You are on page 1of 8

LA VIDA DE MARIA (biografía)

Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la
sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de
Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es
cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen. Su vida de oración es intensa para poder descubrir
algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los
libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de
Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más
adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde
su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto,
llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será
su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno.

Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios
para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que
tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley,
honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter
de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos
por el Matrimonio con José.

En Nazaret continuó la Sagrada Familia la oscura y humilde vida: allí crecía el Niño en edad, santidad y
ciencia a vista de todos; allí aumentaba a diario la perfección de María y tuvo la pena de ver morir a San José,
a quién asistieron con Jesús en su último instante de vida humana; de allí salió a los 30 años de edad, Jesús
divino Maestro, a emprender la vida en público, de enseñanzas, predicación, beneficios y continuo
sacrificarse hasta la muerte, en donde María fue compañera en su pasión y a los pies de la cruz.

Los últimos años vividos por María sobre la tierra, han permanecido envueltos en una neblina tan espesa que
casi no es posible entreverlos con la mirada, y mucho menos penetrarlos. A Ella, por consiguiente, como a la
madre de una familia, recurrían de continuo los Apóstoles y discípulos, todos los fieles especialmente en las
horas de duda, de dolor y de persecución. Ella aconsejaba a todos, sostenía a todos. Junto a Ella, aquellos
primeros fieles olvidaban las penas del destierro y se sentían animados para recorrer con ardor el camino que
conducía a la patria.

Después de consolar, enseñar y amparar a los apóstoles y discípulos de Cristo, cuando fue tiempo de salir de
este mundo, abrasada en amor divino se durmió plácidamente.

No fue una sacudida violenta que arrancó el alma de María; fue el impulso de la caridad lo que la separó
dulcemente del cuerpo enviándola al Paraíso envuelta en una onda de deseo ardiente de su Amado.

Después de su muerte la Santísima Virgen fue llevada a los cielos por los ángeles, donde coronada de gloria y
de poder y con trono sobre todos los coros angélicos y todos los santos, permanece eternamente como Madre
de Dios que es, y Señora y Madre nuestra, ejerciendo su amabilísimo poder por los siglos de los siglos.
ANUNCIACIÓN “Lucas 1; 26-38” (MARIA FUE MADRE ENTRE LOS 13 Y 16 AÑOS APROX.)

María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una
aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco
importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella
se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación" (Lc.)

El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia
las palabras de su embajada: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu
seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no
tendrá fin"(Lc).

María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir
dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada
a ser virgen!

"María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo: El
Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá
Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido
también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada
imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la
maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo
de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.

"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de
su presencia"(Lc).

Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al
Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor
a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre,
es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.
MARIA MADRE DE JESÚS

1. Aunque se realizó por obra del Espíritu Santo y de una Madre Virgen, la generación de Jesús, como la de
todos los hombres, pasó por las fases de la concepción, la gestación y el parto. Además, la maternidad de
María no se limitó exclusivamente al proceso biológico de la generación, sino que, al igual que sucede en el
caso de cualquier otra madre, también contribuyó de forma esencial al crecimiento y desarrollo de su hijo.

2. Se podría pensar que Jesús, al poseer en sí mismo la plenitud de la divinidad, no tenía necesidad de
educadores. Pero el misterio de la Encarnación nos revela que el Hijo de Dios vino al mundo en una
condición humana totalmente semejante a la nuestra, excepto en el pecado (cf. Hb 4,15). Como acontece con
todo ser humano, el crecimiento de Jesús, desde su infancia hasta su edad adulta (cf. Lc 2,40), requirió la
acción educativa de sus padres.

3. Los dones especiales, con los que Dios había colmado a María, la hacían especialmente apta para
desempeñar la misión de madre y educadora. En las circunstancias concretas de cada día, Jesús podía
encontrar en ella un modelo para seguir e imitar, y un ejemplo de amor perfecto a Dios y a los hermanos.

4. Los escasos elementos que el evangelio ofrece no nos permiten conocer y valorar completamente las
modalidades de la acción pedagógica de María con respecto a su Hijo divino. Ciertamente, ella fue, junto con
José, quien introdujo a Jesús en los ritos y prescripciones de Moisés, en la oración al Dios de la alianza
mediante el uso de los salmos y en la historia del pueblo de Israel, centrada en el éxodo de Egipto. De ella y
de José aprendió Jesús a frecuentar la sinagoga y a realizar la peregrinación anual a Jerusalén con ocasión de
la Pascua.

5. La misión educativa de María, dirigida a un hijo tan singular, presenta algunas características particulares
con respecto al papel que desempeñan las demás madres. Ella garantizó solamente las condiciones favorables
para que se pudieran realizar los dinamismos y los valores esenciales del crecimiento, ya presentes en el hijo.
Por ejemplo, el hecho de que en Jesús no hubiera pecado exigía de María una orientación siempre positiva,
excluyendo intervenciones encaminadas a corregir. Además, aunque fue su madre quien introdujo a Jesús en
la cultura y en las tradiciones del pueblo de Israel, será él quien revele, desde el episodio de su pérdida y
encuentro en el templo, su plena conciencia de ser el Hijo de Dios, enviado a irradiar la verdad en el mundo,
siguiendo exclusivamente la voluntad del Padre. De «maestra» de su hijo, María se convirtió así en humilde
discípula del divino Maestro, engendrado por ella.

Su experiencia educadora constituye un punto de referencia seguro para los padres cristianos, que están
llamados, en condiciones cada vez más complejas y difíciles, a ponerse al servicio del desarrollo integral de la
persona de sus hijos, para que lleven una vida digna del hombre y que corresponda al proyecto de Dios.
MARÍA, DISCÍPULA Y MISIONERA

María fue la primera evangelizada (cf. Lc. 1,26-38) y la primera evangelizadora (cf. Lc. 1,39-56). Fue Ella la
que acogió con fe la Buena Nueva de la salvación, transformándola en anuncio, canto, profecía. Fue Ella la
que dio a todos los hombres la mejor directiva espiritual a ellos consignada: "Haced lo que (Jesús) os diga"
(Jn 2,5). (Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, año 1988, n.2)

María es Reina de las Misiones, porque ella estuvo presente en el comienzo de la misión, en Pentecostés,
junto a los Apóstoles, cuando nacían la Iglesia misionera. "Ella presidió con su oración el comienzo de la
evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo" (EN 82).
María, Madre y Reina de los Apóstoles acompañó desde el inicio el camino heroico de los misioneros. Hoy
inspira a los creyentes imitarla en la solicitud premurosa y solidaria por el vasto campo de la actividad
misionera. (Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, año 1997, n.7)

María está presente dondequiera la Iglesia lleva a cabo la actividad misionera entre los pueblos: presente
como Madre que coopera a la regeneración y formación de los fieles (cf. Lumen Gentium, 63); presente como
'Estrella de la evangelización' (cf. Evangelii Nuntiandi, 82), para guiar y consolar a los heraldos del Evangelio
y sostener en la fe a las nuevas comunidades cristianas que surgen del anuncio misionero por la potencia de
la Palabra y la gracia del Espíritu Santo. La presencia e influencia de la Madre de Jesús han acompañado
siempre la actividad misionera de la Iglesia. Los heraldos del Evangelio, al presentar el misterio de Cristo y
las verdades de la fe a los pueblos no-cristianos, han ilustrado también la persona y la función de María que,
"por su íntima participación en la historia de la salvación, reúne en sí, y refleja en cierto modo, las supremas
verdades de la fe",y "cuando es anunciada y venerada atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor
del Padre" (Lumen Gentium, 65). Y cada uno de los pueblos, al acoger a María como Madre, enriquece el
culto y la devoción a Ella con nuevos títulos y expresiones que responden a las propias necesidades y a la
propia alma religiosa. Muchas de estas comunidades cristianas, fruto de la obra evangelizadora de la Iglesia,
han encontrado en el amor filial a la Madre de Jesús el auxilio y consuelo para perseverar en la fe durante los
períodos de prueba y persecuciones. (Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, año
1988, n.1)

María es modelo para los misioneros

 En la escuela de María, la Iglesia aprende a consagrarse a la misión. Los heraldos del Evangelio, con
frecuencia ignorados, olvidados o perseguidos, que gastan la vida en las avanzadas misioneras de la
Iglesia, tienen un modelo perfecto de consagración y fidelidad en María, que "se consagró
plenamente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo" (Lumen Gentium, 56).
(Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, año 1988, n.2)

 En la escuela de esta Madre, todos los hijos e hijas de la Iglesia aprenden el espíritu misionero que
debe animar su vida cristiana y su celo apostolico. (Mensaje del Santo Padre para la Jornada
Mundial de las Misiones, año 1988, n.3).

 En la escuela de la Virgen y siguiendo su ejemplo, toda comunidad podrá cultivar mejor su


dimensión "contemplativa" y "misionera".(Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las
Misiones, año 2003, n.2)
DOGMAS DE MARÍA

¿Qué es un Dogma?
En la Iglesia católica, un dogma es una verdad absoluta, definitiva, inmutable, infalible, irrevocable,
incuestionable y absolutamente segura sobre la cual no puede flotar ninguna duda.1 Una vez proclamado
solemnemente, ningún dogma puede ser derogado o negado, ni por el Papa ni por decisión conciliar.1 Por
eso, los dogmas constituyen la base inalterable de toda la Doctrina católica2 y cualquier católico está
invitado a adherir, aceptar y creer en los dogmas de una manera irrevocable. 3 El acceso a un Dogma es un
acto volitivo, en consecuencia la relación con el dogma es un acto plenamente libre.

La IGLESIA nos enseña 4 ¨DOGMAS¨ , o sea, 4 cosas que debemos creer los católicos sobre la Virgen
María. No dejes que otra gente trate de convencerte de lo contrario.

 1. La INMACULADA CONCEPCIÓN.
Te acuerdas que te contamos que Adán y Eva desobedecieron a Dios; desde entonces todos
los hombres nacemos con una mancha en nuestra alma que se llama PECADO ORIGINAL . Este
pecado se borra cuando nos bautizan. Pues, la INMACULADA CONCEPCIÓN significa que la
única mujer a la que Dios le permitió ser concebida y nacer sin este pecado original, fue a la Virgen
María , porque iba a ser la madre de Jesús.
 2. La MATERNIDAD DIVINA :
Esto quiere decir que la Vírgen María es verdadera madre humana de Jesucristo , el hijo de Dios.
 3. La PERPETUA VIRGINIDAD :
Significa que, como ya te explicamos antes, María permaneció VIRGEN toda su vida.
 4. La ASUNCIÓN A LOS CIELOS :
La Virgen María, al final de su vida, fue llevada en cuerpo y alma al cielo.

¿QUÉ NOS ENSEÑA MARÍA?


1) Una lección sobre estar dispuestos a escuchar lo que Dios dice mediante sus mensajeros aunque lo que
oigamos quizás nos perturbe al principio, o parezca imposible. (Luc. 1:26-37.)
2) Ánimo para obrar en armonía con lo que lleguemos a saber que es la voluntad de Dios, con plena confianza
en él. (Véase Lucas 1:38. Como se muestra en Deuteronomio 22:23, 24, pudiera haber graves consecuencias
para una joven judía si se descubría que estuviera encinta sin estar casada.)
3) Que Dios está dispuesto a utilizar a alguien sin importar la posición social que ocupe. (Compárese Lucas
2:22-24 con Levítico 12:1-8.)
4) Dar prominencia a los intereses espirituales. (Véanse Lucas 2:41 y Hechos 1:14. No se requería que las
esposas judías acompañaran a sus esposos en el largo viaje todos los años a Jerusalén durante la época de la
Pascua, pero María lo hacía.)
5) Aprecio a la pureza moral. (Luc. 1:34.)
6) Diligencia en cuanto a enseñar a los hijos la Palabra de Dios. (Esto se reflejó en lo que Jesús estuvo
haciendo a los 12 años de edad. Véase Lucas 2:42, 46-49.)
OTROS

María ... ¿Quién eres?

María era humilde y pura; que era decidida y valiente para enfrentar la vida; que era capaz de callar
cuando no entendía y de reflexionar y meditar; que se preocupaba de los demás y que era servicial y
caritativa; que tenía fortaleza moral; que era franca

¿En qué consiste principalmente la grandeza de María?

En ser madre de Dios. Algunos han dicho que María es madre de Jesús «en cuanto hombre», pero no de
Jesús «en cuanto Dios». Esta distinción es artificial y, de hecho, nunca la hacemos. Una madre es madre
de su hijo tal cual es o llega a ser. No decimos que la madre de un presidente, por ejemplo, ha sido la
madre de él como niño pero no como presidente o que nuestra mamá sea madre de nuestro cuerpo
solamente, pero no de nuestra alma que es infundida por Dios. Nunca hacemos esta distinción;
decimos simplemente que es nuestra madre. María es Madre de Jesús. Jesús es Dios. Luego, podemos
decir que María es Madre de Dios y en eso consiste fundamentalmente su grandeza.

¿Tiene María alguna relación especial con la Santísima Trinidad?

Sin duda. Es la hija predilecta del Padre. Se lo dice el ángel el día de la Anunciación: «Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28). Tiene también con el Espíritu Santo una relación que se ha
comparado a la de la esposa con el esposo. Lo dice el ángel: «El Espíritu Santo te cubrirá con su
sombra. Por eso el niño que nacerá de ti será llamado Santo e Hijo de Dios» (Lc. 1, 35). «No temas
María porque has encontrado gracia delante de Dios» (Lc. 1, 30).

¿Qué dicen los evangelios acerca de las hermanas y hermanos de Jesús?

El idioma que usaba Jesús y sus discípulos no tiene muchas palabras para distinguir los distintos
grados de parentesco. Para todo se usaba la palabra «hermano» y así lo vemos en Génesis 13, 8 y en
Mt. 13, 55. Las palabras originales que traducimos en castellano por «hermanos» y «hermanas»
significan no sólo los hermanos carnales sino también los primos y otros parientes cercanos. La Virgen
María no tuvo otros hijos. Jesús es el «único hijo» de María. Esto se muestra claramente por el hecho de
que al morir, Jesús entregó su madre a Juan (Jn. 19, 27).

San Pablo dice que Jesucristo es el único Redentor y ¿por qué dice la Iglesia católica que María
es corredentora?

Así es. Jesús es el único Redentor, pero San Pablo enseña también que nosotros colaboramos a la
redención uniendo nuestros sufrimientos a los de Cristo. «Me alegro por lo que sufro por ustedes,
porque de esta manera voy completando en mi propio cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo
por la Iglesia, que es su cuerpo» (Col. 1, 24). María sufrió durante la pasión de su Hijo como nadie
jamás ha sufrido, porque tenía, más que nadie, horror al pecado, porque amaba a su Hijo más que
nadie; porque amaba a los hombres por quienes su Hijo sufría y moría. Por eso ha participado tan
íntimamente en la redención. No es ella la redentora; hay un solo Redentor, Jesucristo. Pero se la
puede llamar corredentora con toda propiedad explicando bien el alcance de este término.
Algunos dicen que los católicos adoran a María como si fuera Dios, o creen en María más que en
Dios ¿es cierto esto?

Adorar a María sería una idolatría, un pecado contra el primer mandamiento de la Ley de Dios. «Sólo a
Dios adorarás» (Lc. 4, 8). Jamás la Iglesia ha enseñado cosa semejante. María es una mujer, una
creatura, la más santa de todas las creaturas, pero solamente una creatura.
A María la queremos, la veneramos, conversamos con ella en la oración, le damos culto no de
adoración que está reservado sólo a Dios, sino un culto de veneración como se lo damos a los santos
que, como ella, son seres humanos, simples creaturas; y le pedimos que nos haga conocer, amar y
seguir a Jesús como ella lo conoció, lo amó y lo siguió.

¿No será que el culto a María distrae del culto a Cristo?

No distrae de él, sino que conduce a él. María presintió el culto que le sería dado a lo largo de los siglos,
cuando exclamó: «Desde ahora me proclamarán bienaventurada todas las generaciones» (Lc. 1, 42). Ya
Isabel, su prima, se lo había anunciado: «Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de
tu vientre» (Lc. 1, 48). Los millares de iglesias dedicadas a María, las multitudes de personas que
acuden a sus santuarios, los millones de Avemarías que se rezan diariamente en el mundo, han
confirmado ese presentimiento y ese anuncio. El que conoce a María la ama, y se esfuerza por darla a
conocer y por conocer y amar a Cristo. Se alimenta de su Palabra. Se integra en la vida de la Iglesia,
cumple los mandamientos y participa de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía.

¿Cuál es la relación de María con la Iglesia?


Siendo madre «de Cristo» y, siendo nosotros por adopción, hermanos de Cristo, María es también
Madre «nuestra». Así lo dijo también expresamente Cristo en la cruz cuando le dijo a Juan: «He ahí a tu
madre» (Jn. 19, 27). María, siendo discípula y seguidora de Cristo, es nuestro modelo, la que va delante
en nuestra peregrinación hacia Cristo, la que nos muestra el camino y nos anima a seguirlo: modelo de
fe, de esperanza y de amor. Estando María ahora en el cielo, intercediendo por nosotros, nos
encomendamos a ella para que nos ayude a vivir aquí en la tierra como cristianos y alcanzar nuestro
destino final que es el cielo.

Los títulos de la Virgen


¿Por qué hablan algunos de la Virgen «del Carmen» y otros de la Virgen «de la Tirana» o de
«Lourdes»? ¿Por qué hay tantas imágenes y advocaciones distintas de la Virgen? ¿Son acaso
muchas las Vírgenes?

La Virgen María es una sola. La que conocemos en el Evangelio, con la fe de la Iglesia, es María de
Nazaret, la Madre de Jesús. Los diversos nombres y las distintas imágenes aluden a las circunstancias o
misterios de su vida. La Mater Dolorosa al pie de la cruz es una mujer madura, traspasada de dolor. La
Virgen del Tránsito o de la Asunción es una mujer transfigurada, entrando en la gloria.

Otros nombres se refieren a los distintos lugares en que se celebra su culto: Virgen de Lourdes, de
Guadalupe... Pero la Santísima Virgen es una sola. Los miles de artistas que han querido pintarla y
esculpirla se la han imaginado cada cual a su manera, buscando, sin embargo, su inspiración en el
Evangelio y en la fe de la Iglesia.
¿Qué se debe entender por apariciones de la Virgen?

La Santísima Virgen puede, si quiere, intervenir desde el cielo en asuntos humanos por amor a los
hombres. Puede «aparecerse» a tal o cual persona, habitualmente a niños o personas humildes, y
entregarles un mensaje para que los hombres se conviertan y vuelvan a Dios.

¿Cree la Iglesia, así no más, a cualquiera que dice que se le apareció la Virgen?

La Iglesia tiene mucha prudencia y sabiduría y es muy lenta en reconocer una aparición. Primero
estudia, averigua y comprueba, a fin de no inducir a nadie a engaño. Y hechas las averiguaciones y
después de varios años se pronuncia y reconoce con su autoridad si la aparición es real o ficticia. En
algún caso la Iglesia se ha convencido de la autenticidad de una aparición por la santidad de vida del
vidente, por la pureza del mensaje entregado o por los hechos ocurridos en el lugar de la aparición:
curaciones, conversiones, etc. Esto es lo que ocurrió en Lourdes, Francia, en 1858 y en Fátima,
Portugal, en el año 1917. En otros casos la Iglesia ha rechazado las supuestas apariciones o
simplemente no se pronuncia esperando que el tiempo establezca la verdad.

¿Cuál es la mejor manera de orar a la Santísima Virgen?

La oración principal es la del Ave María que consta de dos partes: la primera parte está tomada del
Evangelio, del relato de la Anunciación y de la Visitación: «Dios te salve María, llena eres de gracia, el
Señor está contigo» (Lc. 1, 28). «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre» (Lc. 1, 42).

La segunda parte ha sido agregada por la Iglesia: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

¿Qué es el santo rosario?

Es una manera de unirnos a la Santísima Virgen María rezando cinco veces un Padre nuestro, diez
Avemarías y un gloria, y recordando cada vez un misterio de la vida del Señor. Hay 5 misterios
gozosos, que se rezan los lunes y sábado, 5 misterios dolorosos, que se rezan los martes y viernes, 5
misterios luminosos que se rezan los jueves y 5 misterios gloriosos que se rezan los miércoles y
domingos. Otras hermosas oraciones a la Virgen son la «Dios te salve Reina y Madre»; el «Bendita sea
tu pureza», etc.

You might also like