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El valor de la vida: En la Biblia, la razón porque el aborto deliberado es condenable inicia en que

toda creación es valorable, pero para la humanidad, la Biblia añade y otorga mayor valor. Es a esto
a lo que se le llama la santidad de la vida. Este término es a causa de la proveniencia causal de la
humanidad: Dios mismo. La vida es santa porque Dios lo dispuso así al poner su “imagen y
semejanza” en el hombre (Gn. 1:26-27), aun cuando en la caída la misma imagen de Dios se ha
distorsionado. La moral perfecta que se tuvo antes de la caída se perdió, mas no la humanidad. En
el sentido amplio, somos valorables aun con la imagen distorsionada, pero ya no dignos (ante
Dios) por estar contaminados en el pecado. Es por ello que fue también de motivación propia del
Señor por llevar a cabo la redención; él no podía soportar ver tan injusta muestra de su imagen y
semejanza distorsionada por el pecado a causa del hombre. Por amor a sí mismo llevó a cabo la
restauración de la dignidad humana. En cambio el valor humano no ha cambiado y está presente
hoy.

Cristo mismo se refirió a la santidad de la vida cuando amplia el sentido de la sexta ley: No
matarás (Mt. 5:21-22), y esto lleva a no solo quitar la vida, sino también a lastimar a un ser
humano de manera injusta, es por ello que el “el matar con el corazón, como el enojo, puede ser
descrito como el potencial de matar” (Sproul, 1990), y esto debe ser considerado prohibido (ira,
enojo, rabia, etc.) no por la potencialidad al homicidio, sino al declive de calidad de la vida que
logra hacer (tanto a la víctima como al homicida).

Ahora bien, se debe considerar que ante la negativa orden: “No matarás”, se halla circunscrito la
positiva orden de buscar la protección a la santidad de la vida: “Protege la vida”. Ante lo implícito
que se logre notar, es de manera sustancial verlo porque de esa forma halla lógica el
mandamiento. Y qué del feto, ¿es vida? Claro que sí. Ciertamente no es una vida formada, pero no
es una en potencia. No es un organismo estático, sino dinámico y en formación a ser un humano
completo, siempre y cuando no halle obstáculos para su desarrollo a ser una persona viva. Ante la
demanda, entonces, de la santidad de la vida que nos inculca el sexto mandamiento conviene
obedecer no solo desde la negativa orden, sino desde la positiva: cuidar y proteger la vida
humana.

Entendiendo la importancia que tiene la vida ante los ojos de Dios, podría saltar la pregunta ¿De
dónde empieza la vida?

Referente a esto el Nuevo Testamento, nos menciona un suceso importante narrado en el libro de
Lucas:

“En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en
casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María,
la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo:
Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí,
que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.”

Podemos ver en estos versículos que Juan antes que naciera, experimentó emociones y alegrías,
es decir señales de personalidad antes de nacer.
R.C. Sproul afirma lo siguiente “…antes que naciera Juan, mostraba conocimientos y emociones. El
saltó por estar en un estado de alegría. El gozo fue causado por causa de reconocer la presencia
del Mesías.”

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