You are on page 1of 73

Las grietas de Tocoma filtraron millones de dólares

La eterna espera por la represa de Tocoma deja correr más rumores que agua al
sureste del país. Su culminación genera expectativas y hartazgo, todavía no la energía
para alivianar las carencias de la población venezolana. Su reactivación es un mero
cuchicheo entre obreros; su paralización, un secreto a voces; su mala ejecución, un
tema oculto. Y entre entuertos, cantidades exorbitantes de dineros públicos se
esfumaron

Ni apagones ni racionamiento eléctrico. De haberse culminado la represa de Tocoma, al


sureste del país, Venezuela hubiese podido escapar de la crisis de energía en la que entró en
2007 y recayó en 2010. También se hubiese alejado de la dependencia y sobreexplotación
de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar –otrora Raúl Leoni– en Guri. Con la suma de su
generación de 2.160 Megavatios (MW) se generarían más de 17.000 MW en el Bajo
Caroní, equivalentes a más de 70% de la producción nacional de electricidad.

Han pasado quince años desde que el fallecido expresidente Hugo Chávez anunció su
construcción en abril de 2002; doce desde la licitación del proyecto en 2005; diez desde que
se iniciaron las obras civiles entre los municipios Piar y Raúl Leoni del estado Bolívar. Aún
no hay energía servida, ni represa en funcionamiento, a pesar de tenerse planteada para
2012 y haberse corrido la arruga de su culminación en más de una oportunidad. Tampoco
hay obra física terminada.

Además, la mala ejecución de su infraestructura, sus constantes retrasos en la entrega del


proyecto y los trabajos inconclusos hasta la fecha restan décadas de vida útil a la represa
bautizada con el nombre del prócer Manuel Piar. El tiempo de referencia en factores de
seguridad, estipulado en 100 años, está bajo cuestionamiento dada su precariedad.
En las entrañas

Un trabajador del Consorcio Uriaparí, encargado de la supervisión de la obra civil y


electromecánica, fue testigo de la cantidad de errores injustificados que sufrió la represa de
Tocoma.

El ingeniero de piel tostada, rasgos afilados y pelo negro prefiere mantenerse en el


anonimato por temor a posibles represalias. Pero no duda en catalogar la obra como un
“parapeto”. Así podrían llamarla los conocedores que hayan visto cómo se hizo. “Da
vergüenza que la empresa haya permitido desviaciones de esa magnitud”, afirma.

El rango va desde falta de vaciados de concreto menores, hasta la inexistencia de


geometría. La obra civil de envergadura es comparable con una muñeca de retazos. 2012
fue el año en que la represa tuvo más reparaciones, indica el inspector de Uriaparí. Para
entonces, la Memoria y Cuenta del Ministerio de Energía Eléctrica reportaba un avance de
82,89%. Chávez aún vivía y promocionaba a la represa como parte de su campaña electoral
para los comicios de ese año.

Pero más allá de la fachada de la central hidroeléctrica, se gestaban irregularidades que


Uriaparí registraba. Hubo problemas en la instalación de las nueve compuertas por fallas en
el diseño y desviaciones en su ejecución. Las estructuras radiales serían las responsables de
dejar pasar el agua hasta el aliviadero, de 220 mil metros cúbicos de hormigón y con un
flujo máximo de 30.000 metros cúbicos de agua por segundo. Su deslizamiento debe ser lo
menos traumático posible. “Se debían tener las medidas precisas en la verticalidad allí más
aún. Pero presentaba desviaciones en las pilas del aliviadero. Se vieron casos en los que
tuvieron que demoler áreas de concreto en las caras de las pilas por esta desviación en su
geometría”, asegura el inspector.

Aún recuerda cuando ordenaron las correcciones para permitir el deslizamiento de las
compuertas. Con una máquina parecida a un hidrojet, llamada “licua”, capaz de cortar
concreto a presión con agua, pulieron las fallas. “Aun así quedó irregular”, indica, y
continúa: “No era para que existiera reparaciones ni desviaciones en el acabado”. El
margen de error de 2 a 3 centímetros se había sobrepasado de lo común: la estructura
presentaba errores de hasta 8 centímetros.
Al experto se le acaban los dedos de las manos para contar errores como este que presenció
en Tocoma. Lo engloba en un deterioro “a nivel estructural”, que parte desde las mismas
cabillas que sostienen la obra civil. La oxidación del acero del que están hechas repercute
sobre la superficie de concreto vieja, hecho que se incrementa a medida que se pospone la
fecha de entrega del proyecto. “Queda una obra sin refuerzos si no se trata el óxido”,
esclarece. En ninguna Memoria y Cuentase reporta haber atajado eventualidades con las
cabillas.
El hombre de hablar pedagógico llegó a ser un estorbo para los demás involucrados en el
proyecto. Su firma debía validar, bajo el nombre del Consorcio Uriaparí, que la estructura
estaba construida correctamente. Sin embargo, sus observaciones obligaban a corregir o
rehacer trabajos mal ejecutados, lo que tomaba más tiempo. Por eso se convirtió en
incómodo, fue rotado cinco veces dentro de la estructura organizacional y cambiado su
puesto de labores a distintas áreas porque era “muy rígido” con su quehacer como
inspector. Hasta que eventualmente prescindieron de su firma: “Las desviaciones quedaron
permisadas (sic) por los jefes de la obra”.

“A Tocoma hay que dinamitarla”, es el diagnóstico de Víctor Poleo, quien fue viceministro
de Energía y Minas entre 1999 y 2001. El también profesor de postgrado en Economía
Petrolera en la Universidad Central de Venezuela (UCV) no le encuentra reparo. Sin
edulcorantes, agrega que está “mal hecha desde el punto de vista de la ingeniería de presa”.

Su solución sería construir una central hidroeléctrica desde cero en las riberas de aquel
afluente. Las características del río Caroní lo convierten en un lugar propicio para la
explotación de energía: 4.850 m3 de agua por segundo, una pronunciada pendiente y una
superficie rocosa que da soporte a grandes estructuras, como las represas de Guri, Caruachi
y Las Macaguas (I, II y III).

Pero la fama de buen ejecutor de Constructora Norberto Odebrecht S.A. y la bonanza


petrolera criolla dieron por sentada su realización. Prevista en un principio para 2011 según
estimaciones del propio Chávez, se tenía planteada su culminación para 2012 de acuerdo
con el contrato N° 1.1.104.003.05 llamado Construcción de las estructuras principales de
concreto, suministro e instalación de los equipos hidromecánicos, construcción final de la
presa izquierda, construcción de la variante del ferrocarril y construcción de la plataforma
para sub-estación Tocoma y registrado en el Sistema Nacional de Contratistas.

Ideada en gobiernos anteriores al “revolucionario”, los movimientos de tierra entre los


municipios Piar y Angostura en Bolívar iniciaron en 2002, lo que dejó el terreno listo para
su licitación. En 2005, la Electrificación del Caroní (Edelca) –ahora Corporación Eléctrica
Nacional (Corpoelec)– pactó con el Consorcio OIV, conformado por la empresa brasilera
Odebrecht (50%), la italiana Impregilo (40%) y la venezolana Vinccler (10%), para que la
Central Hidroeléctrica Manuel Piar, como se le conoce oficialmente, se convirtiera en una
realidad tangible.
La represa de Tocoma se pensó en tiempos de democracia, pero se inició su construcción a
comienzos del gobierno del expresidente Hugo Chávez. Chávez falleció en marzo de 2013.
Fue entonces cuando se reportó una notable disminución en la construcción, que derivó en
su paralización técnica.

Espacio en construcción durante 2013 donde se instalarían una de las 10 unidades tipo
Kaplan prometidas. Según la Memoria y Cuenta del Ministerio de Energía Eléctrica de ese
año, el proyecto alcanzó su clímax de personal contratado con su máxima registrada de
12.335 empleados directos e indirectos.
Una vez ejecutadas todas las obras correspondientes al proyecto Tocoma, el embalse se
sobre elevaría al nivel máximo de 127 m.s.n.m., e inundaría un área de aproximadamente
87,4 km2.

Aguas adentro

En papel, la Central Hidroeléctrica Manuel Piar era un objetivo lograble. Sería similar en
dimensiones a la represa de Caruachi, ubicada 60 kilómetros aguas abajo del embalse de
Guri, y 25 kilómetros aguas arriba de la represa de Macagua, en Puerto Ordaz.

También tendría su misma capacidad instalada, 2.160 MW, a diferencia de Caruachi que
cuenta con 12 unidades de 180 MW, en ambos casos tipo Kaplan, las turbinas de agua de
reacción de flujo axial más poderosas en el mundo. La construcción de estos equipos quedó
a cargo de la empresa argentina Impsa.

En la práctica, las diferencias salpican, teniendo en cuenta el acabado de Tocoma y su


producción inexistente de energía eléctrica. La represa, aún inconclusa, costó más de tres
veces el precio de Caruachi, ejecutada con US$ 2.797 millones. En un inicio, la obra se
planificó con un costo de US$ 3.000 millones, monto que escaló hasta los US$ 7.000
millones en 2013, según declaraciones del exministro de Energía Eléctrica Jesse Chacón,
para luego ascender de nuevo y posicionarse en US$ 9.365 millones, de acuerdo con el
actual jefe de la cartera, Luis Motta Domínguez.
Las 10 unidades generadoras de energía hidroeléctrica estarían ubicadas en la casa de
máquinas de la Central Hidroeléctrica Manuel Piar en Tocoma, estado Bolívar. Allí se
registró retrasos en el montaje de la grúa de construcción y la culminación del área, que
debe resguardar las turbinas. Hasta la fecha, falta rellenar la parte superior.
Zona del aliviadero en febrero de 2012. Allí, se colocarían las compuertas, que dejaría
pasar un flujo máximo de 30.000 metros cúbicos de agua por segundo. Se reportaron
problemas en su instalación por fallas en el diseño y desviaciones en su ejecución.
Se quedó en el papel

Según el contrato N° 1.1.104.003.05, Odebrecht estaba a cargo de las obras civiles del
proyecto: una presa de enrocamiento de núcleo de arcilla en la margen derecha del río, una
presa de enrocamiento con pantalla de concreto ubicada en la margen izquierda y un
aliviadero con 9 compuertas radiales y 18 ductos de fondo. Una vez ejecutadas todas las
obras correspondientes al proyecto, el embalse se sobre elevaría al nivel máximo de 127
m.s.n.m., inundando un área de aproximadamente 87,4 km2.

Es una estructura que aún Carlitos no ha visto en funcionamiento. Como la mayoría de los
obreros, prefiere usar un apodo para resguardar su futuro laboral. Moreno y con casi dos
metros de altura, recuerda que entró en 2010 como chofer y acabó como “todero”,
trabajando en zonas como el aliviadero, la casa de máquinas, la toma y la presa izquierda,
hasta enero de 2014. “Fueron años que pasamos trasnochados y echándole bola, pero la
satisfacción de verla completa que le da a uno es grande. Ahora lo que estoy es espelucao”,
dice con pesar.

Se le apaga la voz cuando se le pregunta por irregularidades en la estructura de Tocoma.


“Somos la parte mala de la película”, se lamenta. Por falla de equipos, Carlitos presenció en
varias oportunidades cómo podían pasar horas sin que el concreto se vaciara, “y los jefes
armando peo y mentando madre. Pero no había mucho que pudiéramos hacer porque se
dañaba la cinta transportadora de la grúa”. Retrasos como este producen una junta fría e
impiden la compactación del concreto en sitios duros.

La Memoria y Cuenta del Ministerio de Energía Eléctrica lo reportó en 2010 como “fallas
en el suministro de materiales de construcción (cemento y acero), afectando la
programación de ejecución de vaciados”. En el renglón de obstáculos y limitaciones –que
dejaron de llenarse con tal especificidad en los subsiguientes años– también se encontraban
anomalías como retrasos en el montaje de la grúa de construcción ubicada en toma y casa
de máquinas y bajo rendimiento en las actividades de preparación de vaciados, que
afectaron la colocación de concreto en las estructuras principales.

“Se registraron detenimientos de horas en la fundición de concreto que aumentaban de


forma exponencial. La discontinuidad afecta el resultado final”, asegura el exviceministro
Poleo. Es una afirmación que también secunda Miguel Lara Guarenas, exdirector de la
Oficina de Planificación del Sistema Interconectado (OPSI) –ahora Centro Nacional de
Gestión. Califica a la Central Hidroeléctrica Manuel Piar como una obra “llena de
improvisaciones”, cuya ingeniería fue mal llevada. “No es una planificación armoniosa”,
lapida.

Como uno de los empleados de RPL Construcciones, empresa venezolana subcontratada


que aportaba cerca de 2.500 personas, Carlitos vivió el apogeo de Tocoma. Junto a
Proyectos, Obras y Servicios C.A. (Prosica), RPL Construcciones era la compañía fuerte
que aportaba mano de obra para construir el cuarto desarrollo energético del Bajo Caroní,
una planificación que data de la época democrática venezolana. En 2013 llegó a su clímax
con su máxima registrada de 12.335 empleados directos e indirectos, de acuerdo con
la Memoria y Cuenta de ese año.

Pero también vivió en carne propia su declive. “Con la muerte de Chávez en 2013 se paró
todo. Ya el daño estaba hecho, el que quiso sacar plata, sacó”, asegura. Los despidos fueron
masivos tras un paro técnico de puertas adentro. Carlitos operaba entonces en el área de
sumidero “cuando la debacle”. “Por semana botaban a 30, 40 personas. Cuando pasaban su
ficha de identificación y el lector pintaba rojo, era que estabas botado. Fue abrupto”,
cuenta.

La culminación de las reparaciones en la presa izquierda, reportadas en la Memoria y


Cuenta del Ministerio de Energía Eléctrica en 2015 como “trabajos no previstos de grietas
en la pantalla”, fueron los últimos registrados hasta la fecha. Además, los últimos de
Carlitos en Tocoma.

¿La razón? Falta de pago. Los montos adeudados por Corpoelec incidieron en el cierre
técnico del proyecto y en el presupuesto estipulado. Los retrasos, de acuerdo con el
Addendum N°2 aplicado al contrato N° 1.1.104.003.05, implican la aplicación de multas
diarias por los componentes no instalados. Hasta la fecha, aún se registran dolientes: cerca
de 30 trabajadores del Consorcio Uriaparí cuyas prestaciones no han sido saldadas.

Han pasado 10 años desde que iniciaron las obras civiles en la Central Hidroeléctrica
Manuel Piar en Tocoma, estado Bolívar. Hasta la fecha, aún faltan unos pocos puntos
porcentuales para cerrar el ciclo inconcluso de Odebrecht en el Bajo Caroní.

Música paga no suena


Son errores que no son expresamente reconocidos desde el gabinete ministerial y muy poco
especificados en las Memorias y Cuentas. Se mantienen ocultos bajo el manto de la
centralización, tanto como la posibilidad de conocer el estado de la infraestructura, que ha
sufrido revestimientos y remodelaciones que sobrepasan el estimado de defectos en una
construcción de esa envergadura.

Puertas adentro, Corpoelec tenía conocimiento de irregularidades cometidas hasta agosto de


2013, fecha de emisión del informe preliminar N° AI-CP-R8-AGT-006, titulado Auditoría
“Evaluar el control interno administrativo y financiero, aplicado a la construcción de las
estructuras de concreto, suministro e instalación de los equipos hidromecánicos,
construcción final de la presa izquierda, construcción de la variante de ferrocarril y
construcción de la plataforma para la subestación Tocoma. Estado Bolívar”.
Sobre la construcción de la obra civil principal, el informe apunta “una serie de
circunstancias de diferente naturaleza que afectaron el camino crítico del Proyecto,
obligando a la extinta operadora Edelca (Electrificación del Caroní) a establecer cambios en
el proyecto civil que generó trabajos adicionales no previstos, impactando de forma
negativa el programa de construcción vigente y en consecuencia, el costo estimado del
Proyecto Tocoma”.
Por medio de addendums del contrato original, el término de la obra se pospuso de forma
legal con diversos proyectos. El Addendum N°5, por ejemplo, suscribió el programa
general de construcción “R5 Flexibilizado” con la Resolución DIR N°0794, vigente desde
2011. Allí se modificaron las fechas estimadas de culminación para 2012 y 2013,
dependiendo de sus marcocomponentes. El dique G y la ataguía B, presa izquierda, presa
de transición izquierda, aliviadero, se tenían pensados para 2012, mientras que presa
derecha, la estructura de toma y de casa de máquinas para 2013.

Ninguno se construyó dentro de lo esperado, tal como evidenció el informe preliminar N°


AI-CP-R8-AGT-006 de agosto de 2013. Las edificaciones evaluadas se encontraban bajo la
responsabilidad de la Gerencia de Ingeniería y Proyectos de Expansión de Generación
Oriente.

Y el tiempo siguió pasando y la legislación venezolana se incumplió de forma reiterada.


Por falta de omisión del control previo e inobservancia de las disposiciones legales, se
vislumbró que la junta directiva de la extinta operadora Edelca autorizó US$ 363.000.000 a
pagar al consorcio OIV por concepto de “reprogramación y aceleración del programa de
construcción de la obra”, bajo el Addendum Nº3. Se hizo con base en condiciones de
emergencia eléctrica, hecho que la comisión de auditoría desmintió. “No había emergencia
sino que los trabajos estaban retrasados (…) los eventos que dieron origen a la aceleración
del programa de ejecución de la obra no guardan relación con las consideraciones
establecidas en el mismo, relacionadas con circunstancias de orden natural”, reza el informe
preliminar. Es un hecho que choca con la Ley Contra la Corrupción en su artículo 17, que
establece que funcionarios públicos deben administrar los bienes y recursos públicos con
criterios de racionalidad y eficiencia.

Con “subcontratos de los subcontratos” se modificaron las entregas y sus respectivos


objetivos, asegura el exdirector de la OPSI, Miguel Lara Guarenas. Mientras, millones de
dólares y bolívares se filtraban a bolsillos no identificados.

Luego de evaluar el Addendum Nº4, el informe preliminar N° AI-CP-R8-AGT-006 reflejó


la fuga más significativa del proyecto en moneda extranjera. Estaba suscrito con el objeto
de “ajustar mediante desglose porcentual, el pago de los componentes referidos en este
contrato para cada grupo típico de partidas, utilizando ochenta por ciento (80%) para
componentes en divisas…”. Sin autorización previa ni la consideración de la comisión de
contrataciones, las valuaciones en bolívares se convirtieron en 80% a dólares
estadounidenses.

Parte de la obra civil entonces fue transada en “verdes” a tasa oficial, que en 2013 había
pasado de 4,30 bolívares por dólar a 6,30. Los incrementos de pasivos en moneda
extranjera alcanzaron un total de US$ 635.991.233,19 para el mes de agosto de dicho año,
resaltó el documento.
Más que detalles técnicos, las reparaciones de la obra civil de la Central Hidroeléctrica
Manuel Piar se hicieron recurrentes y de envergadura. La Memoria y Cuenta del Ministerio
del Poder Popular para la Energía Eléctrica de 2011 apuntó que la estructura física estaba
bajo revisión, a pesar de su avance de 41,85%. Un año después, se registró un pico en las
fallas de la represa.

Operación morrocoy

La represa de Tocoma es una obra que bien podría estar lista después de más de una década
de trabajo si se hubiese cumplido con los ritmos.

Hasta la fecha, aún faltan unos pocos puntos porcentuales para cerrar el ciclo inconcluso de
Odebrecht en el Bajo Caroní. De acuerdo con el asesor externo de la empresa brasilera y
del Consorcio OIV, Jorge Faroh, la obra tiene 98% de avance físico. Fue una información
suministrada a la Comisión de la Contraloría de la Asamblea Nacional, ente que adelanta
desde 2016 una investigación sobre una posible malversación del patrimonio nacional, en
las negociaciones del gobierno chavista con la constructora extranjera.

En una reunión acaecida en abril de ese año, Faroh se lavó las manos por la empresa con
mayor responsabilidad en el proyecto: “Lo que falta no le corresponde al consorcio y los
factores que dependen para eso no le corresponden al consorcio”, afirmó. Sin embargo,
según fuentes extraoficiales, a Odebrecht le queda tarea pendiente. De acuerdo con un
inspector del consorcio Uriaparí, encargado de la supervisión de la obra de ingeniería, se
alcanzó 95%; mientras que la Memoria y Cuenta del Ministerio de Energía Eléctrica de
2015 reporta mucho menos: 87,6%.

Para una obra de tal envergadura, tres puntos no son solo determinantes sino necesarios
para los procesos finales que permiten su efectivo funcionamiento. De acuerdo con el
inspector de Uriaparí –quien prefirió ocultar su identidad por temor a represalias– el área de
toma, en casa de máquinas es el punto clave de la ecuación, ya que representa una
estructura de más de 895 mil metros cúbicos de concreto y de la cual falta rellenar la parte
superior, dejando un bache rectangular.

La casa de máquinas de la central es la zona donde irían las diez unidades prometidas:
turbinas tipo Kaplan generadoras de 216 MW cada una. Equivalen a 2.160 MW de energía
limpia y renovable, desperdiciados. “Se requieren unos vaciados especiales que se tienen
que echar cuando se montan las turbinas. Pero no se permite instalación de equipos porque
no está techado”, asegura el inspector haciendo referencia al espacio donde deberían estar
instaladas las unidades desde la cuatro hasta la diez.

Desde 2013, un año después de la fecha de culminación establecida en principio, ya se


informaba sobre las áreas inconclusas en casa de máquinas. El techo de la estructura se
reportó “en ejecución” en el informe preliminar N° AI-CP-R8-AGT-006 para la fecha de la
inspección el 25 de junio de 2013, habiéndose cumplido la fecha inicial de entrega de la
obra, fijada en el contrato N°1.1.104.003.05.

Allí, solo una turbina está instalada por completo, bajo tapa cerrada, al resguardo de las
alteraciones climáticas. Las unidades dos y tres están desarmadas, con fallas, arrumadas, en
casa de máquinas.

La unidad uno es la misma con la que el entonces ministro de Energía Eléctrica Héctor
Navarro se ufanó de su turbinado en seco, hecho impensable desde cualquier perspectiva de
la ingeniería hidroeléctrica. Ese show distó del pronóstico del funcionario, quien había
inspeccionado la obra en varias oportunidades previas y no había visto “ningún tipo de
atraso”. La turbina no entró en servicio para la fecha pautada, sino que fue incluso
televisado el montaje en septiembre de 2012 y postergada su operación para inicios de
2013. Pero sigue apagada.

Más allá de las meras declaraciones, el retraso violó el Addendum N°5, Cláusula Segunda,
impuesto a la Cláusula Tercera del contrato N° 1.1.104.003.05, donde especificaba que el
contratista debía terminar todo el trabajo especificado en los Documentos de Licitación
(Especificaciones) hasta junio de 2013. “Se modifica la Cláusula Tercera del Documento
Principal del Contrato, a fin de dar cumplimiento a la aprobación de un programa de
construcción civil que hace factible la puesta en operación de la primera unidad generadora
del Proyecto Tocoma para el cuarto trimestre del 2012 y la última en el segundo trimestre
del 2014…”, rezaba el documento.
De acuerdo con el contrato N° 1.1.104.003.05, se previó iniciar los trabajos de construcción
del edificio operativo y control de la represa el 11 de septiembre de 2012. Casi un año
después no se habían iniciado, para agosto de 2013. Hoy, la sección donde se estima la
construcción del edificio operativo sigue pendiente. “Si tiene 20% hecho es mucho”,
atestigua el inspector de Uriaparí, quien acumula años experiencia en el área de supervisión
de campo.

De la boca para afuera

De cara al venezolano común, el hermetismo que envuelve al Proyecto Hidroeléctrico


Tocoma comienza desde el mero portón. “Acá nadie puede pasar por orden ministerial”,
responde un encargado identificado con una camisa de Corpoelec que resguarda con
desgano la entrada a la represa. Apenas un letrero descolorido en la vía Guri-Upata informa
que “se construye en Revolución”.

Detrás del empleado, un guardia nacional no mayor de 25 años secunda su negativa con
fusil en mano. “Solo carros autorizados pueden pasar. Más nadie. Si yo dejo pasar a alguien
a mí me botan y a él lo meten preso”, dice el hombre de tez tostada, señalando al joven
uniformado, más impresionado por la visita que por las consecuencias.

El portón poco deja ver los avances prometidos por el entonces presidente de la República,
Hugo Chávez, y los retrasos que se dejan colar en las Memorias y Cuentas del Ministerio
de Energía Eléctrica. Aunque no mucho ha cambiado desde su cierre técnico no oficial.

Otro de los empleados que custodiaban la entrada, ataviado con una camisa roja de botones
y un carnet de Corpoelec que exponía su nombre, aseguraba que el proyecto se reactivaría
en 2018. “Estamos buscando los materiales, tener todo completo para seguir con la obra”,
asegura Héctor ajustando sus gafas.

Es una idea que obreros en Pueblo Guri también repiten como loros, con el agregado de que
será una empresa china, cuyo nombren desconocen, la que tomará cartas en el asunto.

Aquella entrada, a la que solían acercarse trabajadores de la zona buscando algún hueco en
la nómina de personal, ahora está desierto. “Uno antes, hace unos cinco años, iba al portón
a ver si salía alguna contrata. Ahora nada de nada”, dice desde el anonimato un obrero de
piel morena y ojos esquivos. Es uno de los tantos residentes de Pueblo Guri que fungieron
como mano de obra en aquel proyecto de gran envergadura.

“Se escucha que lo van a reactivar pero eso está parao’ ahorita. Ahí solo va personal
administrativo”, lo secunda Gregory, un trabajador de 39 años que prefiere resguardar su
apellido. Compara 2017 con los tiempos de productividad cuando vació tanto cemento que
perdió la cuenta de los metros cúbicos.

No hay quien no guarde relación con Tocoma en Pueblo Guri, ya sea por familiares o
experiencia propia. La localidad, con unas pocas calles, cuantiosos árboles y fachadas
desteñidas, se pensó como refugio para los trabajadores de la Central Hidroeléctrica Simón
Bolívar, otrora Raúl Leoni. Gregory es uno de ellos: cumple funciones de vigilancia en las
unidades 17 y 18 de Guri, la cuarta represa más grande del mundo. Pero no olvida sus días
como obrero en la construcción del dique contiguo.

“En 2009 sí se trabajaba. Después agarré una contrata con otra obra y volví a Tocoma en
2011. Ahí estuve hasta 2012 y también se trabajaba”, asegura el hombre. Ha podido visitar
la represa en los últimos meses como personal de la empresa Fapco, encargada de retirar las
vigas extensibles que soportan las nueve compuertas del aliviadero de la represa. Lo que
percibe es desidia y aprovechamiento: “Las empresas venezolanas que estaban
subcontratadas por el consorcio se están llevando andamios, sus herramientas, sus
materiales pue’”.
La primera vez que apareció una ficha técnica del proyecto en la Memoria y Cuenta del
Ministerio del Poder Popular para la Energía Eléctrica de 2010 registró su culminación para
el 31 de diciembre de 2014. Se mantuvo hasta 2012, cuando se repautó para el 31 de
diciembre de 2018.

Fue una fecha con la que se jugó como la lotería, al igual que su norte. En principio, el
proyecto 24780 de la represa de Tocoma tenía por objetivo específico la construcción de
una central hidroeléctrica para el aprovechamiento del potencial del Río Caroní. Así lo
estableció su ficha técnica en 2010 y 2011.

En 2012, la represa pasó a no ser el fin último del Proyecto Hidroeléctrico Tocoma, sino el
de incrementar la capacidad instalada de generación eléctrica en el país. Incluso su código
varió a 115416. También su fecha de inicio al primero de enero de 2012. El resultado
palpable del proyecto se resumió en 0% en todos los renglones de acciones específicas.

Fue cuando Tocoma se redujo a las observaciones de los informes de gestión ministeriales,
que aclaraban que la central hidroeléctrica presentaba un avance físico de 82,89%
acumulado para diciembre de 2012 y cuya ejecución estaba sujeta a revisión.

El proyecto inicial siguió mutando: en 2013 tuvo nuevo código (118986), nuevos lapsos
(inició el 01/01/2013 y culminaría el 31/12/2015), incluso el número de empleados directos
e indirectos creció a su máxima de 12.335 personas. Para entonces, se estudiaba la
“reprogramación del proyecto en función de la asignación de recursos financieros y
presupuestarios”, según las letras pequeñas en el renglón de observaciones. Por vez
primera, la insuficiente asignación presupuestaria resultó ser una limitación para el avance
del proyecto, según los papeles.

La Memoria y Cuenta de la misma cartera en 2014 evidenció que la fecha de entrega,


nuevamente, sería otra. Se rodó dos años más, para el 31 de diciembre de 2017, a pesar de
tener el mismo código, objetivo específico, incluso nombre del proyecto. Una vez en 2015,
a pesar de haber pasado el tiempo, se regresó a la fecha de culminación del 31 de diciembre
de 2018. Del timbo al tambo.




Andrea Tosta

Periodista venezolana egresada de la Universidad Católica Andrés Bello en 2016. Ganadora


del premio Excelencia Periodística 2017 de la Sociedad Interamericana de Prensa por la
serie Morir una, dos y tres veces de hambre, de El Estímulo. Reportera de pies en la calle y
un libro en la mano, entre la cultura y la investigación. Antes de Clímax estuvo en
Pizzolante y Runrun.es. Y luego, en El Pitazo.

You might also like