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Análisis de un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz

Soneto 150

¿Tan grande, ¡ay, Hado!, mi delito ha sido


que, por castigo de él, o por tormento,
no basta el que adelanta el pensamiento,
sino el que le previenes al oído?

Tan severo en mi contra has procedido,


Que me persuado, de tu duro intento,
A que sólo me diste entendimiento
Porque fuese mi daño más crecido.

Dísteme aplausos, para más baldones;


Subir me hiciste, para penas tales;
Y aun pienso que me dieron tus traiciones

Penas a mi desdicha desiguales,


Porque, viéndome rica de tus dones,
Nadie tuviese lástima a mis males.

Desde el punto estrictamente formal las características del


poema son las de un soneto clásico (tipo petrarquista), es decir, dos
cuartetos, en este caso, de rima ABBA, y dos tercetos, con rima CDC
DCD. Es además un soneto polirrítmico.
Por el uso de la sintaxis, por la estructura conceptual, es un
soneto con muchas de las particularidades del barroco. Para una
mayor facilidad operativa empezaremos un análisis a nivel formal,
que se mezclará constantemente con otros niveles.
Si tenemos en cuenta el predominio del aspecto formal en la
buena consecución del soneto, se destaca desde el principio que toda
libertad personal en su creación puede desarrollarse apretada dentro
de límites estrictos. Por esta razón la estructura conceptual y lógica,
en su forma de silogismo, se engarza con los elementos rítmicos, las
rimas y el aparato retórico sofisticado del barroco.
Una de las figuras retóricas privilegiadas es el hipérbaton. A la
vista de esta figura podemos encontrar ya en el primer verso del

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soneto dos focalizaciones diferentes, como dos direcciones paralelas
que se mantienen el soneto. Por una parte, la centralización de la
invocación del destinatario del texto (por lo demás, la alusión
mitológica, al hado, a imitación de los clásicos latinos y griegos, es
también característica de la literatura barroca y de su interés
comprensivo en el plano estético). La disposición sintáctica, en
síntesis, remarca la construcción semántica. Por otra, la ubicación
casi idéntica del primer verso de este cuarteto con la ubicación del
primero del segundo cuarteto:

¿Tan grande, ¡ay, Hado!, mi delito ha sido (v.1)

Tan severo en mi contra has procedido (v.5)


De esta similitud se puede inferir su relación a través de las
diferencias. El juego de contrastes, recordemos, no solamente el
claroscuro, es característico de la estética barroca. Este soneto esta
atravesado, como veremos, por ese juego formal de contradicciones,
de contraposiciones, de igualdades y paralelismos aparentes.
Volvemos a los versos: si en el primer cuarteto la modalidad es la
interrogación; en el segundo es la afirmación. Si en el primero el
sujeto es el delito (del yo lírico); en el segundo, es el Hado. Si en el
primero la voz es pasiva; en el segundo, es activa. En el primero,
parece, se inquieren las razones y en el segundo se afirman las
consecuencias de un hecho que podemos verificar en la identidad, a
simple vista, de la rima de los versos terceros de cada cual:
pensamiento-entendimiento. Esta identidad esta reforzada además
por el tema de sendos segundos versos: la noción de castigo, de
tormento, de duro intento. Los matices están perfectamente
relacionados con la coherencia que hace diferir una estrofa de otra.
Tormento y castigo, obedecen a una misma razón, digamos, son
inevitables consecuencias del delito; en duro intento vemos ya
intervenir la voluntad del Hado, que después de convierte en traición.

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La idea principal del poema en apariencia es el tema de la
inteligencia como castigo. Esta idea se relaciona de alguna manera
con otro tópico del barroco: la vida es sueño o ilusión. Esta relación,
podría pensarse a partir del último verso del segundo cuarteto:

Porque fuese mi daño más crecido. (v.8)

De él se puede inferir que el entendimiento agrava un daño anterior,


no origina uno. Al mismo tiempo vemos en este verso la culminación
formal de una de las dos partes en que esta dividido el soneto. La
ubicación de "mi daño" en el centro del verso y las vocales por las
que esta compuesta, refuerzan el paralelismo con "Ay Hado", que
cierran (cierran lógicamente, también, formando una semiconclusión,
la relación de ambos cuartetos: Hado: causa; daño: consecuencia) y
separan esta parte de la siguiente, aprovechando al máximo la
separación prescrita por la forma del soneto.
La distancia que hay a partir del principio de los tercetos, por el cierre
anterior, esta aun mejor expresada por la estructura de los primeros
versos. En los tercetos, el tema que predomina, como foco, es el de la
traición (relacionado, por supuesto, con el tema principal de la
primera parte: la desmedida del castigo. Es como si esos dos temas
se relevaran el protagonismo para unirse en los últimos dos versos).
Otra de las figuras preferidas del barroco es una de las dos que se
conjugan es estos primeros versos:

Dísteme aplausos, para más baldones;


Subir me hiciste, para penas tales; (v9-10)

La bimembración, pone en primer plano la relación entre ambos


términos del verso, expresando, a través de esa identidad, los
matices de esta relación, como en este caso, una relación de causa-
efecto cargada de ironía. A más aplausos, a más supuesta felicidad
que facilita el destino, más oprobio es para el yo lírico; cuanto más

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alto se sube, más penas se ganan. La otra es el claro paralelismo que
los ata, que se va a reforzar con el juego de las rimas hasta el final.
En este punto ya podemos relacionarlo con la producción singular en
prosa de Sor Juana. La confesión en que justifica su admiración y sed
por el saber y su desgracia por ello. Sus buenos dones intelectuales,
su habilidad para versificar y para aprender, no le aportan más
felicidad que encontrar lugar a su placer que es aprender el misterio
de este mundo; para todo lo demás, para obligarla a la vida que lleva,
constituye una desgracia. Su condición de mujer y su personalidad,
agravan esta circunstancia: la voluntad de alcanzar un ámbito
reservado a los hombres. En estos aplausos que son baldones puede
entenderse también una crítica a la vida cortesana, a los modos de
gratificación que al yo lírico no gratifica.
El juego de rimas de los tercetos perfecciona la idea hasta el final, los
contrastes conceptuales, las gradaciones y las relaciones entre ellas
son extraordinarias. Hay las dos series: baldones, traiciones y dones,
para una de las series; tales, desiguales y males, para la otra.
Podemos ver en primera instancia que las series terminan invertidas
y alcanzan en ese esquema una mayor expresión a través del
contraste. Por un lado la serie de daños producidos por el Hado se
podría caracterizar de la siguiente manera: los que parecen dones
causan en realidad nada más que oprobios (tema de la traición). Por
el otro, la serie que acaba en males se puede caracterizar de la
siguiente manera: el desajuste entre las medidas de las cosas tiene
como consecuencia sólo males (tema de la grandeza de la desgracia).
Es significativo el uso de "tal", que implica igualdad, y la repetición de
la palabra "penas" en el verso que acaba en "desiguales".
La perfección lógico-estructural del poema acaba con la conclusión
del razonamiento (que por otro lado agrava de manera extraordinaria
el solitario sufrimiento del yo): tantos dones sirven no sólo para que
sufra, sino para que nadie sufra por ella, ni por compasión.
Desde otro punto de vista puede destacarse el predominio en el
soneto de vocales abiertas, como reforzando un sentido para nada

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oscuro, y la demarcación del ritmo con los grupos st y nt, además del
predominio de la letra t en todo el soneto. El reforzamiento del ritmo
es evidente en versos como el que sigue, al que se le agrega el
sonido sibilante que le da una sonoridad notable:

A que sólo me diste entendimiento (v.7)

Estos juegos formales caracterizando la estética barroca haciéndola


compleja y sofisticada, una practica de virtuosismo a veces. Este
soneto, por su complejidad formal y temática (aunque este es un
análisis simple) es característico de esa producción.

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