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La personalidad de Dios.

En ningún otro momento el alma consagrada a Dios se percata más de sus


limitaciones que cuando es confrontada con la responsabilidad de la debida
comprensión de la Persona de Dios. El hombre pecador es incapaz, fuera de la
iluminación divina, de comprender al soberano Creador, o la limitada y subordinada
criatura en la importancia correspondiente a cada una; y el regenerado recibe ese
conocimiento de Dios que hasta él llega solamente a través de la obra iluminadora
del Espíritu Santo.

Dios ha declarado en Su Palabra inerrante que el hombre, muy contrariamente a otras


cosas materiales, ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. Está escrito:
"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza... Y creó Dios al hombre a Su imagen, a la imagen de Dios lo creó" (Gn.
1:26, 27).

Dios es una Persona con esas facultades y elementos constituyentes que son básicos
de la personalidad (intelecto, voluntad y sensibilidad). Esas facultades y elementos en
Dios son perfectos en grado infinito; pero en su naturaleza éstos mantienen un
parecido extraordinario a esas facultades y elementos imperfectos pertenecientes al
hombre, En cuanto a las facultades y las propiedades existe semejanza, y en relación
a los atributos intelectuales y morales hay una correspondencia en la naturaleza de
ellos aunque no existe comparación alguna en cuanto al grado de perfección.
Voluntad, amor, verdad, fidelidad, santidad, justicia, son realidades que pertenecen
tanto a Dios como al hombre, y aunque hay una gran desigualdad en el grado que
ellos representan, la naturaleza de estas características es la misma en cada esfera,
No se afirma de ningún modo que la naturaleza corporal del hombre esté incluida en
esa comparación, ya que se dice de Dios que Él es Espíritu (Jn. 4:24).

Cuando se describen las características de Dios en lenguaje humano se usan


expresiones llamadas antropomorfismos. Estos frecuentemente se usan en relación
al cuerpo humano y a sus distintas propiedades. "…, y nadie las puede arrebatar de
la mano de mi Padre" (Jn. 10:29); "Jehová dijo así: el cielo es mi trono, y la tierra
estrado de mis pies" (ls. 66: 1 ); "Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra,
…" (2 Cr. 16:9); "He aquí no se ha acortado la mano de Jehová …" (Is. 59:1 ); " ...
porque la boca de Jehová lo ha hablado" (ls. 58: 14). Antropomorfismos como éstos
se usan a través de la Biblia incontable número de veces, y debe notarse que donde
se atribuye a Dios la posesión de órganos físicos, ello no es una afirmación directa de
que Dios posee tales órganos, ni tampoco un cuerpo físico con todas sus partes; pero
Él es capaz de realizar precisamente las mismas funciones que dichos órganos
realizan en el hombre.

Al revelarse a Sí mismo, Dios tiene que condescender al nivel de nuestras


capacidades, y usa un lenguaje que nos resulta comprensible "La naturaleza de Dios
y la del hombre no son la misma, sino parecidas, ya que tienen muchos atributos en
común, aunque, en lo que concierne a la naturaleza divina, dichos atributos poseen
un grado de perfección infinita"

El Dr. J. J. Van Oosterzee ha declarado: "El hombre sólo puede hablar de Dios en
forma humana; al crear al hombre, Dios teomorfizó; por lo tanto el hombre tiene que
antropomorfizar.' 'Dios desciende a nosotros para que nosotros podamos elevarnos
hasta El.'

Es igualmente cierto que la debilidad y el pecado humano no pueden en ningún modo


ser atribuidos a Dios, y, asimismo hay características en Dios que no pueden ser
expresadas en términos de la vida humana. Dios es una Persona, y sin restarle nada
a esa verdad está el hecho que Él es inmaterial e infinito. Sus capacidades resultan
de lo que Él es, pero Su suficiencia no es la medida o el equivalente de Sí mismo.
Existe siempre el peligro que al concepto humano de Dios se le limite. "No es lo eterno
y lo infinito, sino el Ser eterno e infinito"

La mente humana refleja la inteligencia divina y, a pesar de la disparidad en grado,


debe de concluirse en la base de la autoridad divina que la inteligencia en Dios es de
la misma naturaleza que en el hombre; que la sensibilidad en Dios es de la misma
naturaleza que en el hombre; y que la voluntad y el amor de Dios son de la misma
esencia que los del hombre.

Por lo tanto debe concluirse que la personalidad de Dios tiene que ser estudiada a la
luz del propio ser y conciencia del hombre.
Los elementos que se combinan para formar la personalidad son: el intelecto, la
sensibilidad y la voluntad.

La inteligencia tiene que dirigir, la sensibilidad tiene que desear y la voluntad tiene que
determinar la dirección que conduzca a fines racionales. No puede haber personalidad
alguna, ya sea humana, angélica o divina, sin estos complejos pero esenciales
aspectos, por medio del argumento teleológico conocemos que hay un ser Creador
que posee poderes mentales capaces de diseñar y determinar los medios para llegar
a un fin, el testimonio de la Biblia es que el hombre, los ángeles y Dios poseen los
elementos esenciales que conjuntamente constituyen la personalidad. Se dice de Dios
que él es inteligente y omnisciente: "Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder,
y su entendimiento es infinito" (Sal. 147:5); "Dice el Señor, que hace conocer todo esto
desde los tiempos antiguos" (Hch. 15: 18); De igual manera se dice que Dios posee
sensibilidad. El ama la justicia y odia la iniquidad. Él es un Dios compasivo. Su amor
infinito lo ha movido a ofrecer el sacrificio supremo por medio del cual la redención ha
sido provista para beneficio del hombre pecador. "Dios es amor" (1 Jn. 4: 16). Y
finalmente, el atributo de la voluntad también está presente en Dios: "Nuestro Dios
está en los cielos; todo lo que quiso he hecho" (Sal. 115:3); “... Mi consejo
permanecerá, y haré todo lo que quiero.

Si no hay un Dios personal, entonces no hay un Dios auto-suficiente y con el poder


moral y racional de la auto-determinación, no hay agente divino personal en el
universo. Una fuerza ciega, por necesidad, tendría que haber sido la causa de todo.
La existencia del mundo y de los cielos carece de razón y de fin.

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