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Títere

Títeres o títere, en un sentido amplio, puede referirse a cualquier objeto que cumpla
estos dos requisitos:nota 11
Que sea movido con un objetivo dramático o "en función dramática".nota 2 Es decir,
todo títere debe aspirar a convertirse en un personaje dentro de una trama y con
una función dramática.
Que su movimiento se realice ante y para un público. Así lo corroboró el
norteamericano Bil Baird cuando en 1965 definió al títere como "figura inanimada
que cobra vida gracias al esfuerzo humano y lo hace ante un público".2
El uso desde hace cuatro siglos del término "títere", exclusivo del ámbito geográfico
y cultural de la lengua española,nota 3 lo convierte en un tesoro lingüístico que una
vez más habla en favor de la riqueza de este idioma.
.

Marionetas
Marioneta (palabra usada a menudo para nombrar al
conjunto de la familia de los títeres, nombre español del
teatro de muñecos)1 es, en su definición más técnica e
histórica,2 una figurilla hecha de diversos materiales
(madera, pasta, trapo, metal, plástico, etc.) que manipulada
gracias a un conjunto de hilos o cuerdas cobra movimiento.3
Está considerada por los profesionales, estudiosos y
artesanos del ramo, el títere más difícil de manipular y con
una de las técnicas más antiguas, teniendo su origen en la
marioneta de barra y a pesar de que "como muñeco
totalmente movido por hilos sólo aparece a partir del siglo
XVIII".
teatrino al espacio de representación dentro de o sobre el cual los títeres realizan
la representación de sus historias. Generalmente, el teatrino cumple la función
de representar el ambiente escénico de la historia. Muchas veces sirve también
para ocultar a los titiriteros, a fin de fortalecer la ilusión de que los títeres tienen vida
propia.
En la temprana época medieval, las representaciones de teatro de títeres solían
referirse a historias guerreras que ilustraban las tomas de los castillos y las
epopeyas de caballeros y cruzados. En dichas representaciones, el teatrillo solía
tener la forma o estar decorado como un pequeño castillo. De allí tomó, hasta
nuestros días, su nombre en inglés y francés (castelet). En España se le dio el
nombre de castillo ocastillejo, en recuerdo de aquellas representaciones.
Hacia el siglo XVII apareció el nombre de retablo (palabra de procedencia eclesial)
para referirse a los castillos de épocas anteriores. Las gentes de la Baja Edad
Media estaban acostumbrados a entender las historias sagradas de la religión
mediante imágenes y pinturas que se exhibían en los retablos de las iglesias, y este
modo de presentación fue copiado para que el público siguiera de la misma manera
las historias que las marionetas les presentaban. De allí, el teatrino empezó a
llamarse retablo. En el capítulo XXV de Don Quijote, Cervantes describe muy bien
uno de estos retablos, el de Maese Pedro:

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