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El Imperio Bizantino

Resumen, causas y consecuencias.


El Imperio Romano Oriental, al que mucho tiempo después se le dio el nombre
de Imperio Bizantino, fue un estado Imperial establecido al sureste de Europa desde el
siglo IV hasta el siglo XV.

Antecedentes
El Imperio Romano había entrado en un irreversible período de decadencia. A partir del
emperador Diocleciano, Roma vivió largos años de inestabilidad, agravados por el acoso
de los diversos grupos bárbaros del norte de Europa. También fueron años de
persecución a los cristianos, que sin embargo ganaban fuerza.
Esto cambia con la llegada de Constantino I, que proclama el cristianismo como religión
oficial del Imperio, y refunda la capital en Bizancio, ciudad situada en la península de
Anatolia, lo que es la actual República de Turquía. Bizancio se refundó con el nombre de
Nueva Roma, que después pasó a llamarse Constantinopla.

Protagonistas
Constantino fue el fundador de la capital del Imperio, en tanto que Teodosio marcó la
definitiva partición del Imperio Romano en dos mitades, quedándose en la porción
oriental, a la que se le llamaba “Imperio Romano Oriental”.

Causas del Imperio Bizantino


Para el siglo III, el Imperio Romano estaba prácticamente separado en dos partes,
llamadas Imperio Romano Occidental, e Imperio Romano Oriental. A pesar de que
Constantino funda la capital en Bizancio, esta separación no era oficial hasta la subida al
trono de Teodosio. La porción occidental no sobrevivió, y acabó desintegrándose.

Desarrollo de los acontecimientos


El Imperio Bizantino actuó como enlace entre el mundo antiguo y el mundo actual.
Conservó mucho del conocimiento de las antiguas Roma y Grecia, además de que
funcionó como elemento de contención contra el avance de los árabes. El Imperio vivió
una época de crecimiento, alcanzando su esplendor durante el gobierno de Justiniano,
alrededor del 540. El Imperio casi llegó a extenderse hasta las dimensiones originales
del Imperio Romano.
Los habitantes del imperio no se
consideraban a sí mismos “bizantinos”,
sino “romanos”, como correspondía a
quienes se sentían herederos legítimos del
Imperio Romano. El nombre “bizantino”
fue empleado mucho después por
historiadores que lo usaban de modo
despectivo.
El Imperio vivió un breve declive en los
siglos VII y VIII, pero luego tuvo un resurgir
desde el siglo IX hasta el XI, llamado “Resurgimiento Macedónico”.
Ya hacia el siglo XI, se hizo cada vez más fuerte el acoso de las civilizaciones del Oriente
Medio, en especial del Imperio Otomano, que iba ganando cada vez más fuerza. A pesar
de las Cruzadas, no fue posible contener el avance turco ni la caída de Constantinopla en
1204. A pesar de que la ciudad fue reconquistada en 1261, no fue posible reconstituir el
Imperio, que se desintegró definitivamente para el siglo XV.

Acontecimientos posteriores
La desaparición del Imperio Bizantino marcó el fin de uno de los grandes imperios de la
antigüedad, fue el poder más grande de la región durante toda la Edad Media, y su
desaparición dio paso a la masiva creación de Estados en Europa.
Muchas personas, hoy día, asocian el término “bizantino” con la idea de “decadente”.
Expresiones como “discusión bizantina” se usan para significar discusiones acaloradas
sobre temas sin importancia, esto se debe a que los teólogos del Impero dedicaban
muchísimo tiempo a debates sobre diferentes temas religiosos.

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