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Aimée Carter

PEÓN… PRISIONERA… ¿REINA?

itty Doe es una rebelde Blackcoat y antigua prisionera con una conexión mortal
al hombre más poderoso y peligroso del país, el primer ministro Daxton Hart.
Forzada a ser enmascarada como la sobrina de Daxton, Lila Hart, Kitty ha
ayudado a los Blackcoat a adueñarse de la prisión conocida como Otro-Sitio. Pero
Daxton no tiene intenciones de ceder su puesto privilegiado… o permitir que Kitty
exponga su propio enmascaramiento. No en estos Estados Unidos, donde el rango de
cada persona significa la diferencia entre el lujo y la pobreza, la libertad y el temor… y
finalmente, entre la vida y la muerte.

Para derrotar al gobierno corrupto, Kitty debe exponer el secreto de Daxton. Conseguir
la evidencia pondrá a otros en riesgo, incluyendo al chico que ha amado siempre y al
aliado en el que apenas confía. Durante meses, la supervivencia de Kitty se ha basado
en interpretar un papel. Ahora debe descubrir quién desea ser realmente, y si el nuevo
mundo que ella y los rebeldes están intentando crear tiene un lugar para ella después de
todo.
I

Traducido por Azhreik

iré a través de la multitud que se estaba reuniendo, con el corazón en la


garganta. Los ciudadanos de Otro-Sitio se removían inquietos, sus monos
rojos traían color a un paisaje invernal por lo demás gris, y pude sentir que
se estaban impacientando.

No eran los únicos.

—Knox, todos están esperando —dije desde mi esquina en el escenario que los
Blackcoat habían construido durante los últimos días. Estaba hecho de cualquier
material que pudieron rescatar de los edificios que fueron destruidos durante la Batalla
de Otro-Sitio. Dos semanas después, aún seguían sacando cuerpos de los escombros.

Knox Creed, uno de los líderes de la rebelión Blackcoat —y mi antiguo falso


prometido— levantó la vista desde su posición al pie de las escaleras. Tenía la frente
fruncida, y la molestia en su rostro era inconfundible.

—Estoy consciente, gracias —dijo—. Puedo apresurar las cosas solo hasta cierto
punto.

Bajé a saltos los escalones para unirme a él y los otros Blackcoat que permanecían
en las cercanías. Él no había ocultado su disgusto por mi actitud menos-que-obediente,
y aunque yo había hecho mi mayor esfuerzo para ceñirme a las reglas después que
terminó la batalla, aún estábamos en terreno inestable. No estaba segura que nuestra
amistad alguna vez se recompusiera completamente, sin importar cómo resultara la
rebelión. Pero ahora mismo, ambos teníamos cosas más importantes de las que
preocuparnos: él tenía una rebelión que liderar y yo un discurso que dar. Tan pronto las
cámaras estuvieran listas para mí.

—Benjy dijo que la prueba de esta mañana salió bien —dije—. ¿Ahora hay algún
problema?

—Siempre hay algún problema —respondió Knox. Girándose lejos de mí, habló
al intercomunicador en su muñeca—. ¿Por qué el retraso?

Esperé en silencio mientras él escuchaba la respuesta en su auricular. Murmuró


lo que sonaba como una maldición y fue mi turno para fruncir el ceño. —¿Cuánto más?

—Están teniendo problemas en atravesar la seguridad de la red —dijo—. Algo


sobre encriptado y códigos de entrada.

En otras palabras, nada con lo que yo pudiera ayudar. O Knox, para el caso. —
¿Por qué no solo grabamos el discurso y lo transmitimos una vez hayan encontrado la
forma de traspasar? ¿No sería eso más fácil?

—Si llegamos a eso, lo haremos, pero podemos darles unos pocos minutos más.
—Como dándose cuenta por primera vez que estaba parada junto a él, volvió a mirarme,
sus ojos oscuros me recorrieron de arriba abajo—. ¿Te bañaste?

Parpadeé. —¿Estás bromeando? Pasé una hora dejando que me arreglaran el


cabello y el maquillaje.

—¿Qué hicieron, mirarte fijamente todo el rato? —Pasó los dedos por mi cabello
en un intento de hacer… algo. No sabía qué—. Ya no luces nada parecida a Lila.

Lila Hart, una de las fundadoras de los Blackcoat, quien también era la sobrina
del primer ministro Daxton. Cuatro meses atrás, en mi decimoséptimo cumpleaños, me
habían secuestrado y transformado quirúrgicamente para lucir exactamente igual a ella
para poder tomar su lugar. Ella era la prometida real de Knox. Yo solo estaba
interpretando el papel.
Pero ahora, después que el polvo se hubiera asentado, el mundo entero sabía que
había dos de nosotras. Lila estaba trabajando para Daxton, quien debía estar
amenazándola con algo. Lo que fuera debía ser una cuestión de vida o muerte, porque
la Lila Hart que yo conocía, aunque no particularmente valiente, nunca habría apoyado
abiertamente el gobierno que asesinó a su padre y convirtió a su madre en una rebelde
fugitiva. No así, no a menos que tuviera un arma apuntándole a la cabeza… o a la de
alguien más.

Pero había poco que pudiéramos hacer ahora respecto al repentino cambio de
lealtades de Lila, y mientras tanto, yo estaba trabajando para Knox y los Blackcoat. Él
tenía bastante con que amenazarme, pero nada de eso importaba, porque Knox no me
quería aquí. Estaba en Otro-Sitio porque yo quería estar. Estaba a punto de hablar
enfrente de incontables estadounidenses porque era lo correcto. Y sin importar cuántas
veces él intentaba intimidarme para que me fuera, nada me haría cambiar de opinión.

—Luzco exactamente como Lila, y todos en este maldito lugar lo saben —dije
con firmeza—. Sencillamente apenas empiezas a ver las diferencias con mayor claridad.
Había dos chicos en mi casa hogar, eran gemelos idénticos, y nadie podía diferenciarlos
al principio. Pero cuanto más los conocíamos, más fácil…

—Ahórramelo. Sé cómo funciona el diferenciar gemelos. —Su fruncimiento de


ceño se profundizó y me pregunté qué había dicho para molestarlo. Pero desapareció
tan pronto como apareció, y alguien debía haber hablado en su oído, porque dejó de
revolverme el cabello y tocó el aparato—. Muy bien. Kitty… están listos para ti.
Recuerda tus puntos centrales, y por una vez, ¿podrías atenerte a ellos?

Me sacudí el cabello, dejando que el pelo rubio que me llegaba a los hombros
cayera a donde quisiera. —¿Digo mi versión de los eventos, o la tuya?

—Quiero que digas la verdad —dijo—. Toda la verdad. Ya no podemos


permitirnos mentiras y malentendidos, no cuando Lila y Daxton son los que se las están
suministrando directamente a la gente.
Las comisuras de mi boca se elevaron en una lenta sonrisa. —¿En serio? ¿Toda
la verdad?

Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y se inclinó hasta que pude ver el
gris que rodeaba sus irises. —Cada trocito de ella.

Cualquiera que fuera su razonamiento —para lo que fuera que me estaba


usando— no me importaba. Me estaba dando permiso para ser yo misma por primera
vez en meses, y no iba a decepcionarlo.

Alguien había acomodado una luz brillante sobre mi posición, detrás de un podio
provisional, y volví a subir los escalones y caminé hasta allí, mis botas resonando contra
los tablones de madera. Cientos de rostros levantaron la vista, expectantes, pero cuanto
más me enfocaba, más descontenta veía a la multitud. La gente de Otro-Sitio, quienes
no sólo habían sobrevivido la batalla, sino que en algunos casos una vida entera de
cautiverio, perdonaban menos que la mayoría. Durante mis pocos días aquí como
prisionera, me habían dado golpizas y amenazado más veces de las que podía contar.
Eran hostiles, despiadados y rápidos en proteger sus propios pellejos por encima de todo
lo demás.

Pero esto era diferente. El gobierno había cortado varias rutas clave de
suministros de Otro-Sitio y destruido la mayoría de las tiendas en la batalla, y cuanto
más tiempo pasaba, menos recursos tenían Knox y los Blackcoat para cuidar de todos.
Se pondrían hambrientos, lenta pero seguramente, y si yo no hacía esto, si no podía
convencer a la gente de escuchar… entonces pronto nos moriríamos de hambre. Y ellos
lo sabían.

Me aclaré la garganta. El micrófono enganchado al podio amplificó mi voz,


haciendo que resonara sobre la plaza. Dos semanas antes, había una jaula en el centro,
y cada tarde, los ciudadanos insubordinados eran forzados a luchar a muerte por una
segunda oportunidad. Ahora solo quedaba un montón de acero derretido.
Las cosas en Otro-Sitio no eran fáciles, y no lo serían durante un largo tiempo.
Pero al menos esa jaula arruinada era un recordatorio de que estaban marginalmente
mejor que antes.

En mi visión periférica, Knox estaba parado con los brazos cruzados,


dirigiéndome una mirada, y no necesitaba oírlo para saber qué estaba intentando
decirme. No serían capaces de mantener abierto el canal de transmisión eternamente. Si
quería que los quinientos millones de personas que vivían en los Estados Unidos me
escucharan, tenía que empezar a hablar.

Aparté la cifra de mi mente y elevé la cabeza. Esto no era sobre mí, esto era sobre
la rebelión, sobre la libertad, sobre hacer lo correcto para la gente… yo tan solo era la
portavoz. Nada más.

—Buenas tardes —dije, y por primera vez, utilicé mi propia voz y acento en lugar
del dialecto que concienzudamente había aprendido en septiembre—. Como estoy
segura ya han deducido, mi nombre no es Lila Hart.

Un murmullo atravesó la multitud, y Knox respiró hondo, sus hombros se


elevaron y cayeron lentamente. Tenía los labios apretados, e incluso desde seis metros
de distancia, podía ver el miedo y anticipación en sus ojos. Ambos estábamos
profundamente conscientes de lo mucho que dependía de esto.

—Mi nombre es Kitty Doe, y hace diecisiete años nací aquí, en la sección X de
Otro-Sitio —dije—. Mi madre biológica es Hannah Mercer, y mi padre biológico era el
primer ministro Daxton Hart.

Estos eran hechos de los que yo me había enterado apenas dos semanas antes,
cuando Hannah —mi madre— había confesado su romance con el primer ministro. Las
palabras se atoraron en mi garganta, e incluso después de habérmelas repetido
incontables veces, seguían sin sentirse reales.

—Fui afortunada —continué—. Gracias a quien era mi padre, tuvo el poder de


hacer arreglos para mí fuera de Otro-Sitio, en una casa hogar para Extras y huérfanos
en Washington D.C. Yo soy, hasta donde se sabe, la única persona en dejar alguna vez
Otro-Sitio.

Una vez que alguien era condenado por un crimen, sin importar lo inocente o
pequeño, se les enviaba a Otro-Sitio de por vida. Control de población, me había dicho
Augusta Hart, la perra de sangre fría madre de Daxton. En realidad, solamente era otra
forma para que el gobierno ejerciera control sobre la gente.

—Me crie en una casa hogar con otros treinta y nueve niños —dije—. Creí que
tenía una vida relativamente normal. Iba a la escuela, jugaba con los otros niños.
Evitábamos a los escuderos, nos escabullíamos en los mercados e imaginábamos cómo
serían nuestras vidas después de cumplir los diecisiete, cuando haríamos la prueba y nos
convertiríamos en adultos. Pero había una cosa que nadie nunca nos había dicho… que
la libertad que habíamos imaginado, tomar nuestras propias decisiones y decidir cómo
serían nuestras vidas, todo eso era una ilusión.

—Fuimos ingenuos al creerlo, pero nunca supimos cuestionarlo hasta que fue
demasiado tarde —añadí—. Nos dan rangos basados en esa única prueba. Somos
añadidos al resto de la población y puestos en nuestro lugar. Un bajo II, un alto VI… no
importa. Nuestras vidas nunca están en nuestras propias manos. Nuestros rangos dictan
todo: nuestros trabajos, nuestros hogares, nuestros vecinos. Dónde vivimos, lo que
hacemos todo el día, la cantidad de comida y atención médica que nos brindan… incluso
puede decidir cuándo morimos. Algunos de ustedes han sido lo bastante afortunados de
tener trabajos fáciles, trabajos que no infligen un daño irreversible a su cuerpo. Pero
otros no son tan afortunados.

—Yo no fui una de las afortunadas. —Me giré y me aparté el cabello a un lado,
revelando el VII tatuado en mi nuca y la X cicatrizada que lo atravesaba. Dejé que la
cámara se enfocara durante varios segundos antes de girarme—. Lo que ven ahora es un
VII, pero las protuberancias debajo les dirán mi rango real: un III. Fui asignada para
limpiar alcantarillas muy lejos de mi hogar y de la única familia que había conocido. Es
trabajo bueno y honesto —añadí—, pero no era lo que había soñado hacer. Yo era un
engranaje más en una máquina demasiado grande para que alguno de nosotros la
comprendamos completamente, y porque no podía soportar la idea de dejar a mis seres
queridos, elegí entrar en la clandestinidad y ocultarme en un burdel.

En algún punto mientras estaba hablando, Benjy se había unido a Knox al lado
del escenario, su cabello rojo resplandecía en la luz del sol y la expresión en su rostro
pecoso se relajó y volvió alentadora. Le dirigí brevemente una pequeña sonrisa. Él era
la razón por la que había arriesgado mi vida y mi futuro entero para quedarme, pero él
era mío —él era privado, y aunque cualquiera en Otro-Sitio podía vernos caminar por
ahí juntos, practicar al tiro o atender a las víctimas que se recuperaban de la batalla, no
iba a contarle al mundo sobre él. Él era la grieta en mi armadura, y no le daría a nadie
la oportunidad de usarlo contra mí.

—Si son pacientes conmigo, les prometo que todo esto tiene un punto —dije
cuando más y más gente empezó a removerse y echar vistazos a sus vecinos. La
revelación de que en realidad era la hija ilegítima del primer ministro era buena solo
para cierta cantidad de atención extasiada, y rápidamente la estaba desgastando. Pero
los Blackcoat querían que contara mi historia. Yo no era la única víctima de la familia
Hart, pero era la única por la que la gente ya se interesaba, sin darse cuenta quién era en
verdad.

—En el burdel, Daxton Hart me compró. Pero en lugar de… bueno, ya saben,
me ofreció un VII. —El rango más alto en nuestro país, uno con el que tenías que nacer
para recibirlo—. En ese momento yo no tenía idea que en realidad era una Hart, pero
incluso entonces, nadie rechaza un VII. Nadie. Un VII significaba lujos, suficiente para
comer, y lo que yo creía que sería una buena vida… era una decisión fácil, así que por
supuesto dije que sí. —Enfoqué mi mirada en una mujer dolorosamente delgada con
mono rojo. No la reconocía, pero necesitaba mirar a alguien—. Mientras salíamos del
burdel, mi mejor amiga nos vio juntos por casualidad. Daxton Hart hizo que la
asesinaran en el callejón, y mientras yo estaba gritando, me dio algo que me dejó
inconsciente. Cuando desperté, eran dos semanas después, y me habían enmascarado,
transformado quirúrgicamente en una versión idéntica de Lila Hart, cuya familia la
había asesinado en secreto días antes.
Más murmullos atravesaron la multitud, y la mujer que estaba mirando me
sostuvo la mirada. De nuevo tenía su atención. Bien.

—Me dieron una elección. Fingir ser Lila o morir. No era una elección en
realidad. Nunca lo es cuando estás mirando el cañón de un arma y esperas que alguien
jale el gatillo. Y pensé que así era como sería mi vida; una serie de balas esquivadas hasta
que un día, ya no fuera afortunada.

—Pero cuando accedí a hacerme pasar por Lila, se me abrió un mundo


completamente nuevo. No sólo los lujos sin igual de las vidas cotidianas de la familia
Hart, sino una oportunidad real de cambiar las cosas a través de un grupo revolucionario
llamado los Blackcoat. Tan pronto inició mi educación para convertirme en Lila, Celia,
la madre de Lila, y Knox, el prometido de Lila, se aseguraron que también iniciara mi
educación sobre los Blackcoat.

—No tenían que decirme sobre las injusticias que nuestros ciudadanos enfrentan
un día sí y otro también. Cómo los escuderos matan y arrestan gente inocente para
cumplir sus cuotas, o porque están teniendo un mal día y tienen el poder para desquitarse
con nosotros. Ya lo sabía, he estado evitando a los escuderos desde que era niña. Pero
Celia y Knox me contaron cómo a los II se les da comida podrida, casas con tejados que
gotean y no tienen el respeto o apoyo de nadie por encima de ellos. De cómo los niños
Extra nacidos como II y III son enviados a Otro-Sitio para ser criados dentro de una
prisión, y nunca ven el mundo exterior. De cómo nuestras vidas enteras son dictadas por
una única prueba de aptitudes que sólo atiende a un tipo de inteligencia, y cómo los
niños que son los bastante afortunados para nacer como V y VI tienen ciertas ventajas:
tutores, información privilegiada… de hecho, cada uno de los doce ministros de la
Unión recibieron VI, no por sus propios méritos, sino por la familia en la que nacieron.
Nunca rindieron la prueba y tampoco lo harán sus herederos.

—Antes de convertirme en Lila, creía las mentiras que el gobierno nos


suministraba… que estamos a cargo de nuestras propias vidas, que sencillamente si lo
hacemos lo bastante bien en la prueba, ellos cuidarán de nosotros. Nos dirán dónde
pertenecemos, y que cada uno tiene un lugar en la sociedad. Les creía cuando nos decían
que todos somos importantes y necesarios. Puede que haya rechazado la vida que
querían para mí, pero aún creía en ellos.

—La primera lección en mi educación llegó el día que finalmente me declararon


lista para hacerme pasar por Lila. Daxton Hart me llevó a un área boscosa para un viaje
de caza. Pero no estábamos cazando ciervos o codornices —añadí—. Estábamos en
Otro-Sitio y estábamos cazando humanos.

Dejé que eso se asentara durante un momento, y la multitud me miró con


mandíbulas flojas y rostros pálidos. Durante los pocos días como prisionera,
rápidamente había descubierto que ninguno de los otros ciudadanos de Otro-Sitio sabía
por qué tantos de entre ellos eran sacados sin advertencia, para nunca ser vistos de
nuevo. Ahora lo sabían. Ahora todos sabían cómo los VI y VII habían cazado humanos
por deporte, todo porque no había nadie para detenerlos.

—Todos los VI y VII tomaban parte de estos viajes de caza, y como Lila, se
esperaba que me callara y siguiera la corriente. Y lo hice, porque aunque odiaba ver
morir a gente inocente, sabía que mezclarme y hacer lo que se esperaba de mí significaba
una oportunidad para ayudar a otros ahora.

—Estados Unidos se supone que sea una meritocracia justa. Todos se supone que
recibamos lo que merecemos basados en nuestras habilidades e inteligencia. Pero a
diferencia del resto de nosotros, hay una pequeña sección de la población que nace en
una vida de lujos, que no tienen que trabajar ni un día de sus vidas para ganársela. La
familia Hart incluida.

—Pero nacer en una vida de privilegios no es la única forma de conseguir un VI


o VII. Yo recibí un VII después de ser enmascarada, por ejemplo. Y no fui la única. —
Sujeté el borde del podio con tanta fuerza que sentí que una astilla se me enterraba en la
palma—. Hace un año, otro ciudadano fue enmascarado como un Hart, un hombre
llamado Víctor Mercer. Excepto que él no fue enmascarado como una figura del fondo
como Lila, demasiados pasos alejada del poder para ser algo más que un peón. Víctor
Mercer fue enmascarado como el único y mismísimo Daxton Hart, primer ministro de
los Estados Unidos.
Un jadeo audible se elevó de la multitud, y empezaron a empujar hacia adelante
en su ansia por escuchar más, luchando por una posición mejor. Víctor Mercer había
sido un oficial de alto rango que dirigió Otro-Sitio con su hermano durante años, y sin
duda muchos de los antiguos prisioneros recordaban su vena particular de sadismo.
Varios me gritaron, demandando pruebas, y sacudí la cabeza, levantando la voz.

—He sentido el V en su nuca yo misma. Pero él ha hecho un trabajo maestro en


destruir casi toda la evidencia de que fue enmascarado. Aunque aún existe alguna. Y
cuando el tiempo sea el idóneo, los Blackcoat la harán de dominio público y probarán
que el hombre que se llama a sí mismo Daxton Hart, el hombre que dicta nuestras vidas,
el hombre más poderoso del país, es un impostor.

Tuve que gritar las últimas palabras al micrófono para ser escuchada por encima
de los rugidos de indignación de la audiencia. Por el rabillo del ojo vi que Knox me daba
un asentimiento de aprobación, aunque no sonreía. Aun así, era suficiente. Al menos
habíamos acordado en algo… que decir la verdad, toda la verdad, era lo que
eventualmente conduciría la rebelión a la victoria.

—Este país pertenece a la gente, no a la clase gobernante —grité por encima del
ruido—. Somos la mayoría, somos a los que afectan sus políticas y decisiones, mientras
que ellos constantemente están por encima de la ley. Matan a los rangos más bajos por
deporte. Viven en lujos mientras los II y III se mueren de hambre. Y nosotros tenemos el
poder para detenerlos. Y aun así, ni una vez, durante los setenta años que los Hart y los
ministros de la unión han estado en el poder, nos hemos alzado juntos para enfrentar
estas injusticias. Pero ahora podemos. Es nuestra responsabilidad unirnos contra estos
monstruos… contra los impostores que dirigen nuestro gobierno. Este es nuestro país, y
necesitamos recuperarlo antes que el hombre que se llama a sí mismo Daxton Hart lo
destruya por completo.

Al fin un vitoreo entusiasma se elevó de la multitud, y exhalé bruscamente. Las


manos me temblaban, y el corazón me latía con fuerza, pero me sentía como si estuviera
flotando. Pero aún no había terminado, y la siguiente parte no sería fácil. Había
deliberado incansablemente con Knox, discutiéndolo durante días, pero finalmente
decir la verdad significaba decir la verdad entera… y eso significaba exponer a la Lila
Hart real.

—Daxton intentará decirles que cada palabra que he dicho es una mentira —
dije—. Pedirá pruebas. Lo llamará un truco para ganar simpatizantes. Insistirá en que
solo estoy actuando como marioneta para los líderes de la rebelión Blackcoat. Pero la
marioneta real aquí es Lila Hart. He visto los discursos que ha dado desde la batalla de
Otro-Sitio. He escuchado sus gritos por la paz. Y nosotros, los Blackcoat, haremos todo
lo posible para asegurarnos que no se derrame más sangre en esta guerra. Pero cuando
la paz significa mentir y permitir que el gobierno nos ejecute, por defender nuestra
libertad y por aquellos que no se pueden defender por sí mismos, me temo que no
podemos hacer eso. La paz sin libertad es cautiverio. Es opresión. Pueden intentar
asustarnos, pueden intentar amenazar a nuestras familias y nuestras vidas, pero
finalmente no tendremos vidas si no podemos decidir por nuestra cuenta cómo vivimos.

—No culpo a Lila —añadí—. Sé que si pudiera, estaría aquí conmigo, dando este
discurso mucho más elocuentemente de lo que yo podría. Y le digo a ella, ahora
mismo… —Miré directamente a la cámara—. No estás sola. Con lo que sea que Víctor
te esté amenazando, lo que sea que esté haciendo para hacerte obedecer… nosotros
sabemos que esas no son tus palabras, y sabemos que no son tus creencias. Y haremos
todo lo posible para ayudarte, igual que estamos haciendo todo lo posible para ayudar a
la gente. Eres una de nosotros, y no te olvidaremos.

Hice una pausa para permitir que eso se asentara. Aunque a los ciudadanos de
Otro-Sitio no podría importarles menos Lila, el resto del país sí se preocupaba por ella,
y tenían que saber que era una marioneta. No descalificaría completamente todos los
contraataques de Daxton, pero tal vez sería suficiente para plantar la semilla de la duda.

—Pero esto no es sobre Lila —dije al fin—, no es sobre mí, y ni siquiera es sobre
Víctor Mercer haciéndose pasar por Daxton Hart. Esto es sobre ustedes, cada persona
que está viendo esto ahora mismo. Esto es sobre su futuro, su familia, su salud y felicidad
y esperanzas. Durante toda nuestra vida hemos estado viviendo bajo un dictador
enmascarado como amigo, sin forma de destituirlo y recuperar la libertad que los
estadounidenses disfrutaron hace un siglo. Pero los Blackcoat han abierto la puerta de
la posibilidad. Han pavimentado el camino para el cambio real, y depende de nosotros
tomar esta oportunidad y convertirla en una realidad. Nuestra realidad. No un sueño,
sino algo que podamos vivir. La oportunidad para elegir nuestros propios caminos de
vida. De ser más que los números en nuestras nucas.

—Los Blackcoat han lisiado a la milicia y tomado control de sus arsenales


principales. Se han infiltrado en el gobierno y han trabajado incansablemente para
regresarnos los derechos inalienables que nos robaron incluso antes que cualquiera de
nosotros naciera. Pero depende de nosotros terminar el trabajo. Necesitamos unirnos
contra los escuderos, los Hart y los Ministros de la Unión. Necesitamos recordarles que
nosotros somos los que estamos a cargo, no ellos, que este es nuestro país, y después de lo
que nos han hecho a nosotros, a nuestra familia y amigos, les revocamos el privilegio de
gobernar. Porque es un privilegio —añadí fieramente—. No un derecho. Un privilegio
que nosotros les dimos mediante nuestra conformidad. Y ha llegado el momento de
recuperar lo que es nuestro. Juntos, prevaleceremos y seremos libres.

Las ovaciones de los antiguos prisioneros eran ensordecedoras. Podía verlo en


sus rostros, durante estos pocos momentos se olvidaron del hambre y la desesperación.
Creían en lo que estaba diciendo. Creían en la esperanza, y solamente eso hacía que
todo por lo que había pasado valiera la pena.

Knox se me unió en el escenario, pero en vez de decir algo a la audiencia, posó


su mano en mi hombro y me condujo fuera. —Bien —dijo—. Lila no podría haberlo
hecho mejor.

Un gran elogio, considerando que ella había conseguido repuntar el apoyo inicial
a los Blackcoat de nada a un tranquilo descontento. —¿Crees que escucharán? —
pregunté.

Él apretó los labios mientras descendíamos las escaleras hacia Benjy, con los
gritos de la multitud resonándome en los oídos. —Será mejor que sí. No podemos hacer
esto solos.
Y si no teníamos también el apoyo de la gente fuera de Otro-Sitio, entonces
estábamos realmente muertos.
II

Traducido por Azhreik

os Blackcoat de alto rango estaban reunidos en la estancia de la lujosa mansión


Mercer, una mansión que había sido construida en el interior de Otro-Sitio para
alojar a Jonathan y Hannah Mercer. Ahora servía como nuestros cuarteles, y la
mayoría de los líderes rebeldes eran soldados enormes y llenos de cicatrices, que parecían
extremadamente fuera de lugar junto a jarrones de cristal llenos de flores falsas y pinturas
de paisajes a pastel. Lucían tan incómodos sentados en el sofisticado sofá chapado en
oro como yo me sentía parada bajo el retrato de Daxton Hart. Por la forma en que unos
cuantos de los soldados lo miraban, tenía el presentimiento de que no estaría allí durante
mucho tiempo.

Mientras esperábamos que Knox terminara en su oficina, Benjy se me unió y


entrelazó los dedos con los míos. Después de mi discurso, él se había visto arrastrado a
una discusión con un puñado de oficiales, y no habíamos tenido la oportunidad de
hablar hasta ahora. Mientras los demás hablaban en voz baja, apreté su mano.

—Eso fue aterrador.

Se agachó hacia mí, sus labios rozaron mi oreja. —No puedo creer que Knox
finalmente te dejó contarle a todos sobre Daxton.

Yo me sobresalté. —Él no me dejó hacer nada. Lo planeamos juntos, y era yo la


que estaba frente a las cámaras.

Benjy vaciló, y medio esperé que me soltara la mano. En su lugar, para mi


sorpresa, me besó la mejilla antes de enderezarse. —No quise decir eso.
Me forcé a dejar de apretar los dientes. Había sido una mañana larga y estresante,
y lo último que quería era desquitar mi ansiedad con él. —Lo sé, lo siento.

—No lo sientas.

Benjy, más que nadie en esa habitación, entendía por qué Knox y yo peleábamos
constantemente. A pesar de lo mucho que Knox me había ayudado desde que me
enmascararon como Lila, también había jugado descuidadamente con mi vida, a veces
parecía como si ni siquiera le importara si salía de esto con vida. Y aunque me encantaba
culparlo de ello, yo misma tampoco había sido exactamente cuidadosa con mi
seguridad. Pero cuando yo tomaba riesgos, lo hacía de buena gana, sabiendo plenamente
cuáles podrían ser las consecuencias. Cuando Knox tomaba riesgos, su propio cuello
nunca estaba en peligro. Siempre era el mío. Y normalmente no se molestaba en
contarme lo que estaba haciendo.

Con mucha frecuencia Benjy acababa atrapado en medio de alguna forma. Knox
no había tenido problema en fingir su muerte, enviarlo a Otro-Sitio y ponerlo en riesgo
una y otra vez, y sin importar la frecuencia con la que insistía en que lo hizo por la
seguridad de Benjy, había dejado de creerle en el momento que puso a Benjy en la línea
de fuego al contratarlo como su asistente. Yo era el peón en este juego, no Benjy. Yo era
la III que no tenía lugar en el mundo más allá de la rebelión. Benjy era un VI —el rango
más alto que un ciudadano podía alcanzar— y tenía un futuro. Un futuro real. No
permitiría que nadie, especialmente Knox, le quitaran eso.

Pero sin importar lo amargada que estaba respecto a todo lo que había sucedido
desde que me convertí en Lila Hart, permanecía el hecho de que creía en Knox. Creía
que estaba haciendo lo correcto, e incluso si no siempre estaba de acuerdo con sus
métodos —o más precisamente, con cómo no parecía confiarme sus planes, incluso
cuando yo era parte clave de muchos— aun así sabía que él no sacrificaría mi vida a
menos que tuviera que hacerlo. Y si mi muerte era la diferencia entre ganar la guerra y
perder, caminaría por la plancha bien dispuesta. Él sabía que yo haría cualquier cosa por
destruir a Daxton Hart, y ayudar a la gente a ganarse la libertad y equidad y una
oportunidad real.
Así que él me utilizaba. Y sin importar lo mucho que me quejaba, yo se lo
permitía.

Ambos éramos demasiado obcecados y estábamos demasiado convencidos de


que cada uno tenía la razón. Funcionaba bien cuando estábamos en la misma página,
pero cuando no lo estábamos, ambos utilizábamos nuestras fortalezas contra el otro. Y
hasta el momento no había resultado bien para ninguno de los dos.

Benjy y yo nos quedamos parados en silencio, nuestros dedos aún entrelazados,


hasta que Knox al fin apareció. Lucía incluso peor que antes, con profundas sombras
bajo los ojos y el cabello en punta como si se hubiera pasado los dedos demasiadas veces.
Se detuvo frente a la chimenea, con Benjy y yo en un lado, y su lugarteniente, un hombre
feroz llamado Strand, en el otro. No me había agradado Strand desde que nos arrestó a
mí y a Hannah el día que los Blackcoat atacaron Otro-Sitio, pero Knox confiaba en él,
así que lo toleraba de mala gana por ahora. Después de todo, él solamente estaba
haciendo su trabajo.

—Ahora que el país conoce la identidad real de Daxton, tenemos que estar
preparados para un contraataque —dijo Knox sin preámbulos—. Podría resultar de
cualquier manera. Podríamos ganar apoyo… estoy seguro que ganaremos apoyo, después
del discurso de Kitty. Pero el gobierno también tiene partidarios. Partidarios poderosos
que no estarán tan dispuestos a perder sus V o VI y encontrarse en igualdad de
condiciones con los II y III. Es eso contra lo que trabajamos. Los más brillantes y
privilegiados del país no están interesados en la equidad, y aunque son un pequeño
porcentaje, tienen suficiente poder y astucia entre ellos para idear una contraofensiva a
cualquier cosa que intentemos nosotros.

—Entonces sencillamente tenemos que ser más astutos que ellos —dijo Benjy,
soltándome la mano—. Por cada movimiento que hagamos, tendremos que anticipar su
contraofensiva e idear nuestras propias soluciones antes que se den cuenta de lo que van
a hacer. Tenemos que estar tres pasos por delante de ellos en todo momento.

—Ya estamos dos pasos atrás —dijo Strand—. Han cortado varias de nuestras
líneas principales de suministros. Las pocas que nos quedan son esporádicas en el mejor
de los casos, y la mitad del tiempo es demasiado arriesgado intentar siquiera las entregas.
Puede que tengamos suficientes balas para atacar D.C., pero sin comida y suministros
médicos, no quedaremos suficientes para hacerlo.

—Los ciudadanos de Otro-Sitio están a días de amotinarse —dijo una mujer de


aspecto feroz con una cicatriz que le recorría el costado de la cara. La reconocí del
búnker de los Blackcoat en D.C—. Si no encontramos una forma de alimentarlos,
estaremos muertos antes siquiera que la batalla inicie.

Tenía razón. Había miles y miles de antiguos prisioneros en Otro-Sitio que


habían elegido quedarse y luchar por los Blackcoat. Teníamos un ejército a nuestra
disposición, pero era un ejército que podía ponerse en nuestra contra en cualquier
momento si no les dábamos lo que prometimos: una vida mejor que la que les habían
dado los Mercer y los Hart. Hasta ahora, no estábamos cumpliendo.

—¿Hay alguna otra forma de conseguir suministros? —pregunté. Varios pares de


ojos se giraron hacia mí y crucé los brazos. No tenía experiencia militar, ni un don para
la estrategia, no como Benjy. Pero era excelente en formular preguntas estúpidas.

—¿Cómo cuál? —preguntó Strand, apenas disimulando su impaciencia. Yo le


agradaba tanto como él me agradaba a mí.

—¿Otro-Sitio no está casi completamente rodeado de lagos? ¿No podemos entrar


desde una dirección que no esperen? —pregunté.

—Esa es una idea —dijo Benjy repentinamente, y se encontró con mis ojos y me
mostró una sonrisa. Era la misma sonrisa que me había dirigido en la casa hogar cada
vez que me molestaba en ayudarlo con mi tarea, y ninguna cantidad de aplausos podía
calentarme desde el interior en la forma que lo hacía esa sonrisa—. Tenemos una defensa
fuerte aquí, y sabemos que cualquier golpe que ejecuten vendrá desde el sur, por tierra.
Pero los lagos rodean el resto del estado, tenemos suficientes barcos bajo nuestro control
para traer algo. No será suficiente para darle a cualquiera una vida de lujos, pero al
menos tendremos lo básico.

—Lo estarán esperando —dijo Strand—. Es por eso que no lo hemos intentado.
—Entonces creamos una distracción, disponemos otra línea de suministros… nos
hacemos parecer desesperados. Apartamos su atención del agua. —Benjy le echó un
vistazo a Knox—. ¿Qué tenemos que perder?

—Vidas, nada menos —dijo Strand—. Vidas humanas.

—La gente de todas formas empezará a morir si no hacemos algo —dije—.


Pediremos voluntarios. Nadie va si no es voluntario. Pero todos estamos preparados para
morir por esto, o no estaríamos aquí ahora mismo. Y yo, por ejemplo, no planeo
morirme de hambre.

Todos los ojos se giraron hacia Knox. Bajó la mirada hacia la alfombra, tenía los
brazos cruzados mientras se mordisqueaba el labio inferior. Apenas tenía veintitantos,
pero en los pocos meses que lo había conocido, parecía haber envejecido una década.

—Si no hacemos nada, nada cambia —dijo, su mirada no se apartó del suelo—.
Hacemos lo que tenemos que hacer para alimentar a nuestros soldados. Benjy, estás a
cargo de disponer la nueva línea de suministros y la distracción. Strand, tú asiste. —Dijo
otros nombres, asignándolos para encontrar voluntarios para la misión, igual que reunir
los suministros que nos quedaran. Para cuando se quedó callado y terminó la reunión,
todos tenían un trabajo.

Excepto yo.

Benjy se giró hacia mí, sus ojos estaban iluminados con propósito. No lo había
visto lucir tan determinado desde antes que nos enviaran a Otro-Sitio y por lo mucho
que Knox y yo peleábamos, me aliviaba que no estuviera desquitando en Benjy su
frustración conmigo. —¿Quieres aportar ideas conmigo y Strand?

—Si alimentar a todos en Otro-Sitio depende de que Strand y yo trabajemos


juntos, todos nos vamos a morir de hambre —dije, medio bromeando—. Estaré por aquí
cuando regreses.

Benjy vaciló y echó un vistazo a Strand, quien daba pisotones de impaciencia


cerca de la entrada de la cocina. —¿Estás segura?
—Estoy segura. Ahora ve antes que él intente dispararme o algo.

Benjy me dio un beso rápido y se apresuró a reunirse con Strand, dejándonos a


Knox y a mí a solas en la estancia. A pesar de lo mucho que deseaba ser útil, meterme a
la fuerza en la asignación de Benjy no sería de ayuda. Pasaría todo el tiempo de la sesión
de aportación de ideas intentando explicarme algo o respaldándome cuando Strand
intentara criticarme, y ahora que ambos teníamos una oportunidad de futuro más allá
del que sea que los Hart dictaran para nosotros, me rehusaba a retener a Benjy. Ya lo
había hecho suficiente.

—¿Entonces? —Me giré hacia Knox—. ¿Qué quieres que haga yo?

Knox se movió a uno de los sofás abandonados y se sentó pesadamente, y posó


la cabeza sobre las manos. Se había estado derrumbando lentamente durante las últimas
semanas, y a pesar de lo duro que era ver eso, era aún más difícil verlo luchar por
mantener el control enfrente de todos los demás. No sabía por qué bajaba la guardia
conmigo, pero en algún rincón de mi mente me imaginaba que era una especie de
cumplido. O tal vez sencillamente ya no le importaba lo que yo pensara de él.

—Quiero que me expliques por qué creíste que perdonar a Lila enfrente de la
nación entera era una buena idea —murmuró.

Parpadeé. —De todas las cosas, ¿es por eso que estás molesto?

—Va a hacer que asesinen a incontables hombres y mujeres míos.

—Igual que tú. Él la está chantajeando, Knox. Ella no tiene elección…

—Por supuesto que sí. —Al fin me miró, con los ojos entrecerrados. Las manchas
oscuras debajo parecían incluso más pronunciadas de lo usual—. Todos tenemos
elección, Kitty. Hasta el último de nosotros, y ella hizo la suya. Ella preferiría ver morir
a todos dentro de Otro-Sitio en lugar de enfrentar las consecuencias de lo que sea que
Daxton le tiene reservado.

—¿Y qué tal si la elección es entre nosotros o matar a Celia? ¿O a Greyson? —


dije—. No puedes decirme que tú te rehusarías.
Un músculo en su mandíbula tembló. —No sería fácil, pero…

—Claro. Tú eres el que no teme sacrificar un peón o dos si significa ganar el


juego. —Lo fulminé con la mirada—. La gente la ama. No puedes condenarla como
criminal de guerra, sin importar lo que haga. La mejor forma de darle la vuelta a lo que
ella está diciendo es hacer exactamente lo que hice: reconocerla. Reconocer el hecho de
que realmente está de nuestro lado, pero está siendo chantajeada. Desacredita todo lo
que sale de su boca.

—Si eligen creernos. Fácilmente podrían girar las tornas.

—Nuestra historia es creíble —dije con firmeza—. La suya no.

El silencio permaneció entre nosotros. Me miró fijamente, y clavada por su


mirada inalterable, me sentí más expuesta que enfrente de la cámara que transmitió mi
rostro a millones. —¿Entiendes cómo funciona la percepción? —dijo al fin.

—No soy una idiota —respondí, aunque lamenté las palabras en el momento que
dejaron mi boca. Como era de esperarse, la ceja de Knox se elevó, y sonrió con
suficiencia, sin rastro de humor.

—Depende de a quién le preguntes, lo que es exactamente mi punto. Para


nosotros la verdad es obvia. Lila está siendo chantajeada. Ella no cree una palabra de lo
que dice, pero para otros, especialmente aquéllos que no quieren una guerra; que están
contentos con su lugar en la sociedad, y se rehúsan a reconocer la crueldad cometida
contra los rangos más bajos, ellos ven lo que quieren ver, y se tragarán cualquier cosa
que afirme sus creencias. Daxton sabe eso. Puede que no sea un VI, pero sabe cómo
manipular al público… algo que aprendió de Augusta, posiblemente, o tal vez es un
talento innato que la hizo elegirlo a él en primer lugar. Y aunque nosotros también
sabemos cómo, él llegó allí primero. Es más difícil desacreditar una mentira que decirle
a la gente la verdad desde el principio.

—Entonces nos aferramos a nuestra historia —dije—. No consentimos o le


decimos al país lo que quiere oír. Les contamos la verdad, una y otra vez si es necesario.
Daxton cometerá un error eventualmente, o Lila encontrará una forma de escapar. Con
lo que sea que la esté amenazando…

—Aun así será responsable de las muertes de incontables personas.

—Igual que tú. —Crucé los brazos con fuerza—. Todos vamos a ser responsables
de lo que sea que suceda a continuación, así que mejor asegurarnos que las cosas salgan
como queremos. Lila no es el enemigo, nunca ha sido el enemigo. Y si es así como
decides empezar a tratarla, entonces perderemos cada centímetro de apoyo de la gente
que nos hemos ganado desde la batalla, y eventualmente perderemos la rebelión entera.
Sacrifica un peón para ganar la guerra, ¿recuerdas? —disparé—. El peón no siempre es
una persona. A veces es tu maldito orgullo.

Knox me miró fijamente, con la mandíbula apretada y los dedos enterrados en el


brazo del sofá. Durante un momento creí que podría atacarme, pero si tenía algún deseo
de hacerlo, consiguió reprimirlo. En su lugar, dijo con voz temblorosa pero moderada:
—Si quieres proteger a alguien que intenta que nos maten a todos, entonces será mejor
que te asegures que ella no tiene éxito. Lo que sea que suceda como resultado de sus
palabras y acciones… eso ahora pesa sobre ti, ¿entendido?

—Solo añádelo a la lista —dije—. No maté a Víctor cuando pude hacerlo… eso
es mi culpa. Les conté a los Blackcoat la verdad sobre que él estaba enmascarado, eso
también me pesa. Lila tan solo es otra gota en el balde.

—Hasta que millones de personas estén muertas porque no tienes idea de lo que
estás haciendo —dijo—. Debe ser un balde gigantesco.

—¿Sabes qué sería grandioso? —espeté—. Si pudieras dejar de tratarme como un


problema durante cinco minutos. No soy completamente inútil, sabes. Nunca te habrías
adueñado de Otro-Sitio si yo no hubiera ayudado.

—Es debatible —dijo tranquilamente.

—Realmente lo dudo. De todas formas, hacerlo a tu modo nos ha traído aquí,


con las líneas de suministro cortadas y con miles de personas al borde de la anarquía,
listas para colgarte y despellejarte vivo porque no puedes alimentarlos. Y yo acabo de
comprarte unos cuantos días extra.

—¿Qué quieres, una medalla? —preguntó—. Si vienen tras de mí, también


vendrán tras de ti.

—Probablemente. Pero ahora tenemos un poco más de tiempo para asegurarnos


que eso no suceda, ¿cierto? —Me dirigí hacia la arcada—. Si tú mismo pudieras dar esos
discursos, lo harías. Pero ambos sabemos que no puedes, y es por eso que estoy aquí.
Para darle una voz a la rebelión ahora que Víctor controla tu primera elección. Te guste
o no, me necesitas, Knox, y cuanto más pronto te des cuenta de ello, más fácil será para
ambos.

Estaba de pie en un instante, y cruzó la habitación más rápido de lo que lo había


visto moverse desde la batalla. Me sujetó el brazo y me miró fijamente, su piel estaba
caliente contra la mía. No podía recordar la última vez que me había tocado
voluntariamente, como si estuviera intentando negar que yo existiera realmente, y me
dije a mí misma que fue por eso que no me aparté inmediatamente de él. Porque era
agradable ser reconocida.

—¿Quieres ser más que un peón? —dijo—. Entonces sé útil. Empieza a idear
cómo mantener las promesas que le estás haciendo a la gente. Si aún fueras uno de ellos,
¿qué querrías al terminar esto? ¿Cómo luce en realidad este mundo ideal tuyo?

Lo fulminé con la mirada. —Si no sabes cómo darle a la gente su libertad,


entonces ¿por qué estamos haciendo esto en primer lugar?

—Por gente como tú —respondió—. Puedo ganar esta guerra, si me dejas. Ese es
mi lugar en todo esto. El tuyo podría ser mucho más si dejaras de luchar contra mí todo
el tiempo y empezaras a pensar en soluciones.

—Entonces deja de fingir que soy incompetente y dame la oportunidad —espeté.

—Deja de actuar incompetente, y lo haré.


Aparté mi brazo de su agarre de un jalón, y murmuré una maldición entre dientes
y salí tempestuosamente de la habitación. Me dirigí a la puerta principal y salí al gélido
aire invernal. Los días cuando Knox y yo nos veíamos a los ojos claramente habían
terminado, y nunca en mi vida había estado más consciente de lo fácil que era creer en
los mismos principios y aun así no estar en el mismo equipo. Yo quería estar en el equipo
de Knox. Quería estar en su equipo más que nada en el mundo ahora mismo, pero él se
rehusaba a permitírmelo.

Tal vez Knox se sentía igual respecto a mí. Mientras marchaba por la lodosa calle
principal de Otro-Sitio, junto a hombres y mujeres vestidos con monos naranja y rojos,
mis entrañas se retorcieron, rechazando la idea. Yo no estaba del todo injustificada, y
después de todo, a pesar de sus muchas cualidades buenas, Knox nunca había sido del
tipo comprensivo o del que perdonaba. Pero pensándolo desde su punto de vista, yo
sabía malditamente bien que había sido un problema. Aunque Lila tenía mal
comportamiento, siempre había hecho lo que él y Celia le habían dicho que hiciera, casi
perdió su vida como recompensa por su cooperación. Yo era la única que siempre lo
cuestionaba. Yo era la que se rehusaba a hacer lo que él me decía, porque estaba segura
que tenía una forma mejor, y él no me decía por qué no sería aceptable.

Y aunque lo había escuchado ocasionalmente, normalmente yo hacía lo que


deseaba hacer, sin importar lo que él pensara. Una y otra vez, durante los meses que nos
habíamos conocido, yo había ido en contra de sus deseos. La mayoría del tiempo, las
cosas habían resultado bien, aunque él con frecuencia tenía que esforzarse por arreglar
cualquier problema que yo hubiera causado en el proceso. Pero así era nuestra relación:
yo causaba problemas y él los arreglaba.

Me detuve enfrente de un cascarón quemado de edificio que solía ser una barraca,
las ruinas negras y achicharradas. Para ser totalmente justos, los problemas que yo causé
habían pavimentado el camino del progreso que los Blackcoat habían tenido hasta
ahora. Puede que no fuera terriblemente obediente, pero Knox siempre encontraba una
forma de sacarle provecho, abrir puertas y encontrar oportunidades que no habríamos
tenido de otra forma. Enviarme a Otro-Sitio por mi insubordinación, a pesar de lo
mucho que lo despreciaba por ello, le había dado una razón para venir aquí y espiar para
la rebelión sin levantar sospechas.

Ya éramos un equipo, me di cuenta. Un equipo desastroso y disfuncional, pero


un equipo aun así. Y eso, finalmente, era por lo que no podía abandonar Otro-Sitio. Si
me reunía con Hannah en alguna cabaña en el bosque como Knox quería, no tendría a
nadie a quién culpar cuando las cosas se fueran al demonio. Y culpar a alguien en lugar
de tomar responsabilidad por sus propios planes débiles… así era como Knox mantenía
su ego en funcionamiento. Y sin la creencia de que solo él podía hacer que esta
revolución sucediera, estaba segura que se habría hecho a un lado y dejado que alguien
más se hiciera cargo mucho tiempo atrás.

Sacudí la cabeza. Era ridículo, pero si él quería que yo intentara hacer más,
entonces lo haría. No tenía idea de cómo formar un gobierno, o cómo cumplir las
promesas que había hecho a la gente, pero haría mi mayor esfuerzo. De todas formas,
eso era todo lo que cualquiera de nosotros podía hacer.

—Ey, tú. Hart.

Empecé a girarme, pero alguien me empujó desde atrás, y trastabillé hasta una
pila de madera ennegrecida. —Soy Kitty Doe, en realidad —dije mientras me
enderezaba y me sacudía el carbón de los pantalones. Me giré, enfrentando a la mujer y
tres hombres que me habían arrinconado. Perfecto. Apreté los puños, pero no sería de
mucha utilidad contra todos ellos.

—No importa cómo te llames a ti misma. Eres tan Hart como el resto de ellos.
—Un hombre achaparrado y con un bigote ralo estaba al frente, con los labios estirados
para mostrar los varios huecos en su sonrisa, donde sus dientes debían haberse caído.
Eso era común aquí. Para el gobierno no tenía utilidad pagar cosas triviales como
cuidado dental cuando los ciudadanos de Otro-Sitio morían pronto de todas formas.

—Soy una Extra —dije—. No sabía quiénes eran mis padres hasta…
—¿Crees que nos importa eso? —El hombre dio un paso para acercarse, sus ojos
oscuros entrecerrados—. No importa quién eras. Solo importa quién eres ahora. Y eres
una Hart.

Un segundo hombre crujió los nudillos, y yo gemí internamente. Esto no podía


estar sucediendo.

—Los Blackcoat están de su lado —dije—. Yo estoy de su lado.

—¿Entonces por qué ustedes se quedan allá en la mansión toda bonita y cómoda
mientras el resto de nosotros se revuelca en el lodo como puercos?

—Son bienvenidos a irse cuando les plazca —dije.

—Sí, es una gran idea —dijo la mujer—. Adentrémonos en la espesura en medio


del invierno, con nada más que la ropa en nuestras espaldas.

Apreté los dientes. Ella tenía un punto. Era ya lo bastante difícil alejarse de la
vida que conocías cuando tenías la tranquilidad de hacerlo sin arriesgar tu vida. —Estoy
haciendo mi mayor esfuerzo, todos estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo —dije.

—¿Qué hay de un pequeño incentivo? —dijo el primer hombre, me sujetó del


cabello y me empujó de rodillas. Grité y una bota pesada conectó con mi estómago,
sacándome el aire de los pulmones.

—Suéltala inmediatamente —demandó una voz profunda y familiar, y el antiguo


prisionero vaciló.

—Oblígame.

Apreté los músculos abdominales, preparándome para otro golpe, pero nunca
llegó. En su lugar, escuché el chasquido de un arma y mi atacante se quedó quieto.

—Bien —gruñó, liberándome—. Perra inútil.

Caí en cuatro, resollando mientras el cabello me caía sobre el rostro, formando


una cortina a mí alrededor. Si hubiera tenido el aliento para replicar, lo habría hecho,
pero en su lugar, todos se escabulleron sin otra palabra, sus botas crujieron contra el
suelo congelado. Probablemente era lo mejor. No quería que nadie más muriera por mi
culpa.

—Nunca vas a ser una de ellos, sabes. —Una mano enguantada apareció enfrente
de mí y la tomé, dejando que mi defensor me ayudara a levantarme.

—No es mi culpa que mi padre biológico fuera un Hart —murmuré, haciendo


una mueca cuando me toqué las costillas.

Rivers, uno de los antiguos prisioneros, que había sido lo bastante afortunado
para ser elegido como un guardia de bajo rango, me tocó la barbilla y me inspeccionó el
rostro. Sus ojos azules eran del mismo tono que los míos, y le regresé la mirada. Me
habían golpeado lo suficiente durante el mes anterior para que otro par de costillas
magulladas no fuera el fin del mundo, pero fue la forma en la que hablaron, las cosas
que dijeron… eso fue lo que me dejó un hueco en el estómago. ¿Era eso lo que todos
creían?

—No es tu culpa ser hija de Daxton Hart, pero sí es tu culpa estar allá arriba en
lugar de aquí abajo —dijo, echando un vistazo nervioso sobre el hombro—. Andando.
Vayamos al doctor antes que regresen con amigos.

—No necesito un doctor —murmuré—. Necesito algo que hacer.

—¿Quieres decir que hacer que te golpeen hasta hacerte pulpa no es suficiente?
—preguntó Rivers.

—He estado haciendo eso durante semanas. Quiero ayudar.

—Acabas de hacerlo esta mañana. —En lugar de conducirme por la colina, me


guió a un laberinto de estrechos callejones detrás de los edificios, lejos de las calles
principales.

—Eso no fue ayudar. Eso fue solo… hablar.


—Ayudó más que cualquier cosa que los Blackcoat hayan hecho desde la batalla
—dijo Rivers, y yo bufé.

—¿A dónde vamos?

—Ya verás.

Si hubiera sido cualquier otro, me habría dado la vuelta y regresado a la relativa


seguridad del camino principal, pero Rivers me había protegido una y otra vez, y si fuera
a matarme, lo habría hecho hace mucho. Además, aunque nunca lo habíamos dicho en
voz alta, ambos sospechábamos que el peculiar color de nuestros ojos no era por
casualidad. Si Daxton Hart me había procreado con una prisionera de Otro-Sitio,
entonces era posible que hubiera tenido otros amoríos. Si no podía confiar en mi
potencial medio hermano, entonces no podía confiar en nadie, y aún no había llegado a
ese extremo.

Pasamos junto a unos cuantos ciudadanos solitarios en los callejones más


oscuros, y aunque todos nos miraron fijamente, ninguno se molestó en aproximarse u
ofrecernos ayuda. Era claro que Rivers tenía razón. Yo no era una de ellos, y nunca lo
sería.

Pero tampoco era una Hart, y además apenas era una miembro de los Blackcoat.
Yo no pertenecía aquí abajo, pero tampoco pertenecía a la mansión. Y eso era mucho
más atemorizante que cualquier cosa con la que Daxton pudiera atacarme… la
comprensión de que sin importar qué rango me ganara o qué rostro portara, no tenía
idea de a dónde pertenecía realmente.
III

Traducido por Brandon Nox

imos vueltas a través de los callejones en el corazón de Otro-Sitio, al final,


Rivers abrió una puerta e hizo un gesto para que pasara. Conducía al interior
de un edificio en el que nunca había estado antes, el olor de químicos añejos
me quemó las fosas nasales.

—¿Quiero saber que es este lugar? —pregunté, frunciendo el ceño mientras Rivers
me llevaba a un almacén húmedo lleno de lo que parecían ser toallas viejas.

—Es mejor que no. Así tendrás oportunidad de dormir esta noche —dijo mientras
tiraba de un estante oxidado. Con un crujido ruidoso de queja, giró hacía un lado como
si estuviera sobre un par de bisagras, revelando una puerta—. Encontré esto cuando aún
cumplía orden de trabajo aquí como prisionero. Es una entrada a una red de túneles.

Pestañeé con asombro. Creía que el único túnel era el que estaba bajo la mansión
Mercer; el mismo que había protegido a incontables ciudadanos durante la batalla de
Otro-Sitio. Un último recurso para los Mercer, en caso de que los prisioneros iniciaran
un levantamiento que los guardias no pudieran manejar. Cuando Hannah descubrió que
su esposo planeaba matarme en el acto, me lo mostró, e insistió que conducía a algún
lugar seguro más allá de su alcance. Nunca se me había ocurrido que podría haber otros.
La mansión Mercer había estado protegida, ningún ciudadano podría haber encontrado
de casualidad la entrada al túnel en el sótano. Sin embargo, este se encontraba justo aquí,
frente a mí, donde cualquiera podría haberlo encontrado. Donde Rivers lo había
encontrado.

—¿Hasta dónde llega? —pregunté, aturdida. De repente no me dolía tanto la


lesión donde unas botas de combate habían conectado con mis costillas.
Rivers se rascó la cabeza, su pelo rubio le cayó sobre los ojos. —No estoy seguro.
Al menos sé que algunos túneles conducen a las otras secciones. Todo lo que sé es que
se extienden a través de Otro-Sitio.

Di un paso vacilante en la oscuridad, Rivers encendió una linterna iluminando el


estrecho pasadizo. La tierra estaba endurecida por incontables pisadas, y los grumos de
tierra del techo me daban una enfermiza sensación de que podría colapsar en cualquier
momento. —¿Le has dicho a Knox?

—Sí. Incluso le di un recorrido a Strand. No parecían interesados. —Tomando


mi codo, Rivers me condujo al interior y colocó el estante y la puerta en su lugar detrás
de nosotros. El túnel descendía abruptamente bajo tierra.

—¿Por qué no? Esto podría solucionar el problema de las líneas de suministros,
si uno de los túneles lleva fuera de Otro-Sito —dije—. Ni siquiera Knox es tan corto de
miras.

—No podría decírtelo. Mi trabajo no es hacer preguntas —dijo Rivers dándome


una significativa mirada mientras nos aproximábamos a un entronque.

Vacilé. —¿Pero piensas que es el mío?

Rivers se encogió de hombros y se dirigió por el camino de la izquierda. —Quizá


tienen una buena razón para no usarlo, pero como dijiste, resolvería todos nuestros
problemas con la línea de suministros. ¿De cualquier modo, que sucede entre ustedes
dos?

—¿Quiénes? ¿Strand y yo?

Bufó. —Se exactamente qué pasa entre Strand y tú. Ambos se odian tanto el uno
al otro, que es un milagro que las paredes no se congelen cuando los dos se encuentran
en la misma habitación.

Hice una mueca. —¿Es tan obvio?


—He visto ametralladoras más sutiles. Quiero decir entre Knox y tú, no seas
tonta. ¿Qué pasa?

—Nada —dije, quizá un poco apresurada. Rivers levantó una ceja, y yo levanté
una de vuelta—. Lo digo en serio. No pasa nada. Él era mi falso prometido y ahora es
la cabeza de los Blackcoat, y quiere enviarme fuera de aquí con mi madre, para
esconderme en lugar de pelear, pero él sabe que perdería apoyo si no tiene un portavoz
que pueda armar una frase; así que aquí estamos.

—Sí, sé todo eso, gracias. Me refería ¿Qué es lo que no nos están diciendo al resto
de nosotros?

Lo miré. —No tengo idea de qué estás hablando.

Esperaba algún tipo de burla a cambio, pero en lugar de eso, Rivers me estudió.
Incluso en la tenue luz podía ver sus ojos azules. Él también debía ser capaz de ver los
míos. —Sabes que él está loco por ti, ¿cierto? —dijo.

—Si te refieres a que lo vuelvo loco, entonces sí, lo sé —dije cautelosamente.

—Eso también. —Asintió con una mueca—. Pero ambos sabemos de lo que
hablo.

Excepto que no lo sabía. Todo lo que podía ver cuando miraba a Knox era que
me veía como nada más que una molestia. Nuestra supuesta amistad había ido cuesta
abajo desde la muerte de Augusta, y ahora apenas podíamos decirnos una palabra el uno
al otro sin discutir. Eso no era que estuviera loco por mí. Eso era que ambos nos
volvíamos locos el uno al otro.

—Estoy con Benjy —dije decididamente—. Lo amo.

—Eso no evita que Knox te desee.

—Knox es mejor que eso —espeté, y tan pronto me di cuenta de lo que había
dicho, apreté la boca. Pero era demasiado tarde, y Rivers sonrió.

—¿Lo es? No lo habría pensado por la manera en que hablas de él.


Apreté los dientes. No había cómo ganarle a Rivers, no cuando parecía estar tan
jodidamente seguro, y yo no tenía forma de defenderme. No tenía idea de cómo se sentía
Knox realmente, pero eso no importaba. Mi lealtad hacia Benjy jamás flaquearía, y la
insinuación de que pudiera traicionar felizmente a mi mejor amigo por alguien al que
apenas parecía agradarle, me ponía los pelos de punta.

—Piensas que estás siendo divertido, pero no lo eres. Esto no es una barraca de
feria para entretenerte. Esto es mi vida. Benjy ha estado ahí para mí como nadie más lo
ha estado. Él es familia, y no sencillamente haces a un lado a la familia por una picazón
que quieres rascarte. Así no es cómo funciona el amor real. El amor real es apoyo,
incluso cuando peleas. Amor real es honestidad, incluso cuando la verdad duele como
el demonio. Amor real es estar ahí cada miserable minuto y cada momento infinito.
Amor real... fue sentarse en aquella jaula juntos con un arma apuntándonos a la cabeza,
sabiendo que todo lo que tienes que hacer para salvar tu vida es matarlo, y en lugar de
eso, se sostienen el uno al otro porque vivir sin él no es vivir del todo. —Respiré
profundamente y pestañé con fuerza, una parte indeterminada de mí se retorció
bruscamente—. Knox me habría matado si eso significara ganar la guerra. No soy más
que un peón para él. Pero Benjy habría muerto por mí.

Rivers se quedó callado por algunos segundos, hasta que me rodeó los hombros
con el brazo. —Quizá tengas razón. Quizá las cosas que veo cuando tú no estás mirando
son solo mi imaginación. Pero más importante, no creo que te considere un peón. Eres
aún más que la pieza más importante en el tablero. Para Knox, no hay juego sin ti.

—Entonces él estará amargamente decepcionado cuando esto termine. —El


dolor irradió de mi costado e hice una mueca de dolor—. Estoy con Benjy. Amo a Benjy.
Nada cambiará eso.

—No lo dudo —dijo Rivers, y por lo menos tuvo la decencia de sonar ligeramente
avergonzado—. Solo... no olvides que hay más de una forma de amor.

Fruncí el ceño, me encogí en su abrazo a pesar del dolor que me causó. —¿Qué
demonios se supone que significa eso?
—Lo que sea que necesites —dijo, levantando las manos en señal de rendición—
. Vamos, esta desviación nos llevará lo más cerca posible de la mansión Mercer.

Respiré profundo, deseando que cesara el gruñido del monstruo furioso en la


boca de mi estómago. Rivers no estaba a cargo de mi vida. Solo porque él tenía una
opinión no le daba ningún poder sobre mí. A quien eligiera amar me concernía
enteramente a mí, y había tomado mi decisión mucho tiempo atrás.

Conforme avanzábamos por el túnel, intenté recrear un mapa en mi cabeza. No


era muy diferente de la forma en que había memorizado los túneles de las alcantarillas
de las Cumbres, donde crecí, y si estaba en lo correcto, el túnel nos dejaría en...

—El almacén de ropa —dijo Rivers mientras empujaba una porción de la pared.
Esta también giró sobre bisagras, pero a diferencia de la entrada que usamos, este
armario estaba lleno de filas y filas de botas. La mayoría estaban desgastadas y se caían
a pedazos, incluso aquellas en mejores condiciones estaban demasiado acabadas para
que alguien pudiera usarlas en la sociedad, incluso los II.

Era solo otro recordatorio de que, a pesar de ser liberados por los Blackcoat, los
prisioneros aún estaban exactamente donde habían estado antes. Pero ahora podíamos
encontrar la manera de arreglarlo.

—Quiero mapear el sistema de túneles entero —espeté—. Y quiero que me


ayudes.

—Estaré feliz de hacerlo —dijo Rivers pomposamente, como si hubiera estado


esperando esto todo el tiempo. Sin embargo, a diferencia de cuando Knox me usaba
descaradamente en pos de alcanzar sus propias metas, en realidad no me importó. Al
menos Rivers había tenido la consideración de dejarme creer que era idea mía.

Salimos a un lúgubre pasillo en el cual había estado el edificio de vestuario, donde


la ropa de los prisioneros se hacía y almacenaba. Era uno de los edificios más bonitos
de la Sección X, sin duda por su cercanía con la mansión Mercer. Para mi sorpresa,
pasamos a unos cuantos prisioneros que aún trabajaban y, a la distancia, escuché el débil
chirrido de máquinas de coser.
—¿No saben que no tienen que seguir haciendo esto? —pregunté cuando
llegamos a la salida.

—Nosotros no podemos sentarnos a pensar todo el día. Necesita ser una


comunidad funcional —dijo Rivers—. No te preocupes, ellos están aquí porque quieren
estarlo, no porque alguien les apunte a la cabeza con un arma.

—Están aquí para evitar que alguien les apunte a la cabeza con un arma —
señalé—. No hay un lugar seguro para ellos fuera de Otro-Sitio.

—Eso cambiará —dijo Rivers con tanta certeza displicente, que si hubiera sido
capaz de embotellarla, le habría dado cualquier cosa que tuviera solo por un trago—.
Comenzaremos a mapear los túneles mañana, una vez que hayas tenido oportunidad de
descansar.

—Comenzaremos después de la cena —corregí—. Una vez que haya tomado


algunos analgésicos.

Discutimos durante todo el camino de vuelta a la mansión Mercer, donde Rivers


aceptó de mala gana reunirse conmigo por la noche, pero solo para elaborar una guía de
los túneles con los que se había familiarizado. Esa no era la idea de exploración que
tenía en mente, pero por lo menos estaríamos haciendo algo.

Me negué a ir con el doctor a que me examinara, en su lugar opté por recostarme


en el dormitorio que Benjy y yo ahora compartíamos, en el piso de arriba. Pasamos tres
días atrapados juntos en aquella habitación mientras la batalla de Otro-Sitio causaba
estragos afuera, pero no lo veía como una prisión. Ya no. En cambio, era un refugio de
cualquier tormenta que estuvieran preparando Knox y los Blackcoat abajo, el lugar
donde podía ser yo sin tener que preocuparme de ser silenciada o ignorada. O
confundida con alguien que no era... aunque ahora que el país entero sabía quién era,
con algo de suerte, esos casos serían pocos y distantes.

Encendí la radio y escuché música suave, intentando perderme en ella y olvidar


al resto del mundo por un ratito. Pero tan pronto como cerré los ojos, alguien tocó
suavemente en la puerta.
—Mejor que sea bueno —llamé, volteando la cara en la almohada lo suficiente
para ver la puerta. Benjy se deslizó dentro y me ofreció una sonrisa.

—Escuché lo que pasó —dijo—. Rivers dijo que no verás al doctor.

—Estoy bien —murmuré—. Duele al respirar, eso es todo.

—¿Oh, eso es todo? —Se frotó las manos para calentárselas—. Si no quieres que
él mire, entonces al menos déjame revisar si hay algo roto. Podrías perforarte un pulmón
y morir, y entonces ¿Dónde estaríamos?

—Tú estarías bien —dije—. Knox estaría a la deriva. Solo que no se daría cuenta
por un tiempo.

Sonrió, pero se asemejaba a una mueca lejos de ser genuina. —Estoy seguro de
que Knox estaría complacido de saber que estás tan preocupada por él; pero yo tampoco
estaría bien sin ti. Déjame echar un vistazo.

Inmediatamente me arrepentí de mencionar a Knox, pero ahora no había nada


que pudiera hacer al respecto. De mala gana tiré de mi camisa y dejé que echara un
vistazo al moretón que se me había formado a un costado. Gentilmente, Benjy empezó
a examinarme las costillas.

—Ya no deberías bajar sola —dijo. Fruncí el ceño.

—¿Por qué hacemos esto si estamos tan asustados para hablar con ellos? Tienen
un punto, sabes. Nosotros estamos aquí, tenemos la mejor comida y la mejor atención
médica...

—Comemos lo mismo que ellos —dijo—. Y ellos tienen acceso constante a


doctores y enfermeras.

—Aun así, nosotros vivimos en esta casa y ellos viven en barracas —dije. Ese tipo
de diferencias podrían no parecer gran cosa, sin embargo, para ellos bien podríamos
estar picándoles los ojos con nuestra superioridad.

—Necesitamos espacio para reunirnos y planear.


—Podríamos usar el comedor para el espacio —repliqué—. Esta mansión es
donde los Mercer vivieron por años. Quedarnos aquí mientras nada cambia para el resto
de ellos... eso no nos está haciendo ningún bien.

—¿Qué prefieres que hagamos? ¿Dejar que todos se aglutinen aquí? —preguntó
Benjy. Sus dedos se presionaron contra un punto particularmente sensible y siseé—. No
importa qué tipo de equidad queramos, siempre habrá líderes, y esos líderes siempre
tendrán algún margen de privilegios.

—¿Entonces cuál es la diferencia entre nosotros y los Hart? —pregunté—. ¿Qué


nos hace mejores?

—Nosotros no abusaremos de nuestros privilegios. No tomaremos y tomaremos


y tomaremos y no daremos nada a cambio. —Volvió a bajarme la camisa y gentilmente
me cubrió con una manta—. Hacemos todo lo que podemos para mantenerlos lo más
cómodos y felices posible. Las barracas no son del todo malas. Tienen calefacción. Les
estamos dando colchones frescos y ropa. No podemos hacerlo todo inmediatamente,
Kitty, no cuando apenas mantenemos la cabeza sobre el agua. Pero los sacrificios que
ellos hacen ahora mismo, si ganamos, valdrán la pena. Lo saben. Es solo que, es difícil
recordarlo ahora mismo.

—Es difícil recordar un montón de cosas —murmuré, y se sentó en la cama a mi


lado, pasándome los dedos por el cabello.

—¿Cómo qué?

Le dirigí una mirada. —¿Estás siendo condescendiente?

—No, es en serio —dijo—. Háblame, Kitty, déjame ayudarte.

No había nada que él pudiera hacer, no realmente… pero antes, él siempre había
sido como un bálsamo para las terribles circunstancias de nuestras vidas.

Respirando hondo, dije finalmente: —Creo que he olvidado cómo luzco


realmente.
Su mano se detuvo. —Yo no.

—¿Cómo? Me he visto así, como Lila, por meses —dije—. ¿Cómo podría ser
posible que todavía me veas como Kitty Doe?

Benjy se movió, entonces estuvimos cara a cara, y tocó la curva de mi mandíbula.


La de Lila.

—No se trata de cómo luzcas. Nunca ha sido así. Se trata de lo que hay debajo,
y eso no ha cambiado.

Estaba intentado ser amable... estaba siendo amable, como siempre. Sin embargo,
podía ver la forma en la que me miraba a veces, especialmente cuando creía que yo no
prestaba atención. Intentaba imaginar cómo sería si Benjy hubiera sido enmascarado
como alguien más, Knox, Greyson, o Strand. Y una parte de mí sabía que no importaba
cuanto lo intentara, no sería capaz de separarlos completamente. Él siempre estaría
cambiado de alguna manera. Quizá Benjy era mejor en esto que yo. Quizá aún veía
debajo a la verdadera yo. Pero ya no era la misma. Los cuatro meses anteriores me
habían cambiado irrevocablemente, y a veces me preguntaba si él lo sabía. O si quería
fingir tanto como yo.

—Sí, pero... —vacilé, sin saber cómo poner en palabras el nudo de frustración
que sentía en la garganta—. No es solo eso. Ya no sé a dónde pertenezco. Soy una Hart,
soy una antigua prisionera, soy una Blackcoat; pero no soy realmente ninguna de esas
cosas. Y no soy la persona que luzco, no soy más que ese discurso. Y ni siquiera eso fue
lo suficientemente bueno para Knox, no realmente.

La mano de Benjy continuó pasando por mi cabello y jugueteó con las puntas.
—Olvídate de Knox. Está bajo mucha presión ahora, y no hay nada que pueda hacerlo
feliz. En lugar de eso, deberías enfocarte en hacerte feliz a ti misma.

Fruncí el ceño. Feliz se había vuelto un concepto tan extraño para mí que ya no
estaba segura de recordar cómo se sentía. —Ya no sé cómo hacer eso.
—Seguro que sabes. —Sonrió, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente—. Esto
no es para siempre, Kitty. Y cuando hayamos ganado, habrá lugar para ti en nuestro
nuevo mundo, y lugar para todos aquellos que no sienten que pertenecen.

Quería creer en él, pero no habría un buen lugar para mí una vez que la guerra
terminara. Nunca más volvería a ser yo. Sería siempre la doble de Lila. Y mientras otros,
más listos que yo, lo más probable es que habrían sabido cómo usar eso para tener la
vida que quisieran, yo no.

Al ritmo que iba, tan perdida y confundida como me encontraba, siempre sería
la idea de alguien más de lo que debía ser. Y odiaba esa idea casi tanto como odiaba al
hombre conocido como Daxton Hart.

La radio crepitó, la música fue reemplazada por ruido blanco. Murmuré una
maldición y la alcancé para apagarla.

—Espera, déjala encendida —dijo Benjy, y frunció el ceño. Pero antes de


preguntar cuándo se había aficionado por la estática, una voz comenzó a hablar... una
que me era tan familiar como la mía.

—Mis disculpas por interrumpir su tarde —dijo Lila Hart, pensé que no sonaba
del todo como una disculpa—. Esto será breve. Temprano el día de hoy, la señorita con
el nombre de Kitty Doe, quien fue contratada para personificarme en eventos públicos
por mi propia seguridad, hizo algunas afirmaciones en contra de mi tío, el primer
ministro Daxton Hart. Estoy aquí por mi propia voluntad, para decirles a todos ustedes
que cada palabra que salió de su boca es una mentira profunda, cruel y traicionera. El
hombre que es su primer ministro, es y siempre ha sido mi tío biológico, y el gobierno
de los Estados Unidos tomará medidas, no solo para probar esto, sino para demostrarles
la profundidad de la fosa de mentiras de la retórica Blackcoat.

Miré a Benjy, mi estómago se contrajo dolorosamente. Sacudió la cabeza


resignándose.

—Sabíamos que esto llegaría —murmuró—. Nunca hubo duda de que fueran a
contraatacar.
—Pero... —Mi boca de secó. Sin importar lo estúpido que era, una parte de mí
creía que ofrecer a Lila un salvavidas podría cambiar algo. Pero claro, no lo había hecho.
Ella aún estaba bajo el pulgar de Daxton, y lo estaría hasta que uno de los dos estuviera
muerto.

Casi no pude soportar escuchar el resto, una a una, Lila repitió mis afirmaciones
e insistió que eran falsas. Sin importar cuántos agujeros alegaba que había en mi historia,
siempre volvía al tema de la verdadera identidad de Daxton una y otra vez. Pero
mientras me enterraba las uñas tan profundamente en las palmas que estaba segura de
que comenzaría a sangrar, Benjy mostraba una sonrisa de suficiencia.

—¿Escuchaste eso? —dijo, y sacudí la cabeza—. La dama protesta demasiado.

—No tengo idea de qué significa —dije tristemente—. ¿Podemos apagarlo?

Benjy apagó la radio, y un compasivo silencio llenó la habitación. O al menos


casi silencio, porque de alguna parte de la mansión, podía oír la voz de Lila filtrándose
hacia donde estábamos, sus palabras amortiguadas. Pero eso era infinitamente mejor
que tener sus molestos reclamos en mi oído.

—Eso quiere decir que hay una delgada línea entre protestar legítimamente, y
protestar tanto que se pone de manifiesto que ocultas algo —dijo Benjy—. Cualquiera
con medio cerebro puede decir que se extralimitó.

Me quedé callada por un momento. —¿Crees que lo esté haciendo a propósito?

—Tal vez, si su discurso no era un guion —dijo—. Si es así, alguien claramente


está entrando en pánico, y ese alguien probablemente sea Daxton.

Entonces había una oportunidad de que Lila estuviera luchando después de todo.
Me forcé a sentarme, haciendo una mueca cuando mis costillas me aquejaron.

—Necesito hablar con Knox.

—No, necesitas descansar —dijo Benjy, alcanzando mi hombro—. Puede que no


tengas huesos rotos, pero eso no quiere decir que no estés herida.
Quité su mano encogiéndome de hombros. —Benjy, te amo, pero Knox está
furioso de que perdonara a Lila por sus crímenes, y usará cualquier excusa que tenga
para deshacerlo. Ella acaba de dársela en bandeja de plata. —Giré cuidadosamente las
piernas y me puse de pie. Aunque caminar de vuelta a la mansión a través de los túneles
no fue difícil, ahora que mi cuerpo había tenido tiempo para descansar y la adrenalina
se había desvanecido, cada pequeño movimiento erróneo enviaba dolor a todo mi
cuerpo—. Él no me escuchará con los otros Blackcoat respaldándolo, así que necesito
hablar con él antes de que llame a una reunión para idear una refutación.

—Estaré ahí para apoyarte —puntualizó.

—Y una docena de Blackcoat estarán ahí para apoyarlo a él —dije.

Benjy no pareció convencido, pero en lugar de pelear conmigo, se puso de pie y


me ofreció una mano. —Al menos déjame ayudarte a bajar.

Le dirigí una larga mirada escrutadora, pero al final acepté. Juntos atravesamos
el pasillo y bajamos la escalera, su agarre era fuerte y constante, del tipo que no me hacía
cuestionarme si me atraparía si me llegaba a caer. No sabía cómo había tenido tanta
suerte de tener a Benjy en mi vida, era una de las cosas que no cambiaría por nada.

Estaba segura que él trataría de escabullirse en mi conversación con Knox, pero


para mi sorpresa, una vez que llegamos al recibidor, me dejó ir. —Ayudaré con la cena.
Llámame si necesitas cualquier cosa.

—Gracias —dije, mientras lo veía dirigirse a la cocina. Tan pronto como


desapareció, dejándome sola en la entrada de mármol con una H ornamental que
decoraba el piso, crucé la oficina que alguna vez le perteneció a Jonathan Mercer, el
esposo de Hannah. Incluso ahora, dos semanas después de que ella tuvo que matarlo,
todavía sentía un escalofrío recorriéndome cada vez que me acercaba a las blancas
puertas dobles.

Las empujé, y abrí la boca, con un saludo en la punta de la lengua. Sin embargo,
antes que pudiera decir algo, la voz de Knox se disparó a través de la habitación como
un látigo. —No.
—Necesito... —comencé, pero las palabras murieron en mis labios. Knox no
estaba hablando conmigo. En cambio, estaba paseándose frente a su escritorio, y en el
monitor vi una transmisión de Celia Hart. La madre de la Lila real.

Knox me disparó una mirada furiosa sobre el hombro, pero en lugar de forzarme
a marcharme, hizo un gesto para que entrara, ahorrándonos a ambos esa pelea.

Me deslicé al interior y cerré las puertas, pegándome a una de las paredes donde
Celia no pudiera verme. En el monitor, ella se inclinó hacia adelante hasta que su rostro
abarcó la pantalla entera. Ella era hermosa, con un cabello largo y oscuro y los ojos de
una Hart, pero había una ferocidad en ella que nadie en su sano juicio enfrentaría.

Excepto Knox.

—No me importa si lo apruebas o no, Creed. Soy una fundadora de los Blackcoat
tanto como tú, y el equipo de D.C. está bajo mis órdenes. Eso no está a discusión.

—Si asaltas Somerset, todo en lo que hemos trabajado será destruido. Una vez
más seremos el enemigo, ¿entiendes? —dijo Knox, apretando los puños.

Mi mandíbula se desplomó. Somerset era el hogar tradicional de la familia Hart,


enclavado en el corazón de D.C., lejos de los tugurios donde yo había crecido. Sabía que
los Blackcoat eventualmente tendrían que hacerse con su control para cimentar su poder,
pero aún no estábamos listos para una invasión. La mayoría del ejército Blackcoat estaba
atrapado en Otro-Sitio, muriendo de hambre lentamente. Celia podía tener a unos
cuantos miles de personas bajo sus órdenes, pero Somerset estaba indudablemente
repleta de guardias y escuderos. Era un suicidio.

—No me importa asaltar la mansión —dijo Celia—. Me importa separar la


cabeza del impostor de su cuerpo.

—Si matas a Daxton...

—Él no es Daxton. —Su voz resonó a través de los altavoces, tan clara como si
estuviera justo al lado de Knox—. ¿Qué tanto sabes, Creed?
Knox se puso rígido. —Lila me lo dijo en el verano. Ella lo descubrió cuando
Daxton intentó abusar de ella.

Por un largo momento, el silencio llenó la oficina, y mi corazón golpeteó. —Lo


has sabido durante casi seis meses, ¿y nunca me dijiste nada? —dijo Celia al fin, su voz
peligrosamente suave—. Él intentó matar a mi hija, intentó matarme a mí. Todo este
tiempo, todo lo que tenía que hacer era decirle al público quién era él realmente...

—¿Y de qué habría servido eso? —dijo Knox—. En el mejor de los casos,
Daxton...

—Deja de llamarlo Daxton.

Knox respiró profundamente y exhaló. —En el mejor de los casos, Víctor Mercer
habría hecho exactamente lo que está haciendo ahora... negarlo y usar a tu familia para
desacreditar la afirmación. Augusta lo habría respaldado, y tú habrías terminado
pareciendo una lunática.

—Podría haberlo filtrado a la prensa sin mi nombre adjunto.

—Ningún periódico en el país habría impreso eso. Están completamente bajo el


control del gobierno. En el mejor de los casos, Víctor habría forzado a los miembros de
la familia Hart más confiables a que respaldaran sus afirmaciones. En el peor, habríamos
estado en guerra antes de que estuviéramos listos. Víctor habría actuado sin escrúpulos
para proteger su secreto, y los Blackcoat no habrían sido más que un pie de página en
los libros de historia, si acaso. Sabía que si te contaba la verdad antes de estar listos, todo
en lo que habíamos trabajado se habría arruinado. Y es por eso que te lo oculté.

Celia lo miró, sus ojos azules estaban completamente abiertos en shock; o pena,
quizá. O tristeza. Enojo. Traición. Todo eso combinado en algo que no podría nombrar.
Cuando ella habló, su voz temblaba, como si requiriera cada gramo de fuerza de
voluntad que poseía para evitar arder en llamas. —¿Cómo te atreves?

—¿Cómo te atreves tú a intentar destruir todo por lo que hemos trabajado? —dijo
Knox—. Estás cegada por el enojo y la venganza. Has perdido de vista el objetivo. Esto
no se trata de venganza o revancha por lo que Víctor te hizo. Esto se trata del país y los
quinientos millones de habitantes que cuentan con nuestro éxito. Si matas a Víctor ahora,
tan solo lo convertirás en un mártir, y nadie sabrá nunca quién era realmente. A nadie
le importará, porque para ellos, él es Daxton Hart. ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué ese
monstruo pase a la historia como tu hermano?

—Ponte una pistola en la boca y jala el gatillo —gruñó Celia, y un momento


después, la pantalla se volvió negra.
IV

Traducido por Pila

nox se encontraba parado en medio de la oficina, con los hombros caídos y la


cabeza agachada, tomaba una y otra vez profundas respiraciones. No podía
decir si lo hacía para evitar golpear algo o derrumbarse, o ambas cosas.

—Eso… —comencé a decir.

Knox se dio la vuelta rápidamente para mirarme, sus oscuros ojos ya acusadores.
Descrucé los brazos y deje que colgaran a los lados. Sin importar cuán seguido
discutiéramos y peleáramos, seguíamos estando en el mismo bando.

—Eso fue verdaderamente tremendo de tu parte, sabes. Enfrentarte a ella de esa


manera.

—No importa. —Su voz sonaba tensa y sus palabras entrecortadas, mientras se
movía pesadamente hacia el sofá y se dejaba caer torpemente—. De todas formas ella
va a atacar Somerset y tratará de matar a Daxton.

—¿En realidad puedes culparla? —dije suavemente, sin intención de molestarlo


más de lo que ya estaba—. Lila es la única familia que le queda. Tal vez consiga sacarla
de ahí y perdone la vida a Daxton.

Knox sacudió la cabeza, con los dedos enredados en su cabello. —Si tiene la
oportunidad, la tomará. No está pensando de forma racional.

—Tal vez él no esté ahí.

—No podemos estar jugando al juego del tal vez todo el día, Kitty. A fin de
cuentas no lo sabremos hasta que haya terminado.
Me quedé callada por un momento, mi mirada perdida en la pantalla negra.
Debería haber algo que pudiéramos hacer. —¿Has tratado de contactar a Sampson? Él
podría ponerle un alto a todo esto.

—Ella anticipará ese movimiento. De todas formas, Sampson sabe que debería
detenerla. Él es el que me ayudó a planificar todas estas estrategias. Si tiene algo de
influencia; ya lo estará intentando.

—Entonces tal vez tenga éxito.

Knox suspiró cansadamente. —Tal vez. ¿Qué es lo que quieres Kitty?

—Yo… —Un pinchazo de lástima aguijoneó mi costado mientras miraba los


círculos debajo de sus ojos y las líneas en su cara que parecían más profundas con cada
día que pasaba. Ahora no era precisamente el momento, pero nunca habría un buen
momento para esto—. ¿Escuchaste el discurso de Lila?

—Sí. Asumo que tú también.

Asentí. —Casi todo. Sabes que está diciendo esas cosas bajo coacción.

—No importa. Ella las sigue diciendo.

—Pero… Benjy notó algo. —Me acerqué al sofá. Él me observó, con su


inquebrantable mirada oscura—. Ella nos lo estaba metiendo a la fuerza, lo de que
Daxton no es Víctor. Lo dijo por lo menos una docena de veces. Benjy dice que está
presionando demasiado; que cualquier idiota con la mitad de cerebro se daría cuenta
que está protestando demasiado.

—Solo aquellos que están dispuestos a escucharlo —respondió—. Percepción,


¿recuerdas?

Fruncí el ceño. —De todas maneras, no te desquites ella.

—Tú ya la has perdonado —dijo—, no voy a ser quien te sabotee, no mientras el


público necesite confiar en ti. Pero de ahora en adelante dirás exactamente lo que yo te
diga, ¿entendido?
Una oleada de alivio me recorrió, y me encogí de hombros. —Podría decir que sí
en este momento, pero los dos sabemos que sería una mentira. Pero prometo hablar
contigo de antemano sobre las cosas que quiero decir, si es que se me ocurren. Si es algo
improvisado…

—Trata de hacer eso lo menos posible —dijo Knox.

—Haré mi mayor esfuerzo. —Le dirigí una mirada a la puerta—. La cena está
casi lista. ¿Llamaremos a una reunión?

Knox suspiró y se enderezó, con el pelo parado. —No hay nada que podamos
hacer para detenerla. Lo que sea que esté a punto de pasar, sucederá. Sin importar si el
resto de los Blackcoat estén preocupados por ello o no. Y lo último que necesitamos es
que la mitad de ellos esté de acuerdo con Celia, mientras que la otra mitad esté de
acuerdo conmigo.

—Entonces… eso es un no.

—Es un no —confirmó, y yo fruncí el ceño. No podía recordar algún asunto en


las dos semanas anteriores que los Blackcoat no hubieran discutido y diseccionado hasta
las náuseas. La idea de que Knox estuviera escondiendo algo así de grande era
prácticamente incomprensible—. Si Celia y los Blackcoat de D.C. siguen con eso, todos
van a enojarse cuando se enteren que tú estuviste al tanto todo este tiempo.

—No tengo ninguna intención de dejar que ellos se enteren. —Y mientras fijaba
su mirada en mí, dijo—: ¿Puedo confiar en ti?

Era la primera vez en semanas que me lo preguntaba, y mucho menos me daba


la posibilidad de probárselo, y asentí. —Traeré algo de comida para nosotros.

—¿Para nosotros? —preguntó.

—Me quedare aquí hasta saber que sucedió —dije. Knox comenzó a protestar,
pero lo interrumpí—. No finjas que no te vas a pasar toda la noche sentado en esta
habitación, revisando todas las noticias por señales del ataque. Las veré contigo.
Se frotó la cara con las manos. —No cambiará lo que ocurrirá. Si Somerset cae,
no habrá nada más que podamos hacer además de verla arder. Y si lo hace…

—Estaremos perdidos. Lo sé. —Abrí la puerta—. ¿Pollo o Atún?

—Pollo —respondió, y mientras salía por la puerta, añadió—: ¿Kitty?

—¿Sí?

—Gracias.

Había una calidez en su voz que no se encontraba antes ahí, y yo le ofrecí una
sonrisa pequeña pero genuina. —De nada.

En la cocina, Benjy ayudaba a otros dos Blackcoat a preparar suficientes platos


como para alimentar a todos los que quedaban en la mansión, y antes de entrar en su
campo de visión, lo observé hablando con una mujer que tenía una cicatriz que le
recorría la cara. Él sonreía de oreja a oreja, su voz entusiasta se filtraba sobre el
repiqueteo de los platos, y por un momento me dejé transportar a las incontables tardes
que pasamos en la cocina de nuestra casa hogar, ayudando a Nina con la cena o lavando
los platos después. El frío mármol de la mansión Mercer se fue, remplazado por madera
y ladrillo y el calor de una chimenea. Hubiera dado lo que fuera por volver a ese lugar,
aunque fuera solo por un día, y que Benjy me mirara como si fuera yo otra vez. Quizá
lo estaba imaginando, pero ahora que lo veía de esta manera; con otra persona, sin que
él supiese que lo estaba mirando; estaba claro que algo faltaba en la forma en que hablaba
cuando estábamos cerca uno del otro. Una facilidad en nuestras charlas, bromas que nos
hacían reír a los dos, la manera en que solíamos molestarnos el uno al otro sin
preocuparnos de que fuera la última conversación que tendríamos; aunque no pudiera
ponerle nombre, sabía que ese algo ya no se encontraba ahí. Tal vez él era el que sentía
que no podía ser él mismo ahora que yo no era completamente yo.

Después de ser enmascarada, no tuvimos mucho tiempo en Somerset para estar


juntos, y el poco tiempo que tuvimos nos lo pasábamos preocupados de que alguien nos
descubriera. En Otro-sitio, antes de la batalla, fuimos separados; y durante varios días
creí que estaba muerto. Todo ese dolor envolvente se había convertido en alegría
incontrolable y alivio cuando Knox me reveló que Benjy de hecho estaba vivo; y las
semanas que pasamos juntos desde entonces habían sido confortables y algo similares al
hogar que nunca pensé que volvería tener. Pero quizá eso fuera una ilusión. Porque no
estábamos en casa; nunca volveríamos a casa. Benjy era lo más cercano que volvería a
tener a un hogar, pero mientras miraba cómo volcaba un cucharon de salsa en un plato,
no podía evitar preguntarme si, de nuevo, lo estaba reteniendo.

Él atrapó mi mirada, y algo en su expresión cambió. En otros tiempos, verme


produciría una chispa de alegría, y hasta cierto punto, todavía estaba ahí. Pero ahora
estaba manchada con algo más, y no podía culparlo por ello. A pesar de lo mucho que
sabía que me amaba, también estaba atada a los peores recuerdos de su vida, y no sabía
cuánto más él podría soportar antes de quebrarse. Ya había perdido la cuenta del número
de veces que casi había muerto por mi culpa, y con cada vez sobrevenía una vida entera
de culpa, sabiendo que nunca sería capaz de compensarle por nada de esto. Ya habíamos
estado en esta situación anteriormente, yo reteniéndolo a él… cuando yo había
conseguido tan solo un III en mi prueba, y él estaba destinado a obtener un VI. Nunca
sería lo bastante buena para él, y cuanto más me aferraba a él, más difícil su vida se
hacía. Y más se desvanecería su sonrisa cada vez que me mirara.

—Kitty, ¿tienes hambre? —Rápidamente terminó de preparar el plato actual


antes de pasar al siguiente—. Pollo, ¿verdad?

—Dos. Uno para Knox también —dije, acercándome para ayudarle. Las
porciones eran escasas, pero eran exactamente lo que los antiguos prisioneros comían
también, y después de lo de hoy, no tenía ninguna queja—. ¿Cómo están yendo las cosas
con Strand?

—Hemos tenido algunas ideas que podríamos implementar inmediatamente. No


será fácil, pero nada que valga la pena lo es, ¿verdad? —Sonrió—. Rivers me dijo sobre
los túneles. Si realmente se extienden tan lejos como cree, eso facilitaría nuestro trabajo
mucho más.

—Sí, bueno, esperemos que tenga razón —dije. Era difícil decirlo cuando él
jamás había tratado de explorar lo túneles, pero bueno, con los guardias poniendo tanta
atención en los prisioneros, no estaba segura de cómo habría podido escabullirse el
tiempo suficiente como para hacerlo.

—Él dijo que comenzarían a hacer los mapas esta noche; ¿te importaría si los
acompaño? —añadió Benjy, y yo pestañeé. Con las nuevas noticias de los planes de
Celia para atacar Somerset, se me había olvidado completamente.

—En realidad, ¿te importaría tomar mi lugar? Yo… —dudé—. Voy a pasar la
noche con Knox.

Internamente me avergoncé, sabiendo cómo debía haber sonado eso para Benjy,
y claro, dejó la mano quieta a punto de colocar un pedazo de pollo en un plato. —Oh,
pensé que podríamos pasar algo de tiempo juntos esta noche.

La culpa revolvió el hoyo en mi estómago. No podía decirle a Benjy la verdad


del porqué quería quedarme con Knox, no sin revelar la decisión de Celia, pero le debía
algún tipo de explicación. —Necesito hablar con él sobre todo lo que está pasando con
Lila —dije tan tranquilamente como pude—. Si no realizamos algún contraataque
rápido, perderemos el terreno que hemos ganado esta mañana.

Benjy me miró, y pude sentir su incertidumbre. Le di una mirada inquisitiva.

—¿Qué?

—Nada —dijo, y terminó de preparar los platos—. Si terminas temprano, ven a


buscarme.

—Lo haré —prometí, y me llevé los platos. Forcé una sonrisa antes de girarme
para volver a la oficina, sintiéndome peor con cada paso que daba. Odiaba tener que
ocultarle secretos a él, pero cuanto más tiempo pasaba como Lila, se convertía más en
algo común.

Mientras me alejaba, era capaz de sentir su mirada quemando la parte trasera de


mi cráneo, y me hice una promesa también. Después de que esta guerra hubiera
terminado, no habría más secretos entre Benjy y yo. Incluso si significaba decirle toda la
horrorosa verdad, al menos seríamos honestos el uno con el otro.
Knox y yo nos instalamos en un sofá, él se sentó rígidamente mientras yo apoyé
los pies sobre un taburete. Cada pantalla en su oficina mostraba un canal de noticias
diferente, y juntos miramos cómo los presentadores hablaban por horas sobre actos de
terrorismo que no habían sucedido y escaseces que no existían. Cualquiera que fuera el
juego de Daxton, involucraba alimentar al público con mentira tras mentira sobre
nuestra campaña. Con la inexistente comunicación con los ciudadanos, pocos tenían
forma de desacreditar lo que los canales de noticias decían. O no tenían ninguna razón
para no creerlas.

—¿Como soportas ver esto? —pregunté y luego comí el último bocado de un


pastelillo duro—. Son todas mentiras. Todo lo que dicen es solo un montón de
propaganda de Daxton y los ministros.

—Me recuerdo a mí mismo que de todos los crímenes que el gobierno ha


cometido, mentirle al público está muy abajo de la lista. Todo gobierno lo hace, no
importa que tan buenas sean sus intenciones, o cuanto le importe su pueblo. —Luego
me miró—. Lo estamos haciendo en este momento, a nuestra pequeña parte del mundo.

Fruncí el ceño. —Eso no es a lo que…

—Sé a lo que te referías, Kitty. Y te he dado mi respuesta. —Se recostó en el


respaldo, su postura era firme, rígida—. Una vez que aprendes que lo que sale de la boca
de los presentadores de noticias es pura propaganda, se vuelve más fácil leer entre líneas.
Y eso es lo que estoy escuchando. Las cosas que no nos están diciendo.

Me quedé en silencio por varios minutos, escuchando a un presentador hablar de


cómo la familia Hart estaba manteniéndose unida en estos tiempos difíciles, en medio
de acusaciones tan terribles y dolorosas de parte de alguien a quien trataron como de la
familia. Era fácil descubrir la verdadera historia cuando yo ya la sabía, y esperé que
saliera otra diferente.

—¿Cómo comenzaste con los Blackcoat de todas formas? —pregunté—. Sé que


conociste a Celia por medio de Lila, pero… ¿Qué, acaso los tres tuvieron una cena un
día y decidieron comenzar una revolución? ¿Cómo fue que pasó?
—Algo por el estilo —murmuró—. Celia nunca fue muy sutil respecto a sus
ideologías políticas. La busqué y lo demás fue tomando su lugar.

—Espera… ¿Entonces tu relación con Lila era un arreglo? —dije mientras una
pieza de rompecabezas encajaba en su lugar. Tenía sentido; Lila y Knox nunca
parecieron llevarse bien—. ¿Era una forma para poder pasar tiempo juntos sin ser
descubiertos?

—Sí —dijo Knox, aumentando el tono cortante—. Si no te importa, no estoy de


humor para conversaciones en este momento.

Sí me importaba. Tenía un millón de preguntas más por hacer, que había


recopilado cada minuto de cada día que fuimos forzados a actuar. Pero la tensión estaba
lo suficientemente alta en este momento, y no quería darle ninguna razón para que
intentara echarme.

Así que por el resto de la noche, mientras las horas pasaban, me quedé callada.
Algunas veces Knox hacía comentarios sobre alguna historia, y yo me metía en la
conversación con alguna respuesta, pero nunca pasaba de eso. Esos ocasionales
momentos fueron cada vez menos frecuentes, llegó la medianoche y se fue, y en algún
momento alrededor de la una de la madrugada dije esperanzada. —Quizá Sampson la
convenció de no hacerlo.

Knox tenía la mandíbula apretada. Coloqué mi mano sobre su puño cerrado, y


solo así conseguí que se relajara un poco. —Si no hemos escuchado nada para el
amanecer, creeré eso.

Alrededor de las dos, me quedé dormida. No quise hacerlo; me prometí


quedarme despierta con Knox, y realmente quería. Pero las costillas me dolían, el sofá
estaba caliente, y el arrullo de las voces era demasiado para resistirse. Recosté mi cabeza
en el apoyabrazos, prometiéndome que solo cerraría los ojos. En segundos, me quedé
dormida.

El sonido de las sirenas me despertó con un sobresalto, y me paré, con la cabeza


dando vueltas. —¿Qué…?
A mi costado la expresión de Knox era imperturbable, pero sus dedos estaban
enterrados en sus muslos. Las sirenas no provenían de Otro-Sitio, provenían de los
televisores.

Cada cadena de noticias tenía una vista diferente de la misma escena: una imagen
de la entrada principal de Somerset. Luces de vehículos de emergencia destellaban desde
el otro lado del muro, y una cámara hizo un zoom en un equipo de escuderos escalando
para entrar a la propiedad.

Mi corazón se hundió. —Atacaron Somerset después de todo. ¿Daxton está...?

—No lo sé —respondió Knox—. Si Celia tuvo la oportunidad, la tomó. Te lo


garantizo.

Ahora completamente despierta, me incliné hacia adelante y miré las imágenes


que aparecían en las pantallas. También era mitad de la noche en D.C., pero la luz
inundaba Somerset como si fuera medio día. Sonidos de disparos se escucharon a la
distancia, y brevemente cerré los ojos intentando no imaginar dónde podrían ir a parar
esas balas. Quizá no conocía bien a los otros Blackcoat, pero seguíamos estando en el
mismo bando.

Alguien tocó la puerta, y salté. Strand metió la cabeza, primero nos miró a Knox
y a mí, luego miró hacia los televisores. —¿Están mirando?

Knox asintió. —Llama a una reunión al amanecer. Como sea que termine esto,
ya lo sabremos para entonces.

Treinta segundos después de que Strand se fue, uno de los noticieros pasó a una
reportera cuya cara estaba mayormente oculta por una gruesa bufanda. Sin embargo,
parecía no importarle, mientras anunciaba emocionada al micrófono. —Estamos
recibiendo reportes de que el cuerpo del primer ministro Daxton Hart ha sido hallado
frente a la casa de la familia Hart. ¿Tenemos visua…?

De repente una imagen de Somerset apareció. Normalmente era una hermosa


vista, y sin importar cuantas veces había estado en el camino de entrada, rumbo a ella,
siempre quedaba cautivada por las altas ventanas en el atrio, los opulentos balcones, su
brillante exterior blanco que reflejaba el titilar de un arcoíris con la luz del sol. Pero esta
vez, tuve que contener las náuseas.

El cuerpo de Daxton colgaba de la puerta delantera, sostenido por una cadena


colocada alrededor de su cuello. Un cuchillo de caza estaba enterrado hasta el mango
en la zona de su corazón, y una X roja y gigantesca brillaba sobre su pecho. Y dudaba
que fuera pintura. —Oh, Dios mío —susurré, llevándome la mano a la boca. A mi lado,
Knox permaneció en silencio, pero de reojo pude ver cómo su expresión cambió de
dolorosamente neutral a una rabia apenas contenida.

—Eso es todo —dijo duramente—. Se ha terminado. Hemos perdido la guerra.


V

Traducido por Teresa

a cámara se demoró en el cuerpo de Daxton por más tiempo del que nadie
decente hubiera mirado. Yo me volteé luego de inspeccionar la parte de su cara
que podía ver, en busca de algún signo de que no era él, pero todos los detalles
encajaban. Incluso sus ojos oscuros, que miraban vacíos a la noche.

Knox enterró el rostro en las manos y no se movió por casi una hora. No sabía
qué decirle… No había nada que decir. Nada que mejorara esto. No podía disculparme
por revelar la verdadera identidad de Daxton esa mañana, pero esa era la raíz de todo.
Era culpa mía que Celia hubiera hecho esto, y era mi culpa que Daxton estuviera
muerto. No lo lamentaba, pero sí lo lamentaba por nuestras oportunidades de una pelea
justa. Los canales de noticias ya estaban mostrando los pasajes más importantes de la
vida del fallecido primer ministro; la mayoría de antes que Víctor Mercer fuera
enmascarado, lo que era casi divertido, considerando que Daxton Hart había muerto un
año antes. Más vale tarde que nunca, supuse.

Ninguno de ellos siquiera sugirió algo sobre las atrocidades que Daxton había
cometido en su vida. No había una sola palabra sobre los hechos que yo había revelado
en mi discurso. Tal y como Knox había predicho, Daxton estaba siendo celebrado como
un héroe y un mártir, quién había muerto protegiendo a su familia y a su país de un
grupo violento radical dedicado a aterrorizar a ciudadanos estadounidenses honestos y
decentes.

Cualquier terreno que hubiéramos ganado esa mañana había desaparecido bajo
nuestros pies y ya habíamos comenzado a caer.
—Tenemos que decirle a los otros —dijo Knox toscamente, cuando finalmente
salió a tomar aire. Ya casi había amanecido, y podía ver por la ventana un poco de rosa
en la esquina del horizonte—. Necesitamos prepararlos para… —se detuvo, pero no
necesitaba terminar. Necesitaban prepararse para pasar toda la vida como traidores o
para ser ejecutados. Necesitábamos prepararnos.

Benjy. Knox. Yo. Ya no solo éramos enemigos del estado... éramos enemigos de
todo el país. Y ningún discurso podría cambiar eso ahora.

Me paré. —Necesito encontrar a Benjy. —Necesitábamos descifrar qué íbamos a


hacer, y rápido. Benjy podría ser capaz de esconderse a plena vista, pero todos en la
ciudad conocían mi cara. Tendría que pasar toda mi vida escondida.

Estaba a medio camino de la puerta cuando todos los canales de televisión


fallaron al mismo tiempo; el mismo sonido que había escuchado en la radio la noche
anterior. Pero esta vez no estaba la voz de Lila del otro lado.

—Veo que intentaste asesinarme otra vez y, nuevamente, fallaste.

Me di la vuelta con el corazón en la garganta, sentado tras un escritorio en una


habitación que no reconocí estaba Daxton Hart. —¿Qué…?

Knox saltó para ponerse de pie y me silenció, sus ojos pegados a la pantalla.

—Un cuchillo al corazón y una cadena alrededor del cuello. No es terriblemente


simbólico, querida hermana, pero supongo que cumple su cometido.

Daxton miró la cámara, con una pizca de diversión bailando en los ojos. Esto era
como un juego para él, y nos había superado en astucia.

—El único problema es que no era yo.

Al decir esto, pareció ponerse serio. Se tomó las manos y frunció el ceño con su
mejor impresión de alguien que está profundamente preocupado, pero yo lo conocía lo
suficientemente bien para ver la sonrisa desesperada por salir.
—Tú y tu banda de terroristas no me mataron, Celia. Mataste al padre de dos
niños, el que había valientemente voluntariado para servir como mi doble en Somerset,
mientras yo me refugiaba en un lugar seguro lejos de tus armas y amenazas.

Miró fijamente a la cámara y el destello de sus ojos nunca se apagó. —Mi hijo,
Greyson, y mi querida sobrina, Lila, ambos están a salvo conmigo, y continuarán así
mientras dure esta lucha. Y les prometo, ciudadanos de los Estados Unidos, que nada
me detendrá de ver a estos llamados Blackcoat llevados a la justicia. Todo el peso del
ejército norteamericano está yendo por ustedes, y la gente no protegerá a un montón de
traidores asesinos. Y te prometo, hermana, al final de esto… —Se acercó lo suficiente
como para ver una vena inflamada en su ojo—. Serás tú la que esté en cadenas.

La transmisión se terminó y los reporteros y presentadores impresionados


buscaron qué decir. Pero en vez de escuchar, Knox apagó las pantallas y el silencio
impregnó la habitación por varios segundos antes que dejara salir un grito victorioso.

—Ese idiota. Ese tonto ego maníaco —gritó Knox y golpeó el escritorio con tanta
fuerza que los papeles terminaron en el piso—. Había ganado la guerra. La envolvieron
para regalo y se lo llevaron directo a la puerta. Todo lo que tenía que hacer era quedarse
callado y dejar que sus generales hicieran su trabajo sucio, y nos habría tenido.

—¿Y ahora no nos tiene? —pregunté confusa. Knox se volvió a mí, sonriendo
por primera vez desde… No podía recordar haberlo visto sonreír así alguna vez, en
realidad.

—Porque no pudo soportar el darle a Celia siquiera la impresión de una victoria.

Knox golpeó el aire con el puño. —Ahora todo el país sabe que hay dobles de
Daxton. Primero se preguntarán si es realmente quien proclama ser, o si no es él mismo
un doble, y el Daxton real está colgado del cuello en esa puerta.

—Es el Daxton real. O Víctor, supongo —dije calmada. Nadie podía fingir esa
mirada sádica.
—Lo sé —dijo Knox—. Pero ellos no. Ellos se lo preguntarán, y no mucho
después, esa conversación les llevará a preguntarse si estabas diciendo la verdad después
de todo. Acaba de desbaratar toda su defensa. La simpatía, el martirio, su legado; todo
por su estúpido orgullo y la necesidad de asegurarse que todos sabían que él seguía
teniendo el control.

Sacudió la cabeza, todavía agitado. —Tenemos una oportunidad, Kitty.


Realmente tenemos una oportunidad.

—Tenemos más que una —dije firmemente—. Ganaremos esto

Knox y yo fuimos a la ruidosa estancia, lado a lado, y al instante todos se


callaron. Varios miembros de los Blackcoat se paseaban, sus expresiones contraídas con
rabia, mientras otros daban vueltas decepcionados. Ninguno, ni siquiera Benjy, se veía
feliz

—¿Por qué sonríen? —preguntó Strand cuando nos dirigíamos al frente de la


habitación. Knox se detuvo bajo el retrato de Daxton, y yo me paré a su lado, esta vez
sin sentirme como una molestia o un estorbo. No había hecho nada, pero aún si lo
hubiera hecho, Knox estaba demasiado feliz para preocuparse.

—Porque acabamos de pasar de perder la guerra a realmente tener una


oportunidad de ganarla —dijo Knox y comenzó a dar una explicación. Benjy se me unió,
con las cejas fruncidas.

—¿Dónde has estado? —suspiró, tomando mis manos en las suyas.

—Viendo las noticias con Knox —susurré de vuelta.

—¿Toda la noche?

Asentí y le dirigí una mirada extraña. —¿Qué otra cosa podría haber estado
haciendo con él?

Benjy abrió la boca para decir algo, pero sabiamente la cerró. Pero su agarre en
mi mano se tensó, y no la soltó.
—A pesar que el plan de Celia falló, también nos ofreció una oportunidad sin
precedente de ganar el apoyo del país —dijo Knox a los otros Blackcoat—. Debemos
aprovechar esta oportunidad y probar que nuestras acusaciones son reales.

—¿Cómo? ¿Atando a Daxton y obligándolo a admitirlo? —dijo Strand. Pero


antes que Knox pudiera contestar, yo sabía exactamente qué iba a decir.

—El archivo.

Todos en la habitación me miraron. Me aclaré la garganta. No era la primera vez


que decía algo ridículo, pero esta vez estaba absolutamente segura que estaba en lo
correcto.

—Hay un archivo lleno de evidencia de que Daxton es en realidad Víctor Mercer


—dije—. Lo robé unas pocas semanas atrás. Es parte de la razón por la que Daxton hizo
que me arrestaran y me arrojarán a Otro-Sitio. Lo escondí —agregué—, en Somerset.

—Enviaremos inmediatamente un mensaje al equipo de D.C. —dijo Strand—.


Lo tendremos en minutos y saldrá al público a medio día.

Knox negó con la cabeza.

—No confiaré a nadie más algo tan importante. Puede haber espías entre
nosotros, y este archivo es la única oportunidad que tenemos de probar que Daxton es
Víctor Mercer.

El resto de la habitación gruñó descontenta, pero yo entendía a Knox


perfectamente. Ambos sabíamos que la razón de su vacilación era Celia. Luego del truco
que había hecho la noche anterior, no lo culpaba por no confiar en ella. Sin embargo,
no podía cuestionar la lealtad y racionalidad de Celia enfrente de su ejército, no cuando
ella era la que lideraba la revolución fuera de Otro-Sitio.

—Así que, ¿Qué se supone que hagamos entonces? ¿Ir a conseguirlo nosotros
mismos? —dijo Strand.
—Sí —dijo Knox—. Voy a organizar un equipo de voluntarios dispuestos a
escabullirse en Somerset y volver a robar el archivo sin alertar a los otros Blackcoat de
nuestra presencia.

—No estamos en guerra con nosotros mismos —dijo Benjy—. Dada la


importancia de este archivo, vamos a necesitar toda la ayuda que podamos obtener.

—Esta es una misión que solo necesitan conocer los indispensables —dijo
Knox—. No sale de esta habitación. ¿Está claro?

Los otros asintieron, aunque varios le lanzaron miradas cautelosas a Knox.


Apreté la mano de Benjy.

—Iré contigo —dije. Knox frunció el ceño, pero lo interrumpí antes que pudiera
protestar—. Soy la única que sabe dónde está el archivo. Incluso si te digo cómo llegar
ahí, es posible que no seas capaz de llegar a él. Además, soy la que lo ocultó. Debería
ser la que lo recupere.

Una arruga profunda se formó en su frente.

—Si algo te pasa, nuestra campaña jamás se recuperará.

—Entonces supongo que tendrás que asegurarte que no pase nada —dije—. Soy
la única que sabe exactamente dónde encontrarlo. Entramos y salimos. Ningún
problema.

—No atraigas la mala suerte —murmuró Knox, pero asintió rígidamente. A mi


lado, Benjy se enderezó

—Kitty…

—Soy la única que puede llegar a él —dije quedamente, mirándole—. Estaré


bien.

Me miró, con la duda clara en su mirada, pero no había forma de convencerme


de no hacerlo. Se lo debía a Knox y a mí misma... se lo debía a toda la nación. Yo era
la razón por la que Daxton no estaba muerto en primer lugar, y un sinnúmero de
personas podría haber sufrido, y continuaría sufriendo, por eso. Me correspondía a mí
corregirlo. A nadie más.

—Tendremos solo un pequeño margen de tiempo antes que los escuderos lancen
un contraataque —dijo Knox—. Pero si podemos llegar ahí antes del atardecer,
estaremos bien.

—¿Y cómo propones que lo hagamos? —dijo Strand. Knox y yo nos miramos.

—Me temo que eso es clasificado —dijo Knox.

—Necesitaré una media docena de voluntarios. Tomaremos un jet en


exactamente una hora.

Para qué necesitábamos media docena de gente, no me lo podía imaginar. Pero


tampoco lo cuestioné. Solo necesitábamos a dos de nosotros para llegar a Somerset.

Maldición, podría hacerlo yo misma, pero sabía que Knox no me dejaría entrar
sola. Mientras más gente viniera con nosotros, peor eran nuestras posibilidades de pasar
desapercibidos. Y ultimadamente ellos tan solo se interpondrían en nuestro camino.

Cuando la reunión se disolvió un poco después, me dirigí arriba con Benjy


pisándome los talones. Ninguno dijo una palabra hasta que llegamos a nuestro
dormitorio y cerró la puerta firmemente a su espalda.

—Kitty, no tienes que hacer esto.

—Sí, tengo que hacerlo —dije, buscando un conjunto de ropa limpia—. Sé por
qué no quieres que vaya.

—¿Lo sabes? Porque no parece que lo sepas. —Se pasó exasperado los dedos por
su corto pelo rojo—. ¿Cuántas veces nos hemos casi perdido el uno al otro?

—Benjy... —Hice una pausa lo suficientemente larga para estudiarlo. Su cara


estaba afligida y yo ablandé mi tono—. Demasiadas. Casi nos hemos perdido el uno al
otro demasiadas veces, y si esta guerra continúa así, eventualmente nos perderemos.
—Si continúas tomando riesgos como este…

—A veces el riesgo vale la pena. Y algunas cosas... algunas cosas son más
importantes.

—¿Más importantes que qué? ¿Proteger a la gente que amas?

—¿Acaso no es exactamente eso lo que hacemos al pelear esta rebelión en primer


lugar? —Saqué un par de pantalones negros y un top negro. Perfecto para escabullirse—
. Necesito tomar una ducha. Estaré de vuelta para la cena.

—Kitty…

—Hablaremos de esto después, ¿de acuerdo? —dije, pero él sujetó la puerta del
baño antes de que pudiera abrirla.

—No, hablamos de esto ahora, porque puede que no haya un después.

Dejé que mi mano cayera de la perilla y lo miré desafiante. —No me convencerás


de no hacerlo.

—Entonces tenemos un problema, porque no sé cuántas veces más puedo hacer


esto.

Se me secó la boca. —No tienes que hacer esto, Benjy. Sería más seguro para ti
si no estuvieras aquí, en todo caso.

—¿Piensas honestamente que alejarme de ti ayudaría? Seguiría preocupándome


constantemente.

—No quiero que te preocupes —dije, exasperada. —Deberías enfocarte en tu


propia vida, no en la mía y se siente como si mientras más profundizamos en esta guerra,
más te distraigo.

—Eres parte de mi vida, Kitty. La parte más importante. —Trató de tocarme,


pero me retiré, y dejó caer la mano—. Sí, me preocupo por ti, me preocupo por lo que
esto te está haciendo… ser Lila, luchar por gente que ni siquiera conocías cuatro meses
antes. Puedo decir que te está socavando lentamente, día a día, y me odio a mí mismo
por no ser capaz de protegerte de todo esto.

—Tu trabajo no es protegerme.

—Pero dejarás que Knox lo intente.

Sentí como si la tierra se hubiera abierto bajo mis pies, y abrí y cerré la boca en
shock. —¿Entonces es eso? ¿De eso va todo esto? ¿Estás enojado porque me quedé con
Knox anoche?

—Bueno, no estoy exactamente feliz al respecto —dijo él, con más sarcasmo del
que yo creía que fuera capaz—. Estás herida, quería estar ahí para ti, darte una noche
relajante para que pudieras descansar. En cambio, pasaste la noche con él. Y a veces…
—se detuvo.

—A veces, ¿Qué? —presioné con un filo en la voz—. Lo que sea, dilo, Benjy,
porque puede que no haya un después, ¿recuerdas?

Apenas lo dije, la culpa me cubrió. Él no había hecho nada para merecer esta
pelea, y yo estaba siendo una completa idiota acerca de algo que sabía que se estaba
volviendo rápidamente un problema para nosotros. El que Rivers señalara los supuestos
sentimientos que Knox tenía había sido lo suficientemente malo, el que Benjy lo
mencionara me hizo querer arañar las paredes con frustración y enojo. Y si él realmente
pensaba que yo alguna vez haría algo con Knox mientras él estaba esperándome en el
cuarto de al lado o el siguiente, entonces no me conocía en absoluto.

O quizá me conocía mejor que yo. En este punto, no sería algo difícil.

Empujé los pensamientos traidores a un lado. Me conocía a mi misma lo


suficiente como para saber que no estaba dividida entre ellos. Yo había elegido a Benjy
hace mucho, y lo volvería a elegir por el tiempo que él me lo permitiera.

—A veces me siento como el mal tercio en mi propia relación —dijo él al final—


. A veces siento como si ambos estuviéramos aferrándonos el uno al otro porque nos
conocemos y estamos acostumbrados y porque es algo que teníamos anterior a todo esto
y nos hace felices.

Estaba diciendo todo lo que me preocupaba desde esa estúpida conversación con
Rivers, y se me anudó el corazón.

—Eso no algo malo. Es algo familiar… algo que se siente como el hogar…

—Lo es si te retiene. —Se inclinó hacia mí, su mirada firme, y a pesar de que lo
único que quería era esconderme en el cuarto de baño y ahogar el resto del mundo, no
podía apartar la mirada. Él me sujetó allí solo con sus ojos, mirándome de una manera
que no hacía en meses. Como si pudiera ver por debajo de las capas de mi cuerpo
aquellas partes de mí que ni siquiera sabía que existían.

—A veces siento como que te perdí hace mucho, y que no importa cuánto
tratemos, nunca nos volveremos a encontrar.

—¿De qué demonios estás hablando? —Mi voz se quebró, y para mi horror, mi
cara comenzó a quemar—. Estoy justo aquí. He estado justo aquí. Lamento que las cosas
sean difíciles en este momento. Lamento que pasé la noche con Knox en vez de contigo,
pero estoy justo aquí, Benjy, y no me voy a ningún lado.

—Sí. Te vas —dijo tristemente, y me quitó un mechón de pelo de los ojos—. Vas
a D.C., donde vas a infiltrarte en Somerset con la persona más importante en tu vida,
nuevamente dejándome atrás.

Tragué con dificultad. —Tú eres la persona más importante en mi vida.

—No, ahora no. No lo soy. Y no estoy seguro de haberlo sido desde que fuiste
enmascarada.

Negué con la cabeza, lágrimas calientes quemaban mis ojos. —No es justo.

—Nada de esto lo es, Kitty. Es lo que es. No significa que te amo menos y no
significa que no sigues siendo mi mejor amiga, pero significa que las cosas no están bien
ahora y no estoy seguro que podamos volver a eso alguna vez. No cuando ambos
estamos pensando en un lugar y tiempo que ya no existe.

—Existe para mí —murmuré—. Un lugar donde podamos ir cuando todo esto


termine, sólo tú y yo, sin rangos, sin Blackcoat, sin Hart por los que preocuparse, sólo
nosotros.

—¿Y si nunca termina?, ¿Qué nos pasará entonces?

—Terminará —dije firmemente, la frustración volviéndose enojo—. Si quieres


darte por vencido con esto, bien... Pero yo no.

Me dio una leve sonrisa. —Desearía que estuvieras en lo correcto. —Haciéndose


a un lado, abrió la puerta del baño para mí y dijo suavemente—: Esta es la última vez,
Kitty. Luego de esto, o dejas de arriesgar tu vida, o yo dejo de depender de tu corazón
para alimentar el mío.

No me sentí confiada para hablar. En vez de eso, me metí al baño y cerré la puerta
tras de mí, me apoyé contra la madera pintada y luché por respirar sin romper a llorar.
No podía hacer esto ahora. No haría esto ahora. Él estaba equivocado…

Habría un después. Y cuando volviera, lo hablaríamos. Porque aunque él estuviese


en lo cierto… incluso cuando ahora, Knox y los Blackcoat y los cientos de millones de
personas que dependían de nosotros eran las personas más importantes en mi vida, yo
me rehusaba a vivir sin Benjy.

No estuvo ahí para verme partir. Sabía que no debería haberme sorprendido. Esa
había sido la peor pelea que habíamos tenido en memoria reciente y ambos
necesitábamos la oportunidad de respirar lejos el uno del otro y ganar la perspectiva por
la que la gente parecía estar tan loca últimamente. Pero aún dolía lo suficiente para que
cuando Knox me saludó en frente del avión militar que nos esperaba cerca de la esquina
del sector X, no sentí ni un poco de culpa al darle una pequeña sonrisa. ¿Y por qué debía
sentirla en todo caso? Éramos amigos.

Teóricamente. Cuando no estaba siendo un cretino.


Abordamos al último, detrás de seis voluntarios que estaban arriesgando sus
vidas al darnos la oportunidad de infiltrarnos en Somerset y robar el archivo de Víctor
Mercer. Cuando los pasé, con sus uniformes y equipo militar de invierno, parte de mí
estaba aterrada que Benjy estuviera entre ellos. Pero Knox no me haría eso. Benjy no me
haría eso. O a la misión.

Menos mal, unas cuantas caras eran familiares y ninguna era la suya. Aun así,
cuando el avión despegó, dejando atrás el gris lodoso de Otro-Sitio por el gris lodoso de
D.C., me uní a Knox en el frente del avión, donde se sentó en un asiento de
paracaidistas. Los otros se acomodaron en la parte de atrás, riendo y jugando cartas
como si ignorasen los saltos y las sacudidas del avión.

—Deberíamos hacer esto solos —le dije a Knox, sentándome en los asientos
frente a él.

—¿Quién dice que no? —Me dirigió un atisbo de sonrisa, pero era difícil de creer
cuando podía ver todo el peso de la guerra sobre sus hombros.

—¿Así que, cuál es el plan? —pregunté —. Usaremos el túnel, ¿verdad?

—A no ser que conozcas otra forma de entrar sin que nos encuentren los
escuderos.

—Pero Celia lo conoce.

—Probablemente ella también lo esté usando —respondió—. Si nos metemos en


problemas, les diremos que hemos venido para encontrarnos con Celia.

El avión se sacudió de repente y agarré los apoyabrazos. —Así que


probablemente no vamos a entrar y salir sin ser detectados.

Sacudió la cabeza. —Pero seguimos siendo Blackcoat. Seguimos estando en el


mismo bando.

—No lo parece tras tu actuación esta mañana —dije, y él se encogió de hombros.


—Celia se lo ganó. Si no juega limpio, entonces no la incluimos. Simple y
sencillo.

—Pero ella controla la otra mitad del ejército.

—Lo sé —dijo, pero no continuó. Me parecía una propuesta peligrosa, sacarlos


de nuestros planes, pero quizá él sería más indulgente una vez que tuviéramos el archivo
en nuestras manos.

Nos sentamos en silencio por unos minutos. Knox miraba por la ventana y yo
miraba a los hombres y mujeres atrás. No nos invitaron a jugar su juego, y me di cuenta,
como si fuera una revelación, que no esperaba que lo hicieran. Knox era su comandante,
y aunque yo tenía poco o ningún poder sobre el ejército Blackcoat, era una figura de
importancia. Estábamos separados de ellos de la misma forma que los VI estaban
separados de los II, y algo sobre este pensamiento me hizo retorcerme.

Benjy tenía razón. Siempre habría líderes. Y esos líderes siempre estarían
apartados de alguna forma, incluso si era algo tan trivial como no ser invitados a jugar
a las cartas. No tenía duda que si pedía participar me dejarían, pero sería indeseada ahí.
Una amenaza, en alguna forma pequeña, a su diversión. Diferente, sin importar lo que
yo hice o dónde crecí. Era otra cosa más que esperar luego que la guerra terminara,
consideré amargamente: Una vida de exclusión por ninguna otra razón más que lo que
era y quién era.

—¿Por qué haces esto?

La mirada de Knox volvió a mí y levantó una ceja. —¿Acaso no preguntaste lo


mismo antes?

—No me diste una respuesta clara —dije—. Y no me refiero a por qué lo haces
ahora. Eso es obvio. Quiero decir. —Le hice un gesto—. ¿Por qué comenzaste? ¿Qué te
hizo levantarte un día y tratar de derrocar al gobierno de los Estados Unidos?

—No fue tan fácil —dijo. Pero la sombra de una sonrisa volvió—. ¿Acaso fue así
para ti?
—Desperté en un cuerpo que no era el mío, viéndome como la portavoz de la
revolución —dije—. No tuve exactamente mucha elección.

—Claro que sí —dijo él, echándose atrás en su asiento—. Tuviste muchas


elecciones, como todos nosotros.

No se había sentido así en el momento, pero no me arrepentía. Y la verdad sea


dicha, si hubiera sabido entonces lo que sabía ahora, habría hecho lo mismo. No, no
exactamente lo mismo. Habría hecho algunas cosas de otra forma, como todas mis
discusiones con Knox.

La imprudencia me había conducido a Otro-Sitio. Podría haber sido una mejor


jugadora de equipo, y estaba trabajando en ello, lentamente, pero no me arrepentía de
los riesgos que había tomado y continuaría tomando como una miembro de los
Blackcoat.

—Sigues evitando contestarme —dije, cruzando los brazos. Me habían dado una
chaqueta de cuero de piloto para la misión y era la cosa más abrigadora que había vestido
en semanas—. Yo accedí porque creo en las mismas cosas de las que Lila hablaba.
Porque creo en lo que los Blackcoat están tratando de hacer. He vivido en lo más bajo,
y sé lo horrible que es… Sé lo injusta que la sociedad puede ser. Pero tú fuiste educado
con una cuchara de plata en la boca, e incluso si no fuera así, no tenías a los Blackcoat
en ese entonces para decir lo que realmente estaba pasando en tu cabeza. Así que… ¿Qué
te hizo poner en riesgo tu vida y la herencia de tu familia por un puñado de gente, que,
si hubieras querido, ni siquiera hubieras notado? Pudiste haber sido un ministro, como
tu padre. Pudiste vivir una vida cómoda en tu propia burbuja. Y eso es lo que no
entiendo… ¿Por qué no?

Knox cerró los ojos y se echó atrás. Varios segundos pasaron en silencio. Pensé
que no iba a contestar.

Él probablemente pensó que no me iba a contestar. Pero en voz baja, casi inaudible
sobre el sonido del motor, finalmente, habló.

—Tenía un hermano.
—¿Tenías? —Nunca, ni una sola vez, Knox me había mencionado que tenía un
hermano. No podía recordar que él hubiese hablado sobre nadie de su familia, excepto
su padre.

Asintió, abriendo los ojos una vez más. Sin embargo, rehusó mirarme, en su lugar
se fijó en sus manos. —Un hermano gemelo, en realidad. Mellizo. Todo estuvo bien
durante los primeros años, pero entonces comenzó a actuar extraño. O quizá siempre
había actuado extraño y era solo porque yo era diferente que mi madre lo notó tan
pronto.

—¿Extraño de qué forma? —pregunté, confusa.

—Silencioso. Miraba sus bloques por horas en vez de jugar con ellos. No hablaba
como yo. Siempre parecía estar un poco detrás. —Knox levantó los hombros—. No
recuerdo mucho los detalles, y mi madre rara vez hablaba de ello.

—¿Qué pasó con él? —dije, casi asustada de la respuesta de Knox. Pero quizá ese
era el punto.

—La mayor parte del tiempo, cuando hay déficit moderado en los niños, les dan
la oportunidad de hacer la prueba a los diecisiete de todas maneras —dijo Knox—. Pero
ya que mi padre estaba preocupado por la imagen de la familia, y ya que mi hermano
eventualmente dejó de comunicarse por completo, el proceso fue acelerado —Se aclaró
la garganta. Su expresión se volvió más angustiada—. Cuando teníamos seis años,
declararon que al mantenerlo con nosotros solo demorábamos lo inevitable. Y mientras
más pronto fuera, más fácil sería para mí. Así que se lo llevaron.

Lo miré con horror. Nunca me había encontrado con un I antes de llegar a Otro-
Sitio. En alguna parte de mi mente esperaba vegetales, sin rostro, comatosos que no
tenían consciencia de sí mismos ni del lugar. No gente real con vida real. No un niñito
que era demasiado callado para el gusto de su padre y que no jugaba con bloques de la
forma que se suponía que debía.

—Lo siento tanto, Knox —dije, suavemente, porque no había nada más que
decir. No podía imaginar ese nivel de dolor, ni para Knox ni para su madre. Y,
egoístamente, tampoco quería—. ¿Has... Has buscado sus registros en Otro-Sitio? Quizá
aún esté…

—No está —dijo Knox—. No me sorprendería si no hubiera llegado a Otro-Sitio


para empezar. Un niñito como ese, sus órganos serían necesitados y valiosos.

Una ola de nausea me golpeó, y mi agarre de los reposabrazos se relajó.

—Pero era tu hermano, y tu padre es un ministro…

—Ni siquiera los hijos de los ministros son inmunes a las anomalías genéticas o
de desarrollo —dijo Knox—. No entendí por completo lo que estaba pasando. Aún
recuerdo mi confusión el día que se lo llevaron y me dijeron que nunca volvería. Mi
madre estaba destrozada. Nunca se recuperó, y ella… —Se aclaró la garganta de
nuevo—. En todo caso, ella es la razón que me trajo a este punto. Mi padre nunca volvió
a decir el nombre de mi hermano luego que se lo llevaran. Todas sus fotografías
desaparecieron y si hubieras conocido a mi familia después, nunca hubieras sabido que
debería haber uno más de nosotros. Pienso que él esperaba que yo me olvidara de mi
hermano.

»Pero mi madre se encargó que yo no olvidara. Solía contarme historias sobre


cómo jugábamos juntos cuando éramos niños. Esos eran de los pocos momentos que la
vi feliz luego de eso. Y una vez que fui lo suficientemente mayor, ella solía contarme
cómo era el país antes que los Hart lo dominaran. Comencé a ver injusticia a donde
mirara, y una vez que la ves, no puedes dejar de verla. Y no podía ignorarla, aún con los
privilegios y ventajas que pude haber tenido si lo hacía. Ella es la razón por la que hago
esto. Mi hermano es la razón por la que hago esto.

Finalmente Knox me miró.

—¿Es eso lo que querías oír?

—Quería la verdad, eso es todo —dije, sin saber qué decir. Algo dentro de mí se
sentía vacío, e instintivamente comencé a cruzar el espacio entre nosotros, necesitando
ofrecerle alguna forma de consuelo.
Pero él se removió incómodo y cruzó los brazos, escondiendo las manos. Dejé
caer las mías sobre mi regazo.

—Es sólo que... Nunca pude entender cómo tú y Celia y Lila podían arriesgar
todo cuando tenían todo por perder. No era así para mí.

—Sí lo era —dijo él calladamente—. Era casi exactamente lo mismo. La única


diferencia entre nosotros era que tú sabías lo que era no tener nada. Tú sabías el valor
de lo que estabas apostando, y lo hiciste de todas maneras.

No supe qué decir a eso. Él también debía haber sabido lo que tenía por perder.
Todos lo sabíamos y aun así todos escogimos hacer esto.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por confiar en mí. Sé que te he dado todas las razones para que no lo hagas.

—Sí, bueno, estamos en esto juntos —dijo con un suspiro—. Y ya que decidiste
quedarte, es lo menos que puedo hacer hasta que pruebes que ya no puedo hacerlo.

—Eso no sucederá. No esta vez —dije, y ese fantasma de sonrisa volvió.

—No hagas promesas que no puedes cumplir, Kitty. Ambos sabemos que tú
eventualmente me desobedecerás directamente y harás algo monumentalmente estúpido
y, nuevamente, seré el que limpie el desastre.

—Entonces haré mi mayor esfuerzo por no hacerlo —dije.

Él asintió. —Eso está mejor.

Pasó un momento y pudimos haber entrado a un confortable silencio. En vez de


eso, lo miré y él sostuvo mi mirada, y en ese momento, sentí que podía preguntarle
cualquier cosa y no me diría que no.
—¿Cuál era el nombre de tu hermano? —pregunté antes de darme cuenta que
estaba hablando. Pero no me arrepentí, como la mayoría de las veces que decía cosas.
Y aunque sus cejas se levantaron, no me calló como pudo haberlo hecho.

—Maddox —dijo—. Yo le decía Max, porque no podía pronunciar Maddox. Él


tampoco podía decir Lennox.

—¿Y de ahí viene Knox? —dije, y él me dirigió una sonrisa tensa.

—Exactamente.

A pesar de la pena en sus ojos mientras hablábamos de su hermano, también


había calidez que emanaba de él como nada que hubiera visto antes proveniente de él.
Me contó sobre sus recuerdos favoritos de su hermano que casi no hablaba. Solo con él,
admitió, e incluso entonces era poco usual; y mientras seguía contestando mi marea de
preguntas abiertamente, me di cuenta qué era lo diferente.

Nunca lo había visto hablar de alguien a quién amaba.

Este era Knox, mi amigo, en el que yo confiaba, en el que creía. Y aquí, en medio
del cielo, con nada más que aire entre nosotros y el resto del mundo, estaba agradecida
de tener un poco de él nuevamente.

Eventualmente nuestra conversación se terminó, pero yo me quedé sentada frente


a Knox por el resto del vuelo, alejada de los otros. Ocasionalmente uno de nosotros
decía algo, logrando un corto intercambio, pero siempre volvíamos al silencio sociable.
Era agradable, de alguna forma. Pero no me calmó la ansiedad que se formaba en la
base del estómago por lo que íbamos a hacer.

Cuando comenzamos a descender fuera de D.C., no pude dejar de preguntarme


cuántos de nosotros volveríamos con vida. Porque si había una cosa que había aprendido
de trabajar con Knox, era que nunca todo iba de acuerdo al plan.

—Soldados —dijo Knox tan pronto como aterrizamos en la mitad de un campo


nevado—. Su trabajo es simple. Protejan el avión.
—¿Perdón? —dijo un hombre con barba de chivo rubia.

—Ya me oyeron. Protejan el avión —dijo Knox—. Es nuestro pasaje de vuelta a


Otro-Sitio, si el gobierno lo descubre estaremos a nuestra suerte, y créanlo, es un camino
muy largo de vuelta a la seguridad.

Me guio abajo por la rampa y a través del campo de nieve, en dirección a un carro
negro que esperaba. Miré por encima del hombro para ver a los soldados rodeando el
avión con sus armas listas, como si hubiera batallones de agentes del gobierno esperando
que nosotros aterrizáramos en este preciso lugar. Al menos estaban tomando su misión
en serio.

—Pensaron que irían con nosotros a la ciudad —dije cuando me subí en el asiento
del pasajero. Knox se sentó al volante y giró la llave que estaba en el encendido.

—Strand y Benjy y el resto de ellos no nos hubieran dejado venir si supieran que
solo éramos los dos —dijo Knox, mientras el motor rugía—. Ambos somos demasiado
importantes para ir a algún lugar sin un equipo de seguridad siguiéndonos.

—Pero eso es exactamente lo que estamos haciendo.

No estaba asustada, no exactamente, pero mientras más armas tuviéramos, mejor


era nuestra oportunidad. Si alguien asesinaba a Knox, yo no tendría idea qué hacer ni
dónde ir. Y si alguien me asesinaba a mí, Knox no sabría dónde encontrar el archivo.

Nuestra misión habría fallado.

—Lo que no saben no los hiere. Y la única forma de hacer esto rápida y
eficientemente es que solo esté el personal necesario —dijo Knox.

—Nosotros —dije. Y él asintió.

—Nosotros.

Examiné la pantalla en el tablero. La radio estaba silenciosa, pero flechas rojas


apuntaban a lo largo del camino, sin duda apuntando a Somerset.
—¿Este auto apareció de la nada?

—Hice una llamada antes de salir. Celia restauró las comunicaciones antes de
tomar Somerset, y Sampson lo dejó aquí para nosotros. Nadie más que él sabe que
venimos. —Knox presionó el acelerador y avanzamos por el camino de tierra—. ¿Dónde
escondiste el archivo, Kitty?¿Tienes que acceder a las ventilas para obtenerlo?

Asentí. —No me llevará mucho tiempo.

—¿Me dirás dónde está, o me vas a dar la sorpresa?

Me removí en el asiento para mirarlo. —¿Recuerdas cuando fingiste matar a


Benjy frente a mí y me dejaste creer que estaba muerto durante días?

Knox apretó el volante.

—Sorpresa entonces. Nunca he sido un fan.

—Como dije allá en la mansión, incluso si supieras dónde está, probablemente


no logres llegar a él de todas formas.

—Me parece justo —dijo él con un suspiro, y supe que el Knox endurecido y
exasperado había vuelto, enterrando la vulnerabilidad tan profundamente en su interior
que dudé si realmente existía.

Me eché atrás y miré por la ventana mientras íbamos en dirección a D.C. No


estábamos lejos y parte de mí estaba ansiosa de ver mi casa nuevamente. No había
crecido en Somerset ni en ninguna parte cercana, había crecido en las Cumbres, la parte
más pobre de D.C., pero la ciudad seguía siendo mi casa.

—¿Es ese el plan a seguir? —dije luego de un minuto—. ¿Fingir una muerte?

Él me miró, su mirada duró un poco más que lo que debería, considerando la


rapidez con la que iba manejando.

—¿De qué hablas?


—Quiero decir, eso fue lo que hiciste por Lila. La ayudaste a fingir su muerte.
Fingiste la muerte de Benjy. Nunca seré capaz de realmente creer que estás muerto,
sabes. Parte de mí siempre estará absolutamente convencida que fingiste tu muerte.

—Oh. ¿Y quién dice que yo moriré antes que tú?

Me encogí de hombros.

—Tú eres el que dejó atrás nuestro equipo de seguridad.

—Cierto. —Se permitió una sonrisa—. Quizá sí tengas un punto después de todo.

Cuando finalmente pudimos ver D.C., el nudo en mi estómago creció hasta


completa nausea. Una cosa era infiltrarse en una oficina para robar un archivo o
escuchar a hurtadillas una conversación crucial. Otra cosa era caminar bajo las narices
de nuestros aliados, sabiendo totalmente que teníamos secretos que podrían implicar
perder o ganar la guerra.

Manejar a través de las calles y mirar el cambio gradual de asolados por la


pobreza y el hambre a ricos y bien alimentados, era aún más notorio ahora que había
pasado tanto tiempo en Otro-Sitio. Knox y yo nos quedamos en silencio mientras lo
contemplábamos. Y al fin, él se detuvo a un lado de la calle en una de las áreas más
concurridas de D.C., solo a bloques de Somerset.

—Toma. —Me pasó un gorro negro tejido y lentes de sol—. No son el mejor
disfraz pero sólo necesitamos entrar en ese callejón.

—Tu cara es tan familiar como la mía —dije mientras me los ponía.

Se encogió de hombros.

—Me pondré la capucha. Estaremos bien.

Eso era lo más ominoso que podía ponerse, pero la entrada al túnel que llevaba
bajo Somerset no estaba lejos. Cinco metros máximo, enterrado en el callejón tras una
puerta oxidada que ningún V o VI que se respetara hubiera tocado. Por lo que yo sabía,
no había cámaras en el callejón… no podría haberlas, no cuando ese túnel había estado
sin descubrir por tanto tiempo.

Salimos del auto a una lluvia nublada y cuando me ofreció su codo, lo tomé. No
era muy diferente a la primera vez que caminamos juntos por la ciudad. Poco después
de un bombardeo que había puesto a la familia Hart en encierro. En vez de
comportarnos, nos habíamos escabullido para pasar una noche en el club… o al menos
era lo que yo pensaba. En cambio, Knox había tratado de negociar una adquisición de
armas.

Y esa fue la primera vez que noté que había mucho más en él que la fachada de
un malcriado hijo de ministro que mostraba al mundo.

Llegamos a la puerta sin incidentes. Knox empujó la perilla oxidada, y pude


sentir su alivio cuando la abrió para revelar una escalera oscura que descendía.

—Las damas primero.

—Solo quieres que yo reciba la bala en tu lugar —dije, pero me metí de todas
maneras. Me acordaba exactamente cuántos peldaños llevaban al fondo y conté en mi
cabeza mientras Knox cerraba la puerta, dejándonos en absoluta oscuridad.

—Alguien se llevó la linterna —dijo, sus pesados pasos siguieron los míos.

—No la necesitamos. Es derecho. —Una vez que llegáramos a Somerset, habría


suficiente luz ambiental para llegar a los antiguos aposentos de Knox, donde una
trampilla se abría dentro de su armario. Mientras tanto, pasé mi mano por la pared sucia,
desgastada por no sabía cuántos años de uso. Alguien había construido este túnel en
algún momento, pero hasta que Knox me lo reveló, él y Lila habían sido las únicas dos
personas que sabían al respecto. Ya no era así.

—No puedo creer que dejaron esto sin vigilancia —dije unos sesenta metros
después. Era extraño caminar en la completa oscuridad, sin saber con seguridad si
terminaría. En contra de mi mejor juicio, estiré la mano hacia atrás y agarré lo primero
que encontré de Knox: su manga.
—Lo sabremos cuando lleguemos a Somerset —musitó, quitando mi agarre de
su chaqueta y en cambio tomándome la mano. Su piel era tibia y áspera. Y a pesar de la
tensión en su voz, entrelazó suavemente sus dedos con los míos—. Si son inteligentes,
tendrán guardias apostados en esa entrada, y sabrán que vendríamos. Si los escuderos
trataran de infiltrarse por aquí sería como dispararle a peces en un barril.

—¿Por qué querrías dispararle a peces en un barril? Esa metáfora no tiene sentido.

—Tiene perfecto sentido. —argumentó—. No es sobre por qué lo haces, se trata


de lo fácil que sería si lo hicieras.

Se detuvo de pronto. Me tiró hacia atrás cuando quise seguir.

—¿Oíste eso?

—¿Oír qué? —pregunté—. Si hay alguien al final del túnel les diremos quiénes
somos y…

—No es necesario, Kitty. —Una voz de mujer sonó a solo treinta centímetros de
mí, y sentí el chasquido de una pistola justo detrás.

—Sé exactamente quién eres.


VI

Traducido por Lauraapc

abían pasado meses desde que la había visto cara a cara, pero habría
reconocido la voz de Celia Hart en cualquier lugar. Incluso bajo tierra en un
túnel negro, con mi corazón acelerado y la adrenalina corriendo por mi cuerpo
como si estuviera en una carrera, podía imaginarla en mi cabeza, tan claro como
cualquier cosa. Cabello oscuro muy diferente al de su hija, ojos azules, la piel de
porcelana Hart; alta y atlética, con una mandíbula fuerte, una marca de belleza bajo su
ojo izquierdo, y una mirada de desdén para cualquiera que se atreviera a meterse en su
camino.

—¿Esto es realmente necesario? —dijo Knox calmadamente.

—Sí, lo es. Y quita la mano de tu arma —respondió ella—. Hay otro soldado tras
de ti, listo para apretar el gatillo si quisieras desenfundarla.

Noté que ella debía estar usando gafas de visión nocturna. No era de extrañar
que hubiera sido capaz de acercarse sigilosamente a nosotros sin que ninguno lo notara.
Ahora que sabía que ella estaba aquí, podía oler su champú y sentir el calor de su cuerpo
en el aire frío.

—No somos el enemigo, Celia —dijo Knox—. No hay razón para esto.

—Hay muchas razones para esto cuando he tenido que apuñalar a mi hermano
falso en el corazón y colgarlo del cuello, solo para descubrir que no era mi hermano falso
después de todo. —Dio un empujón a la parte baja de mi espalda con la pistola—.
Comienza a caminar, Kitty.
Tropecé hacia adelante en la oscuridad, sin soltarme de la mano de Knox. —
¿Crees que estamos enmascarados?

—Si de verdad son quien dicen ser, no me dijeron que vendrían —respondió
ella—. No dieron indicaciones de que tenían deseos de visitar D.C. Y considerando que
tenemos una fuerte tradición familiar de forzar personas a que luzcan como nosotros por
dinero, rango, o supuesto patriotismo, sí, creo que hay una gran posibilidad de que el
impostor pudiera tomarse esta clase de molestias.

Había cientos de cosas que podría haber dicho para probarle que sí era quien
decía ser; habíamos tenido suficientes conversaciones privadas para que no fuera difícil
sacar cualquier pequeño recuerdo que solo nosotras tuviéramos. Pero Knox podría haber
hecho lo mismo, y aun así no lo hizo. Así que por ahora, me quedé callada.

—¿Cómo sabemos que eres quien realmente dices ser? —preguntó Knox—. La
Celia que conozco nunca apuntaría un arma a mi cabeza.

—No te estoy apuntando con mi arma. Estoy apuntando a Kitty —dijo ella—.
Goulding está apuntándote a ti.

—Ah, buenos días, Goulding —dijo Knox—. O tardes ahora, supongo. Ha


pasado un tiempo. ¿Cómo está Jessica?

—Bien —gruñó una voz baja detrás de nosotros—. Dará a luz un día de estos.

—¿Y todavía haces que el pobre hombre trabaje, Celia? —Había un tono
despreocupado en su voz, del tipo que debía relajar a todos. Lo había oído antes, cuando
trataba de calmarme o ganarse mi simpatía, y creí que ya era inmune a él. Pero incluso
con Celia enterrando el cañón de su arma en mi chaqueta, no pude evitar respirar un
poco más tranquila. Lo que sea que pasara, lo resolveríamos pronto.

El túnel era largo; casi kilómetro y medio, si había estimado correctamente, pero
en la oscuridad se sentía tres veces más largo. Finalmente, Celia me advirtió sobre la
próxima escalera, y subí dos escalones a la vez, ansiosa de recuperar mi visión de nuevo.
Como Knox había predicho, un par de guardias estaban parados esperando en la
entrada secreta —no tan secreta ahora, supuse— a Somerset. Solo los vi cuando uno
abrió la puerta, y la luz inundó el túnel. A pesar de que era apenas más brillante que una
vela, entrecerré los ojos.

—Kitty, Goulding te llevará a la antigua habitación de Knox —dijo Celia, y


fruncí el ceño.

—¿No quieres asegurarte primero de que soy yo?

—Sé que eres tú —dijo ella—. No eres tan misteriosa como piensas. Knox, tú
vendrás conmigo.

—Preferiría no ser separado de Kitty, si no te importa —dijo él—. Ha sido una


mala noche y día para ambos.

—Lástima. Una vez que te interrogue, tendrás todas las oportunidades para
relajarte —dijo ella—. Asumo que por eso viniste, después de todo. Para discutir sobre
el territorio que ganó mi equipo anoche.

—Todos somos parte del mismo equipo —se quejó y luego me miró—. ¿Te
parece bien esto?

—No necesito una niñera, Knox —dije con irritación. Además, eso me daría
tiempo para recuperar el archivo mientras Celia estaba distraída. No era lo que habíamos
planeado, pero tampoco era la primera vez que teníamos que improvisar.

—Veo que Otro-Sitio no te quitó toda la beligerancia —dijo Celia—. Ven,


Lennox. No tengo todo el día.

De mala gana, Knox siguió a Celia a través de otro pasaje, uno que nunca había
llegado a explorar. Había estado a mi aire en Somerset, y cualquier pasadizo que Knox
conociera, en ese tiempo, había sido prácticamente inservible para mí. Pero debía haber
sido útil para los Blackcoat; mientras subíamos las escaleras y atravesábamos el ático
que crujía, nos encontramos con cuatro miembros más de la rebelión, y cada uno me
ofreció una pequeña sonrisa y un saludo.
—Baja —dijo Goulding mientras abría la trampilla. Bajé hacia el antiguo armario
de Knox. Arrugué la nariz al sentir el olor a ropa sucia. En la estancia de su habitación,
me dejé caer en el sofá de cuero, me quité las botas y estiré las piernas como si tuviera
toda la intención de tomar una profunda y larga siesta. Goulding, sin embargo, se quedó
cerca de la puerta, rígido como un soldado entrenado. Aparentemente no era la única
que se iba a quedar aquí durante la tarde.

—¿Es tu primer bebé? —pregunté y él asintió.

—Apenas me casé el año pasado.

—¿Sabes si es niño o niña? —pregunté. No se veía mucho mayor que yo, y el


pensamiento de tener un hijo en los próximos cinco años me aterraba. Sí sobrevivía tanto
tiempo.

—Esperamos la sorpresa —dijo con voz ronca.

—Felicitaciones —dije con una sonrisa genuina. Era discordante oír que las vidas
de otras personas continuaban casi igual que antes de la rebelión; incluso para los
Blackcoat, pero era obvio que sería así. El mundo no se detendría solo porque yo había
sido enmascarada y arrojada a Otro-Sitio. Al menos no todo era muerte y oscuridad. Sin
embargo, la expresión de Goulding no cambió, y me recosté, muy asustada de quedarme
dormida como para cerrar los ojos. Si él se iba a quedar, entonces tenía que encontrar
una forma de salir de aquí, rápido.

No había ventilas en la habitación, o el baño, lo suficientemente grandes para que


me arrastrara a través de ellas; había mirado hace meses, por si acaso. La única ventila
que podía usar estaba justo sobre el escritorio de Knox, a poca distancia de Goulding. Y
dudaba mucho que Goulding estuviera dispuesto a dejarme pasar justo frente a él.

—¿Sabes durante cuánto tiempo hablará Celia con Knox? —pregunté como si
nada, y Goulding negó con la cabeza—. ¿Puedo caminar por ahí o debo quedarme en
esta habitación?

Al menos mostró una mirada de disculpa. —Órdenes de Celia.


—Knox también lidera a los Blackcoat, sabes —murmuré.

—Usted reporta a Knox, yo reporto a Celia.

Hice una mueca y me senté. —No reporto a Knox. No le reporto a nadie.

—Mi error, señorita Hart.

Colapsando en el sofá, resoplé. —Doe. Mi apellido es Doe. —Era el mismo


apellido que le daban a los Extras y huérfanos en mi casa hogar, aunque ahora que sabía
quiénes eran mis padres biológicos, supongo que mi verdadero apellido era Hart. O lo
sería, si decidía tomarlo.

Era una decisión que mejor dejaba para otro momento, cuando la guerra no
dependiera de que sobrepasara a Goulding y recuperara el archivo. Finalmente me
acurruqué de costado, de espaldas a él, y forcé mi respiración a quedarse estable,
esperando que si pensaba que estaba dormida, se iría. No tuve tanta suerte. Pero no
podía quedarse vigilándome indefinidamente. Eventualmente tendría que usar el baño,
o su turno terminaría, y se iría a casa con su esposa y el bebé aún por nacer. Nada duraba
para siempre, aunque cuando él se movió, se sintió como si hubieran pasado horas.

—¿Qué? —Un crepitar de estática resonó en la habitación, y me volteé. Goulding


presionó su auricular y agachó la cabeza, como si eso evitara que yo escuchara lo que él
decía—. ¿A plena luz del día? ¿Cuánto tiempo tenemos?

De repente una sirena comenzó a sonar, salté del sofá y me puse las botas, el
miedo me recorrió todo el cuerpo. —¿Qué diablos está pasando?

—Tiene que venir conmigo —dijo Goulding, y cruzó el cuarto antes que pudiera
amarrarme los cordones. Me tomó del codo y medio guiándome, medio arrastrándome
hasta la puerta, la abrió.

—Tienes que decirme qué está pasando —dije, tratando de hacer que soltara mi
brazo. Su agarre se hizo más fuerte y nos lanzó por el pasillo hacia la escalera.

—Somerset está bajo ataque. El gobierno está tomando represal…


De repente, una explosión ensordecedora atravesó la casa, el techo cedió,
haciendo llover escombros en llamas sobre nosotros. Un bloque de cemento aterrizó de
lleno en mi pie, y grité al sentir que los huesos se partían. Goulding me empujó de nuevo
hacia la habitación de Knox y me puse a correr tan rápido como pude, haciendo mi
mayor esfuerzo por ignorar el dolor.

Grité el nombre de Goulding mientras corría, pero si tenía alguna voz, el sonido
en mis oídos la ahogó. Cuando llegué a la puerta de Knox, la empujé y di la vuelta, lista
para agarrar a Goulding y meterlo.

Pero no estaba ahí. No estaba en ningún lugar y el techo del corredor se había
derrumbado por completo, dejando una montaña de escombros quemados justo donde
Goulding había estado.

Mi estómago dio un vuelco por el shock, miedo y lástima por su pobre esposa y
el bebé, pero no había tiempo para vomitar. En cambio, entré corriendo a la habitación
de Knox y trepé a la ventila, con el pulso acelerado, las manos sudorosas y el pie
palpitando. En cualquier segundo, otra bomba podría caer y matarme instantáneamente
y nadie lo sabría hasta que encontraran mi cuerpo días, semanas o meses después. Pero
tenía que obtener el archivo. El resultado de la guerra dependía de ello.

El tiempo pareció alternarse entre detenerse y adelantarse, dejándome con hoyos


en la memoria. Un momento estaba arrastrándome por las rejillas de ventilación y el
siguiente, estaba parada cerca de un estante de libros en el salón, rebuscando en el
pedazo de metal que me había cortado cuatro veces antes de que aprendiera a evitarlo.
No estaba segura de que lo causó, pero había un espacio delgado entre la ventila y el
techo, perfecto para esconder el archivo.

Por fin, mis dedos tocaron el borde de una carpeta y con esfuerzo, logré sacarla
de su escondite. La abrí y rápidamente miré dentro de ella. No podía leer los documentos
oficiales, pero todos parecían estar ahí, junto con una foto de Víctor Mercer. Nadie la
había encontrado. Nadie había robado la información crucial que necesitaríamos para
exponerlo, finalmente teníamos una oportunidad de ganar esta guerra.
Los gritos se alzaron justo fuera de la habitación, y me agaché con la carpeta
pegada a mi pecho. Mi audición todavía era cuestionable, pero podía entender las
palabras sobre el zumbido.

—¡Despliegue en abanico! —gritó un hombre—. El primer ministro quiere a su


hermana y los líderes vivos, pero maten a cualquier otro rebelde que vean.

Estupendo. Me arrastré de nuevo a la ventila y de nuevo al ala residencial, mi pie


lastimado protestaba con cada sacudida. Si podía llegar al cuarto de Knox, podría
alcanzar el pasillo que llevaba al túnel. Era mi única oportunidad para salir de aquí.

Silenciosamente esperaba que Knox hubiera podido escapar. Pelear era inútil.
Solo haría que más gente fuera asesinada, pero Celia era demasiado terca para ceder.
Pelearía a muerte, estaba segura de ello. Solo rezaba para que no se llevara a Knox con
ella.

El tiempo hizo esa cosa graciosa de nuevo. Quizá era la adrenalina y el miedo, o
quizá me golpeé la cabeza y no me había dado cuenta.

De cualquier manera, antes de saberlo entré a la habitación de Knox, y aterricé


con fuerza en el escritorio. Otro hueso de mi pie se fracturó y grité, balanceándome sobre
el otro en su lugar.

De alguna manera, un milagro entre los milagros, Knox estaba ahí, me rodeó con
los brazos con fuerza y me ayudó a llegar al piso. Tenía polvo por toda la cara y había
un pequeño corte bajo su ojo, pero estaba aquí. Estaba bien. —¿Qué sucedió, Kitty?

—Goulding… Goulding está muerto y hay soldados armados que vienen hacia
aquí —dije con los dientes apretados. Podía sentir el borde de un hueso a punto de
romper mi piel, tratando de salir—. Tengo el archivo.

—Me imaginé que estabas allí —dijo Knox, pero no pudo ocultar el alivio que
sentía—. Te sacaré de aquí.

Traté de apoyar el pie fracturado y un dolor insoportable se disparó en mi interior


como mil voltios de electricidad. —No puedo… No puedo caminar.
Los gritos resonaron por el pasillo. Los soldados se acercaban. —Te cargaré —
dijo Knox, pero antes de que pudiera levantarme, empujé el archivo en su dirección.

—No puedes cargarme y correr todo el camino hasta el carro.

—Sí, sí puedo. No tendré esta discusión ahora, Kitty.

Los gritos se hicieron más fuertes y la ira pulsó en mi interior. —Están a segundos
de entrar aquí. Si tú fueras quien no puede caminar, me harías hacer exactamente lo
mismo. Necesitas sacar este archivo de aquí. Toda la rebelión depende de él.

Al final sus dedos se cerraron alrededor de la carpeta y su cara se contrajo en una


expresión que nunca había visto en él. —Toma... —Luchó con la funda de su arma—.
Toma mi arma. Te dará la oportunidad de pelear.

—Me matarán si estoy armada. Desarmada, hay una posibilidad de que no. —
Alguien golpeó la puerta de Lila y yo hice una mueca—. Solo puedo conseguirte un
poco de tiempo, Knox. Vete.

Me tocó la mejilla sin palabras, sus ojos brillaban mientras me sostenía la mirada
por un segundo infinito. —Eres única, Kitty —dijo con voz ronca—. Donde sea que te
lleven, te encontraré.

Hice una pequeña inclinación de cabeza, mi garganta muy cerrada para hablar.
Pero no importaba… no me dio tiempo para responder. Un momento estaba ahí y al
siguiente se había ido. Y durante tres segundos, estuve sola.

La puerta se abrió de golpe en una lluvia de astillas y trozos de madera, y entraron


cuatro hombres cargando escudos y armas automáticas. Sus gritos se fundieron en una
pared de gritos que no pude entender, pero levanté las manos y me aseguré de que
pudieran ver mi rostro.

Uno de los hombres caminó hacia mí. —La doble está aquí —dijo a su manga
antes de agarrar mis manos y atármelas a la espalda. Esposas de metal se apretaron
alrededor de mis muñecas e hice una mueca.
—Mi pie… mi pie está fracturado. No puedo caminar.

—No lo necesitarás —dijo él y sentí la punzada de una aguja en mi nuca, justo


sobre la X. Mi visión se puso borrosa mientras mis rodillas cedían y el mundo se volvía
negro.
VII

Traducido por loredanapm

ip. Bip. Bip.

Al confuso borde de la consciencia, estaba segura de que seguía soñando.


Escuchaba esos pitidos algunas veces—en mañanas tranquilas donde, por
un instante, olvidaba quién era ahora. Eran los mismos pitidos con los que
me desperté cuatro meses antes en la Fortaleza, cuando descubrí que Daxton me había
enmascarado como Lila Hart. Esas fueron las últimas cosas que escuché antes de que
todo cambiara, y de alguna manera, eran casi reconfortantes. Un recordatorio de quien
solía ser.

—¿Kitty?

Una voz familiar me habló. No quería moverme. Todo se sentía pesado y lento,
y hubiera dado lo que fuera para volver a quedarme dormida y no tener que preocuparme
por nada nunca más.

—Kitty… vamos, despierta. Sé que puedes escucharme.

Enojada, abrí los ojos. Paredes blancas y molduras de techo. Olor a antiséptico.
La luz del sol que entraba por una ventana detrás de mí, mientras estaba acostada en
una cama demasiado cómoda para pertenecer a un hospital.

La Fortaleza.

Esta era exactamente la misma habitación en la que me desperté antes.

Todo lo que ocurrió en Somerset pasó por mi mente, como si todo hubiera estado
esperando a que me estrellara contra la realidad. Así que los soldados me mantuvieron
con vida después de todo. Y ahora estaba aquí, en la Fortaleza, la casa más ferozmente
protegida que tenían los Hart. Quedaba en algún lugar de las Montañas Rocallosas,
rodeada por todos lados por picos nevados. Lo sabía porque intenté irme una vez, y
descubrí que la única manera de salir de aquí era por aire. No había forma de que los
Blackcoat pudieran iniciar un ataque aquí y ganar, no cuando la Fortaleza estaba tan
bien fortificada.

—Ahí estás. Kitty, soy yo… Greyson.

Al final, giré la cabeza. Greyson Hart, el único hijo vivo de Daxton Hart, estaba
parado al lado de mi cama. Su cabello rubio le cayó en el rostro, y se lo acomodó,
ofreciéndome una pequeña sonrisa.

—Ey. ¿Cómo te sientes?

—Como la mierda, probablemente —dijo otra voz… Lila. Levanté la cabeza.


Estaba parada cerca, con los brazos cruzados y expresión amargada—. Eso es lo que
pasa cuando quitas los medicamentos.

—Te quité los sedantes y los analgésicos —dijo él en disculpa, pero no conseguí
que me importara—. Puedo reiniciarlos, si quieres.

Sacudí la cabeza. Ahora que lo mencionaba, mi pie estaba empezando a palpitar,


pero apenas era notorio. —¿Qué está pasando? —grazné. Mi garganta estaba seca—.
¿Por qué no estoy muerta?

—Podrías estarlo —dijo Lila severamente—. Bienvenida al infierno.

Ella no tenía idea de lo que era el infierno en realidad, pero controlé mi lengua.
Ellos eran los únicos dos aliados que encontraría aquí, y no podía permitirme alejarlos.

Greyson le lanzó una mirada asesina. —Todavía no sabemos lo que él planea


hacer con ella. No hubiera dejado que se le acercaran los doctores si sencillamente
planeara matarla una vez que se despertara.
—Has conocido a ese imbécil, ¿no? —dijo Lila—. Cabello oscuro,
aproximadamente un metro ochenta y tres, un retorcido pedazo de carbón dónde debería
estar su humanidad.

—Lila. ¿Esa es la manera de hablar sobre tu único tío?

Cerré los ojos otra vez, con la inútil esperanza de que si no lo veía, desaparecería.
De todas formas, no tenía sentido, podía escuchar sus pasos en la alfombra mientras se
acercaba a mi cama.

—Tú no eres mi tío —gruñó ella—. Mi tío está muerto.

Daxton hizo un sonido evasivo. —Y aun así aquí estamos, con casi todo el país
de mi lado. Buenos días, Kitty.

Con esfuerzo, me obligué a sentarme. Una ola de mareo me golpeó, y me dije a


mí misma que probablemente era por lo que sea que usaron para dejarme inconsciente,
y no por una seria lesión de la cabeza. Me dolía el pie, y mi visión se nublaba en los
bordes, pero aparte de eso, estaba bien. Era muy distinto a la última vez que me desperté
en aquella cama, cuando descubrí que me hicieron pasar por innumerables cirugías para
hacer que me viera idéntica a Lila. —¿Por qué me dejaste vivir?

—¿Te estás quejando? —Levantó una ceja, y sacudí la cabeza mínimamente—.


Te dejé vivir por la bondad de mi corazón.

—Tú no tienes corazón —dijo Lila—. La dejaste vivir porque si la hubieras


matado, la hubieras convertido en una mártir.

Así que era por la misma razón por la que Knox no había querido que Celia
matara a Víctor. Era asombroso pensar que mi muerte podría haber tenido ese nivel de
impacto; aún podría, si el futuro sombrío que me imaginaba llegara a suceder. Pero,
egoístamente, prefería estar viva.

—Todavía podría matarla. —Daxton me miró con sus oscuros ojos, pasándolos
por mi cuerpo de arriba abajo. Le devolví la mirada—. Nadie tendría que enterarse.
—Nosotros sí —dijo Lila—. Y la próxima vez que me pongas al aire, le diría a
todo el país.

—¿Y ver a Greyson morir delante de ti? Querida, no seas tonta. —Daxton sonrió
y alejó su mirada de mí, y sentí como si un puño hubiera revuelto mis entrañas. Entonces
así era como lo estaba haciendo. Así era como había comprado la cooperación de Lila.
Y yo no dudaba por un segundo que en realidad estuviera lo suficientemente loco para
matar a Greyson, solo para probarle un punto a Lila

—Tenemos el archivo —espeté, esperando no estar equivocada—. Los Blackcoat


nos intercambiarán por él. Lila, Greyson y yo; si nos liberas nunca tendrás que
preocuparte de que el contenido se haga público.

Daxton me analizó por un largo rato, mirándome fijamente. Una sola mirada de
él era suficiente para ponerme los pelos de punta; su mirada lasciva hacía que sintiera
que necesitaba bañarme por el resto de mi vida, sin importar lo larga o corta que fuera.

—Bueno, no cabe duda que llevan la ventaja, ¿no? —Sonrió, pero no había ni
humor ni nada bueno en su sonrisa—. Deja que divulguen el archivo. Su campaña ya
ha fallado. Mi equipo fácilmente puede refutar sus mentiras y calumnias, y el único
clamor del público que conseguirán es el de inconformes ya en el margen de la sociedad.
Todos los demás están bastante satisfechos con sus posiciones en todo esto, y me atrevo
a decir que valoran más un estómago lleno que tu estilo particular de justicia.

Lo miré boquiabierta, embobada. Había estado dispuesto a hacer lo que fuera…


lo que fuera para impedir que ese archivo se hiciera público unas pocas semanas antes.
Algo debía haber cambiado. Algo grande.

—Los dejo a los tres, entonces —dijo—. Deben servir el almuerzo en breve.
Hazte un favor y come, Kitty. Te ves demasiado delgada.

Se fue paseando hacia la puerta, dejándonos a Lila, Greyson y a mí para mirarnos


entre nosotros. El as bajo la manga de los Blackcoat —lo que Knox y yo habíamos estado
dispuestos a morir para proteger— no podía ser inútil.
—Está echando un farol —dije—. Algo más está sucediendo.

—No lo creo —dijo Greyson tranquilamente, y se acomodó a mi lado en la


cama—. Está tres pasos por delante de nosotros en todo momento. No sé cómo, pero no
importa lo que intentemos, siempre lo está.

—Algo se nos ocurrirá —dije, tragando fuerte. Tenía la boca seca, y ni siquiera
toda el agua del mundo podría remediarlo—. ¿Saben… saben si también capturaron a
Knox?

Lila sacudió la cabeza e hizo un ademán hacia el televisor sin sonido que estaba
encendido en el fondo. Se reprodujo una cinta de grabación desde Somerset, en la que
los escuderos derribaban a algunos Blackcoat, y por un breve segundo creí haber visto
mi cabello rubio colgando sobre el hombro de un soldado.

—Solo a ti. Mamá también escapó. Han estado leyendo una lista de muertos en
las noticias… Blackcoat. Más de veinte. Están intentando avergonzar a las familias para
hacerlas dóciles, en caso de que algunas de ellas también sean simpatizantes.

—La vergüenza no causa simpatía. Solo están avivando el fuego y haciendo que
más gente se ponga en contra de ellos. —También lo haría el contenido del archivo—.
Lo que sea que Daxton diga, no le crean. Está perdiendo apoyo. Los medios… solo
están esparciendo las mentiras que él quiere que oigan. Son poco fiables.

—Lo sabemos —dijo Greyson—. El problema es que la mayor parte del país no
lo sabe.

—Se darán cuenta —dije—. Mientras más Blackcoat se manifiesten, más tendrán
que escuchar.

—Aquellos que quieran escucharlo, al menos —murmuró Lila.

—La gente necesita esperanza —dije—. Más de lo que crees.

—No me hables de esperanza. Fui yo quien dedicó años de mi vida a dar


discursos…
—Lila. —La voz afilada de Greyson cortó la de ella, y se detuvo. En vez de
regañarla, inclinó la cabeza hacia el televisor, donde un estallido de estática interrumpió
al presentador—. Sube el volumen.

Le subió el volumen justo a tiempo, cuando apareció la cara de Knox. Alguien le


había cosido con puntos la cortada debajo del ojo, y se veía exhausto, pero a juzgar por
el fondo, logró volver a su oficina en Otro-Sitio. Estaba a salvo.

—Como estoy seguro ya han escuchado —comenzó—, ayer en la mañana, Celia


Hart, uno de los pocos miembros que quedan vivos de la familia Hart, recuperó su casa
familiar en Somerset, del impostor Víctor Mercer.

—Está inexpresivo —dijo Lila inmediatamente—. Siempre lo ha sido. No puede


dar un discurso ni para salvar su vida.

—Silencio —dijo Greyson, y ella resopló.

—Esperábamos que el gobierno contraatacara —continuó Knox. Lila tenía


razón. Estaba inexpresivo, y continuaba hablando como si nunca hubiera sentido una
emoción en su vida—. En cambio, decidieron bombardear la zona residencial de
Somerset e invadir con orden de matar a quien estuviera a la vista, sabiendo muy bien
que había civiles inocentes adentro, incluyendo miembros del personal a quienes nunca
se les dio la oportunidad de irse o entregarse. Los medios han emitido una lista de los
Blackcoat que murieron en la pelea. Pero ahora podemos confirmar que hay una lista el
doble de larga de los sirvientes y miembros del personal que también fueron asesinados.
La leeré ahora mismo.

Mientras leía los nombres, de los cuales reconocí algunos de mi estadía en


Somerset, Lila me miró. —Están jodidos sin nosotros.

—Benjy sabe dar un discurso —dije, con los dedos entrelazados firmemente—.
No sé por qué no es él quien está frente a la cámara.

—Porque la gente conoce la cara de Knox —dijo Greyson.


—¿Y eso de qué sirve si un cadáver muestra más emociones? —dijo Lila,
sacudiendo la cabeza—. Nos está matando.

—Está diciendo la verdad —dije—. No necesita embellecerlo para hacerse


entender. De cada nombre que está leyendo… sus familias se han vuelto rebeldes.
Familias que probablemente nunca se hubieran puesto en contra de los Hart de lo
contrario. Daxton mató a veinte rebeldes, seguro, pero acaba de crear 100 más.

Lila se calló, de una vez por todas, y los tres seguimos viendo la televisión. Una
vez que Knox terminó de leer la lista, dijo tranquilamente: —A todos los amigos y
familias de los que perdimos en la batalla de Somerset… de verdad lo lamento. Su
sacrificio no será olvidado y sus nombres no se perderán en el tiempo. Serán recordados.

Se aclaró la garganta, y desvió su mirada por una fracción de segundo antes de


dirigirla hacia la cámara una vez más. —También lamento muchísimo decir que, en
medio de la pelea, desapareció un miembro clave de la rebelión Blackcoat, Kitty Doe.
No hemos recibido información sobre si su cuerpo fue recuperado o si ha sido tomada
por la oposición, pero haremos todo lo humanamente posible para encontrarla.

Knox hizo una pausa y miró fijamente hacia la cámara, y a pesar del hecho de
que no tenía manera de saber que yo estaba viendo, se sintió como si estuviera
mirándome a mí directamente. Algo serpenteó dentro de mí, y tomé una respiración
profunda, soltándola lentamente.

—Su sacrificio y los sacrificios de aquellos perdidos en la batalla no fueron en


vano —dijo Knox, y se enderezó, recobrando la poca calma que había perdido—. Ahora
los Blackcoat tenemos en nuestra posesión pruebas de la identidad del impostor Víctor
Mercer, incluyendo expedientes médicos, fotografías, y transcripciones de la entrevista
del proceso de selección, el cual fue solicitado por Augusta Hart. Desafortunadamente
—añadió—, nos hemos percatado que todos los doctores que ayudaron a llevar a cabo
el proceso de enmascaramiento de Víctor, murieron cerca de tres meses después de las
cirugías, incluyendo el líder de su equipo, reconocido perito médico, Patrick Hastings.
No obstante, el secreto de Víctor no murió con ellos, y ahora presentaré las pruebas que
el tiempo me permita.
Los tres nos quedamos pegados a nuestras sillas mientras Knox pasaba cada una
de las pruebas, empezando por la foto de Víctor Mercer que yo había encontrado. No
había pruebas irrefutables; nada de fotos de Víctor después de la cirugía, ningún
certificado oficial de ningún tipo. Pero había un montón de pruebas que se añadían a
una verdad irrefutable: Víctor Mercer reemplazó a Daxton Hart hace casi un año y
medio, y desde ese entonces había estado gobernando el país.

La transmisión terminó repentinamente con otro estallido de estática. Cuando el


presentador de noticias volvió a aparecer, Lila apagó la televisión, y nos sentamos en
silencio durante casi un minuto.

—Esto es mi culpa —dijo Greyson al fin—. La abuela nunca se hubiera tomado


la molestia de enmascarar un reemplazo si yo hubiera estado dispuesto a ser el primer
ministro.

—No seas idiota —dijo Lila—. La abuela hizo lo que quiso, y que al resto de
nosotros nos llevara el diablo.

—Pero si tan solo yo hubiera cooperado…

—¿Y entonces qué? —intervine cansinamente, porque por una vez, estaba de
acuerdo con Lila—. ¿El país hubiera sido un mejor lugar?

Greyson pestañeó. —Yo habría podido mejorar las cosas.

—¿Habrías introducido la democracia? —dije—. ¿Te habrías deshecho de la


prueba? ¿Les habrías dado a todos los mismos derechos?

—Yo… —Greyson tragó duramente—. Quiero decir que sí, pero no lo sé.

—Yo sí. —Le dediqué una sonrisita—. Augusta te hubiera tenido bajo su
influencia por tanto tiempo que para cuando ella muriera, ya no habrías sabido lo que
era mejor. Esta es la manera en la que tenía que pasar. Se puso en marcha mucho antes
de que Víctor Mercer fuera enmascarado como Daxton. Si estuvieras gobernando el país
en vez de él, hubieras sido el que tuviera un blanco en la espalda.
La boca de Lila se abrió. —Los Blackcoat nunca hubieran lastimado a Greyson…

—Ustedes hubieran ido tras Augusta —acordé—. Y estoy segura de que Greyson
hubiera estado mucho más dispuesto a comprometerse. Pero hay una razón por la que
no podemos asesinar a Daxton y acabar con esto. El ejército, los escuderos, los ministros
de la Unión; los componentes esenciales del país todavía existirían sin él, y ese es el
problema.

—Entonces, ¿cómo se supone que ganaremos esta guerra? —espetó ella, y yo me


encogí de hombros.

—Convirtiendo la rebelión en revolución. Y eso podemos hacerlo con la gente


que está de nuestro lado. Pero tenemos que idear un plan. Sé que Daxton está usando a
Greyson en tu contra, así que tenemos que darle la vuelta a eso. Tenemos que poner a
Greyson a salvo, o…

—No voy a dejar a Lila —dijo firmemente—. Y no te dejaré a ti tampoco, eres


mi hermana.

Sus palabras me sorprendieron. Me di cuenta de que esta era la primera vez que
estábamos cara a cara desde que descubrí que el Daxton Hart real fue mi padre biológico.
Greyson debió haber escuchado mi discurso. Busqué en su expresión alguna señal de
disgusto o sarcasmo, pero solo vi feroz determinación. Me creyó. Así, sin ninguna
prueba real aparte del color de mis ojos, confiaba en mí lo suficiente para aceptarme
como su propia carne y sangre.

—Entonces hallaremos la manera de salir de esto juntos —dije con una sonrisa
en el rostro. Fue breve, pero genuina—. Somos tres y él es uno, y no es ni siquiera la
mitad de inteligente que cree que es. Debe haber algo en lo que no estamos pensando.

—¿Desde cuándo te volviste el cerebro de esta operación? —dijo Lila, mirándome


cautelosamente.

—Desde el día que te rendiste —dije sin malicia. Debí haberme ofendido, pero
era una pregunta válida. Greyson era un genio que inventaba cosas con las que yo ni
siquiera podría soñar, y Lila era quien tenía el don de palabra y las ocurrencias para cada
situación. Yo ni siquiera podía leer. Mi única cualidad que valía la pena es que el color
de mis ojos era igual al de los de ella.

Su expresión se amargó, pero antes de que pudiera desquitarse, la puerta de la


habitación se abrió, y entraron un par de guardias. —Tienen que venir con nosotros —
anunció uno de ellos.

—¿A dónde vamos? —preguntó Greyson, mientras se paraba y alcanzaba un par


de muletas que estaban en la esquina. Balanceé mis piernas cuidadosamente. Alguien
me había vestido con pijamas de franela y mi pie estaba vendado.

—Los ministros de la Unión han convocado una reunión, y les gustaría que los
tres estuvieran presentes —dijo el segundo guardia. Le quité las muletas a Greyson y me
paré, tambaleándome mientras me apoyaba en ellas. Las había usado para una torcedura
de tobillo, pero eso había sido años atrás.

—¿Sobre qué es la reunión? —pregunté mientras los tres caminábamos hacia la


puerta. Greyson se quedó a mi lado, con el brazo extendido como si tuviera la intención
de atraparme si me caía. Una parte de mí, largo tiempo enterrada, se inflamó con una
emoción que no podía identificar. ¿Orgullo? ¿Alivio? ¿Gratitud? ¿Aceptación? A pesar
de nuestras diferencias, y a pesar de todo lo que hice para trabajar en contra de su familia,
me acogía como su hermana, incondicionalmente. Yo no lo merecía. Ninguno de
nosotros. Él era demasiado bueno para el mundo en el que había nacido.

—Sígannos —dijo el primer guardia, sin responder a mi pregunta. Cojeé lo más


rápido que pude por el largo pasillo que daba al centro de la Fortaleza, deteniéndome
solo cuando llegamos al ascensor que nos llevaría al cielo abierto.

En lugar de presionar el botón de arriba, el guardia presionó el botón de una


planta inferior, y el ascensor se deslizó hacia abajo.

Mientras batallaba para mantener el equilibrio en mis muletas, vi mi reflejo en


las paredes con espejos. Daxton no solo había dejado que los doctores trataran mi pie;
también estaba limpia, sin rastros de mi estadía en Otro-Sitio. Los cortes y moretones
que había acumulado, las pecas que habían aparecido bajo la fría luz del sol… incluso
alguien había teñido mis raíces. Me miré las uñas. Tenía hecha la manicura.

Daxton me quería para algo. Me mantuvo con vida por una razón, y cualquiera
que fuera esa razón, quería que me viera como la mejor versión de mí —o lo que
aparentaba ser yo— dentro de lo posible. Supongo que no le hubiera favorecido mucho
que la doble de Lila se viera como un desastre en televisión nacional. Mostraba malos
tratos por parte del gobierno, y como las simpatías por Lila eran aún tan fuertes, tenía
sentido que quisiera que me viera como si no hubiera pasado semanas en el peor lugar
de la ciudad.

Los guardias nos guiaron a través de un laberinto de pasillos, y cuando llegamos


a la sala de reuniones, mis brazos temblaban excesivamente. Greyson encontró una silla
para mí rápidamente en una orilla de la sala espartana y, agradecida, me hundí en ella
mientras asimilaba los rostros de los doce ministros de la Unión.

Había conocido a la mayoría en una que otra fiesta durante mi tiempo como Lila,
e intenté recordar sus nombres. El ministro Bradley se inmiscuyó demasiadas veces en
mi vida como para que pudiera olvidar alguna vez sus ojos errantes y su bigote retorcido.
Había visto desde lejos al ministro Creed, el padre de Knox, pero nunca lo había
conocido oficialmente; lo que, retrospectivamente, era extraño, considerando que se
suponía que yo fuera la prometida de su hijo. Recordé lo que Knox me había dicho sobre
su hermano gemelo, y cualquier conexión que hubiera podido sentir hacia el señor
Creed, se esfumó.

Daxton apareció en la sala, escoltado por un par de guardias. Llevaba puesto un


traje oscuro a medida, y su cabello estaba engominado hacia atrás como Víctor Mercer
lo llevaba en la única foto que había visto. Le eché un vistazo a Greyson a ver si él
también se había dado cuenta. Se le quedó mirando al hombre que se hacía pasar por su
padre, con más odio en sus ojos del que pensé que sería capaz.

—Lo siento, ¿llego tarde? —dijo Daxton de forma ágil, tomó asiento presidiendo
la mesa. Sus escoltas se pararon a sus lados, ambos con las manos en sus armas—. Mis
más sinceras disculpas, caballeros. Tenía algunas llamadas que hacer. Ahora, ¿cuál
parece ser el problema?

El ministro Creed se levantó. Estaba situado en el extremo opuesto de Daxton en


la mesa, y emparejó los hombros como si se estuviera preparando para la batalla.
Dudaba que hubiera visto antes el extremo equivocado de una pistola, pero a su favor,
habló sin una pizca de aprehensión en la voz. —Con el debido respeto, sabes
exactamente por qué te pedimos que vinieras. La evidencia que los rebeldes han
descubierto…

—Es completamente infundada —dijo Daxton con un gesto desdeñoso—.


Cualquiera podría falsificar esos documentos, y es bastante conveniente que todos los
que ellos afirman que están vinculados al procedimiento, estén muertos.

—Muy conveniente —concordó Creed, frunciendo el ceño—. Aunque mucho


más conveniente para ti, diría yo.

Daxton se rio por lo bajo, y el sonido envió un pavor gélido por mi columna. —
Si vamos a hablar sobre conveniencia, discutamos el hecho de que tu hijo es el que está
detrás de este asunto con los Blackcoat. Si nuestras sospechas deben recaer en uno de
los nuestros, pareces un candidato mucho más probable que yo, ministro Creed.

El ministro Creed enrojeció, y me di cuenta por su mandíbula apretada y su


mirada asesina que esta no era la primera vez que enfrentaba ese tipo de acusación. —
He probado mi lealtad una y otra vez… Si Lennox estuviera en frente de mí ahora
mismo, no dudaría en ejecutarlo como el traidor que es.

—Está bien, entonces. Hagamos de eso una prioridad. —Daxton centró su


atención en los otros sentados a la mesa—. Caballeros, díganme que en serio no creen
en sus teorías conspiratorias. Simplemente están intentando poner al público en nuestra
contra.

—En contra de ti —lo corrigió Creed. Daxton estrechó los ojos, y uno de los
guardias se removió.
—Créanme, si ellos me liquidan, se asegurarán de que ustedes caigan conmigo
—dijo—. Si quieren continuar disfrutando de su estilo de vida actual, les recomiendo
altamente ignorar su ficción y apoyarme.

—Hay una manera simple de decidir esto de una vez por todas, ¿no? —dijo
Bradley, encogiéndose de hombros, sin molestar en pararse mientras acariciaba su
bigote—. La chica dijo que sintió una V en tu nuca. Una de ustedes, ¿verdad? —Nos
miró a Lila y a mí.

—La de las muletas —dijo Daxton con un bufido, respondiendo la pregunta


silenciosa de Bradley—. ¿A esto ha llegado? ¿Tocarme la nuca como si fuera un
delincuente común?

—Sería la manera más fácil de resolver esta… disputa —dijo Bradley con un
encogimiento de hombros, como si no le importara el resultado. Mientras lograra
mantener su trabajo, supuse que probablemente no le importaba.

—¿Y qué harán si de verdad se dan cuenta que soy este personaje Víctor Mercer,
como ellos afirman? —dijo.

—Bueno… —Bradley miró a Creed, impotente, y Creed se aclaró la garganta,


lanzando una mirada fugaz a los guardias armados.

—Todos hemos acordado que, si pruebas no ser un miembro de la familia Hart,


serás relevado de tu cargo como primer ministro, y acusado por traición. En caso de que
decidas no enseñarnos tu nuca, debemos suponer lo peor, y los resultados serán los
mismos.

Todos los ministros miraban fijamente a Daxton. Tal vez no fueran tan
influyentes como lo era él individualmente, pero juntos formaban la entidad más
poderosa de nuestro país. Fruncí el ceño. No podía ser así de sencillo. Después de todo
lo que los Blackcoat habían arriesgado—no podía ser tan simple como que los ministros
de la Unión lo despojaran del poder. Miré a Greyson. Era el siguiente en la línea de
sucesión para el título de primer ministro. Si lo nombraran a él en lugar de Daxton, esta
guerra se terminaría al atardecer.
—Muy bien, entonces —dijo Daxton lentamente—. Supongo que me han dejado
sin opción. —Se levantó y caminó por un lado de la mesa—. Creed, si quisieras hacer
los honores…

Algo sobre esto no estaba bien… había demasiada despreocupación en el andar


de Daxton, y su tono era más ligero de lo que sería el de alguien a punto de enfrentar
cargos de traición. Lo observé atentamente, con las uñas enterradas en los muslos. Los
Blackcoat habían jugado su as. Ahora él estaba a punto de jugar el suyo.

Daxton se detuvo a la distancia de un brazo. —Continúa —dijo, y Creed levantó


la mano, con la barbilla alzada, y apretando la boca. Aparentemente no había esperado
hacerlo él mismo.

Pum.

En el instante que los dedos de Creed pasaron por la nuca de Daxton, resonó un
disparo, y Creed se dobló. Yo me tiré al suelo, y el miedo puro me recorrió y tomó el
control de cada instinto y deseo que tenía. Lila chilló, y mientras Greyson se tiraba
encima de ella, los otros ministros gritaron, la mitad de ellos agachados debajo de la
mesa.

Pum. Pum.

Creed cayó, e incluso desde la distancia, pude ver el charco de sangre que salía
de su cabeza y torso. Varios de los otros ministros se levantaron de sus sillas y se
dirigieron a la puerta, pero una docena más de guardias entró en la sala, bloqueándoles
la salida y sacando sus armas.

—Ahora, ¿alguien más se opone a que yo mantenga mi posición como primer


ministro? —dijo Daxton. Los ministros se quedaron callados. Él cruzó los brazos,
golpeteando el cañón de su pistola contra sus bíceps—. Bien. Lamento decir que sus
servicios ya no son necesitados por su país. Me he tomado la libertad de elaborar una
enmienda otorgándole al primer ministro; yo, poder absoluto sobre el gobierno, y su
última acción como ministros de esta gran Unión, será firmarla.
Del interior de su chaqueta, sacó un papel enrollado. Algunas gotas de la sangre
de Creed habían logrado manchar el borde, y Daxton suspiró. —Ah, bueno. No se puede
tener una revolución sin derramar algunas gotas de sangre, ¿o sí?

Me guiñó un ojo, y agarré firmemente una de mis muletas. Knox me había dicho
casi lo mismo tan solo unas semanas antes.

—Algunos de ustedes van a quedarse como mis consejeros, si así lo decido —


continuó, dirigiéndose a los ministros—, pero el resto harán de este lugar su hogar en el
futuro cercano, hasta que sea seguro para hombres de su rango volver a Washington.

—¿Aquí? —jadeó otro ministro; el ministro Ferras, con quien me había


encontrado antes solo una vez—. Pero…

Pum. Pum.

El segundo ministro se desplomó a pocos metros de mí, y mi estómago se


revolvió. Necesité todas mis fuerzas para no vomitar.

—¿Alguien más quiere rechazar mi más amable oferta de protegerlos de los


Blackcoat hasta el fin de esta guerra? —dijo Daxton.

Nadie más dijo una palabra.

Daxton resopló. —Espero que este no sea el fin de nuestras buenas relaciones,
ministros. Ha sido un verdadero honor.

Desenrolló el papel y puso un bolígrafo pesado justo en el medio. Uno por uno,
los ministros se acercaron y, con manos temblorosas, firmaron la enmienda otorgándole
poder absoluto sobre el país a Daxton. No habría más ministros de la Unión para
supervisarlo; nadie que le dijera que no, nadie para detenerlo de hacer lo que sea que
quisiera, y al diablo con las consecuencias.

Esperó a que cada uno de los diez ministros que quedaban firmara el papel.
Entonces, agachándose, metió el dedo sin vida de Creed en el charco de sangre, y
también lo presionó contra el documento. Una vez que hubo repetido el proceso con
Ferras, encuadró los hombros y sonrió como un gato evaluando su presa. —Listo. Estoy
tan complacido de que estemos en completo acuerdo. —Enrolló el papel de nuevo y lo
metió en su bolsillo—. Ahora vengan, Greyson, Lila, Kitty, ya casi es la hora del
almuerzo. Estoy hambriento.

La idea de ir a cualquier lugar con ese monstruo asesino me hizo perder el apetito
que tenía, pero Greyson y Lila se levantaron, y los seguí de mala gana. Una docena de
guardias permanecieron en la sala —asumí que para mantener ahí a los ministros—
mientras que el par original se posicionó firmemente entre nosotros y Daxton. Para
hacer de escudos humanos, tal vez, pero a mí se me estaba haciendo muy difícil
mantener el paso, y Greyson y Lila se aferraban entre ellos con miedo.

—Disfrutas el pato, ¿no, Kitty? —Daxton me dijo por encima del hombro
mientras se dirigía al ascensor. Otro par de guardias se unieron a él, esta vez yendo a la
delantera—. No podía recordarlo. Si quieres, podemos hacer que el personal te haga
algo que te guste.

—El pato me gusta —dije secamente, aminorando el paso. Daxton y los guardias
no parecieron darse cuenta, pero Greyson sí. Soltó a Lila y llegó hasta donde yo cojeaba
lentamente, frunciendo el ceño con preocupación.

—Te deben doler los brazos. Cuando volvamos, me aseguraré de conseguirte una
silla de ruedas o…

—Una silla de ruedas estaría bien —dije, aunque no tenía intenciones de devolver
mis muletas. Cojeé unas cuantas veces más antes de detenerme por completo.

Greyson y Lila se detuvieron también. —Déjame ayudarte —dijo él, agarrando


mis muletas—. Puede que sean muy cortas para ti.

—Eres el siguiente en la línea de sucesión —susurré—. Y el primer ministro tiene


pleno poder ahora.

Volvió a fruncir el ceño, y aunque manipuló mis muletas, asintió lentamente.


Alcancé la pared para apoyarme contra ella.
—A la primera oportunidad que tengamos, lo matamos.

Ambos me miraron rápidamente, pero ninguno tuvo la oportunidad de


responder. —Sígannos —nos llamó Daxton desde el frente del ascensor, y Greyson me
entregó las muletas. Las probé cautelosamente. Estaban más altas ahora, y me quedaban
un poquito mejor.

Los guardias se volvieron a poner alrededor de nosotros para escoltarnos al


ascensor, que estaba esperando, y mientras nos metíamos, usé los espejos para mirar a
Greyson y a Lila a los ojos. Ahora dependía de nosotros. Todo lo que teníamos que
hacer era encontrar una manera de matar al hombre más poderoso del país, y
ganaríamos esta guerra de una vez por todas.
VIII

Traducido por Bad Wolf

l almuerzo fue un asunto incómodamente embarazoso. Daxton insistió en


sentarse a mi lado y no dejó de llenar mi plato de pato, patatas y ensalada; cada
vez que tomaba un único bocado siquiera, lo reemplazaba con otra porción.

—Estás demasiado delgada, querida —dijo—. No me gustaría que nadie pensara


que estás siendo maltratada.

Entonces había estado en lo cierto: esa era la razón por la que había hecho que
me arreglaran y me prepararan. —¿Qué me vas a obligar a hacer? —pregunté, moviendo
en el plato un pedazo de patata. Hubiera preferido volver a tomar la comida podrida de
Otro-Sitio si eso significaba que no tenía que sentarme a su lado.

—Oh, ya sabes, nada demasiado complicado. Después de todo, has pasado por
unos días difíciles. —Se sirvió otro pedazo de pato—. Te dirigirás a la gente esta noche
después de la cena para enseñarles que estás viva y a salvo, ya sabes, lo habitual.

Quería que anulara toda la simpatía que hubiera creado el anuncio de Knox. Era
el primer movimiento inteligente que había hecho en años.

—¿Y qué obtengo a cambio?

—¿Qué te gustaría? —dijo, jovial. Miré a Greyson y a Lila al otro lado de la mesa.
Ninguno de ellos me había dicho una palabra, pero se habían susurrado el uno al otro
varias veces. Al parecer esto no era inusual, porque a Daxton no parecía importarle.

—Solo necesitas una portavoz, ¿verdad? —dije—. Y es posible que la gente adore
a Lila, pero yo soy la que ha estado trabajando con los Blackcoat. Con todas esas…
declaraciones sobre quién eres, la palabra de Lila no significará mucho. Pero la mía, ya
que soy la que te ha acusado para empezar… La mía es oro.

—Quieres que libere a Lila —dijo. Tomó un bocado y masticó lentamente


mientras me observaba.

—Quiero que liberes a Lila y a Greyson —corregí—. Hazlo y diré todo lo que
quieras.

—No —dijo Greyson. Su voz era apenas más fuerte que un susurro, pero su tono
era firme. Dejó el tenedor en la mesa—. Lila y yo continuaremos cooperando siempre y
cuando liberes a Kitty. Está herida, no podrá regresar a Otro-Sitio y los Blackcoat están
al límite de la hambruna. No te supone ninguna amenaza.

Lo miré boquiabierta. —Greyson…

—Esto no es una negociación —me dijo y volvió a mirar a Daxton—. ¿Y bien?

Los miré a ambos. Mi estómago se retorcía con la necesidad de informarles de lo


importante que era que escaparan lo antes posible. Daxton no me dejaría marchar, no
cuando sin duda regresaría con los Blackcoat a la mínima oportunidad que tuviera y
anunciaría al mundo de qué había sido testigo en la sala de reuniones con los ministros
de la Unión. El silencio de Greyson y Lila podía comprarse. Greyson nunca había sido
muy luchador y Lila jamás volvería con los Blackcoat. No la culpaba; ya había
arriesgado su vida lo suficiente.

Pero mi vida, mi propósito, estaba atado a esta guerra y estaba decidida a


mantener mi palabra: a la primera oportunidad que tuviera, mataría a Daxton. No podía
hacerlo mientras ellos siguieran en la Fortaleza conmigo, no cuando mi fracaso
significaría inevitablemente sus muertes. Pero cuando estuviera sola con él, no podría
usar a Greyson ni a Lila en mi contra. Y por más que deseara sobrevivir para ver el final
de esta guerra y el éxito de los Blackcoat, eso no sucedería mientras Daxton siguiera
vivo.

Era un riesgo que estaba dispuesta a correr.


Ellos tenían que saberlo, tenían que entenderlo, pero en lugar de mirarme a los
ojos, Greyson miró fijamente a Daxton, y al momento supe que entendía lo que yo
estaba tratando de hacer y por eso estaba negociando.

—Interesante. —Daxton paseó la mirada entre nosotros, dando golpecitos en el


plato con los dientes de su tenedor—. Tú quieres protegerlos y ellos quieren protegerte.
Es adorable, en cierto modo. Somos una gran familia feliz, ¿verdad?

La boca de Lila se crispó con un disgusto apenas disimulado. —Ella puede dar
tu discurso esta noche, pero queremos que esté en un helicóptero en dirección a D.C. a
media noche. Quieres probar al público que eres compasivo y que no quieres hacernos
daño, ¿qué mejor forma de hacerlo que dejarla libre? Y no solo eso, sino que le estarás
enviando un claro mensaje a los Blackcoat. No tienes miedo de ellos, especialmente de
una III de diecisiete años.

—Has planteado una buena cuestión, pero eso no me sorprende. Podrías vender
arena en el desierto, mi querida Lila —dijo con una sonrisa que, proveniente de
cualquier otra persona, habría sido cálida—. Ambas ofertas son tentadoras y ambas
tienen su mérito, pero olvidan que también podría conservarlos a todos.

—Podrías —dije con frialdad—. Pero ¿dónde está la diversión en eso?

Daxton soltó una carcajada y echó la cabeza hacia atrás de una forma poco digna,
que habría hecho que la remilgada y correcta Augusta frunciera el labio superior. —De
hecho, les diré una cosa. Aceptaré una de sus ofertas… después de la transmisión de Kitty,
siempre y cuando siga mi guion.

—¿Qué oferta? —dijo Lila, y él se encogió de hombros.

—Eso es lo divertido, ¿no? Tendrán que esperar para verlo.

Ni Lila ni Greyson parecieron pensar que era más divertido de lo que yo misma
pensaba, pero mantuvimos la boca cerrada y, después de que acabara el almuerzo,
regresé a mi habitación. Resultó que los dos tenían aposentos en el mismo pasillo que
yo, pero no me invitaron a los suyos y yo no se los pedí. Quería escapar de la Fortaleza
y del control de Daxton más que nada, pero no podía hacerlo a expensas de la libertad
de ellos, y no lo haría.

Sin embargo, era ampliamente posible que no tuviera elección y pasé el resto de
la tarde con hielo en el pie y mirando los canales de noticias en busca de mensajes nuevos
de Knox o los Blackcoat. Traté de dormir, pero el nerviosismo revuelto en mi estómago
impidió que pudiera echar un sueño.

No podía salirme del guion, no si quería tener una oportunidad de sacar a


Greyson y a Lila de aquí. En mi mente, al menos, el mío era el mejor trato. Si Daxton
me dejaba marchar no ganaría nada con dejarme viva, para empezar, pero si soltaba a
Lila y a Greyson, me tendría como prisionera a su entera disposición.

A pesar de mi cauto optimismo, sabía que la situación más probable sería que
Daxton se negara a respetar ningún trato y los tres permaneciéramos en la Fortaleza el
resto de la guerra. Tal vez encontraríamos una forma de escapar eventualmente, pero no
a tiempo de hacer gran cosa para ayudar con los esfuerzos actuales. Por ahora, solo
esperaba que la estupidez de Daxton de revelar el error de Celia nos trajera el apoyo que
necesitábamos, igual que Knox parecía pensar que ocurriría.

Alguien llamó a mi puerta poco antes de la cena. Logré vestirme con algo que no
fuera un pijama de franela, eligiendo algo de la media docena de conjuntos que colgaban
en el armario. —Adelante.

No estaba segura de a quién esperaba (de todas formas, nadie en la Fortaleza me


escucharía si trataba de negarle la entrada) pero me recorrió una oleada de alivio cuando
vi a Greyson. —Tienes buen aspecto —dijo, señalando con la cabeza el vestido de cóctel
que llevaba.

—Meter el pie en un pantalón duele demasiado como para intentarlo ahora —


dije, tirando incómodamente de la cintura. Había llevado muchos vestidos sofisticados
como Lila, pero nunca les había pillado el truco por completo—. ¿Es la hora de cenar?

—En unos minutos —dijo, cerrando la puerta a su espalda y haciendo girar el


cerrojo con un chasquido. Levanté la mirada, frunciendo el ceño.
—¿Qué…?

—Tengo algo para ti. —Me tendió una pequeña caja de terciopelo, del tipo que
normalmente contiene un anillo o un elegante par de pendientes. Lila tenía docenas de
ellas en Somerset—. Es un regalo de Navidad adelantado.

Ya no tenía ni idea de qué día era y mucho menos lo cerca que estábamos de
Navidad. Una semana, tal vez, pero no había forma de estar segura. —¿Qué es? —
pregunté, aceptando la caja y sopesándola en mi mano.

—Ábrela y lo verás.

Deshice el lazo. Greyson me había dado dos regalos: el primero, un collar que
servía como diferentes clases de ganzúas, había estado destinado a Lila. El segundo
había sido un marco que, cuando se pulsaba el botón derecho, revelaba una fotografía
de Benjy y de mí, la real, la última navidad que habíamos pasado juntos como nosotros
mismos. Ambos eran precisamente lo que necesitaba cada vez, aunque no lo hubiera
sabido en ese entonces.

Abrí la caja y descubrí un pequeño pendiente de plata que hacía juego con mi
collar. Era simple, la clase de cosa que pasa por un accesorio en lugar de destacar. No
era nada que llamara la atención, incluso si Daxton lo miraba directamente.

—Es precioso —dije, y lo era. Era una delicada pieza de joyería, con enredaderas
de plata envolviéndose para formar el pendiente—. ¿Cómo se supone que debo… eh…
ponérmelo?

—Ven, déjame a mí. —Greyson lo sacó de la caja de terciopelo y se acercó más


a mí—. Mira la televisión.

Volví la cabeza obedientemente y Greyson deslizó el pendiente en el cartílago de


mi oreja y lo bajó hasta que quedó justo sobre el lóbulo. Tiró con delicadeza y se quedó
ajustado con firmeza sin necesidad de hacer un agujero. Lo toqué, pasando los dedos
por el metal. —Gracias.
—De nada. —Se apartó para darnos un poco más de espacio y cruzó las manos
en el regazo—. Es parte de un juego de tres piezas.

—¿Dónde están las otras? —pregunté, y él levantó su muñeca. Un gemelo simple


de plata atrapó la luz.

—¿Te gusta?

Sonreí. —Me gustará más cuando sepa qué hace.

—Son comunicadores. Cuando los active, las tres piezas se conectarán, sin
importar lo lejos que estén. Podrías estar en el otro extremo del país y te seguiría
escuchando.

—¿Cómo? Está en tu muñeca —dije—. A menos que tengas una extraña


anatomía auditiva…

Él rio entre dientes y, después del día que ambos habíamos tenido, fue un sonido
bienvenido. —Los gemelos son un poco diferentes. Vienen con una pieza que se desliza
en la parte interior de la oreja, justo en el cartílago. —Se dio la vuelta para mostrármelo
y dio un golpecito en la parte de su oreja que resaltaba—. Está aquí y no se caerá hasta
que yo decida quitarlo.

Traté de ver de lo que estaba hablando, pero fue en vano. —¿Quién tiene la
tercera? ¿Lila?

Él sacudió la cabeza. —Le haré uno, si quiere, pero le he enviado a escondidas


uno a Knox. Debería recibirlo en los próximos días.

—Tú… ¿qué? ¿Knox? —Me quedé boquiabierta—. ¿Cómo has…?

—Cuanto menos sepas, mejor —dijo—. Confía en mí, Kitty, funcionará. Y tanto
si te vas tú como si somos Lila y yo, tendremos una forma de comunicarnos.

Lo rodeé con los brazos, con el corazón henchido de gratitud y esa misma
aceptación que había sentido antes, cuando no hizo otra cosa que ayudarme con mis
muletas. Eso era realmente la familia. —Eres un genio.
—No lo soy. Solo veo las cosas de forma diferente, eso es todo. —Me
correspondió al abrazo incómodamente y pasó un momento antes de que dijera—:
Siento que no llegáramos a conocernos el uno al otro mientras crecíamos.

—Sí, yo también —dije, aun aferrándome a él. Se relajó un poco en mi abrazo—


. Lo compensaremos cuando la guerra haya terminado. Iremos de vacaciones a alguna
parte, hablaremos de cosas, llegaremos a entendernos el uno al otro…

—¿Eso es lo que hacen los hermanos? —bromeó—. Mi hermano, nuestro


hermano, creo, normalmente me ignoraba.

Jameson, el hermano mayor de Greyson y el heredero original al título de primer


ministro, había sido asesinado en la misma explosión que se había cobrado las vidas del
Daxton Hart real y su esposa. Greyson había sido el único que se había salvado gracias
a ese maravilloso cerebro suyo, ya que se saltó el paseo para juguetear con sus inventos,
y no podía estar más agradecida por eso. —No voy a ignorarte —dije, mientras lo soltaba
y tocaba mi pendiente—. Ni quiera te preguntaré cómo apagar esta cosa si estás
demasiado hablador.

—Hay una gema en el costado —dijo con una sonrisa—. Lo único que tienes que
hacer es bajarla. Vuelve a subirla para encenderlo. Obviamente querrás tenerlo
encendido todo el tiempo posible, por si acaso, pero si necesitas tu privacidad… bueno,
no quiero darte ninguna razón para quitártelo.

—No lo haré —prometí, y apreté los labios—. Te echaré de menos, Greyson.


Mantente a salvo, ¿de acuerdo? Tanto si soy yo la que se va como si son Lila y tú.

—Tú también —dijo, perdiendo todo rastro de buen humor—. Si te deja


marcharte, de esta forma podrás decirle a Knox dónde encontrarte. Podrás reunirte con
ellos.

Una segunda oportunidad con los Blackcoat. Parecía casi demasiado bueno para
ser real. Le di un suave empujón en el brazo. —No atraigas la mala suerte. Daxton
podría decidir no dejar que se vaya ninguno.
—Es posible —admitió y, por un momento, una sombra cruzó su rostro—. Hay
muchas cosas posibles, pero tanto Lila como tú han hecho buenas argumentaciones. Él
puede haber ganado algunas batallas, pero se dará cuenta pronto de que está perdiendo
la guerra. Si se echa para atrás, renegociaremos en un futuro cercano. De cualquier
forma, todos somos más inteligentes que él solo, y lo sabe. Ha sido un idiota por
mantenernos aquí a los tres indefinidamente y darnos la oportunidad de trabajar juntos.

—Es un idiota —dije—. Uno que cree que es un genio. Esos son los más
peligrosos.

—No, lo más peligrosos son los que tienen poder —replicó.

—Y Daxton ahora gobierna solo todo el país.

Greyson me cubrió la mano con la suya y apretó. El peso de las implicaciones de


esa corrección se instaló sobre mis hombros y tomé una bocanada de aire para
calmarme. Cuanto más loco y desesperado se volviera Daxton, más enemigos haría. La
situación ahora parecía imposible, pero lentamente estaba cavando su propia tumba.
Solo teníamos que ser pacientes.

—¿El Daxton real era así? —pregunté. Toda mi vida se me había transmitido la
imagen pública de Daxton Hart, un honorable hombre de familia que se preocupaba de
la gente y quería que todos nosotros tuviéramos éxito. No era más que propaganda, por
supuesto, pero después de conocer la versión de Daxton de Víctor Mercer, me picaba la
curiosidad, provocándome más preguntas de las que alguna vez tendrían respuesta.

—Era… más inteligente —dijo Greyson después de un momento—. Era


implacable y, hasta ahora, creo que en su mayor parte habría hecho lo mismo, pero era
mucho más inteligente en cuanto a conseguir sus metas. Ni siquiera sabrías que te había
atrapado hasta que hubiera terminado y tuviera sus manos metafóricas alrededor de tu
cuello.

Eso era algo que podía imaginar con demasiada facilidad. —¿Era violento?
—Usaba la violencia como una herramienta. Eso es lo que Víctor hace mal —
dijo Greyson—. Usa la violencia por placer. No es lo mismo. Nunca ha sido lo mismo,
y la abuela tendría que haberlo sabido. Creo que por eso lo mantenía tan a raya.

Exhalé. El Daxton de Víctor parecía tener una sed inagotable de sangre y


sadismo, pero pensé que podía vivir con el hecho de ser la hija del verdadero Daxton
siempre y cuando supiera que esa parte de él no era real. —Lo destruiremos, o él se
destruirá a sí mismo. De una forma o de otra, no durará mucho.

—Espero que tengas razón —dijo Greyson con un atisbo de sonrisa y le rodeé los
dedos con los míos.

—Me aseguraré de tenerla.

Durante la cena, Daxton no dejó de hablar una y otra vez de lo contento que
estaba con la recepción del público de la noticia de que había disuelto a los Ministros de
la Unión. Era cierto que los ministros se habían llevado la peor parte de la desaprobación
del público por varias de las leyes que habían aprobado, pero eran leyes que, aunque
Daxton no las hubiera ideado, definitivamente las había apoyado. Yo escuché en
silencio, dejándolo divagar. Habría sido fácil mencionar el hecho de que él controlaba
los medios de comunicación y que, debido a eso, todo lo que dijeran estaba inclinado a
su favor, pero no quería hacer ni decir nada que descompusiera su buen humor.

Al menos, cuando hubo acabado la cena, bajamos un nivel a lo que debía ser su
despacho. Estaba custodiado por dos soldados y una cerradura electrónica, y detrás de
las puertas dobles había una réplica exacta de su despacho de Somerset. Había estantes
alineados en las paredes, un gran escritorio de caoba contra el fondo de la estancia e
incluso había fuentes en la entrada y el retrato de la familia Hart colgado de la pared del
fondo. La única diferencia que podía ver era el hecho de que no había ningún conducto
de ventilación en la esquina que me garantizara el acceso. Hasta donde había podido
ver, las ventilas de la Fortaleza eran demasiado angostas para que cupiera en ellos un
niño pequeño, ni que decir un adulto.
Nos esperaba un pequeño equipo de filmación. Tomé asiento en un sofá pequeño
frente a una estantería. Mientras una mujer me maquillaba y me peinaba, Daxton me
leyó dos veces el corto discurso en voz alta y me hizo repetirlo una y otra vez para
asegurarse de que lo había memorizado. Nunca había podido leer, pero no fue hasta que
fui enmascarada como Lila que se convirtió en un problema real.

—Buena suerte —dijo Greyson y Lila me dedicó lo que ella debió pensar que era
una sonrisa de apoyo, pero que en su lugar pareció como si hubiera tomado un sorbo de
vinagre.

—Gracias —dije. El discurso era simple: debía decirle al mundo quién era,
probarlo enseñando el X en mi nuca que estaba oculta bajo mi pelo y decir sin ninguna
duda que mis acusaciones sobre la identidad de Daxton eran falsas. Daxton había escrito
él mismo el discurso y duraba unos cuarenta y cinco segundos a lo sumo.

Fácil.

Pero cuando las luces se encendieron y el productor empezó la cuenta atrás, miré
a Lila y a Greyson, que estaban de pie en un rincón juntos, y parte de mí, la parte
estúpida que era responsable de todos los desastres que había provocado en los últimos
cuatro meses, me gritó que no escuchara a Daxton, que dijera cualquier cosa que
ayudara a la rebelión, que hiciera algo para probar que merecía ser una Blackcoat.

La luz roja se encendió y contuve la respiración. Por segunda vez esta semana,
tenía la atención de todo el país. Podría haber sido valiente. Podría haber dicho cualquier
cosa. Podría haberle dado a los Blackcoat el empujón que necesitaban para ganar esto.

En lugar de eso, recité palabra por palabra exactamente lo que Daxton me había
dicho que dijera.

Mi valentía no merecía sus represalias y lo conocía lo suficientemente bien como


para saber que no las tomaría conmigo. Mataría a Greyson, o lo torturaría delante de
mí, lo que quiera que pensara que iba a dolerme más. Y fueran cuales fueran los
problemas que les causara a los Blackcoat por revelar que estaba viva, merecía la pena
por la pequeña posibilidad de que Daxton dejara marcharse a Greyson y a Lila.
Miré decididamente a la cámara mientras hablaba, pero podía sentir sus ojos
sobre mí. Esos cuarenta y cinco segundos fueron los más largos de mi vida, y cuando al
fin se apagó la cámara y la luz roja se oscureció, me atreví a mirar en su dirección, solo
para descubrir que Lila me miraba como si acabara de envolver en papel de regalo a los
Blackcoat y le hubiera entregado su rendición a Daxton. A pesar de todas las veces que
ella había hecho exactamente lo mismo, de alguna forma esperaba que yo actuara
diferente, que corriera el riesgo.

No podía. No cuando ellos se estaban jugando el cuello.

Había hecho todo lo que había podido por los Blackcoat, al contarle al país toda
mi historia hace unos días. Dependía de la gente decidir qué creer ahora, y si eso no era
lo suficientemente bueno para Lila, que así fuera. Yo era la única que tenía que vivir
conmigo misma después de que todo esto estuviera dicho y hecho, y no podía hacerlo
con la sangre de Lila o Greyson en las manos.

—Muy bien —dijo Daxton, aplaudiendo con deleite—. Eres toda una estrella,
Kitty. No lo había visto antes de toda esta desafortunada locura pero tú, querida… eres
algo especial.

—¿Eso significa que vas a conservarme y a dejar que Lila y Greyson se vayan?
—dije, y él se puso de pie y me tendió la mano. En contra de mi buen juicio, la acepté.

—Oh, no, no… No puedo obligarlos a abandonar la seguridad de la Fortaleza,


no cuando hay una guerra desatada ahí fuera —dijo, abriendo mucho los ojos con
inocencia—. Tú, sin embargo, pareces terriblemente ansiosa por dejarnos.

—Yo… —Abrí y cerré la boca. No podía decirle que no, no cuando saltaría hacia
la oportunidad de conservarnos a los tres, pero no pude obligarme a decirle que sí,
tampoco—. Valgo mi peso en oro, ¿recuerdas?

—Sí y acabas de decirle al público todo lo que necesitaba que le dijeras —


murmuró, poniéndome un mechón de cabello detrás de la oreja—. Me temo que tu
utilidad para mí ha disminuido drásticamente, así que solo tiene sentido que tú seas a la
que libere. A menos que hayas cambiado de opinión.
Iba a obligarme a decirlo. Por supuesto que sí. Me relajé todo lo que pude y
sonreí. —En absoluto. Aunque ha sido divertido estar aquí contigo, no quisiera
distraerte de todo el trabajo importante que estás haciendo.

—Oh, pero qué distracción más deliciosa eres. —Recorrió mi mandíbula con los
nudillos—. Tu helicóptero sale a media noche. No llegues tarde. Te voy a echar
muchísimo de menos, Kitty.

—Tal vez volvamos a encontrarnos algún día —dije con dulzura. Mucha gente
merecía verlo desangrándose hasta morir, pero en mi egoísmo quería ser yo la que le
rajara la garganta. Daxton me dio una palmadita en la mejilla y se alejó al fin,
permitiéndome exhalar con aspereza y avanzar torpemente a por mis muletas.

Eso era todo. Fuera lo que fuera lo que Daxton planeara hacerme, tanto si
mantenía su palabra y me dejaba en D.C. o si me abandonaba en medio de la nada y
dejaba que los elementos se ocuparan de mí, no estaría ahí para proteger a Greyson y a
Lila. Sería volver al punto de partida para ellos y solo esperaba que todo lo que había
sucedido este día le diera a uno de ellos el valor para hacer lo que se debía hacer. Greyson
era inteligente: podía idear un plan infalible para matar a Daxton, o al menos tan
infalible como podía ser un plan de esas características. Y Lila era más valiente de lo que
ella pensaba que era: encontraría el valor para llevarlo a cabo.

Fuera lo que fuera lo que me ocurriera a mí, el juego ahora había cambiado. Los
Ministros de la Unión, el archivo… algo enorme había cambiado en esta guerra y
ninguno de nosotros podría entender el verdadero peso de lo que eso suponía hasta que
no lo viéramos a posteriori. Ahora no había vuelta atrás; ni para los Blackcoat, ni para
Daxton y definitivamente no para la gente.

Estaba a medio camino de vuelta a mi habitación cuando el repiqueteo de unos


tacones hizo eco en el pasillo a mi encuentro. Con mi paso lento, no pasó mucho tiempo
antes de que Lila me interceptara. —Eres inconcebible —gruñó.
—Si me salía del guion, Daxton los hubiera herido a Greyson o a ti y ninguno de
ustedes hubiera tenido alguna oportunidad de salir de aquí —dije—. No iba a
arriesgarme a eso.

—Y mira cómo ha resultado —me espetó—. Tenemos que quedarnos aquí


mientras que tú puedes volver a tu pequeño búnker y salvar el mundo.

—¿Crees que quiero ser la que se vaya? —pregunté, incrédula—. Daría cualquier
cosa para que Greyson y tú fueran los liberados. Ambos han pasado por demasiadas
cosas y Greyson especialmente… no merece esto.

—Oh, ¿y yo sí?

Fruncí el ceño. —Eso no es lo que quise decir.

—¿Entonces qué quisiste decir? —dijo con rabia mientras se precipitaba por el
pasillo—. Porque cuanto más hablas, menos entiendo.

Apreté los dientes. Para ser alguien que parecía odiar a Daxton, realmente
parecía fiarse de su palabra. —Sabes que hay una clara posibilidad de que esto sea una
trampa, ¿verdad?

Lila pestañeó. —¿Y?

¿De verdad no lo entendía? —Y que es muy posible que mañana a esta ahora esté
muerta.

—No te matará. Eso les daría a los Blackcoat la mártir que necesitan para
conseguir el apoyo del país. —Rodó los ojos—. Además, eres la gran Kitty Doe, con
siete jodidas vidas. No sabes morir.

—Nadie es inmortal. Ni yo, ni tú, ni Daxton… ni nadie. —Me pasé los dedos por
el pelo, frustrada. Ella no lo entendía y no sabía cómo hacer que lo comprendiera—. No
importa si el hecho de matarme sería una estupidez. Hace tiempo que ha cruzado la
línea de lo racional. Si eso es lo que quiere hacer, entonces ten por seguro que lo hará.
—Merecerá la pena con tal de salir de este agujero infernal. —Lila golpeó un
jarrón que contenía rosas frescas. Este se estrelló contra el suelo, se hizo añicos y salpicó
agua y rosas por todas partes. Me aparté cojeando rápidamente.

—¿Crees que esto es el infierno? Tienes una cama caliente en la que dormir,
comida que comer, ropa para vestir, no tienes que sujetar corazones humanos cada día…

—¿Quieres callarte? —Se dio la vuelta para enfrentarme y guardé silencio,


sorprendida de ver las lágrimas en sus ojos—. No he pasado unas pocas semanas en
Otro-Sitio. Siento no ser tan estúpida como tú, pero eso seguro que no hace que este
lugar sea más fácil de soportar. ¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo ha pasado desde
que tuve siquiera la ilusión de libertad? Y ahí estás tú, con un boleto dorado para salir de
aquí y parece que te diriges a tu propio funeral. Daría cualquier cosa por salir de este sitio,
pero tú ni siquiera te molestas en apreciar el hecho de que gracias a Greyson y a mí,
ahora tal vez tengas un futuro.

—Por supuesto que lo aprecio —dije, abriéndome camino con cautela alrededor
de los fragmentos del jarrón—. Aunque eso no hace que sea más seguro para mí. Y si
tanto quieres ir, entonces no tendrías que haber intentado hacer el trato, para empezar.
Daxton podría haberte dejado ir si no hubieras…

—Fue idea de Greyson, no mía. Créeme, habría estado más que feliz de tomar el
primer viaje fuera de aquí y jamás mirar hacia atrás. —Llegamos ante la puerta de mi
dormitorio y Lila la abrió para mí—. Cuando regreses, hazme un favor, ¿de acuerdo?

—¿Qué? —dije, con cautela, parándome frente a ella.

—No lo desperdicies. Dile a todo el mundo qué ha ocurrido con el ministro Creed
y el ministro Ferras. Diles que estamos siendo retenidos y usados los unos contra los
otros. Diles qué clase de monstruo es Víctor Mercer y no te muerdas la lengua. Si yo no
puedo conseguir su apoyo, entonces tendrás que hacerlo tú. Y hagas lo que hagas… —
Midió su mirada con la mía—. No te atrevas a dejar que Knox vuelva a ponerse delante
de una cámara.
Nos miramos la una a la otra y tomé una temblorosa bocanada de aire. —Si
sobrevivo el tiempo suficiente, lo haré.

Crucé cojeando el umbral y me derrumbé en el diván a los pies de la cama. Lila


rodó los ojos. —¿Vas a dejar de comportarte como si él fuera a matarte? No lo hará. Eres
su juguete preferido.

—Y no quiere dejar que nadie más juegue conmigo —murmuré.

Lila cerró la puerta y la bloqueó. —Bien, ¿sabes qué? Si tú no quieres ir, yo lo


haré.

Hice una mueca y desenvolví lentamente mi pie malo. —¿De qué demonios estás
hablando?

Ella resopló y fue hacia el congelador. Me lanzó una bolsa de hielo sin decir una
palabra. —Ya me has oído. Si eres demasiado gallina para ir, entonces lo haré yo.

—Pero… —La miré fijamente durante tanto tiempo que la palma de la mano se
me empezó a adormecer y rápidamente apreté la bolsa de hielo contra mi pie—. Daxton
sabrá que nos hemos cambiado. Lo usará como una excusa para matarnos a ambas.

—No si tenemos cuidado. Y además, solo tenemos que fingirlo el tiempo


suficiente para conseguir que suba al helicóptero. —Sus ojos azules brillaban de emoción
y me examinó un poco más atentamente—. Aún somos copias idénticas y harán falta a
lo sumo cinco minutos, eso es todo lo que tenemos que fingir ser la otra.

—Tú tendrás que fingir ser yo durante cinco minutos —corregí—. Yo tendré que
ser tú el resto de la guerra, o de otra forma sabes que Daxton lo pagará con Greyson.

Ella se arrodilló junto al diván y tomó mi mano fría con la suya. —Entonces finge
ser yo. Por favor, Kitty. Podemos hacerlo, sé que podemos. Engañaste a mi propia madre
una vez. Es imposible que no seas capaz de engañar también a un megalómano.
El corazón me martilleaba y se me secó la boca. —No puedo. Sabes que no
puedo. ¿Y si te ocurre algo? ¿Y si te deja en medio de la nada? ¿Y si de verdad es una
trampa?

—Entonces al menos no estaré aquí —dijo intensamente—. Y eso vale la pena el


riesgo por mi parte, Kitty. Tal vez para ti no, pero para mí… Haría cualquier cosa por
salir de aquí.

Parpadeé rápidamente, con un millón de pensamientos pasando por mi cabeza.


La mitad eran razones por las que eso no podría funcionar, pero la otra mitad eran
razones por las que sí podría. Y las razones por las que debía. Todo lo que Lila quería
que yo le dijera al mundo significaría infinitamente más viniendo de ella. Si la Lila Hart
real estaba en la televisión en directo, contando la verdad sobre lo que había ocurrido,
incluso el defensor más acérrimo de Daxton no tendría otra opción que cuestionarlo
todo, o al menos suficiente para abrirse paso hasta ellos, uno por uno, poco a poco. Eso
era lo que todos necesitábamos de verdad, ese empujón extra que cambiaría las tornas
con Daxton y les daría a los Blackcoat el poder que necesitaban.

Merecía la pena el riesgo, especialmente si Lila estaba dispuesta a aceptarlo. No,


no dispuesta; entusiasmada. Ella me miró, prácticamente suplicante, y la esperanza que
brillaba en sus ojos casi fue suficiente para hacerme aceptar.

—Tengo el pie roto —dije al fin, pero incluso para mis oídos, sonaba patética—.
Y hay una X en mi nuca, ¿recuerdas? Ya no tengo rango. Nadie creerá que soy tú.

—No tienen que hacerlo, mientras crean que yo soy tú. —Lila se puso de pie y
fue hacia los aparadores y los armarios que llenaban la habitación blanca, y al momento
supe qué estaba haciendo. Este podría haber sido mi dormitorio por el momento, pero
también estaba más abastecido que cualquier habitación de hospital del país—. Podemos
hacerme una X y podemos darte analgésicos para el pie para que puedas caminar sobre
él.

—¿Y si no sana bien? ¿Y si tengo una cojera el resto de mi vida? —dije.


—¿Y qué? Añádelo a la lista. —Sacó varios utensilios de los armarios y los puso
sobre la cama—. Podemos trabajar en los detalles.

Hice una mueca de dolor. —Lila…

—¿Qué? ¿Una cojera es tan importante para ti? Daxton no pide vernos mucho,
de todas formas, así que puedes quedarte aquí y dejar que sane.

Sacudí la cabeza. —No es eso. Es demasiado arriesgado. Puede que comprueben


mi cuello. Comprobarán el tuyo y si lo tocan, sentirán tu VII.

—No lo harán —dijo Lila con firmeza—. Nadie está tan loco como para preferir
una X sobre un VII. Nadie.

—Excepto tú.

—Sí, bueno. —Se encogió de hombros—. Ya no quiero ser yo. Tú puedes ser yo,
eres buena siendo yo. Pero yo estoy harta. No me importa el riesgo. No me importa
dónde acabe. Solo quiero irme, Kitty. Quiero ser libre. Y si eso significa morir en medio
de la nada, entonces está bien. Prefiero morir ahí fuera mañana que morir aquí dentro
de cien años.

Fue el sentimiento tras sus palabras, profundo, firme y repleto de todo lo que
quería para sí misma en su propia vida, que tocó una fibra sensible dentro de mí, y
finalmente no tuve más opción que ceder. Porque conocía ese sentimiento. Había vivido
ese sentimiento todos los días de mi vida como Lila y si una de nosotras tenía la
oportunidad de escapar y empezar de nuevo, debía ser ella. Ella había sido Lila Hart
durante mucho más tiempo que yo, después de todo. Merecía un descanso. —De
acuerdo. Si estás segura de que esto es lo que realmente quieres.

Sus hombros se relajaron y esbozó una amplia sonrisa. —Estoy segurísima.

Me mordí el interior de la mejilla con tanta fuerza que el nauseabundo sabor a


cobre de la sangre me inundó la boca. Esto era descabellado. Una locura. Había un
millón de cosas que podían ir mal y bastaría una para que Daxton nos descubriera. Un
movimiento equivocado. Una mirada equivocada. Un lo que fuera equivocado y se
habría acabado. En el mejor de los casos, ambas nos quedaríamos aquí atrapadas; en el
peor, ambas moriríamos. —No podemos decírselo a nadie, ni siquiera a Greyson, no
hasta que te hayas ido —dije, con voz temblorosa. Iba a matarme y si Knox llegaba a
enterarse alguna vez, me resucitaría y me volvería a matar.

—Lo sé —dijo con firmeza, pero no fue suficiente para calmar mis nervios—.
Esto es solo entre tú y yo.

—Y… y si algo va mal…

—Lo solucionaremos. —Lila exhaló con aspereza y volvió a centrarse en mí—.


Tienes que protegerlo, ¿de acuerdo? Tienes que hacer todo lo que puedas para asegurarte
de que Greyson logre salir de esta de una pieza. Cuando Víctor crea que está a punto de
perder, irá a por Greyson. Sé que lo hará.

—Lo protegeré —dije—. Y averiguaré la forma de matar a Víctor, no será fácil,


pero…

—Si alguien puede, eres tú. —Apretó los labios y, por un momento, la culpa
cruzó su rostro—. No debería dejarlo.

—Lo entenderá —dije con amabilidad—. Sabrá lo difícil que lo has tenido y creo
que se alegrará de que al menos uno de ustedes consiga ser libre.

Lila asintió, un gesto errático que no pareció natural. —Es mi mejor amigo y es
la única familia real que me queda. Por favor, solo… asegúrate de que esté bien.

—Lo haré —prometí—. Sin importar qué. Pero, Lila… —Hice una pausa—. Sé
que nunca te he agradado, pero tú y yo también somos primas. Siempre me tendrás a
mí. Y tu madre te quiere. Y Knox. Tienes más gente en tu vida de la que crees y cuando
esta guerra haya terminado, conseguiremos ser una familia normal, sin puñaladas
traperas, ni conspiraciones, ni asesinatos. Solo familia.

Ella sacudió la cabeza con una sonrisa triste. —Tal vez, pero nunca seremos
normales.
—Probablemente no —asentí—. Pero podría ser divertido intentarlo.

—Tienes un concepto de diversión muy extraño —dijo y yo logré sonreír. No se


equivocaba.

Pasamos las siguientes horas ocupándonos de los detalles. Lo primero que


hicimos fue marcar una X en su nuca con un pequeño laser que encontró, de la misma
clase que el que Hannah había usado conmigo en mi primer día en Otro-Sitio. Tuve
cuidado de imitar mi X exactamente y aunque me sentó como un puñetazo en el
estómago arruinar permanentemente el perfecto tatuaje de VII de Lila, ella se iluminó
cuando lo vio.

Una crema se encargó de la rojez y la inflamación, y arreglamos sus uñas para


que conjuntaran con las mías. Una vez que Lila hubo duplicado meticulosamente mi
maquillaje de la entrevista, me lo quité de la cara y dejé que ella me replicara su aspecto
habitual. Nos cambiamos la ropa, los zapatos, el peinado y finalmente llegó el momento
de averiguar cómo arreglárnoslas con mi pie roto.

—Tienes que estar en la azotea —dijo, mientras lo inspeccionaba con cuidado.


Aún estaba tan inflamado que ponerme zapatos sería difícil—. Voy a darte una buena
cantidad de analgésicos y te inyectaré una cosa que hará que la inflamación desaparezca.
No será agradable, pero podrás caminar.

—¿Crees que esto es suficiente para engañar a Greyson? —pregunté. Odiaba


mentirle, pero no podía saberlo, no hasta que Lila se hubiera marchado sin incidentes.

—Finge estar enfadada con él por hacer el trato —dijo—. Si lo logras, no notará
ninguna otra diferencia. No inmediatamente, al menos.

Asentí. —Y puedes poner mi acento, ¿no?

—Qué, ¿te refieres a sonar como si me hubiera criado en los barrios bajos y nunca
en mi vida hubiera leído un libro? —dijo, con una imitación perfecta de mi voz y
dialecto.
—Eres horrible —dije, y ella se encogió de hombros y sacó una aguja de uno de
los armarios.

—Ya lo sabes desde hace meses. Ahora aguanta; esto es como un pellizco.

Cuando faltaban quince minutos para la media noche, bajamos juntas por el
pasillo. Lila cojeaba con mis muletas, con mi escayola en el pie y mi mohín en los labios.
Mientras tanto, yo caminaba a su lado, con el pie casi insensible. Pagaría por esto
cuando los analgésicos dejaran de hacer efecto, pero por ahora, el plan de Lila estaba
funcionando.

—Recuerda, estás enfadada con Greyson —dijo, mientras entrábamos en el


ascensor de espejos—. No seas agradable con él. Sé que es duro… a veces él es como un
animal bebé, es imposible ser mala con él, pero tienes que ser convincente, ¿de acuerdo?

—Lo capto —dije y reajusté cuidadosamente mi collar para que la cadena no se


viera. No podría soportar separarme de él, pero de todas formas lo mantenía escondido
bajo mi ropa la mayor parte del tiempo. Greyson nunca se daría cuenta—. ¿Estás segura
de que quieres hacer esto?

—Por supuesto —respondió ella—. Esto es exactamente lo que quiero.

Al menos una de las dos estaba segura y sentí alivio por ello. Permanecimos en
silencio durante la subida a la azotea y cuando las puertas se abrieron, una ráfaga de aire
gélido nos golpeó. Me puse la capucha del abrigo de Lila y temblé. Ella llevaba mi
chaqueta de cuero, la que vestía cuando traté de infiltrarme en Somerset y casi me sentí
mal de que no fuera más gruesa. Pero con la emoción, Lila no pareció percatarse del aire
frío.

El helicóptero ya estaba esperándonos en la azotea y el piloto estaba de pie cerca,


junto con varios guardias. No estaba segura de qué pensaban que íbamos a hacer (¿saltar
al helicóptero con Lila?) pero Greyson estaba cerca del borde, con las manos metidas en
los bolsillos y una gruesa bufanda alrededor del cuello.
Me mantuve a distancia e hice lo que pude para lucir lo más silenciosamente
furiosa que pude. Lila, por otra parte, se acercó a Greyson y lo envolvió en un abrazo,
soltando una de sus muletas en el proceso. Contuve la respiración, esperando que
apoyara el pie y nos descubriera a ambas, pero Greyson se agachó y la recogió por ella.

Ella tenía el trabajo duro, supuse, ella era la que tenía que convencer a Greyson
de que era yo, pero si él sospechaba algo, no soltó prenda. Mientras caminaba hacia
ellos, asegurándome de no cojear, ellos volvieron a abrazarse, y vi a Lila murmurarle
«Te quiero» al oído. Era cierto para ambas, pero desde mi perspectiva, pude ver el destello
de dolor en su rostro cuando lo dijo, y supe que venía directamente de ella.

Después, Lila se acercó a mí y también me envolvió en un abrazo, esta vez


aferrándose a las muletas. —Recuerda lo que dije —susurró, y yo asentí—. Ahora
fulmíname con la mirada mientras me voy.

Eso fue exactamente lo que hice, quemarle un agujero en la cabeza mientras ella
cojeaba hacia el helicóptero. Uno de los guardias la detuvo y le apartó el cabello de la
nuca, y mi corazón martilleó mientras esperaba a que tocara la X marcada y sintiera el
VII debajo, en lugar del III mío. Era la única diferencia entre nosotras y la única forma
de diferenciarnos seguro, pero Lila tenía razón: al parecer, el guardia no pensó que nadie
pusiera a propósito una X sobre su VII y la soltó sin tocarle la piel.

Aliviada, observé al piloto abrir la puerta para Lila y ella subió con esfuerzo,
bordando todo eso del pie roto. Era sorprendente y, si no hubiera sabido la verdad,
habría pensado que ella era yo. Solo esperaba que funcionara igual para Greyson.

—Las despedidas siempre son difíciles, ¿verdad? —dijo una voz melosa cerca de
mi oído, y apreté la mandíbula.

—¿Pensaste siquiera en enviarnos a nosotros en su lugar? —le espeté,


exactamente igual que habría hecho Lila. El piloto subió al helicóptero y las aspas
empezaron a girar. Agarré con fuerza mi capucha, que amenazaba con bajarse. Lo
último que necesitaba era que Daxton descubriera el cambio antes de que Lila estuviera
a salvo fuera de la montaña.
—Por supuesto, pero tú señalaste algo mucho más importante, querida. Me
complace la idea de mostrarle a los Blackcoat mi lado compasivo.

—Tú no tienes un lado compasivo —dije mientras el helicóptero se elevaba en el


aire y giraba en dirección al horizonte. Me invadió un poco de arrepentimiento; esa
podría haber sido yo saliendo de este lugar, de vuelta con Knox, Benjy y los Blackcoat.
Pero Lila había vivido toda su vida bajo el domino de su familia de una forma o de otra
y merecía saber qué era tomar sus propias decisiones por una vez.

—¿No? —Su voz se volvió reflexiva—. Supongo que tienes razón, mi querida
Lila.

—¿Kitty?

La voz de Greyson sonó en mi oreja y me costó toda mi fuerza de voluntad no


reaccionar. El pendiente, adiviné. Había olvidado darle a Lila el pendiente.

—Kitty, ¿me oyes?

Vi a Greyson mover los labios, con el ceño fruncido mientras toqueteaba su


manga. Pensó que no funcionaba, pero entonces nuestros ojos se encontraron y una
expresión de horror cruzó su rostro.

Lo supo.

En ese preciso instante, un extraño silbido sonó sobre la cadena de montañas y


Greyson palideció. La confusión se apoderó de mí y abrí la boca para preguntar si estaba
bien.

Pero entonces lo vi: un reguero de luz en el cielo oscuro que se alejaba de nosotros
girando a una velocidad extremadamente rápida.

Y justo cuando todo encajó, el reguero de luz alcanzó el helicóptero en la


distancia y una gran explosión iluminó el horizonte.
—La compasión está terriblemente sobrevalorada —dijo Daxton con
tranquilidad. Mientras se alejaba, observé con pasmoso silencio cómo los pedazos
ardientes del helicóptero caían del cielo y se estrellaban en las montañas de abajo.
IX

Traducido por Azhreik

o recordaba cómo regresé al dormitorio de Lila. Alguien estaba gritando —


podría haber sido yo, podría haber sido Greyson— y vagamente recordaba
unos brazos fuertes alrededor de mi torso, cargándome a algún lado. Pero
cuando volví en mí, de nuevo yacía sobre la cama, sin recuerdos reales de cómo llegué
allí.

Lila estaba muerta. Si quedaba algo de ella, ahora estaba esparcido en la ladera
de una montaña, y yo era la única persona que sabía que era ella. Todos los demás
pensaban que era yo. Debí haber sido yo. Nunca debí intercambiar lugares con ella. Debí
haber visto venir esto. Daxton nunca era amable o generoso… tan solo era cruel y sádico,
y por supuesto nunca tuvo la intención de dejarnos marchar de aquí con vida. Por
supuesto deseaba silenciar a la portavoz de la oposición, tan pronto le dije al país entero
lo que él quería que dijera. Lo debí haber sabido. Lo debí haber sabido.

Estúpida. Estúpida. Estúpida. Estúpida.

Y Lila fue la que pagó el precio.

—¿Fue su idea, o… o fue tuya?

Miré al sillón, y mi corazón se destrozó en un millón de pedazos. Estaba


equivocada. Yo no era la única que sabía que había sido Lila.

Greyson estaba sentado en el sofá, con la cabeza en las manos y los hombros
temblando. Sus mangas le llegaban a los codos, y alcancé a distinguir marcas rojas de
manos mucho más grandes que las suyas en sus antebrazos. —Solo quiero saber —dijo
con voz ronca—. Ella estaba muy enojada conmigo. Sabía que era lo correcto, y sabía…
sabía que tenía que seguir la corriente, pero no quería. Quería irse. Tenía tantas ganas
de salir de aquí y…

—No importa. Yo estuve de acuerdo. Le permití tomar mi lugar —susurré. Tenía


la garganta adolorida. Tal vez yo había sido la que gritaba, después de todo—. Yo no
sabía… no tenía idea que Daxton…

Greyson dejó escapar un sollozo ahogado y me senté, insegura de qué hacer. Yo


no tenía derecho a llorar la muerte de Lila. Nunca le había agradado, no en realidad. No
podía culparla. A mí tampoco me habría agradado alguien que viviera mi vida. Pero
Greyson la amaba, y ya la había perdido una vez, cuando me habían enmascarado al
principio y todos creíamos que el plan de asesinato de Daxton había funcionado. Y
ahora había tenido que verla morir de verdad, justo frente a él, y esta vez no existía
posibilidad de que hubiera conseguido escabullirse. Ambos la habíamos visto subirse a
ese helicóptero. Se molestaran o no en encontrar su cuerpo, no había duda que estaba
muerta.

Greyson se paró al fin y vino a sentarse en mi cama. No hizo movimiento alguno


para abrazarme, pero se reclinó contra la cabecera junto a mí y levantó los pies junto a
los míos, y nos quedamos allí en silencio por más segundos de los que pude contar. No
me atreví a decir nada. No había nada que pudiera decir para facilitarle esto, y si no lo
había perdido ya completamente, no deseaba herirlo aún más.

—Gracias —dijo ronco, y resolló. Giré la cabeza para mirarlo, con el ceño
fruncido—. Por… por darle esa oportunidad. Tú no sabías que terminaría así. Y Lila…
—La voz se le atoró en la garganta y se la aclaró—. Ella no sintió dolor. Sucedió tan
rápido. Probablemente ni siquiera se dio cuenta… —Se limpió los ojos—. Todo lo que
deseaba era irse. Murió feliz.

Tampoco sabía qué decir a eso, así que en su lugar, tomé su mano. Él no se
apartó.

—Me diste una segunda oportunidad con ella —dijo—. Y los últimos meses…
han sido un regalo. Conseguí decir todo lo que deseaba decir. Conseguí decirle cuánto
la quería y cuánto significaba para mí. Pero se quedó por mí. Dejó que Daxton la
capturara por mí. Yo siempre la estaba reteniendo, y me alegra… —Se le escapó otro
sollozo y tardó un momento en recuperar la compostura—. Me alegra que finalmente
tuviera el coraje de dejarme. Se merecía ser libre.

—Ella no quería dejarte —dije suavemente—. Te quería, y se aseguró que yo


supiera lo importante que era protegerte.

—Siempre estaba intentando protegerme, pero debió haberse protegido ella


misma. —Greyson se giró hacia mí, con los ojos rojos e hinchados—. No me importa
qué promesas le hiciste a ella, prométeme que no cometerás el mismo error.

Se me apretó la garganta y tragué duro. —No puedo hacerte esa promesa. Lo


siento.

Cerró los ojos con cansancio y se apoyó contra la cabecera. Pasó otro minuto, y
al fin susurró: —Vamos a matarlo.

—Sí —dije—. Lo mataremos.

Esperé que las noticias de mi muerte llegaran a los medios, pero nunca lo
hicieron.

Parte de mí estaba alegre. Aunque Benjy y Knox sabían que no debían creer todo
lo que oyeran en las noticias, no quería darles ninguna idea de que podrían haberme
perdido. No antes que pudiera explicar lo que había sucedido.

Pero la otra parte de mí —la parte que había dado el discurso de Daxton y sabía
que si las noticias desvelaban que había muerto misteriosamente tan solo horas después,
todo lo que había dicho sería cuestionado— deseaba que Daxton lo hubiera gritado
desde los techos. Ciertamente hizo todo lo demás. El equipo de filmación incluso tuvo
una entrevista con él y el antiguo ministro Bradley el día después de la muerte de Lila,
y Bradley estaba demasiado complacido en discutir cómo los Ministros de la Unión
habían sentido que, durante este tiempo de guerra, sería mejor para el país si el primer
ministro podía bordear los canales usuales del gobierno. Dejaron la impresión
persistente de que la disolución de los Ministros de la Unión era temporal, pero Greyson
y yo lo sabíamos mejor.

Aunque casi siempre estábamos en la misma habitación, le di a Greyson tanto


espacio como necesitara. A veces se sentaba en la cama conmigo y leía en voz alta, y a
veces se aislaba en el extremo más alejado de la habitación, sin decir una palabra en
horas. Juntos, veíamos las noticias todo lo que podíamos soportar, pero a pesar de lo
mucho que lo intentaba, me era imposible leer entre líneas como Knox.

Cada mañana me despertaba con el estómago en nudos, con la certeza de que


Daxton me miraría y sabría que no era la Lila real, pero durante el transcurso de los
siguientes días, no lo vi para nada. Greyson y yo discutíamos plan tras plan susurrado
de cómo aniquilarlo. Mientras dormía, en la cena, quitándole un arma a un guardia…
había una cantidad incontable de formas en que podríamos hacerlo, pero nada era una
garantía. Y cuanta más distancia Daxton mantenía entre nosotros, más imposible se
volvía. A pesar de lo aterrorizada que estaba de tener que meterme en los zapatos de
Lila una vez más, estaba más que dispuesta a tomar ese riesgo si significaba tener un tiro
certero a Daxton. Pero bastante pronto se volvió dolorosamente obvio que tal vez no
nos diera esa oportunidad en absoluto.

Cuatro días después de la muerte de Lila, me desperté con un crujido en mi oído.


—¿Kitty?

Parpadeé en la oscuridad. Era pasada la medianoche, y podía escuchar los suaves


ronquidos de Greyson desde el sofá cama. ¿Entonces de dónde provenía la voz…?

—¿Knox? —jadeé. El ronquido de Greyson se detuvo.

—Es bueno escuchar tu voz —dijo, sonando aliviado. Greyson se sentó y


encendió su lámpara de lectura, dirigiéndome una mirada interrogante.

—El comunicador —dije, palmeándome la manga—. Knox está en el otro lado.


Mientras Greyson manipulaba el suyo, abracé mi almohada e intenté no sonreír
con demasiada fuerza. Había funcionado. Realmente había funcionado.

—¿Estás bien? ¿Benjy está bien? —dije, las palabras saliendo en ráfaga.

—Estamos bien —dijo—. No quiero darte demasiados detalles, solo por si acaso,
pero… estamos bien. He puesto a Benjy a cargo de otra división, y se mudará pronto.

Mi entusiasmo se desinfló. —Pero… se supone que tú cuides su espalda.

—Así es —dijo—. Él estará a salvo, lo prometo. Más a salvo que el resto de


nosotros aun en otro-Sitio. Pero háblame… dime qué está sucediendo.

Cualquier alegría latente que me quedara por hacer contacto con él se secó
completamente. Él no lo sabía. Por supuesto que no lo sabía… ¿cómo podría? Pero en
mi emoción, no había pensado en ser yo la que diera la noticia. No creía poder hacerlo,
y dudé, intentando forzar las palabras a que se unieran.

—Lila está muerta —la voz de Greyson se unió a nuestra conversación, y lo miré
en shock. Él se miraba fijamente las manos.

—Lila está… ¿qué? —tartamudeó Knox, sonando como si todo el aire hubiera
abandonado sus pulmones.

—Daxton piensa que era yo —dije bajito—. Él iba… dijo que iba a dejarme ir,
pero Lila y yo intercambiamos lugares. Él explotó el helicóptero. Cree que yo era la que
estaba en el interior.

—Pero… era….

—Lila. Sí —dijo Greyson. No lo había visto llorar en días, pero su voz se volvió
estrangulada.

Knox se quedó en silencio durante tanto tiempo que creí que nos habíamos
desconectado. Pero al fin se aclaró la garganta y dijo bruscamente: —Lo siento. Si
prefieres que no lo transmita…
—No. Aun no —dijo Greyson, mirándome—. Kitty tiene que fingir ser Lila. Si
Daxton descubre que lo engañamos… tal como están las cosas, está perdiendo el control.
Nunca he visto a nadie ponerse más desquiciado en un periodo de tiempo tan corto. No
sé cuánto tiempo nos queda antes que enloquezca completamente.

—¿Dónde están? —preguntó Knox—. ¿En la Fortaleza?

—Sí —dije—. Tiene aquí a todos los Ministros de la Unión. Los forzó a firmar la
enmienda para darle poder absoluto.

—Me lo imaginé —gruñó, y entonces, al recordar la abarrotada sala de reuniones


llena de ministros que ahora eran tan prisioneros como Greyson y yo, se me ocurrió algo
horrible.

Knox no tenía idea que su padre estaba muerto.

—Knox… —Me callé y miré a Greyson, pero él ya había hecho la parte más
difícil. No podía obligarlo a decir esto también—. Tu padre intentó detenerlo. Lideró el
movimiento para remover a Daxton como primer ministro, pero antes que pudiera
hacerlo… Daxton… Víctor… él mató a tu padre.

Silencio. Podía escuchar la respiración de Knox en el otro lado, inhalar y exhalar,


inhalar y exhalar, inhalar y exhalar. Al fin, con voz endurecida como acero, dijo: —
Bien. Un ministro menos que se meta en nuestro camino.

Yo no dije nada. Como alguien que había crecido sin padres reales, me parecía
incomprensible que alguien pudiera estar tan insensible por perder a los suyos. Pero
después de lo que el ministro Creed había hecho al hermano de Knox… y a Knox, y a
la madre de Knox, realmente no podía culparlo por ello. La sangre no siempre hacía una
familia.

—Me desconectaré ahora —dijo Knox—. Tengo una reunión en la mañana, y


ustedes dos necesitan descansar un poco. Hagan lo que sea para permanecer a salvo, ¿de
acuerdo? No tomen riesgos innecesarios, y por el amor de dios, Kitty, compórtate.
Sacudí la cabeza, sabiendo bien que no podía verme. La única vez que no había
seguido las reglas en este lugar, había conseguido que mataran a Lila. Ya no iba a jugar
ese juego. —Dile a Benjy que lo amo.

—Puedes decírselo tú misma cuando te saquemos de allí. Buenas noches. Y


Greyson… —Hizo una pausa—. Lo siento.

El comunicador sonó con estática de nuevo, y el otro extremo se silenció. Suspiré


y colapsé de vuelta a mis almohadas. Escuchar la voz de Knox no había resuelto todos
mis problemas, pero me había hecho sentir un poco mejor, saber que él estaba allá
afuera. Saber que podía hablar con él ahora, si necesitaba hacerlo.

Greyson movió algo en su oreja, y al fin dijo: —Voy a quitarme el mío.

—¿Qué? —bizqueé en su dirección—. ¿Por qué?

—No quiero saber lo que están haciendo los Blackcoat —dijo—. Volveré a
ponérmelo si tienes que dar un discurso… puedo pasarte frases si necesitamos hacerlo,
para que Daxton no descubra que no puedes leer; pero por lo demás, cuanto menos sepa,
mejor.

Parpadeé. Lila y yo ni siquiera habíamos considerado la posibilidad de que


tuviera que decir otro discurso como ella. —Pero…

—No soy un Blackcoat —dijo—. Y aunque los admiro y apoyo, no deseo ser
uno, y no es de mi incumbencia escucharlos a ti y a Knox discutir sus planes. De todas
formas, estoy aquí contigo todos los días —añadió—. Si Knox realmente quiere hablar
conmigo, tú puedes hacérmelo saber.

—Muy bien —dije finalmente, abrazando mi almohada—. Pero tú eres una parte
importante de esto ¿de acuerdo? Tal vez no estás en las líneas frontales de la guerra, pero
estarás en las líneas frontales de reconstruir el país una vez que esto termine, y ellos van
a necesitarte. Todos vamos a necesitarte.

Él apretó los labios. Había dicho una y otra vez que no tenía interés en ser el
primer ministro, pero ahora no veía qué opción tenía. Lo necesitaríamos. Un Hart que
era aliado de los Blackcoat, incluso si no era un rebelde en realidad. Después de todo,
yo no podía gobernar el país. Tendría que ser él.

—De acuerdo —dijo al fin—. Cuando el tiempo llegue, estaré allí. Solamente…
mientras tanto… no soy un soldado, y no soy un estratega de batallas.

—Entonces idea una forma para que reconstruyamos —dije, recordando la tarea
que Knox me había encomendado después de mi discurso. Era más adecuada para
alguien como Greyson, que tenía conocimientos y experiencias en que basarse—. Idea
cómo vamos a transformar el país. Eres listo, y eres inventivo… si alguien puede hacerlo,
eres tú.

—Lo intentaré —dijo, y volvió a acomodarse en su cama—. Buenas noches,


Kitty.

—Buenas noches —respondí, y por primera vez desde que había llegado a la
Fortaleza, era una buena noche. O al menos tan buena como era posible, con Lila muerta
y Daxton aún vivo. Knox estaba bien. Greyson tenía algo en lo que enfocarse aparte de
la pérdida de su mejor amiga. Y ahora teníamos una línea directa de comunicación con
la rebelión. Las oportunidades de los Blackcoat de ganar la guerra nunca habían sido
mejores, y aunque mi culpa por la muerte de Lila era un dolor profundo y constante que
sabía que nunca me abandonaría, mientras me quedaba dormida, por primera vez me
permití imaginar cómo podría ser mi vida cuando todo esto terminara.

Pasaron varias semanas, y Greyson y yo continuamos virtualmente encerrados


en la habitación de Lila. Tuvimos una pequeña celebración de Navidad que no incluía
más que un sorbo de champán para ambos, y pasamos el año nuevo viendo a los
presentadores de los noticieros reportando una historia sobre un bombardeo en Nueva
York, que Knox nos aseguró que no había sucedido. Daxton continuó evitándonos, y
para mediados de enero, ya tenía la certeza de que no lo veríamos hasta que terminara
la guerra. Las pocas veces que intenté ir a verlo, me negaron la entrada los guardias, que
estaba segura disfrutarían dispararme si les daba una excusa, y sin importar lo mucho
que busqué, no pude encontrar una forma para acercarme a él dentro de la Fortaleza. Él
era invulnerable.

Pero entonces, una tarde, mientras Greyson y yo estábamos sentados uno frente
al otro en el sofá, cada uno dibujando al otro, un guardia entró intempestivamente en la
habitación. Yo salté, y mi lápiz hizo una línea oscura en medio de la nariz de Greyson.

—El primer ministro solicita su presencia en la cena —dijo roncamente.

—¿Ahora? —pregunté.

—Inmediatamente.

Greyson y yo nos levantamos a la vez, y me puse un par de los zapatos más


cómodos de Lila. Mi pie se había curado en su mayoría… lo suficiente para caminar sin
analgésicos, al menos… pero entrelacé mi brazo con el de Greyson para apoyo extra
mientras seguíamos al guardia.

Daxton ya estaba sentado en la cabecera de la mesa del comedor, bebiendo una


copa de vino. Se levantó cuando entramos e hizo una reverencia exagerada. —Greyson.
Mi querida Lila. Cuanto los he extrañado a ambos.

—Si al menos pudiéramos decir lo mismo —respondí. Aunque antes había sido
molesto, ahora que conocía a Lila; ahora que había hablado con ella y tenido
conversaciones significativas, ahora que me había llegado a preocupar por ella más que
tan solo como la chica que tenía que ser, interpretar a una chica muerta me daba
escalofríos.

Greyson y yo nos dirigimos al extremo de Daxton de la larga mesa, pero dos


guardias nos detuvieron a un tercio del recorrido. —Sus asientos están por allá, me temo
—dijo Daxton, señalando detrás de nosotros. Dos arreglos de mesa estaban dispuestos
al mero extremo de la mesa, con los platos ya servidos—. No es que no anhele su
compañía, por supuesto… son mis guardias, ven. Terriblemente sobreprotectores.

Así que mis sospechas estaban en lo correcto; debía tener alguna idea de que
Greyson y yo no deseábamos más que matarlo. Al menos todos estábamos en el mismo
campo de juego. Tomé asiento y observé el filete jugoso sobre el plato. Por supuesto que
eso era lo que Daxton había elegido servirnos… servirle a Lila, quien no comía carne
roja. Era posible que sospechara de mí, pero había pasado mucho tiempo desde que
había intentado comer algo que sabía bien que Lila no tocaría. Era mucho más probable
que tan solo estuviera intentando molestarme. Molestar a Lila. Y ella habría mordido el
anzuelo.

—¿Estás intentando dejarme morir de hambre a propósito? —exigí, cogiendo el


vino en su lugar. La mano de Daxton voló a su pecho en una burla de disculpa.

—Oh… oh, querida. ¿Pusieron…? Por supuesto que sí. —Hizo gestos a uno de
los sirvientes—. A todos ustedes les he dejado muy claros los requerimientos
alimenticios de Lila. No tengo idea por qué no pueden seguir una simple petición.

Sin palabras, el sirviente recogió mi plato, y en segundos lo reemplazó con un


estofado de pollo. Olía como algo que Nina, la matrona de mi casa hogar, habría hecho,
y si hubiera tenido algo de apetito, lo habría inhalado. Molesta, cogí los cubiertos,
deseando que Greyson y yo estuviéramos cenando en la habitación de Lila. Al menos él
parecía estar contento por ahora, cortando su filete sin quejas.

—Eso, mucho mejor —dijo Daxton, y dio un mordisco a su comida. Con la boca
llena, añadió—: ¿Han estado siguiendo las noticias?

—Sí —dije—. ¿Es por eso que querías que viniéramos a cenar? ¿Para asegurarte
que supiéramos que estás ganando?

—Para asegurarme que supieran que nosotros estamos ganando, querida —dijo—
. Después de todo, cuando erradiquemos a los rebeldes, ambos estarán al frente de las
celebraciones.

Di un bocado de estofado, intentando calmar mi nausea. Estar en la misma


habitación que Daxton habría sido suficiente para hacerme vomitar en un día bueno,
pero la idea de apoyarlo después de la guerra hizo que se me retorciera el estómago. —
¿Cuánto tiempo crees que pase antes que tú… antes que nosotros ganemos?
Aunque Knox no me decía mucho sobre lo que estaban haciendo los Blackcoat,
me decía lo suficiente para asegurarme que nos estábamos acercando cada vez más a
apoderarnos del gobierno. De hecho, de acuerdo a él, Daxton estaba a unas pocas
batallas de perder. Yo estaba más dispuesta a creer a Knox que a Daxton o los medios,
así que cuando levantó casualmente su copa de vino y murmuró: —Minutos, Lila. —
Yo casi tiré mi cuchara.

—¿Qué? —Tenía que haberlo oído mal. Después de todo, estaba sentado al otro
extremo de un comedor destinado a sentar a cincuenta personas.

—Minutos —repitió, con la boca retorcida en una sonrisita jubilosa—. Con todos
los problemas que han estado causando, pensé para mí, ¿por qué molestarse en intentar
razonar con ellos? Claramente no están interesados en discusiones civilizadas, así que
sencillamente me encargaré de Otro-Sitio yo mismo.

Los bordes de mi visión se oscurecieron, y apreté la cuchara. —¿Cómo? —


jadeé—. ¿Qué vas a hacer, Daxton?

—Oh, ya lo han hecho —dijo con un gesto desdeñoso—. Ordené el ataque hace
horas. Las bombas deben alcanzar Otro-Sitio… —Revisó su reloj—. Para el postre.

Aún había tiempo. Me paré temblorosa, y la habitación a mi alrededor giró. —


Necesito… necesito recostarme.

—¿No te quedarás para el espectáculo? —preguntó Daxton, con la decepción


saturando su voz—. Te prometo, Lila, no querrás perderte esto.

Capté la mirada de Greyson, y él también se levantó, apresurándose a rodear la


mesa para ayudarme. —No se ha estado sintiendo bien los últimos días —dijo—. Estoy
seguro que el shock no es de ayuda.

—¿Shock? Y aquí estaba yo, pensando que les complacería saber que casi son
libres. —Daxton suspiró y arrojó su servilleta—. Bien. Ya verás si intento hacer algo
lindo para ti de nuevo. Ve a tomar tu siesta. Haré que mis guardias los alerten cuando
los Blackcoat no sean más que una pila de restos achicharrados.
Knox estaba en Otro-Sitio. Rivers, Strand.

Miles y miles de prisioneros que se habían quedado para luchar con nosotros. Mi
mente revuelta tardó un momento en recordar que Knox había movido a Benjy, por
algún milagro… él estaba en otra casa de seguridad de los Blackcoat, muy lejos de Otro-
Sitio y la masacre que estaba a punto de ocurrir. No, no solo una masacre… no había
palabra para las muertes sádicas de decenas de miles de personas por las órdenes de un
solo hombre loco.

Dejé que Greyson me condujera al pasillo, y me recargué pesadamente en él. Dos


guardias nos siguieron, y él los fulminó con la mirada. —Sé cómo regresar a nuestra
habitación.

—Señor…

—Lo están empeorando —dijo, apretando su agarre alrededor de mis hombros—


. Váyanse.

Ellos intercambiaron una mirada y, reluctantes, regresaron al comedor. Si


Daxton sabía que ahora estábamos deambulando por la Fortaleza sin chaperón, no
debió importarle, porque no regresaron.

—Knox. —Un nudo se me formó en la garganta, y manipulé mi auricular—.


Knox… por favor, tienes que estar ahí. Van a bombardearlos. Ahora mismo. Sucederá
ahora mismo. Tienen que salir de ahí.

Silencio. Miré a Greyson, desesperada y asustada.

—No está funcionando. No está funcionando, Greyson…

—Regresaremos a la habitación y utilizaremos el mío —dijo calmadamente, pero


pude escuchar el filo de nervios en su voz—. Solo respira hondo y…

—No tenemos tiempo de regresar a la habitación. —Miré alrededor


salvajemente. El elevador estaba a unos cuantos metros—. La oficina. Podremos
enviarles un mensaje desde la oficina de Daxton.
—Pero…

Me solté de su agarre y corrí hacia los elevadores, golpeé el botón para bajar una
y otra vez. Las puertas tardaron diez segundos infinitos en abrirse, y salté al interior.
Greyson permaneció en el pasillo, vacilante.

—No tienes que hacer esto —dije, con el corazón al galope. Si Daxton me
atrapaba, me ejecutaría seguramente.

Murmurando algo que sonaba sospechosamente como una maldición entre


dientes, Greyson saltó al interior del elevador justo cuando las puertas se cerraban. —Sé
que no tengo que hacerlo, pero lo haré.

Apretando la mandíbula, asentí una vez, agradecida. Sería más fácil con alguien
que supiera cómo manejar el equipo.

Los segundos parecieron alargarse a minutos mientras el elevador descendía, y al


fin las puertas se abrieron. La oficina de Daxton estaba a corta distancia, y corrí por el
pasillo, ignorando mi pie malo.

La puerta estaba cerrada, pero me quité el collar en un instante y lo pasé sobre el


sensor. La luz roja parpadeó a verde y giré la perilla, con las manos temblorosas. —No
sé cómo hacer funcionar ninguna de estas cosas —dije mientras ambos nos deslizábamos
en la oficina, y cerraba la puerta firmemente detrás de mí.

Greyson marchó al escritorio y se agachó frente a la pantalla, con los dedos


danzando sobre los botones. Me apresuré a llegar a su lado mientras la pantalla se ponía
blanca, y un débil sonido resonaba desde los altavoces.

—Contesta —susurró Greyson, y me apretó la mano. Se la apreté de regreso, con


el corazón en la garganta. No podía ser cierto. Tal vez Daxton estaba mintiendo. Tal
vez era solamente otro juego retorcido para su diversión. Tal vez deseaba ver qué
haríamos.

O tal vez era real, y Knox, Otro-Sitio y todos sus ciudadanos estaban a segundos
de convertirse en cenizas.
—¿Por qué no contesta? —dije frenéticamente, con la voz aguda—. Siempre está
en esa estúpida oficina. Nunca se marcha. Come allí, duerme allí…

La pantalla se puso negra y Greyson presionó unos cuantos botones más. —


Espera, lo intentaré de nuevo.

La pantalla blanca volvió, junto con el pitido. Me mordí el labio con tanta fuerza
que saboreé sangre; cada célula en mi cuerpo estaba enfocada en esa caja, esperando que
apareciera el rostro de Knox. Tenía que responder. Tenía que salir de allí. Yo no
aceptaría nada más.

—Es inútil, saben.

Había estado tan absorta en la esperanza de que Knox respondiera, que no había
oído abrirse la puerta de la oficina, y cuando levanté la vista, olvidé cómo respirar.
Daxton estaba parado entre las dos fuentes en la entrada, lo rodeaban cuatro guardias,
incluyendo los que Greyson había alejado.

—Los drones estarán ahí en dos minutos —dijo—. Resulta que fueron más
rápidos de lo que esperaba. Sin embargo, incluso si fueran capaces de advertir a Lennox
y los otros Blackcoat, no tendrían tiempo de escapar. Todo lo que harían sería darles
unos momentos para ponderar el sinsentido de toda su existencia.

Parpadeé rápidamente, y varias lágrimas me rodaron por las mejillas. No me


molesté en limpiármelas. Knox y los Blackcoat se las merecían. —Eres despreciable.

—Soy un dictador, querida. Viene con el territorio. —Hizo un gesto a sus


guardias—. Escóltenlos al sofá. Tengo algo que quiero que vean. —Daxton me guiñó el
ojo—. No querrán perderse esto.

Forcejeé cuando el primer guardia me condujo al sofá y me empujó para


sentarme. Daxton continuó manteniendo la distancia y con dos hombres armados entre
nosotros todo el tiempo —y sin importar lo mucho que deseaba arrancarle la garganta,
y que las consecuencias se fueran al diablo— no me habría acercado ni metro y medio.
Greyson se sentó a mi lado, mucho más cooperativo que yo, mientras Daxton
presionaba unos cuantos botones en su pantalla. —Ah, aquí vamos. Directamente del
dron —dijo, y lo acomodó para que pudiéramos ver.

La imagen estaba oscura, pero apareció un reflector, que iluminó el suelo. No


podía precisar la sección exactamente, pero reconocí los uniformes edificios grises y los
caminos rectos de Otro-Sitio. Apreté los ojos con fuerza.

—Oh, Lila. Lo verás —dijo Daxton y escuché el chasquido de un arma. Abrí los
ojos de inmediato. Estaba apuntando el cañón directamente a la cabeza de Greyson.

La barbilla me tembló, pero me forcé a mirar fijamente en dirección a la pantalla.


Intenté mirar más allá y enfocarme en los libreros en su lugar, pero no había forma de
ignorar las imágenes. No había forma de fingir que esto no estaba sucediendo.

Vislumbré la mansión Mercer, y el estómago se me retorció mientras los pocos


bocados de cena que había comido amenazaban con salir. Las luces estaban encendidas.
Aún estaban allí y no tenían idea que estaban a punto de morir.

—Y entonces… la magia —dijo Daxton alegremente. En silencio, la pantalla


explotó en destellos de blanco y fuego, y entonces todo se volvió negro.

Eso era todo. Sin efectos de sonido, sin gritos, sin indicaciones de que decenas de
miles de personas acababan de morir. Solo silencio y una pantalla negra.

Otro-Sitio había desaparecido.


X

Traducido por Ivetee

sa noche, observé el vacío en la oscuridad, segura de que nunca podría volver a


dormir. A pesar de que Greyson me había dado algo para relajarme, no podía
evitar que la imagen de Otro-Sitio ardiendo se reprodujera en mi mente una y
otra vez.

Solo después de llorar hasta el cansancio y fingir estar dormida, Greyson


finalmente se durmió en el sofá cama. Mientras él roncaba, silenciosamente entré en el
baño, donde cerré la puerta y abrí la llave del lavabo para cubrir el sonido de mi voz.
Respiré profundamente, me senté en la bañera vacía y toqué el pendiente de plata en mi
oído, no tenía fuerzas para quitármelo, a pesar de que ahora ya era inútil.

—¿Knox? —susurré, esperando en vano escuchar algo, lo que fuera, incluso el


más leve sonido sería suficiente—. Knox, si no estás fingiendo tu muerte, si no
encontraste una manera de protegerte de las bombas o de salir ahí, voy a encontrar tu
cadáver y te voy a matar nuevamente. Espero que lo sepas, espero que sepas lo molesta
que estoy contigo ahora mismo, porque… porque mientras no haya un cuerpo, no voy
a creer que estés muerto, no después de todas las hazañas que has orquestado antes.
Porque es algo que harías ¿verdad? Asustarme de esta manera, hacerme creer que estás
muerto. No debes hacerlo, sabes. —Mi voz se quebró—. Puedo guardar un secreto, sabes
que puedo hacerlo, cualquiera que sea tu estúpido plan, puedes decírmelo, no se lo diré
a nadie, ni siquiera a Greyson. Solo…por favor tienes que estar ahí, por favor.

Silencio. Mi garganta se cerró y apoyé la cabeza en el azulejo de la pared,


evitando las lágrimas. Él no podía estar muerto. No podía creerlo. Pero incluso si así
fuera, yo nunca vería un cuerpo, no en los restos de Otro-Sitio. Si realmente estaba
muerto, me volvería loca por el resto de mi vida, siempre dudándolo, siempre con la
esperanza.

—Lo siento —murmuré—. Debí haberte escuchado, debí hacer las cosas a tu
manera desde el principio, no tenía idea de lo que estaba haciendo, y creí que tú
tampoco, pero tú sí sabías. Y sin importar lo idiota que fui, tú siempre me estuviste
cuidando, y cuando por fin tuve la oportunidad de hacer lo mismo por ti, te fallé.

Cerré los ojos, recordando la última vez que vi la cara de Knox, parados en su
habitación en Somerset, mientras tocaba mi mejilla, con toda la gratitud y disculpas
colgando entre nosotros y sin expresar. Tenía que decirlas ahora. Si Knox realmente
estaba muerto, nunca iba a escucharlas, pero tenía que decirlas por mi propio bien. Y si
encontró alguna manera de sobrevivir, si de alguna manera él estaba por ahí, escuchando
cada palabra que yo estaba diciendo, entonces la mortificación valdría la pena. Igual que
la nariz rota que le daría si llegaba a encontrarlo. De cualquier manera, nunca me
perdonaría el no haberlo advertido a tiempo, pero tenía que asegurarme que el universo
supiera que lo intenté, tenía que estar segura que yo sabía que lo intenté.

—Sé que estabas listo para sacrificar todo por los Blackcoat. Sé… sé que estabas
preparado, pero no se suponía que murieras.

Mi voz se trabó, y me tomó un momento aclararme la garganta.

—Se suponía que vivieras y vieras el final. Se suponía que harías que pasara, pero
no sucederá sin ti, espero que sepas eso. Si estás escuchando, sé que mueres por decirme
que yo puedo hacerlo, pero no puedo, no queda nadie, Lila se ha ido, tú te has ido, y
aún si Benjy logra evitar que lo atrapen, yo nunca voy a ver… —Se me escapó un suave
sollozo—. No puedo hacerlo sola, Knox, por favor.

—No estás sola. —Greyson se metió en la bañera conmigo, y me moví para darle
espacio a sus largas piernas. Él se veía tan cansado como yo me sentía, pero sus ojos
ardían con determinación.

—Resolveremos esto juntos, Kitty, eso es lo que Knox habría querido que
hiciéramos.
Solamente asentí, sin palabras, no confiaba en poder hablar. Justo ahora, con las
imágenes de Otro-Sitio desintegrándose aún grabadas detrás de mis párpados, era muy
difícil sentir una pizca de esperanza. Pero Greyson me ofreció una almohada que trajo
con él de la habitación, y me la acomodé detrás de la cabeza, agradecida, no creía poder
dormir esta noche, pero estar acostada aquí, con Greyson en la dura porcelana… era
mucho mejor que estar perdida en la oscuridad. Y justo ahora, todo lo que deseaba era
encontrar algo a lo que sujetarme y aferrarme con todas mis fuerzas.

Solo nos teníamos el uno al otro, y si íbamos a pasar por todo esto, debíamos
hacerlo juntos.

En los siguientes tres días, el gobierno hizo cientos de arrestos e incluso más
asesinatos mientras limpiaban lo que quedaba de las casas de seguridad de los Blackcoat.
Las publicaciones de caras y nombres en las noticias parecían no tener fin, y Daxton se
deleitaba en contarnos durante la cena a Greyson y a mí los progresos que su ejército
había logrado en el día. Yo retenía el aliento, esperando que el nombre de Knox surgiera
en algún momento, mejor que él estuviera arrestado a que fuera una pila de cenizas en
los escombros de Otro-Sitio. Pero eso nunca sucedió.

En el cuarto día, una vez que el gobierno hubo detenido a todos los Blackcoat
que pudo encontrar, nos reunimos en la oficina de Daxton para las ejecuciones. Una vez
más, mi peinado y maquillaje estuvieron hechos por profesionales, y estaba vestida de
un rojo festivo, con la bandera estadounidense prendida a mi vestido. Greyson fue
obligado a vestir un traje azul, y Daxton blanco. Habría sido gracioso si todavía
recordara cómo se sentía lo gracioso.

El ministro Bradley también estaba ahí, a un lado, pero siempre presente. Me


negué a reconocer su presencia, sabiendo lo que habría estado dispuesto a hacer para
permanecer como uno de los consejeros de confianza de Daxton, y afortunadamente él
tampoco intentó hablar conmigo.

En una pantalla más amplia colgada frente al retrato de la familia Hart, Daxton,
Greyson y yo vimos mientras Blackcoat tras Blackcoat era ejecutado en televisión en
vivo, frente a una multitud de espectadores en el centro de D.C. A algunos de ellos les
dispararon misericordiosamente en la nuca, pero al aumentar los rangos, menos
misericordia mostraban.

—Ah, teniente George Sampson. Creo que lo conoces personalmente, Lila —dijo
Daxton, mientras las cámaras se enfocaban en nosotros, grabando cada gesto y cambio
de postura. No podía evitar sufrir por aquellos que habían arriesgado sus vidas para
darnos un país mejor. No lo haría. Aquellos que nos habían apoyado y sobrevivieron
debían saber que no estaban solos—. ¿Te gustaría decir algunas palabras?

Sampson estaba viendo directamente a la cámara, su mentón en alto, desafiante,


giré mi mirada de la pantalla a la cámara más cercana.

—El teniente Sampson es un hombre valiente cuyo único crimen fue estar en el
bando perdedor de esta guerra —dije—. La historia podrá recordarlo como un traidor,
pero yo lo recordaré como un aliado y un amigo. Gracias por su guía e interminable
apoyo, teniente, y gracias por su sacrificio.

Podía sentir a Daxton lanzando dagas al lado de mi cabeza, pero ¿qué es lo que
iba a hacer? Él ya había destruido casi todo lo que amaba, y Greyson y yo habíamos
hecho todo lo que nos había pedido, ahora él pasaría el resto de su vida presumiéndonos
como sus mascotas.

La guerra había terminado, él había declarado victoria sobre los Blackcoat,


cualquier represalia contra nosotros ahora podría hacerlo perder el poco apoyo público
que tenía. Daxton podía haber ganado a la fuerza, pero eso no significaba que era lo que
la gente quería. Ahora nosotros éramos los representantes de un ideal que no tenía
ejército, pero no lo seríamos para siempre.

Sampson asintió una vez, señalando que me había escuchado. La multitud estaba
en silencio, y al momento el banquillo debajo de él desapareció, dejando que colgara.
Sin embargo, la cuerda era muy corta para romperle el cuello en la caída, así que luchó
y se retorció antes de finalmente quedar completamente quieto.

Yo vi cada terrible segundo de eso, con los ojos llenos de lágrimas, pero me rehusé
a mostrarme vencida. Sampson había conocido los riesgos, todos los conocíamos, todos
los Blackcoat habían estado dispuestos a morir por la causa, y tenía que consolarme con
ese conocimiento.

Estaba segura que sería la última ejecución, ya que Sampson era el pez más gordo
que habían capturado, y no habría más ejecuciones hasta que capturaran a Celia. Si la
capturaban, me decía a mí misma una y otra vez. Aún con la mayoría de su ejército
arrestado o muerto, ella era más que capaz de desaparecer completamente. Y de verdad
esperaba, contra cualquier esperanza, que no tratara de rescatarme. Si yo fuera Lila,
sería una cosa, pero no lo era, y no valía la pena el riesgo.

En lugar de volver a la oscuridad mientras retiraban el cuerpo de Sampson, el


verdugo llevó a una persona más, cubierta de la cabeza, con las manos esposadas detrás
de la espalda, pero lo podría haber reconocido en cualquier lugar. Mi visión se tornó
borrosa, y por un infinito y estremecedor momento, el mundo se quedó en silencio.

No, él no.

Él no.

—Benjamín Doe, coconspirador y asistente de Lennox Creed, líder de los


Blackcoat —anunció Daxton. Mi interior tembló, y me forcé a respirar. Lila no se habría
preocupado por Benjy, al menos no más de lo que le preocupaban los demás que también
habían muerto hoy. Quería gritar y apretar mis manos alrededor del cuello de Daxton
hasta que muriera, pero estábamos rodeados de guardias armados que permanecían
fuera de cámara, si intentaba siquiera acercarme a él, sería detenida.

De cualquier manera, por un segundo lo consideré, no me importaba que eso


pudiera desvelar quién era, no me importaba que estaría muerta antes de poder siquiera
dejar un moretón en Daxton, pero valdría la pena si de alguna manera hubiera la
pequeña posibilidad de lograrlo y pudiera evitar que matara a mi mejor amigo, una de
las pocas personas que quedaban en este mundo que amaba más que a mi propia vida.

Pero mientras que mi mente giraba con el deseo de matar, mi cuerpo se rehusaba
a morir. Mis pies permanecieron pegados al piso, mis manos pegadas a mis costados, y
mientras todo dentro de mí me gritaba que hiciera algo, que detuviera esto antes de que
Benjy pagara el precio que yo debería —y habría— pagado mil veces en su lugar; pero
no me podía mover, no podía hablar. Solo podía ver la pantalla y luchar por no gritar.

El verdugo levantó la capucha de Benjy. Tenía barba de varios días, cara pálida,
y había grandes ojeras bajo sus ojos, pero él no se veía derrotado, al contrario. Había
una chispa en él. Y miró hacia la multitud, quizá él no sabía que estaba a punto de morir,
o quizá era lo que esperaba, después de cualquier tortura que le hubieran dado. Mi
interior se estremeció solo de pensar en lo que Daxton le pudo haber hecho a Benjy solo
para dañarme. Solo para ganar otra batalla contra mí, incluso desde más allá de la
tumba.

Busqué por alguna señal de tortura, pero cualquier cosa que le hubieran hecho,
fueron cuidadosos. No había marcas, moretones, ni rastros visibles de maltrato. Solo mi
conocimiento de que de todos los que habían estado ahí, el dolor de Benjy era el que
mayor placer le daría a Daxton.

—Estás acusado de traición, conspiración para cometer traición y crímenes de


guerra que son muy numerosos para nombrarlos —dijo Daxton mientras Benjy volteaba
a ver la pantalla que mostraba nuestras caras—. ¿Cómo te declaras?

—Culpable. —Benjy ni siquiera se inmutó mientras la gente lo abucheaba, en


lugar de eso mantuvo su concentración fija en nosotros. Yo le devolví la mirada. No
podía ver esto, cualquier cosa que Daxton le fuera a hacer a Benjy sería un millón de
veces peor por lo que él significaba para mí, lo que había significado para mí, según lo
que Daxton creía. Pero tampoco podía apartar la mirada. No podía dejar que Daxton
me robara el último vistazo que tendría de Benjy.

—Eso hace las cosas mucho más fáciles ¿no? —dijo Daxton, y a pesar de que me
negaba a mirarlo, podía escuchar la sonrisa en su cara—. Por tanto, Benjamín Doe, estás
sentenciado a muerte.

Por un breve momento me permití cerrar los ojos. Todas las cosas que Benjy y
yo sobrevivimos juntos, todas las veces que nos perdimos el uno al otro, solo para
encontrarnos nuevamente, hasta aquí llegaba, este era el fin, y nunca podría decir adiós.
Nos peleamos la última vez que estuvimos juntos, los dos dijimos cosas que no
sentíamos, y por alguna extraña razón los dos por un momento creímos que podíamos
vivir sin el otro, ahora él no podría saber cuánto lo sentía, ni cuánto lo necesitaba. Ahora
no podría decirle en realidad cuánto realmente lo amaba.

Mis dedos se retorcieron hacia Daxton, pero Greyson inmediatamente tomó mi


mano y la apretó. Tuve que morderme la lengua para no decir nada que fuera el pretexto
que Daxton esperaba para ejecutarnos a Greyson y a mí. Pero en realidad quería hacerlo,
más que nada en ese momento, quería destruir su mundo justo como él estaba a punto
de destruir el mío.

Podría hacerlo, lo habría hecho, y al diablo las consecuencias. Él podría


matarme, podría desmembrarme trozo a trozo, podría abrirme y hacer mis entrañas
danzar mientras me forzaba a verlo. No me importaba.

Pero ya estaba a punto de perder a Benjy, que estaba sobre una plataforma a miles
de kilómetros fuera de mi alcance. No había nada que pudiera hacer para salvar su vida.
Aunque apuñalara a Daxton en las entrañas, no podría detener la ejecución de Benjy
ahora que había sido sentenciado, si lo intentaba solo pondría en riesgo a Greyson, no
podía perderlos a los dos hoy. Sin importar lo que Daxton me hiciera, no podría
sobrevivir a un mundo sin los dos.

Estaba tan impotente como lo había estado en la cima de la Fortaleza, viendo el


misil que iba directo al helicóptero de Lila. Solo que estaba vez comprendía exactamente
lo que estaba a punto de pasar.

El verdugo preparó a Benjy en la misma plataforma en la que Sampson había


muerto minutos antes. Mientras le ataba el lazo alrededor del cuello, él continuaba
mirando a la cámara, y no podía evitar preguntarme si me estaba mirando a mí. La única
vez que él no fue capaz de diferenciarnos a Lila y a mí fue cuando no sabía que era una
posibilidad, pero ahora, quizá…
Quizá Knox le había dicho. Con ese pequeño consuelo en mente, le regresé la
mirada, sin atreverme a sonreír o dar algún indicio de apego a él. Pero no miré hacia
otro lado y tampoco Benjy.

—¿Algunas últimas palabras? —dijo Daxton, y Benjy sonrió, sus ojos llenándose
de lágrimas.

—Encuentra un poco de felicidad. Estarás bien.

Él lo sabía, y a pesar de que no podía darle ninguna indicación de que sabía que
me estaba hablando a mí, respiré profundamente, exhalé lentamente y apreté los labios.
Benjy era todo lo bueno que había en mi vida, y sin él en ella, dudaba mucho que pudiera
existir la felicidad.

Pero lo intentaría.

Benjy continuó manteniendo la mirada en mí mientras el verdugo caminaba


hacia el panel de control que haría que se abriera el piso debajo de él. Al igual que la
cuerda de Sampson, la suya era muy corta para quebrarle el cuello, la muerte de Benjy
sería lenta y dolorosa, y lo único que podría esperar es que estuviera preparado, porque
yo de seguro no lo estaba.

—Espera —la voz de Daxton se escuchó justo en el momento que los dedos del
verdugo tocaron el interruptor.

Greyson y yo volteamos a verlo, pero él se enfocó en el ministro Bradley, quien


asintió en apoyo.

—Debido a la nobleza de mi corazón, y por las contribuciones que podrías dar a


este mundo como el VI que fue, me parece, solamente desviado por el mal camino, algo
que en algún momento a todos nos ha sucedido, estoy seguro… En consecuencia,
Benjamín Doe, perdono todos tus crímenes.

Un murmullo de shock se esparció por la multitud. Greyson me miró. Yo no


podía sonreír, pero todo en mi interior se rompió en un millón de esperanzas, cada una
más afilada que la otra. Me cortaron, y si pudiera desangrarme de desesperación, así
habría sido.

—Quiero hacer de este país uno mejor de lo que ha sido nunca antes, y debo
aprender de los errores de mis antepasados —continuó Daxton, elevando el mentón—.
Desearía poder extender esta mano de amistad y paz a todos aquellos que en algún
momento apoyaron a los rebeldes durante estos momentos difíciles.

El ministro Bradley se aclaró la garganta suavemente e intercambió una mirada


con Daxton. Lo que sea que estuviera pasando aquí, no era completamente idea de
Daxton, pero él fue quien lo anunció y el mundo a mi alrededor comenzó a girar.

—Es por eso, Benjamín Doe, que tú colaborarás conmigo como consejero, y tus
principios y mente brillante ayudarán a crear el camino de paz entre nuestros dos bandos
en guerra. No busco nada más que ayudar a esta gran nación, y para lograr verdadera
grandeza debemos olvidar viejas heridas y permitirnos sanar.

Mis piernas temblaron, pero debía permanecer de pie, no sabía por qué Daxton
había elegido a Benjy, pero en este momento no me importaba, todo lo que importaba
era que Benjy estaba vivo. Daxton terminó la transmisión, y tan pronto como la pantalla
se quedó en negro, él aplaudió.

—Bueno, eso fue entretenido ¿o no?

—Por supuesto —dijo el ministro Bradley desde la orilla del salón y se acercó a
nosotros—. Hizo un maravilloso trabajo, Excelencia, mostró verdadera misericordia a
aquellos que más la necesitaban.

—¿Por qué él? —la pregunta vino de Greyson, no de mi—. Pudiste haber
perdonado a cualquiera.

—Pero no cualquiera es el amado de la perra que intentó matarme —dijo Daxton


prácticamente pavoneándose—. ¿Qué mejor manera de vengarme que mantener a su
novio vivo y hacerlo trabajar para mí por el resto de su miserable vida? Ahora si me
disculpan, me tengo que preparar para nuestro regreso a D.C. Les recomiendo que
ustedes hagan lo mismo.

Con una exagerada reverencia, Daxton marchó hacia su oficina con Bradley
detrás de él, dejándonos a Greyson y a mí solos con el equipo de filmación. No me atreví
a decir nada mientras regresábamos al elevador y aún mientras subíamos no hablé. Fue
solo cuando entramos a nuestra habitación que me deje caer en el sillón y hundí la cara
en las manos.

—No sé si estar feliz porque él está vivo o… —o ahogándome de dolor por los
otros que habían muerto. Benjy podía ser el que más significaba para mí, pero todos esos
hombres y mujeres también tenían familias y seres queridos. Se sentía mal estar feliz, se
sentía mal sentir algo más que tristeza por las vidas que se perdieron en esta guerra.

—Puedes estar feliz porque Benjy está con vida y al mismo tiempo sufrir por las
muertes de los Blackcoat —dijo Greyson, sentándose junto a mí—. Esto es bueno, y no
solo por las razones obvias, sino porque Daxton no tiene idea de quién eres, si lo supiera,
no habría desaprovechado la oportunidad de matar a Benjy frente a ti.

Quizá algún día sería capaz de usar eso en su contra. Quizá un día, tan pronto
como bajara la guardia mientras seguía creyendo que era Lila, quien fingió su propia
muerte en lugar de tratar de causar la de él; yo lograría acercarme lo suficientemente
para matarlo de verdad. Por ahora, miré mis uñas recién pintadas, con la alegría y
devastación girando a mi alrededor, lentamente volviéndose una misma.

—¿Crees que valió la pena?

—¿La rebelión? —dijo Greyson y yo asentí.

—Terminamos haciendo todo lo opuesto a lo que queríamos, le dimos a Daxton


poder ilimitado en lugar de regresárselo al pueblo y ahora ni siquiera podemos
acercarnos lo suficiente para asegurarnos que el poder esté en buenas manos.

—Pelear por lo que crees siempre vale la pena —dijo él suavemente—. Solo hace
falta una voz para darles oportunidad a otros de ver las posibilidades, y eso es lo que
hizo Lila, eso es lo que hiciste tú también. Los Blackcoat pelearon por los derechos
humanos básicos. Nada vale más la pena que eso. Algunas veces… —Colocó su mano
sobre la mía—. Algunas veces la respuesta es no, pero eso no significa que no deberías
preguntar.

—¿Aun cuando el costo sean innumerables vidas?

—Especialmente en ese caso. —Tomó un profundo respiro y exhaló—. El pueblo


aún ama a Lila, y mientras Lila siga viva, ellos siempre tendrán esperanza, puede que
nos lleve un largo tiempo, pero esto todavía no se acaba, así tengamos que esperar que
Daxton muera de anciano, veremos la revolución en esta vida.

Recargué mi cabeza en su hombro y él me rodeó con el brazo. Todavía no sabía


qué es lo que iba a suceder o cómo debería sentirme con todo lo que pasó, pero lo que sí
sabía es que él estaba aquí para mí en la misma manera en que yo estaría siempre para
él, y eso valía mucho más de lo que las palabras podían expresar.

—¿Y qué se supone que haremos hasta entonces? —le pregunté.

—Lo mismo que hemos hecho siempre. —Él recargó su cabeza en la mía—.
Mantener la esperanza.
XI

Traducido por Shiiro

l día siguiente, Daxton, Greyson y yo embarcamos en un vuelo a D.C. Ahora


que la guerra había terminado, Daxton ya no necesitaba la protección de la
Fortaleza, pero aun así, se recluyó en el cuarto posterior del jet, sin querer estar
cerca de nosotros. No le culpaba, en realidad. Debía saber que en el mismo instante que
se quedara a solas con uno de nosotros, sin ningún guardia armado apuntándonos,
perdería la vida.

Juntos, Greyson y yo jugábamos a las cartas en la mesa que había compartido


con Knox tan solo unos meses antes. No podíamos hablar de nada sospechoso, no con
los guardias respirándonos en la nuca, pero hablamos en voz baja de las cosas que
queríamos hacer cuando volviéramos a D.C. Greyson quería volver a sus inventos. Yo
quería enterrarme en trabajo que me llenase: caridad, fundaciones para las familias de
los soldados de ambos bandos, trabajar para mejorar la educación que los niños de los
barrios menos deseables recibían. Pequeñas cosas que estaban dentro de mis
posibilidades. Cosas que, a la larga, podían marcar la diferencia.

Quizá Daxton hubiera ganado la guerra, pero no podía arrebatarme la esperanza


por completo.

Al menos eso era lo que pensaba, hasta que empezamos a descender. Mientras
nos aproximábamos al suelo, levanté la persiana de la ventana, esperando ver
Washington D.C., extendiéndose bajo nosotros. Pero todo lo que vi fueron los restos
carbonizados de lo que solía ser una civilización.

—¿Qué...? —preguntó Greyson, acercándose para ver mejor, pero yo me volví a


hundir en mi asiento, tragando bocanadas de aire. Claro que nos traía aquí. Claro que
se aseguraba de restregarnos por la cara todo lo que era capaz de hacer.

—Es Otro-Sitio —logré decir, temblando—. O lo que queda de él

La destrucción no tenía fin. Kilómetros y kilómetros de nada más que muerte y


ruinas ennegrecidas. El jet aterrizó en lo que una vez fue la calle principal de la Sección
X, y no podía soportar pensar sobre lo que las ruedas giraban.

—Pónganse esto —dijo un guardia, y nos tendió máscaras para cubrirnos la nariz
y la boca. Me ajusté la mía, deseando no venirme abajo.

No quedaba nada. Todo había sido quemado hasta quedar irreconocible. Y todo
había sucedido demasiado rápido para que nadie pudiera escapar, pero nadie podría
haber sobrevivido lo suficiente para sufrir.

Mientras Daxton salía de la habitación, el guardia nos condujo a Greyson y a mí


fuera del avión, al suelo cubierto de cenizas. Algo crujió bajo la suela de mi bota, e
intenté no imaginarme qué podría haber sido.

—Ah, la Sección X —dijo Daxton mientras bajaba por la escalerilla, con dos
guardias armados a su lado—. Qué gran placer es volver a un lugar tan familiar.

Yo sabía exactamente dónde estaba: en el sitio en el que la fábrica solía estar.


Todo lo que quedaba ahora era una masa retorcida de metal fundido. Y era, de hecho,
la sección que Víctor Mercer había dirigido con su hermano, Jonathan. Había vivido ahí
mucho más tiempo que yo, y si yo podía imaginar cómo había sido la calle, él también
podría, sin duda.

—¿Vamos? —dijo Daxton, y no era una pregunta. Se movió hacia la colina que
teníamos cerca, donde la mansión Mercer se había alzado. Ahora no quedaba nada más
que piedra quemada.

Greyson y yo lo seguimos por lo que antaño fuera el camino empinado. La puerta


se había derretido, y una parte de mí esperaba que fuera imposible decir dónde,
exactamente, había estado la mansión. No creía que fuera a ser capaz de ver el punto
exacto donde Knox había muerto.
Donde podría haber muerto, me dije con firmeza. Aún había esperanza. Siempre
había esperanza, y no estaba segura de qué era peor, si el dolor de la pérdida o el dolor
de no llegar a saberlo nunca. Aun así, me aferré a la posibilidad de que, de alguna forma,
Knox había desafiado a lo imposible y escapado de Otro-Sitio a tiempo. Rivers conocía
los túneles, después de todo, así que quizá los habían usado. Pero eso solo me trajo la
horrible imagen de miles de cuerpos incinerados por debajo de nuestros pies, donde
nadie los encontraría jamás. Contuve una oleada de náuseas y me clavé las uñas en las
palmas de las manos, obligándome a apartar esa imagen. Tenía que haber una forma.

Mientras nos acercábamos, Daxton dejó escapar un sonidito complacido y apretó


el paso, deteniéndose en un punto específico.

—Miren esto. Por supuesto que sobreviviría, ¿cómo podría no hacerlo?

Con los nervios a flor de piel, me acerqué a él hasta que el guardia levantó la
mano, indicando que ya estaba lo suficientemente cerca. Miré a mí alrededor. Daxton
estaba de pie justo sobre una H grabada en el suelo de mármol. El vestíbulo de la
mansión Mercer. Lo que quería decir... Miré a la derecha, donde había estado la oficina
de Knox. No quedaba nada, excepto más polvo y cenizas. Me giré en silencio, y bajé
por la colina. Me esperaba que Daxton me llamase, insistiese en que me quedase y
presenciara estos horrores, pero no habría vuelto. Podía hacerme lo que quisiera. Ya no
me importaba.

Oí pisadas siguiéndome, crujiendo contra el suelo, pero, para mi gran alivio, no


era Daxton o un guardia. En su lugar, Greyson me alcanzó y tomó por el brazo.

—¿Estás bien?

—¿Cómo puedes...? —Tomé aire y contuve la respiración hasta que cruzamos la


puerta derretida, donde estallé—. No puedo hacer esto. No puedo jugar a este estúpido
juego solo para que él esté feliz. Es un monstruo. Sabe perfectamente lo que está haciendo,
y lo está disfrutando. ¿Tienes idea de cuánta gente murió tan solo en esta sección?

Greyson sacudió la cabeza, apretando más mi brazo.


—Tienes que fingir que no te afecta —susurró—. Solo unas horas más. Por favor.

—Necesito salir de aquí.

Pasé por el lugar en el que Jonathan Mercer había ejecutado a Scotia, quien había
sido líder de los rebeldes en la prisión, antes de morir justo antes de la batalla de Otro-
Sitio. Todo eran recuerdos. Todo era un constante recordatorio de mi fallo. Y no podía
seguir con esto.

Daxton debía haber obtenido lo que quería de mí, porque los guardias no nos
detuvieron mientras abordábamos. Me pasé los siguientes veinte minutos limpiando las
cenizas de nuestros zapatos, y para cuando Daxton volvió al fin, satisfecho y sonriente,
algo dentro de mí se había roto.

Quizá Lila había tenido suerte después de todo. Nunca tendría que caminar sobre
las cenizas de la gente que le había importado. No tendría que aguantar los juegos
sádicos de Daxton. No tendría que mirar por encima del hombro a cada paso,
preguntándose cuándo iba a caer el hacha. No era de extrañar que hubiera estado
deseando tomar el riesgo de entrar en el helicóptero y poner su destino en manos de
Daxton. Para ella, la muerte era libertad. Y un perdón de la vida que tendría que haber
tenido que vivir si hubiera sobrevivido.

—Ahora que Otro-Sitio ya no existe, ¿qué harás con los ciudadanos que cometen
crímenes? —dije a Daxton mientras pasaba a nuestro lado. Era un desafío, una forma
de señalar uno de los muchos fallos en el camino de Daxton hacia el control absoluto
del país. Pero él se detuvo a medio camino de sus aposentos privados en la cola del
avión, y me miró como si acabase de contar un chiste buenísimo.

—Recibirán lo que merecen, por supuesto.

Se me formó un nudo en la garganta.

—Los ejecutarás. Incluso a la gente que no hace nada más que mirar mal a un
escudero.

Él se encogió de hombros.
—Las leyes deben ser endurecidas. Quizá los Blackcoat deberían haber pensado
en las consecuencias de sus acciones antes de tomar Otro-Sitio.

Se me quedó frío el cuerpo entero, y antes de poder detenerme, gruñí: —Ojalá


ardas en el infierno.

Él me guiñó un ojo antes de girar sobre sus talones.

—No me hace ninguna falta. Tus amigos están haciéndolo fenomenal por mí.

Greyson me cogió por los hombros antes de que saltara de mi asiento y le sacara
los ojos a Daxton. Solo cuando estuvo a salvo en la parte de atrás del avión me soltó. Se
sentó a mi lado y me tomó de la mano, estrechándola entre las suyas.

—Sabes que eso es lo que quiere de ti.

—Me da igual. —Las lágrimas se me agolparon en los ojos, y mi respiración se


convirtió en gemidos ruidosos. Me sentía como si tuviera una piedra contra el pecho, y
ni siquiera Greyson, con su mirada serena y tacto cálido, ayudó a calmarme—. Toda
esa gente le da igual. Sus vidas no le importan mientras siga estando en el poder.

—Sus vidas nunca serán nada para él —dijo Greyson con gentileza—. Eso no
significa que no valieran nada.

—Mientras domine el país, es exactamente lo que significa. —Me restregué las


mejillas con el dorso de la mano—. Cuando volvamos a D.C., tenemos que encontrar la
forma de quedarnos a solas con él.

—Lo haremos —dijo con suavidad, y aunque se mantenía aparentemente


calmado mucho mejor que yo, su voz se quebró, revelando más cosas que las que las
palabras podrían expresar. Habría sido mucho más fácil para él pasarse al bando de
Daxton: ser su aliado, su mascota, su heredero. Habría estado a salvo. Mucho más feliz,
probablemente. Y habría tenido mucha más libertad, sin comparación, a la que teníamos
ahora.

Pero había seguido adelante con nuestras metas: encontrar una manera de acabar
con ese monstruo, y terminar la guerra que los Blackcoat habían empezado. Estaba de
mi parte, de parte de Lila, aunque Lila ya no estaba aquí. Estábamos juntos en esto.

No recordaba mucho del resto del vuelo a D.C. Greyson se quedó a mi lado en
el sofá, pero ninguno de los dos dijo nada. Las horas pasaron como minutos y los
minutos como horas, y cuando por fin aterrizamos, lo único que quería hacer era
acurrucarme en la cama y no levantarme jamás.

Mientras nuestro chófer conducía por las calles de D.C., una parte de mí se dio
cuenta de que esperaba regresar a Somerset, donde había pasado mis meses como Lila.
Pero ya no estaba ahí, tampoco, y miré a Greyson.

—¿Adónde vamos?

Él levantó la mirada de lo que estaba garabateando en una libreta.

—¿Qué? Oh. Daxton dijo algo sobre reclamar la mansión del ministro Creed.
Que ahora pertenece al estado, y que, como no tenemos ningún otro sitio en el que
quedarnos... —Greyson frunció el ceño.

Apoyé la cabeza contra la ventana, observando cómo los edificios y la gente se


deslizaban a nuestro alrededor. La mansión Creed. Pues claro.

Porque todavía no me había torturado lo suficiente.

El coche de Daxton estaba ya aparcado y vacío cuando entramos en la amplia


rotonda. El hogar de Knox era una mansión de ladrillo, y aunque la propiedad era tan
húmeda y gris como el resto de D.C., tenía un ambiente cálido y acogedor que me
molestó. No sabía qué esperar del lugar en el que Knox había crecido, y donde se había
convertido poco a poco en un rebelde, pero sí que no era este.

El interior era acogedor. Nada comparado con la fría y elegante crudeza de la


mansión Somerset y la mansión Mercer, que técnicamente también habían pertenecido
a la familia Hart. Los suelos eran de madera, cortinas brillantes enmarcaban ventanas
amplias, y las obras de arte colgadas en las paredes no estaban ahí para intimidar, sino
para complementar. Era un hogar bonito, pero tenía la sensación de estar caminando
con un fantasma a mi lado.

Greyson me siguió con los brazos cruzados, y aspecto de estar tan incómodo
como yo.

—He estado aquí unas cuantas veces. Sé dónde están los cuartos de invitados.

No me interesaban los cuartos de invitados. No todavía.

—¿Puedes enseñarme su habitación? —dije, y Greyson asintió. Juntos, subimos


las escaleras sinuosas hasta la amplia planta de arriba, donde me condujo por un
laberinto de pasillos hasta que nos detuvimos en una puerta hacia el final del ala.

—Estaré del otro lado del pasillo —dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia
otra puerta—. Si no quieres dormir en la habitación de Knox, puedes dormir aquí
también. Hay dos camas.

Habría dormido en el suelo si significara despertarme y tener la inmediata


seguridad de que Greyson estaba bien.

—De acuerdo. Estaré ahí pronto.

Me dedicó una sonrisa triste y se deslizó dentro, dejándome sola para


enfrentarme a la habitación de Knox y las preguntas y recuerdos que, sin duda, vendrían
con ella. Respiré hondo, y giré con lentitud el pomo de la puerta.

El olor almizclado de Knox me golpeó con fuerza, y me quedé de pie en la puerta,


luchando por tomar aire y apretando con tanta fuerza el pomo que podía sentir que la
cerradura dejaba una impresión en mi piel.

Su habitación, más bien suite, estaba decorada de forma muy parecida a la de


Somerset; en tonos dorados y azules, con un sofá de cuero, un escritorio y una pared
entera llena de libros que parecían usados y leídos, y no solo puestos ahí de exhibición.
Aunque sabía que era una invasión de su privacidad, me metí en su dormitorio tan
pronto como pude moverme. Me senté en su enorme cama y cogí una de las almohadas,
apretándola contra mi pecho.
Nunca me había imaginado dónde había vivido cuando no estaba en Somerset.
Estaba allí tan a menudo que casi había olvidado que era un invitado, más que un
residente fijo, y me estrujé el cerebro, tratando de pensar en algún periodo de tiempo en
el que hubiera estado fuera durante más de un día. Probablemente no había ido allí,
razoné, o al menos no a pasar la noche. Dada la forma en la que Knox hablaba de su
familia, no creía que este hubiera sido un sitio feliz y acogedor para él. Era difícil
imaginarse Somerset como un refugio para nadie, pero quizá era exactamente lo que
había sido para Knox.

—Tu almohada huele como tú. —Las palabras surgieron antes de que pudiera
detenerlas, y se me calentó la cara, pero no había nadie y en realidad ninguna razón para
tener vergüenza.

En la Fortaleza, durante los pocos instantes en los que Greyson me había dejado
sola, me había encontrado hablando a Knox de cuando en cuando, esperando que
pudiera oírme. Aquí, rodeada de sus cosas, lo sentía tan natural como respirar.

—No habría sido tan malo, ¿no? —Paseé la mirada por el dormitorio. Una
cómoda de caoba se extendía por una pared, junto con un armario a juego, y una puerta
daba paso a lo que supuse que sería un baño. O un vestidor.

—Sé que no era el plan, que probablemente nunca pretendiste que nos casáramos
de verdad, con lo falso que habría sido. Pero una vez que hubiéramos dejado de intentar
matarnos mientras dormíamos, no habría sido tan malo.

Enterré la nariz en la almohada otra vez y cerré los ojos. Su olor vino
acompañado de recuerdos, y me dejé dominar por ellos durante mucho más tiempo del
que debería. Tras perder a la gente que más amaba —Tabs, Nina, Benjy—, no entendía
por qué la muerte de Knox me había afectado tanto. Pero durante los últimos meses,
aun con nuestras diferencias, nos habíamos vuelto inseparables. Había estado ahí para
mí, me había guiado, protegido a su manera, me había salvado de abandonarlo todo en
más de una ocasión. Se había convertido en mi brújula, y no sabía dónde ir sin él.

Perder a Knox no era simplemente perderlo a él; también era perder la guerra. Si
Knox seguía vivo, aún tendríamos una oportunidad. Pero cuanto más tiempo pasaba sin
noticias de él, menos podía creerlo. Tanto si estaba vivo como si no, no estaba aquí. Se
había ido. Íbamos a la deriva, yo iba a la deriva, y la revolución se había terminado.
Lloraba aquello tanto como lo lloraba a él. O eso me dije, porque ninguna otra cosa
tenía sentido. Nos habíamos tolerado a duras penas durante los pocos meses que
habíamos estado juntos. No tenía derecho a llorarlo así.

Pero recordaba los últimos momentos en Somerset, antes de que me capturasen.


La forma en que me había mirado. La forma en que me había tocado. Todo lo que no
nos habíamos dicho, y todo lo que no habíamos necesitado decirnos. No sabía cómo
habríamos acabado si todo hubiera continuado, si Knox y yo no hubiéramos ido allí ese
día. Si no me hubieran capturado. Si hubiera vuelto a Otro-Sitio aquella tarde y hubiera
hablado con Benjy.

Quizá las cosas hubieran sido diferentes. Quizá entonces no habrían sucedido.
Pero, en el silencio de mi soledad, me permití preguntármelo.

Kitty Doe siempre pertenecería a Benjy. Pero Kitty Hart... No lo sabía. Y ahora
parecía, cada vez más, que jamás lo averiguaría.
XII

Traducido por Gisgirl8

o supe cuánto tiempo me quedé sentada ahí, abrazando la almohada de Knox


y tratando de no volverme loca con la incertidumbre. Las sombras de su
habitación se hicieron más largas y la luz del sol se atenuó. Eventualmente,
una vez que estaba rígida por estar sentada en la misma posición durante tanto tiempo,
consideré levantarme, pero antes de que pudiera convencerme de ello, se abrió la puerta
de la habitación. Me levanté, lista para defender mis razones para estar ahí a Daxton o
a cualquiera de los guardias que él pudo haber enviado para comprobarme. Pero para
mi sorpresa, fue Benjy quien entró. Tan pronto me vio, se detuvo, y las camisas que
sostenía cayeron al suelo.

—Lo siento, yo… —Lila nunca se hubiera disculpado, pero sacudí el


pensamiento de mi mente y me apresuré a ayudarlo a recoger la ropa limpia. Apenas me
había atrevido a pensar en él desde que su ejecución se había interrumpido, nada segura
de cuántas veces más mi corazón podría romperse y aún permanecer completo, pero ahí
estaba, arrodillándose junto a mí, y no sabía qué decir. Repentinamente todo lo que
había estado pensado sobre Knox se sintió como una traición, y tragué fuerte mientras
mi cara se sonrojaba. Él me había atrapado en la habitación de Knox, claramente
alterada. Ya no sabía si él tenía el derecho de estar molesto o no, pero no lo culparía si
lo estuviera.

Pero él no parecía molesto, Benjy me miró fijamente, sus ojos azules grandes y
brillantes, y por primera vez en lo que se sentía toda mi vida, no pude leer la mirada en
su rostro. Sin embargo, no estaba molesto, eso al menos era algo. —Esperaba que
estuvieras aquí —dijo, su voz apenas un susurro.
—¿Es por eso que traes ropa limpia a…? —La habitación de un hombre muerto,
pero no pude decir eso, así que en cambio traté de doblar una camisa, mis esfuerzos
fueron desiguales y ridículos como mucho. Benjy gentilmente me la quitó y la dobló con
una precisión perfecta, y me mordí el labio, sin querer saber porque él había sido
entrenado para hacer algo tan ordinario cuando tenía un VI en la nuca.

Tenía un VI en la nunca, recordé. Porque al igual que yo, él también había sido
enviado a Otro-Sitio, lo que significaba que el VI por el cual había trabajado tan
duramente ahora estaba cubierto con una X, todo por culpa mía.

¿Cuánta culpa podía soportar una persona? ¿Con cuántas más cargas podría vivir
hasta que mi mente y mi cuerpo simplemente se rindieran? Cualquiera que fuera ese
límite, estaba segura que pronto alcanzaría el mío, simplemente no podría ser posible
vivir con más de lo que ya había hecho, herir a las personas que me importaban… verlas
asesinadas por algo que hice, y no convertirme en polvo.

Una vez que las camisas estuvieron apiladas ordenadamente otra vez, me levanté
y retrocedí, insegura de qué decir. Él abrió y cerró la boca, sin duda luchando con el
mismo problema.

—Sé que eres tú —dijo finalmente, incluso cuando yo ya lo sabía por lo que había
dicho en la ejecución—. Yo solo… Yo necesito…

—Esperaré —dije suavemente, y con una mirada agradecida, Benjy desapareció


tras la puerta que me había cuestionado solo unos minutos antes. Resultó ser un enorme
armario vestidor, incluso más grande que el que Lila había tenido en Somerset, y
mientras esperaba, prometí que si Knox estaba vivo de alguna manera, nunca dejaría de
recordárselo.

Un minuto después, Benjy volvió a la habitación, cerrando la puerta del armario


detrás de él. Nos quedamos ahí con solo un par de pasos entre nosotros, pero también
podrían haber sido infinitos. No sabía qué decir o qué hacer, lo cual me perturbó más.
Este era Benjy. Él era mi mejor amigo. Nunca debió haber alguna distancia entre
nosotros, para nada, incluso si estábamos a medio mundo de distancia el uno del otro.
Al parecer, él estaba pensando las mismas cosas, porque por fin, sus ojos se
arrugaron con una sonrisa. —Sabes, solo hace unas semanas, ya hubiera conseguido un
abrazo, y me hubieras forzado a prometerte nunca ser casi ejecutado otra vez.

No lo había dicho como una orden, pero con gusto lo tomé de esa manera,
aliviada de no tener que tomar la decisión por mí cuenta. Di un paso adelante y envolví
mis brazos alrededor de él, inhalando su aroma. Era diferente al de Knox… menos
boscoso y almizclado, pero vinculado a los mejores momentos de mi vida. No me había
dado cuenta en ese tiempo que mis recuerdos de la casa hogar y de las navidades, con
un regalo barato y comida con otras cuarenta personas, serían los que extrañaría tanto.

Había pasado toda mi vida hasta la prueba mirando hacia el futuro y a las
posibilidades infinitas que tenía. Había estado tan segura que Benjy y yo lograríamos
nuestro felices para siempre, y ahora… esto era todo. Parada en la habitación de Knox,
abrazando a Benjy y extrañándolos a ambos. El Benjy que yo había pensado que mi
futuro tendría, ya no existía. Tal vez nunca había existido. Todavía seguía siendo el
chico amable, gentil, amoroso que me había ayudado con mi tarea, y me leía, y me
defendía cuando nadie más lo hizo. Él todavía era esas cosas y más, pero en algún
momento de los últimos cinco meses, desde que había sido enmascarada, algo había
cambiado, y habíamos estado demasiado ocupados tratando de aferrarnos al pasado
para tratar de asegurarnos que ambos fuéramos felices en el futuro.

—Te amo demasiado —susurré roncamente—. Si te hubiera perdido…

—Tú nunca me perderás —dijo, y sus brazos se apretaron a mi alrededor—. Eres


mi familia, Kitty, no importa a quién tengas que interpretar, y yo siempre estaré aquí para
ti.

Deslizó los dedos a través de mi pelo, y yo apreté los ojos, sintiéndome la peor
persona en el mundo. Benjy estuvo a punto de morir, había estado tan segura que jamás
lo volvería a ver otra vez, y aquí estaba yo, sentada en la habitación de Knox,
extrañándolo más a él.
—Mírame —dijo gentilmente, y se retiró lo suficiente para tocar mi mandíbula—
. Lo dije en serio. Estará bien, tú estarás bien y yo también.

Asentí, luchando por encontrar una manera de pasar el nudo en mi garganta. —


Estaremos bien juntos.

Una sonrisa triste cruzó su cara. —No ese tipo de juntos. Ya no.

Me tomó un momento entender completamente lo que estaba diciendo, y lo miré,


mis ojos llenándose de lágrimas otra vez. Una cosa era pensarlo, otra era escucharlo a
él decirlo. Convertía todos mis traicioneros pensamientos en realidad. —Pero…

—Tú siempre serás la parte más importante de mi vida —dijo—. Tú eres mi


constante, y yo seré la tuya por tanto tiempo como tú quieras que sea. Nunca te amaré
menos, y nunca no estaré para ti, y quizá, si las cosas cambian de esa manera otra vez
entre nosotros… —dudó—, sin embargo, no creo que lo hagan. Creo que nosotros nos
hemos aferrado porque es lo familiar, porque es todo lo que hemos conocido, y el cambio
es absolutamente aterrador.

—Eso no quiere decir… eso no quiere decir que fuera malo —susurré, y su
expresión se suavizó.

—Nunca ha sido malo, y nunca lo será. —Me atrajo en otro abrazo, más gentil
esta vez—. Pero es un tipo diferente de amor. Mis momentos favoritos contigo siempre
han sido solamente… estando juntos. Leyendo, hablando, pasando el tiempo juntos. El
resto… no lo necesito para amarte, y después de que nosotros… después de estar
contigo… eso solo lo confirmó. Ese no es nuestro tipo de amor, lo que nosotros tenemos
es más fuerte, más importante, creo que… —Se detuvo, y pude sentir que su cabeza se
giraba para mirar alrededor de la habitación de Knox—. Creo que te sientes de la misma
forma, incluso si no te has dado cuenta todavía.

—No me digas cómo me siento —dije, mi voz quebrándose—. No tienes idea.

—Entonces, dime.
Busqué las palabras que quería decir, pero no las pude encontrar. Él no estaba
equivocado, había amado y continuaría amando a Benjy inquebrantablemente por el
resto de mi vida y más allá, pero nunca tendríamos el futuro que habíamos soñado.
Nunca tendríamos nuestra cabaña en el bosque, alejada del resto del mundo. Había
querido eso demasiado… todavía quería eso, alejarme de esta sociedad envenenada y
sólo ser, sin expectaciones y sin que nadie me juzgara. Pero aunque Benjy siempre había
sido una parte de eso, nunca había sido la pieza más importante, no realmente.

Además, ahora sería Lila hasta el día en que muriera, e incluso si hubiéramos
querido quedarnos juntos, con Daxton respirando sobre nuestros cuellos, sería
imposible. Tan pronto esa excusa apareció en mi cabeza… porque era una excusa, el
alivio se esparció en mi interior, y me odié a mí misma todavía más. No tendría que
necesitar una excusa para sentirme cómoda con la honestidad entre nosotros, pero así
era. Y eso solo lo empeoraba.

—Tú siempre serás mi mejor amigo —murmuré en su hombro—, y si… y si


alguien más se siente amenazado por eso, entonces ellos no lo valen, no importa cuánto
me importen ellos, tú eres mi familia.

Sentí la tensión de su cuerpo desvanecerse y presionó un beso en mi coronilla. —


Vaya que sí.

Nos quedamos ahí, juntos por lo que pareció una eternidad, y eventualmente mi
mirada se fijó en la almohada de Knox. Incluso si hubiera querido discutir con Benjy
sobre eso, él tenía razón, y por muchas más razones de las que ninguno de los dos diría
en voz alta.

Al final Benjy me soltó, y me estudió por un largo tiempo, sus ojos moviéndose
de mí, a mi cabello, a mi boca, y me pregunté que estaría pensando. Tal vez estaba
tratando de memorizar este momento, o tal vez estaba tratando de reconciliar la persona
que era ahora con la persona que ambos habíamos pensado que siempre sería. Al final
me ofreció una pequeña sonrisa. —Vamos… Daxton me espera abajo en un par de
minutos, pero te mostraré tu cuarto.
Dudé. —Pensé que me quedaría con Greyson, es mi hermano —agregué, más
por reflejo para evitar herir los sentimientos de Benjy que por otra cosa.

Él soltó una risita. —Sí, ya lo había deducido, no te preocupes. Puedes dormir


donde quieras, pero enviaron aquí algunas de tus cosas… las cosas de Lila, y pensé que
te gustaría saber dónde están. Ropa, joyas, todo eso.

No me importaban las ropas o las joyas, pero asentí de todas maneras, porque
era una excusa para pasar algunos minutos más con él, y necesitaba confirmación que
de verdad estábamos bien. Que él dijo las cosas que había dicho tan en serio como yo.

Me guio al final del pasillo hasta la próxima suite, exactamente como había sido
en Somerset, también. —Aquí —dijo, abriendo la puerta para mí—. Necesito irme, pero
te veré en la cena.

—Ten cuidado —dije. El pensamiento de él solo en una habitación con Daxton


y esos guardias me hacía hervir la sangre, pero si Daxton hubiera querido matarlo,
hubiera dejado al verdugo hacerlo. Por ahora, Benjy estaba tan seguro como cualquiera
de nosotros podría estar, y tenía que consolarme con eso.

Él se despidió agitando la mano y desapareció por la esquina, dejándome


explorar el cuarto. Estaba decorado con tonos purpuras y plateados, pero no había nada
fuera de lo ordinario que sobresaliera. Nada que pareciera que hubiera pertenecido a
Lila.

Tan pronto como entré en la habitación, me congelé. Puesto en una mesita de


noche, orientado hacia la cama, estaba un marco dorado con un diseño de laberinto. Era
el marco que Greyson me dio la noche que había sido arrestada. No lo había visto desde
la batalla de Otro-Sitio. Sentándome en el borde de la cama, lo recogí y miré la fotografía
expuesta. Greyson y yo, sentados juntos en la biblioteca de Somerset, y parecíamos
relajados… casi felices, a pesar del tumulto de ese momento. Encontré el botón
fácilmente en la parte posterior del marco, y lo apreté lo suficiente por un segundo para
que apareciera la foto oculta… la de Benjy y yo, antes de que hubiera sido enmascarada.
Vernos juntos, más felices de lo que probablemente volveríamos a ser, me causó
arrepentimiento y soledad. Habíamos tomado la decisión correcta hoy, apegarse al
pasado no iba ayudarnos a conseguir atravesar el futuro, y aunque nos necesitaríamos
el uno al otro ahora más que nunca, no era de la misma manera. Pero todavía dolía
muchísimo, y no estaba segura si alguna vez estaría completamente bien.

Sin embargo, mientras miraba mi viejo rostro, inesperadamente cambió de


nuevo… esta vez a una fotografía que nunca antes había visto. Era una foto de Hannah
y yo juntas en la mansión Mercer, hablando durante un momento que ya había olvidado.
Knox debió haber tomado la foto —Jonathan Mercer de seguro que no fue— pero como
fuera que había llegado allí, me alegré que existiera.

Examiné la foto detalladamente, Hannah no se había enterado que yo era su hija


hasta después de que fue tomada, pero Knox se las había apañado para capturar un
momento donde habíamos parecido cómodas juntas, no exactamente madre e hija, pero
probablemente lo más cerca que él había conseguido.

Hannah todavía está por ahí, en algún lugar, escondida donde Daxton nunca
pudiera poner sus asquerosas manos sobre ella, y de repente, más que nada en el mundo,
la quise encontrar. Había perdido suficiente, no iba a perder a mi madre, también… no
cuando acababa de conocerla.

—Ella quería que tuvieras eso —dijo Benjy desde la puerta, y yo me sobresalté,
casi dejándola caer—. Lo siento… Daxton está en una reunión con el ministro Bradley,
me dijo que regresara después.

Y en vez de hacer otra cosa, él había regresado a verme, si tenía alguna duda de
que él estaría bien, ya había desaparecido. —¿La viste?

Él asintió. —Ahí fue donde Knox me envió. Creyó que estaría más a salvo ahí.

—Pero… ellos te atraparon. —Una burbuja de pánico se formó dentro de mí—.


¿Hannah está…?
—Ella está bien —dijo—. Me atraparon cuando me fui con un montón de otros
Blackcoat a una misión. Fue estúpido… nosotros debimos quedarnos en nuestra
posición, pero Otro-Sitio acababa de ser destruido, y nuestras líneas de comunicación se
interrumpieron. —Asintió hacia el marco—. Ella hablaba de ti todo el tiempo, me
formuló un millón de preguntas. Repetí las historias tantas veces que incluso me cansé
de ellas, pero ella nunca se hartó. —Sonrió, pero la sonrisa rápidamente se desvaneció—
. Esto no ha terminado, Kitty. Todavía debe haber Blackcoat ahí afuera.

—Incluso si los hubiera, no hay nada que pudiéramos hacer ahora —dije—.
Daxton está constantemente resguardado. Yo lo mataría…yo lo mataré, pero va a tomar
más tiempo antes de que confié en mí lo suficiente para estar en una habitación a solas
conmigo, si es que alguna vez vuelve a confiar.

—Hay otras maneras de matar a alguien aparte de apuñalarlo en el corazón.

Fruncí el ceño. —¿Veneno?

—Eso podría funcionar, pero él tiene probadores de comida —dijo Benjy con un
encogimiento de hombros—. Además, no es de eso de lo que estoy hablando. Él está
loco, y todo lo que quiere es poder, si exponemos eso…

—Ya lo hemos intentado —interrumpí—, si alguien dice una palabra sobre lo


que en realidad está pasando, él los haría matar en un instante y nadie quiere tomar ese
riesgo.

—Sin embargo, es fácil ahora. ¿No lo ves? Ganar esta guerra, y una vez que él no
esté, el puesto pasaría a Greyson, y luego todo acabaría.

—Ya ha acabado —dije, el dolor familiar llenó mi pecho—. Si pudiera matarlo,


lo haría, en un latido; pero es imposible.

—Nada es imposible, tú eres prueba de eso. —Benjy se detuvo, golpeando los


dedos en su codo—. ¿Qué tal si puedo conseguir un arma?

Lo miré. —No. Lo que sea que has planeado… absolutamente no.


—Vale la pena el tiro.

—Yo… —Parpadeé—, esa es una broma terrible y no. Vamos hacer esto de la
forma correcta, sin tomar oportunidades que pudieran no resultar.

Él me observó por un largo momento. —¿Entonces, estás dentro?

Apreté los dientes. Ese era el plan de todas maneras ¿verdad? Esperar que Daxton
muriera, pero Benjy no se suponía que se involucrara. Y a pesar de que ya no pudiéramos
estar juntos de esa manera nunca más, el instinto por protegerlo todavía prevalecía fuerte
dentro de mí. —Con una condición: me dejas hacerlo. Nada de estúpidos riesgos, nada
de desperdiciar tu segunda oportunidad en esto. Greyson tiene que vivir para tomar el
título, y tú tienes que vivir para ayudarlo. Yo soy la única reemplazable, ¿Está claro?

Su expresión se oscureció. —Tú no eres reemplazable.

—¿Está claro, Benjamín?

Se mordisqueó el labio inferior. —Está bien, pero tenemos que idear un plan.
Uno bueno, sólido, infalible…

—Nada es infalible.

—Lo más cercano a eso que podamos conseguir, entonces.

Asentí. —No tengo intención de dejarme atrapar o de morir.

—Mejor que así sea. —Me dirigió una mirada y miró sobre su hombro—.
Necesito irme, de verdad esta vez. Idearemos un plan y encontraremos la manera,
incluso si somos los únicos Blackcoat que quedan, nos aseguraremos de que no todo
fuera en vano.

La boca se me secó, y todo lo que pude hacer fue asentir. —Sólo tenemos una
oportunidad, lo sabes ¿verdad?
—Una oportunidad es todo lo que necesitamos. —Él me lanzó otra sonrisa, y
con eso, estaba sola de nuevo; pero por primera desde que había visto a Otro-Sitio
desaparecer, ya no me sentía como si estuviera sola.

De alguna manera, de algún modo, encontraríamos una manera de matar a


Daxton, y terminaríamos esto de una vez por todas.
XIII

Traducido por Saimi_v

pesar que nos habíamos mudado a casi medio país de distancia, esa noche en
la cena parecía como si estuviéramos justo donde empezamos. Greyson y yo
entramos al comedor de la mansión Creed, el cual era suficientemente grande
como para que todos los ministros y sus familias cupieran fácilmente, y de nuevo un
sirviente nos escoltó al extremo de la mesa, lejos de donde pudiéramos ser alguna
amenaza. Una parte de mí guardaba una esperanza de que estar de vuelta en D.C. podría
cambiar las cosas; que él no nos mantendría con correa de forma tan obvia. Pero, por
supuesto, Daxton no tenía razón para seguir manteniendo las apariencias, no cuando la
verdad de su identidad estaba expuesta, y nadie tenía el poder para hacer nada al
respecto. Así que ¿y qué si los sirvientes regresaban con sus familias y chismeaban sobre
cómo el primer ministro claramente no confiaba en su hijo y sobrina? Él era intocable.

Sin embargo, esa era exactamente la arrogancia con la que contaba.


Eventualmente él cedería. Eventualmente cometería un error, y cuando lo hiciera,
estaría lista.

No había visto a Benjy desde que nos prometió conseguirnos una pistola, pero
casi de inmediato, él y el ministro Bradley entraron juntos. Ninguno de ellos habló
cuando Benjy se unió a nosotros, pero Daxton aplaudió alegremente.

—¡Bradley! Sí, ven a sentarte aquí conmigo. Tenemos mucho que discutir, y no
queremos aburrir a los niños con los detalles, ¿verdad?

El ministro Bradley elevó el mentón, su bigote retorcido brilló en la luz y con un


pomposo resoplido, nos pasó e hizo su recorrido hacia Daxton. Bien. Ellos se merecían
el uno al otro.
—¿Qué tal les parece nuestra nueva casa? —dijo Daxton mientras los sirvientes
corrían a ubicarle al ministro Bradley un puesto cerca—. Greyson, Lila, ustedes tuvieron
la oportunidad de recorrer la propiedad antes, ¿no?

—Sí, así es —dijo Greyson en una dolorosa voz neutral. Aunque hubiera
disfrutado mucho verlo arremeter contra Daxton, era más seguro de esta manera—. Han
cambiado bastantes cosas.

—¿Ah, sí? No puedo decir que lo haya notado. Lila… —agregó en un tono algo
siniestro, y yo torcí la cabeza hacia arriba para fulminarlo con la mirada—. ¿Han
cambiado muchas cosas desde la última vez que estuviste aquí?

Una prueba, aunque él lo supiera o no. Había estado actuando como Daxton
Hart suficiente tiempo para, sin duda, haber visitado la mansión Creed muchas veces.
Yo no tenía idea si las cosas habían cambiado, o si Greyson solamente lo imaginó. Pero
ya que Daxton parecía tan determinado en fingir que todo estaba perfectamente entre
nosotros, yo estaría determinada a probar que no.

—Ya no tiene alma —grité, sin preocuparme por alguna forma de neutralidad—
. No me sorprende que no puedas verlo, considerando que no tienes alma.

Durante medio segundo, todos en el cuarto se tensaron. Bradley parpadeó y vio


a Daxton, el tenedor de Greyson se detuvo a medio camino de su ensalada, Benjy se
paralizó, y me miró como sin creer que le hubiera dicho eso a Daxton en su cara. Pero
por supuesto, él no había estado con nosotros el mes pasado, así que no tenía idea que
esta era nuestra versión de normalidad.

Yo medio esperaba que Daxton me retirara del cuarto y encontrara alguna


retorcida manera de castigarme más tarde por avergonzarlo frente a sus invitados, sin
embargo, tan solo rio entre dientes. —Oh, sé exactamente lo que significa sin alma,
querida. Lo vimos hoy por la mañana, ¿no? En las cenizas de Otro-Sitio.

Agarré mi tenedor con tanta fuerza que empezó a doblarse. Si tuviera la habilidad
para hacerlo, lo habría arrojado a través de la mesa del comedor y atravesado el ojo de
Daxton. Algo que practicar en mis horas de entrenamiento, medité.
Antes que las cosas se pusieran más feas, el ministro Bradley se aclaró la garganta,
—Sí, hablando de Otro-Sitio, primer ministro. Hay varios reemplazos que me gustaría
hablar con usted, si me disculpa la macabra plática durante la cena…

El par juntó sus cabezas, y sin embargo pude sentir el calor de la mirada de
Daxton de vez en cuando. Lo ignoré a propósito por el resto de la cena. Greyson, Benjy
y yo nos mantuvimos en silencio la mayor parte, solo comentando tópicos neutrales
cuando hablábamos. El clima, la reconstrucción de Somerset, que bien era estar fuera
de la Fortaleza al fin… evitamos cualquier mención de Otro-Sitio, y ninguno dijo una
palabra sobre la casi ejecución de Benjy. De todas formas no podía ser muy familiar con
él, en caso de que accidentalmente le diera una pista a Daxton. Sin importar cuánto
tiempo tomara caminar por esta cuerda floja, tendría que convencer de que yo era Lila
no solo a Daxton, sino también a mí misma. Para cuando esto terminara, no estaba muy
segura de que reconocería esta nueva yo en absoluto.

Era extraño, mirar a Benjy y saber que él ya no era mío, no en la forma que lo
era antes. Me encontré pensando en él cómo mi novio más veces de las que podía contar,
pero lentamente empecé a removerme de esa conexión. Tendría que hacerlo, no
solamente para ser convincente como Lila, sino porque ya no éramos Benjy y Kitty. Tan
solo éramos Benjy y Kitty, separados. Y tendría que acostumbrarme a eso más pronto
que tarde.

Al fin, después que el postre hubiera sido servido, Daxton dijo: –—Espero que
tengan una agradable noche en nuestra casa. Esto es solo temporal, les aseguro. La
construcción de Somerset está a punto de comenzar cualquier día de estos, pero siempre
es mejor estar lo más cómodos posible.

Él guiñó y un escalofrío me recorrió la columna. No quería saber qué consideraba


él cómodo.

Una vez se hubo ido, con el ministro Bradley pisándole los talones; los tres nos
levantamos. —Necesito afinar detalles con el primer ministro —dijo Benjy, pero antes
de irse, titubeó y se acercó a Greyson y a mí—. Estén en el cuarto de Greyson a las diez
en punto.
Antes de que pudiera preguntar qué sucedería entonces, él desapareció
dejándonos a Greyson y a mí intercambiando miradas. No podíamos especular, un
sirviente podría escucharnos, y no podríamos acercarnos a la verdad, de cualquier modo.
Pero subimos por las escaleras, y una vez me cambié la ropa de la cena, me uní a
Greyson en su cuarto.

—¿Qué es eso? —pregunté, haciendo una mueca. Greyson estaba parado junto a
un plano tridimensional resplandeciente, de algo que parecía más un insecto que algo
útil.

En algún momento de aquella tarde, había convertido su saloncito en un


laboratorio improvisado, completado con el equipo que había traído de la Fortaleza; me
di cuenta que era el único equipo que le quedaba después del bombardeo de Somerset.

—Esto es un dispositivo en el que pretendo comenzar a trabajar esta noche. Si


puedo corregir el mecanismo —respondió, con las cejas fruncidas mientras giraba la
imagen, buscando algo.

—Luce como una cucaracha —dije.

—Excelente, eso se supone que debe ser. Un insecto. —Hizo un gesto para que
me uniera a él, y me acerqué a su estación de trabajo—. El equipo de espionaje oculto a
plena vista no es un nuevo concepto, por supuesto. Pero este está diseñado para moverse
exactamente como lo haría un insecto. Al principio quería intentar una mosca común,
pero las alas son muy complejas para crearlas con tan poco equipo.

—Pero la réplica exacta de una cucaracha no es un problema —dije arrastrando


las palabras. Él pestañeó, y yo sacudí la cabeza—. Eres un genio, lo sabes, ¿verdad?

—Sí. —Me hizo un guiño antes de concentrarse en su insecto de nuevo—. Una


vez que programe bien el movimiento de las patas, podré manejarlo para que ande por
la mansión sin ser detectado. Tengo unos cuantos sujetos que capturé en el sótano, para
darme una idea de qué es lo que me falta.
Hizo gestos a un frasco cercano y, a pesar de mi buen juicio, miré el interior. —
¿Ahora tienes cucarachas como mascotas?

—Hay una cantidad sorprendente de ellas en la mansión. Pero no te preocupes…


—añadió rápidamente—. Solamente las encontré en los niveles más bajos.

—Las cucarachas no me molestan. Ya vivimos con una —murmuré, sentándome


en el sofá.

—Una vez tenga a este pequeñito listo y corriendo, tendremos vía libre para
rastrear cada movimiento que Daxton haga sin ser vistos.

—A menos que alguien vea tu insecto e intente aplastarlo —dije y él se encogió


de hombros

—Eso es la belleza de esto. A menos que estén viendo muy cerca, si lo pisan o lo
destruyen de otra manera, está diseñado para semejar una cucaracha muerta.

Me estremecí. —Sigues siendo un genio, pero retorcido.

—Era necesario, no me pasa completamente inadvertido cómo sería vista la


presencia de una cucaracha en los niveles superiores de la mansión.

Se enderezó, y una vez que sus ojos estuvieron en los míos en vez de sobre su
nuevo juguete, su conducta pareció cambiar. Nunca dejaría de asombrarme cuánto
cambiaba en su taller; lo científico y metódico y distraído que se volvía. Estaba
completamente enfocado en sus inventos, y aunque cierta parte de mí estaba celosa de
que él tuviera algo que lo distrajera, la verdad de que estuviera trabajando actualmente
en un insecto me hacía ver claramente que él seguía tan determinado como yo en
reiniciar la rebelión y aniquilar a Daxton permanentemente.

—Debes estar feliz de ver a Benjy de nuevo —dijo y yo asentí.

—Es… complicado. Él no es… ya no estamos juntos. No podemos, no cuando


yo tengo que vivir como Lila completamente.

—Oh. —Su expresión decayó—. Lo siento, eso debe ser duro.


—Él sigue siendo mi mejor amigo. Siempre lo será —dije rápidamente—. Pero
sí. No es divertido. Y estar aquí, donde Knox creció…

Me callé y ninguno de los dos dijo nada. Ambos extrañábamos a Knox. A pesar
de lo duro que era para mí estar aquí sin él, no podría imaginar qué tan difícil era para
Greyson, quien tenía recuerdos reales de este lugar. De Knox aquí, en su casa. Sin duda
se sentía vacía sin él.

—¿Que crees que quiera Benjy? —dijo Greyson al final, y yo jugueteé con un hilo
suelto del sofá.

—Él quiere ayudarnos a matar a Daxton —respondí—. Podemos confiar en él.


Nunca nos traicionaría.

Greyson frunció el ceño, y giró el holograma de nuevo. —Tal vez no a propósito,


pero ahora él va a estar con Daxton todos los días y él escucha.

—Benjy es muy inteligente para eso —dije con seguridad—. Él es un VI. Víctor
Mercer era solo un V, ¿recuerdas?

Una sombra de sonrisa reemplazó su ceño fruncido. —Creí que los rangos eran
injustos y no significaban nada.

—No significan, pero… –—Me detuve y suspiré—. Solo pásalo por alto esta vez,
¿de acuerdo?

—De acuerdo, solo esta vez —se burló—. Solo porque es Daxton.

Lo observé trabajar esa noche mientras ambos esperábamos que dieran las diez
en punto. Era increíble, ver lo que él podía hacer con solo unas pocas herramientas y sus
manos. Pieza por pieza, comenzó a crear ese insecto.

Inclusive si no funcionaba, yo estaba confiada que nosotros tres podríamos idear


algún tipo de plan. Puede que no tuviéramos los recursos y el personal de toda la rebelión
Blackcoat, pero algunas veces todo lo que necesitabas era una pequeña onda para
cambiar el curso del destino. Y todos estábamos determinados a hacer exactamente eso.
Al fin, cerca de las diez, un suave golpe sonó en la puerta. Mientras Greyson
apresuradamente escondía su insecto de la vista; aunque yo le insistí que Benjy no lo
contaría, me levanté y abrí la puerta. Benjy estaba al otro lado, con los labios apretados
ansiosamente, y retrocedí tan pronto vi porqué.

El ministro Bradley espiaba sobre su hombro, con la frente sudada y la respiración


pesada por la larga caminata.

—¿Los puedo ayudar, Benjamín, ministro Bradley? —dije fríamente,


exactamente la forma que Lila se hubiera enfrentado con el mismo par. Podía oír a
Greyson revolviendo para limpiar del cuarto las últimas evidencias de su insecto.

—No te preocupes, él está aquí para ayudar —dijo Benjy, y yo fruncí el ceño.

—¿Ayudar con qué?

—Matar al primer ministro, por supuesto —dijo el ministro Bradley. Yo gruñí


por dentro. De todas las personas en quien confiar, Benjy debería saber que esto era una
trampa.

—No tengo idea de lo que están hablando, pero si dicen eso un poco más alto,
estoy segura que Daxton estaría más que feliz de sacarles la verdad con tortura —dije,
comenzando a cerrar la puerta. Benjy colocó su pie en el camino, deteniendo la puerta
con su bota.

—Lila, piénsalo. Él quiere detenerlo tanto como nosotros —dijo Benjy en un


susurro—. Él vino a mí, no al revés.

Lila, no Kitty. Así que Benjy no confiaba del todo en él. Aunque eso era poco
consuelo frente al resto, y apreté los dientes. —¿Nunca se te ocurrió lo fácil que sería
para Daxton decirle que hiciera exactamente eso?

—Pero él no lo hizo —dijo el ministro Bradley. Escuché a Greyson aproximarse


y detenerse exactamente detrás de mí.
—Pruébelo —dijo Greyson simplemente, y como si esto fuera lo que estuviera
esperando, el ministro Bradley abrió su chaqueta y mostró una pistola plateada.

—Esto es para ti, mi querida Lila. —Sacándola de la funda, la tomó por el cañón
y me la tendió con la culata hacia mí. Si yo hubiera querido, fácilmente hubiera podido
jalar del gatillo—. Pensé que esto podría ser útil.

Me quede mirando el arma en mi mano, con la mente dando vueltas. Esto tenía
que ser una trampa. No había razón para que un hombre ambicioso, egoísta, cerdo
asqueroso como Bradley nos ayudara. Si acaso, él tenía todas las razones para
traicionarnos y probar su lealtad a Daxton, asegurando su posición en el nuevo gobierno.

Pero aquí había una oportunidad, una oportunidad real, cálida y pesada en mi
mano. Sin importar los trucos que Daxton podría querer hacernos, nunca nos habría
proporcionado una forma de matarlo.

Mi agarre en la pistola se fortaleció, y apunté directamente a Bradley. —¿Debería


ver si es falsa?

—Oh, no lo es —dijo, agachando la cabeza con tal velocidad que supe que era
genuina. Nunca antes lo había visto moverse tan rápido—. Es muy, muy real, y está
muy, muy cargada. Si no te importa, mi querida Lila…

—El seguro está puesto, de todas formas —dije, bajándola. Para Greyson añadí—
: ¿Qué piensas?

Se encogió de hombros. —No hace daño ver qué tiene que decir.

Con la pistola segura en mi mano, me hice a un lado y finalmente Benjy y el


ministro Bradley entraron. Ninguno de ellos hizo algún movimiento para sentarse en la
sala, y en su lugar formamos un círculo cerca de la puerta. Más gotas de sudor se
formaron en la cabeza de Bradley y él se limpió la cara con un pañuelo. Nadie podía
fingir ese tipo de ansiedad.
—No voy a estar mucho tiempo —comenzó—. Me gustaría ayudar de la manera
que pueda. Hay una gran cantidad de información concerniente a los Blackcoat
restantes, y si quieren que la pase…

—No —dije instantáneamente. Benjy y Greyson me dirigieron miradas de


extrañeza, pero los ignoré—. Eso no nos ayudará aquí. Si está diciendo la verdad,
entonces de todas maneras nosotros no deberíamos saberla.

—Correcto —dijo Greyson, comprendiéndolo deprisa—. Cuanto menos


sepamos, mejor. De esa manera Daxton no puede sacárnoslo.

El ministro Bradley exhaló. —Bien, pero si algo sí se vuelve útil…

—¿Por qué nos está ayudando? —exigí. Él quedó en silencio—. Tiene todo que
perder. Poder, prestigio, privilegios, su puesto de primera como perro faldero de
Daxton…

—No es lo que pueda perder, mi querida Lila, sino lo que puedo ganar. —Bajó
la voz varias notas más, y se acercó. Las paredes eran lo suficientemente gruesas, y
dudaba que alguien intentara oír a través de ellas o de la puerta—. ¿Es tan extraño pensar
que tal vez yo no quiero que nuestro país sea gobernado por un loco?

—No parecía pensar que era un loco cuando le dio todo lo que deseaba —
repliqué.

—Quizá estaba ciego de agradecimiento entonces, sí. Pero ahora no puedo


ignorar lo que pasó en la Fortaleza. No estoy interesado en una dictadura, y aunque
ustedes puedan creer otra cosa, me preocupo por este país. Profundamente.

—¿Qué quiere en recompensa? —preguntó Greyson—. Cuando yo sea primer


ministro, ¿qué precio tendré que pagar por su ayuda ahora?

El ministro Bradley resopló. —Les aseguro que estoy haciendo esto por la bondad
que hay en mi corazón…
—No confiamos en la bondad de su corazón —le espeté—. Confiamos en su
egoísmo.

Resopló de nuevo y se limpió la frente nuevamente. —Muy bien. Permítanme


tener un puesto en su nuevo gobierno. Yo disfruto bastante mi trabajo, y no quiero
perderlo en la revolución. Les prometo que velaré por el mejor interés para las personas,
y seguiré su agenda.

—No quiero una marioneta —dijo Greyson.

—No deseo ser una marioneta —dijo Bradley—. Sin embargo, eso es lo que soy
ahora, con tu padre… o el hombre que clama ser tu padre. —Él levantó una ceja, y
Greyson miró hacia sus pies—. Yo no quiero dejar mi estilo de vida, pero tampoco
quiero perder mi moralidad también, o lo que queda de ella. Sí es posible ser egoísta
mientras cuidas de las personas, mi muchacho. Yo no clamo ser perfecto y me ha
costado mucho llegar tan lejos. Pero espero que con el tiempo ustedes estén dispuestos
a confiar en mí, o al menos confiar en mi deseo de tener un lugar en su nuevo mundo,
cuando lo inevitable llegue. —Señaló la pistola—. Úsenla con sabiduría.

Sin más palabras, salió al pasillo, dejándonos a los tres solos. Avancé a zancadas
y cerré la puerta, y después de encargarme de eso, me giré para encarar a Benjy.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?

—Lo que tenía que hacerse —dijo Benjy y para su crédito no pestañeó—. Yo creo
en él, Lila…

—Kitty —dije—. Greyson lo sabe.

—Bien. —Greyson y él intercambiaron miradas antes que continuara—.


Tenemos la pistola, era lo que queríamos, ¿verdad?

De mala gana asentí, abriendo el cargador para asegurarme que estuviera lleno.
—Esto pueden ser salvas.
Greyson se asomó sobre mi hombro —No lo son, ¿ves la forma en que el metal
se arruga?

—Yo sí —dijo Benjy mientras yo inspeccionaba las balas—. Yo estoy con él todos
los días. Los guardias me revisan, pero puedo encontrar alguna manera…

—No. —Cerré el cargador y aparté la pistola—. No tomarás ese riesgo.

Él frunció el ceño. —Kitty…

—Si tú lo haces, solo serías un rebelde y él moriría como un mártir —dije—. Si


Greyson lo hace, la gente especulará que él solo quería el poder de su padre. Pero si lo
hace Lila; si la amada portavoz de los Blackcoat lo hace, la gente la apoyará.

Greyson se mordió el labio. —Tendrá que ser en público, en cámara, si podemos


conseguirlo.

—Ese es el único momento que se nos permite estar cerca de él, de todas maneras
—dije—. Tú me darás el indulto, ¿verdad?

Eso le sacó una pequeña sonrisa. —Creo que puedo conseguirlo.

—Bien, y Benjy… —Lo miré—. Gracias.

Benjy cruzó los brazos y la punta de sus orejas se pusieron rojas. —No quiero que
tú lo hagas.

—No importa. Debe hacerse. Todo funcionará… nos aseguraremos que así sea.
—Le toqué el codo. Parte de mí esperaba las chispas que habíamos perdido, pero a pesar
de lo tranquilizador que era tenerlo aquí, planeando y haciendo estrategias con nosotros,
eso era todo lo que era: un consuelo familiar. El voto de confianza que necesitaba para
atravesar esto. Si hubiera un hueco en el plan —un verdadero hueco, y no solamente el
miedo de Benjy de perderme— entonces él nos lo diría.

—De acuerdo —dijo Greyson, viendo entre nosotros—. A la primera


oportunidad que tengamos.
Yo asentí, con el corazón acelerado. Podíamos hacer esto. Realmente podíamos
hacerlo. —A la primera oportunidad que tengamos.

La oportunidad no llegó en semanas.

Con Greyson ocupado esforzándose con su insecto, y con Benjy sirviendo a


Daxton en cada deseo y capricho, yo me quedaba sola gran parte de cada día. Algunas
veces dibujaba mientras Greyson trabajaba; a veces miraba las noticias. Pero la mayoría
de las veces exploraba la mansión Creed.

Había partes a las que no podía acceder; los aposentos de Daxton principalmente,
lo cual ponía un freno en las cosas. Y las ventilas eran muy pequeñas para que cupiera
dentro, para mi frustración. Pero memoricé cada pasillo, cada cuarto, cada armario de
la mansión Creed que pudiera encontrar, hasta que lo conocí tan bien como conocía
Somerset.

Mi conocimiento de la distribución de la mansión se volvería útil cuando


Greyson consiguiera tener listo y en funcionamiento su insecto. No estábamos seguros
de qué esperábamos sacar de eso, pero era reconfortante tener noción de qué era lo que
Daxton estaba haciendo realmente. Y una vez que el insecto estuvo correteando en la
mansión, Greyson y yo pasamos horas en su cuarto, viendo la transmisión y esperando
cualquier cosa que nos dijera qué pasaba.

Nunca lo hizo. Y cuanto más tiempo pasaba, más me desalentaba. Daxton no


nos había dado todavía la oportunidad de matarlo, y aunque yo estaba tentada a hacerlo
por encima de otro filete asado en la cena; sabía que eso solamente podría poner en
peligro a cualquier otra persona dentro del cuarto. Greyson tenía razón: tenía que ser
público. Todo lo que podíamos hacer era esperar.

Una mañana al romper el alba, un guardia irrumpió en nuestra habitación. —


Levántense —ordenó—. El carro sale en una hora.
—¿Nos vamos? —pregunté atontada, sentándome desde la segunda cama en el
cuarto de Greyson—. ¿A dónde?

—A inspeccionar la reconstrucción de Somerset —gruñó el guardia.

Greyson y yo intercambiamos miradas, y mi corazón brincó hasta mi garganta.


Esto podía ser. Esta podría ser la oportunidad que habíamos estado esperando.

Una vez el guardia se hubo ido, nos alistamos, y con cuidado oculté la pistola
dentro del forro de mi abultado abrigo de invierno. Un tiro. Eso era todo lo que
necesitaba, y todo esto terminaría finalmente.

Tomamos dos carros hacia Somerset, con Daxton y el ministro Bradley en el


primero, mientras Greyson, Benjy y yo los seguíamos en el segundo. Revisé para estar
segura que el vidrio de privacidad estuviera arriba, bloqueando nuestra conversación del
chofer. —¿Creen que los guardias intentarán protegerlo? —dije en voz baja mientras
íbamos por una avenida hacia Somerset. La mansión Creed no estaba lejos, pero eso
solo nos dejaba unos minutos para hablar, y yo necesitaba estar preparada para cualquier
cosa que pudiera pasar una vez que apretara el gatillo. Tener a Greyson y Benjy allí no
era ideal, pero con suerte, podría separarme de ellos. Si los guardias tomaban represalias,
quería ser la única que pagara el precio.

—Puede ser —dijo Greyson con gravedad—. Si piensas por un momento que
ellos podrían…

—Me detendría —mentí. Yo sabía que no lo haría, y ellos sabían que no lo haría.
Pero a pesar de lo dispuesta que estaba a morir por esta causa, no podía soportar la idea
de morir hoy; o nunca ver la luz al final del oscuro túnel que se habían vuelto nuestras
vidas, y me decía a mí misma una y otra vez que eso no podía pasar. Yo podría esconder
el arma en mi abrigo. Ellos no podrían decir que era yo hasta que Greyson estuviera a
cargo, y él me daría el indulto. Esto podía funcionar.

Tenía que.
Cuando llegamos a Somerset solo unos pocos minutos después, había una
multitud de espectadores esperando por nosotros en las puertas, contenidos por los
guardias armados. El carro de Daxton disminuyó la velocidad y él bajó un poco la
ventana para sacar una mano y saludar.

Unos pocos miembros de la multitud aplaudieron, pero no se veían terriblemente


entusiasmados. Tal vez el sentimiento público se estaba volviendo en su contra más
rápidamente de lo que pensamos. O tal vez hacía mucho frío afuera para que cualquiera
se sintiera particularmente entusiasmado sobre nada. Con esto en mente, bajé nuestra
ventana.

—¿Qué estás haciendo? —dijo Greyson, tratando de quitar mi mano del botón.
Le lancé una mirada.

—Viendo qué tantos efectos colaterales tendremos que encarar.

Saqué la cabeza por la ventana. Miré a la multitud y saludé y un rugido de


aplausos y silbidos comenzaron. Casi todos en la multitud se iluminaron, y comenzaron
a gritar y a saludarme de vuelta. Mi sonrisa salió genuina. Daxton era el único que sentía
el frío, al parecer.

—Regresa al interior antes que alguien te dispare —me rogó Benjy. Pero solo
regresé a mi asiento una vez la multitud estuvo fuera de la vista. Greyson subió la
ventana inmediatamente.

—Nadie va a dispararme —dije. Después de todo yo era la de la pistola—.


¿Vieron eso?

—Sí —dijo Greyson, frunciendo el ceño—. Eso fue innecesario.

—No, eso fue exactamente lo que ellos querían. Daxton saludó, y no le importó
a nadie. Yo sonreí y saludé, y ellos prácticamente se subieron unos sobre otros para
acercarse.

—Sigue siendo peligroso —dijo Greyson y yo me encogí de hombros.


—Me han disparado antes. Además, valió la pena.

—No veo cómo —dijo él. Pero Benjy habló antes que yo pudiera.

—En la corte de la opinión pública, Lila siempre ganará contra Daxton. Podemos
usar eso. Lo haremos.

Cuando la blanca mansión de Somerset entró en el campo de visión, mi estómago


brincó, y me forcé a respirar tranquilamente. Este era el momento. Este era el momento
que habíamos estado esperando. Toqué el interior de mi chaqueta, el metal frío y
tranquilizador al tacto. Yo podía hacer esto. Yo lo haría. Y para mediodía, todo debería
estar exactamente como debía ser. Solo tenía que presionar el gatillo.

En un golpe de inspiración, aseguré mi guante derecho en mi bolsillo de ese lado,


asegurándome que no se cayera por accidente. De esta manera, lucía como si tuviera
ambas manos en los bolsillos, pero en su lugar, mi mano derecha estaba dentro del
abrigo, cerca de la pistola escondida en el forro. No era el más elegante de los planes,
pero podría darme la oportunidad de disparar a Daxton sin dar la apariencia de apuntar
el arma directamente a él. Esto podría comprarme unos preciosos segundos que podría
necesitar para mantenerme a mí misma con vida.

Cuando salimos del carro, Daxton me miró fríamente desde el otro lado de la
calzada y tardé un momento de pánico en darme cuenta que él no se había dado cuenta
de mi guante vacío. Debía de haber sido testigo de mi intercambio espontaneo. No podía
decidir si sentirme engreída por eso o preocupada por su posible castigo. Pero ¿qué
podría hacer él? Mientras hiciera mi trabajo, él debería estar muerto en cuestión de
minutos y el país sería de nosotros. Si yo sobrevivía tanto tiempo.

Me tragué ese pensamiento y enderecé la espalda antes que el miedo se apoderara


de mí. Muchas personas estaban contando con esa bala como para que yo cambiara de
idea, pero era mucho más difícil encontrar mi coraje ahora, que en mi cuarto bien lejos
de Daxton y sus guardias y las consecuencias de mis actos. Me mordí el interior de la
mejilla. Esta era la versión de mí que Knox había estado ansioso por ver: alguien
pensando en las consecuencias de sus acciones justo antes de tomarlas. Solo ahora, que
la indecisión podía volar todo en pedazos.

Y tal como habíamos esperado, un equipo de filmación había llegado para grabar
nuestra contemplación de lo que quedaba de Somerset. Ellos probablemente pensaban
pasar este clip en las noticias de las seis como una pieza enternecedora de cómo la familia
Hart estaba reconstruyendo después de la guerra; ellos no tenían idea que esto se
convertiría en un tiroteo que con suerte haría historia. Mis palmas comenzaron a sudar.
Yo podía hacer esto. Tenía que hacer esto.

El grupo de construcción había limpiado lo peor del derrumbe de Somerset, y ya


habían construido un andamiaje alrededor de las partes que debían ser reconstruidas,
incluyendo el ala residencial. Ver la destrucción desde afuera me hizo preguntarme
cómo alguien pudo haber sobrevivido a esto.

Cuando todos nos apiñamos en el césped marrón, el capataz con casco de


construcción se unió a nosotros, y él y Daxton se dieron la mano.

—Es un placer, primer ministro —dijo y capté el vistazo de una V en su nuca.

—El placer es todo mío —dijo Daxton con la gracia y carisma de la que yo casi
había olvidado que era capaz—. He escuchado que planean reconstruir el ala residencial
completamente.

—Eso haremos —dijo el capataz y se lanzó a una descripción de las nuevas


comodidades.

Mi corazón palpitó con fuerza y la sangre se me fue a los oídos y el mundo afuera
de mi mente se quedó sin ruido. Un toque de mi dedo. Eso era todo lo que requería.

Bajo la premisa de tener una mejor vista de la mansión, cambié de posición, lo


que me proporcionó un tiro libre. Estaba solo a un par de metros de Daxton, inclusive
sin apuntar, hubiera sido difícil fallar. Los guardias nos rodeaban justo fuera de cámara,
listos para brincar a la primer señal de problemas, pero ninguno de ellos me estaba
viendo a mí. A pesar de la abundancia de precauciones de Daxton, ninguno parecía estar
esperando un trabajo interno.

Al fin encontré mi coraje y moví el arma en la posición correcta. Al borde de mi


visión, pude ver a Greyson mirándome, y nuestros ojos se encontraron, él hizo algo
parecido a una pequeña inclinación de cabeza.

Con la expresión tan impasible como pude, respiré, estabilicé mi mano y jalé el
gatillo.

Pum.

Daxton gritó y colapsó. Un coro de chillidos salieron de la multitud, y varias


personas se agacharon. En el último segundo, recordé agacharme también, y volteé
alrededor fingiendo buscar al tirador, pero no tuve que fingir mi pulso galopante y el
miedo en mis ojos.

En un instante, los guardias se volvieron hacia nosotros, y varios se arrojaron


sobre Daxton protectoramente, pero ya era muy tarde. Él yacía quieto, mientras el resto
de nosotros nos manteníamos cerca del piso.

Todos nosotros… menos el ministro Bradley.

—¿Está él…? —Los ojos de Bradley se ampliaron y en vez de retroceder, se


acercó a la pila de guardias. Incluso tan cerca del piso como estaba, pude ver el rastro
más tenue de una sonrisa en su cara.

Idiota. Idiota.

Pero no había nada que pudiera hacer en el caos del momento sin delatarme yo
también. Volví a colocar la pistola en el forro de mi abrigo, mientras los guardias
restantes corrían a protegernos a nosotros y nos guiaban seguros hacia el carro. Miré por
encima del hombro a Daxton. Él estaba inmóvil en el pasto, y aunque ya podía escuchar
las sirenas en la distancia, era muy tarde.

Lo había hecho. Había jalado el gatillo.


Y ahora había terminado.
XIV

Traducido por Saimi_v

l vehículo regresó a la mansión Creed con Greyson, Benjy y yo en la parte


trasera. Dos guardias vinieron con nosotros, apretujándose a los costados de
Greyson, y no dijeron ni una palabra en el camino. Yo no confiaba en mí misma
para hablar sin descubrir el juego, pero mayormente estaba conmocionada por haber
conseguido hacerlo. Greyson y Benjy se veían igualmente aturdidos, como si ellos
tampoco hubieran estado seguros de que esto pasaría.

Bien. Mejor engañar a los guardias, entonces. Y cuando la verdad saliera a relucir
—cuando yo confesara haber matado a Daxton en memoria de los Blackcoat y por el
bien de la nación— Greyson tendría el poder para indultarme.

Todo iba a estar bien.

Excepto que cuando nos apuraron a entrar en la mansión Creed, una pequeña
sospecha comenzó a crecer en la parte posterior de mi mente. Escuché los auriculares de
nuestros protectores crujir, y uno dio un gruñido en respuesta. Algo no estaba bien… no
que algo pudiera estar bien para los hombres que acababan de fallar en proteger a su
encargo de ser asesinado, pero era algo más que eso. Benjy fue escoltado a la oficina de
Daxton, mientras que un par de guardias se unieron a Greyson y a mí en el piso superior.

—Ustedes permanecerán en cuartos separados —dijo un hombre uraño de


cabello rapado, quien me recordó bastante a Strand, y dio un paso enfrente de mí,
bloqueando mi paso a la suite de Greyson.
—¿Por órdenes de quién? —demandó Greyson, enderezándose e irradiando
confianza. Tal vez la estaba fingiendo, o tal vez el poder le era apropiado, en cualquier
caso, él tenía razón. Ellos deberían estar escuchándolo a él y a nadie más.

—Órdenes del primer ministro —dijo el guardia.

—Greyson es el primer ministro ahora —dije rápidamente, pero él ni siquiera


pestañeó.

—Cuartos separados. Esas son las órdenes.

Yo me quedé viendo a Greyson, mientras la desesperación cruzaba por mi mente;


no porque necesitáramos estar juntos, pero si los guardias todavía estaban siguiendo
órdenes de Daxton, eso significaba una de tres cosas:

Uno: Víctor Mercer no era la única persona enmascarada como Daxton Hart.

Dos: él había planeado esto, y en el caso que muriera, nosotros seríamos


ejecutados.

O la tercera y más temible posibilidad: de algún modo, de alguna manera, Daxton


había sobrevivido a mi bala, y ahora todos estaríamos enfrentando las consecuencias de
mis acciones.

No sabía cuál opción era peor. Al menos si Daxton estaba muerto, otros podrían
dirigir el país a través del ideal de los Blackcoat, sin importar lo que nos pasara a Greyson
y a mí. Pero si él había sido enmascarado de nuevo… si había un suministro infinito de
Daxton Hart sentados por ahí en algún lugar, listos para tomar el lugar del anterior,
entonces nosotros nunca ganaríamos.

—Si usted lo quiere, señorita Hart —dijo un segundo guardia, tomando mi brazo
y guiándome hacia mi habitación al final del pasillo, en la cual no había dormido desde
que llegamos. Enterré los talones y traté de regresar hacia Greyson, pero el agarre del
guardia era increíblemente fuerte.
—¡Greyson! —grité, jalando con tanta fuerza, que estaba segura que mi brazo iba
a estar morado a la mañana siguiente—. Déjeme ir. Me quedo con mi primo.

—No, no es así. —El guardia abrió la puerta y sin mayor ceremonia me lanzó al
interior. Yo tropecé y caí en el piso, pero a él no le importó. Cerró la puerta fuertemente
detrás de mí, y me senté ahí en silencio, con la mente corriendo. Lo que fuera, era claro
que algo había salido increíblemente mal.

Todo lo que podía hacer era esperar.

Lo primero que hice fue esconder el arma.

Traté de abrir la ventana para lanzarla, pero estaba firmemente cerrada, y no


hubiera podido controlar dónde caía, de todas maneras. Era absolutamente posible que
cayera en el área del pasto, e inclusive si lograra conseguir que cayera en los arbustos,
un jardinero la encontraría eventualmente, y no sería difícil decir de dónde provino.

En lugar de eso, ahuequé un grueso libro con el filo de una navaja. Era tosco,
pero funcionó, y regresé el libro a su lugar en los estantes. No era el mejor escondite de
todos, pero era mejor que debajo de mi cama.

Esperé a que Greyson me contactara por el auricular, pero el ruido de estática


nunca llegó. Tal vez se olvidó de él, aunque parecía improbable, y mientras más tiempo
pasaba más inquieta me ponía. Traté todo lo que se me ocurrió para escapar de ese
cuarto y llegar al de Greyson, inclusive si todo lo que conseguía era averiguar que él
estaba bien. Pero había guardias parados ante la puerta de mi cuarto constantemente, y
no tenía duda que lo mismo le pasaba a la suya. Los días fueron pasando y la comida
me la traían en bandejas de plata, pero ni una gran cantidad de elegancia podría disfrazar
el hecho de que era una prisionera de nuevo.
Nadie me respondía sobre el estado de salud de Daxton. Si estaba muerto, si
estaba vivo pero apenas aguantando, si estaba perfectamente bien y jugando otro de sus
juegos sádicos; nadie decía una palabra. Una y otra vez visualicé el tiroteo en mi mente,
tratando de identificar dónde había sido impactado. O si no había sido impactado en
absoluto. No había visto nada de sangre, pero nos habían arrastrado de ahí tan rápido,
que había sido imposible decir con seguridad si había algo en alguna parte o no.

Por fin, después de cinco días de haber tratado de matar a Daxton —o logrado,
todavía no lo sabía—, mi puerta fue abierta bruscamente. Estaba sentada en el sofá con
mi cuaderno de dibujo, esperando que un sirviente me trajera mi almuerzo. En vez de
eso, dos guardias irrumpieron y de inmediato me tomaron de los brazos para ponerme
de pie.

—¿Qué demonios creen que están haciendo? —gruñí, luchando contra ellos, pero
me doblaron los brazos hacia atrás y me esposaron las muñecas. Ninguno me ofreció
una explicación y medio me empujaron, medio me jalaron fuera de la habitación y por
el pasillo. Me volteé justo a tiempo para ver los guardias en la puerta de la habitación de
Greyson, y el nudo en mi estómago se aflojó. Al menos Greyson todavía estaba bien. O
todo lo bien que se podría estar cuando él tampoco había podido dejar el cuarto durante
días.

Los guardias me bajaron por la gran escalera y dentro del ala que, hasta este
momento, había estado totalmente fuera de límites para mí: el ala de la suite principal,
donde Daxton había pasado todo su tiempo escondiéndose de nosotros. Planeando y
tramando, o cualquier cosa que hiciera cada día. Ideando más formas de destruir la vida
de personas inocentes, yo suponía. Él no era bueno para ninguna otra cosa.

El ala era el doble del tamaño de mis aposentos, los de Greyson y los de Knox
juntos, y estaba decorada con las mismas maderas y colores cálidos que el resto de la
casa. Pero mientras más nos adentrábamos en el pasillo, el frío del aire parecía aumentar,
hasta que los guardias abrieron la puerta cerca del final del pasillo.
Era un cuarto sencillo con paredes blancas, pero el hedor de desechos humanos,
sangre y miedo se me atascaron en la garganta, revolviéndome el estómago. —No voy
a entrar allí —dije, casi asfixiada por el aire pútrido.

—Oh, sí. Entrarás —dijo una voz en el interior. Daxton apareció detrás de la
puerta, vestía un delantal negro sobre su traje y sostenía lo que parecía una sierra curva.
La sierra goteaba con sangre fresca—. ¿Sorprendida de verme, Lila?

Miré boquiabierta a Daxton, con la boca seca, y los bordes de mi visión se


pusieron negros. Busqué cualquier señal de que fuera un reemplazo, pero nadie podría
duplicar su frialdad en la voz y el brillo sádico de sus ojos. No lo había conseguido. No
lo había matado.

La falla, vergüenza y el puro auto desprecio me bañó, apretándome en un abrazo


mortal del que ya no había escape. Ya eran dos veces. Había fallado en matar al hombre
conocido como Daxton Hart. Al menos esta vez no fue porque no hubiera tratado.

—Estoy emocionada de que todavía estés vivo —dije con la mandíbula apretada,
con la mente acelerada. ¿De quién era esa sangre? Miré dentro del cuarto, pero la mayor
parte de mi visión estaba bloqueada por Daxton y la puerta. ¿Quién más estaba en la
mansión con…?

Todo el aire dejó mis pulmones, y súbitamente hice todo lo posible para
mantenerme de pie. Había estado tan preocupada por Greyson que me había olvidado
de dedicarle a la seguridad de Benjy un segundo pensamiento.

No. No podía perder el control. No podía olvidar quién se suponía que era. Benjy
no era nada para Lila. Daxton no hubiera tenido razones para lastimarlo por mí. Y si
preguntaba por él… si le daba el más pequeño indicio de que él era mi prioridad…

—¿Dónde está Greyson? —logré forzarme a decir—. ¿Qué hiciste con él?

—Oh, no te preocupes, Greyson está muy a salvo —dijo y dio un paso adentro,
dándome espacio para entrar—. De todas maneras, él no tiene el coraje de jalar el gatillo,
¿verdad? No, no… Una vez revisé las imágenes del incidente, se volvió muy claro quién
había sido el perpetrador.

Mi cabeza zumbaba con miedo y pura adrenalina, y me tambaleé hacia adelante,


apenas atreviéndome a pensarlo. No podía ser Benjy. No podía ser Benjy. No podía ser
Benjy.

Exhalé con fuerza cuando vi el cuerpo tumbado encima de una mesa de metal.
O al menos creía que eso era un cuerpo… faltaba casi toda la piel, revelando los
músculos rojo furioso de debajo; y las manos y brazos estaban colocados en trozos en
envases cercanos, claramente aserrados pedazo por pedazo. La gran panza estaba
rebanada y otro tazón de órganos había sido colocado junto a varios dedos.

Me volteé y vomité en el piso, dejando salir lo que se sintió como todo lo que
había comido en días. Tenía razón. No era Benjy. Aunque el cuerpo estaba casi
irreconocible, el cuerpo era demasiado grande para ser él. Pero sí reconocí el bigote de
manubrio pegado a lo que quedaba de su cara.

El ministro Bradley.

—¿Él está…? —logré decir una vez que ya no tenía nada más que sacar. Por una
vez, esperé que la respuesta fuera sí.

—No, aún no. Lo estará pronto, así que no te preocupes. Para su crédito, me
tomó varios días quebrarlo —dijo Daxton, colocando a un lado la sierra y moviéndose
para admirar su trabajo.

Me di cuenta que había visto evidencia de esto antes, en el sótano de la mansión


Mercer. En ese momento, asumí que era solo Jonathan Mercer. Pero, por supuesto, su
hermano también lo había disfrutado.

—¿Tú crees… crees que el ministro Bradley intentó matarte? —dije, sintiendo
nauseas de nuevo por el olor del vomito mezclado con el resto.

—Oh, no. El público sí, por supuesto, es fácil hacer un montaje de las imágenes
del evento para hacer ver que esa es la verdad, pero yo sé exactamente lo que sucedió.
—Daxton seleccionó un cuchillo particularmente largo de su colección de herramientas,
probando su pulgar en el filo—. Incluso sin la confesión de Bradley, Greyson no tiene el
coraje, y Benjamín lo hubiera hecho en privado, sin duda. O al menos es lo
suficientemente competente para reconocer un chaleco antibalas cuando ve uno.

Pero él no se había dado cuenta. Ninguno de nosotros. Con el fuerte invierno,


con todos los gruesos abrigos que estábamos vistiendo, hubiera sido imposible distinguir
entre un chaleco y un suéter extra. Me maldije a mí misma una y otra vez, por no haber
considerado esa posibilidad. Debí haber apuntado hacia su cabeza.

—Así que piensas que fui yo —dije, demasiado sacudida para fingir la usual
altivez de Lila. Quería creer que, encarada al tipo de tortura que el ministro Bradley
había aguantado durante cinco días, ella tampoco hubiera sido capaz de mantenerla.

—Yo sé que fuiste tú, Lila. Bradley admitió que te había dado un arma. Mis
guardias están buscando en tu cuarto ahora. No tengo duda de que la encontrarán muy
pronto.

Era inútil negar eso. Él sabía que Lila quería matarlo; él sabía que todos nosotros
queríamos matarlo. Y lo admitiera o no, mi frase hubiera sido la misma. —¿Es por eso
que me trajiste aquí? ¿Para ejecutarme?

Daxton se rio mientras trazaba la punta del cuchillo encima del pecho expuesto
de Bradley. Aunque había estado quieto y silencioso hasta ahora, el antiguo ministro
inmediatamente comenzó a temblar y un suave gemido se le escapó. Mi estómago se
contrajo de nuevo, pero ya no había nada más que botar.

—¿Ejecutarte? Mi querida Lila, ¿por qué diantres haría algo tan tonto? No, no.
Tu alianza, fingida o no, es de lejos lo más preciado. Solo quería demostrarte
exactamente lo que le pasaría a Greyson y a cualquier otra persona viva que ames, si
alguna vez intentas hacer algo tan atroz de nuevo.

Enterró la hoja dentro del pecho de Bradley, justo donde el corazón debería estar.
En ese momento, Bradley dejó de gemir y un alivio sombrío me llenó. Cinco días. Le
había tomado cinco días quebrarlo para que me traicionara. Nadie lo podía culpar por
eso, y si Daxton no lo hubiera sacado de su miseria, yo hubiera encontrado una manera
de hacerlo antes de irme del cuarto.

—Tú eres mía, Lila. ¿Lo entiendes?. Tú y Greyson son mis mascotas, para
sentarse y rodar como yo quiera —gruñó él—. Los perros no muerden a sus amos a
menos que quieran la eutanasia. ¿Es eso lo que tú quieres?

—Los perros no morderían si sus amos no abusaran de ellos. —Mi voz tembló,
pero al menos encontré algo de coraje—. La culpa siempre es del dueño.

—Tal vez, pero el amo es el que sostiene la correa, así que al final ¿importa? —
Sacó el cuchillo del cuerpo de Bradley con un repugnante sonido húmedo—. Déjame
advertirte, Lila. No hay escape, y mientras más lo intentes, más difíciles se volverán tus
circunstancias. Puedes retirarte.

No pude salir más rápido de ese cuarto; con las manos esposadas todavía a la
espalda, me tambaleé de regreso hacia la puerta. Los guardias me tomaron por los codos
para estabilizarme y que no me cayera.

—Oh y ¿Lila? —llamó Daxton a través de la puerta. No me volteé—. Espero


verte en la cena esta noche.

Sobre mi cadáver, si tuviera opción, pero no la tenía. Esto era todo. Esta iba a ser
mi vida de ahora en adelante: existir solamente para darle legitimidad a las reglas de
Daxton y para comprarle la simpatía del pueblo. Y si alguna vez decidía matarme, había
un millón de formas de hacerlo sin perder ninguna de esas cosas. Contratar a alguien
más para matarme en frente de la audiencia, por ejemplo, la forma que yo había tratado
de matarlo. Envenenarme hasta que estuviera tan débil que mi corazón se detuviera.
Montar algún tipo de accidente que no pudiera rastrearse hasta él.

Mi vida estaba a su merced, pero bueno, así había sido exactamente desde que
cumplí diecisiete. No había nada nuevo. El lazo alrededor de mi garganta solo se había
apretado más, y ahora Daxton ya no se preocuparía en fingir cortesía. Debería ser
refrescante saber precisamente dónde estábamos parados, sin presunciones entre
nosotros. Pero cuando yo era la que estaba directamente bajo su bota, eso no era gran
consuelo.

Cuando los guardias finalmente me llevaron de regreso a mi cuarto, éste había


sido registrado tan completamente, que nada estaba donde había estado antes.

No me sorprendí ni lo más mínimo al descubrir que encontraron mi libro


agujereado, pero si Daxton iba a matarme por el intento de asesinato, ya lo hubiera
hecho. Él no necesitaba la prueba, y mi castigo era continuar viviendo bajo sus reglas.

Pasé el resto de la tarde limpiando todo, tomándome mi tiempo en regresar los


libros a sus cubiertas y la ropa al armario. Era un trabajo pesado, pero estaba agradecida
de tener algo que hacer. Aun así, sin importar cuantas chucherías recogía y regresaba a
sus lugares originales, no podía sacudirme la imagen del cuerpo mutilado de Bradley, y
no podía dejar de escuchar el sonido de ese solo gemido patético. Podría haber vivido
cien años más y nunca hubiera podido olvidar ese sonido, y nunca podría olvidar esos
pocos minutos que estuve con Daxton en ese cuarto de horrores.

Mi portarretratos estaba, increíblemente, intacto y lo ubiqué de nuevo en la


mesita de noche. Era casi una forma de tortura en y por sí mismo, el tener esos recuerdos
tan al alcance de mis dedos. Pero necesitaba algo para mantenerme cuerda, y si Daxton
iba a negarme todo lo demás, estas pocas fotos eran todo lo que me quedaba.

A la hora de la cena, un golpe sonó en mi puerta. Estaba sentada en el sofá de


nuevo, mirando la pared de estantes de libros. No podía leer realmente ninguno de ellos,
pero pensé en tomar uno, abrirlo y fingir. —Entre —llamé esperando a los guardias.
Para mi sorpresa fue Benjy quien abrió la puerta.

—Ey —dijo, con una pequeña sonrisa, y yo rápidamente me levanté. Sin


embargo, él no entró en el cuarto, y yo también me quedé quieta.

Verlo vivo y bien era como un bálsamo que no sabía que necesitaba, pero ahora
que él estaba parado en frente de mí, sin un rasguño, todo dentro de mí pareció
desinflarse.
—¿Es hora de la cena? —pregunté, y él asintió, apretando los labios.

—El primer ministro me pidió que te escoltara. —Una sombra de incertidumbre


pasó sobre su cara, y yo supe sin duda que algo estaba pasando.

—Muy bien —dije con un resoplido, otra imagen de Bradley pasó por mi mente.
Sin importar cuanto perfume rociara, el hedor de ese cuarto todavía seguía pegado a mi
nariz—. ¿Se nos unirá Greyson?

—No esta noche. —Él debió de haber sentido mi pregunta silenciosa, porque
añadió—: Daxton y yo lo visitamos con regularidad, y él está bien, aburrido, y pregunta
por ti cada vez que lo vemos, pero él está bien.

Aliviada, tomé el brazo de Benjy y dejé que me llevara por el corredor. El hecho
de que ellos no hubieran insistido en llevarme esposada esta vez me sorprendió, pero
dudé que Daxton fuera a dejarme acercarme lo suficiente a él de nuevo para que eso
fuera un problema.

Cuando llegamos, dos sirvientes abrieron las puertas del comedor para nosotros,
y me detuve cuando vi el mantel extendido sobre la mesa. Jamones completos, pollos,
una montaña de fruta colorida, una gran cantidad de vegetales y sopas. Más cantidad de
pan del que yo supiera que existía. Y al final, en los bordes del cuarto, esperando a ser
servidas, había bandejas y más bandejas llenas de postres decadentes.

—¿Qué…? —Nunca antes había visto esa cantidad de opulencia en la comida, ni


siquiera en el flujo interminable de fiestas a las que asistí como Lila antes de la guerra.

—¡Lila! —Daxton aplaudió al otro lado de la habitación, donde examinaba un


cerdo rostizado—. Que encantador es que te hayas unido a nosotros.

—¿Es el cumpleaños de alguien y me perdí la notificación? —pregunté


cautelosamente. Benjy me dejo al extremo de la mesa, mientras él tomo un asiento en
medio, entre Daxton y yo.

—Oh, no, pero sí tenemos un invitado especial. —Hizo un gesto y se abrió la otra
puerta.
Sus muñecas estaban atadas a sus tobillos con grilletes, su ropa estaba sucia, y el
cabello enredado le caía sobre la cara, pero cuando entró en el comedor, levantó la vista
y nuestros ojos se encontraron.

Celia.
XV

Traducido por Shiiro

—¿
amá? —croé. Había pasado mucho tiempo desde que tuve que
fingir que Celia era mi madre, pero ella seguía sin tener ni idea que
yo no era su hija.

Arrugó la cara, y por un segundo, pensé que iba a llorar.

—Lila —dijo, con voz estrangulada—. Estás bien. Te he echado de menos, cielo.

—Yo también te he echado de menos —dije. Quería darle un abrazo y decirle


que todo estaba bien, pero podía sentir los ojos brillantes de Daxton clavados en mí, y
no me permití mostrar ni un ápice de debilidad.

—Las reuniones familiares siempre me hacen tan feliz —dijo él—. Por favor,
siéntense. Este festín no se comerá solo.

Entre los horrores que había presenciado aquella tarde y el ver a Celia en tan
mala forma, no estaba segura de si volvería a tener hambre alguna vez en mi vida, pero
mi insubordinación solo empeoraría las cosas para ella. Obediente, me senté, y dejé que
me sirvieran, llenando mi plato con una amplia variedad de comida, de la cual nada
parecía apetecible. En lugar de comérmela, observé a la mujer que me había ayudado a
personificar a su hija muerta desde el principio. Había sufrido mucho más que ninguno
de nosotros, perdió primero a su marido por la brutalidad de su familia, y luego no solo
perdió a su hija, sino además fue obligada a entrenar a su reemplazo tan solo unos días
después. En medio de todo aquello, había creado un grupo rebelde para luchar contra
su familia, y nunca, ni una sola vez, la había visto dejarse consumir por la pena, a
expensas de todo lo que había que hacer. Ese tipo de fuerza y valor no podía aprenderse.
Era algo innato dentro de ella, algo irremplazable. Ella era la razón por la que yo había
sobrevivido tanto tiempo. Juntos, Knox y ella se habían asegurado de que estuviera sana
y salva, y ahora no había nada que pudiera hacer para devolverles el favor.

—Bueno... —Tenía la voz ronca, y le temblaron las manos al coger un tenedor


con dedos que eran incapaces de doblarse correctamente. Un escalofrío me recorrió
mientras me imaginaba las cosas que debían haberle hecho; pero, aun en sus
condiciones, llevaba puesta una máscara de indiferencia—. ¿Cuánto tiempo piensas
jugar con tu comida antes de sacarme de mi miseria, Víctor?

—Es Daxton. Se pensaría que sabrías reconocer a tu propio hermano —dijo él,
describiendo un arco con el cuchillo.

—Se pensaría —dijo Celia con suavidad. Él resopló.

—Ya he hecho planes para ejecutarte por la mañana. Debería ser un buen
espectáculo.

—Pensé que la guerra había terminado —dije, con tono vacío, apuñalando un
trozo de lechuga—. ¿No provocará descontento otra ejecución?

—Difícilmente —dijo él—. La gente merece un cierre, y Celia es el eslabón


perdido. Cuando su cuerpo haya ardido y no quede nada de ella, entonces, y solo
entonces, podremos tener paz.

Se me revolvió el estómago, y aun con su pose de dura, incluso Celia palideció


con aquello.

—¿Quemarme en la estaca? ¿No es eso un poco medieval?

—Bastante bueno para una bruja, ¿no crees? —dijo él—. ¿O preferirías ser
ahogada y descuartizada?

—Pensé que la familia demostraría piedad —murmuró ella.

—Has hecho dolorosamente patente, querida hermana, en tus múltiples intentos


de matarme, que nunca has tenido ninguna intención de mostrarme piedad —dijo él—.
¿Por qué debería devolverte el favor?

—Porque te haría parecer benévolo delante de todo el país —dije yo, con tanta
fuerza como me atreví—. No quieres que la gente te vea como un sádico, y menos
cuando Celia nunca ha sido señalada como responsable directa de ningún asesinato
concreto.

—Es responsable de toda la maldita rebelión. —Daxton estampó el puño contra


la mesa—. No mostraré piedad cuando no se la merece.

—Entonces harás que quinientos millones de personas simpaticen con ella y te


odien a ti —dije, sin intimidarme por su estallido—. Va a morir de cualquier manera.
No querrás parecer el monstruo que eres en realidad.

El comedor quedó envuelto en un silencio sepulcral. Daxton se quedó sentado en


la cabecera de la mesa, temblando de ira y adoptando un extraño tono morado. Solo
pude esperar que le diera una apoplejía, o mejor aún, un ataque al corazón; en lugar de
eso, a medida que pasaban los segundos, comenzó a calmarse, y su cara recobró un color
más normal.

—Tienes razón, Lila —dijo, demasiado calmado—. Tienes toda la razón. Muy
bien. Una ejecución piadosa. Ahorcada, o fusilada. Te lo dejaré saber por la mañana,
Celia.

Pues claro que lo haría. Eso le daría a ella toda la noche para preocuparse.

—Me gustaría quedarme con ella —dije—. Es mi madre, después de todo. Tengo
derecho a decirle adiós.

—Estaba a punto de sugerir eso mismo —dijo Daxton en un tono peligrosamente


alegre. Fuera lo que fuese lo que había planeado, no podía ser bueno, pero me enfrentaría
a ello cuando sucediera—. Ahora, diviértanse, las dos. Esto es una celebración, después
de todo.

De haber estado en la posición de Celia, no habría sido capaz de probar bocado.


Apenas pude comer nada, pero ella se dio un festín con todo lo que encontró. Plato tras
plato, entremés tras entremés, como si no hubiera comido en un mes y no fuera a volver
a comer jamás.

Y no lo haría, comprendí. Esta era su última comida.

Tras aquello, no volví a tocar mi plato, evitando incluso los postres que nos traían
para probar. Daxton se mostró anormalmente feliz durante el resto de la comida, y
siguió hablando de la ejecución como si fuera una fiesta que todos esperábamos. Celia
se concentró en comer, mientras que Benjy también clavó la vista en su plato, sin tocar
nada. Aunque odiaba saber que él tenía que ver esto también, al menos esta vez yo no
era la única testigo de la depravación de Daxton.

Al final, cuando ni siquiera Celia pudo comer otro bocado más, Daxton se
levantó.

—Asegúrate de que esté cómoda —dijo a Benjy—. Es, después de todo, su última
noche.

—Puede quedarse en mi cuarto —dije, tratando de sonar tan autoritaria como


pude. Daxton ladeó la cabeza, considerándolo.

—Bueno, es un poco más lujoso que el sótano, pero qué demonios, por qué no.
Me siento generoso esta noche. —Hizo una reverencia—. Damas, Benjamín. Disfruten
de la noche.

Tan pronto como se fue, toda la habitación pareció exhalar de alivio. Benjy se
levantó.

—Las acompañaré a las dos al cuarto de Lila —dijo—. Y me aseguraré de que


los guardias le quiten los grilletes, Celia.

—Gracias —dijo ella, y los guardias tomaron posiciones a ambos lados de ella.
Me uní a ellos, y juntos subimos las escaleras y volvimos al cuarto de Lila. Fiel a su
palabra, Benjy pidió a los guardias que le quitaran las cadenas a Celia, y mientras ella
entraba en el cuarto, de repente me di cuenta que tendría que pasar las doce horas
siguientes convenciéndola de que era, de hecho, su hija.
Benjy me tocó el hombro, y yo le miré, más asustada de lo que había estado en
años. Él no dijo nada, pero me mantuvo la mirada durante un segundo y asintió
ligeramente. Podía hacerlo. Él sabía que yo podía hacerlo.

El problema era que no quería hacerlo.

Tan pronto las puertas se cerraron y se echó el candado, encerrándonos a Celia y


a mí para el resto de la noche, ella cruzó la habitación y me abrazó, envolviéndome con
sus brazos preocupantemente delgados con lo que debía de ser toda la fuerza que pudo
reunir. En silencio, devolví el abrazo.

Nos quedamos así durante minutos, horas, no podría decirlo, y no importó. Me


quedaría así el resto de la noche si ella quería. Pero acabó por soltarme y me tocó la cara,
mirándome a los ojos. Los ojos de Lila.

—¿Cuándo...? —Se le cortó la voz, y una lágrima rodó por su mejilla. No se


molestó en enjugársela—. ¿Cuándo ocurrió?

Abrí la boca para preguntar a qué se refería, pero de pronto lo entendí, y las
palabras desaparecieron. Ella lo sabía. Claro que lo sabía.

—A finales de diciembre —susurré—. Fue instantáneo. No sintió dolor, y no lo


vio venir.

Celia respiró hondo, y soltó el aire antes de abrazarme de nuevo.

—Bien. Al menos no sufrió.

—Ni un poco —prometí—. ¿Cómo lo has...?

—Lila es mi hija. La conozco mejor que nadie en el mundo. —Celia jugueteó


con mi pelo—. Tan pronto como supe que también te tenía a ti, comprendí que solo iba
a mantener a una de las dos con vida. He estado observándote. Eres buena. Eres muy,
muy buena, pero no eres ella.

No. No lo era.
—Lo siento.

—No lo hagas. No es culpa tuya, y has hecho un trabajo maravilloso


manteniéndola con vida. Pero, Kitty... —Se detuvo, y me tomó de la mano, llevándome
al sofá, donde nos sentamos la una al lado de la otra. Me envolvió con sus brazos de
nuevo, como si realmente fuera su hija, y me besó la coronilla—. No te pierdas en esto,
¿de acuerdo? Los Blackcoat están caídos, pero no han sido derrotados. La gente no está
contenta, y la revolución estallará tarde o temprano. Cuando lo haga, necesitas estar ahí
para creer en lo imposible. Es la única forma de traer el cambio: cuando alguien se atreve
a pensar de forma diferente y hace lo que tenga que hacer para convertirlo en realidad.
Y no puedes hacer eso si te pierdes en el camino.

—Intentaré no hacerlo —dije, acurrucándome contra ella—. No nos hemos


rendido.

—Claro que no. Eres una Hart. No rendirnos está en nuestros genes. —Podía oír
la sonrisa en su tono, y me permití relajarme. Si ella podía sonreír en un momento como
este, yo también podía—. Siento todo lo que te ha pasado, Kitty. De verdad.

—Yo no. —Tan pronto como lo dije, supe que era cierto—. Knox y tú le dieron
a mi vida un significado y un propósito. No mentiré y diré que ha sido fácil, pero nada
que merezca la pena lo es, ¿verdad?

—Mi marido solía decir eso todo el tiempo —murmuró ella.

—Benjy también. Así es como intentaba que yo hiciera mis deberes cuando
estábamos en el colegio. —Callé—. Lo siento mucho más por todo lo que has tenido
que pasar. Eres la persona más fuerte que he conocido.

Me abrazó aún más fuerte.

—Lo mismo podría decir yo de ti. Saldrás de esta; Greyson y tú lo conseguirán.


Lo único que lamento es que no estaré ahí para ver la cara de Víctor cuando se dé cuenta
de que ha perdido.

Tragué saliva.
—Me aseguraré de que lo pierda todo.

Ella sonrió.

—Buena chica.

Nos quedamos en el sofá el resto de la noche, y ninguna de las dos se molestó en


dormir. Ella me contó la historia de su vida, el crecer como una Hart y darse cuenta
lentamente de lo malo y retorcido que era el mundo en realidad. De cómo había sido el
Daxton real, mi padre, y Jameson, mi hermanastro. Me contó historias sobre los buenos
recuerdos que tenía de su familia, incluso su madre, Augusta, mientras me contaba
también recuerdos de Lila. Ya había oído algunas historias cuando me había enseñado
la vida de su hija en octubre, pero esta vez, me contó cosas personales, el cómo se había
sentido cuando cogió en brazos a Lila por primera vez. Cuando dio sus primeros pasos.
Sus primeras palabras, su primer cumpleaños, y la última vez que la había visto.
Pequeños detalles que no había necesitado saber cuando fingía ser ella, pero que ahora
que Celia sabía que iba a morir, supuse que era catártico recordar. O quizá solo quería
asegurarse que los mejores momentos de su vida no morirían con ella.

—Cuando era joven, siempre pensé que la muerte era lo peor que podía pasarle
a una persona —murmuró mientras el horizonte se teñía de gris. No nos quedaba mucho
tiempo, pero ella no habló más deprisa. Pareció ralentizarse, incluso, con la mirada
pérdida—. Y entonces asesinaron a mi marido, e intentaron matar a mi hija, y me di
cuenta que la muerte no es lo peor. Es solo lo último. Todos los finales son duros, eso es
todo. —Inspiró hondo—. Todos los días rezo para que haya algo más.

—¿Algo más? —pregunté.

—Algo después de esta vida, sea lo que sea. Y por eso no tengo miedo —añadió—
. Porque lo peor que puede ocurrir es la nada. Y aunque es un concepto aterrador, si hay
algo más, quizá ellos estén ahí. Quizá vuelva a ver a mi marido y a mi hija, y eso hace
que merezca la pena arriesgarme. Es algo que anhelar.

Era un triste consuelo, teniendo en cuenta que se enfrentaba a su propia muerte.


Pero mantenerla viva en un mundo donde su familia estaba muerta... era el peor tipo de
crueldad en el que podía pensar. No importaba cómo la matase Daxton, seguiría siendo
una muerte compasiva. Todos moriríamos algún día, y al menos ella no tendría que
seguir viviendo sin su marido y su hija.

Cuando llamaron a la puerta al amanecer, me apretó contra ella una última vez,
lo suficiente para que yo sintiera su pulso.

—Recuerda lo que te he dicho. No te olvides de quién eres, Kitty. No olvides tu


valor. No estás sola en esta lucha, y cuando llegue el momento, no te contengas.

—No lo haré —dije, con la voz quebrada—. Lo prometo.

Me metió el pelo tras las orejas, y rozó con las puntas de los dedos mi pendiente.

—Es bonito —murmuró—. Deberías llevarlo en mi ejecución.

Mi mano voló a mi oreja. ¿Sabía lo que era? Si era así, no dio señal de ello, y en
vez de eso se levantó y alisó la ropa sucia. Dos guardias esperaban en la puerta con los
grilletes, y mientras atravesaba la habitación y se acercaba a ellos, yo la acompañé. Se
me humedecieron los ojos mientras se los ponían de nuevo, aunque su expresión era de
extraña calma. Traté de recordar lo que me había dicho, que la muerte no era el final
para ella; era una oportunidad para reunirse con sus seres queridos. Pero, aun así, se me
formó un nudo en la garganta.

—Estarán ahí —logré decir, abrazándola por última vez—. Estoy segura.

Sus cadenas tintinearon, y me devolvió el abrazo lo mejor que pudo.

—Yo también.

El guardia se aclaró la garganta, y nos soltamos al fin. Nuestros ojos se


encontraron, y me quedé completamente quieta mientras los guardias se la llevaban, con
el cuello girado para no perderme de vista hasta el último momento. No, no a mí. A su
hija. Lila.

Cuando se hubo ido del todo, cerré la puerta e intenté volver al sillón, pero me
fallaron las piernas y caí al suelo, sollozando con más fuerza que nunca. No supe cuánto
tiempo estuve ahí tirada, ahogándome en mis propias lágrimas, pero de repente unos
brazos familiares me envolvieron, y me apoyé en Benjy, aferrándome a él. Él me
sostuvo, sin decir una sola palabra mientras yo lloraba. No había nada que decir.
Ninguna fórmula mágica, ni palabras para mejorarlo. Era lo que era, su fin. El fin de
todas sus posibilidades, y pese a lo que había dicho, el fin de la rebelión de los Blackcoat.

—Daxton quiere que estés presente —susurró Benjy, frotándome la espalda—.


Lo siento.

—No lo sientas —dije, con voz ronca, y me ayudó a levantarme. Sabía que iba a
pasar. El Daxton real había obligado a Lila a presenciar la ejecución de su padre; era
sencillamente imposible que Víctor Mercer me dejase perderme la de Celia.

Me eché agua fría en la cara y me vestí de negro. Daxton podría considerar esto
una celebración, pero nadie me tomaría por una juerguista. Mis ojos seguían hinchados
y rojos, así que encontré unas gafas de sol y me las puse también. Cuando volví, alguien
me había traído el desayuno, y miré el jamón y los huevos como si fueran de plástico.

—Tienes que comer algo —dijo Benjy, que me esperaba sentado en el sofá—. No
comiste nada anoche. Los de la cocina trataron de darte un filete, pero les hice cambiarlo
por jamón.

Sintiéndome más como un robot siguiendo órdenes que como un ser humano,
logré comerme algunos trozos de huevo. No me supieron a nada, aunque no dudaba que
habían sido modificados para ser perfectos.

—Bien. Y un poco de jamón. Solo un mordisco —me animó Benjy, y corté un


trozo, con reticencia. Clavé en él la punta del cuchillo, con la fuerza suficiente como
para que el metal chirriase contra la bandeja, e hice una mueca de dolor. Quizá me
hubieran cambiado el filete por el jamón, pero me habían dejado el cuchillo afilado en
el plato.

—Ya está —dije cuando me lo hube comido—. ¿Contento?

—Sí, gracias —dijo Benjy, y me tendió la mano—. Vamos.


Fui a cogérsela, pero seguía sosteniendo el cuchillo. Un guardia se asomó por la
puerta, y Benjy se giró.

Seguía estando de mi lado, y siempre lo estaría. Pero ese fue el momento que
elegí para deslizar el cuchillo en la manga de mi chaqueta de cuero antes de coger su
mano.

Greyson nos esperaba en el coche, y también vestía de negro. Me ofreció una


sonrisa pequeña y vacilante, y yo me deslicé al interior junto a él, abracé su brazo y
apoyé la cabeza en su hombro. No me atreví a decir nada, no cuando sabía que el
conductor podría estar a la escucha, pero de todos modos no había nada que decir.
Aunque Greyson no había estado presente en la cena, debía saber qué había pasado, y
hablar de ello no lo haría más fácil.

Unos minutos más tarde, llegamos a la entrada de un parque cerca de Somerset,


y aunque apenas estaba amaneciendo, miles de personas habían desafiado ya al aire
helado de la mañana para ver la ejecución. No sabía cuántos estaban ahí para celebrar
el fin de la rebelión y cuántos simplemente querían ver a Celia morir, pero me daba
igual; ya estuvieran por diversión o por curiosidad morbosa, los odiaba a todos.

Había equipos de filmación en primera fila, impidiendo que la mayoría de la


audiencia pudiera ver. Los de seguridad nos abrieron paso hasta el escenario, donde
Daxton nos esperaba. Era el mismo tipo de plataforma que Mercer había usado en Otro-
Sitio para matar a Scotia y sus defensores Blackcoat; el mismo tipo de plataforma en el
que me había parado cuando di mi discurso a todo el país, revelando mi verdadera
identidad y la de Daxton. D.C. no era, en realidad, diferente a Otro-Sitio. Al menos los
Mercer habían sido claros acerca de su brutalidad y las consecuencias de pasarse de la
raya.

Aquí, la gente reunida no tenía ni idea de lo poco que controlaba su vida.

—Buenos días, Lila —canturreó Daxton. Vestía un traje azul y un abrigo rojo
con una bandera estadounidense en la solapa, pero no dijo nada de mi atuendo. No lo
esperaba de él, de todos modos—. Ah, Greyson. Me alegra mucho ver que has venido.
Ni Greyson, ni yo respondimos. Nos mantuvimos ahí parados, juntos, lado a
lado, y esperamos en la mañana fría mientras la luz del sol comenzaba a bañar el parque.
Un coro de gritos comenzó al extremo de la multitud, y me giré para ver a los guardias
abrirse paso de nuevo, esta vez con Celia entre ellos.

Estaba limpia y vestía un mono azul, y caminaba con la cabeza alta, sin hacer
contacto visual con nadie de la multitud. Y aunque gritaban mucho, no oí ningún
abucheo, sino que muchos estiraron las manos, tratando de tocarla a su paso.

Al fin llegó al escenario, y los guardias la escoltaron hasta el centro. Aunque


estaba a unos minutos de morir, tenía los ojos brillantes, y parecía más feliz de lo que yo
podía recordar.

—Celia Hart —llamó Daxton, y su voz retumbó por todo el parque—. Has sido
acusada de traición, no solo contra tu país, sino contra tu familia. Tu madre, tu padre,
tus sobrinos, tu hija. Has cometido actos graves e imperdonables contra todos nosotros,
y ahora te enfrentarás a las consecuencias de tus acciones. ¿Tienes unas últimas palabras?

—Sí. —Su voz también hizo eco, y sonrió—. Jaque mate.

Por un segundo fugaz, la cara de Daxton se contrajo de confusión. La cubrió


rápidamente con una sonrisa que podría parecer benévola ante las cámaras, pero que yo
veía llena de malicia y odio.

—Sí, querida hermana. Jaque mate.

Un guardia le dio una pistola, el mismo modelo que yo había usado para intentar
matarle. Conociendo a Daxton, era probablemente la misma pistola. Lo habría visto
poético, de alguna forma enferma y retorcida.

Una vez hubo comprobado el cargador, apuntó con el cañón a la frente de Celia,
y yo contuve el aliento, con la mirada clavada en mis pies. No podía verlo.

—Oh. Qué maleducado soy —dijo Daxton, y bajó el arma. Le miré, con la
esperanza recorriéndome—. Tu hija pidió una muerte compasiva, y yo accedí.
Cogiendo la pistola por el cañón, me la tendió. Le miré sin comprender.

—De acuerdo entonces, Lila —dijo, acercándome más la pistola—. Te concedo


el privilegio de darle a tu madre la muerte indolora que crees que merece.

Todo el aire escapó de mis pulmones, y no pude respirar.

Quería que yo la matara.

Quería que Lila matase a su propia madre.

Daxton se inclinó, y advertí un botón que apretaba con la otra mano. Levantó el
pulgar, y se apagó la luz.

—Lila, querida, tu madre va a morir hoy, de una forma o de otra. Si no haces


esto, la rociaré con gasolina y la quemaré viva delante de toda esta gente. Morirá de una
de las formas más dolorosas que existen, y nunca te sacarás sus gritos agónicos de la
cabeza. ¿Es eso lo que quieres para ella? ¿Para ti?

Solo yo oí su voz. El botón debía controlar los micrófonos, pero me daba igual.
No podía matarla. No podía.

—Esto es lo que pediste, ¿verdad? —dijo Daxton, y me dio la pistola—. Le estoy


ofreciendo una muerte rápida e indolora por la bondad de mi corazón. No hagas que
agonice durante sus últimos momentos.

—Lila. —La voz de Celia me llegó, y la miré, con los ojos muy abiertos por el
pánico—. No pasa nada. Esto no es culpa tuya. Y quiero que lo hagas tú.

Mis dedos se enroscaron alrededor de la culata mientras un sollozo nacía dentro


de mí. Podía apretar el gatillo y disparar a Daxton, y terminar con todo. Era exactamente
lo que debería haber hecho, pero antes de que pudiera reunir el valor, Daxton se inclinó
de nuevo.

—Si te entran ganas de probar otra vez, no lo hagas. Hay francotiradores


apuntando directamente a Greyson y a ti —susurró—. Si se te ocurre pensar siquiera en
matarme, los dos morirán.
Habría muerto feliz si hubiera significado llevarme a Daxton conmigo, pero
Greyson tenía que vivir. Tenía que ser el que reconstruyera el país. Daxton debía saberlo,
porque me dedicó una amplia sonrisa y se enderezó.

—Cuando quieras, querida.

Requirió cada ápice de fuerza que poseía, pero alcé la pistola, sosteniéndola como
había aprendido en las filas de Otro-Sitio. Como Knox me había enseñado. Como había
disparado a Augusta Hart una y otra y otra vez, hasta que no quedaron balas en el
cargador y la alfombra blanca se hubo empapado con su sangre. Mi dedo descansaba en
el gatillo, pero no importaba cuánto lo intentase, no podía apretarlo.

Celia me sostuvo la mirada durante un largo momento, y sonrió.

—A veces tienes que sacrificar a la reina para capturar al rey.

Me tembló el labio inferior, y tuve que sujetar la pistola con mi otra mano
también para sostenerla con firmeza, y evitar que sin querer se me resbalara hacia
Daxton. La multitud estaba callada, y me retumbaba el corazón en los oídos.

—No puedo —susurré.

—Sí, sí puedes —dijo ella, y su sonrisa se hizo más amplia—. Lo espero.

El sollozo que había estado conteniendo se me escapó finalmente, y cerré los ojos
con fuerza antes de apretar el gatillo.
XVI

Traducido por Coral Black

a bala atravesó el aire como un látigo, y mientras estaba allí de pie en shock, con
los ojos cerrados y el cuerpo entero temblando, varias cosas pasaron en una
rápida sucesión, más rápido de lo que mi mente confusa podía seguir.

Un rugido se elevó de la multitud, un sonido diferente a cualquier otro que nunca


antes hubiera oído. Cientos de voces uniéndose juntas, enfurecidas y listas para la guerra.

Al mismo tiempo, alguien gritó de dolor, y abrí los ojos para ver a Celia
presionándose la mano contra la sien, donde una mancha de rojo se derramaba por su
mejilla. La miré fijamente, aturdida. Le había disparado una bala al cerebro. ¿Cómo…?

Fue entonces cuando me di cuenta de la cámara detrás de ella. Varios reporteros


se habían agachado, y la cámara era un lío humeante con un objetivo hecho añicos.
Aunque había rozado a Celia, había fallado en hacerle un daño real, golpeando a la
cámara en su lugar. A nuestro alrededor, la multitud empezó a organizarse y los
escuderos que habían estado tan enfocados en el escenario ahora miraban al exterior y
apuntaron sus armas hacia el público. Varias personas gritaron y trataron de huir, pero
otros solo pasaron por encima de ellos, acercándose cada vez más a la plataforma. El
miedo se apoderó de mí. No sabía si estaban viniendo a por mí, a por Daxton o a por
ambos.

—Dame eso —gruñó él, y me quitó la pistola de las manos, cargándola con otra
bala. Debía de tener solo una—. Estúpida perra. Quizá me limite a dispararte después.

—Yo… —Me quedé en silencio, congelada en el lugar, pero Celia gritó, un


sonido animal que hizo que el vello de la nuca se me erizara. Con una velocidad
inhumana, se lanzó hacia Daxton, chocando contra él antes de que pudiera cerrar el
cargador. Cayeron del escenario hacia el suelo, derribando un par de escuderos en el
proceso.

Empecé a moverme hacia el borde del escenario para ayudarla, pero Greyson
agarró mi codo.

—Vamos, tenemos que salir de aquí —gritó por encima del ruido y, en su lugar,
me llevó hacia la escalera. Miré sobre el hombro, desesperada por cualquier señal de
Celia, pero ella estaba en medio de un grupo de escuderos ahora, todos reclamando a
gritos para separarlos. No había duda de que no podían arriesgarse a matarla sin matar
a Daxton también. Y aunque eso significaba perder a Celia, esperaba que lo intentaran
de todas formas. Eso era, sin duda, lo que ella quería.

Greyson y yo nos abrimos paso a través de la multitud, y algunos guardias


sorprendidos del equipo de protección de Daxton se unieron a nosotros. Las caras se
desdibujaban unas con otras, y no tenía ni idea de a dónde estábamos yendo. Sin
embargo, Greyson parecía saberlo, me llevó por un camino en zigzag, evitando lo peor
de la multitud.

A medida que nos acercábamos a los coches, sonó un disparo desde la


plataforma, resonó en el parque y por mi espalda. Reduje el paso, tratando de ver quién
había recibido la bala, pero la multitud se había engullido todo el escenario.

—Celia… —empecé, pero Greyson tiró de mí hacia adelante. Tropecé y un


guardia me levantó, evitando por poco chocar con un par de jóvenes que blandían palos.
Estaban corriendo hacia la plataforma, no a por nosotros. Iban a por Daxton.

Cuando llegamos al coche, Greyson derrapó hasta detenerse.

—Ese va a ser inútil —dijo, y me obligué a centrarme lo suficiente para ver los
cuatro neumáticos cortados en tirones.

—Vamos a tomar el coche del primer ministro —dijo un guardia, y nos


acompañó a otra limusina negra diez metros más allá. Los neumáticos del suyo aún
estaban intactos, y el guardia abrió la puerta, empujándonos dentro—. Espera por el
primer ministro —gritó al conductor antes de cerrar de un golpe la puerta y correr hacia
la pelea.

—Debe de matarlo protegernos a nosotros en vez de a Daxton —dijo Greyson


mientras subíamos al frente de la limusina. Su abrigo estaba arrugado, y su gorro estaba
torcido, pero él estaba ileso.

—¿Crees que Celia lo mató? —pregunté sin aliento, mi cerebro todavía tratando
de procesar todo.

Greyson se mordió el labio.

—Eso espero —dijo finalmente, a pesar de que el conductor estaba escuchando—


. Si hay justicia en el mundo.

Puso sus manos sobre las mías, y fue solo entonces cuando me di cuenta de que
estaba temblando. Tragando fuerte, me clavé las uñas en las piernas, tratando de
recuperar el control. Aunque la lucha continuaba en el parque, con disparos sonando y
gritos elevándose por encima de la refriega, todo estaba curiosamente amortiguado en
el coche.

—¿Por qué se amotinaron? Los escuderos van a matarlos.

—Porque intentó hacerte matar a Celia. —Se inclinó más cerca—. Hiciste
exactamente lo que deberías de haber hecho.

—Yo no… —Apreté la mandíbula. No podía admitir que no había querido solo
hacerle un rasguño a Celia. Incluso si Greyson no me hubiera juzgado por ello, yo me
estaba juzgando a mí misma. Nunca debí haber apretado el gatillo—. Él aún no regresa.
¿Crees…?

Greyson se quedó en silencio, y juntos miramos por la ventana, esperando. Cada


músculo de mi cuerpo se sentía como un resorte tenso, listo para saltar en cualquier
momento. Celia había estado tan determinada, y si alguien se merecía eliminar a Daxton
era ella.
Al fin un grupo de escuderos se abrió paso a través de los amotinados, y mi
corazón se cayó.

—No la protegerían a ella de esta manera —susurré, con la esperanza drenándose


de mí. Greyson apretó mis manos.

Efectivamente, una vez que llegaron a la calle, Daxton emergió de su círculo de


protección y cayó dentro del coche. Cuatro largas marcas de arañazos corrían por el lado
de su cara, y tenía encogido el hombro izquierdo, pero lo peor de todo era la sangre que
había empapado su traje, convirtiendo su camisa blanca en carmesí. Me moví para
sentarme junto a Greyson y me hice tan pequeña como pude mientras Daxton se
acomodaba, pasándose una mano manchada de sangre por su pelo grisáceo.

—Ah, sí. Me hablaron del otro coche. —Colocó las manos en su regazo, y solo
entonces pareció darse cuenta de la sangre. Levantó la mano y sonrió—. De tu madre.
Felina, ¿no?

Entonces había matado a Celia después de todo. Mis ojos ardieron, y tracé el
mango del cuchillo que había deslizado dentro de mi abrigo. Una puñalada en el
corazón, si tenía uno. Eso era todo lo que me tomaría.

Pero Greyson envolvió sus brazos alrededor de mis hombros para mantenerme
en mi lugar, y me tomé una profunda y temblorosa respiración. Si atacaba ahora, Daxton
lo vería venir, y no había duda de que me dominaría. Dondequiera que fuéramos, habría
un mejor momento. Eso esperaba.

El coche aceleró por la avenida, y parpadeé para contener las lágrimas, mirando
por la ventana. Algo había pasado en ese parque, algo enorme. Pero aún no lo entendía,
y me preguntaba cómo Daxton lo giraría a su favor esta vez. Un grupo de rebeldes
restantes despidiendo a su líder. En su lugar, se inició una revuelta cuando traté de
matarlo a él. Pasara lo que pasara, había más cámaras allí de las que podría contar. Tenía
que haber sido retransmitido en vivo. La gente tenía que saber lo que Daxton había
intentado hacer, y tenían que haber visto a los ciudadanos defenderse. Me negué a creer
cualquier cosa diferente.
—¿Nos estás llevando a Somerset? —preguntó Greyson cuando nos detuvimos
en la larga y sinuosa calzada y nos acercamos a los restos de la casa de la familia Hart.
Andamios cubrían el agujero en el ala residencial, pero era demasiado pronto para que
los trabajadores de la construcción estuvieran allí.

—Los revoltosos se dirigen hacia la mansión Creed, y el servicio de protección


del primer ministro nos desvió hacia aquí. Hasta que se puedan reunir con nosotros, se
pondrán a cubierto en el refugio —dijo el conductor.

—Bien, bien. Háganlo rápido, antes de que también vengan aquí —dijo Daxton
con un deje de nerviosismo en la voz. El conductor aparcó el coche y saltó para abrir la
puerta para nosotros. Daxton salió primero, no parecía importarle que dejara un rastro
de sangre donde quiera que se moviera, y yo le seguí varios segundos después,
manteniendo mi distancia de él y de la sangre.

—Señorita Hart —dijo el conductor, extendiendo su brazo para que lo tomase.


Así lo hice, todavía demasiado inestable para confiar en mí misma para mantener el
equilibrio. Pero cuando miré hacia arriba, me descubrí mirando a los mismos ojos azules
que veía todos los días en el espejo, sin importar qué rostro llevara.

Abrí la boca y Rivers guiñó un ojo.

—¿Necesita un escolta al refugio? —preguntó—. Un guardia los está esperando.

—Ellos no se unirán a mí —gritó Daxton, apurándose ya por la puerta principal.


Tan pronto como desapareció en los restos de Somerset, cogí a Rivers en un abrazo,
enterrando mi nariz en su pelo rubio.

—¿Qué está pasando? —pregunté, aturdida, mientras finalmente lo dejaba ir. Se


aclaró la garganta, y miré por encima de mi hombro. Greyson estaba situado justo detrás
de mí, con las cejas levantadas.

—¿Amigo tuyo? —preguntó, y yo asentí.

—Greyson, este es Rivers. Rivers, este es Greyson —le dije. Ellos se estrecharon
la mano, pero tan pronto como se soltaron, Rivers nos acompañó hacia las puertas.
—No hay tiempo que perder. ¿Hablaste con Celia? —dijo.

Asentí.

—¿Qué…?

—Asegúrate de que no murió en vano —dijo—. Date prisa, antes de que Daxton
trate de cerrar la puerta él mismo.

No había duda de que era exactamente lo que iba a hacer, y le di a Rivers una
rápida y agradecida sonrisa.

—Te veré pronto, ¿verdad?

Él guiñó un ojo de nuevo.

—Más pronto de lo que crees.

Tomando la mano de Greyson, me apresuré hacia Somerset y me dirigí


directamente a la escalera más cercana. Las bombas no habían aplastado el atrio como
lo habían hecho en el ala residencial, y para mi alivio, las escaleras todavía estaban en
una sola pieza.

—Explícamelo —dijo Greyson mientras corríamos al nivel más bajo—. ¿Quién


es Rivers?

—Es un lugarteniente de los Blackcoat. Si él está aquí, algo está pasando. Algo
grande.

—Así lo deduje —dijo Greyson. Al llegar al rellano del sótano, se detuvo, y me


incliné hacia delante, apenas agarrándome a la barandilla—. ¿Te das cuenta lo que
vamos a hacer?

—Yo… sí —contesté—. Estamos a punto de entrar al refugio.

—Con Víctor Mercer. Solos. —Me miró fijamente—. Eso es un suicidio, Kitty.
—Pero… —Hice una pausa—. Rivers está planeando algo. Dijo que me
asegurara de que Celia no murió en vano.

—Ella no murió en vano. Yo… —Se quitó el gorro y el pelo se le encrespó hacia
arriba como si no se hubiese molestado en cepillarlo esa mañana—. No puedo dejarte ir
allí, Kitty. No cuando sé que no vas a salir.

—Greyson, tengo que…

—¿Tienes qué? ¿Darle exactamente la oportunidad que necesita para matarte? Él


puede decir que moriste en el motín. Puede decir que te alcanzó una bala perdida, y el
público le creerá.

—¿Viste eso allí afuera?¿Lo viste? —Señalé violentamente hacia el techo—. Ellos
no creen ni una palabra de lo que dice. Y si vamos a terminar con esto, tenemos que
hacerlo ahora. Es la única oportunidad que tendremos.

—No lo sabes. —Su nuez de Adam subió y bajó, y su agarre en mi mano se


tensó—. Lo siento, Kitty. No te puedo dejar hacer esto. Incluso si hay un plan, nadie se
molestó en decirnos cuál es.

De repente, mi auricular crujió, y de la nada, una voz familiar se escuchó en mi


oído.

—Dile que Daxton no está armado, y que el chaleco que lleva puesto no es ni de
cerca tan a prueba de balas como él cree que es.

El suelo pareció moverse bajo mis pies, e hice todo lo posible para permanecer
derecha.

—¿Kn-Knox? —susurré, tocando mi pendiente.

—¿Knox? —dijo Greyson, con ojos muy abiertos, y yo asentí, aturdida. Buscó en
sus bolsillos, presumiblemente por su propio comunicador.

—Lo siento por el silencio de la transmisión —dijo Knox—. No les podía dejar
saber nada mientras estaban bajo el pulgar de Daxton.
—Pero… no estás… Otro-sitio ha desaparecido…

—Tan pronto como te capturaron, Rivers insistió en que utilizásemos los túneles
para sacar a todos de las secciones —dijo—. Nos dimos cuenta que Daxton trataría de
torturarte por información, y con las líneas de suministros cortadas, no tenía sentido
quedarse de todos modos. En el momento en que las bombas estallaron, habíamos
estado fuera por días.

No tenía ni idea de qué decir a eso. Todo el mundo estaba bien. Nadie había
muerto en ese montón de cenizas que era ahora Otro-sitio. Y Knox estaba vivo.

—Voy a matarte —le dije con voz ahogada—. Todo este tiempo, y estabas
realmente bien. —Hice una pausa mientras me daba cuenta de algo—. Espera, eso
significa... oíste todo.

—Lo hice. Estoy conmovido, de verdad.

Dejé escapar varias maldiciones. Greyson se inclinó más cerca, aparentemente


incapaz de encontrar su comunicador.

—¿Qué está diciendo?

—Estoy diciendo que necesitas entrar en ese refugio, Kitty —dijo Knox—. Solo
tú. Necesitamos a Greyson con vida, y si las cosas no van como lo planeamos…

Tragué saliva.

—Cierto. Yo soy el peón.

—No has sido un peón por un largo tiempo. —Oí la sonrisa en su voz, y por una
fracción de segundo, no puede evitar sonreír. Estaba vivo. Realmente estaba vivo.

Rápidamente transmití el mensaje de Knox a Greyson, cuyo ceño solo se


profundizó.

—No. No la voy a dejar entrar ahí. La matará.

—Está desarmado —dije—. Y tengo un cuchillo.


Greyson negó con la cabeza, y luego agarró mi mano casi agresivamente.

—No. No. Lo eres todo. Eres la única familia que me queda. No te dejaré ir.

—Greyson…

—Dale una patada en la espinilla, y luego corre como el diablo hacia el refugio
—dijo Knox—. No hay tiempo. Te lo explicaré mientras corres.

Hice una mueca.

—Lo siento mucho —dije, y antes de que Greyson pudiese moverse, hice
exactamente lo que Knox me había dicho y le di una patada. Duro.

Greyson gritó, y su agarre se aflojó lo suficiente para darle a mi mano un tirón y


correr. Corrí por el pasillo hacia el refugio, sujetando el mango del cuchillo en mi manga.
Esta vez, no fallaría.

—Kitty, escúchame —dijo Knox en voz baja—. Hemos puesto cámaras en el


refugio. Antes de hacer cualquier otra cosa, necesitas hacer que Daxton confiese.
Preferiblemente no bajo coacción. Tanto como puedas sacarle. Pero más importante,
asegúrate de que admita ser Víctor Mercer. ¿Puedes hacerlo?

—No tengo muchas opciones, ¿verdad? —Pero incluso si fuera así, incluso si
Greyson pudiera haberlo hecho, o Knox, o cualquier otro, aun así habría estado
corriendo a toda velocidad hacia esa habitación. Porque Lila era la única con el poder
real. Ella era a quien la gente amaba. Y eso valía más que controlar a través del miedo.

—La conexión probablemente se romperá tan pronto sea cerrada la puerta —dijo
Knox—. Estoy de camino, y voy a estar allí tan pronto como pueda. Solo recuerda, no
importa lo que pase, haz que confiese. El país entero estará viendo.

—Entendido.

Giré en una esquina y vi a un guardia corpulento de pie en frente de las puertas


al refugio. Esperaba una pelea, sin duda Daxton le había dado la orden de no abrir la
puerta a nadie, pero él inmediatamente metió un código en el teclado de seguridad y me
dio un guiño enorme. Otro Blackcoat, entonces. De repente, mi mundo parecía estar
lleno de ellos.

—El primer ministro está esperanto por usted, señorita Hart.

Me aparté el pelo revuelto de los ojos.

—Gracias —dije. Respirando profundo, lancé una silenciosa y loca esperanza al


universo de que lograría salir viva de esta, y finalmente entré.
XVII

Traducido por CarolinaOrtega

l refugio no era muy grande; tenía el tamaño de una sala grande, tal vez, con las
paredes cubiertas por armarios y cajones que tenían suficientes suministros
como para mantener viva a toda la familia Hart durante meses. Varios sofás
estaban distribuidos en el cuarto y había un pequeño baño privado en la esquina.
Haciendo la claustrofobia a un lado, no era un lugar terrible para pasar la noche, como
lo había sido durante los bombardeos de los Blackcoat mi primera noche en Somerset.

Busqué en las paredes alguna señal de una cámara, pero no vi nada como una luz
roja. No importaba, tenía que confiar en Knox, tenía que creer que él tenía razón, y que
esta era la oportunidad por la que habíamos estado esperando.

Daxton caminaba haciendo círculos en el centro de la habitación, con las manos


en la espalda. Cuando entré a la habitación, se detuvo, y su cara se retorció en un
gruñido. —¿Quién dijo que podías unirte a mí?

—Tu equipo de protección me hizo hacerlo —dije acercándome a la puerta


mientras el guardia la cerraba, tenía al menos sesenta centímetros de grosor y estaba
hecha de metal impenetrable, supuestamente lo bastante fuerte para soportar incluso una
bomba nuclear—. Greyson… se rehusó a venir.

—Él siempre fue más inteligente que tu. —Daxton reinició su paseo—. Debería
matarte yo mismo, ¿tienes alguna idea de lo que hiciste afuera?

—No hice nada, la multitud estaba lista para matarte en el segundo que trataras
de hacer que matara a mi propia madre. Eso es retorcido incluso para ti, Víctor.

Alejó el cabello ensangrentado de sus ojos, mirándome ceñudo. —Es Daxton.


—¿De quién diablos te estas burlando aquí? —Ondeé la mano a través de la
habitación vacía—. Solo somos tú y yo, y los dos sabemos exactamente quién eres.

—Sí, así es. —Dio un paso para acercarse a mí, encuadrando los hombros—. Soy
el primer ministro de los Estados Unidos de América, soy el hombre más importante de
este país, y no importa cual fuera mi nombre dos años atrás, hoy soy el primer ministro
Daxton Hart.

Eso probablemente era lo más parecido a una confesión que podía obtener de él,
pero no tenía la menor duda de que no sería lo suficientemente buena para Knox, los
pocos partidarios que Daxton todavía tenía podían retorcerla, y nos dejarían en el punto
de partida.

—¿Cómo te escogió? —dije—. Augusta, ¿se conocían? ¿Fue a Otro-Sitio y te vio


ahí, con los ojos exactamente del mismo color que su verdadero hijo? Sé cómo
encontraron a Kitty, pero ¿cómo te encontró Augusta?

Tomó una respiración profunda, su pecho subió y bajó mientras me miraba sin
palabras, por un momento me pregunté si él se había roto, si estaba tan alucinado
pensando que realmente era Daxton, que no podía soportar ninguno de los recuerdos de
su vida anterior, creyendo que estos podrían negarle su nueva identidad.

Pero una sonrisa malvada se retorció en su cara, y dio otro paso hacia mí, no
tenía ningún lugar al que ir en el refugio, el cual se hacía cada vez más pequeño mientras
los segundos pasaban, mis dedos se tensaron alrededor de la empuñadura del cuchillo.
Que se atreviera a lastimarme, veríamos qué tan lejos podía llegar.

—Víctor Mercer conocía a la familia íntimamente —murmuró—. Daxton era su


amigo, veras, él se quedaba con Víctor y su hermano mientras visitaba Otro-Sitio y ellos
ayudaban a Daxton a tomar parte en sus… inclinaciones particulares. Augusta no
visitaba tan frecuentemente, pero se dejaba caer de vez en cuando, y un día, se acercó a
Víctor con una propuesta. Le gustaba, veras. Él era ingenioso, resuelto y se enorgullecía
de su trabajo, todas las cualidades que requería para el doble de su hijo.

—Y saltaste a la oportunidad de ganar poder para ti mismo —dije.


—Naturalmente. Víctor no era estúpido. —Dio otro paso hacia mí, ahora estaba
al alcance de una mano, pero mantenía sus brazos a los costados, en vez de elevarlos
sobre mí—. ¿Quieres escuchar algo divertido?

—Apuesto que no me hará reír.

—Mmm, pero te hará pensar. —Cerró la distancia entre nosotros, su cuerpo a


centímetros del mío, podía oler la sangre en su ropa e hizo que se me revolviera el
estómago—. Víctor Mercer fue enmascarado meses antes que el verdadero Daxton Hart
muriera.

Lo miré, con el corazón galopante. —¿Qué?

Sonrió y levantó sus dedos manchados de sangre, pasándolos por mi mandíbula,


requirió todo mi esfuerzo no apuñalarlo en la garganta justo en ese momento y lugar. —
Probablemente Augusta sabía que Celia había marcado como objetivo a Daxton o
probablemente su hijo no se estaba comportando y ella lo quería fuera del camino,
probablemente ella quería una mascota que pudiera controlar o probablemente fue una
simple coincidencia.

Nada era una coincidencia en la familia Hart, mi mente se tambaleó. Daxton, su


esposa y su hijo mayor, Jameson, todos habían estado en el carro que explotó,
matándolos instantáneamente, pero había sido el carro de Daxton… él era el único que
se suponía debía morir. No sabía con seguridad quién había puesto la bomba, pero antes
de ese momento, todas las señales apuntaban a Celia. Ahora no estaba tan segura

—Supongo que Augusta te dio tu golpe de suerte —dije con la voz temblorosa—
. Ahora mira en lo que lo has convertido; una dictadura, contigo en la cima de la
pirámide.

—Es hermosa ¿no? —Pasó su pulgar por mis labios, y casi me atraganté—. Como
tú.

—¿Sabes cuál es mi parte favorita? Cómo mataste a sangre fría al ministro Creed
y al ministro Ferras y forzaste a los otros ministros a firmar la enmienda que te otorgaba
poder absoluto —dije—. Dirigir un golpe de estado en tu propio país con solo dos balas,
es verdaderamente impresionante, pero apuesto que el verdadero Daxton lo hubiera
hecho con una. ¿Los ministros sobrevivientes todavía están encarcelados en la Fortaleza
o los has masacrado y desollado vivos como hiciste con el ministro Bradley?

—Mmm, no tenía idea que admirabas tanto mis técnicas, lástima, si lo hubiera
sabido antes, probablemente habríamos podido aprovecharlo al máximo, aunque
supongo que todavía hay tiempo. —Deslizó su otra mano en mi cadera—. No tengo que
matarte inmediatamente.

—No tienes que matarme en absoluto —dije, suprimiendo un estremecimiento


ante su toque—. El pueblo hará una revuelta.

—Ya lo han hecho, no quería declarar la guerra a mi propio país, pero si debo
hacerlo… —Se encogió de hombros—, que así sea.

Mis labios se curvaron en disgusto. —No te preocupa la gente en absoluto ¿cierto?


Solo el poder y lo que éste pueda hacer por ti.

—Es por lo que cualquier político exitoso se preocupa —dijo—, harías bien en
recordar eso, Lila.

—Yo me preocupo por la gente, Greyson se preocupa por la gente.

—Y mira adónde los ha conducido.

—Prisioneros en contra de nuestro deseo y forzados a cumplir tus órdenes para


que no nos mates —dije—. Lo sé, gracias. ¿Pero sabes lo que tenemos que tú no? El
apoyo de la gente, están afuera haciendo disturbios por nosotros, no por ti. Y van a
seguir haciendo disturbios hasta que ya no seas un problema para ellos.

—¿Qué, verdaderamente crees que voy a permitir que tú y tu primo idiota tomen
mi lugar? —dijo, luego río, pude oler el café rancio en su aliento—. Ustedes nunca van
a durar más tiempo que yo, Lila. Ni tú, ni Greyson.

—¿Cuál es tu plan entonces? ¿Vivir para siempre? —espeté.


—Todos los grandes hombres lo hacen.

Ahogué una carcajada — ¿Crees que eres un gran hombre? Celia era grande,
Knox es grande, Greyson va a ser grande, y todos ellos van a ser recordados como
héroes, pero tú no eres más que un hombrecito débil y asustado, quien tuvo que ponerse
en los zapatos de un tirano para ser algo en este mundo. La historia no te va a recordar
como un gran hombre, la historia te va a recordar como un cobarde.

Resopló y su mano voló a mi garganta, apretando hasta que no pude respirar, mis
ojos se agrandaron y arañé sus manos mientras buscaba la empuñadura del cuchillo,
luchando por deslizarlo fuera de mi manga

—Eso es, Lila —murmuró, sus ojos oscuros bailando con sádica diversión—.
Pelea conmigo, continúa, trata de mostrarme quién de nosotros tiene verdadero poder.

Los bordes de mi visión empezaron a oscurecerse, y su agarre se apretó aún más,


pero me rehusé a dejar que este fuera el final. Él había matado a Celia, había matado a
Lila y se había esforzado por matar a Benjy y Knox, pero no iba a matarme.

Lo pateé en la rodilla tan fuerte como pude y su agarre se soltó inmediatamente


mientras gritaba. Me alejé tambaleante, buscando aire y finalmente conseguí sacar el
cuchillo de mi manga, la sangre se me subió a la cabeza y la habitación daba vueltas,
pero me agarré al respaldo del sofá y me obligué a mantenerme en pie.

—Estúpida, estúpida perra, pude haberlo hecho infinitamente menos doloroso


para ti, pero ahora te quedaste sin suerte, ¿cierto?

Se lanzó hacia mí, sus manos buscaron mi garganta de nuevo, pero esta vez
estaba preparada. Me agaché y empujé el cuchillo tanto como pude en su estómago, se
deslizó mucho más fácilmente de lo que había imaginado y la empuñadura se soltó de
mi agarre.

Daxton se detuvo y miró el cuchillo que sobresalía de su estómago, su expresión


era extrañamente calmada. —Bueno, eso duele ¿no? —Lentamente y con una mueca de
dolor sacó la hoja de su cuerpo y la examinó—. ¿Un cuchillo de carne? Eso no es
terriblemente creativo de ti, Lila.

Me tropecé hacia atrás contra la puerta, desarmada y mareada por la


estrangulación, él debía estar en agonía, pero caminó hacia mí con facilidad, agarrando
el cuchillo como un juguete.

—Siempre he amado tu cara, tan simétrica, tan perfecta, eres prácticamente


Afrodita —murmuró, y en un borrón de movimiento pasó la hoja a través de mi mejilla.

Sentí la piel abrirse y la sangre caliente correr por mi cara, y siguió un dolor
ardiente. Me mordí labio, rehusándome a gritar, no le daría la satisfacción.

Cortó otra vez mi mejilla, esta vez más profundamente y apenas a un centímetro
de mi ojo. —Los antiguos chinos tenían talento para las ejecuciones, mi favorito en
particular es la muerte por mil cortes, donde trozo por trozo, la carne era removida del
cuerpo. ¿Cuántos cortes crees que requerirá matarte, Lila?

—No sé —dije con voz rasposa, mi voz apenas reconocible—. Pero sé cuántos
cortes requiere matarte a ti.

—¿Oh? —dijo—. Dime.

—Dos, uno en el estómago y otro en tu legado. —Dolor rojo y ardiente


chamuscaba mi mejilla, pero forcé una sonrisa—. Sonríe, Víctor, estás en cámara.

Se giró bruscamente, presionando una mano en su abdomen mientras la otra


agarraba el cuchillo. —¿De qué estás hablando?

—Estoy hablando del juego que tú y Celia han estado jugando —respondí—. Has
perdido, el país completo está viendo esto, y ellos han escuchado cada palabra, no
importa lo que me hagas ahora, estás muerto.

Daxton se dirigió al armario más cercano, abrió la puerta y revolvió a través de


los suministros, la sangre caía al suelo donde estaba parado, pero no parecía notarlo o
importarle. —Estás mintiendo.
—Sigue y trata de convencerte a ti mismo de eso, pero no estoy mintiendo —
dije—. Eres un hombre muerto andante, Víctor Mercer.

Con un grito de rabia, sacó una pistola de su chaqueta, la misma que me había
dado para ejecutar a Celia. —Entonces debería llevarte conmigo —gruñó.

Me agaché mientras apretaba el gatillo, la bala rebotó en la puerta detrás de mí y


un armario al otro lado de la habitación explotó. Daxton maldijo y con manos
tambaleantes buscó en su bolsillo y sacó otra bala. —Ningún lugar a donde ir —dijo en
una nerviosa voz cantarina, el color se drenó de su cara y el charco de sangre debajo de
él se hizo más grande—. Ya te lo dije, Lila, nunca vas a vivir más que yo.

De un momento a otro algo sonó y la puerta del refugio gimió y se abrió con un
crujido. De pie al otro lado, con el cabello azotado por el viento y ruborizado, estaba
Knox, con un arma semiautomática en las manos. Al menos había tenido el sentido
común de traer más de una bala con él.

—Lila, muévete —ordenó, y me aparté del camino, dándole un tiro libre hacia
Daxton. Se me ocurrió medio segundo muy tarde que también le había dado a Daxton
un tiro libre hacia Knox.

Otro disparo sonó, reverberando en el refugio. Knox maldijo, soltó su arma y se


aferró el hombro. Daxton se lanzó por el arma cargada. El pánico y la adrenalina
surgieron en mi interior, y también me lancé hacia ella; la agarré un instante antes que
él pudiera y le apunté el cañón directamente a la cabeza. Esta vez, no me equivocaría.

Rio, un sonido loco y desquiciado, que convirtió mis entrañas en hielo. —Me
atrapaste —dijo mientras se levantaba lentamente, haciendo una mueca mientras más
sangre brotaba de su estómago—. Has ganado, Lila, felicitaciones.

—No puedo ganar mientras sigas vivo —dije con el dedo en el gatillo—. Ahora
cuéntales a todos lo que le hiciste a Kitty.

—Que yo… —Soltó una risita otra vez—. ¿A quién le importa? Ella no era nadie.
—A mí me importa —dijo Knox, parándose frente a él, con la mano todavía
presionando su hombro herido—. Ella podría ser nadie para ti, pero el país la amaba,
así que diles qué le hiciste.

—Yo. —Daxton suspiró, estaba pálido como un fantasma, pero además de un


leve temblor en las manos, no había otra señal de que estuviera herido—. Le dije que la
dejaría ir y lo hice.

—¿Y después qué? —gruñí.

—Y después… y después tal vez hice que su helicóptero volara en pedazos. —Se
encogió de hombros—, no lo puedo decir con seguridad.

Tragué saliva, pude haberle dicho que esa era Lila, y tal vez debía hacerlo, el país
tenía derecho a saber que ella estaba muerta, pero no pude obligarme a hacerlo. Lila
merecía más que morir en las montañas, con su cuerpo enterrado por la nieve y nunca
recuperado, ella se merecía este legado, después de todo por lo que había pasado. Ella
también merecía ser recordada como una de los grandes, no yo, yo no habría sido nadie
sin ella, pero ella era la razón detrás de todo esto. Ella era la razón de que los Blackcoat
ahora pudieran celebrar una victoria ganada duramente y ella era la razón de que
quinientos millones de personas ahora podían tener la libertad de vivir la vida que habían
decidido vivir, no la vida que el gobierno les daba.

No podía quitarle eso, yo no necesitaba la gloria, no quería la gloria, todo lo que


quería era que esto terminara.

—Víctor Mercer. —Apenas podía hablar, mi voz rota y ronca, y cada palabra se
sentía como si estuviera tragando vidrio, pero me forcé a hablar—. Has sido encontrado
culpable de traición, conspiración para cometer traición, y por los asesinatos de Kitty
Doe, Celia Hart, el ministro Creed, el ministro Ferras y el ministro Bradley, entre otros
muchos, por tanto eres sentenciado a muerte. ¿Tienes unas últimas palabras?

Él me considero por un largo momento. —Sí, de hecho, las tengo.


Y más rápido de lo que nunca hubiera pensado que él pudiera moverse, más
rápido de lo que yo podía reaccionar, saltó hacia Knox y presionó el cuchillo en su
garganta.

—Me darás el indulto, me darás tratamiento médico y me liberarás o mataré a tu


prometido.

Knox forcejeó, pero Víctor enterró su dedo en la herida de bala en su hombro y


Knox gritó de dolor.

—Es tu elección, Lila, si yo muero, Knox muere conmigo, no habrá segundas


oportunidades esta vez. —Víctor se movió, su pecho escudado por el hombro de Knox,
no había manera de matarlo sin dispararle a Knox también.

Me quede congelada en el lugar, mientras mi corazón latía con fuerza y la visión


se me ponía borrosa. —Incluso si te dejo ir, no tienes manera de saber con certeza que
yo mantendré mi palabra.

—Pero el país está viendo, ¿recuerdas? —Movió el cuchillo sobre la garganta de


Knox y perlas de sangre se formaron en la hoja—. Seguramente no les mentirás a ellos.

—Ellos te quieren castigado por tus crímenes, nadie me culparía por arrestarte,
no importan las promesas que yo haga.

Suspiró. —Supongo que tienes razón, creo que eso significa que, después de todo,
simplemente tendré que matarlo ¿no?

La mano que agarraba el cuchillo se crispó, y no pensé, no respiré, hice


exactamente lo que él me urgía a hacer menos de una hora atrás, parada en la plataforma
frente a miles de personas, con Celia arrodillada frente a mí, lista para morir.

Jalé el gatillo.
XVIII

Traducido por Guangugo

a bala alcanzó a Knox en el punto donde su hombro se conectaba con su pecho,


un centímetro debajo de donde el disparo de Daxton impactó.

La fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, y el cuchillo salió volando mientras
Víctor se estrellaba contra la pared. Juntos yacieron en un montón arrugado, y yo me
apresuré hacia ahí, con el corazón latiéndome con fuerza.

—¿Knox? —Su nombre salió ahogado, y me dejé caer de rodillas a su lado—. Por
favor no estés muerto, por favor no estés muerto...

—No estoy muerto —consiguió decir, haciendo una mueca—. Sin embargo, creo
que Víctor tal vez lo esté.

Knox se incorporó, revelando a Daxton debajo de él. Sus ojos oscuros estaban
muy abiertos, la boca floja, y sangre fresca florecía de la bala que había viajado a través
del hombro de Knox a su pecho. No se movía.

—Parece que este bastardo tenía un corazón después de todo —dijo Knox, le
tendí la mano y lo ayudé a levantarse. El mundo parecía inclinarse sobre su eje, y me
quedé mirando el cuerpo de Daxton, tratando de asimilar lo que acababa de suceder.

Estaba muerto.

Finalmente, al fin, Daxton Hart —Víctor Mercer— estaba muerto.

—No debí… no debí haberlo matado —susurré—. Debí haberle disparado en la


rodilla.
—No eres tan buena disparando. Además, ya estaba a minutos de morir —dijo
Knox—. Mira cuanta sangre había perdido. No había salvación para él.

—Debía haber enfrentado un juicio por sus crímenes. Debía haber… debía haber
mirado a los ojos de las familias de sus víctimas y vivir para enfrentar las consecuencias.
La muerte era muy fácil. Yo lo tenía. Debí haber…

—Lila. —A pesar de sus heridas, Knox se agachó frente a mí, mirándome


fijamente a los ojos—. Hiciste exactamente lo que tenías que hacer.

Lo rodeé con los brazos, abrazándolo tan fuerte como me atreví sin causarle más
dolor. Me devolvió el abrazo, frotando pequeños círculos en mi espalda.

—Vamos —murmuró—. Salgamos de aquí.

Knox no había estado alardeando. Los Blackcoat habían intervenido una vez más
el sistema de transmisión, y todo el país había visto el enfrentamiento entre Víctor
Mercer y yo. Antes que Knox y yo llegáramos al atrio, un equipo de paramédicos bajó
las escaleras corriendo directamente hacia nosotros. Me hice a un lado, esperando que
corrieran hacia el refugio para ver si había alguna esperanza de salvar al primer ministro,
pero en vez de eso, pararon.

—Señorita Hart… señor Creed, por favor siéntense y déjennos examinarlos —


dijo una mujer. Miré a Knox, y él asintió. Juntos nos dejamos caer, y los paramédicos
se pusieron a inspeccionar mi garganta y las heridas de bala en el hombro de Knox.

Insistí en caminar hasta la ambulancia, pero muy a su pesar, Knox fue forzado a
subir a una camilla y llevado fuera, los paramédicos amenazaron con retener los
analgésicos si no se quedaba quieto. Greyson nos esperaba afuera, con Rivers a su lado,
y tan pronto salí, con una manta envuelta alrededor de mis hombros y un paramédico
sosteniéndome el codo para asegurarse que no me cayera, ambos corrieron hacia
nosotros.

—Lila… ¿estás…? ¿Qué pasó? —Greyson patinó hasta detenerse en el camino de


grava.
—Víctor está muerto —grazné. Entre más hablaba, más difícil se volvía—.
Knox…

—Estoy bien —dijo cuando la camilla apareció—. ¿Todo salió al aire?

—Todo —dijo Rivers con una sonrisa.

Me negué a separarme de Knox, así que fuimos al hospital más cercano en la


misma ambulancia, con Rivers conduciendo a Greyson detrás de nosotros. A través de
las ventanas de atrás, vi a cientos, si no a miles de personas reunidas en las puertas de
Somerset, viéndonos alejarnos. Un vitoreo se levantó, lo suficientemente alto como para
que lo oyéramos a través de las paredes de la ambulancia, y el sollozo que había estado
reteniendo toda la mañana finalmente escapó. Lo habíamos logrado. De verdad lo
habíamos logrado.

—Realmente se acabó, ¿verdad? —susurré. Knox, quien hasta ahora había


pasado el viaje discutiendo con el paramédico, asintió.

—Sí —dijo, su expresión se suavizó por un momento—. Se acabó. Lo hiciste. Ey.


—Agarró la mano del paramédico—. ¿Qué dije sobre las inyecciones?

Un equipo de doctores esperaba a la entrada del Hospital San Jorge, y tan pronto
se abrieron las puertas de la ambulancia, se apresuraron a ayudarnos. Knox fue
inmediatamente transportado lejos, pero justo cuando yo empezaba a entrar en pánico,
Greyson apareció.

—Estoy justo aquí —dijo, tomando mi mano mientras me subían a una camilla—
. No voy a ir a ninguna parte.

Fiel a su palabra, Greyson se quedó a mi lado el resto del día, aun cuando los
reporteros inundaron el hospital, rogando hablar con él. Benjy de alguna manera se las
arregló para encontrarnos, y trajo consigo un equipo de protección para Greyson y para
mí… todos Blackcoat, prometió. Y todos increíblemente leales a nosotros.

Doctor tras doctor inspeccionaron mi cara y garganta, y aunque a mí no me


parecía un gran problema, insistieron que la estrangulación tenía peligros persistentes, y
que ningún cuidado era exagerado. Cada vez que empezaba a protestar, Greyson me
callaba y me decía que dejara a los doctores hacer su trabajo, y de mala gana lo hice.
Después de patearlo en la escalera y de abandonarlo, se lo debía.

—Hemos hecho todo lo posible para prevenir la cicatrización severa en su mejilla


—dijo una doctora con una gruesa trenza negra colgando por encima del hombro—.
Pero me temo que sin más… medidas avanzadas, siempre habrá cicatrices.

Había tenido suficientes medidas avanzadas hechas a mi cuerpo para toda una vida.
—Está bien —dije con cansancio—. Están bien así.

—¿Estás segura? —dijo Greyson, y asentí.

—Me gané esas cicatrices. Me las quedo.

Tocó mi barbilla y examinó las líneas cosidas que recorrían mi rostro. —Te
quedan —dijo—. Hacen que tu exterior combine con tu interior.

—¿Qué, dañado? —bromeé. Él se sonrojó.

—No, quiero decir… fuerte, feroz. Una luchadora.

—Más o menos una tipa dura —dijo Benjy, quien estaba cerca, y le dirigí una
mirada divertida. Podía vivir con eso.

Por fin, el caos del día se calmó, y la noche se asentó. Tan pronto como Knox
salió de cirugía, nos dieron cuartos privados de hospital contiguos. Con la ayuda de
Greyson, me escapé de mi cama hacia la habitación de Knox, tirando de mi intravenosa
conmigo. Juntos, Greyson y yo nos sentamos en el sillón mientras Knox dormía con lo
que sea que le hubieran dado, y no pude evitar notar un pequeño rastro de saliva
corriéndole desde la boca hacia la almohada. Hubiera sido lindo si no estuviera
roncando tan fuerte.

—Entonces —susurré—. Ahora eres el primer ministro.

Greyson respiró hondo y soltó el aire lentamente. —Supongo que sí —dijo—.


Voy a armar un consejo mañana.
—¿Como los Ministros de la Unión?

—Algo así. Quiero que estés en él. Tú, Knox, Benjy, Rivers, los otros líderes de
la rebelión que sobrevivieron… todos ustedes ganaron la guerra. Quiero honrar eso y
convertir este país en algo de lo que estar orgulloso.

—Lo harás. —Apoyé mi cabeza en su hombro, mi mirada persistente en Knox—


. Gracias. Sé que ser el primer ministro era lo último que querías.

—Ser mi padre era lo último que quería —corrigió en voz baja—. Hacer una
diferencia en este país… devolverle a la gente sus vidas y asegurarme que todo esto no
fue en vano, eso es un honor. Además —agregó—, si todo va como lo planeado, me
gustaría celebrar elecciones eventualmente. Elecciones reales, donde haya más de un
nombre en la papeleta. Y límites de mandato. Nadie gobernará este país indefinidamente
otra vez, y la gente tendrá una voz, una voz real.

Eso sonaba casi demasiado bueno para ser cierto, pero ¿no era exactamente por
eso por lo que habíamos pasado todo este tiempo peleando? —Estados Unidos tiene
suerte de tenerte.

—No. Tienen suerte de tenerte a ti.

Apreté los labios. —Siento haberte pateado en la espinilla.

Se rio y me atrajo más cerca. —Siento haber tratado de detenerte. Pero decía en
serio lo que dije, Kitty. Tú eres todo. Tú eres la única familia que me queda. Nunca voy
a dejar que nada malo te pase de nuevo. Lo prometo.

—Cosas malas pasan todo el tiempo. Tal vez no la guerra y la muerte y la


mutilación, pero… cosas pequeñas. —Miré hacia él y le ofrecí una sonrisa ladeada. Era
todo de lo que era capaz por el momento—. Está bien. No me importan, siempre y
cuando te tenga.

Knox dejó escapar un ronquido particularmente fuerte, y mis hombros se


sacudieron de risa.
—A ti también —añadí, dándole una mirada. Aún estaba profundamente
dormido, y me volví hacia Greyson—. Hemos pasado la peor parte. Pasaremos el resto
juntos.

Greyson suspiró. —Eso espero. —Después de un momento, agregó—. ¿Puedo


preguntarte algo?

—Creo que ya lo hiciste.

Sonrió vagamente antes de que la sonrisa desapareciera de su rostro


completamente. —¿Por qué no le dijiste a Daxton quién eras realmente?

Dudé, sin estar segura de cómo ponerlo en palabras. —Lila entregó toda su vida
por esta rebelión. Ella lo arriesgó todo una y otra vez. Y tal vez tuvo sus momentos de
debilidad, pero todos los tenemos. Quería honrarla, quería asegurarme que su nombre
pasara a la historia como la razón por la que todo esto sucedió. Si le decía al país quién
era realmente… no importaría que ella lo empezara. Sólo recordarían que yo lo terminé,
y no le podía hacer eso a ella. Ella merece ser recordada.

Greyson tomó una profunda y estremecedora bocanada de aire y se limpió los


ojos rápidamente. —Gracias. Sé que lo hubiera apreciado, y pensado que estabas loca
por no querer el crédito.

—No es sobre el crédito —dije—. Es sobre hacer una diferencia. Y todos lo


hicimos juntos.

—Lo hicimos. E incluso si todos piensan que eres Lila, puedo encontrar la
manera de hacer que vuelvas a tu apariencia original —dijo Greyson—. Tenemos a
todos los doctores del país a nuestra disposición. Puedo hacer que suceda.

Durante meses, no quise nada más que ver al espejo y ver mi verdadero rostro
devolviéndome la mirada. Redondo y con pecas, con una nariz de botón y cabello
trigueño, con tonos más oscuros que los de Lila. Pero era más que mi apariencia. Era
más que lo que la gente pensaba al mirarme. Y no importaba la cara que portara, tendría
que encontrar una forma de aceptar eso.
—Kitty Doe está muerta —susurré—. Soy Kitty Hart, y de alguna manera, aun
cuando no debería, sigo aquí. Y así es como luzco, cicatrices y todo. No quiero cambiar
nada.

—Bueno —dijo suavemente, pasando sus dedos por mi cabello—. Eres perfecta
como eres.

Sonreí otra vez y deje que mis ojos se cerraran. —Exacto.

En algún momento en la mitad de la noche, me desperté con un sobresalto. Un


enfermero estaba parado frente a mí en el cuarto tenuemente iluminado, revisando mis
signos vitales en silencio. Cuando se dio cuenta que estaba despierta, hizo una mueca, y
apretó su tableta en forma de disculpa.

—¿Está segura que no estaría más cómoda en su propia cama, señorita Hart? —
dijo en voz baja. A mi lado, Greyson también se había quedado profundamente
dormido.

—No, estoy bien aquí —murmuré—. ¿Puedo beber algo?

Él me trajo un vaso con agua con hielos, y me senté. Tragar era una tortura muy
diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado, pero conseguí tragar un poco
tomando pequeños sorbos. Tan pronto terminó de revisarme, el enfermero salió,
dejándome sola en la oscuridad.

—¿Cómo está la garganta?

Salté, casi derramando el agua por todo mi regazo. Los ojos de Knox estaban
abiertos, y me miraba desde su posición boca abajo en la cama.

—Está bien —mentí—. Viviré. ¿Cómo está el hombro?

—Está bien —dijo—. Viviré.


Nos quedamos viendo el uno al otro por un largo momento, y finalmente él
esbozó una sonrisa.

—Te ves como el infierno.

—¿Y tú no? —dije con la voz ronca. Con esfuerzo, se sentó.

—No peor que tú. Ven aquí. No quiero despertar a Greyson.

De mala gana me desenredé de mi hermano y crucé el cuarto para sentarme en


la silla al lado de la cama de Knox, acomodándome una pequeña almohada detrás de la
espalda. No era el mueble más cómodo que jamás hubiera encontrado, pero serviría.
Estar tan cerca de Knox sin temer que Daxton nos matará se sentía como un sueño, y
dado el estado difuso de mi mente, no estaba tan segura de que no lo fuera. Él estaba
realmente aquí.

—No puedo creer que no me dijeras que todavía estabas vivo todo este tiempo.

—Te las arreglaste muy bien por tu cuenta —dijo. Lo miré, con las mejillas
ardiendo.

—Y no puedo creer que me dejaras divagar así cuando estuviste escuchando todo
el tiempo.

—¿Te haría sentir mejor si te digo que no estaba escuchando?

—¿Lo estabas? —pregunté con cautela, y él sonrió.

—Claro que sí. Tenía que asegurarme que ustedes dos estuvieran bien.

Saqué la almohada de detrás de mi espalda y lo golpeé en el muslo. —Eres


horrible y te odio.

—Sólo una de esas es verdad. —Tomó mi mano con su brazo sano, su toque era
cálido y pesado y reconfortante, y su expresión se suavizó. Por un momento creí ver un
destello de algo más, pero estaba muy oscuro para estar segura—. Lo hiciste genial,
Kitty. No puedo decirte lo orgulloso que estoy.
No sabía cómo responder a su sinceridad. No así, no cuando no estaba preparada
para las sensaciones que me recorrían como lava, abrumando mis sentidos. Enojo,
alivio, deseo, pura y desesperada alegría… había muchas para nombrarlas, y mucho
menos encontrarles algún sentido. Así que en vez de eso, le contesté como siempre lo
hacíamos, con la suficiente pizca para hacerle saber al otro que nos importaba. —Claro
que no puedes, porque eso sería admitir que hice algo bueno para variar.

Knox sonrió, y aunque pudo haber dejado pasar el momento, su pulgar rozó la
palma de mi mano, enviando chispas a través de mí. —Entonces, ¿qué sigue? Ahora que
has salvado el mundo.

—No salvé el mundo —dije, mi voz muy usada se quebró.

—Casi. ¿Benjy y tú conseguirán una cabaña en el bosque? ¿Huirán y serán una


pequeña pareja feliz?

—Yo… —me detuve. Si había estado escuchando, debería saberlo. Tal vez lo
sabía. Tal vez quería asegurarse—. Benjy rompió conmigo. —Las palabras dolieron
menos de lo que esperé—. Sigue siendo mi mejor amigo, y siempre estará ahí, pero… es
mejor así. Juntos no éramos lo mejor posible que ambos merecíamos. No de esa manera.

Knox levantó una ceja. —¿Oh? ¿Y cuán mejor se es posible estar?

—Yo… —Tomé otro sorbo de mi agua. Mi garganta ardió, pero me dio tiempo
para pensar. No sabía cuán mejor se era posible estar. Ese era el problema. Pensé que
Benjy era lo mejor, pero no lo era. Y la evidencia estaba mirándome fijamente en este
momento.

—¿Tú? —dijo Knox, esperando a que continuara. Negué con la cabeza. Él sabía.
Él sabía que él sabía, y yo le acababa de dar la confirmación que necesitaba. Ahora solo
estaba siendo un imbécil.

—No me hagas decirlo. Hoy ya ha sido lo suficientemente traumático para los


dos.
Pareció considerarlo, recostándose contra las almohadas sin quitarme los ojos de
encima. Le sostuve la mirada, y por el espacio de varios latidos, ninguno de nosotros
dijo una palabra. Mi pulso se aceleró. Él sabía. Y yo también, sin que él tuviera que decir
una palabra.

—Deberías dormir un poco —dijo al fin—. Guarda tu voz. Los próximos días
serán duros y confusos, y las personas necesitarán un poco de orientación.

Asentí, aliviada y consternada por el cambio en la conversación. Lo último que


quería era salir en televisión nacional una vez más, pero él tenía razón. Las personas
necesitarían un líder, y yo ya les había dado todo lo demás. Les podía dar esto también.
—¿Me harías un favor?

—Lo que sea. —Pareció darse cuenta de lo serio que sonó, porque agregó con
una sonrisa—, dentro de lo razonable.

Agarré mi vaso, pasando mi pulgar por la condensación. —Estoy cansada —


susurré.

—Te lo dije, deberías…

—No ese tipo de cansancio. Estoy agotada, estrujada. No queda nada. Solo
necesito… necesito un descanso. Necesito alejarme. No para siempre. Solamente
durante un tiempo.

Knox estuvo en silencio por un largo momento. —Puedo hacer que suceda.

—¿En serio? —dije, y él asintió.

—Sé exactamente adónde deberías ir.

El día siguiente, el hospital me liberó al cuidado de un médico privado. Salir a la


luz brillante del sol, tan incongruente con el alboroto al que todos habían sobrevivido,
no se sentía real, pero tampoco lo demás. Y yo estaba bien con eso. El instante en que
se sintiera real sería el momento en que empezaría a apreciar todo un poco menos, y no
quería que ese momento llegara.

Greyson reunió a su consejo en el comedor de la mansión Creed esa tarde, junto


con un equipo de filmación y una orden para que mi discurso fuera emitido en todos los
canales a través de la nación. Mi garganta estaba en mal estado, y más de una vez,
Greyson preguntó si estaba segura de querer hacer esto, pero lo estaba. De todos modos,
él haría la mayor parte de la conversación. Yo sólo tenía que asegurarme que el país
supiera que no era para nada como su padre o el loco que lo había suplantado.

Con Knox aún hospitalizado, el consejo consistía de siete miembros: yo,


Greyson, Benjy, Rivers y otros tres líderes de la rebelión sobrevivientes. Juntos nos
sentamos en una mesa redonda —era simbólico, según Benjy— y cuando la luz roja se
encendió, tomé una respiración profunda.

—Mi nombre es Lila Hart. —Mi voz era apenas un susurro, y el micrófono estaba
encendido al máximo, pero sabía que subtítulos atravesarían cada pantalla—. Ayer,
todos ustedes fueron testigos de la ruina de Víctor Mercer, quien había estado
aterrorizando a nuestra nación como el primer ministro Daxton Hart durante más de un
año. Lo oyeron confesar por traición, asesinato y un sinnúmero de otros delitos, y por
primera vez, se ha retirado el velo de las personas que gobiernan su país y sus vidas.
Vieron la corrupción, vieron la codicia. Vieron la locura que mi primo Greyson y yo
hemos estado atestiguando por meses, y también vieron a su primer ministro morir en
mis manos. Lo siento por tomar su vida, y eso es algo con lo que tendré que vivir el resto
de la mía. Pero no lo siento por hacer lo que tenía que hacer para proteger a las
personas… para protegerlos a ustedes de su tiranía.

—No fingiré que todos los que ven esto apoyaban a los Blackcoat —continué—.
Éramos un país dividido en más de una manera. No solo por nuestras creencias, sino
también por los tatuajes negros en nuestras nucas. Por un sistema imperfecto y corrupto
que mientras proveía las necesidades básicas, también ha arruinado demasiadas vidas y
detenido a muchas de alcanzar su máximo potencial.
—Pero les diré que todos los que ven esto… ahora son libres de una manera en
que nunca lo fueron. Esta es una libertad que nuestros ancestros lucharon por proteger,
y es una libertad que nuestras familias, amigos y seres queridos pelearon por restaurar
para nosotros en la rebelión Blackcoat. Y a partir de este día, yo y las personas en esta
mesa nos aseguraremos que sus sacrificios no fueran en vano. Nos aseguraremos que
sus derechos sean protegidos, y nos aseguraremos que todos tengan una oportunidad,
una de verdad, para vivir sus vidas al máximo. Mi primo Greyson puede que no haya
sido un Blackcoat, pero ambos creemos en la libertad y en la democracia. Ambos
creemos en dejar que ustedes, las personas, decidan quién los gobierne. Y aunque él
seguirá siendo primer ministro durante este periodo de transición, durante la
reestructuración y reconstrucción de nuestro gobierno en algo que la gente pueda
controlar, tan pronto como este país esté listo para una elección justa, él va a renunciar
a su título por su representante elegido.

Me encontré con la mirada de Benjy a través de la mesa, y él me dio un guiño


alentador. Tomando otra respiración profunda, continué: —El cambio no sucederá en
un día, o en una semana, o incluso en un mes. Puede que tome años reestructurarnos en
algo de lo que nuestros ancestros estuvieran orgullosos. Nos aseguraremos de que suceda
lo más pronto posible, pero no en detrimento de alguno de ustedes. Sus vidas seguirán
siendo como eran, con la excepción de que se incrementarán los salarios y las raciones
para los rangos inferiores. Pero para los que no han tomado la prueba aún. —Hice una
pausa y miré directamente a la cámara de nuevo—. No serán clasificados. Serán
evaluados y se les guiará, pero no serán forzados a una vida que no han elegido. Yo…
—paré, tenía la voz cansada y la garganta adolorida, pero seguí—. Yo sé que será difícil,
y que las cosas no serán perfectas de inmediato. Pero, por favor, dennos una
oportunidad. Les juro que los haremos sentir orgullosos.

Los otros sentados en la mesa aplaudieron, y cuando se calmó, cuadré los


hombros. —Y ahora, permítanme presentarles a su nuevo primer ministro, Greyson
Hart, quien les explicará nuestro plan preliminar.

—Gracias, Lila —dijo gentilmente, y mientras él hablaba acerca de cosas como


la representación, las elecciones, y sus planes para el cambio, dejé que mi mente divagara
hacia las posibilidades de cómo sería este país en cinco años. Parecía una locura pensar
en una época sin rangos. Se habían vuelto tan arraigados en nuestras formas de pensar,
que tardaría mucho más que unos pocos años para olvidarlos completamente. Pero en
una generación o dos… tal vez para entonces, las personas realmente se sentirían como
iguales.

Benjy empujó un trozo de papel sobre la mesa hacia mí, y lo tomé. En él había
dibujada una playa con el sol golpeando las olas, y una figura de palitos con el cabello
hasta los hombros, construyendo un castillo de arena. Yo.

Sabiendo que la cámara estaba centrada en Greyson, cogí un lapicero y le dibujé


un boceto en respuesta. Una vez más era una figura de palitos, pero esta vez estaba
parada en una cabaña en el bosque, y no estaba sola. Otra figura de palitos estaba parada
a mi lado, su cabello recogido en una trenza y una sonrisa en el rostro.

Empujé el papel de regreso a Benjy, y él examinó el dibujo. Mirándome, ladeó la


cabeza inquisitivamente, y yo asentí.

Estaría ahí para Greyson. Sería Lila Hart. Sería un miembro de este consejo, y
haría lo que sea que tuviera que hacer para que este país se volviera todo lo que los
Blackcoat querían que fuera. Pero por ahora, solo por un poco de tiempo, también sería
alguien más.

Sería yo.
XIX

Traducido por Pily1

na semana más tarde, estaba sentada en medio de un prado junto a un lago,


con la cabeza inclinada hacia atrás, con el sol calentándome el rostro y con
la brisa fría de febrero. Permanecí allí durante casi una hora, respirando el
aire fresco y el olor del bosque durmiente. No podía esperar a la primavera, cuando la
hierba crecería, las flores florecerían y podría pasar todo el día fuera sin que Hannah se
preocupara.

Como sea, ella estaba de pie en la puerta de nuestra cabaña, sosteniendo una
cuchara de madera mientras me observaba.

—Kitty, te vas a morir de frío ahí fuera.

—No hace tanto frío. —Mi voz todavía sonaba áspera, pero ahora podía hablar
sin dolor, y un doctor venía cada pocos días para asegurarse de que me recuperaba bien.

—La punta de tu nariz está roja, y no dudo que el pendiente también se te haya
congelado en el oído —dijo—. Además, hay alguien esperándote.

—¿Qué? ¿Quién?

Me puse de pie y me dirigí hacia la cabaña, sacudiéndome el polvo de los


pantalones. El pendiente de metal estaba frío contra el cartílago de mi oreja. Pero aunque
Greyson no utilizaba su comunicador, y no había oído una palabra de Knox desde que
lo había visitado por última vez en su habitación de hospital el día que había dejado
D.C., no me atrevía a quitármelo.
—Benjy. Está en la pantalla.

Hannah mantuvo la puerta abierta para mí, y entré en la casa caliente. Era
pequeña, con solo una sala de estar, una cocina pequeña, dos pequeños dormitorios, y
un baño que compartíamos, pero era todo el espacio que Hannah y yo necesitábamos.
Al principio nos movíamos con cuidado una alrededor de la otra, no del todo seguras de
qué hacer ni qué decir, pero a medida que pasaban los días, poco a poco se hacía más
cómodo estar juntas. No estaba segura de ser capaz de llamarla mamá, y era, sin duda,
difícil para ella pensar en mí como la bebé a la que se había visto obligada a renunciar
tantos años antes, pero estábamos trabajando en ello. Y eso era lo importante.

—Puse una taza de chocolate caliente en la mesa para ti —dijo Hannah, mientras
me ayudaba a quitarme el abrigo y lo colgaba junto al fuego crepitante para que estuviera
caliente la próxima vez que decidiera salir, lo cual, sin duda, haría probablemente tan
pronto como mi llamada con Benjy terminara. Después de pasar tantos meses atrapada
de una forma u otra, me encantaba la libertad de la orilla del lago. La cabaña era
acogedora, y nunca me sentí como una intrusa, pero tampoco acababa de sentirme como
en casa.

—Gracias —le dije con una sonrisa agradecida. Me dirigí al escritorio, donde la
cara de Benjy apareció en el monitor mientras esperaba por mí.

—Te tomaste tu tiempo —dijo—. ¿Qué hacías?

—Estaba afuera —le dije—. ¿Qué pasa? ¿Sucedió algo?

—¿Qué, no se me permite llamar dos veces en un día? —dijo Benjy.

—Yo… —Lo miré y levanté mi chocolate caliente—. ¿Estás seguro que no está
pasando nada?

—Seguro. Mis planes para la cena fracasaron, y solo pensé que te gustaría que te
leyera un rato.
Esto se había convertido en nuestro ritual diario: Benjy llamaba después que la
reunión del consejo de la mañana hubiera terminado, y una vez que me actualizaba
sobre todo lo que habían discutido, me leía. No era lo mismo que antes, pero era
suficiente por ahora.

—Siempre y cuando la historia no sea aburrida —le dije. Nunca lo era.

—No se puede decir con seguridad, me compré un par de libros nuevos hoy, y
pensé que podríamos leerlos juntos. —Benjy levantó una cubierta de color turquesa y
naranja que no podía leer, y su sonrisa se volvió tontorrona y enorme—. La chica de la
librería dijo que este era bueno.

—¿La chica de la librería? —Me incliné hacia el monitor—. Cuéntame más,


Benjamín.

Se puso rojo.

—No es así…

—Ajá. Conozco esa mirada en tu cara. Así es como me miraste durante diez
años.

—Te estoy mirando ahora, ¿no? —dijo.

—Esa no es la expresión que tenías cuando esta conversación comenzó. Suelta la


sopa, Doe.

Por fin Benjy se derrumbó.

—Bueno, está bien, es linda. Morena, gafas. Hablamos de libros por un rato.

—¿La invitaste a salir? —le pregunté, y asintió.

—Este fin de semana. Para hablar de este libro.


Reí.

—Así que por eso quieres leérmelo —le dije, y se encogió de hombros
tímidamente.

—Podemos leer otra cosa, si quieres.

—No, no. Insisto en este. —Me acurruqué en mi asiento, ahuecando mi


chocolate caliente—. Más vale que no sea mejor besadora que yo.

—Te lo haré saber. —Benjy movió las cejas y abrió el libro—. Capítulo uno.

Me leyó durante los siguientes veinte minutos, y Hannah se unió a nosotros, de


pie detrás de mí. Pasó los dedos por mi pelo, sus dedos rozaron accidentalmente la X
marcada en mi cuello, pero ninguna de las dos dijo una palabra al respecto. Muy pronto,
no importaría.

Llamaron a la puerta en medio del capítulo dos, y levanté la vista.

—Benjy, espera, alguien está aquí.

Greyson nos había visitado dos veces hasta ahora, pero generalmente avisaba
cuando venía.

—Oh, te envié un regalo —respondió, y me detuve.

—¿Un regalo? —Mientras Hannah atendía al estofado que empezaba a


burbujear, me dirigí hacia la puerta.

—Sí, pensé que podría servirte —dijo con picardía, y abrí la puerta.

—¿Qué…?

Me detuve. Knox se encontraba en el pórtico, con el brazo en cabestrillo y una


bolsa izada por encima de su hombro bueno. Llevaba un abrigo de lana gruesa y una
barba de al menos tres días, pero parecía más saludable de lo que lo había visto en mucho
tiempo.

—Hola —dijo, su sonrisa aumentó mientras me miraba—. Espero no estar


molestando.

Su voz despertó algo muy dentro de mí, me calentó desde adentro hacia afuera.
Parecía feliz, también. Más feliz de lo que lo había visto nunca. Y de repente no pude
evitar sentir exactamente lo mismo.

—No, nunca —le dije, moviéndome a un lado para dejarlo entrar. Al entrar en
la cabaña para unírsenos, su mano rozó la mía, y nuestros ojos se encontraron. Y supe,
sin lugar a dudas, que estaba en casa.
Moderadora y Correctora

Azhreik

Traductores

Azhreik
Bad Wolf
Brandon Nox
CarolinaOrtega
Coral Black
gisgirl8
Guangugo
Ivetee
Lauraapc
loredanapm
Pila
pily1
saimi-v
Shiiro
Teresa

Diseño

Pamee
Esta traducción es de fans para fans.

Hecha sin fines de lucro.

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