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“Muchas de las tribus somalíes son pastores, por lo que cuando el agua se
seca en un lugar se mueven a otro. Este movimiento de personas también
dificulta que los grupos humanitarios respondan adecuadamente”, afirmó en
diálogo con este diario Lane Bunkers, representante de la organización Catholic
Relief Services en Somalia y Kenia. Además, en este país muchas tribus
minoritarias son estigmatizadas por las tribus mayoritarias, quienes son las que
terminan recibiendo la mayor parte de la ayuda humanitaria. Sumado a lo
anterior, las zonas más castigadas por la escasez de agua están controladas
por el grupo yihadista Al Shabab, que impide en muchos casos el acceso a las
poblaciones más necesitadas. La escasez de agua ha incrementado también
los casos de cólera en el país, pues la población termina bebiendo agua no apta
para el consumo humano. El Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) alertó
que los casos de cólera y de enfermedades diarreicas agudas detectadas en
Somalia durante los primeros meses de 2017 se elevan a más de 20.000, una
cifra que supera los 15.600 contabilizados en todo el año pasado. Estos casos
ponen en evidencia el alto riesgo, en especial para los menores, pues de los más
de 250.000 muertos que dejó la crisis humanitaria del 2011, al menos 130.000
eran niños, quienes son más propensos a contraer enfermedades como cólera y
sarampión. Unicef hace un llamado para aumentar la financiación para sus
operaciones en Somalia hasta 147 millones de dólares, de los cuales se ha
recibido el 46 % de lo solicitado.
“Se debe controlar la ayuda internacional que debe ir realmente a la gente necesitada.”
“La lección principal de lo que pasó hace seis años fue que la alerta
temprana no se tradujo en acción temprana, y aún hoy, con las medidas que
se están tomando, miles de personas se encuentran en riesgo de morir por
hambre”, le dijo a ELTIEMPO.COM Feargal O’Connell, director regional para el
Cuerno de África de la ONG irlandesa Concern Worldwide.
“Somalia necesita una paz verdadera para lograr un progreso real, que los niños
puedan ir a la escuela y la gente puede acceder a la atención médica y los
servicios sin riesgo de conflicto y violencia. Se debe invertir en proyectos a
largo plazo que requieren inversiones considerables y que no se trate
únicamente de ayudar en momentos de crisis humanitarias”, afirma
O’Connell.
Sin duda para resolver estos problemas estructurales se debe erradicar primero
el hambre, pues como lo aseguró el periodista polaco Ryszard Kapuściński en
una entrevista al periodista y escritor Martín Caparros: “La pobreza no es sólo
material: es también social y psicológica. El pobre no lucha, porque para luchar
por algo se necesita poder imaginarse un objetivo, un futuro mejor. Y el que tiene
hambre no tiene tiempo ni ánimo para imaginar nada que no sea como pasar
el día de hoy, de dónde sacar la próxima comida.”
ELTIEMPO.COM
Fuente: http://www.eltiempo.com/amp/mundo/africa/crisis-por-desnutricion-y-hambruna-
en-somalia-81228