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CUANDO NO ENTENDEMOS LA VOLUNTAD DE DIOS

PASAJE CLAVE: Lucas 5.1-11 | LECTURAS DE APOYO: Génesis 6.13-7.24 |


Lucas 16.10 | Hebreos 11.5 | 2 Pedro 2.5

INTRODUCCIÓN:

La voluntad Dios para cada individuo. El Padre celestial tiene un plan detallado
para cada uno de nosotros: desea que nos sometamos a Él tanto en los detalles
más pequeños como en los asuntos más trascendentales. A veces su intervención
viene rápidamente; otras, se aplaza por un lapso de tiempo a fin de que Él nos
indique lo que debemos hacer. Con frecuencia las órdenes de Dios tienen sentido
para nosotros, pero ¿qué sucede cuando creemos que no es así? ¿Cómo debemos

reaccionar si sus instrucciones no nos parecen lógicas? Sea lo que sea debemos
obedecerlas. Dios no nos demanda que entendamos su voluntad, sino que la
obedezcamos, aunque nos parezca poco razonable. El Señor recompensa a los
que, siguiendo sus instrucciones, depositan su confianza en Él.

DESARROLLO DEL SERMÓN:

Ilustraciones bíblicas.

El Nuevo Testamento nos relata el ejemplo de la obediencia de Pedro (Lc 5.1-11).


El Señor le dijo a ese experimentado pescador que bogara mar adentro y echara
las redes para pescar, ¡en pleno día! Por lo general el mejor lugar para pescar es

en aguas poco profundas y durante las primeras horas de la madrugada. Pedro


podría haber argumentado que un carpintero no sabía de lo que estaba hablando
y según la orden, debía ir mar adentro. Además, estaba cansado y molesto por
no haber pescado nada la noche anterior y tenía que lavar sus redes. Pero aun
así dijo: “En tu palabra echaré la red”. Como resultado, vemos que él y sus
compañeros “encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía”. Pero al
pedir ayuda llenaron dos barcas que estuvieron en peligro de hundirse. En otras
palabras, fue una verdadera “pesca milagrosa”. Este relato ilustra
elocuentemente la razón por la que debemos obedecer a Dios pese a que sus
órdenes nos parezcan absurdas. El milagro en sí sirvió para probar que el Señor
no era un predicador ambulante, sino que estaba investido de poder sin igual que
controlaba las fuerzas de la naturaleza y no estaba sujeto a razonamientos
humanos. Desde ese momento Pedro, Andrés, Santiago y Juan dejaron sus redes
y lo siguieron para convertirse en pescadores de hombres.

También, en el Antiguo Testamento encontramos el caso de Noé que recibió


órdenes de Dios para que construyera una gran arca en tierra firme (Gn 6.13-
7.24). Es muy probable que Noé tuviera muchas razones legítimas para negarse
a obedecer y, sin duda, fue la burla de sus amigos y vecinos ¡por espacio de 120
años! (Gn 6.3). Pero por fin “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo,

y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra
cuarenta días y cuarenta noches” (Gn.7.11-12). La inundación terminó con todo
ser viviente, pero Noé, su familia y todos los animales que entraron en el arca
fueron librados de perecer, gracias a la obediencia de ese siervo de Dios (He
11.5; 2 P 2.5).

¿Cómo funciona la voluntad de Dios?

■ Dios tiene un plan para cada persona. Aunque creamos que lo que hacemos no
es importante, para Dios no es insignificante; nos ha dado responsabilidades que
debemos cumplir.

■ Dios nos ha facultado para llevar a cabo lo que nos ha llamado a hacer. Nos
capacita para desempeñarlo y jamás nos ordenará hacer algo sin brindarnos lo

necesario para lograrlo.

■ La obediencia en las cosas pequeñas facilita la obediencia en las más


importantes. El Señor dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es

fiel” (Lc 16.10).

■ A veces nos demanda obediencia en lo que nos parece poco razonable.


Recordemos que para obedecer a Dios, de nada sirve el sentido común.

Él no está obligado a explicarnos lo que nos ordene y si dice que no a nuestra


oración, es porque estará protegiéndonos de todo mal.
Para descubrir la voluntad de Dios es necesario:

■ Comenzar a leer la Palabra de Dios. El Padre celestial enfocará nuestra


atención en un versículo o en un pasaje de la Biblia. Podrá ser algo que hemos
leído muchas veces, pero Él lo usará de una manera especial para que nosotros
podamos tomar una decisión acertada y conforme a su voluntad, la cual resultará
para nuestro bien.

■ Pedir a Dios que hable a nuestro corazón. Debemos pedírselo hasta que nos
conteste, pues a veces no estamos listos para escuchar. Además, su respuesta
puede ser rápida o quizá tome tiempo porque nos sentimos abrumados por la
importancia del problema que confrontamos.

■ Observar cómo Dios actúa en nuestras circunstancias mientras buscamos su


voluntad. Puede ser que Él nos hable por medio de las oportunidades o de los
obstáculos que surjan.

■ Buscar orientación espiritual aprobada por Dios. A veces nuestros amigos nos
aconsejarán lo que ellos creen que nosotros deseamos escuchar. En cambio, una
persona piadosa, basada objetivamente en la Palabra de Dios, nos orientará
respecto a lo que Cristo hizo en situaciones semejantes a las nuestras.

■ Ser paciente. Si el Padre celestial no contesta inmediatamente nuestras


oraciones, es porque Él sabe que nosotros todavía no estamos preparados para
recibir su respuesta. Pero ya ha preparado el escenario para una bendición
futura que será mucho mejor de lo que nosotros hayamos deseado.

CONCLUSIÓN:

Pedro estuvo dispuesto a obedecer aun cuando, aparentemente, las órdenes del
Señor no tenían sentido. En lo material, la pesca fue milagrosa en todos sentidos,
pero el beneficio espiritual fue mayor y mucho más importante: Pedro pudo ver
al Señor Jesús como lo que era en realidad. A partir de ese día Pedro dejó sus
redes y siguió a Cristo. Más tarde, ese pescador sencillo llegó a ser un líder
poderoso y efectivo en la Iglesia Primitiva.

¿Acaso Dios le ha ordenado hacer algo que parece absurdo? No discuta con Él ni
se preocupe por lo que algunos puedan pensar, ni crea que lo que usted sabe es
mejor y más razonable, pues los planes que Él propone indiscutiblemente son los
mejores, y le permitirán obtener resultados tangibles. Pero lo más importante
es que usted captará una nueva visión de que Cristo es amoroso, misericordioso,
fiel y poderoso. No hay nada como descubrir y someterse al plan de Dios para
nosotros. Obedezcámoslo y dejemos las consecuencias en sus manos, aunque sus
órdenes parezcan no tener sentido. Esa es la clave para tener una vida de gozo
y fructífera en Cristo

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