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Aparecen en Escocia huellas de antepasados del Tyrannosaurus Rex

Ciencia

4 Abr 2018 - 8:03 AM


Redacción ciencia
Estas marcas, que tienen al menos 170 millones de años, quedaron impresas en la costa noreste
de la isla Skye.

Las huellas pertenecen a saurópodos y terópodos, primos mayores de Tyrannosaurus rex.Scottish


Journal of Geology
Perplejos quedaron los habitantes de la isla escocesa de Skye, luego de que aparecieran impresas
docenas de huellas gigantes que, al parecer, pertenecen a los saurópodos y terópodos, primos
mayores de Tyrannosaurus rex. Estas marcas, según un estudio, podrían ayudar con datos sobre la
evolución de la especie durante el período Jurásico medio.

Las huellas, que se descubrieron en una laguna poco profunda de esta isla situada al noreste de
Escocia, fueron estudiadas por investigadores de la Universidad de Edimburgo, el Museo Staffin
(Reino Unido) y la Academia China de Ciencias.

Midieron, fotografiaron y analizaron 50 huellas más que, según ellos, eran difíciles de estudiar por
"las condiciones de marea, el impacto de la intemperie y los cambios en el paisaje". A pesar de
esto, identificaron dos caminos de huellas aisladas.

En la huella más clara, los científicos lograron ver la forma y orientación de los dedos y la posición
de las garras. Esto permitió que las atribuyeran a los saurópodos y terópodos.

Estos dinosaurios habitaron en la Tierra hace 170 millones de años.

Ambas especies podían alcanzar los dos metros de altura. Los terópodos eran bípedos, carnívoros
y estaban emparentados con el Tyrannosaurus Rex. Mientras que los saurópodos eran
cuadrúpedos, herbívoros y se caracterizaban por tener un cuello largo.

"El hallazgo de las huellas, que es de gran importancia mundial, se hizo en rocas ligeramente más
antiguas que las encontradas anteriormente en Duntulm, también en esta isla escocesa. Esto
demuestra la presencia de saurópodos en esta parte del mundo a través de una escala de tiempo
más larga de lo que se conocía", resaltó Paige de Polo, científico de la Universidad de Edimburgo
que dirigió la investigación.

Por su parte, Steve Brusatte, de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo, explicó


que "los de cuello largo primos de Brontosaurus y los primos de dientes afilados de Tyrannosaurus
Rex, que rondaban por una laguna poco profunda, cuando Escocia era mucho más cálida y los
dinosaurios comenzaban su marcha hacia la dominación global".

Este es el segundo hallazgo de huellas de dinosaurios hecho en esta isla tras el realizado en 2015
por los científicos Steve Brusatte y Tom Challands, de la Universidad de Edimburgo. Ambos, en
aquel momento, resaltaron que ese descubrimiento hasta ahora era la "punta del iceberg" y que
esta costa iba a seguir ofreciendo estos ejemplares.
La última propuesta para enfriar el planeta: echar sal de mesa en la atmósfera
Ciencia
4 Abr 2018 - 4:34 PM
Redacción VIVIR
Un investigador del Instituto de Ciencias Planetarias de California lanzó la propuesta en una
reunión de expertos en Estados Unidos.

Pixabay.
Hace unas pocas semanas, el científico Ken Caldeira, vinculado al Carnegie Institution, calculó que
una transición mundial energética de fuentes fósiles a renovables, para frenar el problema del
cambio climático, al ritmo actual tomaría cerca de 400 años. Es decir, terminamos fritos antes de
cumplir la tarea.

Ante la lentitud de las soluciones a la vista, Robert Nelson, científico del Planetary Science Institute
con sede en Pasadena, California, ha vuelto a insistir en discutir ideas de geoingeniería, es decir,
provocar cambios a escala planetaria para contrarestar el impacto de los gases de efecto
invernadero. En concreto, Nelson le propuso a sus colegas asistentes a la Conferencia de Ciencia
Lunar y Planetaria que tuvo lugar en Texas, pensar en un ingrediente que no puede faltar en la
buena cocina: la sal.

Para Nelson, la sal finamente pulverizada propagada a través de la troposfera superior, serviría
como un espejo para contener los rayos del sol y evitar el calentamiento global. La idea del
científico no es nueva. Desde hace varias décadas otros climatólogos e ingenieros han lanzado
ideas un poco locas para salir del meollo. La inyección de partículas microscópicas en la atmósfera
siempre ha estado sobre la mesa del debate. Los geólogos saben mejor que nadie que tras las
erupciones volcánicas de gran magnitud, que lanzan partículas a la atmósfera, generalmente
sobreviene un ligero enfriamiento del Planeta.

Nelson, como lo reseñó la revista Sciencie, cuestionó la anterior solución de inyectar partículas de
dióxido de azufre (la misma de los volcanes), por el riesgo de destruir de paso la capa de ozono o
producir lluvia ácida. Después de estudiar por varios años la atmósfera de otros planetas, Nelson
llegó a la conclusión que la respuesta podría ser la simple sal de mesa. Este compuesto es más
reflectante y más inofensivo para los humanos. Además tiene la ventaja de no bloquear el calor
infrarrojo que sale de la Tierra si se pulveriza en diminutas partículas.

Matthew Watson, vulcanólogo de la Universidad de Bristol en el Reino Unido, y quien dirigió un


experimento de geoingeniería, ya había considerado la sal como una posibilidad para enfriar el
planeta pero la descartó porque, como lo explicó en la revista, “hay mucho cloro en la sal y el cloro
puede contribuir a destruir el ozono. Eso solo podría ser suficiente para matar a la sal como
candidato”.

Una idea similar la planteó hace varios años Sephen Salter, un ingeniero marino de la Universidad
de Edimburgo, quien propuso rociar con agua de mar la atmósfera. De esta manera, las partículas
de sal que se formarían al evaporarse el agua se aglutinarían en las nubes, convirtiéndolas en
espejos. Salter imaginó crear unos 1.500 barcos gigantes que funcionarían con energía eólica y con
la capacidad de succionar agua y rociarla en la atmósfera.

José Fernando Isaza, columnista de El Espectador, ex rector de la Universidad Jorge Tadeo,


también analizó varias de estas propuestas de geoingeniería hace algunos años. Entre ellas, la de
inyectar cristales de sal. Al respecto escribió: “Un geoproyecto consiste en construir sobre grandes
barcazas altos rotores que inyecten a la alta atmósfera agua de mar rica en cristales de sal.
Aunque factible técnicamente esta idea tiene varios problemas. Aún no se ha realizado ninguna
prueba piloto, y los cambios de clima pueden ser no predecibles”.

David Keith, un científico de la energía y el clima centrado en geoingeniería en la Universidad de


Harvard, reaccionó ante la propuesta con preocupación: “la sal también es muy atraída por el
agua, y el agua es lo suficientemente escasa en la estratosfera que inyectar incluso cantidades
limitadas de sal podría alterar potencialmente, por ejemplo, la formación de las nubes tenues del
reino, con efectos desconocidos”.

La respuesta de Nelson ante estas advertencias, es que la sal se podría inyectar en la alta
troposfera, sobre las nubes. "Esta sería una solución paliativa, no una solución a largo plazo",
comentó el investigador, enfatizando que el esfuerzo principal debe seguir siendo la reducción de
gases de efecto invernadero asociados al uso de combustibles fósiles.

Otras viejas ideas

En el pasado otras ideas de geoingeniería han surgido como alternativas polémicas. Una de ellas,
convertir los océanos en pulmones que capturen el exceso de CO2. Fertilizando los mares con
hierro se provocaría el crecimiento del plancton, que como los plantas utilizan el CO2 para
producir su energía.

Roger Angel, director de un observatorio en la Universidad de Arizona, propuso en el pasado


colocar millones de pequeños discos reflectores a una distancia cercana al millón de millas (donde
la fuerza de gravedad de la Tierra y el Sol se equipara) que cumplirían la función de una sombrilla
sobre nuestro planeta. Los platillos tendrían un sistema electrónico que les permitiría navegar
según coordenadas satelitales.
Ícaro, la estrella más lejana jamás observada
Ciencia
2 Abr 2018 - 2:52 PM
AGENCIA SINC
El telescopio espacial Hubble ha detectado una enorme estrella azul, denominada Ícaro, a unos
14.000 millones de años luz de distancia, lo que la convierte en la más lejana observada hasta la
fecha.

Imagen a color del cúmulo MACS J1149+2223 observado por el telescopio Hubble. Nature
Astronomy. NASA, ESA, P. Kelly (University of Minnesota)
Hasta ahora solo se habían observado supernovas o explosiones de estrellas a una distancia tan
lejana, pero un equipo internacional de astrónomos ha localizado a 14.000 años luz a una estrella
individual, a la que han bautizado como Ícaro, gracias al telescopio espacial Hubble.

Normalmente sería imposible apreciarla. De hecho solo es posible ver estrellas individuales de la
Vía Láctea y de galaxias en nuestra vecindad cósmica, incluso utilizando los telescopios más
potentes. Pero gracias a una lente gravitacional generada por un cúmulo de galaxias se ha podido
amplificar su brillo y detectarla.

"Se trata de una enorme estrella azul, cuyos fotones han tardado 9.000 millones de años luz en
llegar a la Tierra, lo que equivale al 70% de la edad del universo, pero como este está en
expansión, ahora la estrella se encuentra a 14.000 millones de años luz", explica Pablo Pérez
González, investigador del departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad
Complutense de Madrid (UCM), una de las instituciones españolas que ha participado en el
descubrimiento.

Los astrónomos también han utilizado esta estrella, que ya existía tan solo 4.400 millones de años
después del Big Bang, para probar una nueva teoría sobre la materia oscura y para estudiar de qué
están compuestos los cúmulos de galaxias, unos resultados que publican esta semana en la revista
Nature Astronomy.

“Es la primera vez que vemos una estrella individual magnificada”, explica Patrick Kelly,
investigador de las universidades de Minnesota y California en Berkeley (EE UU) y coautor
principal del estudio. “Somos capaces de ver galaxias muy lejanas, pero esta estrella está 100
veces más lejos que la siguiente estrella individual que podemos estudiar, excepto si contamos
explosiones de supernova como una estrella”, añade.

“Hasta que Galileo observó a través de su telescopio el cielo, no se veían las cientos de miles de
estrellas individuales que componen lo que se conoce como el Camino de Santiago, una zona
brillante pero difusa del cielo”, explica Pérez González. Hasta 2016, continúa, solo era posible
observar estrellas individuales de la Vía Láctea o de unas cuantas galaxias muy cercanas a
nosotros, a unos cuantos millones de años luz.

“Hoy ya es posible observar una estrella individual que está en el otro lado del universo, y que de
hecho ya no existe", destaca el astrónomo español. "Pero no la hemos logrado observar solo
gracias a un invento del hombre, sino a la magnificencia de la propia naturaleza y a las leyes de la
Física, entre las que se encuentra la perturbación que ejerce una masa en la trayectoria de los
fotones. Es realmente fabuloso”.

La gigantesca lupa de una lente gravitacional

La peculiaridad cósmica que ha permitido ver esta estrella es el fenómeno de la 'lente


gravitacional'. La gravedad de un cúmulo muy masivo de galaxias actúa como una gran lupa
cósmica amplificando la luz de objetos más distantes. La lente natural que ha permitido ver a Ícaro
está creada por el cúmulo de galaxias llamado MACS J1149+2223, situado a unos 5.000 millones
de años luz de la Tierra. Combinándola con la resolución y sensibilidad del Hubble se ha
conseguido detectar y analizar esa estrella lejana.

Los autores vieron varios cambios repentinos del brillo de la estrella producidos por el efecto del
microlente causado por el efecto gravitatorio de astros pertenecientes al cúmulo. “Hay estrellas
individuales y estrellas muertas, por ejemplo enanas blancas o estrellas de neutrones, flotando en
medio del cúmulo. En realidad son tan débiles que no las vemos. Pero sabemos que están ahí,
porque cada vez que una de ellas pasa justo por delante de la estrella lejana en un alineamiento
perfecto, vemos cómo Ícaro se hace más brillante”, explica Kelly. “Así que tenemos a la vez un
efecto macrolente producido por toda la masa del cúmulo, y un efecto de microlente producido
por objetos individuales flotando en el medio intergaláctico”.

Aunque su nombre oficial es 'MACS J1149+2223 Estrella Lentificada 1', el equipo ha decidido
llamarla como el personaje de la mitología griega que se acercó demasiado al Sol con sus alas de
plumas y cera. Los modelos que el equipo de astrónomos ha hecho para explicar este magnífico
evento astronómico indican que Ícaro fue amplificado por una estrella similar al Sol, presente en el
medio intergaláctico del cúmulo de estrellas. El alineamiento fue perfecto y se produjo una
amplificación de la luz de Ícaro en un factor de al menos 10.000.

Ícaro se acercó tanto a este 'sol' que alcanzó la gloria como su homónimo griego. “Pudimos
establecer que Ícaro es una estrella supergigante azul. Un tipo de estrella mucho más grande,
masiva, caliente y, posiblemente, miles de veces más brillante que el Sol, pero que, a la distancia a
la que se encuentra, es imposible observarla de manera individual incluso para Hubble, salvo que
contemos con el fenómeno de lente gravitacional” comenta Ismael Pérez Fournon, del Instituto de
Astrofísica de Canarias (IAC), también participante en el trabajo.

Cuatro horas de observación con el Gran Telescopio Canarias

El evento de detectar Ícaro con el Hubble fue tan extraordinario que cuando fue descubierta esta
estrella todos los telescopios del mundo empezaron a observarla. “En España contamos con el
mayor telescopio óptico-infrarrojo del mundo, el Gran Telescopio Canarias (GTC) así que los
astrónomos españoles involucrados en el proyecto, de la UCM, del Instituto de Física de Cantabria
(IFCA), la Universidad del País Vasco (UPV), el IAC y la Universidad de La Laguna, contactamos con
el director de GTC, y de manera especial nos concedió 4 horas de observación esa misma noche”,
cuenta Pablo Pérez González. “El GTC fue, de hecho, el único telescopio que detectó esta estrella
tan lejana desde tierra, dado que Ícaro es muy débil”, comenta Pérez González.

El descubrimiento de Ícaro no es excepcional solo por el hecho de ver una estrella tan distante por
primera vez. Detectar la amplificación del brillo de una estrella individual permite, de manera
única, estudiar la naturaleza de la materia oscura del cúmulo. Explorando lo que flota en él, el
equipo de astrónomos liderado por Kelly ha logrado poner a prueba una teoría sobre la naturaleza
de la materia oscura que establece que la mayor parte de ella son agujeros negros primordiales,
que tendrían una masa igual a varias decenas de soles, y que se habrían formado en el nacimiento
del Universo.

Según José M. Diego, investigador del IFCA, y líder de un artículo teórico que acompaña a la
publicación de Nature, “si la materia oscura estuviese compuesta por agujeros negros similares a
los que está detectando LIGO, la señal observada de Ícaro hubiera sido muy distinta con lo cual
podemos descartar este tipo de candidatos”. Por su parte, Tom Broadhurst, de la UPV, añade:
“Este tipo de estudios permitirá en el futuro acotar otros modelos de materia oscura, como por
ejemplo los modelos que postulan partículas de materia oscura súperligeras y con efectos
cuánticos“.

El descubrimiento de Ícaro gracias al efecto de lente gravitacional ha dado pie a una nueva forma
de mirar al universo por parte de los astrónomos, que pronto buscarán más eventos parecidos
cuando el James Webb Space Telescope (JWST), el telescopio de la agencias espaciales de Europa
(ESA), Estados Unidos (NASA) y Canadá (CSA) que sucederá a Hubble, sea lanzado en 2019. “Esto
nos permitirá estudiar estrellas individuales en galaxias lejanas, o incluso planetas que existían
mucho antes de que se formara la Tierra“, concluye Pérez González.

En este estudio también han participado investigadores de la Universidad de Carolina del Sur (EE
UU), que lideran otro artículo sobre la lente gravitacional galáctica en el mismo número de Nature
Astronomy.
La Vía Láctea podría seguir creciendo
Ciencia
3 Abr 2018 - 9:02 AM
/ EFE
Un estudio comprobó que galaxias similares a la nuestra crecen a un ritmo aproximado de 500
metros por segundo, lo suficientemente rápido como para cubrir los casi 355 kilómetros que
separan a Londres de Liverpool en 12 minutos.

Según el estudio, la Vía Láctea dentro de 3.000 millones de años sería 5 % más grande que ahora.
Pixabay
La Vía Láctea, compuesta por miles de millones de estrellas, podría seguir aumentando de tamaño,
según revela un estudio presentado en la Semana Europea de Astronomía y Ciencia Espacial
(EWASS), que comienza hoy en Liverpool, Reino Unido. (Puede leer: Descubren, por primera vez,
planetas fuera la Vía Láctea)

La galaxia en la que habitamos "ya es bastante grande", pero "nuestro trabajo muestra que su
parte visible, al menos, está aumentado de tamaño lentamente, a medida que se forman estrellas
en sus alrededores", explica en un comunicado una de las autoras, Cristina Martínez-Lombilla, del
Instituto de Astrofísica de Canarias, en Tenerife (España).

La Vía Láctea colisionará con la galaxia Andrómeda dentro de unos 4.000 millones de años.

La experta presentará en detalle las conclusiones del estudio en la EWASS 2018, junto a sus
colegas de la Sociedad Astronómica Real (R.Unido) y la Sociedad Astronómica Europea. De
acuerdo con Martínez-Lombilla, ese crecimiento de nuestra galaxia "no será rápido", pues "si
pudiéramos viajar en el tiempo hacia adelante y ver" la Vía Láctea dentro de 3.000 millones de
años, sostiene, "constataríamos que sería en torno a un 5 % más grande que ahora".

Entre las dificultades que se encuentran los científicos para estudiar la expansión de la Vía Láctea
destaca el hecho de que "estamos dentro de ella", por lo que deben buscar otras galaxias similares
para trazar paralelismos. (Lea: Rayos cósmicos que llegan a la Tierra se originan fuera de la Vía
Láctea)

Este equipo de investigadores analizaron datos obtenidos a través del Sloan Digital Sky Survey
(SDSS) -proyecto de astronomía que genera mapas detallados del Universo- y de los telescopios
espaciales GALEX y Spitzer. Con esos instrumentos estudiaron los colores y movimientos de las
estrellas situadas en la zona exterior del disco que forma parte de otras galaxias, a fin de calcular
su velocidad de desplazamiento y su impacto en el crecimiento de la respectiva galaxia.

Comprobaron que galaxias similares a la nuestra crecen a un ritmo aproximado de 500 metros por
segundo, lo suficientemente rápido como para cubrir los casi 355 kilómetros que separan a
Londres de Liverpool en unos 12 minutos. (Le puede interesar: Hallan agujero negro con 100.000
veces más masa que el Sol en la Vía Láctea)

Este proceso de expansión, advierten, podría alterarse en un futuro lejano, pues los expertos
prevén que la Vía Láctea colisionará con la galaxia Andrómeda dentro de unos 4.000 millones de
años, lo que cambiaría radicalmente la forma de ambas tras la fusión. (Puede leer: Esta es la
galaxia NGC 1055, hermana mayor de la Vía Láctea)

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