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TM también presenta los datos de su índice de corrupción para cada estado de la República,
y la constante es que las entidades peor evaluadas se ubican en el centro del país. De los
cinco reportes publicados por el organismo, en tres de ellos el Distrito Federal se ha llevado
el cetro de campeón de la corrupción: en 2001, 2005 y 2010. En 2003 ese puesto lo ocupó
Puebla (no eran todavía los tiempos de Mario Marín, El gober precioso, sino de su
predecesor Melquiades Morales), y en 2007 fue la entidad ya entonces gobernada por
Enrique Peña Nieto la más corrupta. Así, los datos recientes parecen evidenciar que no hay
una estrecha correlación entre la popularidad de los gobernantes entre sus electores y la
eficiencia que sus gobiernos muestran para combatir la corrupción en los servicios públicos
más demandados por los ciudadanos. También, los datos parecen indicar que el nivel de
marginación económica y el tamaño de la población tienen una correlación positiva con la
corrupción, pues en el informe de 2010 las entidades más pobladas (Estado de México y
Distrito Federal) se sitúan en los primeros dos lugares de corrupción, mientras que Guerrero
y Oaxaca, estados que también registran altos niveles de pobreza —según el Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en Guerrero 70.2 por
ciento de la población vive en situación de pobreza patrimonial, proporción que en Oaxaca
es de 68 por ciento—, en el reporte se sitúan, respectivamente, como el tercero y el cuarto
más corruptos. Pero esta alta correlación entre pobreza y corrupción no es una regla, puesto
que el estado más pobre, Chiapas, que tiene 75.7 por ciento de su población en pobreza
patrimonial, en los cinco reportes de TM se ha ubicado de forma consistente a mitad de la
tabla (en 2010 fue el lugar 17 de menor corrupción), e incluso llegó en 2005 a ser el
segundo estado menos corrupto del país.
En el otro extremo, dicha correlación también puede ser observada, pues son los estados
menos poblados los que menores niveles registran en el referido índice de corrupción. En
dos de las cinco mediciones del INCBG, Baja California Sur, la entidad con menor
población (sólo 637 mil habitantes) y la segunda con menor pobreza patrimonial (sólo 23.5
por ciento de su población), fue la que mostró la menor cantidad de “mordidas” pagadas
por sus ciudadanos. Este estado fue el menos corrupto tanto en 2003 como en 2010, año en
el que registró el récord de menor corrupción con un INCBG de sólo 1.8 puntos. De manera
similar, en dos de los reportes (2001 y 2007), Colima, el segundo estado menos poblado,
fue el campeón de la honestidad. Querétaro es el otro estado que ha ostentado esta
condición, cuando en 2005 obtuvo un INCBG de sólo 2.0.
“LAS MORDIDAS” DE SIEMPRE
En cuanto a los trámites y/o servicios en los que TM evalúa el nivel de corrupción, a lo
largo de los años se ha presentado una gran consistencia sobre en cuáles se registran más y
menos “mordidas”. En las cinco ediciones del estudio, el pago del impuesto predial ha sido
el trámite con el menor índice de corrupción; en 2010 tuvo un INCBG de sólo 0.69, lo que
quiere decir que de cada 100 veces que se cubrió este tributo, en menos de una ocasión los
ciudadanos tuvieron que pagar una “mordida”. Otros trámites que también han contado con
un consistente bajo nivel de corrupción son la solicitud de becas de estudios, la obtención
de la cartilla militar, la incorporación a programas sociales como Oportunidades y
Procampo, la conexión del servicio telefónico y obtener una ficha de inscripción para una
escuela oficial. En el otro extremo, los trámites que registran mayores niveles de corrupción
son los relacionados con incidentes de tránsito vehicular. En los tres primeros
levantamientos de la encuesta (2001, 2003 y 2005), los trámites con más pago de
“mordidas” fueron los viales, como cuando se busca evitar que un agente de tránsito se
lleve un automóvil al “corralón” o para sacarlo de ahí. En 2007 se pagaron más “cuotas” en
lo referido a estacionarse en un lugar público copado por personas que se lo apropian
(“franeleros”) y, en 2010, se pagaron más “mordidas” para evitar ser infraccionado o
detenido por un agente de tránsito.
Otros servicios en los que se registran altos niveles de corrupción tienen que ver con poder
trabajar o vender en la vía pública, con evitar la detención o facilitar la presentación de una
denuncia ante un Ministerio Público, con la recuperación de un auto robado y con pasar
alguna mercancía por las aduanas o puestos fronterizos. En estos rubros los mexicanos
suelen pagar mordidas entre 20 y 30 por ciento de los casos. Sin embargo, en los incidentes
de tránsito vehicular, en 2010 se pagaron “mordidas” entre 59 y 68 por ciento de los casos.
Ante esto, los expertos coinciden en las medidas que podrían servir para disminuir la
corrupción: bajar el monto de las multas o hacer más sencillo su pago. Eso, o reformar las
corporaciones policiacas, lo que se antoja menos probable.