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GRUPO N° 7
TEMA:
“EDUCANDO COMO NATURALEZA BIOLÓGICA”
ESTUDIANTES:
- ALEXANDRA NILOVNA LEDEZMA CARVAJAL
-ADDA LUZ RAMIREZ SANABRIA
-YUMA ROQUE ESPINOZA
DOCENTE:
Mgs. Felix Felipe Angles Aguirre
ASIGNATURA:
ANTROPOLOGÍA Y EDUCACIÓN I
LA PAZ – BOLIVIA
2018
ANTROPOLOGÍA Y EDUCACIÓN I
I. INTRODUCCIÓN
Al hablar de proceso educativo tenemos que tener en cuenta que se plantea
únicamente en relación a un ser vivo, el “Homo Sapiens”, que permite, como
ningún otro en la Naturaleza, una amplia modelación de su comportamiento.
Esta cualidad específica que hace posible la adaptación cultural al medio,
típica del hombre, lejos de ser ajena a su condición biológica, tiene su
fundamento precisamente en ella y especialmente en la plasticidad del
cerebro.
De esta manera, el conocimiento de la huella dejada por la evolución en el
órgano rector de nuestro comportamiento, así como de determinados
aspectos de la dinámica cerebral vinculados a los procesos de aprendizaje, se
convierte en objeto de interés para el pedagogo en la medida en que dicho
conocimiento contribuye a estructurar medios más idóneos para la
consecución de los objetivos educativos propuestos.
Por ende, cuando hablamos del educando y su naturaleza biológica, nos
referimos a la parte de la Biología que está interesada en el estudio del
hombre con miras a optimizar la tarea educativa.
II. MARCO TEÓRICO
Hasta hace tan sólo unas décadas la forma de entender el binomio biología-educación
había pasado prácticamente desapercibida para la Pedagogía, cuyo interés por las
cuestiones biológicas se había limitado casi exclusivamente a considerar el tema de la
herencia, poca había sido entonces la consideración que bien entrado el siglo, la Biología
había merecido a los educadores en relación al que hacer estrictamente pedagógico.
En los últimos años y motivado sin duda por los recientes avances de algunas disciplinas
biológicas que han permitido una mejor comprensión del comportamiento del hombre y
de sus aptitudes cognitivas; se ha producido un cambio importante en esta actitud, hasta
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el extremo de que, en la actualidad, se puede decir que pocos son los autores que
consideran irrelevantes ciertas aportaciones de la Biología para la Pedagogía.
En ese sentido, y en la medida en que la educación se ejerce sobre un ser vivo, el Homo
sapiens, que está dotado de unas características funcionales determinadas; su
conocimiento habrá de contribuir lógicamente a la comprensión y optimización de dicho
proceso educativo.
Por ello, no es de extrañar que sean pocos los biólogos interesados en la potencial
aplicación de sus conocimientos al campo educativo, como tampoco que no abundan los
pedagogos preocupados por la incidencia de la dimensión biológica de los sujetos en su
trabajo profesional.
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únicamente a partir del medio. Desde esta perspectiva no acierta a comprender, en su
totalidad, la vinculación que pueda existir entre un hecho sociocultural, la educación, y la
biología del sujeto que lo protagoniza más allá; quizá, de la circunstancia de que esta
última hace posible al Homo educandus.
Por ello podemos tomar lo que se menciona en DE HARO (1 983: 212) que “la educación
humana está condicionada por la naturaleza de la especie, y que el conocimiento de ésta
presenta en consecuencia, un indudable interés para las Ciencias Humanas en general y la
Pedagogía en particular; ya que nos permite tomar conciencia de aquellos aspectos de
nuestro comportamiento y cognición que ofrecen una menor plasticidad (en ningún caso
las pre programaciones hereditarias deben ser entendidas como la expresión de un
determinismo evolutivo) a la acción moldeadora del medio sociocultural.”
Quizá la clave del asunto radique en contemplar la adaptación más como un proceso que
a lo largo de la vida va generando sucesivas acomodaciones a las nuevas condiciones, que
el individuo aprecia en el medio socio ecológico, que como un estado el cual, una vez
alcanzado, pretende ser conservado a toda costa, pese a las variaciones ambientales.
Y también en suponer para el hombre otros intereses que los biológicos, así como la
capacidad de poder elegir libremente más allá de los mismos, sin que por ello la
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educación pierda su carácter global de fenómeno que permite al sujeto adaptaciones
cada vez más eficaces a las cambiantes condiciones socio ambientales.
Por cuanto se refiere a la velocidad con que se producen los fenómenos adaptativos,
resulta notorio que aquella es extraordinariamente mayor en la adaptación cultural que
en la genética, y en esta última, está la transmisión de las informaciones acumuladas
acerca del medio así como las variaciones o mutaciones que se hayan producido en el
material hereditario del individuo, se efectúan a través de los lentos procesos
reproductivos, de generación en generación. No ocurre así en la adaptación cultural, que
posibilita, a través de la influencia ejercida por diferentes medios sociales, una rápida
propagación de las informaciones necesarias para guiar adaptativamente nuestro
comportamiento.
La adaptación biológica requiere, para poder efectuarse, una gradual variación del
medio. Por el contrario, la cultural permite acomodaciones a cambios drásticos del
entorno socio ecológico, que pueden acontecer dentro de una misma generación
reproductiva. Conviene hacer notar, sin embargo, que una y otra forma de adaptación se
alcanza a partir de la previa existencia de una cierta flexibilidad, bien sea en el
patrimonio genético de la especie, bien en la programación educativa de los individuos;
por lo que podemos concluir que la genética o el dogmatismo llevan en sí mismos un
principio de inadaptación.
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Así, el educador que no solo es un transmisor de informaciones, sino también un
generador de medios en los que se ha de desenvolver el educando, precisa para realizar
su función del conocimiento tanto de la realidad sociocultural en la que éste se inscribe
como de la naturaleza del hombre, en vistas a la cual construirá los ambientes más
idóneos para la expresión de las potencialidades que encierra cada individuo. De ahí la
importancia que para el pedagogo tienen los datos bioantropológicos relativos al
biograma del hombre y las características funcionales del órgano del que depende la
adaptación cultural; el cerebro.
La educación en tanto que fenómeno sociocultural, queda fuera del objeto material de
estudio de la Biología, que son los seres vivos. Otra cosa es que algunos autores desde la
teoría biológica hayan pretendido la interpretación de ciertos aspectos de la
organización social, la cultura e incluso la ética en tanto que productos derivados de la
actividad del hombre y su evolución.
Así pues, la explicación de a qué realidad nos estamos refiriendo cuando hablamos de
Biología de la educación, nos ha de venir forzosamente dada desde la Pedagogía. Y así es,
en la actualidad la mayoría de autores incluyen a esta disciplina dentro de las llamadas
Ciencias de la educación, es decir, del conjunto de disciplinas no pedagógicas
pertenecientes a otras áreas del saber que estudian el proceso educativo desde su propia
perspectiva (PACIANO). Esta definición, que entendemos puede ser considerada
representativa de lo que hoy día se interpreta por Ciencias de la educación (con
anterioridad denominadas Ciencias auxiliares de la educación) entonces, nos pone en
conocimiento de dos aspectos fundamentales relacionados con la Biología de la
educación:
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b) Su carácter no pedagógico en el sentido de desprovisto de la
competencia de la Pedagogía, o sea, la prescripción de normas, no
obstante podemos considerar que Las Ciencias de la educación se
refieren también a este objeto “la educación”, desde varios ángulos;
y en tanto se refieren a dicho objeto, en sentido nato son
pedagógicas, aunque no lo sean en sentido estricto.
A la Bilogía le compete el estudio del hombre, en tanto que ser vivo. A la Pedagogía, por
su parte, la conducción eficaz y adaptativa de los individuos. Por último, a la Biología de
la educación le corresponde proporcionar las informaciones pertinentes acerca del
hombre que contribuyan a optimizar la interacción sujeto-medio educativo, entendiendo
por tal, en un sentido restrictivo a la realidad ambiental (ecológica y sociocultural); debe
ser manipulada de manera sistemática y consciente (ejerciendo así lo que entendemos
por una acción pedagógica) con objeto de desarrollar las potencialidades de los
individuos y orientar sus comportamientos.
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Es evidente que los aspectos biológicos explican tan solo una parte de la realidad que el
Homo sapiens representa, y que en consecuencia no pueden convertirse en elementos
de los que se deriven automáticamente normas de actuación pedagógica.
El punto cero de una posible educación no es otro que el código genético con que
llegamos al mundo, programación inicial que se modifica, también, en contacto con la
esfera no humana, trátese del aire, del agua, de la alimentación o de la presión
atmosférica. Los procesos madurativos los refiere Fullat al conjunto de transacciones que
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tienen lugar entre un código genético humano y el mundo natural, mundo que en el
límite sería una realidad no alterada por el fenómeno antropológico.
El ser humano, frente al animal, puede ser “impresionado” por una multiplicidad de
informaciones del mundo exterior. En conexión con ello, “idea” y proyecta su acción,
elige, valora, porque a su opción le atribuye una “cualidad”. Su actividad sigue el camino
de modificar el mundo con fines propios. Pero, además, su conducta se modifica según
los nuevos datos, contando con lo que aprende, buscando el resultado mejor, en un
proceso creador de “cultura”, transformador del medio natural. Sin embargo, aunque
conoce el mundo como realidad que puede modificar, parte del mundo escapa de su
acción transformadora.
El primero investiga las bases del comportamiento y se interesa por el peso que tiene en
el mismo los determinantes biológicos. El segundo estudia el papel que juega la actividad
del propio individuo y la influencia del medio en la configuración de la personalidad del
sujeto.
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un papel nuclear, convirtiéndose en el centro más importante, complejo y especializado
de todo el sistema nervioso, siendo capaz de dar respuesta a estimulaciones
cualitativamente diferentes a las de las demás especies. En este sentido, se ha
comprobado que las conductas más específicas y directas, que tienen que ver con la
satisfacción de necesidades primarias, y que se relacionan con los mecanismos
hereditarios, se originan en determinadas áreas del paleocórtex, la zona evolutivamente
más antigua del cerebro. Los comportamientos que se desvinculan de los resortes
hereditarios, tales como el habla, la memoria, la afectividad, etc., se localizan en otras
zonas de la corteza cerebral, más modernas filogenéticamente, que se denominan
mesocortex. No obstante, las funciones superiores, como la conciencia, la asociación, la
interpretación, la imaginación, etc., se gestionan en las áreas más evolucionadas de la
corteza cerebral, esto es, el neocortex.
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Todo ello nos lleva a afirmar que los debates sobre la importancia de la maduración por
oposición a la del aprendizaje, el tradicional enfrentamiento herencia/medio, son
infructuosos. Desde este punto de vista debemos pensar que el ser humano es un
organismo biológico y social y que los efectos de la herencia, de la maduración, del
aprendizaje y del ambiente son interdependientes en su influjo sobre el organismo total.
El ambiente, pues, se erige en un componente esencial para la educación, porque
modificado y adaptado a las necesidades de los individuos, se convierte en un medio
humanizado imprescindible para el aprendizaje. Interesa destacar la "apertura" y la
"indeterminación" como características del ser humano para resaltar la importancia que
tendrá el aprendizaje como proceso de génesis de nuevas conductas y modos de
comportamiento ante situaciones novedosas; la socialización para posibilitar la
integración del sujeto en un grupo social y la educación que guiará su proceso de
formación respecto a unas determinadas metas u objetivos. Tras referirnos a las bases
biológicas del comportamiento humano vamos a dar un paso más para conocer aspectos
relacionados con su humanización, de cuyo estudio se encarga la Antropología
Pedagógica.
Como sería una tarea inabarcable que el ser humano tuviese que aprender en cada
acción el modo de comportarse, se ve obligado a desarrollar estrategias adaptativas y
funcionales tales como la discriminación y la generalización de experiencias, haciendo
que su adaptación sea más eficiente. De ello se ocupará la educación, des
individualizando al sujeto para que se integre en el contexto social y también para que
sus comportamientos se asemejen a los de los demás. A través de la educación el
individuo puede actuar y dominar, de una forma ordenada y funcional, el medio que le
circunda. Mediante la técnica ha logrado adaptarse a lugares en los que las condiciones
de habitabilidad eran muy duras. Gracias a esta interdependencia entre el individuo y el
entorno, la educación es factible porque le permite desprenderse de las ataduras de su
primigenio nicho ecológico.
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por tanto la educación, sí están genéticamente determinadas (piénsese en la adquisición
del lenguaje), lo que ya implica entonces una relación con la biología.
3. CONCLUSIÓN
Al ser el hombre objeto de la educación, la pedagogía no puede dejar de
considerar su condición biológica, lo que implica necesariamente el estudio de
cómo funciona el cerebro, de esta manera el conocimiento de su
funcionamiento así como de los procesos de aprendizaje, se convierten en
pilares para la pedagogía, en la medida en que estos ayudaran a la consecución
de los objetivos propuestos.
Entonces para optimizar el proceso enseñanza aprendizaje, es importante
conocer la naturaleza biológica del educando, ello con el fin de lograr un
aprendizaje efectivo.
4. BIBLIOGRAFÍA
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