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e-Spania
Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et modernes
13 | juin 2012 :
Convivencia de lenguas y conflictos de poder | Les poètes de l'Empereur
Convivencia de lenguas y conflictos de poder en la península ibérica durante la Edad Media
Identidades y actitudes en el
contacto entre el árabe y el
español medieval y su reflejo en
algunos cambios semánticos
JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ
Résumés
Español Français
Este trabajo se centra en el estudio de las identidades (la autoimagen, la toma de conciencia
sociolingüística) y de las actitudes (creencias y percepciones del “otro”) en el contacto entre el
árabe y el español durante la Edad Media en la Península Ibérica. Los datos lingüísticos revelan la
existencia de ciertos cambios semánticos, como peyorizaciones, cambios metonímicos o cambios
provocados por desconocimiento cultural, que prueban la visión negativa que tuvo la cultura
cristiano-romance de la lengua y cultura árabe-andalusíes.
Cet article aborde l’étude des identités (image de soi, prise de conscience sociolinguistique) et des
attitudes (croyances et perceptions de « l'autre ») qui dérivent du contact entre l’arabe et
l’espagnol pendant le Moyen Âge dans la péninsule Ibérique. L’approche linguistique nous
permettra de relever, dans la période où se produit l’emprunt de l’arabe vers l’espagnol, certains
changements sémantiques, comme la péjoration, des changements de nature métonymique ou les
changements provoqués par la méconnaissance culturelle qui révèlent un défaut de
compréhension et de respect de la culture chrétienne-romane envers la culture arabo-andalouse.
Entrées d’index
Mots-clés : attitude, changement sémantique, contact arabe-espagnol médiéval, identité
Palabras claves : actitud, cambio semántico, contacto árabe-español medieval, identidad
Texte intégral
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21/4/2018 Identidades y actitudes en el contacto entre el árabe y el español medieval y su reflejo en algunos cambios semánticos
Introducción
1 En el ámbito de la historia del español y de la lingüística románica en general no es
infrecuente el “olvido” de una de las entidades lingüístico-culturales que conformaron
la Edad Media peninsular: la árabe andalusí. Esta es, generalmente, estudiada y tratada
de forma aislada, separada de las entidades romances, y solo suele merecer la atención
de historiadores especializados y arabistas. Este “olvido” llega a nuestros días, pues
pocos son los españoles que tienen conciencia de que una de las lenguas “nacionales”
con un importante número de hablantes como lengua materna es el árabe, que llega a
ser dominante en algunas zonas de España1.
2 La presencia de la lengua y cultura árabes en la Península Ibérica se mantuvo hasta
1492, casi ochocientos años, pero esta presencia se prolongó o, más bien, prorrogó
hasta 1616, cuando los últimos de los progresivamente acosados moriscos fueron
expulsados. En este dilatado período de tiempo, los procesos de contacto entre el árabe
y las lenguas romances peninsulares fueron variables y complejos, pues los factores de
contacto y las vías de transmisión fueron cambiando a lo largo de las diferentes etapas
de esta larga convivencia2.
3 Pero ¿qué ha quedado de este largo y complejo contacto en las lenguas romances
peninsulares?: una preposición (hasta-até), un sufijo no productivo fuera del ámbito de
lo árabe u oriental (-í) y, sobre todo, léxico, importante desde un punto de vista
cuantitativo, pero con muy diferente presencia y frecuencia según las variedades
diatópicas o diacrónicas3. Este léxico, además, no pertenece a un vocabulario básico o
íntimo (días de la semana, partes del cuerpo, nombres de parentesco, números, etc.),
sino que es básicamente utilitario (términos referentes a la organización administrativa
y la economía, nombres de plantas y productos y de técnicas de agricultura, arabismos
científicos y técnicos, nombres de telas y vestidos, arabismos militares, términos
referentes al hogar y la cocina, etc.): las lenguas romances peninsulares tuvieron una
“adopción selectiva” de los arabismos4.
4 Sarah Thomason5 establece una escala del posible tipo de contacto entre diferentes
lenguas de cuatro grados: contacto casual, contacto ligeramente más intenso, contacto
más intenso y contacto intenso. Los préstamos árabes a las lenguas romances
quedarían en el primer grado de la escala, llamado de contacto casual, en el que los que
toman los préstamos no necesitan tener competencia en la Lengua Fuente (LF) y/o hay
pocos bilingües entre los hablantes de la Lengua Objeto (LO). Casi mil años de contacto
casual.
5 Si comparamos este contacto con, por ejemplo, la influencia del francés sobre el
inglés tras la invasión normanda en el siglo XI hasta su desaparición en el siglo XV,
encontramos algunas diferencias6. Un importante número de préstamos del francés
normando pertenece a ámbitos similares a los arabismos: administrativo y
gubernamental (council < fr. norm. cuncile, concilie; court < fr. norm. curt; mayor <
fr. ant. maire), comidas, ocio, moda (biscuit < fr. ant. biscoit; chess < fr. ant. esches;
jewel < fr. norm. juel), préstamos científicos o técnicos (surgeon < fr. norm. surgien).
Sin embargo, la influencia del francés normando fue más allá y alcanzó a ámbitos de la
vida cotidiana y a vocabulario básico (blue < fr. ant. bleu; dress < fr. ant. dresser; river
< fr. ant. riviere; mountain < fr. ant. montaigne; poor < fr. ant. pouvre), e, incluso,
podemos encontrar abundantes ejemplos de transferencias gramaticales (very < fr. ant.
verrai; during < fr. ant. durant; around < fr. ant. á la reonde) o calcos de modismos
franceses en construcciones formadas por un verbo inglés y un sustantivo o frase
nominal francés en función de objeto: to take agref ‘tomarse con pena’ (< fr. ant.
prendre/tenir a grief). Un contacto mucho más breve en el tiempo (solo tres siglos),
pero mucho más profundo, pese a la auténtica separación en castas que hubo durante
siglos entre normandos y sajones.
6 Podemos encontrar una explicación a esta cierta paradoja si analizamos el contacto
del árabe con la lenguas romances peninsulares teniendo en cuenta factores
sociolingüísticos muy relacionados: la identidad (lo que piensa un grupo que lo
diferencia de otro), y la imagendel “otro” y la actitud (psicosocial y lingüística) hacia él,
es decir, cómo se valora (componente cognoscitivo de la actitud), qué saberes o
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10 Las crónicas escritas en la segunda mitad del siglo XII aún presentan una imagen
relativamente moderada de los musulmanes (Crónica Najerense y Liber Regum), pero
ya en el siglo XIII (Chronicon Mundi de Lucas de Tuy, Historia de rebus Hispaniae e
Historia Arabum de Rodrigo Ximénez de Rada y Crónica Latina de los Reyes de
Castilla) aparece en las crónicas un progresivo aumento de las imágenes negativas,
cerradas y estereotipadas del “otro”18, aunque se sigue distinguiendo entre árabes y
bereberes (almorávides y almohades). La victoria sobre los almohades en Las Navas de
Tolosa (1212) marca un punto de inflexión en el enfrentamiento como lo había sido la
toma de Toledo siglos antes. Las crónicas presentan ya una mentalidad de “cruzada” y
de “guerra total”, con una fuerte autoconciencia nacional.
11 Podemos encontrar, sin embargo, visiones algo distintas en otras crónicas de la
época, como la Chronica o comentaris del rey en Jaume Primer y la Primera Crónica
General o Estoria de España de Alfonso X. En ambas, aunque se mantienen posiciones
extremistas, hay una mayor complejidad y una dualidad en la imagen del “otro”.
Cobarde, falso y traidor en muchas ocasiones puede aparecer, sin embargo, como
valiente, veraz y defensor de su honor en otras19. Pero hay una diferencia importante
entre ambos textos: frente a la crónica de Jaume I, en la Estoria de España se da
bastante información sobre los musulmanes, su historia, su sociedad y administración.
En el caso de la religión, el Islam tiene en ambas una visión muy negativa, aunque las
informaciones que aporta la Estoria de España sobre las tradiciones y la fe
musulmanas son mucho más abundantes y relevantes. Sin embargo, como ya señaló
L.P. Harvey20, pese a que se trasluce un conocimiento de la “otra” religión, hay cierta
ignorancia, premeditada o no, sobre el Islam en la obra alfonsí, pues la Estoria de
España se basa en los textos o las leyendas antiislámicos cristianos más que en las
propias fuentes árabes al relatar, por ejemplo, la vida de Mahoma; así, se narra la
historia del judío que enseñó a leer a Mahoma, desmintiendo la tradición musulmana
de que fue Alá quien lo hizo (PCG, I, cap. 472).
12 La figura de Alfonso X representa en gran medida un prototipo de las actitudes de
finales del siglo XIII. Tras la etapa de Grandes Reconquistas, eruditos e intelectuales
pueden acceder de forma ya directa a la cultura árabe, por la que sienten atracción,
pero, al mismo tiempo, la sociedad cristiana es una sociedad triunfante sobre el “otro”,
en la que ha dominado el espíritu de “cruzada” o “guerra total” y en la que prevalecen
las imágenes y actitudes negativas, conformadas a lo largo de los años. En la Estoria de
España Alfonso X excluye a los árabes de los pueblos con “sennorio” sobre la
Península; la línea hereditaria que proviene de la Antigüedad (romanos, godos) solo
continúa en los monarcas astur-leoneses, que son los que conservan el derecho de
“imperium”, pero no en los árabes, ya que su dominio es considerado tan solo
provisional, por lo que la Reconquista tiene, de este modo, una clara justificación como
restauración del orden legal violentamente roto por un pueblo “vil”, que aún permanece
en la Península21. La Estoria de España recoge la tradición, que proviene ya de las
crónicas del siglo VIII, de loor y lamento de España22, pero ya no con el espíritu de
derrota o resignación que podría encontrarse en esas crónicas; la autoimagen e
identidad cristianas ya están asentadas, como podemos leer en la arenga a los soldados
de Alfonso VIIIantes de la decisiva batalla de las Navas de Tolosa:
Amigos, todos nos somos espannoles, et entrarannos los moros la tierra por fuerça et
conquirieronnosla, et en poco estidieron los cristianos que a essa sazon eran, que no fueron
derraygados et echados della; et essos pocos que fincaron de nos en las montannas, tornaron
sobre si, et matando ellos de nuestros enemigos et muriendo dellos y, fueron podiendo con los
moros, de guisa que los fueron allongando et arredrando de si. Et quando fuerça dellos, como
eran muchos además, uinie a los nuestros dond nos uenimos, llamauanse a ssus ayudas, et uinien
unos a otros et ayudanuanse, et podian con los moros, ganando siempre tierra dellos, fasta que es
la cosa venida a aquellos en que uedes que oy esta. […] ruegouos que uos pese mucho del mio mal
y del crebanto, et de uestros cristianos; et pues que aquí sodes, que me ayudedes a tomar
uengança et emienda del mal que e tomado yo et la cristiandad […] (PCGII, cap. 1013).
13 Como vemos, la visión negativa del “otro”, con mayor o menor intensidad o con
mayor o menor complejidad, es una constante en las crónicas altomedievales. Esta
visión negativa se encuentra no solo hacia el “otro” grupo considerado como
antagonista, sino también en las actitudes hacia los grupos humanos que actuaron
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como punto de contacto entre las dos comunidades lingüísticas y culturales, árabe y
romance, en la Edad Media: cristianos andalusíes o mozárabes, mudéjares y gente de
frontera.
14 a) La situación de los CRISTIANOS ANDALUSÍES fue cambiante a lo largo de la Edad
Media y sufrieron dos fuertes y profundos procesos de aculturación: hacia el árabe y
hacia las lenguas romances norteñas23. Podrían definirse como “un grupo
culturalmente desorientado”: ḏimmīes (gentes del Libro o del Contrato) o mu‛āhidūn
(‘los que han sellado un pacto’) en una sociedad musulmana y musta‛rab(í)es o mixti
arabes para las sociedades cristianas norteñas. Si bien la resistencia a la aculturación se
dio, como parece demostrar el conocido lamento de Indiculus Luminosus de Álvaro
Cordobés, escrito en 85424, el proceso de desplazamiento o deslizamiento de la lengua y
cultura romandalusíes se demostró imparable25. Prueba de este proceso es la progresiva
arabización de los antropónimos: a partir del siglo IX se usan, junto con los nombres
cristianos, patronímicos árabes como apodos (“Abu Said al-Matrán”, junto con
“Johannes Hispalenses”, o “Rabí Ibn Said”, nombre que también se le daba al obispo
Recemundo de Elvira), después se crean antropónimos híbridos (“Rabí Ibn Teodulfo”),
y, a lo largo de los siglos X y XI, se pasa al uso exclusivo de antropónimos árabes por
parte de los cristianos andalusíes26. Durante la época Omeya, los cristianos andalusíes
mantuvieron un alto grado de fidelidad a emires y a califas27 y fueron, por ejemplo,
parte de las mejores tropas de choque en las campañas del caudillo Almanzor. La
arabización, si bien pudo no crear una nueva identidad, al menos la transformó. Según
Maíllo Salgado:
En al-Andalus, efectivamente, el idioma arábigo llegó a ser la lengua vernácula de sus habitantes.
Todos, tanto los musulmanes descendientes de conversos cristianos como de judíos, así como de
bereberes de la primera oleada de conquista, al volverse arabófonos terminaron por creerse
árabes [...]. Este sentir general respondía a la común opinión de los sabios, e incluso al parecer
del propio Profeta, que habría dicho: “Ciertamente es árabe quien habla árabe”, y también: “La
arabidad no viene del linaje, sino del lenguaje”28.
15 Al tomar contacto directo con los romances norteños por las migraciones o por el
avance de los reinos cristianos, los cristianos andalusíes se encontraron en una
situación sociolingüística muy compleja: muchos eran cristianos hablantes
monolingües de árabe y aquellos que habían conservado el romandalusí hablaban una
lengua romance inteligible y con un alto grado de intercomprensión con respecto a las
otras lenguas romances, pero que supondría una marcación social. En definitiva, un
grupo social que no encajaba con los esquemas sociales de esa época (y de otras
posteriores): un grupo cultural y lingüísticamente arabizado que mantendría un único
rasgo identitario común con los nuevos dominadores: la religión, aunque, más aún tras
la reforma cluniacense, con un rito extraño para los norteños. Los problemas de
integración de esta minoría en las sociedades cristianas norteñas tuvieron que ser
importantes, con recelos y sospechas: ¿por qué habían seguido coexistiendo con el
“otro” sin buscar el martirio y, en muchos casos, sin haber intentado al menos la huida?
Los mozárabes de Toledo recibieron a los cristianos norteños como conquistadores y se
produjo la confiscación de tierras en las alquerías de Toledo, lo que les llevó a un
progresivo empobrecimiento en las nuevas sociedades29, salvo excepciones, como en el
caso de las clases altas urbanas de Toledo, que establecieron como elementos
definidores de su identidad su religión (cristiana de rito mozárabe) y su lengua (el
árabe) hasta el siglo XIV. Incluso en los siglos XIII y XIV las élites cultas cristianas de
Toledo de origen mozárabe continuaban usando el árabe30.
16 Ejemplo de la ausencia de integración y de la accidentalidad del contacto es la
persistencia de los préstamos que entraron en las lenguas romances norteñas desde el
siglo VIII hasta el XI. Un importante número pertenece al ámbito de telas y vestidos.
Los cristianos andalusíes, hasta el siglo XIII, fueron los principales agentes comerciales
de Alandalús con Europa, Oriente y el norte de la Península, especialmente con el reino
de León31. Este tipo de préstamos es el más abundante en la primera Alta Edad Media
(hasta 1085)32: 53 ejemplos (algodón, almozala, alfolla, almadraque, almexía,
(al)juba, ciclatón, barragán, zumaque, carmés, hataní, saibí, etc.); sin embargo, casi
un 36% son arabismos con una o dos apariciones, a veces en el mismo texto, por lo que
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E dezimos que deuen beuir los moros entre los cristianos en aquella misma manera que dixiemos
en el título ante deste que lo deuen fazer los judios, guardando su ley e non denostando la nuestra
(Siete Partidas, VII-25)39.
Sinagoga es logar ó los judios fazen oración [...] E porque la sinagoga es casa ó se loa el nombre
de Dios, defendemos que ningund cristiano non sea osado de la quebrantar nin de sacar ende non
de tomar ninguna cosa por fuerça [...] (Siete Partidas, VII-24) / pero en las uillas de los cristianos
non deuen auer los moros mezquitas nin fazer sacrificios publicamientre ante los omnes. E las
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mezquitas que auien antiguamientre deuen seer del rey e puedelas dar a quien se quisiere (Siete
Partidas, VII-25).
19 Hay que plantearse, de todos modos, si esta política “oficial” hacia los mudéjares
reflejaba la actitud de la gran parte de la población hacia esta. La necesidad por parte de
las autoridades de reiterar, constante y casi periódicamente, las prohibiciones de trato
con los mudéjares demuestra la imposibilidad de los gobernantes cristianos de cortar
completamente los lazos entre las dos comunidades40.
20 Como vemos, nos encontramos de nuevo ante otro grupo intermediario en una
compleja situación sociolingüística. Entre los mudéjares, aunque seguramente hubo
resistencia a la aculturación, especialmente hasta el siglo XIII41, la pérdida del árabe fue
progresiva, como se hace patente al tener Içe de Gebir en 1462 que escribir el Breviario
Çunní (Suma de los principales mandamientos y devedamientos de la Ley y Çunna),
resumen y compilación en romance de los principales preceptos y costumbres
islámicos. Esta pérdida, sin embargo, no fue total: la literatura aljamiada usó, al menos,
el alifato como marca de identidad, asociado al Islam, sus connotaciones y el recuerdo
de un pasado diferente42; también el uso del artículo al- en los arabismos de algunas
obras, como el Breviario, se transformó en una marca de identidad, de lo árabe. Pero,
sobre todo, ciertos grupos siguieron hablando árabe en una actitud de lealtad
lingüística como reacción frente a la amenaza de su lengua, especialmente en Valencia
y también entre las mujeres43.
21 Como en el caso de los cristianos andalusíes, también encontramos en esta situación
de contacto la accidentalidad de muchos vocablos. Según los datos de Maíllo Salgado44,
entre 1300 y 1350 entran en el castellano 86 arabismos, de los que el 13% son
accidentales; entre 1350 y 1454 el porcentaje sube a un 20% (de un total de 142); ya en
el tercer y último período (56 préstamos) la accidentalidad es altísima. Son casos como:
gumça, garaça, casís, alfetián, mola, cárabe, mocal. alcahab, azarote, cifaque,
zaubac, etc., casi todos referentes a lo árabe y musulmán, arabismos de la medicina y
de la química.
22 c) Pero además de estos tradicionales grupos intermediarios, existieron otros, que
podemos llamar GRUPOS DE FRONTERA, que pertenecen a un proceso de contacto poco
estudiado: el que se produce entre el árabe y las lenguas romances como lenguas
fronterizas hasta el siglo XIII. En la zona en la zona catalano-aragonesa, la Marca
Superior, el avance musulmán llegó hasta los Pirineos y los avances reconquistadores
no alcanzaron una gran extensión (Zaragoza será tomada en 1118). Por el contrario, en
las Marcas Media e Inferior (la zona castellano-leonesa-portuguesa), los árabes no
llegaron a dominar las zonas al norte del Sistema Central y gran parte de los
contingentes bereberes asentados en un principio se retiraron muy pronto, a mediados
del siglo VIII, al sur de esta frontera “real” que fue el Sistema Central45. Además, los
árabes trasplantaron a la Península el sistema de los ṯugūr (“marcas”), grandes
extensiones fronterizas indefinidas y flexibles46. El amplio espacio entre la cordillera
Cantábrica y el Sistema Central, la Extremadura castellano-leonesa, se transformó en
una zona sin señorío, independiente de los dos núcleos político-administrativos
dominantes47.
23 Esta amplia terra depopulata, no fue un “desierto estratégico”, como
tradicionalmente se ha venido considerando. Repopulatio habría de entenderse como
‘vuelta o integración en un señorío, feudalización’48 o ‘formalización de una
circunscripción administrativa’49. Una gran diversidad de grupos humanos pobló esta
zona: restos de los bereberes que se habían establecido inicialmente en la zona, huidos
de las rebeliones andalusíes (muladíes, cristianos andalusíes y bereberes), campesinos
que huían del dominio de los señores50, desertores de ambos bandos, y repobladores
que, de forma espontánea u oficial, fueron llegando51, entre los que podrían
encontrarse no solo cristianos norteños sino también musulmanes cautivos, siervos o
libres (mauri capti y mauri pacis)52. Por debajo de este estrato de grupos que se
fueron asentando en estas tierras habría que añadir un substrato de población indígena
tal vez en cierta medida arabizado53. A estos grupos “permanentes” o asentados habría
que añadir otro complejo de grupos “no permanentes” formado por comerciantes,
ganaderos trashumantes, soldados de frontera y mercenarios, alfaqueques o redentores
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Fartaronlos, e fueronse alla ond vinieron, / nunqua lo olvidaron el miedo que ovieron, / tenienlo
por fazanna quantos que lo oyeron / onme de tal mesura diçien que non vidieron (Santo
Domingo de Silos, 383).
Sedie el onme bono con ellas en companna / fablando e diçiendolis mucha buena hazanna: / el
mortal enemigo pleno de mala manna / cueydo aver derecho, vengarse de sue sanna (Vida de San
Millán, 262).
42 No son, pues, significados alejados del étimo árabe. Lo mismo ocurre en los textos
jurídicos portugueses y castellanos, donde, a partir de la idea de ‘modelo, ejemplo’ pasa
a ser un término jurídico con un significado especializado70: “non debe valer ningun
juyzio que fuesse dado por fazañas de otro; fueras ende, si tomassen aquella fazaña de
juyzio quel Rey oviesse dado” (Alfonso X, Siete Partidas, III-22).
43 En otros textos medievales, sin embargo, fazaña tiene el significado, ya diferente del
étimo árabe, de ‘acción extraordinaria’: “Quando vyeron los moros atan fyera fazaña, /
que sus armas matavan a su misma compaña” (Poema de Fernán González, 120).
Incluso en el Libro de Alexandre puede leerse:
Otra fazaña vio en essos pobladores: / vio que los mayores comién a los menores, / los chicos a
los grandes teniénlos por señores, / maltrayén los más fuertes a todos los menores (2316).
ABU ˁĀMIR (kunya) MUḤAMMAD (ism) B. ˁĀBD ALLĀH B. ABĪ ˁAMIR (nasab) AL-MAˁĀFIRĪ
(nisba) AL-MANṢŪR (laqab)74.
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/pobres, ricos y senores, /de Aldrán viene todo alcuño” (Farsas y églogas, ant. 1514,
392b)77.
49 En los siglos XVI y XVII pasa alcuña a significar ‘apodo, sobrenombre’ (en cierta
medida como un equivalente al laqab árabe): “Capitán era Diego Suárez de Alberguería,
que de alcuña llamauan el Gallego” (Herrera Maldonado, Trad. Peregr. Méndez Pinto,
1620)78.
50 3) Como hemos visto en algunos casos anteriores, son frecuentes las
depreciaciones y peyorizaciones de los términos árabesal ser adoptados por las
lenguas romances.
51 En algunos casos, las palabras no varían sustancialmente de significado en su paso a
las lenguas romances, pero las connotaciones que adquieren son negativas. Así sucedió
en el caso de annazeha (< annazáha ‘fiesta, regocijo’), una palabra referida a las
costumbres cotidianas y diversiones de los árabes, en la que se produjo depreciación:
52 En otros casos, la palabra ya contaba con un valor negativo en árabe andalusí, pero
este se agudiza al pasar al romance. Esto sucedió en casos como los siguientes:
53 a) Cast. aleve (‘traición’), port. aleive (‘caluminia, mala fe’) (< al‛áyb‘acción
deshonrosa, defecto, tacha’). En los primeros textos aleve ya pasa a señalar un delito,
aunque, menos grave que la traición: “et si sua gentes aleue fecerint, deshaereditent
illas” (F. Castrojeriz c.947, 1b)79. Pero pronto pasa a significar ‘traición’: “Todo onme
que matare a otro a trayçion o a aleff ssea rrastrado” (F. Soriac1196, 189, 13)80. Ya en
los siglos XVy XVI se asienta como adjetivo sinónimo de ‘desleal o traidor’:
Catad aleve sea llamado el que me desanparare, que avnque solo finque en el canpo, por eso no
tengo que foýr (Refund. Tercera Crón. Gen. c.1400, 329, 37)81.
pero esta tal verá que se enbuelve a las veces en otros malos baratos -conviene saber, enbolverse
con otro más hazino é cuytado e mesquino (A. Martínez de Toledo, Corbacho, 1438, 223)83.
En este mundo mezquino / aquel que se tiene en poco / es semejado por lloco, / por astroso y por
hazino (L. Fernández, Farsas y églogas, ant. 1514, 189)84.
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Conclusiones
69 Los cambios semánticos producidos en los arabismos en su paso a las lenguas
romances medievales nos dan una valiosa información sobre varios aspectos del
contacto con el árabe:
70 Las actitudes negativas hacia ese “otro” y hacia los grupos intermediarios, grupos en
situaciones sociolingüísticas muy complejas, hicieron que el contacto más largo en el
tiempo que el español ha tenido en su historia con otra lengua no tuviera la
profundidad que se hubiera esperado. Las actitudes negativas y la creación, lenta pero
progresiva, de una autoconciencia “nacional” y social impidieron una relación más
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profunda entre lenguas y culturas que cohabitaron, más que convivieron, durante un
dilatado período de tiempo en el mismo espacio.
Notes
1 “La lengua árabe es en la actualidad patrimonio hispánico por su arraigo secular en Ceuta y
Melilla, así como su presencia más reciente en diferentes puntos de la geografía española, debida
en buena medida a la inmigración, y se hace necesaria una reflexión sobre su situación actual y
futura en la sociedad española” (María Teresa ECHENIQUE ELIZONDO y Juan SÁNCHEZ
MÉNDEZ, Las lenguas de un reino. Historia lingüística hispánica, Madrid: Gredos, 2005,
p. 516).
2 Un más amplio desarrollo de esta cuestión puede verse en Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “Una
perspectiva sociolingüística de los arabismos en el español de la Alta Edad Media (711-1300)”, en
Inmaculada DELGADO y Alicia PUIGVERT (ed.), De admiratione et amicitia. Homenaje a
Ramón Santiago, Madrid: Ediciones Clásicas, 1, p. 523-548. También id., “Cuestiones pendientes
en los estudios de los arabismos en el español medieval: una nueva revisión crítica”, en Javier
ELVIRA et al. (ed.), Reinos, lenguas y dialectos en la Edad Media ibérica. La construcción de la
identidad, Frankfurt-Madrid: Vervuert/Iberoamericana, p. 249-278.
3 Es interesante la comparación entre el español y el portugués que podemos encontrar en
Reinhard KIESLER, “¿Hay más arabismos en español o en portugués?”, en Actas del XXIII
Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, Tübingen: Max Niemeyer Verlag,
2003, 3, p. 281-290. La persistencia de un mayor número de arabismos en el portugués usual
frente a lo que sucede en español (v.g. la sustitución, ya en la Baja Edad Media, del término
alfayate por el cat. sastre y, por el contrario, el mantenimiento del port. alfaite) formaría parte
del proceso de desarabización que alcanzaría su máximo apogeo en los siglos XVI y XVII. Más
datos comparativos entre el español y el portugués, y también el catalán, pueden verse en Monika
WINET, El artículo árabe en las lenguas iberorrománicas (aspectos fonéticos, morfológicos y
semánticos de la transferencia léxica), Córdoba: Universidad de Córdoba, 2006. Sobre la
pérdida de arabismos, especialmente a partir del siglo XVI, puede verse Patricia GIMÉNEZ-
EGUIBAR, “Algunas cuestiones sobre respecto a la pérdida de arabismos en el español
peninsular”, Romance Philology, 64, 2010, p. 185-196.
4 Estudios sobre la introducción y uso de los arabismos por épocas y campos semánticos en la
Edad Media pueden verse en Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “Cuestiones pendientes en los
estudios de los arabismos...”, p. 277-279, e id. “Una perspectiva sociolingüística de los
arabismos…”, p. 538-545.
5 Vid. Sarah THOMASON y Terrence KAUFMAN, Language Contact, Creolization and Genetic
Linguistics, Berkeley-Los Ángeles-Oxford: University California Press, 1988, p. 77-109; Sarah
THOMASON, Language Contact. An Introduction, Edinburgh: Edinburgh University Press,
2001, p. 70-71; esta escala es predictiva y se basa en factores lingüísticos, sociales y
sociolingüísticos, que se comentarán en la nota 7. Una aplicación más desarrollada de esta escala
de préstamos al contacto árabe-español arabismos puede verse en J. GARCÍA GONZÁLEZ, “Una
perspectiva sociolingüística de los arabismos…” p. 524-527, y en id., “Viejos problemas desde
nuevos enfoques: Los arabismos en el español medieval desde la perspectiva de la
sociolingüística”, en José Luis BLAS ARROYO et al. (ed.), Discurso y sociedad II.
Nuevascontribuciones al estudio de la lengua en contexto social, Castellón de la Plana:
Universitat Jaume I, 2008, p. 671-684.
6 Vid. Juan Camilo CONDE SILVESTRE, Sociolingüística histórica, Madrid: Gredos, p. 260-265.
7 Aunque S. Thomason (Language Contact. An Introduction, p. 60 y p. 77-85) señala la
importancia de los factores lingüísticos como predictores de cómo y en qué grado se puede
producir el contacto (la distancia tipológica entre la LF y la LO, el grado en que se integran los
rasgos o elementos en el sistema lingüístico, y, por último, la marcación o Universal
Markedness), son, según ella, los factores o predictores sociales los más importantes y
determinantes, pese a que son los más difíciles de objetivar: (1) la intensidad de contacto
(establecida sobre los parámetros de duración del contacto, el número de hablantes de la LF y de
la LO y la relación de dominio socioeconómico y político entre los dos grupos), y (2) la actitud de
los hablantes, en la que actúan conceptos como la identidad y la conciencia social y lingüística, el
prestigio (abierto o encubierto), la motivación o la percepción de distancia social entre los grupos.
Sobre los conceptos de identidad y actitud, puede verse Francisco MORENO FERNÁNDEZ,
Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje (1ª ed. 1998), 2ª ed. ampliada, Barcelona:
Ariel, 2005, p. 177-190.
8 Ron BARKAI, Cristianos y musulmanes en la España medieval. (El enemigo en el espejo) (1ª
ed. 1984), 2ª ed., Madrid: Rialp, 1991. Un análisis más amplio del aquí presentado sobre esta
obra puede verse en Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “Una perspectiva sociolingüística de los
arabismos…”, p. 533-535.
9 Así sucede, especialmente, en las crónicas de la época de Alfonso III (866-911) (Crónica
Profética, Crónica de Alfonso III y Crónica de Albelda), y ya en el siglo XIII en el Chronicon
Mundi de Lucas de Tuy, en las obras Historia de rebus Hispaniae e Historia Arabum de Rodrigo
Ximénez de Rada y en la Estoria de España o Primera Crónica General de Alfonso X.
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10 R. BARKAI, op. cit., p. 284-286. Sobre esta tendencia de la sociedad andalusí a encerrarse en
sí misma y no percibir la amenaza cristiana, lo que sería una de las causas de la caída de
Alandalús, vid., especialmente, Felipe MAÍLLO SALGADO, De la desaparición de al-Andalus,
Madrid: Abada, 2004.
11 R. BARKAI, op. cit., p. 286.
12 R. BARKAI, op. cit., p. 288-290.
13 R. BARKAI, op. cit., p. 19-53
14 María Jesús VIGUERA MOLÍNS, “Al-Andalus como interferencia”, en M. ABUMALHAM (ed.),
Comunidades islámicas en Europa, Madrid: Trotta, p. 63-64.
15 Vid. nota 9.
16 R. BARKAI, op. cit., p. 105-147.
17 R. BARKAI, op. cit., p. 291.
18 R. BARKAI, op. cit., p. 205-226.
19 R. BARKAI, op. cit., “Entre el buen musulmán y el musulmán”, p. 237-246. Como señala este
autor, las imágenes positivas de los musulmanes pertenecen, en muchas ocasiones, a personajes
individuales; en el caso de la Estoria de España es muy importante la influencia de las leyendas y
los cantares de gesta; así, por ejemplo, este curioso ejemplo de trato deferente hacia un “moro”
que aparece en la parte que recoge la leyenda de “Los siete infantes de Salas”: “Almançor, Dios
uos gradesca el bien que me fezistes et otrossi uos gradesca el bien que dezides et aun uenga
tiempo que uos faga yo por ello seruiçio que uos plega” (Ramón MENÉNDEZ PIDAL (ed.),
Primera Crónica General, 2 vol., Madrid: Gredos, 1977, 2, cap. 743; a partir de ahora PCG
(Primera Crónica General o Estoria de España) en las referencias a esta edición.
20 L.P. HARVEY, “The Alphonsine School of Translators”, Journal of the Royal Asiatic Society,
1977, 1, p. 109-117.
21 Inés FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, Las Estorias de Alfonso el Sabio, Madrid: Istmo, p. 19-26.
22 Así, en los capítulos 558 (“Del loor de Espanna como es complida de bienes”) y 559 (“Del
duello de los godos Espanna et de la razón porque ella fue destroyda”). Vid., sobre esta cuestión,
O.T. IMPEY, “Del duello de los godos de Espanna: la retórica del llanto y su motivación”,
Romance Quaterly, 33 (3), p. 295-307.
23 Sobre el contacto entre el romandalusí y el árabe, puede verse J. GARCÍA GONZÁLEZ, “Una
perspectiva sociolingüística de los arabismos…”, p. 527-532.
24 “¡Heu, pro dolor! Linguam suam nesciunt christiani et linguam propiam non advertunt latini”,
Ramón MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del español (1ª ed. 1926), 9ª ed. según la tercera, muy
corregida y aumentada, Madrid: Espasa-Calpe, 1980, p. 417.
25 Sobre el concepto de deslizamiento o desplazamiento de una lengua (shift), vid. S.
THOMASON y T. KAUFMAN, op. cit., p. 65-146 y S. THOMASON, op. cit., p. 67-76.
26 Charles-Emmanuel DUFOURCQ, La vida cotidiana de los árabes en la Europa medieval,
Madrid: Temas de hoy 1991, p. 160-161.
27 Rachel ARIÉ, España musulmana (siglos VIII-XV), Barcelona: Labor, p. 188.
28 F. MAÍLLO, op.cit., p. 24.
29 Vid. Reyna PASTOR, “Problèmes d’assimilation d’une minorité. Les Mozarabes de Tolède (de
1085 à la fin du XIIIe siècle)”, Annales E.S.C., 25 (2), p. 351-390; id., Del islam al cristianismo,
Barcelona: Ediciones Península, 1975. Vid. también T. F. GLICK, Cristianos y musulmanes en la
España medieval (711-1250), Madrid: Alianza, 1991.
30 Vid. R. ARIÉ, op. cit., p. 190, y A.G. CHEJNE, Historia de España musulmana, 2ª ed.,
Madrid: Cátedra, 1980, p. 345.
31 R. ARIÉ, op. cit., p. 251; T. GLICK, op. cit., p. 157 y ss.
32 Vid. Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “Los arabismos en los primitivos romances hispánicos”,
Actas del XXVI Congreso Internacional de Lengua y Filología Románicas, Valencia, 2010, (en
prensa).
33 Pese a que en el texto aparece “español” en contextos generales, usaré el término “cast.”
(“castellano”) para nombrar la misma lengua cuando se presenta en contraste o paralelismo con
otras lenguas peninsulares.
34 Sobre los mudéjares y su compleja y variable situación desde el siglo XIII, véanse,
especialmente, L.P. HARVEY, Islamic Spain, Chicago: The University Of Chicago Press, y Ana
ECHEVARRÍA ARSUAGA, La minoría islámica de los reinos cristianos medievales, Málaga:
Sarriá, 2004.
35 M. J. VIGUERA, ibid.
36 F. MAÍLLO, op. cit., p. 32.
37 A.G. CHEDJE, op. cit., p. 113.
38 A. ECHEVARRÍA, op. cit., p. 36-37.
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39 Vid. Dwayne CARPENTER, “Alfonso el Sabio y los moros: Algunas precisiones legales,
históricas y textuales con respecto a Siete Partidas 7.25.”, Al Qantara, 7, 1986, p. 229-252. Vid.,
también, Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “El contacto de dos lenguas: los arabismos en el español
medieval y en la obra alfonsí”, Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, 18-19, 1993-1994,
p. 356-357.
40 Prohibiciones como, por ejemplo, comprarles carne, aceptarlos en sus gremios o cofradías o,
en general, tratar con ellos. La obra ya citada de A. ECHEVARRÍA nos da una excelente
información sobre la vida cotidiana de los mudéjares y su progresiva discriminación.
41 T. GLICK, op. cit., p. 233.
42 A. G. CHEDJE, op. cit., p. 345.
43 J. C. CONDE, op.cit., p. 235.
44 Vid. Federico MAÍLLO SALGADO, Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media (1ª
ed. 1983), 3ª ed. corregida y aumentada, Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca,
1998.
45 Sobre la escasa presencia e interés del emirato y el califato por las zonas al norte del Sistema
Central, considerado este como la auténtica frontera, vid. especialmente Felipe MAÍLLO
SALGADO, Salamanca y los salmantinos en las fuentes árabes, Salamanca: Centro de Estudios
Salmantinos, 1994, p. 79-80; F. MAÍLLO, “De la desaparición…”, p. 30; T. GLICK, op. cit., p. 75-
84.
46 Eduardo MANZANO MORENO, La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, Madrid:
CSIC, p. 25-69.
47 Luis Miguel VILLAR GARCÍA, La Extremadura castellano-leonesa, Valladolid: Junta de
Castilla y León, 1986, p. 22.
48 T. GLICK, op. cit., p. 113.
49 Ernesto PASTOR DÍAZ, Castilla en el tránsito de la Antigüedad al feudalismo, Valladolid:
Junta de Castilla y León, 1996, p. 132.
50 L. M. VILLAR, op. cit., p. 57-58; T. GLICK, op. cit., p. 114-115; F. MAÍLLO, op. cit., p. 56-57.
51 L. M. VILLAR, op. cit., p. 62.
52 A. ECHEVARRÍA, op. cit., p. 25-27.
53 L. M. VILLAR, op. cit., p. 50-51; E. MANZANO, op. cit., p. 172-173.
54 L. M. VILLAR, op. cit., p. 84-87.
55 E. MANZANO, op. cit., p. 161-163.
56 F. MAÍLLO, op. cit., p. 34.
57 Sobre esta cuestión, vid. Javier GARCÍA GONZÁLEZ, “El elemento al- en los arabismos del
español medieval”, Actas del VIII Congreso Internacional de Historia de la lengua española,
Santiago de Compostela, 2009, [en prensa]; id., “Viejos problemas desde nuevos enfoques…”,
p. 677-678.
58 F. MAÍLLO, op. cit., p. 45.
59 L. M. VILLAR, op. cit., p. 78.
60 “Pero además tenía consigo (Alfonso el Batallador) otra copiosa turba de réprobos homicidas,
maléficos, fornicarios, adúlteros, adivinos, odiosos ladrones, apóstatas, execrados, los cuales, por
las graves infamias de sus crímenes, habían vergonzosamente abandonado sus tierras y se habían
adherido a él como príncipe de todos los reos”.
61 “Consideraciones semánticas acerca de las palabras españolas de origen árabe”, Revue
Roumaine de Linguistique, 14, 1969, p. 65-75.
62 Ana LANDGRAVE PONCE, Arabismos en el español: procesos de cambio semántico,
Editorial Academia Española, 2011. Un anterior acercamiento a este tema, puede verse en Javier
GARCÍA GONZÁLEZ, “El contacto de dos lenguas…”, p. 335-365.
63 Federico CORRIENTE CÓRDOBA, Diccionario de arabismos y voces afines en iberromance,
Madrid: Gredos, 1999, ss.vv.; a partir de ahora DA.
64 F. CORRIENTE, A Dictionary of Andalusi Arabic, Leiden-N. York-Köln: Brill, s.v. {ḠFR}.
65 Salvo en los que se dé una indicación específica, los étimos árabes presentados provienen del
árabe andalusí.
66 DA, s.v. “albacar”.
67 Joan COROMINAS y José Antonio PASCUAL, Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico, Madrid: Gredos, 1980-1991, s.v. “tahalí”.A partir de ahora DCECH.
68 José Pedro MACHADO, Vocabulário portugês de origen árabe, Lisboa: Editorial Notícias,
1991, s.v. “talim”.
69 Germán COLÓN, “El Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Notas de
lexicografía y etimología hispánicas”, Zeitschrift für Romanische Philologie, 78, 1962, p. 90; apud
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John K. WALSH, The Loss of Arabisms in the Spanish Lexicon, Universidad de Virginia, 1967,
p. 266.
70 J. COROMINAS y J. A. PASCUAL, DCECH, s.v. “hazaña”.
71 Loc. cit.
72 Diccionario Histórico de la Lengua Española de la Real Academia, Madrid: RAE, 1972ss.,
s.v.“alfadía”; a partir de ahora DHLE.
73 D.A., s.v. “alfadía”.
74 Eduardo MANZANO, Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media, Madrid:
Síntesis, p. 17-19.
75 DHLE, s.v. “alcurnia”.
76 DHLE, s.v. “alcuña”.
77 F. MAÍLLO, Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media, p. 239.
78 DHLE, s.v. “alcuña”.
79 DHLE, s.v. “aleve”.
80 Loc. cit.
81 Loc. cit.
82 F. MAÍLLO, Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media, p. 328-329.
83 RAE, Corpus Diacrónico del Español.
84 CORDE.
85 DA, s.v. “mesquí”.
86 Eiko K. NEUVONEN, Los arabismos en el siglo XIII, Helsinki: Imprenta de la Sociedad de la
Sociedad de Literatura Finesa, 1941, p. 43, nº3.
87 DCECH, s.v. “mezquino”.
88 E. K. NEUVONEN, p. 42-43.
89 DCECH, s.v. “algarivo”.
90 DHLE, s.v., “algarivo”.
91 DHLE, s.v., “algarabía”.
Auteur
Javier GARCÍA GONZÁLEZ
Universidad Autónoma de Madrid
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