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Cuando los átomos están muy alejados la interacción entre ambos es nula, pero a
medida que se van acercando comienzan a interaccionar. Por una parte se produce una
atracción mutua entre el electrón de cada uno de los átomos por parte del núcleo del
otro y, por otra, comienza a establecerse una repulsión entre las partículas con carga
eléctrica del mismo signo de ambos átomos, especialmente entre sus núcleos. Al
principio predominan las fuerzas atractivas electrón-núcleo lo que favorece el
acercamiento de ambos átomos, pero a medida que éste se produce, aumentan las
fuerzas repulsivas entre los núcleos hasta igualarse con las atractivas. En este
momento se alcanza un mínimo de energía y un máximo de estabilidad del conjunto
formado por los dos átomos de hidrógeno. Se ha formado el enlace y, como
consecuencia, la molécula de hidrógeno.
Aunque según la teoría del enlace de valencia los dos orbitales atómicos solapados
conservan su identidad, como los dos electrones son atraídos por los dos núcleos, que
es lo que realmente hace de nexo de unión, la probabilidad de encontrarlos es máxima
en el espacio situado entre ambos núcleos, por lo que la imagen que del enlace
covalente da la teoría del enlace de valencia no es muy distinta de la que proporciona
la teoría de Lewis. Sin embargo, la diferencia está en que para Lewis cualquier enlace
covalente se forma de igual manera, mediante una compartición de electrones,
olvidándose de los aspectos energéticos descritos en la teoría del enlace de valencia
que son los responsables de que cada enlace covalente tenga entidad propia. En cada
caso, el punto de equilibrio entre las fuerzas atractivas y repulsivas o mínimo de
energía potencial será distinto y dependerá de la naturaleza de los átomos y orbitales
que se solapen.
Según la teoría del enlace de valencia para que se forme un enlace covalente típico
entre dos átomos, han de interaccionar, interpenetrarse o solaparse un orbital de uno
de los átomos con un orbital del otro y para que ello sea posible cada orbital debe
estar ocupado por un solo electrón y además de espines opuestos.
Aunque según la teoría del enlace de valencia los dos orbitales atómicos solapados
conservan su identidad, como los dos electrones son atraídos por los dos núcleos, que
es lo que realmente hace de nexo de unión, la probabilidad de encontrarlos es máxima
en el espacio situado entre ambos núcleos, por lo que la imagen que del enlace
covalente da la teoría del enlace de valencia no es muy distinta de la que proporciona
la teoría de Lewis. Sin embargo, la diferencia está en que para Lewis cualquier enlace
covalente se forma de igual manera, mediante una compartición de electrones,
olvidándose de los aspectos energéticos descritos en la teoría del enlace de valencia
que son los responsables de que cada enlace covalente tenga entidad propia. En cada
caso, el punto de equilibrio entre las fuerzas atractivas y repulsivas o mínimo de
energía potencial será distinto y dependerá de la naturaleza de los átomos y orbitales
que se solapen.
Como los orbitales p son bilobulados de signos opuestos y, por consiguiente, con un
plano nodal central, el enlace se forma por solapamiento del orbital s del átomo de
hidrógeno con el lóbulo del orbital p de su mismo signo. El lóbulo no implicado en el
solapamiento disminuye sensiblemente de tamaño lo que significa que, como en la
molécula de hidrógeno, también la mayor densidad electrónica se encuentra entre los
núcleos de los átomos de hidrógeno y de flúor. La situación es muy similar a la de la
molécula de hidrógeno, aunque no idéntica, como pone de manifiesto que la energía
de disociación del enlace hidrógeno-flúor es de 568 kJ/mol y la longitud de enlace de
92 pm.