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Alejandra Jiménez Pomárico es

Licenciada en Química, nacida en la


ciudad de Mérida y egresada de la
Universidad de Los Andes
(Venezuela) Escribe poemas,
pensamientos y narraciones breves.
DEDICATORIA:
A mis amores, porque han enriquecido
mi historia y fortalecido mi mundo
interior.
Buserlubi

¡Buserlubi!, ¡oh Buserlubi! impaciente y


soñadora, refinada, consciente de lo que
realmente tiene valor, inquieta y
presumida tantas veces, Buserlubi como
le dicen un mar de pasión. Buserlubi
llena sus días y sus noches con profunda
inspiración, sus palabras esconden
siempre alguna larga y meditada
experiencia. Su pensamiento trasciende
el tiempo, espacio y por supuesto la risa.
¡Oh Buserlubi! tan tímida y agresiva al
mismo tiempo.
Buserlubi crecida de confianza y
transparencia, a todos irradia con su
belleza, pero no una belleza de
sobreestimada apariencia, sino esa
belleza que embriaga el alma en su
ausencia. ¡Oh Burserlubi! Siempre una
amiga discreta, conocida por sus
silencios oportunos y sus palabras de
experta. Nunca te dice que no, pero aun
no asiente en un si eterno.
¡Buserlubi!, ¡oh Buserlubi! como
describir tu ciencia, a veces infantil pero
certera, evasiva pero muy atinada,
intuitiva pero poco primitiva. No puedo
hacer juicio al respecto ella simplemente
observa.
Buserlubi de mirada sincera, oportuna y
poco elaborada a todos confundió, les
hizo desear navegar ese exótico mar de
pasión, y tan pronto pudieron,
embarcaron viaje sin brújula; a tiempo y
con poca precisión encallaron entre
corales de múltiples colores, de donde
no supieron salir, ante tal desespero
abrumados y confundidos murieron,
como náufragos del cielo.
¡Buserlubi!, ¡oh Buserlubi! allí, vivida y
enrojecida los distinguía, desde el faro
cerca del muelle de soledad. Vestida los
esperaba, pero al descubrir que nunca
llegarían, con lágrimas escribió a cada
uno su canción. Nunca una de ellas tuvo
melodía, solo palabras de una historia
vivida y sufrida, pero a cada uno dedicó
su canción valorando su esfuerzo, el
perecer de su cuerpo y pensamiento, y
ultimando aquel único amor.
Buserlubi canta como quien canta al
viento.
Cannet

¡Cannet, el inolvidable Cannet!, de


naturaleza impetuosa, tosco para
expresarse muchas veces y
definitivamente irreverente. Solía amar
en la distancia, también le gustaba
esconderse, se conflagraba tras historias
insólitas y muchas veces incongruentes.
Cuando su barco zarpó muchas
pequeñas embarcaciones lo
acompañaban pero ninguna de ellas
logró llegar al arrecife, su navegación
fue realmente rápida, pero le
acompañaba mal tiempo y mucha
neblina, a la que algunos llamarían
mentiras.
Amaba su tierra de origen y
menospreciaba cualquier otro territorio,
eso era algo muy desagradable para
Buserlubi. Establecía sentencia ante
cualquier cosa como si fuese dueño de la
verdad, pero jamás se detenía a meditar.
Nadie parecía ser lo suficientemente
integró ante sus ojos y todo se podía
comprar. A menudo él y Buserlubi
reñían por mantener distintas filosofías
de vida.
Nunca vi a nadie acercarse tanto y tan
rápido, pero rendirse de forma
draconiana, eso fue sorprendente.
Recuerdo haber visto a Buserlubi llorar,
porque por primera vez deseo subir en
una embarcación, solo para estar con él y
acompañarle en lo que describía como
una vida de cuento.
Entonces fugazmente un día encalló, y
ella lo descubrió como cualquier escritor
inventando historias de un mundo
mejor, él no soportó, se enfermó, todo
aquel ensueño que un día lo arropó, en
tres días la verdad lo desnudó. Sintió
tanta vergüenza ante los ojos de
Buserlubi que desistió, como pues habría
de amarla como prometió, si ella no le
conocía realmente, si aquella tierra que
tanto alabó no existía, si aquello que con
sus labios compró era una fantasía.
Buserlubi lo miró, en la distancia clavó
los ojos en su alma, y declaró: ¡Oh
Cannet! ¡Si tan solo hubieses sido
transparente, nada más me habría
importado!. Y entonces él lo supo, supo
que la muerte aguardaba, que su agonía
apenas empezaba, que su error le
masticaba el alma. Pero ya no había nada
que hacer, su barco encallaba y una vez
más Buserlubi en silencio le observaba.
Nunca estuve allí cuando ocurrió, pero
dice un mirón que ella le acompañó en
su último suspiro y cubrió su cuerpo
reducido con un trozo de su vestido.
¡Oh Cannet fue tanto lo que dijo, que ni
el viento le hizo eco!
Agente encubierto

En vísperas de tierna juventud, donde


las flores tienen nombre, las montañas
son azules cuando se miran en la
distancia, como pintando un lienzo, y las
nubes nunca están tan lejos, hubo un
audaz encuentro. Se trataba de un
hombre joven muy joven y discreto,
Buserlubi le decía el agente encubierto.
Recuerdo que me contaba como
fantaseaba con él por su
comportamiento. Lo describía como
observador, nervioso y secreto; viajaba
en un bote pequeño y ni siquiera parecía
estar bien equipado para sobrevivir en
alta mar.
El sol enrojecía su blanca tez, su
temperamento apacible perturbaba el
inquieto pensamiento de Buserlubi, pero
definitivamente ella lo amaba. Hablaba
una lengua extranjera, y caminaba como
saltando algún sistema de riego, en
jardines risueños. Ella, en su juventud le
idealizaba, y él lo notaba, pero
escurridizo mientras temblaban sus
manos, atendía a todas sus preguntas y
luego se marchaba; .y ella una vez más le
amaba.
Seis meses de miradas fue todo lo que
avivó a esta inocente llama, lo demás
fueron esperanzas, amigos relataban que
él nunca manifestó con palabras su
interés, pero todos notaban, que apenas
ella se acercaba sus manos temblaban y
los nervios tambaleaban su barca.
Mientras tanto ella fantaseaba, y me
contaba, que él usaba medias blancas,
que pertenecía alguna agencia de
investigación secreta y que de seguro
estaba de paso, ella no creía que fuese lo
que aparentaba ser, más bien
sospechaba, que en una misión
encubierta se encontraba.
Un día, muy segura en su corazón
Buserlubi me expresó: -¡él sabe que yo
sé, aunque no tengo como probarlo!- Y
entonces yo impávida le abracé y dije: -
entonces sabes que no se quedará, y no
habrá nada que cuidar!-, ella nunca
respondió.
Al tiempo la noticia entre pasillos corrió,
el bote había desaparecido de toda
visibilidad, y yo sentí un susto, que me
impulsó a mirar su reacción, pero
Buserlubi me sonrió y exclamó: -
¡tranquila quizás nos topemos de nuevo
en la vida!-
Jamás volvió a hablar de él pero
conociéndola lo pensaba, y yo solía
imaginar sus misiones encubiertas, a
veces las escribía en relatos y otras veces
solo imaginaba el chico encubierto,
tembloroso y secreto.
Hasta hoy la vida no los ha vuelto a
encontrar, pero en ocasiones diviso el
horizonte y veo su bote navegar.
Él cuenta cuentos

Alto y fuerte él cuenta cuentos, como le


decía Buserlubi, fue un hombre de tez
morena, venia huyendo de tierras
vecinas algunos describen que le huía al
tiempo, la verdad nunca comprendí eso.
Su barca era grande pero envejecida de
pensamiento, tenía otros tripulantes y
no llevaba equipaje, solo libros, literatura
de todo tipo. Apresurado al hablar y de
cálido abrazar. Una de cada dos noches
su barca se alumbraba con velas de
colores y mientras todos dormían
Buserlubi lo distinguía, él decía velar,
pero a media noche se dormía y buscaba
la verdad pero jamás la discernía.
Este romance fue largo, dos años de
llamadas eventuales, mensajes
constantes y medias verdades. De oídas
escuche de su más colosal desembarque
y que de alta mar trajo turbantes, pero
fue solo cuando me encontré a Buserlubi
que supe que su cuello se adornó azul
brillante. Ella titubeante me sonrió y
pregunto: -¿No será demasiada la
tripulación?- y yo pensativa me retraje.
Un día, al final de la tarde, una llamada
recibió Buserlubi, para su sorpresa era él
cuenta cuentos, y literalmente con un
cuento le salió. Habló de un amor secreto
que le conquisto el pensamiento, que por
años había sentido y no había vivido,
pero esta vez se entregó por completo y
que aquella, hasta le dio a quien heredar
su barca y libros. Buserlubi sin palabras
tartamudeo, impresionada y perturbada
sólo alcanzó a felicitarle tímidamente, y
nunca notó que esa fue su despedida y
luego desapareció con prisa.
No volvió el encendido de su barca por
la noche, nunca se supo si retoño, a pesar
que ella lo llamó, él desapareció. Parece
que aquello de lo que tanto huyó un día
le consiguió.
A tierras vecinas volvió, él cuenta
cuentos se rindió, ni arrecife toco cuando
el tiempo le alcanzó.
Buserlubi a este hombre nunca lo lloró.
El arlequín
Pintoresco, bromista, divertido y
fornido, el arlequín siempre confundido,
no entendía como pero en todas sus
conversaciones se diluida, las miradas
iban y venían, pero Buserlubi digna le
admiraba pero nunca le besaba.
Su barca zarpo un día de nevada, o lo
que otros llamarían con pocas luces y
muchas ganas. Buserlubi le observaba,
pronto notó que una serpiente le
visitaba, y eventualmente le decía que lo
amaba. Buserlubi no entendía como eso
funcionaria, sin embargo su amor por el
crecía.
Cada mañana se notaba desde el faro, su
flama, el pintoresco arlequín humo rojo
con gris dejaba, por donde pasaba, y
Buserlubi lo amaba, a pesar de que
parecía ser el centro de todas las
miradas, cosa que él disfrutaba y con la
fuerza de un toro se pavoneaba.
Apresuradamente por festín Buserlubí
tuvo que salir, y en su ausencia las
miradas cesaron y la serpiente tomó su
oportunidad, una vez más se acercó
seductora, intrigante y frágil como
paloma lo mareó. A pesar de la distancia
Buserlubi lo soñó y sospechaba que otro
fin se acercaba; así cuando su fiesta
terminó ella volvió y lo confirmó, la
tempestad se apoderaba de alta mar, ya
no estaban las mismas miradas, él la veía
y se avergonzaba, ella sentada agonizaba
pero decidió no decir nada, para no ser
rechazada.
Pasaron los días y ella agonizaba, su
alma se turbaba y su corazón clamaba,
pero el tiempo en alta mar no mejoraba.
La serpiente ya estaba instalada en la
barca, y otros marineros comentaban que
de noche se las ingeniaba para envolver
aquel ser y que su colorida apariencia
desgastaba. Era tan impresionante, todos
lo notaban, pero nadie se atrevía a
declarar que la serpiente lo amaba;
mientras el corazón de Buserlubi
desmayaba.
Un día cuando todo se daba por perdido
y Buserlubi cambiaba de rumbo y
destino, los diarios de improvisto se
vistieron de cilicio, un fallecimiento se
anunció, el arlequín murió, en los brazos
de su serpiente expiró. Ella nunca le dejo
llegar a puerto seguro y por supuesto el
arrecife no tocó, en cambio su barca se
perdió, en alta mar desapareció.
Buserlubi lo lloró, y se compadeció de
ver que ante tanto furor y atención su
barca se esfumó en el olvido de arrebol,
nadie le celebró, nadie le lloró, todos le
ignoraron el último acto.
Dicen que su fornido cuerpo cambió y
apariencia dedil le vistió pero esta vez al
sepulcro envistió como toro en plaza se
derrumbó. La serpiente aun le llora y
llena sus ojos de amargura cuando
Buserlubi canta. Dicen que la serpiente
desea pisar tierra firme, pero ya no
puede abandonar la barca.
Buserlubi canta, agradecida cubre con las
manos su cara cuando recuerda al
arlequín sin mancha, porque quien lo
vela lo mata.
El apicultor

El apicultor de naturaleza infiel, pasa sus


días y noches dedicado a la miel, busca
el conocer y algunos de sus comensales
lo describen de amargo parecer. Tiene
una hermosa posada donde viajeros del
saber suelen reír y comer, toma fotos al
revés y nunca bebe café. Conoce de
angustias porque no vive con fe y usa
una argolla como símbolo de poder, pero
cuando debe recordarla prefiere perder
su dedo anular, responsabilidad y poder.
Cuando supe del apicultor me preocupe,
de todas las historias esta era la peor, a
mi parecer, Buserlubi había perdido el
norte y la razón, le amaba sin ni siquiera
tener una noción de lo que sus ojos
podrían ver. Escritos antiguos motivaron
su pasión, a todos anunció su gran amor,
y todos veían a un bribón, que venía a
oscuras como quien solfea vientos de
altura.
El apicultor, escurridizo, incluso en la
penumbra, huía de sí mismo en un barco
con fisuras, su forma de caminar
mareaba a las uvas del vino de aquel
sembradío que cuidaba la luna. Una
tarde meditaba y la vi, Buserlubi viajaba
como quien camina sobre el agua, yo la
llamaba pero ella no escuchaba, su
cabello hondeaba, sus vestiduras no eran
las apropiadas, ella se colaba en aquella
barca, como sonámbula caminaba. Por
más que grité ella no escuchaba, sus ojos
vendados, con sedas y bordados,
anunciaban partos errados de hijos no
deseados, en barcos prestados.
Alce mis ojos a la luna, y le dije: -¡tú que
nunca dudas, dile que se pierden las
uvas!- y la luna sonriente lanzó voces al
oriente y me respondió: -¡Cuando más
oscura se ponga la noche, más brillará
mis luz!- y no supe a qué se refería, pero
el momento de la verdad llegaría.
Un catorce de cualquier mes se
cumpliría, los anuncios de la luna
vivida, ella descubriría que ese barco
dueña ya tenía. A mi puerta llegó,
temblorosa y sin ningún valor, sus
piernas no por mucho la sostenían y su
amor en un expelo verde murió.
Buserlubi sollozó, como una tonta se
sentía y la culpa la invadía aunque sus
pies nunca tocaron la barca, ella se
estremecía de ver como por aquellas
fisuras una barca se perdía. El apicultor
entre abejas y poca miel disipaba su
vida, su barca se rompía y su argolla sin
dedo un día quedaría.
Buserlubi lloró por meses, vinos de
llanto y dominio propio cosechó,
mientras sus ojos cambiaban de color.
Una mañana se levantó y su Padre le
abrazó y sobre ella canto, una y otra vez
le repitió:
-¡no hay vergüenza para quien camina
mirando al sol, porque su vida expone a
luz y calor, y la paz obtiene como fruto
de alcanfor!-
-¡no hay vergüenza para quien camina y
con la luna medita, porque ella no
existiría si el sol no la ilumina!-
Buserlubi sollozó y sus lágrimas seco, el
luto de aquella perdida olvidó y
conociéndola una nueva historia
empezó.
El filántropo guabinoso*

El filántropo guabinoso trabajador,


sensible, atrevido y rítmico seductor. Sus
amigos le dicen guabinoso de cariño
porque suele dudar a la hora de abrazar
lo que ama de verdad. Indefinido tantas
veces de los que hoy quiere pero mañana
se arrepiente. Chispeante solo en los
atardeceres y poco conocedor de
placeres.
Desconocido en bibliotecas pero con un
profundo interés en la ciencia, ama lo
bueno y procura ayudar cuando tiene
con que hacerlo. Su barca era prestada y
especulaban que en ella todo se
escuchaba, secretos de Buserlubi
susurraban las paredes atravesaban, ella
sonreía al ver que él creía que sabía, y
aun así, no entendía.
Un día su barca encallo, como quien
navega sin timón, ella al encuentro
acudió esperando ser de ayuda lo
auxilió, sin embargo el filántropo la
rampa desplegó, y al mirarla su frente
besó. Cuenta Buserlubi que no
pronunció palabra alguna, pero siempre
la miró como quien mira una laguna, ella
se acercó lo suficiente para mirar sus ojos
y como faro hacerle frente, él la esquivó,
aunque andaba sin timón.
Buserlubi como bailarina clásica se
apartó silente, pero nunca escondió su
beso en la frente, una vez más desde el
muelle vio un desenlace pertinente. La
barca a medio reparar, sin timón ni flete,
estuvo en otros muelles, donde los
cuervos tejían veleros y gaviotas
manejaban graneros. Buserlubi se
preocupaba pero lánguida mirada lo
perdía en medio de la nada.
Acompañantes dicen haberla visto llorar,
pero solían comentar que era más por
rabia, porque quién decide ayunar
cuando hay festín en casa.
Noche tras noche recordaba, pero su
mirada lánguida borraba, al filántropo
que besaba la frente, pero nunca la
verdad abrazaba. Un día cuando el
tiempo se perdía y ni la rabia vivía, una
postal recibió, algunas fotos traía y una
confesión implícita de reconocimientos,
confirmaciones genéticas de afectos y
anhelos vestidos de fieltro.
Una postal de regreso le firmó, como
bailarina escurridiza, a la ligera se lo
tomó, ningún anhelo le descubrió,
ninguna familiaridad les unió, y como
quien sonríe a un desconocido la postal
firmó.
Yo en persona la leí y una sonrisa me
saco, no había forma de eludir que
donde hubo corazón, ritmo y pasión solo
un saludo público engendró.
Buserlubi en ocasiones lo ve, y nada dice,
tampoco él, pero aseguran los
unicornios, que sus cuernos crecen
cuando ellos se ven, porque recuerdan
aquel beso en la frente del ayer.

*Guabinoso: indeciso
El agraciado de todos los
tiempos

El agraciado de todos los tiempos, un


niño ahora hombre justo, de naturaleza
fiel, y muchos secretos, más confundido
que el tiempo. Ama y no sabe a quién, a
todas adorna de auditivos placeres,
rimbombantes obsequios y oscuros
recuerdos. Canta como quien vende
lujosos recuerdos, canta como quien abre
el silencio, canta como quien no domina
el cuerpo.
Su barca agraciada y pequeña, con
sonido de tambores y flechas algunas
cuentan que en su barca latía una
caravana secreta, y cuando Buserlubi se
acercaba el latido se aceleraba, por
supuesto ella no lo notaba, pero entre
miradas e implícitas palabras Buserlubi
soñaba.
Un amor detenido en el tiempo, de niño
a hombre su amante viajaba, pero no se
aseguraba, en qué alba cantaba y su
corazón desvariaba. Una tarde lluviosa
con mareos de garza en las puertas de la
casa Buserlubi se enteraba de una flecha
le hablaba, y los secretos develaba. A su
lado estuve durante toda la
conversación, y veía como su corazón se
marchitaba, ante la verdad oculta de
aquel que canta. Ella callo, su boca
guardó silencio pero su corazón una
implosión vivió, escondió su rostro y
volteó su cuerpo para que no vieran su
llano en pleno verdor.
Buserlubi lloró, alta traición la embargo,
inseguridades, mentiras, secretos y
víboras vio, se percató de manipuladoras
intervenciones y consejos sesgados por el
propio deseo. Buserlubi lloró una vez
más, como quien no halla consuelo. Todo
aquel dolor le dio fuerzas, y junto aquel
riachuelo de agua dulce enfrentó, a ese
su amor; con palabras suaves y sabias lo
miro y tantas cosas ella preguntó, a
ninguna respuesta clara él dio. Entonces
Buserlubi su vuelo remontó y al parecer
el agraciado de todos los tiempo se hirió.
A pesar de la herida momentánea que le
causó, ella siempre le amo, algunas
noches cuando no podía dormir sus
plegarias por él embebían el amanecer, y
lo insólito de ella, es que siempre pidió
para que el en cualquier atardecer, su
barca con mucha fe, partiera lejos de
aquel ser, que influía tanto en su parecer,
sin dejarle ser y crecer.
Un día vio, a pesar de la neblina, que
noticias llegarían, sus plegarias yacían
vivas, su amor en nuevas aguas
navegaba y vivía, nuevas canciones
escribía. Buserlubi descansó su misión se
completó y el anhelo de su corazón un
reposo especial alcanzó.
Nunca supe si dejo de amarle o solo lo
supero, pero creo que este amor era
tierno y como de niños viajeros del
tiempo. Ella no hablo de él nunca más,
creo que tampoco espero nada, solo la
veía sonreír cuando alguna buena nueva
le llegaba.
En una oportunidad mientras
conversábamos Buserlubi llena de
esperanza, miró el cielo estrellado y me
dijo: -¡Aninett hay cosas que es mejor no
decirlas, pero igual pasan, y a todos nos
desviste el amanecer!-.
El Umpa Lumpa

El Umpa Lumpa de gracioso


comportamiento, reconocido entre sus
pares por poseer la firmeza de un líder,
inseguro en muchos aspectos y de
personalidad agradable. Escaso
arrepentimiento y nada de tacto le
caracterizaban, en el trato con las damas.
Dueño de todo y con una extraña
presunción de poder comprarlo todo,
desubicado tantas veces, pero de tierno
corazón.
Buserlubi le conoció en convención,
donde muchos otros marineros
compartían pasión, a ella nunca le gusto
pero la disfrutaba y como amiga se
presentó. Solía negarse a salidas a solas,
para no alimentar amores no
correspondidos, pero cuando se daba la
oportunidad compartía entre risas y
charlatanerías, ella simplemente se
divertía.
Un encuentro casual poco planeado le
permitió expresar su verdad, ella
observó, escucho, y su ancla intentó
encumbrar, pero la verdad no había
nada que cuidar. Él tosco no entendía, y
el rechazo lo invadía.
Muy pronto su barca zarparía, a otros
rumbos y lejanías, poca brisa le
acompañaría, y una gran sonrisa
Buserlubi tejería, en su nombre, sobre
azules de agua viva.
Yo de éste ser apenas si escuche que
vivía, nadie daba medio por la apuesta y
la mentira, y Buserlubi tejía, yo reía, su
silencio era tan evidente que algo más
sabía. No le pregunté, pero en una tarde
de café a la luz del día, ella me miró y
sonrió como que le ríe a toda una vida,
fue entonces cuando comprendí que su
ancla nunca se marchitaría, que muchos
amores iban y venían pero ella eterna
permanecía.
Y buserlubi tejía como quien teje
fantasías, entre aromas de canela y
mirra.
El 17:17

El 17:17 llamado así por el perfume que


acostumbraba a usar, enamorado del
amor, de eterno corazón, acompañante
oportuno y amigo disoluto. Tan parecido
a Buserlubi que era imposible que
terminaran juntos, sin embargo los
demás marineros los alentaban a amarse
a pesar de la marea y a preservarse uno a
otro por sobre la luna llena.
Buserlubi le admiraba en muchas
formas, y consultaba con él cada una de
sus historias. A ciencia cierta creo que
ellos se amaban con pureza en muchas
formas, pero no les correspondía juntos
ese tipo de historia. Algunos solían reír e
imaginar que un día, juntos vivirían,
otros miraban y sonreían, pero en el
fondo sabían que una chispa siempre les
faltaría.
Yo de éste todo sabía, los veía transitar
entre coralinas, reír, llorar, y uno al otro
protegerse, pero siempre pensé: -¡el
tiempo es inclemente, el final de seguro
ha de acontecer!-, entonces sacudía mi
cabeza, y pesimista me veía a mi misma
frente al espejo y mis labios cocía.
Buserlubi conocía mi pensamiento, pero
nunca me intentó defender sus secretos,
ni aclararle a nadie los tiempos, yo
aprendía de su fuerza y respetaba su
secreto, ellos realmente se amaban en
silencio, no con un amor eros, sino con
un amor eterno de esos que sobrepasa
los silencios, discierne lo que no se
expresa por miedo y te acompaña en los
peores momentos, un amor realmente
eterno, de los que no puede explicar ni el
tiempo pero parecen venir como del
cielo.
Éste 17:17 nunca se fue, murió o
envejeció, él tenía su propio arrecife
cubierto, un día solo lo descubrió y todos
sus colores, frutos y secretos abrigó.
Buenos tiempos se le obsequió y
Buserlubi le celebró su triunfo discreto.
Ella un día me comentó que lo que pensó
sería una pérdida, se convirtió en una
absoluta y eterna ganancia, que aunque
las cosas cambiaban, la verdad como la
aurora crecía y avanzaba.
En parte le entendí, en parte la cuestioné,
pero luego meditando reflexioné que: -
¡no hay quien pese en balanza ajena y
llegue a la masa correcta!-, entonces
calle.
El patrocinante

El patrocinante, de dudosa procedencia


fue un hombre de pocas luces y muchas
palabras vacías, Buserlubi lo conoció en
verano, durante un viaje, justo en un
ápice continental, donde las aguas del
caribe se cruzaban con las aguas
oceánicas; los habitantes de la zona
solían relatar que las aguas contaban
historias, de acontecimientos ajenos a la
zona, y hasta cadáveres vivos llegaban
flotando a sus costas. Siempre me
pregunte cómo era posible algo así, pero
parece que sus cuerpos contaban sucesos
y sus trajes traían memorias.
Buserlubi conoció a éste, El patrocinante,
por ser el dueño de la posada donde se
alojó, y donde también por desgracia
enfermó, amablemente él fue quien la
apoyó trasladándola en varias
oportunidades al galeno. A pesar de su
amabilidad y que solía llenarla de
presentes que provenían de su trabajo
como patrocinante, ella nunca fue
cautivada, por el contrario, solía reír, y
comentarme de la obsesión que tenia
aquel hombre por los pies, los suyos
propios y los de las damas.
Mi amiga Buserlubi contaba, que su
corazón se frustraba, cuando escuchaba
hablar al patrocinante, era evidente que
un alma errante habitaba en él, tan
confuso como reprimido, tan perdido
como consentido. A este amor, nunca
siquiera su corazón lo vio, ni en alta mar
lo precisó, es como si su barca no nunca
existió.
El patrocinante, aficionado de los pies,
de falso caminar y errante en toda su faz,
cuando pienso en él, diviso las huellas
que deja las pisadas en la arena, muy
cerca del mar, todas ellas condenadas a
ser borradas por agua salada de buena
densidad.
A pesar de no ser una historia de masa
significativa o alta temperatura en el
corazón, Buserlubi conserva uno de sus
obsequios con especial valor, se trata de
un brazalete tipo cinturón, donde
siempre guarda documentos de
importante valor.
El patrocinante aun camina, pulcramente
sobre la arena tibia, y su barca ni siquiera
se divisa.
El sempiterno

El primer amor, el amor de toda mujer,


se gesta cuando es una niña, el amor que
se refleja en los ojos de su Padre, el
primer hombre que se roba todas sus
sonrisas, que le acompaña en todos los
instantes importantes, aquel al que luce
el mejor de sus atuendos, y del que
espera siempre el mayor de los aplausos
de afirmación. Buserlubi como cualquier
niña se enamora por primera vez de su
progenitor, el que la sembró en el vientre
de su madre, y besó la panza durante su
gestación.
A este hombre, ahora que ella es mujer,
lo admira, escucha sus palabras y le cree
cuando confiadamente le dice: -¡Hija,
todo va a salir bien!-. Ese, el primer
amor, es inagotable crece conforme crece
la vida. Ahora sus ojos le miran, ya
quizás no necesita un aplauso de
aprobación pero si una abrazo seguro y
un secreto oportuno.
El sempiterno, viajero frecuente de
imponente barca, sinfín de palabras y
eteno parecer, imbatible por el tiempo,
inmarcesible ante los truenos y de firme
pensamiento. Ha sido él quien vela sus
días y noches las que estuvieron llenas
de amor y desamor, implacable en sus
designios y hábil planeando viajes
repentinos. Su barca siempre se divisa
aun cuando visite lejanos muelles y
puertos discretos, su barca indestructible
parece renovarse como si viajara
perpendicularmente en la línea del
tiempo y sus conocimientos alcanzan
dimensiones inescrutables, a este su
Padre ella nunca dejará de amar.
Buserlubi, cuando se refiere al primer
amor, alza sus ojos como si pudiese
conectar el pensamiento propio con el
suyo, lo ve, cuando se ve a si misma en el
espejo, y suele fantasear con que él
colecciona sus lagrimas, y que cada una
de las mismas posee una composición
distinta, todas conocidas por él. A éste
ser, descrito con divinidad, ella nunca se
cansa de atesorar. Apenas ve su barca
arribar, corre al diván y se goza en su
apoteósica y sencilla manera de
desembarcar la vida y la verdad.
El primer amor, el único que nunca
cesará, el que ni sepulcro guardará; ese
amor, segura estoy que siempre le
acompañará; porque Buserlubi, mi
amiga, nuca se marchitará y su paz
sempiternamente apostará, ante el
conquistar de la vida y la verdad.

-FIN-
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