ción y el desarrollo de la diversidad (en el terreno psíquico y
apelen a la noción de metáfora para aclarar sus conceptos. social). Más fácil es encontrar un principio unificador en el
Esto merece u na explicación: sin entrar en detalles, diga- orden de la máquina, lo cual explica que algunos neurobió-
mos que se expresan así porque sienten necesidad de mar- logos impugnen dicho modelo puesto que insisten en la uni-
car distancia en más de un nivel. El primero es entre lo físi- cidad de cada individuo a causa de la unicidad de la expe-
co y lo psíquico (tanto como para seguir en el campo de la riencia de cada hombre, hecho del que también debe dar
conciencia), el otro entre lo neurobiológico y lo psicoanalíti- cuenta una teoría general. Asimismo, el modelo de la má-
co (por hacer alusión al inconsciente). 110 Pero ocurre que el quina productora reenvía al de la máquina producida (rea-
pensamiento metafórico le resulta sospechoso al hombre de lizadora). El pensamiento como demora, como abstención
ciencia. La referencia a la metáfora implica un pensamiento suspensiva, como reflexión, cedió lugar al modelo de la ac-
ligado al atravesamiento de que es objt:to por parte del len- , ción exploradora, integrativa, resolutiva y fundadora de sus
guaje pero, desde el punto de vista metapsicológico, podría propios valores por la vía de su funcionamiento.
ser que la metáfora «Se alojara» en la distancia que separa a El psicoanálisis descansa en un fundamento diferente: el
la representación consciente de la representación incons- de una acción invertida, interiorizada como motor del deseo
ciente. Conceptos como loi:; defendidos por Atlan y Varela : llevado a actuar para satisfacerse; se trata de la pulsión. En
sobre la creatividad y la poiesis del viviente, son fuente para J cierta medida, se puede decir que una referencia de ese or-
el psicoanalista de un innegable potencial reflexivo. Pero la j den está ausente de la neurobiología y del cognitivismo, sin
especificidad del método psicoanalítico reside en el recurso : duda por ser, a ojos de estos, sospechosa de contener relen-
a la asociación libre, que implica levantamiento de la censu- i tes de vitalismo. En los laboratorios ya no se interroga más
ra, no sólo moral sino también racional, y por lo tanto una · a la vida, decía F. Jacob. En realidad, se la acosa por todos
autodesorganización controlada gracias a la cual le es posi- : lados para reducirla a sus constituyentes más elementales.
ble, más allá del par ligazón-desligazón, operar religazones l Hemos visto que no es la menor de las sorpresas verla re-
dotadas de propiedades emergentes. aparecer despojada de ornatos filosóficos ingenuos, pensada
De hecho, esta larga exploración tendrá el mérito de en- en otra forma y rica en posibilidades, bajo la pluma de un fi-
señarnos que tenemos que vérnoslas con lenguajes. Len- lósofo matemático (René Thom). A todas esas diferencias,
guajes que son procesamientos de pensamiento para decir Freud agrega sin embargo la hipótesis del superyó y de la
-y decirse- producciones de sentido resultantes de tal culpa. Es decir, todo aquello que emerge de la relación con
procesamiento. Dichos lenguajes constituyen materialida- d otro. Es necesario salir de la dicotomía cognitivo-afectivo
des (corpus) transformadas en objeto de conflictos, vínculos, para referimos más a la significación, a aquello que permite
acordes (en el sentido musical), disonancias, desacuerdos, significar, a las modalidades que le son propias, a la episte-
rupturas de equilibrio, etc. Pero lo esencial es del orden de mología del sentido.
la pluralidad de lenguas que mantienen entre sí relaciones Por lo común, en los diálogos que reúnen a participantes
dl! bordes opuestos en materia de enfoques científicos, con

no Véase J . Hochmann y M. Jeannerod, capítulo VII, donde el primero olros que querrían pertenecer a ese estrecho círculo de pri-
le consagra un capítulo entero a esta cuestión. vilegiados, el clínico h ace figura de pariente pobre. No es

94 95
verdaderamente un científico, apenas un artesano que in- hasta el momento no había aprovechado en nada la brecha
tenta utilizar -«chapucear» es la palabra de moda- eso abierta por las neurociencias. La clínica sabe que, por sí
que los científicos de pleno derecho ponen a su disposición y sola, no puede brindar el nivel de explicación de su práctica,
que nació de una labor rigurosa e inflexible. La clínica es un y para eso recurre a una teoría plenamente consciente del
arte -dicen- pero apoyado en un uso científico aproxima- papel que cumple la parcelización en su ámbito. Desde lue-
tivo; uso sobre el que los científicos echan una mirada con- go, la clínica querría estar en condiciones de acceder al ran-
descendiente y muchas veces desolada, tan impreciso es y a go del «conocer aquello que permite conocer». Pero en ese
tantos errores conduce. caso, ¿quién de los dos permite conocer: el cerebro o el pen-
Ahora me gustaría -tal vez porque para mí ella es in- samiento?
soslayable-- hacer un elogio de la clínica. No por la eleva- La clínica exige el pleno reconocimiento del marco en
ción de sus metas (no sólo conocer, también curar), cosa que que se ejerce. Por eso, no le cabe más que preguntarse por la
aquí no está en cuestión, sino porque son otros los aspectos relación adentro-afuera, e incluso por la problemática en-
que tengo en vista. La clínica no le da alternativas al clínico, tre encuadre y fuera de encuadre. Finalmente, el deslinda-
que no puede sustraerse ni eludir los problemas que le pre- 1 miento de los parámetros que permiten conocer («catego-
senta su «objeto». La clínica lo interroga por ser quien «Se rías», como diría Edelman) incluye aquí, de manera inevita-
supone que sabe» lo que hace, y también (sobre todo si es ble, a aquel que quiere conocer. Esto obliga entonces a hacer
psicoanalista) quien se supone que está en condiciones de ' intervenir, junto con la dimensión de lo oculto-desconocido,
evaluar su poder y la forma en que lo ej~rce en relación con- · la dimensión de lo oculto que debe permanecer desconocido
sigo mismo, con su propia subjetividad. La clínica confron- . ( para esconderse del que busca. Así podría generalizarse el
ta al clínico con sus elecciones teóricas, ideológicas, no en j sentido del mito y de la tragedia edípicos.
el cielo puro de las ideas sino en el campo de batalla de la ·. Pero aun no basta: cuando el campo es el de las «enfer-
práctica. Aquí es inevitable encontrarse con la complejidad. · medades» del espú:itu, el clínico no podría desviar la mirada
Aunque esté presente todo el tiempo, no por ello obliga a de aquella que, aún más que la muerte, le inspira el mayor
pensar. El hecho es que, si decidimos hacerlo rigurosa y . espanto, un terror del que únicamente se puede tener idea
honestamente, a lo cual por otra parte nadie está obligado, por haber frecuentado a sus víctimas: la locura.
no hay ninguna escapatoria a la vista. Sin embargo, tam-
bién en ese punto la sanción será mayor desde el ángulo del
pensamiento teórico. No sin beneficios, este último podrá ,l
seducir por algún tiempo, pero no mucho. En ese sentido, si ~
bien la clínica no está sujeta a falsación, la falsedad que
comporta se verifica a lo largo de la experiencia por poco que 1
nos rehusemos a ser complacientes. En la mayoría de los
casos, es una simple cuestión de paciencia.
En un trabajo anterior,111 nos hicimos eco de las reser- ·:
·
!

vas y decepciones de los psiquiatras por lo mucho que espe- ,'


raron -vanamente-- de las neurociencias. Algunos llega- j
ron a decir incluso que la psiquiatría - ¡aun cuando se la i
engalane con el pomposo título de psiquiatría molecular!-

111 Véase A. Green, ·Méconaissance de l'inconscient», en L'inconscient et


la scien.ce, op. cit. (•Desconocimiento del inconciente (ciencia y psicoanáli·
sis)., en El inconcient.e y la ciencia, op. cit.]

96 97
2. La interpretación cultural del psiquismo

Frente a las ciencias naturales, el psicoanalista tiene la


sensación de habérselas con la versión presuntuosa de un
mecanicismo que renace de sus cenizas. En su diálogo con
las disciplinas cuyo objeto es la cultura, el psicoanálisis su-
fre algunas de las críticas que él mismo hace a quienes .
obran en naturalizar el pensamiento. Tanto los socioantro-
pólogos como algunos filósofos reprochan a Freud su biolo-
gismo, su subestimación de la historia, la sociedad, etc. Pero
eso no es todo: ninguno de ellos acepta la perspectiva (estre-
cha, en su opinión) con la cual este aborda los problemas
que trata. Por último y sobre todo, como buen representante
del eurocentrismo, Freud habría pasado por alto el relati-
vismo cultural. De este modo, habría ignorado que su dis-
curso era producto· de la construcción teórica de la cultura
a la cual él mismo pertenecía. Según ellos, el psicoanálisis
está geográfica e históricamente determinado, 1 razón por
la cual la pretensión universalista que exhibe es abusiva y
sólo sirve para.convencer a los convencidos, que encuentran
en él las características que mejor se acomodan a sus res-
pectivas singularidades.
Es cierto que hoy el psicoanálisis debe enfrentar una si-
tuación dificil cuya importancia no puede subestimarse.
Tiene cerca de cien años, y tras un período en que fue exclu-
sivamente vienés y luego europeo, se extendió al Oeste y a
las dos Américas. Las circunstancias le impidieron difundir-
se al Este pero, tras el derrumbe de los regímenes políticos

1
Tomemos nota de la argumentación: como tal es una disciplina que
s(>lo puede interpretarse desde el ángulo de su dependencia -por lo menos
.,pistemológica- de la cultura que la hizo nacer; ¡sin embargo no pertene-
t•c con pleno derecho a esa dimensión cultural debido a sus post ulados bio-
lúgicos! Conclusión: o entra en las filas «culturizándose•, o ya no tiene na-
da que esperar en cuanto a contribuir a la comprensión de los fenómenos
rn lturales.

99
de la ex Unión Soviética y de Europa central, esa misma mundo, y también porque, tras la muerte de Freud, algunos
evolución, que había sido interrumpida por el nazismo y el de esos autores se impusieron y sus respectivos adeptos en-
comunismo, se reanuda, aun cuando por el momento sus contraron que sostenían ideas más adecuadas y exactas que
perspectivas futuras resulten inciertas. En cuanto al resto las que guiaron las primeras intuiciones -por geniales que
del mundo, el psicoanálisis no existe en Africa, en los paí- hayan sido- del inventor del psicoanálisis. Pero si bien
ses de influencia islámica dominante, y tampoco en Medio Freud se negaba a que su descubrimiento fuera en modo al-
Oriente, en razón de su total oposición a las creencias impe- guno privativo de la sociedad vienesa, cabe preguntarse si
rantes. Tiene muy escasa presencia en Japón e India, donde los aportes de sus sucesores no expresan la influencia de sus
sólo está simbólicamente representado por obra de la in- respectivas identidades nacionales, visto que están lejos de
fluencia occidental, pese a todo muy restringida, y tampoco acceder a una visión de conjunto que abarque un horizonte
existe en el resto de Asia. Al cabo de unos sesenta años, esta tan vasto como el de Freud.
repartición geográfica dio nacimiento a un conjunto de mo- Un breve repaso permitirá evaluar la importancia de la
vimientos analíticos que no escaparon a la impronta de las corriente «sociológica» en Freud. Si exceptuamos sus traba- "-
mentalidades propias del suelo que los vio crecer. Sin temor jos sobre arte, que también deberían contar entre las obras
a equivocarnos, podemos afirmar que hay un psicoanálisis culturales, podemos datar su orientación hacia estos temas
europeo -a su vez muy poco homogéneo, donde se mani- allá por 1908, con su trabajo «La moral sexual "cultural" y la
fiestan las influencias ~minantes de Londres y París- dis- nerviosidad moderna». Es importante señalar que el inte-
tinto del que se ejereé en otras zonas del globo. Además, rés de Freud se vuelca, en primer lugar, a los fenómenos
allende el Atlántico, importantes diferencias separan a los contemporáneos. Esta inclinación se confirma alrededor
psicoanálisis de América del Norte y del Sur. Desde lue- de 1912, con varios artículos breves sobre la relación entre
go, dentro de cada uno de los grupos regionales, ciertas par- folklore, cuentos de hadas y sueños. Pero está claro que es
ticiones redistribuyen esta clasificación. 2 Sin embargo, a en 1913, con TótenJ y tabú, cuando el pensamiento freudia-
grandes rasgos puede decirse que las divisiones geográficas no adquiere una densidad jamás alcanzada hasta entonces
siguen siendo marcadas, y ahora crean importantes proble- en ese terreno. El péndulo vuelve una vez más a las circuns-
mas de comunicación entre analistas. He aquí pruebas in- tancias trágicas que dominan la actualidad en 1915 («De
discutibles de la influencia de la cultura en el psicoanálisis, guerra y muerte. Temas de actualidad»). El conflicto arma-
mucho más fáciles de certificar en los psicoanalistas que en do le dará oportunidad de escribir sobre las neurosis de
los analizantes. La vocación universalista del psicoanálisis guerra, y a continuación se verá a un Freud dotado de agu-
freudiano no lo dispensa de prestar atención a lo que ocurre do sentido social, e incluso de determinados dones profé-
puertas adentro, antes de lanzar un mensaje general que ticos, puesto que todo el mundo reconoce que, ya en 1921,
termine jaqueado por las diferencias culturales registradas «Psicología de las masas y análisis del yo» prefigura el na-
en el seno de la comunidad psicoanalítica. En suma, la épo- cionalsocialismo. Una pausa de seis años separa a este en-
ca en que la obra de Freud constituía el único y común refe- sayo de El porvenir de una ilusión, seguido por El malestar
rente del pensamiento psicoanalítico está doblemente ago- en la cultura (1930), donde asoman en forma alternada la
tada: por un lado, en virtud de que las interpretaciones del esperanza y la angustia por el futuro. La amenaza de la
psiquismo difieren sensiblemente según los autores y los destructividad vuelve a hacer su entrada con ¿Por qué la
movimientos psicoanalíticos de las diversas regiones del guerra? (1933); pero en este caso no se trata de un interés
espontáneo sino de su respuesta a Einstein quien, habiendo
2 Pese a la comunidad lingüística, el psicoanálisis inglés está más ~ejos leído seguramente El malestar, lo requirió en nombre de la
que lo esperado del psicoanálisis norteamericano. Pero en virtud de1 fa- SDN. Al final llega Moisés y la religión monoteísta, obra que
moso principio según el cual el enemigo de mi enemigo es mi amigo, hay
convergencias sorprendentes, no tanto a nivel teórico como en una visión puede interpretarse como una parte de su testamento espi-
común sobre el plano de las políticas institucionales. ritual, en 1938.

100 101
Si quisiéramos reagrupar el contenido de los temas
tratados, podríamos distinguir: 1) la evaluación global de la siempre fue bien entendido. Para terminar, nos interroga-
vida social presente y el rol que cumple en ella el destino remos acer.ca del a ctual malestar en la cultura, que después
de las pulsion es; 2) la descripción de ciertos fenómenos de Freud vio nacer formas de violencia extrema necesitadas
particulares de la vida colectiva en lo que atañe al papel de de una urgente reflexión. Todas estas cuestiones deberán
los líderes y las figuras paternas; 3) la guerra y sus causas; ser confro~tadas ~~n interpretaciones distintas de las que
4) las amenazas que pesan sobre el porvenir de la civiliza- hace el ps1coanáhs1s y provenientes de disciplinas con las
ción debido a las pulsiones destructivas; 5) la investiga- cuales puede entablarse una fecunda discusión.
ción y las hipótesis sobre los orígenes (prehistoria e histo- ~e hec?o, antes de iniciar este amplio debate deberemos
ria); 6) los aspectos imaginarios de la psicología de los pue- prec~sar ciertos elementos previos. Vista en forma retros-
blos (Volkpsychologi.e: «folklore», «cuentos de hadas»); 7) la ~e~tiva, la obra de Freud parece reflejar un doble roman-
religión. ticismo. En efecto, en ella se percibe sin demasiada dificul-
No tengo ninguna duda de que la gran mutación que tad un romanticismo biológico donde el inventor del psico-
consagra la entrada de la cultura en el determinismo psí- a nálisis diseña una gran epopeya que va del protista al
quico es la creación del superyó en la segunda tópica del ho~bre -véase «Más allá del principio de placer»-, bos-
aparato psíquico. De hecho, con relación a la primera, cen- queJ~ndo un panorama de inspir ación evolucionista. Aun-
trada en la conciencia, la segunda tópica procede a diversas que Jamás lo diga y se refiera siempre a Darwin Freud ha-
correcciones que no está de más recordar. Se decreta que bría compartido el pensamiento de La marck ~ través de
una importante fracción del yo es inconsciente; las pulsio- s':1 a~e~ión .ª la idea de herencia de caracteres adquiridos.
nes son ahora parte integrante del aparato psíquico (has ta Similar m~prración se haría visible en lo atinente a la cultu-
entonces sólo se admitía a sus representantes, pero no a las ra, concebida desde ese mismo ángulo romántico, e inscrip-
pulsiones mismas, «ancladas en lo somático»). Más aún: la ~ en la trayectoria que describe a una humanidad llevada
última teoría de las pulsiones postula la existencia de un sm saberlo, por un· «proceso civilizador>>mítico. Así se cons~
grupo central por cuyo intermedio se expresa la destruc- tru~e ante nuestros ojos una leyenda grandiosa en la que se
ción, las pulsiones de muerte a cuyo respecto no se ha seña- realizan las obras de sublimación del género humano, aun
lado como corresponde que su terreno de elección irá situán- cuando nada en la naturaleza del hombre lo predestine a
dose cada vez más en la esfera social, si bien no en forma ex- esa tarea.
cluyente. Por último, el superyó es una entidad teórica ab- ·, Hoy en día , las grandes síntesis de ese tipo generan des-
solutamente nueva y sin precedentes que modifica en forma .: confi.~a o sospecha porque su vasto horizonte se despliega
sustancial la idea anterior del aparato psíquico. Le son a d- · en detrm:iento de la exac~itud y la precisión que siempre
judicados al superyó el sentimiento de culpa vinculado al ~an.por tierr.a con cualqmer generalización simplificador a.
asesinato del padre y el origen de la religión. Se tiene por imposible que un solo espíritu, por penetrante
Como puede apreciarse, no es nada fácil r eunir en un que sea, pueda abarcar con la mirada un campo tan exten-
conjunto claro y coherente los diversos capítulos de una in- : so: Cuando consideramos un deber recordar la amplitud de
terpretación cultural del psiquismo. Tendremos que exami- ~ miras de Freud, no lo hacemos para damos el lujo de una
nar las perspectivas de la socioantropología (con la impor- Weltanscha.uung que él mismo ha bría desestimado. Si man-
tante reevaluación operada por el estructuralismo), de la 1.en~mos abierto el abanico de los puntos de encuentro entre
prehistoria y la historia, como también retomar la clásica soc1oantropología y psicoanálisis, es porque algunos de los
oposición entr e estructura e historia. A lo largo de n uestro rnnc~ptos que desarrolla y que nacen de esa relación tan-
recorrido trataremos diferentes objetos de estudio, entre los ~~mc1al, parecen entenderse de veras sólo cuando se los reu-
cuales figuran las producciones culturales referidas a mitos l11ca en ese contexto teórico. En ese momento importará po-
y dioses y también al Edipo, cuyo arraigo en la cultura no <'o. que el saber contemporáneo recuse elementos de esas
1111smas construcciones conceptuales, ya que se dará priori-

102
103
dad al hecho de que la construcción permite sacar a la luz el cía es un ello para el cual el objeto es contingente y susti-
alcance ontológico de los conceptos que ella misma inventó. tuibl~ a la que se le otorga preeminencia. Para Freud, sólo
En cuanto a los puntos sujetos a caución esgrimidos por el ella merece atención dadas las propiedades dinámicas,
propio Freud, no se tratará tanto de censurarlos como de económicas y tópicas que presenta. Hoy es casi inaceptable
saber si son capaces de recibir otra interpretación, habida esa posición, como justamente lo demuestra la importancia
cuenta de que cumplen un papel teórico imposible de supri- creciente de las referencias al concepto de objeto. Todo indi-
mir lisa y llanamente. En otros términos: exigen considerar ca que en un momento absolutamente capital, el objeto pri-
más la función conceptual que vehiculan. El tiempo hizo mario, es decir, la madre, se distingue del entorno. Mejor
inaceptable el contenido literal que les es propio, y no cabe aún: lo significa por entero, a punto tal que la investidura
obstinarse en defenderlo, pero sin resignamos a _sacrificar del no-yo de la realidad externa es connotada por la investi-
el motivo de su postulación. dura del objeto primario calificado de bueno o malo, de favo-
En esta reevaluación convendrá examinar a su vez en rable u hostil. Pero las cosas no terminan ahí: por momen-
forma crítica si los conceptos sustitutos ofrecen una mejor tos, el objeto primario será sucesivamente uno y otro, arras-
validez para dar cuenta de lo descripto por Freud o si, cuan- trando así a la totalidad del mundo externo en la estela de
do tienden a impugnar lo legítimo de esa descripción, bas- su connotación positiva o negativa. No hay mundo externo
tan para taponar la fal~que crearon proponiendo aligerar del que deban esperarse beneficios, sino en coexistencia con
la construcción freudia~a de ramajes tan inexactos como un objeto benéfico en el seno de un espacio, es decir, remi-
inútiles. tiendo a una estructura subjetiva que antes haya procedido
a la división entre bueno y malo y distribuido sus proyeccio-
nes sobre el mundo y sobre el objeto emergente de tales ope-
raciones.
Realidad externa y realidad humana Cualesquiera sean las diferencias de apreciación sobre
sus modalidades de acción y sobre las diversas maneras de
Hay algo en lo cual se ha reparado poco: cuando opone concebir su papel, ningún analista actual sostendrá en for-
realidad psíquica (interna) a realidad material (externa), ma absoluta la tesis de una contingencia del objeto. Por otra
Freud está englobando en esa denominación todo el no-yo. parte, si este es el caso del objeto correspondiente al modelo
Eso significa que no hace ninguna distinción entre realidad tomado de la perversión, Freud mismo, cuando trata la me-
física (inerte y viva) y realidad social. Incluso puede decirse lancolía (y por vía de consecuencia propone una hipótesis
que -visto por él- el entorno no merece que en su seno sobre la fijación del melancólico a las etapas libidinales más
se distinga un mundo humano. 3 Puede que en este punto antiguas), habla de un objeto muy distinto cuyo carácter se
Freud muestre la misma negligencia que mostró con rela- opone a los anteriores puesto que es todo menos contingente
ción al objeto en el establecimiento de la teoría, sobre todo y sustituible. Muy por el contrario: lo que se subraya es el
en sus aplicaciones técnicas. Por más que se considere el carácter vital, único e irreemplazable del objeto. Esto mere-
objeto individualmente en el marco de una relación de a dos, ce una aclaración debido a que sin duda se apoya en la dis-
en su totalidad o en forma parcial, o incluso que con ese tinción -o indistinción- del objeto respecto del yo. Aquí se
nombre genérico se agrupe el conjunto de todos aquellos con toman impropios los calificativos usuales; el objeto no es ni
quienes se vincula el yo, a ojos de Freud sólo importa el so- parcial ni total, porque la referencia a la parcialidad, toma-
porte de la acción con la que ese yo debe enfrentarse, su ver- da en el marco de la relación narcisística primaria, está liga-
bo, por así decir: la pulsión de la cual además él mism<\_está da a lo que todavía no conoce la unidad y se confunde con lo
en parte constituido. Porque es a la pulsión -<:uya instan- que todavía no fue distinguido.
'lbdo lleva a creer que Freud optó por una solución discu-
3 Porque el superyó es una instancia intrapsíquica perteneciente por lo
tanto a la realidad del mundo interno.
tible al no querer distinguir entre realidad externa del mun-

104 105
do físico y realidad externa social (humana), porque las re- ciones como esas nacen de un imaginario humano que man-
laciones de esta última con la realidad psíquica del mundo tiene relaciones complejas con lo social, y no de una dimen-
interno no eran fácilmente definibles. No distinguirlas tal sión verdaderamente social de la realidad así creada.
vez haya sido una negligencia, pero, desde el punto de vista Lo importante no está ahí: lo importante está en deter-
teórico, insistir en la diferencia podría haber comportado minar qué es propiamente cultural en la «cría» humana.
muchos inconvenientes capaces de llevarnos hacia una vía Las relaciones entre innato y adquirido son un tema tradi-
psicológica. Hoy una distinción de ese orden parece necesa- cional de los debates biológicos. Ahora bien, lo que debe su-
ria, sobre todo porque los avances posteriores a Freud se
brayarse en el estado actual de nuestros conocimientos es
ubican mayoritariamente en el rubro de las relaciones de
que resulta rigurosamente imposible establecer qué parte
objeto, que implican una posición muy contraria a muchas
le corresponde a uno u otro en el hombre. Una vez instau-
de sus opiniones.
La profundización de las relaciones tránsfero-contra- rada la primera relación de un niño con su progenitor -o
transferenciales, ya tratadas sucintamente por Freud, per- para el caso con quien lo tenga a su cargo- en el ejercicio de
mitió medir la amplitud de 195 intercambios con el otro: se- las funciones más «naturales», toda la cultura que porta el
mejante o diferente, e inclíÍso trascendente para algunos «criador» marca a partir de entonces la relación entre el
(«Gran Otro de Lacan»). Aquí no hay nada subsumible ba- niño y el adulto. Las costumbres modelan la naturaleza y al
jo el capítulo de las relaciones con la realidad externa del hacerlo le confieren el rostro que tendrá a partir de ahí, an-
mundo físico. tes de que intervenga específicamente la más mínima
Pero entonces la cuestión se invierte: ¿qué pensar de la concepción etiquetada de cultural. Esto no sólo es insistir en
realidad del mundo físico? Muchas cosas: la relación con la la importancia de los factores culturales, sino ocuparse de
naturaleza, con sus leyes, con las manifestaciones del mun- entender el papel estructurante y organizador de lo que yo
do físico, con las categorías del espacio y el tiempo, con nues- llamo el otro semej<;mte, denominación que alcanza su pleno
tra galaxia, con el universo, etc. Sólo que entonces tenemos sentido incluso antes de que, aun vagamente, sea aprehen-
que dar marcha atrás. Es privilegio de una minoría, dice dida la diferencia de sexos. Es más: se sabe que en su origen
Freud, no ceder-con o sin interpósita divinidad- a la ten- la diferencia entre el sí y el otro se establece en forma harto
tación antropomórfica. Por ejemplo, no interpretar una nebulosa. Sin embargo, para que sea posible un fenómeno
catástrofe natural o una desgracia histórica (una derrota como la sonrisa, la aprehensión de esa «mismidad» parece
bélica, por caso) como un castigo divino. Aceptar la austera más que plausible. La proyección no es suficiente. La son-
realidad de una explicación en términos puramente mate- risa supone algo compartido. Se entiende entonces que si
riales desprovistos de cualquier intención sobrenatural, no quer emos instalar la idea de una «realidad social» situada
está al alcance de cualquiera. Del mismo modo, la proyec- en la base de una causalidad del mismo nombre, distinta de
ción «personalizante» de las divinidades socializa, por así la biológica, conviene buscar sus fundamentos en la rela-
decir, la naturaleza adjudicándole un alma, una voluntad y ción que determinará las futuras relaciones sociales: menos
deseos en consonancia con los nuestros. Pensemos en el fa- las perceptibles en el funcionamiento grupal que las que
vor de que hoy goza la astrología. Puede decirse que la rea- ligan a los hombres entre sí. Aquí no debemos limitarnos a
lidad social invade por vía de antropomorfismo. Pero aun la relación entre dos, con lo cual estaríamos dando pie a un
así debemos especificar que se trata de una realidad más reduccionismo de tintes sumamente engañosos. De entra-
humana que social. Social, podría decirse, a imagen y seme- da, la unidad grupal es la unidad de la triangulación, que de
janza de los dioses del Olimpo, que forman un sociedad\con por sí comprende necesariamente relaciones entre genera-
funciones específicas, alianzas, antagonismos, conflictos de ciones diferentes y sexos diferentes. Esa doble diferencia
intereses o de prestigio. Tal vez quepa decir lo mismo de constituye el fundamento del complejo de Edipo en su di-
otros sistemas paganos. Pero, en su mayor parte, concep- mensión antropológica.

106 107
La familia puede ser considerada como sociedad origina- la quinta pata al gato. Sin embargo, la historia de la socio-
ria o como matriz social simbólica; las problemáticas indivi- antropología, tal como sucede en muchos otros campos, vio
duales y grupales son en ella indisociables. Desde ese tronco enfrentarse escuelas de pensamiento que interpretan de
común que ella misma constituye, los factores de causalidad manera opuesta la naturaleza de lo social, así como las de-
socioantropológica se diversificarán hasta adquirir nuevas terminaciones que pesan sobre los fenómenos relativos
potencialidades. Ante todo nos interesa subrayar que la a este campo. En ese aspecto, la socioantropología puede
familia debe a su vez entenderse dentro del grupo del cual invocar una antigua tradición por haber producido teorías
es parte integrante. Argumento inatacable en derecho, que consistentes que dieron lugar a nutridos debates. Como se
no obstante supone poner en segundo plano a los verdade- ve, la situación no es comparable a lo que ocurre en las neu-
ros organizadores de la estructura psíquica vista desde ese rociencias y en las ciencias cognitivas, que parecen ser la
ángulo: la vectorización por el juego alternado de deseos e manifestación sintomática de una fiebre eruptiva o de una
identificaciones -por otra parte1extendidos más allá de la súbita epidemia recientemente aparecida.
matriz socioantropológica- y qpe fija las ulteriores direc- Puestos en evidencia algunos hechos biológicos, la si-
ciones en que se «localiza» la experiencia cultural en la es- tuación es ahora motivo de reflexión. Tales hechos biológi-
tructura subjetal (Winnicott). Será en vano oponerle aque- cos resaltaron los caracteres generales del reino animal, co-
llas estructuras familiares diferentes que las sociedades sin mo son, entre otros, la identidad de los constituyentes quí-
escritura nos permiten observar o que las propias socieda- micocelulares y el código genético único. ¿Cómo no afectaría
des contemporáneas han experimentado, como el caso de los esto a la categoría de lo social, que conoce esa gran mutación
kibutz, por ejemplo. Todo esto no pasa de ser un incentivo en el hombre? Ante la unidad de lo viviente, hombre inclui-
para la r eflexión, ya que no se trata de oponer un tipo-his- do, debemos enfrentrarnos a las diferencias biofisicas de los
tóricamente fechado y geográficamente localizado-- como grupos humanos.repartidos en la superficie de la tierra y,
modelo que imponga su norma a los demás, sino de conside- aún más, a gran número de diferencias culturales. Acerca
rar al espacio familiar como crisol natural de determinacio- de las primeras, hoy sabemos que la idea de raza no resiste
nes favorables a la constitución del Edipo, tema al que vol- ningún examen, más allá de la obstinada nostalgia de quie-
veremos. nes querrían fundar sus convicciones políticas sobre un ra-
cismo que, habiendo probado su «realidad» objetiva, inde-
pendiente de toda propuesta política, ya no se avergonzaría
de sí mismo. Queda el pluralismo cultural. Pero si queremos
La causalidad socioantropológica y la causalidad correlacionar «biológicamente» naturaleza y cultura, forzo-
psíquica so es r econocer que no existe ningún paralelismo entre gru-
pos humanos biofisicamente diferenciados y culturas que se
Los estudiosos de las disciplinas sociales no dudan de la correspondan con tales diferencias de naturaleza fisica. En
existencia de una causalidad específica de ese campo, aun caso de admitirse lo superfluo del razonamiento, debido a la
cuando se observe un abanico de diferencias tan amplio co- inanidad que de por sí demuestra el concepto de raza, nos
mo el de las ciencias naturales. Y tanto es así que, salvo el hallaríamos ante un misterio aún más espeso que debe dar
caso extremo del asalto que, en biología, pone en entredicho cuenta de este simple hecho: hay un hombre, pero múltiples
la legitimidad del punto de vista antropológico (pienso aquí culturas cuyo número supone una gran variabilidad estruc-
en la sociobiología de E. Wilson), nadie se preocupa pÓr de- tural. Todavía falta entender las posibles causas de tal mul-
fender una posición que parece caer de madura. Conviccio- tiplicidad y el sentido de sus expresiones arborescentes.
nes compartidas en forma tan unánime equivaldrían, si por Existen pocas razones para pensar que meras diferencias
casualidad alguien estuviera tentado de hacerlo, a buscarle bioantropológicas pudieran explicar, no sólo la diversidad

108 109
al formalismo para salvaguardarse mejor del reproche sub-
de las formas culturales, sino la diversidad de las evolucio- jetivista (Lévi-Strauss). Con relación a este último p~to de
nes históricas. 4 vista -que tan sólo posterga el problema- toda~ia ~alta
A grandes rasgos, los biólogos --0 al menos aquellos que explicar las relaciones entre es~s ~spec~s d~l. psiqwsmo
no están animados por un soplo integrista- reconocen que colectivo y el modelado de los psiquismos individuales. E~
en la cultura obra una causalidad distinta de la biológica, si algún momento habrá que precisar dónde y cómo se arrai-
bien tienen pocas hipótesis que proponer acerca de la ar- gan esas causalidades colectivas en individuos ~ue ~mpar­
ticulación de ambas causalidades. Pensadores de vastas ten y se reconocen en tales premisas. No es arb1tra:io pen-
perspectivas, como Atlan y Varela, admiten la existencia de sar que, para constituirse y mantenerse, las creencias gru-
un nivel social humano distinto en la coronación del edifi- pales deban enraizarse en un fondo común q~e los hom~~es
cio teórico escalonado cuyos cimientos están formados por de un mismo conjunto social puedan compartir, aun hac1en-
grupos moleculares. Pero si bien debemos felicitarnos por el dole sufrir, por razones locales, todo un juego de variaciones
lugar que asignan a las determinaciones culturales -que y transformaciones en sus ejes centrales. Aq~ e.ncontr~os
después de todo equivalen a restablecer la diferencia entre una noción que algunos biólogos usan en distinto sentido
el hombre y el animal- ambos investigadores nos dejan con pero coincidente con el saussuriano: la noción de «Val?r». Y
las ganas cuando se trata de fundamentar teóricamente es en este punto donde una palabra-valija, como es «sunbo-
este último nivel. Estamos en una situación problemática: lización» viene a estrellarse contra el muro de los hechos.
por un lado, se reconoce la especificidad de un nivel huma- Hechos ~ue hacen saltar en pedazos la pretensión de hacer-
no determinada por una causalidad muy diferente de la que le jugar una función ecuménica que le perroitirí~ extender-
opera en biología; pero, por el otro, las concepciones socio- se del código genético a las conductas ceremoniales o a la
antropológicas con derecho de ciudadanía entre los biólogos creación de divinidades: es decir, a lo sagrado. Es bastante
no muestran cómo podría pensarse la relación de la causali- curioso además q'1e una época éomo la nuestra, volca~a so-
dad biológica con esa causalidad propiamente humana. Lle- bre todo a estudiar las diferencias, vea flaquear esa exigen-
gamos entonces a un enigma: el que testimonia, sin explica- cia metodológica por tender frágiles puentes analógicos en-
ciones, que la causalidad psíquica es más fácilmente acepta- tre la antropología y, llamémoslo así, las cien~ias natural~s.
da entre los biólogos cuando se funda en datos colectivos y Esa mitología que, en vez de «disolver», Lévi-Strauss hizo
no individuales. Aquí podría pensarse que el fundamento suya, es la fisicoquímica. .
plural del orden colectivo permite a los científicos sentirse Volviendo a lo esencial, admitamos que la causalidad
protegidos por un objetivismo de hecho contra una posible biológica juega un rol muy limitado en la causalidad socio-
invasión de la subjetividad, principal enemiga de la cien- antropológica. Esto significa que deberá buscarse en la es-
cia. Qué decir de esta actitud sino que demuestra estrechez tructura humana la parte del hombre responsable del gran
de espíritu: ese sujeto que despierta nuestra desconfianza desarrollo que lo caracteriza. Y ya que el ~po es el. am-
desaparece del individuo para reaparecer en el plano colec- biente donde se despliegan los efectos de dicha causalidad,
tivo, porque basta con calar apenas en las descripciones de sale a la luz que los fundamentos «atómicos» de esos mismos
los fenómenos sociales para descubrir un orden de hechos efectos deben buscarse en el estudio de las relaciones entre
(mitos, ritos, religiones, creencias, costumbres, etc.) que im- individuos así fuesen miembros de un grupo, mínimo exigi-
plica la existencia, en una forma u otra, de un modo de pen- ble para fundar el concepto del «otro semejante» que, po.r
samiento imposible de equiparar a los datos relativos al ob- obra de la diferencia de sexos, funda a su vez, en forma radi-
jetivismo, aun cuando, para conocerlo mejor, permaneciéra- cal la categoría del otro diferente. Como además en la con-
mos en los límites de un pensamiento objetivo que recurre ci~cia de la muerte se reconoce un rasgo específicamente
humano, esto remite a la dimensión de reparto según las ge-
4 En páginas posteriores examinaremos los problemas planteados por Ja neraciones y, más allá de la estructura del presente, de rela-
difusión de genes y de lenguas.

111
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ción con el antepasado. Entonces no nos sorprende encon- según el modelo de la impronta -pero con diferent.e meca-
trar aquí cat.egorías pert.enecient.es al psicoanálisis, como el nismo- que sellan el destino de funciones tales como el
complejo de Edipo, que tienen la rara virtud de ligar solida- apego. Simple ejemplo, más legible que otros pero que no
riament.e sus aspectos: doble diferencia de sexos y de gene- conviene invocar sin ton ni son ant.es de haber calibrado lo
raciones. Así es como la causalidad socioantropológica de- que en verdad se busca demostrar más allá de los hechos
vela dos de sus ejes constitutivos: el primero concierne a la expücita o impücitament.e, por reenvío a un tipo de causali~
necesaria división en cat.egorías diferenciales; el segundo, dad que no es la que caract.eriza al psiquismo.
a la relación con el tiempo. Diferencia sexual y diferencia Queda en claro la necesidad de conocer mejor los efectos
generacional articulan aquí sus efectos. de estructura, no totalment.e censados hasta la fecha y don-
«Los hechos sociales no son cosas», decía Durkheim. de tal vez eso que Freud describió en el pasado como fantas-
¿Tan olvidado quedó ese concepto como para que hoy de- mas originarios encuentre su lugar en el futuro· pero esto
bamos volver a ponerlo sobre el tapet.e, quizá por influencia implica una nueva concepción de la historicidad;, por ende,
de la sociobiología de E. Wilson? En suma, se trata simple- de la t.emporalidad como efectos de una «selección cultural».
mente de recordar que, entre otras cosas, la estructura hu- Cuando habla de estructuras relacionadas con esos fantas-
mana se define por el hecho de requerir, a los efectos de to- mas que, según postula, serían objeto de transmisión here-
mar forma y desarrollarse, contacto y relaciones con otros ditaria, Freud está proponiendo también una ontogénesis
humanos, y esto desde el nacimiento hasta la plena partici- original. Dice que tienen «predisposición a ser readquiri-
pación en la sociedad adulta. Tal vez s~a esa su principal dos». En otros términos: que constituyen algo así como orga-
diferencia -cualitativa y cuantitativa- respecto de las nizaciones lat.ent.es que se activan en un momento preciso
demás especies vivient.es. Est.e acont.ecimiento filogenético del desarrollo, sucediendo a la excitación de determinados
debe considerarse fundador de la causalidad psíquica, que estímulos. Así se explicaría, por ejemplo, que numerosos he-
sin embargo no se reduce totalment.e a él. En cambio, un chos evoquen un contexto psicológico de escena primitiva
acontecimiento de esas caract.erísticas no puede ser ent.era- (observación del coito animal) o de castración (observación
mente abarcado por la causalidad biológica. Con relación a del sexo de la niña en el varoncito o del sexo de est.e en la
esta última, los factores socioantropológicos tienen la par- niña), sin aparición de efectos inmediatos que más adelante
ticularidad de mostrarse con mayor grado de evidencia en la no dejarán de producirse estrepitosament.e en diferido. Y si
composición de lo que det.ermina a la causalidad psíquica, · bien la seducción -resultante de los cuidados mat.ernos-
aun cuando la int.erpretación de tales factores no t.enga na- · data de la primera infancia, el esquema correspondient.e só-
da de simple. En todo caso, sólo el mixto indispensable que ; lo tomará verdadero efecto después. En otros términos: hay
forman en el hombre puede llevar a decir que la causalidad ', un difasismo biológico de la sexualidad humana, pero ha-
psíquica es lo que emerge de las relaciones entre naturaleza : bría también un difasismo psíquico organizado conjunta-
y cultura. Aquí se anuda todo un conjunto de relaciones. Si 1 ment.e por las modalidades del apres-coup. Esto equivale a
bien la estructura humana implica, para aparecer y desa- ! afirmar que los factores estructurales (mat.erializables por
rrollarse, int.eracciones entre humanos --entre las cuales la í la hipót.esis de los fantasmas originarios) tienen verdadera
fase de dependencia prolongada del cachorro humano es la ·: efectividad únicamente cuando se acoplan a los factores
mediadora privilegiada en la adquisición de propiedades ' históric~s (incluyendo en ellos la hipót.esis del apres-coup );
que, de otro modo, jamás verían la luz, como es el caso del al combmarse, podrán adquirir unos y otros su verdadero
lenguaje- importa subrayar que también gracias a la orga- modo de acción. Todos estos problemas serán examinados
nización intrapsíquica del hombre y a la dependencia de es- más adelant.e. Podemos presentir desde ahora que la causa-
ta respecto de ciertos factores de la causalidad biológica, esa lidad psíquica no se reduce ni a una causalidad de orden
epigénesis puede dar los resultados conocidos. Esto no se li- biológico ni a una de tipo antropológico. Es más: no vamos a
mita al lenguaje: también concierne a fijaciones primitivas buscar el cumplimiento de la evolución por el lado social, co-

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mo hacen muchos pensadores de la biología. Al contrario, es
por el lado del sujeto -de la mutación humana que dota al Punto de partida: el presente
psiquismo de ciertas propiedades- donde situamos el nivel
hipercomplejo. Como hoy se reconoce que sólo hay historia del presente
¿En qué se funda una pretensión así, al menos con rela- o q~e, en todo enfoque concerniente a las sociedades más
ción a las ciencias sociales? Próximos a iniciar los siguientes aleJadas de la nuestra, la sombra de las determinaciones
desarrollos, es posible marcar diferencias importantes. Si se que afectan nu~st~a. reflexión del momento vela cualquier
tiene en cuenta que la historia y la estructura hallan en las acceso a una obJetividad «pura•>, se nos invita a identificar
disciplinas históricas y socioantropológicas campos particu- en nosotros mismos lo que es nuestro, para que tratemos de
larmente designados para valorarlas como ejes ordenadores recon~cer aquello q.ue en realidad no tiene su lugar en el
de la condición humana, se entienden sin más trámite las matenal que estudiamos, pero que incorporamos a él sin
diferencias con la forma en que el psicoanálisis piensa sus pens~rlo, lo cual limita seriamente nuestras ambiciones.
relaciones recíprocas. Si bien la historia remite a la memo- ~fectivamente, tendremos que asumir ese handicap y par-
ria -aun cuando se defendiera la idea de que sólo hay his- tir del presente y de nosotros mismos.
toria del presente-, la memoria con que tiene que trabajar . El eterno obstáculo para un enfoque general de la causa-
el psicoanálisis es una memoria lacunar, una memoria co- lidad antropológic:a por parte del psicoanálisis es, primera-
mo resto subsiguiente a la represión, una memoria cuyas mente, la a usencia de un objeto definido y de límites del
emergencias vienen a veces del inconsc!ente (retom o de lo campo. Por ejemplo, a diferencia del psicoanálisis aplicado
reprimido), una memoria que en ningún caso se limita a re- al arte, d~nde, por vasta que sea su extensión, el terreno ex-
memorar acontecimientos (compulsión de repetición), una p.lorado sigue estando circunscripto, cuando se trata de so-
memoria, por último, que no obedece a ninguna concepción ciedad -la obra de Freud lo prueba- cada aporte se ocupa
lincnl del tiempo y que complica singularmente la idea de d? un ~pecto de l?s problemas presentados sin poder reu-
apres-coup, de intemporalidad del inconsciente, de compul- mrlos Jamás en un solo conjunto. Es más: dentro de estas
sión de repetición, etc. U na memoria que no puede definirse ' tre~ grandes unidades tenemos cierta dificultad para de-
sólo en la oposición del corto y el largo plazo. En cuanto a la fimr _aquell~ ~ue, con justa razón, puede ser esclarecido por
estructura, la situación tampoco es simple. Por un lado, las d ?si~oanáh~s. Pero, aun así, tiene sus ventajas esa falta de
estructuras que invoca el psicoanálisis están constituidas criterios precisos para definir el corpus. No es raro sentir
también por contenidos, funcionan de modo discontinuo, un~ gran de~ilusión al releer, décadas más tarde, ciertos es-
actúan a veces de modo silencioso, en estado latente, o bien tudios refendos a las sociedades. El contexto cambió tanto
se hacen efectivas luego de una reactivación que echa luz q~e m~c.hos acon~c~entos posteriores de importancia ca-
sobre esa «predisposición a ser readquiridas» mencionada p~~l hicieron penmir algunas tesis. La rueda de la historia
por Freud. Esta procede a una reapropiación individual que ~1ro aplastando en su carrera las frágiles elaboraciones de
les da su impacto sobre la singularidad. Por otra parte, las nyer, y hoy nos_ hace enrojecer por nuestra antigua ingenui-
estructuras del psicoanálisis están construidas sobre la he- dad. En camb10, otros autores dejan que su pensamiento
terogeneidad de los constituyentes del psiquismo, hetero- "'!bre~ele los hechos desde tan alto, que la filosofia de la
geneidad que pone de relieve las diversas disposiciones di- ~11stona en que se inspiran cobra dimensiones escatológicas
námicas, tópicas y energéticas que estos presentan. Más 111~apaces de aportar el tipo de respuesta esperada. En tra-
que formales, son estructuras que tienden a una forma. For- 111\JOS como El malestar en la cultura, Freud supo mantener-
mas cautivas entre el mantenimiento de su estabilidad y las ,.,. n suficien~ distancia de la actualidad del momento y, sin
transformaciones puestas en evidencia por sus variaciones. •·mbargo, ce~1r de cerca la realidad como para que su obra
pueda ser obJeto de una relectura enriquecedora más de se-
Hc •nta años después. 5 'Ibdavía hoy nos asombra que «Psico-
r, V<-mcc Reuue Fra~aise de Psychanalyse, 1993, tomo 57, nº 4.

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logía de las masas y análisis del yo» demuestre, con una - La sensación de que comienza una era planetaria por
precisión digna de La interpretación de los sueños, los meca- la imbricación y solidaridad de los problemas.
nismos sociales de las masas artificiales examinadas desde - La toma de conciencia acerca del carácter dramático
el ángulo de los vínculos identificatorios entre los miembros que adquiere el desequilibrio entre países subdesarrollados
de una masa artificial y el erotismo respecto de su Führer. (o en vías de desarrollo) y países industrializados. Es decir,
Después de Freud, muchos psicoanalistas ejercitados en entre países pobres y ricos, cuya distancia no disminuye en
el mismo trabajo estuvieron lejos de producir obras tan con- proporción a los progresos de la ciencia y de los medios de
vincentes. Decepcionados por su falta de éxito, terminaron creación de riqueza.
por abandonar el terreno retirándose entre las cuatro pa- - El fracaso de los regímenes comunistas, supuestamen-
redes de un antro protegido de miradas indiscretas. Hoy el te encargados de suplantar a aquellos donde reina el capita-
silencio sería signo de dimisión. lismo, y cuyo proyecto fue suprimir la explotación del hom-
Hechas estas reservas, no demoremos más. Por arbitra- bre por el hombre, mientras que crearon tanta o más injus-
ria que sea, echemos una mirada sobre lo que brinda nues- ticia y mucha menos libertad, todo ello sumado a un empo-
tro objeto de reflexión. ¿En qué ángulo se ubica esa mirada brecimiento generalizado.
nuestra? En el de aquella que una rama de las denomina- - El despertar de los nacionalismos, hasta entonces yu-
das ciencias humanas de la civilización occidental de fines gulados por los regímenes comunistas en contrapunto con
del siglo XX se dirige a sí misma y a las demás culturas pa- los «imperios fragmentados»; el mantenimiento o la resu-
sadas y presentes, para -no sin riesgo- esforzarse por rrección de odios ancestrales entre etnias separadas por el
prefigurar el porvenir. Pero esa mirada no es ni benévola narcisismo de las pequeñas diferencias.
(es lo menos que pueda decirse) ni neutral. Es una mirada - El retorno de los nacionalismos en países salidos de la
abiertamente crítica, cuando no francamente pesimista. descolonización que dieron pruebas de ineptitud para pasar
Antes de avanzar, ciLemos, sin demasiado comentario, al- a una democracia-de tipo occidental, cuyo modelo mismo r e-
gunas características actuales, teniendo conciencia d.e la. ar- sulta a veces recusado.
bitrariedad de nuestras elecciones. Estamos a medio siglo - La impugnación radical del modelo occidental comba-
del final de la Segunda Guerra Mundial. Ese bastante largo tido en nombre _d e valores tomados de religiones ~ue hoy
intervalo conoció muchas guerras limitadas pero ningún conocen un importante empuje dinámico, y que tienden a
conflicto con características de «guerra mundial». Ni bien edificar estados obedientes a la ley religiosa entendida como
hubo atisbos de alguno, se lo evitó por temor a la destruc- la única válida.
ción masiva que los adversarios pudieran llegar a infligirse - En los países industrializados, la dificultad de admi-
mutuamente. nistrar una crisis debida en parte a los progresos técnicos (y
A partir de 1945, el estado actual puede ser caracteri- a la competencia de países pobres proveedores de mano de
zado por la marca de cierto número de acontecimientos ma- obra barata) y que amenaza la identidad de la democracia
yores: al modo occidental.
- La fascinación hipnótica ejercida por los medios masi-
- La conquista espacial y el desarrollo sin precedentes de vos de comunicación, dueños actuales de la información, la
los medios de destrucción, cuyo control es más que preocu- eficiencia política y el moldeado de la opinión pública. Se ha
pante. llegado a hablar del reino de una civilización de la imagen
- Las guerras de descolonización en el conjunto del pla- que desecha los logros de la civilización de la escritura.
neta. - La aparición a gran escala de flagelos resultantes de
- El desarrollo de los medios de transporte y de comu· patologías virales y del desarrollo ilimitado de la toxicoma-
nicación, que desplazan hombres y signos a gran velocidad nía. Esta última tiene dos caras. Para los traficantes es una
y en amplia escala. fuente de ganancias incalculables; son tantos los beneficios

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económicos, que los productores de drogas pueden controlar venientes de la ciencia son irrisorios. ¿Cómo entender en-
las esferas del poder. En cuanto a los consumidores, la droga ton~:s la parte que puede tomar el psicoanálisis en la expli-
sirve para hacerles olvidar múltiples causas de desespera- cac10n de esos hechos y de esas cuestiones?
ción: desempleo, falta de calificación profesional, desgracias Recordaré algunas verdades primeras:
de una vida afectiva pobre, decepcionante, aleatoria; incre-
dulidad en cuanto a la posibilidad de ser ayudados; sensa- l. E s necesario repensar el terreno atribuido a las pulsio-
ción del absurdo de la existencia; carencia de perspectivas nes, ya que estas, poco domesticables y menos sensibles de
futuras; desilusión generalizada r especto del «opio de los l? que se cree a la acción civilizadora, constituyen el fin úl-
pueblos» y de las trastiendas de las instituciones supuesta- timo de nuestras acciones y en su esencia son conservado-
mente defensoras de la ética, sean estas religiosas, políti- ras, tal como dice F~eud. Porque ahí donde nos sorprende 0
cas, científicas o artísticas. · choca el comportamiento de nuestros semejantes ahí donde
~emos la actua~ión cínica y sin reservas de un illl:citado ape-
La cuestión planteada por Freud en 1930 a propósito de tito de gcx:e~ ahí donde la apropiación de ganancias no reco-
las formas de consuelo ofrecidas para compensar los sacrifi- ~~e condi;1ones, ahí donde causa estragos el fanatismo re-
cios exigidos por la civilización, recupera aquí toda su mag- ligioso, ah1 donde el poderío rechaza el más mínimo contra-
nitud. poder, ahí donde ~a dominación es absoluta, pues bien, ahí
En paralelo, justo es señalar los innegables progresos habla nuestra «mitología»: la teoría de las pulsiones, seña-
realizados en diversos terrenos. Entre otros, citemos el alar- lada en esa forma por Freud. ·
gamiento de la duración de vida, la elevación del nivel eco-
nómico, los éxitos en la lucha contra la enfermedad, la igno- 2. D~ben ser analizadas las producciones derivadas de
rancia y la miseria. El desarrollo de instrumentos de protec- las puls~ones: ~as creaciones imaginarias, que saben dirigir-
ción social, la extensión del saber a aquellos que no lo po- s~ tan bien al inconsciente ajeno por fundarse en el incons-
seían, el aligeramiento de las tareas materiales cuentan, y ciente de sus autores. A través de la ficción y de sus temas
mucho, en las sociedades más avanzadas. Y sin embargo más precia~os -el crimen, el sexo y, a mayor distancia, la
todos estos logros también generan problemas. droga Y.el ~ero- tenemos la prueba de su omnipresencia
Queda lo que habíamos reservado para el final: el esta- en el psiquismo. Por una asombrosa ausencia de curiosidad
do del saber y del pensamiento. Aunque no quepan dudas -¿o por. prudente toma de distancia ante el espanto de lo
sobre el salto considerable dado por el progreso científico, que. pudiéramos descubrir?- no contamos con muchos es-
cuanto más nos alejamos del ámbito de lo inerte, menos sa- t~d10s sobre las horas de programación de contenidos temá-
bemos. Cuanto más penetramos en el de lo viviente, mayor ticos -reales o imaginarios- proyectados por el conjunto
es, en el nivel humano, nuestra curiosidad por el funciona- de l~s .canal.es de televisión disponibles. La relación con la
miento del cerebro o del psiquismo y mayor es el misterio. pubhcida.d (m~erta en función de la audiencia) tampoco deja
Eso que nos permite pensar, saber, reflexionar y juzgar si- d~ ~ner mteres. Es como si un formidable rechazo a saber
gue siéndonos opaco. ¿Qué relaciones mantiene el cerebro v~nie~a a cerrar los p~ados y a tapar los oídos de quienes
con la experiencia?: ¿las que mantenemos con nuestros se- si qmeren hacerlo, pnvando a su reflexión de elementos en
mejantes, nuestros ascendientes y descendientes, las que los que funda':11entarla. Y esto va desde el último subalterno
nos ligan con nuestros objetos de amor (o de odio), las que hasta el Presidente. Después se verá que las razones que
caracterizan a nuestros placeres directos o sublimados, las llevaron a descartar las hipótesis freudianas -demasiado
que nos hacen pertenecer a nuestra cultura? ¿La manera, generales,, dicen al~os- a favor de un estudio más preci-
para resumir, en que vivimos? Tenemos la sensación de es- so Y especifico conducido a partir de opciones teóricas dife-
tar en un terreno tenebroso donde la luz no llega. Más aún: rent~s (sociológicas en particular o fundadas en otras refe-
tenemos la impresión de que los intentos de explicación pro- rencias, muchas veces marxistas) se mostraron frágiles y

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produjeron fracasos o, en el mejor de los casos, explicaciones Sin embargo, pese a todo, estoy plenamente convencido
cuya pobreza salta a la vista. de que en la actualidad hay más verdad en el mundo de la
que nunca hubo.
3. Conviene reflexionar acerca de la forma en que la
imagen crea una constante confusión entre la percepción de 4. Lo importante es estar atento, a través del trabajo de
lo real «especularizado» y la representación, ella sí abier- lo negativo en lo social, a los mecanismos de defensa que
tamente espectacular, para sustraerla al análisis. Es urgen- se da una sociedad para esconder y esconderse lo que debe
te y asimismo inevitable reflexionar sobre la función del quedar a resguardo de la luz. También deberían incluirse
imaginario social. Si la violación de las masas es una idea los procedimientos de amnesia voluntaria. «Es tiempo de
superada, pensar en una seducción imaginaria resulta in- olvidar, de pasar la esponja, de perdonar>>, dicen, con una
soslayable. Seducción de la falsa presencia que niega esa generosidad que no les cuesta nada, los que prefieren blan-
fecundidad de la ausencia que es condición de la elaboración quear su conciencia a bajo precio para tener paz. A esos me-
literaria Como ya tuve ocasión de sostener, la gran hazaña canismos conscientes se les pueden agregar otros más suti-
no fue que el hombre desembarcara en la Luna: la gran ha- les, inconscientes, que infiltran hasta las teorías de los inte-
zaña fue que, desde el sillón del living, hayamos podido asis- lectuales más rigurosos e íntegros.
tir al espectáculo y nos hayamos hecho la ilusión de parti- Si bien todo esto no basta para delimitar un campo cir-
cipar nosotros mismos en el operativo. <<La ficción-informa- cunscripto y para definir un método preciso, y nos condena a
ción entra en resonancia -escribí- con el ruido-energía».6 errar en ese continente, lo que queda claro es que el trabajo
De hecho, los medios masivos no son otra cosa que la repre- emprendido por el psicoanalista no tiene parangón con
sentación que una sociedad tiene de sí misma, haciendo ningún otro. El psicoanálisis está lejos de decir todo lo que
aparecer, en el análisis, las contradicciones que habitan sus tendría que decir, llegado el caso, del objeto al cual se apli-
herramientas expresivo.a frente a las del objeto de su repre- ca, pero es imporlante recordar que lo que tiene para decir,
sentación. nadie lo puede decir en su lugar. O no lo dice.
Frente a las carencias de épocas pasadas, la nuestra su-
fre sobre todo de un exceso de información, lo cual en reali-
dad significa una mayor posibilidad de desvirtuarla: o sea,
de desinformar, intoxicar y mezclar deliberadamente lo ver- La civilización cuestionada
dadero y lo falso con el objeto de impedir cualquier posibili- :~
dad de selección. Antes se podía esconder algo, hoy se emba- .j El cuadro que acabamos de bosquejar es de una diversi-
rulla todo. En ese aspecto, los medios masivos son factores dad tal que desafia todo análisis, y los factores que rigen la
de verdad dado que nos enseñan el poder que tienen sobre :!' causalidad socioantropológica no se expresan en él con cla-
nosotros, y que no responde a un puro deseo de saber sino al ridad. Pero al menos algo es seguro: la interpretación mar-
placer de ver. A su vez, hacen de nosotros seres enfermos de xista que prevaleció tanto tiempo muestra su total insufi-
voyeurismo y de «escuchadismo». Y es más: confirman la ciencia. Más aún: importantes pensadores encolumnados
idea freudiana según la cual la verdad sólo se alcanza a tra- en ese sistema explicativo modificaron sus propios puntos
vés de sus deformaciones. En ese sentido, ningún otro expe- de vista una vez que se acercaron al psicoanálisis. Tal es el
diente podría entrar en competencia con los medios masivos caso de Cornelius Castoriadis, autor que no cesa de resaltar
de comunicación, ni siquiera la mitología, dado que los mi- la parte que desempeña lo imaginario en la creación de la
tos se dan por tales y no exigen ser creídos ni tenidos por sociedad. 7 Dentro de ese orden de ideas, todavía no le hemos
reales.
Green, «Le nouveau malaise dans la civilisation•, Critique, nº 348, 7
6 A. C. Castoriadis, L'institution imag inaire de la société, París: Seuil,
1976, pág. 494. 1975.

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rece estar muy a la vista ninguna evolución encaminada al
hecho justicia a Georges Bataille, cuya obra fue objeto de acceso a una felicidad individual en armonía con las exigen-
atención sobre todo en sus aspectos literarios. No obstan~, cias bien entendidas de la vida social. Si a esto se le agrega
si se pusieran en perspectiva sus visiones acerca.de~ erotis- que durante los últimos decenios hemos visto desarrollarse
mo con las nacidas de la noción de gasto y sacrificio en el una extensión sin precedentes de la toxicomanía, cabe pre-
estudio de las sociedades, desde luego estaríamos más cerca guntarse, ante los evidentes peligros que implican tales
de la dimensión psíquica de la vida social; en todo caso, más comportamientos, dónde está la mayor facilidad de gozar
cerca de lo que estuvo ningún sociólogo.8 De ahí a la aplica- del ejercicio pulsional. Sobre todo cuando, asociadas a la
ción corriente de esta manera de pensar los fenómenos so- droga, conductas violentas suceden a los intentos de contra-
ciales hay un gran trech o. En la cuestión que nos preocupa, riar la irrefrenable necesidad de tóxicos. El principio de pla-
el balance esquemático que hemos efectuado no nos parece cer nunca demostró mejor su despiadada indomeñabili-
invalidar en nada las opiniones desarrolladas por Freud en dad. Pero tampoco se habría revelado al mundo con tanta
1930. Sesenta años después, no podemos decir que se haya evidencia. Ahora bien, ¿qué vemos si salimos de la esfera in-
atenuado la parte correspondiente a las pulsiones en la mediata de las pulsiones para dirigirnos a los aspectos más
marcha del mundo. Sin duda podrían discutirse las afirma- racionales de la vida social, como por ejemplo la economía?
ciones que insistían en el sacrificio de la satisfacción pulsio- Vemos que después de haber consagrado una parte impor-
nal requerido por la sociedad, mientras qu~, compa~ado con tante de las riquezas a la producción de medios destructivos
la época precedente, el examen de la reahd~? soc1~ ?are- en una carrera armamentista cuya naturaleza suicida suele
ce mostrar mayores márgenes de gratificac10n. Incidieron dar vértigo, una vez superada, en apariencia, la situación
en esto la liberación de las costumbres y la desaparición de (por el derrumbe económico de uno de sus protagonistas y
algunas limitaciones que pesaban sobre la sexu~~d~d en no por algún ansiado triunfo de la cordura) esta da paso a
otros tiempos (censura moral, riesgo de procreac10n mvo- una furiosa competencia planetaria donde la producción de
luntaria, etc.).9 Sin embargo, aquí se imponen dos o.bse:va- riqueza no sólo les aprovecha a los más poderosos y ricos,
ciones: por un lado, los progresos científicos y la dis.m1.nu- sino que conduce a la crisis económica más grave y sin espe-
ción de \a censura social no se tradujeron por el florecmnen- ranza de solución. Crisis que reduce a la ociosidad a un nú-
to de una sexualidad feliz , sino que favorecieron sus formas mero tan grande como intolerable de personas, incluso en
más desarregladas e insaciables, impulsadas por una_ fuga países civilizados de vieja data y orgullosos de sus conquis-
hacia delante donde vemos desarrollarse las aberraciones tas sociales. Sin duda lo más preocupante son no sólo la de-
más locas buscando apoyo en puntos de vista «antinatura- silusión general y la desmoralización r esultantes, sino la
les» con el solo fin de demostrar la posible realización .d e los / forma en que se ven afectados los modos de sublimación co-
más extravagantes fantasmas humanos. Esto con la m~~­ lectiva. No es suficiente hablar de caída de los valores. La
ción de demoler toda empresa sospechada de normatlv1- historia está hecha de cambios brutales donde nuevos valo-
dad «policial». También debe señalarse el de~~rédito, por res reemplazaron a los anteriores. En la hora actual, la idea
no decir el desprecio, que despierta la recordaCion del papel misma de valor suena a hueco en los discursos oficiales y es
que juega lo simbólico en la vida se~al. ~í ~~ trate ,d e. se- mal representada por las instituciones responsables, cuyos
xualidad como de r eproducción, la d1smmuc1on de hm1tes esfuerzos por salvar lo que queda parecen una gota de agua
hace aparecer la dimensión pasional que las habita. No pa- en el océano y no dejan otro recurso que el repliegue en la
búsqueda de un bienestar precario, vulnerable y fortuito. El
8 Véase G. Bataille, La part maudite, París: Minuit, 1967. campo quedó en manos de un no-destino ciego.
9 Desde luego, puede pensarse en la contrapartida represeni_,ada por el
Todo lo antedicho lleva a cuestionar la idea misma de
sida. Sin desconocer la importante limitación que este entr~a para la
satisfacción sexual en Jo real, subrayo más bien l?s e~os que tiene en lo civilización en la que hemos vivido, porque ese malestar del
imaginario, ya que pone a la sexualidad en comun1cac1ón con la muerte.

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que hablaba Freud ya se volvió enfermedad. 10 Este desen- Guerra y destructividad: la función
canto es resultado de una reflexión sobre la sociedad de hoy, desobjetalizante
por confusas que sean las conclusiones que se puedan sacar.
Confusas por lo complejas, confusas por lo rebeldes a cual- Hoy, más que en tiempos de Freud, es imposible hacer
quier visión idealista o simplificadora, confusas también una interpretación cultural del psiquismo sin antes tomar
porque una real sordera respecto de las ideas y conceptos en consideración los fenómenos relativos a la destructivi-
adelantados por Freud parece afectar a aquellos cuya tarea dad. Es curiosa la historia de la agresividad en el pensa-
consiste en teorizar las razones de tal estado de cosas. Y a miento freudiano. El primero en destacarla es Adler, pero
veces hasta en las propias filas de los psicoanalistas. Freud, cuidadoso de salvaguardar la preeminencia de lo
Occidente, que fue por largo tiempo el faro de la civiliza- sexual, recusa las ideas de su discípulo, lo cual, con el tiem-
ción, alcanzó durante la última guerra mundial un punto de po, provocará su separación. Sin embargo, Freud ya había
no-retomo. En el suelo de un país que por más de una razón echado luz sobre el rol del sadismo en el desarrollo de la li-
podía enorgullecerse de su aporte a la cultura europea, vio bido. En las neurosis, el sadismo parecía ser producto de
nacer campos de exterminio de siniestra eficacia. De ese una regresión libidinal, tal como lo demostraba la clínica.
modo mostró que su civilización podía negarse a sí misma. No por eso la muerte dejaba de ocupar un lugar central en el
No porque antes de eso, o en otros lugares, no hubiera sido psicoanálisis, y la prueba llegaría pronto con Tótem y tabú
culpable de exacciones y crímenes execrables. Pero hasta (1913). Si bien algunos antropólogos aceptan dialogar con el
ese momento nunca había testimoniado su capacidad de psicoanálisis a propósito de la prohibición del incesto, son
darse vuelta como un guante hacia una barbarie muy difí- mucho más reticentes a tomar en consideración la visión de
cilmente contenida. Nunca en su historia, que sin embargo Freud sobre el parricidio. De hecho, el analista no se enfren-
conoció alternancias donde fue periódicamente jaqueada ta al parricidio mismo sino a anhelos de muerte en dirección
por el retorno de prácticas contrarias a sus ideales, la civili- al rival parental. Por supuesto, en lo atinente a la teoría
zación mostró la superficialidad y el carácter aleatorio de freudiana, esto plantea el problema del fundamento de ta-
sus logros en apariencia más definitivos. Y cuando, para re- les anhelos de muerte. Freud no dudaba en hacer del ase-
matarlo todo, las víctimas de la Alemania nazi olvidan su sinato del padre el acontecimiento cultural por excelencia,
pasado para comportarse, si no a imagen de sus verdugos, acontecimiento que habría sobrevenido realmente en un
en todo caso de tal forma que su diferencia con ellos dismi- pasado muy remoto, y cuya transmisión filogenética here-
nuye, no es ni la política, ni la historia, ni la organización ditaria resonaría en los humanos aún en nuestros días. ¿Se
social lo que está en tela de juicio, sino algo relativo a la ma- tratará acaso una nueva versión del pecado original? Has-
dera de que está hecho el hombre. ta ahí, si bien la agresividad y la muerte forman parte del
Detengámonos un momento en lo que puede enseñarnos cuadro, no figuran como fuerzas constitutivas dotadas de
esta situación extrema de la causalidad socioantropológica. basamento pulsional. En mi opinión, lo que se anunciará
más tarde, en 1920, con el nombre de pulsión de muerte, tie-
ne sus raíces no tanto en acontecimientos personales de la
vida de Freud, como se ha sostenido (duelo consecutivo a la
muerte de allegados, revelación de su cáncer, etc.), sino en
la experiencia traumática de la Primera Guerra Mundial.
El mismo nos entregó sus reflexiones en «De guerra y muer-
te. Temas de actualidad» (1915). Haber sido testigo de la
..gran carnicería» debía formar el germen del futuro giro de
10 A. Green, «Culture(s) et civilisation(s), malaise ou maladie•, Reuue
la teoría, sin vínculo directo aparente con la guerra que le
Franc;aise de Psychanalyse, 1993, nº 57. había inspirado tan amargas reflexiones. Más tarde, las es-

124 125
peculaciones sobre la destructividad, posteriores a la in-
troducción de la pulsión de muerte, cobrarían un vuelo más rables cuyos efectos prosiguen hasta mucho tiempo des-
radical con El malestar en la cultura (1930) y tres años des- pués. El «fenómeno guerra» no puede ser considerado como
pués con ¿Por qué la guerra? En adelante, la guerra sería un un. fenómeno social de igual rango que cualquier otro y re-
caso princeps de interpretación del psiquismo a partir de qwere una explicación específica. Luego de haber estudiado
fenómenos culturales que sin embargo no debían tomarse en detalle -sin descuidar los recursos que brinda la com-
en su valor aparente. La célebre fórmula de Clausevitz, «La paración con el animal, y los insectos parecen ser los más in-
guerra es la continuación de la política por otros medios», dicados para establecer paralelos con el hombre- Gastón
debería ser r econsiderada invirtiendo sus términos; tal vez Bou~oul concluye, más allá de toda apariencia, a favor de
hoy pueda decirse que la política es la continuación de la explicar ese fenómeno por la necesidad de la relajación de-
guerra por otros medios. mográfica.11 Desde luego, una hipótesis así está lejos de si-
Como es sabido, la larga pausa iniciada en 1945 se rela- tuarse en el mismo eje de aquella que da cuenta de la guerra
ciona con un hecho novedoso: a partir de ahí sería imposible como resultado extremo de conflictos entre adversarios irre-
recurrir a esa solución radical a causa del poder destructivo conciliables, conclusión que interviene con considerables
sin precedentes del armamento moderno. Quien desencade- variables. Aun cuando fuera necesario admitir este punto
nara una guerra sería el causante de la mutua aniquilación de vista, faltaría preguntarse de qué modo la guerra puede
de los beligerantes. Agreguemos que, si bien la carrera ar- acarrear tal mutación de las mentalidades cuando matar se
mamentista registró un detenimiento, e incluso una regre- vuelve de pronto el objetivo primero de la existencia. Sería
sión, no fue porque la razón prevaleciera·sobre la locura que imposible explicarlo enteramente aduciendo que el asesi-
se había apoderado del protagonista al que ella misma po- nato se vuelve la única respuesta adaptada a la amenaza de
nía en jaque. Sólo la imposibilidad material de sosten er el ser muerto uno mismo. ¿Cómo puede ser tan fácil obtener
esfuerzo financiero de una de las dos potencias adversarias esa transformación brutal de los espíritus que empuja a los
fue causa de la imposibilidad de proseguir esa política. Po- humanos a aceptar volverse meros agen t.es de la muerte?
ner a disposición del mayor oferente su poderoso arsenal, Además, ¿cómo explicar, remontándonos muy atrás en la
tuvo por consecuencia expandir sobre los puntos calientes historia o girando hacia las sociedades menos evoluciona-
del planeta armas de alto poder mortífero sin que pudieran das de nuestro tiempo, la presencia permanente y constante
preverse las consecuencias de ese comercio inédito. Fuerza de la guerra en todos los grupos humanos?
es reconocer que en épocas recientes se constituyó cierto Si quisiéramos orientarnos hacia una interpretación
complejo científico, industrial y militar donde las más no- naturalista, es decir, si quisiéramos invocar la inscripción
tables conquistas del saber terminaron por tener una apli- de comportamientos agresivos en el nivel de las estructuras
cación capaz de llevar al exterminio de la especie humana. cerebrales, los estudios recientes están lejos de explicar la
Eso es lo que Freud había previsto en El malestar en la cul- comple~idad de un fenómeno como la guerra. Tratar de po-
tura, en momentos donde sólo sabía de la existencia de los ner en Juego el concepto de pulsión de destrucción, tal como
tanques y aviones usuales en su época. Comparados con los 11
G: Bouthoul, Le phénornene guerre, París: Payot, •PBP», 1962. El caso
medios de que disponemos en las guerras actuales, el poder
de los msectos, que se organizan en verdaderas sociedades, no es el funda-
de fuego de los anteriores parece apenas más amenazante n:iento de la comparación. Sus comportamientos bajo estricta dependen-
que el de un juguete. El mal que pueden causar, como du- cia de un código genético dejan poco espacio para la intervención de otros
rante la última contienda mundial, cuarenta años después f~cto~es. El par~lelo con el hombre es sugerido por la existencia de especia-
podría no haber dejado huella dado que la reparación de los lizaciones Y de Jerarquías en las sociedades animales y por el silencio a
que se reduce el apetito individual para obedecer a tareas •colectivas»: una
daños permitió que la vida siguiera su curso. Ese no sería el
hormiga renuncia a comerse a las víctimas que logró matar en combate
caso de hoy, debido a que el uso de armas atómicas en las úl- para cumplir en prioridad el objetivo estr atégico de la invasión de una co-
timas horas de la Segunda Guerra causó destrozos irrepa- lonia extraajera. Los intereses del individuo se borran en beneficio de los
intereses del grupo.

126
127
lo presenta Freud, tiene la ventaja de que, sin salir del cam- vertidas por ser muy ilustrativo de los problemas que des-
po del psiquismo, es posible estudiar sus aplicaciones en el pierta la causalidad histórica. De su examen se desprenden
orden colectivo. Es una tarea considerable y los resultados dos hipótesis totalmente opuestas. Raul Hilberg desmonta
concluyentes se hacen esperar. la dialéctica temporal que condujo del antisemitismo al
En cambio, se han realizado estudios muy avanzados genocidio, escalonando su proceso de realización durante
acerca de un aspecto puesto de relieve por la Segunda Gue- un larguísimo período. El autor describe las tres fases de
rra Mundial: el genocidio. A fuerza de polémicas, es justo una empresa antisemita iniciada mucho antes del nazismo.
decirlo, hoy se emplea el término en forma extensiva. No es En el primer tiempo se les dice a los judíos: «Ustedes no pue-
nuestro propósito discutir su definición. Si bien las obser- den vivir entre nosotros con su religión». A partir de ahí se
vaciones siguientes deben mucho a los estudios sobre el produce la conversión forzada. En un segundo tiempo, el
genocidio judío durante la última contienda, no es por pre- mandato es más breve pero de mayor severidad: «Ustedes
tender el monopolio exclusivo de los judíos en la materia, no pueden vivir entre nosotros». De ahí al gueto no hay más
sino porque fue el más marcado, el más radicalmente con- que un paso. Por último: «Ustedes no pueden vivir». Es la
cebido, el más perfeccionado en su ejecución y el más ra- Solución Final. 13 Hilberg muestra que el nazismo no in-
cionalizado en cuanto a la organización del asesinato colec- ventó nada, y que lo único que hizo para cumplir sus fines
tivo.12 Y en apariencia también el más absurdo, aunque fue poner a punto una maquinaria formidablemente sofisti-
tal vez también preanunciador de una solución radical a cada. Si nos limitamos al examen de la causalidad históri-
problemas demográficos y de superp,oblación, envejeci- ca, nos damos cuenta de que es imposible tener una visión
miento, aumento del promedio de vida, excedente de la , lineal de las cosas. Quiere decir que Hitler no inventa el an-
población trabajadora ante los progresos tecnológicos, etc. 1. tisemitismo sino que le da un nuevo sentido. Radicaliza la
El genocidio aparece así como una situación límite de la ; idea del judío como agente diabólico, no le interesa para na-
1
guerra. { da la idea de pueblo deicidA y la transforma en la de pueblo
En su respuesta a Einstein (1933), Freud señalaba dos ~ germanicida. En 1921, «Psicología de las masas y análisis
soluciones posibles frente a un enemigo derrotado: supri- J del yo» anuncia lo que Hitler realizaría después de 1933 en
mirlo, haciendo desapa~ec~r cu~lquier ame~aza de su par- j su relación con el pueblo alemán. Si queremos interpretar
te, lo que en contrapartida 1mphca la renuncia del vencedor ~ este tipo de mecanismos psicopatológicos a la luz del psico-
a utilizar la fuerza de trabajo del vencido, o bien salvarle_la ~ análisis, tal vez haga falta tomar en consideración algunas
vida pero sometiéndolo, y ahor.rarse de ese m?do l~ eJe- ;¡ otras hipótesis sobre la temporalidad. De ese modo, habría
cución de tareas penosas aun a nesgo de que la situación se 1 que interpretar una decisión de tanta importancia como
revierta. En forma general, y por razones de necesidad, el 1 resultado de un largo trabajo, una de cuyas partes se efec-
vencedor recurre a esta última solución. Con el genocidio, lQ l túa en forma subterránea durante años. En el caso presente
que se busca es .la total eliminación fisica de_ una comuni· ~ se trata de todo el itinerario que separa a las formulaciones
dad. Esa comunidad forma parte de su propio campo tan-·l incendiarias de Mein Kampf, en 1927, de la aplicación del
to como del campo enemigo. Se advierte que no sólo debe ~ exterminio de los judíos europeos en 1941. Un buen ejemplo
desaparecer el adversario así designado, sino también su : de apres-coup, puesto que Hitler pasa al acto en medio de
quintaesencia. El enemigo interno y externo debe ser a la l las peripecias de la Segunda Guerra Mundial, realizando de
vez perseguido y aniquilado hasta la anulación de su ser · esa manera los fantasmas expresados en su obra, escrita en
mismo. función directa de las consecuencias de la derrota sufrida en
Vamos a deternernos en un ejemplo bien estudiado últi- la guerra del 14-18. En el libro, Hitler llora por el destino de
mamente, cuya interpretación dio lugar a posiciones contro- los soldados gaseados en el frente ... por culpa de los judíos,
13
Raul Hilberg, La destructw n des j uifs d'Europe, París: Fayard, 1988
12 Invocamos aquí el genocidio de gitanos durante la última guerra. 11·dición original, 1985).

128 129
a quienes desea ver expuestos a igual trato tras el fin de las ¿Por qué hacer figurar tales fenómenos en una discusión
hostilidades. Además, incluso una vez adoptada, la Solución psicoanalítica? La primera razón es que parece imposible
Final no encuentra en lo inmediato esa dimensión que re- esclarecerlos sin recurrir a una concepción de la causalidad
cién alcanzará en forma secundaria. Primero se gasea a los sociohistórica que no apele a determinadas nociones psico-
judíos a pequeña escala en camiones itinerantes. Luego se analíticas: apres-coup, represión, renegación, retorno de lo
analizan los inconvenientes del método para que la «merca- reprimido, destructividad radical, etc. Así, una causalidad
dería», según la expresión empleada, se procese en forma de tipo socioantropológico que quisiera dejar de lado la di-
más eficiente y con rendimiento superior. Raul Hilberg di- men~ió~ propiamente psíquica perdería mucho de su poder
lucidó con notable precisión los mecanismos de algo que, en explicativo. Los factores proyectivos, bien conocidos tanto
sentido psicoanalítico, podría llamarse una represión colec- en el antisemitismo como en todo racismo, cobran aquí una
tiva, pues si bien en el entorno del Führer se disputaban el dimensión impresionante. El genocidio judío parece ser uno
honor de ejecutar la Solución Final, en contrapartida estaba de los mejores ejemplos puestos a nuestra disposición en
prohibido hablar del tema o aludir simplemente a él. Con el orden de los fenómenos colectivos para poner a prueba el
tal motivo se bloqueaban las fuentes de información y todos concepto de pulsión de muerte. Ya Freud sostenía que la
aquellos que estaban al tanto eran enrolados en una parti- agr:sividad co~cieme a la parte de la pulsión agresiva origi-
cipación activa que exigía acallar toda crítica y obligaba a nanamente orientada hacia el interior y luego desviada
los ejecutores a descartar cualquier abordaje sentimental hacia el exterior. Sin lanzarnos a interpretaciones apresu-
del problema. Por otra parte, una intensa empresa de su- radas, está claro que era una solución en muchos aspectos
gestión y racionalización debía justificar lo que se llevaba a consoladora pensar que la desastrosa derrota de 1918 se de-
cabo. Era preciso convencerlos de que la tarea a ejecutar era bía a los judíos, enemigos del pueblo alemán que soñaban
no sólo un derecho sino también un deber. vampirizarlo y alimentarse de su cadáver. Más que de una
Sin embargo, el examen de los detalles dio paso a discu- guerra civil o de m;1a revolución como las que conoció el pue-
siones sobre la fecha y las modalidades de la Solución Final. blo ruso, el nacional-socialismo preservaba la cohesión de
Autor de conocidas simpatías comunistas, Arno Mayer in- Alemania designando en su seno al enemigo, ese otro a la
tenta acreditar una tesis opuesta a la de Hilberg, sostenien- vez semejante por ser alemán, extranjero por ser judío, y a
do que fue el fracaso de la ofensiva soviética en la URSS lo su vez origen de todos ~os males. No debe asombrarnos que
que impulsó a los nazis al genocidio judío. La existencia de i la propaganda nazi haya comparado a los judíos con micro-
numerosos elementos que parecen no corroborar en abso- bios malignos metidos en el cuerpo de la nación alemana.
luto esta opinión deja abierto el debate, pero lo que resulta ' . , El genocidio nos ofrece la posibilidad de reevaluar la pul-
aún más discutible es la idea de una causalidad histórica ( s1on de muerte. En efecto, la formulación de Freud no queda
que había ido creando los acontecimientos uno por vez. Esa l al abrigo de las críticas. Yo he propuesto entender la activi-
visión de la sucesión de hechos va en sentido contrario de lo ! dad psíquica que Freud ponía a cuenta de las pulsiones de
que permite entender la historia detallada de un período vida o amor como expresión de la función objetalizante. Tal
más largo. 14 actividad psíquica se dedica, ya sea a investir en forma sig-
nificativa objetos como objetos de amor, ya sea a transfor-
mar algunas funciones o actividades en objetos de igual es-
14
tatuto. Tomemos un ejemplo simple como es la sublimación:
Véase A. Mayer, La solution fi11ale dans l'histoire. Prólogo de P. Vidal·
no sólo los objetos de esta pasan a formar parte de la función
Naquet, París: La Découverte, 1990 (edición original, 1988). Es conocido el
rol de las críticas de los revisionistas que se alzan contra las pruebas ne·
gando su validez para desculpabilizarse. Llegado el caso, no vacilan en po-
ner otra vez en circulación el mito de judíos todopoderosos y manipulado·
largamente el caso para concluir sin ambigüedades en la inanidad de di·
res de la opinión pública. Hace muy poco, Jean-Claude Pressac, que en un
chas tesis, aunque minimizando el número de víctimas.
principio tuvo dudas pero fue impactado por las tesis revisionistas, estudió

130 131
«objetalizante», también la sublimación, tal como se ejerce a mata a través de la droga, por dinero, para que un grupo
través de sus funciones, adquiere estatuto de objeto de amor pueda dominar el mundo en otra forma, sin recurrir al con-
con valor vital. flicto armado. Ya es tiempo de guardar en el desván las teo-
En forma opuesta, la acción de las pulsiones destructi- rías intelectualistas e idealizantes.
vas se manifestaría por efecto de una función desobjetali-
zante. Esto quiere decir que la pulsión de muerte obra cada
vez que los objetos de la psique son descalificados, pierden
originalidad o singularidad o dejan de valer en lo que los Precariedad de la civilización: una visión
hace únicos, para ir siendo progresivamente reducidos a un retrospectiva
estatuto anónimo y en última instancia no humano. Más
allá de cierto umbral a menudo cuantitativo, se vuelven in- Partiendo del presente, el análisis de los fenómenos so-
tercambiables, y para terminar, son cosificados. Eso quisie- ciales nos confirma que las ideas expresadas por Freud en
ron hacer los nazis de los judíos. Primero Untermenschen, y 1930 fueron escotomizadas. El problema de la civilización
luego, mirándolo bien, «mercadería» que había que procesar '¡ es un doble analizador: permite examinar los componentes
y vender en las mejores condiciones de rendimiento y ga- ; históricos y socioantropológicos que intervienen en dicha
nancia. \ noción, y a su vez analiza los diferentes puntos de vista pro-
¿Quién no recuerda esas montañas de zapatos, bolsos y puestos para esclarecer su naturaleza. Porque si bien el tér-
accesorios de toda índole acumulados en la inmediata cerca- . mino nació en el siglo XVIII y suscitó definiciones contradic-
nía de las cámaras de gas y hornos crematorios? No hay en torias -el estado de naturaleza sobre el que se edifica la ci-
el espíritu imagen más fuerte de su separación radical res- ~ vilización es de una inocencia originaria, como tan pronto
pecto de lo que fue su pertenencia a un humano de cuya per- : linda con una bestialidad que debe ser combatida-, la re-
sona formaron parte. El hombre desnudo al que remiten no .· flexión acerca de nuestra civilización parece haber na-
es ni más ni menos que ese zapato o ese bolso. Tales admi- ·; cido después de esa prueba dolorosísima que fue la Prime-
nículos no son la huella de lo que no fue, sino su equivalente.·; ra Guerra Mundial. Freud es precedido por Durkheim y
semántico. , Mauss, por G. Childe, A. Toynbee, O. Spengler, P. Valéry y
El campo de la pulsión de muerte es muy vasto, mucho . Husserl' entre otros. Si bien todos estos trabajos se refieren
.
más vasto de lo que creemos. Pero, a decir verdad, lo que de- ·: en forma más o menos directa a la Historia, ya se distingue
be retenerse de este breve examen de la guerra es que pare- · una corriente particularmente interesada en remontarse
ce imposible esclarecer sus mecanismos queriendo excluir : nucho más atrás, hasta la prehistoria, a propósito de las ca-
del análisis la dimensión propiamente psíquica, en benefi• racterísticas aparecidas junto con la especie humana y que
cio de una visión exclusivamente histórica, política o geopo. . son identificables desde la infancia de esta. Se busca seguir
lítica. la delgada línea roja de ciertas disposiciones inherentes al
El genocidio ocurrió ayer mismo. Muchos tratan de olvi- • hombre, en relación con su estructura orgánica. G. Childe y
darlo o de dar vuelta la página. ¿Se puede? Aun admitiendo J. Harvey Robinson -autor de un notable artículo de la En-
que sea posible, otros fenómenos masivos tomaron la posta cyclopaedia británica en 1929- son testimonio de dicha
pese a no ser de igual naturaleza. Bien mirado, proceden de tendencia. Ese discurso fue reactualizado por algunos pre-
fuentes comunes. Pensemos en esa empresa de muerte que historiadores actuales. Childe ya hablaba de revolución
es la droga. Las variedades de asesinato masivo no se pare- neolítica, perspectiva esta muy movilizadora para los psico-
cen. Pero en el fondo, ¿acaso son tan distintas? Por un lado, analistas, que encuentran oídos atentos en los prehisto-
algunos matan para purificarse, para que una raza liberada riadores. Por lo general, el punto de vista de los historiado-
de esos gérmenes malsanos que son otros hombres pueda res, también ellos divididos, se conforma con explicacio-
dominar el mundo a través de la guerra. Por otro lado, se nes que prescinden totalmente de cualquier reflexión sobre

132 133
cuestiones atinentes a una dimensión propiamente psíqui- al respecto. Por otra parte, muchos análisis severos debe-
ca. Me estoy refiriendo a un tipo de investigación que va rían haber llevado a la autocritica, pero esto resultó imposi-
más allá de la psicología de los actores de la historia PW:ª ble de asumir, tan vivo permanecía el recuerdo de ese ros-
ocuparse de ella como tal. El temor entonces es ver resurgir tro perverso en su utilización por los regímenes comunistas.
la idea, recusada en forma unánime en nuestros días, de Quienes habían consentido con ellos a través de su palabra
una naturaleza humana. Una reflexión más cercana a noso- o de su silencio, dejaron que se instalara el cinismo ideoló-
tros vio la luz gracias a Ferdinand Braudel, quien, contra- gico. Después de la impensable revelación de los campos na-
riamente a los historiadores marxistas, abre espacio al es- zis y, sin abusar de las comparaciones, de los campos del
tudio de las mentalidades, punto de vista defendido a partir comunismo soviético, después de la indignación y la impre-
de entonces por la Escuela de los Annales. Además, Braudel cación, quedaba por cumplir la tarea o:iás importante: pe~­
no teme reconocer el interés del psicoanálisis. 15 El pensa- sar. Si bien Hannah Arendt no la esquivó, no podemos olvi-
miento relativo a la civilización se fue alejando poco a poco dar la dudosa defección de Heidegger. El choque retrospec-
de la perspectiva centrooccidental que marcaba sus inicios. tivo de las exacciones nazis, el develamiento irrecusable de
Si bien es cierto que el período posterior a la Primera Gue- los crímenes estalinistas, donde tantos de los mejores espí-
rra Mundial vio nacer esa reflexión, es posible que los desa- ritus se habían dejado entrampar, fueron algunas de las
rrollos de la entreguerra, y sobre todo la aparición de los re- razones que llevaron a abandonar el terreno decididamen-
gímenes nacionalsocialistas, fascismo y nazismo, haya ,sido te incierto de una causalidad socioantropológica desconcer-
tan brutal para los historiadores adversos a estos regime- tante, tal como la había revelado nuestra época. En parte,
nes que les costó admitir los horrores perpetrados por ~e­ esto explica la súbita difusión con que se benefició una an-
res cuya amplitud habían estado lejos de prever. También tropología estructural que ponía la reflexión al abrigo de las
los regímenes comunistas fueron objeto de idealizaciones dolorosas desilusiones provocadas por el materialismo his-
denegatorias. Cuando llegó la hora de revelar la verdad que tórico y dialéctico, nsí como las de un Dasein que se ausen-
se ocultaba detrás de las apariencias, el sacudón fue tal pa- ta cuando es cuestión de hablar de campos de exterminio.
ra aquellos que las sostenían desde afuera en noID;bre de un ¿«Olvido del ser», amnesia simulada o silencio a la espera de
pensamiento que se decía fundado en el huma msmo, ~ue que pase el temporal? La <mueva historia» prestaría aten-
ese tema de reflexión fue abandonado en bloque, como s1 se ción a fenómenos más modestos, como el descubrimiento de
hubiera perdido toda refere~cia. A pa~r de ahí, el tei:i?r a la vida cotidiana de los hombres. En adelante se guardaría
caer en errores groseros, e mcluso mas tarde en el ndicu- mayor distancia con los grandes hechos históricos, que si-
lo,16 inclinaría a algunos a abstenerse de cualquier mención guen siendo enigmas del comportamiento humano. El pre-
15 •Una civilización alcanza su verdad cuando lanza aquello que le mo-
sente se encargaría muy pronto de reactivar la reflexión:
lesta a la oscuridad de las tierras limítrofes y ya extranjeras. Su historia trampas de la descolonización, asesinatos políticos miste-
es la decantación a lo largo de los siglos, de una personalidad colectiva cap- riosos, carrera armamentista, ascenso del fanatismo, tráfi-
turada, como toda personalidad individual, entre un destino consc~en~, Y co de drogas, etc., todos esos llamados de atención obligaban
claro y un destino oscuro e inconsciente, que sirve deba~~ y de mot1vac10n a interrogar la realidad a todas luces imprevisible del hom-
esencial al otro, aunque sin hacerse conocer nunca. Es visible que los estu-
dios de psicología retrospectiva quedaron marcados al pasar ~r !~s d~scu­
bre en sociedad; en pocos años, todos esos alegatos a favor
brimientos del psicoanálisis• (F. Braudel, Grammaire des ciuiltSatwns, de la idea de una causalidad específica de la dimensión so-
1987, 1• ed., 1963; Le monde actuel, ciuilisations, S. Baille, F. Braudel, ciohistórica se encogieron como piel de zapa. Pero, como ese
R. Philippe, cap. Ill, E. Belin). no es nuestro terreno, tendremos que asumir el riesgo de
16 Pienso en Michel Foucault saludando el reinado de los ayatolás en aventurarnos en él pese a no estar bien pertrechados. Va-
Irán, con Jomeini a la cabeza, para anunciar las virtudes desde ese mo-
mento revolucionarias de la religión, ciego a aquello que se transformarla
mos a tener que considerar dos grandes corrientes de pen-
en el más radical de los fanatismos. El filósofo no vivió lo suficiente como Hamiento: la antropología estructural y la corriente de la
para conocer la fatwa de que es objeto Salman Rushdie. historia más remota. Un pensamiento psicoanalítico debe

134 135
trasladar lo esencial de su reflexión hacia dos frentes. Por zacionistas y holistas venía dominando desde hacía tiempo
un lado, el estudio de las llamadas sociedades primitivas co- la discusión sobre el problema de la afasia. Después de él,
mo productos de una historia fría y como testimonio ~es­ M. Merleau- Ponty ilustra en sus primeras obras, La estruc-
de luego indirecto y muy retocado- de las condiciones que tura del comportamiento 18 y Fenomenología de la percep-
pudieron haber prevalecido en el pasado y que permitieron cwn, 19 la aplicación de la Gestalt-theorie al abordaje feno-
a los grupos humanos sobrevivir sin modificarse demasia- menológico de esas cuestiones. Las primeras obras de Sar-
do. Por otro lado, r emitimos a los albores de la humanidad tre -en particular Lo imaginario-20 brindan un reflejo
a través de esos vestigios prehistóricos gracias a los cuales indirecto de estas nuevas ideas. A su vez, la psiquiatría tra-
bosquejamos nuestras precarias reconstrucciones. Estos taría de integrarlas adaptándolas a su objeto. Así, el órgano-
dos enfoques complementarios apuntan a los fundamen- dinamismo de Henri Ey, que combinaba la teoría de la
tos sociohistóricos de la causalidad psíquica y comparten la forma con la de disoluciones defendida por jackson, propo-
preocupación del psicoanálisis en cuanto a prestar extrema nía reformulaciones en la descripción de las entidades clíni-
atención a las raíces de la ontog~nia. cas en un sistema de conjunto donde cada entidad se sub-
dividía en estructura negativa y positiva según el déficit del
nivel considerado y la liberación de aquellos que este con-
trolaba. Pero en esta óptica, el término estructura se usa
El pensamiento estructuralista con una connotación esencialmente arquitectónica. Se trata
de definir formas de conjunto -el todo mayor que la suma
de sus partes- y, a través de ellas, un nuevo enfoque de los
La estructura ant€s del estructuralismo fenómenos tal como aparecen. En los debates de la época,
Lacan utilizó la noción de «punto de estructura» para des-
Vamos a abordar la cuestión del estructuralismo, más cribir la paranoia. en el caso Aimée, antes de encaminarse
allá de la antropología, desde el ángulo de sus incidencias hacia el estructuralismo.
en la psiquiatría y en el psicoanálisis. Es importante ha- j Testimonio de estos diferentes puntos de vista es una
cer notar que hubo una vida de la estructura antes de que el ¡ obra en la que colaboraron Claude Lévi-Strauss y Daniel
estructuralismo nacier a como movimiento intelectual. Por ~ Lagache: Sentido y usos del término estructura. 2 1 El redes-
entonces, el uso de la palabra estructura estaba impregna- · cubrimiento de Saussure por Merleau-Ponty22 anuncia un
do de una gran ambigüedad. Se sabe que las posiciones más • viraje donde ya se percibe otra acepción del vocablo en el
antiguas en el origen de la idea se remontan a la Gestalt- sentido que adquirió ulteriormente. Es entonces cuando
theorie. Sus aplicaciones sirvieron para interpretar, fuera . emerge, a partir de 1947, con Las estructuras elementales
del contexto psicológico en que había nacido, manifestado- : del parentesco,23 seguido por El pensamiento saluaje24 y An-
nes clínicas relacionadas con lesiones cerebrales, y también t
para caracterizar entidades nosográficas en psiquiatría. En ; l8 La structure du comportement, PUF, primera edición 1942.
19 La phénomérwlogi.e de la perception , NRF, Gallimard, 1945.
una obra ya célebre titulada La estructura del organismo,l7 · 20 L'imaginaire, NRF, Gallimard, 1940.
Kurt Goldstein había estudiado la afasia y las consecuen- . 21
Sens et usage du terme structure, La Haya: Mouton, 1967. Es preciso
cias de ciertas afecciones cerebrales sobre la conducta (reac- se~alar el notable número de la revista Les Temps Modernes de noviembre
ciones de catástrofe) para instalar una perspectiva holística de 1966, nº 246, dirigido por J ean Pouillon, en el que colaboraron especial·
contraria a la de lesiones localizadas. El debate entre 1\ali- mente M. Barbut (matemáticas), A.-J. Greimas (relaciones con la histo·
ria), M. Godelier (Marx), P. Bourdieu, P. Macherey y el siempre recordado
J . Hermann (creación y análisis literarios).
22 M. Merleau-Ponty, Signes, Gallim~d, 1960.
17 La structure de l'orga1ii.sme, París: Gallimard, 1951, traducido del ale-
mán por E. Burckhardt y J ean Kurtz (ed. orig., 1934). Esta obra tuvo una 23 Les structures élimentaires de la parenté, PUF, 1947.
importante influencia en M. Merleau-Ponty. 2 4 La pensée sauvage, Pion, 1962.

136 137
tropología estructural, 25 el pensamiento de Lévi-Strauss, del psicoanálisis son inconciliables y tratan de temas que
que se impondrá en algunos años llevado por la oleada es- sería un error creer comunes. 27
tructuralista que desborda su obra, hecho del cual se queja- Un punto crucial de las relaciones entre psicoanálisis y
rá, en su afán de permanecer exclusivamente y a fin de que antropología es el complejo de Edipo, acerca del cual no se
la antropología alcance por fin esa condición. reparó lo bastante en que constituye un tema repetitivo,
lacerante, casi obsesivo en el pensamiento de Lévi-Strauss,
aun cuando su terreno no sea la civilización griega. Por otra
El estructuralismo antropológico parte, se notará la crítica que hizo de ciertos puntos esencia-
les de la teoría psicoanalítica al final de El hombre desnu-
A partir de entonces, con la obra de Lévi-Strauss el psi- do. 28 En particular, esta crítica apunta al retorno de la no-
coanálisis encuentra su interlocutor privilegiado, esperan- ción de sujeto, del cual la teoría lacaniana no puede prescin-
do renovar el diálogo, interrumpido en el pasado, con la an- dir, mientras que Lévi-Strauss se guarda muy bien de re-
tropología. Diálogo es una palabra inapropiada, ya que currir a él. En otros términos: para el antropólogo, el uso
por mucho tiempo será un simple monólogo. Cuando Lévi- que Lacan hace de la combinatoria está destinado, no a sus-
Strauss toma la pluma mucho más tarde para precisar su tituir al sujeto, como en la mayoría de las disciplinas que se
posición, sería verdaderamente excesivo pretender que lo valen del estructuralismo, sino, al contrario, a reintrodu-
anima algún deseo de dialogar. En realidad, su respuesta a cirlo. No obstante, tanto Lacan como Lévi-Strauss recu-
los psicoanalistas se entendió más bien .como una total de- sarán cualquier rol conceptual relativo al afecto, y de am-
sestimación. En cambio, Lacan26 menciona muchas veces a bos, no será el médico quien parezca aceptar mejor una ex-
Lévi-Strauss, dando la sensación de buscar en él una cau- plicación fisiológica del fenómeno, invocando para el caso
ción para sus propias ideas. Como es sabido, Jakobson sirve nada menos que el metabolismo del ácido láctico...
de nexo entre los dos hombres. Sin embargo, la referencia Como dijimos, el Edipo es la manzana de la discordia en-
de Lévi-Strauss a la lingüística es mucho menos coercitiva tre psicoanálisis y antropología. La prohibición del incesto
que aquella a la que se ciñe Lacan. Al final, la lingüística como regla de reglas fue diversamente entendida por Lévi-
terminará llevando a este, por vía del análisis combinatorio, Strauss en distintos momentos de su obra. Parece haber re-
al proyecto de una matemática del significante. Sus nume- visado más tarde su interpretación primera de límite sepa-
rosas invitaciones a hacer causa común con él no encontra- rador entre naturaleza y cultura, pero luego la consideró
ron eco en Lévi-Strauss, quien sólo después de muerto La- desde un ángulo que la inscribe en una perspectiva objeti-
can abordará el litigio que mantiene con el psicoanálisis vista, radicalizando de ese modo su pensamiento en una ló-
-más bien con Freud, además- en La alfarera celosa. Ha- gica científica.
ce poco se quiso mostrar que, pese a las menciones sobre la Donde nada funciona, ni siquiera con los antropólogos
influencia de Freud en los inicios de la obra de Lévi-Strauss, adeptos a otras corrientes del pensamiento, como veremos
las visiones del antropólogo estructuralista y del inventor más adelante, es en la cuestión del parricidio. «Se rompió
todo», diría Labiche, autor reverenciado por Lévi-Strauss.
Las entrevistas que este mantuvo con Didier Eribon29 per-
25 Anthropologie structurale, París: Pion, 1958. miten medir la distancia que separa el pensamiento del psi-
26 Lévi-Strauss aparece citado diez veces en el índice de los Escritos. coanalista del pensamiento del antropólogo. Salta a la vista
Nosotros mismos analizamos en 1963 la controversia entre Sartre y Léví-
Strauss, tal como está expuesta en La pensée sauuage (cap. IX, •Histoire et
dialectique» ), en .La psychanalyse devant l'opposition de l'histoire et de la 27 Alain Delrieu, Léui·Strauss, lecteur de Freud, París: Point Hors
structure», Critique, nº 194, págs. 649-62. Tiempo después debimos inter- Ligne, 1993.
venir en el seminario de Lévi-Strauss; véase •Atome de parenté et rela- 28 Claude Lévi-Strauss, L'homme nu, París: Pion, 1971.
tions redipiennes», en L'identité, París: Grasset, 1976, págs. 81-99. 29 C. Lévi-Strauss, D. Eribon, De pres et de loin, París: O. Jacob, 1988.

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la imperiosa exigencia objetivista y formalizante, en oca- crimen. Nos preguntamos qué luz aporta a los celos huma-
siones extremada hasta la caricatura en ese tipo de estruc- nos una interpretación de este orden, pues nadie negará
turalismo. Cuando Lévi-Strauss constata que los celos con- que de eso se trata en la fábula narrada por el mito. Ese es el
~gales pueden constituir un motor esencial -el primero, tipo de bromas que gustan a Lévi-Strauss, lo mismo que la
dice- de algunos relatos míticos, precisa, para esclarecer de encontrar el complejo de Edipo en una obra de vodevil (El
su tesis: sombrero de paja de Italia).31 Ya en otra oportunidad hice
notar que no era muy probable desencadenar un efecto
«Si definimos los celos como un sentimiento resultante del cómico cuando Edipo reaparece en escena una vez que le es
deseo de retener una cosa o un ser que nos es arrancado, o revelada su condición de parricida y de incestuoso, con el
bien de poseer una cosa o un ser que no tenemos, puede de- rostro ensangrentado y los ojos hundidos por su propia ma-
cirse que los celos tienden a mantener o a crear un estado de no. «Significar no es otra cosa que establecer una relación
conjunción cuando existe un estado del que surge una ame- entre términos», dice nuestro hombre como buen saussuria-
naza de disyunción».so no, los términos en sí mismos son indiferentes. Indiferente
es también la diferencia entre el significante y el Chamán
Es llamativo el parentesco de estilo, si no de pensamien- como intercesor de un tipo singular de signifi.cancia. Según
to, entre las posturas de Lévi-Strauss y las de algunos él, establecer la relación entre las propias acciones y la rea-
neurobiólogos -tal como lo mostramos páginas atrás a pro- lización, ignorada, del incesto y el parricidio, en sus funda-
pósito de una cita de M. Jeannerod- cu.ando la descripción mentos no difiere para nada de la operación de permutar los
perteneciente al terreno específico de un fenómeno psíquico términos de una ecuación. No es que la paráfrasis invocada
es sustituida por otra, afanosa en dar una idea tan comple- sea absolutamente falsa, pero cómo ignorar que defiende su
ta como sea posible del fenómeno estudiado, traducida a justificación mediante la lisa y llana supresión de los pará-
una lengua ficticia y expresada en términos biológica o lógi- metros que acompañan a ese afecto y cuya omisión arrui-
camente procesables. Como si nada fuera, la neolengua des- · na todo intento de comparación. Veamos este paralelo:
califica a su objeto para adecuarlo a sus propios objetivos, una manipulación matemática como la inferida por Lévi-
consistentes en acondicionarlo para poder manejarlo. Así es Strauss da cuenta de su necesidad a través de su eficacia y
como, a los fines de un mejor acondicionamiento, los huevos productividad en su propio terreno. Aplicada al de los celos,
pasan a ser cúbicos. La nueva descripción pretende conte- · incluso reducida a ser apenas el motor de un mito, ese tipo
ner todo lo que estaba incluido en la antigua ¿acaso el huevo de manipulación carece de toda eficacia, ya que si tuviera
no sigue siendo un huevo y además inmediatamente co- alguna sería al precio de desfigurar lo que son los celos, lo
mestible, sin pérdida? Esta nueva descripción estaríajusti-,.. cual equivale a decir que la introducción de estos en el mi-
ficada y presentaría la ventaja de ser compatible con un tra- · to ya no responde a ninguna necesidad y menos todavía al
tamiento que permite desarrollos «lógicos» imposibles con la más elemental afán de metaforizar la realidad. Pero no nos
antigua. Lévi-Strauss quiere ignorar las diferencias entre equivoquemos: el afecto no es la apuesta del debate, sino el
celos normales y celos delirantes, así como ignora la existen_. punto límite donde cierto tipo de argumentación roza el ab-
cia de la lógica afectiva descripta por Freud. Se ve que la ca- surdo cuando el antropólogo toca tierra.
racterización de los rasgos celosos mediante el uso de con- Ahí encontramos una inspiración emparentada con
junciones y disyunciones escamotea lo más particular de es- aquella q\le tiende a naturalizar el pensamiento. En la epis-
tos fenómenos: su carácter apremiante, torturante, ilógico e temología moderna, la referencia a la conciencia es severa-
invasor, que hace totalmente ineficaz cualquier persuasión mente criticada como fuente de error y de ilusión. En ese
basada en el razonamiento intelectual y puede llevar al punto hay acuerdo entre los enfoques natural y cultural del

30 C. Lévi-Strauss, La poti.ere jalouse, París: Pion, 1985, pág. 229. 31 !bid., págs. 259-63.

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psiquismo. Ese acuerdo se opone a la concepción de causa- conciencia, Freud da la verdadera razón por la que debemos
lidad psíquica según el psicoanálisis. Las vías se separan desconfiar de la fuente de conocimiento que esta constituye.
entonces en lo que hace a las relaciones que mantienen La conciencia es no sólo un pozo de inexactitudes, sino tam-
conciencia e inconsciente. En elaboraciones no psicoanalí- bién una pantalla infranqueable para todo cuanto ella no
ticas, ambas entidades se deslizan una hacia la otra sin nin- pueda admitir por rechazo de significaciones y contenidos
gún conflicto, como si la acción engañosa o embaucadora de vividos como inaceptables. Además, denunciarla no tiene
la conciencia jugara apenas un rol de máscara pero no tu- objeto, ya que esto expresaría en forma muy insuficiente los
viera una función precisa respecto del nivel inconsciente motivos que tenemos para poner en duda aquello que nos
que recubre. Conciencia e inconsciente se desenvuelven en enseña. Al respecto, no podríamos satisfacemos con los di-
forma paralela, de la misma manera que fenómenos psíqui- versos argumentos desarrollados a partir de las ilusiones
cos y fisicoquímicos lo hacen según las vías de modelos com- sensoriales, utilizados por generaciones y generaciones de
patibles entre sí pero sin relación directa. En este segundo filósofos para justificar la desconfianza de que estamos invi-
caso, está bien claro que el conflicto entre fenómenos psí- tados a dar prueba respecto de ese medio de conocimiento.
quicos (conscientes) y fenómenos biológicos carece de rele- No es sólo que nos engaña, sino que además es fuente de ex-
vancia. Lo psíquico no podría luchar contra lo fisicoquimico, travíos, debido a que la racionalización sigue los objetivos
como tampoco lo consciente podría oponerse a lo inconscien- combinados de la represión y el inconsciente. Cuando Lévi-
te, ya sea concebido al modo estructuralista (antropológico Strauss piensa que «la necesidad universal» obrante en el
lingüístico, etc.), o neurobiológico. Inútil .es decir que, en l~ trabajo del sueño «es la de someter a una disciplina grama-
r eferencia a la computadora como modelo cerebral, esta tical términos surgidos en desorden,,,33 hace suyas algunas
posibilidad es aún menor, dada la homogeneidad del dispo- confusiones. El uso que se hace aquí de la palabra necesidad
sitivo informático y su uniformidad sincrónica por oposición es ambiguo, pese a que se lo debería ver como un simple giro
a la heterogeneidad de las estructuras jerarqui2adas y tem- del lenguaje. En r;ealidad, la expresión de Lévi-Strauss pro-
poralmente escalonadas del sistema neuronal, según la di- bablemente pretenda aludir a una dificultad innata del
v~rsidad funcional producida por la evolución y la filogéne- funcionamiento del espíritu. Sin embargo, tratándose del
s1s. En nombre de semejante desconocimiento puede soste- sueño, estamos ante un caso donde necesidad y deseo en-
nerse la omnipresencia de las estructuras y su equivalencia tablan relaciones más comprometidas. Hay que tener en
con un sistema constituido por códigos plurales. Está claro cuenta a la vez el rol que juega la necesidad arraigada en el
q~e la base del malentendido es la imposibilidad, para los cuerpo, la producción de deseo (desencadenado en ocasión
SlStemas de pensamiento recién citados -y que tienen en del funcionamiento onírico) a que ella da lugar esperando
común el hecho de ubicarse a distancia del psicoanálisis- hallar un placer no disponible, y la obligación de censura, de
de un concepto como el de represión. 32 En ese punto es capi~ ~ muy distinto origen, respecto de lo que deja traslucir ese
tal subrayar a la vez el modo en que dicho concepto marca el psiquismo así liberado. ¿Se puede identificar, tomando el ca-
verdadero punto de partida del pensamiento psicoanalítico so del trabajo del sueño, la censura sistémica (entre las ins-
en Freud, y cómo, a lo largo de su obra, este nunca dejó de tancias de lo inconsciente, lo preconsciente y lo consciente)
discutir su sentido y su función, lo cual muchas veces lo obli- con la censura gramatical? Si quisiéramos comparar, no sin
gó a diversificar sus aspectos. Por vía de consecuencia, es- algunos problemas, trabajo del sueño y gramática -Lacan
to permitió diferenciar mejor las diversas categorías de los lo intentó, vanamente a mi criterio, postulando una bien
fen?m~nos psíquicos, posibilitando articular variedades y improbable «gramaticalidad del ello»- sería imposible olvi-
vanac1ones. Llevando aún más lejos las sospechas sobre la dar la diferencia que los opone por completo. Mientras que
la gramática clarifica supuestamente la comunicación del
32
Tal como por su parte lo entendió la helenista y psicoanalista Lau-
rence Khan (comunicación personal). :¡3 C. Lévi-Strauss, La potierejalouse, op. cit., pág. 257.

142 143
pensamiento, el trabajo del sueño, en cambio, actúa a la sis demuestra su afán de tener en cuenta la heterogeneidad
inversa: autoriza la comunicación para hacerla lo más os- y la diversidad del psiquismo. La interpretación estruc-
cura posible, limitándole al soñante la eventual inteligibi- turalista busca un sistema de codificación universal. Con el
lidad de sus mensajes disfrazados y brindándole medios pretexto de rechazar una jerarquía que privilegiara un có-
suplementarios como para extraviarlo aún más (elabora- digo por sobre los demás -por ejemplo, aquel que Lévi-
ción secundaria del sueño). Todavía falta agregar que el tra- Strauss vincula al psicoanálisis y bizarramente llama «psi-
bajo del sueño por sí mismo no resume toda la censura y que coorgánico»-, ese pluralismo parece querer salvar al siste-
esta también existe en un aspecto conforme a su significa- ma de alguna elección arbitraria que le diera ventaja a al-
ción, consistente no sólo en disfrazar, sino también en su- 1 guno de ellos. Aquí, pluralismo es sinónimo de rechazo de
primir, en tachar. Ahora bien, en el sistema lévi-straussiano una elección que marque excesivamente la separación entre
nunca hay nada que represente la coerción de suprimir lo naturaleza y cultura. De h echo, esta precaución, lejos de
que sea Además, aunque está ligado a la censura, el trabajo frenar la objeción de una elección de otro tipo, esconde una
del sueño debe ser puesto en perspectiva con otras formas posición unicista. La pluralidad de códigos reenvía en rea-
de trabajo psíquico con las cuales mantiene relaciones muy lidad a un funcionamiento de idéntico trato para todos.
ricas en el marco de lo que llamé trabajo de lo negativo. 34 En efecto, cada uno de los códigos puede ser reducido a la
Aquí vemos otra vez una oposición absolutamente capi- expresión de una lengua diferente. Sin embargo, sólo una
tal entre el psicoanálisis y la antropología estructural. Po- teoría general del lenguaje daría cuenta de esto, superando
dría pensarse que los bonitos análisis de Lévi-Strauss se así la diversidad de cada lengua particular. Esto puede ex-
vinculan con derecho al concepto de traoajo psíquico elabo- plicarse, sin duda, dentro de la unidad constituida por el
rado por el psicoanálisis. En realidad, no sólo el análisis de pensamiento mítico en su referencia al lenguaje. Faltaría
los tipos de trabajo tal como se efectúan en el sistema de Lé- demostrar que el pensamiento mítico puede ser íntegra-
vi-Strauss y en la teoría psicoanalítica muestra que com- mente aclarado por el simple lenguaje, aderezado o no con
parten pocos r asgos en común: sobre todo hay otra diferen- consideraciones «fisicoquímicas». Lo cual equivale a decir
cia que los opone todavía en forma más profunda. Desde la que para el hombre de las sociedades sin escritura, la rela-
perspectiva de la antropología estructural, nada se dice de ción que mantiene con la flora, la fauna, los astros o los sen-
las comparaciones que cabría extraer del trabajo resultante l timientos, es reductible, con justo derecho, a un modo de or-
de la edificación y la elaboración de los sistemas de paren- ·l ganización psíquica de funcionamiento uniforme. E sta hi-
tesco, ni de aquel que obra en los mitos o en otras produccio- :' pótesis menosprecia diferencias que sin embargo son la
nes culturales. La teoría no da cuenta de sus difer encias, eje 1 guía del pensamiento estructuralista. En cuanto a la plura-
de los estudios antropológicos aquí silenciado. Y tampoco .' lidad de códigos, la relación del hombre con esas categorías
detalla otras formas de trabajo de visible presencia en los -: muestra que se siente implicado en ellas en forma muy di-
niveles cultural, artístico o técnico, por ejemplo. En cambio, : versa. Si en el pensamiento mítico se ejerce una unificación,
el psicoanálisis no cesa de comparar los diferentes tipos de nuestra atención no debe retener la que interviene para
trabajo psíquico tales como se los ve en los diversos tipos de ' relacionar los diferentes códigos, sino de preferencia la que
neurosis, entre las neurosis y demás entidades nosográfi- los refiere en su totalidad a la dimensión imaginaria. Mi-
cas, o, con mayor fineza, entre los diversos modos de trabajo rándolo bien, la sola unidad capaz de ser invocada en forma
de la psique: trabajo del sueño, trabajo de duelo, trabajo del absoluta es la que impera en el pensamiento del teórico.
delirio, etc., sin hablar de aquellos que distinguen lo obser- Unicamente para él todos los códigos tienen igual valor, en-
vable en la cura y fuera de ella. Una vez más, el psicoanáli- tre su intelecto, su pluma y su hoja en blanco. Ironías del
destino, ese sujeto que parecíamos obligados a desalojar pa-
34 A. Green, Le travail du nigatif, París: Minuit, 1993. [El trabajo de lo ra siempre del pensamiento, vuelve a habitar el sistema
negativo, Buenos Aires: Amorrortu, 1995.) teórico totalmente a espaldas de su inventor. Porque, tanto

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como para limitarnos a la mera consideración del objeto, lo recieran las cuestiones planteadas por este último, por más
que debería reconocerse, con independencia de cualquier que sus respuestas hayan dejado de resultamos hoy satis-
sujeto, es la heterogeneidad de los divers~s .~lementos que el factorias. A pesar de los postulados que afirman considerar
análisis permite reconocer en su composH:~on. ¿A.caso no se sólo las diferencias, el pensamiento estructural de Lévi-
busca darle prioridad al estudio de esas d1ferenc1as? E~ su Strauss opera sólo después de haber procedido a su homoge-
defecto, no sólo retorna el sujeto, sino además u~ SUJ~to neización, fundada en el ideal del significante del número o
idealista. Aun cuando el teórico adhiriera a la existencia, del átomo -pienso aquí en el parentesco- erigidos como
independiente de él mismo, de su objeto de estudi~ - ¡pero valores absolutos.
cuál si este lo incluye y lo absorbe!-, es el tratamiento que La extensión de los temas a abordar no permite la crítica
le h~ce sufrir lo que revela el idealismo subyacente en su detallada que merece la obra de este autor. Ya intentamos
proceder. 'Tustigo de ello es la uniformi~ación en tor~o de la hacerla en otra parte a propósito del mito.35 La interpreta-
noción de código. En efecto, la referencia. a su plura:1dad es ción que él mismo da de su propia mirada parece estar suje-
una precaución muy pobre si no se empieza por senalar la ta a caución. Por más que comentadores que le son favo-
especificidad de cada uno de ellos antes de instrume?ta~ ~ rables minimicen su insistente referencia al cerebro y su
ordenamiento articulado, fundado en la homogene1zac1on. creencia en el determinismo fisicoquímico, o que pretendan
Aquí también, como Lacan lo hizo en psicoanálisis, la refe- que tales opciones dejan intactos los descubrimientos antro-
rencia a lo simbólico pretendió relegar a segundo plano lo pológicos del autor, ¿puede subestimarse en una disciplina
imaginario. Con el correr del ?empo, s.e hi~o palpable q~e como esta el rol de esas «directivas para el espíritu»? El rei-
esa sustitución era problemática en lo refendo a una prac- vindicado naturalismo lévi-straussiano es ambivalente.
tica del inconsciente. Si bien en antropología no son tan~ Porque Lévi-Strauss hizo mucho para distinguir la familia
las dificultades que obligan a percibir los atolladeros Y li- biológica del átomo de parentesco visto desde el ángulo so-
mites de este tipo de teorización, en realidad los problei:ias ciológico, pero al fin de cuentas :son las ciencias naturales
son los mismos. La combinatoria significa?te de. ~os. rmto.s las que para él tienen la clave del problema. Según su pro-
ya no podrá relegar a segundo plano esa dimens1on im~gi- 1 pia confesión, el objetivo de su empresa teórica es reabsor-
naria que la sintaxis pudo imponerse al p.retender cu~nr el 1 ber humanidades particulares dentro de una humanidad
campo de la semántica. En cuanto al peligro de re.fe~r~e a : general, primer paso que anuncia otros «que incumben a las
un imaginario «informe», el aporte de Freud con.sistió JUS- . ciencias exactas y naturales: reintegrar la cultura a la na-
tamente en darle una forma sin por eso confundirla con .la '. turaleza y finalmente la vida al conjunto de sus condiciones
de las estructuras formales del pensamiento secundario, , fisicoquímicas». Para agregar en nota al pie: «La oposición
cuyo ejemplo más acabado es el lenguaj:. Ya subrayamos el entre naturaleza y cultura, sobre la cual hemos insistido en
interés que entrañaría comparar los diferentes modos en el pasado(!, capítulos 1y2) [se trata de los dos primeros ca-
que funcionan los componentes d~ la vida ~ultural, desde pítulos de Las estructuras elementales del parentesco], hoy
una perspectiva que hiciera hincapié en la dificultad de tra- nos parece ofrecer un valor sobre todo metodológico».36
tarlos a todos de igual manera. Pero ahor~ nos par:ce. que, Esa significativa toma de distancia se agravará con el
incluso en el seno de un sistema circunscnp~ Y dehm1~~0 paso del tiempo, hasta concluir en un escepticismo genera-
como es el de la mitología, es necesario reenviar al~ relacion lizado al término del recorrido teórico.
que cada una de las categorías tratadas por los mitos man-
tiene con su lugar común: el hombre. No basta con querer
disolverlo para conocerlo, cuando en realidad 1? ~ico que se :35 Entre otros, en •Le mythe: un objet transitionnel collectif•, en Le

hace es opacarlo. Es notorio que la obra de Lévi-Str~uss se Temps de la réflexion , 1980, nº 1, retomado en La déliaison, París: Les
Bclles Lettres, 1991.
edificó en su totalidad sobre las ruinas de la que realizó Lé-
vy-Bruhl. Pero eso no fue suficiente como para que desapa-
ª 6 C. Lévi-Strauss, La pensée sauvage, cap. IX, pág. 327, para el texto y
In nota.

146 147
El apoyo que Lévi-Strauss t.omaba en Marx y Freud al tres primeras letras del cartel del carnicero [boucher] y del
comenzar su obra no es objet.o de ninguna desmentida. De panadero [boulanger] debían significar «bou» porque en am-
todos modos, si bien estos autores lo hacen pensar -tal bos casos eran iguales. Demos gracias a la precocidad de ese
como él lo confiesa-, debemos decir que les dispensa un bebit.o capaz de identificar una semejanza entre formas abs-
trato peculiar. Resulta ser que Freud lo hace pensar porque tractas Oas letras y sílabas de la lengua) y la percepción.9e
Freud piensa como los mit.os. 37 De ahí a decir que el psico- formas comunes entre el cartel y la la boutique [botica, rie-
análisis salido del pensamient.o freudiano hace pensar a gocio]. Pero un análisis así se queda cort.o. Nuestro inté.rp~
Lévi-Strauss porque surge del análisis de mit.os, no hay más te de mit.os, transformado en autointérprete de recuerdos
que un paso. Antes había sostenido que la interpretación infantiles contados por otros, parece olvidar que el carnieero
psicoanalítica del mit.o edípico era una versión nueva de [boucher] está asociado a la carne com.o el panadero [bou-
este. El siguiente juicio resume el fondo del debate: langer] al pan, y que la carne y el pan entran al cuerpo a.tra-
vés de un orificio denominado boca [bouche]. Este voca1'o
«Se me reprochará reducir la vida psíquica a un juego de consuena y resuena con aquellos que designan y nombran a
abstracciones, reemplazar el alma humana con sus fiebres los que dispensan y brindan al niño esos aliment.os por in-
por una fórmula aséptica. No niego las pulsiones, las emo- terpósita madre. Esa misma boca es la que pronuncia las
ciones ni la agitación de la afectividad, pero no les otorgo palabras dirigidas a esta, fuente originaria de t.odo alimen-
primacía a esas fuerzas torrentosas: ellas irrumpen en una t.o. Pero también a esa parte del cuerpo dedicará el aut.or sus
escena ya construida, arquitecturada por coacciones men- más bellas obras: Lo crudo y lo cocUlo, De la miel a las ceni-
tales».38 zas, El origen de las maneras de mesa, los tres volúmenes de
Mitológicas.
¿Cuál es el sentido de esta formulación? Su tinte irónico ·
se trasluce en la alusión a las fiebres del alma humana que,
peligro de contaminación obliga, clama por una aseps~a · Antropología estructural y psicoanálisis posfreudiano
mental Lo mismo ocurre con la afectividad: la efervescencia ·
de una sangre demasiado caliente debe disciplinar su curso Para examinar las relaciones de Claude Lévi-Strauss
t.ormentoso. Así y todo, sus t.orrentes circulan por canales con el psicoanálisis hace falta proceder a desmembrarlas.
constrict.ores. Ahora bien, ¿a qué alude «la escena ya cons- Muchas veces se confunde, cuando no se pasa sin transición
truida y arquitecturada por coacciones mentales» sobre la del uno al otro, a Freud y Lacan. Por eso es importante dife-
que se ejercen esas fuerzas? ¿A qué remite esa implicación renciarlos en la discusión, para no hacerle decir a Freud al-
temporal? ¿Y en qué argument.os se apoya Lévi-Strauss pa- _ go que le corresponda a Lacan. Por ejemplo, que los procesos
ra afirmarla? ¿Lévi-Strauss habla de filogénesis o de onto- ·1 primarios serían hechos de lenguaje.39 Y para no cargarle a
génesis? ¿No es en el seno de las ciencias sociales donde se Freud alguna crítica dirigida a Lacan, o viceversa. En reali-
está mejor ubicado para afirmar lo contrario, hoy como ayer ; dad, debe señalarse que, pese a mantener relaciones perso-
y aquí como en cualquier otro lugar? 1
nales con él, Lévi-Strauss se interesó poco y nada en el pen-
Lévi-Strauss no es el tipo de persona que se deja llevar a samient.o de Lacan. Un zarpazo más o menos no basta para
la confidencia fácil, pero, con todo, se arriesga a relatar có- certificar un examen serio de sus ideas. En cambio, Lacan
mo resultó ser un estructuralista nato. Su madre le contó · sí se apoyó en la obra de Lévi-Strauss para apuntalar la
que, siendo pequeño, cuando todavía no caminaba y mucho controversia que mantenía con sus adversarios, y ubicarse
menos leía, un día gritó, desde el fondo del cochecito, que las entre los artesanos de la renovación del pensamiento en
ciencias humanas, aun t.omando distancia de ellos. Lacan
37 C. Lévi-Strauss, La potiere jalouse, op. cit., pág. 249.
S8 /bid., pág. 264. 39 Alain Delrieu, Léui-Strauss, lecteur de Freud, pág. 18.

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tan pronto afirma su diferencia como busca apoyo en quie- curiosamente, muestran a un Lévi-Strauss cercano a au-
nes considera sus aliados, pese a que ninguno de los que li- tores psicoanalíticos de quienes nunca oyó hablar. Por eso,
bran un combate similar al suyo parece caucionar esa auto- cuando atribuye actividad estructural a los órganos senso-
cooptación. Sin embargo, en la pluma de Lévi-Strauss no es riales, sus ideas evocan las de Frances Tustin, psicoanalista
raro encontrar pro11uestas que pueden r eflejar un parentes- que hizo importantes aportes al problema del autismo in-
co con ciertas tesis lacanianas, en la (muy laxa) medida en fantil. 42 Esto se opone a las tesis de los lacanianos que
qtie '.las palabras de ambos presentan algunas oposiciones vinculan la estructura con el lenguaje y recíprocamente.
comunes. Así, cuando Lévi-Strauss propone la imagen de De todas maneras debemos subrayar la existencia de un
un inconsciente puramente continente y ajeno a sus propios movimiento común a ambos autores. Al igual que Lacan,
contenidos, diciendo que «Se limita a imponer leyes estruc- Lévi-Strauss intenta liberarse del peso de un historicismo
turales»4-0 a elementos «inarticulados», no está muy lejos de abusivo, por lo cual la hipótesis de una razón dialéctica
Lacan ni tampoco es füficil adivinar la silueta de J akobson pasará a cuarteles de invierno. A su vez, Lacan critica la
en un segundo plano de la frase. En verdad, para liberarnos moda, en psicoanálisis, de una perspectiva ontogenética
de esta confusión sería útil que nos remitiéramos al fondo que ignora el peso del significante y de sus relaciones con la
común de donde surgen las ideas directrices tanto de Lévi- estructura. Ambos autores manifestarán igual desconfian-
Strauss como de Lacan, para confrontarlas con lo que no se za respecto del significado y el contenido. Al final de su vida,
acomoda a ellas en Freud. Queda claro que la reflexión acer- Lacan esperaba que alguno de los suyos presentara un
ca de los sistemas simbólicos -que en Lacan dan nacimien- significante sin significación. Como ya señalamos, los dos
to al adjetivo sustantivado «lo» simbólico- es una idea de sienten la misma irritación cuando se les reprocha su nega-
ese orden. Hay una especie de ecuación implícita en la at- tiva a referirse al afecto. Sin embargo, Lévi-Strauss no se
mósfera reinante que tiende a identificar el espíritu huma- priva de querer hacernos vibrar con acentos wagnerianos,
no con la función simbólica (versión estructural y no «cassi- y basta leer la prosa de Lacan para darse cuenta de que su
reriana»). Sin embargo, a diferencia de Lacan, más proclive «batería de significantes», por más que diga, está lejos de
a una discontinuidad radical entre naturaleza y cultura, ser puro cálculo. Y a veces uno se pone a pensar que preten-
Lévi-Strauss se muestra más cercano a Freud cuando, tar- de dar únicamente un alcance estratégico a algunas de sus
díamente, defiende la continuidad entre ambas, buscando palabras con el fin de hacer pasar -redoblándolas en su
las modificaciones de estructura y funcionamiento cerebral eficacia al despojarlas de toda subjetividad- ciertas baje-
correlativas a la aparición de los hechos culturales.41 Podría zas de lenguaje destinadas a aquellos con quienes está en
decirse que del corpus freudiano surgen dos interpretacio- desacuerdo.
nes: la de Lévi-Strauss y la de Lacan, muy distintas a pesar Lacan no se atrevió a deshacerse totalmente de la pul-
de las apariencias. En realidad, no se parecen por reunirse sión, aunque sí minimizó su importancia negándole inter-
alrededor del pensamiento freudiano sino por sus referen- vención en los fundamentos del psiquismo, tal como Freud
cias comunes a disciplinas que supuestamente lo aclaran: la postulaba, y haciéndole jugar el rol protagónico al signifi-
lingüística, la lógica, etc. Las coincidencias resultantes pue- cante. Lévi-Strauss, ajeno por supuesto a estas cuestiones,
den prestar a confusión, como en lo relativo al complejo de saltó por encima de esa piedra angular de la teoría freu-
Edipo. La distinción entre las concepciones de ambos pensa- diana para interpretar a su manera la relación de un in-
dores no se limita a la comprobación de desacuerdos que, consciente al que concebía ante todo como organizador de

40 Véase C. Lévi-Strauss, "L'efficacité symbolique•, en Anthropologie 42 Véase C. Lévi-Strauss, •Structuralisme et écologie», dans Le regard

structurale, pág. 205 y sig. éloi.gné, París: Pion, 1983. Esa toma de posición que quiebra la ecuación
41 Un pasaje de Lo pensée sauvage (véase nota de pág. 328) se asemeja hombre = lenguaje provoca el desacuerdo de los partidarios de Lacan
mucho al último párrafo de El porvenir de una iluswn. Eso, que es ignora· quienes al fin de cuentas concluirán que no hay nada en común entre Lévi~
do por Delrieu, parece sin embargo disgustarlo. Strauss y... ¡el psicoanálisis!

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formas. Entonces se entiende que tanto la referencia de rencia lo que se toma por material descriptivo y punto de
Lévi-Strauss al psicoanálisis como la reformulación em- partida de la investigación. Sea incluso la relación del sujeto
prendida por Lacan compartan cierto número de objetivos con el otro, por cuyo intermedio este puede volverse sujeto
detrás de sus diferencias: vaciar al inconsciente de toda idea de objetivación de él mismo y por él mismo a través del aná-
de fuerza, de sustancia, de significación. Sin embargo, ese lisis de la «instrumentalización» de su relación: la comuni-
proyecto común no le reportará a Lacan el ansiado reconoci- cación vista desde el ángulo de los fenómenos de transferen-
miento de Lévi-Strauss. cia y de contratransferencia. Porque es el rechazo de Lévi-
El debate sobre las relaciones entre la psicología indivi- Strauss a considerar ciertas connotaciones del inconsciente
dual y el enfoque sociológico en su mutuo abordaje del psi- como represión, deseo, transferencia/contratransferencia,
quismo, es tan viejo como la sociología misma y no se lo pue- lo que indica su desacuerdo con el psicoanálisis. Así enton-
de tratar en todas sus facetas. En el contexto actual cobra ces, si bien el lenguaje pudo servir de referencia común al
una forma singular: la sociología ayudaría a superar mejor antropólogo y el psicoanalista, de lo que debe hablarse es de
el obstáculo que i:epresenta la subjetividad (a la cual estaría cierta idea del lenguaje, esa que va de la fonología a la sin-
ligada la psicología). En ese sentido, la sociología comparti- taxis en el marco de la lingüística sincrónica. Sin embargo,
ría el ideal objetivista de toda la ciencia moderna, no sólo cuando pensamos en la definición que da Lévi-Strauss de la
por los enfoques teóricos que privilegia sino por su objeto cultura, lo que se plantea es la relación entre el sistema sim-
mismo. Un círculo dialéctico une psicología y sociología. La bólico del lenguaje y los demás sistemas que él hace interve-
psicología es la traducción, en el plano del psiquismo indi- nir dentro del conjunto que la constituye (parentesco, econo-
vidual, de una estructura propiamente sociológica. Está cla- mía, arte, ciencia, religión). 43
ro que la perspectiva de las sociedades vistas por los soció- Lo mismo ocurre en el nivel del individuo: la relación en-
logos engloba al mundo y al individuo. El mundo, es decir, el tre el lenguaje y los demás constituyentes del psiquismo (re-
conjunto histórico-geográfico dé las sociedades, y el indivi- presentación, pe:rcepción, actos, pensamiento, etc.) es la que
duo cuya existencia entera está tejida de valores sociales. plantea los problemas más difíciles.
Lo estructurante, al decir de Lévi-Strauss, se situaría en el Por una curiosa paradoja, el método psicoanalítico es
plano de la función simbólica, no individual sino social, más fundamentalmente antropológico que el método que
arraigada en el cerebro. Así y todo, el desborde por el gru- usa la antropología. Porque, contrariamente a lo que se di-
po prohibe darle ningún crédito al inconsciente individual. ce, el psicoanálisis no es el reflejo de una psicología indivi-
Desborde efectuado conjuntamente de ambos lados: del lado dual, sino que funda sus conclusiones en lo que un individuo
social grupal y del lado biológico fisicoquímico. Aquí reen- puede extraer como conocimiento de él mismo a partir de lo
contramos la obsesión por la desubjetivación y la negación que se refleja en él de su relación con otro ser humano con
de aquellas determinaciones inconscientes de la subjetivi- quien mantiene una posición disimétrica. Ese conocimiento
dad que no sean de esencia grupal. Y no obstante, todas es- se prolonga más allá de esta relación, en dirección a los efec-
tas verdades sólo llegan a término encarnadas en una con- tos de la ausencia del otro y de los medios para remediarla,
ciencia individual. Sea como fuere, cuando Lévi-Strauss e incluso más allá, hacia la revelación de las formas de vida
habla de la capacidad del sujeto para objetivarse indefinida-
mente a través del encuentro de lo subjetivo y lo objetivo por 43
./Ibda cultura puede ser considerada como un conjunto de sistemas
vía inconsciente, está muy cerca de lo que funda la validez simbólicos en cuya primera fila se ubican el lenguaje, las reglas matrimo-
del enfoque psicoanalítico. Simplemente, en lugar de que niales, las relaciones económicas, el arte, la ciencia, la religión. Todos estos
esto se apuntale, como él quiere, en las manifestaciones del sistemas tienden a expresar ciertos aspectos de la realidad física y de la
inconsciente concebido como sistema simbólico puramente realidad social y, más aún, las relaciones que mantienen entre ellos esos
dos tipos de realidad y aquellas que mantienen entre sí los sistemas sim-
formal ligado a las estructuras fundamentales del espíritu bólicos• (..Introduction a l'reuvre de M. Mauss», en Marce! Mauss, Sociolo-
humano, se llega a distintas conclusiones si es la transfe- gie et anthropologi.e, París: PUF, 1952).

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psíquica que se desenvuelven fuera de la conciencia (para- Es aquí donde se justifica el papel reservado a la sexuali-
digma del sueño); y, extremando la hipótesis, hasta los últi- dad, enca?algada sobre los reinos de la naturaleza y la cul-
mos confines del psiquismo y el sentido, hasta los márgenes tura. La piedra angular que, respecto de lo sexual, distingue
de lo que se define como somático. Acerca de este último tér- ~ l~ antropología y el estructuralismo respecto del psicoaná-
mino, conviene precisar que lo así definido por comodidad lislS, n? está sólo en la prohibición del incesto, que siempre
de lenguaje es aquello que no presenta ningún rasgo de or- puede ~terpretarse de diversas maneras. Además, es preci-
ganización psíquica, es decir, la modalidad más compleja de s~ ,definir lo que c~nstituye el objeto de la prohibición y tam-
organización del soma. b1en lo que pernute a esta asegurarse su mantenimiento
Estas ideas son dificiles de admitir porque fuerzan a incluso ?~ta hoy. De todo esto da cuenta la represión, cuy¿
tomar en consideración la heterogeneidad imperante en el descubnrmento, a cargo de Freud, coincide con el verdadero
psiquismo y sus relaciones con lo somático. Entonces se pre- co~enzo del psicoanálisis. Con ella, no sólo la prohibición
fiere -al menos hasta hace muy poco- partir en busca de del incesto mantiene «eficacia simbólica.. , sino que también
la naturaleza de lo psíquico en dirección al lenguaje, que cobra otro sentido el proceder del antropólogo que la teoriza.
ofrece a la teorización mayor asidero que la antigua idea de ~orque el verdadero problema es el pasaje del sistema
conciencia, ya abandonada por la filosoña. continuo de la pulsión al discontinuo de los procesos discre-
De hecho, estas orientaciones traducen la búsqueda de tos del pensamiento secundario. Tal como yo mismo lo hice,
un modelo. Pero se trata de una búsqueda orientada. Si se L. Kahn subraya que tanto el pensamiento de Lévi-Strauss
persigue el modelo en determinada dirección, es porque como el de otros estructuralistas pertenecientes a diversas
tiene ciertas cualidades que lo hacen atractivo, así como r~as ~el saber, se funda en un análisis sin resto que no
otros son repulsivos. Y, tanto como para seguir en el campo se inqweta por la suerte de lo que fue «sustraído» y dejado
del lenguaje, tal vez no sea casual que la pragmática haya de lado por constituir la oposición «primera» y originaria de
terminado s uplnntnndo a las ideas estructurnlistns, como lo todas las demás .. Operación que c.o nfirma la decisión de
revelan las posiciones posestructuralistas. Con la pragmá- ~rivilegiar la. ligazón sintáctica por sobre la ligazón semán-
tica, el acto retorna a la psique en el seno del lenguaje sin tica. Ahora b1e_n, ¿cuál es la diferencia? Mientras que la pri-
que por eso su recorrido se tope con el de la pulsión, eterna mera se efectúa sobre elementos reducidos, homogeneiza-
incomprendida del pensamiento no psicoanalítico; incom- dos, con potencial de acción unificado y escaso o nulo valor
prensión que, desde no hace mucho, se extiende a una frac- energét~co, gracias a la semiología la segunda procede a
ción de los psicoanalistas. ~ fun~1onamiento simbólico diversificado, heterogéneo, de
Laurence Kahn percibió los desafios de un problema que dinamismo variable y efectos que sobrepasan la esfera del
el psicoanálisis debe situar por el lado de la universalidad. 44 lenguaje. En ese sentido, el campo de lo semántico se extien-
Lo que garantiza el sentido invocado por Freud contra el re- de de la pulsión al pensamiento, lo cual significa que cubre
proche de arbitrariedad o relativismo, es que al del psico- la e~nsión de la vida psíquica y engloba al lenguaje sin re-
análisis se lo supone enraizado en los fundamentos del psi- ducirse a él. Llegará un día en que el estructuralismo se
quismo por intermedio del inconsciente, al menos tal como muestre como una de las manifestaciones más seductoras y
permite concebirlo su anclaje pulsional, en sentido freudia- engañosas de esa ilusión «Significante» a la que sucumbió
no, o lo que hace sus veces. En cambio, Lévi-Strauss se sal- buena parte del psicoanálisis.
tea ese eslabón y concibe lo universal sólo en relación di-
recta con hechos correspondientes a las ciencias naturales.

44 L. Khan, •Questions a l'anthropologie» (comunicación personal);

véase también «Le cri sexuel du monde•>, en La petite maison de l'áme, Pa-
rís: Gallimard, 1993.

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Acerca de Lévi-Strauss hace algún tiempo a Philippe Lhéritier, Fran~ois Jacob, Ro-
man Jakobson y Claude Lévi-Strauss, donde fueron los
En torno de la obra de Lévi-Strauss se ha escrit.o una im- biólogos quienes, con el debido respeto a sus eminentes in-
portantísima literatura que expresa una gran variedad de terlocut.ores, no cesaron de atemperar tanto ardor compara-
puntos de vista. Estos van desde una adhesión más o menos tista. El objeto de los trabajos de Dumézil y Lévi-Strauss di-
total hasta una crítica más o menos radical. No es nuestra fiere profundamente. Dumézil está en busca de la ideología
intención, ni está dentro de nuestras posibilidades, recorrer social de los pueblos indoeuropeos, cuya influencia se ex-
esa obra por entero. Sí nos interesan, sobre todo, las relacio- tiende hasta nuestros días, mientras que el objeto de estu-
nes del autor con el psicoanálisis.45 Las posiciones críticas dio de Lévi-Strauss son las sociedades sin escritura, cuya
pueden dividirse en diferentes tópicos. Algunas de ellas, a palabra mítica, por rica que sea, casi no atravesó los siglos
veces ponen en paralelo o en oposición sistemas de pensa- para penetrar en nuestro sistema de pensamient.o. En múl-
mient.o opuestos al suyo, salidos del mismo terreno cultu- tiples circunstancias, Dumézil da la impresión de haber
ral o bien de algún terreno vecino. La crítica también puede sentido por Lévi-Strauss esa indulgencia risueña que des-
provenir de antropólogos como él, aunque no necesariamen- pierta el entusiasmo iconoclasta de los jóvenes. «En cuanto
te. En ocasiones, las críticas surgen de disciplinas que tradi- a lo que es la tierra prometida de todo estudio ideológico, en
cionalmente han mantenido relaciones de intercambio inte- · particular de toda "mitología comparada", es decir, el descu-
lectual con la antropología, como es el caso del psicoanálisis. brimient.o de leyes en el funcionamiento del espíritu hu-
mano, dejamos a otros la esperanza de que esté al alcance,
·'·¡
·1
sí no en la palma de nuestras manos», escribió. 47 Queda cla-
Categorí,as socwlógicas, categorí,as psicológicas y ro que no puede llegarse al fondo de la discusión sin an-
1 tes precisar los diferentes usos «duros» o «blandos» de la no-
niveles semánticos
ción de estructura y del análisis estructural, tal como dicen
Smith y Sperber. De manera general, una estructura es el
P. Smith y D. Sperber examinaron las diferencias entre
Georges Dumézil y Claude Lévi-Strauss a propósito del j resultado de poner en relación un conjunto de propiedades
sobre un conjunto de objetos, de tal modo que ese conjunto
análisis de los mitos.46 Mientras que para Dumézil la signi-
ficación de los mitos depende más de categorías sociológicas ~ de objetos pueda ser descripto (al menos en parte) por el
y psicológicas ubicadas para el caso en posición privilegia- j conjunto de propiedades. Dicho nivel no es todavía el del
da, Lévi-Strauss, partidario de la pluralidad de códigos, no ·~ análisis estructural. Para llegar a él, no basta con demos-
puede concebir la interpretación estructural sino como un , trar que un conjunto de objetos constituye un sistema. En
juego fundado en la coexistencia igualitaria. Esta no podría sentido estrict.o, sólo hay análisis estructural cuando, ha-
admitir ningún estatut.o particular favorable a códigos so- biéndose llegado a un nivel de abstracción ulterior, las pro-
ciológicos o psicológicos. Para él, el código genético y el códi- piedades del primer nivel «son procesadas como objetos cu-
go verbal presentan características comunes y funcionan en yo carácter se demuestra nuevamente sistemático. Es pro-
forma comparable. Esta opinión está más cerca de una ex- pio del análisis estructural estudiar las relaciones entre es-
presión de deseos que de la realidad, ya que cabe preguntar- tructuras». 48 Tant.o aquí como en otros lugares encontra-
se si los especialistas en código genético la confirmarían así mos el dispositivo que implica siempre dos niveles y donde
como así. Recuerdo un programa de televisión que reunió el segundo aparece como una nueva versión que hubiera
sufrido un proceso de abstracción para volver sobre las ope-
45 En lo concerniente a los estudios que tratan de las relaciones con el
psicoanálisis, véase Alain Delrieu, Léui-Strauss, lecteur de Freud. 47 G. Dumézil, Les dieux souuerains des lndo·Européens, París: Galli-
46 P. Smith y D. Sperber, ..Mythologiques de G. Dumézil,., Annales, 26,
mard, 1977, pág. 209.
nº 34, 1971, págs. 559-88. 48 /bid.

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raciones del primero. Este modelo muy general merece que de las criticas más reiteradas y extremas sobre sus tesis.
nos detengamos para constatar su presencia en ~pos de Vamos a limitamos a recordar algunas de sus observacio-
gran diversidad. Hemos tenido ejemplos ~n el nivel ~e va- nes. Para Leach, es imposible ignorar la pluralidad de los
rias teorías concernientes a la interpretación naturahzante niveles de sentido, tanto como las relaciones lógicas y es-
del pensamiento. También puede aplicár~elo ~ la concep- tructurales entre los sentidos de diferentes niveles. Algunos
ción freudiana de dos tipos de procesos (pnmarios Y secun- de ellos sólo se conocen cuando se ha explorado el sistema de
darios) del psiquismo. Una definición como esta ~os h~~e conjunto de los diferentes relatos en que aparece el símbo-
pensar en lo que opone a ambos pensadores. ¿La mv~la~~n lo.50 Estas observaciones resultan tanto más valiosas por
lévi-straussiana se muestra más favorable a la aphcac10n dirigirse a un público de psicoanalistas particularmente in-
de las anteriores distinciones que la jerarquía preconi~ada teresado en lo simbólico y sus interpretaciones modernas, y
por Dumézil? Por ejemplo, si bien tanto las reglas matrimo- el propio Lacan compartió algunos puntos de vista de Lé-
niales como el arte forman parte de los sistemas que co~po­ vi-Strauss. Entre los a ntropólogos que se situaron por fue-
nen una cultura, ¿el código de las primeras pu;d~ co~side­ ra de la línea lévi-straussiana, si no contra ella, hubo algu-
rarse en el mismo plano que el de las segundas. ¿Está per- nos que adoptaron puntos de vista totalmente opuestos a los
mitido pensar que el mito, por eje_mplo, manti~ne con la o~­ suyos. Tal es el caso de Bemard Juillerat, en una serie de
ganización sociopolítica e ideológica una relación d~ proxi- trabajos que no pueden menos que interesar al psicoanalis-
midad comparable a la que mantienen los demás tipos ?e ta. 51 En diversos puntos, los estudios de este autor permi-
regulación? Aquí chocamos con la defini~?n lévi-stI~a~ssia­ ten realizar distinciones clarificadoras acerca de las relacio-
na de cultura, añn a los principios de su sistema teónco so- nes entre la antropología y el psicoanálisis. Tomando como
bre la pluralidad no jerárquica de los códigos. Recor~emos ; base su pensamiento, pueden pensarse las incidencias rela-
que, para Lévi-Strauss, «toda cultu.ra p_u~de ser considera- ; tivas a la diferencia que propone entre lo cultural y lo social.
da como un conjunto de sistemas simbohcos a cuya cabeza ; Lo social tendría más que ver con datos sobre jerarquías,
se encuentran el lenguaje, las reglas
. .
matrimoniales,
.. '
las re-
49
·1· funciones y relaciones de clase, etc., mientras que el orden
ladones económicas, el arte, la ciencia y la religion». Que- propiamente cultural concerniría a producciones imagina-
da así expuesta toda la cuestión de lo simból~c~, que va des· ~ rias sobre cuestiones antropológicas esenciales: diferencias
de la combinatoria del lenguaje hasta la rehgión. Esto nos ; de sexos y de generaciones, organización del mundo y cos-
induce a preguntarnos si un mismo sistema puede ?ar : mología, relación con la muerte y los ancestros, etc. Con el
cuenta de las categorías religiosas indoeuropeas y, diga- · objeto de nombrar este aspecto de lo cultural en las socieda-
mos, amerindias. O bien, si son enteramente comparables ·:
los conjuntos culturales constituidos por uno Y otro pueblo..~
Recuerdo un debate que hizo época en la década del sesenta, : 50 E. Leach, •The Big Fish in the Biblical Wilderncss•, Intemational Re-
uue of Psychoanalysis, 1986, 13, págs. 130-40.
en el que Lévi-Strauss y Ricreur se enfrentaron a través d~ . 51 B. Juillerat, que se inscribe en la filiación de R. Bastide, defendió opi-
las páginas de la revista Esprit. A pa:tir de entonces, las di- niones muy interesantes para los psicoanalistas acerca de las relaciones
ferencias entre ambos autores no deJarOn de ahondarse. del sentido y la estructura. Además, en la sociedad de Ja cual estudió en
profundidad un ritual, el sentido est.á ligado principalmente a la sexuali-
dad y la reproducción. J uillerat separa en forma muy nítida, retomando
una de mis distinciones, sexualidad y filiación (véase A. Green, . Atome
Las críticas internas a la antropología de parenté et rclations cedipiennes», en L'identité, París: Grassct, 1976).
Véase B. Juillerat, Shooting the Sun. Ritual and Mea11ing in Wast Sepik,
Edmund Leach, uno de los pensadores más vivamente Washington-Londres: Smithsonian lnstitute, 1992, así como B. Juillerat,
interesados en la obra de Lévi-Strauss, es asimismo el autor /,es enfants du sang. Société, reproduction. et imagin.aire en Nouuelle-
Guinée, París: Maison des sciences de l'homme, 1986. Véase en fecha más
reciente, B. Juillerat, Oedipe chasseur. Une mythologie du sujeten Nouue·
49 C. Lévi-Strauss, Sociologie et anthropol.ogie, París: PUF. 11<•-Guinée, prólogo de André Green, París: PUF, 1991.

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des denominadas más primitivas, propuse el término pri- nías que él analiza, siempre y cuando se la reconozca detrás
mordial. En este último campo, el psicoanálisis podría tener de todas las preocupaciones y angustias concernientes a la
algo que decir dado que trata de categorías generales comu- concepción, la gestación, el nacimiento, el amamantamien-
nes a la humanidad en un terreno donde naturaleza y cul- to, la enfermedad, el envejecimiento, la muerte, la diferen-
tura entran en mutua resonancia: la cultura se encarga de cia de sexos y de generaciones, etc. Hay que leer detallada-
«teorizar» la naturaleza y la naturaleza se vuelve imperati- mente sus análisis para convencerse de la importancia del
vamente un objeto de interrogación y una materia que debe funcionamiento simbólico relativo a funciones que muchas
ser estructurada por la cultura, fuente de un incansable veces fueron banalizadas por el enfoque formal.
cuestionamiento infinitamente fecundo. La experiencia de- Sin embargo, Juillerat manifiesta al mismo tiempo di-
mostró que en el marco de esa comprensión de sus recípro- ferencias y a veces hasta desacuerdos con el psicoanálisis.
cas interrelaciones, el diálogo, esta vez plenamente asumi- Considera que la mitología que él estudia remite a una
do, era no sólo posible sino sumamente enriquecedor.52 suerte de ontología. Esta ontología, lejos de pretender pres-
Bernard Juillerat toma el relevo de una serie de antropó- cindir de la noción de sujeto, le reconoce un lugar que el
logos que intentaron, antes de Malinowski, tender un puen- autor define, siguiendo una perspectiva cercana a la de Ri-
te entre antropología y psicoanálisis. Me refiero a W. H. R. cceur, tensada entre una arqueología y una teleología. Onto-
Rivers y C. G. Seligman, cuyos esfuerzos se detuvieron rápi- logía cercana al psicoanálisis, temporalmente marcada por
damente pues el camino que habían tomado, al llevar la la doble perspectiva del devenir adulto del hombre y el de-
cuestión hacia una interpretación biologizante de las con- venir social de la humanidad. En este aspecto, Juillerat in-
cepciones freudianas, condujo a un callejón sin salida. Con terpreta al Edipo como el recorrido que el sujeto humano de-
Juillerat, el diálogo se entabla sobre bases mucho más fe- be efectuar durante la penosa tarea de separarse de la ma-
cundas que tocan los puntos centrales del psicoanálisis. J ui- · dre y de ser proyectado por el padre a la sociedad humana,
llerat vue]ve a poner en pie los conceptos. Sostiene, por sin posibilidades d9 volverse atrás.
ejemplo, que el sentido determina a la estructura, y no a la Las reservas de Juillerat respecto de la teoría freudiana
inversa. Sus trabajos de campo lo convencieron de que, en : conciernen a la referencia que Freud hace a la filogénesis,
sus observaciones (un ritual de fertilidad en Papúa-Nueva · que, como es sabido, despierta grandes reticencias entre los
Guinea), el sentido está principalmente ligado a la sexuali- · propios psicoanalistas.53 Si bien es cierto que se superan
dad y a la reproducción. Es poco decir que tales manifesta- · prejuicios de tipo «Nadie analizó a un Yafar», y que el campo
ciones sociales son productoras y generadoras de sentido; ·¡ de lo sexual queda luminosamente aclarado por su análisis,
más apropiado sería sostener que producen el sentido. Per- .1 no pasa igual con el parricidio, que no encuentra lugar en
teneciente a una filiación distinta a la de Lévi-Strauss, Jui- 1 el autor ni tampoco en otros antropólogos contemporáneos
llerat no comparte todas las referencias estructuralistas de J interesados sin embargo en volver a dialogar con el psico-
este último. Si bien reconoce en los elementos presentes en .!. análisis. Pero lo que debe saludarse ante todo es no sólo el
el ritual y en el análisis de los mitos datos sociológicos cer-
canos a la psicología, considera imposible distinguirlos del .~
i retomo del sujeto, sino sobre todo del cuerpo, tan asombro-
samente ausente del pensamiento de Lévi-Strauss. Y este
«material psicoanalítico universal». Entre otras cosas, esto ~ es todo un acontecimiento en la propia antropología. Tras
quiere decir que no basta con teorizar la filiación para acla- : los estudios de Fran~oise Héritier, Bernard Juillerat y Mau-
rar ese tipo de material, porque a esta última debe distin- rice Godelier, por sólo citarlos a ellos, se intercambian no
guírsela de la sexualidad, verdadero objeto de las ceremo- sólo palabras, mujeres y bienes según fórmulas abstractas;
también la sangre, el esperma y la leche entran en los com-
53 Véase B. Juillerat, «Des fantasmes originaires aux symboles cul-
52 Véase mi discusión del ritual estudiado por B. J uillerat en Shootin¡¡ turels: médiations et seuils», Revue Fraru;aise de Psychanalyse, 1993,
the Sun, como también mi prólogo a Oedipe chasseur. LVII, págs. 713-31.

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plejos circuitos que vinculan a las personas. Ya no se invoca lación perteneciente a la naturaleza y por lo tanto no hay
el ácido láctico para hablar del afecto, sino la leche de la nada que decir de ella, o bien que no hay nada que hacer con
nodriza ... Extrañamente, así como con la hormonología ella dentro de una perspectiva antropológica. Por mi parte,
vimos abrirse caminos sellados por un enfoque que no pare- diré que no es codificable porque no entra en relación con
cía conocer otro modelo que el conexionista, también la en- otro término perteneciente al grupo, debido a que este ya
trada en escena de los humores nos libera de la sujeción a movilizó al tío materno con tal fin. ¿Falicización de la madre
un formalismo estructuralista que niega el peso de la carne. destinada a conjurar su poder sobre el niño? Tal vez. ¿Pero
Es evidente que esa mirada sensibiliza más al antropólogo qué pasa entonces con la causalidad psíquica y su pretendi-
hacia temas que implican la entrada en juego de los deseos da subordinación a la causalidad socioantropológica?
humanos fundamentales. No tenemos lugar para entrar en En los trabajos de Juillerat o de Godelier, si bien exis-
detalles y hacerle justicia a la fecundidad de estos análisis. ten otros de inspiración semejante, el rol de los hombres,
Dado que lo esencial para nosotros es discutir las diferen- definido con relación a las mujeres, y por consiguiente de los
cias entre causalidad antropológica y causalidad psíquica padres con relación a las madres, está fuertemente marca-
según el psicoanálisis, estamos obligados a valorizar temas do. A la inversa de la relación con la madre, el hombre dador
controvertidos y no aquellos donde pueda haber acuerdo o, del apellido y del instrumento de caza es el amo de la distan-
al menos, alguna plataforma de discusión. cia. Este predominio masculino debe ser constantemente
El Edipo volverá a estar sobre el tapete, sobre todo en mantenido para no decaer ni sucumbir a una venganza fe-
aquel de sus aspectos que constituye una verdadera manza- menina colectiva tendiente a devolver a las mujeres el poder
na de la discordia entre antropólogos y' psicoanalistas. En que les ha sido arrebatado. Pero detrás de esta guerra de se-
Juillerat, ya aparecía con claridad el papel del padre como el xos se adivina la dependencia de los hombres a la madre, el
que realiza la obra de separación entre madre e hijo, fuen- !' duelo interminable que deben hacer de su separación de es-
te potencial de hostilidades. Notemos la diferencia entre el . ta y la queja que clama por el retorno al paraíso fusional
punto de vista lévi-straussiano y el de los autores que men-· : perdido, oculto detrás de conductas de dominación masculi-
clonamos ahora. Para Lévi-Strauss, la cuestión no es el pa- .j na muchas veces crueles.
dre sino la dupla padre-tío materno, con este último como 1 Como se ve, aunque en el intercambio siempre se tienda
representante del grupo. Pues, en lo esencial, las mujeres se j' a subestimar el papel de la mujer dándole un valor equiva-
inscriben en un marco de circulación donde los hermanos lente al de los bienes o las palabras, ese estatuto parece que-
intercambian a las hermanas. Se toma en cuenta la diferen- ' rer separar radicalmente la condición de mujer de la condi-
cía de sexos pero no la diferencia de generaciones. Esos ¡ ción de madre y de la condición de hija, como si no fuera el
hombres que intercambian a sus hermanas nacieron del · mismo ser el que investía esos diferentes estados en dife-
mismo vientre que las hermanas intercambiadas. Para Lé- · rentes edades de su vida, conteniéndolos potencialmente a
vi-Strauss, el rol del padre es eclipsado por el del grupo. Así- " todos en cada una de ellas. No sólo se apunta a la diacronía,
mismo, el átomo de parentesco saltará por encima de la :. sino a la vectorización de la vida por la flecha del tiempo, la
triangulación edípica, que incluye el cuarto término del tío . de lo real por lo virtual.
materno. Sin embargo, mientras que, como buen estructu- '1; Con Lévi-Strauss sólo se trataba de un juego de combi-
ralista, Lévi-Strauss pone suma atención en codificar todas · natorias y ya vimos todas las ambigüedades que pesaban
las relaciones entre el niño, el padre y el tío, así como las de sobre los conceptos de regla, coacción y éensura, que pa-
estos dos últimos con la madre (si a es así a b, entonces e se- recían poder indiferentemente recibir una acepción relativa
rá así a d), la única relación que escapa a toda codificación, a los modos de vida sociales o al modo de organización del
es decir, que no está marcada ni positiva ni negativamente, lenguaje. Los trabajos que acabamos de citar marcan la di-
es nada menos que la del niño con la madre. ¿Qué decir de ferencia entre ambos terrenos y parecen mucho más cuida-
esta ausencia? O bien que a ojos de Lévi-Strauss es una re- dosos en subrayar la intervención de un mayor número de

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parámetros en la interpretación propiamente sociológica. del asesinato del Padre primitivo. Como bien lo entendió
Por otra parte, puede constatarse que la generación poste- Pierre Kaufmann,55 aquí lo que se cuestiona es la teoría de
rior a Lévi-Strauss está lejos de compartir siempre sus reti- la cultura según Freud. Aunque le haya llevado muchos
cencias con respecto al psicoanálisis. años articular diferentes elementos de esa concepción, se
tomará como prueba el tiempo transcurrido entre el descu-
brimiento del complejo de Edipo, someramente expuesto en
El Edipo por el lado del parricidw carta a Fliess del 15 de octubre de 1897, y su descripción
completa, pero en pocas páginas, veintiséis años después,
La siguiente discusión a propósito del parricidio presen- en 1923, en El yo y el ello. Esa distancia es mucho más lla-
ta un real desafio. Con Maurice Godelier, el debate cobra su mativa porque en el intervalo son muchas, aunque siempre
giro más interesante. Primero hay que acreditar un hecho a fragmentarias, las anotaciones al respecto. Entre ambas
los antropólogos. En su experiencia nada conduce a tomar fechas se sitúa la etapa capital de Tótem y tabú en 1913.
en consideración la tesis del asesinato del Padre primitivo, Después el tema aparece como un jalón necesario, desvío
tan cara al inventor del psicoanálisis. Sabemos que se trata antropológico indispensable para la descripción del com-
de una de las especulaciones más audaces de Freud y que, a plejo de Edipo. Si a esto le agregamos que la última obra de
la inversa del deseo prohibido por la madre, muy fácilmente Freud, Moisés y la religión monoteísta, vuelve una vez más
vinculable a la prohibición del incesto, no se apoya en nin- sobre el tema del asesinato del Padre primitivo, se entiende
gún hecho observable. Me imagino que :freud respondería la importancia que Freud adjudica a una idea basada ex-
que el poder de la religión puede considerarse una huella clusivamente en una interpretación casi infundada, fruto
del mismo orden, para el parricidio, que la prohibición del de una simple especulación: una novela, se dijo. No vol-
incesto en las reglas matrimoniales. Sin embargo, la prohi- veremos a preguntamos si se trata de un acto realmente
bición del incesto es universal y puede servir de criterio a la realizado, de una fantasía o de una idea «en potencia». En
reflexión general, mientras que lo religioso toma formas tan · cambio, queda claro que los psicoanalistas reconocen a esa
diversas y expresiones tan variadas, que sería imposible in- idea un poder organizador de alto poder para la psique.
vocar en todas partes y siempre, con idéntico valor de con- ; Para entender cómo se inscribe el Edipo en el psiquismo hu-
vicción, la hipótesis del asesinato del Padre primitivo como , mano habría que levantar malentendidos, hacer las distin-
origen de toda religión . No vamos a retomar la controversia ciones de rigor, no sólo entre mito y tragedia, por ejemplo, en
que despertó Tótem y tabú, cuya historia sin embargo es el contexto griego de su descripción inagural, sino dentro
más que elocuente.54 del propio cuestionamiento psicoanalítico, entre el Edipo
Los antropólogos contemporáneos se enfrentaron a dos como fase de desarrollo libidinal, como estructura y como
posibles opciones: demoler la tesis freudiana conservando modelo.56 Algunos psicoanalistas contemporáneos procla-
unas pocas cosas, caso de Lévi-Strauss, o aceptarla parcial- man de buen grado la importancia de las denominadas fa-
mente proponiendo una interpretación más acorde con sus .: ses pregenitales, a las que también llaman preedípicas, pa-
propias concepciones, caso de Godelier. En realidad, el desa- ' ra asentar la idea de que el acceso a la problemática edípi-
fio supera el mero debate sobre la realidad o la inexistencia ca implicaría la solución espontánea de conflictos aún más
decisivos y anteriores a su aparición, lo cual explicaría el
54 Véase al respecto, en oportunidad de la reciente aparición de la nueva
relativo desinterés de que es objeto el Edipo en nuestros
traducción de T6temy tabú, el relato de las peripecias en cuyo transcurso días. Una teorización tan apresurada, negligente y simplifi-
Kroeber, tras haber hecho papilla el texto de Freud, vuelve años más tarde
sobre sus críticas para relativizarlas debido a que había encontrado al· 55
Psychanalyse et théorie de la culture, París: Denoel, «Médiations•,
guien más monárquico que él en la materia. Véase también A. Kroeber, 1974.
•"Totem et tabou", une psychanalyse ethnologique•, 1920; Jfotem et tabou 66
Véase A. Green, · Oedipe, Freud et nous•, en La déliaison, París: Les
apres coup•, Reuue Fraru;aise de Psychanalyse, 1993, LVII, págs. 733-81. Belles Lettres, 1991.

164 165
cadora demuestra un profundo desconocimiento de las rea- Una frase de Tótem y tabú resume la lógica freudiana:
lidades clínicas más significativas. Porque es fácil respon- «Las más antiguas e importantes prohibiciones tabúes son
der que cuando analizamos una fijación más o menos exclu- las dos leyes fundamentales del totemismo: no matar al ani-
sivamente materna, donde parece no haber parricidio, este mal tótem y evitar el comercio sexual con los miembros del
se esconde tras la imagen de una madre que llevó a cabo, de sexo opuesto del clan totémico. Debería tratarse entonces de
manera secreta, silenciosa y con una violencia sin contacto, los más antiguos e intensos deseos humanos». 57 Como se ve,
el asesinato del marido y del genitor. En otros términos: un el parricidio adquiere sentido sólo con relación al deseo se-
parricidio delegado y disfrazado donde el sujeto estaría pri- xual, el cual incluye tanto su realización como su prohibi-
vado de la posibilidad de fantasearlo, pero donde la culpa- ción. El parricidio tiene entonces por función levantar el
bilidad por el anhelo de muerte se ejerce doblemente detrás interdicto para el pleno cumplimiento del deseo. Inversa-
de su aparente ausencia. ¿Deberemos recordar, ante esas mente, el obstáculo no se erige sino para impedir en forma
estructuras supuestamente sin Edipo atestiguado, que un radical el acceso a los más poderosos o, para hablar como
Edipo no observable no es un Edipo ausente sino un Edipo Freud, los más antiguos e intensos deseos humanos.
fuente de graves disfunciones que afectan a la causalidad Por medio de una fórmula que se volvió célebre, Tylor
psíquica? condensó el dilema en que se conjugan incesto y parricidio y
Desde luego, la problemática edípica individual no podrá la necesidad de ponerles freno: Th marry out or to be killed
responder a las preguntas que plantea su traslado al pla- out. Propuesta que coincide con las preocupaciones de
no colectivo. Para Freud, psicología ~dividual y psicología Freud, quien por otra parte insiste en el tema de la ambiva-
de masas se corresponden estrechamente. Hay en él todo un lencia para con el padre, ambivalencia, por así decir, inevi-
encadenamiento de factores que hablan de características table. Sin embargo, no piensa igual acerca de los deseos di-
biológicamente determinadas, como hipótesis, y expresadas rigidos a la madre, no sólo porque pru·ece tomar en conside-
a través de las huellas mnémicas filogenéticamente inscrip- ración únicamente el caso del varón, sino porque el deseo
tas, en relación con las pulsiones. Estas empujan a actos, ya : incestuoso hacia la madre de algún modo tendría una con-
sean actuados o meramente fantaseados. En este último ca- : notación directa, evidente, en definitiva natural. La ambi-
so, el hecho de no realizarse hasta el final no desmiente el i valencia con respecto al padre no sólo r espondería a ese fon-
poder de tales actos. Haya habido acto en la realidad ex- . do de hostilidad persistente en las circunstancias más di-
terna o se trate de una producción fantaseada que ingresó ¡ versas, sino al amor y la admiración de los que aquel sigue
en la realidad psíquica, tanto en el individuo como en el gru- siendo objeto, por más que se erija a través de la realización
po se instala un trabajo de lo negativo donde religión, moral ji del deseo incestuoso. Podríamos decir que al padre se lo
y arte son resultado de una elaboración. El conjunto cons- ama no a pesar de la prohibición, sino a causa de la prohibi-
tituye la materia prima del tejido cultural. Vemos que en j ción, y que ese amor es objeto de una fijación cuyo relevo
esa concepción, historia y estructura son indisociables; no 1 será asumido por el superyó. Lo que el imperativo categóri-
se trata aquí de occidentalo-centrismo, puesto que el libretol co kantiano no dice es que no basta con no hacerle al otro lo
de los hechos reales o fantaseados toca a las estructuras ! que no queremos que nos hagan a nosotros, sino, muy espe-
de la humanidad. Poco importa además la fecha exacta en · cialmente, lo que más querríamos hacer y no deseamos que
que apareció ese libreto, sólo cuenta el poder de convic- se nos impida. En Freud, entonces, la cuestión de la ambi-
ción que pueden suscitar dichos conjuntos semánticos. Por valencia se hace constitutiva de todo sentimiento no deriva-
eso la denominación de primordial, y no de primario, me do de un orden natural: «Esa hostilidad oculta en el incons-
parece ser un buen fundamento para designar esos seman- ciente detrás de un amor tierno existe en casi todos los casos
temas situados en el cruce de lo individual y lo colectivo, en
el de la naturaleza y la cultura, o incluso de lo cultural y lo 57
Las bastardillas son mías. Tutem et tabou, traducido por Marielene
social. Weber, París: Gallimard, 1993.

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de ligazón afectiva intensa con una persona determinada; dades, sin por ello justificar que se las considere fundamen-
es el caso clásico, el prototipo de la ambivalencia de los sen- tales. Ejemplo: las alusiones en que Freud compara ciertos
timientos humanos,..58 aspectos de la vida psíquica de los «primitivos» con la neuro-
Freud considera a la ambivalencia como el fenómeno sis obsesiva. Pero el pensamiento obsesivo es un clasificador
fundamental de nuestra vida afectiva y data su aparición descollante, y puede decirse que se extenúa en esta labor
en el momento en que interviene el complejo paterno. En , debido a su propia obstinación. Ningún clínico dudará de
suma, y sobrepasando su marco ontogenético, le asigna que la sistemática clasificatoria de los obsesivos refleja otra
gran extensión debido a que supuestamente ella da cuenta cosa que la superestructura con sciente de su organización
del carácter siempre más o menos insatisfactorio de la reali- psíquica. El enfoque analítico encontrará ahí formalizadas
zación de nuestros deseos; por lo tanto, se trata de una hipó- las defensas del obsesivo y buscará, por el lado de la vida
tesis posterior destinada a aclarar las características de la pulsional (erótica, agresiva, sádico-anal), las claves de ese
satisfacción sexual nunca del todo colmada, cualquiera sea sistema aislado, tabicado, extensivo e intelectualizante. Las
la respuesta que se dé a tales deseos, e incluso cuando se propiedades clasificatorias son cabalmente propiedades de
responde a ellos aparentemente sin trabas. Pero hay otro lo humano y se ejercen también respecto del mundo. El
aspecto que vincula incesto y parricidio. Ambos se conciben «pensamiento salvaje» no puede encontrar en ellas argu-
como formas de contacto extremas para gozar sin límites del , mento como para aspirar a una actividad natural que omita
objeto. Sin límites impuestos por un tercero con derecho al totalmente otros aspectos de la vida mental de los pueblos
goce ilimitado del objeto, y tampoco sin límites fijados por el sin escritura a los que Freud alude, tal vez en forma aproxi-
propio objeto de deseo. Esta concepción, que para algunos 1 mativa, pero que no hay derecho a eliminar. Entre la vida
puede estar sobrecargada de connotaciones afectivas, no ex- l pulsional y sus realizaciones se instrumentan interdiccio-
cluye que comporte también otra función: la de favorecer 1 nes que intervienen en la estructuración del orden humano
y en la organización formal del conjunto considerado.
una combinat.oria. En Tótem y tabú se lec: ..Tudas est.os em- l
pleos de la noción [tótem] se interpenetran y una u otra de :; A esta visión, Godelier, próximo a Freud en muchos
las significaciones puede desdibujarse de modo tal que, en ~ puntos, le opondrá otra teorización. El autor subraya que
ciertos casos, los tótems se han transformado casi en sim- 1 los hombres no sólo viven en sociedad sino que producen so-
ples nomenclaturas de divisiones tribales, mientras que en ,l ciedad. Más aún: esa producción de sociedad es una nece-
otros la representación del linaje, e incluso la significación 1 sidad regida por un cambio de orden natural. En efecto, sólo
cultural del tótem, se halla en primer plano ... La noción de .~ después de la mutación de lo sexual, que libera al deseo de
tótem se vuelve determinante para la subdivisión y organi- ·j su subordinación a la periodicidad del celo en el animal, la
zaci.6n de la tribu».59 Como se ve, Freud prácticamente no 1 sexualidad, en razón de su constante empuje, se vuelve fac-
objetó un punto de vista clasificador en el cual el espíritu ~ tor de desorden social agravado por la inmadurez del ca-
ejerza sus propiedades, como sostiene Lévi-Strauss, sino : chorro humano al nacer, generadora de fijaciones infantiles
que vela por establecer la cadena de acontecimientos que ; al cuerpo materno. Hasta ahí las tesis del antropólogo no se
van desde los aspectos psíquicos dependientes de los basa- 1 alejan en absoluto del punto de vista psicoanalítico. Para
mentos corporales del superyó, hasta los objetos necesarios ; Godelier, que no vacila en apoyarse en la neurobiología, las
para satisfacer los deseos. Y si bien toma en consideración mutaciones somáticas, es decir, impregnación del cerebro
la función clasificatoria del tótem que Lévi-Strauss tiene por las hormonas sexuales e inversamente cerebralización
por primera en todos los sentidos del término, para él es re- de las funciones corporales, están en el origen de los cam-
sultado de una transformación, una suerte de esqueleto re- bios psíquicos. A partir de ese momento, la supervivencia
sidual que, desde luego, saca a la luz algunas de sus propie- del grupo social exige que la sexualidad humana sacrifique
algo: la necesidad se hace ley. La sociedad se edifica sobre
58 Ibid., pág. 164. ese negativo con la energía sustraída a la sexualidad, cons-
59 /bid., pág. 236.

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truyéndose con materiales y metáforas provenientes de No obstante, si giramos ahora hacia las sociedades con-
ella, tal como lo muestran los mitos. Esta concepción puede temporáneas, no podemos sino asombrarnos por la impor-
prescindir del parricidio, aun cuando otorga máxima impor- tancia de la violencia y su relación con el goce. Desde luego,
tancia al incesto. en apariencia ya no se trata tanto de violencia sexual. De
La tesis de Godelier sería aceptable porque en algunos hecho, es por el lado de la droga donde vemos instalarse
puntos converge con el psicoanálisis. Entonces, ¿por qué no el carácter implacable, irreprimible e ilimitado de la necesi-
prescindir de una hipótesis puramente especulativa -la dad de obtener esa satisfacción indispensable que ninguna
del parricidio-- a la que nada viene a sustentar? Y bien, por- prohibición podría suprimir. Y es la búsqueda de ese goce lo
que seguimos siendo sensibles a algunos argumentos de que explica tanto la acumulación de enormes fortunas en
Freud. No hay sociedad donde los espíritus no cumplan un quienes saben explotar los recursos para obtenerlo, como el
papel importante y donde los ancestros muertos no ocupen desencadenamiento de violencias insospechadas en quienes
una función que inspire temor y respeto. Así, pues, si el nunca hubiéramos pensado que pudieran estar habitados
parricidio se deja adivinar, digamos, en el origen, es no só- hasta tal punto por ellas, con el solo objeto de subvenir, en la
lo como término del goce sino también como lecho de justi- forma que sea, al logro de su irreemplazable paraíso artifi-
cia, como comparecencia ante el tribunal de los antepasa- cial. Ningún obstáculo podría impedírselo.
dos. Como el antropólogo efectivamente estudia sociedades Si nos apoyamos en este ejemplo para entender el nudo
donde rige la prohibición del incesto, de por sí esta solución de las relaciones que se constituyeron en las sociedades hu-
mata dos pájaros de un tiro: previene _explícitamente el manas originarias, ya no nos asombrarán las consecuen-
incesto e implícitamente el parricidio, si admitimos que la cias relativas a la frustración de los más antiguos e inten-
causa primitiva que vuelve irresistible a este último es la sos deseos humanos: incesto y parricidio. Estos nacen en la
que subyace en deseo incestuoso: el goce de la madre. En sí impotencia de la infancia para dominarlos. Se expresan a
mismos, Jos argumentos de Godelier son indiscuti bles. La través de la omnipotencia que anima los deseos surgidos en
sexualidad es un factor potencial de desorden y caos social, la infancia dentro de una cultura que toma su relevo, fija las
pero la muerte del padre tiene el mismo efecto debido a la modalidades de sus desplazamientos y sustitutos, regula lo
posible disolución de los interdictos que ella misma puede que ella misma decreta autorizar y prohibir y reverbera sus
acarrear. Los anhelos de muerte van acompañados de la ecos en forma insistente, excitante y permanente para el
idea de que el levantamiento del obstáculo que representa espíritu. Esa cultura busca conjurar sus finales trágicos con
el padre abre la vía a la felicidad total. Así las cosas, en vida, ., una metaforización incesante destinada a disfrazar su po-
y por el poder que tiene de gozar de la madre, el padre es der, siempre al acecho entre bambalinas y siempre capaz de
objeto de un resentimiento sin común medida con la riva- desencadenarse. Sería imposible examinar todas sus impli-
lidad entre los hermanos que no tienen el mismo privilegio. caciones con la simple mirada de un pensamiento que siga
Por la intensidad del sacrificio que impone, el padre haría las tradiciones conceptuales, encerrando e inmovilizando
«olvidar» las consecuencias desorganizadoras de la supre- las cuestiones aquí mencionadas en un collar de hierro que
sión de interdictos que traería aparejada su desaparición. banaliza la evocación de su carácter amenazante.
En suma, si bien las reconocemos, las causas esgrimidas por
Godelier no nos parecen suficientes, aunque por nada del
mundo las consideremos secundarias. Admitimos que los
hechos que sustentan la tesis del parricidio son ilegibles, Más allá del estructuralismo
pero no pensamos que dicha ilegibilidad sea necesariamen-
te signo de inexistencia. Nos veremos forzados a aceptar la Si reservamos un lugar tan importante al estructura-
idea de que esa noción deriva, por el momento, de la hipóte- lismo antropológico es porque una parte del psicoanálisis
sis heurística. siguió una dirección paralela. Para algunos psicoanalistas,

170 171
la obra de Lévi-Strauss cumplió el papel de referente socio- va a situar esta disciplina entre los «géneros difusos». 61 Un
lógico. El campo de la socioantropología es tan extenso y la contrapunto dialéctico, según Geertz, a las pretensiones de
variedad de puntos de vista tan diversa, que sólo podremos la inteligencia artificial. El autor opone dos enfoques del
discutir a algunos de los autores que defienden ideas cerca- «pensamiento humano» (las comillas le pertenecen): «Uno,
nas al pensamiento psicoanalítico. Nuestra elección no pre- unificador, que lo concibe como un proceso psicológico ligado
tende legitimar la representación que ofrece más que en re- a la persona y gobernado por la ley, y otro, pluralista, que lo
lación con sus incidencias en el psicoanálisis y con la com- concibe como un producto colectivo, codificado por la cultura
prensión del psiquismo derivada de ella. y construido por la historia: el pensamiento en la cabeza,
En su conjunto, el curso que siguió la sociología la alejó el pensamiento en el mundo». 62 Por nuestra parte, vamos a
de una explicación de tipo «materialista» o «funcionalista», proponer un tercer término que es el objeto mismo del psico-
por lo cual se vio obligada a examinar atentamente el aspec- análisis: el núcleo del psiquismo en la intersección de los
to epistemológico del desarrollo de sus conocimientos. La otros dos. Sin embargo, nos unimos al autor para marcar el
deuda con los grandes pensadores de las disciplinas históri- rol preponderante de la interpretación. Porque en ese punto
cas o sociológicas está doblemente reconocida: en su propio es donde se oponen el psicoanálisis y las disciplinas socio-
aporte y en la manera indirecta en que influyeron sobre las antropológicas. Estas difieren en cuanto al campo de datos y
concepciones de su época. Al lado de Max Weber o de Coling- : el objeto del proceder interpretativo, más que sobre la cali-
wood, y aunque sus análisis se critiquen punto por punto, : ficación de la interpretación que comparten en común. El
Freud no es ignorado en las orientacion~s que se tomaron. . pensamiento contemporáneo sacó a la luz la clave de las
Frente a certezas que no siempre resistieron la prueba del ' ciencias humanas: lo simbólico, sobre el cual se plantean
tiempo, la expresión de dudas y la detección de contradiccio- dos problemas. El primero concierne al contenido a darle a
nes no son sólo testimonios de modestia por parte de las fi- ese concepto, que difiere considerablemente de una disci-
guras que hoy en día dominan esas ciencias. De hecho, tra- ; plina a otra y de un autor a otro. Sin embargo, una suerte de
ducen la necesidad de un movimiento reflexivo donde la dis- '¡ paz consensuada permite evitar vanas controversias. De
ciplina se vuelve sobre sí misma para autoevaluarse, postu- ¡ ahí el repliegue en una prudente política de espera, como si
ra por cierto inhabitual en el ámbito de las ciencias natura- ·~ cada uno de los sentidos dados admitiera implícitamente
les. Hoy sería poco probable ver publicado un título como '. que, pese a las oposiciones encontradas por todas partes,
aquel que en el pasado llevó la firma de Malinowski, autor 1 una suerte de espacio en intersección, más intuivamente
que mantuvo una célebre controversia con los psicoanalis- f percibido que claramente concebido, permitiera la coexis-
tas, y me refiero a Una teorfa ci.entífica de la cultura. 60 El :1 tencia de las diversas significaciones utilizadas. Y nadie se
caso opuesto, también muy infrecuente, corresponde a una .i desespera por establecer relaciones que pudieran vincular-
anexión de la sociología por la perspectiva naturalista. Jus- ; las. Pero las mayores divergencias vienen del segundo pro-
tamente por oponerse a este tipo de inspiración es valiosa la ' blema: la relación de lo simbólico con otros aspectos del
obra de Geertz; es decir, la sociología aplicándose a sí misma ' pensamiento o la vida psíquica. El espectro se extiende de la
la mirada relativista que dirige a sus objetos: es imposible . matemática al inconsciente psicoanalítico. En el centro, el
escapar a las cuestiones que plantea la construcción de ca- ' campo del lenguaje avanza sobre los otros dos.
tegorías antropológicas. La plena reinserción de la antropo-
logía en la cultura ~s decir, también entre los autores de
la cultura, lo cual supera los límites de la antropología- lle-

61 C. Geertz, Local Knowledge. FurtMr Essays in lnterpretative Anthro·


60 B. Malinowski, A Sc~ntific TMory of Culture and OtMr Essays, The pology, Nueva York: Basic Books, 1983; t raducción de D. Pauline, Savoir
University ofNorth Carolina, 1944; traducción de P. Clinquart, Une théo· local, savoir global, París: PUF, 1986.
rie scientifique de la culture, París: Maspe.ro, 1968. 62 !bid.; trad., pág. 21.

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Recordemos ahora las observaciones de P. Smith y D. historia, a la historia no le queda más que «actuarse» a cie-
Sperber: gas, desprovista de un sistema explicativo autónomo, cuan-
«Una teoría de lo simbólico sólo puede construirse dis- do en realidad también podría afirmarse que la dimensión
tinguiendo claramente las propiedades de las representa- del despliegue histórico aclararía el modo de organización
ciones simbólicas que hacen al dispositivo simbólico mismo, de la estructura. ¿Cómo excluir la intervención de la histo-
de a quellas que hacen a su uso ideológico. ria en la constitución -y no sólo la revelación- de estruc-
»En particular, es concebible que el dispositivo simbólico turas para dar cuenta de las ligazones y relaciones que se
mismo sólo organice un saber sobre categorías y que el sa- operan entre los elementos que las constituyen o que inter-
ber sobre el mundo descubierto en las representaciones que vienen en la transformación de una estructura a otra? ¿Po-
este subtiende provenga, no de la estructura, sino de la ma- demos guarecernos en una explicación surgida de una com-
nera en que es implementada y en que remite a otros fac- paración con la naturaleza a la hora en que la causalidad
tores».63 natural está enteramente impregnada por la teoría de la
En efecto, muchas veces los análisis en términos simbó- evolución?
licos no permiten distinguir la aplicación del método, que, Dedicándose a precisar algunas relaciones entre estruc-
por ende, pertenecería a una lógica artificial, de lo atribuido tura e historia, Sahlins demostró la necesidad de distinguir
a la naturaleza misma del objeto y derivado, en última ins- categorías «en reposo» y categorías «en trabajo». Resumien-
tancia, de una lógica natural. Además, la arbitrariedad de do: hay una dinámica activa que cuestiona y conmueve esas
las categorías que en ocasiones se oculta tras una plurali- categorías hasta en el sentido que se les atribuye observán-
dad de códigos, no escapa a la sensación de que estos fueron dolas en la práctica: a riesgo de ser desmentida por la reali-
elegidos sobre todo para defender una concepción que de dad, planea una amenaza de divorcio entre sentido y refe-
entrada seleccionó lo que no iba a estudiar. Es por eso que, rencia. Este es un buen ejemplo de la forma en que el tra-
sin que entren en polémica con los puntos de vista anterio- bajo del espíritu es puesto a prueba por el funcionamiento
res, tomar en consideración pensamientos que reubiquen lo efectivo de sus relaciones con el fragmento ·de realidad al
simbólico en un conjunto más vasto que, entre otros, abar- cual es aplicado. Pues muchas veces, al leer ciertos trabajos
que al psicoanálisis, da la impresión de un horizonte despe- estructuralistas, se tiene la impresión de que la materia que
jado que permite llevar la mirada más allá de sus límites. les sirve de ilustración sólo sabe aprobar dócilmente el tra-
M Sahlins supera el pensamiento estructuralista apor- tamiento que se le dispensa. Del mismo modo, en Sahlins la
tándole matices, completándolo, examinándolo al detalle, concepción de símbolo ensancha la perspectiva tradicional
transformando completamente su alcance y liberándolo de en que generalmente se lo incluye: «Un símbolo dado repre-
esa tendencia naturalista que le quita interés. Sabemos de - senta un interés diferencial para sujetos diversos según el
las controversias que despertaron las relaciones entre la lugar que ocupa en la vida de estos. El interés y el sentido
estructura y la historia. Durante mucho tiempo se reprochó son los dos lados de una misma moneda, de un mismo signo,
a las interpretaciones estructuralistas el aspecto casi atem- respectivamente ligados a personas y a otros signos».65 Se
poral que parecían sostener. La concisa fórmula de Jean mide aquí toda la diferencia de esta perspectiva con los
Pouillon, según la cual «la historia revela la estructura que demás enfoques del símbolo. Este se define por el interés
la explica» es en realidad altamente problemática.64 Supo- que suscita (la investidura) y que se manifiesta por una dis-
ne que previamente se hayan clarificado los mecanismos de tancia. Un símbolo lleva entonces la marca de una distin-
revelación y explicación. Porque si la estructura «explica» la ción que instituye su lugar privilegiado en la importancia
63 P. Smith y D. Sperber, «Les mythologies de Dumézih>, pág. 585.
64 Jean Pouillon, «Présentation: un essai de définit ion. Probleme du 65 Citado por G. Lenclud, •Le monde selon Sah li ns», Gradiua, 1991 ,
structuralismeu, Les Temps Modernes, 22, 1966, nº 246. Es importante págs . 49-62. Este artículo es una excelente exposición de las ideas del
consultar el número entero. antropólogo.

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que adquiere con relación a otros símbolos y a otros sujetos. ción de vincular los aspectos materiales y sociales. Se es-
Ese int.erés no es sólo diferencial, es también relativo y de- fuerza en comprender -en el sentido etimológico del tér-
pende de los sujetos a los que involucra y del rol existencial mino-- la relación del hombre con la naturaleza y con sus
que cumple para ellos. No es una cualidad menor de la defi- semejantes, sólo que no con el fin de mezclarlo todo sino de
nición de Sahlins subrayar el vínculo entre interés y sen- distinguir distintas finalidades. Recordar que inevitable-
tido. El restablecimiento del significado y del sentido se mente cada uno de nosotros es devuelto a sí mismo, es decir,
efectúa en un contexto que toma en consideración la preca- llegado el caso, a hacer sociedad consigo mismo, es de buena
riedad del vínculo entre sentido y referencia cuando se po- práctica. La insoslayable cuestión de las relaciones entre
nen a prueba las categorías en su contacto con la r ealidad. causalidad natural y causalidad cultural reactiva la refle-
El antropólogo insiste en el aspecto de valor afectivo (inte- xión sobre las ideas de selección cultural y selección natu-
rés) del sentido, así como en la diversidad de contextos sim- ral. La primera precede a la segunda por selección de las
bólicos. Estamos lejos de cualquier idea de «pureza», que pa- series naturales pertinentes. Como puede verse, al autor no
rece dominar los trabajos de los cognitivistas. Nada de lo se le escapa ningún cu estionamiento... salvo el relacionado
que dice Sahlins da muestras de proximidad con el pensa- con el psicoanálisis, el gran ausente del debate. Según Sah-
miento psicoanalítico, pensamiento que por otra parte le lins, «la acción de la naturaleza se desarrolla según los tér-
es desconocido. Pero sus elaboraciones están más cerca del minos de la cultura, es decir, en una forma que ya no es la
psicoanálisis que muchas otras. Se advierte el afán de de- suya propia sino que se realiza como significación».67
volverle a la socioantropología su carácter vivo. Sahlins no Encontramos en esta obra el papel de las categorías.
vela tanto por el relativismo cultural conio por defender una G. Lenclud hizo notar que Sahlins no define tanto catego-
concepción que realmente hiciera justicia, más allá de las rías reales como especulaciones imaginarias cuyo rol consis-
relaciones entre estructura e historia, a la idea de que el es- te sobre todo en ser «buenas para pensar». Al tomar partido
pesor del símbolo ya no lo presenta como un concepto ínte- por el modelo lingüístico, Sahlins parece adherir a las con-
gramente abstracto sino como un concepto de valor en la cepciones de la pragmática, que h a pasado a ser el nuevo pa-
existencia humana. La historia cesaría de ser una entidad radigma de las ciencias humanas. Y Lenclud observa que en
evocada en forma demasiado general, monolítica y homogé- un modelo de ese tipo -donde decir es hacer- ya no hay
nea. Más bien se la debería considerar subdividida en dife- ninguna «distancia ontológica entre representación y ac-
rentes aspectos: «Los diferentes órdenes culturales tienen tividad, operaciones conceptuales y ámbitos de la práctica».
su modo específico de acción histórica, de conciencia histó- Ese modelo pragmático que instaura a la acción en posición
rica y de determinación histórica».66 La comparación entre referencial y cuyas prolongaciones pueden encontrarse por
marxismo y estructuralismo - tema mayor en la década del el lado de la causalidad natural, se efectúa, como vimos, en
sesenta- permite a su pensamiento ser incluido en ese con- , detrimento del modelo fundado en la representación, cuya
texto. La tesis de Sahlins es que la significación es la pro- declinación arrastraría en su caída a la interpretación psi-
piedad específica del objeto antropológico. Sin embargo, es- coanalítica. Ahora bien, la concepción psicoanalítica de re-
ta propiedad exige ir más allá del terreno lingüístico. Aun presentación es mucho más rica, más diversa, más sutil que
acordándole a lo simbólico toda su importancia, el autor no su uso tradicional. Porque la representación concierne a la
descuida los aspectos materiales y económicos. Así como los pulsión, al objeto, al lenguaje, e incluso a la percepción.68
psicoanalistas procuran cubrir la totalidad del campo que Si bien la teoría de la representación está llena de tram-
va de la pulsión al lenguaje, Sahlins siente idéntica obliga- pas, una concepción que tiene en cuenta la heterogeneidad
66 M. Sahlins, lslands of History, Chicago: The University of Chicago 67 M. Sahlins, Culture and Practical Reason, 1976; traducción de
Press, 1985; traducción de J. Revel et al., Des íles dans l'histoire, París: S. Fainzaing, Au cceur des sociétés, París: Gallimard, 1980, pág. 260.
Gallimard-Seuil, 1989. Somos deudores de B. Juillerat por habernos lla· 68 A. Green, •La représentation de chose entre pulsion et Jangage•, Psy·
mado Ja atención acerca de la obra de este autor. clw.nalyse d l'Université, nº 12, 1987, págs. 357-72.

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de los sistemas representativos, coexistentes sin embar- -sin saberlo- del lado opuesto, y con las mejores intencio-
go, ofrece posibilidades de teorización donde armonizan nes. «Por sabiduría entiendo aquí tomar en cuenta nuestro
profundidad y extensión. Esa concepción no se limita a la comportamiento y el saber relativo a la totalidad del ser sis-
relación con el mundo externo sino que busca la representa- témico».69 Bateson aboga entonces por un ensanchamien-
ción en la delegación de mensajes corporales y se extiende, to de la conciencia con cierta altura de miras. Aun así nos
ramificada, hasta el pensamiento. Concibiendo al lenguaje preguntamos qué idea se hace del inconsciente en los tres
como percepción de los procesos de pensamiento a través de niveles que propone. ¿No diluye su acción al considerarla
las representaciones de palabra, esta teoría articula nume- con tan vastas perspectivas? Porque, ¿cómo abogar por el
rosos campos que tradicionalmente se consideran por sepa- ensanchamiento de la conciencia si antes no se encara en
rado y sin relación entre sí. forma prioritaria el obstáculo que se le opone? ¿Y cómo que-
rer salvar el ecosistema cuando su destrucción no responde
a la ignorancia o la negligencia sino al despliegue de pulsio-
nes destructivas y a la explotación sin límite de la naturale-
Paréntesis: el retomo de la naturaleza za para saciar el apetito de lucro y el deseo de dominar y
avasallar?
En un movimiento pendular apto para muchas contra- Similar inspiración puede encontrarse en Edgar Morin y
dicciones que rara vez reciben una solución definitiva, asis- su intento de reubicar al hombre en el marco del mundo
timos no hace mucho al retorno de la naturaleza a la an- natural y cultural. Aquí nos enfrentamos a una verdadera
tropología. Krreber ya había distinguido tres niveles: inorgá- aporía. Porque, si bien parece teóricamente legítimo relati-
nico (physis), orgánico (viviente y psíquico) y superorgánico vizar lo humano en el seno del mundo, es del hombre de
(social). Terminología no inocente que pone lo social no sólo quien parte todo conocimiento y toda ciencia. El hombre no
por encima de lo viviente sino también de lo psíquico, ubica- puede considerarse a la vez como fuente de toda ciencia y co-
do así en posición subalterna con respecto a este. Después mo parte del sistema del mundo, sin plantear el problema
de él, habrá una estrategia de englobamiento. Esta nacerá de los obstáculos y los límites de la posición objetiva.
de los trabajos de alguien de gran competencia en materia El retorno de la naturaleza puede cobrar las formas más
de psiquismo, que no retrocedió ante el estudio de las esqui- radicales a través de la perspectiva bioantropológica, que,
zofrenias y describió las modalidades comunicativas entre aun reconociendo formalmente ciertos límites a las ciencias
el psicótico y su madre (doble vínculo). G. Bateson, quien, a biológicas, en última instancia abre paso a la transmisión
diferencia de muchos antropólogos, no ignora el inconscien- genética. Desde luego, el hombre es reconocido en su situa-
te, defiende una teoría denominada «ecología del espíritu» ción de animal cultural, pero a ojos de nuestros etno-neuro-
y propone a su vez una tripartición. Los tres parámetros biólogos, ese reconocimiento, al fin de cuentas, cae bajo el
descriptos son, primer o, una filosofía natural animal; se- peso del determinismo genético. Los sociobiólogos se valen
gundo (y central desde todo punto de vista), la filosofía de la de una imagen: la de una bolilla que, o bien corre cuesta
comunicación y, tercero, una filosofía formal abstracta. abajo por el plano sobre el que está, o bien se ve frenada por
Detr ás de esos diferentes planos es fácil encontrar un ni- la curva ascendente que la hace volver a caer en el fondo.
vel animal, un nivel humano y un nivel formal (¿acaso su- La teoría de la evolución es llevada aquí hasta los extre-
prahumano?). El pensamiento de Bateson está animado por mos más inesperados. Consciente del peligro que represen-
un afán actual, de tipo ético, en busca de <<sabiduría». Adver- ta semejante tendencia, Marshall Sahlins criticó la inva-
tido sin embargo de las malas pasadas que puede jugar el 69
G. Bateson, Steps toan Ecology ofMind, Nueva York: Chandler, 1972;
inconsciente, el autor sabe que esa sabiduría no puede apo- lraducción de F. Drossoet al., Thrs une écologie de l'esprit, París: Seuil, vol.
yarse en el buen sentido porque este más bien empujaría 2, 1980, pág. 191.

178 179
-
sión a que procede el biologismo.70 En su opinión, errores de Sahlins afirma, pues, una aut.onomía del orden cultural
razonamient.o e ignorancia de los problemas antropológicos con respect.o al orden natural. Según él, la cultura es una
permiten sostener las tesis defendidas por E. Wilson. En expresión de la independencia del ser humano frente a la
efect.o, este se niega a tener en cuenta que las significacio- necesidad de emociones y motivaciones. Ahora bien, en vez
nes características de la antropología son product.o de elabo- de hablar de independencia debería decirse que la cultura
raciones realizadas en un plano específicamente social. La tiene siempre más de una solución para resolver el proble-
biología se muestra incapaz de caracterizar las propieda- ma que le plantean emociones y motivaciones. Porque no
des culturales del comportamient.o humano. Y Sahlins ale- podrían descubrirse atribut.os simbólicos en las propiedades
ga una «crucial indeterminación» de los hechos sociales. Es- intrínsecas de las cosas que ellos mismos designan.
t.o recuerda esa «arbitrariedad de lo social» defendida en el Pero, cuidado con las equivocaciones: la referencia de los
pasado por M. Mauss según el modelo saussuriano de la ar- sociobiólogos y otros a las emociones y representaciones, no
bitrariedad del signo. debería confundirse con el objet.o de estudio de los psicoana-
Aquí debemos denunciar una tr ampa. A través de una · listas porque, en este combate, ellos están junt.o a los antro-
serie de inferencias que van de un plano a otro, los sociobió- pólogos. Tal como vimos, a los psicoanalistas no les alcanza
logos sostienen que los comportamientos, los afect.os, las . con las explicaciones que reducen los hechos psíquicos a sus
representaciones y los pensamient.os dependerían de la or- .· mecanismos biológicos subyacentes. Y si bien abogan por
ganización biológica. Ergo, adivinamos lo que sigue: las es- . cierta aut.onomía de lo psíquico, también están dispuest.os a
tructuras sociales en relación con tales. dat.os estarían bio- , a dmitir otro tipo de aut.onomía para lo cultural. El pase má-
lógicamente determinadas. Y volvemos a toparnos con el ·; gico consiste aquí en referirse a dat.os vinculados con lo psí-
mismo cuestionamient.o ambiguo alrededor de lo simbólico. { quico para oponerlos a los que enfatiza lo cultural, a fin de
El manejo de los símbolos se aplica tant.o a la matemática 1 producir, en un segundo tiempo, un cortocircuit.o que «expli-
como a lo sagrado. Ahor a bien, ¿se trata de la misma cosa? ¡ que» lo psíquico oomo simple traducción de lo biológico.
¿Debemos ignorar los salt.os mutativos entre causalida~. i
biológica y causalidad psíquica y entre esta última y la cau-"]
salidad social? Hay que distinguir la capacidad de proce- 7
sar símbolos, independie~~mente de t:oda relación co? l~;J La convicción estructural
concret.o (símbolos matematicos) y otro tipo de procesam1en- ·~
t.o simbólico que se definiría por su propiedad de_ tr~sfor; .i La larga argumentación que dedicamos a Lévi-Strauss
mar lo concret.o (el arte, las creencias, etc.). Este ultimo ~ está lejos de satisfacer completamente nuestra necesidad
pect.o no goza de la misma «gratuidad» que el anterior. Eje~·. de claridad. Quedan todavía por explicar los poderosos fun-
ce una presión cuyo product.o es la simbolización, dado qu•; dament.os de la adhesión a la posición estructuralista, pero
tiene por fuente a la realidad psíquica. Podría hablarse de~ no podemos extendernos en detalle sobre los pormenores
exigencia de trabajo impuesta a la abstracción como co~. de dicha opción. A guisa de conclusión provisoria, algunas
secuencia de su ligazón con lo concret.o, parafraseando así la: observaciones aclararán nuestras reflexiones. A poco de
definición freudiana de pulsión.71 •· nacida, la antropología descubrió la sistematicidad de cier-
l t.os aspect.os de la vida social. Una observación de esta índo-
70 M. Sahlins, The Use and Abuse of Sociobiolcgy. An Anthropologicali le está en el origen del estudio del parentesco, inaugurado
Critique of Sociobiology, 1976; tra~ucción d: J.-F. ~berts, Critique de lo 1 por L. H. Morgan. El descubrimient.o fue primero confirma-
sociobiologie. Aspects anthropologzques, Pans: Galhmard, 1980. i do por otros investigadores y luego completado por la reve-
71 ·L'exigence de travail im~sée au psy~hique en co~séquence de .., lación de sistemas que no habían sido estudiados por Mor-
liaison avec le corporel• (•Puls1ons et destins des p.uls1on~·>. en .M!!:J
psychologie , t raducción de J . Laplanche y J.-B. Pontahs, Pans: Gall1m_ l
gan. Perpetua recuperadora, la ideología no tardó en meter -
11e en la conversación, alcanzando al propio Morgan, quien
1968, pág. 18. 1
1

180 181
sin embargo primero tuvo las mejores intenciones respec- Thom opone la «saliencia», como expresión de lo discontinuo
to de esos queridos indios que habían suscitado sus reflexio- (sobre el cual se apoya Lévi-Strauss), a la «pregnancia», co-
nes. No necesitó mucho tiempo para convertirse en el adalid mo expresión de lo continuo (y por ende, de la afectividad,
de una teoría racista según la cual la raza blanca represen- agrega Thom). Este autor presenta la primera articulación
taba la culminación del recorrido evolutivo, y eso pese a la coherente y convincente de los dos registros de fenómenos
exactitud con que había descripto el sistema de parentesco que son objeto de nuestra reflexión.
crow-omaha. 72 Los hechos demostrarían que también otros Ahí está el problema: ¿cómo hacer coexistir fenómenos
aspectos de la vida social podían interpretarse en forma de que exhiben estructuralmente un sistema con otros que no
poner en evidencia uno o varios sistemas: las Mitológicas se pliegan al mismo tratamiento porque difieren en su orga-
nacieron de esta inspiración y el genio de Lévi-Strauss, a nización, lo cual no significa que no estén organizados? Este
pesar de algunas oposiciones en orden disperso, logró impo- es un punto que hoy se plantea en disciplinas muy diversas,
ner ampliamente sus puntos de vista. En páginas anterio- que van de la filosofia (P. Churchland, H . Putnam, R. Thom)
res hemos mostrado algunos motivos del desacuerdo que los al psicoanálisis, pasando por muchos intermediarios. Entre
psicoanalistas mantenían con él, pero nunca pretendimos estos, la antropología, la sociología y la historia participan
impugnar la validez de sus descubrimientos. En verdad, del debate. Lo menos que se puede decir es que esos campos
nos hemos limitado a señalar nuestro disenso respecto de del saber no siempre responden en el sentido deseado por
las conclusiones generales que él sacaba al extrapolar en Lévi-Strauss. No debe asombrarnos entonces que tanto el
demasía la enseñanza de los hechos. parentesco como los mitos se organicen en estructuras. ¿De-
En ese punto, el pensamiento de Lévi-Strauss, que se be negarse por lo tanto que el mito se arraigue en un pensa-
pretende ejemplar y de una cientificidad sin fallas, sobre- miento que procesa datos venidos de un inconsciente, el úni-
pasa un poco los límites de su rigor. Existe una comuni- co en dar consistencia, sentido y organización a lo que esos
dad científica de gran vnstedad (¿no es esa la marca misma datos expresan como deseos, creencias y anhelos, siguiendo
del estilo científico y de las exigencias del método?) que el modelo de la omnipotencia del pensamiento? ¿Es contin-
-cuando se trata de conocer el psiquismo humano- pre- gente que el mito gravite en torno de temas como el sexo, la
tende encontrar la salvación sólo en el austero y virtuoso muerte dada o recibida y la diferencia de sexos y generacio-
desarrollo de una razón analítica (Kant retorna con toda su nes? ¿Qué obcecación embarga a ciertos pensadores cuando
fuerza, y con él la razón, cuando no es práctica, es pura). La defienden opiniones tan opuestas a cualquier examen im-
razón pura, esa que supuestamente da cuenta de la esencia parcial de los campos en que son considerados los más ex-
de lo cognoscible en materia de psiquismo, sólo tiene reali- pertos exploradores? Por desgracia, el psicoanalista nada
dad en el espíritu de sus adeptos. Y si de buscar garantes y puede hacer, y sólo le queda desplegar lo que tiene el deber
cauciones se trata, no es cuestión de ponerse bajo el para- de decir, esperando que el tiempo le haga justicia. Pero ni si-
guas de alguien más científico que uno. Porque, si leyéra- quiera eso es seguro. Aristarco de Samos esperó cerca de
mos mejor a los autores que nos sirven de padrinos, vería- veinte siglos antes de que se reconociera la justeza de sus
mos que sostienen ideas totalmente opuestas a las que que- ideas.
remos promover. Así R. Thom, en quien querría apoyarse No pretendemos que el psicoanálisis tenga respuesta
Lévi-Strauss, sitúa la afectividad en el plano inicial de lo para todo y que diga la verdad de las verdades. Ni tampoco
humano y de ningún modo pretende que la actitud formali-
zan te del espíritu del hombre la «canalice».73 Al contrario,
72 Véase M. Godelier, «L'Occident, miroir brisé. Une évaluation partielle desarrolla su argumentación desde la anatomía botánica hasta las ma-
de l'anthropologie sociale assortie de quelques perspectives•, Annales, temáticas, cubriéndose con la autoridad del "eminente matemático•. En
septiembre-octubre 1993, nº 5. Esquisse d'une séméwphysique, obra publicada años después, R. Thom de-
73 Véase C. Lévi-Strauss, ·Une petite énigme mythico-littéraire•, Le fenderá el concepto de pregnancia , esencialmente a poyado en la afecti-
temps de la réfiexi-On, 1, 1980, págs. 133-41, que trata de los cólquidos y vidad.

182 183
que hoy estemos en condiciones de proceder definitiva y cosa. Ya se sabe, lo inaceptable del determinis mo psíquico
completamente a esa puesta en perspectiva tan necesaria en la infancia, el Edipo, las pulsiones -y ante todo la sexua·
para pensar la psique. Pero consideramos que el ostracismo lidad-, todo ese fárrago que había que sacarse de encima
respecto del mundo de que habla el psicoanálisis, y la exclu· haciendo una vehemente protesta antiedípica, negando la
sión, llevada a cabo por la ciencia, del modo de pensamiento herida narcisística de las fijaciones a las zonas erógenas. Es
que le es propio, es signo de la fuerza inconmensurable de por eso que Lacan, cercano a Lévi·Strauss en más de un as·
una renegación que cobró aires dogmáticos bajo la batuta de pecto, fue recibido como un libertador. ¡Por fin un incons·
las eminencias del saber oficial. Y, desde luego, no podría· ciente limpito como un lenguaje! ¡Si el inconsciente está
mos responsabilizar al antropólogo de decisiones que no estructurado como un lenguaje, entonces sí! 'Ibdo quedó pa·
está en su poder controlar.74 Algún día se entenderá que tas arriba entre la calle Cabanis y la calle de Ulm. Expulsa·
el estructuralismo de Lévi·Strauss cumplió su parte en el do de Sainte·Anne, del «loquero» -que él conocía bien-,
desarrollo de concepciones que más tarde sostuvieron Lacan encontró refugio en la Escuela Normal Superior, tan
enfoques netamente antipsicoanalíticos. Un hilo enlaza el poco normal pero sin embargo tan contenta de haber encon·
pensamiento más profundo del antropólogo con las i~eas trado un maestro suplente justo cuando tambaleaba la ra·
mecanicistas que se enorgullece de defender Jean·P1erre zón del marxismo·leninismo. Hoy, muchos de los partida·
Changeux, autor de El hombre neuronal, en una lucha ideo· ríos de la nueva ideología tratan de hacer olvidar su fe en el
lógica que no tiene nada de la serenidad y la objetividad feliz mañana. Cambiaron de canción pero siguen creyendo
consideradas de rigor entre nuestros virt~osos científicos. en el mañana, sólo que esta vez a la hora fijada por la cien·
Se me podrá decir que someto al autor de El pensamiento cia. El materialismo cientificista ocupó el lugar del antiguo.
salvaje a unjuicio injusto. Sería un error creerlo. En una vi· El materialismo de Freud, reivindicado por él y sus suceso·
sión muy impersonal, considero que el pensamiento de Lé· res, será asfixiado acusándolo de ocultar una metafísica.
vi·Strauss es un síntoma de la cultura francesa de la segun· Entonces sí podemos entender, peso n los muchos testi·
da mitad del siglo XX. Dejando totalmente de lado su res· monios que Claude Lévi·Strauss rinde a Freud -quien «lo
ponsabilidad personal, evalúo la obra ubicándome en un hace pensar»-, que su empresa teórica, por fecunda que
punto de vista ideológico y tomando en consideración el con· haya sido en el terreno de los fenómenos estudiados, no
junto estructurado de las posiciones teóricas defendidas en puede deshacerse de su subyacente espíritu de cruzada. Es·
ciencias humanas. En esta ocasión, sitúo la «convicción es· ta empresa se yergue contra la idea de un inconsciente freu·
tructural» dentro de las ideas dominantes de nuestra época, diano inseparable de los conceptos relativos al significado y
viendo en ella una reacción contra la historia y la dialéctica. no sólo al significante, al afecto y no sólo a la combinatoria,
Y también contra el psicoanálisis: Marx y Freud. En cuanto al contenido y no sólo a la forma, y, para terminar, a la se--
a Marx, se entiende: tantas de nuestras cabezas pensantes mántica y no sólo a la sintaxis. El presente parece indicar
perdieron la brújula -no es un reproche- que su arrepe~· que ya se empieza a entenderlo así.
timiento cobró formas que las dispensan de toda autocrítí·
ca. Después se cuestionaron los materialismos históricos Y
dialécticos que alimentaron las ilusiones de los más tena·
ces. En fin, ¿pero por qué Freud? ¡Ah, Freud! Freud era otra El psicoanálisis entre la espada y la pared
Los psicoanalistas no podían seguir conformándose mu·
74 Qué pensar sin embargo de esto: «Los mitos analizados en La poli.ere
jalouse [...) ofrecen el picante ingrediente de prefigurar las teorías psico-
cho más tiempo con las elaboraciones de Freud, por genia-
analíticas. Se debía evitar que los psicoanalistas se apoderaran de ellos les que estas sean. Llegó un momento en que fue necesario
para encontrar legitimación•, C. Lévi-Strauss, D. Eribon, De pres et ck mandar a alguien a ver qué estaba pasando afuera. La ta·
loin, París: O. Jacob, 1988, pág. 150. rea fue asumida por Roheim y dio por resultado una obra

184 185
considerable75 de la que cabe preguntarse por qué sus pares tas y antropólogos el tema de la sexualidad se trate con más
la silencian tan a menudo. Tal vez con esta omisión estén detalle.
significando su total desaprobación. Es imposible citar aquí El debate sobre el parricidio ya ha empezado a dar seña-
los bellos análisis de ese psicoanalista que ejercía en el les de vida.78 Pierre Kaufman mostró en forma precisa la
terreno y mostraba una notable fineza en aplicar ideas psi- significación del concepto de asesinato del padre, que no só-
coanalíticas al estudio de una sociedad dada, entre las más lo es indispensable a título de su participación en el comple-
antiguas que se conozcan. Más tarde, B. Bettelheim reto- jo de Edipo, sino que, a ojos de Freud, sería el fundamento
maría algunos análisis de ritual en lo que llamó «heridas mismo del lazo colectivo. «'lbdo proceso que pudiera derivar
simbólicas», en una forma que se presta a controversias.76 de este acto será originariamente y en cada una de sus par-
La vía abierta por Roheim hará unos cincuenta años no tes un proceso colectivo, primeramente, en refuerzo del sen-
despertó vocaciones, con la notable excepción de G. Herdt. timiento de culpa>>.79 En general, los antropólogos no se han
Este antropólogo se aseguró la colaboración de R. Stoller, ocupado mucho de analizar el sentimiento de culpa. Prefie-
cuya especialidad es el estudio de las relaciones entre sexo y ren atribuirlo al monoteísmo judeocristiano y lo ven ejer-
género. Ambos autores señalan la pobreza de los estudios cerse menos en las sociedades sin escritura. Sin embargo, se
etnográficos sobre sexualidad y muy en particular sobre lo adivina cuando se analizan los ritos y los mitos de todas
erotismo: 77 lo «íntimo» escapa a la investigación. Contraria- ellas, si bien las formas que asume son más veladas. Aun
mente a lo que nuestras fantasías podrían hacernos creer, así, es cierto que cuando se comprueba su presencia, esta no
en las sociedades primitivas la sexualidaq es objeto de pres- siempre se halla ligada al asesinato del padre. El asesinato
cripciones que limitan en mucho su libre ejercicio. En algu- (disfrazado) de la madre sí da nacimiento a prácticas que
nas de las sociedades estudiadas por B. Juillerat, la sexua- pueden interpretarse en tal sentido. ¿Habría sociedades sin
lidad sólo puede practicarse fuera del poblado, en el bosque sacrificio? La respuesta es sin duda negativa. Es verdad que
-así no sería codificable-- de manera bastante estereoti- el sentimiento inconsciente de culpa en pacientes en análi-
pada y sometida a una severa censura respecto de quienes sis es dificilmente interpretable más allá de sus connotacio-
quisieran ponerse en voyeuristas o se encontraran acciden- nes edípicas más directas. En El malestar en la cultura
talmente en esa situación. Pero eso no es todo: mejor no Freud dice que el sentimiento inconsciente de culpa es ante-'
tocar mucho el tema, como si la sexualidad pudiera pro- rior a las manifestaciones agresivas, pese a que un razona-
vocar en los elementos naturales reacciones catastróficas miento lógico llevaría a considerarlo posterior.
imprevistas. El aficionado a las estructuras observa el mis- Citemos, por último, el trabajo de Eugene Enriquez, cu-
mo silencio, inmerso como está en el cálculo erudito de los yo pensamiento está tan cerca del psicoanálisis que bien po-
sistemas de parentesco; tiene poca inclinación por ese modo dríamos situar su trabajo en este campo. Después de reexa-
de pensamiento sin duda demasiado mágico a sus ojos. Es minar el conjunto de los escritos freudianos sobre el lazo so-
de esperar que en las futuras discusiones entre psicoanalis- cial, el autor se volcó a la temática del Estado, focalizando
su atención más que nada en la relación con el poder. Una
sorprendente continuidad une el grupo restringido de los
75 G. Roheim, Psychoanalysis aitd Anthropology, Nueva York: Interna-
orígenes a las formas evolucionadas del Estado, susceptible
tional University Press, 1950; traducción de M. Moscovici, Psychanalyse et de tomar a su cargo la violencia mítica del jefe de la horda.
anthropologie, París: Gallimard, 1967.
76 B. Bettclheim, Symbolic Woonds, Glencoe, Ill: 'fhe Free Press, 1954; La función de lo sagrado creó un mundo a la vez funcional y
traducción de C. Monod, Les blessures symboliques, París: Gallimard,
1971. La edición francesa contiene una discusión de André Green, · De la 78
bisexualité au gynocentrisme», y de J. Pouillon, ..une petite différence?•. Nosotros mismos debatimos ese tema con M. Godelier durante una
77 G. Herdt y R. Stoller, lntimate Communication, Nueva York: Colum- sesión científica de la Sociedad Psicoanalítica de París en octubre de 1993.
79
bia Univcrsity Press, 1990. Agradecemos a B. Juillerat el habernos seña- P. Kaufman, Psychanalyse et théorie de la culture (1976), París: De·
noel, 1985, pág. 147.
lado esta referencia.

186 187
pasional. El monoteísmo hizo brotar un «sagrado trascen- costumbres o ideas sobre la sexualidad.82 Por el contrario,
dente, padre y juez de todas las oosas,,.80 Se subraya el rol no menos impactante es el enceguecimiento pasional de
del pueblo judío en la invención de la culpa. El conflicto es la quienes se vieron llevados a tomar posición sobre estas
esencia misma de lo social, afirma Enriquez, muy freudia- cuestiones. Así, cuando se muestran incapaces de describir
no en ese punto. La construcción institucional no escapa al una realidad corporal que no pueden dejar de ver con los
deseo inverso de destruir las instituciones. A la tendencia ojos de la mente, los anatomistas dictan sus observaciones
unificadora del mundo le responde su incesante fracciona- sin respetar la neutralidad de la mirada. ¿La vagina puede
miento. La relación con el otro es, en efecto, fuente de todas ser otra cosa que un pene hueco o invertido?
estas contradicciones. Relación con el otro, mínima e irre- Los trabajos de autores venidos del campo socioantropo-
ductible a los efectos grupales, que espolea siempre a la so- lógico pusieron en primer plano la necesidad de prevenir las
ciología y nos enfrenta a otras virtualidades de nuestro sis- trampas del occidentalocentrismo. Un antropólogo indio
tema de pensamiento. como Ganath Obeyesekere emprende la saludable tarea de
Volviendo al caso de la sexualidad, y sin atender a las di- criticar el saber de un campo cuya producción pertenece en
ferencias de costumbres y prácticas según las sociedades, su mayor parte a la cultura occidental. Sin embargo, no por
veremos por ejemplo que en una cultura distinta a la nues- eso concluye a favor del relativismo cultural, sino que en
tra, como es el caso de la India, el máximo valor sexual es cambio defiende, tras examinar el material de su propia
adjudicado a la excitación sexual retenida, sin descarga. En cultura, la validez de la posición universalista, fundada en
otros términos: lejos de identificarse con el acmé de la se- las referencias teóricas del psicoanálisis. Aquí, paradójica-
xualidad, la eyaculación signa su declinación. Esto por no mente, debería hablarse de «universalismo relativista... Por
hablar de las funciones fantasmáticas atribuidas al esper- ejemplo, considerar que el Edipo según lo entiende Freud
ma en algunas sociedades primitivas muy alejadas de nues- representaría una variedad entre otras, organizadas en
tro modo de pensar. Ejemplar al respecto es el caso de Siva, distinta forma (tal.como lo muestra la cultura india) y cuya
luminosamente explicado por el trabajo de Wendy Doniger. constelación de conjunto remitiría a una galaxia edípica.
Más allá de las oposiciones entre ascetismo y deseo, para Señalemos, no obstante, que esta última sólo podría pensar-
el caso más asociadas que contrapuestas, la divinidad en- se través del concepto que remitiera a ella, el único en po-
carna la función «de opuestos correlativos que actúan como der dar cuenta de su despliegue expansivo y diversificado.
identidades intercambiables en las relaciones esenciales».81 G. Obeyesekere valoriza las nociones de intencionalidad y
Por cierto, la solución no consiste en imponer una tradición motivación profunda (inconscientes). La antropología social
cultural que domine a las otras, así como no se conforma- inglesa y el pensamiento estructuralista hicieron pasar a
ría con una simple coexistencia. Lo que debe explicarse es segundo plano esas referencias por medio de un cambio
la posibilidad, contenida en el concepto, de producir formas que el autor considera regresivo. Las redes de significación
aparentemente tan alejadas unas de otras. El abordaje so- evidenciadas por la socioantropología dispensan de saber
ciológico de la sexualidad jamás podría sustituir a las pers- quién las tejió. «El pensamiento estructuralista rechazó ra-
pectivas psicoanalíticas, incluso aplicadas a amplia escala, dicalmente la noción de motivación y la importancia del
pero la lectura de una obra epistemológica e histórica como sujeto, si bien postula una suerte de inconsciente colectivo
la de Thomas Laqueur contribuiría a que los psicoanalistas que subyace en la formación y transformación de las estruc-
reflexionaran sobre sus propias conclusiones, siempre sus- turas».83 Esta observación adquiere máximo interés si re-
ceptibles de ser revisadas con el cambio de normas sociales,
82
T. Laqueur, Making Sex, Body and Gender, from the Greeks o( Freud,
80 E. Enriquez, De la horde a l'Etat, París: Gallimard, 1983, págs. 442-3. Cambridge, MA: Harvard College, 1990; traducción de M. Gautier, La fa·
81 W. Doniger, Ascetism and Eroticism in the Mythowgy of Siua, Lon- brique du sexe, París: Gallimard, 1992.
dres: Oxford University Press, 1973; traducción de N. Ménant, Siua, éroti- 83 G. Obeyesekere, The Work o( Culture, Chicago: Chicago University
que et ascéti,que, París: Gallimard, 1993, pág. 53. Press, 1990, pág. 286.

188 189
cordamos que el autor centra su idea de un trabajo de la cul- Pueblos y lenguas
tura en la cuestión de lo simbólico, poniendo en perspectiva
el simbolismo individual, tal como lo profundizó el psicoaná- H ace unos cuarenta años, L. Cavalli-Sforza se propuso
lisis con el estudio de las neurosis, y el simbolismo cultural, localizar la cuna de las poblaciones humanas y tratar de re-
específicamente tributario del trabajo cumplido en el nivel constituir las vías migratorias que estas recorrieron al dis-
colectivo y tradicional. Desde luego, Obeyesekere formula persarse por el globo.85 Esto equivale a erigir un árbol ge-
numerosas críticas a la teoría freudiana (tampoco se priva nealógico de la humanidad estableciendo los grados de pa-
de cuestionar los postulados biologizantes del maestro de r entesco entre aquellas poblaciones. El autor descubrió que
Viena, que se explican mejor si se los refiere a la psicopato- el árbol concordaba con otros dos. El primero incluía un
logía) y subraya cierta incapacidad del pensamiento psico- número menor de poblaciones determinado sobre bases ge-
analítico para pensar lo cultural. Pero el debate que abre néticas, y el segundo constituía un árbol de las familias de
este a utor, al reconocerle un lugar central al psicoanálisis, lengua. Durante la mayor parte de su prehistoria y su his-
valoriza este pensamiento en un contexto donde muy rara- toria, la especie humana se organizó en tribus formadas por
mente se lo tiene en cuenta. grupos de personas estrechamente emparentadas. Las len-
Partiendo del presente, es decir, de la realidad en que guas suelen servir para identificar tribus y estas a su vez
estamos inmersos, del mundo que escapa a nuestra influen- permiten una clasificación poblacional (aproximada). Lo
cia dada la insondable complicación que lo gobierna, hemos que diferencia a las poblaciones es la frecuencia con que se
considerado aspectos que ponen en evid~ncia los progresos observan ciertos genes. La diferencia (o distancia) genética
de la ciencia y de la técnica, muchas veces utilizados con entre dos pueblos es más grande a medida que su separa-
fines de dominio y destrucción. También prestamos la ma- ción es más antigua. L. Cavalli-Sforza y A. Edwards estu-
yor atención a hechos relativos a los pueblos sin escritur a, diaron quince poblaciones que presentan un «camino gené-
sobrevivientes de una historia fría, lo cual significa débil- tico mínimo». Cuando se proyecta el árbol en cuestión sobre
. mente evolutiva, examinando algunas de las teorías que se un mapa del mundo para situar en sus extremos los hábi-
esforzaron en dar cuenta de su condición, su organización, tats actuales de los pueblos, este árbol corresponde aproxi-
y del sentido que vehiculan hasta llegar a nosotros. Todo es- madamente a las antiguas migraciones reconstituidas por
to dio lugar a ricos debates encaminados a delimitar una , los antropólogos. Se cree que la difusión con origen enAfrica
realidad no menos compleja. Es imposible ignorar las refe- (menos de cien mil años)86 habría llegado a Asia (menos de
rencias indirectas de las sociedades sin escritura que sobre- sesenta mil), luego a Europa (menos de treinta y cinco mil),
vivieron a una historia en perpetua transformación a la al Nuevo Mundo (menos de quince mil/treinta/cinco mil)
cual esos pueblos lograron escapar, ofreciendo de este modo y al Pacífico (inferior a cuarenta mil). La ampliación del
a nuestra observación un pasado que casi no ha sufrido mo- muestreo sobre los genes (más que sobre los caracteres que
dificaciones. Ahora vamos a trasladarnos al polo opuesto del , expr esan) confirma los resultados anteriores. Incluso es
balancín: el de la historia, e incluso la prehistoria. Porque, · posible determinar la parte correspondiente a los genes ma-
así como el psicoanálisis da enorme importancia a los pri- ternos (transmitidos por las mitocondrias), lo cual facilita
meros años de la vida, es lógico que se interese por las hue- mucho los cálculos (árbol mitocondrial). No obstante, algu-
llas que dejaron las primeras épocas del hombre. En este nos piensan que el hombre moderno apareció más tempra-
aspecto, hasta los propios prehistoriadores se interesaron no y simultáneamente eri varias poblaciones del Viejo Mun-
por el pensamiento psicoanalítico.84 do. Las migraciones fueron causadas por cambios ambien-
85 L. Cavalli-Sforza, •Des genes, des peuples, des langues•, Pour la
science, nº 171, enero de 1992.
&I Véase •L'enfance de l'art•, conversación con Denis Vialou, Le Monde, 86
Recordemos que la especie humana se separó del chimpancé hace
2 de marzo de 1994. cinco millones de años.

190 191
-
tales. El hombre moderno habría aparecido antes de las pri- y horizontalmente. La perspectiva de Cavalli-Sforza fue
meras migraciones asiáticas hacia el continente americano criticada subrayándose las causas perturbadoras de la dife-
por el estrecho de Bering, mientras que la colonización del renciación genética. Pero, en su conjunto, se admite la tesis
Pacífico debió esperar hasta el descubrimiento de la nave- siempre y cuando el método se oriente hacia una mayor in-
gación marítima. La colonización europea habría sido ini- terdisciplinariedad a fin de conocer mejor la heterogenei-
ciada por los vascos y se debería a agricultores neolíticos lle- dad de los factores enjuego.88 El mérito de estos datos está
gados de Medio Oriente, que importaron consigo las len- en afinar nuestras observaciones sobre las influencias recí-
guas indoeuropeas. procas entre la causalidad natural y la cultural, mientras
Aunque registre fracasos -o sencillamente no aclare de- que la causalidad psíquica se inscribe en su punto de cruce.
masiado las cosas- a veces el método se muestra notable- Faltaría precisar las relaciones entre lengua y cultura. Ahí
mente eficaz. Así, las cuatrocientas lenguas de la familia está la posible fuente de confusión entre la organización de
bantú se corresponden con las fronteras tribales y con las los datos que entran en juego para entender un problema
afiliaciones genéticas. dado y el uso del único saber disponible para resolverlo.
En 1988, Cavalli-Sforza construyó el árbol representan- Desdeñar los límites de nuestro saber puede inducirnos a
te del emparentamiento genético y lingüístico de cuarenta y conectar el problema dado y el saber disponible en una re-
dos poblaciones, que mostraba una coincidencia sorpren- lación necesaria y suficiente, formando así hipótesis ad hoc.
dente: «¿Por qué es tan grande el paralelismo de las evolu- Señalemos de paso que el vínculo entre lenguaje y cultu-
ciones lingüísticas y genéticas? La respµesta está en la his- ra incidió muy fuertemente en algunas opciones teóricas. Si
toria de las poblaciones y no en la genética, puesto que, si Lévi-Strauss se apoyó mucho en determinada concepción
bien los genes no determinan el lenguaje, las circunstancias del lenguaje -el modelo saussuriano del signo y el jakobso-
que rodean el nacimiento de los individuos determinan la niano, basado en la fonología- fue porque el lenguaje, como
lengua que aprenderán».87 Los genes y las lenguas de cada la prohibición del.incesto, es un rasgo que contribuye a la
subgrupo evolucionan conservando huellas de su origen co- demarcación entre el animal y el hombre, y por lo tanto, en
mún, de modo tal que la correspondencia entre genes y len- cierta medida, entre naturaleza y cultura. Y si por su lado
guas queda establecida. Se ve entonces que la causalidad , Lacan, fortalecido por ese precedente, siguió una dirección
biológica no es directamente determinante de las lenguas y, :¡ análoga, fue también por ha ber expresado siempre su de-
por ende, de las culturas. J sacuerdo con cierto biologismo del pensamiento freudiano.
Dos casos particulares merecen ser examinados: la sus- ~ Pero hoy ya no nos cuesta reconocer que la cuestión es mu-
titución de lenguas (abandono de la lengua ancestral en be- .; cho más complicada.
neficio de una nueva, por ejemplo en el caso de la inmi- '1
gración) y sustitución de genes (mezcla de poblaciones). La ;
primera es brutal; la segunda, gradual. La sustitución lin- \
güística es el resultado de migraciones conquistadoras pero, ~ En el origen, los dioses
si bien el fenómeno juega también por el lado genético, de- '
penderá de la proporción entre conquistadores y conquista- ; Cuando la invocamos, la prehistoria siempre nos debe
dos. Se observa otra vez la diferencia entre causalidad socio- . hacer pensar en la edad que tiene. Se remonta a dos millo-
antropológica y causalidad biológica. Sin embargo, la co- ' nes de años atrás, pero sólo hace unos treinta mil, en el Pa-
rrespondencia entre genes y lenguas subsiste pese al efecto leolítico superior, aparece, entre el Atlántico y los Urales, un
de sustitución, pero, mientras que la transmisión genética arte que descorre un tramo del espeso velo que oculta las
es exclusivamente vertical, la cultura se transmite vertical mentalidades de los hombres y mujeres de la época. Ya pue-

88 Véase L. Excoffier, pág. 33.


87 L. Cavalli-Sforza, pág. 32.

192 193
den percibirse las huellas del denominado sentimiento •<re- que cabezas y piernas están subrepresentadas. Variaciones
ligioso» (Leroi-Gourhan). Pero se trata de un arte de du- climáticas habrían acabado con este arte.
ración limitada, pues desaparece al cabo de veinte mil años. La ulterior civilización natufiana surge de un pueblo de
Es reemplazado en la distante región de Siria y Palestina, cazadores-recolectores sedentarios, estableciéndose así los
donde tiene lugar la «revolución neolítica», hacia el año primeros poblados. El arte que aparece entonces se expresa
8000. Con el Neolítico sobreviene un cambio caracterizado a través de estatuillas de piedra y mangos de utensilios es-
por la aparición de «divinidades», contemporánea a su vez culpidos. Una vez más, las especies representadas no están
de cambios socioeconómicos y técnicos (primeros poblados, en estrecho paralelismo con las consumidas. Las represen-
nacimiento de la agricultura y la ganadería, trabajos en pie- taciones son de un simbolismo más oscuro, pero no hay cam-
dra y arcilla). Tenemos la posibilidad de conocer esa «ideolo- bio decisivo con relación a las figuraciones de la época ante-
gía» gracias a las producciones que ella misma dejó. Lejos de rior. Pronto nacerá la agricultura, en el IXº milenio. Se ins-
ser estática, cambia desde el Paleolítico superior europeo, al tala una verdadera organización urbana correlativa al de-
que le sigue el arte de los últimos cazadores-recolectores del sarrollo de la agricultura y la ganadería, que aparecen sin
Cercano Oriente y, finalmente, el del Neolítico de la misma que ninguna presión externa lo explique. Las dos «mitades»
región. Estas exploraciones son importantes no sólo por citadas (masculina y femenina) dan paso a una figuración
brindarnos un singular universo mental, sino por permitir- más compleja donde dos símbolos cobran relieve: la mujer
nos comprobar el nacimiento de fenómenos interiorizados y y el toro. ¿Puede verse allí una transformación del acopla-
elaborados psíquicamente, lo cual brinda_de paso las claves miento anterior con metaforización en torno del falo?90
del simbolismo primitivo y de las proyecciones sobre el me- Dominarán las representaciones femeninas (de piedra y
dio natural en determinadas condiciones. terracota), bastante parecidas a sus antecesoras, pero con
Ahora bien, gracias a A. Leroi-Gourhan aprendimos a un nuevo predominio. A partir de ese momento, la figura
desconfiar de las conclusiones simples. Las especies más re- humana se impon~ en la representación. Paralelamente, el
presentadas en las paredes de las grutas del arte francocan- toro emerge de entre las demás especies animales para
tábrico no coinciden con las especies más cazadas (el argu- imponerse en la figuración. Se constituye una pareja diosa-
mento utilitario pasa detrás de otro, más enigmático). Ade- toro (VI° milenio). La idea más comúnmente aceptada ve en
más, de conjuntos que parecen librados al azar emerge esas representaciones femeninas preocupaciones relativas
un orden que remite a un «sistema coherente de significa- a la fecundidad: pero en realidad dichas representaciones
ciones».89 El primer eje clasificatorio opone dos mitades ' parecen preceder - aunque sea por poco- a la agricultura.
«masculina» y «femenina», con lo cual el psicoanalista ve Del mismo modo, el culto del toro antecede a la caza especia-
confirmadas sus ideas. Sin embargo, las representaciones lizada y a la domesticación del animal. En suma, la elabora-
no sugieren la presencia de elementos divinos propiamente ción simbólica como fuente de representación anticipa ac-
dichos: los animales están inactivos, hay escasez de figuras ciones reales.
humanas, y cuando es representado, el hombre aparece dé- ¿Puede hablarse de divinidades propiamente dichas? En
bil, amenazado, herido. En cambio, la imagen femenina es todo caso, ya está obrando el fantasma simbólico: el toro da
estilizada -se habla de una «Venus aurignaciana»- y se nacimiento a representaciones en las cuales se lo ve herido
marcan los atractivos femeninos, caderas y torso, mientras (sin que la herida parezca relacionarse con la caza o la ali-
mentación). Los temas figurativos representan a la mujer
con la cabeza echada hacia atrás y ojos de serpiente que le
89 J . Cauvin, • L'apparition des premieres divinités•, La Recherche, dan una expresión extrañamente inquietante. Esa repre-
1994, nº 18, diciembre de 1987, pág. 1474. En cuanto a lo que sigue, •mitad sentación tiende a generalizarse: si bien está presente, la
masculina, mitad femenina~, se trata de denominaciones concernientes
a una clasificación simbólica, no a una distribución basada en las diferen·
cias sexuales biológicas. 90
Alain Daniélou, Le phallus, Pardes: Puiseaux, 1993.

194 195
dimensión de fecundidad no es la única. Hay «humaniza- tes que el hombre. La metaforización queda instalada desde
ción» de la figura. Se impone a la observación ese carácter el primer momento. Que el toro sea símbolo de potencia fáli-
divino del cual cabía dudar en el pasado. La asociación de la ca parece claro. Pero ¿por qué razón tal potencia no tiene fi-
representación femenina con una pantera sugiere la idea de gura humana desde el principio? Cuando esta por fin se pre-
una «Reina de los animales salvajes». Hay jerarquización senta -haciendo pareja con el toro bajo la forma del barbu-
del universo simbolizado. A veces, la diosa se representa do-, prefigura un dios de la tormenta (desencadenamiento
sobre cráneos de toro superpuestos. En otros casos apare- de elementos celestes) antes de señalarse como divinidad
ce desdoblada, dando a luz a un segundo personaje. En oca- paterna. ¿Sería indicio de esa metáfora paterna invocada
siones un cuerpo tiene dos cabezas. Subordinada a la diosa por Lacan y por eso mismo de una interpretación mucho
aparece una segunda figura: la de un hombre barbudo ca- más simbólica que en lo referido a la divinidad materna? En
balgando un toro, prefiguración del dios de la tormenta. La el caso de esta no falta metaforización, ya que es caracteri-
gran deidad reina de los animales salvajes tiene el poder de zada como «Reina de los animales». Pero con el toro-falo, la
domar a las potencias peligrosas y mortales para el hombre. «humanidad» se borra detrás de una potencia animal y se-
Es altamente significativo que la aparición de las nuevas fi- xual que significa la vida, la fuerza, el poder reproductor y
guras sea anterior y no posterior a las conmociones de or- agresivo, todo a la vez, anunciando su sede celestial: el cam-
den material: la ideología se está anticipando a los cambios po cubierto se va volviendo más amplio, más indetermina-
reales. do, más alusivo. ¿Debemos ver ahí ya la manifestación de
En apariencia, el arte refleja un hecho de carácter psí- una angustia de castración expresada por su contrario? Por
quico. Lo sagrado ya no se percibe en el 'mismo nivel del mi parte, no temería pensarlo. ¿Sería posible llegar a soste-
hombre sino «por encima» de él.91 La divinidad madre domi- ner que la figuración paterna está ausente -reemplazada
na aquello que el hombre teme. Más aún: que posea ciertos por el toro- porque el padre ya está muerto? Se puede pen-
atributos animales (la piel de pantera como adorno) le con- sarlo, aunque el acto asesino no sea testificado por las re-
fiere la potencia del animal temido y vencido. También ahí presentaciones, como tampoco lo es la relación sexual entre
el arte parece reflejar un hecho de carácter psíquico. La ela- humanos, o sólo lo sea excepcionalmente.
boración simbólica se sitúa más allá, en el encuentro de los A. Gibeault y R. Uhl propusieron interesantes reflexio-
contrarios vida y muerte. nes sobre las relaciones entre la simbolización y la repre-
En el Neolítico pierde vigencia cualquier duda respecto sentación gráfica, prolongando de esa manera los trabajos
de un pensamiento auténticamente religioso; la compleji- de Leroi-Gourhan. Es llamativo que, de entre todos los
dad de lo simbólico parece ser testigo de la constitución de grandes pensadores de la década del sesenta, sólo este úl-
un nuevo orden de signos que en adelante se llamará «lo re- timo haya dado muestras de alguna comprensión de las
ligioso», como organización de lo sagrado. Todo esto mani- ideas psicoanalíticas.92 No tuvo miedo de escribir que los te-
fiesta la formidable potencia de lo imaginario, sin el cual lo mas surgidos del arte paleolítico solicitan en forma más di-
simbólico no tendría nada que significar. Está claro que los recta el aporte del psicoanálisis que la historia de las religio-
mitos y las creencias religiosas deben formar parte de cual- nes. 93 La celebridad del prehistoriador, contrariamente a
quier teorización sobre el psiquismo.
Tampoco podría silenciarse la ausencia de elementos re- 92 También hay que señalar,. hecho tan excepcional como notable, la
lacionados con el tema del asesinato de la divinidad pater- colaboración entre un grupo de prehistoriadores y uno de psicoanalistas
na. Cronológicamente, la madre está primero. Pero no se pertenecientes a la Sociedad Psicoanalítica de París. Justo reparto de
puede postergar más la pregunta por la disimetría en la re- tareas: lacanianos y estructuralistas por un lado, freudianos e historia-
presentación de los sexos: la divinidad madre es figurada dores por otro (ya hemos citado las opiniones de Braudel igualmente
favorables al psicoanálisis).
como mujer, pero su contrapartida masculina es el toro, an- 93 A. Leroi-Gourhan, Le fil du temps, Ethrwlogie et préhistoire, 1935-

91 J. Cauvin, pág. 1479. 1970, París: Fayard, 1983, pág. 361.

196 197
otros, no fue mucho más allá de los límites de su disciplina y <laísmo lucha por una supervivencia constantemente amo-
es una lástima que tanto rigor y modestia hayan sido eclip- nazada, el cristianismo, pese a su expansión en el tercer
sados por plumas más provocadoras. Prolongando el pen- mundo, se encuentra más bien en retroceso y el islam expe-
samiento del autor, otros prehistoriadores se preguntaron rimenta un auge considerable. Este auge tiene incidencias
si las representaciones parietales no son los elementos de políticas y los movimientos islámicos parten a la conquista
un lenguaje. Más precisamente todavía, si no son elementos del poder. Sin embargo, cualquiera sea el lugar, el extremis-
de la primera articulación, de acuerdo con la distinción rea- mo religioso, judío, cristiano o musulmán, muestra las mis-
lizada por André Martinet. Estos constituirían la transmi- mas características: fanatismo, justificación de cualquier
sión de una experiencia a través de una serie de unidades crimen en nombre de la fe jurada, intolerancia, rechazo de
dotadas, cada una de ellas, de una forma y un sentido. Le- soluciones democráticamente negociadas, ignorancia de la
roi-Gourhan hablaba de un «mitograma» cuya estructura ley política en beneficio de la ley religiosa, exclusivismo
diferiría del pictograma, representando a los personajes «no (sólo hay un Dios verdadero, y es el mío, el tuyo es un falso
estructurados linealmente que son los protagonistas de una dios),. invocación mesiánica, ignorancia del presente, intem-
operación mitológica».94 Desde ese punto de vista, la prehis- poralidad, etc. La aparente mayor tolerancia del cristianis-
toria denuncia la actitud positivista que toma por base un mo encuentra su contrapartida en la infalibilidad papal.
punto de partida pictográfico. Esta defiende la idea «de Si bien el pensamiento religioso fue por mucho tiempo
una conquista repentina que representa tanto la aceptación un poderoso móvil de crecimiento espiritual, de lo que la
de una pérdida -una discontinuidad ~ntre el hombre y el cultura es al~ente deudora, hoy el extremismo religioso,
mundo- como el reconocimiento de lo ya presente en una como el extremismo del pensamiento totalitario, es ante
convención social previamente instituida». Nos hallamos en todo el agente todopoderoso de una prohibición de pensar.
los lindes de la representación, en pleno trabajo de lo nega- Eso mismo que Freud ya denunciaba en El porvenir de una
tivo. Al principio estaría, no el fonema, sino el ritmo y tal vez üusión fue amplia.mente confirmado por los hechos.
hasta el ritmo pulsional. Que la actividad simbólica esté ¡· Los valores democráticos, por precarios y criticables que
ligada a la muerte, su común referencia a la ausencia lo . sean -yvaya si lo son- se ven seriamente amenazados por
atestigua. Duelo de la omnipotencia, reconocimiento de la 1 el resurgimiento de los movimientos religiosos. A decir ver-
derrelicción, apertura a la temporalidad, a la significación. . dad, el cristianismo no es el más virulento, y en cambio el
judaísmo y el islamismo se muestran sumamente activos.
1l Pero si comparamos el número relativamente escaso de
adeptos al judaísmo, la masa de islámicos pasó a ser una
Destino de lo religioso fuente de preocupaciones en un contexto de subdesarrollo.
La causalidad psíquica no tiene ahí ninguna realidad:
Un largo trecho separa lo religioso originario de lo reli- porque si bien la «psique» remite al alma, para los creyen-
gioso actual. No será en pocas lmeas como podremos abor- tes el alma está y no puede estar sino en manos de Dios. Por
dar la amplitud de un problema como este. Tampoco corres- nuestra parte, abogamos por un alma «laica» que denomi-
ponde dejarlo pasar, aunque más no sea en razón de la firme , namo~ como tal por oposición a la maquinaria cerebral, páli-
convicción ateísta de Freud. Hoy, los tres grandes monoteís- da cancatura de lo que es realmente el psiquismo. Esa psi-
mos se reparten el planeta y están fuertemente institucio- que j~má.s ?ºdría ser confundida con el alma religiosa de
nalizados según las diferentes modalidades de cada uno de esencia divina. A favor de tales amalgamas, los neurobiólo-
ellos. Pero su situación registra profundas diferencias: el ju- gos quieren relegar a sus adversarios al rango de espiritua-
listas, echándoles la culpa, en intención o en acto de las
94 A. Gibeault y R. Uh!, ..symbolisation et représentation graphique exacciones cometidas por el brazo armado de instit~ciones
dans la préhistoire• (comunicación personal). religiosas que no retroceden ante el asesinato de opositores

198 199
..
!

o de infieles. En psicoanálisis, la categoría de lo religioso La arquipoesía mítica


debe estudiarse como cualquier otra, con espíritu de libre
examen y de controversia. 95 El fenómeno religioso más con- En alguna otra oportunidad sostuve que el mito se podía
forme con las exigencias institucionales, como el que anima entender como un objeto transicional colectivo. 96 Esto no
a las sectas, debe ser igualmente analizado. Porque a través concierne sólo a la tradición oral de las sociedades sin escri-
de ese aspecto puede medirse la potencia ilimitada de las tura, sino que también puede aplicarse a la mitología escri-
ilusiones, las creencias y la servidumbre voluntaria, tan ca- ta. Remontémonos al poema más antiguo, a la arquipoesía
ra a La Boétie. de la más vieja epopeya conocida. Dos tercios de ese poema
Cuando el científico es a la vez creyente, tomamos con- llegaron hasta nosotros, donde se cuenta la historia del gran
ciencia de que la ciencia no protege de ninguna adhesión a hombre que no quería morir.97 Es una lectura prodigiosa.
lo sobrenatural y de que el positivismo hace buena pareja La obra fue escrita en Babilonia (el Irak actual) hace más de
con el espiritualismo. La fe y la ciencia pueden garantizar- treinta y cinco siglos, en el país de los acadios, semitas del
se mutuamente, aunque de aquí al fanatismo religioso hay sur de la Mesopotamia. Estos fueron precedidos por los su-
mucha distancia. Pero no debe perderse de vista que en de- merios, y entre ambos pueblos fundaron una brillante civili-
terminados momentos se está obligado a elegir el campo de zación. No es nuestro propósito analizar en detalle la histo-
acción, como ocurrió en el pasado cuando la ciencia y la polí- ria de Gilgamés, quinto rey de Uruk, ni tampoco volver a si-
tica unían sus esfuerzos. Sabios coronados prefirieron fábu- tuar el universo de los dioses de quienes nació y que son, en-
las políticamente inspiradas a verdades ~ientíficas. Algunos tre otros, Anu e Inana, más conocida por su denominación
que estuvieron -<> están- cerca de los interesados prefie- acadia de Istar. Por otra parte, los mesopotámicos, en espe-
ren todavía hoy olvidarlo. Lo religioso, sobre todo cuando es cial los sumerios, casi no hacían diferencias entre héroes y
monoteísta, se basa en la autoridad. Entre los judíos, el co- dioses. La divinización era conferida a los grandes hombres
mentario de las Escrituras es infinito, pero la relación de una vez muertos. La leyenda no se construyó de un día para
estas con la verdad no se plantea pues la revelación es irre- el otro. Antes hubo relatos - hasta hoy se conocen cinco--
versible. Se puede pensar cualquier cosa sobre la interpre- que tratan cada uno de un aspecto particular de la vida del
tación de lo revelado, pero no cuestionar la revelación mis- héroe. En estos textos que datan del segundo cuarto del IIº
ma. Esa solidificación de la espiritualidad es tan tenaz como milenio, esto es, la antigua versión babilónica, se exponen
inexpugnable es el lugar del Padre. Entonces hoy, frente a la abundantes hazañas heroicas según las leyes del género
imposibilidad de aceptar un mundo sin Dios, y no contando y algunos rasgos retienen la atención del psicoanalista. La
con otro recurso que la inteligencia humana, se gira hacia versión más reciente, denominada <~inivita», sería contem-
otros universos religiosos: el budismo, por ejemplo. poránea de los últimos siglos del Ilº milenio, siete u ocho si-
Estas conclusiones no pueden sino hacemos reflexionar glos después de la primera, y contiene numerosos episodios
sobre lo que dice Freud en cuanto a la necesidad casi inven- ignorados por ella. Ya en los textos más antiguos sale a la
cible de la protección y el amor del padre, necesidad nacida luz la importancia de los sueños. En la mayoría de los casos,
en la infancia y que en ocasiones dura toda la vida. Pero estos son interpretados por la madre del héroe, madre om-
también hay psicoanalistas creyentes ... nisciente, como si sólo ella poseyera las claves del alma de
su hijo, incluidos tanto los suefios de siniestro contenido

96 A. Green, ..Le mythe: un objet transitionnel collectif», Le temps de la


réflexion, I, 1980, retomado en La déliaison, París: Les Belles Lettres,
1992, págs. 147-79.
97 L'epopée de Gilgamés; le grand homme qui ne voulait pas mcurir;
disponemos de la bellísima edición y traducción de Jean Bottéro, París:
95 Véanse los tr abajos de Guy Rosolato. Gallimard, 1992.

200 201
manifiesto como los que presagian éxito. La madre anuncia poemas posteriores- la seducción sexual que emprende
la llegada de un doble, el futuro Enkidu, parecido al héroe y «La Feliz,,, cuyo fracaso acarreará los celos de su horda que
designado primero como servidor de Gilgamés y luego como se le volverá hostil. Previsor, Gilgamés desbarata la manio-
su amigo. Enkidu es el compinche del rey, de quien es una bra. En cambio, quien sí sucumbirá será Enkidu. El cazador
suerte de doble humano no «civilizado» y amante de los pla- que dirige la maniobra ordena a La Feliz:
ceres de la vida. Entra en escena, por así decir, haciéndole el
amor a una cortesana gracias a la cual se humaniza. Hasta ¡Descúbrete el sexo,
poco tiempo atrás solía mamar la leche de las bestias salva- Para que él encuentre allí voluptuosidad
jes. Una vez humanizado, empezarán a gustarle el pan y la Y no sin temor
cerveza, productos de la cultura de los hombres. de apaciguarla!
Seis df,as, La lección a extraer de esta aventura es clara: el placer
Y siete noches, sexual vacía el cuerpo masculino de su fuerza. Mientras que
E n[kidu] excitado, la madre interviene explícitamente en el poema -sobre
Le hizo el amor todo interpretando los sueños del hijo-, el padre está prác-
A la [felizf38 ticamente ausente. (También se supone que el «salvaje» En-
kidu no conoció al suyo.) Al padre debe buscárselo detrás de
Cosa notable, si bien el poema menciona varias veces la disfraces simbólicos. Se lo puede reconocer en los rasgos de
vagina sin necesidad de proceder a ninguna metaforización, Humbaba, potencia aterrorizante.
el pene nunca es nombrado. Por su parte, Gilgamés es pre-
sentado gozando deljus primae noctis. Resumiendo: Endi- ¡Su grito es el Espanto
ku tiene derecho únicamente a la cortesana y Gilgamés a Su boca es de Fuego
cualquier mujer casada. Parece bastante claro que Endiku ·Su aUento, la Muerte!
representa al gemelo «arcaico», apenas humano, destinado
a servir a Gilgamés, que es rey, luego a transformarse en Si bien no hay indicios que lo demuestren, el combate
su amigo inseparable, antes de morir primero que él y en su que opone a Humbaba y Gilgamés tiene la tonalidad de una
lugar, precediéndolo en esa inevitable partida que también guerra destinada a derrotar a la terrible potencia paterna.
le espera. Pero, antes de reconocerse, ambos héroes deben, Y es muy posible, dado que a la victoria de Gilgamés le sigue
siguiendo una lógica legendaria, enfrentarse para que la sin solución de continuidad la llegada de Istar y el intento
supremacía del rey de Uruk quede demostrada y a partir de de seducción por parte de la diosa, que es violentamente
ese momento nazca su indisociable amistad. Es en ocasión rechazada por el héroe en lo que puede considerarse uno de
de la muerte de Endiku cuando Gilgamés rehúsa, en un los más hermosos momentos de la epopeya. Ella le promete
gesto de rebelión desesperada, la condición de mortal a la todo y quiere todo de él.
que sólo se resignará mucho más tarde: primera muerte que
abre a una suerte de segundo nacimiento. La versión nini- ¡Cásate conmigo!
vita permite descubrir muchos temas abordados por el psi- ¡Ofréceme
coanálisis, pero en un tratamiento altamente poético. Gil- tu voluptuosidad!
gamés triunfa sobre todos los hombres, seduce a todas las ¡Sé mi marido
adolescentes («no deja un hijo a su padre ni una adolescente que yo seré tu esposa!
a su madre»); es «el búfalo del tremendo cuerno». La trampa
destinada a dominarlo es -tal como lo repetirán muchos Ese matrimonio haría de él un igual de los más grandes
ante quienes todos se prosternarían. Gilgamés declinará la
98 Se trata de la denominada tablilla •de Filadelfia (44-51)» (fragmentos
oferta porque desconfía de la divina Istar.
anteriores a la mitad del IIº milenio); pág. 222.

202 203
¡Ni uno de tus amantes y muere. Gilgamés hará levantar una estatua de su amigo,
Que [siempre] hayas amado! de piedra y metales preciosos (después de todo, un doble del
¡Ni uno de tus favoritos doble desaparecido). Gilgamés, que h a visto la muerte, la
[que] haya escapado [a tus trampas]! rechaza. Sólo se convencerá cuando el Barquero le enseñe a
aceptar su condición de mortal común y corriente, por más
Siempre la misma historia: Istar ama, luego traiciona y que siga reinando sobre Uruk.
rechaza. Pero se vengará del rechazo hacia ella enviando al Este escueto recordatorio de los temas narrativos del
'Ibro celestial, episodio ausente de los relatos anteriores. La poema, padre de todas las epopeyas, sacrificó deliberada-
misma impresión de terror que se desprendía de Rumbaba mente esa sublime poesía sin la cual no sería más que un
llega ahora del 'Ibro celestial que Annu manda a Gilgamés. cuento como tantos otros. ¿Para qué entonces esa evoca-
Esta vez el simbolismo fálico es casi indiscutible. Por otra ción? El objetivo es simple: mostrar que a partir del mo-
parte, a partir de ese momento Humbaba y el Toro celestial mento en que adquiere forma, la poesía épica aborda cierto
quedarán asociados para sierÍlpl:e. Harán falta los esfuerzos número de temas que, en forma más o menos disfrazada,
combinados de Enkidu y Gilgamés para dar muerte al ani- fueron aclarados por el psicoaná lisis. Sería ridículo, desde
mal divino. Gilgamés ofrece a su padre los cuernos del 'Ibro. luego, negar la especificidad de la-.cosmogonía babilónica,
En ese gesto puede verse el sacrificio que da testimonio de las particularidades de su panteón y su ética propia. No hay
la culpa por esa victoria sobre un animal simbólico paterno, más que leer los comentarios de los eruditos para darse
sobre todo porque Gilgamés introduce lo~ gigantescos cuer- cuenta. Y sin duda el comparatismo es harto instructivo.
nos de la bestia en el dormitorio del jefe de familia, una es- Tampoco podría invocarse una intemporalidad sin matices.
pecie de capilla consagrada a Lugulbanda, padre divinizado Pero ¿cómo no encontrar algunos datos míticos que sellan
del rey de Uruk. su constancia? El centro aparente del poema es la historia
Después, y siguiendo una lógica muy psicoana litica, el re- de una amistad casi gemelar. 100 Sin embargo, no se trata de
lato cuenta la muerte de Enkidu tras el doble triunfo sobre gemelos sino de una pareja jerárquica. Uno de los términos
los símbolos paternos. No hay duda de que la victoria sobre de esa pareja es de origen semidivino, soberano, de gran no-
el 'Ibro celestial exige una reparación más importante que el bleza, y capaz de aprovechar toda ocasión de placer pero sa-
sacrificio del símbolo de la potencia fálica paterna (los biendo renunciar para no caer en las trampas de la seduc-
cuernos del 'Ibro). El que debe morir es el doble humano de ción divina; los dioses lo protegen, tiene un padre glorioso
Gilgamés. Es llamativo que las mismas marcas de repara- y, por supuesto, está dotado de una fuerza y un coraje sobre-
ción sucedan a la muerte del 'Ibro celestial y a la muerte de humanos. El otro término apenas ha salido de la animali-
Rumbaba (construcción de una puerta del templo). 99 Pero dad; fue humanizado por la iniciación sexual y el consumo
justamente Enkidu se queja de que el don no lo haya prote- de alimento cultivado; es inteligente pero de carácter levan-
gido casi nada y anhela la destrucción de la puerta del tem- tisco, dispone de gran poder de combate, no puede resistir se
plo. Esas palabras sacrílegas acarrean la intervención de a los placeres, sucumbe a la tentación; no conoció a su padre
Gilgamés, quien, más conciliador, ya prevé lo peor. ni tiene protección divina. Resumiendo: un hombre excep-
Enkidu continúa dando libre curso a su enojo y maldice, cional, tal vez, pero un hombre y se acabó. El rey de Uruk
entre otros, a la cortesana de vulva mugrienta; luego, tras la se negará a morir luego de haber visto los desastres que la
intervención del Dios Sol, que le hace aceptar su muerte, muerte provocó en el cuerpo de Enkidu. En psicoanálisis
perdona. Sueña que muere golpeado por un hombre podero- diríamos que la lección de Gilgamés es el reconocimiento de
so. Cae enfermo, reprocha a Gilgamés haberlo abandon~do la castración, el fin de la ilusión de omnipotencia. Entre los
99 Jean Bottéro reconoce el deseo inconfesado de Jos héroes por hacer· ioo El carácter homosexual de esta amistad es negado por Jean Bottéro,
se perdonar la muerte de Humbaba; véase ibid., pág. 120, 1i. 1 y pág. 137, quien sin duda no tiene en cuenta la significación acordada por los psico-
n. l. analistas a esa calificación. Porque aquí la homosexualidad es patent.c.

204 205
hechos más notables del poema, debe destacarse la negativa das. En psicoanálisis no es tarea fácil desenredar la madeja
de Gilgamés a convertirse en el esposo de la madre de los de la historia de un individuo. Más de una vez hice notar la
dioses. El héroe debe renunciar a una unión que, simbólica- extrema complejidad de la concepción freudiana de tempo-
mente, podría tener una tonalidad transgresora. Del mismo ralidad. Su análisis llevaba a distinguir varios órdenes de
modo, sus hazañas tienen una connotación fálica. Esta pue- factores a veces contradictorios. En efecto, si pensamos, por
de ser alusiva (la poda de cedros) o más clara: el triunfo ejemplo, en la teoría del desarrollo libidinal, la intempora-
sobr e Humbaba y sobre el 'lbro celestial que están explícita- lidad del inconsciente, la compulsión de repetición, el apres-
mente asociados. Esas victorias exigen sacrificio y repara- coup, los fantasmas originarios, reunir todos esos aspectos
ción. Y es Enkidu, el totalmente humano, el castigado por descriptos por Freud en una concepción unificada es una
haberse inmiscuido en esas muertes que tal vez le corres- hazaña que todavía queda por cumplir. Y en parte es la ra-
pondieran a Gilgamés solo. Los componentes -no ligados zón por la cual los descendientes de Freud, incapaces de
entre sí-- del complejo edípico no están del todo ausentes lograr esa síntesis, se ciñeron a lo más simple: el enfoque
del poema, aun cuando todavía esperen una puesta en pers- ontogenético de la perspectiva desarrollista, echada a per-
pectiva que dejan adivinar, e incluso anuncian. El simbolis- der por los denominados abordajes de «Observación directa».
mo final del diluvio es el castigo de una transgresión: la di- Habiendo ya subrayado los atolladeros, las insuficiencias y
vulgación de un secreto. los desvíos teóricos resultantes, nos dispensamos de volver
Hace falta tiempo para escuchar el discurso mítico con a ocuparnos del tema.101
oído psicoanalítico. Pero queríamos indicar esta presencia El problema que traemos a consideración es todavía más
de la organización pulsional en la direcCión del Edipo mu- complicado. Consiste en preguntarnos de qué manera ar-
cho antes de que el mito de Edipo hiciera su aparición a ori- ticular dos tipos de causalidad hist.órica: la correspondiente
llas del Atica, mucho antes de que naciera la tragedia, mu- a la historia del individuo --directamente conectada con la
cho antes de que un pueblo ideara lazos tan originales entre de sus ascendie11tes y descendientes- y la de su grupo de
la animalidad y la bestialidad que se mostraron útiles para pertenencia, y hasta la del mundo en el que vive. Digamos
esa civilización griega a la que tanto debe el psicoanálisis. desde ya que, planteando el problema, debemos reconocer
También debe medirse lo que perdemos negándonos a re- que estamos lejos de su solución, lo cual implica que debere-
conocer aquello que sólo se deja aprehender a través del velo mos esforzarnos en clarificar algunos puntos. Esta articula-
de la poesía, así se trate de la más arcaica. Nada más falso ción de dos órdenes diferentes de desarrollo temporal supo-
que creer que la antigüedad de la epopeya la autorizaría ne a su vez reconocer que no hay concepción homogeneizada
a beneficiarse con alguna transparencia del inconsciente, del tiempo. El tiempo de mi historia no es el mismo de la
transparencia que no existe en ningún lado, ni siquiera en gran Historia, suponiendo que se pueda apreciar el segun-
los pueblos situados más cerca de aquello que puede imagi- do siguiendo una escala común a todos los historiadores. Mi
narse como la condición humana más alejada en el tiempo. historia está en la Historia, pero sólo tomo la medida de la
Historia con relación a una experiencia hist.órica que es la
mía. Esto no quiere decir que someta la Historia a mi subje-
tividad, sino que es con mi subjetividad -aun cuando no
La maraña de historias sólo ella entre en juego- como construyo mi concepción de
la Historia.
¿Será suficiente con referirse a los orígenes para profun- Más justo sería escribir que me subo siempre a un tren
dizar la causalidad hist.órica? No lo creo, aunque tampoco en marcha. Mi fecha de nacimiento es quizás el punto de
me siento capaz de ofrecer un cuadro claro de la forma en origen de mi subjetividad, pero es una fecha que detiene el
que esta opera e~ la causalidad psíquica. Mis observacio- 10 1 André Green, •A propos de l'observation du nourrisson» (entrevista
nes, llegado el caso, serán por lo tanto sumamente reduci- con P. Geismann), Journal ck Psychanalyse de l'Enfant, nº 12, 1993.

206 207
curso del tiempo. Lo único seguro es que desde la primera en otra forma. Antes, morir a corta edad era habitual, ape-
vez que mamé del pecho de mi madre o que tomé mi primer nas un destino entre tantos otros. Hoy, este desenlace, aun
biberón, toda la Historia entró en mí a través de mi madre, sobreviniendo a una edad avanzada, en los países desarro-
y de mi padre, mis progenitores. Falta agregar, sin embar- llados se considera casi un error imperdonable que se impu-
go, que, aun siendo así, no sé nada. Sufro la Historia incluso ta a los guardianes que se supone velan eternamente por
antes de saber que existe y mucho antes de sentir que con- la vida. Por tarde que se muera, será todavía muy pronto.
tribuyo a hacerla al mismo tiempo que ella me hace a mí. Siempre se es potencialmente salvable.
La Historia, pues, nacerá en mí a posteriori. Entonces Pero salgamos de la esfera individual, siempre sujeta a
me parece que lo importante es concebirla como una fuente ilusiones, proyecciones y demás. Pensemos en esa Grecia
de causalidad independiente de mí, que se libera de mi sub- antigua de la que nos separan dos mil quinientos años.
jetividad y la modela. En adelante se imbricarán dos histo- Comparando ese tiempo con el nuestro, se observa una
rias: la mía, la de los míos, la que me supera río arriba y río considerable distancia tecnológica. En nada se asemeja la
abajo pero que está siempre acotada por los límites de mi nuestra a la vida de los atenienses del siglo de Pericles. Y
horizonte. Y la otra, la grande, esa a la que accedo única- sin embargo, seguimos reflexionando sobre los escritos de
mente a través de lo que la cultura me dice de ella y de lo Platón. Por referirnos a textos más accesibles, a ninguno de
que me hacen presentir los días de mi vida. nosotros le asombra demasiado emocionarse con las trage-
Pero todavía hay algo más: ninguna de esas dos historias dias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Nos reconocemos en
está hecha de un tejido liso, continuo, sin asperezas. En ca- las estructuras mentales de los personajes de sus obras y
da una de ellas discierno historias. En mi calidad de sujeto siempre que los analizamos encontramos algo esclarecedor
está la historia de mi deseo, la de mi yo, la de aquellos va- sobre nosotros mismos. Puede concluirse que el tiempo psí-
lores a los que me remito. También está la forma en que mi quico no camina al mismo paso que el tiempo de la técnica y
historia personal se anuda al tiempo de los otros: mis ascen- la ciencia. El proy~to marxista tenía por finalidad transfor-
dientes y mis descendientes, eso que he llamado el tiempo mar al hombre en unas pocas generaciones. En algunos paí-
del Otro. Está la construcción de mi vida, mi neurosis de ses, la solución fue quemar a Confucio. El resultado lo cono-
destino, la manera en que eventualmente me perpetúo a cemos todos.
través de las generaciones que me siguen, etc. Así es cómo, a Estas breves puntuaciones muestran la amplitud del
término, no puedo seguir disociando mi historia individual trabajo que resta hacer para empezar a pensar la causali-
de la gran Historia, porque esta atraviesa mi vida sin que dad histórica. Si bien la colaboración entre prehistoriado-
por ello ningún determinismo estricto me obligue a ajustar res y psicoanalistas parece fructífera para ambas partes, la
mis reacciones a lo que esperan de ellas las circunstancias. de los historiadores y los psicoanalistas sigue estando en el
Discernir los diferentes hilos de esa historia es asunto de mejor de los limbos. Sin embargo, algo está claro. La idea de
un psicoanálisis. Pero volvamos a esa gran Historia que lle- una finalidad histórica -promovida por el marxismo- que
go a conocer a través de la ciencia histórica. ¿Cómo trans- subtienda la de una historia «progresiva», es decir, orienta-
curre el tiempo? Puesto que hoy se ha hecho usual recordar da hacia el progreso, ya cumplió su tiempo. Porque esa es
el momento en que aparece la vida, luego aquel que asiste a también la enseñanza de la gran Historia: que una nación
la llegada del hombre, más tarde la invención de la escritu- ubicada entre las más cultas caiga en la barbarie y, peor
ra y, tanto como para detenemos en este punto, el de los pri- aún, que determinadas corrientes sociales o determinados
meros relatos épicos, esta breve enumeración nos recuerda grupos étnicos muestren aspirar todavía a ello, prueba que
que un año -es decir, el tiempo que dura una revolución al- esa regresión humana ya no es interpretable como un acci-
rededor del sol- no tenía antes el mismo sentido que tiene dente excepcional y definitivamente concluido. Del mismo
ahora. Que el promedio actual de vida difiera totalmente del modo, el hecho de que la revolución que supuestamente
que tuvo siglos atrás hace que el tiempo del vivir se aprecie pondría fin a la explotación del hombre por el hombre haya

208 209
terminado como terminó, después de haber engendrado una pañando fenómenos de declinación. Es un concepto teórico
forma de opresión muchas veces peor que la que se había de contenido revisable.
propuesto combatir, no es tampoco mero resultado de cir-
cunstancias desfavorables. Nada dicta la dirección del por- Para definir las relaciones entre causalidad cultural y
venir. Pero hay una convicción que parece difícil de superar: causalidad psíquica se necesitan puntos de referencia. Aun
aquella que demuestra que, tanto hoy como ayer, los gran- sin reducirse a ellos, la causalidad cultural depende de la
des depredadores de la especie humana se cuentan entre los organización psíquica común. Es inevitable tener en cuen-
propios hombres. La Historia es también el mito destinado ta esa realidad. Aunque pensáramos que modela al indivi-
a hacer olvidar esto, o, mejor todavía, a no pensar en ello. duo, la cultura no podría fundarse con independencia de la
Por más que la madeja de la complejidad histórica no nos estructura psíquica de cada humano. Es más, muchas veces
permita todavía concebir con claridad las relaciones entre la cultura constituirá sus propios valores en contra de algu-
la historia personal, vista desde el ángulo del psicoanáli- nos aspectos del psiquismo individual.
sis, y la historia portadora de una causalidad organizada en Cualquiera sea el costado por el que tomemos el proble-
otra forma a escala colectiva, al menos habremos tenido ma, siempre vamos a tener que preguntarnos qué transfor-
ocasión de subrayar algunos hechos y algunos rasgos que se ma la cultura, qué se da por tarea modificar, controlar, alen-
remontan al pasado más remoto de la humanidad, con el tar, combatir, celebrar.
objeto de poner en evidencia lo que ya se muestra en él y lo Estudiar la cultura permite ver algunos aspectos de la
que se perenniza aún, mientras indagaµios en la organiza- teoría psicoanalítica mejor iluminados por ella que por la
ción nuclear del psiquismo humano. clínica. Examinar otras culturas, a veces más que la nues-
tra, nos hace observar el modo en que se integran social-
mente formas particulares de la vida pulsional y darles sig-
nificación respecto de los valores grupales.
Observaciones para proseguir Una de las tareas de la sublimación colectiva es promo-
ver, por la vía de los ideales, algunos destinos pulsionales
¿Cómo concluir? Es decir, ¿cómo aprehender el presente? que estarán en el origen de formaciones tales como la mito-
Con ánimo de clarificación, propongo distinguir cuatro logía, la religión, el derecho, las reglas matrimoniales, los
nociones que retoman ideas ya emitidas: intercambios económicos, el arte, etc. Es decir, todo aquello
que constituye la esencia de la cultura. No obstante, si nos
- /,o cultural es el conjunto organizado de rasgos distinti- preocupamos por las relaciones entre causalidad cultural y
vos entre el animal y el hombre. Deben precisarse las conti- causalidad psíquica, la reflexión evolucionará en torno del
nuidades y discontinuidades entre naturaleza y cultura; concepto de significación. Ambas causalidades tienen en co-
- las culturas son específicas de cada grupo o de cada so- mún esta referencia. Pero cuando nos ubicamos en el terre-
ciedad, y suscitan un enfoque comparativo; no de la psicopatología, algunas estructuras que parecen
- las civilizaciones reúnen culturas y pueblos según más dependientes que otras de la causalidad socioantro-
agrupamientos geográficos e históricos operados bajo la di- pológica e histórica, sugieren la hipótesis de una verdadera
rección de factores que aún deben determinarse en forma red organizada según los mecanismos propios de los fenó-
clara; menos sociales, cuya articulación hace surgir una enorme
- la civilización tiende a 'establecer relaciones humanas maquinaria que duplica el aparato neuronal, lo utiliza, lo
que favorezcan el eros de las pulsiones de amor y de vida, subyuga y, llegado el caso, lo desnaturaliza para favorecer
oponiéndose al predominio de las pulsiones destructivas. La sus fines. Y el aparato psíquico resultante de este acopla-
civilización se vincula con la función de los ideales. Es siem- miento se ve modificado. Quizá se haya entendido que pien-
pre susceptible de regresiones, consecutivas a crisis o acom- so en la droga y en la organización de la cadena que va de la

210 211
producción al consumo. Estamos en presencia de un orga- crear un ovillo inextricable de formaciones gracias a las cua-
nismo completo al que nada se le resiste. Al fin de cuentas, les se vuelve muy dificil hacerse una idea de los verdaderos
la neo-necesidad de adicción -algunos de cuyos aspectos agentes que mueven el tablero. La justicia demuestra que,
están biológicamente determinados- barre a su paso con cuando alguna de esas redes queda al desnudo, no siempre
todo obstáculo para su satisfacción. es sancionada, y que las que se llevan a conocimiento públi-
¿Se puede objetar aquí la singularidad del fenómeno Y co son apenas una minoría.
prohibir que se saquen conclusiones generales? El ejemplo «¿La pulsión, para qué?•>, se preguntaba un grupo de psi-
elegido tiene la ventaja de iluminar más fácilmente aspec- coanalistas. Para hacer eso, les respondo. Es decir, para
tos muchas veces ocultados o enmascarados. En realidad, si ofrecer goce.
bien el análisis de otros fenómenos no es tan revelador, las ¿Estamos habilitados para sacar conclusiones de este
estructuras develadas sí están presentes, creo yo. ¿Y cómo vasto panorama del campo de las disciplinas socioantropo-
ignorar la propaladora mediática, la mezcla de información lógicas e históricas? ¿estamos h abilitados para precisar el
y desinformación que difunde, la comedia de la verdad que sentido y el alcance de lo que pertenecería a una causalidad
propone, el afán de acallar siempre activo en los emprendi- cultural desde la óptica del psicoanálisis? Nos da la sensa-
mientos más provocadores que pretendidamente se dan por ción de estar apenas en los balbuceos.
finalidad divulgar lo que se quiere esconder? Desde el punto de vista psicoanalítico, parece imposible
'Tudo indica aquí una función coordinada, activa, estruc- encarar el tipo de causalidad producido por la cultura sin
turada, defendida, que funciona como un organismo conoce- plantear el problema de su relación con la denominada cau-
dor, por cierto, de deterioros y resbalones, como todo orga- salidad natural o biológica. Nada más discutible, sin embar-
nismo algo complejo, pero capaz también de recuperacio- go, que imaginar un fondo primitivo sostenido en un núcleo
nes y correcciones para mantener tanto su potencia como su biológico al que se sumaría lo cultural. Intentemos exami-
eficacia. De ese modo se asegura crecimiento y progresión , nar las cosas en otra forma. Consideremos el campo históri-
a la vez que desbarata toda maniobra que atente contra su co-social como el terreno de los acontecimientos y de las ac-
empresa sistemática. ciones humanas en las colectividades. En parte, los mueve
Este retorno sobre nosotros mismos en nada recusa un determinismo coercitivo: el que hace depender la super-
nuestra reflexión sobre las teorías socioantropológicas e his- vivencia de la satisfacción de algunas necesidades gracias
tóricas. No tiene sino la virtud de llevarnos a lo esencial. La a la intervención y el concurso de los demás seres humanos
complejidad de la maquinaria que procesa a la vez los fac- sobre el mundo externo. Durante las operaciones relativas a
tores intervinientes en el enfoque socioantropológico y los tales necesidades se entabla con lo real una relación funda-
pertenecientes a la Historia, hace aparecer, al menos en mi da en el deseo productor de significaciones. Si bien es funda-
opinión, el núcleo duro en torno del cual se constituye el te- mentalmente individual, la experiencia tiene su anclaje en
jido social: la vida pulsional, siempre, y en formas que tan formaciones colectivas, como si los hombres se reconocieran
pronto acrecientan los vínculos humanos como, por desgra- entre sí por repartirse estos sistemas significativos. El cam-
cia, se inclinan a diluirlos en provecho de quienes saben po histórico-social podría entonces concebirse como la esfe-
apoderarse del poder en función de sus intereses y de sus ra donde se despliega esta doble dimensión de las acciones
apetitos. humanas.
Si el amor es el valor que rige la vida privada, la búsque- A diferencia de la causalidad biológica, que ante todo se
da de poder domina la vida pública, dándole al sadomaso- padece, diríamos que la ca usalidad cultural es sobre todo
quismo infinitas posibilidades de desarrollo. El poder no po- actuante. En otros términos: el hombre no sólo está bajo in-
dría ejercerse ni libre ni directamente, porque n ecesita una fluencia de una causalidad previa (como la que corresponde
red de canalizaciones a través de la cual pasar disimulando a la naturaleza), sino que en ese terreno es creador de cau-
sus objetivos. Al distribuir los efectos de su potencia logra salidad abierta, tal como lo deja entender el relativismo cul-

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tural. En cambio, nos parece discutible el punto de vista que el tiempo. En tal sentido, no siempre salen ganando las di-
hace del nivel social lo más elevado de la integración huma- mensiones del psiquismo individual. De ahí la necesidad de
na. En realidad, podría sostenerse que si bien la causalidad constituir un sistema que no conozca ninguna de esas limi-
biológica llega a la cima de la evolución, en una perspectiva taciones: el inconsciente. Su contrapartida es la angustia.
de desdoblami.ento (reflexión), la causalidad antropológica Al fin de cuentas, si debiéramos insistir en un solo aspec-
cumpliría más bien la proyección y refracción de los valores to de la causalidad cultural, el acento tendría que recaer
grupales sobre el individuo. La causalidad antropológica sobre su creatividad. Pero esa creatividad no se expresa en
sería entonces una de las polaridades de la causalidad psí- el vacío. Para existir necesita instrumentos que saca del
quica, dado que las relaciones establecidas entre ambas su- lenguaje y de los recursos de la psique: la imaginación míti-
gieren la idea de un vaivén entre acción y reflexión, entre ca y la legislación del superyó, productoras del sistema reli-
participación colectiva y reflujo solitario. gioso, del arte, el derecho, etc., todos ellos campos específi-
La proyección sobre el sujeto no implica sustracción de camente culturales. En contrapartida, de esto resultará la
la colectividad sino más bien interiorización de los funda- constitución de una «segunda naturaleza», de «otro mundo»
mentos de la vida colectiva. De ahí la necesidad y el inte- que casi nos haría olvidar las diferencias entre causalidad
rés de considerar la realidad específicamente humana (en el natural y causalidad cultural mediante la creación de un
seno de la realidad externa), base de las teorizaciones sobre tercer orden.
la alteridad. Repitámoslo: sólo la interiorización individual
de dichos valores simbólicos confiere estos, en cada cultura
considerada, estabilidad y permanencia. Esa interioriza-
ción juega su rol en la conflictividad intrapsíquica y puede
estar en el origen de conmociones que repercuten en el mun-
do externo al cambiar los paradigmas culturales.
Es ese retorno, transformado en interioridad, lo que a
ojos del psicoanalista constituye el revelador de la causa-
lidad psíquica, que emerge, por un lado, de sus determina-
ciones biológicas y, por otro lado, de sus determinaciones
culturales.
El nivel propio de la causalidad cultural puede definirse
desde un doble punto de vista: por una parte, acción y acon-
tecimientos se inscriben en un tiempo que desborda el pre-
sente hacia atrás y hacia adelante y tiene una duración de
vida indeterminada; por otra parte, acciones y aconteci-
mientos se asientan en redes de las que son solidarios, redes
que se van modificando constantemente por acción de los
cambios que ellas soportan, absorben y reflejan. Aquí hay
correspondencia entre los niveles psíquico y cultural, por-
que, en el psíquico, se constata el mismo tipo de determinis-
mo: duración histórica, inscripción en redes. Pero el espacio
en que se despliegan es distinto: externo en el nivel social,
interno en el nivel psíquico. Tanto se trate de la satisfacción
de necesidades como de la satisfacción de creencias y de-
seos, el campo histórico-social está por entero en lo real y en

214 215
3. Actual conferencia de introducción al
psicoanálisis

El estado actual del psicoanálisis impone a muchos psi-


coanalistas la necesidad de una reformulación general de la
teoría, por efecto de las presiones ejercidas desde distintas
áreas. Primero está la evolución de la práctica, que con su
cosecha de enseñanzas extraídas de estas últimas décadas
obliga a repensar una gran cantidad de problemas. Luego el
volumen del saber psicoanalítico por acumulación de pun-
tos de vista sobre diversas cuestiones, surgidos en ocasiones
de cuerpos teóricos constituidos algunos de ellos en tiempos
de Freud y desarrollados después de su muerte. Esto con
relación al seno mismo del psicoanálisis. Agreguémosle
- puesto que en nombre de su originalidad el psicoanálisis
no debe bregar por ninguna insularidad o extraterritoria-
lidad respecto del saber general-, todo aquello que la cien-
cia y la reflexión contemporáneas han venido producien-
do. 1bdo esto es materia de reflexión para los psicoanalistas
cuidadosos de la coherencia, el rigor y la exactitud, deseosos
al mismo tiempo de perfeccionar su teoría sin renunciar a
la esencia singular del pensamiento psicoanalítico. Por lo
tanto, y sin ánimo de ser exhaustivos, es de gran importan-
cia reexaminar los conceptos freudianos más problemáticos,
situándonos con relación a ellos y procediendo a su eventual
modificación a través de una comparación con aquello que
debería reemplazarlos según los sucesores de Freud. El ob-
jetivo de una puesta al día, cuando no de un nuevo giro del
psicoanálisis cuyo ejemplo nos llegó de manos de su inven·
tor en 1920, si bien no puede cumplirse de buenas a prime-
ras, ya podría ir despuntando. Desde luego, ello no consis-
tiría en optar a favor de uno u otro de los corpus teóricos
posfreudianos, creados en función de hipótesis distintas de
aquellas en que Freud se apoyaba, sino en someter a exa-
men algunos pilares teóricos que, con el tiempo, fueron des-
pertando muchas críticas. Estas consideraciones explican el

217
ambicioso título del capítulo que acabamos de comenzar: cas, una de cuyas mayores consecuencias fue haber favore-
«actual conferencia de introducción al psicoanálisis», en cido la aparición ulterior de un tercer grupo que adoptó una
alusión a la obra escrita por Freud en 1933 con el título de posición independiente. Las actas del debate, publicadas no
Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Es hace mucho, dieron lugar al documento más importante de
indudable que hoy la tarea nos resultará más complicada de la historia del psicoanálisis.2 Hoy el kleinismo ha dejado de
lo que fue para él sesenta años atrás. En t.odo caso, era no ser herético hasta en los Estados Unidos. Y hay otro ejemplo
sólo el único juez en la materia sino también el único habili- aún más presente en nuestra memoria como es la disiden-
tado para justificar los añadidos, abandonos o modificacio- cia lacaniana. A partir de 1953, fecha de la primera escisión
nes relativos a la teoría preexistente. producida en la Sociedad Psicoanalítica de París, el laca-
El psicoanalista que lance una mirada sobre la discipli- nismo fue combatido en el seno de la API (aunque sin dis-
na a la que pertenece o esté alerta a los rumores del mundi- cutirse la teoría lacaniana misma), básicamente con argu-
llo psicoanalítico más allá de su práctica singular, no podrá mentos -por lo demás bien fundados- referidos a la for-
sino advertir en esta comunidad un desasosiego del que hoy mación de candidatos, a la técnica psicoanalítica, etc. El
se hacen eco los congresos de la Asociación Internacional de aspecto marcadamente francés de la controversia cobraría
Psicoanálisis. Pero la cosa no es tan nueva como parece. Ya tiempo después giros internacionales, ya que las condenas,
en 1975, el Comité de programación del Congreso de Lon- tanto de kleinianos como de lacanianos, por sus tendencias
dres me encargó la redacción de un informe sobre cambios cismáticas no impidieron prosperar a unos y otros. 3 Si bien
en la práctica y la teoría psicoanalíticas, texto hoy conocido en menor grado, análogas observaciones podrían hacerse
con el nombre de «El analista, la simbolización y la ausencia con referencia a los partidarios de Bion, Winnicott, Kohut,
en el encuadre analítico». 1 Por entonces subrayé - usando etcétera.
una fórmula de M. Balint- el babelismo de la literatura Bien mirado, no puede decirse que las discusiones sobre
psicoanalítica. No puede decirse que las cosas hayan me- el kleinismo o el lacanismo hayan girado siempre a favor de
jorado mucho desde entonces. Fue tanta la dispersión del los propulsores de las nuevas ideas. En t.odo caso, esa es la
pensamiento psicoanalítico, que hay razones para pregun- impresión que se desprende de las actas de Londres y de los
tarse acerca de la unidad que continuaría fundándolo o debates parisinos. Nada de esto impidió en absoluto la pro-
sobre la legitimidad de hablar de psicoanálisis en singular. liferación del kleinismo en el movimiento internacional, ni
«¿Hay uno o varios psicoanálisis?» oímos decir en la voz de del lacanismo por fuera de este. En uno y otro caso, parece
algunos responsables que se inquietan por el giro que co- que lo fructífero fue la posición militante.
bran los acontecimientos para luego partir ansiosos en bus- Hoy, ante la cantidad de psicoanalistas y la proliferación
ca de un hipotético «campo común» (common ground) de de movimientos separatistas fraccionados o marginales,
nuestra disciplina. Una nueva actitud anima en nuestros ya nadie se pregunta por la legitimidad del k.leinismo, el
días a espíritus inspirados en un singular ecumenismo, tras lacanismo u otras corrientes nacidas después como modos
haberse extenuado largamente en guerras sin cuartel de las de pensamiento psicoanalítico. Quienes buscan arrimar la
que no surgieron ni vencedores ni vencidos. discusión a los temas que provocaron desacuerdos y conflic-
Cito dos ejemplos muy elocuentes. Dos años después de
la muerte de Freud en Londres se inició en esa ciudad una 2 The Freud-Klein Controversies 1941-45, Pearl King y Riccardo Steiner,
intensa controversia donde se enfrentaron los partidarios eds., Londres: Routledge, 1991.
de M. Klein y los defensores de las visiones freudianas clási- 8 Este paralelo no s ignifica en absoluto que ponga en el mismo plano
kleinismo y lacanismo. Este último se separa del conjunto de los demás
movimientos psicoanalíticos sobre todo por s u técnica y por las libertades
1 En A. Green, La folie privée. Psychanalyse des cas limites, París: Galli- que se toma con las normas por lo común admitidas. Sin embargo, kleinis-
mard, 1990. (..El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre mo y lacanismo comparten, lamentablemente, un mismo carácter mi-
analítico., en De /,ocuras privacW.s, Buenos Aires: Amorrortu, 1990.J litante.

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tos radicales, ven que sus propósitos son tildados de polémi- sobre las cuales, en su conjunto, analistas de muy diversas
cos, como si hiciera falta denigrar o negar el fondo del deba- opiniones manifiestan un acuerdo que tiene la fuerza de
te atribuyéndolo al mero afán de pelear. En cuanto al fondo, un pacto implícito. Frente a movimientos que con el tiem-
una actitud de esas características parece esconder un gran po cobraron aspecto de disidencias internas con posibilida-
escepticismo. Después de todo, no pensamos que todo sea des cismáticas y de las que resultaron separaciones más o
cuestión de gustos. Pero, como todos sabemos, sobre gustos menos consumadas, el saber oficial -me refiero al de la bu-
no hay nada escrito... En definitiva, todo da igual y ni rocracia psicoanalítica- se esforzó en combatir a los nuevos
siquiera es necesario separar lo bueno de lo malo, lo dere- separatistas sin proceder al amplio y necesario debate que
cho de lo torcido, lo verdadero de lo falso y lo aceptable de lo en cambio sí hubo en Inglaterra. Después quedó a la vis-
inaceptable. Los conflictos que llevaron al divorcio de los ta que esta actitud no impedía al veredicto popular conce-
padres no les importan a los hijos, y mucho menos a los nie- der algunos favores a corrientes posfreudianas no siempre
tos. Nunca se señalará lo suficiente que ese «no quiero sa- desinteresadas. El resultado fue la multiplicación de otros
berlo» que hace prosperar, crecer y embellecerse en la som- subsistemas, testimonio del desconcierto ante la necesidad
bra, amordaza a quienes insisten en examinar el problema. de renovar el pensamiento de Freud. P ara decirlo con todas
Para ellos, si se obstinaran en hacerles entender de dónde las letras: el fracaso de los partidarios del análisis «clásico»
viene el problema, sólo obtendrían indiferencia. Al fin de y algunas tentativas hasta cierto punto anárquicas de ag-
cuentas, esta actitud supuestamente liberal expresa una giornamento teórico, terminaron llevando confusión al pen-
profunda y tenaz ambivalencia respec~ del psicoanálisis. samiento de los analistas, cuyos leaders institu cionales no
Llegamos así a una gran heterogeneidad de prácticas y fueron los menos dañados. De hecho, sería imposible cerrar
teorías que concurren a crear un cuadro preocupante. El In- estos apuntes sin antes señalar el miedo casi pánico que
ternational Journal of Psychoanalysis convoca a analistas inspira en la mayoría de los círculos psicoanalíticos, desde
del mundo entero (y de todas las tendencias) para que h a- lo alto hasta la b~se de la pirámide, debatir en profundidad
blen de su práctica diaria y los reúne en un mismo núme- los principales desafios de la teoría.
ro con el fin de dar la imagen más acabada del estado del Ese aspecto de extrema incertidumbre del pensamien-
psicoanálisis en el mundo. 4 Lo que se dice, un verdadero to psicoanalítico contemporáneo, aspecto a la vez histórico y
embrollo. colectivo, es el que me incita a retomar algunas de las prin-
Tanto como para ir resumiendo, digamos que algunos cipales contradicciones teóricas presentes tanto en Freud
movimientos se constituyeron en agrupaciones lo bastan- como en algunos de sus sucesores. Empresa tal vez vana, en
te bien estructuradas como para que la comunidad psico- todo caso arriesgada, fuertemente amenazada de caer en el
analítica les diera una denominación específica. Las razo- fracaso. Pero tarea imperiosa para mí.
nes que dieron lugar a dichos movimientos fueron muy di-
versas. De algunas de ellas, fundadas en opciones diferen-
tes a las freudianas, el tiempo sacó a la luz los puntos de
desacuerdo con el pensamiento de Freud. Otras añaden una Los fundamentos de una pretensión
concepción de la práctica netamente distanciada de las re-
glas consensuadas y compartidas por los analistas. La dis- Hoy es frecuente oír decir que el psicoanálisis es el ejem-
. cusión técnica-siempre abierta a controversias internas- plo de un pensamiento totalizador y sistemático al cual el
tocó aquí un punto de ruptura con las condiciones básicas progreso del conocimiento no tardará en condenar definiti-
vamente, si no en su contenido, al menos en sus ambiciones.
Pero si examinamos al detalle los fundamentos de tal pre-
4 · Fifteen Clinical Accounts of Clinical Psychoanalysis», Th.e Interna· tensión -que no se puede considerar ausente del pensa-
tional Journal of Psychoanalysis, vol. 72, 1991, 3• parte. miento de Freud- no podemos menos que asombrarnos.

220 221


Por difundida que esté en el mundo, la práctica psicoanalí- No podemos evitar preguntamos por las fronteras efec-
tica se ejerce en dirección a un número ínfimo de personas. tivas de la actividad psicoanalítica - ni siquiera hablo de su
Dentro de la actividad psicoanalítica actual, salta a la vis- eficacia-, por la necesidad de delimitar el terreno donde
ta que la proporción del llamado psicoanálisis puro con re- se ejerce su método, ni tampoco, más allá de ese territorio li-
lación a sus formas modificadas podría no ser mayoritaria. mitado, por la de examinar en qué se funda su vocación de
Más aún: la cantidad de pacientes tratados por los psico- teoría general.
analistas es irrisoria si se la compara con la de aquellos que También debe tenerse en cuenta la relación de coexisten-
reciben atención psiquiátrica. Además, las tesis del psico- cia que mantiene con otros sistemas teóricos, algunos de los
análisis pretenden aplicarse a dominios ubicados mucho cuales recortan la misma realidad, o con otros aspectos de
más allá de cualquier referencia terapéutica, pese a los es- esa realidad evidenciados con métodos diversos o basados
fuerzos de algunos que querrían verlas limitadas al saber en otros parámetros.
surgido de la práctica. El psicoanálisis extiende su campo a No obstante, ninguno de estos llamados al orden lesiona
una importante franja de la cultura, quiero decir, al campo mi convicción de que, pese a todos los argumentos que acabo
de los conocimientos relativos a esta. Y aunque se niegue a de enumerar, el psicoanálisis tiene relación con la verdad.
convertirse en una Weltanschauung, tampoco puede decirse ¿Pero de qué vale una convicción frente a la obstinada nega-
que renwicie a su deseo de ser una concepción del hombre, tiva a reconocerla? Aun admitiendo que, como toda verdad,
por mucho que a Freud le haya disgustado la idea. Sin em- también esta sea parcial y provisoria, sigo pensando que
bargo, no deja de sorprender la desproporción entre el pe-
todavía no llegó el momento de declarar perimida la verdad
queño número de personas que por diversas razones man-
que defiende el psicoanálisis. Aquí estoy entonces, obligado
tienen contacto con el psicoanálisis y la extensión de su in-
fluencia moral, al menos en las sociedades occidentales. Nos a utilizar lo que él me enseñó -la escisión- para confron-
preguntamos qué pudo haber justificado la comp~ración tar mi fe en él y en su potencial de verdad, que sé inevitable-
con teorías de incidencias políticas como el marxismo, que mente limitado y effmero, con la dura prueba de la reali-
al menos por algún tiempo cambiaron la faz del mundo. Se dad de su rechazo. Me parece que la validez del psicoanáli-
sostuvo que en ambos casos esas teorías parecían ofrecer sis puede extraer argumentos de su acercamiento intensivo,
un sistema explicativo comparable con los propuestos en el profundo, paciente, duradero y escrupuloso, a cierto núme-
pasado por las religiones: prometer felicidad a través de la ro de pacientes con estructuras de valor paradigmático que
liberación del hombre de sus prisiones internas o de la rup- muestran, en ciernes, lo que organizaciones psíquicas si-
tura de las cadenas sociales. De hecho, el marxismo no cum- tuadas más allá de su influencia terapéutica manifiestan en
plió sus promesas. Y el psicoanálisis, aun en aquellos casos . forma mucho más explícita. Y reconoceremos sin embargo
en que escapó al triste destino de parecer estar sirviendo a que el abordaje directo de estas estructuras inaccesibles a
los fines de una adaptación social que rebaja la tarea que se la investigación psicoanalítica revela sin duda una comple-
propone cumplir, ya no suscita la desmesurada esperanza jidad de más alto nivel que aquella que dicha investigación
que se había depositado en él. Los teóricos de la cultura casi es capaz de encarar. Pero también deberá reconocerse que
ni lo mencionan y el entusiasmo de que fue objeto demostró ninguna otra teoría del psiquismo llega a la complejidad
haber sido coyuntural y efünero. Pero así y todo, sigo cre- descripta por el psicoanálisis, por insuficiente que sea. Por-
yendo en esas cualidades revolucionarias que todavía nos que no hay nada que describan los trabajos psicoanalíticos
sigue costando tanto reconocerle. que no encuentre su lugar en un universo que lo desborda
Se puede medir esto por la persistente sordera de que el ampliamente, tanto sea patológico como normal. Tal vez
psicoanálisis sigue siendo objeto en la cultura, a pesar de las porque, como dice Borges, lo que le pasa a un hombre les pa-
apariencias o los malentendidos que está obligado a seguir sa a todos los hombres, o porque, como dice Sartre, cada uno
manteniendo... para ser escuchado. está hecho de todos los otros.

222 223
Si a pesar de t.odo sigo ~s decir, a pesar de las críticas ra desentenderse de la pertinencia de estos cuando su ob-
l
que se le hacen, de las conquistas del saber de estas últimas jeto pasa a ser el funcionamiento psíquico no científico del
décadas en otros terrenos, de los errores en el pensamiento hombre, o aquello en que se basa el razonamiento científico.
de su creador y de los progresos nacidos de corrientes psico- La cuestión sería relativamente simple si se limitarn 11
analíticas no freudianas-, si sigo pensando que las preten- apoyarse en ese solo factor. Pero existe otro, no de menor po-
siones del psicoanálisis tal como Freud lo concebía no dejan tencia, que se opone misteriosamente al anterior. Quiero
de tener fundamento, es porque toda mi experiencia, pro- hablar de un orden de datos referido a la cultura: aquel que
fesional y personal, de ciudadano y de ser humano, t.odavía Freud llamó con el título algo pomposo de «proceso civiliza-
me permite reconocer la pertinencia de las tesis psicoana- dor» y cuya toma de conciencia lo obligó a crear la instancia
líticas y me invita a no olvidar el simple hecho de que la re- del superyó. Así como no estamos en condiciones de deter-
lación de los hombres con la verdad está marcada por el minar el origen de las pulsiones o su fundamento biológico,
deseo de no saber, por la voluntad salvaje de desconocer el tampoco podemos establecer el fundamento socioantropoló-
psiquismo humano. Y que lo oculto - lo inconsciente, si se gico del proceso cultural. Es que el psiquismo nace del en-
quiere- se arrima, no como tantas veces se dice, a los anhe- trecruzamiento de ambos.
los, votos y deseos que son sus formas elaboradas, sino en Por eso sostengo que con la obra de Freud se dio un paso
última instancia, al universo pulsional de la fuerza que as- irreversible hacia la verdad en lo concerniente a la organi-
pira al cumplimiento de sus realizaciones, pues la activi- zación psíquica del hombre. Y es más: creo que si bien mere-
dad psíquica consiste en situarse y definirse en relación con cerían reformularse a la luz de los nuevos conocimientos y
ese fondo primordial. Ni el paso del tiempo ni ningún nue- completarse o bien modificarse, los postulados fundamen-
vo conocimiento me parecen invalidar este descubrimiento tales en que se asienta la teoría freudiana siguen siendo, en
ni tampoco incitarme a preferir mejores explicaciones. ¿La el fondo, irreemplazables a la hora de considerar los proble-
menor de las paradojas no es hoy que, al desconocimiento mas epistemológicos en que se sustentan. Sigo pensando
persistente de los teóricos de la ciencia y la cyltura, se haya asimismo que la principal fuente de resistencia al psicoaná-
agregadQel «cambio de camiseta» de algunofi psicoanalistas lisis -que dista de hallarse ausente aun entre los psicoana-
que marcan su inclinación por otros horizontes teóricos en listas- es la herida narcisística que inflige a la imagen que
nombre de una pretendida adecuación a la ciencia, o con vis- el hombre se hace de sí mismo. Ni el deseo de desconocer ni
tas a favorecer una homogeneidad epistemológica que se el rechazo a saber son para echar sólo a cuenta del trabajo
pretende sabia, realista y razonable? de lo negativo: todavía falta salvar una imagen del hombre
Sé que no dejarán de hacerme notar el carácter religioso no demasiado alterada por revelaciones que puedan herir
de mi argumentación. Creyentes y astrólogos, e incluso sim- su orgullo, sin hablar del golpe que se asestaría a sus ilusio-
ples militantes de causas políticas, sostienen el mismo len- nes y a su esperanza de una mejoría que no debería hacerse
guaje. Pero los científicos también -aun cuando den una esperar indefinidamente. En este aspecto, si bien vivimos
forma más acabada a sus palabras- están animados por la en una era científica que relegó la religión al pasado, nos es-
misma convicción. Agregaré por lo tanto que mi profesión de pera una sorpresa no menor: la de comprobar que lo nuevo
~

fe no se apoya en causas sobrenaturales y que, en lugar de y lo viejo son cómplices en su negativa a escuchar el discur-
invocar una realidad oculta, invita a examinar lo real con so psicoanalítico cuando no se presenta engalanado con en-
los medios de que hoy disponemos, confro~tando nuestra cantos que permitan encontrar en él un consuelo estético.
mirada con aquella que nos ofrecen los diferentes sistemas Opuesto al psicoanálisis en casi todos sus puntos, el discur-
explicativos disponibles, sobre todo en el campo aún oscuro so de la ciencia revela la misma idealidad que el de la reli-
del psiquismo. No es la no-cientificidad del argumento lo' gión. El científico y el religioso se dan la mano para cerrar-
que debe deplorarse, sino el hecho de que la ciencia haya es- le la ruta al psicoanalista. Hombre neuronal u hombre de
tablecido sus criífrios (de verificabilidad o de falsación) pa- Dios, en todo caso no podría ser hombre pulsional, pese a las

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- 225
adhesión, en la mayoría de los casos lo que hoy 1m 1•11ic11n 1t l't'-
múltiples pruebas que la actualidad nos ofrece en los cuatro lativiza mucho su aporte y son muy escasos, sobre tAKlo f\aci-
puntos cardinales del globo, por no hablar de la mh-ada re- ra de Francia, los que siguen entregándose a las delicin" tle
trospectiva que hoy lanzamos a la Historia. esos comentarios exegéticos a los cuales somos tan aficiona-
En definitiva, y sean cuales fueren los límites de su ac- dos los franceses. Nuestra convicción del genio freudiano y
ción --dudosa eficacia terapéutica o negativa a reconocer a de su perennidad no puede hacernos olvidar que ese genio
los pensadores de su época- hoy la tarea del psicoanalista se desarrolló en una época que no es la nuestra, que su expe-
es tan apremiante como en tiempos de Freud: hacer conocer riencia clínica fue muy distinta de la nuestra y que su in-
y reconocer el psiquismo humano. Ensanchar y profundizar vestidura limitada de la práctica nos obliga a relativizar
el campo de la conciencia, pero también diversificarlo. El ob- sus ideas. Es imposible olvidar el horizonte conceptual de
jetivo podrá considerarse demasiado vasto y a la vez dema- Freud, tan diferente del actual, visto el estado de la ciencia
siado limitado. Sin embargo, ante la fuerza obstinada y casi de entonces y la ideología del tiempo en que vivió. ¿Cómo ex-
insuperable del deseo de no saber, toda conquista, por mo- plicar entonces el empeño con que queremos modificar favo-
desta que sea, no sólo sobre la ignorancia sino también so- rablemente estructuras psicopatológicas que él juzgaba to-
bre el desconocimiento, podría abundar en consecuencias talmente refractarias a la acción terapéutica, y en cuyo aná-
cuyos efectos somos incapaces de prever. Permítaseme una lisis consideraba vano gastar tanto tiempo y tanta energía?
observación aun a riesgo de que sea malinterpretada. Desde No es fácil contestar a esa pregunta.
hace mucho y antes que él, las religiones identificaron par- Digamos que tal vez esperamos sacar de esas experien-
cialmente lo que el discurso del psicoanálisis desarrollaría cias personales algo que nos permita completar, enriquecer,
/ sobre bases no sólo morales sino también psicológicas. Por e incluso ir más lejos del corpus teórico de Freud, sin que ne-
supuesto, aun cuando estuviera deformado, ese reconoci- cesariamente eso signifique que lo consideremos prescripto.
miento (religioso) tenía como contrapartida el abandono de Muy por el contrario: las nuevas enseñanzas podrían con-
las ilusiones vehiculadas por la religión, que migraron ha- currir al desarrollo de verdades y conceptos ya vislumbra-
cia otras ideologías más recientes (políticas). Hoy debemos dos y delineados por él en su momento.
darle a ese reconocimiento su forma exacta, neutra, laica y Si bien no puedo responder, de manera satisfactoria
sin contr apartida ilusoria. La tarea demanda grari-eofaje para mí, sobre el efecto de fascinación que Freud ejerce so-
porque implica contar nada más que con nosotros mismos, bre muchos de nosotros, creo en cambio entender, al menos
privilegiar la exigencia de lucidez y determinarnos sin otra en parte, el sentido de adhesión que despierta siempre en
consideración que la que otorga al deseo de representación mí su obra, al contrario de otros que hacen profesión de fe
la extensión más vasta, asignándonos la labor de alejar ca- antifreudiana para dárselas de modernos. De todas las solu-
da vez más sus límites. ciones propuestas por todos los sistemas teóricos posfreudia·
nos y salidos de la posteridad de Freud, no veo ninguna que
asegure en forma coherente la representación de los diver-
sos factores que j uegan en la composición de lo que se llama
Nuestra relación con Freud c6usaUdad psíquica, ni que se esfuerce en presentar un cua-
dro articulado de ella. Siempre es posible criticar aislada-
No faltará quien haga valer que, por muy loable que ha- mente determinadas partes del corpus freudiano, proponer
ya sido mi intención de cuestionarla, la teoría freudiana se en su lugar rectificaciones y acomodamientos, pero además
mantuvo incólumne. Es una buena ocasión para mí de in- siempre dejará que desear la imagen de un conjunto cohe~
terrogarme sobre nuestra relación con Freud. 1 rente que dé cabida a las influencias que más probablemen-
Por cierto, la «superación» de Freud ya cayó de madura te intervienen en la constitución del psiquismo. Es el caso
para quienes adhirieron a cualquiera de las corrientes pos- de la referencia a las ciencias naturales que tanto asombro
freudianas. Pero aun cuando no haya"constancia de esa

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226
produce en algunos cuando las cito, pero cuya ausencia, por rencia a un mundo cultural equivale a condenar al pensa-
defecto, da nacimiento a concepciones caricaturescamen- miento psicoanalítico a una psicologización o a una vulgari-
te psicologizantes o filosofantes que ni por asomo llegan a zación que no puede sino resultarle dañina. Lean las obras
confesarse tales. La restricción a una visión centrada en la de M. Klein, Bion, Winnicott, Hartmann, Kohut o Lacan
mera historia individual se encuentra falseada. Se diluye -por no citar más que esas- y verán que en ninguno de
así la hipótesis freudiana que asigna un papel preeminente esos autores encontrarán el pleno reconocimiento del rol de
a factores cuya función organizativa se deja percibir de mo- los diversos componentes. A diferencia de la teoría freudia-
do muy parcial en su distinción de otros más accesibles. Así na, ninguna de esas obras los presenta en una articulación
ocurre con la sexualidad, cuya importancia se mide poco Y convincente.
nada en lo que puede deducirse de ella a través de lo que da Ese es para mí el sentido del reto lanzado a la obra de
a ver, o cuyas relaciones con lo no-sexual son ininteligibles Freud: el guante será recogido por aquella teoría que lo-
desde afuera. Y obsérvese la paradójica importancia de la gre una representación de conjunto y una articulación com-
amnesia, que recubrirá más tarde todo lo concerniente a parable. Porque es muy fácil radiar a muchas de ellas con
ella. Se entiende que la tesis freudiana descanse exacta- diversos pretextos y privilegiar otras. Pensándolo bien, su-
mente en lo opuesto a una observación continua, ya que primirlas por comodidad teórica plantea tantos más proble-
es casi un criterio de verdad lo que aquí se manifiesta me- mas que la oscuridad que las rodea, lo cual permite recono-
diante el testimonio del ulterior borramiento de lo sexual. Y cer la necesidad de clarificarlas sin renunciar a conservar-
como ya no transitamos aquellos tiempos en que se podía les el lugar que ocupan. ¿Esto significa acaso retornar a po-
negar la existencia de una sexualidad infantil, lo que debe siciones que merecieron la crítica de las concepciones glo-
entenderse es esa imposibilidad de asirla a través de un en- balizantes totalizadoras? Lo importante no es abarcar un
foque directo o, más aún, el carácter engañoso de focalizar, campo tan grande que el pensamiento no pueda ceñirlo,
fuera de ella, los aspectos que se dejan aprehender con ma- sino seguir haciendo presentes esas diversas dimensiones e
yor facilidad, ya que estos sólo cobran verdadero sentido en intentar comprender la intricación de sus funciones a pro-
la perspectiva del conflicto que marca su relación con la se- pósito del fenómeno más local que se pueda imaginar y en
xualidad. Por interesante que sea, una concepción multidi- los estudios más puntuales. Todo esto es reconocible en
mensional deja de ser psicoanalítica para ingresa~ las Freud hasta en su estilo, resultante de sus concepciones de
filas de la psicología, tarea que, sin carecer de interés, en fondo y del afán de mantener el mejor rumbo posible ante
realidad persigue ~bjetivos ajenos al psicoanálisis. Me pare- los vientos y corrientes opuestas que desvían el curso de su
ce que el enfoque centrado de preferencia en el desarrollo, nave teórica. Aunque tal vez se trate, ante todo de una cues-
tanto desde el punto de vista de su evolución intrínseca tión de lógica.
como del predominio de la dimensión vincular, evalúa in- ¿Por qué Freud triunfó allí donde tantos otros fracasan?
correctamente en ambos casos las consecuencias de abando- La respuesta no es fácil y siempre pueden discutirse los ar-
nar la dimensión intrapsíquica como resultado de las trans- gumentos ofrecidos. Retomando una de sus expresiones,
formaciones de la vida pulsional. Si en la cura de adultos, la contestaré que es "ª causa de la imparcialidad de su intelec-
pluralidad de los diversos sistemas de significación en jue- to~. apreciación que, convengo, se presta a discusiones. Ser-
go, habida cuenta de la vectorización que implica el lengua- ge Viderman intentó demostrar que se trata de una ilusión
je, llevara a concluir en una hegemonía del signi~c~te, ello anclada en nuestro saber como esos frutos maduros que
estaría menoscabando la heterogeneidad constitutiva del penden de los árboles y a los cuales apenas una hábil sacu-
psiquismo humano, testimonio de lo cual son sus tan diver- dida o un oportuno soplido bastan para hacerlos caer. Y sin
sas producciones, y sólo puede conducir a un punto muerto, embargo... en las construcciones teóricas de los sucesores
en la teoría, la clínica y la técnica. En tal sentido, ignorar o son tan potentes los preconceptos o prejuicios, que en com-
minimizar el reconocimiento del papel cu¡plido por la refe- paración su falta de imparcialidad es todavía mayor. Por

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eso, a falta de mejor información, y hasta que aparezcan consciente, se legitimaba por entero en las competencias del
teorías más acordes con las exigencias que el propio Freud analista. Francamente, si hoy retomáramos la famosa defi-
se imponía, seguiré considerando que la obra freudiana nición del artículo enciclopédico de 1922 -el psicoanálisis
sigue siendo hoy la que asegura en la mejor forma posible como método de investigación, como terapéutica de las neu-
la representación que nos hacemos de aquello de lo cual se rosis y como conjunto de conocimientos tendientes a la cons-
ocupa el psicoanálisis. Desde luego, sin perjuicio de exa- trucción de una teoría- pocos analistas adherirían a los
minarla al detalle y de reformular sus conceptos. Pero aquí principios sustentados en esta descripción. Sin llegar a con-
se juzgará al albañil por la solidez del muro. traponerle la poco atrayente fórmula de la Asociación In-
ternacional de Psicoanálisis (que lo presenta como «teoría
de la personalidad»), una definición conforme a la realidad
de las cosas daría más o menos esto: «Psicoanálisis es el
Consecuencias de un recentramiento: la nombre de una técnica terapéutica reservada a determina-
reducción das categorías de pacientes que sufren desórdenes psíqui-
cos, y de la teoría surgida de la experiencia de esa técnica».
La extensión del campo trabajado por Freud -concebido Se podrá chicanear con los términos, pero a grandes ras-
en su espíritu antes de que tomara forma en sus escritos- gos esta definición corresponde en forma adecuada al pen-
se tradujo por la construcción de una teoría del psiquismo samiento actual. Tras el integrismo que profesaron por al-
que, como ya hemos dicho, le valió la crítica.de «pensamien- gún período, hoy son pocos los lacanianos que discuten que
to totalizador». A diferencia de lo que hoy ocurre, una franja el psicoanálisis sea una terapéutica (ya nadie se atreve a
no desdeñable de la teoría freudiana descansaba en datos "'- decir que se trata simplemente de «conocerse a sí mismo») y
nacidos del psicoanálisis aplicado, denominación concebida el tiempo habrá hecho justicia a la cita de Lacan donde afir-
en su acepción más amplia. De ahí el trecho que va de la bio- maba que la curaci6n es un beneficio obtenido por añadidu-
logía a la cultura; Freud, en efecto, se sentía como pez en el ra, inexactamente atribuida a Freud.
agua tanto en una como en otra, situación a la cual ninguno El fruto de todo esto es un recentramiento en la práctica
de los autores posteriores podía aspirar. psicoanalítica, ya que, en el mejor de los casos, el psicoaná-
/ En razón de una serie de dificultades esta visión de con- lisis aplicado es visto con la indulgencia que se le otorga a
junto no se pudo mantener. Pocos analistas tenían la cultu- un inofensivo lwbby practicado por algunos colegas un po-
ra y la amplitud de miras de Freud. La actitud indiferen- quito polarizados, un pasatiempo como cualquier otro que
te, por no decir hostil, de algunas de las disciplinas que se ni siquiera debería tomarse demasiado en serio. Razonable
sintieron colonizadas por el psicoanálisis desalentó r ápi- en apariencia, el recentramiento acarreó de hecho conse-
damente a sus émulos, entre otras cosas porque los desa- cuencias enojosas. Tuvo por efecto transformar la teoría del
ciertos y negligencias de algunas plumas psicoanalíticas psiquismo ambicionada por Freud en una teoría de la rela-
nos valieron a algunos de nosotros verdaderos azotes. Estas ción: «relación médico-paciente», como se dice en la facul-
contribuciones carecían de información suficiente sobre los ta~ de medicina o, más doctamente, entre nosotros, «rela-
terrenos abordados y practicaban interpretaciones desco- ción de objeto», «relación trán sfero-contratransferencial»
medidas. Hubo que batirse en retirada y replegarse en or- y, no hace mucho, «interpersonal» o «intersubjetiva».5 Esto
den cerrado. Por otra parte, la evolución de la concepción del explica el gran giro que imprimieron al pensamiento psi-
saber hacia terrenos cada vez más acotados -locales, como coanalítico algunos autores impregnados de pragmatismo
se dice hoy- llevó a los psicoanalistas, a usanza de los re- anglosajón. Pragmatismo perfectamente identificable en
presentantes de otras disciplinas, a recentrarse únicamente '
en la práctica. La experiencia surgida directamente del en- 5 La más reciente de las teorías que sostienen estos puntos de vista es la
cuadre, campo a todas luces privilegiado p~á abordar el in- teoría interactiva.

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las Freud-Klein's Controversies (Londres 1941 a 1945), don-
-
no son en absoluto las que Freud tenía en mente cuando
de la teoría de la relación de objeto busca destronar a la teo- buscaba posibilidades con que alimentar la reflexión sobre
ría freudiana edificada sobre la hipótesis de las pulsiones . el psicoanálisis.
El saber es extraído casi por entero de la experiencia de la Freud diseñó el programa de la institución de forma-
cura, lo cual sería aceptable si a su vez no implicara una ción ideal. Comprendía la enseñanza de la biología y la
nueva manera de interpretarla en términos de transposi- psiquiatría, pero ta~ién la historia de la civilización y de
ción directa de la experiencia infantil en el marco de una las religiones, la mitología y la literatura. Ahora bien, ¿en
concepción extensiva de la transferencia. Como en la expe- qué institución se aplica ese programa? ¿Cuáles son hoy las
riencia de la cura necesariamente siempre h ay relación en- materias sustitutas a transmitir? La observación madre-be-
tre paciente y analista, y dado que el nuevo objeto. de conoci- bé, obligatoria en ciertos institutos, es lo que primero apare-
miento es el análisis de estructuras clínicas más regresivas ce. La historia de la civilización hace tiempo que dejó de re-
que la neurosis, supuestamente la transferencia r epite la . querir la atención de los psicoanalistas: ahora es el turno de
relación madre-hijo y la situación analítica no tiende sino a la etnopsiquiatría. La biología de Freud da un paso atrás
esta actualización. ¿Cómo podría ser entonces que en la in- ante el empuje de las ciencias cognitivas fundadas en la
fancia hubiera un estado donde esa relación no existiera? teoría de la información . Parecería que casi no hubiera dife-
Desde 1941, los kleinianos pretenden que para comprobar rencia entre sentido e información. Por razonable, pruden-
la legitimidad de sus posiciones teóricas es suficiente con re- te y serio que parezca frente a las especulaciones por mo-
mitirse a las observaciones de bebés realizadas por pedia- mentos temerarias de Freud, el r ecentramiento en la cura
tras y especialistas de niños. A partir de ese momento se ob- tuvo efectos reductores sobre la teoría. Así fue como condujo
serva un claro retroceso de todo concepto no ligado al mode- a un psicoanálisis casi enteramente pensado a partir de una
lo infantil, a su vez ampliamente modificado por diversos dirección ontogenética de principios discutibles. Lo único
métodos de conocimiento del niño, que algunas veces poco seguro es que se renunció a tratar los problemas que intere-
tienen que ver con el psicoanálisis. P or ejemplo, la angustia saban a Freud: la r eflexión sobre los vínculos de lo biológico
arcaica relacionada con las pulsiones destructivas reempla- con lo psíquico, la ubicación del hombre en la serie animal,
za al paradigma de la realización alucinatoria del deseo. la apertura hacia aquello que él llamó «la vida del espíritu», >
Melanie Klein y sus discípulos (sobre todo S. Isaacs) inter- el papel de la cultura. Inspirado en un psicologismo que
pretan la sexualidad como un intento de reparar la destruc- se confunde con el conocimiento de lo psíquico, todo quedó
tividad originaria. Las problemáticas tan ricamente polisé- confinado entre los ümites de la historia individual. Tan-
micas de Freud sobre la representación o el tiempo, para tas veces critiqué el injustificado imperio ejercido por una
atenernos a estos dos ejemplos, se diluyen en un flujo de concepción esquemática de la temporalidad en detrimen-
nuevas ideas que buscan sacarse de encima complicaciones to de la perspectiva estructural, que considero innecesario
inútiles y enarbolan un acceso directo a la experiencia, como volver sobre el tema.
si esta tuviera valor de evidencia y no dependiera de una Pero está claro que el recentramiento en la práctica, del
interpretación que aclare su sentido o de una concepción a que surge esa incipiente tercer a tópica señalada por mí ya
partir de la cual orientar la escucha. én 19756 en función de referencias al selfy al objeto, si bien
Así, no sólo caen tramos enteros de referencias extrate- posee las virtudes del realismo, también tiene sus límites
rapéuticas del pensamiento freudiano -imaginemos tan y conduce a estrechar las perspectivas teóricas. Desde esa
sólo por un instante a Melanie Klein escribiendo Tótem y ta- perspectiva vincular es fácil caer en una ego p sychology de
bú. .. - sino que además se pone en tela de juicio la legitimi- separación-individuación que, por demasiado especulativa,
dad de eventuales referencias exteriores a la cura. No nega~ 6 Véase «L'analyste, la symbolisat ion et l'absence dans le cadr c psycha-
mosque haga falta apelar a disciplinas externas a la prácti- nalytique•, artículo ya citado. (·El analista, la simbolización y la ausencia
ca clínica para apuntalar el saber, pero e~s disciplinas ya en el encuadre analítico•, art. cit.]

232 233
/

pronto resultará inaceptable a los investigadores de la si- ciones en 9uanto a la natur.aleza de los sistemas y de las
guiente generación. La controversia dará nacimiento a los relaciones ~ue los unen. Bien, todo eso se sabe. No hay nada
resultados, considerados más rigurosos, de la teoría interac- más engañoso que perseguir, en lo concerniente al psiquis-
tiva, basada en registros fílmicos demostrativos de la exis- mo, un objetivo que evitara acondicionar ese espacio teórico,
tencia del objeto desde el principio y de la «afinación» entre al margen de la necesaria distancia entre práctica y teoría.
el bebé y su madre. Esta novedosa actitud (D. Stern) se apo- De ese modo, el riesgo de psicologización se ve disminuido
\ ya alternativamente en una visión pragmática de la teoría si no evitado por completo. La idea de una teoría como n:_
, (antiespeculativa) que privilegia la observación (en desme- flejo de la práctica, de una práctica como reflejo de la teoría,
'': dro del interés por la representación) dentro de una óptica y en definitiva la idea de que toda concepción saldría de una
;fenomenológica (más que psicoanalítica). Ella ejerce una se- experiencia clínica abocada a traducir en forma de pensa-
'.ducción manifiesta en quienes encuentran demasiado com- miento hechos desarrollados con exactitud y precisión, y
pleja o demasiado dificil la teorización psicoanalítica. Ade- que se atreviera a este objetivo, es una ilusión que ni siquie-
más, ¿alguien vio alguna vez una pulsión en el diván? ¿Con- ra percibe la ingenuidad que encierran sus propósitos. Es
viene transformax: en «aparato psíquico» a esa persona que ' que, en el punto donde están las cosas, la metaforización
viene a contarnos el drama de su vida? Menos preguntas se -pues de ella se trata- no sólo es recomendable sino sen-
hacen algunos sobre la relación que existe entre la escucha cillamente inevitable, si no queremos caer en la trampa de
psicoanalítica y los cuentos de niñeras en la observación de volver a la versión fenomenológica de una subjetividad de
bebés. a dos· en la que la conciencia retornaría subrepticiamente.
Nada -sería tampoco más peligroso que esa manera de des-
cribir lo que ocurre en el análisis llevándolo hacia formas de
comprensión casi inevitablemente encaminadas a cerrar
" ¿Hay que guardar el aparato en el armario? el sentido sobre sí.mismo o, si no, a restringir la deriva aso-
ciativa atentando contra su dinamismo y favoreciendo un
La expresión aparato psíquico es un claro testimonio de modo de examen contrario a la esencia de la comunicación
las opciones científicas y naturalistas de Freud. Sin embar- analítica, dadas la naturaleza y la manera parcial y mo~edi­
go, aún quedan por hacer algunas observaciones sobre las za con que se nos revela el psiquismo. Ahí es donde se impo-
exigencias teóricas en que se basa esta hipótesis. Prime- ne la ficción de un aparato, ficción que diferencia, individua-
ro, la referencia a una idea no unitaria del psiquismo, com- liza, hace entrar en conflicto y trabajar en sinergia y opo-
puesto por partes de disímil organización, lo cual exige dis- sición diversos campos del psiquismo, sorteando todas las
tribuir las funciones que lo componen y definir las relacio- trampas de la tentación de quedar fijada en los fenómenos
nes existentes entre ellas. Esa necesidad destaca el carácter de la conciencia.
radical de las formas que tendrán los conflictos: ni homoge- Menos atención se presta a las razones que llevaron a
neidad, ni relaciones pacíficas, ni unidad. El aparato psí- Freud a cambiar de aparato. Ya tuve oportunidad de demos-
quico de Freud, así como la grilla de Biorr, son conceptos cu- trar que la primera tópica se edifica alrededor de una noción
ya utilidad se verifica fuera de sesión, fuera de la cura, en éomún y referencial: la conciencia, puesto que las demás
el ejercicio de un pensamiento teórico alejado de la prácti- instancias se definen con relación a ella. Las representacio-
ca, en una distancia teórico-práctica asumida (J.-L. Donnet) nes de esas instancias son conscientes, preconscientes o
que permite recordar ciertas verdades muchas veces olvi- inconscientes. Y hasta lo más inconsciente queda unido
dadas. Estas elaboraciones responden a una empresa de -aunque sea negativamen~ a la conciencia. De ahí el ca-
clarificación de datos provenientes de la práctica para cons~ r ácter más directamente aplicable a la clínica de la primera
truir un espacio teórico imaginario, es decir, una espaciali- tópica, o en todo caso a sus aspectos más intuitivamente ac-
zación proyectada en el pensamiento y q,tie impone distin- cesibles a la conciencia, lo cual no ocurre en el caso de la

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segunda. También hice notar que la diferencia entre la pri- superyó, s~imento de la cultura, «potencia protectora del
mera y la segunda tópica consiste en que las pulsiones están destino», t4mbién puede desempeñar el papel de remoto
ausentes del primer modelo (una pulsión no es consciente, mensajero de las pulsiones de muerte en la segunda.
ni preconsciente ni inconsciente y sólo sus representantes Agreguemos ahora lo siguiente: examinada a la luz de la
pueden ser calificados así),7 mientras que son parte inte- segunda tópica, la totalidad de la primera puede ser englo-
grante del aparato de la segunda, a través del ello que las bada por la instancia yoica. Resumiendo, la primera tópi-
cobija. La definición que da Freud en las Nuevas conferen- ca hablaría solamente del yo: consciente, preconsciente e
cias no hace mención alguna de la representación. Toda re- inconsciente, los cuales, en su trasfondo, sufren el conflicto
ferencia a la conciencia desaparece del aparato. Procedien- entre pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación.
do en esa forma, Freud acentúa la heterogeneidad de este, Lo que con posterioridad se desprende de la segunda es que
puesto que ahora están incluidas en él las raíces biológicas al mismo tiempo extiende el terreno del inconsciente hasta
del psiquismo, con el ello. En contraposición, también figu- hacerlo presente en el seno del yo, y que además lo flanquea
ran como constitutivas del aparato las dimensiones cultu- de otras instancias que lo dominan cada una a su manera.
rales a las que remite el superyó. Aquí la conflictividad se La sexualidad pasa a estar ahora doblemente limitada: de
exacerba. Más aún: ese tipo de heterogeneidad no puede un lado, por el yo y el superyó; del otro, por las pulsiones
sino favorecer la negatividad. El trabajo de lo negativo, ya destructivas. Luego de comprobar que había depositado de-
presente con la primera tópica, cobra aquí formas más ra- masiada confianza en el yo, Freud lo encuadra con aquello
dicales, lo cual deriva de la falta de una ref~rencia unitaria que ej~ce doble presión en la instancia que él representa y
simple y de las contradicciones relativas a diferencias de que permite en gran parte dar cuenta de aquello que impide
estructura entre las instancias. el cambio. Pero las cosas no terminan ahí: Freud desdobla
Como corolario, de ahí en adelante lo único que podrá los factores de limitación a través de la oposición del par de
hacer el aparato es funcionar mal. Ni la mejor madre del pulsiones de vida o<le muerte, en el nivel del ello y -menos
mundo podría hacer nada: ya la cosa andaba mal con el in- radicalmente sin embargo- por desdoblamiento del Ideal
consciente de la primera tópica y ahora va peor con las ins- del yo y el superyó (confundidos en un primer momento).
tancias todavía más inconciliables de la segunda. Los lími- En tales condiciones, la evolución del psicoanálisis pos-
tes formados por las representaciones inconscientes de la freudiano, desviada por su inspiración ontogenética -que
primera tópica, siempre más o menos deducibles, son repe- de hecho sólo sabe centrarse en el yo- se hace a contrapelo
lidos por lo irrepresentable pulsional de la segunda y el con- de la evolución de Freud pues vemos que esta última pre-
flicto que acarrean más allá del yo, con las demandas del su- tendió ser resueltamente no unitaria, que acentuó lo que
peryó. O, por decirlo en otros términos: las representacio- hay de más radicalmente inconciliable en el seno de su hete-
nes de cosa y de objeto de la primera tópica están bajo de- rogeneidad y que otorgó al yo un lugar más reducido que an-
pendencia del vínculo con la pulsión como representante tes. Durante. los años en que la estrella de Hartmann llegó
psíquico de las excitaciones endosomáticas de la segunda; a-- a su cenit en los Estados Unidos, era frecuente oír objetar
los deseos de la primera tópica les hacen lugar las mociones q~e, siendo el ello inaccesible y reduciéndose el analista a
pulsionales de la segunda y, sucediendo al interdicto que su- abordar los conflictos a través de ese intemediario obligado
puestamente asegura la autoconservación de la primera, el que era el yo, era normal centrar toda la atención en esa ins-
tancia. Los analistas favorables a ese argumento parecían
7 «Estimo efectivamente -escribe Freud- que la oposición de conscien- no darse cuenta de que la postura que sostenían los acer-
te e inconsciente no encuentra aplicación a la pulsión. Una pulsión nunca caba mucho a los primeros contradictores del psicoanálisis,
puede volverse objeto de la conciencia, sólo puede hacerlo la representa- ' para quienes, siendo la conciencia el mediador necesario
ción que la representa• (S. Freud, •L'inconscient.. , en Métapsycholo~
Oeuvres completes, París: PUF, 1988, vol. XIII, pág. 216. [«Lo inconciente•,
para toda especulación sobre el inconsciente, era imprescin-
en AE, vol. XIV.) dible reconocer su lugar preeminente en el psiquismo. ¿El

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inconsciente? Tal vez, pero después (y en todo sentido) de la Especu~ción sobre las pulsiones
conciencia. Es asombroso que Lacan, habiendo entendido
las razones por las que se creó la segunda tópica, recayera Sin lugar a dudas, dentro de la metapsicología freudia-
en el mismo error, puesto que la referencia al lenguaje res- na, la pulsión es el concepto más atacado por los modernos.
tauraba la primacía de la tendencia unificadora, homoge- Se ha llegado incluso a impugnar su utilidad, si bien se
neizante y siempre inteligible, en derecho, bajo los auspicios acepta su estatuto de metáfora teórica.
de un sujeto que, a ojos de la segunda tópica, apenas si vale En forma paradÓjica, las vacilaciones en tomo de la vali-
algo más que ese yo que Lacan fustigaba. Para el pensa- dez teórica de la idea de pulsión, que llevaron a proponer en
miento psicoanalítico, el aparato psíquico en versión se- su lugar muchas soluciones de recambio, más la actitud que
gunda tópica es garantía de una concepción del psiquismo preconizaba limitarla al reducto de la cura, donde se preten-
humano que relativiza la ilusión de su autonomía y unifica- de que nada la testimonia, constr~tan fuertemente con las
ción, de su independencia respecto de la biología y la cultu- referencias surgidas de ámbitos externos a ella. ¡En las no-
r a, y cuestiona con vigor su imagen de soporte del individuo ticias policiales, en la política con sus indignos procederes y
y sus realizaciones, que serían acreditables al yo. Por eso en las estrategias dictadas por intereses superiores, la om-
el aparato psíquico de Freud, además de su utilidad teórica nipresencia pulsional es patente! Parece que ya desde 1930
inmediata, viene a recordarnos que pertenecemos no sólo a es decir, desde El malestar en la cultura, Freud intuía que eÍ
nuestros orígenes familiares per sonales sino a toda la serie campo social sería el terreno de elección desde donde obser-
animal y a toda la historia de la humanidad de que forma- var los efectos de las pulsiones destructivas. Las interpreta-
mos parte, poniéndole sordina a nuestras tendencias antro- ciones alternativas de la destructividad sociológica ya cum-
plieron su tiempo.
-- pocéntricas.
Paradójicamente, a cincuenta años de la muerte de su
creador, la teoría de Freud parece estar más cerca del saber
. Cuando pensamos en el concepto freudiano de pulsión,
siempre llevamos implícito en la mente el modelo de la Me-
contemporáneo que la de sus sucesores. En parte, su pensa- tapsicología de 1915: fuente, empuje, meta, objeto. Su ele-
miento sigue siendo compatible con los avances de la neuro- gancia, simplicida d y aplicabilidad a las perversiones le
biología, puesto que nunca aceptó separar al hombre de sus brindan tantas propiedades heurísticas, que uno se espera
ancestros animales. En el ámbito de la cultura, hay quienes encontrarlas donde menos lo piensa. Pero cuando no es así
ya empiezan a darse cuenta de que la prohibición del inces- enseguida se siembran dudas sobre si es o no pertinent~
to no está tan destinada a salvaguardar las reglas del inter- aplicar este concepto. Así ocurre con la pulsión de muerte:
cambio como a erigirse contra el desorden de la sexualidad ¿dónde está la fuente? En ningún lado. Por lo tanto, no se
creando los diques de contención necesarios. Ciertamente, trata de una pulsión.
las requisitorias hipotéticas encaminadas a darle forma al Se olvida entonces que las últimas formulaciones freu-
conjunto para llegar a una concepción general del psiquis- dianas sobre la pulsión no retoman nada - aunque tampoco
mo son, en muchos aspectos, altamente discutibles, sobre quiero decir que las invaliden- de concepciones anteriores
todo en lo concerniente al rol más que improbable de la fi- muy ligadas al caso de la pulsión sexual. Sólo se mencionan
logénesis. Pero esas ideas no deben desecharse sino discu- h1 naturaleza conservadora de las pasiones y el hecho de
tirse, para saber si las funciones a que aluden pueden ser que sean la causa última de toda actividad.a Parecería que, e
abordadas de otra manera. con el tiempo, Freud hubiera evolucionado hacia una con-
cepción diferente de las pulsiones, no tan ligada al aspecto

8 Véase A. Green, ·La pulsion dans les écrits terminaux de Freud•, en

Analyse auec fin et analyse sans fin, Monographies de la Association Psy-


chanalytique Internationale, J. Sandler, ed., París: Bayard Editions, 1993.

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parcial que les reconocía al principio. Una definición tardía la literatura, de «yo», <(sujeto», <~e»,* e incluso de «persona..
-que hace justicia a la complejidad del concepto aunque que, en mi opinión, deben concebirse en distinta forma. Pro-
con una formulación enigmática- precisa que está anclada pongo la hipó-tesis de que la pulsión formaría la matriz orí·
en lo somático pero que ya pertenece a lo psíquico en una ginaria, fuente y fundamento de la subjetividad.
forma que ignoramos. Si podemos decirlo así, una suerte de
., intencionalidad corporal presubjetiva. Se entiende que no
se trata tanto de definir la pulsión como de permitirnos
imaginarla. Además, la última teoría a su respecto, lejos de El yo y el objeto
introducir sólo las pulsiones de muerte, modifica en pro-
fundidad el polo complementario de estas últimas: ya no es Si consideramos la actividad pulsional como formadora
cuestión de pulsión sexual (cuyo contenido se reduce ahora de la base del psiquismo -fondo calificado de conservador
a una función sexual) sino de pulswnes de vida o de amor. por Freud porque, si no lo fuera, la'estructura psíquica ente-
En este último caso es preciso considerar un funcionamien- ra correría el ri1sgo de ser pulverizada por las fluctuaciones
to distinto al de las pulsiones parciales de la sexualidad y del cambio-, se entiende entonces que dichos cimientos
.., una referencia implícita e indirecta al objeto, porque la pul- tengan doble dirección y doble funcionamiento. Una direc-
sión de amor sólo puede amar a un objeto (no parcial). ¿Ha- ción apuntaría a unificar la polaridad del yo: su acción se
brá que impugnar entonces la tesis del narcisismo prima- ejercería en forma difusa, no expresaría ninguna necesidad
rio? Creo que este avance no reemplaza los descubrimientos que satisfacer pero estaría consagrada a tejer la tela del yo
anteriores sino que se suma a ellos, obligáñdonos a suponer que aseguraría a este la sensación de existir en estado se-
una pluralidad de funcionamientos pulsionales, así como parado, de individualidad y de voluntad propia. Y, agregaré,
-- una concepción menos realista del objeto.
Desde luego, la clínica psicoanalítica actual nos pone en
especulando un poco más, su apego al ser. La otra dirección,
llevada hacia el qbjeto, buscaría satisfacciones por el lado
presencia de estructuras cuya problemática no se parece de aquello (o aquel) que fuera capaz de dispensarlas. Al con-
aparentemente en nada a aquella en que se observa con trario de las anteriores, estas actividades pulsionales se
claridad la lucha contra las pulsiones, que remiten más bien manifestarían en forma aguda contra un fondo de tensio-
a otras amenazas, relativas, por ejemplo, a una entidad que, nes empujadas a veces a un estado crítico que exige disten-
según la terminología adoptada, será calificada de «YO», sión, buscando, en caso de resultarle imposible alcanzar sus
«narcisismo», «self», etc. Puede observarse que, lejos de que metas, hallar objetos sustitutos para cumplir, a cualquier
el objetivo buscado sea la realización del deseo, el sujeto se precio, lo esencial de su tarea, haciendo jugar los recursos
empeña en confinarla estrictamente en un fantasma de- de su plasticidad constitutiva. Mientras que en el caso ante-
sencarnado. Así las cosas, si la situación tuviera la más mí- rior, y me refiero al de las pulsiones afectadas al yo, prácti-
nima posibilidad de realizarse, lo imaginario se volvería la camente no hay sustitución posible, salvo intercambiando
mejor garantía contra el peligro de una eventual pérdida de el yo (entero) contra el de un objeto, se trata no sólo de la
las capacidades habituales del yo, lo cual, en ese caso,.con- identificación sino de la alienación, que es renunciamiento
duciría a la fragmentación (y no a la castración). ificonsciente a sí mismo. Por eso no opongo, como hacen
Y sin embargo, para mí, lo que aquí se juega viene de otros, las pulsiones al yo (o al narcisismo, o al selfJ, sino que
las pulsiones, pero desde luego no al modo de «Pulsiones y
destinos de pulsión». A partir de ahí, así como en psicoanáli-
sis se desarrolló la línea objetal, a través de concepciones de •Je, forma del pronombre de primera persona singular, traducible por
la relación de objeto que implican tomar en cuenta lo obje-, •YO•, como también sucede con el francés moi. A diferencia de este último,
je sólo puede cumplir función gramatical de sujeto. Para muchos autores,
tivo y lo objetal, deberemos proceder a inventar un lirnlje uno y otro término francés designan entidades psíquicas diferentes. (N. de
«Subjetal" que abarque las distintas nociones, dispersas en la T. )

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concibo diferentes modos de actividad pulsional según que de once años; s~ µItima relación había terminado a causa de
esta afecte al yo o al objeto. Me gustaría que no se confun- un rechazo que ella vivió como una catástrofe-, está usted y
diera el funcionamiento pulsional del yo al que acabo de ha- está el bebé. Así llama ella a un objeto transicional, echarpe,
cer alusión, con las pulsiones de meta inhibida, que son otra impermeable o tlr>ado que aprieta en sesión contra el cuer-
cosa, por ejemplo soportes de sentimientos tales c?mo la po en momentos,de angustia y que es una mezcla de ella y
ternura o la amistad, etc. Aquí se trata del yo como mstan- su madre. Y justamente porque ese fondo permanece casi
cia de individualidad, del yo como «voluntad» o, si se quiere, inmodificado, la paciente dirá que nada cambió, pese a ese
del yo como portador de la pulsión, lo cual no le impide en- amor que tanto me asombra por las transformaciones que
trar en conflicto con ella cuando no puede beneficiarse de su produce en ella. Y tendrá razón: luego de la inevitable repe-
dinamismo o de su proyecto. Quiere decir que una parte de tición del abandono por parte del objeto, todo volverá a ser
esta actividad se consagra a la tarea de servir de basamento como antes.
-y hasta podría hablarse de apuntalamiento pulsional- a Por último, debe tenerse en cuenta esa parte de destruc-
la otra, llevada por la necesidad a salir de sí en dirección al tividad ya descripta como funcwn desobjetalizante y que, en
objeto, sin tener los medios apropiados para realiz~r l~ ta- orden de importancia creciente, se manifiesta en los rasgos
rea que le fijan sus propias metas. Ahí es donde Wmmcott de la homosexualidad, del narcisismo y de la agresión des-
podría tener razón cuando afirma que las ~ulsiones (e~ el tructiva. Esas manifestaciones, en su mayor parte intrica-
sentido habitual del término) son secundanas con relación das con la función opuesta, función objetaüzante, son obra
al yo, o, como él mismo sigue diciendo, que ~ace falta un yo de la frustración. Esta afectó sucesivamente la alteridad,
para verificar la existencia del ello. Donde difiero de él es siempre en busca de lo mismo, luego procede a replegarse
cuando pienso que en realidad se trata de otra forma de sobre sí y finalmente quiebra al ser que aspira a aniquilar-
investidura pulsional ocupando el espacio de lo opuesto al se. En sus notas, hoy publicadas con el título de Cogitations,
no-yo. Además, el funcionamiento de las pulsiones puede Bion considera que la clave del desarrollo es la posibilidad
muy bien prescindir de cualquier comprobación por parte de que la estructura psíquica conserve y retenga lo que ella
del yo. Es la madre quien cumple ese oficio aportando su misma experimenta, para elaborarlo. Por lo tanto, la eva-
granito de arena. Eso permite conservar la unicidad básica cuación es necesariamente empobrecimiento e imposibili-
de la función pulsional en toda la psique, y su relación con el dad de despejar el hecho seleccionado que da cuenta del con-
asiento constante del yo. Las pulsiones son la condición de junto. Esta concepción de la destructividad se aplica a esas
la movilidad y el dinamismo interno que permiten al yo sa- dos polaridades, a esos dos modos de investidura pulsional
lirse en parte de sus límites para buscar por el lado del ob- del yo y del objeto, generadOra a la vez de implosión interna
jeto algo que le falta y que no puede encontrar en él mismo. y de pulverización o destrucción del objeto por negación de
Y también las soluciones del autoerotismo, pese a ser es- su existencia.
tructuralmente importantes, enfrentan serias limitaciones. Al contrario de lo que se dice, la escisión no siempre es
La simultaneidad de las construcciones del yo y del--Oh- nociva ~ significa siempre regresión. La escisión es abso-
jeto pasa por ese doble desfiladero, y es entonces cuando lutamente necesaria para el funcionamiento psíquico, pues
puede instalarse una jerarquía en el sujeto. Citemos, en or- con ella se inicia el distanciamiento respecto de la activi-
den de importancia creciente: el objeto externo otro (como dad, esa vaga conciencia de que (según hemos tomado cono-
otro del objeto), el objeto (transferencia!, primario y mater- cimiento en el diván a través de la interpretación del analis-
no sin duda) y por último el objeto-sí, que tiene la particula- ta) pasa algo que dura apenas un instante y permite el des-
ridad de ser un condensado, una mezcla del objeto prima- peje, aunque sea en el tiempo fugaz de un solo pensamiento.
rio y del yo. Una paciente me hizo entender.esa je:arquí~ \ Es ahí donde está el embrión de la terceridad, porque en ese
cuando dijo: está Pierre, su nuevo amor -pnmera mvesti;- momento puede suponerse que la situación hizo presente al
dura amorosa producto del análisis tras un silencio afectivo analista y que el pensamiento se dirige a él, o incluso que se

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lo hizo presente en la situación como manifestación primera r~ordar algtl9as ideas de-Winnicott (papel especular de la
de una posible generalización. mirada matérna), estas reflexiones se distinguen de las que
realizó este autor. En la base de la causalidad psíquica hay
división y complementariedad; ambas consisten en poner
en relación una parte de lo que tiene su asiento en uno con
Psique algo distinto que a su vez es «externo» y se percibe en íntima
relación con lo que está localizado «internamente» o en uno
El sentido es la categoría propia del psicoanálisis y, se- mismo. De tal suerte que existe una doble identidad espon-
gún se dice, los conceptos psicoanalíticos son metafóricos. tánea: la unidad de sí a sí y la unidad del sí y del otro que
Me gustaría tratar de clarificar un poco qué se entiende por es la base de la diferencia. Esta operación que llamaré «me-
metafórico. tafórica», literalmente por transporte o transferencia, y con-
En su calidad de ser viviente, el hombre llega al mundo sistente en atribuir al otro algo que dé sentido a aquello que
con necesidades, algunas de las cuales son satisfechas sólo es sentido sin ser percibido, es la que hace del otro un seme-
por su entorno. En primera fila citemos la necesidad de aire, jante. No porque, como se dice tantas veces, el otro simple-
' de alimento (sólido y líquido) y de una temperatura que se mente dé un sentido, sino porque ese sentido aparece como
mantenga entre determinados límites. Esas necesidades complemento de lo que es experimentado, y que lo perfeccio-
son las de sus órganos, que lo diferencian muy poco de otros na. No es el sentido que el otro da a lo que es mío lo que para
animales que las comparten con él. Si ahora.giramos hacia mí produce sentido: es mi sentido lo que encuentro afuera
el cerebro, nos estaremos acercando a aquello que es más de mí porque no puedo percibirme, mientras que sí puedo
específicamente humano. A todos estos elementos, igual- percibir en el otro aquello que me es reenviado. Y sin em-
mente necesarios para el cerebro, agreguémosles ahora un bargo, ese «afuera» es percibido como «adentro», sin que
dato suplementario: la información. Si nos detenemos ahí, dicha dualidad pueda reducirse a una unidad englobante.
no habremos tocado lo que los psicoanalistas consideran re- Aunque se trate de dos expresiones distintas (por un lado
lativo al nivel psíquico, por más que la información incluya estado interno y por el otro percepción externa), se actúa so-
el sentido. Es probable además que, para desarrollarse, el bre el otro tal como lo haría un espejo. Digo que está obran-
animal también necesite información. La diferencia resi- do una metáfora, no sólo a causa de la referencia al trans-
diría entonces en las particularidades cualitativas de esa porte y a la transferencia, sino porque entre los términos
información. "' comparados hay una distancia, así como la hay entre lo que
El nivel psíquico del sentido se alcanza cuando entra ocurre en el sujeto y su complemento en el nivel del otro se-
en juego la categoría del otro-semejante. Lo psíquico nace mejante. La metáfora manti.ene la distancia en el lazo que
del encuentro entre un acontecimiento que tiene lugar en reunió el «afuera>> y el «adentro». Mientras que el símbolo
el seno del sujeto (vivencia, conocimiento, representación, procede a relinir términos separados en la forma de un re-
etc.) y este encuentra su reflexión o su complementarieéíad encuentro 9ue permite recomponer la unidad quebrada de
en el otro semejante. Es el efecto misterioso de la sonrisa y los fragmentos, la metáfora deja abierta la brecha: no puede
es también eso que la jerga en boga llama «interacción». Sin colmarla, pese a que la figura que ella misma compone ten-
embargo, no hace falta que haya interacción -basta con el ga un poder sugestivo quizá mayor que el símbolo mismo.
efecto especular, es decir, de reflexión- para que se perciba, De ahí la creación de un campo capaz de recentrar esas figu-
en el rostro del objeto, algo correspondiente a lo que puede ras (Winnicott). Eso quiere decir que la biología aatá conde-
sentirse pero no percibirse en uno mismo, debido a que se nada a la continuidad entre lo que observa y lo que descu-
trata de uno mismo en un momento donde nada confirma la ' bre en el funcionamiento neuronal de un organismo dado,
idea de un equivalente de la experiencia especular, distante-. mientras que el psicoanálisis ya está en otro campo porque
aún de la época en que se la puede adquirir. Si bien pueden lo que describe no podría hallarse enteramente contenido

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en los límites del simple sujeto. El psiquismo salta por valor significativo, es lazo y demanda de reciprocidad. Tanto
encima de las envolturas del sujeto para vincularse nece- en su forma consumada como en sus primeros lineamien-
sariamente con otro, haciendo resaltar al mismo tiempo, tos, uno y otro son indisociables. Amar y ser amado son posi-
por referencia a ese otro, la discontinuidad que habita al su- ciones inseparables porque'lá reflexividad de ambos miem-
jeto y la creación de un orden distinto del que se confina en bros de la pareja es constitutiva de su unidad, de su estruc-
los límites del individuo, abriendo la vía a futuros despla- tura bifaz o de su interfaz. Eso ocurre porque, aquí, el amor
zamientos de consecuencias ilimitadas. De esa manera, está en_tre. Ese psiquism°'.al que estamos acostumbrados
entre «SÍ» y «Otro», y entre «SÍ» y «SÍ mismo» (el sí reflejo), a refenrnos, aparecerá cuando la relación se interiorice, es
está operando una doble discontinuidad. decir, cuando entre sí y sí haya reflexión y se extienda a
La especificidad de la posición psicoanalítica es esta- otros sentimientos no necesariamente amorosos. A partir de
blecer una consustancialidad entre sentido y amor, condi- ese momento el psiquismo estará en condiciones de produ-
ción indispensable para la formación de ese doble vínculo cir representación. Se ve cuán necesario fue el otro-seme-
entre el «adentro» y el «afuera», donde se halla la diviso- jante en la operación que permitió constituir la representa-
ria de aguas entre sí y otro o entre sí y sí mismo. Si acaba- ción como analogon, o sea, como modalidad singular produ-
mos de tomar como ejemplo la sonrisa fue porque la sonrisa cida por el otro-semejante. En ese caso, el psiquismo no es
es marca de amor. El sentido no se leería de igual manera si tanto de orden intersubjetivo como de orden intrapsíquico.
a la perplejidad del niño le respondiera la perplejidad de la Su línea directriz oscilará entre las dos orientaciones intra-
madre. En este caso no habría creación de sentido sino que, psíquicas e intersubjetivas, ambas productoras de sentido
al contrario, al potenciarse la angustia, se induciría el sin- y creadoras de objetos, que elevan las relaciones anudadas
sentido. Aun así, subrayar la indisociabilidad del amor y el por la actividad psíquica a un nivel de mayor complejidad
sentido es insistir en la necesidad del rodeo por el otro- por medio de esa bipolaridad dinámica.
semejante para reconocer la fuerza del lazo amoroso. Es sa- En las teorizaciones actuales se apela constantemente
bido que el amor nace al satisfacerse la necesidad, ya sea su- a la intersubjetividad, debido a que tiene la virtud de unir
cediendo a esta o como consuelo por su insatisfacción mo- relación de objeto e interacción en ocasión de los intercam-
mentánea. bios madre-hijo. Ahora bien, en realidad lo importante es
En cuanto al rol del objeto -indebidamente contrapues- aquello que acontece en ausencia del objeto, por ende, sin
to a la pulsión, tal como veremos- conviene marcar fuer- posibilidad de reflexión externa y mucho menos de inter-
temente su función reflexiva y subrayar el rodeo que él po- acción , y procedente de lo intrapsíquico. Lo intrapsíquico
sibilita. Incluso es posible sostener que el reconocimiento de puede crear por sí mismo al otro-semejante de la represen-
lo que está en sí únicamente puede efectuarse por su reflejo tación con la finalidad de paliar las carencias y vicisitudes
previo en el objeto que lo devuelve por «reflexión». Quiero de la satisfacción esperada, proveniente del exterior. Por lo
señalar algo que Freud no vio, al margen de la alusión al tanto, no quedan dudas de que el juego psíquico no consiste
analista que hace en el modelo de la cura, y que Lacan en- en la oscilación del otro-semejante de lo intrapsíquico con el
trevió un poco mejor con el estadio del espejo, pero qu€ se otro-seméjante de lo intersubjetivo, referencia a lo que co-
apresuró a olvida r en beneficio del significante: me refiero múnmente llamamos el adentro y el afuera. El otro seme-
a la equivalencia fundamental psique-espejo. No debe con- jante «se hará cargo» con premura de la función de diferen-
fundirse el modelo óptico del telescopio de la primera tópica cia, entre otras cosas porque le está sometido. Pero e~ta es
con el espejo. Debemos decir que la especulación de Lacan un arma de doble filo, porque en oportunidades enriquecer-
sobre las ilusiones de floreros invertidos no podrían llegar la deja abierta otra posibilidad capaz de transformarla en
muy lejos sosteniéndose en el recurso reflexivo de la rela-' catástrofe, cuando, carente de formaciones que absorban
ción interhumana. En efecto, el amor es lo más propicio ·pa- sus extravíos, improcesables para la psique, el sistema de
ra servir de paradigma a la reflexión porque, además de su referencias amenaza lo esencial de la relación de la estruc-

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tura con la alteridad que la habita desde adentro o que la (falso sel{). Pero, se haga lo que se haga, psique es espejo, es
cuestiona desde afuera. Tudas estas operaciones se cumplen decir, no sólo imagen sip'O'rodeo que hace volver a sí lo que
sólo con ayuda de una fuerza de atracción, de investidura, falta para que sí devenga sí mismo; no se trata tanto de sim-
de investigación, de apego: la pulsión. De ahí que la pulsión biosis como de retorno a sí. No hay nada peor que perder el
no se oponga para nada a todo aquello con que se ha querido retorno, sería como un mundo donde ya nada es reconocible.
reemplazarla: relación de objeto, narcisismo, objeto-fuente, Quizás a eso se parezca el universo de los neurobiólogos,
interacción y vaya a saber cuántas cosas más. La pulsión incapaces como son de conocer el mundo del otro porque el
porta consigo vocación de crear lazo con el objeto, lazo que se otro de ellos es esa máquina que se ensañan en hacer pen-
revela constituido en la falta de este o cuando se encuentra sar, simulando no haber entendido que no sólo ellos piensan
con él, según modalidades diferentes en cada caso. Que des- y que para alcanzar ese nivel del psiquismo humano necesi-
pués se las arregle sustituyendo la meta o el objeto, o que tan la reflexión de otro sujeto pensante. Ahora bien, tampo-
también se sensibilice ante las respuestas de este último, co los psicoanalistas son los únicos en ocuparse realmente
el hecho es que la pulsión sigue siendo la única conceptuali- del psiquismo. Es que, en un chispazo genial del cual tal vez
zación que permite entender la salida hacia otro lugar de no haya sido consciente, Freud entendió que le era imposi-
tensiones que tienen por teatro al organismo. La pulsión ble pensar sin que el analizante pensara en contacto con su
busca encontrarse con «algo» concebido como parte de sí propio pensamiento, así como el analizante no podía evitar
pero situado fuera de sí, que debe ser reconocido e incorpo- que su reflexión diera un rodeo por el pensamiento del ana-
rado (dos funciones que pueden disociarse p~ro que sin em- lista, aun cuando pareciera limitarse a pensar en voz alta.
bargo remiten una a la otra). Ese encuentro permitirá que
se realice una unidad temporaria, estado que servirá de mo-
delo promovido a la función de ser reencontrado en futuras
experiencias de satisfacción. El reconocimiento del otro-se- Lo negativo
mejante responde a una expectativa que-permite descubrir-
se a sí mismo. Ahí es donde resulta capital designar a la se- Lo pulsional, entonces, se aprehende por deducción y
xualidad como función aparte en el viviente humano, de- nunca en forma directa, puesto que debe transitar por sus
bido a que, de entre todas las funciones biológicas, sólo ella representantes. Pero es así no solamente a causa de la me-
subraya la incompletud del individuo y la plenitud creciente diación representativa. Para ser más exactos, es difícil
surgida de la satisfacción donde se cumple la unión con el concebir dicha mediación sin que intervenga una negativi-
objeto. Individuo es porque no se lo puede dividir, pero eso zación pulsional por intermedio de mecanismos de defensa
no quiere decir que sea «Uno», ya que sólo lo será verdadera- de los que quizá la representación misma sea un reflejo.
mente cuando se acople con el otro-semejante, otro sexuado ¿Por qué esa negativización? Porque, según dicen, esa nega-
con quien se unirá para dividirse antes de dar nacim~nto al tivización defensiva supuestamente previene la aparición
«Un-dividuo». de angustia. Creo que esa respuesta hoy ha dejado de ser
Pese a estar proyectado, el encuentro no es programado, suficiente: Aun habiéndose acrecentado la acción de la ame-
y ya vimos los motivos que tenía para fracasar. Y así se pro- naza angustiante por extensión de la angustia de castración
duce el no-reconocimiento del otro, al que, por faltar y no a las angustias arcaicas, parece haber otros factores en .>
acudir a la cita con la omnipotencia, se lo declara externo, juego. Y a mi entender se juega demasiado con la hipotéti-
extranjero, malo, digno de ser vomitado. Sabemos del sabo- ca existencia de angustias inconscientes, arcaicas, confun-
taje posterior en los casos extremos: pérdida de aquello que diéndose así uniformemente los casos en que estas son per-
nunca pudo ser reencontrado, imposibilidad de descubrir al ' ceptibles con otros en los cuales gratuitamente se las supo-
otro-semejante, fracaso en el esfuerzo de constituir lo intra- ne entre bastidores, pese a que otras hipótesis darían cuen-
psíquico para algo que no sea evaluación o complacencia ta en forma más acabada de la necesidad de lo negativo. Lo

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que sigue siendo cierto concierne al carácter polisémico de puede extraer de ella. Y es muy raro que la destructivi-
la angustia: unas veces es advertencia de un peligro que la dad no implique el concurso de las 'fµnciones superiores en
transforma en señal, otras manifiesta una desorganización su totalidad: inteligencia, previsión;sagacidad astucia e
que ya tuvo lugar cuando se actualizó ese peligro. En ese ca- incluso la creación de leyes hechas para justlficarla. El
so, la organización que permite concebirla como señal pare- trabajo de lo negativo no tiene por única función contener
ce derrumbarse y lo que pasa a primer plano está tan dete- la pulsionalidad: también protege contra la subversión que
riorado que se pierde la posibilidad de reconocer en ella la esta puede ejercer sobre el psiquismo entero. Hasta aquí
presencia de un mensaje a decodificar. Pero hoy la angustia hemos considerado lo negativo desde el punto de vista de la
no es la única función que cumple ese papel. ¿Acaso no es actividad defensiva. Pero hay otro aspecto que nos permite
ya signo de impotencia para conjurar los riesgos corridos? examinarlo desde el ángulo de una categoría psíquica pro-
No necesariamente se instalan defensas contra la angustia pia del hombre: la categoría de la virtualidad o de la poten-
puesto que la depresión o la fragmentación no son menos te- cialidad. Esto no responde al simple ejercicio de un imagi-
mibles. Contra la herida narcisística o la pérdida objetal, nario que extienda el campo de los posibles, sino también
son muchos los actos psíquicos que tratan de conjurar el su- a aqu~llo que Wmnicott describe como espacio intermedio,
frimiento. Me parece que en la negativización defensiva se espacio creador del campo lógico de lo transicional. En este
descuidaron demasiado los problemas relativos al Ideal del punto, negatividad y terceridad se unen porque lo transicio-
yo y la lucha denodada del analizante contra una imagen nal logra sobrepasar las dicotomías del sí y el no, de lo real y
inaceptable de sí. Está claro que esa imagen es inaceptable lo imaginario, de lo existente y lo no-existente.
con relación al objeto (de amor) primario antes de ser conde- Vinculado con el sentido anterior, podría decirse que la
nada por las instancias interiorizadas. La resistencia más defensa operada por lo negativo no se limita a impedir la
tenaz al reconocimiento de factores pulsionales no vendría satisfacción directa de la pulsión: también le proporciona un
tanto aquí de las satisfacciones prohibidas que su existencia señuelo de igual modo, por así decir, que la racionalización
implicaría, como de la obligación a reconocerse en una ima- actúa entre razón e irracionalidad, en el orden intelectual.
gen degradada o degradante que no sólo es la imagen recha- Todo esto para demostrar la forma en que el campo de la
zada por la madre o por ambos padres: está en peligro la pulsionalidad, anclado en el orden natural, se despliega a
propia imagen que el sujeto se forma, esa que él se constru- gran distancia de sus raíces -a las cuales no obstante con-
yó contra las exigencias pulsionales o contra las identifica- tinúa apegado- creando un espacio que le es propio, gra-
ciones alienantes. cias al trabajo de lo negativo. Este último no es sólo obra del
Sin embargo, el trabajo de lo negativo sobrepasa en mu- yo, sino que añade a sus investiduras los efectos de las infil-
cho esos aspectos parciales o circunscriptos; su función en la traciones pulsionales que lo invistieron.
economía psíquica está ligada al estatuto del humano, que Estas características se perciben mejor todavía con re-
no podría aceptar la expresión ilimitada de la fue~ pulsio- ferencia a lo·cultural.
nal bruta sin poner en peligro su humanidad misma.9 Aquí
está en tela de juicio algo más que una simple diferencia
animal-hombre, porque el animal es incapaz de toda la mal-
dad que el hombre puede ejercer gracias a los poderosos me- Lo cultural y el orden de los signos
dios que tiene a su disposición. El hombre no sólo nos de-
muestra ser capaz de esa maldad, sino que a veces llega a Naturaleza y cultura no pueden considerarse determi-
exhibir con la mayor desvergüenza las satisfacciones que naciones directas de lo que llamamos psíquico. Aun nutrién-

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9 Véase A. Green, Le trauail du négatif. París: Minuit, 1993. [El trabajo
de lo negativo, Buenos Aires: Amorrortu, 1995.]
dose de una y otra, lo psíquico procede a crearse a sí mismo.
En mi opinión, naturaleza y cultura son los «padres de la
especie humanan, según la expresión adoptada por Freud,

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quien en tal sentido cita el 'AváV!CTJ y AéYycx,. La pareja in- fundamento de toda la categoría de lo religioso/ está, para
vocada por él tiene connotaciones de acento más grandioso Freud, en el origen del nacimiento del superyó! El incesto
que recuerdan los aforismos presocráticos. En cuanto a ra- nunca será portador de ese mismo valor, filogenéticamente
zón y necesidad, ¿quién no estaría de acuerdo en ubicarlas inscripto, como si el desarrollo ontogenético bastara con am-
en posición tutelar? Pero la pareja naturaleza y cultura tie- plitud para dar cuenta de él, gracias a los estrechos lazos fi-
ne una función distinta: marca por sobre todo aquello por lo sicos entre madre e hijo, que encontrarían así su inevitable
cual ha de pasarse para alcanzar lo que es constitutivo del punto de llegada. El lazo entre el superyó y la paternidad,
hombre. Razón y necesidad, sí, pero ocurre que Montaigne, entre el «progreso en la vida del espíritu» y la transferencia
freudiano sin saberlo, prefería decir placer y necesidad, de la autoridad al padre, todos estos axiomas de la teoría
mientras que Demócrito, anticipadamente darwiniano, se freudiana no pueden explicarse como mero efecto de la acti-
refería a azar y necesidad, que es la forma utilizada por Mo- vidad pulsional. Ahí es necesaria la intervención de otros
nod. Como puede verse, naturaleza y cultura son términos factores. Sin embargo, Freud se cuidaba de no eliminar toda
más neutros y de ellos surgen los demás. Obligan a tomar referencia a la pulsión. Es ella la que está en juego en el ase-
en consideración la relatividad del hombre en el seno de lo sinato del padre, si bien es necesario que sus consecuencias
viviente y la especificidad que lo marca, dándole pleno sen- impliquen la presencia de algunos relevos para dar cuenta
tido a su designación como humano. En cuanto al resto, todo de lo religioso. Por otra parte, cuando se invoca la acción del
dependerá de lo que pongamos en esta intersección. El hom- superyó siempre debemos tener presente que sus raíces es-
bre no podría escapar de la necesidad, ¿pe~o quién, sin te- tán en el ello. Hay por lo tanto al mismo tiempo reconoci-
mor a equivocarse, nombraría aquello que conviene ponerle miento de la participación pulsional desconocida e insufi-
enfrente: azar, razón, placer, contingencia, libertad, arbitra- ciencia del mero accionar pulsional para dar cuenta a la vez
riedad, virtualidad? Tal vez, nada de todo esto sea imperati- del superyó y de la cultura. Desde luego, todo esto pone
vo. La única salida que me es posible entrever va por el lado sobre el tapete el 9scuro tema de la culpa inconsciente.
de ese lujo que es la locura: la única en desplegar sus pro- La deriva lacaniana acentuó la polaridad cultural y es
pias coacciones, dignas de serle contrapuestas en forma ab- sabida la aversión de Lacan por cualquier vinculación del
solutamente contraria a aquellas que le hacen sentir el peso psiquismo con la biología, sentimiento aún hoy compartido
de su precariedad. por muchos de aquellos en quienes influyó. La prerrogativa
Muchas de las desdichas del pensamiento psicoanalítico paterna defendida por Freud se torna categoría, el Nombre-
contemporáneo derivan sin duda del hecho de que las nue- del-Padre, que reúne los órdenes de la Ley y del significan-
vas formulaciones, ideológicamente más marcadas, produ- te. El asesinato del Padre conduce a la idea de Padre muer-
cen como contrapartida la excrecencia -en algunos casos to, con el interdicto y las prohibiciones transformados en
monstruosa- de lo que ellas mismas reprimieron. Es por una Ley que evoca a la 'lbrá y muy en particular sus prolon-
eso que tanto el k.leinismo como la ego psychology_ no pudie- gaciones cristianas. La categoría de lo religioso -general
ron sino dar nacimiento al lacanismo, que es el)epresen- en la teorización sugerida por Freud- se vuelve, de hecho,
tante más calificado de esa polaridad de lo cultural tantas extrañamente cercana a la concepción teológica de la reli-
veces mantenida a distancia. gión cristiana. No vamos a insistir en algo que hoy es am-
¿Cómo se traduce en psicoanálisis esta referencia a lo pliamente reconocido y logró hacer persuasiva una teori-
cultural? A través de la posición dominante concedida a de- zación .fundada en la materialización del significante, con ,·
terminados conceptos que me parecen articularse en su las aplicaciones del contexto religioso que le dictó la trans-
totalidad en tomo de la prerrogativa a favor del padre en la formación del mensaje de Juan: «Al principio fue la pala-
obra de Freud, y que Lacan retrabaja hasta transformarlos ' bra», ahí donde Freud y Goethe situaban la acción.
en profundidad. Es así como el lugar central que ocupa en.la Para ver claro en esta problemática considero necesario
historia de la civilización el asesinato del padre primitivo, echar una mirada sobre la antropología, tal como siempre

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hizo Freud y como el propio Lacan haría tiempo después, Estoy hablando de la categoría de los signos. Esos signos
sustentándose en la obra de Lévi-Strauss, obra que dificil- ponen en relación la polaridad del sujeto cognoscente y de la
mente podría haber contado con el beneplácito del primero. ausencia a que el signo refiere. Con el orden de los signos ya
La cuestión que se plantea evidentemente es saber qué no se trata simplemente de poner en relación un dato subje-
hace ese nuevo orden con aquel del cual surge: el orden tivo y la percepción de su sentido en el otro como realización
natural. ¿Lo anula, lo suplanta al punto de relegarlo a un de esta; ahora la cuestión es abrirse al mantenimiento del
rango secundario, tal como a veces sentimos al leer a La- sentido por el solo signo. Porque el orden cultural se funda
can? En realidad, alú tenemos el más bello ejemplo de for- en signos. El signo se extrae de la cosa, existe para sí y como
clusión teórica jamás visto y que no necesita explicaciones. representante de «otra cosa». Por el hecho de ligarse a otros
En cuanto a las soluciones de reemplazo que nos prometen signos, se lo puede investir de un valor que no adquirirá ja-
sus sucesores, digamos que por ahora seguimos esperando. más cosa alguna. La presencia es destronada por la ausen-
Y por último, ¿cómo encontrar las raíces de una m~tación cia de la cosa, la cual es recubierta por el signo, que recibe
humana que nos resultaría imposible hacer surgir de la así una consagración debido a que, a la ausencia de presen-
simple reunión operada por el agrupamiento en sociedad? cia, le ha dado cabida otra forma: la forma de la ausencia
Lo cultural y lo humano no podrían engendrarse recípro- que la presencia del signo absorbe sin suprimirla. Así se
camente si lo constitutivo del hombre no poseyera ciertas abren posibilidades de ligazón y de transformaciones de la
disposiciones que lo hacen apto para cumplir las condicio- psique que compensan el sacrificio de la relación con la cosa.
nes destinadas a crear el orden que le es específico. Es aquí Se despliega otro mundo que recoge todo lo que el mundo de
donde propongo retomar mi hipótesis iniciar sobre el otro- la presencia no sabía decir o comunicar, si bien hay razones
semejante, que no debería confundirse con su inspiración para pensar que algo de eso se presentía en elaboraciones
lacaniana. Digo esto no sólo para poner de manifiesto el pa- culturales que no siempre disponían de medios conceptua-
pel evidente de la identificación, cuya importancia fue tem- les para transmitirlo claramente. En 1o sagrado, el signo se
pranamente percibida por Lacan, sino para proponer una eleva hasta niveles que ningún existente podría pretender.
progresión ya presente en la descripción freudiana de las Porque, al contrario de la mera excitación pulsional que
primeras relaciones. Una primera relaci~n co~ el pecho, no se detiene antes de recibir satisfacción, el pasaje por el
prototipo de toda satisfacción ulterior que implique el con- otro-semejante sometió al sujeto a los avatares de la presen-
tacto directo, inmediato, con el cuerpo materno; y la otra con cia y la ausencia, cuyo rol es mucho más que el rol de una
Za imagen del padre, fuente de una apropiación a distancia, frustración, dado que, como ya sostuve, pueden llegar hasta
sin contacto, mediata, instaurada desde el primer momento la pérdida del sentido en caso de una pérdida de objeto im-
como signo por donde pasa la fuente de satisfacción, dando prevista. De alú la necesidad de crear una categoría de sig-
así nacimiento a otra forma de placer: el placer obtenido por nos que no puedan ausentarse porque nunca estarán pre-
el rodeo de la identificación con esa figura idealizada que sentes y que, en razón de su eterna ausencia, jamás podrían
Freud denomina «el padre de la prehistoria persbnal». Ese faltar. Son los signos de lo sagrado de que se alimenta el su-
rodeo revelador de las posibilidades que posee la estructura peryó, es la esperanza fundada en los simples signos, in-
psíquÍca, también debe ponerse a cuenta de esa mutación cluso sin realización alguna y de los que la palabra será el
que abre un nuevo acceso a la satisfa~ci~n a trav~s de s~ ne- irreemplazable mediador, capaz de abolirse en el silencio
gativización, poniéndole fin a la extenondad del interdicto Y que pone en comunicación los extremos opuestos: la parte y
a la inaccesibilidad del interdictor. el todo, la vida y la no-vida, la mortalidad y la inmortalidad.
En la relación con el otro-semejante asistimos al naci- De ese modo, el rodeo por el otro-semejante recogió a su
miento de una nueva categoría de estimulaciones. Estas ' paso la cosecha de signos que sólo él podía producir. Desde
no se reducen ni a las excitaciones productoras de placer Q_ luego, el sujeto mismo puede crear sus propios signos, pero
displacer ni a las engendradas por la percepción sensorial. la densidad que adquieran dependerá del reconocimiento

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que les brinden los del conjunto de que forma parte; eso les antropológicas, se está sin duda en un campo más vinculado
da un valor y una consideración que les asegura supervi- a las significaciones construidas que a las naturales.
vencia más allá de la inexistencia que les adjudicamos. Sería un error asimilar el punto de vista psíquico a una
La sacralización de la palabra toma la posta con lama- perspectiva individual. Ya vimos que sus ambiciones teóri-
yor naturalidad cuando lo sagrado ya no se dirige a las co- cas impulsaban al psicoanálisis a reivindicar su parte de
sas, para apuntar a una realidad expresada por el trabajo intervención en el plano de las disciplinas socioantropoló-
de lo negativo en su más alto grado de perfeccionamiento. gicas. En cambio, por lo menos en la obra de Freud, no hay
Es fácil imaginar la manera en que la omnipotencia corte radical entre el pensamiento biológico y la causalidad
puede llegar a habitar ese poder conferido a la ausencia, a la psíquica. Ahora bien, esta última posición exige hacer algu-
no-realización del deseo, a la preferencia de la palabra y no nas distinciones. En efecto, en el estado actual del conoci-
de la cosa, a la renegación de todas las sanciones de lo real. miento, las relaciones entre biología y psicoanálisis no per-
Por eso, la única garantía para volver fecundos sus efectos miten hacer ninguna inferencia directa entre lo que se sa-
está en mantener el vínculo entre el polo cultural y el polo be del cerebro y el estudio del psiquismo. Por lo pronto, la
natural. Como Freud nunca dejó de hacer. discusión sigue abierta y el porvenir se muestra fecundo en
promesas. Sin embargo, no basta con invocar nuestra igno-
rancia actual, ciertamente provisoria, para explicar los
límites de un debate que, como ya demostramos, lleva el
Especificidad de la causalidad psíquica peso de cuestiones de orden metodológico e ideológico. No
obstante, y sin dejar de marcar diferencias casi insupera-
Confrontada con la causalidad natural tal como la pre- bles entre las perspectivas naturalista y psicoanalítica, creo
sentan las disciplinas tributarias de la biología, y con la cau- imprudente dejar de lado todo tipo de referencia a labio-
salidad cultural tal como aparece en las teorizaciones de la logía, y muy en particular a la neurobiología, en el abordaje
antropología y la historia, la causalidad psíquica se ve en del psiquismo. Es por eso que el recurso al concepto de pul-
dificultades a la hora de definir su posición frente a todos sión, que pretende situar aquello de lo que trata en la fron-
aquellos que la miran de lejos, fuera del contacto directo de tera entre lo psíquico y lo somático, se muestra al mismo
la experiencia. Desde luego, a primera vista su posición no tiempo como una hipótesis fundamental que preserva la
se sitúa a igual distancia de las dos anteriores. En efecto, originalidad del pensamiento psicoanalítico y como una me-
surge claramente que el pensamiento psicoanalítico se sien- dida de salvaguarda contra una deriva del pensamiento que
te más cerca del pensamiento antropológico e histórico que había roto todo lazo con el soma. Lo que puede decirse es
del biológico. Pero las cosas no son tan obvias y, según el lu- que si a la hora actual todavía no estamos en condiciones de
gar que ocupemos, distintas serán las comprobaciones. En ver claramente las relaciones entre la organización somáti-
los debates modernos, hemos visto neurobiólogos que pre- ca y la del psiquismo, debemos preservar esa posibilidad y
tendían llevar al psiquismo de su lado haci(ndole reinte- no dejar de pensarla, en forma abierta y al mismo tiempo
grar su sitio natural. En otros momentos, los veremos tra- crítica. Los trabajos de los psicosomatistas nos serán útiles
tando de encontrar puntos de contacto entre su disciplina y para demostrar el interés de esta postura.
las ciencias sociales, salteándose, por así decir, la dimensión No dejará de criticarse el dualismo subyacente en esta
individual. Por nuestra parte y opuestamente, hemos seña- distinción entre psíquico y somático. Para el caso, digamos
lado cómo la referencia ideológica de un Lévi-Strauss tendía simplemente que ese dualismo responde a una situación de
a disminuir la distancia entre la causalidad natural y la hecho: la especificidad de la organización psíquica no puede
causalidad cultural. En forma inversa, y ante los fallidos in- ' reducirse a aquella que gobierna las funciones somáticas,
tentos de aproximar ambas causalidades, otras corrientes- que pueden extenderse a la propia organización cerebral.
argumentan que, en lo concerniente a las disciplinas socio- Porque si bien el cerebro depende del conjunto de funciones

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que gobiernan el soma, su posición de intermediario entre el ca r ealidad en cuestión y que debe ser llamada entonces
mundo externo y el soma le confiere un lugar absolutamen- realidad humana.
te singular. Pero eso no es todo: el desdoblamiento del que El recién nacido se caracteriza por un largo período de
es asiento entre las informaciones venidas de la realidad dependencia respecto de los adultos que se hacen cargo de
externa y aquellas que debe afrontar y que conciernen a la él. Tal es la consecuencia de su calidad de inacabado. Y es la
denominada realidad interna, vista desde el ángulo del necesidad de relevar la simple acción de la naturaleza la
inconsciente, crea una' demarcación lo bastante neta como que ve desarrollarse mecanismos epigenéticos. Pero ahora
para justificar un modo de funcionamiento singular que es necesario que precisemos un aspecto de ese inacaba-
debe diferenciarse del utilizado por el soma. Tal es entonces miento. Tal como ya lo hicimos notar, el recién nacido care-
una de las fronteras con que choca la organización psíquica. ce de autonomía respecto de lo que necesita para respirar,
En el extremo opuesto, o sea, en el vinculado a la cultura, alimentarse, y asimismo de las condiciones ambientales
surgen todos los problemas relativos a la causalidad socio- (temperatura, humedad, etc.). En todos estos puntos se ha-
antropológica, tal como los hemos examinado y donde in- lla en continuidad con los mamífer~s superiores. Pero, tal
tervienen el papel de la historia y de los factores atinentes como también hoy se sabe con mayor precisión, el cachorro
a la vida social. Aquí tambien conviene señalar que, en el humano necesita intercambios vinculares en cuyo defecto
complejo universo de la realidad sociocultural, una parte va a perecer. Pero sobre todo, y más que cualquier otra cosa,
de ella está más precisamente ligada a la organización psí- necesita del amor de su madre o de quien haga las veces de
quica. Este fue mucho tiempo un campo de investigaciones ella, en el caso de que por diversas razones la madre no es-
para el psicoanálisis, a través de terrenos privilegiados tuviera presente. Ahora bien, una vez ingresados en este
como son los mitos, los ideales colectivos, las religiones, etc. orden de ideas la cuestión se complica, pero al mismo tiem-
Puede entonces concluirse que las fronteras de la causali- po se enriquece con consideraciones sin equivalente alguno
dad psíquica no están netamente definidas y que se extien- fuera de la especi~ humana. Supongamos que el recién naci-
den tanto hacia lo que nos enseña la ciencia del cerebro, e do de nuestro ejemplo fuera abandonado al nacer y se lo
incluso la biología general, como hacia la antropología y la confiara a los cuidados de una madre adoptiva que le brin-
historia. dara todo su amor, sobre todo si el niño viene a reparar en
De todas maneras, y por necesaria que sea, la división ella una imposibilidad prescripta por la naturaleza, como
en causalidad natural y causalidad cultural sigue mante- puede ser el caso de la esterilidad de esa mujer. La criatu-
niendo un carácter de relativa abstracción. Por cierto, se ra, que no habrá carecido en modo alguno del amor de sus
hace inevitable una distinción de ese orden cuando las co- padres, para quienes es fuente de inmensa alegría, sufrirá
sas se encaran desde un punto de vista sincrónico. Pero, si una herida muy profunda el día en que sea consciente de lo
se adopta una perspectiva diferente, como es el caso de la que significa haber sido abandonado. Es visible entonces
diacronía, nos damos cuenta de la relatividad de tal oposi- que la materialidad del don de amor no podría colmar por sí
ción. En efecto, cuando el recién nacido hace su entrada en misma todas las expectativas, y que, en un caso como este,
el mundo y se anudan los primeros vínculos con sus obje- la significación simbólica de no haber sido amado por esa
tos primordiales, se vuelve imposible cualquier distinción. madre y ese padre que lo abandonaron, por más que estos
Porque se trata a la vez de asegurar su supervivencia a tra- no hayan tenido ninguna existencia real en la vida del pe-
vés de las relaciones que lo ligan a sus objetos parentales y queño, es un acontecimiento psíquico de importancia capi-
de que reciba a través de ellos, hasta en el ejercicio de sus tal. Como puede verse, la definición de causalidad psíqui-
más elementales necesidades naturales, valores cultural~ ca no es fácil pues debe hacerse juntamente con relación a
modeladores de datos que de ningún modo pueden limitarse otros tipos de causalidad con los cuales no es legítimo con-
a una mera función biológica indemne de toda interpreta- fundirla y porque al mismo tiempo constituye un crisol don-
ción. Naturaleza y cultura vienen a fundirse aquí en la úni- de causalidad natural y cultural concurren a fundirse para

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dar nacimiento a una tercera forma de c11wmlid11d diforen- Es indudable que el lazo que une a todos los psicoanalis-
te de ellas. De todas maneras, subrayar esa mezcla que la
constituye no quiere decir que el psiquismo sea la combina-
tas, cualquiera sea la tendencia en que se inscriban, está
dado por la existencia de una organización psíquica que se-
I
ción de los efectos de una y otra. Su especificidad hace que guirá llamándose inconsciente pese a todas las limitaciones
no se la pueda reducir a ninguna de las dos, así ~mo tam- que Freud le impuso al concepto a partir de 1923. El hecho
poco es resultado de la simple mezcla ?e ambas. Sm em.bar- es que son varias las cosas que queremos significar cuando
go, no debería concluirse de lo antenor q.ue la causalidad hablamos de inconsciente. La primera es la existencia de
psíquica nazca ex nihílo o tenga una esencia tra~cendente a una actividad psíquica que escapa a la aprehensión del su-
una y otra. Diríamos más bien que, aun reconoc1en?o su d~­ jeto. Esa perogrullada consistente en repetir que se trata de
pendencia de la naturaleza y la cultura, la. causalidad ps1- una actividad psíquica es necesaria para oponer el incons-
quica es una creación original de datos surgidos de estas dos ciente de los psicoanalistas a la no-conciencia de los meca-
polaridades. Desde luego, habría mucho por hacer hasta es- nismos biológicos o al inconsciente puramente formal que
tar en condiciones de ofrecer un cuadro claro y completo so- propugnan los lingüistas o los antropólogos. Pese a no ser de
bre ella. Dentro de los múltiples enfoques que intentan deli- tipo biológico, este último inconsciente está organizado sin
mitar qué es el psiquismo, debe brind~e ~lugar prepor_i- embargo de manera muy distinta al de los psicoanalistas,
derante a aquellos que reúnen una practica y una teona dado que en lo concerniente a este último la idea central es
fundadas en un conocimiento largo, detallado y que haya que en él obra la represión. Y esto aunque junto al incons-
pasado la prueba de la variación de circunstancias, qu~ esté ciente reprimido exista un inconsciente que no se confunde
anudado en función de la fuerza del lazo de amor Y odio du- con lo reprimido y que puede afectar la operatoria misma de
rante una franja de vida, que sea compartido dentro de un la represión (el yo inconsciente de sus propias defensas).
encuadre analítico en busca de la proximidad más estrecha Pero lo que saca a la luz el examen del concepto de represión
posible y respetuoso de aquel que se somete a .una ex~?en­ es que esta no tiene lugar en las concepciones biológicas o
cia de tan alta exigencia. Por el lado del ps1coan.áhs~s, la formalistas del inconsciente, como tampoco en los sistemas
acumulación de conocimientos nacidos de la expenenc1a, al filosóficos más diversos. Ponerla en relación con los repre-
igual que su teorización, desde Freud has~ nues~os días, sentantes de la actividad pulsional, como fuerza y como sen-
es la piedra sobre la cual edificar n~~stras hipótesis'!, nues- tido, tampoco tendría cabida en las categorías de la ciencia o
tras construcciones. Pero como ya d1Jrmos, la progres10n teó- la filosofia contemporáneas, cuyo contenido supuestamen-
rica a través del tiempo, acompañada por la proliferaci?n de te viene a remediar fallas imputables a la conciencia que ya
corpus conceptuales más o menos aleja~~ de la obr~ mau- fueron descubiertas (ocultando, desde luego, el rol que el
gural de Freud, como también la di_spandad ~e lo.s tipos de psicoanálisis pudo haber jugado en ese cuestionamiento).
pacientes en que se basaron esas rrusmas teonzac1ooes, ~os Fuerza y sentido, entonces, cuya conjunción significa un
ponen hoy ante un conjunto heterogéneo donde un ~bamco poder de subversión expresado en diversas modalidades y
de opciones diferentes se divide los favores de los psicoana- que demandará la creación de modelos de funcionamiento
listas contemporáneos. Por consiguiente, en nuestros días distintos al modelo de la represión y a los cuales quedan
falta unanimidad para defender una teoría capaz de agru- ligados (escisión, renegación, forclusión, etc.). Su necesidad
par al conjunto del saber psicoanalítico. De ahí que tod~ responde al carácter tan relativamente eficaz de la r epre-
intento de proponer una concepción unificadora resultara sión, que se podrá medir al analizar el papel de la noción de
imperfecto y discutible. Sin embargo, si ~doptamos la ~~­ defensa, poco teorizada pero siempre tenida en cuenta por
pectiva limitada de buscar lo que const!tuye l~ espe~1~~1- las reflexiones que orientan el pensamiento del psicoana-
dad de la concepción del psiquismo segun el ps1coanális1s, lista que constata cada vez más de qué manera se aleja el
tal vez podamos arriesgamos a hacer algunas propuestas inconsciente del pensamiento del sentido común, que acen-
mínimas. - túa el divorcio de la comunicación con los no-analistas.

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La existencia del inconsciente psicoanalítico trae apare- que puede ser causante de los más devastadores desbordes
jadas diversas consecuencias. Su naturaleza psíquica sugie- afectivos. Por otra parte, si insistimos en los vínculos exis-
re que lo que la conciencia juzgó inaceptable deriva a la vez tentes entre el amor y el placer, como también en el conflicto
de lo que para la organización psíquica está prohibido o es ligado al deseo de someter al objeto puesto al servicio de ese
peligroso. Podemos concluir que la represión es parte inte- placer, o de inclinarse ante los efectos no concordantes de su
grante de una perspectiva que implica intencionalidad. En propio deseo con sus exigencias de placer singulares, resul-
un aspecto, obedece al deseo de acallar y alejar de la con- ta tan pavoroso como inevitable imaginar las dificultades
ciencia algo que se considera peligroso o prohibido; en otro, creadas por la situación cuando se piensa que el psiquismo
el progreso de la experiencia psicoanalítica nos permitió inconsciente puede reflotar ese pasado en apariencia supe-
considerar a la represión como el prototipo de otras formas rado pero que vuelve a vivir en la forma del presente más
de defensa capaces de asegurar de distinta manera funcio- gravoso. La importancia que el pensamiento psicoanalítico
nes comparables (trabajo de lo negativo). En realidad, la re- ha empezado a otorgar a la destructividad viene a compli-
presión no habría tenido ninguna probabilidad de ser des- car la dinámica conflictiva y sin duda a invitarnos a la pru-
cubierta si no diera por supuesto su fracaso total o parcial, dencia frente a todo aquello que sea capaz de reactivarla.
lo cual justifica la idea de retorno de lo reprimido como fuen- Porque la destructividad brota de una doble vertiente: está
te de conocimiento posible del inconsciente. La defensa nos vinculada a la autoincitación de la excitación pulsional y
permite darnos cuenta de la división que afecta a la activi- con el freno que le impone la frustración. Esta situación,
dad psíquica y, más aún, del carácter conflictivo que tironea que amenaza desembocar en un caos desorganizador, exige
al yo entre sus funcionamientos conscientes e inconscientes. una regulación que la torne menos vulnerable a los avata-
Ahora bien, si hay conflicto es porque el inconsciente no res de la esfera pulsional y al orden del inconsciente. Que el
sólo está hecho de pensamientos distintos de los que se pro- yo resultante se reparta entre las tareas contradictorias de
ducen en e l escenario de la conciencia, sino de anhelos, de- un control (relativo) de la actividad pulsional y de su satis-
seos, mociones pulsionales, subyacentes y dinamizados por facción más completa posible, que la intersubjetividad lo
fuerzas internas que se ponen en movimiento para obtener ponga en una red de relaciones de captura ligadas a efectos
satisfacción y que con tal motivo deben conocer alguna for- de identificación especular, nos permite medir las tensiones
ma de realización efectiva. Eso/S lo que justifica la deno- opuestas inherentes a las labores con que se enfrenta este
minación de pulsión. La pulsión nos «empuja» en el sentido Y.º·. Probablemente sea en nombre de esa misma intersubje-
en que el término implica inducción a actuar. Por ende, la tividad, convertida en instancia intrapsíquica, por lo que el
represión debe oponerle a la potencia expresiva pulsional, superyó viene en socorro de esos mecanismos a la vez yugu-
tanto como a su exigencia de realización, una contrafuerza ladores y protectores sin que jamás pueda trazarse una lí-
adversa. La represión no es asimilable, pues, a una simple nea demarcatoria lo suficientemente neta entre lo que es
actividad de negación, sino que necesita ser considerada «razonable» limitar y aquello que para otra mirada pueda
desde el ángulo de la contrainvestidura de la fuerza y de la resultar una opresión intolerable.
investidura del sentido. En este punto se me podrá reprochar que repito dema-
¿Debe reexaminarse la naturaleza de esas mociones a siado el pensamiento de Freud. Tengo plena conciencia de
reprimir o a suprimir? Cobran sentido sólo en función de la ello. Pero no lo hago ni por ortodoxia ni por sumisión a la
prematuración en la organización psíquica humana. Por teoría freudiana, sino porque me parece que este conjunto
eso ya hablamos en estas mismas páginas de la necesidad de hipótesis elementales representa un zócalo mínimo del
de amor presente en los albores de la vida. Esa misma nece- que es muy dificil prescindir si queremos definir los pará-
sidad de amor a la que nunca será posible responder en for- , metros que constituyen la concepción psicoanalítica del psi-
ma perfectamente adecuada, esa misma necesidad de attwr quismo. Es posible que los adherentes a algunos subconjun-
siempre a la espera de una satisfacción absoluta y definitiva tos de la teoría psicoanalítica (kleinianos, lacanianos, etc.)

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-···--.

tengan diversas r azones para discutir mis afirmaciones. La amplio debate. Como se sabe, Freud usa el término sujeto
de entender, por ejemplo, que no di suficiente espacio a las en forma bastante vaga y sin verdadero soporte teórico. En
angustias primitivas del bebé; o que no acentué debidamen- cambio, en el pensamiento de Lacan el sujeto cumple un
te el juego de interacciones entre madre e hijo; o que no va- papel central. Si enumeráramos todos los términos que
loricé la relación del sujeto con el significante, etc. Es impo- s upuestamente complementan el concepto de yo, cuyas
sible reunir todos estos enfoques divergentes en una única falencias son notorias, tal vez estuviera permitido invocar
concepción. Ahora bien, ¿hay que hacerlo a cualquier pre- la existencia de una línea «Subjetal» (je, sí, persona, etc.) que
cio? Me importa precisar aquello que para mí es esencial, haga pareja con la denominada función objeta!. Pero por el
aceptando que para otros no lo sea y que ubiquen en otro momento limitémonos a señalar que, en psicoanálisis, sub-
lugar aquello que les parece desempeñar ese rol. jetalidad e intencionalidad van de la mano y seguramente
Sin pretender transponer esas limitaciones, voy a con- también en otras disciplinas. Sujeto, intencionalidad y sen-
cluir recordando algunas hipótesis, para mí indispensables, tido están vinculados entre sí, pero con ejes teóricos especí-
surgidas de una reflexión basada en datos posfreudianos. ficos del psicoanálisis donde las dimensiones de amor y des-
tructividad tienen valor de referentes.
La estructura psíquica humana fundamental resulta de
la conjunción de dos puntos de vista que remiten el uno al
De algunas herramientas teóricas posfreudianas otro. Punto de vista intrapsíquico concerniente al conjunto
de transformaciones nacidas de las interferencias naturales
En primer lugar, insisto en la necesidad de no perder y culturales, como fundamento de la causalidad psíquica
nunca de vista la perspectiva de la triangulación. Es decir en su especificidad. Por decirlo en otros términos: el psiquis-
qui:(, coino todo ser humano nace de la unión de otros dos de mo es producto de la transformación de coacciones que to-
quienes está separado por la diferencia generacional y que a dos conocemos depido a la forma en que estamos hechos, na-
su vez están separados entre sí por la diferencia de sexos, tural y culturalmente. Como complemento de esta perspec-
esta doble diferencia está en el origen de una definición de tiva, para definir el psiquismo debemos considerar la di-
la subjetividad en términos triangulares e implica superar mensión intersubjetiva. Digo intersubjetiva y no interacti-
una perspectiva ontogenética de esquema desarrollista que va o interpersonal precisamente porque se trata de relación
prioriza la relación dual madre-hijo como fundamento del entre sujetos. Acabamos de decir que esa relación siempre
psiquismo. A cambio de ese modo de pensar, preferiría la debe encararse desde el punto de vista de la terceridad, pero
terceridad defendida por C. S. Peirce, y cuyas aplicaciones ·ahora es esencial dejar bien asentado que la perspectiva de
al psicoanálisis me parecen ser innegablemente fecundas. 10 la relación entre un sujeto y su otro, el objeto (relación a la
En el transcurso, no pudimos evitar encontrarnos con la cual conviene agregarle la del otro con un otro del objeto,
palabra sujeto, sin duda uno de los puntos más importantes que no es el sujeto) está en el fundamento de un desarrollo
para caracterizar la causalidad psíquica con relación a otras de la causalidad psíquica vinculado al punto de vista intra-
causalidades. No sólo la de los neurobiólogos que la dejan psíquico. Esto podría entenderse como punto de partida de
de lado, sino también de algunos aspectos del pensamiento la causalidad cultural, en tanto podemos considerar que to-
socioantropológico de inspiración estructuralista. Digamos do grupo empieza reuniendo a tres individuos, implícita o
solamente que si bien una noción como esta sigue siendo explícitamente, de modo tal que, más allá del sujeto, encon-
algo imprecisa en psicoanálisis, parece que aquí se abre un traremos una pareja de otros, separados por la diferencia de
sexos. En el fondo, es una manera de devolver la reflexión a
las relaciones entre narcisismo y objetalidad. Sin embargo,
10 Véase ..Ou tiers a la tiercéité», en La Psychanalyse, questions pour de'::-
main, Monographies de la Société Psychanalytique de París, P arís?'FUF, relaciones intrapsíquicas y relaciones intersubjetivas están
1990. ambas ubicadas bajo determinaciones conflictivas, y donde

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el conflicto último opone, si no pulsiones de vida y pulsiones insoslayable, y ningún otro pensamiento puede aspirar a
de muerte, que están sujetas a caución, al menos procesos cubrir ese abanico de cuestiones y a la vez dar cuenta de él
de ligazón y desligazón o proyectos de creación y destruc- en forma tan detallada y coherente.
ción. Contrariamente a la afirmación actual de que el psico-
análisis pertenece ya a la cultura y a la ciencia, seguiré sos-
teniendo que una impresión de esa naturaleza tiene visos
de espejismo. Freud sigue oliendo a azufre. Otros, después
Apertura a la clínica de él, supieron encontrar, mediante las correcciones hechas
a la teoría freudiana, los acenros que encandilan y conven-
Habrá podido notarse, o al menos así espero, el foso cen al público de los intelectuales y científicos. Pero todo eso
que separa a la causalidad natural de la causalidad psíqui- es flor de un día. La concepción del hombre desarrollada por
ca. Y si bien la causalidad cultural parece menos distante en ese médico de Viena tiene algo que hiere en lo más profun-
cuanto a iluminar el psiquismo, serían innegables las im- do a los pensadores de la cultura occidental. En cuanto a la
portantes diferencias que todavía siguen dividiendo a los ciencia, siempre anda en busca de pureza, de esa pureza cu-
psicoanalistas y a los antropólogos más sensibles a las tesis yo modo de expresión es el intelecto y que no armoniza con
psicoanalíticas. Porque, si hemos ubicado a la naturaleza y otros aspectos del psiquismo. La ciencia es sin duda admi-
la cult~ en las fronteras de la causalidad psíquica, no por rable en su esfuerzo de descentramiento subjetivo. El sujeto
ello consideramos equivalente y simétrico el peso de sus cognoscente logra escindirse de su objeto de investigación
respectivas determinaciones. Y si bien estas restricciones y procede en él mismo a un desdoblamiento que le permite
todavía son dificiles de evaluar, de todas maneras debemos aplicar su poder reflexivo a un campo exterior al propio,
hacer notar que la medición proveniente del orden cultu- dándose así la posibilidad de utilizar para ello sólo los me-
ral, portadora de los valores ya citados-sujeto, intenciona- dios por los cuales Nerificar que el producto de su conoci-
lidad, sentido- permite adivinar con mayor facilidad los miento no se limita a su mera intervención y que puede, con
efectos de su intervención, mientras que, en lo relativo a la derecho, pasar a ser propiedad de cualquiera que reconozca
causalidad natural, pocos elementos - más allá de las ase- la validez de su proceder. Al actuar de esa forma, el sujeto
veraciones de algunos neurobiólogos- permiten captar en cognoscente se separa de esa otra parte de la psique que
forma convincente su accionar preciso. Para nosotros era ignora la contingencia y transporta con ella, a todos lados,
importante abrir el juego de preguntas y dejar constancia las exigencias de una voluntad inconsciente. Pero cuando
de las respuestas, de unos y otros, a problemas que nos son ei objeto de conocimiento es el sujeto mismo, el pleno reco-
comunes, todo ello sin olvidamos de situar las especificida- nocimiento de lo que él es exige un desdoblamiento de otra
des correspondientes. Ahora bien, ¿sabemos qué es la cau- índole. Eso quiere decir que, en un primer momento, los dos
salidad psíquica luego de un interrogante de tal magnitud? aspectos recién descriptos deben ser reunidos e incluidos en
Nada es menos seguro, pero no obstante convengamos en la investigación. Aquí no se acepta ninguna selección so
que la interrogación a su respecto se modificó. Es de esperar pena de falsear la imagen de la problemática en cuestión,
que seamos más conscientes de los parámetros a considerar, que apunta a examinar las relaciones del conjunto psíquico
y también más conscientes de las importantes lag\inas que considerado. Diferido, el desdoblamienro entrará en juego
nos resta colmar. Si el lector se convenció de lo que el psi- al ponerse en correlación el poder de autoinvestigarse con
quismo no es ni podría ser como las disciplinas ajenas a él el poder de investigar correspondiente a otro -el analista-
tratan de presentárselo para adecuarlo más a sus posibili- que no se investigaría a sí mismo sino centrándose en dilu-
dades de anexarlo, habremos alcanzado parcialmente nues- , cidar el funcionamiento del sujeto que se dirige a él y las
tro objetivo. La contribución del psicoanálisis al esclare((i- consecuencias que se ve obligado a sufrir por tal motivo. En-
mienro de los problemas planteados por el psiquismo es hoy tonces sí van a aparecer las huellas del funcionamiento an-

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terior al descentramiento que el discurso de la subjetividad, nómeno de la locura -con su espectro agitado por la his-
autocentrado con mayor o menor fuerza, deja expresarse. teria- no podía quedar circunscripto a los límites del «asi-
Designando a Marx y a Freud como sus maestros, Clau- lo». Ya no se trataba de «locos» encerrados y de «Cuerdos» en
de Lévi-Strauss afirma h aber aprendido de ellos que «la libertad. Basta con pensar por un instante en el itin erario
función práctica esencial de la conciencia es mentirse a sí de M. Foucault: Historia de la locura, Nacimiento de la clí-
misma». Admitamos que así sea, ¿pero por qué motivo? Si nica, Las palabras y las cosas, ArquelogCa del saber, Vigilar
hay mentira, es para esconder o esconderse algo, pero de y castigar, Historia de la sexualidad, para darnos cuenta de
nuevo, ¿qué cosa? Ahí está lo que Lévi-Strauss se cuida mu- que se trata de una obra programática. Que quien para mu-
cho de dar a conocer. No basta con denunciar la mentira chos fue el filósofo más destacado de su época haya elegido
porque a la mentira no siempre le responde la verdad. Un~ esos temas -al margen de las razones personales que pue-
mentira puede ocultar otra mentira, y esa mentira nueva no dan haber guiado su decisión- me parece un indicio de la
será reconocida como tal. Su naturaleza embustera quedará entrada en epistemología de la mirada clínica como for-
oculta por la máscara de la ilusión. Destino este del que no ma fundamental de análisis, con la locura como objeto de
escaparon ni los descendientes de Marx ni los de Freud. aplicación privilegiado, h asta desembocar en el caso de
/ Por lo tanto, en el origen de la causalidad psíquica hay segregación más generalizado, cuyas relaciones se busca-
una verdad velada, deformada, en el mejor de los casos des- rán en el terreno de prácticas discursivas donde anudan sus
conocida y en última instancia recubierta por una concep- efectos sexualidad, represión e inconsciente. Y sin embargo,
ción más grata de pensar, que se defenderá c_on uñas y dien- pese a la discreción de sus declaraciones, la obra de Fou-
tes para no cederle espacio a eso que ella misma recubre. cault revelará la hostilidad de su autor con respecto al psico-
Entonces ¿qué autoriza a reivindicar ese lugar para el análisis. El también fue de aquellos que se empeñaron en
psicoanálisis? El psicoanálisis es el descubrimiento de un promover un pensamiento sin inconsciente ni resto. Aun
médico, de un terapeuta que miró con nuevos ojos un mal reconociendo la verdad de los problemas planteados por el
que, poniéndolo en perspectiva, pudo ser interpretado como psicoanálisis, era indispensable encontrarles otras respues-
un mal social: la histeria, aun cuando sus formas actuales tas a cualquier precio.
(ahora que las condiciones sociales han variado) revelen En resumen, hubo mutación de la clínica, promovida al
una relativa autonomía respecto del estado de la sociedad. rango de concepto, defensa contra la locura en todos, y por
De hecho, se trata de un mal ontológico. Y que sin duda no último una oscura conciencia de que la atención no es sólo
es el único, pero sí el que logró movilizar la atención, al me- par a los «enfermos•>. Cada cual se atiende como puede a tra-
nos en su momento. En épocas posteriores, fue reemplazado vés de lo que hace. Así analicemos sentados detrás de un di-
por otros males que plantean problemas no menos compli- ván, prescribamos antídotos, nos dediquemos al estudio de
cados: la droga, la violencia, el sida. Eso es lo que se va repi- Diógenes Laercio o al de los bosones y quarks, se trata siem-
tiendo, pero, en estos asunt.os, los especialistas han perdido pre del mismo combate terapéutico, ignorado. El psicoaná-
la brújula. No sólo no se ponen de acuerdo acerca de lo que lisis había operado la gran mutación mucho tiempo antes. A
conviene hacer, sino que muchas veces confiesan no saber partir del concepto de inconsciente, la frontera entre nor-
qué pensar. Apuntemos de paso que los analistas distan de mal y patológico se iba haciendo cada vez más difusa. Clí-
acudir a la cita, admitiendo sentirse desbordados. nica quiere decir «en la cabecera del enfermo». En el terre-
De todas maneras, y a un cuando fuerce los límites del no que nos interesa, clínica significa «en el diván del psico-
modelo médico demostrando la inconveniencia de aplicarlo analizante». Transcurrida la hora, se abandona el diván, se
a fenómenos que son de su competencia, el origen terapéu- vuelve al mundo y el criterio de enfermedad deja de ser per-
tico del psicoanálisis iba a tener consecuencias de conside- , tinente.
rable importancia. A partir de ese momento quedó claro <l\1-e
hacía su entrada en epistemología la mirada clínica. El fe-

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Verdad histórica y realidad psíquica de inexistente lo que no estaba en los conceptos relativos a
su existencia. En adelante, la concepción del psiquismo en
Esa mirada clínica donde reconocemos la especificidad su conjunto se dispensará de la más mínima tarea de expli-
del psicoanálisis debe a su vez ser reconocida en forma más car las relaciones entre lo real racional y toda otra forma
precisa. Esa mirada concierne a la idea que el psicoanalis- de racionalidad, por no hablar de irracionalidad. Pero para
ta se hace de la verdad. La verdad, para el psicoanalista, es Freud se trata de todo lo contrario: la única realidad en que
plural. No diseminada o ilimitada en cuanto al número, sino creemos es esa realidad que él denomina psíquica, fundada
plural, y plural por ser más de una: histórica y material. históricamente, nunca superada del todo ni tampoco defini-
Esa distinción, que casi no fue tomada por la epistemología, tivamente vencida. Esa realidad, por necesidad y en salva-
instituye el lugar de la memoria en el enfoque de la verdad. guarda del individuo, es suplantada por la realidad externa.
Por rigurosa o exacta que sea la aprehensión de esa verdad, Pero todo indica que sigue estando ahí, esperando el mo-
en el espacio psíquico llevará siempre sus huellas -a modo mento de tomarse revancha en cuanto se presente la oca-
de lo que fue considerado como verdadero--, huellas que sión, porque nunca se abandonan por completo los anhelos
fueron recibidas y admitidas como tales en períodos ante- de la infancia y cada uno de nosotros lleva a cuestas, sin sa-
riores de la historia del sujeto. En esto la historia individual berlo, la totalidad de su historia. No es que no lo sepa, sino
sigue el mismo modelo que las sociedades. Pero en lugar de que no puede prever todas las circunstancias en que, aun a
concebirlo a modo de jerarquía escalonada, es más conve- pesar suyo, saldrá a la superficie, mucho más en acto que
niente imaginar esas relaciones en términ9s de oposición. en pensamiento, la infancia herida. Porque la historia más
Es que las denominadas verdades históricas no conciernen profunda, esa que nunca se olvida, esa que nunca se supera,
tanto al saber de épocas anteriores como a los modos de pen- es la historia de nuestros deseos, anclados en las pulsiones y
samiento del aparato psíquico durante los primeros tramos que impregnan nuestro pensamiento. Es visible que, para
de su r ecorrido. Esas verdades pertenecen a la historiR por- Freud, la diferenci~ no sólo reside en la reversión del orden
que no desaparecen nunca los impactos de la realidad del de preeminencias a favor de la realidad psíquica, sino tam-
mismo nombre (histórica) que Freud llama también reali- bién en el reconocimiento de la conflictiva coexistencia de
dad psíquica (por oposición a realidad material). El golpe de dos realidades que tienen que reconocerse mutuamente y
fuerza a que procede Freud consistió en invertir el orden de vivir juntas. La realidad psíquica nunca hace desaparecer a
los factores reconocidos por la filosofia. Por lo común, según su otro, ya que incluso en las patologías más graves la reali-
las tesis de los filósofos, el acceso a la realidad externa o ma- dad externa nunca es de~itivamente eliminada. A partir
terial debe asegurarse cueste lo que cueste. Lo imaginario dé ahí, una teoría del psiquismo, una teoría de la causalidad
que se yerga en su camino no obstaculizará por mucho tiem- psíquica requiere que se estudien las relaciones entre reali-
po la adecuación entre el pensamiento y lo real; al fin de dad psíquica y realidad material.
cuentas será superado y vencido hasta disiparse como nie- De hecho, y tal como ya vimos, la invitación a reconocer
bla matutina. Tanto la fuerza como la duración de la resis- esa coexistencia es desbordada por la sensación de que pre-
tencia que oponga serán valedoras del triunfo de la reali- valece la realidad psíquica. Eso no quiere decir que vivamos
dad. Mejor dicho: no hay más que una realidad y una ver- en un mundo que pueda darse el lujo de negar la realidad
dad. Porque esos agentes que pretendían enturbiarnos la externa, en cuyo caso el costo sería inmenso y muy escasas
visión, desaparecen como entidades distintas en cuanto la las posibilidades de supervivencia. No es ese el caso. Pero sí
realidad da sus pruebas. No sólo se celebra una victoria del estamos obligados a comprobar que una parte de nuestro
pensamiento, una victoria de la realidad sobre lo imagina- psiquismo es capaz de vivir cierta experiencia de realidad,
rio, lo cual al menos tendría el mérito de reconocer la exis- , de hecho irreal, sin el más mínimo cuestionamiento acerca
tencia de dos adversarios en lucha: el triunfo de lo real )"d.el de su existencia. El sueño nos lo muestra noche tras noche.
método que asegura el conocimiento de este vuelve más tar- Abolidos toda duda y todo grado de certidumbre a favor de

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-
nuestra total convicción de que el mundo con que soñamos cias a ese sector la vida cobra sentido y nos apegamos a ella.
existe, constatamos forzosamente que nuestra investidura La presunta lucidez del pensador estructuralista esconde
de la realidad psíquica es plena, entera, mientras que el lu- su ceguera voluntaria y su incapacidad para explicar aque-
gar que ocupa en nosotros la realidad externa puede ser ob- llo que nos arrima a la vida haciéndonos sentir que la vida
jeto de interrogantes y cuestionamientos de los cuales la vale la pena de ser vivida. No oponemos aquí sentimiento y
filosofía se ha hecho eco ampliamente. De lo anterior se análisis, sólo indicamos que el análisis del sentimiento que
concluirá que la llamada realidad psíquica es aquella en la se nos presenta es endeble frente a las elaboraciones pro-
que creemos totalmente por estar tejida de nuestros de- puestas por el psicoanálisis, por conjetural que este sea. En
seos y nuestras expectativas, que encuentran en ella algu- las sociedades que conocen la escritura, el papel invasor
na forma de satisfacción, mientras que la realidad externa, -fruto de las tecnologías más avanzadas- del reinado de
en ocasiones opuesta a la realización de nuestros deseos, la imagen y lo imaginario nos impulsa a hacer una reflexión
despierta en nosotros una creencia muy relativa, pero sin comparable. Ante la realidad comunicada, vehiculada, di-
embargo inevitable para asegurarnos la supervivencia. No fundida y en algunos casos impuesta, creemos estar miran-
basta entonces con hablar de coexistencia ni tampoco de an- do el mundo, pese a que en realidad no hacemos sino soñar
tagonismo. De hecho, la reflexión sobre la causalidad psí- con los ojos abiertos, cuando se presume que ese mundo nos
quica nos enseña la profunda intricación de ambas realida- es mostrado para que lo percibamos.
des. No es que se confundan -como puede ocurrir en cier- La aprehensión de la doble realidad psíquica y material
tas condiciones patológicas- sino que, aun estando sepa- modifica la concepción que nos hacemos de la verdad. Reali-
radas, ninguna de ellas es enteramente ir~permeable a la dad psíquica, realidad del solo mundo interno, capaz de ha-
otra, y eso por muy deseable que sea para nuestra comodi- cer abstracción del afuera, realidad histórica, de una histo-
dad espiritual mantener cada uno de estos dos sectores per- ria jamás perimida que pesa con toda su fuerza sobre nues-
fectamente estancos a la influencia del otro. Tal como vi- tra forma de aprehender el mundo y cuyo conflicto con la
mos, la causalidad «natural», que se armó de toda la lógica realidad externa nunca llega a su fin. De esas dos realida-
racional proveniente de la teoría de la información, chocó des se desprenden dos verdades homólogas, en las cuales la
con el problema de los deseos, las creencias y los valores, y verdad se define como teorización de la realidad: verdad his-
muchos lógicos no encontraron otra solución que la renega- tórica y verdad material. Es cierto que la idea de una ver-
ción --eliminativista- de la existencia de todos ellos. ¿El dad material puede parecer demasiado ambiciosa. Su sola
eliminativismo no sería a su vez eliminado para dar cabida función es oponerse a la ve:rdad histórica y anunciar que la
al reconocimiento de la realidad psíquica? En cuanto a la in- verdad material de hoy será la verdad histórica de mañana.
terpretación cultural, ya vimos que la introducción de una ·No simplemente a causa del progreso del conocimiento, sino
mentalidad objetivista, representada por el pensamiento porque la marcha del saber no se hace sin un cortejo de ideo-
estructuralista, se esforzó en reducir los componentes even- logías que, o bien se suceden contradiciéndose, o bien se en-
tualmente relacionables con el inconsciente o la realidad frentan simultáneamente. Tal vez no debamos dejar de pre-
psíquica, por medio de los ritos y mitos de las sociedades sin guntamos, sin abandonar el campo del saber riguroso, qué
escritura. Y si bien es posible encontrar material de con- cosa refleja el orden de lo inaceptable dentro de la ideología
troversia para determinar si la cuna del tratamiento de lo actual.
imaginario es la sociedad o el individuo, deberá convenirse Puede que estos desarrollos no sean suficientes para
que, a través de cada uno de sus miembros, la comunidad aclarar por completo el sentido de la revolución epistemoló-
humana se reconoce en las creaciones de ese imaginario, las gica realizada por Freud. Mientras que la tradición filosófi-
considera esenciales y hasta puede poner su vida en juego, ca más constante trató primero de interrogar las relacio-
con el fin de defenderlas. Ninguna grilla sistemática ni$- nes del pensamiento con las categorías del mundo, y en mu-
guna codificación plural darán cuenta del hecho de que gra- chos casos consigo misma, en algunas de sus elaboraciones

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Freud procedió a la inversa. En primer lugar, decidió inte- desaparecer jamás, cualesquiera sean las realizaciones que
rrogar las relaciones de la actividad psíquica con aquello de haya permitido alcanzar la evolución individual o colectiva.
lo cual depende, es decir, el objeto o el otro, cuya relación se De ese modo se conjugan las ideas relativas al sujeto y a la
ubica bajo el signo de la necesidad y del placer. La posición intencionalidad, a la realidad psíquica y a la verdad histó-
capital ocupada por el placer hizo pasar a segundo plano esa rica, que sólo cobran sentido con relación a la existencia del
demarcación con respecto a la filosofía tradicional. En efec- inconsciente y a la investidura de todo lo que tiene valor
to, Freud interroga ante todo la relación con el otro, previa- para el psiquismo. Una mirada retrospectiva sobre los orí-
mente a la relación con el mundo o con el pensamiento. Esto genes del psicoanálisis y su estado actual permitirá ob-
da cuenta del más formidable golpe de fuerza del pensa- servar que, pese al alto número de cambios registrados, kr-
miento psicoanalítico, que consistió en postular la anteriori- dura cierta constancia a través de las transformaciones} el
dad del juicio de atribución por sobre el juicio de existencia. paso del tiempo. En efecto, desde que fue inventado, el psi-
Está claro que una reversión de tal naturaleza era posible coanálisis halla en la clínica situaciones tan heterogéneas
sólo por la posición inicial del otro instaurado en ese lugar como las que subyacen en la conversión histérica, el pensa-
bueno o malo, antes de decidirse si es existente o inexisten- miento obsesivo y la proyección alucinatoria. En la primera,
te. En cuanto a las consecuencias que pueden extraerse del el psiquismo fluye hacia el cuerpo, no sin antes haber efec-
a priori del juicio de existencia, que en definitiva puede ex- tuado ese misterioso salto a lo somático en el cual la simbo-
tenderse hasta la interrogación sobre la supervivencia del lización conserva sus derechos. En el transcurso de las obse-
sujeto, Freud, bien consciente de esto, delega las tareas de siones, ese pensamiento que resulta invadido se sexualiza y
supervivencia en el objeto y en el otro que todavía no existe se divide contra sí mismo por la aguda conciencia del carác-
como tal. Esto no significa considerarlo inexistente en ese ter patológico de los síntomas. Con las alucinaciones, la per-
tiempo porque lo así transmitido por él es la propiedad más cepción, el lenguaje y el pensamiento abren horizontes has-
valiosa del humano, sin la cual no podiia establecerse el jui- ta hoy insospechaaos por la filosofia y cuya riqueza deberá
cio de atribución: la investidura, soporte de toda actividad esperar un análisis sostenido durante años. Tenemos enton-
psíquica fundada en el ejercicio de las pulsiones, concepto ces dos extremos del psiquismo: de un lado el cuerpo y del
radical previo a toda teorización de lo psíquico. otro el pensamiento, capaces ambos de ser investidos y colo-
nizados por fantasmas a su vez fuertemente cargados de li-
bido sexual. Esto nos muestra claramente que desde el prin-
éipio no debemos perder de vista las transformaciones de
De la representación: especificidad de la la libido si queremos entender el sentido inconsciente de los
concepción psicoanalítica síntomas, como también la necesidad de volver a recorrer
los desplazamientos de lo que pertenece a la esfera psicose-
Hemos venido esforzándonos por bosquejar el cuadro xual en constante migración, para comprobar que en nin-
más elocuente posible de esta realidad psíquica sin la cual gún caso puede asignársele una residencia fija. Hoy, a más
ninguna teoría de la realidad supera las aporías del mundo de cincuenta años de la muerte de Freud, los datos se han
soñado u objetivado ocultando esa doblez que esta se impo- modificado pero en su esencia la base del problema sigue
ne «Sin duda ni grado en la certeza». Con el concepto de rea- siendo la misma. Si quisiéramos definir en pocas palabras
lidad psíquica se está expresando el poderío del inconscien- la evolución del psicoanálisis a partir de 1939, tal como se
te, al mismo tiempo que se reubica en su propio universo el hizo en muchas otras oportunidades, podríamos enfatizar la
fundament.o de la subjetividad. Digo el fundamento, no la , evolución de la teoría en diversas direcciones. De hecho, ha-
totalidad del campo. Ese suelo es la base donde se edificru:_á bría que señalar el constante esfuerzo del psicoanalista ac-
la subjetividad para lanzarse a otras conquistas sin por ello tual por extender el campo de la práctica psicoanalítica con

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el fin de penetrar justamente ahí donde se detenía la mira- psicoanalistas como W. R. Bion, H. Rosenfeld, H. Searles,
da del psicoanalista de ayer: ante el umbral de ciertos mis- P. C. Racamier, abrieron brechas notables. La teorización de
terios. Bion, que prolonga las ideas de M. Klein y de Freud, se cen-
Por mi parte, destacaré dos terrenos favorecidos por el tra en el papel que juega el pensamiento en las organizacio-
progreso de los conocimientos psicoanalíticos. El primero nes psicóticas. Como se ve, sigue presente la misma bipola-
corresponde a la denominada patología psicosomática. Esta ridad ya citada: por un lado el soma, y por otro el pensa-
vez ya no se trata del terreno limitado de la conversión don- miento. Si a esto le agregamos los estudios sobre casos lími-
de, por vía de fantasmas inconscientes, pueden encontrarse te, donde la literatura está dominada por los trabajos de
las estructuras de un cuerpo imaginario que libra su secreto Winnicott, se completa el cuadro recién descripto. El autor
a través de la interpretación, sino de un tipo de organiza- inglés subraya sus diferencias con el tipo de pensamiento
ción mental de gran singularidad que fue descripta por la psicoanalítico de los tiempos de Freud y con las concepcio-
Escuela psicosomática de París conducida por Pierre Marty. nes contemporáneas, donde la evolución de las ideas va
Aun siendo controvertida y criticada, dicha teoría logró acompañada de cierta continuidad pese a las variaciones
constituir una base de reflexión hoy insoslayable donde en propias de cada teoría. Se percibe entonces la importancia
el funcionamiento psíquico aparecen singularidades muy que ha de cobrar la simbolización, protagonista indiscutible
diferentes de las estructuras con que por lo común trabaja el del pensamiento de Winnicott y que encontramos con dis-
psicoanalista. Entre el psiquismo y el soma se han venido a tintas formas en otros autores (Lacan).
insertar entidades nuevas como lo son las neqrosis del com- Vemos así que la extensión del campo psicoanalítico
portamiento, y a desplegarse desórdenes desconocidos de la enriqueció la teoría pero que, en cambio, la heterogeneidad
vida psíquica (vida operatoria, depresión esencial, desorga- que aportó puede llevar a preguntarse cuál es el fundamen-
nización progresiva) que merecen la reflexión de todo aquel to común. Todo esto equivale a preguntarse cuál es el cora-
que quiera entender las relaciones entre la organización so- zón de la experien.cia analítica y cómo concebir las rela-
mática y lo que Marty denomina mentalización. De todas ciones existentes entre esa supuesta centralidad y sus pro-
maneras, señalemos que, para el autor, el fondo mismo de longamientos en diveras direcciones. Pero también significa
esta última estaba constituido por la actividad represen- examinar en forma indirecta la finalidad de la cura analíti-
tativa. ca y, más allá, del psicoanálisis al margen del encuadre.
El otro gran terreno de extensión del psicoanálisis es el En mi opinión, es alrededor de un feliz encuentro entre
de la psicosis. Es sabido que las exploraciones de Freud en eJ modelo del encuadre analítico y el propuesto por Freud
esa dirección fueron escasas, pese a algunos textos funda- para explicar la psicología de los procesos oníricos, como
mentales que hoy han dejado de satisfacer plenamente puede imaginarse una satisfactoria adecuación entre la in-
nuestra curiosidad. Examinar los trabajos de los psicoana- dicación de análisis y el método destinado a abrirle ca':lce al
listas por el lado de la psicosis obliga a admitir algunas re- trabajo analítico. Ya mostré en otro lugar que esa situación
servas. Nadie pretendería confundir pacientes que han sido ideal tendía a ocultar los problemas planteados por cierto
objeto de trabajos psicoanalíticos en ese campo con psicóti- número de satelizaciones. Así, hoy sabemos que en lo con-
cos graves para quienes, por desgracia, hasta ahora no exis- cerniente al sueño existen en el durmiente tipos de activi-
te otro recurso que la artillería pesada de la psiquiatría. Y dad psíquica que no obedecen al modelo de este. Si bien el
eso, aun considerando ciertos trabajos de Harold Searles sueño de angustia todavía puede reducirse a la órbita de lo
sobre experiencias terapéuticas extraordinarias en pa- que describió Freud, la pesadilla de ninguna manera puede
cientes hospitalizados en instituciones y con perfil muy si- entrar en el mismo caso. De igual modo, durante el reposo
milar a los pacientes internados en hospitales psiquiátricos. , tienen lugar otros aspectos (sueño blanco, sonambulismo,
Sin embargo, pese a admitir diferencias entre la mayor par... terrores nocturnos, etc.) que distan de autorizar el mismo
te de los que recibieron tratamiento analítico y los asilados, trabajo de elaboración psíquica que aquel que interviene en

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el sueño, lo cual no podría dejar intacto al conjunto de la es- vita a buscar del lado de la representación el núcleo más
tructura psíquica. De ese modo se hace patente el paralelis- profundo de la experiencia psicoanalítica, al mismo tiempo
mo entre los desbordamientos del espacio onírico y el ob- que se nos invita a una doble operación de agrupamiento
servado en estructuras no neuróticas y que exigen acondi- del mundo de las representaciones para dar cuenta del psi-
cionamientos apropiados del encuadre. Tampoco en estos quismo y, en forma opuesta, por obra del polimorfismo de la
últimos casos está dicho que sea imposible algún tipo de tra- actividad representativa, a examinar sus relaciones según
bajo analítico, por más que hiciera falta renunciar a la pu- una teorización que debería rechazar todo recurso a alguna
reza de la cura clásica. En aquellos casos donde el análisis esencia homogeneizante. Un cuadro así es dibujado en fili-
puede realizarse sin variar el encuadre, la técnica de la in- grana por la teoría de Freud, pero todavía no se han reunido
terpretación introduce modos de pensamiento que dan es- los elementos que lo constituyen en una visión única.
pacio al destino de las pulsiones destructivas, las cuales Recordemos además que la pulsión es descripta como
están lejos de limitarse a las expresiones ordinarias de la concepto límite, como representante psíquico de excitaciones
agresividad. nacidas en el interior del cuerpo que llegan al psiquismo,
Interpretar no es solamente dar un sentido, también y como una exigencia de trabajo impuesta a lo psíquico
puede implicar contraponerse a la amenaza que pesa sobre en razón de su vínculo con lo corporal. Esta definición tan-
el acto de significar y sobre el pensamiento que lo sustenta. tas veces comentada debe, una vez más, ser utilizada para
Sin embargo, me parece que nos hemos acercado alcora- señalar en ella:
zón de la experiencia psicoanalítica. La re(erencia al sueño
nos remite a la estructura del inconsciente. Así como Freud - la intervención de la noción de representante psíquico,
sostuvo que el inconsciente está constituido únicamente por que implica un trabajo del organismo por el que se traduce
representaciones de cosa o de objeto, por las primeras inves- en la esfera propia del psiquismo una excitación endosomá-
tiduras, que en cierto modo son las únicas verdaderas, de tica y/o una demanda emanada del cuerpo;
igual forma puede decirse que, de entre todas las formacio- - la alusión al earácter dinámico («que llega al psiquis-
nes del inconsciente, el sueño tendría el privilegio de asegu- mo») de la excitación y/o de la demanda;
rarnos un mejor contacto con este. Ya en páginas anteriores - el carácter de presión ejercida por dicho representante
abordamos el tema, planteado por Lacan, de las relaciones en busca de una solución, es decir, de una satisfacción espe-
entre el inconsciente y el lenguaje; este punto aún exige rada por la excitación corporal;
grandes elaboraciones, aunque es improbable que lleguen a - la noción de trabajo, que implica la transformación que
confirmar la hipótesis lacaniana, por interesante que sea. debe aportársele al estado interno en desequilibrio a través
Pasando ahora a la cuestión de la cura, no nos costará mu- de los canales de la demanda, a las condiciones que gobier-
cho reconocer que si, en forma análoga, buscamos descubrir nan la realidad y que remiten a una doble bipartición: intra-
cuál es su corazón usando el filtro de la experiencia transf~ psíquica e intersubjetiva, apuntalada sobre un modelo que
rencial, sería tentador hacerle jugar ese rol al fantasma in- reúne dos psiquismos, con relación al objeto que puede apor-
consciente. El universo común a sueños y fantasmas es el de tar la satisfacción.
la representación. Sin embargo, de Bion en adelante enten- Se ve que el concepto de representación es casi sinónimo
dimos la necesidad de superar el plano de los fantasmas del concepto de psiquismo. El psiquismo es el espacio en el
-así sean los más arcaicos- para tomar la plena medida cual puede advenir lo representable. Como acabamos de
de los pensamientos (pensamientos y aparato de pensar los ver, lo allí representado está constituido por los mensajes
pensamientos). Ya antes que est.e autor, Freud había soste- llegados del estado del cuerpo en busca de una satisfacción
nido que la función del lenguaje era hacer perceptibles los . . que exige un objeto.
procesos de pensamiento. Y es así como entramos de lie¡io En este punto es necesario aportar un matiz: aunque
en el plano de las representaciones de palabra. Todo nos in- Freud definió la pulsión como representante psíquico, tam-

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bién hablará en otro lugar del representante psíquico de Una vez arribados al campo de la conciencia, vemos en-
la pulsión. Una innegable oscuridad rodea el empleo de es- contrarse en él otras dos formas de representación: la repre-
ta doble expresión. Propongo considerar que, con la deno- sentación de cosa o de objeto consciente, asociada a las repre-
minación de representante psíquico de la pulsión, Freud sentaciones de palabra que le corresponden. Sin embargo, y
alude a la manera en que se manifiesta una exigencia pul- tal como ya dijimos, en ese nivel existe un orden propio de
sional que todavía no fue sentida con una clara represen- las representaciones de palabra, según nos lo indica cual-
tación-meta, sino en forma incoativa, a manera de tensión, quier reflexión sobre el lenguaje. Finalmente, en sus rela-
de ruptura de equilibrio, signos, todos estos, de una con-
ciones con lo real, los principales referentes a examinar son
moción que anima a la psique bajo las especies de algo que
la percepción y la acción.
en contextos mejor diferenciados se llamará deseo. E n re-
Aparece entonces claramente ante nosotros que, dados
sumidas cuentas, se tra taría de lo que oscuramente percibi-
sus dos aspectos consciente e inconsciente, la representa-
mos en forma de estado deseante, sin que dispongamos aquí
ción de cosa juega un rol privilegiado entre pulsión y len-
de la misma claridad y sin que la idea de lo deseado se pre-
gua. E l afecto por el lado de la pulsión, y el pensamiento por
sente con nitidez cuando se evoca al representante-repre-
sentación, término que por lo demás los ingleses traducen el lado del lenguaje, acrecientan las relaciones entre los
como representante «ideico». Con lo cual existe una sensible componentes e intensifican las capacidades elaborativas de
diferencia. estos.
Ahora hay que tomar en consideración otro parámetro y Proponemos engloba r desde el ángulo de la actividad
ese parámetro es la representaci6n de cosa o de objeto. En representativa algunos elementos de esta descripción en
ese caso se trata de la huella mnémica dejada por una expe- principio no clásicamente incluidos. Así ocurre con el afecto
riencia de satisfacción anterior (incluso un fantasma retro- consciente e inconsciente que sugerimos llamar represen-
activo de esa misma experiencia) y donde el objeto que apor- tante-afecto (de la pulsión ). El afecto sería ese resto pulsio-
tó la satisfacción recibió su inscripción correlativa a esa ex- nal que en sentido estricto la t"epresentación no podría redu-
periencia referencial pasando así a estar representado en el cir. Igualmente estamos encaminados a hacer que tanto la
psiquismo. En cualquier experiencia ulterior que exija una percepción como la acción ingresen en el mismo marco re-
satisfacción que se hace esperar, se apelará a esa represen- presentativo con la denominación de representantes de la
tación de cosa o de objeto inconsciente como recordatorio de realidad. La representación de la realidad es un sistema
una solución ya obtenida. complejo que hasta el momento no fue suficientemente es-
Así, puede distinguirse en la psique el r epresentante tudiado por los psicoanalistas. Parece ser clara la necesidad
psíquico de la pulsión como primer bosquejo de un sujeto, y de agregar a nuestras observaciones precedentes el rol del
la representación de cosa o de objeto como aquel bosquejo juicio y la parte del lenguaje que interviene en el proceso.
correspondiente al objeto antes de ser conocido como tal en Según puede apreciarse, cabe proponer un esquema
estado separado. coherente que permita considerar a la representación co-
La cooptaci6n entre representantes psíquicos de la pul- mo un proceso característico del psiquismo, que a su vez da
si6n y representaciones inconscientes de cosa o de objeto es cuenta de las variadas formas en que este se presenta y se
lo que constituye la matriz de simbolizaci6n constitutiva del inscribe en estructuras diferenciadas. El aspecto esencial
inconsciente. Más adelante, y gracias a una ulterior elabo- que le confiere su valor conceptual es la innegable media-
ración, esa cooptación podrá escindirse en representante-re- ci6n que implica su intervención.
presentación (el contenido ideico de los filósofos) y afecto, Ahora bien, ¿cómo dar cuenta de tales variaciones? Ese
afecto desprovisto de cualida des en el inconsciente y que eJl trabajo de elaboración sería imposible si antes no supusié-
ese nivel se manifiesta sobre todo como intensidad de ~es­ ramos la existencia de zonas fronterizas, verdaderos espa-
tidura. cios de elaboración que separan territorios donde el trabajo

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psíquico se efectúa siguiendo normas diferentes. Los tres narios veía esquemas filogenéticos adquiridos por herencia.
tipos de frontera que deben examinarse son: Sin duda podría atribuírseles funciones de herencia social
transmitida de generación en generación y perpetuadas de
l. La frontera somatopsíquica entre soma y psiquismo esa manera.
inconsciente. Es la que deben atravesar las excitaciones en- Entre esos fantasmas originarios (seducción, castración,
dosomáticas para manifestarse psíquicamente: son las pul- escena de relaciones sexuales entre los padres), Freud in-
siones. cluyó el complejo de Edipo. En nuestros días, este último es
2. La frontera del preconsciente que separa al psiquismo foco de muchas controversias en cuyos detalles no vamos a
consciente del psiquismo inconsciente. La Escuela psicoso- entrar. Pero aun así digamos que el complejo de Edipo, tal
mática de París hizo un gran aporte mostrándonos la im- como ahora se lo reconoce gracias a la influencia de Lacan,
portancia de esta formación cuyo funcionamiento perturba- no podría limitarse al período de la historia infantil durante
do fue incriminado en aquellos estados donde se observan el cual se expresa en forma abierta. Es mejor tratarlo como
defectos de mentalización, quiero decir, una comunicación una estructura, dado que el niño entra en la vida en razón
deficiente entre inconsciente y consciente. de haber nacido de padres cuya estructura personal tam-
· 3. El paraexcitaciones, que constituye la frontera entre bién fue modelada por el propio complejo de Edipo de cada
el adentro y el afuera, entre el yo y el no-yo, entre el indivi- uno de ellos, y que en particular comporta el deseo de hijo.
duo y la realidad externa. Así, puede considerarse que la to- Más aún: el complejo de Edipo puede ser considerado un
talidad del psiquismo juega un papel de formación-tapón modelo, aquel por cuyo intermedio se expresan las conse-
entre el soma y lo r eal, y que la salvaguarda de la conciencia cuencias de relaciones nacidas de la doble diferencia entre
obliga a separarlo de un psiquismo inconsciente la mayor sexos y entre generaciones, tanto como entre deseo e iden-
parte de las veces desconocido como tal y, en la medida de lo tificación.
posible, mantenido a distancia de los problemas que le toca Una mirada retrospectiva sobre las formas de represen-
resolver a la conciencia. Sin embargo, el paraexcitaciones tación nos revelaría que la actividad representativa es por-
no sólo es responsable de los errores e ilusiones que puedan tadora de cualidades atinentes tanto a la diversidad como a
afectarla, ya que es también una de sus más importantes la jerarquización. Esa diversU:lad hace que en el campo que
fuentes de creatividad. le es propw se encuentren la representación del cuerpo por
referencia a la vU:la pulswnal, la del mundo por representa-
Si ahora retornamos a la actividad psíquica inconscien- ción de los objetos externos y de las consecuencias de inter-
te, el lugar que asignamos al trabajo de la representación rializarlos, y por último la correspondiente a la relaci.ón con
nos obliga a considerar las regulaciones de las cuales ha de el otro, otro semejante o diferente, por el hecho mismo del uso
ser objeto en sus despliegues fantasmáticos. Dejaremos de del lenguaje que presupone su existencia. De ese modo, se
lado la intervención de factores llegados de la realidad, y hallan aquí reunidos tres órdenes diferentes cuyas formas
que Freud llamaba prueba de realidad, para atender sólo heterogéneas exigen necesariamente una elaboración de
a la regulación de las producciones de lo imaginario. Aquí la psique y una posibilidad de poner en comunicación di-
parece ser necesario invocar la existencia de cierto número ferentes modos de relación del. sujeto. Pero la necesidad de
de representaciones clave que Freud denominaba fantas- transformación viene ante todo de ese fondo primero donde
mas originarios para dar cuenta de la forma en que se dis- se arraiga la actividad psíquica, donde se establecen las
tribuía en el inconsciente la proliferación lujuriosa de fan- vías de comunicación entre el cuerpo y las primeras organi-
tasmas. Tal vez convenga más hablar de una categorización zaciones sobre las cuales se edificarán las diferenciaciones
localizada más bien en el preconsciente. Desde luego, hoy en , psíquicas, gracias a los efectos combinados del desarrollo
día ya no podemos seguir alineándonos detrás de esa te6ri- programado, la maduración nacida de las interacciones en-
zación brindada por Freud, quien en esos fantasmas origi- tre ese desarrollo y las relaciones de objeto, y por la ex-

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pansión de las estructuras significantes. ¿Pero por qué ubi- fica considerar inexistente la intervención del objeto, ni
car a la pulsión en posición referencial? ¿Por qué no admitir mucho menos limitar su alcance a los «Cuidados maternos».
que el desarrollo podría haber impreso esas transforma- La función del objeto -en el marco de la organización nar-
ciones en el estado primero, o hipotéticamente tenido por cisística primaria, es decir, de una indistinción entre sujeto
tal? Eso es lo que, en mayor o menor medida, implican todas y ~bjeto- es ser inductor de investidura. El niño hace por sí
las concepciones modernas basadas en el desarrollo. Estas mi~mo la experiencia, no sólo de la satisfacción, sino de su
últimas tienen por corolario el hecho de concluir, a poste- investidura por algo que no está en él aunque él no lo perci-
riorí, en la inutilidad de hacer referencia a la pulsión: por- ba como distinto; y como a su vez esta potencia de la que es
que el concepto teórico es indemostrable, porque es oscu- investido será transferida fuera de él y a lo más profundo
ro, porque otras concepciones no tan especulativas pueden de él, esa misma potencia le permitirá hacer frente a las
reemplazarlo con mayor utilidad, porque así se termina de vicisitudes del objeto. Esa misma capacidad de investidura
una vez por todas con el biologismo freudiano, etc. Las so- lo acompañará a lo largo de toda la vida, para extinguirse
luciones más realistas, formuladas a su vez en términos de sólo con su último suspiro, y es la justificación más esencial
una tecnociencia no demasiado exigente en cuanto a lo que de esa referencia a la pulsión mucho más allá del tiempo en
ella misma se da por finalidad suplir, hablarán de «esque- que impera de manera casi absoluta en el aparato psíquico.
mas de acción» (D. Widlücher) o de asociación de «actos de Ese poder de investidura podrá volcarse a las transforma-
pensamiento•>, vocabulario que obedece al deseo de adecuar- ciones más aberrantes del psiquismo, r ecorriendo todo el ar-
se a determinada forma de expresión, pero que en mi opi- co de la alienación, la perversión o la sublimación. Es siem-
nión no aporta nada nuevo sobre lo que se 'quiere reempla- pre ese poder de investidura lo que hallamos tras el poli-
zar, y en cambio a plana lo que el concepto de pulsión conser- morfismo de la perversión y en el odio a la realidad propio
vaba en tanto hipótesis heurística. ¿Qué significan «actos de la psicosis, o en las aventuras más alocadas de la subli-
potenciales» en espera de circunstancias favorables para ... mación tanto como en las divagaciones de las teorías psico-
pasar al acto? Ignoro por qué sería más fecundo pensar en analíticas. Así, esta evolución nos conduce a las más hete-
un «acto potencial» que en un deseo que primero aspirara a rogéneas formas de simbolización, pero también podría
su realización intrapsíquica antes de recurrir a «una acción decirse que es esta última quien la gobierna por el mismo
específica», y que previamente debiera ser interpretado hecho de guiar, organizar y animar la evolución del niño ba-
desde la perspectiva de una medida «de exigencia de trabajo jo la tutela de los adultos que lo tienen a su cargo. En este
impuesta a lo psíquico como consecuencia de su vínculo con punto, resaltemos el sorprendente encuentro que se da en-
lo corporal». De hecho, cada vez que se intenta superar este . tre Lacan y Winnicott. Son ellos quienes nos pusieron en la
modelo de la pulsión freudiana, sólo se lo consigue volviendo pista y ellos quienes nos dejan algo para pensar. En ese lar-
a un pensamiento que se aleja de esta, no para adaptarse al go camino que va de esas primeras relaciones a las derivas
saber presente sino para respaldarse en la teoría del reflejo, más extrañas y a las sublimaciones acabadas, los acciden-
que data de hace más de un siglo. tes son indisociables del propio camino. Lejos de ser acci-
Pasemos ahora a nuestra modernidad. Conocemos la dentales, no sólo son inevitables sino constitutivos de la pro-
forma en que las teorizaciones centradas en el objeto contri- gresión. Pero agreguemos una palabra sobre la jerarqui-
buyeron a devaluar la teoría de las pulsiones. Por nuestra zación. Esta sólo cobra sentido si nos deshacemos de toda
parte, propusimos darle a la dupla pulsión-objeto un carác- rigidez normativa al respecto. Aquí la diversidad tiene de
ter nuclear. Limitémonos a algunas indicaciones sumarias. nuevo la última palabra, siempre y cuando, según las cir-
Para mí, poner el objeto en el nivel de un referente concep- cunstancias o las propiedades singulares de un individuo,
tual no significa en absoluto renunciar a una teorización del determinado aspecto de la actividad representativa pase a
narcisismo primario que no he dejado de suscribir. Per~e- . . primer plano para ser objeto de una elección donde suplante
guir reconociendo el valor del narcisismo primario no signi- a las otras formas del juego representativo. Pero lo esencial

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es recordar que la concepción psicoanalítica de representa- otras disciplinas, desde las neurociencias hasta la antropo-
ción no podría quedar encerrada entre los límites de una ac- logía, seguimos necesitando una reflexión que responda con
tividad «ideica» pura. En otros términos: es preciso arrai- total pertinencia tanto al rechazo de que somos objeto por
garla tanto en la carne como en el espíritu. parte de nuestros vecinos como también, y contrariamente
El psicoanálisis es una teoría que cumple la exigencia de -lo cual a veces es lo mism<>-, a las tentativas de anexión
conjugar fuerza y sentido, así como su posible disyunción. A que estos emprenden. En este libreto, no debemos confor-
su vez, mostrarse fiel a la teoría de las pulsiones es evo- marnos con el papel de víctimas, ni tampoco replegarnos en
car ese poder de la vida que hace alternar, en la búsqueda de los inaccesibles misterios que nuestra práctica parece tener
un equilibrio effmero y siempre cuestionado, creación y para los demás. En cambio, debemos seguir interrogándo-
destrucción. Las avanzadas de la teorización contemporá- nos para saber cómo situarnos con relación a las cuestiones
nea giran sin tesar en tomo del problema de la simboliza- que se nos plantean y preguntarnos si nuestra teoría está
ción, entendida según los parámetros de una concepción del capacitada para hacerles frente. Precisar la axiología de
psiquismo que haga intervenir no sólo sus raíces corporales nuestra reflexión debería cuestionar, en cambio, a quienes
y sus desarrollos espirituales, sino además sus formas indi- en determinados momentos nos dan la impresión de ace-
viduales y sus expresiones colectivas. A esta forma de conce- char el momento en que nos hayamos vuelto inútiles.
bir la simbolización parece indispensable sumarle la dimen- Es inevitable que nos remitamos a las contradicciones
sión de la investidura, porque si bien es posible sacrificar la internas del psicoanálisis actual, tironeado entre sus diver-
propia vida en defensa de un símbolo, una actitud de esa ín- sas fracciones. Por lo tanto, también debemos interrogarnos
dole exige que el símbolo no sea una abstracción sino la en- acerca de las diversas interpretaciones a que dio lugar la
carnación de una verdad a la cual prestamos fe. Es probable evolución de la práctica y del pensamiento psicoanalíticos.
que de eso haya querido hablar Freud cuando, al igual que Justamente por haber sentido que las formulaciones más
otros investigadores antes y sin duda después de él, dijo es- recientes no SUP.eraban a las antiguas, me entregué a una
tar animado por el amor a la verdad. tarea para muchos ingrata y árida dado el esfuerzo de abs-
tracción que exige: examinar, y en la medida de lo posible,
reescribir las bases conceptuales del psicoanálisis.
Espero que el título «Introducción al psicoanálisis» haya
Conclusión resultado, para el lector, no tan provocador como justificado.
Introducción a, y no Esquema del psicoanálisis. No se trata
Llego al final de esta introducción al psicoanálisis con la · de un resumen de conceptos indispensables sino de un pri-
idea de no haber cumplido con el programa anunciado. Y si mer procedimiento de puesta al día, que considero indispen-
bien lamento no haber podido precisar mi posición acerca de sable realizar con otros, aun cuando me distinga de los in-
muchas cuestiones capitales imposibles de silenciar en esta tentos, cuestionamientos y respuestas que ellos ofrecen. De-
reevaluación crítica exigida por el estado actual del psico- jo al lector en el umbral, invitándolo, si es que se despertó
análisis, considero que el recorrido de la exposición habrá su curiosidad, a proseguir solo su recorrido a través de las
sacado a la luz un eje rector. El eje rector al que me refiero es obras del psicoanálisis viviente, ese psicoanálisis que se es-
la situación del psiquismo según la forma en que aparece cribe hoy, ese psicoanálisis que anuncia el porvenir de la
en la teoría freudiana, como emergente de la doble influen- causalidad psíquica.
cia de sus componentes naturales y culturales. Desde luego,
ese doble determinismo no se hace evidente dentro del con-
junto de los escritos psicoanalíticos, situados desde un pri- ,
mer momento en el propio corazón del psiquismo. Pero a~
que examinemos la discusión del psicoanálisis por parte de

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Referencias

RENÉTHOM

Por medio de una definición en apariencia viciosa, diría que lo


que caracteriza a la vida es el apego a la vida; existen ciertas for-
mas a las cuales les resulta relativamente indiferente desapare-
cer: son estas las formas inertes; en cambio, otras defienden su
existencia con astucia y habilidad, cualidades humanas a las que
tal vez no sea ilusorio encontrarles definiciones combinatorias:
son estas las formas vivas.
ModR.ks mathemátiques ~la rrwrphogenese,
C. Bourgois, pág. 186.

Al.AIN DANIÉWU

Aquello a través de lo cual se distingue un varón al nacer es su


sexo. Por eso en sánscrito el órgano masculino se llama linga, pa-
labra que quiere decir «signo». «El signo distintivo por el que pue-
de reconocerse la naturaleza de algo es llamado linga».
Linga Purána, 1.6.106,
citado en Le phallus, pág. 29, Pardea.

WILFRED RUPRECHT BION

Los descubrimientos del psicoanálisis ya no permiten confor-


marse con la metodología de los científicos y los filósofos de la cien-
cia, ni siquiera con los refinamientos metodológicos que ellos han
producido para poner remedio a su propia insatisfacción. El psico-
analista se halla en la extraña situación de estudiar un tema que
esclarece la más indesarraigable fuente de investigación no cientí-
fica, es decir, el espíritu humano, utilizando ese mismo espíritu co-
mo su propio instrumento científico y debiendo cumplir esa tarea
sin tener el consuelo de pensar que sus observaciones son hechas
por una máquina inanimada que, aun teniendo la virtud de estar
muerta, debe ser objetiva.
Cogitations, Karnac Books, pág. 224 (traducción personal).

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DONALD W. WINNICO'IT Porque la sociedad que nos oprime no nos oprime únicamente
con sus policías, sus curas, sus médicos, sus asilos, sus cárceles,
Freud hizo por nosotros la parte más dura del trabajo, puso en sus calabozos, sus guillotinas, sus paredones de fusilamiento,
evidencia la realidad y la fuerza del inconsciente, llegó al dolor, la sus Sorbonas,
angustia y el conflicto que invariablemente está en la raíz de la sus bombas atómicas,
formación de síntomas y destacó, con cierta arrogancia llegado el sus invenciones,
caso, la importancia de la pulsión y la significación de la sexuali- su pedagogía de las instituciones,
dad infantil. Un teorema que reniegue de estas cuestiones o que la sociedad n os oprime
las pase por alto es una teoría que no sirve para nada. y aquí el viejo Freud tiene razón, más razón de la que jamás
La nature humaine, traducción de B. Weil, Gallimard, pág. 54. creyó tener
sobre otro recuerdo
ANTONfN ARTAUD más inmundo
infinitamente más indignante
Sigmund Freud hizo un escándalo en sus tiempos al desollar el recuerdo de una tarde en una habitación baja que daba a un
la libido, introspectando sin anillos todos los anillos de extraños cuadrado de sol
totales de humores que dan a las circunvoluciones u terinas del
tau 1 el trabajo de estar sin estar adentro o afuera, sino por siem- y el del dolor
pre en ese no-lugar o sin casa ni hogar, y aun menos espíritu o cierto dolor del Gólgota
dios, y de querer sin pies ni cabeza una voluntad sin perdón donde !bid., págs. 102-3.
el único error de Sigmund Freud fue querer organizar una expli-
cación y sacar a luz una noción. Lo inexpiable del hambre de hue- S!GMUND FREUD
sos, intrínseco a este animal, el hombre, que no puede soportar ba-
rreras a las exigencias de su piel (...] Más lejos entonces de lo que Para mí, es tan arbitrario animar la naturaleza siempre y en
Freud llamó su libido hay todavía un inmundo caos del cual la ne- todo lugar como de¡;espiritualizarla por completo. Dejémosle en-
crofagia es el eje del imán, la necrofagia es el eje y la palabra es el tonces a su infinita variedad elevarse de lo inanimado a lo orgá-
último imán. Incluso hay un estado donde se mata a padre y ma- nicamente animado, de la vida somática a la vida psíquica. El in-
dre, necesariamente. consciente es por cierto el verdadero intermediario entre lo somá-
Oeuures completes, I. XXVI, Gallimard, págs. 34-5. tico y lo psíquico, tal vez sea ese missing link tan buscado.
Lettre a G. Groddeck, 5 de junio de 1917,
Dios, dicen, tomó parcelas inconscientes de su conciencia (que) Correspondance, trad. A. Berman y J.-P. Grossein,
se habían puesto enfermas, con ellas hizo seres y los acusó. Gallimard, pág. 346.
Lo extraño es que yo busque todo el tiempo bloques originarios
de mi conciencia ahí donde esos mismos bloques están enfermos, y Hay sólo dos hechos que se oponen a ese extraordinario privi-
los acuse de ser seres y los condene acusándolos de haber premedi- legio del trabajo psíquico [resistencia de la formación psíquica a
tado el mal en mí. una destrucción total): el objeto psíquico es incomparablemente
Soy entonces yo el tal dios, yo, Artaud. más complicado que el objeto material de la arqueología y nuestro
!bid., pág. 115. conocimiento no está demasiado preparado pa.r a lo que debemos
encontrar, porque la estructura íntima de su objeto encubre toda-
Yo no admito ningún inconsciente, lo único que veo es mi cuer- vía mucho misterio.
po, que no me hace sufrir y me obedece, «Constructions en analyse»,
y otros seres, criminal(mente) en Résultats, idées, problemes, PUF, II, pág. 272.
!bid., pág. 115.

1 Nombre de una letra griega correspondiente a la T.

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I
I
WILLIAM SHAKESPEARE tan simple, porque no me dejo ir pesadamente a los placeres pre-
sentes de la ley humana y general, intelectualmente sensibles,
Property was thus appalled sensiblemente intelectuales [. ..) ¡Hay algunos que con salvaje es-
That the self was TWt the same; tupidez, como dice Aristóteles, se sienten asqueados! [...] Que
Single nature's double name Marte, o Palas, o Mercurio los sustenten, para ver, en lugar de Ve-
Neither two or one was called nus, de Ceres o de Baco: ¡no buscarán ellos la cuadratura del círcu-
lo, encaramados sobre sus mujeres! (.. .] Arístipo defendía el cuer:
Reason in itself confounded po como si no tuviéramos alma. Zenón abrazaba el alma como si
Saw diuision grow together no tuviéramos cuerpo. Ambos viciosamente.
Tu themselues yet either neither !bid.
Simple were so well compounded.
(•The Poenix and the Turtle») Natura observó maternalmente que las acciones que nos pres-
cribió para nuestra necesidad fueran también voluptuosas, y nos
Entonces se perdió propiedad convida a ello no sólo por medio de la razón sino también del ape-
Cesando el sí de ser el mismo tito: injusto es corromper sus reglas.
De naturaleza una el nombre doble !bid., pág. 846.
No pasa siquiera por dos
No hay nada tan bello y legítimo como ser bien y debidamente
La razón a su vez confundida hombre, ni ciencia tan ardua como bien y naturalmente saber vi-
Vio unirse la división vir esta vida; y de nuestras enfermedades, la más salvaje, es des-
No abandonados, pero a sí mismos preciar nuestro ser.
Sus elementos tan bien ligados. !bid., pág. 848.
(Le Phénix et la Colombe)
Traducción de A. du Bouchet, El dolor, la voll,lptuosidad, el amor, el odio son las primeras co-
Sonnets et Poemes, Club Fran?is du Livre. sas que siente un niño; si al sobrevenir la razón ellas se aplican a
sí mismas, eso es virtud.
MICHEL DE MONTAIGNE lb id.

La palabra es mitad de quien habla y mitad de quien la escu- A medida que la posesión del vivir es más corta, debo hacérme-
cha. Este último debe prepararse a recibirla según el giro que ella la más profunda y más plena.
tome. Como entre quienes juegan al frontón, aquel que sostiene su Los demás sienten el dulzor del contento y de la prosperidad; yo
acción y se apresta según cómo vea moverse a quien le lanza el gol- lo siento al igual que ellos, pero no es pasando y deslizándose [...]
pe y según la forma del golpe. ¿Me encuentro en algún lugar cómodo? ¿Hay alguna voluptuosi-
Essais, III, cap. XIII, «De l'expérience,,, Arléa, pág. 831. dad que cosquillee en mí? Pues no la dejo hacer picardías a los
sentidos, asocio a ellos mi alma para que encuentre beneplácito;
Yo que me jacto de abrazar tan curiosamente las comodidades no para que se pierda sino para que bien se halle...
de la vida, y tan particularmente, no veo en ellas cuando las miro /bid., pág. 849.
así finamente, otra cosa que viento. Pero en fin, somos viento en
todas partes. Y el viento, aún más sabiamente que nosotros, gusta De las opiniones de la filosofia, abrazo las que son más sólidas,
de zumbar, de agitarse y se contenta en sus propios oficios, sin de- es decir, las más humanas y más nuestras: mis discursos, confor-
sear la estabilidad, la solidez, cualidades estas que no son suyas. me a mis costumbres, son bajos y humildes. La filosofiajuega a ser
!bid., pág. 845. niña para mi deleite, cuando se monta en sus propios espolones
para predicarnos que es salvaje alianza desposar lo divino con lo
Los placeres puros de la imaginación, así como los displaceres,, terrestre, lo razonable con lo irracional, lo severo con lo indulgen-
dicen algunos, son los más grandes [...) Pero yo [que soy) de coq_di- te, lo honesto con lo de.s honesto, que voluptuosidad es cualidad
ción mixta, grosero, no puedo morder tan a fondo ese solo objeto brutal, indigna de que el sabio la deguste: el único placer que este

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/

extrae del goce de una joven y bella esposa es el placer de las con-
ciencias de realizar una acción según el orden, tal como nos calza-
mos nuestras botas para dar una útil cabalgata. ¡No tuvieran sus
seguidores derecho, nervios ni jugo en la desfloración de sus mu-
jeres como los tiene su lección!
lbid., pág. 850.

Entre nosotros son cosas que siempre he visto con singular


acuerdo; las opiniones supercelestiales y las costumbres subterrá-
neas.
lbid., pág. 851.

HIPócRATES

Pero los hombres no tienen la ciencia que les permita a partir


de las cosas visibles observar las cosas invisibles, pues ellos no sa-
ben que están sirviéndose de técnicas parecidas a la naturaleza
humana, pues el intelecto de los dioses les ha enseñado a imitar
las cosas que les son propias teniendo conciencia de lo que hacen,
pero sin tener conciencia de los modelos que imitan; porque todas
las cosas similares son disímiles, todas las cosas convergentes son
distintas, las cosa.a dichas son no dichas, las cosas irracionales
comportan razón, lo contrario concuerda con cada cosa.
Imitation d'Héraclite, ccDu régime», I, ll,
Les présocratiques, trad. D. Delattre,
Gallimard, «La Pléiade,., pág. 181.

ARISTÓTELES

Unico es entonces el principio motor primero: el objeto desea-


ble. En efecto, si dos principios, el intelecto y el deseo, estuvieran
en el origen del movimiento, sólo en virtud de un carácter común
serían motores. Pero en verdad, así se lo constata, el intelecto no
mueve sin deseo (pues la volición es una especie de deseo y cuan-
do nos movemos según el razonamiento, nos movemos también
por volición). En cambio, el deseo puede moverse contra el razona-
miento, pues el apetito es una especie de deseo [...) Así pues, tal
potencia del alma es principio del movimiento: aquella que lleva el
nombre de «deseo~; la cosa es clara [...] Pero lo sabemos: los de-
seos nacen chocando unos contra otros y eso se produce cuando
razón y apetito militan en sentido contrario: es lo propio de los se-
res que tienen percepción del tiempo [...] Por lo tanto, el prin-
cipio motor debe ser específicamente uno: la facultad deseante
como tal. '
De l'áme, 433 a, trad. E. Ba.rbotin, Belles Lettres, pág. 1'1:2.

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