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INTRODUCCIÓN AL CRISTIANISMO II

2018_1
Hno. Lic. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti
Texto 01: Sacramentología
Parte I: La celebración del misterio cristiano
1. La Sacramentología
En nuestro mundo desacralizado, se considera la acción humana como creadora de la sociedad.
Esta sociedad marcada por la ausencia de lo divino vuelve sus ojos para el hoy, para la materia,
distanciando la criatura del Creador. El camino inicial del conocimiento de Dios es el ascendente, que
parte de lo creado y, por las obras, se llega al conocimiento de Dios.
A partir de la Encarnación del Verbo la realidad antropológica, se hace espacio verdadero de la
gloria divina. Por eso, el ser humano y las cosas creadas tienen ontológicamente una estructura
sacramental y pueden ser signo y camino de la salvación deseada por Dios.1
Cuando el hombre ofrece algo a Dios, no es la cosa ofrecida la que agrada a Dios, sino su
actitud en desprenderse de algo por amor al Creador. San Agustín enseña que los sacrificios antiguos
deben ser entendidos como figuras que significan la unión del hombre con su Creador. Por ende,
afirma que el «sacrificio visible es un sacramento, esto es, una señal sagrada del sacrificio invisible»2.
En consecuencia, el sacramento quedó definido como signo visible de una realidad invisible.
A lo largo de los siglos la teología ha mantenido esta noción de sacramento como signo. El
Magisterio utilizó esta terminología en los decretos de Trento3 y en el catecismo de San Pío V.4 El
Concilio Vaticano II añade que el signo sacramental, además de su finalidad santificante, tiene una
función pedagógica5. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 774) enseña que los sacramentos son los
signos y los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia al cuerpo de la
Iglesia, del cual Cristo es la Cabeza.6
En la resurrección de Cristo encontramos el verdadero contenido de la liturgia y de la
sacramentología, puesto que en ella se consuma toda su vida y muerte redentora.
El sacramento es un acto al mismo tiempo humano y divino, puesto que por la acción humana el
fiel entra en el acto divino por la acción de la gracia que es una participación en la propia vida de Dios.
Cuando se estudia la sacramentología antropológica, se llega a la conclusión de que el hombre sólo
puede actuar sacramentalmente a través de Cristo, único camino y único mediador.
1.1. Doble dimensión sacramentológica
La sacramentología abarca una doble dimensión: la eficacia del sacramento y la respuesta del
fiel. Los sacramentos suponen la fe, la alimentan y la robustecen7. Ellos confieren la gracia y su
celebración prepara a los fieles para recibirla fructuosamente.
La fe representa la respuesta antropológica a la acción divina y define la recepción personal de
las acciones sacramentales. Por eso, la Iglesia enseña la doble dimensión de los sacramentos: eficacia
y fructuosidad.
1.1.1. Eficacia del Sacramento
Los sacramentos actúan ex opere operato, o sea, en virtud del propio rito, puesto que la gracia
es efectivamente dispensada por Cristo – único sacerdote del Nuevo Testamento – (DH 1608), pues la
Iglesia actúa siempre in persona Christi, a través de sus ministros, haciendo de puente entre la
humanidad y el Verbo encarnado.

1
Cf. HIDALGO DÍAZ, Pedro. Aspectos dogmáticos de la teología litúrgica. Lima: FTPCL, 2011. (Apuntes de
clase)
2
SAN AGUSTÍN. De civitate Dei, X, 5. En: Obras completas de San Agustín. Tomo XXVIII. Madrid: BAC, pp.
444-446.
3
DS 1638.
4
Catecismo del Concilio de Trento, parte 2a., cap. 1, n° 4.
5
SC 59.
6
Cf. ARNAU, Ramón. Tratado general de los Sacramentos. Madrid: BAC, 2007, pp. 177-178.
7
SC 59.

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El Catecismo afirma:
«Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf C. de
Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; […]. El Padre
escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramento,
expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el
Espíritu Santo transforma en Vida divina lo que se somete a su poder» (CEC 1127).
El Catecismo explica que “el sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o
que lo recibe, sino por el poder de Dios” (S. Th. III q. 68, a. 8). En consecuencia, siempre que un
sacramento es celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa
en él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro. (CEC 1128)
1.1.2. Fructuosidad del Sacramento
Sin embargo – continúa el Catecismo – «los frutos de los sacramentos dependen también de las
disposiciones del que los recibe» (CCE 1128).
La Iglesia ofrece los medios de salvación, pero que exige un compromiso de la parte del hombre.
Esta salvación debe ser aceptada libremente por el hombre y los efectos de la gracia están
proporcionados al grado de aceptación volitiva del ser humano, que coopera con la acción de Cristo a
través su fe personal.
El sacramento actúa siempre ex opere operato, pero esto no significa ningún tipo de
automatismo que prescinda de la persona receptora. No se produce cualquier gracia si el que recibe el
sacramento coloca obstáculos8. La abundancia de la gracia comunicada depende de la cualidad de las
disposiciones de quien la recibe, es decir, de la atención, devoción, deseo de mejorar, etc.9
Así la plena fructuosidad de los sacramentos requiere también el opus operantis o el esfuerzo de
conversión del sujeto, en función del cual los efectos serán más o menos abundantes según la fe y la
respuesta personal del receptor.
La disposición del sujeto puede afectar negativamente a la gracia sacramental de dos modos: o
impidiendo la recepción de la misma en el momento en que se le ha administrado el sacramento, o
perdiéndola después de haberla recibido por seguir un comportamiento moral incompatible con el don
de Dios (pecado mortal).10
Resumiendo: La eficacia del Sacramento depende de Cristo y es oferta de gracia mediante la
aplicación de la materia y de la forma de los sacramentos. La fructuosidad es la fecundidad de esa
acción salvífica en el sujeto que la recibe; depende del individuo que no debe poner obstáculos.
Nota: Los sacramentos se distinguen de los sacramentales. Estos son señales que la Iglesia
ofrece para la santificación de los fieles fuera de los sacramentos: medallas, bendiciones, agua bendita,
etc. No actúan ex opere operato, pero tienen la eficacia de la oración de la Iglesia, por eso actúan ex
opere operantis Ecclesiae. 11
1.2. Efectos del Sacramento
Los sacramentos causan la gracia que significan (res sacramenti), pero la permanencia de esta
gracia dura mientras se dan las circunstancias para las que está ordenado el sacramento, a esto se
denomina res et sacramentum. Esta permanencia puede variar de acuerdo con cada sacramento:
• Eucaristía: la presencia real permanece mientras las especies duran materialmente.
• Matrimonio: el lazo conyugal permanece indisolublemente mientras viven los dos
cónyuges.
• Unción de los enfermos: la gracia producida permanece mientras dura la situación doliente.
• Penitencia: la gracia santificante subsiste mientras no la destruye un nuevo pecado.
• En los otros tres sacramentos, la res et sacramentum es permanente y por eso imprimen
un carácter en el sujeto que los recibe.12

8
Cf. Concilio de Trento. (DS 1606).
9
Cf. Concilio de Trento. (DS 1529); CEC 1128.
10
Cf. ARNAU, Ramón. Op. cit., p. 307.
11
Cf. BETTENCOURT, Estevão Tavares. Curso de iniciação teológica. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 1998, pp.
119-120.
12
Cf. ARNAU, Ramón. Op. cit., p. 308.

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Así, todos los sacramentos producen la gracia santificante y la gracia sacramental. Esta segunda
es propia a cada uno de ellos: aumenta la gracia santificante y ayuda a cumplir las obligaciones que
derivan del sacramento.
El carácter (del griego caraktér = marca, sello) es la señal espiritual impresa en el alma del
cristiano por los tres sacramentos que no pueden ser repetidos: el Bautismo, la Confirmación y el
Orden. Es una señal indeleble, que permanece en el sujeto aunque perdiera su fe o incluso abandonase
la Iglesia. Los demás sacramentos pueden imprimir un cuasicarácter, dependiente de la fidelidad del
sujeto a Cristo. Eso se da, por ejemplo, en las personas que se casan en pecado mortal. No reciben la
gracia santificante, pero contraen el vínculo conyugal (cuasicarácter).
1.3. Sacramentos y vida cristiana
Los sacramentos corresponden a las acciones teándricas o a los misterios de la vida de Cristo,
por eso ellos acompañan todo el desarrollo de la vida humana del cristiano, elevándola a un plano
sobrenatural.
Podemos hacer un cuadro comparativo entre la vida natural y la vida sacramental:
NACER CRECER ALIMENTARSE MEDICINA ELECCIÓN DE LUCHA FINAL
Para la Para no morirse Corporal ESTADO DE VIDA
vida mortal físicamente

RENACER CONFIRMACIÓN EUCARISTÍA RECONCILIACIÓN ORDEN MATRIMONIO UNCIÓN DE


Para la Pan para la LOS ENFERMOS
vida eterna vida eterna
BAUTISMO13
1.4. Materia y forma del Sacramento
La teología medieval buscó profundizar la noción de la estructura sacramentológica, basándose
en las afirmaciones de San Agustín, que ya distinguía dos componentes de cada sacramento: el
elemento material (agua, aceite, pan, vino...), y la palabra del ministro, que define el sentido del
elemento material.
En el siglo XII esta estructura binaria: res (cosa) y dicta (palabra) a pesar de la oposición de
algunos teólogos, como Hugo de San Víctor, fue la que prevaleció, dándose la denominación de
materia a la cosa y forma a las palabras, aplicándose a los sacramentos la doctrina hilemórfica de
Aristóteles.
Hyle = materia y morphé = forma. Para este filósofo, la esencia de los cuerpos resulta de la
unión de dos principios: materia y forma. Para la doctrina hilemórfica, materia y forma son dos seres
incompletos que, juntos constituyen una única sustancia. Esta doctrina fue aplicada a los sacramentos
por primera vez por el Cardenal Hugo de San Caro, O.P., († 1263): “la materia es el elemento
indeterminado (agua, aceite, pan, vino... ) y la forma es el elemento determinante”.
Para Santo Tomás el sacramento es una señal básica, integrada por dos componentes: materia y
forma.
“Es cierto que el agua puede significar la limpieza, pero cuando se dice: ‘yo te
bautizo’ se da a entender que en el bautismo aplicamos el agua para la
purificación espiritual” (S. Th. III, q. 60, a. 6).
Así, en los sacramentos las palabras son la forma y las cosas sensibles la materia. La forma es la
que delimita la materia.
Hay dificultad para aplicar esta doctrina a la Penitencia y al Matrimonio, por eso, el Concilio de
Florencia (1439), al tratar de la penitencia sacramental afirma que la cuasimateria son los actos del
penitente, omitiendo pronunciarse sobre la materia del sacramento del Matrimonio (DS 1323; 1327).
El Magisterio ha asumido la doctrina hilemórfica aplicada a los sacramentos del siguiente modo:
a. Concilio de Constanza, en la Bula Inter Cunctas (1418), del Papa Martín V, refiere el uso de
las palabras materia y forma para los sacramentos (DS 1262).
b. El Concilio de Florencia (1439-1442) enseña:

13
BETTENCOURT, Estevão. Curso sobre os Sacramentos. Rio de Janeiro: Mater Ecclesiae, 2002, p. 32.

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«Todos los sacramentos constan de tres elementos: las cosas que son la materia,
las palabras, que son la forma y la persona del ministro, que confiere el
sacramento. En el caso de faltar uno de estos componentes, no hay Sacramento»
(DS 1312).
c. El Concilio de Trento (1545-1563) afirma que el Bautismo y la Penitencia difieren entre sí
por la materia y por la forma que constituyen la esencia del sacramento (DS 1671).
d. Con más precisión, afirma León XIII, en la Carta Apostolicae curae, de 1896, que el
significado del sacramento es manifestado principalmente por la forma, la materia es el elemento que
la forma determina. (DS 3315).
Las palabras utilizadas como forma de los sacramentos indican la infusión de la gracia debida a
la eficacia del sacramento. Esto está muy claro en el sacramento de la Penitencia, en que el sacerdote
no pide a Dios que perdone el pecado, sino que afirma: “Yo te absuelvo de tus pecados”, puesto que el
propio sacramento debidamente aplicado por el ministro, es canal de la gracia divina.14
1.4. Ministro del Sacramento
El ministro del sacramento es la persona hábil para administrar el mismo y puede variar de
acuerdo con cada sacramento. Cristo es el ministro de toda acción eclesial. La Iglesia ocupa un lugar
vicario en esas acciones, que se fundamenta en el mandato de Cristo a sus Apóstoles y en la Sucesión
Apostólica.
El ministro es así un representante simultáneo de Cristo, en cuyo nombre actúa y de la Iglesia,
dentro de la cual administra los sacramentos. Los concilios de Florencia y de Trento afirman que el
ministro debe tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia15. Santo Tomás explica que aunque el
ministro no tenga fe en el sacramento que administra, pero quiere hacer lo que la Iglesia realiza, esta
intención es suficiente para la validez del sacramento.16
Por otro lado, San Agustín explica que la validez del sacramento no está vinculada a las
disposiciones morales del ministro. Por eso, para la validez del sacramento no se requiere ni la fe ni el
estado de gracia en el ministro. Pero, excepto en caso de grave necesidad, para que la administración
del sacramento sea lícita, se requiere, bajo pecado grave, el estado de gracia del ministro.
El Sacramento es la presencia real y actual de la gracia santificante entre los hombres, actuando
de manera inequívoca (ex opere operato). Por eso debemos buscar la frecuencia de los sacramentos y
su recepción con fe y amor a Dios, para alcanzar mayor fructuosidad para nuestra salvación y para la
santificación de todos los miembros de la Santa Iglesia.

14
Cf. BETTENCOURT, ESTEVÃO. Op. cit., pp. 43-45.
15
DS 1312; 1315; 1611.
16
Cf. S.Th. III, q. 64, a. 9.

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