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El capital
El comunismo de Platón[editar]
Una de las primeras descripciones del protocomunismo se encuentra en un diálogo de La
República de Platón.
Lo que se llamó el comunismo platónico supone si no la supresión por lo menos la limitación
drástica de la familia con la educación colectiva de los niños, así como la sumisión de
toda propiedad privada a la propiedad de la ciudad. El error de Platón, según Aristóteles, es
querer unificar al exceso la ciudad, suprimiendo todo lo que separa a los individuos para
acabar en una unión de fusión, como el que desean los amantes en el discurso de Aristófanes.
Esto sería desconocer que la enemistad se funda sobre una irreductible alteridad. Platón
piensa teóricamente el comunismo esencialmente para la clase dirigente de la sociedad, esto
sería con el fin de terminar con la corrupción que era acostumbrada en todo gobierno. En
resumen Platón buscaba acabar con toda corrupción en el estado a través de su ideología.
Comunismo cristiano[editar]
Los primeros cristianos practican la postura de comunidad de bienes, algo que ni recomienda
ni condena el Nuevo Testamento. Tertuliano la recomienda pero San Agustín la condena por
ser discordante con el dogma (el pecado original la hizo imposible) y Santo Tomás de
Aquino por ser discordante con la razón (el individuo propietario es más responsable y
administra mejor). La comunidad es el eje central del cristianismo, por lo que todos los
creyentes cristianos tienen como objetivo la constitución de la comunidad de personas y
también de bienes, aunque quizás con un tono menos materialista, sino más humano que el
comunismo de Marx.
Todos los creyentes son unidos y ponen en común todo lo que tienen. Venden sus propiedades y sus
objetos valiosos, compartiendo todos ellos su dinero, y cada uno recibe lo que es necesario para él.
Cada día, de un solo corazón, se reúnen escrupulosamente en el templo. Comparten el pan en sus
casas, comen su alimento con alegría y con un corazón simple.1
“Y cada uno recibe lo que es necesario para él” se destaca pues Marx propone en efecto que
una sociedad comunista sea una sociedad cuyo principio fundamental pasará “de cada uno
según sus capacidades” a “cada uno según sus necesidades”.
Nadie dice: “¡esto, me pertenece!”, pero ponen todo en común. (...) entre ellos, a nadie le falta nada. En
efecto, todos los que tienen campos o casas les venden, aportan el dinero de lo que vendieron y se lo
dan a los apóstoles. Luego, distribuimos el dinero, y cada uno recibe lo que es necesario para él. Hay
así un cierto José, un lévita nacido en Chipre. Los apóstoles le llaman Barnabas, lo que quiere decir "el
hombre que anima". Tiene un campo, lo vende, aporta el dinero y se lo da a los apóstoles. 2
Una diferencia importante entre las proposiciones cristianas y las marxistas consiste en el
fundamento idealista y religioso individual de las virtudes practicadas por los miembros de la
sociedad. Donde el marxismo propone el rediseño del sistema socioeconómico para producir
cambios en la ética social en el camino a la sociedad comunista ideal, el cristianismo pone
como inicio la conversión individual a unos ideales que producen, como consecuencia, una
sociedad justa. la Iglesia Católica dejó escrita desde mediados del siglo XIX su doctrina social
como respuesta al auge de las ideas socialistas, reconociendo en ello un modelo social
implícito en las enseñanzas cristianas.
Algunos cristianos católicos se asociarán con el marxismo, por ejemplo a través de la teología
de la liberación pensamiento que en gran parte es aceptado por la Iglesia Católica, aunque
condenando aspectos de su origen marxista.3
Varias corrientes espirituales surgidas durante la reforma protestante encontraron gran parte
de su apoyo en las bases campesinas, dando lugar a revueltas antinobiliarias como la guerra
de los campesinos alemanes. El anabaptismo encontró gran apoyo en las clases humildes
proponiendo una nueva sociedad más justa y menos clasista, basándose en las enseñanzas
bíblicas.
En el siglo XVI, el político, filósofo y escritor inglés Santo Tomás Moro ideó una sociedad
basada en la propiedad común y los valores cristianos en su tratado Utopía, cuyos líderes la
administran con el uso de la razón.