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FUENTES OLVIDADAS PARA LA HISTORIA DE LA ALIMENTACIÓN.

CRÓNICAS, LIBROS DE
VIAJES Y BIOGRAFÍAS ©

SHORT VERSION OF - VERSIÓN MODIFICADA DE: Teresa de Castro, "Fuentes olvidadas para la
historia de la alimentación bajomedieval: crónicas, libros de viaje y biografías", Arqueología
Medieval, VI, 1996, Mértola (Portugal), pp. 247-253 (Forgotten sources for the History of Food in
early Modern Spain: chronicles, travel books and biographies)
Teresa de Castro © 2009-2016

ÍNDICE
Presentación
Fundamentos Teóricos
Información de la Cronística y enfoque elegido
El código alimentario
Una comparación entre Castilla y Al-Andalus ¿Por qué?
Para Finalizar

PRESENTACIÓN
Hace ya bastantes años nos pusimos en contacto con una amplia bibliografía sobre la historia de la
alimentación. Llamó nuestra atención la amplia panoplia de trabajos dedicados al tema, pero al
mismo tiempo la marginación de las fuentes narrativas, en especial la cronística, en la mayoría de
ellos. Está claro que muchas de esas obras son el resultado de una etapa en la que los estudios
alimentarios se centraban en períodos o temas que tienen como base otro tipo de fuentes, pero
otras reflejan claramente un olvido lleno de prejuicios. Ello no ha sido subsanado con el pasar del
tiempo, a pesar de contar con un sinfín de investigaciones en curso. Por eso pensamos que no
estaría fuera de lugar dedicar unas líneas a «reivindicar» su utilidad de una forma nada
apasionada...o quizás sí.

FUNDAMENTOS TEÓRICOS
Para empezar debemos decir que a pesar de dedicarnos a la historia de la alimentación no somos
partidarios de la parcelación del conocimiento histórico y que cuando optamos por un aspecto
concreto no olvidamos que está íntimamente ligado a todos los demás.
Dicho esto debemos señalar que todavía creemos que el materialismo histórico sigue siendo un
instrumento de conocimiento e interpretación histórica. Pero, se trata de una herramienta
cognoscitiva no el conocimiento deificado. Aunque se asuman las desvirtuaciones y los abusos del
pasado --sin participar de ellos-- opinamos que hay que retomar los principios originales que lo
conformaron, en especial en lo tocante a la aspiración a la globalidad. Obvia-mente, se acepta
cierto grado de subjetividad pero ello parece casi consustancial a la labor misma del historiador e
inevitable en cualquier posicionamiento. Esta actitud no está en contraposición con que la
objetividad que debe presidir el trabajo del historiador, ya que ésta se plasma en el rigor
metodológico con el que se afronta el material con el que se efectúa la investigación.
Al contrario que los historiadores españoles gestados en el período 1950-1975 «hijos» de la guerra
y de la dictadura, que encontraron en el marxismo un arma combativa de primer orden a nivel
político e histórico- no pensamos que sea indispensable adoptar posturas extremas frente a temas
que en su momento fueron controvertidos. Ese marxismo combativo, revolucionario y subversivo,
que podríamos calificar de «pleistocénico», era más un elemento de oposición que de creación,
pues una ideología tomada como instrumento de resistencia pierde su razón de ser cuando el
elemento contra el que lucha ya no existe: caído el régimen, muerta la ideología. De ahí,
pensamos, que la reflexión histórica marxista haya tenido tan pocos cultivadores desde 1975. Una
rara y feliz excepción es la obra de Josep Fontana al analizar, criticar y proponer alternativas a los
valores y direcciones de la vieja escuela y recordar que el Materialismo Histórico no siempre ha
sido estalinista ni monolítico.
El bagaje ideológico y metodológico que aquéllos nos transmitieron encontró un humus receptivo
pero, faltos de su pasión, lo asimilamos de una manera más natural y menos traumática. Se trata,
quizás, de un materialismo más utópico porque es más un instrumento de interpretación o
explicación de la realidad y de la Historia que de cambio político, pero paradójicamente más
pegado a la realidad porque partimos de las escasas y reales capacidades transformadoras del
mundo en el que vivimos. Es el sentido de globalidad, de mirada circular el que más nos interesa
resaltar aquí.
Pues bien, si volvemos la mirada al medievalismo hispánico en general (siempre hay dignas
excepciones) comprobamos que siguen sin estar sin responder muchas cuestiones básicas. Y si no
hay respuestas, ¿para qué sirve la reflexión histórica? Ello no puede achacarse al tema de las
fuentes porque aunque éstas son hasta cierto punto determinantes también lo son las
impostaciones que sobre ellas se hacen. De esta forma, si retornamos al tema de la cronística,
debemos criticar a los historiadores de los años 50-70 por la lectura lineal y tendenciosa, atenta
fundamentalmente a la historia evenemencial típica de la historiografía franquista, que acudía a ella
con fines de justificación política; pero también a los de los años 70-90 por el olvido, el ostracismo,
resultado de un período de reacción violenta contra todo lo que tuviera que ver con las líneas de
investigación del pasado.
Nosotros creemos que todo vale cuando se trata de hacer historia si se utiliza de una forma
coherente. La crisis de la historia no se debe a la ausencia de herramientas con las que trabajar,
sino a que se opta por un tipo de ellas y no por otras no sólo a nivel práctico, sino incluso
ideológico. Esa discusión bizantina sobre cuáles son las fuentes básicas de conocimiento histórico,
la arqueología o los documentos escritos, nos deja a los jóvenes investigadores un tanto
estupefactos: ¿Por qué tenemos que elegir si podemos optar por las dos, o por más? No es menos
cierto que no somos «superhistoriadores» y que la utópica visión del historiador que usa todo tipo
de fuentes sobrepasa nuestras mismas capacidades; pero no hablamos de sueños sino de
empresas factibles: lo único imposible es aquello que escapa a la capacidad humana. No menos
orientales y a veces vacuas esas disputas sobre terminología, reflejo de la sociedad nominalista en
la que vivimos, la cual otorga a veces demasiado rigor a términos que, faltos de su referente
material o ideológico, no tienen significado alguno, o, al contrario se dedican a discutir aquéllos que
son obvios para todos. La demagogia esconde, como siempre, la ausencia de argumentos para
expresar una forma concreta de ver el mundo o de cuestionárselo.
Y es aquí, donde surge la idea de retomar una fuente altamente ideologizada y leerla sin prejuicios
para ver qué información proporciona sobre la alimentación.

LA CRONÍSTICA Y EL ENFOQUE ELEGIDO


Lo primero que llama la atención es la abundancia de información que estas obras contienen, la
cual es fácilmente recopilable y catalogable con sólo copiar lo que nos dicen sobre los alimentos,
platos o banquetes allí descritos. De ahí la decisión de proponer dos tipos de aproximaciones
complementarias que exigen una exégesis previa de las características de los género examinados:
centrarnos en el aspecto cultural, simbólico y «mental», primero, y comparar lo que obtengamos al
respecto en la Castilla y Al-Andalus bajomedievales.
EL CÓDIGO ALIMENTARIO
Con este término designamos todos aquellos sentimientos, actitudes, opiniones, rechazos y
preferencias que los hombres y las sociedades de ciertos períodos y lugares muestran hacia
determinados alimentos o comportamientos alimentarios. Estas «opiniones» pocas veces son
explícitas, por lo que para proceder a la reconstrucción de éste sin crear una elaboración
fantasiosa se impone como base de partida una exégesis de las fuentes, a lo que nosotros
añadimos un examen a dos niveles.
A) Análisis textual, teniendo como base de partida el conocimiento general de las características de
la etapa considerada.
B) Aplicación de una aproximación etnológica/semiótica, mediante la cual hemos analizado,
organizado y categorizado los datos, valiéndonos de diferentes métodos de «encuesta»:
* Recoger las afirmaciones manifiestas, pues a pesar de ser tendenciosas, son el referente-guía a
partir del cual iniciar cualquier estudio.
* Evidenciar las asociaciones y las oposiciones alimentarias (de alimentos y comportamientos).
* Ver las relaciones causa-efecto establecidas entre unos consumos y/o comportamientos
alimentarios y otros.
* Valerse de la visión del otro, esto es de la proyección de la entidad alimentaria propia que se
produce al juzgar a otra persona, pueblo, cultura o religión.
* Deducir de los fenómenos observados en las épocas de carestía o crisis cuáles eran los normales
y los que afectaban a las clases sociales más populares, de otra manera extremadamente difíciles
de rastrear.
* La comparación entre categorías alimentarias permite instaurar una jerarquía entre ellas y
verificar cuáles son las más estimadas, las menos valoradas y por qué.
* Las cualidades asociadas a determinados productos o actitudes suelen ser indicativas de si éstos
son apreciados por sí mismos o en relación a otros, y cuáles son los atributos más exaltados y los
que menos.
* De la interpretación en negativo de los testimonios positivos y viceversa conseguimos información
adicional, a menudo la única que podemos sonsacar, por ejemplo, de los «pobres».
* Estudio de las prescripciones dietéticas religiosas para comprobar si se cumplen o no, y ponernos
al corriente de los elementos ligados a la alimentación que más resistencia presentan al cambio y
los que tenían un papel lúdico o festivo más importante.
* Dilucidar de los episodios del género maravillas si la influencia de la Antigüedad en las
descripciones o percepciones alimentarias sigue vigente o si ésta permanece como un típico
incorporado al género geográfico. De este modo, contaremos con otro indicio de la fiabilidad de los
comentarios efectuados.
* A veces eso que nuestros mayores llaman sentido común, consiente dar un significado a gran
cantidad de noticias, a veces aparentemente inconexas.

EL PORQUÉ DE UN ESTUDIO COMPARATIVO ENTRE CASTILLA Y AL-ANDALUS


A) Porque la mayoría de los estudios sobre la población castellana y andalusí han examinado
aspectos institucionales, económicos y culturales de cada una de ellas sin detenerse en
profundidad a comparar uno de ellos en ambos mundos. La excepción la constituye Ron Barkaï
con su El enemigo en el Espejo, centrado, no obstante, en aspectos generales.
B) Porque la abstracción o subjetividad que acompaña a la «Historia de las Mentalidades» ha
permitido incursiones un tanto imaginativas o poco documentadas, siendo, creemos, más útil
evidenciar la imagen que una sociedad tiene de sí misma y de los otros. Además, los trabajos de
alimentación medieval en ocasiones reproducen esquemas ya descartados en otros campos:
historia evenemencial o historia-déco.
C) Porque persiste una versión romántica en la que la España medieval es un lugar idílico en el
que cristianos, musulmanes y judíos viven armónicamente. La historia medieval peninsular es el
marco de una lucha continuada de todos contra todos, con excepcionales períodos de convivencia
e intercambios pacíficos.
D) En definitiva, porque a pesar de tratarse de dos ámbitos esencialmente diferentes tenemos que
tener en cuenta que hablamos de dos sociedades que conviven en un espacio físico particular: el
de la Península Ibérica, y en un mismo marco mediterráneo en el que los intercambios son
constantes.

PARA FINALIZAR
La cronística permite obtener información sobre otros aspectos, el abastecimiento y el consumo,
por ejemplo, a través del análisis de las indicaciones sobre el medio físico, la organización del
poblamiento y de las redes comerciales. La elaboración de glosarios de alimentos, recetas,
productos o utensilios de cocina/mesa es un instrumento útil para la realización de un corpus
documental sobre cada producto que servirá para llevar a cabo otro tipo de trabajos en el marco de
historia de la cocina, la gastronomía, o la ceramología. Son muchas las aproximaciones por las que
se puede optar, muchos los argumentos que quedan por afrontar, pero sólo si estamos dispuestos
a hacerlo.

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