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itty Doe es una rebelde Blackcoat y antigua prisionera con una conexión mortal
al hombre más poderoso y peligroso del país, el primer ministro Daxton Hart.
Forzada a ser enmascarada como la sobrina de Daxton, Lila Hart, Kitty ha
ayudado a los Blackcoat a adueñarse de la prisión conocida como Otro-Sitio. Pero
Daxton no tiene intenciones de ceder su puesto privilegiado… o permitir que Kitty
exponga su propio enmascaramiento. No en estos Estados Unidos, donde el rango de
cada persona significa la diferencia entre el lujo y la pobreza, la libertad y el temor… y
finalmente, entre la vida y la muerte.
Para derrotar al gobierno corrupto, Kitty debe exponer el secreto de Daxton. Conseguir
la evidencia pondrá a otros en riesgo, incluyendo al chico que ha amado siempre y al
aliado en el que apenas confía. Durante meses, la supervivencia de Kitty se ha basado
en interpretar un papel. Ahora debe descubrir quién desea ser realmente, y si el nuevo
mundo que ella y los rebeldes están intentando crear tiene un lugar para ella después de
todo.
I
—Knox, todos están esperando —dije desde mi esquina en el escenario que los
Blackcoat habían construido durante los últimos días. Estaba hecho de cualquier
material que pudieron rescatar de los edificios que fueron destruidos durante la Batalla
de Otro-Sitio. Dos semanas después, aún seguían sacando cuerpos de los escombros.
—Estoy consciente, gracias —dijo—. Puedo apresurar las cosas solo hasta cierto
punto.
Bajé a saltos los escalones para unirme a él y los otros Blackcoat que permanecían
en las cercanías. Él no había ocultado su disgusto por mi actitud menos-que-obediente,
y aunque yo había hecho mi mayor esfuerzo para ceñirme a las reglas después que
terminó la batalla, aún estábamos en terreno inestable. No estaba segura que nuestra
amistad alguna vez se recompusiera completamente, sin importar cómo resultara la
rebelión. Pero ahora mismo, ambos teníamos cosas más importantes de las que
preocuparnos: él tenía una rebelión que liderar y yo un discurso que dar. Tan pronto las
cámaras estuvieran listas para mí.
—Benjy dijo que la prueba de esta mañana salió bien —dije—. ¿Ahora hay algún
problema?
—Siempre hay algún problema —respondió Knox. Girándose lejos de mí, habló
al intercomunicador en su muñeca—. ¿Por qué el retraso?
En otras palabras, nada con lo que yo pudiera ayudar. O Knox, para el caso. —
¿Por qué no solo grabamos el discurso y lo transmitimos una vez hayan encontrado la
forma de traspasar? ¿No sería eso más fácil?
—Si llegamos a eso, lo haremos, pero podemos darles unos pocos minutos más.
—Como dándose cuenta por primera vez que estaba parada junto a él, volvió a mirarme,
sus ojos oscuros me recorrieron de arriba abajo—. ¿Te bañaste?
—¿Qué hicieron, mirarte fijamente todo el rato? —Pasó los dedos por mi cabello
en un intento de hacer… algo. No sabía qué—. Ya no luces nada parecida a Lila.
Lila Hart, una de las fundadoras de los Blackcoat, quien también era la sobrina
del primer ministro Daxton. Cuatro meses atrás, en mi decimoséptimo cumpleaños, me
habían secuestrado y transformado quirúrgicamente para lucir exactamente igual a ella
para poder tomar su lugar. Ella era la prometida real de Knox. Yo solo estaba
interpretando el papel.
Pero ahora, después que el polvo se hubiera asentado, el mundo entero sabía que
había dos de nosotras. Lila estaba trabajando para Daxton, quien debía estar
amenazándola con algo. Lo que fuera debía ser una cuestión de vida o muerte, porque
la Lila Hart que yo conocía, aunque no particularmente valiente, nunca habría apoyado
abiertamente el gobierno que asesinó a su padre y convirtió a su madre en una rebelde
fugitiva. No así, no a menos que tuviera un arma apuntándole a la cabeza… o a la de
alguien más.
Pero había poco que pudiéramos hacer ahora respecto al repentino cambio de
lealtades de Lila, y mientras tanto, yo estaba trabajando para Knox y los Blackcoat. Él
tenía bastante con que amenazarme, pero nada de eso importaba, porque Knox no me
quería aquí. Estaba en Otro-Sitio porque yo quería estar. Estaba a punto de hablar
enfrente de incontables estadounidenses porque era lo correcto. Y sin importar cuántas
veces él intentaba intimidarme para que me fuera, nada me haría cambiar de opinión.
—Luzco exactamente como Lila, y todos en este maldito lugar lo saben —dije
con firmeza—. Sencillamente apenas empiezas a ver las diferencias con mayor claridad.
Había dos chicos en mi casa hogar, eran gemelos idénticos, y nadie podía diferenciarlos
al principio. Pero cuanto más los conocíamos, más fácil…
Me sacudí el cabello, dejando que el pelo rubio que me llegaba a los hombros
cayera a donde quisiera. —¿Digo mi versión de los eventos, o la tuya?
Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y se inclinó hasta que pude ver el
gris que rodeaba sus irises. —Cada trocito de ella.
Alguien había acomodado una luz brillante sobre mi posición, detrás de un podio
provisional, y volví a subir los escalones y caminé hasta allí, mis botas resonando contra
los tablones de madera. Cientos de rostros levantaron la vista, expectantes, pero cuanto
más me enfocaba, más descontenta veía a la multitud. La gente de Otro-Sitio, quienes
no sólo habían sobrevivido la batalla, sino que en algunos casos una vida entera de
cautiverio, perdonaban menos que la mayoría. Durante mis pocos días aquí como
prisionera, me habían dado golpizas y amenazado más veces de las que podía contar.
Eran hostiles, despiadados y rápidos en proteger sus propios pellejos por encima de todo
lo demás.
Pero esto era diferente. El gobierno había cortado varias rutas clave de
suministros de Otro-Sitio y destruido la mayoría de las tiendas en la batalla, y cuanto
más tiempo pasaba, menos recursos tenían Knox y los Blackcoat para cuidar de todos.
Se pondrían hambrientos, lenta pero seguramente, y si yo no hacía esto, si no podía
convencer a la gente de escuchar… entonces pronto nos moriríamos de hambre. Y ellos
lo sabían.
Aparté la cifra de mi mente y elevé la cabeza. Esto no era sobre mí, esto era sobre
la rebelión, sobre la libertad, sobre hacer lo correcto para la gente… yo tan solo era la
portavoz. Nada más.
—Buenas tardes —dije, y por primera vez, utilicé mi propia voz y acento en lugar
del dialecto que concienzudamente había aprendido en septiembre—. Como estoy
segura ya han deducido, mi nombre no es Lila Hart.
—Mi nombre es Kitty Doe, y hace diecisiete años nací aquí, en la sección X de
Otro-Sitio —dije—. Mi madre biológica es Hannah Mercer, y mi padre biológico era el
primer ministro Daxton Hart.
Estos eran hechos de los que yo me había enterado apenas dos semanas antes,
cuando Hannah —mi madre— había confesado su romance con el primer ministro. Las
palabras se atoraron en mi garganta, e incluso después de habérmelas repetido
incontables veces, seguían sin sentirse reales.
Una vez que alguien era condenado por un crimen, sin importar lo inocente o
pequeño, se les enviaba a Otro-Sitio de por vida. Control de población, me había dicho
Augusta Hart, la perra de sangre fría madre de Daxton. En realidad, solamente era otra
forma para que el gobierno ejerciera control sobre la gente.
—Me crie en una casa hogar con otros treinta y nueve niños —dije—. Creí que
tenía una vida relativamente normal. Iba a la escuela, jugaba con los otros niños.
Evitábamos a los escuderos, nos escabullíamos en los mercados e imaginábamos cómo
serían nuestras vidas después de cumplir los diecisiete, cuando haríamos la prueba y nos
convertiríamos en adultos. Pero había una cosa que nadie nunca nos había dicho… que
la libertad que habíamos imaginado, tomar nuestras propias decisiones y decidir cómo
serían nuestras vidas, todo eso era una ilusión.
—Fuimos ingenuos al creerlo, pero nunca supimos cuestionarlo hasta que fue
demasiado tarde —añadí—. Nos dan rangos basados en esa única prueba. Somos
añadidos al resto de la población y puestos en nuestro lugar. Un bajo II, un alto VI… no
importa. Nuestras vidas nunca están en nuestras propias manos. Nuestros rangos dictan
todo: nuestros trabajos, nuestros hogares, nuestros vecinos. Dónde vivimos, lo que
hacemos todo el día, la cantidad de comida y atención médica que nos brindan… incluso
puede decidir cuándo morimos. Algunos de ustedes han sido lo bastante afortunados de
tener trabajos fáciles, trabajos que no infligen un daño irreversible a su cuerpo. Pero
otros no son tan afortunados.
—Yo no fui una de las afortunadas. —Me giré y me aparté el cabello a un lado,
revelando el VII tatuado en mi nuca y la X cicatrizada que lo atravesaba. Dejé que la
cámara se enfocara durante varios segundos antes de girarme—. Lo que ven ahora es un
VII, pero las protuberancias debajo les dirán mi rango real: un III. Fui asignada para
limpiar alcantarillas muy lejos de mi hogar y de la única familia que había conocido. Es
trabajo bueno y honesto —añadí—, pero no era lo que había soñado hacer. Yo era un
engranaje más en una máquina demasiado grande para que alguno de nosotros la
comprendamos completamente, y porque no podía soportar la idea de dejar a mis seres
queridos, elegí entrar en la clandestinidad y ocultarme en un burdel.
En algún punto mientras estaba hablando, Benjy se había unido a Knox al lado
del escenario, su cabello rojo resplandecía en la luz del sol y la expresión en su rostro
pecoso se relajó y volvió alentadora. Le dirigí brevemente una pequeña sonrisa. Él era
la razón por la que había arriesgado mi vida y mi futuro entero para quedarme, pero él
era mío —él era privado, y aunque cualquiera en Otro-Sitio podía vernos caminar por
ahí juntos, practicar al tiro o atender a las víctimas que se recuperaban de la batalla, no
iba a contarle al mundo sobre él. Él era la grieta en mi armadura, y no le daría a nadie
la oportunidad de usarlo contra mí.
—Si son pacientes conmigo, les prometo que todo esto tiene un punto —dije
cuando más y más gente empezó a removerse y echar vistazos a sus vecinos. La
revelación de que en realidad era la hija ilegítima del primer ministro era buena solo
para cierta cantidad de atención extasiada, y rápidamente la estaba desgastando. Pero
los Blackcoat querían que contara mi historia. Yo no era la única víctima de la familia
Hart, pero era la única por la que la gente ya se interesaba, sin darse cuenta quién era en
verdad.
—En el burdel, Daxton Hart me compró. Pero en lugar de… bueno, ya saben,
me ofreció un VII. —El rango más alto en nuestro país, uno con el que tenías que nacer
para recibirlo—. En ese momento yo no tenía idea que en realidad era una Hart, pero
incluso entonces, nadie rechaza un VII. Nadie. Un VII significaba lujos, suficiente para
comer, y lo que yo creía que sería una buena vida… era una decisión fácil, así que por
supuesto dije que sí. —Enfoqué mi mirada en una mujer dolorosamente delgada con
mono rojo. No la reconocía, pero necesitaba mirar a alguien—. Mientras salíamos del
burdel, mi mejor amiga nos vio juntos por casualidad. Daxton Hart hizo que la
asesinaran en el callejón, y mientras yo estaba gritando, me dio algo que me dejó
inconsciente. Cuando desperté, eran dos semanas después, y me habían enmascarado,
transformado quirúrgicamente en una versión idéntica de Lila Hart, cuya familia la
había asesinado en secreto días antes.
Más murmullos atravesaron la multitud, y la mujer que estaba mirando me
sostuvo la mirada. De nuevo tenía su atención. Bien.
—Me dieron una elección. Fingir ser Lila o morir. No era una elección en
realidad. Nunca lo es cuando estás mirando el cañón de un arma y esperas que alguien
jale el gatillo. Y pensé que así era como sería mi vida; una serie de balas esquivadas hasta
que un día, ya no fuera afortunada.
—No tenían que decirme sobre las injusticias que nuestros ciudadanos enfrentan
un día sí y otro también. Cómo los escuderos matan y arrestan gente inocente para
cumplir sus cuotas, o porque están teniendo un mal día y tienen el poder para desquitarse
con nosotros. Ya lo sabía, he estado evitando a los escuderos desde que era niña. Pero
Celia y Knox me contaron cómo a los II se les da comida podrida, casas con tejados que
gotean y no tienen el respeto o apoyo de nadie por encima de ellos. De cómo los niños
Extra nacidos como II y III son enviados a Otro-Sitio para ser criados dentro de una
prisión, y nunca ven el mundo exterior. De cómo nuestras vidas enteras son dictadas por
una única prueba de aptitudes que sólo atiende a un tipo de inteligencia, y cómo los
niños que son los bastante afortunados para nacer como V y VI tienen ciertas ventajas:
tutores, información privilegiada… de hecho, cada uno de los doce ministros de la
Unión recibieron VI, no por sus propios méritos, sino por la familia en la que nacieron.
Nunca rindieron la prueba y tampoco lo harán sus herederos.
—Todos los VI y VII tomaban parte de estos viajes de caza, y como Lila, se
esperaba que me callara y siguiera la corriente. Y lo hice, porque aunque odiaba ver
morir a gente inocente, sabía que mezclarme y hacer lo que se esperaba de mí significaba
una oportunidad para ayudar a otros ahora.
—Estados Unidos se supone que sea una meritocracia justa. Todos se supone que
recibamos lo que merecemos basados en nuestras habilidades e inteligencia. Pero a
diferencia del resto de nosotros, hay una pequeña sección de la población que nace en
una vida de lujos, que no tienen que trabajar ni un día de sus vidas para ganársela. La
familia Hart incluida.
Tuve que gritar las últimas palabras al micrófono para ser escuchada por encima
de los rugidos de indignación de la audiencia. Por el rabillo del ojo vi que Knox me daba
un asentimiento de aprobación, aunque no sonreía. Aun así, era suficiente. Al menos
habíamos acordado en algo… que decir la verdad, toda la verdad, era lo que
eventualmente conduciría la rebelión a la victoria.
—Este país pertenece a la gente, no a la clase gobernante —grité por encima del
ruido—. Somos la mayoría, somos a los que afectan sus políticas y decisiones, mientras
que ellos constantemente están por encima de la ley. Matan a los rangos más bajos por
deporte. Viven en lujos mientras los II y III se mueren de hambre. Y nosotros tenemos el
poder para detenerlos. Y aun así, ni una vez, durante los setenta años que los Hart y los
ministros de la unión han estado en el poder, nos hemos alzado juntos para enfrentar
estas injusticias. Pero ahora podemos. Es nuestra responsabilidad unirnos contra estos
monstruos… contra los impostores que dirigen nuestro gobierno. Este es nuestro país, y
necesitamos recuperarlo antes que el hombre que se llama a sí mismo Daxton Hart lo
destruya por completo.
—Daxton intentará decirles que cada palabra que he dicho es una mentira —
dije—. Pedirá pruebas. Lo llamará un truco para ganar simpatizantes. Insistirá en que
solo estoy actuando como marioneta para los líderes de la rebelión Blackcoat. Pero la
marioneta real aquí es Lila Hart. He visto los discursos que ha dado desde la batalla de
Otro-Sitio. He escuchado sus gritos por la paz. Y nosotros, los Blackcoat, haremos todo
lo posible para asegurarnos que no se derrame más sangre en esta guerra. Pero cuando
la paz significa mentir y permitir que el gobierno nos ejecute, por defender nuestra
libertad y por aquellos que no se pueden defender por sí mismos, me temo que no
podemos hacer eso. La paz sin libertad es cautiverio. Es opresión. Pueden intentar
asustarnos, pueden intentar amenazar a nuestras familias y nuestras vidas, pero
finalmente no tendremos vidas si no podemos decidir por nuestra cuenta cómo vivimos.
—No culpo a Lila —añadí—. Sé que si pudiera, estaría aquí conmigo, dando este
discurso mucho más elocuentemente de lo que yo podría. Y le digo a ella, ahora
mismo… —Miré directamente a la cámara—. No estás sola. Con lo que sea que Víctor
te esté amenazando, lo que sea que esté haciendo para hacerte obedecer… nosotros
sabemos que esas no son tus palabras, y sabemos que no son tus creencias. Y haremos
todo lo posible para ayudarte, igual que estamos haciendo todo lo posible para ayudar a
la gente. Eres una de nosotros, y no te olvidaremos.
Hice una pausa para permitir que eso se asentara. Aunque a los ciudadanos de
Otro-Sitio no podría importarles menos Lila, el resto del país sí se preocupaba por ella,
y tenían que saber que era una marioneta. No descalificaría completamente todos los
contraataques de Daxton, pero tal vez sería suficiente para plantar la semilla de la duda.
—Pero esto no es sobre Lila —dije al fin—, no es sobre mí, y ni siquiera es sobre
Víctor Mercer haciéndose pasar por Daxton Hart. Esto es sobre ustedes, cada persona
que está viendo esto ahora mismo. Esto es sobre su futuro, su familia, su salud y felicidad
y esperanzas. Durante toda nuestra vida hemos estado viviendo bajo un dictador
enmascarado como amigo, sin forma de destituirlo y recuperar la libertad que los
estadounidenses disfrutaron hace un siglo. Pero los Blackcoat han abierto la puerta de
la posibilidad. Han pavimentado el camino para el cambio real, y depende de nosotros
tomar esta oportunidad y convertirla en una realidad. Nuestra realidad. No un sueño,
sino algo que podamos vivir. La oportunidad para elegir nuestros propios caminos de
vida. De ser más que los números en nuestras nucas.
Un gran elogio, considerando que ella había conseguido repuntar el apoyo inicial
a los Blackcoat de nada a un tranquilo descontento. —¿Crees que escucharán? —
pregunté.
Él apretó los labios mientras descendíamos las escaleras hacia Benjy, con los
gritos de la multitud resonándome en los oídos. —Será mejor que sí. No podemos hacer
esto solos.
Y si no teníamos también el apoyo de la gente fuera de Otro-Sitio, entonces
estábamos realmente muertos.
II
Se agachó hacia mí, sus labios rozaron mi oreja. —No puedo creer que Knox
finalmente te dejó contarle a todos sobre Daxton.
—No lo sientas.
Benjy, más que nadie en esa habitación, entendía por qué Knox y yo peleábamos
constantemente. A pesar de lo mucho que Knox me había ayudado desde que me
enmascararon como Lila, también había jugado descuidadamente con mi vida, a veces
parecía como si ni siquiera le importara si salía de esto con vida. Y aunque me encantaba
culparlo de ello, yo misma tampoco había sido exactamente cuidadosa con mi
seguridad. Pero cuando yo tomaba riesgos, lo hacía de buena gana, sabiendo plenamente
cuáles podrían ser las consecuencias. Cuando Knox tomaba riesgos, su propio cuello
nunca estaba en peligro. Siempre era el mío. Y normalmente no se molestaba en
contarme lo que estaba haciendo.
Con mucha frecuencia Benjy acababa atrapado en medio de alguna forma. Knox
no había tenido problema en fingir su muerte, enviarlo a Otro-Sitio y ponerlo en riesgo
una y otra vez, y sin importar la frecuencia con la que insistía en que lo hizo por la
seguridad de Benjy, había dejado de creerle en el momento que puso a Benjy en la línea
de fuego al contratarlo como su asistente. Yo era el peón en este juego, no Benjy. Yo era
la III que no tenía lugar en el mundo más allá de la rebelión. Benjy era un VI —el rango
más alto que un ciudadano podía alcanzar— y tenía un futuro. Un futuro real. No
permitiría que nadie, especialmente Knox, le quitaran eso.
Pero sin importar lo amargada que estaba respecto a todo lo que había sucedido
desde que me convertí en Lila Hart, permanecía el hecho de que creía en Knox. Creía
que estaba haciendo lo correcto, e incluso si no siempre estaba de acuerdo con sus
métodos —o más precisamente, con cómo no parecía confiarme sus planes, incluso
cuando yo era parte clave de muchos— aun así sabía que él no sacrificaría mi vida a
menos que tuviera que hacerlo. Y si mi muerte era la diferencia entre ganar la guerra y
perder, caminaría por la plancha bien dispuesta. Él sabía que yo haría cualquier cosa por
destruir a Daxton Hart, y ayudar a la gente a ganarse la libertad y equidad y una
oportunidad real.
Así que él me utilizaba. Y sin importar lo mucho que me quejaba, yo se lo
permitía.
—Ahora que el país conoce la identidad real de Daxton, tenemos que estar
preparados para un contraataque —dijo Knox sin preámbulos—. Podría resultar de
cualquier manera. Podríamos ganar apoyo… estoy seguro que ganaremos apoyo, después
del discurso de Kitty. Pero el gobierno también tiene partidarios. Partidarios poderosos
que no estarán tan dispuestos a perder sus V o VI y encontrarse en igualdad de
condiciones con los II y III. Es eso contra lo que trabajamos. Los más brillantes y
privilegiados del país no están interesados en la equidad, y aunque son un pequeño
porcentaje, tienen suficiente poder y astucia entre ellos para idear una contraofensiva a
cualquier cosa que intentemos nosotros.
—Entonces sencillamente tenemos que ser más astutos que ellos —dijo Benjy,
soltándome la mano—. Por cada movimiento que hagamos, tendremos que anticipar su
contraofensiva e idear nuestras propias soluciones antes que se den cuenta de lo que van
a hacer. Tenemos que estar tres pasos por delante de ellos en todo momento.
—Ya estamos dos pasos atrás —dijo Strand—. Han cortado varias de nuestras
líneas principales de suministros. Las pocas que nos quedan son esporádicas en el mejor
de los casos, y la mitad del tiempo es demasiado arriesgado intentar siquiera las entregas.
Puede que tengamos suficientes balas para atacar D.C., pero sin comida y suministros
médicos, no quedaremos suficientes para hacerlo.
—Esa es una idea —dijo Benjy repentinamente, y se encontró con mis ojos y me
mostró una sonrisa. Era la misma sonrisa que me había dirigido en la casa hogar cada
vez que me molestaba en ayudarlo con mi tarea, y ninguna cantidad de aplausos podía
calentarme desde el interior en la forma que lo hacía esa sonrisa—. Tenemos una defensa
fuerte aquí, y sabemos que cualquier golpe que ejecuten vendrá desde el sur, por tierra.
Pero los lagos rodean el resto del estado, tenemos suficientes barcos bajo nuestro control
para traer algo. No será suficiente para darle a cualquiera una vida de lujos, pero al
menos tendremos lo básico.
—Lo estarán esperando —dijo Strand—. Es por eso que no lo hemos intentado.
—Entonces creamos una distracción, disponemos otra línea de suministros… nos
hacemos parecer desesperados. Apartamos su atención del agua. —Benjy le echó un
vistazo a Knox—. ¿Qué tenemos que perder?
Todos los ojos se giraron hacia Knox. Bajó la mirada hacia la alfombra, tenía los
brazos cruzados mientras se mordisqueaba el labio inferior. Apenas tenía veintitantos,
pero en los pocos meses que lo había conocido, parecía haber envejecido una década.
—Si no hacemos nada, nada cambia —dijo, su mirada no se apartó del suelo—.
Hacemos lo que tenemos que hacer para alimentar a nuestros soldados. Benjy, estás a
cargo de disponer la nueva línea de suministros y la distracción. Strand, tú asiste. —Dijo
otros nombres, asignándolos para encontrar voluntarios para la misión, igual que reunir
los suministros que nos quedaran. Para cuando se quedó callado y terminó la reunión,
todos tenían un trabajo.
Excepto yo.
Benjy se giró hacia mí, sus ojos estaban iluminados con propósito. No lo había
visto lucir tan determinado desde antes que nos enviaran a Otro-Sitio y por lo mucho
que Knox y yo peleábamos, me aliviaba que no estuviera desquitando en Benjy su
frustración conmigo. —¿Quieres aportar ideas conmigo y Strand?
—¿Entonces? —Me giré hacia Knox—. ¿Qué quieres que haga yo?
—Quiero que me expliques por qué creíste que perdonar a Lila enfrente de la
nación entera era una buena idea —murmuró.
Parpadeé. —De todas las cosas, ¿es por eso que estás molesto?
—Por supuesto que sí. —Al fin me miró, con los ojos entrecerrados. Las manchas
oscuras debajo parecían incluso más pronunciadas de lo usual—. Todos tenemos
elección, Kitty. Hasta el último de nosotros, y ella hizo la suya. Ella preferiría ver morir
a todos dentro de Otro-Sitio en lugar de enfrentar las consecuencias de lo que sea que
Daxton le tiene reservado.
—No soy una idiota —respondí, aunque lamenté las palabras en el momento que
dejaron mi boca. Como era de esperarse, la ceja de Knox se elevó, y sonrió con
suficiencia, sin rastro de humor.
—Igual que tú. —Crucé los brazos con fuerza—. Todos vamos a ser responsables
de lo que sea que suceda a continuación, así que mejor asegurarnos que las cosas salgan
como queremos. Lila no es el enemigo, nunca ha sido el enemigo. Y si es así como
decides empezar a tratarla, entonces perderemos cada centímetro de apoyo de la gente
que nos hemos ganado desde la batalla, y eventualmente perderemos la rebelión entera.
Sacrifica un peón para ganar la guerra, ¿recuerdas? —disparé—. El peón no siempre es
una persona. A veces es tu maldito orgullo.
—Solo añádelo a la lista —dije—. No maté a Víctor cuando pude hacerlo… eso
es mi culpa. Les conté a los Blackcoat la verdad sobre que él estaba enmascarado, eso
también me pesa. Lila tan solo es otra gota en el balde.
—Hasta que millones de personas estén muertas porque no tienes idea de lo que
estás haciendo —dijo—. Debe ser un balde gigantesco.
—¿Quieres ser más que un peón? —dijo—. Entonces sé útil. Empieza a idear
cómo mantener las promesas que le estás haciendo a la gente. Si aún fueras uno de ellos,
¿qué querrías al terminar esto? ¿Cómo luce en realidad este mundo ideal tuyo?
—Por gente como tú —respondió—. Puedo ganar esta guerra, si me dejas. Ese es
mi lugar en todo esto. El tuyo podría ser mucho más si dejaras de luchar contra mí todo
el tiempo y empezaras a pensar en soluciones.
Tal vez Knox se sentía igual respecto a mí. Mientras marchaba por la lodosa calle
principal de Otro-Sitio, junto a hombres y mujeres vestidos con monos naranja y rojos,
mis entrañas se retorcieron, rechazando la idea. Yo no estaba del todo injustificada, y
después de todo, a pesar de sus muchas cualidades buenas, Knox nunca había sido del
tipo comprensivo o del que perdonaba. Pero pensándolo desde su punto de vista, yo
sabía malditamente bien que había sido un problema. Aunque Lila tenía mal
comportamiento, siempre había hecho lo que él y Celia le habían dicho que hiciera, casi
perdió su vida como recompensa por su cooperación. Yo era la única que siempre lo
cuestionaba. Yo era la que se rehusaba a hacer lo que él me decía, porque estaba segura
que tenía una forma mejor, y él no me decía por qué no sería aceptable.
Me detuve enfrente de un cascarón quemado de edificio que solía ser una barraca,
las ruinas negras y achicharradas. Para ser totalmente justos, los problemas que yo causé
habían pavimentado el camino del progreso que los Blackcoat habían tenido hasta
ahora. Puede que no fuera terriblemente obediente, pero Knox siempre encontraba una
forma de sacarle provecho, abrir puertas y encontrar oportunidades que no habríamos
tenido de otra forma. Enviarme a Otro-Sitio por mi insubordinación, a pesar de lo
mucho que lo despreciaba por ello, le había dado una razón para venir aquí y espiar para
la rebelión sin levantar sospechas.
Sacudí la cabeza. Era ridículo, pero si él quería que yo intentara hacer más,
entonces lo haría. No tenía idea de cómo formar un gobierno, o cómo cumplir las
promesas que había hecho a la gente, pero haría mi mayor esfuerzo. De todas formas,
eso era todo lo que cualquiera de nosotros podía hacer.
Empecé a girarme, pero alguien me empujó desde atrás, y trastabillé hasta una
pila de madera ennegrecida. —Soy Kitty Doe, en realidad —dije mientras me
enderezaba y me sacudía el carbón de los pantalones. Me giré, enfrentando a la mujer y
tres hombres que me habían arrinconado. Perfecto. Apreté los puños, pero no sería de
mucha utilidad contra todos ellos.
—No importa cómo te llames a ti misma. Eres tan Hart como el resto de ellos.
—Un hombre achaparrado y con un bigote ralo estaba al frente, con los labios estirados
para mostrar los varios huecos en su sonrisa, donde sus dientes debían haberse caído.
Eso era común aquí. Para el gobierno no tenía utilidad pagar cosas triviales como
cuidado dental cuando los ciudadanos de Otro-Sitio morían pronto de todas formas.
—Soy una Extra —dije—. No sabía quiénes eran mis padres hasta…
—¿Crees que nos importa eso? —El hombre dio un paso para acercarse, sus ojos
oscuros entrecerrados—. No importa quién eras. Solo importa quién eres ahora. Y eres
una Hart.
—¿Entonces por qué ustedes se quedan allá en la mansión toda bonita y cómoda
mientras el resto de nosotros se revuelca en el lodo como puercos?
Apreté los dientes. Ella tenía un punto. Era ya lo bastante difícil alejarse de la
vida que conocías cuando tenías la tranquilidad de hacerlo sin arriesgar tu vida. —Estoy
haciendo mi mayor esfuerzo, todos estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo —dije.
—Oblígame.
Apreté los músculos abdominales, preparándome para otro golpe, pero nunca
llegó. En su lugar, escuché el chasquido de un arma y mi atacante se quedó quieto.
—Nunca vas a ser una de ellos, sabes. —Una mano enguantada apareció enfrente
de mí y la tomé, dejando que mi defensor me ayudara a levantarme.
Rivers, uno de los antiguos prisioneros, que había sido lo bastante afortunado
para ser elegido como un guardia de bajo rango, me tocó la barbilla y me inspeccionó el
rostro. Sus ojos azules eran del mismo tono que los míos, y le regresé la mirada. Me
habían golpeado lo suficiente durante el mes anterior para que otro par de costillas
magulladas no fuera el fin del mundo, pero fue la forma en la que hablaron, las cosas
que dijeron… eso fue lo que me dejó un hueco en el estómago. ¿Era eso lo que todos
creían?
—No es tu culpa ser hija de Daxton Hart, pero sí es tu culpa estar allá arriba en
lugar de aquí abajo —dijo, echando un vistazo nervioso sobre el hombro—. Andando.
Vayamos al doctor antes que regresen con amigos.
—¿Quieres decir que hacer que te golpeen hasta hacerte pulpa no es suficiente?
—preguntó Rivers.
—Ya verás.
Pero tampoco era una Hart, y además apenas era una miembro de los Blackcoat.
Yo no pertenecía aquí abajo, pero tampoco pertenecía a la mansión. Y eso era mucho
más atemorizante que cualquier cosa con la que Daxton pudiera atacarme… la
comprensión de que sin importar qué rango me ganara o qué rostro portara, no tenía
idea de a dónde pertenecía realmente.
III
—¿Quiero saber que es este lugar? —pregunté, frunciendo el ceño mientras Rivers
me llevaba a un almacén húmedo lleno de lo que parecían ser toallas viejas.
—Es mejor que no. Así tendrás oportunidad de dormir esta noche —dijo mientras
tiraba de un estante oxidado. Con un crujido ruidoso de queja, giró hacía un lado como
si estuviera sobre un par de bisagras, revelando una puerta—. Encontré esto cuando aún
cumplía orden de trabajo aquí como prisionero. Es una entrada a una red de túneles.
Pestañeé con asombro. Creía que el único túnel era el que estaba bajo la mansión
Mercer; el mismo que había protegido a incontables ciudadanos durante la batalla de
Otro-Sitio. Un último recurso para los Mercer, en caso de que los prisioneros iniciaran
un levantamiento que los guardias no pudieran manejar. Cuando Hannah descubrió que
su esposo planeaba matarme en el acto, me lo mostró, e insistió que conducía a algún
lugar seguro más allá de su alcance. Nunca se me había ocurrido que podría haber otros.
La mansión Mercer había estado protegida, ningún ciudadano podría haber encontrado
de casualidad la entrada al túnel en el sótano. Sin embargo, este se encontraba justo aquí,
frente a mí, donde cualquiera podría haberlo encontrado. Donde Rivers lo había
encontrado.
—¿Por qué no? Esto podría solucionar el problema de las líneas de suministros,
si uno de los túneles lleva fuera de Otro-Sito —dije—. Ni siquiera Knox es tan corto de
miras.
Bufó. —Se exactamente qué pasa entre Strand y tú. Ambos se odian tanto el uno
al otro, que es un milagro que las paredes no se congelen cuando los dos se encuentran
en la misma habitación.
—Nada —dije, quizá un poco apresurada. Rivers levantó una ceja, y yo levanté
una de vuelta—. Lo digo en serio. No pasa nada. Él era mi falso prometido y ahora es
la cabeza de los Blackcoat, y quiere enviarme fuera de aquí con mi madre, para
esconderme en lugar de pelear, pero él sabe que perdería apoyo si no tiene un portavoz
que pueda armar una frase; así que aquí estamos.
—Sí, sé todo eso, gracias. Me refería ¿Qué es lo que no nos están diciendo al resto
de nosotros?
Esperaba algún tipo de burla a cambio, pero en lugar de eso, Rivers me estudió.
Incluso en la tenue luz podía ver sus ojos azules. Él también debía ser capaz de ver los
míos. —Sabes que él está loco por ti, ¿cierto? —dijo.
—Eso también. —Asintió con una mueca—. Pero ambos sabemos de lo que
hablo.
Excepto que no lo sabía. Todo lo que podía ver cuando miraba a Knox era que
me veía como nada más que una molestia. Nuestra supuesta amistad había ido cuesta
abajo desde la muerte de Augusta, y ahora apenas podíamos decirnos una palabra el uno
al otro sin discutir. Eso no era que estuviera loco por mí. Eso era que ambos nos
volvíamos locos el uno al otro.
—Knox es mejor que eso —espeté, y tan pronto me di cuenta de lo que había
dicho, apreté la boca. Pero era demasiado tarde, y Rivers sonrió.
—Piensas que estás siendo divertido, pero no lo eres. Esto no es una barraca de
feria para entretenerte. Esto es mi vida. Benjy ha estado ahí para mí como nadie más lo
ha estado. Él es familia, y no sencillamente haces a un lado a la familia por una picazón
que quieres rascarte. Así no es cómo funciona el amor real. El amor real es apoyo,
incluso cuando peleas. Amor real es honestidad, incluso cuando la verdad duele como
el demonio. Amor real es estar ahí cada miserable minuto y cada momento infinito.
Amor real... fue sentarse en aquella jaula juntos con un arma apuntándonos a la cabeza,
sabiendo que todo lo que tienes que hacer para salvar tu vida es matarlo, y en lugar de
eso, se sostienen el uno al otro porque vivir sin él no es vivir del todo. —Respiré
profundamente y pestañé con fuerza, una parte indeterminada de mí se retorció
bruscamente—. Knox me habría matado si eso significara ganar la guerra. No soy más
que un peón para él. Pero Benjy habría muerto por mí.
Rivers se quedó callado por algunos segundos, hasta que me rodeó los hombros
con el brazo. —Quizá tengas razón. Quizá las cosas que veo cuando tú no estás mirando
son solo mi imaginación. Pero más importante, no creo que te considere un peón. Eres
aún más que la pieza más importante en el tablero. Para Knox, no hay juego sin ti.
—No lo dudo —dijo Rivers, y por lo menos tuvo la decencia de sonar ligeramente
avergonzado—. Solo... no olvides que hay más de una forma de amor.
Fruncí el ceño, me encogí en su abrazo a pesar del dolor que me causó. —¿Qué
demonios se supone que significa eso?
—Lo que sea que necesites —dijo, levantando las manos en señal de rendición—
. Vamos, esta desviación nos llevará lo más cerca posible de la mansión Mercer.
—El almacén de ropa —dijo Rivers mientras empujaba una porción de la pared.
Esta también giró sobre bisagras, pero a diferencia de la entrada que usamos, este
armario estaba lleno de filas y filas de botas. La mayoría estaban desgastadas y se caían
a pedazos, incluso aquellas en mejores condiciones estaban demasiado acabadas para
que alguien pudiera usarlas en la sociedad, incluso los II.
Era solo otro recordatorio de que, a pesar de ser liberados por los Blackcoat, los
prisioneros aún estaban exactamente donde habían estado antes. Pero ahora podíamos
encontrar la manera de arreglarlo.
—Están aquí para evitar que alguien les apunte a la cabeza con un arma —
señalé—. No hay un lugar seguro para ellos fuera de Otro-Sitio.
—Eso cambiará —dijo Rivers con tanta certeza displicente, que si hubiera sido
capaz de embotellarla, le habría dado cualquier cosa que tuviera solo por un trago—.
Comenzaremos a mapear los túneles mañana, una vez que hayas tenido oportunidad de
descansar.
—¿Oh, eso es todo? —Se frotó las manos para calentárselas—. Si no quieres que
él mire, entonces al menos déjame revisar si hay algo roto. Podrías perforarte un pulmón
y morir, y entonces ¿Dónde estaríamos?
—Tú estarías bien —dije—. Knox estaría a la deriva. Solo que no se daría cuenta
por un tiempo.
Sonrió, pero se asemejaba a una mueca lejos de ser genuina. —Estoy seguro de
que Knox estaría complacido de saber que estás tan preocupada por él; pero yo tampoco
estaría bien sin ti. Déjame echar un vistazo.
—¿Por qué hacemos esto si estamos tan asustados para hablar con ellos? Tienen
un punto, sabes. Nosotros estamos aquí, tenemos la mejor comida y la mejor atención
médica...
—Aun así, nosotros vivimos en esta casa y ellos viven en barracas —dije. Ese tipo
de diferencias podrían no parecer gran cosa, sin embargo, para ellos bien podríamos
estar picándoles los ojos con nuestra superioridad.
—¿Qué prefieres que hagamos? ¿Dejar que todos se aglutinen aquí? —preguntó
Benjy. Sus dedos se presionaron contra un punto particularmente sensible y siseé—. No
importa qué tipo de equidad queramos, siempre habrá líderes, y esos líderes siempre
tendrán algún margen de privilegios.
—¿Cómo qué?
No había nada que él pudiera hacer, no realmente… pero antes, él siempre había
sido como un bálsamo para las terribles circunstancias de nuestras vidas.
—¿Cómo? Me he visto así, como Lila, por meses —dije—. ¿Cómo podría ser
posible que todavía me veas como Kitty Doe?
—No se trata de cómo luzcas. Nunca ha sido así. Se trata de lo que hay debajo,
y eso no ha cambiado.
Estaba intentado ser amable... estaba siendo amable, como siempre. Sin embargo,
podía ver la forma en la que me miraba a veces, especialmente cuando creía que yo no
prestaba atención. Intentaba imaginar cómo sería si Benjy hubiera sido enmascarado
como alguien más, Knox, Greyson, o Strand. Y una parte de mí sabía que no importaba
cuanto lo intentara, no sería capaz de separarlos completamente. Él siempre estaría
cambiado de alguna manera. Quizá Benjy era mejor en esto que yo. Quizá aún veía
debajo a la verdadera yo. Pero ya no era la misma. Los cuatro meses anteriores me
habían cambiado irrevocablemente, y a veces me preguntaba si él lo sabía. O si quería
fingir tanto como yo.
—Sí, pero... —vacilé, sin saber cómo poner en palabras el nudo de frustración
que sentía en la garganta—. No es solo eso. Ya no sé a dónde pertenezco. Soy una Hart,
soy una antigua prisionera, soy una Blackcoat; pero no soy realmente ninguna de esas
cosas. Y no soy la persona que luzco, no soy más que ese discurso. Y ni siquiera eso fue
lo suficientemente bueno para Knox, no realmente.
La mano de Benjy continuó pasando por mi cabello y jugueteó con las puntas.
—Olvídate de Knox. Está bajo mucha presión ahora, y no hay nada que pueda hacerlo
feliz. En lugar de eso, deberías enfocarte en hacerte feliz a ti misma.
Fruncí el ceño. Feliz se había vuelto un concepto tan extraño para mí que ya no
estaba segura de recordar cómo se sentía. —Ya no sé cómo hacer eso.
—Seguro que sabes. —Sonrió, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente—. Esto
no es para siempre, Kitty. Y cuando hayamos ganado, habrá lugar para ti en nuestro
nuevo mundo, y lugar para todos aquellos que no sienten que pertenecen.
Quería creer en él, pero no habría un buen lugar para mí una vez que la guerra
terminara. Nunca más volvería a ser yo. Sería siempre la doble de Lila. Y mientras otros,
más listos que yo, lo más probable es que habrían sabido cómo usar eso para tener la
vida que quisieran, yo no.
Al ritmo que iba, tan perdida y confundida como me encontraba, siempre sería
la idea de alguien más de lo que debía ser. Y odiaba esa idea casi tanto como odiaba al
hombre conocido como Daxton Hart.
La radio crepitó, la música fue reemplazada por ruido blanco. Murmuré una
maldición y la alcancé para apagarla.
—Mis disculpas por interrumpir su tarde —dijo Lila Hart, pensé que no sonaba
del todo como una disculpa—. Esto será breve. Temprano el día de hoy, la señorita con
el nombre de Kitty Doe, quien fue contratada para personificarme en eventos públicos
por mi propia seguridad, hizo algunas afirmaciones en contra de mi tío, el primer
ministro Daxton Hart. Estoy aquí por mi propia voluntad, para decirles a todos ustedes
que cada palabra que salió de su boca es una mentira profunda, cruel y traicionera. El
hombre que es su primer ministro, es y siempre ha sido mi tío biológico, y el gobierno
de los Estados Unidos tomará medidas, no solo para probar esto, sino para demostrarles
la profundidad de la fosa de mentiras de la retórica Blackcoat.
—Sabíamos que esto llegaría —murmuró—. Nunca hubo duda de que fueran a
contraatacar.
—Pero... —Mi boca de secó. Sin importar lo estúpido que era, una parte de mí
creía que ofrecer a Lila un salvavidas podría cambiar algo. Pero claro, no lo había hecho.
Ella aún estaba bajo el pulgar de Daxton, y lo estaría hasta que uno de los dos estuviera
muerto.
Casi no pude soportar escuchar el resto, una a una, Lila repitió mis afirmaciones
e insistió que eran falsas. Sin importar cuántos agujeros alegaba que había en mi historia,
siempre volvía al tema de la verdadera identidad de Daxton una y otra vez. Pero
mientras me enterraba las uñas tan profundamente en las palmas que estaba segura de
que comenzaría a sangrar, Benjy mostraba una sonrisa de suficiencia.
—Eso quiere decir que hay una delgada línea entre protestar legítimamente, y
protestar tanto que se pone de manifiesto que ocultas algo —dijo Benjy—. Cualquiera
con medio cerebro puede decir que se extralimitó.
Entonces había una oportunidad de que Lila estuviera luchando después de todo.
Me forcé a sentarme, haciendo una mueca cuando mis costillas me aquejaron.
Le dirigí una larga mirada escrutadora, pero al final acepté. Juntos atravesamos
el pasillo y bajamos la escalera, su agarre era fuerte y constante, del tipo que no me hacía
cuestionarme si me atraparía si me llegaba a caer. No sabía cómo había tenido tanta
suerte de tener a Benjy en mi vida, era una de las cosas que no cambiaría por nada.
Las empujé, y abrí la boca, con un saludo en la punta de la lengua. Sin embargo,
antes que pudiera decir algo, la voz de Knox se disparó a través de la habitación como
un látigo. —No.
—Necesito... —comencé, pero las palabras murieron en mis labios. Knox no
estaba hablando conmigo. En cambio, estaba paseándose frente a su escritorio, y en el
monitor vi una transmisión de Celia Hart. La madre de la Lila real.
Knox me disparó una mirada furiosa sobre el hombro, pero en lugar de forzarme
a marcharme, hizo un gesto para que entrara, ahorrándonos a ambos esa pelea.
Me deslicé al interior y cerré las puertas, pegándome a una de las paredes donde
Celia no pudiera verme. En el monitor, ella se inclinó hacia adelante hasta que su rostro
abarcó la pantalla entera. Ella era hermosa, con un cabello largo y oscuro y los ojos de
una Hart, pero había una ferocidad en ella que nadie en su sano juicio enfrentaría.
Excepto Knox.
—No me importa si lo apruebas o no, Creed. Soy una fundadora de los Blackcoat
tanto como tú, y el equipo de D.C. está bajo mis órdenes. Eso no está a discusión.
—Si asaltas Somerset, todo en lo que hemos trabajado será destruido. Una vez
más seremos el enemigo, ¿entiendes? —dijo Knox, apretando los puños.
—Él no es Daxton. —Su voz resonó a través de los altavoces, tan clara como si
estuviera justo al lado de Knox—. ¿Qué tanto sabes, Creed?
Knox se puso rígido. —Lila me lo dijo en el verano. Ella lo descubrió cuando
Daxton intentó abusar de ella.
—¿Y de qué habría servido eso? —dijo Knox—. En el mejor de los casos,
Daxton...
Knox respiró profundamente y exhaló. —En el mejor de los casos, Víctor Mercer
habría hecho exactamente lo que está haciendo ahora... negarlo y usar a tu familia para
desacreditar la afirmación. Augusta lo habría respaldado, y tú habrías terminado
pareciendo una lunática.
Celia lo miró, sus ojos azules estaban completamente abiertos en shock; o pena,
quizá. O tristeza. Enojo. Traición. Todo eso combinado en algo que no podría nombrar.
Cuando ella habló, su voz temblaba, como si requiriera cada gramo de fuerza de
voluntad que poseía para evitar arder en llamas. —¿Cómo te atreves?
—¿Cómo te atreves tú a intentar destruir todo por lo que hemos trabajado? —dijo
Knox—. Estás cegada por el enojo y la venganza. Has perdido de vista el objetivo. Esto
no se trata de venganza o revancha por lo que Víctor te hizo. Esto se trata del país y los
quinientos millones de habitantes que cuentan con nuestro éxito. Si matas a Víctor ahora,
tan solo lo convertirás en un mártir, y nadie sabrá nunca quién era realmente. A nadie
le importará, porque para ellos, él es Daxton Hart. ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué ese
monstruo pase a la historia como tu hermano?
Knox se dio la vuelta rápidamente para mirarme, sus oscuros ojos ya acusadores.
Descrucé los brazos y deje que colgaran a los lados. Sin importar cuán seguido
discutiéramos y peleáramos, seguíamos estando en el mismo bando.
—No importa. —Su voz sonaba tensa y sus palabras entrecortadas, mientras se
movía pesadamente hacia el sofá y se dejaba caer torpemente—. De todas formas ella
va a atacar Somerset y tratará de matar a Daxton.
Knox sacudió la cabeza, con los dedos enredados en su cabello. —Si tiene la
oportunidad, la tomará. No está pensando de forma racional.
—No podemos estar jugando al juego del tal vez todo el día, Kitty. A fin de
cuentas no lo sabremos hasta que haya terminado.
Me quedé callada por un momento, mi mirada perdida en la pantalla negra.
Debería haber algo que pudiéramos hacer. —¿Has tratado de contactar a Sampson? Él
podría ponerle un alto a todo esto.
—Ella anticipará ese movimiento. De todas formas, Sampson sabe que debería
detenerla. Él es el que me ayudó a planificar todas estas estrategias. Si tiene algo de
influencia; ya lo estará intentando.
Asentí. —Casi todo. Sabes que está diciendo esas cosas bajo coacción.
—Haré mi mayor esfuerzo. —Le dirigí una mirada a la puerta—. La cena está
casi lista. ¿Llamaremos a una reunión?
Knox suspiró y se enderezó, con el pelo parado. —No hay nada que podamos
hacer para detenerla. Lo que sea que esté a punto de pasar, sucederá. Sin importar si el
resto de los Blackcoat estén preocupados por ello o no. Y lo último que necesitamos es
que la mitad de ellos esté de acuerdo con Celia, mientras que la otra mitad esté de
acuerdo conmigo.
—No tengo ninguna intención de dejar que ellos se enteren. —Y mientras fijaba
su mirada en mí, dijo—: ¿Puedo confiar en ti?
—Me quedare aquí hasta saber que sucedió —dije. Knox comenzó a protestar,
pero lo interrumpí—. No finjas que no te vas a pasar toda la noche sentado en esta
habitación, revisando todas las noticias por señales del ataque. Las veré contigo.
Se frotó la cara con las manos. —No cambiará lo que ocurrirá. Si Somerset cae,
no habrá nada más que podamos hacer además de verla arder. Y si lo hace…
—¿Sí?
—Gracias.
Había una calidez en su voz que no se encontraba antes ahí, y yo le ofrecí una
sonrisa pequeña pero genuina. —De nada.
—Dos. Uno para Knox también —dije, acercándome para ayudarle. Las
porciones eran escasas, pero eran exactamente lo que los antiguos prisioneros comían
también, y después de lo de hoy, no tenía ninguna queja—. ¿Cómo están yendo las cosas
con Strand?
—Sí, bueno, esperemos que tenga razón —dije. Era difícil decirlo cuando él
jamás había tratado de explorar lo túneles, pero bueno, con los guardias poniendo tanta
atención en los prisioneros, no estaba segura de cómo habría podido escabullirse el
tiempo suficiente como para hacerlo.
—Él dijo que comenzarían a hacer los mapas esta noche; ¿te importaría si los
acompaño? —añadió Benjy, y yo pestañeé. Con las nuevas noticias de los planes de
Celia para atacar Somerset, se me había olvidado completamente.
—En realidad, ¿te importaría tomar mi lugar? Yo… —dudé—. Voy a pasar la
noche con Knox.
Internamente me avergoncé, sabiendo cómo debía haber sonado eso para Benjy,
y claro, dejó la mano quieta a punto de colocar un pedazo de pollo en un plato. —Oh,
pensé que podríamos pasar algo de tiempo juntos esta noche.
—¿Qué?
—Lo haré —prometí, y me llevé los platos. Forcé una sonrisa antes de girarme
para volver a la oficina, sintiéndome peor con cada paso que daba. Odiaba tener que
ocultarle secretos a él, pero cuanto más tiempo pasaba como Lila, se convertía más en
algo común.
—Espera… ¿Entonces tu relación con Lila era un arreglo? —dije mientras una
pieza de rompecabezas encajaba en su lugar. Tenía sentido; Lila y Knox nunca
parecieron llevarse bien—. ¿Era una forma para poder pasar tiempo juntos sin ser
descubiertos?
Así que por el resto de la noche, mientras las horas pasaban, me quedé callada.
Algunas veces Knox hacía comentarios sobre alguna historia, y yo me metía en la
conversación con alguna respuesta, pero nunca pasaba de eso. Esos ocasionales
momentos fueron cada vez menos frecuentes, llegó la medianoche y se fue, y en algún
momento alrededor de la una de la madrugada dije esperanzada. —Quizá Sampson la
convenció de no hacerlo.
Cada cadena de noticias tenía una vista diferente de la misma escena: una imagen
de la entrada principal de Somerset. Luces de vehículos de emergencia destellaban desde
el otro lado del muro, y una cámara hizo un zoom en un equipo de escuderos escalando
para entrar a la propiedad.
Alguien tocó la puerta, y salté. Strand metió la cabeza, primero nos miró a Knox
y a mí, luego miró hacia los televisores. —¿Están mirando?
Knox asintió. —Llama a una reunión al amanecer. Como sea que termine esto,
ya lo sabremos para entonces.
Treinta segundos después de que Strand se fue, uno de los noticieros pasó a una
reportera cuya cara estaba mayormente oculta por una gruesa bufanda. Sin embargo,
parecía no importarle, mientras anunciaba emocionada al micrófono. —Estamos
recibiendo reportes de que el cuerpo del primer ministro Daxton Hart ha sido hallado
frente a la casa de la familia Hart. ¿Tenemos visua…?
a cámara se demoró en el cuerpo de Daxton por más tiempo del que nadie
decente hubiera mirado. Yo me volteé luego de inspeccionar la parte de su cara
que podía ver, en busca de algún signo de que no era él, pero todos los detalles
encajaban. Incluso sus ojos oscuros, que miraban vacíos a la noche.
Knox enterró el rostro en las manos y no se movió por casi una hora. No sabía
qué decirle… No había nada que decir. Nada que mejorara esto. No podía disculparme
por revelar la verdadera identidad de Daxton esa mañana, pero esa era la raíz de todo.
Era culpa mía que Celia hubiera hecho esto, y era mi culpa que Daxton estuviera
muerto. No lo lamentaba, pero sí lo lamentaba por nuestras oportunidades de una pelea
justa. Los canales de noticias ya estaban mostrando los pasajes más importantes de la
vida del fallecido primer ministro; la mayoría de antes que Víctor Mercer fuera
enmascarado, lo que era casi divertido, considerando que Daxton Hart había muerto un
año antes. Más vale tarde que nunca, supuse.
Ninguno de ellos siquiera sugirió algo sobre las atrocidades que Daxton había
cometido en su vida. No había una sola palabra sobre los hechos que yo había revelado
en mi discurso. Tal y como Knox había predicho, Daxton estaba siendo celebrado como
un héroe y un mártir, quién había muerto protegiendo a su familia y a su país de un
grupo violento radical dedicado a aterrorizar a ciudadanos estadounidenses honestos y
decentes.
Cualquier terreno que hubiéramos ganado esa mañana había desaparecido bajo
nuestros pies y ya habíamos comenzado a caer.
—Tenemos que decirle a los otros —dijo Knox toscamente, cuando finalmente
salió a tomar aire. Ya casi había amanecido, y podía ver por la ventana un poco de rosa
en la esquina del horizonte—. Necesitamos prepararlos para… —se detuvo, pero no
necesitaba terminar. Necesitaban prepararse para pasar toda la vida como traidores o
para ser ejecutados. Necesitábamos prepararnos.
Benjy. Knox. Yo. Ya no solo éramos enemigos del estado... éramos enemigos de
todo el país. Y ningún discurso podría cambiar eso ahora.
Knox saltó para ponerse de pie y me silenció, sus ojos pegados a la pantalla.
Daxton miró la cámara, con una pizca de diversión bailando en los ojos. Esto era
como un juego para él, y nos había superado en astucia.
Al decir esto, pareció ponerse serio. Se tomó las manos y frunció el ceño con su
mejor impresión de alguien que está profundamente preocupado, pero yo lo conocía lo
suficientemente bien para ver la sonrisa desesperada por salir.
—Tú y tu banda de terroristas no me mataron, Celia. Mataste al padre de dos
niños, el que había valientemente voluntariado para servir como mi doble en Somerset,
mientras yo me refugiaba en un lugar seguro lejos de tus armas y amenazas.
Miró fijamente a la cámara y el destello de sus ojos nunca se apagó. —Mi hijo,
Greyson, y mi querida sobrina, Lila, ambos están a salvo conmigo, y continuarán así
mientras dure esta lucha. Y les prometo, ciudadanos de los Estados Unidos, que nada
me detendrá de ver a estos llamados Blackcoat llevados a la justicia. Todo el peso del
ejército norteamericano está yendo por ustedes, y la gente no protegerá a un montón de
traidores asesinos. Y te prometo, hermana, al final de esto… —Se acercó lo suficiente
como para ver una vena inflamada en su ojo—. Serás tú la que esté en cadenas.
—Ese idiota. Ese tonto ego maníaco —gritó Knox y golpeó el escritorio con tanta
fuerza que los papeles terminaron en el piso—. Había ganado la guerra. La envolvieron
para regalo y se lo llevaron directo a la puerta. Todo lo que tenía que hacer era quedarse
callado y dejar que sus generales hicieran su trabajo sucio, y nos habría tenido.
—¿Y ahora no nos tiene? —pregunté confusa. Knox se volvió a mí, sonriendo
por primera vez desde… No podía recordar haberlo visto sonreír así alguna vez, en
realidad.
Knox golpeó el aire con el puño. —Ahora todo el país sabe que hay dobles de
Daxton. Primero se preguntarán si es realmente quien proclama ser, o si no es él mismo
un doble, y el Daxton real está colgado del cuello en esa puerta.
—Es el Daxton real. O Víctor, supongo —dije calmada. Nadie podía fingir esa
mirada sádica.
—Lo sé —dijo Knox—. Pero ellos no. Ellos se lo preguntarán, y no mucho
después, esa conversación les llevará a preguntarse si estabas diciendo la verdad después
de todo. Acaba de desbaratar toda su defensa. La simpatía, el martirio, su legado; todo
por su estúpido orgullo y la necesidad de asegurarse que todos sabían que él seguía
teniendo el control.
—¿Toda la noche?
Asentí y le dirigí una mirada extraña. —¿Qué otra cosa podría haber estado
haciendo con él?
Benjy abrió la boca para decir algo, pero sabiamente la cerró. Pero su agarre en
mi mano se tensó, y no la soltó.
—A pesar que el plan de Celia falló, también nos ofreció una oportunidad sin
precedente de ganar el apoyo del país —dijo Knox a los otros Blackcoat—. Debemos
aprovechar esta oportunidad y probar que nuestras acusaciones son reales.
—El archivo.
—No confiaré a nadie más algo tan importante. Puede haber espías entre
nosotros, y este archivo es la única oportunidad que tenemos de probar que Daxton es
Víctor Mercer.
—Así que, ¿Qué se supone que hagamos entonces? ¿Ir a conseguirlo nosotros
mismos? —dijo Strand.
—Sí —dijo Knox—. Voy a organizar un equipo de voluntarios dispuestos a
escabullirse en Somerset y volver a robar el archivo sin alertar a los otros Blackcoat de
nuestra presencia.
—Esta es una misión que solo necesitan conocer los indispensables —dijo
Knox—. No sale de esta habitación. ¿Está claro?
—Iré contigo —dije. Knox frunció el ceño, pero lo interrumpí antes que pudiera
protestar—. Soy la única que sabe dónde está el archivo. Incluso si te digo cómo llegar
ahí, es posible que no seas capaz de llegar a él. Además, soy la que lo ocultó. Debería
ser la que lo recupere.
—Entonces supongo que tendrás que asegurarte que no pase nada —dije—. Soy
la única que sabe exactamente dónde encontrarlo. Entramos y salimos. Ningún
problema.
—Kitty…
—Tendremos solo un pequeño margen de tiempo antes que los escuderos lancen
un contraataque —dijo Knox—. Pero si podemos llegar ahí antes del atardecer,
estaremos bien.
—¿Y cómo propones que lo hagamos? —dijo Strand. Knox y yo nos miramos.
Maldición, podría hacerlo yo misma, pero sabía que Knox no me dejaría entrar
sola. Mientras más gente viniera con nosotros, peor eran nuestras posibilidades de pasar
desapercibidos. Y ultimadamente ellos tan solo se interpondrían en nuestro camino.
—Sí, tengo que hacerlo —dije, buscando un conjunto de ropa limpia—. Sé por
qué no quieres que vaya.
—¿Lo sabes? Porque no parece que lo sepas. —Se pasó exasperado los dedos por
su corto pelo rojo—. ¿Cuántas veces nos hemos casi perdido el uno al otro?
—A veces el riesgo vale la pena. Y algunas cosas... algunas cosas son más
importantes.
—Kitty…
—Hablaremos de esto después, ¿de acuerdo? —dije, pero él sujetó la puerta del
baño antes de que pudiera abrirla.
Se me secó la boca. —No tienes que hacer esto, Benjy. Sería más seguro para ti
si no estuvieras aquí, en todo caso.
Sentí como si la tierra se hubiera abierto bajo mis pies, y abrí y cerré la boca en
shock. —¿Entonces es eso? ¿De eso va todo esto? ¿Estás enojado porque me quedé con
Knox anoche?
—Bueno, no estoy exactamente feliz al respecto —dijo él, con más sarcasmo del
que yo creía que fuera capaz—. Estás herida, quería estar ahí para ti, darte una noche
relajante para que pudieras descansar. En cambio, pasaste la noche con él. Y a veces…
—se detuvo.
—A veces, ¿Qué? —presioné con un filo en la voz—. Lo que sea, dilo, Benjy,
porque puede que no haya un después, ¿recuerdas?
Apenas lo dije, la culpa me cubrió. Él no había hecho nada para merecer esta
pelea, y yo estaba siendo una completa idiota acerca de algo que sabía que se estaba
volviendo rápidamente un problema para nosotros. El que Rivers señalara los supuestos
sentimientos que Knox tenía había sido lo suficientemente malo, el que Benjy lo
mencionara me hizo querer arañar las paredes con frustración y enojo. Y si él realmente
pensaba que yo alguna vez haría algo con Knox mientras él estaba esperándome en el
cuarto de al lado o el siguiente, entonces no me conocía en absoluto.
O quizá me conocía mejor que yo. En este punto, no sería algo difícil.
Estaba diciendo todo lo que me preocupaba desde esa estúpida conversación con
Rivers, y se me anudó el corazón.
—Eso no algo malo. Es algo familiar… algo que se siente como el hogar…
—Lo es si te retiene. —Se inclinó hacia mí, su mirada firme, y a pesar de que lo
único que quería era esconderme en el cuarto de baño y ahogar el resto del mundo, no
podía apartar la mirada. Él me sujetó allí solo con sus ojos, mirándome de una manera
que no hacía en meses. Como si pudiera ver por debajo de las capas de mi cuerpo
aquellas partes de mí que ni siquiera sabía que existían.
—A veces siento como que te perdí hace mucho, y que no importa cuánto
tratemos, nunca nos volveremos a encontrar.
—¿De qué demonios estás hablando? —Mi voz se quebró, y para mi horror, mi
cara comenzó a quemar—. Estoy justo aquí. He estado justo aquí. Lamento que las cosas
sean difíciles en este momento. Lamento que pasé la noche con Knox en vez de contigo,
pero estoy justo aquí, Benjy, y no me voy a ningún lado.
—Sí. Te vas —dijo tristemente, y me quitó un mechón de pelo de los ojos—. Vas
a D.C., donde vas a infiltrarte en Somerset con la persona más importante en tu vida,
nuevamente dejándome atrás.
—No, ahora no. No lo soy. Y no estoy seguro de haberlo sido desde que fuiste
enmascarada.
Negué con la cabeza, lágrimas calientes quemaban mis ojos. —No es justo.
—Nada de esto lo es, Kitty. Es lo que es. No significa que te amo menos y no
significa que no sigues siendo mi mejor amiga, pero significa que las cosas no están bien
ahora y no estoy seguro que podamos volver a eso alguna vez. No cuando ambos
estamos pensando en un lugar y tiempo que ya no existe.
No me sentí confiada para hablar. En vez de eso, me metí al baño y cerré la puerta
tras de mí, me apoyé contra la madera pintada y luché por respirar sin romper a llorar.
No podía hacer esto ahora. No haría esto ahora. Él estaba equivocado…
No estuvo ahí para verme partir. Sabía que no debería haberme sorprendido. Esa
había sido la peor pelea que habíamos tenido en memoria reciente y ambos
necesitábamos la oportunidad de respirar lejos el uno del otro y ganar la perspectiva por
la que la gente parecía estar tan loca últimamente. Pero aún dolía lo suficiente para que
cuando Knox me saludó en frente del avión militar que nos esperaba cerca de la esquina
del sector X, no sentí ni un poco de culpa al darle una pequeña sonrisa. ¿Y por qué debía
sentirla en todo caso? Éramos amigos.
Menos mal, unas cuantas caras eran familiares y ninguna era la suya. Aun así,
cuando el avión despegó, dejando atrás el gris lodoso de Otro-Sitio por el gris lodoso de
D.C., me uní a Knox en el frente del avión, donde se sentó en un asiento de
paracaidistas. Los otros se acomodaron en la parte de atrás, riendo y jugando cartas
como si ignorasen los saltos y las sacudidas del avión.
—Deberíamos hacer esto solos —le dije a Knox, sentándome en los asientos
frente a él.
—¿Quién dice que no? —Me dirigió un atisbo de sonrisa, pero era difícil de creer
cuando podía ver todo el peso de la guerra sobre sus hombros.
—A no ser que conozcas otra forma de entrar sin que nos encuentren los
escuderos.
Nos sentamos en silencio por unos minutos. Knox miraba por la ventana y yo
miraba a los hombres y mujeres atrás. No nos invitaron a jugar su juego, y me di cuenta,
como si fuera una revelación, que no esperaba que lo hicieran. Knox era su comandante,
y aunque yo tenía poco o ningún poder sobre el ejército Blackcoat, era una figura de
importancia. Estábamos separados de ellos de la misma forma que los VI estaban
separados de los II, y algo sobre este pensamiento me hizo retorcerme.
Benjy tenía razón. Siempre habría líderes. Y esos líderes siempre estarían
apartados de alguna forma, incluso si era algo tan trivial como no ser invitados a jugar
a las cartas. No tenía duda que si pedía participar me dejarían, pero sería indeseada ahí.
Una amenaza, en alguna forma pequeña, a su diversión. Diferente, sin importar lo que
yo hice o dónde crecí. Era otra cosa más que esperar luego que la guerra terminara,
consideré amargamente: Una vida de exclusión por ninguna otra razón más que lo que
era y quién era.
—No me diste una respuesta clara —dije—. Y no me refiero a por qué lo haces
ahora. Eso es obvio. Quiero decir. —Le hice un gesto—. ¿Por qué comenzaste? ¿Qué te
hizo levantarte un día y tratar de derrocar al gobierno de los Estados Unidos?
—No fue tan fácil —dijo. Pero la sombra de una sonrisa volvió—. ¿Acaso fue así
para ti?
—Desperté en un cuerpo que no era el mío, viéndome como la portavoz de la
revolución —dije—. No tuve exactamente mucha elección.
—Sigues evitando contestarme —dije, cruzando los brazos. Me habían dado una
chaqueta de cuero de piloto para la misión y era la cosa más abrigadora que había vestido
en semanas—. Yo accedí porque creo en las mismas cosas de las que Lila hablaba.
Porque creo en lo que los Blackcoat están tratando de hacer. He vivido en lo más bajo,
y sé lo horrible que es… Sé lo injusta que la sociedad puede ser. Pero tú fuiste educado
con una cuchara de plata en la boca, e incluso si no fuera así, no tenías a los Blackcoat
en ese entonces para decir lo que realmente estaba pasando en tu cabeza. Así que… ¿Qué
te hizo poner en riesgo tu vida y la herencia de tu familia por un puñado de gente, que,
si hubieras querido, ni siquiera hubieras notado? Pudiste haber sido un ministro, como
tu padre. Pudiste vivir una vida cómoda en tu propia burbuja. Y eso es lo que no
entiendo… ¿Por qué no?
Knox cerró los ojos y se echó atrás. Varios segundos pasaron en silencio. Pensé
que no iba a contestar.
Él probablemente pensó que no me iba a contestar. Pero en voz baja, casi inaudible
sobre el sonido del motor, finalmente, habló.
—Tenía un hermano.
—¿Tenías? —Nunca, ni una sola vez, Knox me había mencionado que tenía un
hermano. No podía recordar que él hubiese hablado sobre nadie de su familia, excepto
su padre.
Asintió, abriendo los ojos una vez más. Sin embargo, rehusó mirarme, en su lugar
se fijó en sus manos. —Un hermano gemelo, en realidad. Mellizo. Todo estuvo bien
durante los primeros años, pero entonces comenzó a actuar extraño. O quizá siempre
había actuado extraño y era solo porque yo era diferente que mi madre lo notó tan
pronto.
—Silencioso. Miraba sus bloques por horas en vez de jugar con ellos. No hablaba
como yo. Siempre parecía estar un poco detrás. —Knox levantó los hombros—. No
recuerdo mucho los detalles, y mi madre rara vez hablaba de ello.
—¿Qué pasó con él? —dije, casi asustada de la respuesta de Knox. Pero quizá ese
era el punto.
—La mayor parte del tiempo, cuando hay déficit moderado en los niños, les dan
la oportunidad de hacer la prueba a los diecisiete de todas maneras —dijo Knox—. Pero
ya que mi padre estaba preocupado por la imagen de la familia, y ya que mi hermano
eventualmente dejó de comunicarse por completo, el proceso fue acelerado —Se aclaró
la garganta. Su expresión se volvió más angustiada—. Cuando teníamos seis años,
declararon que al mantenerlo con nosotros solo demorábamos lo inevitable. Y mientras
más pronto fuera, más fácil sería para mí. Así que se lo llevaron.
Lo miré con horror. Nunca me había encontrado con un I antes de llegar a Otro-
Sitio. En alguna parte de mi mente esperaba vegetales, sin rostro, comatosos que no
tenían consciencia de sí mismos ni del lugar. No gente real con vida real. No un niñito
que era demasiado callado para el gusto de su padre y que no jugaba con bloques de la
forma que se suponía que debía.
—Lo siento tanto, Knox —dije, suavemente, porque no había nada más que
decir. No podía imaginar ese nivel de dolor, ni para Knox ni para su madre. Y,
egoístamente, tampoco quería—. ¿Has... Has buscado sus registros en Otro-Sitio? Quizá
aún esté…
—Ni siquiera los hijos de los ministros son inmunes a las anomalías genéticas o
de desarrollo —dijo Knox—. No entendí por completo lo que estaba pasando. Aún
recuerdo mi confusión el día que se lo llevaron y me dijeron que nunca volvería. Mi
madre estaba destrozada. Nunca se recuperó, y ella… —Se aclaró la garganta de
nuevo—. En todo caso, ella es la razón que me trajo a este punto. Mi padre nunca volvió
a decir el nombre de mi hermano luego que se lo llevaran. Todas sus fotografías
desaparecieron y si hubieras conocido a mi familia después, nunca hubieras sabido que
debería haber uno más de nosotros. Pienso que él esperaba que yo me olvidara de mi
hermano.
—Quería la verdad, eso es todo —dije, sin saber qué decir. Algo dentro de mí se
sentía vacío, e instintivamente comencé a cruzar el espacio entre nosotros, necesitando
ofrecerle alguna forma de consuelo.
Pero él se removió incómodo y cruzó los brazos, escondiendo las manos. Dejé
caer las mías sobre mi regazo.
—Es sólo que... Nunca pude entender cómo tú y Celia y Lila podían arriesgar
todo cuando tenían todo por perder. No era así para mí.
No supe qué decir a eso. Él también debía haber sabido lo que tenía por perder.
Todos lo sabíamos y aun así todos escogimos hacer esto.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por confiar en mí. Sé que te he dado todas las razones para que no lo hagas.
—Sí, bueno, estamos en esto juntos —dijo con un suspiro—. Y ya que decidiste
quedarte, es lo menos que puedo hacer hasta que pruebes que ya no puedo hacerlo.
—No hagas promesas que no puedes cumplir, Kitty. Ambos sabemos que tú
eventualmente me desobedecerás directamente y harás algo monumentalmente estúpido
y, nuevamente, seré el que limpie el desastre.
—Exactamente.
Este era Knox, mi amigo, en el que yo confiaba, en el que creía. Y aquí, en medio
del cielo, con nada más que aire entre nosotros y el resto del mundo, estaba agradecida
de tener un poco de él nuevamente.
Me guio abajo por la rampa y a través del campo de nieve, en dirección a un carro
negro que esperaba. Miré por encima del hombro para ver a los soldados rodeando el
avión con sus armas listas, como si hubiera batallones de agentes del gobierno esperando
que nosotros aterrizáramos en este preciso lugar. Al menos estaban tomando su misión
en serio.
—Pensaron que irían con nosotros a la ciudad —dije cuando me subí en el asiento
del pasajero. Knox se sentó al volante y giró la llave que estaba en el encendido.
—Strand y Benjy y el resto de ellos no nos hubieran dejado venir si supieran que
solo éramos los dos —dijo Knox, mientras el motor rugía—. Ambos somos demasiado
importantes para ir a algún lugar sin un equipo de seguridad siguiéndonos.
—Lo que no saben no los hiere. Y la única forma de hacer esto rápida y
eficientemente es que solo esté el personal necesario —dijo Knox.
—Nosotros.
—Hice una llamada antes de salir. Celia restauró las comunicaciones antes de
tomar Somerset, y Sampson lo dejó aquí para nosotros. Nadie más que él sabe que
venimos. —Knox presionó el acelerador y avanzamos por el camino de tierra—. ¿Dónde
escondiste el archivo, Kitty?¿Tienes que acceder a las ventilas para obtenerlo?
—Me parece justo —dijo él con un suspiro, y supe que el Knox endurecido y
exasperado había vuelto, enterrando la vulnerabilidad tan profundamente en su interior
que dudé si realmente existía.
—¿Es ese el plan a seguir? —dije luego de un minuto—. ¿Fingir una muerte?
Me encogí de hombros.
—Cierto. —Se permitió una sonrisa—. Quizá sí tengas un punto después de todo.
—Toma. —Me pasó un gorro negro tejido y lentes de sol—. No son el mejor
disfraz pero sólo necesitamos entrar en ese callejón.
—Tu cara es tan familiar como la mía —dije mientras me los ponía.
Se encogió de hombros.
Eso era lo más ominoso que podía ponerse, pero la entrada al túnel que llevaba
bajo Somerset no estaba lejos. Cinco metros máximo, enterrado en el callejón tras una
puerta oxidada que ningún V o VI que se respetara hubiera tocado. Por lo que yo sabía,
no había cámaras en el callejón… no podría haberlas, no cuando ese túnel había estado
sin descubrir por tanto tiempo.
Salimos del auto a una lluvia nublada y cuando me ofreció su codo, lo tomé. No
era muy diferente a la primera vez que caminamos juntos por la ciudad. Poco después
de un bombardeo que había puesto a la familia Hart en encierro. En vez de
comportarnos, nos habíamos escabullido para pasar una noche en el club… o al menos
era lo que yo pensaba. En cambio, Knox había tratado de negociar una adquisición de
armas.
Y esa fue la primera vez que noté que había mucho más en él que la fachada de
un malcriado hijo de ministro que mostraba al mundo.
—Solo quieres que yo reciba la bala en tu lugar —dije, pero me metí de todas
maneras. Me acordaba exactamente cuántos peldaños llevaban al fondo y conté en mi
cabeza mientras Knox cerraba la puerta, dejándonos en absoluta oscuridad.
—Alguien se llevó la linterna —dijo, sus pesados pasos siguieron los míos.
—No puedo creer que dejaron esto sin vigilancia —dije unos sesenta metros
después. Era extraño caminar en la completa oscuridad, sin saber con seguridad si
terminaría. En contra de mi mejor juicio, estiré la mano hacia atrás y agarré lo primero
que encontré de Knox: su manga.
—Lo sabremos cuando lleguemos a Somerset —musitó, quitando mi agarre de
su chaqueta y en cambio tomándome la mano. Su piel era tibia y áspera. Y a pesar de la
tensión en su voz, entrelazó suavemente sus dedos con los míos—. Si son inteligentes,
tendrán guardias apostados en esa entrada, y sabrán que vendríamos. Si los escuderos
trataran de infiltrarse por aquí sería como dispararle a peces en un barril.
—¿Por qué querrías dispararle a peces en un barril? Esa metáfora no tiene sentido.
—¿Oíste eso?
—¿Oír qué? —pregunté—. Si hay alguien al final del túnel les diremos quiénes
somos y…
—No es necesario, Kitty. —Una voz de mujer sonó a solo treinta centímetros de
mí, y sentí el chasquido de una pistola justo detrás.
abían pasado meses desde que la había visto cara a cara, pero habría
reconocido la voz de Celia Hart en cualquier lugar. Incluso bajo tierra en un
túnel negro, con mi corazón acelerado y la adrenalina corriendo por mi cuerpo
como si estuviera en una carrera, podía imaginarla en mi cabeza, tan claro como
cualquier cosa. Cabello oscuro muy diferente al de su hija, ojos azules, la piel de
porcelana Hart; alta y atlética, con una mandíbula fuerte, una marca de belleza bajo su
ojo izquierdo, y una mirada de desdén para cualquiera que se atreviera a meterse en su
camino.
—Sí, lo es. Y quita la mano de tu arma —respondió ella—. Hay otro soldado tras
de ti, listo para apretar el gatillo si quisieras desenfundarla.
Noté que ella debía estar usando gafas de visión nocturna. No era de extrañar
que hubiera sido capaz de acercarse sigilosamente a nosotros sin que ninguno lo notara.
Ahora que sabía que ella estaba aquí, podía oler su champú y sentir el calor de su cuerpo
en el aire frío.
—No somos el enemigo, Celia —dijo Knox—. No hay razón para esto.
—Hay muchas razones para esto cuando he tenido que apuñalar a mi hermano
falso en el corazón y colgarlo del cuello, solo para descubrir que no era mi hermano falso
después de todo. —Dio un empujón a la parte baja de mi espalda con la pistola—.
Comienza a caminar, Kitty.
Tropecé hacia adelante en la oscuridad, sin soltarme de la mano de Knox. —
¿Crees que estamos enmascarados?
—Si de verdad son quien dicen ser, no me dijeron que vendrían —respondió
ella—. No dieron indicaciones de que tenían deseos de visitar D.C. Y considerando que
tenemos una fuerte tradición familiar de forzar personas a que luzcan como nosotros por
dinero, rango, o supuesto patriotismo, sí, creo que hay una gran posibilidad de que el
impostor pudiera tomarse esta clase de molestias.
Había cientos de cosas que podría haber dicho para probarle que sí era quien
decía ser; habíamos tenido suficientes conversaciones privadas para que no fuera difícil
sacar cualquier pequeño recuerdo que solo nosotras tuviéramos. Pero Knox podría haber
hecho lo mismo, y aun así no lo hizo. Así que por ahora, me quedé callada.
—¿Cómo sabemos que eres quien realmente dices ser? —preguntó Knox—. La
Celia que conozco nunca apuntaría un arma a mi cabeza.
—No te estoy apuntando con mi arma. Estoy apuntando a Kitty —dijo ella—.
Goulding está apuntándote a ti.
—Bien —gruñó una voz baja detrás de nosotros—. Dará a luz un día de estos.
—¿Y todavía haces que el pobre hombre trabaje, Celia? —Había un tono
despreocupado en su voz, del tipo que debía relajar a todos. Lo había oído antes, cuando
trataba de calmarme o ganarse mi simpatía, y creí que ya era inmune a él. Pero incluso
con Celia enterrando el cañón de su arma en mi chaqueta, no pude evitar respirar un
poco más tranquila. Lo que sea que pasara, lo resolveríamos pronto.
El túnel era largo; casi kilómetro y medio, si había estimado correctamente, pero
en la oscuridad se sentía tres veces más largo. Finalmente, Celia me advirtió sobre la
próxima escalera, y subí dos escalones a la vez, ansiosa de recuperar mi visión de nuevo.
Como Knox había predicho, un par de guardias estaban parados esperando en la
entrada secreta —no tan secreta ahora, supuse— a Somerset. Solo los vi cuando uno
abrió la puerta, y la luz inundó el túnel. A pesar de que era apenas más brillante que una
vela, entrecerré los ojos.
—Sé que eres tú —dijo ella—. No eres tan misteriosa como piensas. Knox, tú
vendrás conmigo.
—Lástima. Una vez que te interrogue, tendrás todas las oportunidades para
relajarte —dijo ella—. Asumo que por eso viniste, después de todo. Para discutir sobre
el territorio que ganó mi equipo anoche.
—Todos somos parte del mismo equipo —se quejó y luego me miró—. ¿Te
parece bien esto?
—No necesito una niñera, Knox —dije con irritación. Además, eso me daría
tiempo para recuperar el archivo mientras Celia estaba distraída. No era lo que habíamos
planeado, pero tampoco era la primera vez que teníamos que improvisar.
De mala gana, Knox siguió a Celia a través de otro pasaje, uno que nunca había
llegado a explorar. Había estado a mi aire en Somerset, y cualquier pasadizo que Knox
conociera, en ese tiempo, había sido prácticamente inservible para mí. Pero debía haber
sido útil para los Blackcoat; mientras subíamos las escaleras y atravesábamos el ático
que crujía, nos encontramos con cuatro miembros más de la rebelión, y cada uno me
ofreció una pequeña sonrisa y un saludo.
—Baja —dijo Goulding mientras abría la trampilla. Bajé hacia el antiguo armario
de Knox. Arrugué la nariz al sentir el olor a ropa sucia. En la estancia de su habitación,
me dejé caer en el sofá de cuero, me quité las botas y estiré las piernas como si tuviera
toda la intención de tomar una profunda y larga siesta. Goulding, sin embargo, se quedó
cerca de la puerta, rígido como un soldado entrenado. Aparentemente no era la única
que se iba a quedar aquí durante la tarde.
—Felicitaciones —dije con una sonrisa genuina. Era discordante oír que las vidas
de otras personas continuaban casi igual que antes de la rebelión; incluso para los
Blackcoat, pero era obvio que sería así. El mundo no se detendría solo porque yo había
sido enmascarada y arrojada a Otro-Sitio. Al menos no todo era muerte y oscuridad. Sin
embargo, la expresión de Goulding no cambió, y me recosté, muy asustada de quedarme
dormida como para cerrar los ojos. Si él se iba a quedar, entonces tenía que encontrar
una forma de salir de aquí, rápido.
—¿Sabes durante cuánto tiempo hablará Celia con Knox? —pregunté como si
nada, y Goulding negó con la cabeza—. ¿Puedo caminar por ahí o debo quedarme en
esta habitación?
Era una decisión que mejor dejaba para otro momento, cuando la guerra no
dependiera de que sobrepasara a Goulding y recuperara el archivo. Finalmente me
acurruqué de costado, de espaldas a él, y forcé mi respiración a quedarse estable,
esperando que si pensaba que estaba dormida, se iría. No tuve tanta suerte. Pero no
podía quedarse vigilándome indefinidamente. Eventualmente tendría que usar el baño,
o su turno terminaría, y se iría a casa con su esposa y el bebé aún por nacer. Nada duraba
para siempre, aunque cuando él se movió, se sintió como si hubieran pasado horas.
De repente una sirena comenzó a sonar, salté del sofá y me puse las botas, el
miedo me recorrió todo el cuerpo. —¿Qué diablos está pasando?
—Tiene que venir conmigo —dijo Goulding, y cruzó el cuarto antes que pudiera
amarrarme los cordones. Me tomó del codo y medio guiándome, medio arrastrándome
hasta la puerta, la abrió.
—Tienes que decirme qué está pasando —dije, tratando de hacer que soltara mi
brazo. Su agarre se hizo más fuerte y nos lanzó por el pasillo hacia la escalera.
Grité el nombre de Goulding mientras corría, pero si tenía alguna voz, el sonido
en mis oídos la ahogó. Cuando llegué a la puerta de Knox, la empujé y di la vuelta, lista
para agarrar a Goulding y meterlo.
Pero no estaba ahí. No estaba en ningún lugar y el techo del corredor se había
derrumbado por completo, dejando una montaña de escombros quemados justo donde
Goulding había estado.
Mi estómago dio un vuelco por el shock, miedo y lástima por su pobre esposa y
el bebé, pero no había tiempo para vomitar. En cambio, entré corriendo a la habitación
de Knox y trepé a la ventila, con el pulso acelerado, las manos sudorosas y el pie
palpitando. En cualquier segundo, otra bomba podría caer y matarme instantáneamente
y nadie lo sabría hasta que encontraran mi cuerpo días, semanas o meses después. Pero
tenía que obtener el archivo. El resultado de la guerra dependía de ello.
Por fin, mis dedos tocaron el borde de una carpeta y con esfuerzo, logré sacarla
de su escondite. La abrí y rápidamente miré dentro de ella. No podía leer los documentos
oficiales, pero todos parecían estar ahí, junto con una foto de Víctor Mercer. Nadie la
había encontrado. Nadie había robado la información crucial que necesitaríamos para
exponerlo, finalmente teníamos una oportunidad de ganar esta guerra.
Los gritos se alzaron justo fuera de la habitación, y me agaché con la carpeta
pegada a mi pecho. Mi audición todavía era cuestionable, pero podía entender las
palabras sobre el zumbido.
Silenciosamente esperaba que Knox hubiera podido escapar. Pelear era inútil.
Solo haría que más gente fuera asesinada, pero Celia era demasiado terca para ceder.
Pelearía a muerte, estaba segura de ello. Solo rezaba para que no se llevara a Knox con
ella.
El tiempo hizo esa cosa graciosa de nuevo. Quizá era la adrenalina y el miedo, o
quizá me golpeé la cabeza y no me había dado cuenta.
De alguna manera, un milagro entre los milagros, Knox estaba ahí, me rodeó con
los brazos con fuerza y me ayudó a llegar al piso. Tenía polvo por toda la cara y había
un pequeño corte bajo su ojo, pero estaba aquí. Estaba bien. —¿Qué sucedió, Kitty?
—Goulding… Goulding está muerto y hay soldados armados que vienen hacia
aquí —dije con los dientes apretados. Podía sentir el borde de un hueso a punto de
romper mi piel, tratando de salir—. Tengo el archivo.
—Me imaginé que estabas allí —dijo Knox, pero no pudo ocultar el alivio que
sentía—. Te sacaré de aquí.
Los gritos se hicieron más fuertes y la ira pulsó en mi interior. —Están a segundos
de entrar aquí. Si tú fueras quien no puede caminar, me harías hacer exactamente lo
mismo. Necesitas sacar este archivo de aquí. Toda la rebelión depende de él.
—Me matarán si estoy armada. Desarmada, hay una posibilidad de que no. —
Alguien golpeó la puerta de Lila y yo hice una mueca—. Solo puedo conseguirte un
poco de tiempo, Knox. Vete.
Me tocó la mejilla sin palabras, sus ojos brillaban mientras me sostenía la mirada
por un segundo infinito. —Eres única, Kitty —dijo con voz ronca—. Donde sea que te
lleven, te encontraré.
Hice una pequeña inclinación de cabeza, mi garganta muy cerrada para hablar.
Pero no importaba… no me dio tiempo para responder. Un momento estaba ahí y al
siguiente se había ido. Y durante tres segundos, estuve sola.
Uno de los hombres caminó hacia mí. —La doble está aquí —dijo a su manga
antes de agarrar mis manos y atármelas a la espalda. Esposas de metal se apretaron
alrededor de mis muñecas e hice una mueca.
—Mi pie… mi pie está fracturado. No puedo caminar.
—¿Kitty?
Una voz familiar me habló. No quería moverme. Todo se sentía pesado y lento,
y hubiera dado lo que fuera para volver a quedarme dormida y no tener que preocuparme
por nada nunca más.
Enojada, abrí los ojos. Paredes blancas y molduras de techo. Olor a antiséptico.
La luz del sol que entraba por una ventana detrás de mí, mientras estaba acostada en
una cama demasiado cómoda para pertenecer a un hospital.
La Fortaleza.
Todo lo que ocurrió en Somerset pasó por mi mente, como si todo hubiera estado
esperando a que me estrellara contra la realidad. Así que los soldados me mantuvieron
con vida después de todo. Y ahora estaba aquí, en la Fortaleza, la casa más ferozmente
protegida que tenían los Hart. Quedaba en algún lugar de las Montañas Rocallosas,
rodeada por todos lados por picos nevados. Lo sabía porque intenté irme una vez, y
descubrí que la única manera de salir de aquí era por aire. No había forma de que los
Blackcoat pudieran iniciar un ataque aquí y ganar, no cuando la Fortaleza estaba tan
bien fortificada.
Al final, giré la cabeza. Greyson Hart, el único hijo vivo de Daxton Hart, estaba
parado al lado de mi cama. Su cabello rubio le cayó en el rostro, y se lo acomodó,
ofreciéndome una pequeña sonrisa.
—Te quité los sedantes y los analgésicos —dijo él en disculpa, pero no conseguí
que me importara—. Puedo reiniciarlos, si quieres.
Ella no tenía idea de lo que era el infierno en realidad, pero controlé mi lengua.
Ellos eran los únicos dos aliados que encontraría aquí, y no podía permitirme alejarlos.
Cerré los ojos otra vez, con la inútil esperanza de que si no lo veía, desaparecería.
De todas formas, no tenía sentido, podía escuchar sus pasos en la alfombra mientras se
acercaba a mi cama.
Daxton hizo un sonido evasivo. —Y aun así aquí estamos, con casi todo el país
de mi lado. Buenos días, Kitty.
Así que era por la misma razón por la que Knox no había querido que Celia
matara a Víctor. Era asombroso pensar que mi muerte podría haber tenido ese nivel de
impacto; aún podría, si el futuro sombrío que me imaginaba llegara a suceder. Pero,
egoístamente, prefería estar viva.
—Todavía podría matarla. —Daxton me miró con sus oscuros ojos, pasándolos
por mi cuerpo de arriba abajo. Le devolví la mirada—. Nadie tendría que enterarse.
—Nosotros sí —dijo Lila—. Y la próxima vez que me pongas al aire, le diría a
todo el país.
—¿Y ver a Greyson morir delante de ti? Querida, no seas tonta. —Daxton sonrió
y alejó su mirada de mí, y sentí como si un puño hubiera revuelto mis entrañas. Entonces
así era como lo estaba haciendo. Así era como había comprado la cooperación de Lila.
Y yo no dudaba por un segundo que en realidad estuviera lo suficientemente loco para
matar a Greyson, solo para probarle un punto a Lila
Daxton me analizó por un largo rato, mirándome fijamente. Una sola mirada de
él era suficiente para ponerme los pelos de punta; su mirada lasciva hacía que sintiera
que necesitaba bañarme por el resto de mi vida, sin importar lo larga o corta que fuera.
—Bueno, no cabe duda que llevan la ventaja, ¿no? —Sonrió, pero no había ni
humor ni nada bueno en su sonrisa—. Deja que divulguen el archivo. Su campaña ya
ha fallado. Mi equipo fácilmente puede refutar sus mentiras y calumnias, y el único
clamor del público que conseguirán es el de inconformes ya en el margen de la sociedad.
Todos los demás están bastante satisfechos con sus posiciones en todo esto, y me atrevo
a decir que valoran más un estómago lleno que tu estilo particular de justicia.
—Los dejo a los tres, entonces —dijo—. Deben servir el almuerzo en breve.
Hazte un favor y come, Kitty. Te ves demasiado delgada.
—Algo se nos ocurrirá —dije, tragando fuerte. Tenía la boca seca, y ni siquiera
toda el agua del mundo podría remediarlo—. ¿Saben… saben si también capturaron a
Knox?
Lila sacudió la cabeza e hizo un ademán hacia el televisor sin sonido que estaba
encendido en el fondo. Se reprodujo una cinta de grabación desde Somerset, en la que
los escuderos derribaban a algunos Blackcoat, y por un breve segundo creí haber visto
mi cabello rubio colgando sobre el hombro de un soldado.
—Solo a ti. Mamá también escapó. Han estado leyendo una lista de muertos en
las noticias… Blackcoat. Más de veinte. Están intentando avergonzar a las familias para
hacerlas dóciles, en caso de que algunas de ellas también sean simpatizantes.
—La vergüenza no causa simpatía. Solo están avivando el fuego y haciendo que
más gente se ponga en contra de ellos. —También lo haría el contenido del archivo—.
Lo que sea que Daxton diga, no le crean. Está perdiendo apoyo. Los medios… solo
están esparciendo las mentiras que él quiere que oigan. Son poco fiables.
—Lo sabemos —dijo Greyson—. El problema es que la mayor parte del país no
lo sabe.
—Se darán cuenta —dije—. Mientras más Blackcoat se manifiesten, más tendrán
que escuchar.
—Benjy sabe dar un discurso —dije, con los dedos entrelazados firmemente—.
No sé por qué no es él quien está frente a la cámara.
Lila se calló, de una vez por todas, y los tres seguimos viendo la televisión. Una
vez que Knox terminó de leer la lista, dijo tranquilamente: —A todos los amigos y
familias de los que perdimos en la batalla de Somerset… de verdad lo lamento. Su
sacrificio no será olvidado y sus nombres no se perderán en el tiempo. Serán recordados.
Knox hizo una pausa y miró fijamente hacia la cámara, y a pesar del hecho de
que no tenía manera de saber que yo estaba viendo, se sintió como si estuviera
mirándome a mí directamente. Algo serpenteó dentro de mí, y tomé una respiración
profunda, soltándola lentamente.
—No seas idiota —dijo Lila—. La abuela hizo lo que quiso, y que al resto de
nosotros nos llevara el diablo.
—¿Y entonces qué? —intervine cansinamente, porque por una vez, estaba de
acuerdo con Lila—. ¿El país hubiera sido un mejor lugar?
—Yo… —Greyson tragó duramente—. Quiero decir que sí, pero no lo sé.
—Yo sí. —Le dediqué una sonrisita—. Augusta te hubiera tenido bajo su
influencia por tanto tiempo que para cuando ella muriera, ya no habrías sabido lo que
era mejor. Esta es la manera en la que tenía que pasar. Se puso en marcha mucho antes
de que Víctor Mercer fuera enmascarado como Daxton. Si estuvieras gobernando el país
en vez de él, hubieras sido el que tuviera un blanco en la espalda.
La boca de Lila se abrió. —Los Blackcoat nunca hubieran lastimado a Greyson…
—Ustedes hubieran ido tras Augusta —acordé—. Y estoy segura de que Greyson
hubiera estado mucho más dispuesto a comprometerse. Pero hay una razón por la que
no podemos asesinar a Daxton y acabar con esto. El ejército, los escuderos, los ministros
de la Unión; los componentes esenciales del país todavía existirían sin él, y ese es el
problema.
Sus palabras me sorprendieron. Me di cuenta de que esta era la primera vez que
estábamos cara a cara desde que descubrí que el Daxton Hart real fue mi padre biológico.
Greyson debió haber escuchado mi discurso. Busqué en su expresión alguna señal de
disgusto o sarcasmo, pero solo vi feroz determinación. Me creyó. Así, sin ninguna
prueba real aparte del color de mis ojos, confiaba en mí lo suficiente para aceptarme
como su propia carne y sangre.
—Entonces hallaremos la manera de salir de esto juntos —dije con una sonrisa
en el rostro. Fue breve, pero genuina—. Somos tres y él es uno, y no es ni siquiera la
mitad de inteligente que cree que es. Debe haber algo en lo que no estamos pensando.
—Desde el día que te rendiste —dije sin malicia. Debí haberme ofendido, pero
era una pregunta válida. Greyson era un genio que inventaba cosas con las que yo ni
siquiera podría soñar, y Lila era quien tenía el don de palabra y las ocurrencias para cada
situación. Yo ni siquiera podía leer. Mi única cualidad que valía la pena es que el color
de mis ojos era igual al de los de ella.
—Los ministros de la Unión han convocado una reunión, y les gustaría que los
tres estuvieran presentes —dijo el segundo guardia. Le quité las muletas a Greyson y me
paré, tambaleándome mientras me apoyaba en ellas. Las había usado para una torcedura
de tobillo, pero eso había sido años atrás.
Daxton me quería para algo. Me mantuvo con vida por una razón, y cualquiera
que fuera esa razón, quería que me viera como la mejor versión de mí —o lo que
aparentaba ser yo— dentro de lo posible. Supongo que no le hubiera favorecido mucho
que la doble de Lila se viera como un desastre en televisión nacional. Mostraba malos
tratos por parte del gobierno, y como las simpatías por Lila eran aún tan fuertes, tenía
sentido que quisiera que me viera como si no hubiera pasado semanas en el peor lugar
de la ciudad.
Había conocido a la mayoría en una que otra fiesta durante mi tiempo como Lila,
e intenté recordar sus nombres. El ministro Bradley se inmiscuyó demasiadas veces en
mi vida como para que pudiera olvidar alguna vez sus ojos errantes y su bigote retorcido.
Había visto desde lejos al ministro Creed, el padre de Knox, pero nunca lo había
conocido oficialmente; lo que, retrospectivamente, era extraño, considerando que se
suponía que yo fuera la prometida de su hijo. Recordé lo que Knox me había dicho sobre
su hermano gemelo, y cualquier conexión que hubiera podido sentir hacia el señor
Creed, se esfumó.
—Lo siento, ¿llego tarde? —dijo Daxton de forma ágil, tomó asiento presidiendo
la mesa. Sus escoltas se pararon a sus lados, ambos con las manos en sus armas—. Mis
más sinceras disculpas, caballeros. Tenía algunas llamadas que hacer. Ahora, ¿cuál
parece ser el problema?
Daxton se rio por lo bajo, y el sonido envió un pavor gélido por mi columna. —
Si vamos a hablar sobre conveniencia, discutamos el hecho de que tu hijo es el que está
detrás de este asunto con los Blackcoat. Si nuestras sospechas deben recaer en uno de
los nuestros, pareces un candidato mucho más probable que yo, ministro Creed.
—En contra de ti —lo corrigió Creed. Daxton estrechó los ojos, y uno de los
guardias se removió.
—Créanme, si ellos me liquidan, se asegurarán de que ustedes caigan conmigo
—dijo—. Si quieren continuar disfrutando de su estilo de vida actual, les recomiendo
altamente ignorar su ficción y apoyarme.
—Hay una manera simple de decidir esto de una vez por todas, ¿no? —dijo
Bradley, encogiéndose de hombros, sin molestar en pararse mientras acariciaba su
bigote—. La chica dijo que sintió una V en tu nuca. Una de ustedes, ¿verdad? —Nos
miró a Lila y a mí.
—Sería la manera más fácil de resolver esta… disputa —dijo Bradley con un
encogimiento de hombros, como si no le importara el resultado. Mientras lograra
mantener su trabajo, supuse que probablemente no le importaba.
—¿Y qué harán si de verdad se dan cuenta que soy este personaje Víctor Mercer,
como ellos afirman? —dijo.
Todos los ministros miraban fijamente a Daxton. Tal vez no fueran tan
influyentes como lo era él individualmente, pero juntos formaban la entidad más
poderosa de nuestro país. Fruncí el ceño. No podía ser así de sencillo. Después de todo
lo que los Blackcoat habían arriesgado—no podía ser tan simple como que los ministros
de la Unión lo despojaran del poder. Miré a Greyson. Era el siguiente en la línea de
sucesión para el título de primer ministro. Si lo nombraran a él en lugar de Daxton, esta
guerra se terminaría al atardecer.
—Muy bien, entonces —dijo Daxton lentamente—. Supongo que me han dejado
sin opción. —Se levantó y caminó por un lado de la mesa—. Creed, si quisieras hacer
los honores…
Pum.
En el instante que los dedos de Creed pasaron por la nuca de Daxton, resonó un
disparo, y Creed se dobló. Yo me tiré al suelo, y el miedo puro me recorrió y tomó el
control de cada instinto y deseo que tenía. Lila chilló, y mientras Greyson se tiraba
encima de ella, los otros ministros gritaron, la mitad de ellos agachados debajo de la
mesa.
Pum. Pum.
Creed cayó, e incluso desde la distancia, pude ver el charco de sangre que salía
de su cabeza y torso. Varios de los otros ministros se levantaron de sus sillas y se
dirigieron a la puerta, pero una docena más de guardias entró en la sala, bloqueándoles
la salida y sacando sus armas.
Me guiñó un ojo, y agarré firmemente una de mis muletas. Knox me había dicho
casi lo mismo tan solo unas semanas antes.
Pum. Pum.
Daxton resopló. —Espero que este no sea el fin de nuestras buenas relaciones,
ministros. Ha sido un verdadero honor.
Desenrolló el papel y puso un bolígrafo pesado justo en el medio. Uno por uno,
los ministros se acercaron y, con manos temblorosas, firmaron la enmienda otorgándole
poder absoluto sobre el país a Daxton. No habría más ministros de la Unión para
supervisarlo; nadie que le dijera que no, nadie para detenerlo de hacer lo que sea que
quisiera, y al diablo con las consecuencias.
Esperó a que cada uno de los diez ministros que quedaban firmara el papel.
Entonces, agachándose, metió el dedo sin vida de Creed en el charco de sangre, y
también lo presionó contra el documento. Una vez que hubo repetido el proceso con
Ferras, encuadró los hombros y sonrió como un gato evaluando su presa. —Listo. Estoy
tan complacido de que estemos en completo acuerdo. —Enrolló el papel de nuevo y lo
metió en su bolsillo—. Ahora vengan, Greyson, Lila, Kitty, ya casi es la hora del
almuerzo. Estoy hambriento.
La idea de ir a cualquier lugar con ese monstruo asesino me hizo perder el apetito
que tenía, pero Greyson y Lila se levantaron, y los seguí de mala gana. Una docena de
guardias permanecieron en la sala —asumí que para mantener ahí a los ministros—
mientras que el par original se posicionó firmemente entre nosotros y Daxton. Para
hacer de escudos humanos, tal vez, pero a mí se me estaba haciendo muy difícil
mantener el paso, y Greyson y Lila se aferraban entre ellos con miedo.
—Disfrutas el pato, ¿no, Kitty? —Daxton me dijo por encima del hombro
mientras se dirigía al ascensor. Otro par de guardias se unieron a él, esta vez yendo a la
delantera—. No podía recordarlo. Si quieres, podemos hacer que el personal te haga
algo que te guste.
—El pato me gusta —dije secamente, aminorando el paso. Daxton y los guardias
no parecieron darse cuenta, pero Greyson sí. Soltó a Lila y llegó hasta donde yo cojeaba
lentamente, frunciendo el ceño con preocupación.
—Te deben doler los brazos. Cuando volvamos, me aseguraré de conseguirte una
silla de ruedas o…
—Una silla de ruedas estaría bien —dije, aunque no tenía intenciones de devolver
mis muletas. Cojeé unas cuantas veces más antes de detenerme por completo.
Entonces había estado en lo cierto: esa era la razón por la que había hecho que
me arreglaran y me prepararan. —¿Qué me vas a obligar a hacer? —pregunté, moviendo
en el plato un pedazo de patata. Hubiera preferido volver a tomar la comida podrida de
Otro-Sitio si eso significaba que no tenía que sentarme a su lado.
—Oh, ya sabes, nada demasiado complicado. Después de todo, has pasado por
unos días difíciles. —Se sirvió otro pedazo de pato—. Te dirigirás a la gente esta noche
después de la cena para enseñarles que estás viva y a salvo, ya sabes, lo habitual.
Quería que anulara toda la simpatía que hubiera creado el anuncio de Knox. Era
el primer movimiento inteligente que había hecho en años.
—¿Qué te gustaría? —dijo, jovial. Miré a Greyson y a Lila al otro lado de la mesa.
Ninguno de ellos me había dicho una palabra, pero se habían susurrado el uno al otro
varias veces. Al parecer esto no era inusual, porque a Daxton no parecía importarle.
—Solo necesitas una portavoz, ¿verdad? —dije—. Y es posible que la gente adore
a Lila, pero yo soy la que ha estado trabajando con los Blackcoat. Con todas esas…
declaraciones sobre quién eres, la palabra de Lila no significará mucho. Pero la mía, ya
que soy la que te ha acusado para empezar… La mía es oro.
—Quiero que liberes a Lila y a Greyson —corregí—. Hazlo y diré todo lo que
quieras.
—No —dijo Greyson. Su voz era apenas más fuerte que un susurro, pero su tono
era firme. Dejó el tenedor en la mesa—. Lila y yo continuaremos cooperando siempre y
cuando liberes a Kitty. Está herida, no podrá regresar a Otro-Sitio y los Blackcoat están
al límite de la hambruna. No te supone ninguna amenaza.
La boca de Lila se crispó con un disgusto apenas disimulado. —Ella puede dar
tu discurso esta noche, pero queremos que esté en un helicóptero en dirección a D.C. a
media noche. Quieres probar al público que eres compasivo y que no quieres hacernos
daño, ¿qué mejor forma de hacerlo que dejarla libre? Y no solo eso, sino que le estarás
enviando un claro mensaje a los Blackcoat. No tienes miedo de ellos, especialmente de
una III de diecisiete años.
—Has planteado una buena cuestión, pero eso no me sorprende. Podrías vender
arena en el desierto, mi querida Lila —dijo con una sonrisa que, proveniente de
cualquier otra persona, habría sido cálida—. Ambas ofertas son tentadoras y ambas
tienen su mérito, pero olvidan que también podría conservarlos a todos.
Daxton soltó una carcajada y echó la cabeza hacia atrás de una forma poco digna,
que habría hecho que la remilgada y correcta Augusta frunciera el labio superior. —De
hecho, les diré una cosa. Aceptaré una de sus ofertas… después de la transmisión de Kitty,
siempre y cuando siga mi guion.
Ni Lila ni Greyson parecieron pensar que era más divertido de lo que yo misma
pensaba, pero mantuvimos la boca cerrada y, después de que acabara el almuerzo,
regresé a mi habitación. Resultó que los dos tenían aposentos en el mismo pasillo que
yo, pero no me invitaron a los suyos y yo no se los pedí. Quería escapar de la Fortaleza
y del control de Daxton más que nada, pero no podía hacerlo a expensas de la libertad
de ellos, y no lo haría.
Sin embargo, era ampliamente posible que no tuviera elección y pasé el resto de
la tarde con hielo en el pie y mirando los canales de noticias en busca de mensajes nuevos
de Knox o los Blackcoat. Traté de dormir, pero el nerviosismo revuelto en mi estómago
impidió que pudiera echar un sueño.
A pesar de mi cauto optimismo, sabía que la situación más probable sería que
Daxton se negara a respetar ningún trato y los tres permaneciéramos en la Fortaleza el
resto de la guerra. Tal vez encontraríamos una forma de escapar eventualmente, pero no
a tiempo de hacer gran cosa para ayudar con los esfuerzos actuales. Por ahora, solo
esperaba que la estupidez de Daxton de revelar el error de Celia nos trajera el apoyo que
necesitábamos, igual que Knox parecía pensar que ocurriría.
Alguien llamó a mi puerta poco antes de la cena. Logré vestirme con algo que no
fuera un pijama de franela, eligiendo algo de la media docena de conjuntos que colgaban
en el armario. —Adelante.
—Tengo algo para ti. —Me tendió una pequeña caja de terciopelo, del tipo que
normalmente contiene un anillo o un elegante par de pendientes. Lila tenía docenas de
ellas en Somerset—. Es un regalo de Navidad adelantado.
Ya no tenía ni idea de qué día era y mucho menos lo cerca que estábamos de
Navidad. Una semana, tal vez, pero no había forma de estar segura. —¿Qué es? —
pregunté, aceptando la caja y sopesándola en mi mano.
—Ábrela y lo verás.
Deshice el lazo. Greyson me había dado dos regalos: el primero, un collar que
servía como diferentes clases de ganzúas, había estado destinado a Lila. El segundo
había sido un marco que, cuando se pulsaba el botón derecho, revelaba una fotografía
de Benjy y de mí, la real, la última navidad que habíamos pasado juntos como nosotros
mismos. Ambos eran precisamente lo que necesitaba cada vez, aunque no lo hubiera
sabido en ese entonces.
Abrí la caja y descubrí un pequeño pendiente de plata que hacía juego con mi
collar. Era simple, la clase de cosa que pasa por un accesorio en lugar de destacar. No
era nada que llamara la atención, incluso si Daxton lo miraba directamente.
—Es precioso —dije, y lo era. Era una delicada pieza de joyería, con enredaderas
de plata envolviéndose para formar el pendiente—. ¿Cómo se supone que debo… eh…
ponérmelo?
—¿Te gusta?
—Son comunicadores. Cuando los active, las tres piezas se conectarán, sin
importar lo lejos que estén. Podrías estar en el otro extremo del país y te seguiría
escuchando.
Él rio entre dientes y, después del día que ambos habíamos tenido, fue un sonido
bienvenido. —Los gemelos son un poco diferentes. Vienen con una pieza que se desliza
en la parte interior de la oreja, justo en el cartílago. —Se dio la vuelta para mostrármelo
y dio un golpecito en la parte de su oreja que resaltaba—. Está aquí y no se caerá hasta
que yo decida quitarlo.
Traté de ver de lo que estaba hablando, pero fue en vano. —¿Quién tiene la
tercera? ¿Lila?
—Cuanto menos sepas, mejor —dijo—. Confía en mí, Kitty, funcionará. Y tanto
si te vas tú como si somos Lila y yo, tendremos una forma de comunicarnos.
Lo rodeé con los brazos, con el corazón henchido de gratitud y esa misma
aceptación que había sentido antes, cuando no hizo otra cosa que ayudarme con mis
muletas. Eso era realmente la familia. —Eres un genio.
—No lo soy. Solo veo las cosas de forma diferente, eso es todo. —Me
correspondió al abrazo incómodamente y pasó un momento antes de que dijera—:
Siento que no llegáramos a conocernos el uno al otro mientras crecíamos.
—Hay una gema en el costado —dijo con una sonrisa—. Lo único que tienes que
hacer es bajarla. Vuelve a subirla para encenderlo. Obviamente querrás tenerlo
encendido todo el tiempo posible, por si acaso, pero si necesitas tu privacidad… bueno,
no quiero darte ninguna razón para quitártelo.
Una segunda oportunidad con los Blackcoat. Parecía casi demasiado bueno para
ser real. Le di un suave empujón en el brazo. —No atraigas la mala suerte. Daxton
podría decidir no dejar que se vaya ninguno.
—Es posible —admitió y, por un momento, una sombra cruzó su rostro—. Hay
muchas cosas posibles, pero tanto Lila como tú han hecho buenas argumentaciones. Él
puede haber ganado algunas batallas, pero se dará cuenta pronto de que está perdiendo
la guerra. Si se echa para atrás, renegociaremos en un futuro cercano. De cualquier
forma, todos somos más inteligentes que él solo, y lo sabe. Ha sido un idiota por
mantenernos aquí a los tres indefinidamente y darnos la oportunidad de trabajar juntos.
—Es un idiota —dije—. Uno que cree que es un genio. Esos son los más
peligrosos.
—¿El Daxton real era así? —pregunté. Toda mi vida se me había transmitido la
imagen pública de Daxton Hart, un honorable hombre de familia que se preocupaba de
la gente y quería que todos nosotros tuviéramos éxito. No era más que propaganda, por
supuesto, pero después de conocer la versión de Daxton de Víctor Mercer, me picaba la
curiosidad, provocándome más preguntas de las que alguna vez tendrían respuesta.
Eso era algo que podía imaginar con demasiada facilidad. —¿Era violento?
—Usaba la violencia como una herramienta. Eso es lo que Víctor hace mal —
dijo Greyson—. Usa la violencia por placer. No es lo mismo. Nunca ha sido lo mismo,
y la abuela tendría que haberlo sabido. Creo que por eso lo mantenía tan a raya.
—Espero que tengas razón —dijo Greyson con un atisbo de sonrisa y le rodeé los
dedos con los míos.
Durante la cena, Daxton no dejó de hablar una y otra vez de lo contento que
estaba con la recepción del público de la noticia de que había disuelto a los Ministros de
la Unión. Era cierto que los ministros se habían llevado la peor parte de la desaprobación
del público por varias de las leyes que habían aprobado, pero eran leyes que, aunque
Daxton no las hubiera ideado, definitivamente las había apoyado. Yo escuché en
silencio, dejándolo divagar. Habría sido fácil mencionar el hecho de que él controlaba
los medios de comunicación y que, debido a eso, todo lo que dijeran estaba inclinado a
su favor, pero no quería hacer ni decir nada que descompusiera su buen humor.
Al menos, cuando hubo acabado la cena, bajamos un nivel a lo que debía ser su
despacho. Estaba custodiado por dos soldados y una cerradura electrónica, y detrás de
las puertas dobles había una réplica exacta de su despacho de Somerset. Había estantes
alineados en las paredes, un gran escritorio de caoba contra el fondo de la estancia e
incluso había fuentes en la entrada y el retrato de la familia Hart colgado de la pared del
fondo. La única diferencia que podía ver era el hecho de que no había ningún conducto
de ventilación en la esquina que me garantizara el acceso. Hasta donde había podido
ver, las ventilas de la Fortaleza eran demasiado angostas para que cupiera en ellos un
niño pequeño, ni que decir un adulto.
Nos esperaba un pequeño equipo de filmación. Tomé asiento en un sofá pequeño
frente a una estantería. Mientras una mujer me maquillaba y me peinaba, Daxton me
leyó dos veces el corto discurso en voz alta y me hizo repetirlo una y otra vez para
asegurarse de que lo había memorizado. Nunca había podido leer, pero no fue hasta que
fui enmascarada como Lila que se convirtió en un problema real.
—Buena suerte —dijo Greyson y Lila me dedicó lo que ella debió pensar que era
una sonrisa de apoyo, pero que en su lugar pareció como si hubiera tomado un sorbo de
vinagre.
—Gracias —dije. El discurso era simple: debía decirle al mundo quién era,
probarlo enseñando el X en mi nuca que estaba oculta bajo mi pelo y decir sin ninguna
duda que mis acusaciones sobre la identidad de Daxton eran falsas. Daxton había escrito
él mismo el discurso y duraba unos cuarenta y cinco segundos a lo sumo.
Fácil.
Pero cuando las luces se encendieron y el productor empezó la cuenta atrás, miré
a Lila y a Greyson, que estaban de pie en un rincón juntos, y parte de mí, la parte
estúpida que era responsable de todos los desastres que había provocado en los últimos
cuatro meses, me gritó que no escuchara a Daxton, que dijera cualquier cosa que
ayudara a la rebelión, que hiciera algo para probar que merecía ser una Blackcoat.
La luz roja se encendió y contuve la respiración. Por segunda vez esta semana,
tenía la atención de todo el país. Podría haber sido valiente. Podría haber dicho cualquier
cosa. Podría haberle dado a los Blackcoat el empujón que necesitaban para ganar esto.
En lugar de eso, recité palabra por palabra exactamente lo que Daxton me había
dicho que dijera.
Había hecho todo lo que había podido por los Blackcoat, al contarle al país toda
mi historia hace unos días. Dependía de la gente decidir qué creer ahora, y si eso no era
lo suficientemente bueno para Lila, que así fuera. Yo era la única que tenía que vivir
conmigo misma después de que todo esto estuviera dicho y hecho, y no podía hacerlo
con la sangre de Lila o Greyson en las manos.
—Muy bien —dijo Daxton, aplaudiendo con deleite—. Eres toda una estrella,
Kitty. No lo había visto antes de toda esta desafortunada locura pero tú, querida… eres
algo especial.
—¿Eso significa que vas a conservarme y a dejar que Lila y Greyson se vayan?
—dije, y él se puso de pie y me tendió la mano. En contra de mi buen juicio, la acepté.
—Yo… —Abrí y cerré la boca. No podía decirle que no, no cuando saltaría hacia
la oportunidad de conservarnos a los tres, pero no pude obligarme a decirle que sí,
tampoco—. Valgo mi peso en oro, ¿recuerdas?
—Oh, pero qué distracción más deliciosa eres. —Recorrió mi mandíbula con los
nudillos—. Tu helicóptero sale a media noche. No llegues tarde. Te voy a echar
muchísimo de menos, Kitty.
—Tal vez volvamos a encontrarnos algún día —dije con dulzura. Mucha gente
merecía verlo desangrándose hasta morir, pero en mi egoísmo quería ser yo la que le
rajara la garganta. Daxton me dio una palmadita en la mejilla y se alejó al fin,
permitiéndome exhalar con aspereza y avanzar torpemente a por mis muletas.
Eso era todo. Fuera lo que fuera lo que Daxton planeara hacerme, tanto si
mantenía su palabra y me dejaba en D.C. o si me abandonaba en medio de la nada y
dejaba que los elementos se ocuparan de mí, no estaría ahí para proteger a Greyson y a
Lila. Sería volver al punto de partida para ellos y solo esperaba que todo lo que había
sucedido este día le diera a uno de ellos el valor para hacer lo que se debía hacer. Greyson
era inteligente: podía idear un plan infalible para matar a Daxton, o al menos tan
infalible como podía ser un plan de esas características. Y Lila era más valiente de lo que
ella pensaba que era: encontraría el valor para llevarlo a cabo.
Fuera lo que fuera lo que me ocurriera a mí, el juego ahora había cambiado. Los
Ministros de la Unión, el archivo… algo enorme había cambiado en esta guerra y
ninguno de nosotros podría entender el verdadero peso de lo que eso suponía hasta que
no lo viéramos a posteriori. Ahora no había vuelta atrás; ni para los Blackcoat, ni para
Daxton y definitivamente no para la gente.
—¿Crees que quiero ser la que se vaya? —pregunté, incrédula—. Daría cualquier
cosa para que Greyson y tú fueran los liberados. Ambos han pasado por demasiadas
cosas y Greyson especialmente… no merece esto.
—Oh, ¿y yo sí?
—¿Entonces qué quisiste decir? —dijo con rabia mientras se precipitaba por el
pasillo—. Porque cuanto más hablas, menos entiendo.
Apreté los dientes. Para ser alguien que parecía odiar a Daxton, realmente
parecía fiarse de su palabra. —Sabes que hay una clara posibilidad de que esto sea una
trampa, ¿verdad?
¿De verdad no lo entendía? —Y que es muy posible que mañana a esta ahora esté
muerta.
—No te matará. Eso les daría a los Blackcoat la mártir que necesitan para
conseguir el apoyo del país. —Rodó los ojos—. Además, eres la gran Kitty Doe, con
siete jodidas vidas. No sabes morir.
—Nadie es inmortal. Ni yo, ni tú, ni Daxton… ni nadie. —Me pasé los dedos por
el pelo, frustrada. Ella no lo entendía y no sabía cómo hacer que lo comprendiera—. No
importa si el hecho de matarme sería una estupidez. Hace tiempo que ha cruzado la
línea de lo racional. Si eso es lo que quiere hacer, entonces ten por seguro que lo hará.
—Merecerá la pena con tal de salir de este agujero infernal. —Lila golpeó un
jarrón que contenía rosas frescas. Este se estrelló contra el suelo, se hizo añicos y salpicó
agua y rosas por todas partes. Me aparté cojeando rápidamente.
—¿Crees que esto es el infierno? Tienes una cama caliente en la que dormir,
comida que comer, ropa para vestir, no tienes que sujetar corazones humanos cada día…
—Por supuesto que lo aprecio —dije, abriéndome camino con cautela alrededor
de los fragmentos del jarrón—. Aunque eso no hace que sea más seguro para mí. Y si
tanto quieres ir, entonces no tendrías que haber intentado hacer el trato, para empezar.
Daxton podría haberte dejado ir si no hubieras…
—Fue idea de Greyson, no mía. Créeme, habría estado más que feliz de tomar el
primer viaje fuera de aquí y jamás mirar hacia atrás. —Llegamos ante la puerta de mi
dormitorio y Lila la abrió para mí—. Cuando regreses, hazme un favor, ¿de acuerdo?
—No lo desperdicies. Dile a todo el mundo qué ha ocurrido con el ministro Creed
y el ministro Ferras. Diles que estamos siendo retenidos y usados los unos contra los
otros. Diles qué clase de monstruo es Víctor Mercer y no te muerdas la lengua. Si yo no
puedo conseguir su apoyo, entonces tendrás que hacerlo tú. Y hagas lo que hagas… —
Midió su mirada con la mía—. No te atrevas a dejar que Knox vuelva a ponerse delante
de una cámara.
Nos miramos la una a la otra y tomé una temblorosa bocanada de aire. —Si
sobrevivo el tiempo suficiente, lo haré.
Hice una mueca y desenvolví lentamente mi pie malo. —¿De qué demonios estás
hablando?
Ella resopló y fue hacia el congelador. Me lanzó una bolsa de hielo sin decir una
palabra. —Ya me has oído. Si eres demasiado gallina para ir, entonces lo haré yo.
—Pero… —La miré fijamente durante tanto tiempo que la palma de la mano se
me empezó a adormecer y rápidamente apreté la bolsa de hielo contra mi pie—. Daxton
sabrá que nos hemos cambiado. Lo usará como una excusa para matarnos a ambas.
—Tú tendrás que fingir ser yo durante cinco minutos —corregí—. Yo tendré que
ser tú el resto de la guerra, o de otra forma sabes que Daxton lo pagará con Greyson.
Ella se arrodilló junto al diván y tomó mi mano fría con la suya. —Entonces finge
ser yo. Por favor, Kitty. Podemos hacerlo, sé que podemos. Engañaste a mi propia madre
una vez. Es imposible que no seas capaz de engañar también a un megalómano.
El corazón me martilleaba y se me secó la boca. —No puedo. Sabes que no
puedo. ¿Y si te ocurre algo? ¿Y si te deja en medio de la nada? ¿Y si de verdad es una
trampa?
—Tengo el pie roto —dije al fin, pero incluso para mis oídos, sonaba patética—.
Y hay una X en mi nuca, ¿recuerdas? Ya no tengo rango. Nadie creerá que soy tú.
—No tienen que hacerlo, mientras crean que yo soy tú. —Lila se puso de pie y
fue hacia los aparadores y los armarios que llenaban la habitación blanca, y al momento
supe qué estaba haciendo. Este podría haber sido mi dormitorio por el momento, pero
también estaba más abastecido que cualquier habitación de hospital del país—. Podemos
hacerme una X y podemos darte analgésicos para el pie para que puedas caminar sobre
él.
—¿Qué? ¿Una cojera es tan importante para ti? Daxton no pide vernos mucho,
de todas formas, así que puedes quedarte aquí y dejar que sane.
—No lo harán —dijo Lila con firmeza—. Nadie está tan loco como para preferir
una X sobre un VII. Nadie.
—Excepto tú.
—Sí, bueno. —Se encogió de hombros—. Ya no quiero ser yo. Tú puedes ser yo,
eres buena siendo yo. Pero yo estoy harta. No me importa el riesgo. No me importa
dónde acabe. Solo quiero irme, Kitty. Quiero ser libre. Y si eso significa morir en medio
de la nada, entonces está bien. Prefiero morir ahí fuera mañana que morir aquí dentro
de cien años.
Fue el sentimiento tras sus palabras, profundo, firme y repleto de todo lo que
quería para sí misma en su propia vida, que tocó una fibra sensible dentro de mí, y
finalmente no tuve más opción que ceder. Porque conocía ese sentimiento. Había vivido
ese sentimiento todos los días de mi vida como Lila y si una de nosotras tenía la
oportunidad de escapar y empezar de nuevo, debía ser ella. Ella había sido Lila Hart
durante mucho más tiempo que yo, después de todo. Merecía un descanso. —De
acuerdo. Si estás segura de que esto es lo que realmente quieres.
—Lo sé —dijo con firmeza, pero no fue suficiente para calmar mis nervios—.
Esto es solo entre tú y yo.
—Si alguien puede, eres tú. —Apretó los labios y, por un momento, la culpa
cruzó su rostro—. No debería dejarlo.
—Lo entenderá —dije con amabilidad—. Sabrá lo difícil que lo has tenido y creo
que se alegrará de que al menos uno de ustedes consiga ser libre.
Lila asintió, un gesto errático que no pareció natural. —Es mi mejor amigo y es
la única familia real que me queda. Por favor, solo… asegúrate de que esté bien.
—Lo haré —prometí—. Sin importar qué. Pero, Lila… —Hice una pausa—. Sé
que nunca te he agradado, pero tú y yo también somos primas. Siempre me tendrás a
mí. Y tu madre te quiere. Y Knox. Tienes más gente en tu vida de la que crees y cuando
esta guerra haya terminado, conseguiremos ser una familia normal, sin puñaladas
traperas, ni conspiraciones, ni asesinatos. Solo familia.
Ella sacudió la cabeza con una sonrisa triste. —Tal vez, pero nunca seremos
normales.
—Probablemente no —asentí—. Pero podría ser divertido intentarlo.
—Finge estar enfadada con él por hacer el trato —dijo—. Si lo logras, no notará
ninguna otra diferencia. No inmediatamente, al menos.
—Qué, ¿te refieres a sonar como si me hubiera criado en los barrios bajos y nunca
en mi vida hubiera leído un libro? —dijo, con una imitación perfecta de mi voz y
dialecto.
—Eres horrible —dije, y ella se encogió de hombros y sacó una aguja de uno de
los armarios.
—Ya lo sabes desde hace meses. Ahora aguanta; esto es como un pellizco.
Cuando faltaban quince minutos para la media noche, bajamos juntas por el
pasillo. Lila cojeaba con mis muletas, con mi escayola en el pie y mi mohín en los labios.
Mientras tanto, yo caminaba a su lado, con el pie casi insensible. Pagaría por esto
cuando los analgésicos dejaran de hacer efecto, pero por ahora, el plan de Lila estaba
funcionando.
Al menos una de las dos estaba segura y sentí alivio por ello. Permanecimos en
silencio durante la subida a la azotea y cuando las puertas se abrieron, una ráfaga de aire
gélido nos golpeó. Me puse la capucha del abrigo de Lila y temblé. Ella llevaba mi
chaqueta de cuero, la que vestía cuando traté de infiltrarme en Somerset y casi me sentí
mal de que no fuera más gruesa. Pero con la emoción, Lila no pareció percatarse del aire
frío.
Ella tenía el trabajo duro, supuse, ella era la que tenía que convencer a Greyson
de que era yo, pero si él sospechaba algo, no soltó prenda. Mientras caminaba hacia
ellos, asegurándome de no cojear, ellos volvieron a abrazarse, y vi a Lila murmurarle
«Te quiero» al oído. Era cierto para ambas, pero desde mi perspectiva, pude ver el destello
de dolor en su rostro cuando lo dijo, y supe que venía directamente de ella.
Eso fue exactamente lo que hice, quemarle un agujero en la cabeza mientras ella
cojeaba hacia el helicóptero. Uno de los guardias la detuvo y le apartó el cabello de la
nuca, y mi corazón martilleó mientras esperaba a que tocara la X marcada y sintiera el
VII debajo, en lugar del III mío. Era la única diferencia entre nosotras y la única forma
de diferenciarnos seguro, pero Lila tenía razón: al parecer, el guardia no pensó que nadie
pusiera a propósito una X sobre su VII y la soltó sin tocarle la piel.
Aliviada, observé al piloto abrir la puerta para Lila y ella subió con esfuerzo,
bordando todo eso del pie roto. Era sorprendente y, si no hubiera sabido la verdad,
habría pensado que ella era yo. Solo esperaba que funcionara igual para Greyson.
—Las despedidas siempre son difíciles, ¿verdad? —dijo una voz melosa cerca de
mi oído, y apreté la mandíbula.
—¿No? —Su voz se volvió reflexiva—. Supongo que tienes razón, mi querida
Lila.
—¿Kitty?
Lo supo.
Pero entonces lo vi: un reguero de luz en el cielo oscuro que se alejaba de nosotros
girando a una velocidad extremadamente rápida.
Lila estaba muerta. Si quedaba algo de ella, ahora estaba esparcido en la ladera
de una montaña, y yo era la única persona que sabía que era ella. Todos los demás
pensaban que era yo. Debí haber sido yo. Nunca debí intercambiar lugares con ella. Debí
haber visto venir esto. Daxton nunca era amable o generoso… tan solo era cruel y sádico,
y por supuesto nunca tuvo la intención de dejarnos marchar de aquí con vida. Por
supuesto deseaba silenciar a la portavoz de la oposición, tan pronto le dije al país entero
lo que él quería que dijera. Lo debí haber sabido. Lo debí haber sabido.
Greyson estaba sentado en el sofá, con la cabeza en las manos y los hombros
temblando. Sus mangas le llegaban a los codos, y alcancé a distinguir marcas rojas de
manos mucho más grandes que las suyas en sus antebrazos. —Solo quiero saber —dijo
con voz ronca—. Ella estaba muy enojada conmigo. Sabía que era lo correcto, y sabía…
sabía que tenía que seguir la corriente, pero no quería. Quería irse. Tenía tantas ganas
de salir de aquí y…
—Gracias —dijo ronco, y resolló. Giré la cabeza para mirarlo, con el ceño
fruncido—. Por… por darle esa oportunidad. Tú no sabías que terminaría así. Y Lila…
—La voz se le atoró en la garganta y se la aclaró—. Ella no sintió dolor. Sucedió tan
rápido. Probablemente ni siquiera se dio cuenta… —Se limpió los ojos—. Todo lo que
deseaba era irse. Murió feliz.
Tampoco sabía qué decir a eso, así que en su lugar, tomé su mano. Él no se
apartó.
—Me diste una segunda oportunidad con ella —dijo—. Y los últimos meses…
han sido un regalo. Conseguí decir todo lo que deseaba decir. Conseguí decirle cuánto
la quería y cuánto significaba para mí. Pero se quedó por mí. Dejó que Daxton la
capturara por mí. Yo siempre la estaba reteniendo, y me alegra… —Se le escapó otro
sollozo y tardó un momento en recuperar la compostura—. Me alegra que finalmente
tuviera el coraje de dejarme. Se merecía ser libre.
Cerró los ojos con cansancio y se apoyó contra la cabecera. Pasó otro minuto, y
al fin susurró: —Vamos a matarlo.
Esperé que las noticias de mi muerte llegaran a los medios, pero nunca lo
hicieron.
Parte de mí estaba alegre. Aunque Benjy y Knox sabían que no debían creer todo
lo que oyeran en las noticias, no quería darles ninguna idea de que podrían haberme
perdido. No antes que pudiera explicar lo que había sucedido.
Pero la otra parte de mí —la parte que había dado el discurso de Daxton y sabía
que si las noticias desvelaban que había muerto misteriosamente tan solo horas después,
todo lo que había dicho sería cuestionado— deseaba que Daxton lo hubiera gritado
desde los techos. Ciertamente hizo todo lo demás. El equipo de filmación incluso tuvo
una entrevista con él y el antiguo ministro Bradley el día después de la muerte de Lila,
y Bradley estaba demasiado complacido en discutir cómo los Ministros de la Unión
habían sentido que, durante este tiempo de guerra, sería mejor para el país si el primer
ministro podía bordear los canales usuales del gobierno. Dejaron la impresión
persistente de que la disolución de los Ministros de la Unión era temporal, pero Greyson
y yo lo sabíamos mejor.
—¿Estás bien? ¿Benjy está bien? —dije, las palabras saliendo en ráfaga.
—Estamos bien —dijo—. No quiero darte demasiados detalles, solo por si acaso,
pero… estamos bien. He puesto a Benjy a cargo de otra división, y se mudará pronto.
Cualquier alegría latente que me quedara por hacer contacto con él se secó
completamente. Él no lo sabía. Por supuesto que no lo sabía… ¿cómo podría? Pero en
mi emoción, no había pensado en ser yo la que diera la noticia. No creía poder hacerlo,
y dudé, intentando forzar las palabras a que se unieran.
—Lila está muerta —la voz de Greyson se unió a nuestra conversación, y lo miré
en shock. Él se miraba fijamente las manos.
—Lila está… ¿qué? —tartamudeó Knox, sonando como si todo el aire hubiera
abandonado sus pulmones.
—Daxton piensa que era yo —dije bajito—. Él iba… dijo que iba a dejarme ir,
pero Lila y yo intercambiamos lugares. Él explotó el helicóptero. Cree que yo era la que
estaba en el interior.
—Pero… era….
—Lila. Sí —dijo Greyson. No lo había visto llorar en días, pero su voz se volvió
estrangulada.
Knox se quedó en silencio durante tanto tiempo que creí que nos habíamos
desconectado. Pero al fin se aclaró la garganta y dijo bruscamente: —Lo siento. Si
prefieres que no lo transmita…
—No. Aun no —dijo Greyson, mirándome—. Kitty tiene que fingir ser Lila. Si
Daxton descubre que lo engañamos… tal como están las cosas, está perdiendo el control.
Nunca he visto a nadie ponerse más desquiciado en un periodo de tiempo tan corto. No
sé cuánto tiempo nos queda antes que enloquezca completamente.
—Sí —dije—. Tiene aquí a todos los Ministros de la Unión. Los forzó a firmar la
enmienda para darle poder absoluto.
—Knox… —Me callé y miré a Greyson, pero él ya había hecho la parte más
difícil. No podía obligarlo a decir esto también—. Tu padre intentó detenerlo. Lideró el
movimiento para remover a Daxton como primer ministro, pero antes que pudiera
hacerlo… Daxton… Víctor… él mató a tu padre.
Yo no dije nada. Como alguien que había crecido sin padres reales, me parecía
incomprensible que alguien pudiera estar tan insensible por perder a los suyos. Pero
después de lo que el ministro Creed había hecho al hermano de Knox… y a Knox, y a
la madre de Knox, realmente no podía culparlo por ello. La sangre no siempre hacía una
familia.
—No quiero saber lo que están haciendo los Blackcoat —dijo—. Volveré a
ponérmelo si tienes que dar un discurso… puedo pasarte frases si necesitamos hacerlo,
para que Daxton no descubra que no puedes leer; pero por lo demás, cuanto menos sepa,
mejor.
—No soy un Blackcoat —dijo—. Y aunque los admiro y apoyo, no deseo ser
uno, y no es de mi incumbencia escucharlos a ti y a Knox discutir sus planes. De todas
formas, estoy aquí contigo todos los días —añadió—. Si Knox realmente quiere hablar
conmigo, tú puedes hacérmelo saber.
—Muy bien —dije finalmente, abrazando mi almohada—. Pero tú eres una parte
importante de esto ¿de acuerdo? Tal vez no estás en las líneas frontales de la guerra, pero
estarás en las líneas frontales de reconstruir el país una vez que esto termine, y ellos van
a necesitarte. Todos vamos a necesitarte.
Él apretó los labios. Había dicho una y otra vez que no tenía interés en ser el
primer ministro, pero ahora no veía qué opción tenía. Lo necesitaríamos. Un Hart que
era aliado de los Blackcoat, incluso si no era un rebelde en realidad. Después de todo,
yo no podía gobernar el país. Tendría que ser él.
—De acuerdo —dijo al fin—. Cuando el tiempo llegue, estaré allí. Solamente…
mientras tanto… no soy un soldado, y no soy un estratega de batallas.
—Entonces idea una forma para que reconstruyamos —dije, recordando la tarea
que Knox me había encomendado después de mi discurso. Era más adecuada para
alguien como Greyson, que tenía conocimientos y experiencias en que basarse—. Idea
cómo vamos a transformar el país. Eres listo, y eres inventivo… si alguien puede hacerlo,
eres tú.
—Buenas noches —respondí, y por primera vez desde que había llegado a la
Fortaleza, era una buena noche. O al menos tan buena como era posible, con Lila muerta
y Daxton aún vivo. Knox estaba bien. Greyson tenía algo en lo que enfocarse aparte de
la pérdida de su mejor amiga. Y ahora teníamos una línea directa de comunicación con
la rebelión. Las oportunidades de los Blackcoat de ganar la guerra nunca habían sido
mejores, y aunque mi culpa por la muerte de Lila era un dolor profundo y constante que
sabía que nunca me abandonaría, mientras me quedaba dormida, por primera vez me
permití imaginar cómo podría ser mi vida cuando todo esto terminara.
Pero entonces, una tarde, mientras Greyson y yo estábamos sentados uno frente
al otro en el sofá, cada uno dibujando al otro, un guardia entró intempestivamente en la
habitación. Yo salté, y mi lápiz hizo una línea oscura en medio de la nariz de Greyson.
—¿Ahora? —pregunté.
—Inmediatamente.
—Si al menos pudiéramos decir lo mismo —respondí. Aunque antes había sido
molesto, ahora que conocía a Lila; ahora que había hablado con ella y tenido
conversaciones significativas, ahora que me había llegado a preocupar por ella más que
tan solo como la chica que tenía que ser, interpretar a una chica muerta me daba
escalofríos.
Así que mis sospechas estaban en lo correcto; debía tener alguna idea de que
Greyson y yo no deseábamos más que matarlo. Al menos todos estábamos en el mismo
campo de juego. Tomé asiento y observé el filete jugoso sobre el plato. Por supuesto que
eso era lo que Daxton había elegido servirnos… servirle a Lila, quien no comía carne
roja. Era posible que sospechara de mí, pero había pasado mucho tiempo desde que
había intentado comer algo que sabía bien que Lila no tocaría. Era mucho más probable
que tan solo estuviera intentando molestarme. Molestar a Lila. Y ella habría mordido el
anzuelo.
—Oh… oh, querida. ¿Pusieron…? Por supuesto que sí. —Hizo gestos a uno de
los sirvientes—. A todos ustedes les he dejado muy claros los requerimientos
alimenticios de Lila. No tengo idea por qué no pueden seguir una simple petición.
—Eso, mucho mejor —dijo Daxton, y dio un mordisco a su comida. Con la boca
llena, añadió—: ¿Han estado siguiendo las noticias?
—Sí —dije—. ¿Es por eso que querías que viniéramos a cenar? ¿Para asegurarte
que supiéramos que estás ganando?
—Para asegurarme que supieran que nosotros estamos ganando, querida —dijo—
. Después de todo, cuando erradiquemos a los rebeldes, ambos estarán al frente de las
celebraciones.
—¿Qué? —Tenía que haberlo oído mal. Después de todo, estaba sentado al otro
extremo de un comedor destinado a sentar a cincuenta personas.
—Minutos —repitió, con la boca retorcida en una sonrisita jubilosa—. Con todos
los problemas que han estado causando, pensé para mí, ¿por qué molestarse en intentar
razonar con ellos? Claramente no están interesados en discusiones civilizadas, así que
sencillamente me encargaré de Otro-Sitio yo mismo.
—Oh, ya lo han hecho —dijo con un gesto desdeñoso—. Ordené el ataque hace
horas. Las bombas deben alcanzar Otro-Sitio… —Revisó su reloj—. Para el postre.
—¿Shock? Y aquí estaba yo, pensando que les complacería saber que casi son
libres. —Daxton suspiró y arrojó su servilleta—. Bien. Ya verás si intento hacer algo
lindo para ti de nuevo. Ve a tomar tu siesta. Haré que mis guardias los alerten cuando
los Blackcoat no sean más que una pila de restos achicharrados.
Knox estaba en Otro-Sitio. Rivers, Strand.
Miles y miles de prisioneros que se habían quedado para luchar con nosotros. Mi
mente revuelta tardó un momento en recordar que Knox había movido a Benjy, por
algún milagro… él estaba en otra casa de seguridad de los Blackcoat, muy lejos de Otro-
Sitio y la masacre que estaba a punto de ocurrir. No, no solo una masacre… no había
palabra para las muertes sádicas de decenas de miles de personas por las órdenes de un
solo hombre loco.
—Señor…
Me solté de su agarre y corrí hacia los elevadores, golpeé el botón para bajar una
y otra vez. Las puertas tardaron diez segundos infinitos en abrirse, y salté al interior.
Greyson permaneció en el pasillo, vacilante.
—No tienes que hacer esto —dije, con el corazón al galope. Si Daxton me
atrapaba, me ejecutaría seguramente.
Apretando la mandíbula, asentí una vez, agradecida. Sería más fácil con alguien
que supiera cómo manejar el equipo.
O tal vez era real, y Knox, Otro-Sitio y todos sus ciudadanos estaban a segundos
de convertirse en cenizas.
—¿Por qué no contesta? —dije frenéticamente, con la voz aguda—. Siempre está
en esa estúpida oficina. Nunca se marcha. Come allí, duerme allí…
La pantalla blanca volvió, junto con el pitido. Me mordí el labio con tanta fuerza
que saboreé sangre; cada célula en mi cuerpo estaba enfocada en esa caja, esperando que
apareciera el rostro de Knox. Tenía que responder. Tenía que salir de allí. Yo no
aceptaría nada más.
Había estado tan absorta en la esperanza de que Knox respondiera, que no había
oído abrirse la puerta de la oficina, y cuando levanté la vista, olvidé cómo respirar.
Daxton estaba parado entre las dos fuentes en la entrada, lo rodeaban cuatro guardias,
incluyendo los que Greyson había alejado.
—Los drones estarán ahí en dos minutos —dijo—. Resulta que fueron más
rápidos de lo que esperaba. Sin embargo, incluso si fueran capaces de advertir a Lennox
y los otros Blackcoat, no tendrían tiempo de escapar. Todo lo que harían sería darles
unos momentos para ponderar el sinsentido de toda su existencia.
—Oh, Lila. Lo verás —dijo Daxton y escuché el chasquido de un arma. Abrí los
ojos de inmediato. Estaba apuntando el cañón directamente a la cabeza de Greyson.
Eso era todo. Sin efectos de sonido, sin gritos, sin indicaciones de que decenas de
miles de personas acababan de morir. Solo silencio y una pantalla negra.
—Lo siento —murmuré—. Debí haberte escuchado, debí hacer las cosas a tu
manera desde el principio, no tenía idea de lo que estaba haciendo, y creí que tú
tampoco, pero tú sí sabías. Y sin importar lo idiota que fui, tú siempre me estuviste
cuidando, y cuando por fin tuve la oportunidad de hacer lo mismo por ti, te fallé.
Cerré los ojos, recordando la última vez que vi la cara de Knox, parados en su
habitación en Somerset, mientras tocaba mi mejilla, con toda la gratitud y disculpas
colgando entre nosotros y sin expresar. Tenía que decirlas ahora. Si Knox realmente
estaba muerto, nunca iba a escucharlas, pero tenía que decirlas por mi propio bien. Y si
encontró alguna manera de sobrevivir, si de alguna manera él estaba por ahí, escuchando
cada palabra que yo estaba diciendo, entonces la mortificación valdría la pena. Igual que
la nariz rota que le daría si llegaba a encontrarlo. De cualquier manera, nunca me
perdonaría el no haberlo advertido a tiempo, pero tenía que asegurarme que el universo
supiera que lo intenté, tenía que estar segura que yo sabía que lo intenté.
—Sé que estabas listo para sacrificar todo por los Blackcoat. Sé… sé que estabas
preparado, pero no se suponía que murieras.
—Se suponía que vivieras y vieras el final. Se suponía que harías que pasara, pero
no sucederá sin ti, espero que sepas eso. Si estás escuchando, sé que mueres por decirme
que yo puedo hacerlo, pero no puedo, no queda nadie, Lila se ha ido, tú te has ido, y
aún si Benjy logra evitar que lo atrapen, yo nunca voy a ver… —Se me escapó un suave
sollozo—. No puedo hacerlo sola, Knox, por favor.
—No estás sola. —Greyson se metió en la bañera conmigo, y me moví para darle
espacio a sus largas piernas. Él se veía tan cansado como yo me sentía, pero sus ojos
ardían con determinación.
—Resolveremos esto juntos, Kitty, eso es lo que Knox habría querido que
hiciéramos.
Solamente asentí, sin palabras, no confiaba en poder hablar. Justo ahora, con las
imágenes de Otro-Sitio desintegrándose aún grabadas detrás de mis párpados, era muy
difícil sentir una pizca de esperanza. Pero Greyson me ofreció una almohada que trajo
con él de la habitación, y me la acomodé detrás de la cabeza, agradecida, no creía poder
dormir esta noche, pero estar acostada aquí, con Greyson en la dura porcelana… era
mucho mejor que estar perdida en la oscuridad. Y justo ahora, todo lo que deseaba era
encontrar algo a lo que sujetarme y aferrarme con todas mis fuerzas.
Solo nos teníamos el uno al otro, y si íbamos a pasar por todo esto, debíamos
hacerlo juntos.
En los siguientes tres días, el gobierno hizo cientos de arrestos e incluso más
asesinatos mientras limpiaban lo que quedaba de las casas de seguridad de los Blackcoat.
Las publicaciones de caras y nombres en las noticias parecían no tener fin, y Daxton se
deleitaba en contarnos durante la cena a Greyson y a mí los progresos que su ejército
había logrado en el día. Yo retenía el aliento, esperando que el nombre de Knox surgiera
en algún momento, mejor que él estuviera arrestado a que fuera una pila de cenizas en
los escombros de Otro-Sitio. Pero eso nunca sucedió.
En el cuarto día, una vez que el gobierno hubo detenido a todos los Blackcoat
que pudo encontrar, nos reunimos en la oficina de Daxton para las ejecuciones. Una vez
más, mi peinado y maquillaje estuvieron hechos por profesionales, y estaba vestida de
un rojo festivo, con la bandera estadounidense prendida a mi vestido. Greyson fue
obligado a vestir un traje azul, y Daxton blanco. Habría sido gracioso si todavía
recordara cómo se sentía lo gracioso.
En una pantalla más amplia colgada frente al retrato de la familia Hart, Daxton,
Greyson y yo vimos mientras Blackcoat tras Blackcoat era ejecutado en televisión en
vivo, frente a una multitud de espectadores en el centro de D.C. A algunos de ellos les
dispararon misericordiosamente en la nuca, pero al aumentar los rangos, menos
misericordia mostraban.
—Ah, teniente George Sampson. Creo que lo conoces personalmente, Lila —dijo
Daxton, mientras las cámaras se enfocaban en nosotros, grabando cada gesto y cambio
de postura. No podía evitar sufrir por aquellos que habían arriesgado sus vidas para
darnos un país mejor. No lo haría. Aquellos que nos habían apoyado y sobrevivieron
debían saber que no estaban solos—. ¿Te gustaría decir algunas palabras?
—El teniente Sampson es un hombre valiente cuyo único crimen fue estar en el
bando perdedor de esta guerra —dije—. La historia podrá recordarlo como un traidor,
pero yo lo recordaré como un aliado y un amigo. Gracias por su guía e interminable
apoyo, teniente, y gracias por su sacrificio.
Podía sentir a Daxton lanzando dagas al lado de mi cabeza, pero ¿qué es lo que
iba a hacer? Él ya había destruido casi todo lo que amaba, y Greyson y yo habíamos
hecho todo lo que nos había pedido, ahora él pasaría el resto de su vida presumiéndonos
como sus mascotas.
Sampson asintió una vez, señalando que me había escuchado. La multitud estaba
en silencio, y al momento el banquillo debajo de él desapareció, dejando que colgara.
Sin embargo, la cuerda era muy corta para romperle el cuello en la caída, así que luchó
y se retorció antes de finalmente quedar completamente quieto.
Yo vi cada terrible segundo de eso, con los ojos llenos de lágrimas, pero me rehusé
a mostrarme vencida. Sampson había conocido los riesgos, todos los conocíamos, todos
los Blackcoat habían estado dispuestos a morir por la causa, y tenía que consolarme con
ese conocimiento.
Estaba segura que sería la última ejecución, ya que Sampson era el pez más gordo
que habían capturado, y no habría más ejecuciones hasta que capturaran a Celia. Si la
capturaban, me decía a mí misma una y otra vez. Aún con la mayoría de su ejército
arrestado o muerto, ella era más que capaz de desaparecer completamente. Y de verdad
esperaba, contra cualquier esperanza, que no tratara de rescatarme. Si yo fuera Lila,
sería una cosa, pero no lo era, y no valía la pena el riesgo.
No, él no.
Él no.
Pero mientras que mi mente giraba con el deseo de matar, mi cuerpo se rehusaba
a morir. Mis pies permanecieron pegados al piso, mis manos pegadas a mis costados, y
mientras todo dentro de mí me gritaba que hiciera algo, que detuviera esto antes de que
Benjy pagara el precio que yo debería —y habría— pagado mil veces en su lugar; pero
no me podía mover, no podía hablar. Solo podía ver la pantalla y luchar por no gritar.
El verdugo levantó la capucha de Benjy. Tenía barba de varios días, cara pálida,
y había grandes ojeras bajo sus ojos, pero él no se veía derrotado, al contrario. Había
una chispa en él. Y miró hacia la multitud, quizá él no sabía que estaba a punto de morir,
o quizá era lo que esperaba, después de cualquier tortura que le hubieran dado. Mi
interior se estremeció solo de pensar en lo que Daxton le pudo haber hecho a Benjy solo
para dañarme. Solo para ganar otra batalla contra mí, incluso desde más allá de la
tumba.
Busqué por alguna señal de tortura, pero cualquier cosa que le hubieran hecho,
fueron cuidadosos. No había marcas, moretones, ni rastros visibles de maltrato. Solo mi
conocimiento de que de todos los que habían estado ahí, el dolor de Benjy era el que
mayor placer le daría a Daxton.
—Eso hace las cosas mucho más fáciles ¿no? —dijo Daxton, y a pesar de que me
negaba a mirarlo, podía escuchar la sonrisa en su cara—. Por tanto, Benjamín Doe, estás
sentenciado a muerte.
Por un breve momento me permití cerrar los ojos. Todas las cosas que Benjy y
yo sobrevivimos juntos, todas las veces que nos perdimos el uno al otro, solo para
encontrarnos nuevamente, hasta aquí llegaba, este era el fin, y nunca podría decir adiós.
Nos peleamos la última vez que estuvimos juntos, los dos dijimos cosas que no
sentíamos, y por alguna extraña razón los dos por un momento creímos que podíamos
vivir sin el otro, ahora él no podría saber cuánto lo sentía, ni cuánto lo necesitaba. Ahora
no podría decirle en realidad cuánto realmente lo amaba.
Pero ya estaba a punto de perder a Benjy, que estaba sobre una plataforma a miles
de kilómetros fuera de mi alcance. No había nada que pudiera hacer para salvar su vida.
Aunque apuñalara a Daxton en las entrañas, no podría detener la ejecución de Benjy
ahora que había sido sentenciado, si lo intentaba solo pondría en riesgo a Greyson, no
podía perderlos a los dos hoy. Sin importar lo que Daxton me hiciera, no podría
sobrevivir a un mundo sin los dos.
—¿Algunas últimas palabras? —dijo Daxton, y Benjy sonrió, sus ojos llenándose
de lágrimas.
Él lo sabía, y a pesar de que no podía darle ninguna indicación de que sabía que
me estaba hablando a mí, respiré profundamente, exhalé lentamente y apreté los labios.
Benjy era todo lo bueno que había en mi vida, y sin él en ella, dudaba mucho que pudiera
existir la felicidad.
Pero lo intentaría.
—Espera —la voz de Daxton se escuchó justo en el momento que los dedos del
verdugo tocaron el interruptor.
—Quiero hacer de este país uno mejor de lo que ha sido nunca antes, y debo
aprender de los errores de mis antepasados —continuó Daxton, elevando el mentón—.
Desearía poder extender esta mano de amistad y paz a todos aquellos que en algún
momento apoyaron a los rebeldes durante estos momentos difíciles.
—Es por eso, Benjamín Doe, que tú colaborarás conmigo como consejero, y tus
principios y mente brillante ayudarán a crear el camino de paz entre nuestros dos bandos
en guerra. No busco nada más que ayudar a esta gran nación, y para lograr verdadera
grandeza debemos olvidar viejas heridas y permitirnos sanar.
Mis piernas temblaron, pero debía permanecer de pie, no sabía por qué Daxton
había elegido a Benjy, pero en este momento no me importaba, todo lo que importaba
era que Benjy estaba vivo. Daxton terminó la transmisión, y tan pronto como la pantalla
se quedó en negro, él aplaudió.
—Por supuesto —dijo el ministro Bradley desde la orilla del salón y se acercó a
nosotros—. Hizo un maravilloso trabajo, Excelencia, mostró verdadera misericordia a
aquellos que más la necesitaban.
—¿Por qué él? —la pregunta vino de Greyson, no de mi—. Pudiste haber
perdonado a cualquiera.
Con una exagerada reverencia, Daxton marchó hacia su oficina con Bradley
detrás de él, dejándonos a Greyson y a mí solos con el equipo de filmación. No me atreví
a decir nada mientras regresábamos al elevador y aún mientras subíamos no hablé. Fue
solo cuando entramos a nuestra habitación que me deje caer en el sillón y hundí la cara
en las manos.
—No sé si estar feliz porque él está vivo o… —o ahogándome de dolor por los
otros que habían muerto. Benjy podía ser el que más significaba para mí, pero todos esos
hombres y mujeres también tenían familias y seres queridos. Se sentía mal estar feliz, se
sentía mal sentir algo más que tristeza por las vidas que se perdieron en esta guerra.
—Puedes estar feliz porque Benjy está con vida y al mismo tiempo sufrir por las
muertes de los Blackcoat —dijo Greyson, sentándose junto a mí—. Esto es bueno, y no
solo por las razones obvias, sino porque Daxton no tiene idea de quién eres, si lo supiera,
no habría desaprovechado la oportunidad de matar a Benjy frente a ti.
Quizá algún día sería capaz de usar eso en su contra. Quizá un día, tan pronto
como bajara la guardia mientras seguía creyendo que era Lila, quien fingió su propia
muerte en lugar de tratar de causar la de él; yo lograría acercarme lo suficientemente
para matarlo de verdad. Por ahora, miré mis uñas recién pintadas, con la alegría y
devastación girando a mi alrededor, lentamente volviéndose una misma.
—Pelear por lo que crees siempre vale la pena —dijo él suavemente—. Solo hace
falta una voz para darles oportunidad a otros de ver las posibilidades, y eso es lo que
hizo Lila, eso es lo que hiciste tú también. Los Blackcoat pelearon por los derechos
humanos básicos. Nada vale más la pena que eso. Algunas veces… —Colocó su mano
sobre la mía—. Algunas veces la respuesta es no, pero eso no significa que no deberías
preguntar.
—Lo mismo que hemos hecho siempre. —Él recargó su cabeza en la mía—.
Mantener la esperanza.
XI
Al menos eso era lo que pensaba, hasta que empezamos a descender. Mientras
nos aproximábamos al suelo, levanté la persiana de la ventana, esperando ver
Washington D.C., extendiéndose bajo nosotros. Pero todo lo que vi fueron los restos
carbonizados de lo que solía ser una civilización.
—Pónganse esto —dijo un guardia, y nos tendió máscaras para cubrirnos la nariz
y la boca. Me ajusté la mía, deseando no venirme abajo.
No quedaba nada. Todo había sido quemado hasta quedar irreconocible. Y todo
había sucedido demasiado rápido para que nadie pudiera escapar, pero nadie podría
haber sobrevivido lo suficiente para sufrir.
—Ah, la Sección X —dijo Daxton mientras bajaba por la escalerilla, con dos
guardias armados a su lado—. Qué gran placer es volver a un lugar tan familiar.
—¿Vamos? —dijo Daxton, y no era una pregunta. Se movió hacia la colina que
teníamos cerca, donde la mansión Mercer se había alzado. Ahora no quedaba nada más
que piedra quemada.
Con los nervios a flor de piel, me acerqué a él hasta que el guardia levantó la
mano, indicando que ya estaba lo suficientemente cerca. Miré a mí alrededor. Daxton
estaba de pie justo sobre una H grabada en el suelo de mármol. El vestíbulo de la
mansión Mercer. Lo que quería decir... Miré a la derecha, donde había estado la oficina
de Knox. No quedaba nada, excepto más polvo y cenizas. Me giré en silencio, y bajé
por la colina. Me esperaba que Daxton me llamase, insistiese en que me quedase y
presenciara estos horrores, pero no habría vuelto. Podía hacerme lo que quisiera. Ya no
me importaba.
—¿Estás bien?
Pasé por el lugar en el que Jonathan Mercer había ejecutado a Scotia, quien había
sido líder de los rebeldes en la prisión, antes de morir justo antes de la batalla de Otro-
Sitio. Todo eran recuerdos. Todo era un constante recordatorio de mi fallo. Y no podía
seguir con esto.
Daxton debía haber obtenido lo que quería de mí, porque los guardias no nos
detuvieron mientras abordábamos. Me pasé los siguientes veinte minutos limpiando las
cenizas de nuestros zapatos, y para cuando Daxton volvió al fin, satisfecho y sonriente,
algo dentro de mí se había roto.
Quizá Lila había tenido suerte después de todo. Nunca tendría que caminar sobre
las cenizas de la gente que le había importado. No tendría que aguantar los juegos
sádicos de Daxton. No tendría que mirar por encima del hombro a cada paso,
preguntándose cuándo iba a caer el hacha. No era de extrañar que hubiera estado
deseando tomar el riesgo de entrar en el helicóptero y poner su destino en manos de
Daxton. Para ella, la muerte era libertad. Y un perdón de la vida que tendría que haber
tenido que vivir si hubiera sobrevivido.
—Ahora que Otro-Sitio ya no existe, ¿qué harás con los ciudadanos que cometen
crímenes? —dije a Daxton mientras pasaba a nuestro lado. Era un desafío, una forma
de señalar uno de los muchos fallos en el camino de Daxton hacia el control absoluto
del país. Pero él se detuvo a medio camino de sus aposentos privados en la cola del
avión, y me miró como si acabase de contar un chiste buenísimo.
—Los ejecutarás. Incluso a la gente que no hace nada más que mirar mal a un
escudero.
Él se encogió de hombros.
—Las leyes deben ser endurecidas. Quizá los Blackcoat deberían haber pensado
en las consecuencias de sus acciones antes de tomar Otro-Sitio.
—No me hace ninguna falta. Tus amigos están haciéndolo fenomenal por mí.
Greyson me cogió por los hombros antes de que saltara de mi asiento y le sacara
los ojos a Daxton. Solo cuando estuvo a salvo en la parte de atrás del avión me soltó. Se
sentó a mi lado y me tomó de la mano, estrechándola entre las suyas.
—Sus vidas nunca serán nada para él —dijo Greyson con gentileza—. Eso no
significa que no valieran nada.
Pero había seguido adelante con nuestras metas: encontrar una manera de acabar
con ese monstruo, y terminar la guerra que los Blackcoat habían empezado. Estaba de
mi parte, de parte de Lila, aunque Lila ya no estaba aquí. Estábamos juntos en esto.
No recordaba mucho del resto del vuelo a D.C. Greyson se quedó a mi lado en
el sofá, pero ninguno de los dos dijo nada. Las horas pasaron como minutos y los
minutos como horas, y cuando por fin aterrizamos, lo único que quería hacer era
acurrucarme en la cama y no levantarme jamás.
Mientras nuestro chófer conducía por las calles de D.C., una parte de mí se dio
cuenta de que esperaba regresar a Somerset, donde había pasado mis meses como Lila.
Pero ya no estaba ahí, tampoco, y miré a Greyson.
—¿Adónde vamos?
—¿Qué? Oh. Daxton dijo algo sobre reclamar la mansión del ministro Creed.
Que ahora pertenece al estado, y que, como no tenemos ningún otro sitio en el que
quedarnos... —Greyson frunció el ceño.
Greyson me siguió con los brazos cruzados, y aspecto de estar tan incómodo
como yo.
—He estado aquí unas cuantas veces. Sé dónde están los cuartos de invitados.
—Estaré del otro lado del pasillo —dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia
otra puerta—. Si no quieres dormir en la habitación de Knox, puedes dormir aquí
también. Hay dos camas.
—Tu almohada huele como tú. —Las palabras surgieron antes de que pudiera
detenerlas, y se me calentó la cara, pero no había nadie y en realidad ninguna razón para
tener vergüenza.
En la Fortaleza, durante los pocos instantes en los que Greyson me había dejado
sola, me había encontrado hablando a Knox de cuando en cuando, esperando que
pudiera oírme. Aquí, rodeada de sus cosas, lo sentía tan natural como respirar.
—No habría sido tan malo, ¿no? —Paseé la mirada por el dormitorio. Una
cómoda de caoba se extendía por una pared, junto con un armario a juego, y una puerta
daba paso a lo que supuse que sería un baño. O un vestidor.
—Sé que no era el plan, que probablemente nunca pretendiste que nos casáramos
de verdad, con lo falso que habría sido. Pero una vez que hubiéramos dejado de intentar
matarnos mientras dormíamos, no habría sido tan malo.
Enterré la nariz en la almohada otra vez y cerré los ojos. Su olor vino
acompañado de recuerdos, y me dejé dominar por ellos durante mucho más tiempo del
que debería. Tras perder a la gente que más amaba —Tabs, Nina, Benjy—, no entendía
por qué la muerte de Knox me había afectado tanto. Pero durante los últimos meses,
aun con nuestras diferencias, nos habíamos vuelto inseparables. Había estado ahí para
mí, me había guiado, protegido a su manera, me había salvado de abandonarlo todo en
más de una ocasión. Se había convertido en mi brújula, y no sabía dónde ir sin él.
Perder a Knox no era simplemente perderlo a él; también era perder la guerra. Si
Knox seguía vivo, aún tendríamos una oportunidad. Pero cuanto más tiempo pasaba sin
noticias de él, menos podía creerlo. Tanto si estaba vivo como si no, no estaba aquí. Se
había ido. Íbamos a la deriva, yo iba a la deriva, y la revolución se había terminado.
Lloraba aquello tanto como lo lloraba a él. O eso me dije, porque ninguna otra cosa
tenía sentido. Nos habíamos tolerado a duras penas durante los pocos meses que
habíamos estado juntos. No tenía derecho a llorarlo así.
Quizá las cosas hubieran sido diferentes. Quizá entonces no habrían sucedido.
Pero, en el silencio de mi soledad, me permití preguntármelo.
Kitty Doe siempre pertenecería a Benjy. Pero Kitty Hart... No lo sabía. Y ahora
parecía, cada vez más, que jamás lo averiguaría.
XII
Pero él no parecía molesto, Benjy me miró fijamente, sus ojos azules grandes y
brillantes, y por primera vez en lo que se sentía toda mi vida, no pude leer la mirada en
su rostro. Sin embargo, no estaba molesto, eso al menos era algo. —Esperaba que
estuvieras aquí —dijo, su voz apenas un susurro.
—¿Es por eso que traes ropa limpia a…? —La habitación de un hombre muerto,
pero no pude decir eso, así que en cambio traté de doblar una camisa, mis esfuerzos
fueron desiguales y ridículos como mucho. Benjy gentilmente me la quitó y la dobló con
una precisión perfecta, y me mordí el labio, sin querer saber porque él había sido
entrenado para hacer algo tan ordinario cuando tenía un VI en la nuca.
Tenía un VI en la nunca, recordé. Porque al igual que yo, él también había sido
enviado a Otro-Sitio, lo que significaba que el VI por el cual había trabajado tan
duramente ahora estaba cubierto con una X, todo por culpa mía.
¿Cuánta culpa podía soportar una persona? ¿Con cuántas más cargas podría vivir
hasta que mi mente y mi cuerpo simplemente se rindieran? Cualquiera que fuera ese
límite, estaba segura que pronto alcanzaría el mío, simplemente no podría ser posible
vivir con más de lo que ya había hecho, herir a las personas que me importaban… verlas
asesinadas por algo que hice, y no convertirme en polvo.
Una vez que las camisas estuvieron apiladas ordenadamente otra vez, me levanté
y retrocedí, insegura de qué decir. Él abrió y cerró la boca, sin duda luchando con el
mismo problema.
—Sé que eres tú —dijo finalmente, incluso cuando yo ya lo sabía por lo que había
dicho en la ejecución—. Yo solo… Yo necesito…
No lo había dicho como una orden, pero con gusto lo tomé de esa manera,
aliviada de no tener que tomar la decisión por mí cuenta. Di un paso adelante y envolví
mis brazos alrededor de él, inhalando su aroma. Era diferente al de Knox… menos
boscoso y almizclado, pero vinculado a los mejores momentos de mi vida. No me había
dado cuenta en ese tiempo que mis recuerdos de la casa hogar y de las navidades, con
un regalo barato y comida con otras cuarenta personas, serían los que extrañaría tanto.
Había pasado toda mi vida hasta la prueba mirando hacia el futuro y a las
posibilidades infinitas que tenía. Había estado tan segura que Benjy y yo lograríamos
nuestro felices para siempre, y ahora… esto era todo. Parada en la habitación de Knox,
abrazando a Benjy y extrañándolos a ambos. El Benjy que yo había pensado que mi
futuro tendría, ya no existía. Tal vez nunca había existido. Todavía seguía siendo el
chico amable, gentil, amoroso que me había ayudado con mi tarea, y me leía, y me
defendía cuando nadie más lo hizo. Él todavía era esas cosas y más, pero en algún
momento de los últimos cinco meses, desde que había sido enmascarada, algo había
cambiado, y habíamos estado demasiado ocupados tratando de aferrarnos al pasado
para tratar de asegurarnos que ambos fuéramos felices en el futuro.
Deslizó los dedos a través de mi pelo, y yo apreté los ojos, sintiéndome la peor
persona en el mundo. Benjy estuvo a punto de morir, había estado tan segura que jamás
lo volvería a ver otra vez, y aquí estaba yo, sentada en la habitación de Knox,
extrañándolo más a él.
—Mírame —dijo gentilmente, y se retiró lo suficiente para tocar mi mandíbula—
. Lo dije en serio. Estará bien, tú estarás bien y yo también.
Una sonrisa triste cruzó su cara. —No ese tipo de juntos. Ya no.
—Eso no quiere decir… eso no quiere decir que fuera malo —susurré, y su
expresión se suavizó.
—Nunca ha sido malo, y nunca lo será. —Me atrajo en otro abrazo, más gentil
esta vez—. Pero es un tipo diferente de amor. Mis momentos favoritos contigo siempre
han sido solamente… estando juntos. Leyendo, hablando, pasando el tiempo juntos. El
resto… no lo necesito para amarte, y después de que nosotros… después de estar
contigo… eso solo lo confirmó. Ese no es nuestro tipo de amor, lo que nosotros tenemos
es más fuerte, más importante, creo que… —Se detuvo, y pude sentir que su cabeza se
giraba para mirar alrededor de la habitación de Knox—. Creo que te sientes de la misma
forma, incluso si no te has dado cuenta todavía.
—Entonces, dime.
Busqué las palabras que quería decir, pero no las pude encontrar. Él no estaba
equivocado, había amado y continuaría amando a Benjy inquebrantablemente por el
resto de mi vida y más allá, pero nunca tendríamos el futuro que habíamos soñado.
Nunca tendríamos nuestra cabaña en el bosque, alejada del resto del mundo. Había
querido eso demasiado… todavía quería eso, alejarme de esta sociedad envenenada y
sólo ser, sin expectaciones y sin que nadie me juzgara. Pero aunque Benjy siempre había
sido una parte de eso, nunca había sido la pieza más importante, no realmente.
Además, ahora sería Lila hasta el día en que muriera, e incluso si hubiéramos
querido quedarnos juntos, con Daxton respirando sobre nuestros cuellos, sería
imposible. Tan pronto esa excusa apareció en mi cabeza… porque era una excusa, el
alivio se esparció en mi interior, y me odié a mí misma todavía más. No tendría que
necesitar una excusa para sentirme cómoda con la honestidad entre nosotros, pero así
era. Y eso solo lo empeoraba.
Nos quedamos ahí, juntos por lo que pareció una eternidad, y eventualmente mi
mirada se fijó en la almohada de Knox. Incluso si hubiera querido discutir con Benjy
sobre eso, él tenía razón, y por muchas más razones de las que ninguno de los dos diría
en voz alta.
Al final Benjy me soltó, y me estudió por un largo tiempo, sus ojos moviéndose
de mí, a mi cabello, a mi boca, y me pregunté que estaría pensando. Tal vez estaba
tratando de memorizar este momento, o tal vez estaba tratando de reconciliar la persona
que era ahora con la persona que ambos habíamos pensado que siempre sería. Al final
me ofreció una pequeña sonrisa. —Vamos… Daxton me espera abajo en un par de
minutos, pero te mostraré tu cuarto.
Dudé. —Pensé que me quedaría con Greyson, es mi hermano —agregué, más
por reflejo para evitar herir los sentimientos de Benjy que por otra cosa.
No me importaban las ropas o las joyas, pero asentí de todas maneras, porque
era una excusa para pasar algunos minutos más con él, y necesitaba confirmación que
de verdad estábamos bien. Que él dijo las cosas que había dicho tan en serio como yo.
Me guio al final del pasillo hasta la próxima suite, exactamente como había sido
en Somerset, también. —Aquí —dijo, abriendo la puerta para mí—. Necesito irme, pero
te veré en la cena.
Hannah todavía está por ahí, en algún lugar, escondida donde Daxton nunca
pudiera poner sus asquerosas manos sobre ella, y de repente, más que nada en el mundo,
la quise encontrar. Había perdido suficiente, no iba a perder a mi madre, también… no
cuando acababa de conocerla.
—Ella quería que tuvieras eso —dijo Benjy desde la puerta, y yo me sobresalté,
casi dejándola caer—. Lo siento… Daxton está en una reunión con el ministro Bradley,
me dijo que regresara después.
Y en vez de hacer otra cosa, él había regresado a verme, si tenía alguna duda de
que él estaría bien, ya había desaparecido. —¿La viste?
Él asintió. —Ahí fue donde Knox me envió. Creyó que estaría más a salvo ahí.
—Incluso si los hubiera, no hay nada que pudiéramos hacer ahora —dije—.
Daxton está constantemente resguardado. Yo lo mataría…yo lo mataré, pero va a tomar
más tiempo antes de que confié en mí lo suficiente para estar en una habitación a solas
conmigo, si es que alguna vez vuelve a confiar.
—Eso podría funcionar, pero él tiene probadores de comida —dijo Benjy con un
encogimiento de hombros—. Además, no es de eso de lo que estoy hablando. Él está
loco, y todo lo que quiere es poder, si exponemos eso…
—Sin embargo, es fácil ahora. ¿No lo ves? Ganar esta guerra, y una vez que él no
esté, el puesto pasaría a Greyson, y luego todo acabaría.
—Yo… —Parpadeé—, esa es una broma terrible y no. Vamos hacer esto de la
forma correcta, sin tomar oportunidades que pudieran no resultar.
Apreté los dientes. Ese era el plan de todas maneras ¿verdad? Esperar que Daxton
muriera, pero Benjy no se suponía que se involucrara. Y a pesar de que ya no pudiéramos
estar juntos de esa manera nunca más, el instinto por protegerlo todavía prevalecía fuerte
dentro de mí. —Con una condición: me dejas hacerlo. Nada de estúpidos riesgos, nada
de desperdiciar tu segunda oportunidad en esto. Greyson tiene que vivir para tomar el
título, y tú tienes que vivir para ayudarlo. Yo soy la única reemplazable, ¿Está claro?
Se mordisqueó el labio inferior. —Está bien, pero tenemos que idear un plan.
Uno bueno, sólido, infalible…
—Nada es infalible.
—Mejor que así sea. —Me dirigió una mirada y miró sobre su hombro—.
Necesito irme, de verdad esta vez. Idearemos un plan y encontraremos la manera,
incluso si somos los únicos Blackcoat que quedan, nos aseguraremos de que no todo
fuera en vano.
La boca se me secó, y todo lo que pude hacer fue asentir. —Sólo tenemos una
oportunidad, lo sabes ¿verdad?
—Una oportunidad es todo lo que necesitamos. —Él me lanzó otra sonrisa, y
con eso, estaba sola de nuevo; pero por primera desde que había visto a Otro-Sitio
desaparecer, ya no me sentía como si estuviera sola.
pesar que nos habíamos mudado a casi medio país de distancia, esa noche en
la cena parecía como si estuviéramos justo donde empezamos. Greyson y yo
entramos al comedor de la mansión Creed, el cual era suficientemente grande
como para que todos los ministros y sus familias cupieran fácilmente, y de nuevo un
sirviente nos escoltó al extremo de la mesa, lejos de donde pudiéramos ser alguna
amenaza. Una parte de mí guardaba una esperanza de que estar de vuelta en D.C. podría
cambiar las cosas; que él no nos mantendría con correa de forma tan obvia. Pero, por
supuesto, Daxton no tenía razón para seguir manteniendo las apariencias, no cuando la
verdad de su identidad estaba expuesta, y nadie tenía el poder para hacer nada al
respecto. Así que ¿y qué si los sirvientes regresaban con sus familias y chismeaban sobre
cómo el primer ministro claramente no confiaba en su hijo y sobrina? Él era intocable.
No había visto a Benjy desde que nos prometió conseguirnos una pistola, pero
casi de inmediato, él y el ministro Bradley entraron juntos. Ninguno de ellos habló
cuando Benjy se unió a nosotros, pero Daxton aplaudió alegremente.
—¡Bradley! Sí, ven a sentarte aquí conmigo. Tenemos mucho que discutir, y no
queremos aburrir a los niños con los detalles, ¿verdad?
—Sí, así es —dijo Greyson en una dolorosa voz neutral. Aunque hubiera
disfrutado mucho verlo arremeter contra Daxton, era más seguro de esta manera—. Han
cambiado bastantes cosas.
—¿Ah, sí? No puedo decir que lo haya notado. Lila… —agregó en un tono algo
siniestro, y yo torcí la cabeza hacia arriba para fulminarlo con la mirada—. ¿Han
cambiado muchas cosas desde la última vez que estuviste aquí?
Una prueba, aunque él lo supiera o no. Había estado actuando como Daxton
Hart suficiente tiempo para, sin duda, haber visitado la mansión Creed muchas veces.
Yo no tenía idea si las cosas habían cambiado, o si Greyson solamente lo imaginó. Pero
ya que Daxton parecía tan determinado en fingir que todo estaba perfectamente entre
nosotros, yo estaría determinada a probar que no.
—Ya no tiene alma —grité, sin preocuparme por alguna forma de neutralidad—
. No me sorprende que no puedas verlo, considerando que no tienes alma.
Agarré mi tenedor con tanta fuerza que empezó a doblarse. Si tuviera la habilidad
para hacerlo, lo habría arrojado a través de la mesa del comedor y atravesado el ojo de
Daxton. Algo que practicar en mis horas de entrenamiento, medité.
Antes que las cosas se pusieran más feas, el ministro Bradley se aclaró la garganta,
—Sí, hablando de Otro-Sitio, primer ministro. Hay varios reemplazos que me gustaría
hablar con usted, si me disculpa la macabra plática durante la cena…
El par juntó sus cabezas, y sin embargo pude sentir el calor de la mirada de
Daxton de vez en cuando. Lo ignoré a propósito por el resto de la cena. Greyson, Benjy
y yo nos mantuvimos en silencio la mayor parte, solo comentando tópicos neutrales
cuando hablábamos. El clima, la reconstrucción de Somerset, que bien era estar fuera
de la Fortaleza al fin… evitamos cualquier mención de Otro-Sitio, y ninguno dijo una
palabra sobre la casi ejecución de Benjy. De todas formas no podía ser muy familiar con
él, en caso de que accidentalmente le diera una pista a Daxton. Sin importar cuánto
tiempo tomara caminar por esta cuerda floja, tendría que convencer de que yo era Lila
no solo a Daxton, sino también a mí misma. Para cuando esto terminara, no estaba muy
segura de que reconocería esta nueva yo en absoluto.
Era extraño, mirar a Benjy y saber que él ya no era mío, no en la forma que lo
era antes. Me encontré pensando en él cómo mi novio más veces de las que podía contar,
pero lentamente empecé a removerme de esa conexión. Tendría que hacerlo, no
solamente para ser convincente como Lila, sino porque ya no éramos Benjy y Kitty. Tan
solo éramos Benjy y Kitty, separados. Y tendría que acostumbrarme a eso más pronto
que tarde.
Al fin, después que el postre hubiera sido servido, Daxton dijo: –—Espero que
tengan una agradable noche en nuestra casa. Esto es solo temporal, les aseguro. La
construcción de Somerset está a punto de comenzar cualquier día de estos, pero siempre
es mejor estar lo más cómodos posible.
Una vez se hubo ido, con el ministro Bradley pisándole los talones; los tres nos
levantamos. —Necesito afinar detalles con el primer ministro —dijo Benjy, pero antes
de irse, titubeó y se acercó a Greyson y a mí—. Estén en el cuarto de Greyson a las diez
en punto.
Antes de que pudiera preguntar qué sucedería entonces, él desapareció
dejándonos a Greyson y a mí intercambiando miradas. No podíamos especular, un
sirviente podría escucharnos, y no podríamos acercarnos a la verdad, de cualquier modo.
Pero subimos por las escaleras, y una vez me cambié la ropa de la cena, me uní a
Greyson en su cuarto.
—¿Qué es eso? —pregunté, haciendo una mueca. Greyson estaba parado junto a
un plano tridimensional resplandeciente, de algo que parecía más un insecto que algo
útil.
—Excelente, eso se supone que debe ser. Un insecto. —Hizo un gesto para que
me uniera a él, y me acerqué a su estación de trabajo—. El equipo de espionaje oculto a
plena vista no es un nuevo concepto, por supuesto. Pero este está diseñado para moverse
exactamente como lo haría un insecto. Al principio quería intentar una mosca común,
pero las alas son muy complejas para crearlas con tan poco equipo.
—Una vez tenga a este pequeñito listo y corriendo, tendremos vía libre para
rastrear cada movimiento que Daxton haga sin ser vistos.
—Eso es la belleza de esto. A menos que estén viendo muy cerca, si lo pisan o lo
destruyen de otra manera, está diseñado para semejar una cucaracha muerta.
Se enderezó, y una vez que sus ojos estuvieron en los míos en vez de sobre su
nuevo juguete, su conducta pareció cambiar. Nunca dejaría de asombrarme cuánto
cambiaba en su taller; lo científico y metódico y distraído que se volvía. Estaba
completamente enfocado en sus inventos, y aunque cierta parte de mí estaba celosa de
que él tuviera algo que lo distrajera, la verdad de que estuviera trabajando actualmente
en un insecto me hacía ver claramente que él seguía tan determinado como yo en
reiniciar la rebelión y aniquilar a Daxton permanentemente.
Me callé y ninguno de los dos dijo nada. Ambos extrañábamos a Knox. A pesar
de lo duro que era para mí estar aquí sin él, no podría imaginar qué tan difícil era para
Greyson, quien tenía recuerdos reales de este lugar. De Knox aquí, en su casa. Sin duda
se sentía vacía sin él.
—¿Que crees que quiera Benjy? —dijo Greyson al final, y yo jugueteé con un hilo
suelto del sofá.
—Benjy es muy inteligente para eso —dije con seguridad—. Él es un VI. Víctor
Mercer era solo un V, ¿recuerdas?
Una sombra de sonrisa reemplazó su ceño fruncido. —Creí que los rangos eran
injustos y no significaban nada.
—No significan, pero… –—Me detuve y suspiré—. Solo pásalo por alto esta vez,
¿de acuerdo?
—De acuerdo, solo esta vez —se burló—. Solo porque es Daxton.
Lo observé trabajar esa noche mientras ambos esperábamos que dieran las diez
en punto. Era increíble, ver lo que él podía hacer con solo unas pocas herramientas y sus
manos. Pieza por pieza, comenzó a crear ese insecto.
—No te preocupes, él está aquí para ayudar —dijo Benjy, y yo fruncí el ceño.
—No tengo idea de lo que están hablando, pero si dicen eso un poco más alto,
estoy segura que Daxton estaría más que feliz de sacarles la verdad con tortura —dije,
comenzando a cerrar la puerta. Benjy colocó su pie en el camino, deteniendo la puerta
con su bota.
Lila, no Kitty. Así que Benjy no confiaba del todo en él. Aunque eso era poco
consuelo frente al resto, y apreté los dientes. —¿Nunca se te ocurrió lo fácil que sería
para Daxton decirle que hiciera exactamente eso?
—Esto es para ti, mi querida Lila. —Sacándola de la funda, la tomó por el cañón
y me la tendió con la culata hacia mí. Si yo hubiera querido, fácilmente hubiera podido
jalar del gatillo—. Pensé que esto podría ser útil.
Me quede mirando el arma en mi mano, con la mente dando vueltas. Esto tenía
que ser una trampa. No había razón para que un hombre ambicioso, egoísta, cerdo
asqueroso como Bradley nos ayudara. Si acaso, él tenía todas las razones para
traicionarnos y probar su lealtad a Daxton, asegurando su posición en el nuevo gobierno.
Pero aquí había una oportunidad, una oportunidad real, cálida y pesada en mi
mano. Sin importar los trucos que Daxton podría querer hacernos, nunca nos habría
proporcionado una forma de matarlo.
—Oh, no lo es —dijo, agachando la cabeza con tal velocidad que supe que era
genuina. Nunca antes lo había visto moverse tan rápido—. Es muy, muy real, y está
muy, muy cargada. Si no te importa, mi querida Lila…
—El seguro está puesto, de todas formas —dije, bajándola. Para Greyson añadí—
: ¿Qué piensas?
Se encogió de hombros. —No hace daño ver qué tiene que decir.
—¿Por qué nos está ayudando? —exigí. Él quedó en silencio—. Tiene todo que
perder. Poder, prestigio, privilegios, su puesto de primera como perro faldero de
Daxton…
—No es lo que pueda perder, mi querida Lila, sino lo que puedo ganar. —Bajó
la voz varias notas más, y se acercó. Las paredes eran lo suficientemente gruesas, y
dudaba que alguien intentara oír a través de ellas o de la puerta—. ¿Es tan extraño pensar
que tal vez yo no quiero que nuestro país sea gobernado por un loco?
—No parecía pensar que era un loco cuando le dio todo lo que deseaba —
repliqué.
El ministro Bradley resopló. —Les aseguro que estoy haciendo esto por la bondad
que hay en mi corazón…
—No confiamos en la bondad de su corazón —le espeté—. Confiamos en su
egoísmo.
—No deseo ser una marioneta —dijo Bradley—. Sin embargo, eso es lo que soy
ahora, con tu padre… o el hombre que clama ser tu padre. —Él levantó una ceja, y
Greyson miró hacia sus pies—. Yo no quiero dejar mi estilo de vida, pero tampoco
quiero perder mi moralidad también, o lo que queda de ella. Sí es posible ser egoísta
mientras cuidas de las personas, mi muchacho. Yo no clamo ser perfecto y me ha
costado mucho llegar tan lejos. Pero espero que con el tiempo ustedes estén dispuestos
a confiar en mí, o al menos confiar en mi deseo de tener un lugar en su nuevo mundo,
cuando lo inevitable llegue. —Señaló la pistola—. Úsenla con sabiduría.
Sin más palabras, salió al pasillo, dejándonos a los tres solos. Avancé a zancadas
y cerré la puerta, y después de encargarme de eso, me giré para encarar a Benjy.
—Lo que tenía que hacerse —dijo Benjy y para su crédito no pestañeó—. Yo creo
en él, Lila…
De mala gana asentí, abriendo el cargador para asegurarme que estuviera lleno.
—Esto pueden ser salvas.
Greyson se asomó sobre mi hombro —No lo son, ¿ves la forma en que el metal
se arruga?
—Yo sí —dijo Benjy mientras yo inspeccionaba las balas—. Yo estoy con él todos
los días. Los guardias me revisan, pero puedo encontrar alguna manera…
—Ese es el único momento que se nos permite estar cerca de él, de todas maneras
—dije—. Tú me darás el indulto, ¿verdad?
Benjy cruzó los brazos y la punta de sus orejas se pusieron rojas. —No quiero que
tú lo hagas.
—No importa. Debe hacerse. Todo funcionará… nos aseguraremos que así sea.
—Le toqué el codo. Parte de mí esperaba las chispas que habíamos perdido, pero a pesar
de lo tranquilizador que era tenerlo aquí, planeando y haciendo estrategias con nosotros,
eso era todo lo que era: un consuelo familiar. El voto de confianza que necesitaba para
atravesar esto. Si hubiera un hueco en el plan —un verdadero hueco, y no solamente el
miedo de Benjy de perderme— entonces él nos lo diría.
Había partes a las que no podía acceder; los aposentos de Daxton principalmente,
lo cual ponía un freno en las cosas. Y las ventilas eran muy pequeñas para que cupiera
dentro, para mi frustración. Pero memoricé cada pasillo, cada cuarto, cada armario de
la mansión Creed que pudiera encontrar, hasta que lo conocí tan bien como conocía
Somerset.
Una vez el guardia se hubo ido, nos alistamos, y con cuidado oculté la pistola
dentro del forro de mi abultado abrigo de invierno. Un tiro. Eso era todo lo que
necesitaba, y todo esto terminaría finalmente.
—Puede ser —dijo Greyson con gravedad—. Si piensas por un momento que
ellos podrían…
—Me detendría —mentí. Yo sabía que no lo haría, y ellos sabían que no lo haría.
Pero a pesar de lo dispuesta que estaba a morir por esta causa, no podía soportar la idea
de morir hoy; o nunca ver la luz al final del oscuro túnel que se habían vuelto nuestras
vidas, y me decía a mí misma una y otra vez que eso no podía pasar. Yo podría esconder
el arma en mi abrigo. Ellos no podrían decir que era yo hasta que Greyson estuviera a
cargo, y él me daría el indulto. Esto podía funcionar.
Tenía que.
Cuando llegamos a Somerset solo unos pocos minutos después, había una
multitud de espectadores esperando por nosotros en las puertas, contenidos por los
guardias armados. El carro de Daxton disminuyó la velocidad y él bajó un poco la
ventana para sacar una mano y saludar.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Greyson, tratando de quitar mi mano del botón.
Le lancé una mirada.
—Regresa al interior antes que alguien te dispare —me rogó Benjy. Pero solo
regresé a mi asiento una vez la multitud estuvo fuera de la vista. Greyson subió la
ventana inmediatamente.
—No, eso fue exactamente lo que ellos querían. Daxton saludó, y no le importó
a nadie. Yo sonreí y saludé, y ellos prácticamente se subieron unos sobre otros para
acercarse.
—No veo cómo —dijo él. Pero Benjy habló antes que yo pudiera.
—En la corte de la opinión pública, Lila siempre ganará contra Daxton. Podemos
usar eso. Lo haremos.
Cuando salimos del carro, Daxton me miró fríamente desde el otro lado de la
calzada y tardé un momento de pánico en darme cuenta que él no se había dado cuenta
de mi guante vacío. Debía de haber sido testigo de mi intercambio espontaneo. No podía
decidir si sentirme engreída por eso o preocupada por su posible castigo. Pero ¿qué
podría hacer él? Mientras hiciera mi trabajo, él debería estar muerto en cuestión de
minutos y el país sería de nosotros. Si yo sobrevivía tanto tiempo.
Y tal como habíamos esperado, un equipo de filmación había llegado para grabar
nuestra contemplación de lo que quedaba de Somerset. Ellos probablemente pensaban
pasar este clip en las noticias de las seis como una pieza enternecedora de cómo la familia
Hart estaba reconstruyendo después de la guerra; ellos no tenían idea que esto se
convertiría en un tiroteo que con suerte haría historia. Mis palmas comenzaron a sudar.
Yo podía hacer esto. Tenía que hacer esto.
—El placer es todo mío —dijo Daxton con la gracia y carisma de la que yo casi
había olvidado que era capaz—. He escuchado que planean reconstruir el ala residencial
completamente.
Mi corazón palpitó con fuerza y la sangre se me fue a los oídos y el mundo afuera
de mi mente se quedó sin ruido. Un toque de mi dedo. Eso era todo lo que requería.
Con la expresión tan impasible como pude, respiré, estabilicé mi mano y jalé el
gatillo.
Pum.
Idiota. Idiota.
Pero no había nada que pudiera hacer en el caos del momento sin delatarme yo
también. Volví a colocar la pistola en el forro de mi abrigo, mientras los guardias
restantes corrían a protegernos a nosotros y nos guiaban seguros hacia el carro. Miré por
encima del hombro a Daxton. Él estaba inmóvil en el pasto, y aunque ya podía escuchar
las sirenas en la distancia, era muy tarde.
Bien. Mejor engañar a los guardias, entonces. Y cuando la verdad saliera a relucir
—cuando yo confesara haber matado a Daxton en memoria de los Blackcoat y por el
bien de la nación— Greyson tendría el poder para indultarme.
Excepto que cuando nos apuraron a entrar en la mansión Creed, una pequeña
sospecha comenzó a crecer en la parte posterior de mi mente. Escuché los auriculares de
nuestros protectores crujir, y uno dio un gruñido en respuesta. Algo no estaba bien… no
que algo pudiera estar bien para los hombres que acababan de fallar en proteger a su
encargo de ser asesinado, pero era algo más que eso. Benjy fue escoltado a la oficina de
Daxton, mientras que un par de guardias se unieron a Greyson y a mí en el piso superior.
Uno: Víctor Mercer no era la única persona enmascarada como Daxton Hart.
No sabía cuál opción era peor. Al menos si Daxton estaba muerto, otros podrían
dirigir el país a través del ideal de los Blackcoat, sin importar lo que nos pasara a Greyson
y a mí. Pero si él había sido enmascarado de nuevo… si había un suministro infinito de
Daxton Hart sentados por ahí en algún lugar, listos para tomar el lugar del anterior,
entonces nosotros nunca ganaríamos.
—Si usted lo quiere, señorita Hart —dijo un segundo guardia, tomando mi brazo
y guiándome hacia mi habitación al final del pasillo, en la cual no había dormido desde
que llegamos. Enterré los talones y traté de regresar hacia Greyson, pero el agarre del
guardia era increíblemente fuerte.
—¡Greyson! —grité, jalando con tanta fuerza, que estaba segura que mi brazo iba
a estar morado a la mañana siguiente—. Déjeme ir. Me quedo con mi primo.
—No, no es así. —El guardia abrió la puerta y sin mayor ceremonia me lanzó al
interior. Yo tropecé y caí en el piso, pero a él no le importó. Cerró la puerta fuertemente
detrás de mí, y me senté ahí en silencio, con la mente corriendo. Lo que fuera, era claro
que algo había salido increíblemente mal.
En lugar de eso, ahuequé un grueso libro con el filo de una navaja. Era tosco,
pero funcionó, y regresé el libro a su lugar en los estantes. No era el mejor escondite de
todos, pero era mejor que debajo de mi cama.
Por fin, después de cinco días de haber tratado de matar a Daxton —o logrado,
todavía no lo sabía—, mi puerta fue abierta bruscamente. Estaba sentada en el sofá con
mi cuaderno de dibujo, esperando que un sirviente me trajera mi almuerzo. En vez de
eso, dos guardias irrumpieron y de inmediato me tomaron de los brazos para ponerme
de pie.
—¿Qué demonios creen que están haciendo? —gruñí, luchando contra ellos, pero
me doblaron los brazos hacia atrás y me esposaron las muñecas. Ninguno me ofreció
una explicación y medio me empujaron, medio me jalaron fuera de la habitación y por
el pasillo. Me volteé justo a tiempo para ver los guardias en la puerta de la habitación de
Greyson, y el nudo en mi estómago se aflojó. Al menos Greyson todavía estaba bien. O
todo lo bien que se podría estar cuando él tampoco había podido dejar el cuarto durante
días.
Los guardias me bajaron por la gran escalera y dentro del ala que, hasta este
momento, había estado totalmente fuera de límites para mí: el ala de la suite principal,
donde Daxton había pasado todo su tiempo escondiéndose de nosotros. Planeando y
tramando, o cualquier cosa que hiciera cada día. Ideando más formas de destruir la vida
de personas inocentes, yo suponía. Él no era bueno para ninguna otra cosa.
El ala era el doble del tamaño de mis aposentos, los de Greyson y los de Knox
juntos, y estaba decorada con las mismas maderas y colores cálidos que el resto de la
casa. Pero mientras más nos adentrábamos en el pasillo, el frío del aire parecía aumentar,
hasta que los guardias abrieron la puerta cerca del final del pasillo.
Era un cuarto sencillo con paredes blancas, pero el hedor de desechos humanos,
sangre y miedo se me atascaron en la garganta, revolviéndome el estómago. —No voy
a entrar allí —dije, casi asfixiada por el aire pútrido.
—Oh, sí. Entrarás —dijo una voz en el interior. Daxton apareció detrás de la
puerta, vestía un delantal negro sobre su traje y sostenía lo que parecía una sierra curva.
La sierra goteaba con sangre fresca—. ¿Sorprendida de verme, Lila?
—Estoy emocionada de que todavía estés vivo —dije con la mandíbula apretada,
con la mente acelerada. ¿De quién era esa sangre? Miré dentro del cuarto, pero la mayor
parte de mi visión estaba bloqueada por Daxton y la puerta. ¿Quién más estaba en la
mansión con…?
Todo el aire dejó mis pulmones, y súbitamente hice todo lo posible para
mantenerme de pie. Había estado tan preocupada por Greyson que me había olvidado
de dedicarle a la seguridad de Benjy un segundo pensamiento.
No. No podía perder el control. No podía olvidar quién se suponía que era. Benjy
no era nada para Lila. Daxton no hubiera tenido razones para lastimarlo por mí. Y si
preguntaba por él… si le daba el más pequeño indicio de que él era mi prioridad…
—¿Dónde está Greyson? —logré forzarme a decir—. ¿Qué hiciste con él?
—Oh, no te preocupes, Greyson está muy a salvo —dijo y dio un paso adentro,
dándome espacio para entrar—. De todas maneras, él no tiene el coraje de jalar el gatillo,
¿verdad? No, no… Una vez revisé las imágenes del incidente, se volvió muy claro quién
había sido el perpetrador.
Exhalé con fuerza cuando vi el cuerpo tumbado encima de una mesa de metal.
O al menos creía que eso era un cuerpo… faltaba casi toda la piel, revelando los
músculos rojo furioso de debajo; y las manos y brazos estaban colocados en trozos en
envases cercanos, claramente aserrados pedazo por pedazo. La gran panza estaba
rebanada y otro tazón de órganos había sido colocado junto a varios dedos.
Me volteé y vomité en el piso, dejando salir lo que se sintió como todo lo que
había comido en días. Tenía razón. No era Benjy. Aunque el cuerpo estaba casi
irreconocible, el cuerpo era demasiado grande para ser él. Pero sí reconocí el bigote de
manubrio pegado a lo que quedaba de su cara.
El ministro Bradley.
—¿Él está…? —logré decir una vez que ya no tenía nada más que sacar. Por una
vez, esperé que la respuesta fuera sí.
—No, aún no. Lo estará pronto, así que no te preocupes. Para su crédito, me
tomó varios días quebrarlo —dijo Daxton, colocando a un lado la sierra y moviéndose
para admirar su trabajo.
—¿Tú crees… crees que el ministro Bradley intentó matarte? —dije, sintiendo
nauseas de nuevo por el olor del vomito mezclado con el resto.
—Oh, no. El público sí, por supuesto, es fácil hacer un montaje de las imágenes
del evento para hacer ver que esa es la verdad, pero yo sé exactamente lo que sucedió.
—Daxton seleccionó un cuchillo particularmente largo de su colección de herramientas,
probando su pulgar en el filo—. Incluso sin la confesión de Bradley, Greyson no tiene el
coraje, y Benjamín lo hubiera hecho en privado, sin duda. O al menos es lo
suficientemente competente para reconocer un chaleco antibalas cuando ve uno.
—Así que piensas que fui yo —dije, demasiado sacudida para fingir la usual
altivez de Lila. Quería creer que, encarada al tipo de tortura que el ministro Bradley
había aguantado durante cinco días, ella tampoco hubiera sido capaz de mantenerla.
—Yo sé que fuiste tú, Lila. Bradley admitió que te había dado un arma. Mis
guardias están buscando en tu cuarto ahora. No tengo duda de que la encontrarán muy
pronto.
Era inútil negar eso. Él sabía que Lila quería matarlo; él sabía que todos nosotros
queríamos matarlo. Y lo admitiera o no, mi frase hubiera sido la misma. —¿Es por eso
que me trajiste aquí? ¿Para ejecutarme?
Daxton se rio mientras trazaba la punta del cuchillo encima del pecho expuesto
de Bradley. Aunque había estado quieto y silencioso hasta ahora, el antiguo ministro
inmediatamente comenzó a temblar y un suave gemido se le escapó. Mi estómago se
contrajo de nuevo, pero ya no había nada más que botar.
—¿Ejecutarte? Mi querida Lila, ¿por qué diantres haría algo tan tonto? No, no.
Tu alianza, fingida o no, es de lejos lo más preciado. Solo quería demostrarte
exactamente lo que le pasaría a Greyson y a cualquier otra persona viva que ames, si
alguna vez intentas hacer algo tan atroz de nuevo.
Enterró la hoja dentro del pecho de Bradley, justo donde el corazón debería estar.
En ese momento, Bradley dejó de gemir y un alivio sombrío me llenó. Cinco días. Le
había tomado cinco días quebrarlo para que me traicionara. Nadie lo podía culpar por
eso, y si Daxton no lo hubiera sacado de su miseria, yo hubiera encontrado una manera
de hacerlo antes de irme del cuarto.
—Tú eres mía, Lila. ¿Lo entiendes?. Tú y Greyson son mis mascotas, para
sentarse y rodar como yo quiera —gruñó él—. Los perros no muerden a sus amos a
menos que quieran la eutanasia. ¿Es eso lo que tú quieres?
—Los perros no morderían si sus amos no abusaran de ellos. —Mi voz tembló,
pero al menos encontré algo de coraje—. La culpa siempre es del dueño.
—Tal vez, pero el amo es el que sostiene la correa, así que al final ¿importa? —
Sacó el cuchillo del cuerpo de Bradley con un repugnante sonido húmedo—. Déjame
advertirte, Lila. No hay escape, y mientras más lo intentes, más difíciles se volverán tus
circunstancias. Puedes retirarte.
No pude salir más rápido de ese cuarto; con las manos esposadas todavía a la
espalda, me tambaleé de regreso hacia la puerta. Los guardias me tomaron por los codos
para estabilizarme y que no me cayera.
Sobre mi cadáver, si tuviera opción, pero no la tenía. Esto era todo. Esta iba a ser
mi vida de ahora en adelante: existir solamente para darle legitimidad a las reglas de
Daxton y para comprarle la simpatía del pueblo. Y si alguna vez decidía matarme, había
un millón de formas de hacerlo sin perder ninguna de esas cosas. Contratar a alguien
más para matarme en frente de la audiencia, por ejemplo, la forma que yo había tratado
de matarlo. Envenenarme hasta que estuviera tan débil que mi corazón se detuviera.
Montar algún tipo de accidente que no pudiera rastrearse hasta él.
Mi vida estaba a su merced, pero bueno, así había sido exactamente desde que
cumplí diecisiete. No había nada nuevo. El lazo alrededor de mi garganta solo se había
apretado más, y ahora Daxton ya no se preocuparía en fingir cortesía. Debería ser
refrescante saber precisamente dónde estábamos parados, sin presunciones entre
nosotros. Pero cuando yo era la que estaba directamente bajo su bota, eso no era gran
consuelo.
Verlo vivo y bien era como un bálsamo que no sabía que necesitaba, pero ahora
que él estaba parado en frente de mí, sin un rasguño, todo dentro de mí pareció
desinflarse.
—¿Es hora de la cena? —pregunté, y él asintió, apretando los labios.
—Muy bien —dije con un resoplido, otra imagen de Bradley pasó por mi mente.
Sin importar cuanto perfume rociara, el hedor de ese cuarto todavía seguía pegado a mi
nariz—. ¿Se nos unirá Greyson?
—No esta noche. —Él debió de haber sentido mi pregunta silenciosa, porque
añadió—: Daxton y yo lo visitamos con regularidad, y él está bien, aburrido, y pregunta
por ti cada vez que lo vemos, pero él está bien.
Aliviada, tomé el brazo de Benjy y dejé que me llevara por el corredor. El hecho
de que ellos no hubieran insistido en llevarme esposada esta vez me sorprendió, pero
dudé que Daxton fuera a dejarme acercarme lo suficiente a él de nuevo para que eso
fuera un problema.
Cuando llegamos, dos sirvientes abrieron las puertas del comedor para nosotros,
y me detuve cuando vi el mantel extendido sobre la mesa. Jamones completos, pollos,
una montaña de fruta colorida, una gran cantidad de vegetales y sopas. Más cantidad de
pan del que yo supiera que existía. Y al final, en los bordes del cuarto, esperando a ser
servidas, había bandejas y más bandejas llenas de postres decadentes.
—Oh, no, pero sí tenemos un invitado especial. —Hizo un gesto y se abrió la otra
puerta.
Sus muñecas estaban atadas a sus tobillos con grilletes, su ropa estaba sucia, y el
cabello enredado le caía sobre la cara, pero cuando entró en el comedor, levantó la vista
y nuestros ojos se encontraron.
Celia.
XV
—¿
amá? —croé. Había pasado mucho tiempo desde que tuve que
fingir que Celia era mi madre, pero ella seguía sin tener ni idea que
yo no era su hija.
—Lila —dijo, con voz estrangulada—. Estás bien. Te he echado de menos, cielo.
—Las reuniones familiares siempre me hacen tan feliz —dijo él—. Por favor,
siéntense. Este festín no se comerá solo.
Entre los horrores que había presenciado aquella tarde y el ver a Celia en tan
mala forma, no estaba segura de si volvería a tener hambre alguna vez en mi vida, pero
mi insubordinación solo empeoraría las cosas para ella. Obediente, me senté, y dejé que
me sirvieran, llenando mi plato con una amplia variedad de comida, de la cual nada
parecía apetecible. En lugar de comérmela, observé a la mujer que me había ayudado a
personificar a su hija muerta desde el principio. Había sufrido mucho más que ninguno
de nosotros, perdió primero a su marido por la brutalidad de su familia, y luego no solo
perdió a su hija, sino además fue obligada a entrenar a su reemplazo tan solo unos días
después. En medio de todo aquello, había creado un grupo rebelde para luchar contra
su familia, y nunca, ni una sola vez, la había visto dejarse consumir por la pena, a
expensas de todo lo que había que hacer. Ese tipo de fuerza y valor no podía aprenderse.
Era algo innato dentro de ella, algo irremplazable. Ella era la razón por la que yo había
sobrevivido tanto tiempo. Juntos, Knox y ella se habían asegurado de que estuviera sana
y salva, y ahora no había nada que pudiera hacer para devolverles el favor.
—Es Daxton. Se pensaría que sabrías reconocer a tu propio hermano —dijo él,
describiendo un arco con el cuchillo.
—Ya he hecho planes para ejecutarte por la mañana. Debería ser un buen
espectáculo.
—Pensé que la guerra había terminado —dije, con tono vacío, apuñalando un
trozo de lechuga—. ¿No provocará descontento otra ejecución?
—Bastante bueno para una bruja, ¿no crees? —dijo él—. ¿O preferirías ser
ahogada y descuartizada?
—Porque te haría parecer benévolo delante de todo el país —dije yo, con tanta
fuerza como me atreví—. No quieres que la gente te vea como un sádico, y menos
cuando Celia nunca ha sido señalada como responsable directa de ningún asesinato
concreto.
—Tienes razón, Lila —dijo, demasiado calmado—. Tienes toda la razón. Muy
bien. Una ejecución piadosa. Ahorcada, o fusilada. Te lo dejaré saber por la mañana,
Celia.
Pues claro que lo haría. Eso le daría a ella toda la noche para preocuparse.
—Me gustaría quedarme con ella —dije—. Es mi madre, después de todo. Tengo
derecho a decirle adiós.
Tras aquello, no volví a tocar mi plato, evitando incluso los postres que nos traían
para probar. Daxton se mostró anormalmente feliz durante el resto de la comida, y
siguió hablando de la ejecución como si fuera una fiesta que todos esperábamos. Celia
se concentró en comer, mientras que Benjy también clavó la vista en su plato, sin tocar
nada. Aunque odiaba saber que él tenía que ver esto también, al menos esta vez yo no
era la única testigo de la depravación de Daxton.
Al final, cuando ni siquiera Celia pudo comer otro bocado más, Daxton se
levantó.
—Asegúrate de que esté cómoda —dijo a Benjy—. Es, después de todo, su última
noche.
—Bueno, es un poco más lujoso que el sótano, pero qué demonios, por qué no.
Me siento generoso esta noche. —Hizo una reverencia—. Damas, Benjamín. Disfruten
de la noche.
Tan pronto como se fue, toda la habitación pareció exhalar de alivio. Benjy se
levantó.
—Gracias —dijo ella, y los guardias tomaron posiciones a ambos lados de ella.
Me uní a ellos, y juntos subimos las escaleras y volvimos al cuarto de Lila. Fiel a su
palabra, Benjy pidió a los guardias que le quitaran las cadenas a Celia, y mientras ella
entraba en el cuarto, de repente me di cuenta que tendría que pasar las doce horas
siguientes convenciéndola de que era, de hecho, su hija.
Benjy me tocó el hombro, y yo le miré, más asustada de lo que había estado en
años. Él no dijo nada, pero me mantuvo la mirada durante un segundo y asintió
ligeramente. Podía hacerlo. Él sabía que yo podía hacerlo.
Abrí la boca para preguntar a qué se refería, pero de pronto lo entendí, y las
palabras desaparecieron. Ella lo sabía. Claro que lo sabía.
No. No lo era.
—Lo siento.
—Claro que no. Eres una Hart. No rendirnos está en nuestros genes. —Podía oír
la sonrisa en su tono, y me permití relajarme. Si ella podía sonreír en un momento como
este, yo también podía—. Siento todo lo que te ha pasado, Kitty. De verdad.
—Yo no. —Tan pronto como lo dije, supe que era cierto—. Knox y tú le dieron
a mi vida un significado y un propósito. No mentiré y diré que ha sido fácil, pero nada
que merezca la pena lo es, ¿verdad?
—Benjy también. Así es como intentaba que yo hiciera mis deberes cuando
estábamos en el colegio. —Callé—. Lo siento mucho más por todo lo que has tenido
que pasar. Eres la persona más fuerte que he conocido.
Tragué saliva.
—Me aseguraré de que lo pierda todo.
Ella sonrió.
—Buena chica.
—Cuando era joven, siempre pensé que la muerte era lo peor que podía pasarle
a una persona —murmuró mientras el horizonte se teñía de gris. No nos quedaba mucho
tiempo, pero ella no habló más deprisa. Pareció ralentizarse, incluso, con la mirada
pérdida—. Y entonces asesinaron a mi marido, e intentaron matar a mi hija, y me di
cuenta que la muerte no es lo peor. Es solo lo último. Todos los finales son duros, eso es
todo. —Inspiró hondo—. Todos los días rezo para que haya algo más.
—Algo después de esta vida, sea lo que sea. Y por eso no tengo miedo —añadió—
. Porque lo peor que puede ocurrir es la nada. Y aunque es un concepto aterrador, si hay
algo más, quizá ellos estén ahí. Quizá vuelva a ver a mi marido y a mi hija, y eso hace
que merezca la pena arriesgarme. Es algo que anhelar.
Cuando llamaron a la puerta al amanecer, me apretó contra ella una última vez,
lo suficiente para que yo sintiera su pulso.
Me metió el pelo tras las orejas, y rozó con las puntas de los dedos mi pendiente.
Mi mano voló a mi oreja. ¿Sabía lo que era? Si era así, no dio señal de ello, y en
vez de eso se levantó y alisó la ropa sucia. Dos guardias esperaban en la puerta con los
grilletes, y mientras atravesaba la habitación y se acercaba a ellos, yo la acompañé. Se
me humedecieron los ojos mientras se los ponían de nuevo, aunque su expresión era de
extraña calma. Traté de recordar lo que me había dicho, que la muerte no era el final
para ella; era una oportunidad para reunirse con sus seres queridos. Pero, aun así, se me
formó un nudo en la garganta.
—Estarán ahí —logré decir, abrazándola por última vez—. Estoy segura.
—Yo también.
Cuando se hubo ido del todo, cerré la puerta e intenté volver al sillón, pero me
fallaron las piernas y caí al suelo, sollozando con más fuerza que nunca. No supe cuánto
tiempo estuve ahí tirada, ahogándome en mis propias lágrimas, pero de repente unos
brazos familiares me envolvieron, y me apoyé en Benjy, aferrándome a él. Él me
sostuvo, sin decir una sola palabra mientras yo lloraba. No había nada que decir.
Ninguna fórmula mágica, ni palabras para mejorarlo. Era lo que era, su fin. El fin de
todas sus posibilidades, y pese a lo que había dicho, el fin de la rebelión de los Blackcoat.
—No lo sientas —dije, con voz ronca, y me ayudó a levantarme. Sabía que iba a
pasar. El Daxton real había obligado a Lila a presenciar la ejecución de su padre; era
sencillamente imposible que Víctor Mercer me dejase perderme la de Celia.
Me eché agua fría en la cara y me vestí de negro. Daxton podría considerar esto
una celebración, pero nadie me tomaría por una juerguista. Mis ojos seguían hinchados
y rojos, así que encontré unas gafas de sol y me las puse también. Cuando volví, alguien
me había traído el desayuno, y miré el jamón y los huevos como si fueran de plástico.
—Tienes que comer algo —dijo Benjy, que me esperaba sentado en el sofá—. No
comiste nada anoche. Los de la cocina trataron de darte un filete, pero les hice cambiarlo
por jamón.
Sintiéndome más como un robot siguiendo órdenes que como un ser humano,
logré comerme algunos trozos de huevo. No me supieron a nada, aunque no dudaba que
habían sido modificados para ser perfectos.
Seguía estando de mi lado, y siempre lo estaría. Pero ese fue el momento que
elegí para deslizar el cuchillo en la manga de mi chaqueta de cuero antes de coger su
mano.
—Buenos días, Lila —canturreó Daxton. Vestía un traje azul y un abrigo rojo
con una bandera estadounidense en la solapa, pero no dijo nada de mi atuendo. No lo
esperaba de él, de todos modos—. Ah, Greyson. Me alegra mucho ver que has venido.
Ni Greyson, ni yo respondimos. Nos mantuvimos ahí parados, juntos, lado a
lado, y esperamos en la mañana fría mientras la luz del sol comenzaba a bañar el parque.
Un coro de gritos comenzó al extremo de la multitud, y me giré para ver a los guardias
abrirse paso de nuevo, esta vez con Celia entre ellos.
Estaba limpia y vestía un mono azul, y caminaba con la cabeza alta, sin hacer
contacto visual con nadie de la multitud. Y aunque gritaban mucho, no oí ningún
abucheo, sino que muchos estiraron las manos, tratando de tocarla a su paso.
—Celia Hart —llamó Daxton, y su voz retumbó por todo el parque—. Has sido
acusada de traición, no solo contra tu país, sino contra tu familia. Tu madre, tu padre,
tus sobrinos, tu hija. Has cometido actos graves e imperdonables contra todos nosotros,
y ahora te enfrentarás a las consecuencias de tus acciones. ¿Tienes unas últimas palabras?
Un guardia le dio una pistola, el mismo modelo que yo había usado para intentar
matarle. Conociendo a Daxton, era probablemente la misma pistola. Lo habría visto
poético, de alguna forma enferma y retorcida.
Una vez hubo comprobado el cargador, apuntó con el cañón a la frente de Celia,
y yo contuve el aliento, con la mirada clavada en mis pies. No podía verlo.
—Oh. Qué maleducado soy —dijo Daxton, y bajó el arma. Le miré, con la
esperanza recorriéndome—. Tu hija pidió una muerte compasiva, y yo accedí.
Cogiendo la pistola por el cañón, me la tendió. Le miré sin comprender.
Daxton se inclinó, y advertí un botón que apretaba con la otra mano. Levantó el
pulgar, y se apagó la luz.
Solo yo oí su voz. El botón debía controlar los micrófonos, pero me daba igual.
No podía matarla. No podía.
—Lila. —La voz de Celia me llegó, y la miré, con los ojos muy abiertos por el
pánico—. No pasa nada. Esto no es culpa tuya. Y quiero que lo hagas tú.
Requirió cada ápice de fuerza que poseía, pero alcé la pistola, sosteniéndola como
había aprendido en las filas de Otro-Sitio. Como Knox me había enseñado. Como había
disparado a Augusta Hart una y otra y otra vez, hasta que no quedaron balas en el
cargador y la alfombra blanca se hubo empapado con su sangre. Mi dedo descansaba en
el gatillo, pero no importaba cuánto lo intentase, no podía apretarlo.
Me tembló el labio inferior, y tuve que sujetar la pistola con mi otra mano
también para sostenerla con firmeza, y evitar que sin querer se me resbalara hacia
Daxton. La multitud estaba callada, y me retumbaba el corazón en los oídos.
El sollozo que había estado conteniendo se me escapó finalmente, y cerré los ojos
con fuerza antes de apretar el gatillo.
XVI
a bala atravesó el aire como un látigo, y mientras estaba allí de pie en shock, con
los ojos cerrados y el cuerpo entero temblando, varias cosas pasaron en una
rápida sucesión, más rápido de lo que mi mente confusa podía seguir.
Al mismo tiempo, alguien gritó de dolor, y abrí los ojos para ver a Celia
presionándose la mano contra la sien, donde una mancha de rojo se derramaba por su
mejilla. La miré fijamente, aturdida. Le había disparado una bala al cerebro. ¿Cómo…?
—Dame eso —gruñó él, y me quitó la pistola de las manos, cargándola con otra
bala. Debía de tener solo una—. Estúpida perra. Quizá me limite a dispararte después.
Empecé a moverme hacia el borde del escenario para ayudarla, pero Greyson
agarró mi codo.
—Vamos, tenemos que salir de aquí —gritó por encima del ruido y, en su lugar,
me llevó hacia la escalera. Miré sobre el hombro, desesperada por cualquier señal de
Celia, pero ella estaba en medio de un grupo de escuderos ahora, todos reclamando a
gritos para separarlos. No había duda de que no podían arriesgarse a matarla sin matar
a Daxton también. Y aunque eso significaba perder a Celia, esperaba que lo intentaran
de todas formas. Eso era, sin duda, lo que ella quería.
—Ese va a ser inútil —dijo, y me obligué a centrarme lo suficiente para ver los
cuatro neumáticos cortados en tirones.
—¿Crees que Celia lo mató? —pregunté sin aliento, mi cerebro todavía tratando
de procesar todo.
Puso sus manos sobre las mías, y fue solo entonces cuando me di cuenta de que
estaba temblando. Tragando fuerte, me clavé las uñas en las piernas, tratando de
recuperar el control. Aunque la lucha continuaba en el parque, con disparos sonando y
gritos elevándose por encima de la refriega, todo estaba curiosamente amortiguado en
el coche.
—Porque intentó hacerte matar a Celia. —Se inclinó más cerca—. Hiciste
exactamente lo que deberías de haber hecho.
—Yo no… —Apreté la mandíbula. No podía admitir que no había querido solo
hacerle un rasguño a Celia. Incluso si Greyson no me hubiera juzgado por ello, yo me
estaba juzgando a mí misma. Nunca debí haber apretado el gatillo—. Él aún no regresa.
¿Crees…?
—Ah, sí. Me hablaron del otro coche. —Colocó las manos en su regazo, y solo
entonces pareció darse cuenta de la sangre. Levantó la mano y sonrió—. De tu madre.
Felina, ¿no?
Entonces había matado a Celia después de todo. Mis ojos ardieron, y tracé el
mango del cuchillo que había deslizado dentro de mi abrigo. Una puñalada en el
corazón, si tenía uno. Eso era todo lo que me tomaría.
Pero Greyson envolvió sus brazos alrededor de mis hombros para mantenerme
en mi lugar, y me tomé una profunda y temblorosa respiración. Si atacaba ahora, Daxton
lo vería venir, y no había duda de que me dominaría. Dondequiera que fuéramos, habría
un mejor momento. Eso esperaba.
El coche aceleró por la avenida, y parpadeé para contener las lágrimas, mirando
por la ventana. Algo había pasado en ese parque, algo enorme. Pero aún no lo entendía,
y me preguntaba cómo Daxton lo giraría a su favor esta vez. Un grupo de rebeldes
restantes despidiendo a su líder. En su lugar, se inició una revuelta cuando traté de
matarlo a él. Pasara lo que pasara, había más cámaras allí de las que podría contar. Tenía
que haber sido retransmitido en vivo. La gente tenía que saber lo que Daxton había
intentado hacer, y tenían que haber visto a los ciudadanos defenderse. Me negué a creer
cualquier cosa diferente.
—¿Nos estás llevando a Somerset? —preguntó Greyson cuando nos detuvimos
en la larga y sinuosa calzada y nos acercamos a los restos de la casa de la familia Hart.
Andamios cubrían el agujero en el ala residencial, pero era demasiado pronto para que
los trabajadores de la construcción estuvieran allí.
—Bien, bien. Háganlo rápido, antes de que también vengan aquí —dijo Daxton
con un deje de nerviosismo en la voz. El conductor aparcó el coche y saltó para abrir la
puerta para nosotros. Daxton salió primero, no parecía importarle que dejara un rastro
de sangre donde quiera que se moviera, y yo le seguí varios segundos después,
manteniendo mi distancia de él y de la sangre.
—Greyson, este es Rivers. Rivers, este es Greyson —le dije. Ellos se estrecharon
la mano, pero tan pronto como se soltaron, Rivers nos acompañó hacia las puertas.
—No hay tiempo que perder. ¿Hablaste con Celia? —dijo.
Asentí.
—¿Qué…?
—Asegúrate de que no murió en vano —dijo—. Date prisa, antes de que Daxton
trate de cerrar la puerta él mismo.
No había duda de que era exactamente lo que iba a hacer, y le di a Rivers una
rápida y agradecida sonrisa.
—Es un lugarteniente de los Blackcoat. Si él está aquí, algo está pasando. Algo
grande.
—Con Víctor Mercer. Solos. —Me miró fijamente—. Eso es un suicidio, Kitty.
—Pero… —Hice una pausa—. Rivers está planeando algo. Dijo que me
asegurara de que Celia no murió en vano.
—Ella no murió en vano. Yo… —Se quitó el gorro y el pelo se le encrespó hacia
arriba como si no se hubiese molestado en cepillarlo esa mañana—. No puedo dejarte ir
allí, Kitty. No cuando sé que no vas a salir.
—¿Viste eso allí afuera?¿Lo viste? —Señalé violentamente hacia el techo—. Ellos
no creen ni una palabra de lo que dice. Y si vamos a terminar con esto, tenemos que
hacerlo ahora. Es la única oportunidad que tendremos.
—Dile que Daxton no está armado, y que el chaleco que lleva puesto no es ni de
cerca tan a prueba de balas como él cree que es.
El suelo pareció moverse bajo mis pies, e hice todo lo posible para permanecer
derecha.
—¿Knox? —dijo Greyson, con ojos muy abiertos, y yo asentí, aturdida. Buscó en
sus bolsillos, presumiblemente por su propio comunicador.
—Lo siento por el silencio de la transmisión —dijo Knox—. No les podía dejar
saber nada mientras estaban bajo el pulgar de Daxton.
—Pero… no estás… Otro-sitio ha desaparecido…
—Tan pronto como te capturaron, Rivers insistió en que utilizásemos los túneles
para sacar a todos de las secciones —dijo—. Nos dimos cuenta que Daxton trataría de
torturarte por información, y con las líneas de suministros cortadas, no tenía sentido
quedarse de todos modos. En el momento en que las bombas estallaron, habíamos
estado fuera por días.
No tenía ni idea de qué decir a eso. Todo el mundo estaba bien. Nadie había
muerto en ese montón de cenizas que era ahora Otro-sitio. Y Knox estaba vivo.
—Voy a matarte —le dije con voz ahogada—. Todo este tiempo, y estabas
realmente bien. —Hice una pausa mientras me daba cuenta de algo—. Espera, eso
significa... oíste todo.
—Estoy diciendo que necesitas entrar en ese refugio, Kitty —dijo Knox—. Solo
tú. Necesitamos a Greyson con vida, y si las cosas no van como lo planeamos…
Tragué saliva.
—No has sido un peón por un largo tiempo. —Oí la sonrisa en su voz, y por una
fracción de segundo, no puede evitar sonreír. Estaba vivo. Realmente estaba vivo.
—No. No. Lo eres todo. Eres la única familia que me queda. No te dejaré ir.
—Greyson…
—Dale una patada en la espinilla, y luego corre como el diablo hacia el refugio
—dijo Knox—. No hay tiempo. Te lo explicaré mientras corres.
—Lo siento mucho —dije, y antes de que Greyson pudiese moverse, hice
exactamente lo que Knox me había dicho y le di una patada. Duro.
—No tengo muchas opciones, ¿verdad? —Pero incluso si fuera así, incluso si
Greyson pudiera haberlo hecho, o Knox, o cualquier otro, aun así habría estado
corriendo a toda velocidad hacia esa habitación. Porque Lila era la única con el poder
real. Ella era a quien la gente amaba. Y eso valía más que controlar a través del miedo.
—La conexión probablemente se romperá tan pronto sea cerrada la puerta —dijo
Knox—. Estoy de camino, y voy a estar allí tan pronto como pueda. Solo recuerda, no
importa lo que pase, haz que confiese. El país entero estará viendo.
—Entendido.
l refugio no era muy grande; tenía el tamaño de una sala grande, tal vez, con las
paredes cubiertas por armarios y cajones que tenían suficientes suministros
como para mantener viva a toda la familia Hart durante meses. Varios sofás
estaban distribuidos en el cuarto y había un pequeño baño privado en la esquina.
Haciendo la claustrofobia a un lado, no era un lugar terrible para pasar la noche, como
lo había sido durante los bombardeos de los Blackcoat mi primera noche en Somerset.
Busqué en las paredes alguna señal de una cámara, pero no vi nada como una luz
roja. No importaba, tenía que confiar en Knox, tenía que creer que él tenía razón, y que
esta era la oportunidad por la que habíamos estado esperando.
—Él siempre fue más inteligente que tu. —Daxton reinició su paseo—. Debería
matarte yo mismo, ¿tienes alguna idea de lo que hiciste afuera?
—No hice nada, la multitud estaba lista para matarte en el segundo que trataras
de hacer que matara a mi propia madre. Eso es retorcido incluso para ti, Víctor.
—Sí, así es. —Dio un paso para acercarse a mí, encuadrando los hombros—. Soy
el primer ministro de los Estados Unidos de América, soy el hombre más importante de
este país, y no importa cual fuera mi nombre dos años atrás, hoy soy el primer ministro
Daxton Hart.
Eso probablemente era lo más parecido a una confesión que podía obtener de él,
pero no tenía la menor duda de que no sería lo suficientemente buena para Knox, los
pocos partidarios que Daxton todavía tenía podían retorcerla, y nos dejarían en el punto
de partida.
Tomó una respiración profunda, su pecho subió y bajó mientras me miraba sin
palabras, por un momento me pregunté si él se había roto, si estaba tan alucinado
pensando que realmente era Daxton, que no podía soportar ninguno de los recuerdos de
su vida anterior, creyendo que estos podrían negarle su nueva identidad.
Pero una sonrisa malvada se retorció en su cara, y dio otro paso hacia mí, no
tenía ningún lugar al que ir en el refugio, el cual se hacía cada vez más pequeño mientras
los segundos pasaban, mis dedos se tensaron alrededor de la empuñadura del cuchillo.
Que se atreviera a lastimarme, veríamos qué tan lejos podía llegar.
—Supongo que Augusta te dio tu golpe de suerte —dije con la voz temblorosa—
. Ahora mira en lo que lo has convertido; una dictadura, contigo en la cima de la
pirámide.
—Es hermosa ¿no? —Pasó su pulgar por mis labios, y casi me atraganté—. Como
tú.
—¿Sabes cuál es mi parte favorita? Cómo mataste a sangre fría al ministro Creed
y al ministro Ferras y forzaste a los otros ministros a firmar la enmienda que te otorgaba
poder absoluto —dije—. Dirigir un golpe de estado en tu propio país con solo dos balas,
es verdaderamente impresionante, pero apuesto que el verdadero Daxton lo hubiera
hecho con una. ¿Los ministros sobrevivientes todavía están encarcelados en la Fortaleza
o los has masacrado y desollado vivos como hiciste con el ministro Bradley?
—Mmm, no tenía idea que admirabas tanto mis técnicas, lástima, si lo hubiera
sabido antes, probablemente habríamos podido aprovecharlo al máximo, aunque
supongo que todavía hay tiempo. —Deslizó su otra mano en mi cadera—. No tengo que
matarte inmediatamente.
—Ya lo han hecho, no quería declarar la guerra a mi propio país, pero si debo
hacerlo… —Se encogió de hombros—, que así sea.
—Es por lo que cualquier político exitoso se preocupa —dijo—, harías bien en
recordar eso, Lila.
—¿Qué, verdaderamente crees que voy a permitir que tú y tu primo idiota tomen
mi lugar? —dijo, luego río, pude oler el café rancio en su aliento—. Ustedes nunca van
a durar más tiempo que yo, Lila. Ni tú, ni Greyson.
Ahogué una carcajada — ¿Crees que eres un gran hombre? Celia era grande,
Knox es grande, Greyson va a ser grande, y todos ellos van a ser recordados como
héroes, pero tú no eres más que un hombrecito débil y asustado, quien tuvo que ponerse
en los zapatos de un tirano para ser algo en este mundo. La historia no te va a recordar
como un gran hombre, la historia te va a recordar como un cobarde.
Resopló y su mano voló a mi garganta, apretando hasta que no pude respirar, mis
ojos se agrandaron y arañé sus manos mientras buscaba la empuñadura del cuchillo,
luchando por deslizarlo fuera de mi manga
—Eso es, Lila —murmuró, sus ojos oscuros bailando con sádica diversión—.
Pelea conmigo, continúa, trata de mostrarme quién de nosotros tiene verdadero poder.
Se lanzó hacia mí, sus manos buscaron mi garganta de nuevo, pero esta vez
estaba preparada. Me agaché y empujé el cuchillo tanto como pude en su estómago, se
deslizó mucho más fácilmente de lo que había imaginado y la empuñadura se soltó de
mi agarre.
Sentí la piel abrirse y la sangre caliente correr por mi cara, y siguió un dolor
ardiente. Me mordí labio, rehusándome a gritar, no le daría la satisfacción.
Cortó otra vez mi mejilla, esta vez más profundamente y apenas a un centímetro
de mi ojo. —Los antiguos chinos tenían talento para las ejecuciones, mi favorito en
particular es la muerte por mil cortes, donde trozo por trozo, la carne era removida del
cuerpo. ¿Cuántos cortes crees que requerirá matarte, Lila?
—No sé —dije con voz rasposa, mi voz apenas reconocible—. Pero sé cuántos
cortes requiere matarte a ti.
—Estoy hablando del juego que tú y Celia han estado jugando —respondí—. Has
perdido, el país completo está viendo esto, y ellos han escuchado cada palabra, no
importa lo que me hagas ahora, estás muerto.
Con un grito de rabia, sacó una pistola de su chaqueta, la misma que me había
dado para ejecutar a Celia. —Entonces debería llevarte conmigo —gruñó.
De un momento a otro algo sonó y la puerta del refugio gimió y se abrió con un
crujido. De pie al otro lado, con el cabello azotado por el viento y ruborizado, estaba
Knox, con un arma semiautomática en las manos. Al menos había tenido el sentido
común de traer más de una bala con él.
—Lila, muévete —ordenó, y me aparté del camino, dándole un tiro libre hacia
Daxton. Se me ocurrió medio segundo muy tarde que también le había dado a Daxton
un tiro libre hacia Knox.
Rio, un sonido loco y desquiciado, que convirtió mis entrañas en hielo. —Me
atrapaste —dijo mientras se levantaba lentamente, haciendo una mueca mientras más
sangre brotaba de su estómago—. Has ganado, Lila, felicitaciones.
—No puedo ganar mientras sigas vivo —dije con el dedo en el gatillo—. Ahora
cuéntales a todos lo que le hiciste a Kitty.
—Que yo… —Soltó una risita otra vez—. ¿A quién le importa? Ella no era nadie.
—A mí me importa —dijo Knox, parándose frente a él, con la mano todavía
presionando su hombro herido—. Ella podría ser nadie para ti, pero el país la amaba,
así que diles qué le hiciste.
—Y después… y después tal vez hice que su helicóptero volara en pedazos. —Se
encogió de hombros—, no lo puedo decir con seguridad.
Tragué saliva, pude haberle dicho que esa era Lila, y tal vez debía hacerlo, el país
tenía derecho a saber que ella estaba muerta, pero no pude obligarme a hacerlo. Lila
merecía más que morir en las montañas, con su cuerpo enterrado por la nieve y nunca
recuperado, ella se merecía este legado, después de todo por lo que había pasado. Ella
también merecía ser recordada como una de los grandes, no yo, yo no habría sido nadie
sin ella, pero ella era la razón detrás de todo esto. Ella era la razón de que los Blackcoat
ahora pudieran celebrar una victoria ganada duramente y ella era la razón de que
quinientos millones de personas ahora podían tener la libertad de vivir la vida que habían
decidido vivir, no la vida que el gobierno les daba.
—Víctor Mercer. —Apenas podía hablar, mi voz rota y ronca, y cada palabra se
sentía como si estuviera tragando vidrio, pero me forcé a hablar—. Has sido encontrado
culpable de traición, conspiración para cometer traición, y por los asesinatos de Kitty
Doe, Celia Hart, el ministro Creed, el ministro Ferras y el ministro Bradley, entre otros
muchos, por tanto eres sentenciado a muerte. ¿Tienes unas últimas palabras?
—Ellos te quieren castigado por tus crímenes, nadie me culparía por arrestarte,
no importan las promesas que yo haga.
Suspiró. —Supongo que tienes razón, creo que eso significa que, después de todo,
simplemente tendré que matarlo ¿no?
Jalé el gatillo.
XVIII
La fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, y el cuchillo salió volando mientras
Víctor se estrellaba contra la pared. Juntos yacieron en un montón arrugado, y yo me
apresuré hacia ahí, con el corazón latiéndome con fuerza.
—¿Knox? —Su nombre salió ahogado, y me dejé caer de rodillas a su lado—. Por
favor no estés muerto, por favor no estés muerto...
—No estoy muerto —consiguió decir, haciendo una mueca—. Sin embargo, creo
que Víctor tal vez lo esté.
Knox se incorporó, revelando a Daxton debajo de él. Sus ojos oscuros estaban
muy abiertos, la boca floja, y sangre fresca florecía de la bala que había viajado a través
del hombro de Knox a su pecho. No se movía.
—Parece que este bastardo tenía un corazón después de todo —dijo Knox, le
tendí la mano y lo ayudé a levantarse. El mundo parecía inclinarse sobre su eje, y me
quedé mirando el cuerpo de Daxton, tratando de asimilar lo que acababa de suceder.
Estaba muerto.
—Debía haber enfrentado un juicio por sus crímenes. Debía haber… debía haber
mirado a los ojos de las familias de sus víctimas y vivir para enfrentar las consecuencias.
La muerte era muy fácil. Yo lo tenía. Debí haber…
Lo rodeé con los brazos, abrazándolo tan fuerte como me atreví sin causarle más
dolor. Me devolvió el abrazo, frotando pequeños círculos en mi espalda.
Knox no había estado alardeando. Los Blackcoat habían intervenido una vez más
el sistema de transmisión, y todo el país había visto el enfrentamiento entre Víctor
Mercer y yo. Antes que Knox y yo llegáramos al atrio, un equipo de paramédicos bajó
las escaleras corriendo directamente hacia nosotros. Me hice a un lado, esperando que
corrieran hacia el refugio para ver si había alguna esperanza de salvar al primer ministro,
pero en vez de eso, pararon.
Insistí en caminar hasta la ambulancia, pero muy a su pesar, Knox fue forzado a
subir a una camilla y llevado fuera, los paramédicos amenazaron con retener los
analgésicos si no se quedaba quieto. Greyson nos esperaba afuera, con Rivers a su lado,
y tan pronto salí, con una manta envuelta alrededor de mis hombros y un paramédico
sosteniéndome el codo para asegurarse que no me cayera, ambos corrieron hacia
nosotros.
Un equipo de doctores esperaba a la entrada del Hospital San Jorge, y tan pronto
se abrieron las puertas de la ambulancia, se apresuraron a ayudarnos. Knox fue
inmediatamente transportado lejos, pero justo cuando yo empezaba a entrar en pánico,
Greyson apareció.
—Estoy justo aquí —dijo, tomando mi mano mientras me subían a una camilla—
. No voy a ir a ninguna parte.
Fiel a su palabra, Greyson se quedó a mi lado el resto del día, aun cuando los
reporteros inundaron el hospital, rogando hablar con él. Benjy de alguna manera se las
arregló para encontrarnos, y trajo consigo un equipo de protección para Greyson y para
mí… todos Blackcoat, prometió. Y todos increíblemente leales a nosotros.
Había tenido suficientes medidas avanzadas hechas a mi cuerpo para toda una vida.
—Está bien —dije con cansancio—. Están bien así.
Tocó mi barbilla y examinó las líneas cosidas que recorrían mi rostro. —Te
quedan —dijo—. Hacen que tu exterior combine con tu interior.
—Más o menos una tipa dura —dijo Benjy, quien estaba cerca, y le dirigí una
mirada divertida. Podía vivir con eso.
Por fin, el caos del día se calmó, y la noche se asentó. Tan pronto como Knox
salió de cirugía, nos dieron cuartos privados de hospital contiguos. Con la ayuda de
Greyson, me escapé de mi cama hacia la habitación de Knox, tirando de mi intravenosa
conmigo. Juntos, Greyson y yo nos sentamos en el sillón mientras Knox dormía con lo
que sea que le hubieran dado, y no pude evitar notar un pequeño rastro de saliva
corriéndole desde la boca hacia la almohada. Hubiera sido lindo si no estuviera
roncando tan fuerte.
—Algo así. Quiero que estés en él. Tú, Knox, Benjy, Rivers, los otros líderes de
la rebelión que sobrevivieron… todos ustedes ganaron la guerra. Quiero honrar eso y
convertir este país en algo de lo que estar orgulloso.
—Ser mi padre era lo último que quería —corrigió en voz baja—. Hacer una
diferencia en este país… devolverle a la gente sus vidas y asegurarme que todo esto no
fue en vano, eso es un honor. Además —agregó—, si todo va como lo planeado, me
gustaría celebrar elecciones eventualmente. Elecciones reales, donde haya más de un
nombre en la papeleta. Y límites de mandato. Nadie gobernará este país indefinidamente
otra vez, y la gente tendrá una voz, una voz real.
Eso sonaba casi demasiado bueno para ser cierto, pero ¿no era exactamente por
eso por lo que habíamos pasado todo este tiempo peleando? —Estados Unidos tiene
suerte de tenerte.
Se rio y me atrajo más cerca. —Siento haber tratado de detenerte. Pero decía en
serio lo que dije, Kitty. Tú eres todo. Tú eres la única familia que me queda. Nunca voy
a dejar que nada malo te pase de nuevo. Lo prometo.
Dudé, sin estar segura de cómo ponerlo en palabras. —Lila entregó toda su vida
por esta rebelión. Ella lo arriesgó todo una y otra vez. Y tal vez tuvo sus momentos de
debilidad, pero todos los tenemos. Quería honrarla, quería asegurarme que su nombre
pasara a la historia como la razón por la que todo esto sucedió. Si le decía al país quién
era realmente… no importaría que ella lo empezara. Sólo recordarían que yo lo terminé,
y no le podía hacer eso a ella. Ella merece ser recordada.
—Lo hicimos. E incluso si todos piensan que eres Lila, puedo encontrar la
manera de hacer que vuelvas a tu apariencia original —dijo Greyson—. Tenemos a
todos los doctores del país a nuestra disposición. Puedo hacer que suceda.
Durante meses, no quise nada más que ver al espejo y ver mi verdadero rostro
devolviéndome la mirada. Redondo y con pecas, con una nariz de botón y cabello
trigueño, con tonos más oscuros que los de Lila. Pero era más que mi apariencia. Era
más que lo que la gente pensaba al mirarme. Y no importaba la cara que portara, tendría
que encontrar una forma de aceptar eso.
—Kitty Doe está muerta —susurré—. Soy Kitty Hart, y de alguna manera, aun
cuando no debería, sigo aquí. Y así es como luzco, cicatrices y todo. No quiero cambiar
nada.
—Bueno —dijo suavemente, pasando sus dedos por mi cabello—. Eres perfecta
como eres.
—¿Está segura que no estaría más cómoda en su propia cama, señorita Hart? —
dijo en voz baja. A mi lado, Greyson también se había quedado profundamente
dormido.
Él me trajo un vaso con agua con hielos, y me senté. Tragar era una tortura muy
diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado, pero conseguí tragar un poco
tomando pequeños sorbos. Tan pronto terminó de revisarme, el enfermero salió,
dejándome sola en la oscuridad.
Salté, casi derramando el agua por todo mi regazo. Los ojos de Knox estaban
abiertos, y me miraba desde su posición boca abajo en la cama.
—No puedo creer que no me dijeras que todavía estabas vivo todo este tiempo.
—Te las arreglaste muy bien por tu cuenta —dijo. Lo miré, con las mejillas
ardiendo.
—Y no puedo creer que me dejaras divagar así cuando estuviste escuchando todo
el tiempo.
—Claro que sí. Tenía que asegurarme que ustedes dos estuvieran bien.
—Sólo una de esas es verdad. —Tomó mi mano con su brazo sano, su toque era
cálido y pesado y reconfortante, y su expresión se suavizó. Por un momento creí ver un
destello de algo más, pero estaba muy oscuro para estar segura—. Lo hiciste genial,
Kitty. No puedo decirte lo orgulloso que estoy.
No sabía cómo responder a su sinceridad. No así, no cuando no estaba preparada
para las sensaciones que me recorrían como lava, abrumando mis sentidos. Enojo,
alivio, deseo, pura y desesperada alegría… había muchas para nombrarlas, y mucho
menos encontrarles algún sentido. Así que en vez de eso, le contesté como siempre lo
hacíamos, con la suficiente pizca para hacerle saber al otro que nos importaba. —Claro
que no puedes, porque eso sería admitir que hice algo bueno para variar.
Knox sonrió, y aunque pudo haber dejado pasar el momento, su pulgar rozó la
palma de mi mano, enviando chispas a través de mí. —Entonces, ¿qué sigue? Ahora que
has salvado el mundo.
—Yo… —me detuve. Si había estado escuchando, debería saberlo. Tal vez lo
sabía. Tal vez quería asegurarse—. Benjy rompió conmigo. —Las palabras dolieron
menos de lo que esperé—. Sigue siendo mi mejor amigo, y siempre estará ahí, pero… es
mejor así. Juntos no éramos lo mejor posible que ambos merecíamos. No de esa manera.
—Yo… —Tomé otro sorbo de mi agua. Mi garganta ardió, pero me dio tiempo
para pensar. No sabía cuán mejor se era posible estar. Ese era el problema. Pensé que
Benjy era lo mejor, pero no lo era. Y la evidencia estaba mirándome fijamente en este
momento.
—¿Tú? —dijo Knox, esperando a que continuara. Negué con la cabeza. Él sabía.
Él sabía que él sabía, y yo le acababa de dar la confirmación que necesitaba. Ahora solo
estaba siendo un imbécil.
—Deberías dormir un poco —dijo al fin—. Guarda tu voz. Los próximos días
serán duros y confusos, y las personas necesitarán un poco de orientación.
—Lo que sea. —Pareció darse cuenta de lo serio que sonó, porque agregó con
una sonrisa—, dentro de lo razonable.
—No ese tipo de cansancio. Estoy agotada, estrujada. No queda nada. Solo
necesito… necesito un descanso. Necesito alejarme. No para siempre. Solamente
durante un tiempo.
Knox estuvo en silencio por un largo momento. —Puedo hacer que suceda.
—Mi nombre es Lila Hart. —Mi voz era apenas un susurro, y el micrófono estaba
encendido al máximo, pero sabía que subtítulos atravesarían cada pantalla—. Ayer,
todos ustedes fueron testigos de la ruina de Víctor Mercer, quien había estado
aterrorizando a nuestra nación como el primer ministro Daxton Hart durante más de un
año. Lo oyeron confesar por traición, asesinato y un sinnúmero de otros delitos, y por
primera vez, se ha retirado el velo de las personas que gobiernan su país y sus vidas.
Vieron la corrupción, vieron la codicia. Vieron la locura que mi primo Greyson y yo
hemos estado atestiguando por meses, y también vieron a su primer ministro morir en
mis manos. Lo siento por tomar su vida, y eso es algo con lo que tendré que vivir el resto
de la mía. Pero no lo siento por hacer lo que tenía que hacer para proteger a las
personas… para protegerlos a ustedes de su tiranía.
—No fingiré que todos los que ven esto apoyaban a los Blackcoat —continué—.
Éramos un país dividido en más de una manera. No solo por nuestras creencias, sino
también por los tatuajes negros en nuestras nucas. Por un sistema imperfecto y corrupto
que mientras proveía las necesidades básicas, también ha arruinado demasiadas vidas y
detenido a muchas de alcanzar su máximo potencial.
—Pero les diré que todos los que ven esto… ahora son libres de una manera en
que nunca lo fueron. Esta es una libertad que nuestros ancestros lucharon por proteger,
y es una libertad que nuestras familias, amigos y seres queridos pelearon por restaurar
para nosotros en la rebelión Blackcoat. Y a partir de este día, yo y las personas en esta
mesa nos aseguraremos que sus sacrificios no fueran en vano. Nos aseguraremos que
sus derechos sean protegidos, y nos aseguraremos que todos tengan una oportunidad,
una de verdad, para vivir sus vidas al máximo. Mi primo Greyson puede que no haya
sido un Blackcoat, pero ambos creemos en la libertad y en la democracia. Ambos
creemos en dejar que ustedes, las personas, decidan quién los gobierne. Y aunque él
seguirá siendo primer ministro durante este periodo de transición, durante la
reestructuración y reconstrucción de nuestro gobierno en algo que la gente pueda
controlar, tan pronto como este país esté listo para una elección justa, él va a renunciar
a su título por su representante elegido.
Benjy empujó un trozo de papel sobre la mesa hacia mí, y lo tomé. En él había
dibujada una playa con el sol golpeando las olas, y una figura de palitos con el cabello
hasta los hombros, construyendo un castillo de arena. Yo.
Estaría ahí para Greyson. Sería Lila Hart. Sería un miembro de este consejo, y
haría lo que sea que tuviera que hacer para que este país se volviera todo lo que los
Blackcoat querían que fuera. Pero por ahora, solo por un poco de tiempo, también sería
alguien más.
Sería yo.
XIX
Como sea, ella estaba de pie en la puerta de nuestra cabaña, sosteniendo una
cuchara de madera mientras me observaba.
—No hace tanto frío. —Mi voz todavía sonaba áspera, pero ahora podía hablar
sin dolor, y un doctor venía cada pocos días para asegurarse de que me recuperaba bien.
—La punta de tu nariz está roja, y no dudo que el pendiente también se te haya
congelado en el oído —dijo—. Además, hay alguien esperándote.
—¿Qué? ¿Quién?
Hannah mantuvo la puerta abierta para mí, y entré en la casa caliente. Era
pequeña, con solo una sala de estar, una cocina pequeña, dos pequeños dormitorios, y
un baño que compartíamos, pero era todo el espacio que Hannah y yo necesitábamos.
Al principio nos movíamos con cuidado una alrededor de la otra, no del todo seguras de
qué hacer ni qué decir, pero a medida que pasaban los días, poco a poco se hacía más
cómodo estar juntas. No estaba segura de ser capaz de llamarla mamá, y era, sin duda,
difícil para ella pensar en mí como la bebé a la que se había visto obligada a renunciar
tantos años antes, pero estábamos trabajando en ello. Y eso era lo importante.
—Puse una taza de chocolate caliente en la mesa para ti —dijo Hannah, mientras
me ayudaba a quitarme el abrigo y lo colgaba junto al fuego crepitante para que estuviera
caliente la próxima vez que decidiera salir, lo cual, sin duda, haría probablemente tan
pronto como mi llamada con Benjy terminara. Después de pasar tantos meses atrapada
de una forma u otra, me encantaba la libertad de la orilla del lago. La cabaña era
acogedora, y nunca me sentí como una intrusa, pero tampoco acababa de sentirme como
en casa.
—Gracias —le dije con una sonrisa agradecida. Me dirigí al escritorio, donde la
cara de Benjy apareció en el monitor mientras esperaba por mí.
—Yo… —Lo miré y levanté mi chocolate caliente—. ¿Estás seguro que no está
pasando nada?
—Seguro. Mis planes para la cena fracasaron, y solo pensé que te gustaría que te
leyera un rato.
Esto se había convertido en nuestro ritual diario: Benjy llamaba después que la
reunión del consejo de la mañana hubiera terminado, y una vez que me actualizaba
sobre todo lo que habían discutido, me leía. No era lo mismo que antes, pero era
suficiente por ahora.
—No se puede decir con seguridad, me compré un par de libros nuevos hoy, y
pensé que podríamos leerlos juntos. —Benjy levantó una cubierta de color turquesa y
naranja que no podía leer, y su sonrisa se volvió tontorrona y enorme—. La chica de la
librería dijo que este era bueno.
Se puso rojo.
—No es así…
—Ajá. Conozco esa mirada en tu cara. Así es como me miraste durante diez
años.
—Bueno, está bien, es linda. Morena, gafas. Hablamos de libros por un rato.
—Así que por eso quieres leérmelo —le dije, y se encogió de hombros
tímidamente.
—Te lo haré saber. —Benjy movió las cejas y abrió el libro—. Capítulo uno.
Greyson nos había visitado dos veces hasta ahora, pero generalmente avisaba
cuando venía.
—Sí, pensé que podría servirte —dijo con picardía, y abrí la puerta.
—¿Qué…?
Su voz despertó algo muy dentro de mí, me calentó desde adentro hacia afuera.
Parecía feliz, también. Más feliz de lo que lo había visto nunca. Y de repente no pude
evitar sentir exactamente lo mismo.
—No, nunca —le dije, moviéndome a un lado para dejarlo entrar. Al entrar en
la cabaña para unírsenos, su mano rozó la mía, y nuestros ojos se encontraron. Y supe,
sin lugar a dudas, que estaba en casa.
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Esta traducción es de fans para fans.