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Colegio Gimnasio Campestre San Sebastián

GUIA INFORMATIVA N° 6
GRADO: Undécimo AREA: Filosofía PERIODO: Segundo
COMPETENCIAS: Interpretar, argumentar y proponer

SARTRE Y EL SENTIDO DE LA VIDA

'Como todos los soñadores confundí el desencanto con la verdad'.Jean-Paul Sartre


¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué se espera de mí que haga? ¿Por qué son tan
angustiosos y aburridos los domingos? ¿Por qué siempre se me olvida poner la
muda de ropa interior en la maleta? Vale, las dos últimas preguntas son más propias
de un guion de una película de Woody Allen, que de una reflexión metafísica sobre
la angustiosa existencia de nuestra vida, pero tampoco vamos a negar que ambas
situaciones pueden ser igualmente agobiantes. El pensador danés Sören
Kierkegaard abrió la espita del grifo de la angustia existencial al plantearse las
amargas decisiones que continuamente nos vemos obligados a tomar en la vida, a
la que venimos, no ya sin un pan bajo el brazo, como se decía antiguamente, sino
sin manual de instrucciones que nos diga cómo ir resolviendo todos esos acertijos
en los que se convierten las decisiones de nuestra vida, desde que en el jardín de
infancia aquella hermosa niña nos preguntó si nos atreveríamos a besarla y nos
quedamos paralizados ante tal aterrador reto. Y a partir de ahí, todo fue a peor.
Jean- Paul Sartre, el filósofo francés que recorrió las avenidas de la existencia
durante los años más terroríficos del siglo XX, y nos transmitió toda su angustia vital
en sus obras, recogió el guante lanzado por Kierkegaard, e intentó responder a esas
preguntas que todos alguna vez hemos declamado a altas horas de la madrugada
Jean- Paul Sartre, el filósofo francés que recorrió las avenidas de la existencia
durante los años más terroríficos del siglo XX, y nos transmitió toda su angustia vital
en sus obras, recogió el guante lanzado por Kierkegaard, e intentó responder a esas
preguntas que todos alguna vez hemos declamado a altas horas de la madrugada,
algoperjudicados, mientras reflexionábamos sobre las p… que nos hacía nuestra
vida. Su respuesta fue contundente y esclarecedora; no hemos venido a nada en
especial en esta vida, porque nuestra naturaleza es la libertad; el hombre está
condenado a ser libre. Una respuesta algo chocante, porque hasta el más
afortunado de los seres humanos, no vamos a hablar ya de aquellos que en la
historia de la humanidad han vivido, o viven, bajo el yugo de algún tipo de esclavitud,
siempre se han sentido encadenados de una u otra manera. Pero no, no hemos
venido con manual de instrucciones por una cuestión muy sencilla; todos los objetos
artificiales tienen una función concreta. Todos vienen con manual de instrucciones.
Pero nosotros no, podemos decidir en qué nos convertimos y a qué nos dedicamos.
Podemos elegir, siempre podemos elegir. Cada una de esas decisiones que
tenemos que tomar es un ejercicio de libertad para Sartre.
Por mucho que nos quejemos de la falta de libertad, lo que estamos haciendo es
renunciar a ella y dejar que otros elijan por nosotros, preferimos la comodidad de
ser miembros de un rebaño y dejarnos conducir por los perros pastores, que decidir
libremente nuestro propio camino
Por mucho que nos quejemos de la falta de libertad, lo que estamos haciendo es
renunciar a ella y dejar que otros elijan por nosotros, preferimos la comodidad de
ser miembros de un rebaño y dejarnos conducir por los perros pastores, que decidir
libremente nuestro propio camino. Claro que ser libres no te garantiza ni que seas
feliz ni que tengas éxito, pero es tu elección. En la doctrina del existencialismo del
pensador francés, no hay nada nuevo en la base de este pensamiento. Los antiguos
estoicos tenían claro que la vida puede ponerte las cadenas que quieras, que
pueden encerrarte en una prisión real o virtual, atraparte en mil dependencias que
impiden tu libre albedrío, pero hay un lugar al que nunca podrán controlar, si te
resistes y ejerces tu voluntad de ser libre, para la que has nacido. Tu interior, tus
pensamientos, tus deseos, tus sentimientos. Todos ellos los controlas tú en última
instancia y si renuncias a hacerlo es por comodidad o miedo, lo que lleva
ineludiblemente a la angustia, que tan importante papel jugaría en la filosofía
sartriana; “¿Llegamos a disipar o a disminuir nuestra angustia? Lo cierto es que no
podríamos suprimirla puesto que nosotros mismos somos angustia”
Un burócrata atrapado en un aburrido trabajo, siempre levantándose a las mismas
horas, siempre respondiendo en una ventanilla a las mismas preguntas, siempre
poniendo el sello a los mismos papeles, siempre llegando al hogar y coreografiando
la misma y aburrida coreografía con su familia y amigos. Siempre quejándose de su
falta de libertad, del sinsentido de su vida y del aburrimiento eterno en el que
vive. Sartre diría que en realidad este personaje actúa con mala fe, pues es él
mismo, el que ha renunciado a la libertad de aprender otras coreografías y qué
diablos, por qué no, inventarse algunas de su propia creación.
“El existencialismo es humanismo”, decía Sartre, y lo es, porque descubrimos que
no hay nadie que realmente pueda, en última instancia, responsabilizarse de
nuestros actos, salvo nosotros mismos, y eso es lo que nos lleva a la angustia;
escribía en su obra más famosa, El ser y la nada: “La angustia se distingue del
miedo en que el miedo es miedo de los seres del mundo, mientras que la angustia
es angustia ante mí mismo”.
Esta angustia se acrecienta por la naturaleza social del ser humano, cada acción
resulta un ejemplo para todos aquellos que nos rodean, si actuamos con sinceridad.
Si decidimos vivir una vida como la del aburrido burócrata, esperamos que los
demás nos sigan, porque creemos que es lo adecuado. Si decidimos salir cada
noche a divertirnos sin temor a las consecuencias, también de una manera u otra
estamos lanzando un mensaje ejemplarizante a todos aquellos que nos conocen,
diciéndoles, qué estáis haciendo con vuestra vida sin divertiros tanto como yo. Pero
no hay elecciones colectivas de este calibre sobre cómo vivir, porque cada uno
hemos de hacerlo por nosotros mismos, sin depender de los demás. En última
instancia eres libre, hasta para seguir un ejemplo concreto u otro, o no seguir
ninguno. No hay forma de renunciar a la libertad, pues incluso en la sumisión de
dejar que otros elijan por nosotros, hay una elección libre que en su momento
tomamos, de rendirnos.
'El existencialismo es humanismo', decía Sartre, y lo es, porque descubrimos que
no hay nadie que realmente pueda, en última instancia, responsabilizarse de
nuestros actos, salvo nosotros mismos, y eso es lo que nos lleva a la angustia
El existencialismo no es sino la toma de conciencia de la preeminencia de la
existencia sobre la esencia, de aceptar que primero estamos aquí en este mundo
tan caótico y tan lleno de posibilidades, de encrucijadas, de éxitos y fracasos, y que
luego está la esencia, aquello en lo que queremos convertirnos, aquellas funciones
que queremos desempeñar. Un objeto privilegia la esencia sobre la existencia, nace
con una función concreta y existe por ella. Si el ser humano privilegia la esencia
sobre la existencia y suprime la libertad de elegir qué queremos ser, destruimos
aquello que nos dota de sentido, quizá del único sentido por el que merece la pena
vivir. Puede que así acallemos la angustia que permanente nos acosa en las
elecciones que hemos de tomar, sobre qué hemos de hacer en nuestra vida, pero
al acallar esa angustia, nos encadenamos, y el precio es demasiado alto. Siempre
demasiado alto.
Simone de Beauvoir escribió una magistral reflexión en El segundo sexo sobre el
existencialismo. Es falso, una terrible mentira, la que se ha contado a cada mujer
que ha nacido, sobre el papel que debían desempeñar en nuestra sociedad; como
madres, como compañeras, como esposas, como trabajadoras, en su estética, en
su forma de sentir o en su forma de vivir el sexo. Se les atribuía la esencia antes
que la existencia, se les atribuida una función que habían de cumplir si querían
encajar en nuestra sociedad. Se las objetivaba, mientras el hombre era libre de
elegir, a la mujer se le venía a decir que si querían ser mujeres debían cumplir con
los papeles que les asignaban los hombres. Pero la libertad también tiñe la
existencia de cada mujer, y por tanto son responsables de rechazar esos roles y
elegir en cada momento como quieren existir, como quieren amar, como quieren
vivir el sexo, la familia, las relaciones, el trabajo. No son objetos, no vienen con una
función que hayan de cumplir para satisfacer su papel en la sociedad, como ningún
otro ser humano.
No es de extrañar que durante la mágica década de los sesenta del pasado siglo
XX cada joven occidental se sintiera de una manera u otra atraída por esta filosofía
que les devolvía algo a lo que las generaciones anteriores parecían haber
renunciado, la libertad de existir cada uno a su manera, y no es de extrañar que los
lobos que dirigen los rebaños se sintieran, y se sientan, tan amenazados por esta
manera de pensar. En el mito de Sísifo Albert Camus hacía una metáfora muy
acertada sobre la vida humana; castigado por engañar a los dioses a subir
eternamente una roca por la ladera de la montaña, que después volvía a caer y
tenía que iniciar de nuevo el proceso, Sísifo, aceptaba el castigo, sin miedo. Pues
nada hay más precioso que aceptar la carga de una vida sin sentido sabiendo que
a cada instante tienes la libertad de dotarte de un nuevo sentido, equivocado o no,
pero libre.

Referencia bibliográfica
Tomado de: http://www.elindependientedegranada.es/blog/sartre-sentido-vida

VALORACIÓN INTEGRAL
CALIFICACION GUÍA FIRMA FIRMA
DESEMPEÑO
CUALITATIVA CUANTITATIVA DOCENTE ACUDIENTE
SUPERIOR
(96 – 100)
ALTO
(86 – 95)
BASICO
(75 – 85)

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