You are on page 1of 15

UNCuyo – Facultad de Filosofía y Letras

SEMIÓTICA

“CONSIDERACIONES EN TORNO A LA
ENUNCIACIÓN”

Documento de Cátedra

Por Estela M. Zalba & Lucía Zanotto

Mendoza, 2002
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

Índice

Página

Índice 2

Presentación 3

1. La “Teoría de la Enunciación” 3

2. Apropiaciones semióticas de la Teoría de la Enunciación 5

2.1. El «contrato enunciativo» 6

2.2. La construcción discursiva de los “actantes” de la 7


enunciación
2.2.1. De los procedimientos y operaciones de 7
desembrague / embrague enunciativos
3. Los actantes de la enunciación y sus relaciones 10

3.1. Verosimilitud del relato 11

3.2. Relato interesante para el enunciatario 14

Bibliografía 16

2
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

“CONSIDERACIONES EN TORNO A LA ENUNCIACIÓN”

Documento de cátedra

Estela M. Zalba & Lucía Zanotto

En este Documento de cátedra desarrollaremos un conjunto sistematizado


de consideraciones en torno de la problemática de la enunciación.
Para ello, en primer lugar, explicaremos los aspectos fundamentales de la
“teoría de la enunciación” formulada por Émile Benveniste y las diversas re-
elaboraciones y apropiaciones que, de esta teoría se han hecho en el campo de la
Semiótica. Ejemplificaremos con diversos textos literarios.

1. La “Teoría de la Enunciación”
Surge a partir de las teorizaciones del lingüista Émile Benveniste
desarrolladas entre 1946 y 1970. Entre las diversas problemáticas en torno del
lenguaje sobre las que reflexiona Benveniste, nos interesa destacar tres:
(A) El planteo de la existencia de dos lingüísticas, cada una de las cuales
abordaría –respectivamente- los dos modos de significancia de la lengua: el
semiótico y el semántico (v.g., “La forma y el sentido en el lenguaje” (1966); “Este
lenguaje que hace la historia” (1968); “Semiología de la lengua (1969)).
(B) Las referidas a la enunciación como fenómeno y su intento de definirla
en el marco formal de su realización (v.g. “El aparato formal de la enunciación”
(1970)).
(C) Las vinculadas a la “subjetividad en el lenguaje” (v.g. “Estructura de las
relaciones de persona en el verbo” (1946); “La naturaleza de los pronombres“
(1956); “De la subjetividad en el lenguaje” (1958))
Para comprender las razones por las cuales Benveniste plantea la necesidad
de “dos lingüísticas”, es necesario recuperar su caracterización de la lengua en
tanto que sistema semiótico singular.
“La lengua nos ofrece el único modelo de un sistema que es semiótico a la
vez en su estructura formal y en su funcionamiento: 1) Se manifiesta en la
enunciación, que alude a una situación dada; hablar siempre es hablar de. 2)
Consiste formalmente en unidades distintas, cada una de las cuales es un signo. 3)
Es producida y recibida en los mismos valores de referencia entre todos los
miembros de una comunidad. 4) Es la única actualización de la comunicación
intersubjetiva” (Benveniste (1969), 1995, p.66)

Estas particularidades de la naturaleza de la lengua, su capacidad


representativa y su importante rol en la vida de relación hacen de ella la gran
“matriz semiótica”, la gran estructura modeladora de los otros sistemas
significantes. La capacidad de la lengua de ser el interpretante de todo sistema
significante es otra de sus características semióticas peculiares. Esta “situación

3
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

privilegiada” de la lengua es consecuencia de sus “dos modos de significancia”. El


modo que Benveniste denomina “semiótico” es el propio del signo lingüístico y
estaría vinculado con las formas lingüísticas y sus reglas de combinatoria. Designa
como “semántico” al
“modo específico de significancia que es engendrado por el discurso. (...)
Lo semántico carga por necesidad con el conjunto de los referentes, en tanto que
lo semiótico está, por principio, separado y es independiente de toda referencia. El
orden semántico se identifica con el mundo de la enunciación y el universo del
discurso.” (...) Lo semiótico (el signo) debe ser RECONOCIDO; lo semántico (el
discurso) debe ser COMPRENDIDO” (Benveniste (1969), 1995, p.67-68 [Los
destacados en negrita son nuestros; los destacados en mayúscula, en el texto
original]).

Asimismo, tal como ya señaláramos, Benveniste sostiene que cada uno de


estos dos dominios, además, “requiere su propio aparato conceptual”. 1
En relación al segundo aspecto (b), la teoría se propone explicar el acto de
la enunciación, es decir, el acto, único e irrepetible, mediante el cual el sujeto se
apropia del lenguaje y produce su enunciado, constituyendo simultáneamente la
instancia compleja “yo - tú - aquí - ahora” y dejando en dicho producto - el
enunciado- las marcas, las huellas, de su enunciación. En su análisis de la
naturaleza de los pronombres, dice Benveniste:
“Es, con todo, un hecho a la vez original y fundamental el que estas formas
‘pronominales’ no remitan a la ‘realidad’ ni a porciones ‘objetivas’ en el espacio o
en el tiempo, sino a la enunciación, cada vez única, que las contiene y hagan
reflexivo así su propio empleo. La importancia de su función se medirá por la
naturaleza del problema que sirvan para resolver y que no es otro que el de la
comunicación intersubjetiva. (..)” (Benveniste (1956), 1995, p.175 [Los
destacados son nuestros])
Lo que caracterizará la enunciación, entonces, es
“la acentuación de la relación discursiva al interlocutor, ya sea este
real o imaginado, individual o colectivo. Esta característica plantea por necesidad
lo que puede llamarse el cuadro figurativo de la enunciación (...) la enunciación
plantea dos “figuras” igualmente necesarias, fuente la una, la otra meta de la
enunciación. Es la estructura del diálogo. (..) ” (Benveniste (1970), 1995, p.88 [los
destacados aparecen en el texto original]).
Respecto del problema de la subjetividad en el lenguaje (c), es interesante
destacar el hecho de que Benveniste reintroduce, en la teoría del lenguaje, al
sujeto, que había sido “expulsado” por el estructuralismo lingüístico y semiótico.
Ahora bien este sujeto no se refiere a una entidad psicológica, sino a un sujeto que
se constituye en y por el lenguaje:
“El lenguaje (...) instituye(..) un signo único , pero móvil, yo, que puede
ser asumido por cada locutor, a condición de que no remita cada vez sino a la

1
Advertimos cierta similitud entre esta propuesta de Benveniste y la de Eco respecto de la
necesidad de encarar los “sistemas de significación” y “los procesos de comunicación” desde
dos “semióticas” diferenciadas: la de los “códigos” y la de la “producción de signos”,
respectivamente. (Eco, 1977) Cfr. Unidad 1

4
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

instancia de su propio discurso. De suerte que este signo está ligado al ejercicio
del lenguaje y declara al locutor como tal. Es esta propiedad la que funda el
discurso individual, en el que cada locutor asume por su cuenta el lenguaje
entero” (Benveniste (1956), 1995, p.175 [Los destacados son nuestros] )

“ (..) ¿Cual es, pues, la “realidad” a la que se refiere yo o tú? Tan sólo una
realidad de discurso, que es cosa muy singular. Yo no puede ser definido más que
en términos de “locución”, no en término de objetos, como lo es un signo nominal
(...) Hay pues, en este proceso, una doble instancia conjugada: instancia de yo
como referente, e instancia de discurso que contiene yo, como referido”
(Benveniste (1956), 1995, p.173))

y más explícitamente cuando posteriormente señala: “(...) el fundamento


de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua” (Benveniste (1958), 1995, p.
182-83).

Aparece ya en esta primigenia versión de la Teoría un desplazamiento sobre


el concepto de lenguaje, este adquiere un carácter marcadamente “instruccional”,
indicial, ya que sólo podrá ‘reconstituirse’ la enunciación a partir del enunciado, de
las “marcas lingüísticas instruccionales” (indicios) inscriptas en él.

2. Apropiaciones semióticas de la Teoría de la Enunciación

Emile Benveniste explicaba la enunciación como el acto mediante el cual el


sujeto se apropia del sistema de la lengua (o de cualquier sistema semiótico,
agregamos nosotros) para construir su enunciado.
La enunciación es entendida por la Semiótica como una instancia lingüístico
-pragmática “lógicamente presupuesta por la existencia misma del enunciado y
cuyas huellas son localizables o reconocibles en los discursos” (Courtés: 97:355). 2
En este sentido sólo conocemos “enunciaciones enunciadas”. Pero, a su vez, todo
enunciado /discurso remite necesariamente a una enunciación particular
correspondiente.

Acto de la Enunciación Enunciado / Discurso


(produce) | ||

“marcas” que permiten reconstruir la Enunciación

que está “enunciada” en esas marcas

En la enunciación el sujeto se instala como locutor [=el que habla] e


“implanta al otro delante de él, cualquiera que sea el grado de presencia que
atribuya a este otro. Toda enunciación es, explícita o implícita, una alocución,
postula un alocutario” (Benveniste (1969), 1995, p.85) Por lo tanto lo que
caracteriza a la enunciación es “la acentuación de la relación discursiva al
interlocutor, ya sea éste real o imaginario, individual o colectivo” (Benveniste

2
En este caso podemos asimilar enunciado a discurso.

5
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

(1969), 1995, p.88). Denominaremos «enunciador» y «enunciatario» a los


roles que asumen los sujetos en el acto de la enunciación. La semiótica los
formaliza como actantes de la enunciación 3 . En tal sentido, la enunciación en
tanto que un acto, que una operación,
“es asimilable –en su orden y a su nivel – a un programa narrativo
determinado que tiene en consideración tres actantes. Independientemente del
/hacer/ que aquí se identifica, sin duda, con el acto mismo de enunciación, tenemos
un sujeto del hacer (=S1), o «sujeto enunciante» (J.C.Coquet), (..) [o]
enunciador; el objeto (=O) en circulación corresponde a lo que es enunciado, por
lo tanto, al enunciado (...); el tercer actante (..) es naturalmente el sujeto a quien
se dirige el enunciado, que es su beneficiario (S2), y a quien llamamos
enunciatario:

H {S1 (S2 ∩ O)}

Enunciación enunciador enunciatario enunciado”


(Courtés, 1997, p.357)

2.1. El «contrato enunciativo»


La enunciación, como acto, como macro-operación, implica un complejo
hacer transformador de índole diversa, que establece una relación intersubjetiva
que tiene por efecto modificar el estatuto (ser/parecer) de los sujetos participantes.
En este sentido podemos hablar de un «contrato enunciativo», en la medida en
que los participantes contraen y establecen una relación intersubjetiva de una
naturaleza determinada. En esta perspectiva
“el contrato aparece como una organización de actividades cognoscitivas
recíprocas que provocan la transformación de la competencia modal de los sujetos
participantes” (Greimas & Courtés, 1982, p.89)
El «contrato enunciativo» está condicionado por las características de la
situación de enunciación, en función de la cual el enunciador apela a diversas
modalidades del decir, en las que él se posiciona, posiciona - a su vez - al
enunciatario y organiza su estrategia discursiva.

El «contrato enunciativo» presupone un contrato implícito previo:


“ [la] «comunicación fática» (...) que parece estar hecha a la vez, por una
tensión (expectativa indulgente o desconfiada) y una distensión (que es como la
respuesta). El hecho de establecer la estructura intersubjetiva es al mismo
tiempo, por un lado, una apertura al futuro y a las posibilidades de la acción y,
por otro, una coerción que limita en cierta manera la libertad de cada uno de los
sujetos. ” (Greimas & Courtés, 1982, p.88).
Esta comunicación fática, en el caso de los discursos escritos se presenta
como un intercambio diferido.

3
En este sentido deberemos diferenciar en todo discurso dos órdenes de actantes: los
actantes de la enunciación y los actantes del enunciado (aquellos sobre los que “habla” el
discurso). En el caso del discurso narrativo, los actantes del enunciado son los que participan
de las acciones narradas (Cfr. Documento Semiótica discursivo-narrativa: la Narratología
estructuralista)

6
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

La noción de «contrato enunciativo» presupone también que los


participantes de una enunciación, en tanto que “individuos que pertenecen a un
mismo cuerpo de prácticas sociales” (Charaudeau (1983) en Maingueneau, 1996,
p.31), conocen la existencia de cierto número de principios que hacen posible el
intercambio y de ciertas reglas socio-discursivas que lo regulan.
Podemos analizar, entonces, este contrato enunciativo como un PN de
manipulación, en la medida en que el enunciador se instala, desde una posición
asimétrica que le otorga su “saber”, como un destinador y construye a su
enunciatario como un destinatario.

2.2. La construcción discursiva de los “actantes” de la enunciación

Ahora bien, enunciador / enunciatario, en tanto que actantes, son


construcciones discursivas, que sólo son factibles de reconstruir a partir de ciertos
indicios presentes en el discurso. Para dar cuenta de estos indicios, la Semiótica
postula un conjunto de operaciones y procedimientos discursivos denominados
embragues y desembragues enunciativos.

2.2.1. De los procedimientos y operaciones de desembrague /


embrague enunciativos.

En el acto de la enunciación, la “instancia de la enunciación”, entendida


como un sincretismo “yo-tú-aquí-ahora”, disjunta, se proyecta fuera y constituye el
enunciado:
“El acto del lenguaje aparece, así, como una esquizia creadora, por
un lado, del sujeto, del lugar y del tiempo de la enunciación, y por el otro, de la
representación actancial, espacial y temporal del enunciado” (Greimas & Courtés,
1982, p.113)

Esta operación de disjunción y proyección se denomina desembrague. Este


desembrague “primigenio” es la construcción del sujeto, espacio y tiempo del
enunciado. Por lo tanto se señalan tres tipos de desembragues:
a) Desembrague actancial: consistirá en disjuntar del sujeto de la
enunciación un «NO YO» y proyectarlo en el enunciado; para poder dar una
representación del mecanismo del desembrague, es necesario, ante todo, insistir en
el hecho de que el sujeto de la enunciación, responsable de la producción del
enunciado, permanece siempre implícito y presupuesto, nunca está manifestado en
el discurso-enunciado. (Greimas & Courtés, 1982, p. 113)
b) Desembrague espacial: opone al lugar de la enunciación un «NO
AQUÍ»;
“se presenta como un procedimiento que tiene por efecto expulsar, fuera de
la instancia de la enunciación al término no-aquí de la categoría espacial; así
funda el espacio “objetivado” del enunciado (el espacio del allá) y, al propio
tiempo, el espacio original -identificable sólo como una presuposición tópica- de la

7
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

enunciación” [el ‘aquí’] (Greimas & Courtés, 1982, p. 116, los destacados en el
original)

c) Desembrague temporal: postula un «NO AHORA» distinto del tiempo


de la enunciación.
“(...) puede concebirse el desembrague temporal como un procedimiento de
proyección del término no-ahora en el momento del acto del lenguaje, fuera de la
instancia de la enunciación; esto tiene como efecto, por un lado instituir por
presuposición el tiempo ahora de la enunciación y, por otro, permite construir un
tiempo de entonces.” (Greimas & Courtés, 1982, p. 115, los destacados en el
original)

En el discurso, es posible también encontrar una operación inversa


denominada embrague. Este es, en efecto, el
, que contribuye a crear la “ilusión enunciativa”. Pero es
importante destacar que, por un lado, todo embrague presupone una operación de
desembrague (el desembrague «primigenio») que es lógicamente anterior y , por
otro lado, “un embrague total es imposible de concebir” pues “sería la supresión de
todo rastro del discurso” (Greimas & Courtés , 1982, p.139 ) El embrague se
presenta, entonces, como una meta de la instancia de la enunciación, que nunca
es lograda plenamente.
El embrague se descompone a su vez en tres tipos:
a) Embrague actancial: efecto de identificación del sujeto del enunciado
(sujeto discursivo) con el sujeto de la enunciación. En este sentido,
“ningún “yo” encontrado en el discurso puede ser considerado como sujeto
de la enunciación propiamente dicha ni identificado con él: se trata sólo de un
simulacro de enunciación, es decir de una enunciación enunciada o referida.”
(Greimas & Courtés, 1982, p. 113)
b) Embrague espacial: efecto de vuelta «AQUÍ».
“Si se considera el espacio del allá como un espacio enuncivo [=del
enunciado], se ve que también es posible proyectar el término aquí que simula el
lugar de la enunciación.” (Greimas & Courtés, 1982, p. 116)
c) Embrague temporal: efecto de vuelta al «AHORA». Mediante un
procedimiento inverso, la temporalidad enunciativa (tiempo de ahora) puede ser
embragada a fin de producir la ilusión de identificación con el momento de la
enunciación. La posibilidad de ‘acotar’ o ‘extender’ el valor del presente verbal,
favorece y enriquece la construcción y dimensionalidad del embrague temporal.
En el discurso pueden darse todas estas operaciones o bien alguna/s de
ellas. Además cada una de estos procedimientos (de desembrague o embrague)
puede ser considerado separadamente, pero a menudo también se dan en
sincretismo (v.g., tiempo y sujeto; espacio y tiempo, etc.)
Los elementos lingüísticos instruccionales que permiten ir segmentando en
el discurso las operaciones de embrague y desembrague, en cada una de sus
dimensiones (actancial, temporal, espacial), son fundamentalmente los deícticos

8
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

(de persona, tiempo y espacio, respectivamente) y, en el caso de los embragues y


desembragues actanciales y temporales, los gramemas de persona (en español) y
tiempo de los verbos.
Benveniste ya sostenía que en el universo del discurso y en la enunciación
se engendra el modo de significancia semántico, que es el que instala los
referentes. Ampliaremos este aspecto, señalando –con la ayuda de la teoría
semiótica- que son dos las “referencias” claves con las que se intenta salir
“del universo cerrado del lenguaje y de aferrarlo [al discurso] a otra
exterioridad: la referencia al sujeto (instancia de la enunciación) y la referencia al
objeto (al mundo que circunda al hombre(...))”(Greimas & Courtés, 1982, p.140, la
aclaración entre corchetes es nuestra).
Para realizar la primera referencia se dispone de las operaciones de
embrague, para la segunda, las de desembrague. Ahora bien, en realidad estas
operaciones “sólo llegan a producir ilusiones: la ilusión enunciativa y la ilusión
referencial” (Greimas & Courtés, 1982, p.140)
Incluso, debido a la relación de contrariedad que ambas series de
operaciones involucra, el sujeto enunciante no podrá intentar simultáneamente
crear ambas referenciaciones, ya que:
“Contrariamente a lo que sucede en el momento del desembrague (cuyo
efecto es referencializar la instancia desde la cual es operado), el embrague
produce una des-referencialización del enunciado al que afecta ...” (Greimas &
Courtés, 1982, 140 - 141)
En este sentido veremos que la presencia marcada del sujeto enunciante,
mediante el uso de las formas deícticas de primera persona, invalida la ilusión
referencial (“objetividad” del discurso) y, por otro lado, su ausencia, que contribuye
a crear esta ilusión de objetividad, genera necesariamente un efecto de
distanciamiento entre el discurso y su sujeto. Por lo tanto, en el discurso, estas
operaciones de desembragues / embragues adquieren un valor retórico. Es decir
que se transforman en procedimientos retóricos que, a modo de estrategias
discursivas, contribuyen a crear tres aspectos claves en la construcción del sentido
en los diversos discursos: la construcción del sujeto discursivo, del tiempo
(temporalización) y del espacio (espacialización).
En el caso del discurso narrativo, la teoría narratológica de Genette, da
cuenta de los aspectos relativos a la construcción del sujeto discursivo y del tiempo,
mediante la categoría de voz. Genette denomina la instancia de la enunciación
como instancia de la narración y los actantes de la enunciación como narrador y
narratario 4 . Genette procura dar cuenta de las diversas modalidades de
construcción de esta “narración enunciada”, es decir que propone una

Narrador y narratario serían roles o funciones discursivas de las que se envisten enunciador
4

y enunciatario en los discursos narrativos.

9
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

sistematización de los mencionados procedimientos retóricos, o estrategias


discursivas, propios del relato literario.

3. Los actantes de la enunciación y sus relaciones

Es posible encontrar la presencia de los actantes de la enunciación en todos


los niveles del texto. En nuestro análisis de diversos textos literarios, con los que
iremos ilustrando estas relaciones, utilizaremos E para referirnos al enunciador y e
para el enunciatario.
Ciertamente, los diferentes grados o modos de presencia de la enunciación
en el texto, marca diferencias en la concepción del mundo. Si leemos la relación del
Padre de la Casas sobre la conquista de América, podremos reconocer la presencia
de un Superdestinador que condiciona y ordena fuertemente al enunciado; este
elemento no se encuentra en cuentos de la literatura contemporánea.
En todos los niveles se manifiesta la ideología del E pero también la del e,
que el E prevé. Puede ser que se intente disimular la instancia del enunciación, o
que la relación entre E y e aparezca en el enunciado. Hay que señalar que Greimas
y Courtés consideran a esta relación explícita como realizada entre narrador y
narratario, es decir, como entre aquellos actores que aparecen explícitamente en el
texto por la operación de desembrague.
Todo intento de transmitir un enunciado implica una selección de
información, y esta selección permite reconstruir la competencia epistémica previa
supuesta en el enunciatario. La selección de la información parte del sistema de
valores del E, e intenta que el e adhiera. Un ejemplo claro lo encontramos en el
Martín Fierro: el segundo canto de la primera parte es una relación detallada de las
tareas realizadas por el gaucho en el campo: se prevé un enunciatario al que debe
convencerse de su laboriosidad e informarle sobre sus tareas.
Al mismo tiempo, se puede jerarquizar la información seleccionada
ubicándola en diferentes posiciones. En este sentido, el título es el que tiene el
privilegio absoluto. A veces, tener en cuenta esta ubicación puede ayudarnos a
privilegiar una de entre varias isotopías identificadas.
Ejemplifiquemos:
En El cautivo de Borges se un presenta un actor que ha sido víctima dos
veces de un PN de despojo de su libertad: en primer lugar por parte de los indios,
luego por parte de sus padres. Aunque aparezca la oposición civilización/ barbarie,
la fuerza de la elección recae sobre la oposición libertad/ cautiverio. Otros lugares
privilegiados son el centro, el comienzo y el final del texto.
Pensemos en La noche boca arriba de Cortázar. El título coloca en igualdad
de condiciones las dos fábulas que se presentan (la del motociclista accidentado y
la del moteca que va a ser sacrificado); sin embargo, tanto el epígrafe –comienzo –

10
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

como el final subrayan una situación de persecución y de muerte. Si bien se


encuentra la oposición vigilia/ sueño – como en tantos otros cuentos de Cortázar –
la elección final en la jerarquía se la otorgamos a la oposición vida/ muerte, que es
la que en definitiva se realiza en ambas fábulas.
Hay valoraciones claras que se encuentran en adjetivos y adverbios, pero es
posible encontrarlas en otras categorías gramaticales. En El Cautivo, se indica que
los padres “creyeron” reconocer al hijo, lo que es diferente de “saber” que ese era
su hijo. En la denominación se observa una valoración diferente: por ejemplo,
véase la diferencia entre utilizar “crenchas” o “cabellos”, el primer lexema conlleva
un sema inherente /peyorativo/ (o disfórico).
Eco advierte que hay actitudes cooperativas en el lector implícito (dispuesto
a hacer lo que el E quiera), predispuesto a decodificar según las pautas que le
propone el E. Se propone una relación contractual entre E – e. Pero también se
prevé una relación conflictiva. Para que el E pueda mantener el querer del e, debe
identificar qué es lo valioso para él, y así ir modificando su competencia. Es
necesario analizar los roles de cada sujeto, sus competencias y sus relaciones con
el enunciado como algo dinámico.
Para mantener y hacer aumentar el querer del e, el E debe procurar que:
1° El enunciado aparezca verosímil, creíble; esto supone que debe
establecerse entre E - e una relación fiduciaria.
2° El enunciado debe resultar interesante para el e.

3.1. Verosimilitud del relato

Para este aspecto, las estrategias parecen concentrarse en dos puntos:


a) Autopresentación del E como sujeto competente.
b) Verosimilización del relato mismo.
En lo que respecta a la autopresentación de E, hay que distinguir dos
tipos de “haceres cognitivos” que le son propios:
™ conoce un supuesto referente extratextual
™ sabe decir adecuadamente lo que conoce.

™ El E suele “autorizarse”. Asume roles temáticos (cronista, investigador, testigo)


y un rol actancial, el de Destinador.

¾ Puede haber programas de heterodestinación del saber, es el caso en que


alguien le transmite la información. Importa saber cuáles son los actores que
figurativizan dichos destinadores, ya que cada cultura tiene sus destinadores
privilegiados: la realidad, los libros, la Biblia, documentos, etc. Este privilegio
depende de los valores de cada época y lugar, del hecho que se presenta.

En El cautivo, por ejemplo, hay un heterodestinador impersonal, pero está


ubicado en un espacio que “autoriza” o verosimiliza lo fidedigno de la historia:
es referida en Junín o Tapalquén, lugares de frontera, de malones.

11
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

¾ Puede haber un programa de autodestinación: el E aprendió, procuró su propio


saber.

¾ A veces no hay un PN de adquisición de la competencia. (Como en el caso de


Continuidad de los parques).

En la novela de Mansilla Una excursión a los indios ranqueles, la mayor parte


de la información que presenta el narrador se debe a su capacidad de observación.
Se preocupa por subrayar su excelente memoria, que le permite describir con
precisión los accidentes geográficos, mencionar distancias, señalar horas y días.
También presenta y autoriza otras fuentes:
“(...) todo lo que dejo dicho en esta carta no me lo contó mi comadre
Carmen. Una parte se lo debo a ella, el resto a otros y a mis propias
observaciones.” (Mansilla, p. 9 – vol. 2).
™ Dijimos, además, que el narrador debe saber decir lo que conoce.
Siguiendo la ejemplificación con la novela de Mansilla, puede observarse
cómo el narrador se muestra como conocedor de los cánones de expresión
vigentes. La visión romántica se hace claramente presente a través del espacio
constituido como marco de las acciones. Hay descripciones de tinte idílico,
correspondientes a un paisaje exótico; están presentes el color local y la
identificación héroe – paisaje. Es interesante destacar el uso de caracteres realistas
para describir “la barbarie”, (un indio) rasgo que se advierte en el romanticismo
nacional:
“Parecía un sátiro.
Tenía la mota parada como cuernos, los ojos saltados enrojecidos por el
alcohol, unas narices anchas y chatas llenas de excrecencias, unos labios
gordos y rosados como salchichas crudas.” (Mansilla, p. 229 – vol. 1).

De hecho, son numerosas las citas de Echeverría, así como de otros


románticos, incorporadas al texto en su idioma original, sin necesidad de especificar
en toda ocasión su proveniencia (v. gr. p. 79 – vol. 1). Esto revela también la
competencia epistémica del e previsto.
Este narrador se muestra como ya apreciado en el arte de contar, a través
de los relatos orales introducidos en las circunstancias del fogón en varias
oportunidades a lo largo del relato. Su saber está claramente circunscrito:
“No puedo hablar como un sabio (...)” (Mansilla, p. 73 – vol. 1)
“Yo no soy más que un simple cronista, ¡felizmente!” (Mansilla, p. 86 – vol. 1)
La limitación, con el “¡felizmente!” ubicado entre signos al final de la
expresión, revela su calificación eufórica de la condición en que se encuentra.

12
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

También en el Martín Fierro se encuentra esta legitimización del cantor como tal:
“Yo no soy cantor letrao,
mas si me pongo a cantar
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando:
las complas me van brotando
como agua de manantial.”

b) En cuanto a la verosimilización del relato mismo, podemos señalar dos


aspectos que fundamentan la verosimilitud:
™ Cada cultura tiene su concepción de verosimilitud, entonces se debe recurrir al
intertexto para aclarar qué es la verosimilitud para cada cultura.

™ Cada texto es parcialmente novedoso y parcialmente reiterativo.


En cuanto a la importancia de los valores vigentes, pensemos, por ejemplo,
en el narrador de Una excursión... . Allí se evidencia ya un nuevo sistema de
pensamiento, que privilegia una fidelidad rigurosa a la observación propia y el
acuerdo con la ciencia:
“Y esto diciendo, me coloqué horizontalmente haciendo una línea mixta con
el cuerpo de manera que el hueso cuadril y los hombros coincidieran con los
hoyos de mi escabroso lecho.” (P. 207 – vol. 1)

Mansilla es el primero de los que se enrolan en la generación del ‘80 5 .

Con referencia a lo reiterativo y novedoso del enunciado, es fácil encontrarlo


en cualquiera de los textos que hemos mencionado hasta aquí como ejemplo. Sólo
para nombrar uno, pensemos en “La noche boca arriba” de Cortázar: es
perfectamente admisible que un joven tenga un accidente en la motocicleta, así
como es conocida históricamente la guerra florida. Los detalles, las circunstancias,
el salto de un espacio y un tiempo a otros son lo novedoso.

3.2. Relato interesante para el enunciatario

El enunciado debe resultar interesante para el e, y entonces se puede


recurrir a ciertas categorías éticas (bueno/ malo) y estéticas (bello/ feo). Se deben
identificar entonces cuáles son los valores en circulación (éticos y estéticos) y
quiénes serán los sujetos que deberán entrar en conjunción con esos valores.
El e participa en la producción del sentido. Posee una competencia propia. El
texto lo prevé, existe en el texto como un simulacro que puede o no coincidir con el
lector real.
El PN del e es provocado por el E. Él trata de suscitar determinadas
actividades en el e:

5
Mansilla nació 13 años antes que Eduardo Wilde; 17 que Lucio V. López; 12 que Eugenio
Cambaceres; 20 que Miguel Cané; 36 que Julián Martel (José Miró).

13
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

- leer, como acción somática; requiere un querer leer que debe ser
mantenido y acrecentado;
- apropiarse del texto que debe presentarse como un objeto valor; y en
este sentido, puede ser un hacer cognitivo (saber, interpretar, valorar) o
pragmático (votar, transformar, reaccionar).
En Una excursión... se prevé en primera instancia un narratario particular:
un amigo. Y la información se transmite por medio de cartas. Pero se las hará llegar
a través de publicaciones, por lo cual el narratario será: Santiago y público lector.
Declara no saber el paradero de Santiago, esto justifica la publicación como
necesaria y dice también la seguridad de que la misma llega a su amigo. El “lector”
es conocido por el narrador, al menos en parte. Su condición de amigo del
narratario explica el hecho de que quiera escribirle. Pero este querer ha surgido
después de mucho tiempo de silencio (p. 5 – vol. 1), lo cual sugiere la intención de
hacer conocer algo muy interesante, como causa de este querer. El asunto se
refiere a una excursión a los indios ranqueles. ¿Cómo es esto motivo interesante
para la comunicación entre dos amigos? En primer lugar, es un viaje, una aventura
insólita, del género que a ambos atrae, según aparece en la primera carta. Queda
registrado, por otra parte, que han hablado de la cuestión étnica e indígena en
otras oportunidades (pp. 8; 18 – vol. 1). Pero también se considera un público al
que es necesario informar, ya que “ignora” muchas cosas que “debiera saber” (p.
23 – vol. 1).
La mujer es un ser vulnerable, merecedor de protección, ingenuo, causante
de dichas y penas, elemento necesario en el mundo civilizado o ranquelino. Se
revela aquí la valoración del orgullo varonil.
Enuncia su “credo” pero lo relativiza, (pp. 146 y 147 – vol. 1), relativizando
con ello los valores de la civilización a los que responde o adhiere. Al mismo
tiempo, hay normas de conducta entre los indios (relación con las suegras;
condición de la mujer soltera o viuda; etc.) que le resultan llamativas, pero no
desechables.
Pero lo que está en juego es la paz, que hay que negociar. El traer la paz a
los ranquelinos significa seguridad y progreso económico para la civilización blanca.
Implica también avance de la frontera, expansión. Para alcanzar tales pretensiones,
es necesario obtener entre los indios el suficiente prestigio personal como para ser
creíble y afirmar el poder. En función de esto el narrador-protagonista hace gala de
su resistencia y fuerza física, su valentía, su conocimiento de los hombres que lo
lleva al trato más conveniente para con cada uno. El narrador juega también su
prestigio ante el narratario. Por esa razón es para él tan importante identificar
similitudes, correspondencias de la barbarie con los valores sostenidos por la
civilización, para que su novedad sea aceptable. Entre los indios como entre los

14
UNCuyo – SEMIÓTICA DEL TEXTO LITERARIO - 2007

blancos, existe la simulación y la diplomacia; se cuida la supervivencia; se pugna


por alcanzar el prestigio; hay indios aseados y de buenos modales; hasta hay indios
con sangre y facciones de la raza blanca. Por su puesto, el narrador hace
concesiones al saber previo del narratario: los bárbaros cometen barbaridades,
aunque hay blancos aún más bárbaros, crueles.
Es fundamental el Epílogo como exposición de los valores del narrador, que
han sido conmovidos a raíz de la excursión:
“(...) ¡Ay! Cuando los ranqueles hayan sido exterminados o reducidos,
cristianizados y civilizados.” (Mansilla, p. 197 – vol. 2).

“(...) todos los americanos tenemos sangre de indio en las venas, ¿por qué
ese grito constante de exterminio contra los bárbaros?” (Mansilla,p. 200 –
vol. 2).
“Si hay algo imposible de determinar, es el grado de civilización a que
llegará cada raza; y si hay alguna teoría calculada para justificar el
despotismo, es la teoría de la fatalidad histórica.
Las calamidades que afligen a la humanidad nacen de los odios de las
razas, de las preocupaciones inveteradas, de la falta de benevolencia y de
amor.Por eso el medio más eficaz de extinguir la antipatía que suele
observarse entre ciertas razas en los países donde los privilegios han creado
dos clases sociales, una de opresores y otra de oprimidos. ES LA JUSTICIA.”
(Mansilla, p. 201 – vol 2).

±±±±±±±±±±±±±±±

Bibliografía:
BENVENISTE, Émile, Problemas de Lingüística General, T.1 y T. 2., 13ª e., México
Siglo XXI, 1995.

BORGES, Jorge Luis, “El Aleph”, en Obras Completas, Bs. As., EMECÉ, 1996.

CORTÁZAR, Julio, Final del Juego, Bs. As., Alfaguara. 1999.

COURTES, Joseph, Análisis semiótico del discurso. Del enunciado a la enunciación,


Madrid, Gredos, 1997.

ECO, U., Lector in fábula, Barcelona, Lumen, 1993.

GENETTE, G., Figuras III, Barcelona, Lumen, 1989.

GREIMAS, A. J. & COURTÉS, J., Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del


lenguaje, Madrid, Gredos, T I (1982), T II (1991).

MAINGUENEAU, Dominique, Términos claves del Análisis del Discurso, Buenos Aires,
Ediciones Nueva Visión, 1996.

MANSILLA, Lucio V. Una excursión a los indios ranqueles, Bs. As., C.E.A.L., 1980. 2
vol.

15

You might also like