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TEMA 6

LOS ACTORES DE LA EDUCACIÓN

Como hemos visto a lo largo de los capítulos anteriores, sin el sujeto es imposible el
proceso educativo. De hecho, para que se pueda hablar apropiadamente de
educación se requiere en efecto la participación del sujeto. Éste, sin duda, es uno de
los actores principales de la educación.

Cuando nos referimos a un sujeto concreto estamos aludiendo naturalmente al ser


humano en tanto realidad compleja y singular, delineada, además, por una serie de
dimensiones que lo constituyen especialmente y que están interrelacionadas:
corporal, cognitiva, afectiva, social, etc. El hombre, por tanto, necesita desarrollar
sus capacidades para ser auténticamente hombre, para ser, en definitiva, una
persona. Lo cierto es que cada uno es responsable de su biografía, en la medida en
que somos los actores protagonistas de nuestras vidas. Pero ese aprendizaje no es
posible llevarlo a cabo sin relación con el resto de personas, sin contacto con nuestro
entorno. Por ello el hombre es esencialmente un ser cultural, que se enriquece y
perfecciona y trasciende su mundo por medio de la educación.

Hemos dicho por tanto que cada individuo es el destinatario de todo proceso
orientado a su transformación. La persona es, entonces, el sujeto mismo de la
educación. Como sabemos, ésta posee unas características propias que le permiten la
apertura a los demás y obrar libremente realizándose a través de sus actos. Estas
características son las siguientes: singularidad, autonomía, apertura al mundo y
unidad.

El primer rasgo de persona que debe destacarse es su singularidad, esto es, que cada
persona es única, irrepetible, irremplazable, con unas características propias que la
diferencian de los demás. Que la persona es autónoma significa que la persona es
capaz de gobernarse a sí misma, que puede asumir su propio proyecto de vida, que
es capaz de proponer y diseñar sus propios objetivos, que puede decidir, en
definitiva, quién quiere ser y cómo quiere actuar en el contexto en el que vive. En
tercer lugar, es propia del ser humano la sociabilidad, es decir, la apertura a los
demás y al mundo que nos rodea. De acuerdo con esto, al convivir, construimos
nuestra identidad, pues para ello necesitamos de otro punto de referencia que no sea
nosotros mismos. Finalmente, la unidad personal hace referencia a la unidad integral
de todas las dimensiones que constituyen al hombre.

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Es por esto que la educación debe perseguir el desarrollo de todas las dimensiones
del ser humano, y que este desarrollo sea equilibrado. Esas dimensiones ya las
hemos destacado anteriormente, pero conviene insistir en la necesidad de una
educación integral, donde se contemple la educación de las dimensiones física,
psicológica, cognitiva, social, afectiva, moral, estética, religiosa, etc. No será
necesario justificar la importancia de cada una de ellas, pero sí diremos algo de cada
una para centrar su contenido.

1) Respecto a la dimensión física, es innegable que el desarrollo físico del


cuerpo humano resulta clave para la evolución de las otras dimensiones.
Muchas veces la dimensión psicológica se ve afectada sensiblemente por un
desarrollo defectuoso de la dimensión corporal.

2) La dimensión psicológica, por su parte, comprende aspectos tan importantes


como la afectividad, la personalidad y la voluntad. La educación de la
afectividad, hoy más que nunca, se está subrayando especialmente.
Entendemos por afectividad el modo en el que somos afectados
interiormente por las diversas circunstancias que se producen a nuestro
alrededor, y cómo reaccionamos ante ello. No hay duda de que los estados
afectivos configuran a la persona y son un factor básico de su equilibro. La
personalidad, por su parte, alude a la conducta y al pensamiento. El objetivo
de la educación en este sentido es lograr personalidades definidas,
autónomas y maduras. La voluntad, último estadio de la dimensión
psicológica, es la capacidad por la cual actuamos, para bien o para mal.

3) En tercer lugar, la dimensión cognitiva aborda la inteligencia de la persona,


que no es otra cosa que la capacidad de conocer, concebir y comprender las
cosas.

4) La dimensión social, a la que ya hemos hecho referencia, es imprescindible


para el individuo porque éste necesita de actitudes, conocimientos y hábitos
que le ayuden a integrarse en la sociedad a la que pertenece.

5) Destacamos finalmente la dimensión moral, que es inevitable, puesto que no


existe una educación neutra. Ésta permite la forja de hombres responsables,
que son capaces de conocer lo que hacen, de distinguir sus consecuencias, de
querer el bien y, en última instancia, de hacerlo.

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Dicho esto, puede entenderse la educación como un proceso de desarrollo integral de
la persona en cuanto totalidad que da unidad a las diversas partes o manifestaciones
que la integran.

Una observación que se hace en el manual que estamos resumiendo,


complementando lo dicho, es que se debe dar también, además de una educación
integral, una educación diferenciadora. La justificación de esta idea es que todo
educando es diferente en capacidades, motivaciones, intereses y experiencias. Pero
esto, que es algo obvio, no se plasma después en realidades concretas, y en realidad
no se ve cómo es posible plasmarlo sin recurrir a una educación personalizada, de la
cual, por cierto, nada se dice.

Antes de concluir el capítulo sexto, el cual estamos condensando, se trata un último


punto, titulado «Educación y Persona».

En este punto se hace una especie de recapitulación de las claves tratadas a lo largo
del tema. Si los fines de la educación son el pleno desarrollo de la personalidad y de
las capacidades de los alumnos, ser persona supone, entre otras cosas:

 La capacidad de conocer el mundo y de actuar en él y sobre él.


 Reconocer a los demás nuestra misma dignidad y nuestros mismos derechos.
 La posibilidad de interactuar con los demás y con el mundo.
 Ser capaz de vivir de acuerdo a un proyecto personal.
 Ser capaz de responsabilizarse de la propia vida y de la de los demás.

Después de todo lo anterior, se puede concluir diciendo, según nuestro libro, que la
educación es un proceso de maduración e integración personal que todo ser humano
deber realizar por sí mismo, pero ayudado por los demás.

En definitiva, cada persona es la responsable última de su educación, y sólo se educa


el que se perfecciona.

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