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Me dispuse empezar con la reflexión anterior, puesto que creo es el caso de la ley
que es la parte única y medular del presente análisis, “Ley del Impuesto sobre Herencias,
Legados y Donaciones”, la cual fue promulgada durante el primer período revolucionario en
el año de 1947. Si pensamos en la realidad social y la comparamos con la realidad de hace
setenta y un años, podremos darnos cuenta que es, otra completamente, puesto que la
evolución en el ser humano no puede ser obviada en el mundo jurídico.
En el año dos mil diecisiete se presenta esta iniciativa de ley 5261, ya que a
consideración de sus autores, la ley de Impuesto sobre Herencias, Legados y Donaciones
es claramente obsoleta, además se argumenta que dada la realidad jurídica tributaria, el
ente principal y único de recaudación de impuestos en Guatemala es la Superintendencia
de Administración Tributaria, a lo que no corresponde con que la entidad, que según la ley
mencionada, debe controlar y fiscalizar las sucesiones mortis causa, sea la Dirección
General de Catastro y Avalúo, que claramente es totalmente ajena a la SAT.
Determinar el porcentaje que debe ser cubierto, de acuerdo a quienes son los
beneficiarios y de acuerdo a lo que se va a suceder, me parece medular, sin embargo
simplificar este proceso y que pueda realizarse de una manera garantizada para quienes lo
requieran es fundamental para que los guatemaltecos hagan uso correcto, pero más allá
de esto se aplique la ley de forma correcta, como naturalmente y las circunstancias de la
realidad actual lo requieran.