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Waldo L. Parra
University of Chile
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All content following this page was uploaded by Waldo L. Parra on 06 September 2014.
(*)
Waldo L. Parra, abogado. Doctor en Derecho UC. Profesor de la Facultad de Economía y
Negocios (www.fen.uchile.cl) de Universidad de Chile (www.uchile.cl). Profesor visitante del
Departamento de Ingenieria Electrica (DIE) de la Universidad de Santiago
(www.udesantiago.cl). Profesor titular de la Facultad de Derecho de Universidad Bernardo
O´Higgins (www.ubo.cl). Profesor titular de la Facultad de Derecho de Universidad Mayor
(www.umayor.cl). Investigador asociado del Observatorio Regional de Paz y Seguridad
(www.orpas.cl). wparra@fen.uchile.cl @Waldo_Parra.
1
Vide Castells, 2000, p. 5; y Vide Friedman, 2006.
1
Algunos autores advierten, sin embargo, que esta globalización de la humanidad permite
evidenciar no sólo aspectos favorables y positivos para el desarrollo económico, la
creación de redes sociales mundiales, y la vinculación exponencial del conocimiento, sino
también aspectos más desafortunados y negativos como la dependencia de los mercados,
la manipulación de la información privada, y la expansión del crimen organizado, tanto a
través del uso de medios informáticos, como a través de métodos convencionales, que
ahora sostienen recursos mucho más sofisticados, para difundirse por el mundo entero, y
convertirse en moradores recurrentes de la convivencia de las personas hasta en los
lugares más remotos y alejados del planeta. 2
3. Algunos autores como Ermida, no obstante, han advertido que en este estado de cosas,
las relaciones laborales, por ejemplo, se han visto amenazadas con sufrir cambios
significativos, al punto de afectar, restringir, y si fuera posible, eliminar sus logros más
sentidos y característicos, tales como “la acción sindical, la negociación colectiva y la
2
Vide Castells, 2000, p. 6.
3
Castells, 2000, pp. 6-7.
4
Vide Peces-Barba, 2008.
5
Vide ILO, 2011.
6
Vide OIT, 2008.
7
OIT, 2004.
8
Vide Ermida, 2006b.
9
Vide OIT, 2005.
2
huelga, consecuciones éstas que, en la doctrina neoliberal no son vistas como derechos
fundamentales, ni como instrumentos de equidad, sino como prácticas monopólicas de
los vendedores de fuerza de trabajo, que obstaculizan el libre juego de la oferta y la
demanda de trabajo.”10 11 En este punto, y tal como señala Luque, la libertad económica
está avalada por un poder discrecional de la empresa.12 Sin embargo, dicha libertad
reconoce sus límites en los umbrales de la justicia, como valor superior. 13
4. Nosotros podemos agregar, que un efecto virtuoso del actual sistema ha sido la
globalización de aquellos derechos considerados como más fundamentales. En efecto,
más que un problema, la globalización del Derecho, y en particular, de los derechos
fundamentales, parece ser una consecuencia lógica del mundo actual. El mismo Ermida
señala como un resultado benéfico, la aplicación directa de las normas constitucionales en
las relaciones entre particulares14, y utiliza el concepto de ciudadanía, advirtiendo que no
se agota en la sola definición constitucional, sino que traspasa sus barreras originales para
adquirir el adjetivo de laboral o sindical15; y más generalmente, el de ciudadanía de la
empresa.16 En correspondencia con lo dicho, Ferrajoli propone que el paradigma
constitucional debería extenderse en una triple dirección: “hacia la garantía de todos los
derechos”17; “frente a todos los poderes” 18; y a todos los niveles19, del paradigma
constitucional heredado de la tradición. Y este autor predica esta intención como una
manera de entender cuál es el rol del Derecho en este nuevo mundo que nos ha tocado
vivir. En donde pareciera que ya no basta la sola protección que el sistema jurídico ejerce
a favor de los individuos, respecto del dominio público; y, por otro lado, tampoco es
suficiente, pues los límites al poder deben ejercitarse más allá de las fronteras de lo
público, para profesar los derechos de la libertad en los mismos arrabales de la sociedad
privada.
5. Ciertamente, el Estado no sólo debe limitar su propio poder a favor de los derechos
fundamentales de sus ciudadanos, sino que debe llevar a cabo acciones para favorecerlos
y fomentarlos a todo nivel de la sociedad. Y, por otro lado, las garantías constitucionales
deben evidenciar aquellas afecciones y trastornos que cruzan el umbral del mundo
público, y penetran en aquellos hechos decisivos que atañen al hombre en los límites y
derroteros del mundo privado. De esta manera, es fundamental que nuestro sistema
10
Ermida , 1999, p. 4.
11
Vide Ermida, 2006, 2006b, 2007, y 2007b.
12
Vide Luque, 1999 pp. 76-77.
13
Vide Luque, 1999, p. 77-78; y Vide International Council on Human Rights Policy, 2002.
14
Vide Gamonal, 2004.
15
Vide Ermida, 1998.
16
Vide Palomeque, 1991; Vide Gamonal, 2004 y 2008; Vide Ugarte, 2007, 2010 y 2011; y
Vide Ermida, 2006 y 2007.
17
Ferrajoli, 2006, p.115.
18
Ferrajoli, 2006, p.116.
19
Vide Ferrajoli.
3
legal se haga cargo de avanzar hacia la protección de todos los derechos fundamentales
de manera globalizada, y frente a todo aquél que quiera someterlos. 20 A partir de lo
señalado, distinguiremos, entonces, desde ya, entre la eficacia de los derechos
fundamentales que se da en el ámbito vertical como horizontal, es decir, como protección
ante las entidades públicas; de aquella horizontal que sobreviene entre los particulares,
como un categoría externa que ha llegado hasta nosotros, y que se ha manifestado a
partir de la influencia que ha ejercido sobre nuestro ordenamiento jurídico una doctrina
que se caracteriza por ser advenediza. En efecto, tal como señalara Pedrajas, hace ya
bastante tiempo, el Estado ha tenido grandes transformaciones, desde aquellas
meramente políticas (triunfo definitivo de la democracia en occidente 21), a otras de
carácter económicas, hasta finalmente arribar a un Estado social de Derecho. En tal
calidad, parece evidente que las garantías formales que ofrece el Estado no resultan
suficientes, ante la existencia de lo que este autor denomina “centros de poder”,
radicados en la esfera privada.22
6. En este contexto, continúa Pedrajas, han aparecido nuevas formas de poder que
afectan las libertades individuales de los ciudadanos, más allá del tradicional y
acometedor Estado, como por ejemplo, empresas transnacionales que manejan
presupuestos enormes, incluso más grandes que los de muchos estados independientes, o
que se constituyen en verdaderas cabezas de playa, de sistemas económicos foráneos,
que en muchos casos, sino en la mayoría, incluso, directa o indirectamente, imponen sus
criterios sobre políticas económicas, lo que hace que los individuos de un país sean
sobrepasados en sus propias decisiones, debido a la fuerza y hegemonía de la posición
dominante de grupos económicos, que ejercen una preminencia en la opacidad de sus
particulares y reservadas intenciones, y que han amenazado la vigencia efectiva de los
derechos de las personas.23 Si hace 50 años atrás, los derechos fundamentales se
impusieron como consecuencia de una lucha entre estados, que pretendían imponer sus
condiciones a los demás; hoy en día esta lucha se ha trastocado a una conflagración
mucho más sofisticada y menos evidente, en el mundo privado.24
7. Y esto sucede desde la injerencia desmesurada del poder, en la vida particular de las
personas, desde sus pisadas y desde sus sombras, y que muchas veces, sino todas de ellas,
sobrepasan la legalidad hasta el uso abusivo de medios de control humano, de patrones
de conducta enajenantes, o a través del uso inmoderado de la informática. Por lo tanto,
frente al creciente predominio de la influencia de estos poderes privados es preciso e
impostergable, consolidar definitivamente y sin ambages, un reconocimiento de los
derechos fundamentales en el plano de las relaciones jurídicas entre particulares, que
haga posible establecer límites claros a su ejercicio, y que estén en concordancia con el
normal disfrute de las libertades esenciales de las personas; sin importar tanto si el titular
20
Vide Bilbao Ubillos, 1997, pp. 241-256; y Vide Ferrajoli, 2006, pp. 115-116.
21
Vide Fukuyama, 1992; y Vide Peces-Barba, 2002.
22
Vide Pedrajas, 1992, p. 22.
23
Vide Supra Pedrajas.
24
Vide Peces-Barba, 1995, y 1999.
4
del quebrantamiento es un sujeto público o privado, si se trata de un derecho civil,
comercial, laboral o penal, sino más bien atendiendo a la naturaleza del daño o perjuicio
producido. Esto no significa, circunscribir la autonomía de la voluntad a determinados
contornos o parámetros, sino, muy por el contrario, otorgarle a la libertad el camino para
su verdadera realización.
9. Ahora bien, en relación con otras entidades distintas del empleador que contrata,
puede suceder, igualmente, que se registre esta dinámica del pez grande que se come al
pez chico. Sin embargo, no debemos confundir las malas prácticas, con el legítimo ánimo
emprendedor que se encuentra radicado en las grandes ideas puestas en marcha,
respecto del espíritu de sobrevivencia, que suele arrastrar a las empresas, que no tienen
la capacidad para adecuarse, al abismo de sus propias nefastas y erradas decisiones. En
efecto, no podemos caer en la tentación de considerar que, cada vez que a una empresa
le vaya mal, sea producto de las malvadas jugadas de otros. Lo mismo sucede con los
buenos y malos trabajadores, en el caso de los primeros, más temprano que tarde, suelen
acceder a mejores estándares remuneracionales y a mejores oportunidades dentro de la
misma empresa [aunque con la actual movilidad laboral, puede ser incluso motivo para
acceder a un mejor puesto en otra compañía]; en el caso de los segundos, es muy
probable, sino cierto, que terminen abandonando la compañía, voluntaria o exigidamente.
De esta forma, incluso podemos encontrar una posición de superioridad inmanente, que
tiende a anular la libertad contractual de las personas, no sólo en la relación empleador-
trabajador, sino también en la relación empresa-empresa, y con mayor razón en la
correspondencia que existe entre empresa-cliente o empresa-consumidor.26
10. Dentro de este contexto, para algunos autores, pareciera que existiese una suerte de
deterioro de la autonomía privada en el derecho moderno27, lo cual es una verdad que no
constituye sino una paradoja increíble. Se trata de una contradicción, si ponemos las cosas
en perspectiva. En efecto, los defensores de la libertad nunca han ocultado su beneplácito
en torno a que existan cada vez mayores espacios para la independencia individual. Por
25
Vide Bilbao Ubillos, 1997.
26
Supra Vide Bilbao Ubillos.
27
Vide Peña, 1996, p. 666.
5
supuesto, a medida que se avanzaba, a pasos agigantados, en el incremento de esa
libertad, fueron apareciendo los primeros signos de su propio menoscabo y deterioro. Los
mismos adoradores de la libertad sin límites, fueron los primeros en intentar derrocarla, al
imponer un sistema flagelante y nazareno, en donde el Estado poco y nada podía hacer,
ya que sus cartas de presentación lo situaban como el primer sospechoso de haber
querido eliminarla. Sin embargo, los enemigos de la libertad hace mucho tiempo que ya
no están dentro del Estado, sino afuera, en las calles y en los callejones de una ciudad
abierta, tanto a sus custodios como a sus detractores. En correspondencia, debemos decir
que esa merma o desgaste, tiene que considerarse a la luz de las consecuencias jurídicas y
de las expectativas que las personas han tenido de dicha autonomía.
11. Por lo tanto, para quien sustenta un poder determinado, dicha autonomía de la
voluntad parece haberse convertido en un derecho categórico e incuestionable; pero,
para quienes justiprecian dicho poder, la autonomía aparece, en algunos casos, como un
privilegio, y en todos de ellos, como una carga. En esta época de cambios, el conflicto de
poder, en el caso de la relaciones laborales, surge con mayor fuerza, no sólo por la
tradicional, pero siempre presente, inequívoca desigualdad que existe entre empleador y
trabajador, sino y por sobre todo, porque cada vez más, ya sea por factores internos o
externos, el trabajador está en condiciones de conocer no sólo sus deberes, sino también
sus derechos. De esta manera, en la medida que el trabajador iguale el poder de la
relación laboral, los exigirá con vehemencia y decisión. A este respecto, Pérez Luño nos
recuerda, que frente a tales circunstancias, debemos siempre exigir la garantía de la plena
satisfacción de cada ser humano como individuo, en plena consumación de su libertad,
como verdadera realización de nuestra dignidad humana.28
13. Tal como señala Luque, esta teoría se basa en la eficacia que los derechos
fundamentales obtienen de forma especial frente a los particulares. Lo anterior traerá
como consecuencia que el grado de validez que se le otorgue a los derechos
fundamentales entre privados, deberá ser proporcionalmente inversa a la utilidad que se
le otorgue a la libertad empresarial, en esos mismos predicamentos.29 En particular, es
dable desarrollar este tipo de ideas y ofrecer una visión unívoca, estable, coherente y
empíricamente fundada del concepto de derechos fundamentales que influyen
28
Vide Pérez Luño, 2005, p. 324.
29
Vide Luque, 1999, pp. 109-110.
6
decididamente en las relaciones entre privados, y en esa especialísima relación jurídica
que surge entre un empleador y un trabajador, sea que se encuentren o no en una
condición de subordinación o dependencias. Y que son constituidos con anterioridad a su
calidad de partes de dicho vínculo laboral, es decir, se trata de derechos fundamentales
que le pertenecen al trabajador en su calidad de ciudadano, de hombre civilizado, y que
suponen la existencia de lo que se califica como “efecto horizontal” frente a terceros.
14. De esta manera, adoptaremos el método propuesto por el jurista Robert Alexy, en
tanto establece su modelo sobre criterios jurídicos en conexión con dimensiones
analíticas, empíricas y normativas, en cuanto disciplina jurídica, que mediante un discurso
racional práctico, aspira a establecer un determinado procedimiento “para probar y
fundamentar enunciados normativos y valorativos por medio de argumentos
[jurídicos].”30 La tesis de Alexy es que los derechos fundamentales son la consecuencia
lógica de un discurso racional, en donde exista una preferencia prima facie de los
derechos individuales sobre los bienes colectivos31, “entre lo que es, o sea lo ontológico, y
lo que razonablemente puede reconocerse como lo ordenado por los derechos
fundamentales, es decir, lo epistemológico”.32 El modelo de Alexy ha sido complementado
por las valiosas aportaciones del profesor Ronald Dworkin —crítico implacable y puntilloso
de las escuelas positivistas y utilitaristas—33 sobre la distinción [teórico-estructural34]
entre reglas y principios35 (aunque, en los hechos fue el jurista alemán quien proporcionó
los fundamentos para argumentar favorablemente la tesis de Dworkin), pues constituye
uno de las bases esenciales del fundamento iusfundamental de la obligatoriedad y validez
de la norma jurídica.36
30
Alexy, 1993, p. 34.
31
Vide Alexy, 1993, p. 35.
32
Alexy, 2004, p. 60.
33
Vide Dworkin, 1977/1978 ; y Dworkin 1977/1989.
34
Vide Alexy, 2002, p. 81.
35
Vide Alexy, 1993, pp. 27-29.
36
Vide Alexy, 2002, pp. 81-82.
7
seguridad jurídica cuando hablamos de derechos fundamentales, y en específico, de
aquellos denominados “inespecíficos”.
16. En este contexto, es necesario reflexionar sobre los riesgos o peligros que algunos
autores plantean en lo que se denomina una suerte de “uso indiscriminado de los valores
y principios como elementos de interpretación constitucional”.37 Lo anterior, no resulta
una crítica menor, si consideramos que la teoría de la eficacia horizontal de los derechos
fundamentales denominados “inespecíficos”, se basa, precisamente, en entender a los
derechos fundamentales como un “orden objetivo de valores”.
18. Adicionalmente, a partir de reflexionar sobre el lugar que ocupan los derechos
fundamentales en la estructura jurisprudencial, y respecto de los mecanismos de control
constitucional más efectivos para garantizar el ejercicio de tales derechos, básicos y
fundamentales, es necesario realizar una aproximación mayor respecto de la denominada
“aplicación directa de la Constitución por los tribunales de justicia”.40 Dicha teoría, que se
refleja, no sólo en el texto constitucional41, sino también en la doctrina de los autores y en
la jurisprudencia utilizable, es aceptada por algunos reconocidos juristas42, expresamente,
y por otros, con dudas y soslayamientos43, y puede resumirse en que la norma
constitucional es perfectamente aplicable, sin ambivalencia, en forma directa, aunque no
37
Alcalde, 2008, 476-477.
38
Vide Bilbao Ubillos, 1997, p. 235.
39
Vide Peces-Barba, 1987, 1987b, 1989.
40
Bulnes, 1998.
41
Vide Artículo 6, inciso 2°, Constitución Política, 1980.
42
Vide Ugarte, 2007, 2008, 2010 y 2011.
43
Vide Caamaño, 2006.
8
exista una regulación expresa por parte del legislador, que la especifique, para un caso en
particular. Se trata de la conocida supremacía constitucional: si la norma constitucional es
la norma superior de un ordenamiento jurídico, parece de toda lógica, que sea preferida a
la ley, esto es, cuando se produce una diferencia irreconciliable entre una y otra, al
momento de una aplicación normativa; y, más aún, a falta de ley, esto es, cuando exista
una ausencia inexcusable, o sea, a falta de una u otra, al momento de una aplicación
normativa.
19. A este respecto, resulta evidente que, para algunos, el denominado efecto directo de
la Constitución, de la fuerza vinculante, o de la aplicación directa de la Constitución 44, es
un elemento fundamental a considerar, para comprender la ausencia de mecanismos
unificadores, e incluso la existencia de una especie de competencia entre los distintos
niveles jurisdiccionales, en nuestro país, al momento de llevar a cabo una interpretación
jurídica en materia de derechos fundamentales.45 En efecto, si bien es cierto, que es
evidente que nuestro ordenamiento jurídico ha salvado una valla fundamental, al
momento de hacerse cargo de la teoría de los derechos fundamentales “inespecíficos”,
consideramos que aún queda mucho camino por recorrer, muchas líneas de investigación
que desarrollar, y que congraciarse de las bondades de nuestra Carta Fundamental, al
momento de analizar estas noveles materias, es un reduccionismo doctrinario, un
simplismo constitucional, que acarrea una actitud complaciente y obsequiosa que nos
lleva al inmovilismo y al análisis nimio, insípido, y en muchas ocasiones, trivial.
44
Vide Supra Bulnes.
45
Vide Bordalí, 2007.
46
Vide Favoreu, 1998, Vide Domínguez, 2001, Vide Guzmán Brito, 2001, Vide Ferrada,
2004, y Vide Cea 2004, 2005c.
47
Vide Raz, 1975.
48
Vide Alegre, 2009.
49
Vide Pando, 1998.
50
Vide Supra Alegre; Vide Correa, 2009; Vide Atria, 2001; y Vide Ruiz-Tagle, 2009.
51
Aldunate, 2001.
52
Vide Ugarte, 2010.
53
Vide Aldunate, 2001.
9
carácter científico del Derecho54, o bien, un criptoiusnaturalismo55. Asimismo, hay autores
que resienten una utilización de los derechos fundamentales en el ámbito privado, ya que
pretenden mantener la identidad del derecho privado y su lógica interna.56 57 Se trataría,
en este caso, de la vulgarización del derecho privado.58 La disconformidad se daría, puesto
que, si los sujetos particulares tuviesen que supeditar su accionar, cualquiera que este
sea, a la presencia y vigilancia de los derechos fundamentales, de la misma manera que se
hace respecto de los poderes públicos, no habría espacio ni sentido para la existencia del
principio de autonomía de la voluntad.”59 De esta forma, entre quienes aceptan el uso de
los derechos fundamentales en el ámbito privado, se advierte que a partir de la
proclamación, a mediados del siglo XX, de los pactos sobre Derechos Humanos, se produjo
una ampliación del elenco de derechos fundamentales a todos los ámbitos del hombre,
incluido aquellos relacionados con la relación laboral.60
21. Vistas así las cosas, a partir de los grandes y agitados acontecimientos ocurridos
durante el siglo pasado, el reconocimiento universal de los derechos fundamentales se
tornó innegable e incuestionable. De esta manera, desde la vereda del vecino civil, “el
ingreso (…) de los derechos fundamentales del trabajador a la fábrica es [fue] un hecho
irreversible.61 62 Por supuesto, como señala Favoreu, pareciera que existieran más efectos
benéficos que perjudiciales, al momento de evidenciar el fenómeno de la
constitucionalización del Derecho. Si bien, hace 200 años atrás, la ley era el pilar
fundamental del ordenamiento jurídico, parece evidente que hoy, el eje es la Carta
Fundamental.63. Parafraseando a Zagreblesky, Ugarte enfatiza que “la ley, [en] un tiempo
medida exclusiva de todas las cosas en el Derecho, cede así el paso a la Constitución y se
convierte ella misma en objeto de medición.”64 Sin embargo, el mismo Favoreu enseña
que el verdadero obstáculo para agraciarse de los favores de este proceso de
constitucionalización, “es aquel que resulta de la ignorancia en la cual se encuentran los
que practican el derecho —magistrados y abogados— en cuanto a la existencia de un
increíble arsenal o tranque de recursos constitucionales por invocar y aplicar.”. 65
54
Vide Supra Alegre.
55
Vide Amado, 2004.
56
Alegre, 2009, p. 20.
57
Vide Jana, 2001.
58
Vide Supra Alegre.
59
Vide Ugarte, 2010, p. 13; y Vide Venegas, 2004.
60
Vide Ermida, 2006).
61
Ugarte, 2011, p. 13.
62
Vide Ugarte, 2008.
63
Vide Favoreu, 2001, p. 31.
64
Ugarte, 2010, p. 9.
65
Favoreu, 2001, p. 38.
10
22. De todas formas, para Ugarte se trata de una verdadera “marcha triunfal sin
parangón”66 67 y sin retorno68; de un verdadero desembarco de la Constitución en todos
los rincones del derecho69 70, desde un modelo de Estado Legal de Derecho a un prototipo
de Estado Constitucional de Derecho.71 Efectivamente, tal como nos lo recuerda Ugarte, el
discurso de los derechos viene a sustituir la cultura del legalismo: Hart, con la preminencia
del juez frente a los casos difíciles; Dworkin a través de su enfrentamiento con las
posturas utilitaristas y positivistas; Alexy con la ponderación como modelo de solución de
conflictos; y Ferrajoli con la fórmula del garantismo, constituyen las bases sobre las cuales
se ha ido construyendo la dogmática de los derechos fundamentales considerados como
un todo.72 Así las cosas, una hipótesis de trabajo al respecto estaría sustentada en ciertos
y determinados supuestos o razonamientos que fundamentan dicha premisa. Revisemos
cada uno de ellos:
66
Vide Ugarte, 2007, p. 54.
67
Vide Ugarte, 2008.
68
Vide Alexy, 2003, p. 51; y Ugarte, 2010, p. 9.
69
Vide Ugarte, 2010, p. 8.
70
Vide Ugarte, 2008.
71
Vide Zagreblesky, 2002, Alexy, 2002, Sanchís, 2005, y Cea, 2004 y 2005.
72
Vide Ugarte, 2010, pp. 8-11 y Nota 20.
73
Vide Peces-Barba, 1993; Aldunate, 1999, 2001 y 2008; Alexy, 2002; Atria, 2003 y 2009;
Perez Luño, 2005; y Accatino, 2009, entre otros.
74
Vide Accatino, 2009, pp. 17-18.
75
Aldunate, 2008, p. 45.
76
Vide Accatino, 2009, p. 18.
77
Vide Accatino, 2009, p. 17.
78
Dictamen N° 2210 / 035, de fecha 5 de junio de 2009, de la Dirección del Trabajo.
11
esenciales, los argumentos necesarios, y en definitiva, para acceder a los conocimientos
que desarrolla la dogmática jurídica respecto de los derechos fundamentales, será
determinante al momento de aplicar o no una norma jurídica de derecho fundamental
controvertida.79 Si una comunidad jurídicamente establecida se construye sobre la base
de normas que le son comunes a todos los hombres, su mejor comprensión será decisiva
de una aplicación más justa, imparcial y equitativa de las mismas. 80 En cierta forma, esta
falta de desarrollo doctrinal de los derechos fundamentales conlleva, en consecuencia,
una falta de desarrollo cultural, y, por ende, un desapego con las instituciones jurídicas, y
una carencia de compromiso con la idea democrática.81 Como dice Atria: “el problema no
es (o no es sólo) quien debe decidir, sino [de] qué tipo de [que calidad de] decisión se
trata.82
24. Es muy posible que exista, sin embargo, amplio consenso, sobre la necesidad de
avanzar en una conceptualización consensuada sobre los derechos fundamentales. Alexy,
nos trae las palabras de Lerche que señala “el valor que tiene todo perfil formal, lineal, es
decir, el valor de la claridad constitucional” 83, de Kloepfer, que nos aconseja ante lo que
denomina una “peligrosa subestimación de lo formal”84, y de Laband, cuando señala que
la dogmática como rama científica, recoge un determinado derecho positivo y, mediante
un método deductivo, puede construir instituciones jurídicas, desde lo particular a lo
general, además, de hacerse cargo de las consecuencias jurídicas de esos mismos
conceptos.85 Por lo tanto, si existe algo que podamos llamar ciencia de los derechos
fundamentales, ésta no va de la mano de la retórica desbocada, ni de los vaivenes de la
historia, sino de un análisis metodológico y analítico del conocimiento jurídico.
79
Vide Atria, 2009, p. 15.
80
Vide Peces-Barba, 2003b.
81
Vide Atria, 2003, p. 66.
82
Atria, 2003, p. 65.
83
Alexy, 2002, p. 42.
84
Supra Alexy.
85
Vide Alexy, 2002, p. 43.
86
Vide Aldunate, 2008, pp. 217-220. Vide Ferrada, 2001. Zapata, prologando la obra de
Contreras, advierte que la doctrina constitucional actual está dividida en tres campos
principales: Aquellos que favorecen la aplicación de los derechos fundamentales de un
modo inmediato y directo. Este autor denomina a esta tendencia como
“neoconstitucionalismo”. Otros, que postulan la aplicación clásica y liberal de los
derechos fundamentales, solo contra la acción estatal. Y una tercera posición, que
“aceptando —con mayor o menor entusiasmo, según el caso— la posibilidad del efecto
horizontal, se cuidan, sin embargo, de advertir contra los peligros de una
12
horizontal, y en particular de la eficacia directa, de los derechos fundamentales, implicaría
entregar al juez más poder que el que requiere para llevar a cabo su labor jurisdiccional,
puesto que sería algo así como una fórmula mágica que habría que considerar con
desconfianza, o bien un instrumento metodológicamente sospechoso que se mueve en
una dogmatica insegura e inmadura87, y que supondría transformar al juez en lo que
Dworkin denomina “a lawyer of superhuman skill, learning, patience and acumen, whom I
shall call Hercules.”88 89 Otros, manifiestan la distancia de su postura con la teoría del
Drittwirkung, respecto de una aplicación irrestricta de la Constitución, advirtiendo que su
admonición en nuestro país, ha permitido, más que explicar la doctrina que la sustenta,
entender el entusiasmo de quienes la favorecen, pero que eso no nos proporciona, en lo
absoluto, la razón sobre el fondo del asunto, esto es, aquellos conceptos básicos y
capitales de esa doctrina que puedan haberse utilizado en nuestro ordenamiento jurídico,
de aquellos que se dejaron de lado, o se subsumieron frente a una determinada realidad
imperante. 90 Desde esa perspectiva, es completamente entendible que quienes piensan
así, prefieran mantener sus barcos en la ensenada de la supremacía constitucional, más
que propiciar una nueva teoría que explique, lo que ellos creen no es necesario elucidar,
ya que, por muy oportuno que esto nos parezca, el peligro que algunos autores admiten
distinguir es una probable desnaturalización de algunos conceptos elementales de
derecho constitucional, al utilizar en forma exuberante y desmedida esta teoría, sin haber
recalado suficientemente, en la doctrina jurídica, su importancia y naturaleza. Incluso,
algunos autores advierten que la versión nacional, tiene una expresión lejana y sucedánea
con su equivalente original.91
26. Por lo tanto, dicha resistencia, en algunos casos, evidente y, en otros casos,
subyacente, de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales es causa, en sí
misma, más que suficiente, para dilucidar las preguntas, interpelaciones y requerimientos
que se plantean a partir del grado de conflictividad de la dogmática jurídica en esta
materia, y que permitirán enriquecer el debate en torno a los derechos fundamentales;
entendiendo que nuestro ordenamiento jurídico tiene las mejores condiciones para
conjugar la fuerza evidente de nuestra Carta Constitucional, que con el artículo 6º inciso
segundo, se constituye en algo así como en una suerte de faro que ilumina el camino por
donde debemos conducir nuestros pasos, para el desarrollo dogmático de una teoría de
los derechos fundamentales “inespecíficos”, en nuestro país.
13
27. Existen ciertos autores92, que advierten la importancia de la tutela jurisdiccional de los
derechos fundamentales, y, asimismo, las dificultades y conflictos que existen respecto de
quienes deben decidir sobre estas importantes materias. En efecto, “la garantía
jurisdiccional a los derechos fundamentales puede considerarse uno de los aspectos mas
débiles de nuestro sistema de garantía.”93 Dicha importancia, entendemos, se debe al
reconocimiento que los distintos ordenamientos jurídicos han hecho de aquellas normas
jurídicas de derechos fundamentales, no sólo como derechos subjetivos, sino como
valores o principios que supeditan o condicionan a todos los poderes del Estado 94 y, en
general a toda la sociedad jurídicamente organizada. De esta forma, Squella se pregunta si
las facultades de los derechos subjetivos provienen siempre de una norma jurídica que les
otorga valor normativo, dentro de un ordenamiento jurídico determinado o, si bien, ellas
pueden ser tenidas en cuenta por sus titulares más allá de si una norma jurídica les
reconoce existencia y legitimidad.95 En cambio, sus dificultades pueden encontrarse en,
más allá de la especificidad de su tratamiento a nivel institucional, en la falta de
concernimiento y/o entendimiento96 por parte de quienes son sus titulares directos.
92
Vide Aldunate, 1999, 2001, 2003, 2008, y 2009; Vide Ferrada, 2003, 2004, y 2009; Vide
Hernández, 2006; Vide Garrido, 2009, y Vide Bordalí, 2009.
93
Aldunate, 2008, p. 358.
94
Vide Bordalí, 2009, p. 34.
95
Vide Squella, 2007, p. 102.
96
Aldunate, 2008, p. 355.
97
Garrido, 2009, pp. 56-57.
98
Vide Nino, 1993.
14
29. Lo que pretendería constatar un estudio en estos términos es que, debemos tener en
cuenta, por un lado, los derechos fundamentales considerados como derechos subjetivos
de libertad, tal como tradicionalmente se ha entendido. Sin embargo, asimismo se ha
planteado explicar a los derechos fundamentales, como derechos objetivos y elemento
gravitante para todo el ordenamiento jurídico. Aceptar este doble carácter de los
derechos fundamentales, se concibe como uno de los desafíos propuestos por la teoría
del Drittwirkung, que entiende que el Derecho tiene una variable intrínseca al ser
humano, en particular, pero a su vez, extrínseca, decidida y formulada para toda la
sociedad, en general.99 De esta forma, el reconocimiento empírico a los derechos
fundamentales de carácter “inespecífico”, trae consigo, como una consecuencia de lo
anterior, un fortalecimiento de la garantía de predecibilidad de las decisiones judiciales en
materia de derechos fundamentales.
30. Por supuesto, algunos, vuelven, de la mano de esta teoría jurídica, a reiterar el
carácter absolutamente universal de los derechos fundamentales, más allá del escenario
propio de las relaciones laborales, para extenderse en su aplicación (y explicación) a las
relaciones económicas y comerciales, del derecho del consumidor y de la libre
competencia.100 Nosotros agregamos, más aún, que los derechos fundamentales debería
ser posible emplearlos en las relaciones jurídicas de todo tipo, incluso en las más
personales e íntimas. Como señala Ugarte: “ya no se trata[ría] sólo de regular las
relaciones entre los poderes del Estado, sino que casi podría decirse que todo conflicto
jurídico, desde el horario de las panaderías al etiquetado de chocolate”. 101 Sin embargo,
esa concepción de una Constitución puramente material102 se enfrenta a lo que Forsthoff
ha denominado “un huevo de mundos jurídicos” “de donde surge todo, desde el Código
Penal hasta la ley sobre la fabricación de termómetros”. 103 104 Vistas así las cosas, es en el
terreno de las relaciones laborales donde podemos intentar verificar la viabilidad de las
normas de derecho fundamental, denominadas con el apelativo de “inespecíficas”, esto
es, aquellas normas de derecho fundamental referidas a aquellos valores y principios que
consideran al trabajador, no sólo en su calidad de tal, sino más aún, y sobre todo, en su
condición de ser humano.
31. En definitiva, para entender que el concepto de derecho fundamental, hay que
considerarlo, no sólo como una posición iusfundamental individual, sino como derechos
fundamentales considerados como un todo. A su respecto, Alexy nos dice que “quien
habla de un derecho fundamental por ejemplo, a la vida o a la libertad de opinión, se
refiere, por lo general, no solo a posiciones individuales sino al derecho fundamental
99
Vide Estrada, 2006.
100
Vide Bilbao Ubillos, 1997, p. 245.
101
Ugarte, 2010, p. 9.
102
Vide Alexy, 2002, p. 504.
103
Alexy, 2002, p. 504.
104
Vide Forsthoff, 1954 y 1975.
15
como un todo”.105 De esta manera, se reitera la idea plasmada en la teoría del
Drittwirkung, esto es, que los derechos fundamentales no sólo son una expresión en el
plano jurídico como derechos subjetivos, sino que también reflejan el carácter de normas
objetivas que son aplicables en todos los ámbitos del quehacer social, y respecto de
cualquier persona.106 Otros autores señalan que esta doble calificación, podemos
considerarla, en sí misma una sola teoría, aquella de los derechos fundamentales
objetivos, en virtud de la cual, estos derechos deben ser considerados no sólo como
derechos de defensa frente al Estado, sino como valores y principios que sustentan el
andamiaje de todo el ordenamiento jurídico, exigiendo inicialmente una actitud pasiva de
no hacer por parte de los poderes públicos, pero al mismo tiempo una conducta activa, de
dar y hacer, de fomento y participación, a favor de los derechos fundamentales, y que
traspasa la frontera de las relaciones públicas para enquistarse como un límite a la
autonomía privada107, como un candil que nunca reduce su fulgurante luminiscencia.
32. Como acertadamente han señalado algunos autores 108 la certeza y seguridad jurídica
son algo mucho más indispensable y cierto que la sola predecibilidad de las decisiones
judiciales. En efecto, lo esperable de un juez no es sólo que aplique el derecho a las causas
que son puestas en su conocimiento, sino que dicha aplicabilidad sea en consonancia con
lo que el Derecho espera de dicha atribución. No basta, pues, con que los sujetos que son
gobernados mediante el Derecho, se les diga a que atenerse cuando se les aplica una
norma jurídica109, sino que debe haber una avenencia o conformidad entre lo que se hace
y lo que se dice, entre la norma que declara un derecho determinado y el juez que la
administra, en un sentido más comprehensivo a la mera aplicación mecánica de la ley.110
Atria nos advierte que esto es especialmente importante al momento de interpretar una
norma jurídica de derecho fundamental111, ya que el valor normativo de la certeza y
seguridad jurídica, en esta materia, estará dado, no por la racionalización de aquellos
datos evidentes y necesarios112 que nos puedan proporcionar las normas jurídicas en sí
mismas, sino por la capacidad deliberativa y argumentativa que emana de esa misma
racionalización113 de normas, al momento de hacer uso de ellas.
105
Alexy, 2002, p. 241.
106
Vide Estrada, 2006, p. 267.
107
Vide Supra Estrada.
108
Vide Quintana, 1993; Sierra y Varas, 1993; Nino, 1993; Atria, 2004 y 2009, y Accatino,
2009.
109
Vide Atria, 2009, p. 8.
110
Vide, Atria, 2004, p. 135.
111
Vide Atria, 2009, p. 9.
112
Vide Quintana, 1991, p. 150.
113
Vide Supra Quintana.
16
33. De esta forma, agrega Alexy, resulta absolutamente insuficiente, en un sistema de
derechos fundamentales que puede llamarse perfectamente institucionalizado, la sola
adopción de un catálogo de derechos fundamentales114; además, “éstos tienen que ser
interpretados e implementados.”115 116 Y esto es así, porque entendemos que la
estructura de la norma jurídica, en general, y de los derechos fundamentales, en
particular, está constituida por reglas y principios, o al decir de Alexy, por derechos
definitivos y derechos prima facie, esto es, como “derechos basados en principios.”. 117
Aun así, Alexy nos advierte que el solo catálogo de derechos fundamentales, con todo lo
insuficiente que pueda ser, no dejaría de tener valor.118 Sin embargo, es sólo un primer
paso.
34. El siguiente paso “es la determinación de los pesos relativos de los distintos prima
facie.”119, en tanto cuanto, los valores y principios no tienen un peso absoluto y
determinado en sí mismo, respecto de los derechos que fundamentan, sino que tienen
que ser sopesados suficientemente, mediante un ejercicio intelectual de satisfacción y
suficiencia de uno respecto de otro. Es la aplicación de la denominada ley de la
ponderación.120, que tendremos ocasión de explicar, en su oportunidad. En este punto,
digamos con Nino, que compartimos lo advertido por Dworkin, en cuanto a que la
argumentación jurídica debe ser diseñada a partir de la “admisibilidad de ciertos tipos de
estándares como parte del derecho, [d]el alcance [que el sistema jurídico concede en el
uso121] de la discreción [calidad] judicial y [de] la posibilidad de justificar proposiciones
jurídicas sobre la base de prácticas sociales”.122 123 Siguiendo en esto, a Sierra y Varas,
podemos decir que la tarea de los jueces, en esta materia, es decidir los casos difíciles
interpretando la estructura política de su comunidad.124 Y continúan estos autores diciendo
que, de esta manera, “puede considerarse que un derecho puede ser calificado como
derecho moral sólo si puede argumentarse, en base a razonamientos metadogmáticos que
su ausencia o desconocimiento implica un menoscabo de la dignidad, igualdad y respeto
debido a la parte más débil (en algunos casos las minorías), o un deterioro grave de las
condiciones de sustentabilidad de la convivencia social.”.125 Porque, finalmente, la
114
Vide Alexy, 1993, p. 31; Vide Alexy, 1999, p. 23; Vide Alexy, 2002, pp. 21, 22, 65, 148,
153, 315, 360, y 489.
115
Alexy, 1999, p. 23.
116
Vide Alexy, 2000.
117
Alexy, 2002, p. 29.
118
Vide Alexy, 1993, p. 29.
119
Alexy, 1993, p. 30.
120
Vide Alexy, 1999, pp. 27 y 28; Vide Alexy, 2002, pp. 161, 164, 167, 289, 339, 342, 369, y
548; Vide Alexy, 2002b, pp. 14, 23, 25, 32, y 49.
121
Vide Nino, 1993, p. 500.
122
Nino, 1993, p. 499.
123
Vide Hernández, 2006.
124
Vide Sierra y Varas, 1993, p. 541-542.
125
Sierra y Varas, 1993, p. 546.
17
autonomía de un sistema jurídico se basa en la garantía de imparcialidad de la voluntad y del
juicio; convirtiéndose, de esta manera, la moral en contenido y en continente de una
“racionalidad procedimental” de sus propias instituciones.126
36. Con todo, esta disyuntiva parece la cabeza de playa de la discusión en torno a una
concepción tradicional de los derechos fundamentales que debe modificarse para
126
Vide Habermas, 1998.
127
Vide, Vergara, 2004, p. 65.
128
Vide Bilbao Ubillos, 1997, pp. 251-254.
129
Supra Vide Vergara, 2004.
130
Bilbao Ubillos, 1997, p. 254.
18
subsistir.131 Y no se trata de un problema fácil, no tanto para quienes son sus partidarios,
sino justamente para quienes rechazan la posibilidad que los derechos fundamentales
puedan ejercer preponderancia en el ámbito privado, y mantienen firmes su más absoluto
convencimiento que el estatuto público o privado del presunto trasgresor permite
resolver la problemática en torno a la existencia y validez del derecho fundamental que
pueda ser alegado.132 En estas circunstancias, pero de una manera más específica, de
acuerdo con el asunto que nos convoca, cabe hacernos algunas preguntas, tales como
¿podría, por ejemplo, un trabajador exigir su reincorporación a su lugar de trabajo por
haber sido desafectado o desvinculado de sus labores teniendo como motivo o
fundamento, causas contrarias a sus derechos fundamentales que le reconoce la
constitución a cualquier ciudadano? O, mejor aún, ¿podría un empleador despedir a un
trabajador, justificando su decisión, directa o indirectamente, en hechos o actos
contrarias a sus derechos fundamentales, tales como la honra, la privacidad, o la libertad
religiosa?
37. Pues bien, la respuesta a todas estas preguntas impostergables, nos permitirá
demostrar de qué manera, los trabajadores, en el ámbito del derecho laboral chileno,
pueden llegar a obtener de la práctica jurídica nacional una tutela judicial efectiva de sus
derechos fundamentales y, en particular, de aquellos denominados “inespecíficos”,
considerados como aquellos que tiene el trabajador, no por anteponer dicha calidad a los
demás, sino muy por el contrario, en su condición de ciudadano, inserto en una
comunidad jurídica cierta y determinada; y cómo ese mismo sistema judicial tiene que
estar en condiciones de otorgarles dicha tutela judicial. Si consideramos a los derechos
fundamentales como parte del sistema jurídico constitucional, como derechos que son la
consecuencia jurídica de un pacto social133, será necesario, entonces, reflexionar sobre los
mecanismos jurisdiccionales de control constitucional que permitan garantizar dichos
derechos fundamentales. Siguiendo en esto a Peña, parece evidente y razonable
especificar este “conjunto de mecanismos y garantías que tienden a la tutela judicial
efectiva”134, diciendo, en palabras textuales de este autor, que: “puede ser entendida (…)
como “el derecho fundamental que toda persona tiene a la prestación jurisdiccional, es
decir, a obtener una resolución fundada jurídicamente, normalmente sobre el fondo de la
cuestión que, en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, haya planteado ante los
órganos judiciales”135, “no sólo comprensiva del derecho a la pretensión jurisdiccional,
sino también comprensivo de todas las garantías procesales constitucionalizadas que
comprenden el denominado “debido proceso”.”.136 Por lo tanto, los derechos
fundamentales “inespecíficos” se satisfacen, no sólo en su reconocimiento en el ámbito
privado, que les es propio, no sólo en el respeto que de ellos se espera por parte del
131
Supra Vide Bilbao Ubillos, 1997.
132
Supra Vide Bilbao Ubillos, 1997.
133
Cruz Villalón, 1989, p. 45.
134
Peña, 1996, p. 662.
135
Peña, 1996, p. 663.
136
Supra Peña.
19
empleador, en su relación con los trabajadores de una empresa, sino en la garantía
efectiva que los órganos del Estado edifican a partir de ellos; lo que se elevará, al final del
día, como el respaldo más concreto y efectivo que permitirá asegurar el grado más alto de
realización al que puedan aspirar los derechos constitucionales así reconocidos. 137
137
Vide Ferrajoli, 2006, p. 116.
20