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La filosofía de Marx

(1818-1883)

Biografía Obras Filosofía Textos Ejercicios Curiosidades


1. La génesis del marxismo

La obra de Marx contiene elementos que pertenecen a campos de la reflexión y la


actividad considerados tradicionalmente como de orden diferente. Eso ha permitido
tratar a Marx como un economista, como un filósofo, como un revolucionario, según
los intereses de quien se acerca a sus obras, estableciendo una separación
arbitraria en el comjunto de su pensamiento, que se ha prestado a diversas
manipulaciones. Pese a ello, ha predominado entre sus estudiosos el afán por
comprender su obra en conjunto, dado que el mismo Marx no estableció tales
distinciones, y que utilizó elementos procedentes de un campo para aplicarlos a
otro, extrayendo conclusiones que difícilmente pueden considerarse estrictamente
económicas, filosóficas o políticas.

La triple influencia recibida por Marx


Así, se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el
resultado de una triple influencia: la de la filosofía hegeliana, asimilada en sus
años de estudiante en Berlín; la de la economía política inglesa, en la que se
inicia durante su primer exilio en París; y la del socialismo francés, con el que
también entrará en contacto durante su primer exilio en París, (llamado
posteriormente "socialismo utópico", por contraposición a su propia interpretación
del socialismo, conocida como "socialismo científico"). Esta triple influencia se
puede desglosar en los siguientes elementos:

a) De la filosofía hegeliana o, más bien, como resultado de su crítica del


idealismo, tal como lo presentaba Hegel, (o sus seguidores, tanto de la derecha
como de la izquierda hegeliana), conservará algunos conceptos que resultarán
fundamentales en su pensamiento (especialmente las ideas de dialéctica y de
historia como proceso orientado hacia un fin.)
b) Del "socialismo utópico" francés (Saint-Simon, Fourier, Proudhom) tomará las
ideas socialistas y revolucionarias de su pensamiento político, como la idea de la
lucha de clases.
c) De la economía política inglesa ( Adam Smith y David Ricardo), tomará las
herramientas técnicas del análisis económico y sobre todo la idea del valor-trabajo
como eje articulador de toda actividad productiva.
Se ha discutido el carácter y la permanencia de esta triple influencia en el
conjunto de su obra. Los estudiosos del marxismo están de acuerdo, no obstante, en
que no se puede reducir su pensamiento a un simple desarrollo de estos tres
elementos, sino que el pensamiento de Marx va más allá de las implicaciones de cada
uno de ellos tomado aisladamente, no pudiendo reducirse tampoco a una mera síntesis
entre ellos; por el contrario, a partir de ellos Marx habría desarrollado un nuevo
marco conceptual sobre el que acabaría construyendo su pensamiento: un pensamiento
original, creativo, que ejercerá una influencia considerable en el desarrollo del
pensamiento, (no sólo político y social, lo que resulta indudable), de la segunda
mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX.
A) La crítica a la filosofía hegeliana
Marx rechazará la concepción hegeliana de la realidad, al considerar que la
filosofía de Hegel suponía la afirmación de que todo lo real no era más que
manifestación del Espíritu Absoluto, de la Idea, por lo que toda la realidad era
reducida a idea, en última instancia. La naturaleza se presentaba, así, como un
momento del desarrollo del Espíritu Absoluto, en el que lo ideal se niega en lo
material, presentándose la materia como pura negatividad, una materia que debe
reconciliarse con la idea para adquirir un status ontológico "positivo", pero que
no por ello pierde su carácter ideal. La dialéctica hegeliana supone que, en el
despliegue y desarrollo de la realidad, el sujeto y el objeto se oponen como
momentos de ese mismo desarrollo, por lo que insiste en la afirmación de su
carácter ideal, es decir, negando que puedan tener realidad independientemente el
uno del otro.

Dado que la comprensión de esa mutua dependencia, simplificando la explicación


hegeliana, es el resultado de la actividad racional, de la conciencia, donde se
manifiesta como tal dependencia, Hegel entiende que es en el desarrollo de la
conciencia donde se encuentra la clave para comprender y explicar la realidad como
un movimiento que va desde la conciencia hacia la autoconciencia, por lo que, en
última instancia, puede definir el Absoluto como "el pensamiento que se piensa a sí
mismo", como realidad autopensante, como Espíritu. La realidad es concebida, pues,
como pensamiento, como algo de carácter estrictamente racional, por lo que toda
forma de realidad no puede ser sino mera expresión del pensamiento, del Espíritu.

Así como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es
siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como
conciencia abstracta, el hombre sólo como autoconciencia; las diversas formas del
extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la
conciencia y de la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en sí (el objeto es
concebido como tal) es simplemente un momento de diferenciación de la
autoconciencia, así también surge como resultado del movimiento la identidad de la
autoconciencia con la conciencia, el saber absoluto, el movimiento del pensamiento
abstracto que no va ya hacia afuera, sino sólo dentro de si mismo; es decir, el
resultado es la dialéctica del pensamiento puro. (Marx, Manuscritos económico-
filosóficos).
Marx rechazará esta concepción de la realidad como Espíritu Absoluto, al considerar
que no es la conciencia, (el pensamiento), la esencia o elemento revelador y
productor de la realidad, sino, por el contrario la actividad material el agente
productor de la conciencia. Es cierto que la realidad es, para Hegel, lo Absoluto,
la totalidad de lo real, pero también lo es que el Absoluto se concibe
esencialmente como sujeto, como Espíritu, por lo que la relación que establece la
filosofía hegeliana entre el ser y el pensar parece conducir a la tesis de que es
el pensar el que determina y regula el ser de la realidad. Para Marx, por el
contrario, es el ser el que determina el pensar, por lo que la conciencia se
produce, pues, en el seno del desarrollo dialéctico de una realidad concebida como
materia en movimiento.

Por otra parte, una de las consecuencias del idealismo hegeliano era la
consideración de que la realidad social, política, está estructurada racionalmente,
por lo que parecía justificar las formas del Estado y de la organización social de
su época como el necesario y único orden posible de la realidad. La filosofía
hegeliana se presenta, en efecto, como la exposición del sistema de la realidad, en
el que todos los elementos encuentran su justificación y su sentido. Ahora bien,
esa realidad social, en plena expansión del capitalismo, Marx la considera
contraria a lo que una ordenación estrictamente racional podría sugerir,
encontrando ahí otro motivo de rechazo a la filosofía hegeliana.

Por lo demás, para el idealismo, el ser humano es fundamentalmente espíritu, un


espíritu cuya esencia se resuelve en su autoconciencia, concepción que deriva de
una consideración puramente "abstracta" e irreal del ser humano. Para Marx, por el
contrario, el ser humano no puede ser identificado con una esencia o "naturaleza"
humana en general; el ser humano está siempre condicionado históricamente por las
relaciones en que interviene con los demás seres humanos y con la naturaleza, por
las exigencias del trabajo productivo: es un ente social, y socialmente
determinado. Su "naturaleza" viene definida por las condiciones de la sociedad en
la que se desarrolla su existencia. El idealismo es considerado, así, como un
instrumento ideológico, al servicio de la burguesía, cuyo objetivo no es otro que
el justificar las formas de explotación dominantes.

No obstante, Marx conservará de la filosofía hegeliana la idea de que la realidad


es dialéctica, es decir, que no puede concebirse como un conjunto de objetos, sino
como un conjunto de procesos, (lo que tanto Marx como Engels consideraban la
dimensión positiva, revolucionaria, de la filosofía hegeliana), pero invirtiendo la
dirección en que tal movimiento se produce. En la medida en que se conserva la idea
de que la realidad es dialéctica, se mantendrá también la concepción del desarrollo
de la realidad como historia: no como un mero conjunto o sucesión de hechos, sino
como el resultado de la oposición de elementos contrarios que, superando sus
antagonismos, la conducen a un mayor grado de perfección y desarrollo. La
concepción materialista de la realidad, la dialéctica y la historicidad son
elementos que se generan, pues, a raíz de la crítica de Marx al idealismo
hegeliano.

La filosofía hegeliana se había bifurcado en dos corrientes, la derecha y la


izquierda hegeliana, que tampoco escaparán a la crítica de Marx. La derecha
hegeliana primaba la interpretación cristiana de Hegel, apoyándose en la filosofía
de la religión, y adoptando una posición conservadora en las cuestiones sociales y
políticas. La izquierda hegeliana, representada por Arnold Ruge, Bruno Bauer y
Feuerbach, entre otros, primaba la interpretación crítica de la filosofía de la
religión, partiendo de la crítica que Hegel había hecho del cristianismo, y
adoptando posiciones renovadoras en lo político. Marx criticará a la derecha
hegeliana su papel justificador de una sociedad plagada de desigualdades y
limitaciones políticas, al desarrollar una filosofía que propone la aceptación de
la historia y de su resultado final, el Estado alemán de la época, al que presenta
como la realización suprema y acabada de la dialéctica de lo Absoluto.

Respecto a la izquierda hegeliana, pese a las simpatías iniciales por ella y a la


amistad que mantuvo con algunos de sus representantes, Marx criticará su
incapacidad para ir más allá de la crítica académica de la religión y la petición
de algún derecho político, expresión de su idealismo revolucionario e ingenuo,
crítica que será recogida en obras como "La sagrada familia" o "La ideología
alemana". De Feuerbach, no obstante, le atraerá inicialmente su defensa del
materialismo, pero le decepcionará que se trate de un materialismo mecanicista
(olvidando, pues, la dialéctica), y que sus reflexiones se queden en un plano
puramente teórico. Lo que Marx consideraba positivo en la filosofía hegeliana, la
concepción dialéctica de la realidad, Feuerbach lo elimina de su discurso; y lo que
Marx consideraba negativo, la consideración puramente teórica, abastracta, de la
realidad, como algo que ocurre en y para la conciencia, Feuerbach lo conserva en su
discurso.

Particular consideración le merece, no obstante, el estudio que Feuerbach hace de


la alienación, del que partirá Marx para elaborar su propia concepción, que ocupará
un lugar destacado en el conjunto de su pensamiento, especialmente acentuado por
quienes ven en el marxismo un humanismo. El resultado de la crítica a la izquierda
hegeliana se plasma en las breves "XI Tesis sobre Feuerbach", expresión de su
ruptura definitiva con el idealismo hegeliano y el de sus epígonos, que deberá ser
sustituido por una filosofía (si este término tiene ya algún sentido para Marx) de
la "praxis".
B) La influencia del socialismo utópico francés
En cuanto a las ideas socialistas, debieron serle conocidas las referencias
homéricas a la comunidad de vida y de bienes de los aqueos, así como los
planteamientos comunistas de Platón en la República, de donde derivan otras utopías
conocidas por toda persona culta de la época, especialmente las renacentistas. No
obstante, no es de ellas de donde extrae Marx sus ideas socialistas, sino de las
ideas socialistas generadas al amparo de la Revolución francesa, con las que entra
en contacto por primera vez, probablemente, durante su relación con los Jóvenes
Hegelianos, y por las que se sintió fuertemente atraído.

Las ideas que predominaban por aquel entonces eran las del conde de Saint-Simon y
de Fourier, teñidas de romanticismo y recogidas en la literatura y poesía de la
época. Junto a ideas en las que se destaca la importancia de la "industria" y el
deseo de un estudio científico de la realidad social, así como el cooperativismo y
la lucha contra las desigualdades sociales, se encontraban formulaciones
visionarias y moralizantes, que provocarán el rechazo de Marx y la crítica de este
socialismo "utópico" y alejado de un socialismo realista y científico. No obstante,
será en su exilio en París, en 1843, cuando Marx entrará en contacto de una manera
más intensa y directa con el socialismo utópico francés, a través del anarquista
Proudhon y de Louis Blanc, dos de sus destacados líderes, pero con quienes entrará
más tarde en conflicto, respondiendo, por ejemplo, a la obra de Proudhon "La
filosofía de la miseria", con su conocida "La miseria de la filosofía", de 1847.

También en esa época conoce al anarquista Bakunin, del que se distanciará


posteriormente, a medida que se va perfilando su rechazo del "socialismo utópico" y
la formulación de su propio socialismo científico. No obstante, el rechazo de las
desigualdades sociales, la necesidad de una revolución social y la idea de la lucha
de clases, entre otras, pasarán a formar parte, reformuladas desde el socialismo
científico, de su pensamiento.

C) La influencia de la economía política inglesa


También de la época de su primer exilio en París, en 1843, data el interés de Marx
por la economía política inglesa, sumergiéndose en la obra de Adam Smith y Ricardo,
lo que, sumado a su contacto con las ideas y actividades políticas de los
socialistas, supondrá un nuevo giro de radicales consecuencias en su pensamiento.
No es de extrañar este interés por la economía, ni puede ser considerado como algo
súbito y desconectado de las anteriores reflexiones y actividades de Marx. Ya
anteriormente había alabado a Hegel por haber visto, en la "Fenomenología del
espíritu", que el ser humano es trabajo productor, actividad mediante la que
transforma la naturaleza, y mediante la cual se realiza como tal, encaminándole al
mismo tiempo hacia la libertad. Pero este trabajo, que realiza y libera al ser
humano, al que se refiere Hegel es un trabajo ideal, abstracto: algo que se da sólo
en y para la conciencia, como el resto de su filosofía.

La realidad del trabajo, sin embargo, es bien distinta. Marx entra en contacto con
ella durante su actividad en la "Gaceta Renana", conociendo de primera mano los
conflictos del proletariado y del campesinado, su situación real respecto al
trabajo. Una realidad que vuelve a conocer de primera mano en su exilio en París, a
través de sus contactos con el movimiento socialista francés. Lejos de permitir la
realización y la libertad de los seres humanos, el trabajo real es fuente de
alineación y de esclavitud. ¿Cómo es posible que la actividad productiva del ser
humano, su propio trabajo, se convierta en fuente de alineación y esclavitud?

La necesidad de comprender, de estudiar el trabajo en la sociedad industrial se le


impone como una prioridad. De ahí el interés por la economía política inglesa,
representada fundamentalmente por Adam Smith y David Ricardo. Los economistas
ingleses gozaban de un extenso pasado industrial, por lo que en sus estudios habían
considerado ya el papel del trabajo en la actividad industrial, con más precisión y
amplitud que la que se podría encontrar en el resto de economistas europeos.
Marx encontrará en la teoría del valor de David Ricardo el punto de partida para su
propia teoría del trabajo. Según Ricardo, el valor del trabajo equivale a lo que
cuesta renovar, regenerar, la capacidad de trabajo consumida. El patrón ha de pagar
al trabajador, pues, lo necesario para que éste recupere sus fuerzas y esté en
condiciones de seguir trabajando, lo que abocaba a los trabajadores a la percepción
de salarios de estricta supervivencia. No parece haber ahí ningún elemento que
permita explicar la generación de las desigualdades: el trabajo se presenta como
una mercancía por la que se paga un precio (salario) que al trabajador le permite
regenerarla por otra equivalente a la consumida.

Pero el trabajo, observa Marx, es una mercancía especial: su consumo no sólo


satisface una necesidad (como hace cualquier otra mercancía) sino que, además,
genera un producto que es superior a lo consumido, genera plusvalía. Al retribuir
al trabajador, mediante el salario, lo necesario para recuperar su "fuerza de
trabajo", esa plusvalía no se le restituye, sino que queda en manos del patrón. Y
la acumulación de esas plusvalías es lo que da origen al capital. De ahí la
producción de las desigualdades sociales, de la división en clases, de la
conversión del trabajo en instrumento de alineación y esclavitud, en lugar de
realización y libertad de los seres humanos. De ahí, también, la necesidad de
profundizar en el estudio del trabajo y del capital, estudio al que progresivamente
dedicará más tiempo, durante el resto de su vida, convencido de haber encontrado
los elementos para dotar de una base científica a las pretensiones revolucionarias
del proletariado.

Podemos decir, pues, que los principales elementos del pensamiento de Marx,
(materialismo, dialéctica, praxis, eliminación de las desigualdades, lucha de
clases, revolución comunista, trabajo, capital), se generan a raíz de una relación
crítica con las influencias que recibe a través de la filosofía alemana, el
socialismo utópico francés y la economía política inglesa y no, simplemente, que
derivan "mecánicamente" de tales influencias.


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