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Antecedentes
El Imperio Romano había entrado en un irreversible período de decadencia. A partir del
emperador Diocleciano, Roma vivió largos años de inestabilidad, agravados por el acoso
de los diversos grupos bárbaros del norte de Europa. También fueron años de
persecución a los cristianos, que sin embargo ganaban fuerza.
Esto cambia con la llegada de Constantino I, que proclama el cristianismo como religión
oficial del Imperio, y refunda la capital en Bizancio, ciudad situada en la península de
Anatolia, lo que es la actual República de Turquía. Bizancio se refundó con el nombre de
Nueva Roma, que después pasó a llamarse Constantinopla.
Protagonistas
Constantino fue el fundador de la capital del Imperio, en tanto que Teodosio marcó la
definitiva partición del Imperio Romano en dos mitades, quedándose en la porción
oriental, a la que se le llamaba “Imperio Romano Oriental”.
Acontecimientos posteriores
La desaparición del Imperio Bizantino marcó el fin de uno de los grandes imperios de la
antigüedad, fue el poder más grande de la región durante toda la Edad Media, y su
desaparición dio paso a la masiva creación de Estados en Europa.
Muchas personas, hoy día, asocian el término “bizantino” con la idea de “decadente”.
Expresiones como “discusión bizantina” se usan para significar discusiones acaloradas
sobre temas sin importancia, esto se debe a que los teólogos del Impero dedicaban
muchísimo tiempo a debates sobre diferentes temas religiosos.