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La hegemonía en el sistema-mundo.

Immanuel
Wallerstein
Publicado el 16/04/2017 por Grupo Akal
Hasta ahora ha habido tres poderes hegemónicos en la historia del sistema-
mundo moderno. Las Provincias Unidas de los Países Bajos fueron brevemente la
potencia hegemónica a mediados del siglo XVII, desde 1648 hasta el decenio de
1660. El Reino Unido fue el poder hegemónico durante un lapso ligeramente
mayor en el curso del siglo XIX, desde 1815 hasta 1848 o tal vez un poquito más.
Estados Unidos fue potencia hegemónica a mediados del siglo XX, de 1945 a
1967/1973.

Después de la hegemonía holandesa las dos potencias que contendieron por la


sucesión fueron Inglaterra y Francia. Tras la hegemonía británica los dos
poderes fueron Estados Unidos y Alemania. Después de la hegemonía
estadounidense los dos poderes fueron una estructura emergente en el noreste de
Asia (Japón-Corea-China) y una Unión Europea todavía estabilizada solo en
parte.

Immanuel Wallerstein

Ocho años después de que Wallerstein


concluyese el volumen I de su obra El moderno sistema mundial, en 1980 publica
el segundo volumen cuyo título es El mercantilismo y la consolidación de la
economía-mundo europea, 1600-1750. En el volumen I planteó el argumento
básico de la obra en su conjunto y concluyó con un repaso de las transformaciones
durante el largo siglo XVI: la economía-mundo capitalista existió solo en una parte
del globo, esencialmente en Europa occidental y algunos lugares de América. El
volumen II es la historia de la consolidación de la economía-mundo europea en un
período que va de 1600 a 1750 y procura explicar cómo respondieron los
capitalistas de diferentes zonas de la economía-mundo al fenómeno del crecimiento
lento global.
Cada volumen, y cada capítulo dentro de un volumen, versa sobre un tema. Cada
volumen estaba destinado para poder ser leído por sí mismo pero también, al
mismo tiempo, para ser parte de una obra mayor. Wallerstein decidió ir llevando la
historia más o menos cronológicamente, introduciendo aspectos estructurales del
moderno sistema-mundo cuando se produjeron por primera vez o cuando se
volvieron evidentes de manera significativa. Un tema nuevo e importante que se
desarrolla en este segundo volumen es el concepto de hegemonía.

El concepto de hegemonía en una economía-mundo


Una potencia hegemónica es algo muy diferente de un imperio-mundo. La
superestructura política de una economía-mundo no es un imperio burocrático,
sino un sistema interestatal compuesto por estados pretendidamente soberanos. Y
un estado hegemónico no es simplemente un estado fuerte, ni siquiera el estado
más fuerte dentro del sistema interestatal, sino un estado significativamente más
fuerte que otros estados fuertes (fuertes, no débiles). Es un estado que es capaz
de imponer su conjunto de reglas al sistema interestatal y crear así un
orden político mundial como le parezca prudente. En esta situación el estado
hegemónico tiene ciertas ventajas adicionales para las empresas que se encuentran
dentro de él, o que son protegidas por él, ventajas que no son concedidas por el
«mercado», sino obtenidas por medio de presiones políticas.
La lenta pero inevitable decadencia del poder hegemónico
Las potencias hegemónicas decaen porque no pueden sostener para siempre su
virtual monopolio del poder geopolítico mundial. Esto se debe a que, al cuidar sus
intereses económicos, terminan por socavar, en algún momento, sus ventajas
económicas. Y al proteger la conservación de su poder político-militar llegan a
socavar su poder político-militar.

Como parte de sus esfuerzos por conservar el orden mundial que ha establecido, la
potencia hegemónica empieza a invertir demasiado en estructuras
militares. Va descubriendo que, de vez en cuando, tiene que usar de hecho sus
fuerzas militares, lo cual es costoso y desvía las finanzas de las inversiones
económicas.
Es verdad que en este periodo la potencia hegemónica sigue teniendo un inmenso
poder militar. Pero en el período de hegemonía verdadera pocas veces requirió
usarlo, porque todos daban por sentado que existía y que era abrumador. En el
periodo de declive empieza a tener que utilizarlo, e incluso si gana las luchas
militares, el mismo uso del poder militar socava su efectividad a largo plazo.
Significa que otros están atreviéndose a cuestionar militarmente al poder
hegemónico. Y un atrevimiento conduce a otro.
El equilibrio del poder
Parece haber ciertos patrones en lo que ocurre a medida que
ambos contendientes por la sucesión hegemónica ganan en fuerza y
asertividad. En cada caso, hasta ahora, un contendiente ha estado basado
primordialmente en la tierra y el otro primordialmente en el mar (u hoy en el mar y
en el aire). Y en los dos primeros ciclos hegemónicos el poder basado en la tierra
procuró obtener el dominio transformando la economía-mundo en un imperio-
mundo. Napoleón procuró conquistar toda Europa y Hitler trató de conquistar el
mundo. En respuesta, la potencia con base en el mar procuró convertirse en un
poder, no imperial, sino hegemónico.
Para lograrlo, los poderes con base en el mar construyeron grandes alianzas y,
en primer lugar, una alianza con el que fuera hasta entonces el poder hegemónico:
Inglaterra con las Provincias Unidas, Estados Unidos con Gran Bretaña. Por
analogía cabría esperar que la estructura del noreste de Asia busque una alianza
con Estados Unidos. En los dos casos previos el poder antes hegemónico se
convirtió en el socio minoritario de la potencia marítima (o marítima/aérea) en
ascenso.
Al principio el poder ascendente basado en el mar solía no tener un ejército
terrestre significativo, que solo habría de constituirse en una etapa posterior. La
ausencia de ejército en esta fase temprana tenía una ventaja clara:
ahorraba muchísimo dinero, dinero que se invertiría en la infraestructura
económica del país, permitiéndole ganar la lucha crucial por ser el poder más
competitivo en la esfera de la producción para el mercado mundial.
En los dos casos previos la ventaja productiva llevó a una ventaja comercial, que a
su vez condujo a una ventaja financiera. El punto en el cual la potencia en ascenso
contó con esas tres ventajas es el que corresponde al momento de la verdadera
hegemonía. En este volumen se analiza esta secuencia para el caso
holandés. También ocurrió, como se describe en relación con los holandeses, y
como volvería a pasar con los británicos, que la decadencia repitió el mismo orden:
el poder hegemónico en declive perdió primero su ventaja productiva, luego su
ventaja comercial y protegió durante más tiempo su ventaja financiera.
El proceso de decadencia no resulta desastroso para la potencia hasta entonces
hegemónica. Esta sigue siendo, durante largo tiempo, el país más fuerte, con todo
el prestigio que ha recaído sobre él como poder hegemónico. Continúa siendo,
normalmente, un país sumamente rico, aunque sea relativamente menos rico que
antes. Sigue habiendo muchos excedentes en su riqueza nacional, lo que permite
que sus residentes tengan una existencia muy cómoda. La decadencia es, al
principio, un proceso lento, y desde luego, hay un intento por negar su
realidad ante los demás e incluso ante uno mismo. Pero eventualmente le llega el
momento.
La «Guerra de los Treinta Años»
Llegamos finalmente al momento de desorden total. La guerra originaria de los
Treinta Años se libró desde 1618 hasta 1648, y tras ella surgieron hegemónicas las
Provincias Unidas. La segunda fueron las guerras revolucionarias/napoleónicas de
1792-1815, de las cuales resultó hegemónico el Reino Unido. Y la tercera fue el
periodo 1914-1945, del cual surgió hegemónico Estados Unidos.

En cada uno de los casos el triunfador hegemónico se libró en gran medida


de toda destrucción física durante la guerra. La combinación de librarse de
la destrucción y del desarrollo de la infraestructura económica durante el periodo
de la guerra implicaron que, al final de la guerra mundial, la potencia hegemónica
tuviese una ventaja económica inmensa sobre todas las demás grandes potencias.
Hegemonía verdadera
El final de la guerra mundial marcó el comienzo de la verdadera hegemonía. El
mundo, cansado de la guerra, cansado de la destrucción del orden, cansado de la
incertidumbre política, recibía con beneplácito –o parecía hacerlo– el «liderazgo»
de la nueva potencia hegemónica. Esta ofrecía una visión del mundo. Los
holandeses ofrecieron tolerancia religiosa (cuius regio, eius religio), respecto a la
soberanía nacional (Westfalia) y mare liberum. Los británicos ofrecieron la visión
del estado liberal de Europa basado en un orden parlamentario constitucional, la
incorporación política de las «clases peligrosas», el patrón oro y el fin de la
esclavitud. Estados Unidos ofreció elecciones multipartidistas, derechos humanos,
descolonización (moderada) y el libre movimiento del capital.
En el periodo de verdadera hegemonía era esencial que la potencia hegemónica
construyese tanto un «enemigo» de su visión del mundo como una red de alianzas.
No era tanto que las alianzas se creasen a fin de combatir al enemigo como que el
enemigo se construía para poder controlar a los aliados. La potencia
hegemónica procuraba cerciorarse de que los aliados subyugasen sus intereses
económicos inmediatos a los de ella misma, creando así esas ventajas
«adicionales» que son el propósito y el incentivo de la hegemonía.
Los holandeses forjaron una alianza protestante con Inglaterra en contra de los
franceses. Los británicos, en el periodo posterior a 1815, celebraron la Entente
Cordiale con Francia contra el trío autoritario de Rusia, Austria y Prusia. Y Estados
Unidos creó la OTAN (y el Tratado de Defensa Mutua Estados Unidos-Japón)
contra la Unión Soviética y el bloque comunista. En todos esos casos los aliados se
vieron económicamente obstaculizados por la alianza, por lo menos hasta el
período de decadencia del poder hegemónico

http://www.nocierreslosojos.com/hegemonia-sistema-mundo-wallerstein/

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