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Arqueología e imágenes del pasado prehispánico en el Quindío

Archaeology and the views of the precolumbian past in Quindio

Pedro Pablo Briceño Torres*
Recibido: Julio 16 de 2008
Aceptado: Septiembre 26 de 2008

RESUMEN

El siguiente texto contiene un avance de los resultados obtenidos por el proyecto de investigación “Imágenes y usos
contemporáneos del pasado prehispánico: el papel de la arqueología en el departamento del Quindío”, financiado por la
Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Quindío, actualmente en ejecución. En términos generales, la
investigación pretende identificar las formas en las que durante los últimos sesenta años, desde la década del cuarenta
hasta hoy, se construyeron y variaron distintas versiones del pasado prehispánico regional propuestas por un campo
disciplinar específico, la arqueología, así como por los usos que se da a esas versiones del pasado por parte de dos
actores fundamentales de la sociedad quindiana: las instituciones de educación superior (universidades) y los entes
administrativos de carácter departamental (gobernación, corporación autónoma regional –CRQ) y municipales
(alcaldías, concejos municipales).
Este escrito lo componen cuatro secciones: inicia describiendo el contexto general desde el que se diseñó la
investigación, para luego presentar el desarrollo de la arqueología en el departamento desde una doble perspectiva:
como campo discursivo particular, a partir el cual se presentan los resultados sustantivos obtenidos en cerca de seis
décadas de trabajo arqueológico, y como práctica inscrita en un contexto social más amplio que, en última instancia, es
el que valida a la arqueología como el productor legítimo del discurso sobre el pasado aborígen regional. Por último, y a
pesar de que en este momento de la investigación no es posible ahondar en los usos que se hace de éste discurso, se
esbozan algunas rutas que comienzan a ser exploradas en los análisis que actualmente se realizan.
Palabras clave: Quimbayas, pasado precolombino, arqueología de rescate.

ABSTRACT

This article focuses on the images of the pre-Columbian past in the eje cafetero region. The search purposes is to enable
how the archaeology is building a views of the early times of the region, and the ways in which this images has used by
the society.
Key words: Quimbayas, pre-Columbian past, urgent archaeology

1. CONTEXTO GENERAL DE LA INVESTIGACIÓN. de tumbas por algunos peones, campesinos,

hacendados e incluso por miembros de las élites
1.1. Las guacas, los indios, los arqueólogos: a locales durante las últimas décadas del siglo XIX y
manera de introducción. casi todo el XX, una gran cantidad de objetos

E l departamento del Quindío y en general toda

la región del llamado Eje Cafetero, son
famosos por ser el lugar de procedencia de
algunas de las piezas de orfebrería y cerámica
precolombinas más espectaculares que se exhiben
en diferentes museos nacionales y extranjeros. En
gran medida, esta riqueza arqueológica es conocida
por los resultados obtenidos durante cerca de siglo y
medio de guaquería o búsqueda aficionada de
tesoros que (supuestamente) se hallan en los
sepulcros indígenas. En efecto, gracias a las
excavaciones aficionadas realizadas en centenares
indígenas pasaron a conformar voluminosas
colecciones privadas que, en algunos casos y gracias
a posteriores donaciones, dieron origen o se
sumaron a fondos de distintos museos, como el
Museo Universitario de la Universidad de Antioquia
en Medellín, el Museo del Oro de Bogotá, el Museo
del Oro Quimbaya y Sala de Exhibición Arqueológica
de la Universidad del Quindío en Armenia y Centro
de Museos de la Universidad de Caldas en Manizales
(Botero, 2006).

* Programa de Trabajo Social. Universidad del Quindío. E-mail: ppbriceno@uniquindio.edu.co

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Una mirada un tanto romántica e ingenua a la
guaquería junto con la contemplación
descontextualizada de los objetos arqueológicos que
esta actividad provee, genera gran confusión en
parte de nuestra sociedad, de tal forma que para
muchos, resulta difícil diferenciar entre los objetivos
del guaquero y los del arqueólogo, ya que se piensa
que si guaquería y arqueología no son lo mismo, por
lo menos tienen iguales pretensiones: encontrar
tumbas, tesoros u objetos completos de tiempos
remotos.
Gracias a esta confusión de buena fe, cientos de
copas, ánforas, platos, incensarios y otras variedades
de vasijas obtenidas durante décadas de guaquería
se exhiben junto a la reproducción de una tumba en
piedra, aparentemente excavada por un arqueólogo,
en el pasillo central del edificio de la Gobernación del
Quindío. La combinación guaquería y arqueología en
un espacio tan cargado de significación como es la
gobernación departamental (que dicho sea de paso,
es el edificio de mayor altura en todo el
departamento y es visible desde cualquier punto de
la ciudad de Armenia), no genera mayores
traumatismos, ya que se asume que la sola presencia
del objeto precolombino en un escaparate, vitrina o
anaquel garantiza la recuperación y valoración del
pasado local. Incluso queda la sensación de que con
el objeto en las manos adecuadas (en este caso, las
de la dirigencia política departamental), ya no
importa mucho la forma mediante la cual se obtuvo,
pues se logra salvar el pasado precolombino de la
región. Como resultado lógico de tal suposición, la
dirigencia local apoya, de buena fe, la incautación,
donación y en general recuperación de piezas de
alfarería, piedra e incluso oro, como en el caso del
célebre Tesoro de los Quimbaya, en nombre de la
defensa y protección del patrimonio cultural de los
quindianos.
Sumado a esto, una extendida (y vigorosa) tradición
oral relativa a los objetos indígenas de la región,
difundida en los medios rurales y urbanos
departamentales, continúa alimentando la
búsqueda de guacas especialmente ricas en piezas
de oro, ya que para muchos, el “gran tesoro”
continúa esperando a su descubridor. Resultado de
la unión de estos dos fenómenos, confusión entre
arqueología y guaquería y afición por la búsqueda y
1
Se trata de una situación única en el país, en la que los estudiantes del Programa de Ingeniería Civil de la Universidad del Quindío reciben dos
asignaturas relativas al tema del patrimonio cultural y en especial al patrimonio arqueológico (Componente Patrimonial, Arqueológico y Cultural
frente al Desarrollo).
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colección de reliquias indígenas, se crean diversos
significados para los objetos precolombinos, así
como diferentes imágenes o versiones del pasado
prehispánico en las que los aspectos físicos,
religiosos, sociales, culturales, políticos y
económicos de las comunidades nativas que
habitaron en lo que hoy es el departamento son
entendidas en función de conceptos tales como
abundancia, riqueza, pobreza y malicia. Así, algunas
personas ven el esplendor estético y la maestría
técnica de las piezas arqueológicas como la
evidencia incontrovertible de una perfecta armonía
entre el indígena, la naturaleza y sus semejantes,
mientras que para otros, las tumbas y los relatos de
los cronistas indican que se trataba de grupos de
fieros, indómitos, altivos e incluso caníbales
salvajes que se encontraban en permanente
conflicto con sus vecinos.
Lo que resulta sorprendente es que a este
panorama (definido en palabras de un académico
como asolado por la depredación de la guaquería),
se añaden los resultados de más de sesenta años de
investigación histórica y arqueológica, y
específicamente durante los últimos quince años, la
ejecución de por lo menos medio centenar de
trabajos arqueológicos efectuados como parte de
los estudios de impacto ambiental requeridos en
proyectos de infraestuctura, muchos de los cuales
se efectuaron luego del terremoto de 1999. Y más
sorprendente resulta porque Armenia cuenta con
un museo y una sala de exhibición arqueológicos en
los que centenares (por no decir miles) de
estudiantes de colegios y universidades, turistas y
público en general consumen los resultados
propuestos por la arqueología gracias al montaje de
piezas de piedra, cerámica y oro que se
complementan con otros recursos de la
museografía moderna.
Ahora bien, en el ámbito universitario, y salvo en un
1
caso , la información sobre la época indígena no va
más allá de una breve mención en los cursos de
antropología que se dictan como parte del
contenido curricular de ciertos programas
académicos, ya que las publicaciones referentes al
tema son prácticamente inexistentes y el apoyo a la
investigación es bastante limitado.
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Así las cosas, en el medio local es posible reconocer
varios hechos: 1) abundante presencia de elementos
arqueológicos en el departamento, vestigios que
dan cuenta de una ocupación humana prolongada
en el tiempo; 2) una tradición centenaria de
búsqueda aficionada y comercialización de objetos
prehispánicos, a pesar de la existencia de un marco
2
jurídico nacional que sanciona esta práctica; 3) la
valoración social de los objetos arqueológicos con
fines de coleccionismo o de simple goce estético, 4)
una confusión entre guaqueros, coleccionistas,
anticuarios y arqueólogos, lo que hace difuso el
concepto de patrimonio, restringiendo su
significado exclusivamente a los objetos (sean estos
precolombinos o de la llamada colonización
antioqueña) y 5) una significativa y relativamente
antigua investigación arqueológica e histórica en el
departamento.
Es en este contexto específico del que parte el diseño
de la presente investigación, ya que se considera
necesario identificar los resultados obtenidos por la
práctica arqueológica en las últimas décadas y
determinar el uso que se le da a dichos resultados, si
se pretende entender el bajo impacto que más de
seis décadas de investigación arqueológica tienen en
la sociedad quindiana. Como punto de partida, se
entiende la arqueología como una actividad que
produce interpretaciones de carácter histórico sobre
las sociedades antiguas y sus cambios a través del
tiempo, pero sin perder de vista que lejos de tratarse
de una tarea abstracta y etérea apartada de la
sociedad, la arqueología como praxis de
conocimiento se desarrolla en una matriz social
específica en la que se da una tensión de intereses de
distinta naturaleza, tensión que trasciende los
aspectos epistemológicos, teóricos o técnicos
presentes en la disciplina. En esa dirección, la
presente investigación considera como una variable
clave el análisis del marco social desde el que se ha
efectuado la labor arqueológica en la región,
especialmente en el Quindío, puesto que en nuestro
departamento se dio una dinámica específica que,
en los últimos años, generó un aumento
impresionante en la cantidad, frecuencia e
intensidad de trabajos de este tipo. Esta dinámica,
cuyo principal impulso surgió como consecuencia
del proceso de reconstrucción de la zona luego del
sismo de 1999, se asocia en diversos grados con el
2
Artículos 8, 69 y 72 de la Constitución Política de 1991, Ley 397 de 1997, Ley 99 de 1993 y Decreto Reglamentario 833 de 2002
3
Occidente aquí supone un referente cultural más que espacial; se trata de una forma cultural que se origina en la Europa del siglo XVIII y que
resulta de la combinación de la racionalidad ilustrada, la economía de mercado, la producción industrial y la democracia (Gnecco, 1999b: 9)
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paradigma de desarrollo impuesto en Colombia por
la Constitución Política de 1991, el cual pretende
que el bienestar de los colombianos se soporte no
sólo en la tecnificación e industrialización, sino que
incorpore la democracia, la descentralización
política y administrativa, el respeto por la identidad
étnica y el patrimonio cultural y el manejo y gestión
racional de los recursos económicos, culturales y
ambientales.
1.2. El pasado como creación cultural:
consideraciones conceptuales y metodológicas
básicas.
La presente investigación parte de considerar al
pasado como un artefacto cultural con muchas
versiones, una de las cuales es la que produce la
arqueología (Gnecco, 1999b: ix). En este sentido, se
asume que la arqueología como disciplina de
conocimiento es una práctica discursiva específica,
3
ligada a una forma cultural particular: Occidente .
Considerada como un discurso, la producción
arqueológica y sus productos discursivos, los textos
(escritos, orales o de otra naturaleza), cumplen con
un “ritual” mediante el cual los emisores establecen
los gestos que deben ser hechos, el
comportamiento, las circunstancias y todo el rango
de signos que deben acompañar al producto, así
como el significado supuesto o impuesto de las
palabras usadas, su efecto sobre las personas a las
que son dirigidas y las limitaciones de su validez
(Gnecco, 1999a: 148).
Considerar la producción arqueológica como una
forma discursiva particular resulta pertinente para
los propósitos definidos en este caso porque
permite evaluar no solamente los resultados de la
investigación arqueológica desde el ámbito
disciplinar, sino también la lógica de esa producción
y lo que esa lógica supone en términos de una
práctica en contextos sociales específicos (Gnecco,
1999a: 147).
Por lo tanto, analizar los resultados de la
arqueología como discurso requiere desplegar una
doble mirada: en primer lugar, es necesario evaluar
el contenido de la producción propia del discurso
arqueológico (las versiones del pasado propuestas
por un emisor específico y claramente identificado,
el arqueólogo), compuesta por textos escritos (que
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para el Eje Cafetero se compone de informes de
investigación y en muy baja proporción
publicaciones) y orales (ponencias) que proveen una
versión del pasado indígena regional, así como la
forma en que estas versiones son puestas a prueba a
partir de los argumentos, prácticas y mecanismos
específicos que la comunidad de especialistas en el
tema (arqueólogos, antropólogos e historiadores)
despliegan sobre el registro arqueológico en otros
trabajos de esta naturaleza (Cf. Appadurai, 1999).
Por otra parte, asumir el pasado como creación
cultural implica reconocer una intencionalidad del
discurso arqueológico, lo que significa reconocer
que el arqueólogo no genera un discurso “neutro”,
en el que sus características no obedecen solamente
a aspectos epistemológicos, teóricos o técnicos
presentes en la disciplina, sino que reflejan en
diversos grados el contexto social y el marco
institucional desde el cual se produce. En esta
dirección, el discurso arqueológico no es entendido
aquí como un elemento neutro gracias al cual el
pasado llega a los receptores en toda su integridad
(“limpio”, “claro”, “transparente”), ya que se trata
más de una construcción de carácter narrativo
históricamente localizada e intencionada mediante
el cual se representa el pasado, que de un vehículo
inocuo que presenta en su esplendor ese mismo
pasado. En esa dirección, el presente trabajo apunta
a reconocer distintos aspectos que en muchas
ocasiones no son manifiestos por quien investiga,
pero que afectan en diferente forma los resultados,
interpretaciones y la ejecución misma de
investigaciones arqueológicas. En otras palabras,
aquí reconoce el marco social, cultural, jurídico e
institucional desde los cuales se ha dado la
producción de conocimiento arqueológico en el país
y, especialmente, en la región cafetera como un
elemento clave en la comprensión del desarrollo de
la arqueología.
Al tratarse de un ejercicio analítico que remite a
información especializada, el trabajo de
interpretación del discurso arqueológico regional
efectuado hasta el momento parte del análisis de
aproximadamente 60 textos generados desde la
arqueología, ya que reconozco que éstos presentan
unas características estructurales básicas a partir de
las cuales resulta posible identificarlos y
entenderlos.
Ahora bien, aunque es posible afirmar que en el caso
concreto de la arqueología los textos son medios
discursivos que no se limitan exclusivamente a
informes escritos o publicaciones, ya que también
incluye otros dispositivos, como conferencias orales
y montajes de exhibiciones, en este caso el análisis
sólo se ocupa de los informes y memorias escritos.
En esa dirección, la base de consulta primordial la
constituyeron los informes finales de actividades de
las más de sesenta investigaciones arqueológicas
efectuadas en la región durante las últimas seis
décadas, independientemente de si están o no
publicados. En estos textos, se enfatizó la
identificación del marco de ideas que guiaron la
investigación, los materiales obtenidos y analizados,
el tipo de análisis efectuados y las interpretaciones
ofrecidas por el autor.
Así mismo, se prestó especial atención al contexto
general de realización de la investigación, lo que
incluyó aspectos relativos a la procedencia de los
fondos requeridos para el trabajo, vinculación del (o
los) investigadore(s) con centros educativos o de
otra índole (universidades, firmas consultoras,
organizaciones no gubernamentales, etc) y el tipo
de trabajo (académicas, estudios de impacto
ambiental, consultorías, etc). Con el fin de obtener
mayor claridad respecto a estos datos, se realizaron
entrevistas a los investigadores autores de algunos
4
de los textos consultados .
2. EL PASADO PREHISPÁNICO VISTO DESDE LA
ARQUEOLOGÍA, O DE LOS QUIMBAYAS Y SUS
ARQUEÓLOGOS.
Tal y como Briceño indica (2001: 52), los inicios de la
investigación arqueológica en la cuenca media del
río Cauca se remontan al final del siglo XIX y a las
primeras décadas del siglo XX, cuando empiezan a
publicarse una serie de trabajos en los que, además
de la descripción de cientos de piezas provenientes
de tumbas excavadas por campesinos, peones y
guaqueros, se esbozaron las primeras explicaciones
relativas a la temporalidad y la pertenencia cultural

4
Quiero agradecer a los siguientes investigadores por su atención a mis (impacientes) preguntas sobre su trabajo en la región cafetera: Francisco
Javier Aceituno y Luis Carlos Cardona (Universidad de Antioquia), Gustavo Santos (Secretaría de Educación de Envigado), Gonzalo Murillo
(Interconexión Eléctrica SA ESP), María Cristina Moreno y Mario Alonso Bermúdez (Universidad de Caldas), Carlos Eduardo López, Martha
Cecilia Cano y Luz Marina Mora (Universidad Tecnológica de Pereira), Santiago Giraldo, Víctor González, Alejandro Bernal y Emilio Piazzini
(Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH), Camilo Díaz (Universidad del Norte) y Luis Gonzalo Jaramillo (Universidad de los
Andes)

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de los objetos (Posada, 1873, Restrepo, 1912, Uribe,
1885). Al igual que en otras zonas del país, estos
primeros ensayos de clasificación e interpretación
de las evidencias establecieron una relación positiva
y directa entre los materiales estéticamente más
atractivos y alguna de las comunidades que
mencionan los cronistas de la Conquista y Colonia
temprana. Para este caso particular, se trata de los
quimbaya mencionados por cronistas y viajeros
europeos del siglo XVI.
Así, a partir de la lectura de textos como La Crónica
del Perú, de Pedro Cieza de León (1962), autores
como Restrepo (1912) sientan las bases sobre las
cuales se definiría un “estilo quimbaya” propio de la
cuenca media del río Cauca. Este estilo, a su vez,
sirvió como fundamento para establecer una “zona
quimbaya” a partir de establecer la correspondencia
entre cierta clase de evidencias y una comunidad
humana específica, los quimbayas (Briceño, 2004).
Ya en la década del cuarenta del siglo XX,
consideraciones similares a las de Restrepo pero
basadas en análisis formales y decorativos de
material (principalmente cerámica) junto con la
lectura de apartes de la obra Cieza de León (1962: 89
– 281), permiten sugerir a Duque (1970: 32) un
proceso de poblamiento regional en el que se
distinguen dos eventos humanos distintos en el
tiempo.
Estos datos de Cieza de León (sobre el origen
foráneo de los quimbaya), constituyen una noticia
de gran interés, pues confirman la existencia por lo
menos de dos ocupaciones o estratos culturales en
esta región arqueológica: una primitiva, formada
por pueblos agricultores, según los vestigios al
parecer de eras o surcos observados por el cronista,
y la ocupación quimbaya, que estaba en pleno
florecimiento cuando arribaron allí los españoles en
el siglo XVI, integrada por hábiles orfebres,
ceramistas y tejedores.
De esta manera, al sugerirse la posibilidad de
diferenciar ocupaciones humanas distintas en la
cuenca media del río Cauca, la definición de
unidades analíticas discretas y claramente
identificables a partir de las cuales establecer la
pertenencia de los materiales a cada ocupación, así
como la temporalidad de las mismas se convertía en
una tarea prioritaria para la investigación local
(Duque, 1970: 6 – 7).
Basado en la idea de establecer diferencias
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culturales (y eventualmente cronológicas) visibles
en el registro arqueológico, Wendel Bennet agrupó
una parte de los materiales de la zona al definir el
estilo “Marrón Inciso”, compuesto por un conjunto
de vasijas provenientes de una amplia área que
abarcaba desde Medellín, al norte, hasta Buga, al
sur, siguiendo el eje del río Cauca. (Bennet, 1944).
Este conjunto, al igual que aquellos establecidos
por Duque Gómez a partir de criterios geográficos y
de procedencia del material, no tenía un soporte
cronológico basado en dataciones absolutas
(Duque, 1970: 85 – 113)
Es hacia finales de la década del sesenta que se
obtienen las primeras dataciones por medios fisico
– químicos en la región del Cauca Medio. K Bruhns, a
partir de pequeñas excavaciones en el Quindío y
análisis de colecciones particulares en Manizales,
propuso hacia 1969 una secuencia de complejos
cerámicos, como reflejo de culturas específicas en
el tiempo y en el espacio, que fue refinando en años
posteriores. Esta secuencia se encuentra
conformada por los denominados complejos
Marrón Inciso, Tricolor, Cauca Medio, Caldas y
Aplicado Inciso (Bruhns 1969, 1976 y 1990).
El hallazgo de piezas típicamente Marrón Inciso en
contextos funerarios junto con elementos orfebres
del estilo Quimbaya Clásico, así como la similitud
entre los rasgos formales y decorativos plasmados
en ambos materiales, hicieron que Bruhns
considerara a los artífices de ambas clases de
evidencias como pertenecientes a una misma
cultura; de hecho, la primera datación asociada al
Marrón Inciso proviene de un núcleo de cerámica
encontrado en una pieza de orfebrería, al que se le
aplicó el método de termoluminiscencia, dando
como resultado el siglo V D.C. Ello colocaba a este
complejo cerámico, conjuntamente con el Tricolor,
en una posición de mayor antigüedad respecto de
los estilos Cauca Medio, Caldas y Aplicado Inciso,
que harían referencia a las sociedades indígenas
que ocuparon la región en vísperas de la Conquista
española.
A pesar de las críticas (Herrera, 1988) y algunas
alternativas de organización (Briceño y Giraldo,
1998; Herrera y Moreno, 1990; Moreno 1983 y
1986), este esquema clasificatorio ha servido como
base para el ordenamiento temporal y espacial de
las evidencias recuperadas en prácticamente todas
las investigaciones arqueológicas efectuadas en la
cuenca media del río Cauca e incluso sirvió para
 Arqueología e imágenes - 139 -

(Arango, 1924), quien a partir de abundantes relatos presupuestos desde los cuales se abordaba el
de guaqueros y la excavación de cientos de sepulcros registro arqueológico, lo que implicó empezar a
indígenas, propone una clasificación de los tipos de
tumbas presentes en la hoya del Quindío, así como
algunas aseveraciones morales y espirituales sobre
el progreso y otros temas.

A partir de 1941, cuando se funda el Instituto

Etnológico Nacional, comienza la profesionalización
de la arqueología en el país. En este momento, y
haciendo eco de los presupuestos histórico –
particularistas que fundamentaban las explicaciones
arqueológicas propuestas desde la academia
europea (principalmente), se organizaron diversas
campañas que a lo largo y ancho del territorio
nacional pretendían dar cuenta de las últimas
pervivencias indígenas, por un lado, así como de los
restos materiales de las civilizaciones o culturas
precolombinas que hacían parte de la (pre)historia
nacional. Resulta paradójico que estos esfuerzos,
apoyados económica e institucionalmente en su
totalidad por el Estado, no hubiesen derivado en una
arqueología popular o de tipo nacionalista, como
ocurrió en otros países como México y el Perú
(Piazzini, 1998: 18 – 20).

Ahora bien, visto con algún detalle, la

institucionalización de la arqueología en el país
puede considerarse como el intento de otorgar un
estatuto científico a una práctica discursiva
específica, lo que deviene en la consolidación de un
discurso fundamentado en el positivismo factual,
separado del contexto social circundante en el que
se produce. Este hecho genera, entre otros aspectos,
un aislamiento del discurso arqueológico
colombiano respecto de la comunidad, puesto que a
excepción de los museos, son pocos los espacios en
los que se pone en escena la representación del
pasado producida por los arqueólogos. Para el
Quindío, este aislamiento ocasiona que ante la
mención del término arqueología, cuando éste es
entendido y desligado de la paleontología, muchas
personas imaginan guacas (de caciques), pirámides
(egipcias, aztecas o mayas) y ciudades perdidas
(idem), o evocarán al célebre Indy Jones, o, como es
más frecuente, a guaqueros, mediacañas y palas6.

Con todo, gracias a la institucionalización de la

arqueología resultó posible que desde mediados de
la década del ochenta se sugiriera un cambio en los

6
La mediacaña es el artefacto utilizado por los guaqueros para encontrar rellenos, pozos y otras concentraciones discretas de material en los que
centran su actividad.

rev. invest. univ. quindio (18): 132-143. Armenia - Colombia


proponer una secuencia similar en el centro y sur de
Antioquia (Castillo, 1988, 1995; Santos, 1993, 1995,
1998; Otero, 1992).
Esto significa que durante las últimas décadas, la
investigación arqueológica regional asumió como un
mapa-guía de distribución de culturas el esquema
clasificatorio de Bruhns, en el que cada “cultura” era
representada por uno o varios complejos (o estilos)
alfareros y/o orfebres y por determinado tipo de
estructura funeraria, dispersos en un paisaje
claramente delimitado, y a partir de la evaluación de
este mapa-guía, estableció los problemas que era
necesario resolver. De esta forma, se definió una
agenda de investigación que, en principio, se
interesó por definir la temporalidad de cada
complejo, además de complementar los rasgos
formales, funcionales y decorativos que los
caracterizan, así como su dispersión espacial (e.g.
Briceño y Giraldo, 1998; Briceño y Quintana, 1999;
Castillo, 1995; Herrera y Moreno, 1990; INTEGRAL,
1996, 1997; Moreno, 1983; Otero, 1992; Rodríguez,
1988; Santos, 1995).
Así, la investigación arqueológica realizada en la
cuenca media del río Cauca pone de manifiesto el
empleo de un enfoque que ha interpretado la
similitud o contraste de los estilos cerámicos,
orfebres o patrones de enterramiento, como el
reflejo directo de identidades o diferencias
culturales o étnicas, pero que ha eludido la
explicación de la transformación de dichas
entidades en el tiempo
Ahora bien, para los propósitos de la investigación
regional, al ya estar definido un marco de referencia
espacial con sus respectivas casillas (complejos,
estilos o como se les quiera llamar), el conocimiento
del pasado prehispánico se convirtió en un proceso
acumulativo y descriptivo de datos básicos, en el que
los vacíos debían llenarse mediante la adquisición de
nuevos datos. Y dado que los aparentes vacíos
apuntan principalmente hacia el aspecto
cronológico, no es de extrañar que en los trabajos
realizados en la zona durante la década de los
noventa (en pleno “bum” de la arqueología de
rescate, cuando la infraestructura del país creció y se
reconstruyó el Eje Cafetero), los objetivos
planteados para muchas de estas investigaciones
estuvieran dirigidos a obtener fechados a partir de
los cuales definir, ampliar o restringir las fronteras
espaciales de las distintas clases de evidencias que
conformaban los complejos arqueológicos locales.
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De esta forma, se obtuvieron más de 90 fechas
absolutas procedente de contextos arqueológicos
que abarcan un lapso de tiempo comprendido entre
inicios del Holoceno, hace nueve mil años, y el siglo
XVI de nuestra era.
En efecto, uno de los resultados más importantes
del inusitado incremento de la investigación
arqueológica en la región cafetera fue el hallazgo de
más de una docena de sitios compuestos
exclusivamente por evidencias datadas entre el
décimo y el cuarto milenios antes del presente,
consistentes en depósitos con artefactos líticos
tallados o modificados por uso, asociados en varias
ocasiones con restos vegetales, ubicados en
Marsella, Villamaría, Chinchiná, Santa Rosa de
Cabal, Pereira y Salento (Aceituno, 2002; Cano
1998, INCIVA 1996, INTEGRAL 1997, Rodríguez
1997, Tabares y Rojas 2000). Estos materiales han
sido interpretadas como los desechos producidos
por sociedades cazadoras y recolectoras, entre las
cuales el aprovechamiento de recursos vegetales
fue quizá más importante que lo supuesto para
otras regiones de Colombia como el Magdalena
Medio, en donde el paradigma de sociedades
tempranas dedicadas mayoritariamente a la
cacería, encuentra correspondencia en un registro
arqueológico predominantemente compuesto por
herramientas talladas cuyo uso genérico indica
funciones de corte y desprese (López 1999).
Estos materiales se consideran como los más
tempranos dentro de la secuencia de períodos
cronológico - culturales mediante los cuales se
representa el pasado prehispánico en el Cauca
Medio. En dicha secuencia, y basados en el
esquema propuesto por Bruhns, la información
disponible para los tres últimos milenios ha sido
interpretada como la evidencia de dos períodos
arqueológicos. El primero de ellos, que cubre
aproximadamente entre el siglo VIII AC y el siglo VIII
DC, cobijaría los registros de alfarería de los
complejos Marrón Inciso, Tricolor y Ferrería, la
orfebrería Quimbaya Clásico, así como un patrón de
enterramiento secundario en urnas funerarias. A
este período, que algunos han querido denominar
Quimbaya Temprano, sucedería otro, que entre los
siglos IX y XVI DC, cobijaría los registros de alfarería
de los complejos Aplicado Inciso, Cauca Medio,
Caldas, Buga, la orfebrería Quimbaya Tardío o
invasionista, así como un patrón de enterramiento
primario en tumbas de pozo y cámara lateral. Se ha
propuesto denominar a este período como
 - 138 - Briceño T., P. P.
Quimbaya Tardío o sencillamente Tardío, dentro del
cual los diferentes complejos cerámicos estarían
indicando particularidades espacio-temporales.
3. DESARROLLO SOCIAL E INSTITUCIONAL:
ANTICUARIOS, HISTORIADORES, ARQUEÓLOGOS
Y ACADÉMICOS EN LA CUENCA MEDIA DEL RÍO
CAUCA.
En un breve repaso de la historia de la arqueología
colombiana, Piazzini (1998: 16 – 19) y con más
detalle Langebaek (2004) proponen que el
desarrollo de la disciplina puede dividirse en tres
etapas o hitos5: un momento inicial, hacia finales del
siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, durante el
cual las interpretaciones arqueológicas eran tema
de eruditos, anticuarios y élites locales, seguido por
una época de institucionalización de la disciplina, a
partir de 1941, año en el que se funda el Instituto
Etnológico Nacional, hoy Instituto Colombiano de
Antropología e Historia ICANH, y la década del
ochenta, cuando empiezan a considerarse aspectos
regionales y ambientales poco o nada abordados
durante los años previos de trabajo arqueológico en
Colombia.
Durante el período inicial de la arqueología
nacional, el interés por el pasado indígena provenía
de historiadores aficionados con una formación
erudita: médicos, abogados e ingenieros (muchos
de ellos con estrechos vínculos con Europa), fueron
los primeros en interpretar la historia y la cultura
indígena. Si bien estas primeras interpretaciones
consideraban lo indio como el cimiento prehistórico
en el que se soportaba el proyecto de Nación, el
aporte de las comunidades nativas normalmente se
consideraba poco significativo, ya que en ausencia
de la monumentalidad presente en México,
Centroamérica o el Perú, lo indígena en Colombia se
asociaba la mayoría de las veces a bárbaro o salvaje.
De hecho, las manifestaciones materiales más
elaboradas asociadas a determinadas “culturas” o
“civilizaciones” (como muisca y tairona), eran
interpretadas como el producto de la degeneración
cultural sufrida por poblaciones que migraron desde
Mesoamérica o el área incaica hacia el territorio
nacional. Así, los restos materiales de la civilización
indígena prehispánica colombiana era buscada en
aquellas zonas con restos de monumentalidad,
5
Remontar los orígenes de la investigación arqueológica hasta mediados del siglo XIX no desconoce que la preocupación por la historia del pasado
aborigen de América en general y Colombia en particular estuvo presente desde el momento mismo del descubrimiento por parte de los europeos
(Briceño, 2006)
rev. invest. univ. quindio (18): 132-143. Armenia - Colombia
como el altiplano cundiboyacense, la Sierra Nevada
de Santa Marta, Tierradentro o San Agustín.
Para el caso del occidente colombiano, la
espectacularidad de las piezas encontradas en
algunas tumbas por campesinos y peones impulsó
el desarrollo de la guaquería o búsqueda de tesoros
indígenas entre distintas clases sociales, en el
campo y en los recién fundados centros urbanos
dispersos en la zona cafetera. Esta actividad,
apoyada en un discurso oral que alimentó un
imaginario popular en el que las tumbas de ciertos
caciques (como el célebre Calarcá), los tesoros
perdidos y las maldiciones ocupaban un lugar
destacado en la comunidad, fomentó la
conformación de un elevado número de colecciones
privadas de objetos prehispánicos de cerámica, oro
y artefactos en piedra, colecciones que hacia
mediados de la década del cincuenta del siglo
pasado empiezan a donarse a entidades educativas
regionales (como las colecciones de Leocadio María
Arango, actualmente en la Universidad de
Antioquia, la de Francisco Montoya, primero en la
gobernación de Caldas y ahora en el Centro de
Museos de la Universidad de Caldas y la que
conforma el fondo de la Universidad del Quindío,
antes en comodato en la gobernación del Quindío).
Sobre estos objetos, eruditos como Restrepo Tirado
despliegan una mirada “civilizadora” que, hasta
cierto punto, puede entenderse como una
reivindicación de los pueblos indígenas del Eje
Cafetero, al suponer que determinados objetos
eran productos materiales de una comunidad
indígena notablemente sobresaliente en términos
políticos, sociales y tecnológicos, lo que en otras
palabras equivalía a encontrar civilizaciones en este
territorio (Restrepo, 1912).
Efecto directo de esta mirada es la sobrevaloración
del objeto precolombino como tal, y en el objeto, de
sus particularidades estéticas (decoración,
acabado, forma, etc), sobre las cuales se edifica la
concepción reivindicativa de lo indígena como
productor de elementos de los cuales la nación y las
regiones contemporáneas podían extraer
enseñanza morales, éticas y estéticas. Encontrar
dicho legado es lo que pretende Arango Cano en su
obra “Memorias de la guaquería en el Quindío”,
 - 140 - Briceño T., P. P.
su departamento de Antropología y Sociología y
especialmente con el Centro de Museos y la
Universidad Tecnológica de Pereira con el
laboratorio de Ecología Histórica y Patrimonio
Cultural de la Facultad de Medio Ambiente,
comienzan a plantear una dinámica propia relativa al
conocimiento, uso y distribución de conocimiento
arqueológico, así como del significativo papel que
deben cumplir los museos locales.
4. APUNTES FINALES O UNAS CONCLUSIONES
PRELIMINARES
Quiero finalizar este texto señalando que nos
enfrentamos a un tema de gran complejidad que
difícilmente sea agotado, incluso al finalizar
completamente la investigación que venimos
desarrollando. Sin embargo, el análisis de la
información arqueológica departamental me
permite postular tres conclusiones que deberán ser
refinadas, contrastadas o descartadas mediante
otros trabajos o una nueva interpretación de mis
datos:
1. El discurso arqueológico colombiano tiene como
característica central la pretensión de objetividad
derivada del positivismo factual, lo que se refleja,
en un interés por la descripción y clasificación del
material arqueológico mas que por su
interpretación en términos sociales o de cambio
cultural.
2. Las versiones del pasado prehispánico propuesta
por la investigación arqueológica regional se
fundamentan en principios normativistas
propuestos desde finales del siglo XIX.
Estas dos primeras conclusiones parecen reforzarse
si se asume como cierta la representación del pasado
prehispánico del Eje Cafetero como un proceso
secuencial y diferencial de ocupación cultural,
lograda a partir de la naturalización de un esquema
clasificatorio cronológico-cultural regional que
estableció una serie de períodos (precerámico,
Quimbaya Temprano y Quimbaya Tardío), con su
respectivo correlato material (azadas y conjuntos
líticos de molienda para el precerámico, cerámica
Marrón Inciso y orfebrería Quimbaya Clásico en el
Quimbaya Temprano y cerámica Caldas, Cauca
7
Se trata de dos comités departamentales de protección arqueológica presentes en el Quindío y Risaralda. Aunque el Comité del Quindío cuenta con
más de 20 años de existencia, es a partir de la realización de proyectos arqueológicos en obras civiles (pero en aquellas de cierta envergadura) que
pretendió (infructuosamente) fortalecerse. Por su parte, el Comité de Risaralda fue creado en 1999, tomando como modelo al quindiano.
rev. invest. univ. quindio (18): 132-143. Armenia - Colombia
Medio y Aplicado Inciso en el Quimbaya Tardío), no
permitió que la agenda de investigación
arqueológica local desplazara su centro de interés
de la cronología y la distribución espacial de ciertas
evidencias hacia otros aspectos relacionados con
fenómenos de variación y cambio al interior de
cada período o cultura, a pesar de que comienzan a
realizarse trabajos que pretenden explicar algunos
de los cambios observados en el registro
arqueológico, a través de la identificación de pautas
de asentamiento (Briceño, 2001; Briceño y Giraldo,
1998, Moreno, 1983, 1986; Rodríguez, 1988),
patrones funerarios (Bernal, 1997; Daza y Rojas,
2001; García, 1987; Gutiérrez et al., 2001; Salgado,
1997), prácticas agrícolas (Rodríguez y Montejo,
1996), metalurgia y cambios sociales (Uribe, 1991) y
procesos de poblamiento a lo largo y ancho del Viejo
Caldas (Briceño, 2001; Cano, 2001; Jaramillo et al.,
2001).
Lo paradójico de esto es que a pesar de los esfuerzos
y recursos invertidos para este fin, existe una gran
cantidad de material recuperado en el curso de
investigaciones recientes con un grado de
variabilidad tan amplio que no encuentra
fácilmente su lugar en las categorías tradicionales
de clasificación y periodización. Así, a pesar de
disponerse de aproximadamente 100 dataciones
absolutas para distintos tipos de yacimientos,
resulta que para la cuenca media del río Cauca sigue
siendo problemático ubicar en el tiempo algunos
elementos arqueológicos.
Aunque esta dificultad se relaciona con la forma en
la que los arqueólogos abordan la reconstrucción
del pasado regional, es decir, con la manera como se
ha dado el proceso de investigación a lo largo de los
cincuenta o más años de trabajo, si se quiere
adelantar en este sentido, además de considerar la
forma en la que se maneja la información y los
debates teóricos (si es que los hay) sobre la manera
como se han obtenido e interpretado los resultados
de dataciones absolutas, hay que efectuar una labor
que combine lo teórico (qué preguntas son
interesantes) con lo práctico (qué respuestas son
posibles de construir con la información
disponible).
 Arqueología e imágenes -141-

3. La apropiación que hacen la academia local y las

instituciones departamentales es de naturaleza
instrumental, y continúan reproduciendo en
diversos grados una historia estática en la que lo
indígena encuentra cabida solo en tanto que
pertenece a un idílico período prehispánico .
4. Las acciones propuesta por las instituciones
departamentales se restringen casi por
completo al orden jurídico legal, dejando de lado
otros aspectos como el educativo o
investigativo.

Estos dos aspectos se encuentran actualmente en

evaluación a partir de dos indicadores diferentes: la
cantidad de publicaciones y otras actividades
programadas por la academia en los ámbitos
educativo, investigativo y de proyección social (es
decir, cursos programados como parte de los
contenidos curriculares de los programas
académicos, así como investigaciones relativas al
tema financiadas y ejecutadas por equipos
vinculados a las universidades y otras actividades
relacionadas con la proyección social), así como por
el conjunto de acciones que desde la administración
pública se implementan respecto al tema del pasado
prehispánico.

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