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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................... 2

HIPÓTESIS ........................................................................................................ 3

MARCO TEÓRICO............................................................................................. 4

Teorías sobre la naturaleza jurídica de la sociedad de gananciales .................. 6

Comunidad de bienes en la sociedad de gananciales ....................................... 8

1. La comunidad de bienes romana ................................................................... 8

2. La comunidad de bienes germana ................................................................. 9

Régimen de comunidad de bienes de la sociedad de gananciales

en el ordenamiento jurídico peruano ................................................................ 10

Patrimonio social y patrimonios privativos de los cónyuges ............................. 12

El artículo 315 del código civil peruano ............................................................ 17

Teoría de la nulidad del acto jurídico ................................................................ 18

La teoría de la ineficacia .................................................................................. 21

DISCUSIÓN ..................................................................................................... 24

CONCLUSIÓN ................................................................................................. 25

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................. 26

1
INTRODUCCIÓN

Respecto al acuerdo de los cónyuges sobre disposición de los bienes sociales,


el primer párrafo del artículo 315 del Código Civil señala: Para disponer de los
bienes sociales o gravarlos se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder especial
del otro. Esta norma ha recibido un tratamiento diferenciado a nivel del formante
jurisprudencial.

Debemos previamente explicar que se entiende por nulidad absoluta y que por
ineficacia; así Palacios Martínez nos dice: “Un negocio es ineficaz, en una
manera amplia de valorar la ineficacia, cuando los efectos acordes a su tipo no
se verifican. (Palacios, 2002) La ineficacia de un negocio jurídico, contrato o acto,
puede ser producida por diversas causas y en momentos diferentes, por ejemplo,
la causa que determina la nulidad o anulabilidad (categorías de la Invalidez,
denominada también Ineficacia Estructural, Originaria o Intrínseca), es siempre
originaria o coetánea al momento de la celebración del negocio jurídico, en
cambio en los casos de la ineficacia en sentido estricto, resolución,
inoponibilidad, mutuo discenso, etc. (denominada también Ineficacia Funcional,
Sobreviniente o Extrínseca) la causa que imposibilita la producción de efectos
es siempre sobreviniente a su celebración, pero además, las consecuencias
jurídicas de la declaración de Invalidez o Ineficacia (en sentido estricto) son
completamente diferenciadas
La invalidez es completamente diferente a la ineficacia, por invalidez debe
entenderse aquel negocio que le falte o esté viciado por alguno de los elementos
esenciales o requisitos de validez, ineficaz en cambio será aquel negocio que
tenga los elementos esenciales y los presupuestos de validez en regla, pero que
no es eficaz por una causa extrínseca, es decir ajena a la estructura del negocio
jurídico.

El objetivo del presente trabajo es analizar los actos de disposición de los bienes
sociales contenidos en el artículo 315 del Código Civil. Todo esto nos lleva a
formular la siguiente pregunta: ¿El Negocio Jurídico de disposición de bienes
sociales celebrado por uno de los Cónyuges es nulo o ineficaz?

2
HIPÓTESIS
En el trabajo se sustentará que el artículo 315 del Código Civil no recoge un
supuesto de nulidad del acto jurídico sino uno de ineficacia, por lo tanto, si bien
el artículo 292 del Código Civil establece que la sociedad conyugal se encuentra
representada por los dos cónyuges, en el supuesto caso de que intervenga
solamente uno de los cónyuges en el negocio jurídico se considerará que
solamente faltó la legitimidad para contratar porque no participaron los dos
cónyuges, pero que ello no supone que se haya producido la falta de un requisito
de validez porque faltó la manifestación de voluntad del cónyuge que no
interviene del acto jurídico. Por lo tanto, se produce la anulabilidad y no la nulidad
del acto jurídico. Razones de por las que se sustenta esta hipótesis:
-Porque el artículo 315 no dice expresamente que si no intervienen los dos
cónyuges en la disposición de los bienes inmuebles entonces el negocio es nulo.
– El artículo 140 del Código Civil establece que el acto jurídico tiene validez si es
que no incumple la (4) Observancia de la forma prescrita bajo sanción de nulidad.

-Conforme al artículo 221 del Código Civil, inc 4 “Cuando la ley lo declara
anulable”, la ley tampoco establece para este caso el remedio de la anulabilidad,
sin embargo, la tendencia en la jurisprudencia y doctrina es proteger el negocio
jurídico, por lo tanto no debería aplicarse una medida extrema como la nulidad,
que incluso no es un remedio jurídico sino que es una sanción estricta.

-Porque el artículo 315 no establece que falta la manifestación de voluntad del


cónyuge que no interviene, que es un requisito para que haya nulidad del acto
jurídico. Lo que sí podría haber es la falta de representación.

-No debe aplicarse la nulidad porque con la nulidad el negocio jurídico no podrá
ser convalidado por la parte que no interviene. Por esa razón es mejor aplicar la
anulabilidad.
Entre otros argumentos que apuestan por la postura de la aplicación de la
anulabilidad para casos como este y no la nulidad, a continuación se procederá
a desarrollar los puntos señalados.

3
MARCO TEÓRICO
De conformidad con el artículo 315 del Código Civil para disponer o gravar
bienes inmuebles se requiere la intervención de ambos cónyuges, pero el
problema se suscita cuando uno solo de ellos interviene en el acto de traslación
de dominio, ¿es un acto nulo o ineficaz?
Hoy en día en nuestra jurisprudencia judicial, existen bastantes contradicciones
entre los jueces de la República del Perú, en el sentido de cómo resolver un caso
en concreto cual es el remedio sanción a su violación cuando solo uno de los
cónyuges interviene para realizar un acto de disposición de un bien social,
regulado en el artículo 315 del Código Civil1, ¿es nulo o ineficaz el acto de
disposición unilateral de bienes sociales?

El problema fundamental de este artículo (primera parte) es que no prevé la


consecuencia jurídica cuando solo interviene uno de los cónyuges transfiriendo
un bien social, algunos autores afirman que a este artículo le falta regular la
consecuencia jurídica u otros afirman que no es necesario que en ese mismo
artículo regule la sanción debido a que se puede remitir a otros artículos del
mismo para poder interpretar la sanción.

En el caso cuando un cónyuge irrogue la representación del otro mediante un


poder que de repente no lo tiene o lo tiene pero no con facultades suficientes
para disponer un bien social, la jurisprudencia sobre este punto es uniforme, aquí
se aplicaría lo regulado en los artículos 161 y 162 del Código Civil, la ratificación
del acto por el otro cónyuge que no intervino.
Se refirió en primer lugar a los defectos que puede tener un negocio jurídico
“extrínsecos o intrínsecos”. El defecto intrínseco se da en el momento mismo
que el negoció surge, es por eso que se habla de ineficacia estructural, a causa
de este defecto se genera la invalidez del negocio.2

1
Artículo 315 del Código Civil: Para disponer de los bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención
del marido y la mujer. Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder especial del
otro. Lo dispuesto en el párrafo anterior no rige para los actos de adquisición de bienes muebles, los cuales
pueden ser efectuados por cualquiera de los cónyuges. Tampoco rige en los casos considerados en las
leyes especiales.
2
Fernández Cruz, Gastón, “La disposición de bienes conyugales. Reflexiones sobre dos instituciones
encontradas. Ponencia amicus curiae del VIII Pleno Casatorio. En: Actualidad Civil. Vol. 19. Enero
2016.p.24

4
Cuando se da todo lo contrario, el negocio jurídico contiene todos los elementos
esenciales del mismo, y además contiene los presupuestos de validez, pero por
circunstancias externas no produce sus efectos, estamos ante un defecto
extrínseco, “llamada ineficacia funcional”.

Cuando un acto jurídico es inválido este puede ser nulo o anulable. Sobre este
punto es muy importante la diferencia debido a que sobre este concepto se
determinará cuando será el remedio sanción aplicable al problema a la violación
del artículo 315 del Código Civil. Uno de los problemas de la legislación es el
tratamiento del concepto de legitimación entendida por la competencia o
idoneidad para producir, alcanzar o soportar o efectos jurídicos de la
autorregulación de intereses que se pretende realizar. En algunas legislaciones
se regula como la legitimidad como supuesto de estructural o uno de estructura
funcional. En nuestra legislación la legitimidad es su supuesto de ineficacia en
sentido estricto.3

El primer amicus curiae propone como sanción remedio a lo regulado por el


artículo 315, a la primera parte el artículo 1614 del Código Civil, la ratificación por
el cónyuge que no intervino en el acto jurídico. Y al otro supuesto del mismo
artículo, cuando solo interviene un solo cónyuge, propone la rescisión del
contrato por parte del comprador de conformidad con el artículo 1539 5 del código
Civil.

Que no se puede aplicar la sanción de nulidad por falta de manifestación de


voluntad de voluntad del agente, puesto que si existe una declaración de
voluntad, además no procede declarar la nulidad regulado en el artículo V del
Título Preliminar, violación de una norma de orden publica, sin embargo, el
artículo 315 es una norma imperativa, en el cual se protege intereses de los
cónyuges (intereses privados) y no generales.

3
Ibidem, p.26
4
Artículo 161 del Código Civil: El acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de
las facultades que se le hubiere conferido, o violándolas, es ineficaz con relación al representado, sin
perjuicio de las responsabilidades que resulten frente a este y a terceros.
También es ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona que no tiene la
representación que se atribuye
5
Artículo 1539 del Código Civil: La venta de bien ajeno es rescindible a solicitud del comprador, salvo que
hubiese sabido que no pertenecía al vendedor o cuando este adquiera el bien, antes de la citación con la
demanda.

5
Teorías sobre la naturaleza jurídica de la sociedad de gananciales
Cuando un hombre y una mujer contraen matrimonio surgiendo de esta manera
una sociedad conyugal, se dan muchas interrogantes respecto de la naturaleza
jurídica de dicha sociedad. Esto adquiere particular importancia cuando el
matrimonio ha sido contraído bajo el régimen de sociedad de gananciales, en la
medida que dicho régimen patrimonial implica la existencia de una comunidad
de determinados bienes y deudas, y gran parte de los actos jurídicos que
celebran los cónyuges repercuten sobre dichos aspectos patrimoniales. Por esta
razón es de gran transcendencia determinar cuál es la naturaleza jurídica de la
sociedad de gananciales que surge como consecuencia del acto matrimonial.

Doctrinariamente encontramos distintas teorías que tratan de explicar qué es


jurídicamente hablando, la sociedad de gananciales. De conformidad con lo que
nos explica Vaz Ferreira6, serían seis las principales teorías o doctrinas en torno
a este tema:
1. Teoría de los gananciales considerando propiedad exclusiva de uno de los
cónyuges: esta teoría consagra que el marido es el único propietario de los
gananciales, debido a la amplitud de facultades del marido en la
administración y disposición de los bienes sociales.
2. Teoría de la comunidad de bienes romana: esta teoría considera que la
comunidad conyugal sería una indivisión de tipo romano. En este sentido, los
gananciales estarían en un régimen de copropiedad.
3. Teoría de la sociedad civil: esta teoría propugna que la comunidad existente
entre los cónyuges es una simple sociedad civil. Es una doctrina que podría
calificarse de clásica en Francia, en Alemania y en Italia. La aproximación de
la comunidad conyugal a la societas omnium bonorum era familiar a los
juristas antiguos.
4. Teoría de la persona jurídica: esta teoría fue construida principalmente para
explicar por qué los acreedores de la mujer anteriores al matrimonio no podían
perseguir los bienes comunes. Dichos bienes no serían, ni en todo ni en parte,
propiedad de la mujer, como tampoco del marido. En consecuencia, se
entiende que dichos bienes integrarían una masa separada, una entidad con

6
Vaz Ferreira, Eduardo. “Tratado de la Sociedad Conyugal” 3era Edición. Tomos 1. Editorial Astrea. Buenos
Aires, 1979. pp. 217-240.

6
activo y pasivo propios que pertenecería a la comunidad erigida en sujeto de
derecho.
5. Teoría de la comunidad de bienes alemana o de la Gesammte Hand: Según
esta doctrina, la comunidad conyugal sería una Miteigentum zu gesammte
hand, expresión alemana que puede traducirse por la equivalente de
“propiedad en mano común”. En esta comunidad de bienes no se da la
existencia de cuotas partes ideales. Posteriormente, al profundizar en las
características de esta teoría, llegaremos a la conclusión de que esta, es la
que se ajusta en nuestro ordenamiento jurídico, a la naturaleza jurídica de la
sociedad de gananciales.
6. Teoría del patrimonio autónomo: esta teoría considera a la sociedad conyugal
como un patrimonio autónomo desprovisto de personalidad. Es la tesis
defendida por Messineo. Dicha teoría alega que la sociedad conyugal
constituye un patrimonio colectivo de destinación dotado de autonomía
imperfecta que corresponde por cuotas intelectuales a cada uno de sus
titulares, a quienes, sin embargo, les está prohibida la disponibilidad del
derecho sobre la cuota misma.

De acuerdo a las disposiciones de nuestro Código Civil, podemos descartar a


simple vista las cuatro primeras teorías por lo que analizaremos solamente las
dos últimas, esto es la teoría de la gesammte hand y la del patrimonio autónomo.
Las teorías como la sociedad con o sin personaría jurídica o la de una persona
jurídica sui generis, así como la de una copropiedad de caracteres especiales,
se encuentran en la actualidad completamente descartadas, aun cuando en
nuestra jurisprudencia judicial y registral podamos haber tenido ocasión de
conocer múltiples decisiones que hacen alusión a una titularidad actual de
derechos y acciones a favor de cada cónyuge, cual si se tratara del mismo
régimen de copropiedad regulado en el libro de los derechos reales de nuestro
Código Civil, incluso cuando no se conoce de ningún autor que haya sostenido
en nuestro medio y a nivel académico, tal interpretación.

7
Arata7 explica que básicamente la discusión actual en torno al tema está
centrada en dos posiciones: la primera que sostiene la existencia de una
copropiedad especial cuyos caracteres particulares fundamentalmente
radicarían en la situación de indivisión (no posibilidad de ejercitar el derecho de
partición), así como en la afectación precisa a la que estarían sometidos dichos
bienes a favor de determinadas cargas o deudas; y la segunda, la que sostiene
la existencia de un patrimonio autónomo, distinto del patrimonio privativo de cada
cónyuge que comprende tanto a determinados bienes como a determinadas
cargas o deudas por las cuales se debe responder, señalándose que se trata de
una situación muy similar o asimilándose a la noción de propiedad en mano
común del derecho germánico.

De las seis teorías predominantes en doctrina, son dos las que se ajustan a las
disposiciones de nuestro Código Civil sobre la sociedad de gananciales, las
cuales analizaremos con mayor profundidad: teoría de la comunidad de bienes
romana y la teoría de la comunidad de bienes germana.

Comunidad de bienes en la sociedad de gananciales


Históricamente pueden distinguirse dos clases de comunidad de bienes: la
comunidad romana y la comunidad germana. El autor español Luis Díez Picazo
contrapone estos dos conceptos, y señala que la diferencia entre uno y otro
sistema de organización de la comunidad obedece a una diversidad de principios
rectores.
1. La comunidad de bienes romana
La comunidad romana tiene su origen en una concepción individualista del
mundo, en la cual la preeminencia se concede al derecho del individuo. La
preeminencia del derecho del individuo impone el reconocimiento de un señorío
exclusivo sobre una parte del derecho poseído en común, apareciendo así la
idea de cuota que caracteriza gráficamente a este tipo de comunidad. En la
comunidad romana, la titularidad se divide en participaciones, correspondiéndole
a cada uno una fracción (cuota ideal), de la cual pueden disponer y gravar
libremente.

7
Arata Solís, Rómulo. “Cuidado con lo que gasta su cónyuge”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. N° 8.
Editorial Gaceta Jurídica S.A. Lima. Enero-febrero 1998. p. 203.

8
Asimismo, la comunidad se concibe como algo puramente transitorio y en el
fondo desventajoso, por suponer siempre una fuente de conflictos 8. En efecto,
la comunidad romana es siempre algo incidental, communio incidens. El carácter
incidental o transitorio que a la comunidad se atribuye hace que deba facilitarse
el camino para la desaparición de este estado, concediendo a cada comunero la
posibilidad de salir inmediatamente de ella en cualquier momento mediante el
reconocimiento de la llamada actio communi dividundo, la acción de división de
la cosa común9.

Este régimen es el que se adopta en nuestro ordenamiento jurídico para la


regulación de la copropiedad, en materia de Derechos Reales. Esta recae sobre
bienes singulares y cada copartícipe tiene derechos individuales sobre sus
participaciones. Un copropietario, tiene un derecho real efectivo sobre su cuota
y puede disponer de ella. Por tal razón, bajo el régimen de la comunidad de
bienes romana, el acreedor puede embargar una cuota y rematarla. Después,
incluso podrá solicitar la división y partición del inmueble.

2. La comunidad de bienes germana


La comunidad germánica, por el contrario, parte de una concepción colectivista
o comunitaria del mundo. No es el derecho del individuo lo predominante, sino el
derecho del grupo. Bajo este régimen, la comunidad se considera como una
situación permanente y estable y además como una forma ventajosa de realizar
determinadas funciones económicas. Esta comunidad de bienes recae sobre un
patrimonio. A ella le corresponde un conjunto de derechos y obligaciones. Rige
para el activo y el pasivo patrimonial. Proviene del condominio germánico o de
propiedad en mano común, similar a las obligaciones conjuntas donde no hay
propiedad por cuotas, sino solo un derecho de liquidación final. Aquí, dicen
algunos, el acreedor no puede embargar cuotas porque ellas no existen y tendrá
que aguardar hasta la liquidación10.

8
Arata Solís, Rómulo. Ob. cit. pp. 203-204.
9
Arata Solís, Rómulo. Ob. cit. p. 204.
10
Reggiardo Saavedra, Mario. “Cuando justos se casan con pecadores”. En: Ius et Veritas. Nº 15. Revista
de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, noviembre 1997. p. 173.

9
En la comunidad germana, al no existir cuotas ideales, el individuo no puede
disponer ni gravar, ya que el bien pertenece a la colectividad en mano común.
Vemos entonces, como la comunidad germana, también denominada propiedad
en mano común resulta muy cercana a la operatividad que tiene la sociedad de
gananciales.

De este planteamiento derivan las dos más importantes diferencias que existen
entre la comunidad romana y la comunidad germánica: 1) En la comunidad
germánica las cuotas no existen como puras medidas de valor, no determinan
un derecho exclusivo del comunero sobre ellas, mientras que en el régimen de
comunidad romana sí se da la existencia de cuotas ideales de las cuales son
titulares los copartícipes. La consecuencia más importante de esta característica
de la comunidad romana, consiste en que en este régimen, cada comunero
puede transmitir su cuota a otras personas que sucederán al transmitente en su
lugar en la comunidad, sin que los demás comuneros puedan impedirlo ni
oponerse a ello, lo que no es posible en una comunidad de tipo germánico; 2) en
la comunidad germánica no se reconoce a cada comunero la posibilidad
individual de disolver la comunidad mediante el ejercicio de una actio communi
dividundo, mientras que esa posibilidad sí se da bajo el régimen de la comunidad
romana. 3) Por último, puede todavía señalarse que en la concepción germánica
la comunidad de bienes es siempre una consecuencia de anteriores relaciones
personales, familiares o sociales (comunidad entre parientes, entre vecinos,
entre socios), mientras que en la comunidad romana es una situación abstracta
en la cual dichas relaciones personales son indiferentes.

Se puede resumir las diferencias entre estas dos comunidades de la siguiente


manera: en la romana se tiene una comunidad por cuotas de propiedad exclusiva
de los comuneros, mientras en la comunidad germana no existen tales cuotas y
la cosa pertenece al grupo en comunidad.

Régimen de comunidad de bienes de la sociedad de gananciales en el


ordenamiento jurídico peruano
Luego de la extensa diferenciación efectuada por el autor español antes citado y
al tratar de la presencia de la comunidad germánica en el derecho español,

10
señala que los regímenes de comunidad de bienes, y en especial el de sociedad
de gananciales, contemplados en su legislación civil constituyen casos de
aplicación de la propiedad en mano común entendiendo que la comunidad
matrimonial de bienes de tipo colectivista, en la cual el marido y la mujer son
indistintamente titulares de un patrimonio, en el cual ninguno de ellos tiene un
derecho actual a una cuota, que pueda ser objeto de enajenación, ni dar lugar a
la acción de división de la cosa común.

En este sentido, no existe una sociedad deudora ni puede predicarse respecto


de los bienes una condición: la de responsables, que solo puede ser atribuida a
las personas. En efecto, la sociedad de gananciales no puede ser propiamente
deudora por carecer de personalidad jurídica. No es un sujeto de derecho
autónomo e independiente. Por lo tanto, deudores personales lo son siempre los
cónyuges, aislada o conjuntamente, como personas individuales, y lo que
importa es saber si de la deuda de uno de los dos cónyuges puede nacer
responsabilidad directa sobre los bienes legalmente calificados de gananciales11.

Al tratar el tema de la disposición de los bienes sociales es imprescindible


establecer la naturaleza jurídica de la llamada sociedad de gananciales. Como
bien lo advierte Benavente Moreda, el problema de la naturaleza de la sociedad
de gananciales es por lo tanto, en buena medida, el problema de la manera de
interpretarse la titularidad de los bienes y derechos que la componen. Y también
por supuesto, la búsqueda de una solución al problema de la determinación de
la calidad de deudor y responsable patrimonial por las deudas que se presentan
en el marco de la sociedad de gananciales.

Hay comunidad cuando la titularidad de una situación jurídica subjetiva


corresponde a varios sujetos de derecho, así, la comunidad de la propiedad
(copropiedad), la comunidad de un crédito, etc.

Sin embargo, como señala Díez Picazo: La institución de la comunidad de bienes


es más amplia que el fenómeno de la titularidad plural de un derecho real, pues

11
Código Civil Comentado. Tomo II. Derecho de Familia - Primera Parte. Editorial Gaceta Jurídica S.A. Lima, 2003. p.
387.

11
comprende: 1) la copropiedad o condominio; 2) la titularidad plural de un derecho
real de cosa ajena; 3) el crédito mancomunado que no origina su fragmentación;
4) los patrimonios y masas patrimoniales bajo una titularidad colectiva.

En nuestro Código Civil, la sociedad de gananciales tiene la naturaleza de una


comunidad germana (propiedad en mano común); por lo tanto, se constituye un
patrimonio separado (bienes comunes) distinto al patrimonio propio de cada uno
de los cónyuges (bienes propios)12. Sin entrar en mayores detalles respecto a la
deformación y alteración sufrida por la comunidad germana en relación con la
sociedad de gananciales, nos interesa recalcar lo señalado por Vaz Ferreira: “El
patrimonio en mano común no pertenece a ningún partícipe en su individualidad,
ni entero ni en parte, sino a todos juntos en su totalidad (se ha dicho) en cuanto
“suma”, no en cuanto “unidad” distinta de los elementos de que resulta.

Como el patrimonio pertenece no a los cónyuges singularmente, sino a su


“suma”, esto es, a la comunidad de gananciales, “sujeto abstracto que obra como
tercero distinto de los individuos que la componen”, la disposición de los bienes
sociales solo puede producirse con intervención de ambos individuos que
componen la sociedad de gananciales, esto es de ambos cónyuges.
Resulta claro entonces que si el bien social pertenece a ambos cónyuges en
cuanto “suma” y no individualmente; es decir, cada cónyuge, singularmente
considerado carece de legitimación.

Entonces, luego de analizarse estas dos teorías predominantes en doctrina para


tratar de analizar la comunidad de bienes que surge en el régimen de sociedad
de gananciales, se llega a la conclusión de que en nuestro medio, dicha
comunidad de bienes es considerada y regulada según los principios de la
comunidad de bienes germana o propiedad en mano común.

Patrimonio social y patrimonios privativos de los cónyuges


Los patrimonios involucrados en el régimen patrimonial de sociedad de
gananciales se encuentran conformados por los activos (bienes y derechos) y
por los pasivos (cargas y deudas).

12
Barchi Velaochaga, Luciano. La disposición de un bien social por uno de los cónyuges sin la intervención
del otro. Derecho Civil Patrimonial vs. Derecho de Familia. En: Actualidad Jurídica. Nº 90. Editorial Gaceta
Jurídica. Lima, mayo 2001. p. 18.

12
Respecto de la parte activa de los patrimonios involucrados, componen el
régimen de sociedad de gananciales, como ya se ha explicado, los bienes
propios de cada uno de los cónyuges y los bienes sociales. Nuestra normativa
civil contiene las normas y reglas para la calificación de los bienes en la sociedad
de gananciales.

El aspecto activo de cada uno de dichos patrimonios, al margen de algunas


cuestiones interpretativas que puedan presentarse, siempre ha sido un tema en
el cual ha existido consenso a nivel doctrinario. Así, en efecto, por regla general,
tienen la condición de bienes y derechos propios, todos los adquiridos con
anterioridad al matrimonio, los posteriormente adquiridos por causa onerosa
precedente, los adquiridos posteriormente a título gratuito, los de orden personal
taxativamente señalados en la ley, así como los bienes que durante el régimen
sustituyen a otros bienes propios.

Respecto de los bienes propios de cada cónyuge, no obstante la concepción


general antes expuesta, nuestro vigente Código Civil, ha buscado completar al
máximo posible la enumeración de los bienes propios, estableciendo una
enumeración de carácter taxativa, cerrada o númerus clausus, que la
encontramos en el artículo 302 del Código Civil. Esta enumeración cerrada
implica que solamente tienen la condición de bienes propios, aquellos
establecidos en ese artículo, no pudiendo tener dicha condición bienes que no
están expresamente establecidos en dicha norma.

Asimismo, nuestro Código Civil preceptúa que todos los demás bienes no
contemplados en la enumeración cerrada de los bienes privados contenida en el
artículo 302 del Código Civil, son bienes sociales. Esta fórmula normativa, se
entiende que permite subsanar automáticamente cualquier omisión. Así lo
establece el artículo 310 de nuestro Código Civil13. Esto ha llevado a los autores
a sostener que en términos generales son bienes comunes todos los adquiridos

13
Código Civil de 1984. Artículo 310: “Son bienes sociales todos los no comprendidos en el artículo 302,
incluso los que cualquiera de los cónyuges adquiera por su trabajo, industria o profesión; así como los
frutos y productos de todos los bienes propios y de la sociedad y las rentas de los derechos de autor e
inventor. También tienen la calidad de bienes sociales los edificios construidos a costa del caudal social
en suelo propio de uno de los cónyuges, abonándose a este el valor del suelo al momento del reembolso”

13
a título oneroso durante el régimen así como las utilidades derivadas de los
bienes propios y comunes, incluyéndose los resultados de la actividad
económica de cada cónyuge.

En suma entonces, los bienes de la sociedad de gananciales son todos aquellos


objetos corporales e incorporales, que se adquieren durante el matrimonio a
título oneroso, y aún después de su disolución por causa o título anterior a este.
Como lo hemos explicado en el capítulo anterior y conforme ha sido sostenido
en reiterada jurisprudencia, la sociedad de gananciales constituye una forma de
comunidad de bienes y no una copropiedad; en consecuencia, la sociedad de
gananciales constituye un patrimonio autónomo que no está dividido en partes
alícuotas, y es distinto al patrimonio de cada cónyuge que lo integra, de forma
tal que tanto para realizar actos de administración, como de disposición que
recaigan sobre bienes sociales, será necesaria la voluntad coincidente de ambos
cónyuges.

Así, se comprenden como bienes sociales los que provienen de las ganancias
que por su trabajo o cualquier actividad, ambos cónyuges obtienen después de
la unión matrimonial, también los rendimientos (como rentas, frutos, dividendos,
etc.) que proporcionen el propio patrimonio ganancial y el patrimonio personal de
los cónyuges. Además, evidentemente pasan también a ser gananciales, los
bienes que se adquieran con otros gananciales (por ejemplo, una finca comprada
con dinero ganancial).

Siguiendo la misma línea de pensamiento, encontramos en el inciso 1 del artículo


311 de nuestro Código Civil dentro de las reglas para la calificación de los bienes,
una presunción iuris tantum de sociabilidad o ganancialidad de los bienes, por la
que se entiende que ante la duda en la calificación de un determinado bien, este
se presume social. Dicha presunción es relativa, vale decir, admite prueba en
contrario. Esta es la denominada presunción muciana.

Debe anotarse que la pertenencia de los bienes sociales a los cónyuges no se


establece como una relación directa sino que se determina por reglas especiales
derivadas del régimen económico patrimonial del régimen de sociedad de

14
gananciales. Como ya ha sido materia de análisis en el capítulo anterior, ni
siquiera se da en el patrimonio social la existencia de cuotas ideales de
representación de las participaciones de los cónyuges en el patrimonio común.
Así, la titularidad de lo que pertenece a cada cónyuge solo se logra una vez
disuelta y liquidada la sociedad de gananciales, que es el momento en el cual se
determina, finalmente, el patrimonio que le corresponde a cada uno de los
cónyuges. En efecto, María Teresa Bendito nos explica que la inexistencia de
cuotas ideales, implica que hasta la disolución de la sociedad de gananciales,
los cónyuges no saben cuál es el activo de la sociedad para proceder a su reparto
final o liquidación: mientras no se disuelva y liquide esta, los cónyuges no pueden
tener sino un derecho expectante sobre el bien ganancial.

Enrique Varsi nos explica respecto a este punto que los bienes sociales son
autónomos e indivisibles, en la medida en que por su esencia, la sociedad de
gananciales es una propiedad indivisa sui géneris, es decir, un universo de
bienes que perteneciendo en conjunto a los cónyuges no están en distribución
individualmente entre ellos. Así, vigente la sociedad de gananciales no existen
cuotas ideales, estas solo aparecen con la liquidación de aquella, de conformidad
con lo establecido en el artículo 323 del Código Civil.

De esta manera el citado autor nos recuerda que los bienes sociales son bienes
embargables y lo que es inembargable son las cuotas sociales que le
corresponden a cada cónyuge. En efecto, la ley procesal no le confiere la calidad
de inembargables a los bienes conyugales; sin embargo, los derechos y acciones
que le corresponden a cada cónyuge no pueden ser embargados, pues
corresponden a una totalidad indivisible.

Situación distinta ocurrirá cuando el marido y la mujer tengan bienes en calidad


de copropietarios, ya que en tal caso se entiende que son aplicables las reglas
de copropiedad contenidas en el Libro de Derechos Reales del Código Civil, y
salvo que se hubiere pactado la indivisión forzosa del bien, el modo natural de
poner fin a la copropiedad, como es sabido, es mediante la partición.

15
En suma, el patrimonio social o ganancial se encuentra colocado bajo una
titularidad que no ostenta una personalidad distinta de la de cada uno de los
cónyuges, pues la sociedad de gananciales, como ya se explicó, no es un sujeto
de derecho autónomo e independiente, como lo es una persona jurídica respecto
de sus miembros. Por lo que, la titularidad de dicho patrimonio, corresponde
tanto al marido como a la mujer, aun cuando en algunos casos puedan existir
situaciones en las que un bien de naturaleza ganancial aparezca exteriormente
atribuido a uno solo de ellos (por ejemplo que en el Registro de Propiedad se
señale como único titular al marido o a la mujer), ello no modifica la naturaleza
jurídica del bien que seguirá siendo ganancial. Cualquiera que sea la forma
aparente de la titularidad, ello no evitará la aplicación de los preceptos
reguladores de la sociedad de gananciales respecto del tema.

Mientras que los bienes propios quedan sujetos a la libre administración y


disposición de su cónyuge titular, los bienes comunes como consecuencia de la
igualdad jurídica reconocida al hombre y a la mujer se encuentran sujetos, por
regla general, a la administración y disposición conjunta de conformidad con lo
establecido por los artículos 313 y 315 respectivamente del Código Civil.
Respeto de los bienes propios, de conformidad con lo dispuesto en el artículo
303 del Código Civil, cada cónyuge conserva la libre administración de dichos
bienes y puede disponer de ellos o gravarlos.

Por otro lado, respecto de los bienes sociales, el Código Civil de 1984, si bien es
cierto que este ha respetado el principio constitucional de la igualdad entre el
varón y la mujer ante la ley, así como la necesaria intervención de ambos
cónyuges en el manejo del patrimonio social, sobre todo tratándose de actos de
disposición, pero también en los puramente administrativos, y en todos aquellos
en que se ejercite la representación legal frente a terceros, estas
consideraciones muchas veces originan problemas prácticos de ardua solución
sobre todo para la denominada seguridad del tráfico jurídico.

En lo que atañe a los actos de administración, el artículo 313 del Código Civil
preceptúa que su ejercicio compete a los dos cónyuges; pero admite que
cualquiera de ellos faculte al otro para que asuma con exclusividad dicha

16
administración respecto de todos o de alguno de los bienes. En este caso, el
cónyuge administrador, que no tiene que ser necesariamente el marido, queda
como responsable frente al otro por el daño o perjuicios que sufra a
consecuencia de actos dolosos o simplemente culposos del administrador.

El común derecho de administrar los bienes de la sociedad tiene, sin embargo,


una excepción que se explica por sí sola: cuando uno de los cónyuges está
impedido por causa de interdicción u otro motivo, o se ignora su paradero o se
encuentra en lugar remoto, o ha abandonado el hogar; supuestos todos ellos en
los que el otro cónyuge administra solo los bienes sociales, de los que depende
el sostenimiento del hogar.

El artículo 315 del código civil peruano


El artículo 315 de nuestro Código Civil, establece que: “Para disponer de los
bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención del marido y la mujer.
Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder especial
del otro.

Lo dispuesto en el párrafo anterior no rige para los actos de adquisición de bienes


muebles, los cuales pueden ser efectuados por cualquiera de los cónyuges.
Tampoco rige en los casos considerados en las leyes especiales”.
Algunos estudiosos opinan que la redacción de este artículo no es la más
adecuada, en la medida en que no incorpora una determinada sanción o
consecuencia jurídica a la violación de las disposiciones contenidas en dicho
artículo.

Morales14 nos explica que se han establecido diferentes posiciones sobre las
consecuencias jurídicas del primer párrafo del citado artículo, por ausencia de
asentimiento de uno de los cónyuges. En efecto, la doctrina y la jurisprudencia
peruanas, no son unánimes al otorgar efectos jurídicos a dichos supuestos. Nos
explica el referido autor que se ha dicho que si uno de los cónyuges transfiere o

14
Morales Hervias, Rómulo. “Validez y eficacia de los actos de disposición y de gravamen en la sociedad
de gananciales. El concepto oculto en el artículo 315 del Código Civil”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 64.
Editorial Normas Legales. Trujillo, setiembre-octubre 2005. p. 177.

17
grava el bien social sin la participación del otro cónyuge el contrato es nulo por
ausencia de manifestación de voluntad conjunta de ambos cónyuges (numeral 1
del artículo 219 del Código Civil), nulo por imposibilidad jurídica del objeto
(numeral 3 del artículo 219 del Código Civil), nulo por transgredir una norma de
orden público (numeral 8 del artículo 219 y el artículo V del Título Preliminar del
Código Civil), nulo por contradecir una norma imperativa (artículo 1354),
rescindible porque se trata de la venta de un bien ajeno (artículo 1539), anulable
por falta de asentimiento del cónyuge no interviniente en los actos de disposición
arbitraria del patrimonio social, anulabilidad cuando el acto de disposición es a
título oneroso (Código Civil español), inoponible porque la falta de manifestación
de voluntad de uno de los cónyuges es la ausencia de un elemento de eficacia
del acto (doctrina argentina) e ineficaz por razón de la seguridad del tráfico.

Teoría de la nulidad del acto jurídico


Si nos inclinamos por la nulidad del acto de disposición de bienes sociales por
un solo cónyuge, estamos alegando que dicho acto nació muerto y no goza de
existencia jurídica y, por ende, tampoco despliega efectos jurídicos, por lo tanto,
también sería un acto ineficaz. Dentro de esta postura, la causal más utilizada
para buscar la nulidad de este tipo de actos es la falta o ausencia de
manifestación de voluntad.

En efecto, y por definición del artículo 140 del Código Civil 15, el acto jurídico
consiste en una manifestación de voluntad, es por eso que este elemento se
constituye en el primer requisito esencial de existencia y validez de un acto
jurídico. Si no hay manifestación de voluntad, no hay acto jurídico alguno, eso es
claro, en la medida en que como lo afirma Vidal16, la manifestación de voluntad
es el acto jurídico mismo. Y este elemento no es otra cosa que la presencia de
una voluntad interna o voluntad real exteriorizada, vale decir un querer interior

15
Código Civil de 1984. Artículo 140: “El acto jurídico es la manifestación de voluntad destinada a crear,
regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas. Para su validez se requiere:
1. Agente capaz.
2. Objeto física y jurídicamente posible.
3. Fin lícito.
4. Observancia de la forma prescrita bajo sanción de nulidad”.
16
Vidal Ramírez, Fernando. “El acto jurídico”. Sexta Edición. Editorial Gaceta Jurídica. Lima, mayo 2005. p.
93.

18
dado a conocer. Así pues, el referido autor nos dice que la manifestación de
voluntad es el resultado de un proceso que va de lo subjetivo a o objetivo. En
este sentido, es necesario que entre voluntad interna y la voluntad manifestada
exista una correlación de tal forma que la manifestación responda a la verdadera
y real intención del sujeto.

La consecuencia jurídica de la falta o ausencia de manifestación de voluntad en


un acto jurídico no puede ser otra que la nulidad del referido acto, en la medida
en que este carecería del principal elemento para su existencia y validez. La
nulidad, como sabemos, implica la inexistencia jurídica y es uno de los caminos
que nos lleva a la invalidez de un acto jurídico. Lo nulo se opone a lo válido, por
lo que se entiende que un acto jurídico válido es aquel que cuenta con los
requisitos y elementos necesarios para su existencia jurídica. Las causales de
nulidad las podemos encontrar en el artículo 219 de nuestro Código Civil. La
relación contenida en este artículo, como se sabe, es de carácter taxativo, por lo
que solo nos llevan a la nulidad de un acto jurídico los supuestos contenidos en
dicha enumeración. Las causales de nulidad de acto jurídico tienen que ver,
principalmente, con algún vicio o defecto en los requisitos de validez o en los
elementos estructurales necesarios para la existencia del acto jurídico.

Es así, como a la Teoría de la Nulidad se adhiere la Casación Nº 336-2006-LIMA,


publicada el 01/02/2007, cuando considera que en la medida en que, para
disponer bienes sociales o gravarlos se requiere la intervención del marido y la
mujer, salvo que uno de ellos dé poder al otro para ese efecto, están prohibidos,
en virtud del artículo 315 de nuestro Código Civil, los actos de disposición
unilateral de bienes inmuebles o los bienes muebles registrables sin intervención
de ambos cónyuges. En tal sentido, en esta Casación se concluye que, si
contraviniendo dicho artículo se practican actos de disposición de bienes
sociales por uno solo de los cónyuges, se incurre en la causal de nulidad de acto
jurídico prevista en el artículo 219 inciso 1 del Código Civil, por falta de
manifestación de voluntad de los titulares del dominio del bien y asimismo, por
ser contrario a las leyes que interesan el orden público según artículo V del Título
Preliminar del Código Civil.

19
Desde este punto de vista, un acto de disposición de bienes sociales por un solo
cónyuge tendría las siguientes características en su calidad de acto nulo:
1. Sería un acto nulo de pleno derecho, por lo que no requeriría de una
sentencia que así lo declare porque se trata de un acto jurídicamente
inexistente, de un hecho con apariencia de acto.
2. El acto nulo, por serlo, es ineficaz y no surte los efectos deseados por las
partes.
3. La nulidad del acto, en la medida en que se sustenta en consideraciones de
orden público, puede ser alegada por quienes tengan legítimo interés o por
el Ministerio Público.
4. La nulidad manifiesta puede ser declarada de oficio, es decir, sin pedido de
parte.
5. La nulidad es insubsanable, por lo que un acto nulo no puede convalidarse
mediante la figura de la confirmación que es un acto jurídico en virtud del
cual se convalida otro acto jurídico. Esta figura es propia de la anulabilidad.

Algunos tratadistas no se adhieren a la Teoría de la Nulidad en la medida en que


su aplicación perjudica el desarrollo y desenvolvimiento del tráfico jurídico, ya
que para la validez del acto jurídico de disposición de bienes sociales se
requeriría necesariamente de la manifestación de voluntad conjunta de ambos
cónyuges, ya que el cónyuge que no intervino en la celebración del referido acto
jurídico no podría confirmar posteriormente dicho acto, para su plena validez
jurídica.

Asimismo, no consideran adecuadas las causales que se invocan para alegar la


nulidad de los actos de disposición de bienes sociales por un solo cónyuge. Por
lo tanto, consideran que estamos, en principio, ante actos jurídicos celebrados
con observancia de los requisitos y elementos esenciales para su existencia y
validez. No se encuentra, por lo tanto, ante un problema de un defecto o vicio en
la estructura del acto jurídico.

Asimismo, la aplicación de la nulidad para estos supuestos implicaría para la


transferencia de la titularidad de la propiedad, altos costos de transacción, en la
medida que obligaría a los adquirentes a informarse sobre la real titularidad del

20
bien para no ver frustrada su adquisición, en otras palabras, deberán verificar si
el bien es propio o es social para determinar si para la celebración del acto
jurídico, se requiere o no la manifestación de voluntad de ambos cónyuges.

Esto es contrario a los postulados de la seguridad del tráfico que busca la


seguridad económico-social; es decir, la seguridad del intercambio de bienes
protegiendo al adquirente, de tal manera que la transferencia no se frustre por
causas que le son desconocidas17.

La teoría de la ineficacia
Otra tesis que intenta brindar solución a los efectos o consecuencias jurídicas de
los actos de disposición de bienes sociales por uno de los cónyuges es la
ineficacia de dichos actos. La ineficacia no es otra cosa que la falta de despliegue
o producción de efectos jurídicos. Así, los conceptos de validez y la eficacia de
un acto jurídico se encuentran interrelacionados aunque como podemos
observar, no son lo mismo. En efecto, un acto jurídico válido puede ser eficaz o
ineficaz, mientras que un acto jurídico inválido (nulo) necesariamente es ineficaz.
Y es que el presupuesto de la eficacia de un acto jurídico es la validez del mismo.

La eficacia supone la existencia de determinados requisitos los que,


normalmente, se distinguen en: requisitos voluntarios y requisitos legales. Para
alcanzar el efecto negocial, necesariamente debe estar presente el requisito
impuesto por la ley o bien el requisito establecido en virtud de la autonomía de
la voluntad.

Son varios supuestos los que llevan a la ineficacia de un acto jurídico. En


particular me adhiero a aquel sector de la doctrina que considera que uno de
esos supuestos es la falta de legitimación. La legitimación, nos dice Morales
Hervias, es aquella competencia que tiene la parte contractual de disponer de
las posiciones jurídicas que serán objeto del contrato. Se constituye, por lo tanto,
en un requisito subjetivo de eficacia del acto jurídico. Este concepto se haya

17
Paz-Ares, Cándido. “Seguridad jurídica y seguridad del tráfico”. En: Revista de Derecho Mercantil. Nº
175-176. Enero-junio. Madrid, 1985. p. 13

21
vinculado con el de autonomía privada, que contempla a aquel poder de
autorregulación de intereses privados.

En este sentido, la determinación de la legitimación pasa por establecer una


identificación entre el titular de los intereses que se desean regular y las partes
del contrato. Con ello, por regla general, solo quien es titular de la posición
jurídica puede regular las posiciones jurídicas que serán objeto del contrato,
salvo que la ley disponga de manera diversa o que el propio interesado faculte a
otro a hacerlo. La ausencia de legitimación otorgará a la parte interesada la
posibilidad de ejercer el derecho de extinción de los efectos del contrato.

En este sentido, la legitimación es la competencia que tiene la parte de disponer


o transferir las posiciones jurídicas o situaciones jurídicas subjetivas. Sin
legitimación como un requisito de las partes contratantes, el contrato no puede
surtir efectos jurídicos. Por lo tanto, la consecuencia jurídica en el caso de que
falte la legitimación será la ineficacia y no la invalidez del acto jurídico.

Así, Di Majo, nos dice que la legitimación es aquella capacidad normativa, es


decir, capacidad de producir efectos jurídicos18. Ahora bien, la legitimación es
independiente de la falta de manifestación de voluntad de uno de los cónyuges.
Considerar la legitimación como un requisito de eficacia de un acto jurídico
supone admitir, entonces, la validez del contrato translativo, pero supone
también su ineficacia ante la falta de legitimación del agente.

En este sentido es que nosotros consideramos que esta teoría es la más


adecuada para la determinación de los efectos jurídicos de aquellos actos de
disposición de bienes sociales por obra de un solo cónyuge. En efecto, en estos
supuestos se entiende que lo que ocurre es que el cónyuge que celebra tales
actos manifiesta su voluntad frente al tercero contratante pero carece de
legitimación. Algunos especialistas coinciden con Morales Hervias cuando opina
que el régimen aplicable a tales supuestos regulados por el artículo 315 del
Código Civil es la compraventa de bien ajeno mediante la aplicación del concepto

18
Di Majo, Adolfo. “Voz Legitimazione negli atti giuridici”. En: Enciclopedia del Diritto. Tomo XXIV (Legis-
Locus), Giuffrè, Varese, 1967. p. 54

22
de legitimación y sus consecuencias jurídicas, en la medida en que un cónyuge
dispone o grava un bien ajeno cuya titularidad corresponde a la sociedad
conyugal y, por consiguiente, carece de legitimación.

Así pues, a la teoría de la ineficacia se adhiere la Casación Nº 111-2006


Lambayeque cuando se alega que el supuesto previsto en el artículo 315 de
nuestro Código Civil no recoge un supuesto de nulidad del acto jurídico, sino uno
de ineficacia, el mismo que origina que el acto jurídico que se cuestiona no sea
oponible al patrimonio de la sociedad de gananciales. Asimismo, en esta
resolución se considera que el referido artículo, al establecer que para disponer
o gravar un bien social se requiere de la intervención de ambos cónyuges, dicho
supuesto no descarta la posibilidad de que uno de ellos pueda otorgar poder al
otro, posibilidad legal que se encuentra recogida tanto en el artículo 315 como
en el artículo 292 del Código Civil, lo cual lleva a concluir que la presencia de
ambos cónyuges en un acto de disposición o gravamen no supone un requisito
de validez del acto jurídico, sino supone una adecuada legitimidad para contratar.
En este sentido, la intervención de ambos cónyuges supone dar cumplimiento a
un requisito de eficacia denominado legitimidad para contratar, el cual implica el
poder de disposición que tiene el sujeto en relación a una determinada situación
jurídica.

Por lo tanto, es necesario mejorar la redacción del artículo 315 de nuestro Código
Civil incorporando una adecuada sanción o consecuencia jurídica a la violación
de sus disposiciones, la cual, como hemos dicho, es la ineficacia de los actos
jurídicos que incurran en dichas contravenciones. Cabe precisar que para una
adecuada solución a aplicarse para aquellos supuestos de actos de disposición
de bienes sociales por uno de los cónyuges es necesario también, que se cuente
legislativamente con mecanismos de publicidad que permitan brindar
información con respecto a la titularidad de la propiedad que se pretenda
transferir, vale decir, mecanismos que permitan informar al interesado la
identidad del titular del bien en cuestión.

23
DISCUSIÓN
La disposición de los bienes de la sociedad de gananciales debe efectuarse de
conformidad con lo estipulado en el artículo 315 del Código Civil, según el cual:
para disponer de los bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención del
marido y la mujer, empero cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene
poder especial del otro. En la actualidad uno de los temas de más trascendencia
en el derecho civil, es el acto de disposición de un bien social o conyugal por uno
de los cónyuges, sin el asentimiento del otro cónyuge, pues la norma
mencionada no otorga una protección jurídica adecuada al cónyuge no
interviniente, cuando en la realidad jurídica se realiza este supuesto de hecho.

La regla general es que un acto jurídico válido produzca efectos jurídicos, vale
decir, sea eficaz. Sin embargo, nos podemos encontrar frente a casos de actos
jurídicos válidos, pero ineficaces, o frente actos jurídicos inválidos pero eficaces.
Por esta razón es necesario hacer referencia a dos instituciones jurídicas que
son relevantes para desarrollar este supuesto: una es la ineficacia estructural o
invalidez y, la otra, la ineficacia funcional.
Ambas figuras se presentan cuando el acto jurídico no produce efectos jurídicos,
ya sea porque nunca llegó a producirlos (ineficacia estructural o invalidez) o
porque estos desaparecieron por un evento posterior a su constitución (ineficacia
funcional).

En atención a ello, el acto de disposición de un bien social o conyugal por uno


de los cónyuges, sin el asentimiento del otro cónyuge, es un acto perfectamente
estructurado por tanto valido, pero ineficaz funcionalmente. Precisando que la
sociedad conyugal no tiene una personería jurídica propia como sujeto de
derecho autónomo, distinto de los cónyuges que lo integran. Es así que los
cónyuges representan a dicha sociedad en todo tipo de actos, como son de
administración y disposición.

Por eso, la falta de asentimiento de uno de los cónyuges en el acto de disposición


de un bien de la sociedad de gananciales, resulta ineficaz funcionalmente, ya
que quien dispone, transfiere o grava un derecho a un tercero sin asentimiento

24
o sin autorización del verdadero titular del derecho, carece de legitimidad para
contratar.

Ello significa que el acto celebrado no produce efectos jurídicos finales en la


esfera jurídica del verdadero titular porque una parte contractual no tenía el poder
de disponer, de transferir o de gravar un derecho. La falta de legitimidad para
contratar genera la inoponibilidad del acto celebrado para el verdadero titular. De
ahí que la legitimidad es un requisito de eficacia en los actos jurídicos.

Así la mencionada norma no regula los remedios jurídicos a favor del cónyuge
no interviniente, debiendo aplicarse el artículo 161 del Código Civil (falsus
procurator) vía integración conjunta de nuestro ordenamiento civil, destacando
ciertos pronunciamientos que consideran que la intervención de ambos
cónyuges suponen dar cumplimiento a un requisito de eficacia denominada
legitimación para contratar, el cual implica el “poder de disposición” en relación
con una determinada situación jurídica.

CONCLUSIÓN
Cuando se realiza este tipo de actos, se presenta un supuesto de ineficacia
funcional, y la parte afectada puede recurrir al remedio de la inoponibilidad, para
salvaguardar el derecho del cónyuge no interviniente.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arata Solís, Rómulo. “Cuidado con lo que gasta su cónyuge”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. N° 8. Editorial Gaceta Jurídica S.A. Lima. Enero-febrero 1998. p.
203.
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cónyuges sin la intervención del otro. Derecho Civil Patrimonial vs. Derecho de
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2001. p. 18.

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Diritto. Tomo XXIV (Legis-Locus), Giuffrè, Varese, 1967. p. 54

Fernández Cruz, Gastón, “La disposición de bienes conyugales. Reflexiones


sobre dos instituciones encontradas. Ponencia amicus curiae del VIII Pleno
Casatorio. En: Actualidad Civil. Vol. 19. Enero 2016.p.24

Morales Hervias, Rómulo. “Validez y eficacia de los actos de disposición y de


gravamen en la sociedad de gananciales. El concepto oculto en el artículo 315
del Código Civil”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 64. Editorial Normas Legales.
Trujillo, setiembre-octubre 2005. p. 177.

Paz-Ares, Cándido. “Seguridad jurídica y seguridad del tráfico”. En: Revista de


Derecho Mercantil. Nº 175-176. Enero-junio. Madrid, 1985. p. 13

Reggiardo Saavedra, Mario. “Cuando justos se casan con pecadores”. En: Ius et
Veritas. Nº 15. Revista de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad
Católica del Perú. Lima, noviembre 1997. p. 173.

Vaz Ferreira, Eduardo. “Tratado de la Sociedad Conyugal” 3era Edición. Tomos


1. Editorial Astrea. Buenos Aires, 1979. pp. 217-240.

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