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HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO

Señor, hoy viernes santo queremos estar contigo en este


tránsito hacia la muerte, pero, no queremos quedarnos en la
muerte, anhelamos estar en el placer, en la alegría de ver tu
resurrección, de vivir juntos ese momento indescriptible

E n el Gólgota se levantaron tres patíbulos. Cristo ha sido colocado en medio


de tres malhechores, crucificados con ÉL: los dos eran verdaderos
criminales, salteadores de caminos, atracadores a mano armada.
Jesús fue crucificado en deshonrosa compañía: con dos vulgares delincuentes.
Agoniza y muere entre dos bandidos. La humillación llegó hasta el extremo morir
en una cruz fue la más grande ignominia.

REFLEXIÓN

E sta muerte es la verdadera herencia que nos indica cuanto debemos dar por
el bien de nuestros hermanos, pero, también el momento para reconocer
que no todos dan lo que dio el padre por nuestra necesidad de perdón, es
más, creo que nadie que no esté traspasado por el amor incondicional de DIOS
lo hará. Solo, ÉL pudo hacerlo. ¿Has correspondido a ese sacrificio?

Los dos ladrones llaman a la muerte con hondos y lastimeros gritos y juntos se
burlan impíamente, insultan y ultrajan al silencioso compañero de suplicio, al cual
acaban de escuchar palabras misteriosas y arcanas de perdón y misericordia. La
suerte de estos dos hombres parias, condenados por la sociedad y por la justicia
de los tribunales es misteriosa.
Las palabras de los tres crucificados hacen ver el abismo que los separa.
REFLEXIÓN

U na vez más se confirma la similitud y la antonimia entre los hombres de


mundo y Jesús entre los pecadores incapaces de resistirse a la tentación, al
pecado y Jesús invulnerable, impenetrable un ser hermético ante cualquier
asomo de propuesta del enemigo para cambiar su condición.
Uno de los ladrones se conmovió ante este espectáculo que misteriosamente
golpea su espíritu y volviéndose a Jesús en un momento de gracia y de
esperanza, cuando humanamente todo está perdido, le pidió un recuerdo:
“acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Cristo le respondió inmediatamente
y le hizo una solemne promesa, en un gesto de amor, de clemencia y de
misericordia: “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”.

REFLEXIÓN

C risto sigue demostrando que está en su corazón las buenas obras, que el
amor hacia los demás es su ADN y la herencia que deja para el mundo. Para
que este mundo siempre piense en perdonar la ofensa de los demás, en dar
a los demás en saber la necesidad de vivir como vivió la familia de Cristo en medio
de la humildad de José y de María.
Alejados de los bienes materiales, de las riquezas, de las extravagancias que son
el atractivo de la comunidad moderna, la cual se aleja de la iglesia y sus prácticas
espirituales y el cultivo de los valores por considerarlas acciones caducas.
Este ladrón vio una cruz y adoró el trono de un rey; vio a un ajusticiado e invocó
a un DIOS; vio a un hombre y le imploró perdón con humilde y fervorosa oración.
En este grito de fe el ladrón puso toda su esperanza. La débil voz de un
condenado a muerte reconoce en el suplicio al redentor del hombre.
Cristo vino para salvar, para buscar la oveja extraviada, para perdonar al hijo
prodigo y recibirlo con alegría en su casa, para perdonar a la mujer adúltera, a la
pecadora arrepentida. No hay miseria humana que Cristo no cubra con
indulgencia. Y hay más alegría en el cielo por la conversión de un pecador que
por la perseverancia de noventa y nueve justos.
REFLEXIÓN

E l hombre está llamado a reconocer sus errores, a reparar los daños causados
ya sean de cualquier orden, con el objetivo de vivir en paz, en hermandad en
amor como valor primordial legado de nuestro hermano mayor Jesús.
Hoy no puede imperar el afán de tener más para ultrajar a mi hermano, es la hora
de extender la mano al necesitado.
El otro ladrón se mofó de él, le insultó, se burló, blasfemó y con ironía y sarcasmo
le hizo una petición a Jesús: “si eres el Cristo, muéstralo, baja de la cruz y
creeremos en ti, líbrate a ti y a tus compañeros”
Cristo crucificado aparece en la cruz con toda la majestad de su misión salvadora.
Desde la altura del patíbulo puede repetir: “El Hijo del hombre ha venido a salvar.
Y rubrica sus palabras con hechos tan sublimes como el perdón al ladrón y la
promesa de estar con Él en el paraíso.

REFLEXIÓN

H oy la sociedad moderna con sus atributos que chocan con una generación
levantada con otros estilos de vida se extraña cuando escuchan hablar de
respeto derivado de los excesos de la nueva generación así vivimos hoy en
Colombia, en América, en el mundo. Bañados por modas que descomponen la
familia, la escuela y la sociedad, hoy la cruz de las drogas, el alcoholismo y otros
desmanes se convierten en la carga que hay que abandonar y buscar la cruz de
Jesús para hacerse responsable por los pecados cometidos y pedir perdón.
¡OH CRISTO!, pudiendo, no bajas de la cruz; pudiendo, no te vengas de tus
verdugos y enemigos; pudiendo, no dominas ese mar de odio y de persecución;
pudiendo resiste con paciencia y humillación todo lo que te ha hecho el hombre
que has venido a salvar.
El mundo pecador te necesitaba allí, levantando el áspero madero, quebrantados
tus huesos, con tu rostro cubierto de sangre y de sudor, con tu corazón
traspasado y dando testimonio, ante el cielo y la tierra, de que viniste a salvar.
Ya sabemos que Jesús se sacrificó por mis pecados y los tuyos, pero pese a ello
la humanidad vive esclava del pecado personal y social y ha rodeado de silencio
el futuro feliz que se consigna en la segunda palabra HOY ESTARÁS CONMIGO
EN EL PARAÍSO.
Todo cristiano debe ser una esperanza para el hermano, cuya senda está
sembrada de guijarros y espinas. Y en su corazón deben vibrar todas las
necesidades, angustia y problemas que golpean la vida del hermano. Es
necesario estar en actitud de dar; y ante todo darse así mismo, porque dar sin
darse es una mentira y la dadiva es ante todo la verdad.
Recuerda hermano que el paraíso que estamos buscando está cerca de ti, en la
felicidad del vecino, en la Colombia humana que busca el bienestar de todos sus
habitantes. Guiados por Jesús, rey de la libertad del amor a DIOS, supremo del
paraíso que anhelamos en Urabá, en Carepa, en la comunidad de san Martín de
Porres.

Carepa, 30 de marzo de 2018


Jasar

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