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A partir de Freud y Lacan, sabemos que las demandas no son necesidades naturales, básicas
o biológicas, sino que son construcciones discursivas: la mercadotecnia impone demandas
que luego aparecen como una elección libre del ciudadano. El actual modelo de los medios de
comunicación de masas produce gente seriada por efecto de identificación, lo que tira por
tierra la supuesta libertad que otorgan la información y los mensajes comunicacionales. Si bien
en apariencia amplían la libertad individual, en sentido estricto se imponen, condicionan
elecciones, llegando a colonizar y enfermar a toda una cultura. Freud vio en el rebaño, en la
fascinación colectiva y en la homogeneización de la psicología de las masas un prolegómeno
del totalitarismo.
La democracia no puede definirse por el sentido común, ni por el consenso de una masa de
autómatas, producidos por un dispositivo de sugestión de los medios de comunicación
concentrados. Una concepción democrática debe incluir pluralidad de voces, evitando la
monopolización de la palabra y la instalación de un discurso único, tendiendo a que los
mensajes se transmitan libremente, buscando asegurar el derecho que tienen los ciudadanos
a una información veraz, vertida de manera responsable y racional.
Gran parte del espacio público ocupado por los medios de comunicación se transformó en la
sede del odio y la agresión entre las personas. En esta versión, el derecho a la libre expresión
se confunde con una libertad de agresión en la escena pública. En forma desmedida e
insistente emiten mensajes agresivos, hostiles, que incrementan el miedo, la angustia, el terror
y el odio. Los noticieros y los programas de “información” producen relatos falsos y teorías
conspirativas, no comprobadas, de sospecha y complot, instalando el significante “corrupción”
sobre los dirigentes del PT, apuntando a que el adversario político sea atacado como un
enemigo. Esta modalidad va dando sustento a la hostilidad entre los miembros de la cultura,
provocando sentimientos persecutorios e instalando los afectos señalados, que van a
funcionar como desencadenantes de enfermedad psíquica. El “enemigo” es el prójimo que
deviene en un objeto hostil al que se lo puede humillar, degradar, maltratar, etc. Se produce
como resultado una sociedad transformada en un campo minado por la violencia y el odio en
sus variadas expresiones. Una cultura así planteada está en riesgo.
Frente a este panorama, surgen algunos interrogantes: ¿dónde quedan las categorías de
verdad, decisión racional y autonomía del sujeto, para filtrar y administrar la información y los
afectos que éstas instalan? ¿Quién se hace responsable de los efectos patológicos que se
constatan en la subjetividad y en los lazos sociales? Ante la constatación de la patología que
producen los medios de comunicación y con el objetivo de proteger la salud de la población y
la democracia, resulta imperioso desenmascarar los dispositivos con que operan. No se trata
aquí de una práctica de censura ni un planteo de tipo moral, sino de asumir una decisión
responsable fundamental a favor de preservar la salud de la comunidad.
Fragmento del capítulo “Un nuevo dispositivo de sugestión: los medios masivos de colonización”, que formará
parte del libro La resistencia internacional al golpe de 2016 y que será lanzado en Río de Janeiro en vísperas
de la votación en el Senado, como apoyo a Dilma Rousseff. Colaboran artistas, intelectuales, juristas,
escritores y dirigentes políticos de Brasil, Argentina, Alemania, Portugal, España, Francia, Inglaterra y Estados
Unidos.