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Evelyn P. Stevens* Uno de los imperativos de funcionamiento de la socie- dad del hombre es la divisién del trabajo segin un conjunto de criterios aceptados generalmente por la ma- yoria de los miembros del grupo. Bien claro es que estos criterios no corresponden a ninguna “ley natural” si consideramos la cantidad de variantes segiin las cua- les Tas diferentes culturas distribuyen el trabajo por hacerse. El tnico requisite parece ser que tales criterios sean considerados correctos, buenos @ inevtables, por a mayoria de las personas que actian bajo sus dicta dos, Patece no importar mucho que un sistema parti cular se base en la tradicién, la magia o la “légica” siempre y cuando la racionalizacién que lo acompaia ayude a mantener la confusién y la tensiGn en un nivel Algunos de los criterios mis claros y de_mis ampli aifatir pare delle que cosa haga cada” quien wo “Ta edad, el sexo y la clase. Pero estas calegorias pue-— ear ar naaiplates en Tartan dlatintes por las sei: dades de las diversas partes del mundo. "Se debe ver 8 los nifios y no eccucharlos” es un principio cemiza fado que prevalece en gran parte tierra, sélo Para que ewe ditatorzuelos fo" contradigan en’ otras regiones. En ciertas culturas, sélo el hombre puede tn: char la carne a la hora de las comidas, mientras que en otras estas tareas son consideradas “labore feme- En cada sociedad encontramos un patrén de expecta- tivas basadas en atributos reales 0 imaginados de los indivduos 0 erupoe que realzan determined, areas, iempo, estos atributos aleanzan tal vali hace postble uilizarlos como eriterios de lor bien poco relacionados con Ia necrsidad funcional. La aceptacién acritica de tales estereotipos puede tener consecuencias sociales 0 politicas de gran envergadura. En América Latina, el fenémeno gemelo de machismo ¥, marianismo nos ofrece un ejemplo de esta observa cién. El machismo, término familiar para los especi listas de Ja regién, ha entrado en el vocabulario comin * Batoy en deuda con el doctor Rogelio Diaz Guerrero, do la Universidad Nacional -Autdnoma de México, y on el profesor ‘Sutti Ortix, de Ia. Case Western Reserve University, por su ¥ discusién de algunas de las premitas de este ensayo. El marianismo: la otra cara del machismo en América Latina de ta gente, entre la que ha sufrido el mismo tipo de deformacién seméntica que el carisma de Weber." En interés de Ia claridad de la exposicién que sigue, el término machismo se usaré para designar una for: ma de orientacién que sucintamente puede describirse ‘como el culto a la virilidad. Las principales caracteristi- cas de este culto son una exagerada agresividad e in- transigencia en las relaciones interpersonales de los hom- bres y arrogancia y_agresién sexual en las relaciones de hombre a mujer? Sélo en el pasido mas reciente se ha prestado cierta atencién a la otra cara del problema. Por lo general, Jas mujeres han. manteni pecto al tema del “‘marianisma”, quiz porque un gran sector de ese grupo teme que la publicidad ponga en peligro sus prerrogativas. Sin embargo, hace poco que un pufiado de escritores empezaron a enfocar este pa: tr6n, hasta ese momento olvidado, de actitudes y con ducta. Asi, un observador introdujo el término “hem- brismo” y otro utiliz6 “feminismo”.* EL marianismo esti tan_difundido como el machismo, pero es menos entendido por los latinoamericanos mis. mos y casi desconocido para los extranjeros. Es el culto 2 la Superioridad eapiritual femenine, y enséfia que las mujeres con-simidivings,-moralmente Superiores yey Bittaalmente-mis Faerie que fos hombres Es el pein Ue acttudes y conducts que ha de ‘er el principal con: tro de interés de este ensayo, pero con frecuencia serd pecesario referimos al intrjuego dintmico de ambos + Las entrevistas con los j6venes norteamerieanoe que visitaron Guba para ayudar a la safra azucarera muestran que utilizan mind. machismo como siuénimo de “chauvinism masculine” Véswe Carol Brightman y' Sandee Levinson (eds), The Vence- remos Brigade, Nueva. York, Simon. and Schuster, 1971, passim 7 Para un examen de este térming y de sus implicaciones soci lea y poiticas, véase Evelyn P, Stevens, “Mexican Machisme: Polish and Value Osientations", Western Political Quarterly, XVIML, nim, 4 (Giciembre de 1965), pp. 886851 3 Munda Nuevo, nim, 46 de 1970), pp. 1450, dedica ‘una seeciin enters al tema de “Machismo y'feisinismo", en el cual diversos autores utilizan el término hembrismo, Ni hembrie ‘mo ni feminismo me, parecen tan satisfctorios como mi propio término “marianismo", por razonee que se aclaran en el texto, 7 Antecedentes en el Viejo Mundo Tanto el marianismo como el machismo son_fendmenos ‘Nuevo Mundo_con_antiguas_rafces en Tas_culturas ‘del Viejo Mundo, Muchos de Tos elementos contribu. “Yentes pueden encontrarseain hoy en Tiali-y en Ee aia, pero el _sindrome plenamento desarrollado sélo bene en Anérica Lana Los conceptos del honor y la vergiienza, asociados con nociones de virilidad, pueden encontrarse en mu- has de las culturas del’ sur de Europa, el Cercano Oriente y el norte de Africa, pero un historiador es- pafiol arguye que las caracteristicas exageradas que he- ‘mos Hegado a asociar con el machismo son una dege- neracién de las actitudes de la clase superior de los siglos xvi y xVir hacia tales conceptos. “En el sector ple- beyo de la sociedad —dice este autor—, el equivalente del caballero que se siente herido ficilmente en su or- gullo es el matén profesional, el fanfarrén camorrista, el rufidn petrimetre”.* Aunque el patrén de conducta se volvié cada vex menos importante en la cultura espatio- la, parece que invadié América a través de los solda- dos y aventureros que participaron en la conquista. Este ajuste temporal es convincente. Incluso puede conjetu arse que la conquista desangré a Espafia de tales indi- vviduos y les proporcioné una atmésfera mas propi América, donde prosperaron y asumieron la importan- cia que todavia tienen hoy. Samuel Ramos arguye que en México la conducts tipica del “macho” es un fend- meno de clase baja, pero se ve acallado por un coro de otros observadores que alcanzan a yer ramificaciones todas las clases sociales y en todos los paises de Améri- ca Latina! Aunque todas las clases sociales mestizas estén permea. diag. por Tag caecleristons del mactlsme y del mariais moc la misma afirmacion-careoe de: verasded con tes ecto a otros grupos étnicos. Las comunidades indigenas, Tongue tenga “ona eurustca yu one tividades de_machismo-marianismo si_retienen su “pure: za eultural, ET mas 0 no es una practica religiosa, aunque Ja palabra “marianismo” se usa a veces para describi un movimiento interno de la Iglesia catél ti como objeto la veneracién especial de la Virgen Marfa. Este culto, tal como se le practica en todo el mundo, est enraizado en observancias religiosas muy antiguas que han evolucionado dentro de Ta opis J [gle- eclesidsticas, otras apenas si_con su tolerancia. 4 Véase, por ejemplo, Julian PittRivers (ed.), Medierranean Counerymén, Bssaye in’ the Social Anthropology ‘of the Mediver raneen, Patis y La Haya, Moston and Companys 1962, 0 Baroja, en J. Peristany, Honour and Shame: The Values of Mediterranean Society, Chicago, University of Chicago Press, 1966, p. 116 "Samuel Hamos, BT perfil del hombre y fe cultura en México, Buenos AiresMéxico, Espasa-Calpe Argentina, 1951, 18 El marianismo, o la mariologia, como la mayoria de los tedlogos prefieren llamar al movimiento religioso, ha| reionado una figura central y un conjunto. conve: notte de seston @eijo aeedor los pretcanten del marianismo han erigido un edificio secular de creencias racticas relacionadas con 1a_posicién_de las en Ta sociedad. Este edificio, y no el fendmeno religioso, i el objeto de este ensayo. i rianismo son_profundas y extensas: suirgen claramente del temor_reverencial_primitivo a la Sapacidad de la-mujer de-dar-vida-une-riatura-hue ‘mana en el interior desu cuerpo, Tal es el aspecto de Te femineidad que atrajo la atencién de los primeros artistas que esculpieron las “‘venus” esteatopigicss del paleolitico superior. En esas pequefas y bastas escultu- ras, las figuras tienen senos enormes y vientres protu: berantes, como de prefiadas. Para los primeros hombres y mujeres que se plantearon la pregunts ontolégica en sus términos mas sencillos —“z De donde venimos?”— la respuesta les ha de haber parecido igualmente senci- Ila y, sobre la base de pruebas circunstanciales, la_mu- fue celebrada como Ja tinica fuente de la vida. Ja regién_ que zodea el mar Caspio, como la fuente de Ia ingpiracion para el-culto de la Diose. Madre tal como Ip conocem eel indo ectdental pero no. mucho después empiezan a eparecer rastros en Mesopotamia y 1 valle del Indo, asi como en Creta y en la regién que rodea el mar Egeo, Durante estas etapas primitivas, la figura femening aparece sla, sin que ir SSOnpane Tin- (gant Tigura TmAstllinnj-por eta’ racdn se le describe 4 veces como “la madre soltera”.? Por toda [a costa oriental y septentrional del Medi- terréneo, la figura de la diosa se multiplicaba y aparecia segiin diversos aspectos. En Mesopotamia tuvo muchos nombres y rostros: Ninbursaga, Mah, Ninmah, Tnné Ishtar, Astarté, Nintu, Araru? Sentada_en compaffa-de_una_joven figura masculina, la Gial poode ser considerods ambiguamesle ya, sea come al hijo de In Dios o como su consorie, sunque fhente hublera Ba aan nocidn de que también él desempeiaba realmente una funcién indispensable en la creacién de la vida. En_época tan Tejana_como esa de la : ami joven dios representado en_medio imi i fin ia_regular de los cambios de estaciones_y_camino_de_los_avernos. Entonces aparece la Diosa como la madre afligida y en 1 Véase Edwin Oliver James, The Cult of the Mother Goddess, Londres, Thames and Hudson, 1959, y Erich Neumann, The Great Mother, An Analysis of the’ Archetype, Nueva York, Pantheon Books, 195. * Stephen Herbert Langdon, Tammuz and Ishtar, Oxford, Cla rendon Press, 1914. biisqueda_anhelante. Esta figura de la Mater Dolorosa we agente cr igs soph woke ORES Yat gran lapso que incluye el relato del Nuevo Tet de la muerte y resurreccién de Jesucristo. En esta ale- goris-conscienie-o Tnconsciente de las estaciones podemos ver la comprensién de la importancia del hombre en la ‘si él no esta Ta tierra es estéril; Ta hembra no puede dar ‘sin su ayuda. PorTo general se considera a Ta isla de Creta como la cuna del culto a la Diosa Madre tal como se extendié wr Italia y el suroeste de Europa, particularmente Es- pata, Altededor del tercer mileno’ 2. -sparecieron en Creta_estatlllas-que-representaban Ta Madre Tierra, co- nocida,diversamente-como- Gals, Nea-o-Cibelx Alpines Met que—se Te-aplcaban_e- esta diosa eran Madre, Mon aa. sefiora de fo Bestias, Con este ultimo disfraz nos es familiar a todos a través de la delicada representacién de la “diosa de las serpientes” del periodo Minoico Medio IIT, exhi en el museo de Candia y reproducida en muchos libros de historia del arte. Poco. después de iniciado el neolitico egaron a Es paiia_pueblos que contribuyeron a la propagacion del culto y esculpieron un gran niimero de figurillas feme- nninas, primero en Ta region de El Garcel y después ranenddoee TaprdamenTe a parr de ese Cont. En el culto cristiano primitivo no habia lugar para la figura de una mujer. La nueva secta se apoyaba decidi- dente en Tas Tuetes hebreas i e hacia ya largo tiempo que los_judios habian_abolide si panteén primitivo, con lo que encontraron necesario olitioo-expurgar de ai extructura Teolbpiea a todas Tat ‘iosas, EI resultado Tue_un_monoteismo conceptual te Timpioe ideolbgicamente poderoso, que anunciaba ‘una_divinidad._patriarcal i ‘Sin embargo, en épocas més tempranas, las culturas cemitics habstn proporcionado tna buena coleceén de divinidades y_personificaciones femeninas, entre ellas la diosa Asherah, Astarté-Anath, la Shekhina (manifes cién visible y audible de la presencia de Dios en la tie- ra, que en Ia literatura midrash posterior aparece como 1a nediadora entre Dis y los hombres) y Ia. Matron s parece a la de Maria® En el proceso de “putifica- ign” de su teologia, o sea de construir un sistema reli oso Iéqicamente coherente, fos_judios arguyeron_con tito que las Figures de diosas eran inventos de sus ene- rmigos, introducidos para sembrar la confusion y dividie Pps crevenies. Suprintendo el peso muerto de diowes. y_diosas, Tos profetas judios pudieron fabricar_un ins- ‘mento -eficaz para Taunilficacion_de_sus tribus, ‘A pesar de este hiato, la historia de los intentos del hombre para expurgar_la_figura_femenina de su pan- teén s6lo muestra unAxifa_parcial. En casi todas las mnes del litoral mediterrénco, la Mujer regresé io doctrinal mas poderosa, mis stractiva y con las Escrituras permanecieron cerradas para ella, ,quién puede negar el triunfo de le madre judia? ‘Las disciplinas hermanas de le arqueologia y Ia tologia comparada especulan que la hagiologia cristia- nna manifiesta una notable similitud, en muchos puntos capitales, con ereencias precristianas difundidas por la zona geogrifica que ya describimos. Durante los comienzos de la era cristiana, la figura monn ag” Wena [ugar alging en Hoe relposas, ‘pero esta situacion cambié con Ie decision del Concilio de Efeso del af Dios, Maria fue integrada al dogma cristiano, y los dos polos de Ta energia creadora, el masculino y el femenino, entraron en ef conocimiento consciente y recibieron sv mas sublime expresién2° Pero después del Concilio de Efeso la mariologia crecié con tal rapider que Ia ado- racion popular de Iz Madea veces ameneze eclipsar a la del Padre y del Hijo, degenerando asi en lo que cicr- tos comentaristas religiosos han lamado mariolatria, © Rapheel Patai, The Hebrew Godidess, Ktav Publishing House, 1961, 30 'Véase especialmente Jean Danielow y Henri Marrou, The Christian Centuries, A New History of the Catholic Church, Nuc» va York, McGrawHill Book Company, 1964 (vol. I: “The First Six Hundred Years") y Joha Patrick Dolan, Catholicism, An Historical Survey, Woodbury, N. Y-, Barron's Educational Series, 1968, t 19 _gunos escritores catélicos deploran esta “‘tendencia a exal- tar el culto de la Virgen Maria de tal manera que ex- cede las ensefianzas y el espfritu de le Iplesis”>* En Gpocas recientes, tres papas han_prevenido a los fieles” Desarrollo en et Nuevo Mundo Es tarea sencilla rastrear el camino del culto mariano lo, La historia de la Iglesia nos dice >, un nedfito indo ietrado que habia sido bautizado ‘con el nombre de Tuan Diego vio una aparicién de ta “Senta Madre de Dios” en_un_cerro llamado Tepeyac, ‘al norte de Ia ciudad de México. EI Tugar de Ta apa in es significative, ya que la. tradicion indigena lo tenia como consagrado al culto de una diosa a la que Hamaban Tonantain (“Nuestra Madre"), Los arquedlo- fos han identficado a Tonantzin con la deidad Temenina aaieca_precolombina _Tlamada_Coatlicue _o _Cihuacéatl (mujer serpiente, madre de los dioses, Tx orona).”® ‘A mediados del siglo xvi, la tradicién reconocié que Ja_visién_de Juan Diego era_una_auténtica_aparicién dele Virgen Maria —ls-primera.del Nuevo Mindo— lindo Ya dio el nombre de Nuestra Seiora de. Guadalupe, ta honor de-una imagen_venerada enol suraesie-de Fs pala. En 1756, Ta Virgen de Guadalupe Tue dedlara patrona de la Nueva Espafie por el papa Benedicto XIV El simbolo religioso, aceptado por los r se convirtiG en el punto de unién de los nacientes sentimientos naefonalistas, de mod qo cn el gas de idea que cuando estallé Ta guerra de inde en 40, resol edeuade-que el primer Meoe-meso-ne ra -el_mal_gobierno, mucran_los gach ines!” Cien_sfios mas tarde, el papa Pio X ded rls Virgen de Guadalupe patfona de toda Ta America Latina, Es dificil determinar e6mo la_veneracién excesiva_a Jas mujeres se volvié_un_rasgo distintive de Ta sociedad secular_Jatinoamericana.. Sin embargo, hay dos. puntos claves: esta veneracié ¥ Una de las mejores criticas del cultomasiano probadas por la Iglesia es el corto tratado erudito de René Laurentin, The Question of Mary, Nueva York, Holt, Rinehart, and Winsop, 1955, 3 Catholic University of America (ed.), New Catholic Eneyclor pedia, Nueva York, MeCraw Hill, 1967, vol, IX, p, 368, "Alfonso Caso, El pueblo del'Sol, México, Fondo de Coltura Econémica, 1958, pp. 725, Tis Lasso ‘de la Vega, Heei Tlamahicoltice, México, Car rrefio ¢ Hijo, editores, 1926. Pero para un punto de vista profano el minmo tema, véase Francisco de la Maza, El guadalupanismo ‘mexicano, México, Porria y Obregéa, 1953. Rodolfo Ustgli nor Droporciona un tratamiento teatral del tema en Corona de lus, México, Fondo de Cultura Eeonimica, 1965. 18 Véaue Evie Welt, “The Virgin of Cusdala A Merican ERT 58 20 secular _es diferente, tanto_cuantitativa cuando cualitati- famente, de la acid hacia las mujeres que prevalece teas Tusmay naciones europeas en Tas que’ cf cul” Las culturas mestizas latinoamericanas —desde el_rio Bravo hasta Ta Tierra del Fuego— muestran un patron Bien definido de creencias_y-conductas centrado on Tt Meret po eae Bu ontraparte-machisa, es Ubu en tod elses sds, Existe dn acuerdo cuasiuni- versal sobre cémo debe ser una ‘“‘verdadera mujer” y sobre cémo debe actuar. Entre las caracteristicas de este ideal estén ln semidisinidad, Ie_cupesicidad moral xa fuerza espiritual, Esta fuerza espiritual engendra abne- cin, esto es, una capacidad infinita de humildad sacrificio, No hay autonegacién demasiado grande_para jer_Iatinoamericana, ni_puede_adivinarse_Timite Si_vasto cimulo de paciencia ante los hombres -de-su-munda.™ Aunque puede ser muy dristica con sus hijas —e incluso cruel con sus nueras— es y debe ser complaciente con su propia madre y con su suegra, ya que también ellas son reencarnaciones de la Gran Ma- dre, También debe mostrarse sumisa a las demandas de do, hijos, padres, hermanos.” descansa la fuerza de su con viccién —compartida por toda Ta sociedad— de que se tebe consentit'a los hombres, ya. que, después de todo, todos sabemos que con_coma_niias, cuyo exceso, ton: terias y obstinacién deben ser perdonados porque “no tienen la culpa de ser como son”. Estas actitndes las express con admirable claridad la editora de una el gante revista femenina chilena. Cuando se le pregunts *;Hay alguna mujer chilena a la que admire en espe- cial?”, ella contest: “Sinceramente, quisiera mencionar llas saben que la_pecamino- Sidad-masculina condena al sexo entero a una estancia 16 Can] E, Batt, “Mexican Character: Am Adlerian Interpreta tion”, Journal of Individual Psychology, V, nim. 2 (noviembre de. 1969), pp. 188201, Este autor se veflere al “eomplejo de mise” TT Véage Rogelio DiseCuerrero, “Neurosis and the Mexican Family Structure”, Americon Journal of Psychiatry, CVIL, nim, 6 (diciembre de 1955), pp, 411-417, y, del mismo autor, “Adole ance in Mexico: Some Cultural, 'Peychological, and Peychiat ‘epects", Internavional Mental Health Research Newsletter, X tim. 4 Gnviero de 1970), pp. 1, 10:3. BS Rowa Cruchaga de Walker y Lillian Calm, “jQuién es la mujer chilena?”, Mundo Nuevo, nira. 46 (abril de 19703, pp. 3 438, Ta mujer citada en Ta entrevivta es espona de un Sageniero yy madre de dos hijon, Aunque dice admirer a la levandera, desde Tuego que no pieasa emular su estilo de vide, prolongada en el purgatorio tras la muerte, y aun las mas diligentes oraciones de las amorosas parientes fe reninas sélo pueden logratles el ahorro de unos euantos ruilenios de tortura. La tristeza se comprucha en otras isibles de las mujeres. muerte de_un_miembro adoptar _un_vestido luctuoso Los periodos de Iute-y Tos tpos de vestidos estan rigdamre Ta muerte de un padre o del marido requiere un luo Figur de por vida: tanto a ropa interior como In externa deben ser completamente negras, ni siquiera se permite ‘un pafuelo blanco. Las muertes. de. hermanos, hermanas, tias y tios requieren un Tuto riguroso de tres aoa y las de parientes més distantes exigen periodos que vvarian entre tres meses y un aio. Después de cada pe- iodo de luto riguroso sigue un periodo prescrito de “medio Iuto", durante el cual la mujer doliente puede en un principio Mevar toques de blanco en sus Topas asta legar poco a poco, con el paso del tiem- po, a ropas grises o azulgrises. racteristicas bien ie Ia_fas B incluso de ser television, Los purists inditen en que tctos culturales tales como conciertos y conferencias tam: bién caen dentro de la prohibicién. Desde luego, se supone que estas reglas se aplican también a los hombres, pero_como_“todo_mundo sabe” ue ellos no pose pporfar_tsles rigores, por lo comin sélo nominalmente ‘cumplen con 1 a Yo que a menudo se reduce ‘llevar un listén negro en el brazo durante un corto periodo. Aunque durante los periodos de Iuto los hogares manejados por las mujeres son lugares finebres, se les perdona su escapatoria a lugares més alegres y aun es alentada. Amantes y otras compafieras “por la izquier da” no necesitan evar Tuto. Hacia los treinta y cinco afios, pocas mujeres han es- capado a la experiencia, por Jo menos, de un corto pe- iodo de luto, y a los cuarenta y cinco la gran mayoria de las mujeres esti destinada a vestir de negro por el resto de sus vidas. Asi, pues, en las mujeres de medians ‘dad encontramos finaimente todas las earacteratiens del ‘marianismo floreciente convirtiéndose en una flor majes Hosa: La butore conooe Blea el caro buslanie extreme je una mujer puertorriquefia reputada por santa, que envind6 a los veintitantos afios y que alardeaba de que, desde entonces, nunca habia ido al cine, nunca habia visto un programa de televisin y se rchusaba a pasar frente a la casa en que habla muerto su marido. Tal devocién ejemplar hizo que la mujer se convi a to de la admiracién general, un ejemplo para todas mujeres frivolas de la mas joven generacién, Como resultado de este uso, 1a imagen de la mujer latinoamericana casi no se distingve de la clisiea figura religiosa dela Mater Dolorosa, madre Tena de ligt ‘mas que lora au hijo perdido. La figura precursora pue- de encontrase en los mito de muchas culturas medite Frineas_precristianas; la diosa Tierra que lamenta la desaparicin estacional_de su hijo y que lo busca enire ‘Tamentos hasta que el regreo-del verano se To devuche* ‘@Signifiea esto que todas las mujeres latinoamerica- nas se conforman al estereatipo prescrito por el ma nismo? Desde Tuego que no; como en la mayoria de las sociedades del hombre, la conducta individual se desvia a menudo mucho del ideal. Pero la imagen de 3a figura vestida de negro y cubierta con una mantilla, arrodi- ada ante el altar con el rosario en la mano y rogando por las almas de sus pecaminosos parientes, masculinos, doming las pantallas del cine y de la televisin, loa prosaias de radip Ia iteatura popula, asf come la tradicién de toda la regién cultural. Se trata del principal producto de exportacién de América Lat segin un ingenio de la regién.* rae gepia culture proporigns un modelo altro en la imagen de la ‘“‘mala mujer” que se mofa de la cos- tumbre y persiste en divertirse. Es interesante observar que ers0T1 Test considerado como una ‘verdadera mujer”. Desvidndose piblicamente de la nor- ina prescrita, se ha despojado precisamente de_los_atri butos considerados mis caracteristicamente como feme- aninas, y en el proceso se_ha vuelto en cierta_manera Esto nos plantea la_cuestién_de la conducta_sexual tambien equ, como pods esperayse, Ta practicn con fi cuencia se desvia_de lo prescrito, El ideal dicta no s6lo castidad premarital para todas las mujeres, sino también frigidez posnupcial. La “buena” mujer no goza_con_el coito; lo tolera. cuando Tos deberes del matrimonio To requieren. Un rico vocabulario de circunlocuciones esta “als disposicén de las mujeres “verdaderas” que ‘nece- Guan relerrse al trato sexual al hablar con su ‘confeser, 2 James, op, lt, 2 Salvador Reyes Nevares, “El machismo en México", Mundo ‘Nuevo, nim. 46. (aril de 1570), pp. 1419. a an, a, médizo o con otro confident, “Le hice ol servi La norma de castidad premarital esté cireunscrita prin. cipalmente a la clase media urbana y provinciana, pues las uniones por libre consentimiento predominan entre Jos campesinos y Tos habitantes de las ciudades perdidas urbanas. La nubilidad y la actividad sexual son con frecuencia cosas simulténeas, aunque en ovasiones Ia tik tima precede a la primera** ‘Aun en la sociedad de las clases media y alta, en la préctica, las normas de conducta sexual son pasadas por alto a menudo, La_castidad premarital todavia_es muy apreciada, y muchos latinoamericanos_prestan_un inte: és desmedido a la integridad del himen de sus novias, Pero el xelran popular, € que hizo la Tey hizo la trampa, es 8 todas lucts eplicable en este contexto. Una mujer peruana, con autoridad convincente, escribe que gran niimero ‘de jévenes mujeres de sociedad de ese. pats te nen relaciones sexuales y después s¢ internan en hospi tales privados para que les restituyan_quirdirgicamente cl himen —practica que noi retsotrae iia del siglo xv, donde realizaban la operacién las ‘mismas comadronas que a menudo actuaban en ef doble papel-de-celestinas y de matronas de una casa de_ asi. nacidn (véase, por ejemplo, la Tragicomedia de Calixto y Melibea, el clisico literario conocido popularmente por Ia Celestina). ** Un niimero no determinado de jévenes mujeres de Tas clases altas y media alta. practican otras variedades de actividad sexual, calculadas para mantener intacto el hi- men. Pero una muchacha sélo Hegard estas practicas con su novio, y tinicamente como una estratagera para mantener su interés hasta el dia de la boda. Siempre y ‘cuando se sienta razonablemente seguro de que su novia rho se ha visto mezclada antes en esa clase de condueta eon otro hombre, un latinoamericano puede alentar 0 ‘aun insistir en que “lo complazca” en esta forma. Pero debe sentirse seguro de que ella no lo esta gozando. Un periodista peruano revela la insistencia masculina en la ficeién de la frigidez de Ia “buena” mujer en observa. ciones tales como “Fulana es una mela mujer: una vex hasta hizo el amor con su marido en la tina del bafo”, y “Las gringas son todas prostitutas; conozco una que hasta toma la iniciativa” (eursivas en el original) ‘A primera vista, parcceria que estas normas hubieran ido impuestas ala mujer por los hombres. tirénicos —“chauvinistas masculinos” Jos Hamarfan las feministas 28 J, Mayone Stycos, Family and Fertility in Puerto Rico, N a Yori, Columbia University Pres, 1955, Véase también Theodore Bi Brameld, The Remaking of a Culture, Nueva York, Harper and Brothers, 1959, 3 Lloyd H, Rogier y August B, Hollingshead, Trapped, Nuevs York, John Wiley and Sone, 1965, pp. 183-147, Véanse también las obras de Oscar Lewis sobre México y Puerto Rico. Ana, Maria Portugal, “La. peruana,.;‘tapada’ sia manto?", Mundo Nuevo, wim, 46 abril de 1970), pp. 2027. BJoxs_ B. Adolph, “La emancipaciin ‘masculina en Lim: Mundo Nuevo, nim, 46 (abril de 1970), pp. 391. 2 de lengua inglesa de hoy. Pero esta suposicién requiere tun estudio cuidadoso, especialmente si se recuerda que durante los afios preescolares la socializacién de los ni- fios tiene lugar casi por entero entre mujeres: madre, hhermanas, tias viudas 0 solteronas, que viven bajo el mismo techo formando parte de la familia extensa, y la servidumbre femenina. De les mujeres de la familia absorbe el nifio las normas de conductas apropiadas para su clase social y de Ia servidumbre, cuando llega a Ia adolescencia —o con frecuencia aun antes—, ex trae el edimulo principal de conocimientos conductuales que han de servirle en la vida adulta, Es una prictica comin para una madre mestiza pradente de clase me- alia que tenga un hijo piber contratar a una joven sir- fenta para las labores de la casa “y otros deberes”, siendo esta tltima expresin un eufemismo respecto de la iniciacién del muchacho en la experiencia heterosexual adulta, El autor previamente citado comenta: “Un hom. bre desperdicia en tales criaturas su provisin de semen honrado y de desprecio cristiano.”* En este punto ha de ser sitil que nos hagamos una pregunta sugerida por la evidente contradiccién plantea- da por el material expuesto hasta aqui. Por un lado, nuestros. informantes latinoamericanos. nos dibujan_ un cuadro de la mujer ideal que inspiraria piedad al obser- vador mas sanguinario, La parte que Ie toca a la mujer parece estar formada por frustracién sexual, estancamien- to intelectual y superficialidad politica en una “socie- dad represiva y machista” 2" Por otro lado, es bien claro que muchas mujeres contribuyen a la perpetuacién de Jos mitos que sostienen los patrones descritos. zor qué hhabian de actuar contra sus propios intereses, si es que lo hacen? g¥ no serd posible que, empleando todo este repertorio de actitudes, sean tan “liberadas” como lo desean ser Modelos alternos Si jmaginamos las opione» dinposcin de a murs podemos ver que cubren un amplio radio, incluyendo el Heal preserita por el mito y fa religion asi como. por tun estilo de vida terrenal y hedonista, y aun ocasional: mente una tercera variante caracterizada por una ética puritana por el ideal mitico y religioso simbolizado por Ja figura de la Virgen Maria, Otras se desvian de este ideal en mayor o menor grado con el fin de obtener la satisfaccidn de sus descos o aspiraciones individuales. 8 id, p, 39. = Portugal, op. cit, p. 22. EI propio ideal es un manto de seguridad que cubre a todas las mujeres, dandoles un fuerte sentido de iden- tidad y de continuidad histérica. Como extranjeros “cultos”, no estamos calificados para efinir Tos intereses de le ‘mujer Iatinoamericana, No podemos decidir lo que es bueno para ella 0 prescribir mo puede alcanzar el bien, Si tuviéramos que pregun- tamos si, globalmente, la mujer latinoamericana es mis feliz y esta mejor “ajustada” (;ajustada a qué?) que, digamos, la mujer norteamericana, nos veriamos forza. dos a admitir que no tenemos los datos mensurables 20- bre los cuales pudiéramos basar una respuesta, y pro- bablemente nunca los tendremos. Pareceria entonces que Ja Ginica cuestidn con sentido es si las restricciones a la aceién individual son tan rigurosas como para impedir cualquier posibilidad de libre elecci Sin duda alguna, el patrén de actitudes y conducta que hemos descrito pone un sello distintivo sobre la s0- iedad latinoamericana; desde luego, hay enormes pre- siones sobre cada mujer para que siga las prescripcio- nes. A veces los resultados son trégicos, tanto para los individwos como para la sociedad que se ve privada del pleno beneficio de In contribucién.potencial de In per- sona. Un ejemplo notable de este tipo de tragedia lo proporciona la vida y muerte de sor Juana Inés de la Cran, euyo genio fe negado y finalmente aplastado por sus superiores eclesiisticos. Pero, qué decir de Manuela, 1a amante de Simén Bolivar? Sublimemente despreocupada ante el estereot de santidad, levs a cabo sus propias decisiones. El j cio colestivo de la sociedad latinoamericana le acuerda tuna estima pocas veces asociada con las muj se conformen al ideal marianis La cuestién de la identidad personal es mucho menos que problemitiea para la mujer latinoamericana que para ur Hermanas nortetmericanes, La latinoameticane. sem Die sabe quign es: aun-después del matrimonio retiene Ei individualidad y mantiene por fo comin su nombre de solira, agregindole ol apelldo del_marido-y tragpesan dvambos gels a oe Hoe Ta fen de Ts pares {noxpugnable-conferda:por el mito al santo y al peca. dor por igual hace del" divorcio por la causa que. sea tina ‘posbilidad muy remota, To que signifies que les hnujefss casedas cast nunca se enfventan a le nowsidad do “hacer una nueva vide” durante Ia madurer. Cu i el ard cto ena india sro In nor mn chista capers 7 reauiere quo. te haga, ol prejuicio en favor de a sartidad de 1" espose le garantlza el apoyo dea comunidad, En lao sociedades en desarrollo conmovides por ef desempleo de maces y por um gubemploo muy. eatendi dbo, los cconomistas pueden cucstionar el valor de lanzar fl'ya sobrepoblado "mereado de trabajo a grandes ni- teros de mujeres, Es dif establecer la extension ou dque el marianismo contribuye ale baja participacion fitual_de las tmujeres en loo exfuerzosecondmicamente Productivos™ Suponer que todas o eas! todas las mujeres Mabajarin fuera de su casa sie les diera la oportwr hidad 5 un ejemplo del tipo de penstaniento que vicla ft veces las conchsiones de las fentnistas militants. Mis inveatigaciones entre was cuentas mujeres de. diverse paises ltinoemericanos indicam que cuando una roujer Edquiere conocimientos de cierto tipo ities a Ta dad es muy probable que enctentre un puesto tems: nerado.en Condiciones mucho mas. fevorables. que’ sa Contraparte en, digamos, los Estados Unidos 0 Buropa occidental. Poseer una especialidad en América Latina ts um premio tal que poca competencia encontearia para tn pursto satisfactrio. ‘Una madre latinosmericana rara ver se enfrenta al dilema, an proclamado en los Estados Unidos, de. tener {que covoges entre ns hijos y tn empleo pagedo. Cuan diss mujere rabaen fers do en, avai deja en caro. que. ningin ‘empleador, aunque sea. presidente de una compatia, un decano de in univere {ind o un funcionario tel gobierno, tens el dlevecho a pedir a la madre que destuide 2 su hijo enfermo con fl fin de mantener un récord perfecto. de asistencias {s oficing, el salon de clases 0 tn fabrica, La concesion de una incapacided a la madre de un nifo enfermo no fs tanto asunto de Tos derechos de la mujer come del deber del empleador de respetar la santdad do la ma- temidad que ‘cada mujer comparte con la. Virgen Ma: fia y oon la gran diosa madre. de low tiempos’ precris. fianos Tas mujeres cle media ae enn eters 0 nocimientos tienen ademas pocos conflictos en st pa de madres, porque otros miembros femeninos. de In. fa- milla estenst y una oferta abundante de sirvientas do. 28 Algunas cifras representativas para México y otros latinoamericanos se encuentran en Tgenia M. de Navarrete, La mujer y los derechos sociales, México, Ediciones Oass, 1969, 23 jo costo estan disponibles para el cuidado de los hijos menores. Las mujeres casadas de clase media que no trabajan son mucho mas afortunadas que sus contrapartes norteamericanas; las mujeres latinoame- ricanas tienen completa libertad para ir de compras 0 visitar a las amigas con la frecuencia que quieran, sin 1d de preocuparse por sus hijos. La cuestién es que, como no sabemos por qué tan pocas mujeres traba- jan fuera de su casa en América Latina, debemos dejar aber Ie posiblided de que_gran nimero de elias he yan escogido libremente tener su parte del pastel maria- nista y comérselo, Conclusién Esta excursin por el reino de la cultura latinoamericana hha revelado una variante principal al tema universal de las relaciones entre hombres y mujeres. Hemos rastrea- do las principales caracteristicas de esas relaciones & través de su desarrollo por miles de afios y tal como se practican hoy. Nuestra perspectiva histériea nos permite Yer que lejos de ser una norma opresora dictada por ls hombres tirdnicos, el marianismo ha recibido un. consi- derable apoyo de las propias mujeres. Este hecho hace posible considerar el marianismo como parte de un acuer- do reciproco, siendo la otra cara el machismo. No puede demostrarse que el acuerdo sea més injusto que las principales variantes sobre el mismo tema de otras partes del mundo. Aunque algunos individuos de los dos sexos hayan sido “victimas” de normas estrictas, pareceria que muchos otros han sido capaces de confor. rar sus propios estilos de vida y derivar cierta satisfac cidn, a veees a causa y a veces a pesar de los requisitos del sistema, hu de wh rarece poco probable que este patrén de relaciones| hombremujer puede persitir inde(inidamente sin que lo socaben importantes modificaciones. Los mesti cisamente esa parte de la sociedad latinoamericana que se caracteriza por el machismo-marianismo— no son un grupo tradicional, en el sentido utilizado por los ant pélogos. Todas las facetas visibles de la sociedad mestiza latinoamericana estén experimentando los efectos. de los cambios ripidos y de largo aleance, de los cuales sera cil que los fendmenos que hemos descrito puedan ver- s libres. De hecho, son evidentes ya algunos signos de que la actual generacién de estudiantes universitarios de clase media tiene valores algo distintos con respectos a Jas relaciones intersexuales que los de sus padres. Esto fue particularmente claro durante la huelga estudiantil de 1968 en México, referente a las ideas sobre el papel del hombre y el de la mujer. ‘Sin embargo, en mi opinién, el marianismo no esti destinado todavia a desaparecer, por Jo menos en un tiempo, como patrén cultural latinoamericano, En ge- neral, las mujeres no usan su voto en bloque para hacer mas accesible el divorcio, para abolir la discriminacion sexual (especialmente el ‘rato preferencial a las muje- res) o para imponerse a si mismas algunas de las tarcas ‘onerosas tradicionalmente reservadas a los hombres. No festin todavia preparadas para renunciar @ su chauvinis mo femenino. (Praduccién de Marti Soler)

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