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Y ésta es,
quizás, no solamente la más extendida de las pobrezas, sino también la más peligrosa.
En el que probablemente sea uno de los mejores discursos de la Historia, Elie Wiesel, nos mostró
“los peligros de la indiferencia“:
En cierto sentido, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que deshumaniza al ser humano. A fin de
cuentas, la indiferencia es más peligrosa que la ira o el odio. A veces, la ira puede ser creativa. Uno
escribe un hermoso poema, una magnífica sinfonía. Uno crea algo especial por el bien de la
humanidad, porque está enfadado con la injusticia de la que es testigo. Pero la indiferencia nunca es
creativa. Incluso el odio, en ocasiones, puede suscitar una respuesta. Lo combates. Lo denuncias. Lo
desarmas.