"Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre
llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó
Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió."(1 Crónicas 4:9-10).
Poco se sabe de Jabes, más que era descendiente de Judá, era
un hombre ilustre y su madre le llamó "Jabes" (que significa "doloroso" o "hacedor de tristeza") porque su parto había sido muy doloroso.
Jabes, el "hombre de tristeza," pide a Dios que lo protegiese de
ese dolor que su nombre recordó y anticipó.
La oración de Jabes contiene una solicitud urgente para cuatro
cosas:
1. La bendición de Dios. Jabes reconoce que el Dios de Israel es la
fuente de toda bendición, y le pide a Dios por Su gracia. Sin duda, esta petición fue basada, al menos en parte, en la promesa de Dios de la bendición para Abraham y sus descendientes (Génesis 22:17). él ya era un hombre bendecido, y lo que él le estaba pidiendo a Dios era que lo llevara a un nuevo nivel de bendición, cuando dijo: Si me bendijeras. 2. Una extensión del territorio. Jabes ora por la victoria y prosperidad en todos sus emprendimientos y que su vida sea marcada por aumento. "Jabes siguió orando: Si ensancharas mi territorio. La oración de mucha gente en la iglesia hoy día es: Señor, llévanos de aquí. Jabes decía: Dame más aquí. 3. La presencia de la mano de Dios. En otras palabras, Jabes pide que la dirección de Dios y Su fuerza sean evidentes en su existencia cotidiana. 4. Protección contra el daño. Jesús enseñó a sus discípulos a orar de esta manera: "Padre Nuestro... líbranos del mal" (Mateo 6:9, 13). Jabes ve a Dios con confianza como su defensor. El objetivo de Jabes en su oración era vivir libre de dolor, y lo último que hemos leído sobre él es que Dios escuchó y respondió a su oración.
esta oración devota de Jabes para bendición fue contestada. El
éxito que disfrutó Jabes compensó el dolor de su principio. La oración de Jabes superó el nombre de Jabes.
La biblia nos presenta la historia de una viuda que, cuando su
marido muere, se presenta ante el profeta diciendo que su marido era servidor del profeta, la dejó en deuda, y los acreedores venían a quitarle sus hijos. Dos preguntas le hizo el profeta a la viuda: ¿Qué tienes en tu casa? Y: ¿Qué tú quieres que haga contigo?
La mujer tenía que escoger a cuál de las dos preguntas
responder. Si respondía a la pregunta incorrecta, podía decir: Quiero que me des algo de sustento.
El profeta le habría dado algo, y eso hubiera sido todo. Ella
respondió a la primera pregunta: Una vasija de aceite. El profeta no dejó que contestara a la segunda. Le dijo: Ve a tu casa, ese aceite se va a multiplicar.
El problema es que se nos ha enseñado a contestar la segunda
pregunta, cuando a lo que tienes que contestar es a la primera pregunta: ¿Qué tienes en tu casa, y qué Dios puede hacer con lo que hay en tu casa, y qué puede Dios hacer con lo que hay dentro de ti?
El profeta le dijo más a la viuda. Le dijo: Pide, pide vasijas, y
pide muchas, no seas escasa. Porque el aceite iba a cesar, cuando ella dejara de pedir vasijas. El problema es que las circunstancias nos hacen perder nuestra agresividad hacia lo que Dios tiene para nosotros. Y nuestros fracasos, nuestros errores, nuestro pasado, nos hacen detenernos; y comenzamos a medir, no lo que Dios puede hacer, sino lo que nosotros podemos hacer.
En Isaías 54, Dios dice: Ensancha el sitio de tu tierra, y alarga