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Buenos Aires, a los 9 días del mes de agosto de 2011, reunidas las Señoras Jueces de

la Sala “J” de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital


Federal, a fin de pronunciarse en los autos caratulados: “Cuello, Sergio Osmar c/ S
´Combro SRL s/ daños y perjuicios”.

La Dra. Zulema Wilde dijo:

Contra la sentencia de fs. 481/488, se alzan la parte actora, quien expresa agravios a
fs. 532/542, y la demandada, quien hace lo propio a fs. 545/548 vta . Corrido el
traslado de ley pertinente, el mismo fue evacuado a fs. 550/555 vta. por el accionante.
Con el consentimiento del auto de fs. 557 quedaron los presentes en estado de
resolver.

I. La sentencia de autos hizo lugar a la demanda entablada, y condenó, en


consecuencia, a S´Combro SRL a pagar al actor Sergio Osmar Cuello la suma de
pesos cincuenta y ocho mil ($ 58.000), con más intereses y costas.

II. En primer lugar, es dable destacar que en el terreno de la apreciación de la prueba,


el juzgador puede inclinarse por lo que le merece mayor fe en concordancia con los
demás elementos de mérito que puedan obrar en el expediente, siendo ello, en
definitiva, una facultad privativa del magistrado.

Asimismo, los jueces no se encuentran obligados a seguir a las partes en todos los
planteamientos, ni evaluar la totalidad de los elementos probatorios agregados al
expediente sino que sólo deben hacer mérito de aquéllos que crean conducentes y de
la articulaciones que juzguen valederas para la resolución de la litis. (CSJN Fallos 258:
304; 262:222; 272: 225; 278:271 y 291: 390 y otros más).

III. Por una cuestión de orden metodológico corresponde entrar a conocer los agravios
vertidos por la parte demandada.

En primer lugar, se queja la sociedad accionada reiterando los argumentos ya vertidos


en su alegato de fs. 470/473, principalmente en lo que hace a la existencia del hecho,
haciendo alusión a contradicciones por parte del actor en lo referente a las
circunstancias de tiempo, lugar y horario de ocurrencia de aquél, así como la
inexistencia de causa penal y discordancia en la fecha de la denuncia policial. (Ver fs.
545/547 vta.).

He de señalar, en primer término, que reiteradamente hemos sostenido que el recurso


de apelación no implica una pretensión distinta o autónoma con respecto a la
pretensión originaria, sino una eventual derivación de ésta que constituye el objeto, la
que ya no se puede modificar en sus elementos. Se ha declarado que únicamente es
fundado cuando en razón de su contenido sustancial es apropiado para la obtención
de una resolución que reforme, modifique, amplíe o anule el pronunciamiento
impugnado. Caso contrario, debe declararse desierto el recurso (C.N.Civ., esta Sala,
marzo 22 de 2005, expte. 40.851/2003, Idem., id. Expte. Nº 2.575/2004 “Cugliari,
Antonio Carlos Humberto c/ BankBoston N.A. s/ cancelación de hipoteca” del 1/10/09
entre muchos otros; idem, de mayo de 2010, en autos “Peralta, Carlos Raúl y otros c/
Coronel Vega, Carlos Javier y otros s/ daños y perjuicios” - Expte. Nº 75.058/2000 -).

Es imprescindible, a los efectos de abrir la posibilidad revisora de la Alzada, que el


apelante exponga claramente las razones que tornan injusta la solución adoptada por
el magistrado de la instancia anterior, para lo cual debe aportar consistentes
razonamientos contrapuestos a los invocados en la sentencia, que demuestren
argumentalmente el error de juzgamiento que se le atribuye. La expresión de agravios
fija el ámbito funcional de la Alzada, ya que ésta no está facultada constitucionalmente
para suplir los déficit argumentales o las quejas que no dedujo (conf. C. N. Civ., esta
Sala, Expte. Nº 89.532/2006, “M. R. E c/ F, R A” del 24/9/09)

La expresión de agravios constituye una verdadera carga procesal, y para que cumpla
su finalidad debe contener una exposición jurídica que contenga una "crítica concreta
y razonada de las partes del fallo que el apelante considere equivocadas". Lo concreto
se refiere a lo preciso, indicando, determinando, cuál es el agravio. Deben precisar así,
punto por punto, los pretendidos errores, omisiones y deficiencias que se le atribuyen
al fallo, especificando con toda exactitud los fundamentos de las objeciones. Es decir,
que deben refutarse las conclusiones de hecho y de derecho que vertebren la decisión
del a quo, a través de la exposición de las circunstancias jurídicas por las cuales se
tacha de erróneo el pronunciamiento (conf. Morello, Augusto "Códigos Procesal en lo
Civil y Comercial de la Pcia. de Buenos Aires y de la Nación. Comentado y Anotado", t.
III, p. 351, Abeledo Perrot, 1988; C. N. Civ., esta Sala, Expte. Nº 2.575/2004, “Cugliari,
Antonio Carlos Humberto c/ BankBoston N.A. s/ cancelación de hipoteca” del 1/10/09)

Este Tribunal se ha guiado siempre por un criterio de amplia tolerancia para ponderar
la suficiencia de la técnica recursiva exigida por el art. 265 de la ley adjetiva, por
entender que tal directiva es la que más adecuadamente armoniza el cumplimiento de
los requisitos legales impuestos por la antes citada norma con la garantía de defensa
en juicio, de raigambre constitucional.

De allí entonces que el criterio de apreciación al respecto debe ser amplio, atendiendo
a que, por lo demás, los agravios no requieren formulaciones sacramentales,
alcanzando así la suficiencia requerida por la ley procesal cuando contienen en alguna
medida, aunque sea precaria, una crítica concreta, objetiva y razonada a través de la
cual se ponga de manifiesto el error en que se ha incurrido o que se atribuye a la
sentencia y se refuten las consideraciones o fundamentos en que se sustenta para, de
esta manera, descalificarla por la injusticia de lo resuelto.

Ahora bien, no obstante tal amplitud en la apreciación de la técnica recursiva, existe un


mínimo por debajo del cual las consideraciones o quejas traídas carecen de entidad
jurídica como agravios en el sentido que exige la ley de forma, no resultando
legalmente viable discutir el criterio judicial sin apoyar la oposición en basamento
idóneo o sin dar razones jurídicas a un distinto punto de vista (conf. C. N. Civ., esta
Sala, Expte. Nº 70.098/98 “Agrozonda S. A. c/ Jara de Perazzo, Susana Ventura y
otros s/ escrituración” y Expte. Nº 60.974/99 “Agrozonda S. A. c/ Santurbide S. A. y
otros s/ daños y perjuicios” del 14/8/09; Idem., id., Expte. Nº 43.055/99, “Vivanco,
Ángela Beatriz c/ Erguy, Marisa Beatriz y otros s/ daños y perjuicios” del 21/12/09

En este contexto, la apelante no ha cumplido con su carga de indicar cuáles son los
defectos u omisiones del pronunciamiento que objeta y los fundamentos que lo
impulsan a proponer los reproches que formula, siendo una mera reiteración y
ampliación de los argumentos ya expuestos al formular su alegato (ver fs. 470/473).

Ello así, por cuanto el concepto de "carga procesal" es el centro de la responsabilidad


y función de las partes que persiguen, naturalmente, una sentencia favorable, y para
ello necesitan conducirse en el debate judicial, con cuidada eficacia y oportunidad. La
teoría del proceso como "situación jurídica" justamente ha puesto en el tapete el rol de
los litigantes visto a la luz de sus chances, expectativas, posibilidades y riesgos que
irán marcando la distancia con la posible suerte del derecho se somete a la decisión
judicial. Especialmente, en esa concepción, las partes están pesadas con "cargas" o
sea imperativos del propio interés para cumplir los actos procesales (Eisner, Isidoro,
"Planteos procesales", Ed. La Ley, 1984; pags.. 57/58 y 94; C. N. Civ., esta Sala,
Expte. Nº 85.249/04, “Cons. De Prop. Callao 710/16 c/ Rodríguez, Mónica s/ rendición
de cuentas” del 10/12/09).

Una adecuada fundamentación en la expresión de agravios es, indudablemente, una


carga para el apelante, por cuanto si las consideraciones o quejas traídas carecen de
entidad jurídica como agravios en el sentido que exige la ley de forma, o importan
discutir el criterio judicial sin apoyar la oposición en basamento idóneo o sin dar
razones jurídicas a un distinto punto de vista, tal insuficiencia en la técnica recursiva
torna operativa la norma del art. 266 de la ley adjetiva.
Por ende, no conteniendo la pieza en análisis una crítica concreta, objetiva y razonada
a través de la cual se ponga de manifiesto el error en que supuestamente se ha
incurrido y las consideraciones o fundamentos en que se sustenta para, de esta
manera, descalificarla por la injusticia de lo decidido (art. 265 del Código Procesal)
corresponde, en este aspecto, declarar la deserción del recurso.

Sin perjuicio de ello, y en cumplimiento de lo dispuesto por el propio art. 266 del
Código ritual, habrán de señalarse los aspectos más relevantes que no han sido
rebatidos, o lo han sido en forma inadecuada.

En primer lugar, no ha sido eficazmente rebatido lo señalado por el “a quo” en lo que


respecta a la situación rebeldía de la parte demandada (fs. 72 vta.), así como la
aplicación de los efectos de lo dispuesto por el art. 356 inc. 1° in fine del CPCCN (esto
es, el reconocimiento de la verdad de los hechos y los documentos acompañados con
la demanda), así como los del art. 417 del CPCCN (ver fs. 90/92 y pliego de fs. 479),
es decir, la confesión ficta, por incomparecencia del absolvente, lo que se ve
corroborado por el resto del plexo probatorio oportunamente analizado.

En segundo lugar, con las testimoniales de fs. 99 (testigo Aguirre) y fs. 100 (testigo
Maguna) ha quedado fehacientemente acreditada la ocurrencia del hecho dentro del
local de la empresa demandada, en la forma que fuera relatada en el escrito de inicio.
Punto que tampoco fuera eficazmente rebatido.

Es dable destacar que en el terreno de la apreciación de la prueba y en especial de la


prueba testimonial, el juzgador puede inclinarse por lo que le merece mayor fe en
concordancia con los demás elementos de mérito que puedan obrar en el expediente,
siendo ello, en definitiva, una facultad privativa del magistrado.

La credibilidad de una prueba testimonial no depende del número de deponentes


llamados a esclarecer a la justicia, sino de la verosimilitud de sus dichos, probidad
científica del declarante, latitud y seguridad del conocimiento que manifiesta, razones
de la convicción que declara, confianza que inspira, etc. Por ello, carece de
importancia que uno de los testimonios sea individual o singular con relación a las
circunstancias del caso, pues la verdad se examina ponderando todas las
circunstancias que, analizadas con criterio objetivo, valoran el dicho de los declarantes
(CNCiv. Sala H, “Esteban, Héctor Eduardo y otro c/ Arcena, María Susana s/ daños y
perjuicios, 13-3-96).

Por todo ello, y las consideraciones precedentemente mencionadas, no cabe más que
declarar la deserción parcial del recurso de apelación interpuesto (fs. 545/547 vta.).
IV. Se agravia la accionada por la atribución de responsabilidad fundada en la violación
de una obligación accesoria de seguridad como consecuencia de la presunta relación
contractual invocada, reiterando que el hecho que se dice ocurrido dentro de su local
no ha existido. (Ver fs. 547 vta.).

En cuanto al argumento referido a la falta de acreditación de la ocurrencia del hecho


dentro del local de la empresa aquí demandada, bastará remitirse a lo ya expuesto en
el acápite anterior para desestimarlo.

Por otra parte, cabe remarcar que, en casos como el de autos, reiteradamente la
jurisprudencia ha sostenido que “la relación entre un cliente de local bailable y la
sociedad que explota o es propietaria del mismo, resulta ser de naturaleza contractual.
Dicha relación engendra, al lado de un conjunto de deberes primarios que tipifican la
prestación principal del titular de la discoteca (música, pista de baile, luces, suministro
de bebidas, etc.) un deber de seguridad que, como obligación accesoria integra y
ensancha, implícita o tácitamente, aquella prestación principal, imponiendo a aquel la
toma de todas las medidas razonables de custodia y vigilancia para prevenir y evitar,
fundamentalmente, los daños a que sus clientes se encuentran expuestos por diversos
sucesos que de forma bastante común se producen dentro del ámbito del local o en
los sectores de ingreso o egreso del mismo.”

“Ha dicho la Suprema Corte de Justicia de nuestra Provincia de Buenos Aires al


respecto que: "Ni la adjetivación de tácita o implícita que se brinda a tal obligación de
seguridad, ni su caracterización como accesoria al deber principal, han de oscurecer u
ocultar la importancia cardinal que su debida satisfacción posee para facilitar y permitir
cumplimentar este último al punto tal, que en supuestos como el que nos ocupa puede
decirse que ella se conjuga como una parte esencial de la prestación principal. En la
realidad de nuestros días y nuestras noches, la preeminencia e importancia de este
deber de seguridad no solo ha cobrado notoriedad por la difusión que los medios
hacen de la existencia de personas, grupos o equipos contratados a tales efectos y de
algunas de sus acciones (no siempre conformes a derecho) sino que, además, en
distintas localidades es exigida por la autoridad municipal. (SCBA. Ac. 75.111
sentencia del 14/4/2004).”

“Podemos definir entonces al deber de seguridad como la obligación accesoria en


virtud de la cual el titular o concesionario de una discoteca debe, además de aquel
complejo de deberes primarios que se conjugan en la prestación principal prevista en
el contrato (servicio de música, escenario para el baile y esparcimiento, suministro de
bebidas, entremeses, bocadillos y otros tipos de comestibles), velar por que ni las
prestaciones o servicios brindados, ni los objetos o dependientes suyos, ni la actividad
(o movida, para decirlo con la jerga juvenil), desórdenes y pasiones que genera el
objeto propio de su quehacer comercial - en el cual encuentra su provecho y
ganancias- provoquen daños en las personas o los bienes de sus clientes (SCBA Ac.
75.111 sentencia del 14/4/2004 del voto del Dr. Roncoroni).”

“En el caso que se trae, la obligación tácita de seguridad posee un fin propio, cuyo
incumplimiento puede ser demandado en forma independiente del deber primario que
pudo haber sido cumplido. El joven acudió a la disco, donde encontró un lugar
adecuado para el esparcimiento, baile y relación social con personas de edades afines
a la suya pero sufrió en el mismo local severos daños físicos y morales.” (C. N° 68.144
- "F. de S. S. M. y Otros c/ Complejo L'evento y otros s/ daños y perjuicios” – Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Lomas de Zamora (Buenos Aires) – Sala I -
22/03/2011. elDial.com - AA69A1).

En determinados contratos, aunque las partes no lo hayan contemplado


expresamente, surge a cargo de una de ellas la obligación de velar por la integridad de
la persona y de los bienes del otro contratante. Esta obligación tácita de seguridad
surge de interpretar e integrar el contrato conforme al principio de buena fe que tiene
rango legal en el artículo 1198 del Código Civil. El incumplimiento de esta obligación
puede traer como consecuencia un daño en la persona o bienes del contratante, lo
que dará nacimiento a la obligación indemnizatoria de ese perjuicio. Ese deber
indemnizatorio tiene naturaleza contractual (VAZQUEZ FERREYRA, Roberto A. "La
obligación de seguridad y la responsabilidad contractual" en Revista de Derecho
Privado y Comunitario 17.Responsabilidad contractual-I, Ed. Rubinzal-Culzoni 1998).-

"Quien concurre a una disco a estar con amigos, a hacer amistades, en definitiva, a
distraerse, así haya sido invitado, se relaciona jurídicamente con el proveedor del
servicio, de ahí que la responsabilidad civil por los daños padecidos por el asistente
sea contractual. El contrato contiene dos obligaciones: la principal, consistente en
ofrecer el servicio prometido (música de determinada clase, venta de bebidas,
iluminación, etc.), y una accesoria de seguridad surgente del art. 1198 del Cód. Civil.
Esta obligación de seguridad es de resultado, es decir que el titular de la disco debe
asegurar la salida de sus cocontratantes sanos y salvos (es decir en la misma forma
que ingresa-ron al local). Y a este contrato le es perfectamente aplicable la normativa
surgente del art. 5 de la ley de defensa del consumidor 24.240 (Adla, LIII-D, 4125):
"Las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que,
utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno
para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios". Esta obligación se
basa en el factor de atribución objetivo "garantía", por ende, el accionado, deberá
demostrar una causa ajena interruptiva del nexo de causalidad (hecho de la víctima,
del tercero o el caso fortuito) para liberarse total o parcialmente de responsabilidad.
Asimismo, el contratante que ofrece el servicio de esparcimiento a la contraparte
responde por los daños causados por los terceros que introduce para cumplir con la
prestación obligacional, sea tanto por los delitos como por los cuasidelitos civiles
cometidos por sus acólitos. Sin esos subordinados -o terceros que pueden no ser
"empleados" - que el titular de la disco introduce en la ejecución de la obligación
comprometida, ese prestador no podría ofrecer el servicio y cumplirlo. Así, el
contratante responderá por el servicio de catering, por un grupo de música, por mozos
contratados a una tercera empresa, por la seguridad proveida por una empresa de
vigilancia, etcétera."(Sagarna Fernando."Daños causados por custodios privados-
Responsabilidad de las discos por el hecho de sus dependientes". La Ley 1999-E,
133-Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales Tomo III, 993).

El actor ha logrado probar que las lesiones que sufriera fueron provocadas por un
tercero dentro del local bailable de propiedad de la demandada, por lo que
corresponde a ésta responder por ellas, en el marco de la responsabilidad contractual
que incumbe al organizador de un espectáculo público o de esparcimiento.

"En todo contrato de este tipo se considera implícita una cláusula de incolumidad en
favor del espectador. El empresario asume la obligación de garantizar al público cierta
seguridad, la que se determina y limita según los casos, por la interpretación de la
voluntad expresa o presunta de las partes. Y esta obligación de seguridad es una
obligación de resultado, razón por la cual a la víctima le basta probar el daño sufrido y
la relación de causalidad, pero no tiene necesidad de acreditar la culpa del
organizador, que está presumida por el solo hecho del incumplimiento contractual
(CNCiv, SalaK, 14/11/2003, "Fallesen, Christian E. c. Orsogna S.A. y otro", LA LEY
2004-B, 731)."

"Frente a ello, la agresión por parte de un tercero no puede ser alegada como
eximente de responsabilidad, pues para que produjera tal efecto debería reunir los
requisitos del caso fortuito: imprevisibilidad, inevitabilidad y extraneidad, los que, tal
como se desprende de las consideraciones precedentes, no concurren. Ha sostenido
en este sentido el Dr. Roncoroni en el ilustrado fallo ya citado: "Es prudente advertir
que cuando hablamos del hecho de un tercero como caso fortuito y con aptitud para
exonerar de responsabilidad al titular de la discoteca por el incumplimiento objetivo de
su obligación de seguridad, nos estamos refiriendo al hecho de un tercero que es
extraño, exterior o queda fuera de la actividad o marco de control del empresario.
Difícilmente o casi nunca -salvo excepciones y si queremos ser coherentes con
nuestro pensamiento esbozado en el considerando anterior- pueda predicarse esto del
hecho de un cliente que participa de la reunión, baile o movida que hace al núcleo de
la explotación comercial de la empresa y al proyecto prestacional que ella brinda,
dentro de cuyo elenco precisamente se encuentra el deber de seguridad tendiente a
prevenir y evitar los daños y perjuicios que, entre otras fuentes, puedan surgir (de
modo previsible y naturaleza evitable) de los clientes que participan de ello.” (CNCIV -
SALA D - 27/11/2008. Expte. Nº 91.979/2001 - "Noboa, Gerardo Andrés c/Bus Bailable
(BOISSY S.R.L.) y otros s/daños y perjuicios" - elDial.com - AA4EC6).

"Los daños y perjuicios acontecidos dentro de una confitería bailable plantean una
problemática contractual, dado que el dueño del establecimiento asumió una
obligación de seguridad enderezada a preservar la integridad física de los
concurrentes a la misma. Dicho deber de seguridad reviste naturaleza objetiva, razón
por la cual es absolutamente irrelevante todo intento de probar su "no culpa" en el
cuidado y la vigilancia del establecimiento". SC Buenos Aires, Ac. 75111 del 14/4/2004,
"in re" "Fernández, Fernando c. Roll S.R.L. y/o Soul Train s/daños y perjuicios".

"La obligación de seguridad que asume una confitería bailable con un cliente es
siempre contractual y directa — en el sector del hecho propio— y tiene su fundamento
en el art. 1198 párrafo 1° del Cód. Civil, resultando indiferente que haya sido
expresamente prevista por las partes — art. 1197 del digesto civilístico-. La misma
reviste naturaleza objetiva por lo que a la víctima le basta probar el daño sufrido y la
relación de causalidad. Se trata de una obligación contractual objetiva tácita de
seguridad, por lo que no resulta trascendente para eximirlo de responsabilidad la
ausencia de culpa del demandado por la existencia de controles de seguridad en el
local bailable". (SC Buenos Aires, Ac 75111 del 14/4/2004, "in re" "Fernández,
Fernando c. Roll S.R.L. y/o Soul Train s/daños y perjuicios".).

Es por todo ello, y las consideraciones precedentemente reseñadas, que la queja


vertida en este aspecto deberá ser desestimada, debiendo confirmarse el decisorio en
cuanto a la acreditación del hecho y la consecuente responsabilidad de la demandada.

IV. Se agravia la parte actora por los montos indemnizatorios acordados por el juez de
la anterior instancia, así como por el tratamiento que se le ha dado a los mismos.
Sostiene la quejosa que el “a quo” ha incurrido en un error al no considerar la
deformación permanente del rostro de su mandante y el porcentaje de incapacidad
psíquica determinado por el perito, como daño patrimonial indirecto ajeno y distinto al
daño moral. (Ver fs. “Primer Agravio” a 532/538 vta.). Asimismo, se queja por la no
consideración de los gastos de tratamiento psicológico-psiquiátrico (ver “Segundo
Agravio” a fs. 538 vta./540 vta.), y entiende que el monto fijado en concepto de daño
moral resulta exiguo, por lo que solicita su elevación (Ver “Cuarto Agravio” a fs.
541/542).

También causa gravamen a la demandada el reconocimiento de la entidad de los


daños y el monto acordado en concepto de reparación, solicitando su reducción. (Ver
fs. 547 vta./548).

En cuanto al planteo efectuado habré de señalar que la circunstancia de que se


considere que el daño a la salud sea único y se lo trate en forma global o por el
contrario se indemnicen por separado las secuelas de orden psicológicas y físicas
comprobadas es una cuestión secundaria si ello no importa un menoscabo al
resarcimiento económico fijado, ya que lo que realmente interesa es tratar de colocar
al damnificado en la misma situación en que se hallaba antes del suceso dañoso, a lo
que debe apuntarse con independencia de los términos o expresiones utilizadas y sin
caer en dogmatismos estériles que impidan el acceso a una solución justa e integral.-
No debe perderse de vista que la “guerra de las etiquetas” o debate acerca de la
denominación que corresponde dar a tales o cuales daños, así como la “guerra de las
autonomías” o debate sobre si esos daños integran la categoría de los morales o
patrimoniales, o por el contrario, si tienen autonomía o forman una categoría propia,
distinta, es un quehacer menor, que no hace al fondo de la cuestión y en el cual se
pierde muchas veces la contemplación del tema central (cfr. Mosset Iturraspe “El daño
fundado en la dimensión del hombre en su concreta realidad” Rev. de Derecho Privado
y Comunitario, T.1, pág. 39 N ° 23, Rubinzal Culzoni, 1992).-

En el caso concreto de autos, debe remarcarse que a fs. 33/39 vta. del escrito de
demanda, el actor ha formulado reclamo por los siguientes rubros: 1) Gastos de
asistencia médica y farmacéutica ($ 4.200); 2) Lucro Cesante ($ 2.000); 3) Incapacidad
Sobreviniente ($ 10.000); 4) Daño Piscológico ($ 5.800) y 5) Daño Moral ($ 12.500), lo
que totaliza una suma de $ 35.500, habiendo supeditado su reclamo a “lo que en más
o en menos resulte de las pruebas rendidas en autos” (ver fs. 33).

Debe remarcarse que los rubros “Daño Estético” y “Gastos de Tratamiento” no han
sido peticionados en forma expresa por el actor en su escrito de inicio, y solamente
han sido objeto de mención dentro de los rubros “Incapacidad Sobreviniente”, “Daño
Psicológico” y al referirse al ofrecimiento de la prueba pericial (ver fs. 38/38 vta. puntos
1) a), b) y c)), pero no han sido objeto de reclamación concreta como rubro
indemnizables por sí en el respectivo escrito.
De donde, no cabe sino estar a la voluntad de la actora tal como ha sido expresada en
su demanda, sin que sea dable al juzgador sustituirse a ella por vía integrativa, en
materia que es de propia y exclusiva disposición por aquélla.

El artículo 330 inciso 3º es claro al respecto. Es así que, según Enrique Falcón, “la
cosa demandada, objeto o pretensión, consiste en el requerimiento que se hace para
obtener una sentencia de mérito que estime, admita o provea favorablemente respecto
de lo pretendido. La exactitud y claridad de la demanda están destinadas a impedir el
progreso de una acción que no se encuentra configurada como corresponde, o de una
petición que carece del grado de determinación compatible con la exigencia impuesta
al juez al resolver, y su finalidad es impedir la indefensión derivada del incumplimiento
en el escrito inicial - acto introductorio del proceso - de las finalidades a que se refiere
el art. 330 del Código Procesal. Este artículo en cuanto establece quela cosa
demandada debe ser designada con toda exactitud (inc. 3º) obedece a que el
demandado debe tener conocimiento de qué es lo que se le reclama, así como
también a que el juez en la sentencia no debe incurrir en exceso ni en defecto, sino
fallar únicamente sobre lo que fue objeto de controversia.” (Falcón, Enrique M.
“Comentario al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y leyes
complementarias.” Pág. 542. Ed.Abeledo Perrot. 1998).

Al respecto, existe jurisprudencia que ha establecido que: “En el escrito de demanda


se debe determinar cualitativa y cuantitativamente el objeto de la pretensión con la
mayor precisión, a fin de permitir a la parte contraria el pleno ejercicio de su derecho
de defensa. La delimitación concreta de ese objeto reclamado, en principio y salvo
disposición legal en contrario, es inexcusable, siendo inadmisible peticiones genéricas
o implícitas.” (CNCom., Sala C, 14-VI-1991, DJ, 1992-1-442).

A ello debe sumarse que el primer sentenciante ha concedido una suma de $ 57.500,
la que resulta abarcativa de los rubros oportunamente reclamados en el escrito de
inicio.

Ahora, si bien he adherido en numerosos fallos a la opinión de Zannoni en cuanto


afirma que la lesión estética constituirá un daño patrimonial sólo si repercute en el
futuro, sobre las posibilidades económicas de la víctima, es decir si infiere un daño
consistente en la imposibilidad de seguir desarrollando su actividad productiva -como
azafata, modelo, etc.-, un nuevo análisis de la cuestión me ha conducido al
convencimiento de que, sea cual fuere la actividad a la que se dedica el damnificado,
las alteraciones estéticas generan siempre un perjuicio patrimonial tangible.
Ello así pues, como es criterio reiterado de esta Sala, la estimación del daño por
incapacidad sobreviniente no sólo abarca las limitaciones en el ámbito laboral
específico, sino en cuanto pueda afectar la capacidad laborativa genérica y el
desarrollo normal de la vida de relación. Y es de público y notorio que quien presenta
una alteración estética -máxime cuando se trata de una parte visible, como es el
rostro-, ello importa una franca restricción en la posibilidad de acceder a nuevos
empleos, dada la importancia que se otorga a la buena presencia. Ello sin perjuicio de
la repercusión que podría generar en la vida social, y que, de acuerdo con el concepto
amplio de incapacidad que se sostiene, debe ser ponderada también.

No obstante, y en lo que se refiere a la cuantificación del rubro, no debe confundirse la


incidencia patrimonial de la lesión estética con el sufrimiento que produce a quien lo
padece, y que es ponderado dentro del resarcimiento por daño moral, debiendo
apreciarse la magnitud del daño que configuran las cicatrices de acuerdo con
parámetros objetivos.

Asimismo, y a criterio de esta Sala, el daño psíquico no constituye un daño autónomo,


sino un aspecto a considerar dentro del rubro incapacidad sobreviniente, pues
configura una disminución de aptitudes con repercusión en el patrimonio y la vida de
relación del damnificado.

En el caso concreto de autos, a fs. 143/144 consta la pericia psiquiátrica, en la que se


dictaminó que el actor padece una incapacidad psíquica parcial y permanente del 25%
como consecuencia de una neurosis depresiva reactiva fóbica de grado severo de
evolución crónica (ver psicodiagnóstico y exámenes complementarios de fs. 132/142).

Dicha pericia mereció las observaciones de fs. 409 (actora) y fs. 412/413
(demandada), las que fueron replicadas por el experto a fs. 418/419, agregándose la
existencia de una incapacidad por alteraciones estéticas y deformación permanente
del rostro en un 40% (ver fotografía de fs. 418), siguiendo el baremo del Prof. Dr.
Bonnet, lo que motivara un nuevo pedido de explicaciones por la actora a fs. 421 y la
contestación del perito de fs. 426.

Debe decirse que el valor probatorio de un peritaje se mide por su apoyo gnoseológico
y científico, es decir, por la seriedad, prolijidad y exhaustividad del camino seguido por
el experto para arribar a sus conclusiones. Dado que el juez es entonces un sujeto
cognoscente de segundo grado -conoce a través del perito y con el auxilio técnico que
éste le brinda-, la estimación de la fuerza de convicción del dictamen se subordina a
un análisis crítico de las razones y fundamentos que han conducido al experto a la
formulación de sus juicios.
Finalmente, debe recordarse en este punto, lo expuesto reiteradamente por la
jurisprudencia en cuanto a que la indemnización por incapacidad no puede fijarse
meramente en función de rígidos porcentajes extraídos sobre la base de cálculos
actuariales, sino que deben ponderarse en concreto las limitaciones que el
damnificado padece en su desempeño laboral y social, teniendo en cuenta
circunstancias particulares como su edad, sexo, condiciones socio-económicas,
actividad laboral anterior, incidencia real de las lesiones en su actividad actual, etc. Por
ello es que el porcentual determinado pericialmente cobra un valor meramente
indiciario y no matemáticamente determinante del monto a reconocer.

Ahora bien, en cuanto al monto, teniendo en cuenta las circunstancias particulares del
caso, la entidad de la lesión (ver fotografía de fs. 418) y las condiciones personales de
la víctima, tales como sexo (masculino), edad (22 años a la fecha del hecho),
ocupación (ex estudiante y actualmente desocupado), estado civil (soltero), atenciones
médicas (Hptal. Lacarde a fs. 174/181, Hptal. Duhau a fs. 375) y situación
socioeconómica (ver beneficio de litigar sin gastos a fs. 8/9), considero la suma fijada
ajustada a derecho y a las constancias de autos, por lo que, desestimando ambas
quejas (actor y demandada), propicio su confirmación. (Art. 165 CPCC).

V. Por último, se agravia el actor por la suma de $ 500 concedida a fs. 487 vta./488 en
concepto de gastos médico-farmacéuticos, estudios y traslados, considerándola
reducida y solicitando su elevación (ver “Tercer Agravio” a fs. 540 vta./541).

Reiteradamente se ha pronunciado este Tribunal en el sentido de que para que


proceda la reparación de este tipo de daños no es necesaria la existencia de prueba
fehaciente, sino que en atención a la entidad de las lesiones se puede presumir su
extensión, mas ante la falta de prueba acabada, la estimación debe hacerse con suma
cautela, máxime cuando la víctima recurrió a los servicios de instituciones públicas,
como ocurre en la especie, sin olvidarnos igualmente que ninguna obra social ni
institución pública cubre por completo estos gastos.

Por otra parte, la inflexibilidad del sistema impositivo ha incrementado los requisitos de
contralor en estos últimos años, lo que ha llevado a la obligación no sólo de los
contribuyentes a orquestar sus movimientos con más adecuación y precisión, sino a
hacer recaer sobre aquél que participa en compraventas, con la obligación de exigir la
respectiva factura o recibo.

En el caso concreto de autos, habrán de merituarse tanto la entidad de la lesión (ver


fotografía de fs. 418) como las atenciones médicas recibidas en hospitales públicos
(ver fs. 179 y fs. 375), la existencia de cobertura por obra social y las conclusiones
periciales referidas a la no necesidad de cirugía plásticas ni de cuidados especiales.

Ahora bien, en cuanto al monto, teniendo en cuenta las consideraciones


precedentemente reseñadas, lo considero ajustado a derecho y a las constancias de
autos, por lo que, desestimando la queja vertida, propicio su confirmación.(Art. 165
CPCC).

En consecuencia, doy mi voto para que:

I. Se declare parcialmente desierto el recurso de apelación interpuesto por la


demandada a fs. 545/547 vta. conforme surge del Considerando III de los presentes.

II. Se confirme la sentencia recurrida en todo lo demás que decide y ha sido materia
de apelación y de agravios.

III. Se impongan las costas de esta instancia a la demandada vencida en lo principal


(art. 68 CPCCN).

La Dra. Beatriz A.Verón adhiere al voto precedente.

Con lo que terminó el acto, firmando las Señoras Vocales por ante mí que doy fe.

La Dra. Marta del Rosario Mattera no suscribe la presente por hallarse en uso de
licencia (art. 109 del R.J.N.).-

Fdo. Zulema Wilde-Beatriz A.Verón- Es copia fiel de su original que obra en el Libro de
Acuerdo de la Sala.-

Y VISTOS: Lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo precedentemente


transcripto el Tribunal RESUELVE:

I. Se declare parcialmente desierto el recurso de apelación interpuesto por la


demandada a fs. 545/547 vta. conforme surge del Considerando III de los presentes.

II. Se confirme la sentencia recurrida en todo lo demás que decide y ha sido materia
de apelación y de agravios.

III. Se impongan las costas de esta instancia a la demandada vencida en lo principal


(art. 68 CPCCN).

IV. Para conocer los honorarios regulados en la sentencia a fs. 488, apelados a fs. 492
por altos, y a fs. 490 y fs. 496 por bajos.

En atención al monto comprometido, naturaleza del proceso, calidad, eficacia y


extensión del trabajo realizado, cantidad de etapas cumplidas, resultado obtenido, y de
conformidad con lo dispuesto por los arts. 1, 6, 7, 8, 9, 10, 19, 38 y conc. de la ley
21.839, y por resultar ajustados a derecho, confírmense los honorarios regulados a las
letradas intervinientes, así como los del perito actuante en autos.

Por la labor realizada en la Alzada, de conformidad con las pautas del art. 14 de la ley
21.839, regúlense los honorarios de la Dra. Estela del Pilar Blanco en la suma de
pesos dos mil quinientos ($ 2.500), y los de la Dra. Noemí Inés García en la suma de
pesos seiscientos ($ 600).-

Regístrese, notifíquese y devuélvase.-

La Dra. Marta del Rosario Mattera no suscribe la presente por hallarse en uso de
licencia (art. 109 del R.J.N.).-

Fdo. Zulema Wilde-Beatriz A.Verón- Es copia fiel de su original que obra a fs.558/564.

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