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Bibliografía Taller Libre de Proyecto Social - Año 2016

Notas para una apertura necesaria.


Pelli, Víctor 1 - 2001

Artículo del Prof. Víctor Pelli, publicada en la revista del Colegio de Arquitectos de la Pcia. de Buenos Aires,
Año 2, Nº1, diciembre de 2001.

http://www.scribd.com/doc/91427630/Pelli-Notas-para-una-apertura-necesaria-2001

No hace mucho tiempo, a mediados de los años noventa, hablar de la crisis y de la grave
presencia de la pobreza y de la inequidad en nuestra sociedad, desde la cátedra o desde los
foros académicos o profesionales de la arquitectura, aparecía
como un recurso retorico poco movilizador de la comunidad profesional, más bien
demagógico y ciertamente fuera de lugar. Se hacía particularmente difícil en esas
condiciones argumentar que la profesión, en países como el nuestro, debía plantearse una
apertura, encaminada a que al menos alguna de sus ramas estuviera mejor (o simplemente
que estuviera) preparada en actitud y en herramientas, para ubicarse en la zona de la
pobreza al límite, que es la parte de la sociedad donde los problemas son más cuantiosos
en número de personas afectadas, más urgentes, hasta podría decirse, incómodamente,
que más propios, y también más novedosos y desafiantes para los arquitectos. También en
este enfoque del tema, más directo y específico para nuestra profesión, se estaba hablando
de cosas remotas e incomodas. O, se decía, se las estaba planteando mal: ¿realmente
necesita reorientarse la profesión para atender estos problemas?.

La respuesta ha estado llegando estos últimos años a borbotones, desde distintos ángulos.
Los hechos han introducido por sí mismos las imágenes, las situaciones y, sobre todo, el
hallazgo de que no se trata de un problema de otros, sino que se trata de un problema que
nos afecta, ahora de manera más palpable, a todos. También han puesto más en evidencia
su complejidad y sus particularidades. Y finalmente, han dado mayor difusión a los
esfuerzos que, desde distintos sectores y disciplinas, y también desde núcleos aislados de
nuestra profesión, se han venido haciendo por comprender a fondo las particulares reglas
de juego de este estado de cosas y por desarrollar enfoques conceptuales y herramientas
adecuadas para su abordaje. Las objeciones han ido transformándose en preguntas, cada
vez más frecuentes, cada vez desde nuevos ámbitos: ¿estamos los arquitectos de hoy
preparados para insertarnos en esta realidad y ser actores de las soluciones adecuadas?.

Hay que reconocer que esta pregunta viene haciéndose desde hace mucho tiempo, y que
ha habido respuestas, pruebas, logros y fracasos, y también debates intensos y
vehementes, que han atravesado como han podido los períodos desgraciados de las
últimas décadas en la Argentina. Hay un cierto número de colegas que las practican, las
discuten y las contraponen y las han convertido, no sin dificultades, en su modo de vida
profesional y también personal. hay instituciones que han financiado las experiencias y hay
líneas de investigación científica que las han sistematizado. La novedad esperanzadora es
que ahora es el conjunto de la profesión el que se pregunta por esta práctica “recién
descubierta”, que reintroduce (ya que realmente no son nuevos) rubros desconcertantes
como mejoramiento de barrios, lotes con servicios, “pies de casa”, núcleos básicos y
vivienda semilla, bancos de materiales, consultorios barriales de asistencia a la
autoproducción y gestión transdisciplinaria, rubros que, para mayor desconcierto, en estos
últimos años están empezando, mal o bien, en virtud de su incorporación o reincorporación
al repertorio de la financiación internacional, a constituir una alternativa concreta de
demanda para la práctica profesional rentada.

Nadie pone en discusión que los temas y las formas “tradicionales” del ejercicio
profesional siguen vigentes y van a seguir ocupando su amplio espacio, más allá de los
problemas con que circunstancialmente puedan estar enfrentándose y más allá de las
objeciones a su hegemonía en el cuadro del prestigio profesional y a su concepción
unidireccional de la excelencia arquitectónica. Pero sí es válido preguntarse si esta “otra”
práctica cualquiera sea su lugar en el ranking de las modalidades de la profesión, esta
encontrando respuesta eficiente en el perfil del arquitecto actual.

Ideas como “participación activa de los habitantes en el control de las decisiones


mayores, y libertad para que puedan hacer su propia contribución al diseño, a la
construcción y a la gestión de su solución habitacional en mesas (reales o virtuales) de
concertación con todos los actores involucrados, incluyendo a los habitantes”; “el
arquitecto actor (de la gestión habitacional, junto con las otras disciplinas y los otros
actores) en reemplazo del arquitecto autor”; “la postergación de la estética del
arquitecto en beneficio y respeto de la estética del habitante”; “el diseño de los procesos
(entendidos como procesos de evolución simultánea de la obra física y de la capacidad de
desenvolvimiento social de los habitantes) con igual jerarquía y atención que el diseño de
los productos”, pueden llegar a ser consignas de trabajo con las que se encuentre el
profesional que se interne a fondo en este “nuevo” paisaje.

No son lemas apresurados y emocionales sino el resultado de una prolongada labor de


experimentación y reflexión, en el marco de un compromiso intenso con los problemas a
encarar y con la gente que los padece. Son consignas que conducen sobre todo a una
revalorización del papel social del “usuario”, que aparece como indispensable en este campo
de tarea, empezando por revalorizar el papel que le toca en la gestión de su propio hábitat.
Tarde o temprano el arquitecto que se interna en este campo busca en su bagaje profesional
los recursos para encuadrarse en estas consignas o, si así lo siente, para refutarlas con
autoridad. Casi nunca los encuentra y se ve obligado a reelaborar su formación en búsquedas
y elaboraciones individuales y grupales, o en instituciones y foros propios, siempre al margen
de los ámbitos formales de la práctica profesional “convencional”.

El interés que a la vista de las circunstancias actuales empieza ahora a manifestarse en


estos ámbitos puede conducir a una apertura que reconozca y valorice esta concepción
(que algunos, discutiblemente, llaman”alternativa”) de la práctica, de la disciplina y de
sus objetivos, y genere espacios adecuados en las carreras de formación profesional y sus
planes de estudio, en las publicaciones especializadas, en los foros y en las entidades
profesionales. Un movimiento como este hacia una diversificación del cuadro de la
profesión que algunos creemos indispensable, podrá, quizá, constituir un aporte al
esfuerzo penoso pero saludable que hoy está intentando hacer al menos una parte de la
sociedad argentina por atreverse a ver y reconocer a la totalidad de la sociedad como un
conjunto único y compartir creativamente, dentro de ese conjunto los problemas, las
búsquedas y la elaboración de las soluciones. Que es una forma de entender la
solidaridad, pero también una forma posible de entender la construcción de una
sociedad verdaderamente evolucionada.

1. Dr. del Instituto de Investigaciones y Desarrollo en Vivienda


de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Nordeste
y del Instituto para la Comunidad y el Hábitat.

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