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Adam Smith: el padre de la economía

política
Autor: Sebastián Laza

PENSAMIENTO ECONÓMICO

04-2006

Más allá de las críticas que han recibido sus postulados económicos, nadie puede discutir
la enorme influencia de su obra dentro de la ciencia económica moderna.

Con Adam Smith nace el liberalismo económico. Influido intelectualmente entre otros por
Quesnay y David Hume, Smith escribe uno de sus principales libros “Acerca de la
Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones”, considerado “la Biblia” de la
Economía Política.

Smith venía observando el gran incremento de la producción de bienes que vivía Inglaterra
en la segunda mitad del siglo XVIII, en plena revolución industrial.

Su pregunta no difería mucho de la de fisiócratas y mercantilistas: ¿de dónde sale la


riqueza de una nación? Dos conceptos aparecen como respuesta, a partir de los cuales se
construye todo un programa político que ha tenido repercusiones hasta nuestros días:

· la división del trabajo como fuente de productividad y


· el papel del mercado

La productividad: Adam Smith sostiene que la productividad aumenta a medida que se


incrementa la división del trabajo.

La productividad, considerada como la capacidad de producir una cierta cantidad de


bienes con un conjunto de recursos dados, será mayor si el trabajo se divide entre
especialistas que cumplan funciones definidas. Si bien no lo vamos a reproducir aquí, es
famoso el ejemplo de Smith sobre la fábrica de alfileres.

A la división del trabajo, producida al interior de la fábrica, Smith la llama división técnica
del trabajo.
Si se demuestra que la división técnica del trabajo puede aumentar la productividad en un
establecimiento, esto también puede ser cierto para una nación entera, razonaba Smith,
denominándola división social del trabajo.

Habría un ahorro de tiempo, y por ende más y mejores bienes. La riqueza de esa
comunidad habrá sin duda aumentado con respecto a la de un hipotético mundo sin
división del trabajo.

También debemos recordar que Smith, en su faceta de filósofo y moralista, también


observaba los efectos negativos de esta hiperespecialización en el trabajo que postulaba
el Smith economista: él ya notaba y se lamentaba porque el operario se transformaba en el
personaje de Charles Chaplin en “Tiempos Modernos”, un ser que realizaba durante
muchas horas del día la misma monótona tarea, con la consiguiente pérdida de otras
capacidades de la mente por desuso.

El mercado: en la visión de Smith, aquellos bienes provenientes de la división del trabajo


se deben distribuir a través del intercambio del mercado.

Existe una propensión natural a hacerlo, que proviene de las propiedades naturales del
ser humano hacia “la razón y el habla”.

Los seres humanos, que han producido y tienen en su poder los bienes en los que se
especializaron, se los ceden a otros no por caridad, sino porque esperan obtener un
beneficio. “No esperamos nuestra cena de la benevolencia del panadero o del carnicero,
no apelamos a su misericordia, sino a su interés”.

Y a través de este razonamiento Smith institucionaliza el ser humano maximizador que


sería hasta nuestros días modelizado por la mayoría de los teóricos de la economía, el ser
humano de la mano invisible –visión que según algunos economistas Nash habría
destruido matemáticamente hace algunas décadas con su “Teoría de Juegos”-.

Según Smith, cada uno trata de obtener para sí, egoístamente, el máximo beneficio de ese
intercambio.

Tratará para ello de producir los mejores bienes y de hacerlo lo más barato posible, para
ganarle a sus competidores. Como todos los miembros de la comunidad harán lo mismo,
el conjunto de bienes existentes aumentará el máximo del que es capaz.
Así, sin que nadie lo decida centralmente, a partir de un sinnúmero de decisiones
individuales, se obtendrá un máximo u óptimo social. Y todo gracias a “la mano invisible
del mercado”.

Cualquier intervención del Estado, por más bienintencionada que sea, sólo logra trabar el
funcionamiento del mercado, disminuyendo el óptimo social, razonaba Smith, criticando
directamente a los mercantilistas. Decía Smith que el gobierno sólo debe tener cuatro
deberes:

· la defensa contra la agresión extranjera,


· la administración de justicia,
· el sostenimiento de obras e instituciones públicas que no son rentables para los
particulares y
· la defensa de la propiedad privada.

También Smith diferenciaba entre valor de uso y valor de cambio de los bienes.

El primero expresa la utilidad de un objeto para quien lo usa, el segundo expresa la


capacidad para comprar otros productos. Por ejemplo el agua tiene mucho valor de uso y
poco de cambio, mientras que los diamantes poco valor de uso y mucho de cambio, para
ilustrar el razonamiento Smith.

Finalmente Smith llega a la equivocada conclusión de que la medida real del valor de
todas las mercancías es el trabajo, o sea el esfuerzo que requiere producir dicha
mercancía y también el trabajo que se puede ahorrar al intercambiarla por otra mercancía.

Por lo tanto el precio de toda mercancía se compone de salarios, beneficios y renta.

Adam Smith
Antes de analizar la concepción que este economista escocés tenía del concepto de valor,
caracterizaremos de una manera muy general su pensamiento económico. En su obra
fundamental, Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la Riqueza de las Naciones, Smith
busca explicar el crecimiento económico a partir del concepto de "división del trabajo", cuyo regulador
será el mercado. La especialización de la fuerza de trabajo genera un incremento en la productividad que
permite la acumulación de riquezas. Sin embargo, sólo aquellas economías orientadas hacia
la producción para el intercambio son las beneficiarias, ya que las economías de subsistencias no son
capaces de generar estas innovaciones que elevan el nivel de producción.
Smith realizaba una distinción entre las actividades que resultaban útiles y productivas, y las que
no lo eran. En su teoría, los empleos productivos eran aquellos que
1. tenían como resultado la producción de objetos tangibles, que permitirían la acumulación.
2. generaban un "excedente" que se podría re-invertir en el futuro.

Desde esta perspectiva, actividades como aquellas destinadas a prestar servicios no son consideradas
como productivas, al igual que las actividades gubernamentales. Smith no negaba que estas actividades
fueran necesarias, pero remarcaba que no contribuían a enriquecer a la sociedad.
A continuación entraremos en el análisis de la concepción del valor de Adam Smith. Dada la importancia
que el mercado tiene en su modelo económico, le resultará muy importante averiguar la forma en que se
establecen el valor económico de los diversos productos. Para ello, lo primero que hará Smith será
marcar una distinción entre los conceptos de "valor de uso" y "valor de cambio".
El valor de uso es aquella capacidad que tienen los diversos productos para ser utilizados, la capacidad
que tienen para satisfacer alguna necesidad del hombre. Smith no cree que el valor de uso de
un producto resulte económicamente significativo, ya que existen objetos que son muy útiles y que sin
embargo no se intercambian. El valor de cambio, por otro lado, es aquel que establece cuánto de un
producto se debe intercambiar para obtener otro. Permite establecer relaciones entre productos, y es por
ello que resulta económicamente tan significativo. La pregunta es: ¿Cuál es el elemento unificador que
permite comparar los valores de cambios de diversos productos? Smith sostuvo que el trabajo era "la
medida del valor". Desde esta perspectiva, la cantidad de trabajo invertido en un producto determina su
valor. Sin embargo esta definición es muy ambigua, y no logra explicar satisfactoriamente el fenómeno de
la formación de valor de un producto. Smith lo utiliza de un modo esquemático,
representando sociedades primitivas, pero al analizar sociedades más complejas no considera que sólo
mediante el trabajo se pueda establecer el valor, ya que factores como el capital y la tierra también tienen
influencia. De este modo, Smith deja de lado la visión del "trabajo incorporado", y en su lugar instaura la
noción de "trabajo ordenado" como la medida apropiada del valor de un producto.
Consideremos esta nueva concepción a la luz de un ejemplo: si para fabricar un determinado producto se
necesitan 10 unidades del factor trabajo, y tanto los empresarios dueños del capital como los propietarios
de la tierra exigen ("ordenan") cada uno una retribución equivalente a 10 unidades de trabajo, el valor final
de ese producto será de 30 unidades de trabajo. 10 unidades del valor final serán utilizadas para pagar
los salarios, 10 corresponderán a la renta y 10 a la ganancia del empresario.
Esta división de la formación de valor de un producto en salario, renta y ganancia le permitió a Smith
elaborar el concepto de "precio natural". El precio natural de los bienes (es decir, su valor de cambio)
estará dado por estos 3 factores, y cada uno de ellos tiene a su vez un nivel natural dentro del precio
natural de los bienes. El precio natural será aquel que alcance para pagar, ni más ni menos, la renta de la
tierra, el salario del trabajo y la ganancia del capital.
Sin embargo, Smith observa que en el precio que los bienes tienen en el mercado no suele cumplirse con
esa definición. El precio de mercado suele ser distinto del precio natural, y es a través de
la competencia que se logra que estos niveles se acerquen. De esta forma, la acción del mercado hará
que los precios alcancen un equilibrio.

DAVID RICARDO

David Ricardo fue un exitoso empresario inglés, que se interesó por la economía como ciencia una
vez que ya había ganado una considerable fortuna. Puede verse que utilizó sus conocimientos de
economía para defender los intereses de la burguesía industrial.
Ricardo muestra que la ganancia industrial se ve determinada por la ganancia agrícola, ya que los
insumos de la industria provendrán del excedente de la producción agrícola. Cuanta más producción
agrícola haya, mayores serán las posibilidades de obtener ganancia en la actividad industrial ya que
los precios de los productos agrícolas serán bajos.
Por lo tanto, cuando disminuya el margen de ganancia agrícola disminuirá también el margen de ganancia
que obtengan los empresarios industriales de la burguesía. Al disminuir los alimentos producidos,
su precio subirá, pero el empresario deberá seguir pagando con la misma cantidad de alimentos a sus
obreros, por lo que obtendrá menos ganancia. Sin ganancia, el sistema capitalista entraría en una etapa
de estancamiento; es por ello que Ricardo sostiene fervientemente que, para evitar dicho estancamiento y
permitir al sector industrial acumular ganancia, se debe garantizar que exista una gran cantidad de
producción agrícola disponible.
Existían 2 elementos que hacían que la cantidad de producción agrícola inglesa no fuera necesaria. En
primer lugar, el incremento del número de la población hacía necesario obtener más alimentos. En
segundo lugar, la teoría del rendimiento decreciente de las tierras. Con el tiempo, las tierras se
desgastaban y su productividad decrecía. Era necesario hacer cada vez más inversiones para elevar la
productividad de la tierra. La posibilidad era cultivar nuevas tierras, pero en Inglaterra ya no quedaban
tierras sin cultivar
La solución propuesta por Ricardo es levantar la restricción a las importaciones de granos. Esta cuestión
generó gran polémica en el Parlamento (dominado por el grupo terrateniente conservador) quien en
principio decidiría no llevar a cabo tal medida, destinada a beneficiar a la clase empresaria burguesa.
En cuanto a su teoría de valor, Ricardo intenta elaborar su teoría siguiendo los mismos pasos que había
tomado Adam Smith, intentando utilizar el "trabajo" como la medida para establecer el valor. Ricardo
sostenía que el precio del trigo estaba regulado por el trabajo empleado en tierras de renta cero
(recordemos que Ricardo escribe en un contexto en que Inglaterra está cerrada a las importaciones y el
rendimiento decreciente de la tierra hace que el margen de ganancia agrícola sea muy bajo) por lo que no
será necesario considerar a la renta como componente del valor de un producto. Por su parte,
el capital podía expresarse en factor trabajo si consideramos a las maquinarias y demás insumos como
trabajo acumulado o incorporado, que agrega parte de ese trabajo al producto elaborado.
Sin embargo, Ricardo observó que su teoría era de un alcance limitado, ya que variaciones en los tipos
de salario monetario, o la acumulación de capital fijo, hacían muy difícil sostener su teoría en espacios de
tiempo prolongados. De igual manera, al no existir uniformidad entre el capital fijo y variable necesario
para elaborar distintos productos, la teoría también resultaba difícil de sostener. Ante una elevación de
los salarios, el valor de un producto elaborado fundamentalmente por el trabajo directo de la mano de
obra sería más vulnerable que el de un producto realizado fundamentalmente a través de trabajo
incorporado en capital fijo (es decir, trabajo incorporado indirectamente).

ADAM SMITH

La riqueza de las Naciones.

CAPITULO I

La División del Trabajo.

El aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo numero de personas


puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres
circunstancias distintas:

1) De la mayor destreza de cada obrero en particular. Los trabajadores a medida que


repiten un trabajo van adquiriendo nuevas habilidades y por ende haciendo el trabajo
mucho más rápido, dedicándose una sola labor, que a varias distintas.

2) Del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde de pasar de una ocupación a


otra. Si los trabajadores deben cambiar constantemente de actividad, hay un tiempo que
se pierde mientras termina una y comienza otra, lo que se conoce hoy como el “set up” o
puesta a punto de actividad o una maquina. Además cuando un trabajador comienza una
nueva actividad nunca esta preocupado al 100% de esa labor, por ende tiene un tiempo
perdido hasta que logra trabajar eficientemente.

3) De la invención de una gran numero de maquinas. Un factor no menor que ha


mejorado la productividad es el uso de la maquinaria correcta, para un determinado
trabajo. Como el trabajador se encuentra especializado en una máquina el puede realizar
mejoras a ellas, para aumentar su productividad.

CAPITULO II

Del Principio que motiva la División del Trabajo.

Lo que motiva principalmente a la división del trabajo es la necesidad del hombre de


permutar, cambiar y negociar una cosa por otra.

Por ejemplo uno nunca ha visto a dos perros intercambiar justamente un hueso, ni los
seres humanos, ni ninguna otra clase de persona hace eso. Cuando uno necesita algo va
donde la persona lo tiene y lo persuade para obtenerlo. Dame lo que necesito y tendrás lo
que deseas, es el principio de cualquier oferta. Como necesitas permutar o comprar cosas
es que lo que origino la división del trabajo.

Hay un ejemplo de una tribu una persona es mas hábil en hacer flechas y arcos,
generalmente los va a cambiar a otro de la tribu que sea mejor cazador, por carne o caza y
el se dedicara a la confección de arcos y flechas. Así como esta persona es buena en
hacer arcos y flechas, hay otra que es buena en hacer la cubierta para las carpas, este es
el carpintero.

Los hombres son iguales, la especialización en determinadas actividades no es la causa


de la división sino talvez el efecto de ella. Por ejemplo lo hombres nacen iguales, si uno ve
dos niños hasta la edad de los 8 o 10 años no hay diferencias, después de esta edad
comenzaran a diferenciarse según el grado de educación y sus gustos personales.

CAPITULO IV

Del origen y uso de la moneda.

Una vez implantada la división del trabajo, el hombre vive en régimen de intercambio. Las
dificultades del trueque inducen a adoptar un bien económico como dinero.

Tan pronto como se estableció la división del trabajo solo una pequeña parte de las
necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el producto de su propio trabajo. El
hombre cubre sus necesidades cambiando el remanente del producto de su esfuerzo, por
otras porciones del producto ajeno. El hombre vive así, gracias al cambio, convirtiéndose
en mercader.

Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de cambio se vio con
frecuencia entorpecida en sus operaciones. Es de suponer que el hombre tuviera de una
mercancía mas de lo que necesitaba, en tanto otro disponía de menos. El primero en
consecuencia, estaría dispuesto a desprenderse del sobrante, y el segundo, a adquirir una
parte de ese exceso. Si este ultimo no contaba con nada de lo que el primero podía
necesitar, no era posible un cambio entre ellos.

A fin de evitar inconvenientes, todo hombre, procuro manejar sus negocios de tal forma
que en todo momento pudiera disponer, además de los productos de su actividad peculiar,
de una cierta cantidad de cualquier otra mercancía, que a su juicio pocas personas podrían
rechazar a cambio de los productos de su propio esfuerzo.

Es muy probable que para este fin se eligieran muchas cosas diferentes. En las edades
primitivas de la sociedad se dice que el ganado fue instrumento común del comercio.

Sin embargo, en todos los países resolvieron dar preferencia para este uso a los metales,
sobre todas las demás mercaderías. Estos eran menos perecederos y además se podían
dividir en las partes que quisiera.

El uso de metales tenia dos inconvenientes muy grandes; primero, la incomodidad de


pesarlos, y segundo, la de contrastarlos. Para evitar esto, facilitar los cambios y fomentar
el comercio y la industria, se considero necesario, colocar un sello público sobre aquellos
metales que acostumbraban a usar naciones para comprar todo tipo de mercaderías. Tal
es el origen de la moneda acuñada y de aquellos establecimientos públicos llamados
“Casas de Moneda”.Los primeros sellos públicos de esta clase tuvieron como finalidad
asegurar la finura y buena calidad del metal.

Es así como la moneda se convirtió en instrumento universal de comercio en todas las


naciones civilizadas, y por su mediación se compran, venden y permutan toda clase de
bienes.

CAPITULO V

Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio de trabajo y de su precio


de moneda.

El valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y quiera cambiarlo por otros, es
igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir por mediación de ese bien. El trabajo, por
consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes. El dinero
contiene el valor de una cierta cantidad de trabajo, que nosotros cambiamos por las cosas
que encierran la misma cantidad de trabajo. El trabajo fue el precio primitivo, la moneda
originaria que sirvió para pagar y comprar todas las cosas.

La riqueza le da a una persona los medios para adquirir poder. Su riqueza es mayor o
menor en proporción a la amplitud de esa facultad, o la cantidad de trabajo o producto
ajeno, que aquella riqueza le coloca en condiciones de adquirir.

Pero aunque el trabajo es la medida real del valor en cambio de todos los bienes,
generalmente no es la medida por la cual se estima ese valor. Es mas frecuente que se
cambie un artículo con otros y no con trabajo. Por consiguiente, parece más natural
estimar su valor por la cantidad de cualquier otra suerte de mercancía, y no por la cantidad
de trabajo que con él se puede adquirir.

Desde que el dinero se convirtió en el instrumento común de comercio, es mas frecuente


cambiar cualquier mercancía por dinero, y no por otra cosa.

El oro y la plata, como cualquier otro bien, cambian de valor; unas veces son más caros y
otras más baratos, por esto no puede ser una medida exacta. En cambio iguales
cantidades de trabajo, en todos los tiempos, tiene el mismo valor para el trabajador.

El precio que paga deberá ser siempre el mismo, cualquiera que sea la cantidad de bienes
que reciba a cambio. De estos bienes unas veces podrá comprar más y otras menos
cantidad; pero lo que varia es el valor de los mismos, y no el trabajo que los adquiere. Por
consiguiente el trabajo, al no cambiar nunca el valor, es el único y definitivo patrón
efectivo, por el cual se comparan y estiman los valores de todos los bienes. El trabajo es
su precio real y la moneda es, únicamente, el recio nominal.

De acuerdo con esto puede decirse que el trabajo, como los otros bienes, tiene un precio
real y otro nominal. El precio real diríamos que consiste en la cantidad de cosas
necesarias y convenientes que mediante él se consiguen, y el nominal, la cantidad de
dinero. El trabajador es rico o pobre en proporción al precio real del trabajo que ejecuta.

CAPITULO VI

Sobre lo elementos componentes del precio de las mercancías.

Originariamente la cantidad de trabajo es la única norma de valor, pero se ha de tener en


cuenta el mayor esfuerzo requerido y el nivel desusado (poco usual) de destreza o ingenio.
En consecuencia el producto entero corresponde al trabajador, pero cuando se utilizan
bienes acumulados, algo debe abonarse como ganancia del empresario, y el valor de la
obra se resuelve en salarios y beneficios. Los beneficios no son simplemente salarios de
inspección y dirección.

Los beneficios se regulan enteramente por el valor del capital empleado y son mayores o
menores en proporción a su cuantía. El beneficio de capital forma parte del precio de las
mercancías y es completamente diferente a los salarios del trabajo.

En estas condiciones el producto integro del trabajo nos siempre pertenece al trabajador,
si no que tiene que compartirlo con el propietario del capital que lo emplea.

Desde el momento en que las tierras se convierten en propiedad privada de los


terratenientes, estos, desean cosechar donde nunca sembraron y exigen una renta hasta
por el producto natural de su suelo. El trabajador ha de pagar al terrateniente una parte de
lo que su trabajo produce. Esta porción constituye la renta de la tierra, y se halla en el
precio de la mayor parte de los artículos como un tercer componente.

CAPITULO VII

Del precio natural y del precio de mercado de los bienes.

En toda sociedad existe una tasa corriente de salarios y de beneficios en cada uno de los
empleos distintos del trabajo y del capital. Dicha tasa corriente se regula por el trabajo.
Existe también una tasa de renta, que se regula por las circunstancias generales de la
sociedad donde se encuentre la tierra, y en parte por la fertilidad del terreno.

Estos niveles corrientes se pueden llamar tasas naturales de los salarios, del beneficio y
de la renta.

Cuando el precio de una cosa es ni mas ni menos que el suficiente para pagar la renta de
la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en obtenerla, de
acuerdo con sus precios corrientes, aquella se vende por lo que se llama precio natural.
Por lo que realmente cuesta.

El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es el que se llama


precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior a éste.

El precio del mercado se regula por la cantidad de una mercancía llevada al mercado y la
demanda de quienes están dispuestos a pagar el precio natural del artículo. Estas
personas se denominan compradores efectivos, y su demanda, demanda efectiva, ya que
tiene que ser suficientemente atractiva para que el artículo sea llevado al mercado.

Cuando la cantidad transportada al mercado queda por bajo la demanda efectiva, el precio
se eleva sobre el precio natural; cuando excede la demanda efectiva, el precio de mercado
cae por bajo del precio natural; cuando, es exactamente igual a la demanda efectiva,
coinciden el precio de mercado y el natural. La cantidad se ajusta naturalmente a la
demanda efectiva cuando excede dicha demanda, algunos de los componentes del precio
están por bajo de su tasa natural; cuando la cantidad es insuficiente, algunos de los
componentes del precio están por encima de su tasa natural.

El precio natural es el centro en torno al cual gravitan los precios reales. La actividad
económicas se adapta por si misma a la demanda efectiva, pero, en cambio, fluctúa la
cantidad producida por determinado volumen de actividad. Las fluctuaciones afectan mas
a los salarios y utilidades que a las rentas, afectándolos en proporciones distintas, según la
oferta de artículos y de la mano de obra. Sin embargo, el precio del mercado puede
mantenerse durante largo tiempo por encima del precio natural, a causa del deficiente
conocimiento general de la obtención de elevados beneficios o como consecuencia del
empleo de técnicas secretas en las manufacturas, que pueden operar durante largo
tiempo, o por que la disponibilidad de tierras de especial calidad, es escasa, circunstancia
que luego puede operar eternamente.

Los monopolistas no satisfacen la demanda efectiva, para vender sus géneros a un precio
mucho más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias, ya
sean salarios o beneficios.

Los privilegios de las corporaciones, estatutos de aprendizaje y todas aquellas leyes que
restringen la competencia, representan una especie de monopolio y son capaces de
mantener durante siglos el precio de algunos artículos sobre la tasa natural, sosteniendo
los salarios y beneficios por encima de su nivel natural.

El precio del mercado raras veces se sitúa durante largo tiempo por bajo del precio natural.
Cualquiera de los componentes que se pague por bajo de su tasa natural hará que las
personas interesadas, retiren una proporción de artículos aportados al mercado, hasta no
satisfacer la demanda efectiva. En consecuencia el precio del mercado se elevara hasta
alcanzar el precio natural.

Los mismos estatutos de aprendizaje y otras leyes sobre las corporaciones, obligan,
cuando la industria se debilita, a bajar los salarios.

CAPITULO VIII

De los Salarios del Trabajo.

A medida que la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte de
casi todo el producto que el trabajador pueda levantar, o recoge de ella a cambio de este
pago.

Cuáles son los salarios, depende del contrato hecho generalmente entre empleador y
trabajador, intereses que no son de ninguna manera iguales: los trabajadores desean
conseguir mucho, los empleadores dar lo menos posible.

Un hombre debe vivir siempre de su trabajo, y sus salarios deben por lo menos ser
suficientes mantenerlo. Deben ser iguales o mayores que sus costos.
Cuando en un país la demanda de trabajadores, oficiales, criados de cada clase, está
aumentando continuamente; cuando cada año se emplea un mayor número de
trabajadores que el año anterior, los trabajadores tienen todas las opciones de aumentar
sus salarios. Así, la escasez de mano de obra ocasiona una competencia entre los
empleadores, que hacen ofertas superiores para conseguir a los escasos trabajadores, y
se rompe así voluntariamente con la combinación natural de empleadores de pagar lo
menos posible.

Cuando un trabajador independiente, tal como un tejedor o un zapatero, obtiene, a través


de su trabajo, suficiente comprar los materiales y mantenerse, él emplea naturalmente a
unos o más oficiales con el exceso.

Estas dos acciones de aumento de bienestar individual, lleva al crecimiento a nivel


nacional. Este crecimiento continuo genera a su vez aumento de salarios. Así, este
aumento no se da en los países más ricos, sino en aquellos que crecen continuamente.

La recompensa liberal del trabajo, por lo tanto, es el efecto necesario, y natural para
aumentar la abundancia nacional.

Cada especie de animales se multiplica naturalmente en proporción con los medios de su


subsistencia, y ninguna especie puede multiplicarse siempre más allá de ella. La
recompensa liberal del trabajo, permite proveer mejor a los niños, y por lo tanto tener un
mayor número de ellos, así, se tiende naturalmente a ensanchar y ampliar los límites de
las familias.

La demanda por hombres, como para cualquier otra materia, regula necesariamente la
producción de hombres. La recompensa liberal del trabajo, por lo tanto, al aumentar, hace
que también aumente la población.

Los salarios del trabajo son también el estímulo de la industria, que, como cada otra
calidad humana, mejora en proporción con el estímulo que recibe. Donde están los más
altos salarios, por consiguiente, siempre encontraremos a trabajadores más activos,
diligentes, y expeditivos que en donde están bajos.

En años de abundancia, los trabajadores dejan con frecuencia sus empleadores, y confían
en su subsistencia propia. El precio del trabajo, por lo tanto, se aumenta con frecuencia en
años de bonanza.

En años de la escasez, por el contrario, la dificultad y la incertidumbre de la subsistencia,


hacen que toda la gente quiera volver al servicio. Hay más gente deseando el empleo que
la cantidad de gente que puede conseguirlo fácilmente; muchos están dispuestos a
tomarlo por salarios más bajos que el normal, y por esto, éstos se hunden con frecuencia
en estos años.

CAPITULO IX

De los beneficios del capital.

Los beneficios dependen del aumento y de la disminución de la riqueza. El aumento del


capital, que hace subir los salarios, propende a disminuir el beneficio.

El beneficio varia de tal modo, que es difícil averiguar cual es el beneficio promedio de
todos los negocios. Sin embargo formamos alguna idea de ello por el interés del dinero. Se
sabe que, en cualquier parte donde se hagan grandes utilidades recurriendo al uso del
dinero, se pagara también una buena suma por utilizarlo. Por lo tanto, cuando el interés en
el mercado varía en un país, podemos asegurar que también varían en él los beneficios
ordinarios del capital, bajando si aquél baja y subiendo si aquél sube.

Los salarios del trabajo no han cesado de subir en el mismo periodo, y en la mayor parte
de las numerosas ramas del comercio y de las manufacturas, los beneficios del capital han
ido disminuyendo.

En una ciudad emprendedora las personas que disponen de grandes capitales para invertir
no pueden conseguir todos los obreros que necesitan, y compiten entre si para contratar
los mas posibles; esto hace que aumenten los salarios y disminuyan los beneficios. En
caso contrario, en las regiones donde no existe capital suficiente para dar empleo a todo el
mundo, los obreros en demanda de una ocupación compiten entre ellos. Esto trae como
resultado que bajen los salarios y suban los beneficios del capital.

En el caso peculiar de las nuevas colonias, se dan a la vez altos salarios y elevados
beneficios, pero probablemente estos últimos tienden a disminuir.

La disminución del capital de la sociedad o de los fondos destinados al mantenimiento de


la industria, rebaja los salarios del trabajo e incrementa los beneficios del capital y, por
consiguiente, el interés del dinero. Al bajar los salarios, los propietarios de los capitales
que van quedando en la sociedad, pueden poner sus productos en el mercado con menos
gastos que antes, y como también se utiliza menos capital en el abastecimiento del
mercado, resulta que pueden vender más caros los productos. Sus mercaderías cuestan
menos y las venden por más: con lo cual, y al aumentar los beneficios por ambos
conceptos, pueden ofrecer un interés más alto.

La tasa más baja de beneficio debe ser más que suficiente para compensar las pérdidas.
Lo mismo debe ocurrir con el tipo de interés.

CAPITULO XI

De la Renta de la Tierra.

La renta a pagar por el uso de la tierra, por un inquilino al dueño, es naturalmente la más
alta que éste pueda pagar. El dueño exige una renta equivalente a toda la producción,
salvo lo mínimo necesario para que el inquilino viva, trabaje la tierra y obtenga una
pequeña ganancia.

Por lo tanto la renta por el uso de la tierra es esencialmente un precio de monopolio. El


inquilino no tiene alternativa que pagar lo que el dueño exija. No tiene que ver con cuánto
le corresponde sacar al dueño, sino con cuánto puede pagar el inquilino.

Parte de la producción requiere que siempre exista una demanda tal que el precio sea
superior al costo de llevar el producto al mercado más una pequeña ganancia. Esta es
capaz de pagar una renta al dueño. Otra parte de la producción puede o no tener una
demanda que permita este precio. Esta puede o no pagar una renta al dueño. El concepto
es la demanda.

Parte 1: Productos de la tierra que proporciona siempre una reta al dueño.

La tierra casi en cualquier circunstancia es capaz de producir lo suficiente para pagar (con
el mismo producto) lo usual por el trabajo de producirlo y los costos de llevar el resto al
mercado y una pequeña ganancia para el trabajador. Se basa en que la comida siempre
tiene demanda, particularmente por quién trabaja la tierra. Siempre queda por tanto renta
para el dueño. Mientras mejor es la tierra más eficientemente produce y el dueño gana por
dos motivos: mayor producción y menores costos de producción.
La renta por la tierra no sólo varía con su fertilidad (mayor producción posible), sino
también por su situación (cercanía a un pueblo o mercado, etc.) pues requiere cubrir más
labor para llevar los productos a mercado. Cualquier mayor eficiencia en transporte
(mejores caminos, o canales) hace posible trabajar la tierra más remota. Esto rompe el
monopolio de los productores cercanos a los pueblos y favorece a los nuevos productores,
que al ser remotos, usan mano de obra más barata.

La tierra puede producir productos de distinto precio relativo (para pagar por el trabajo) por
lo que es mejor producir uno más que otro. Maíz o animales.

Los precios relativos de los distintos productos de la tierra varían según la demanda que
tengan en una determinada zona o la oferta en esa zona, los costos de oportunidad de
dejar de producir un producto rentable a cambio de otro, o incluso del periodo temporal.

Los precios de un producto pueden regular los precios de otros productos en ese mismo
mercado o en otros mercados relacionados.

Se reitera que si se les abre la posibilidad, la entrada de nuevos productores a un mercado


atractivo hace bajar el precio, particularmente en mercados de alto precio. Estos antiguos
oligopolios buscaban el favor de los reyes para proteger sus mercados y sus ganancias
evitando la entrada de otros. Los oligopolios justificaban la petición debido a la
superabundancia del producto que querían proteger. Sin embargo, el mercado
automáticamente hubiese impedido la entrada de nuevos productores si de verdad hubiese
superabundancia. El mensaje es que el mercado es capaz de regularlo de forma óptima.

Los precios de los productos de la tierra que exigen mayores gastos periódicos o mayores
inversiones iniciales para permitir la producción son regulados por los productos más
comunes. La razón es que los nuevos productos sólo pueden costar lo suficiente para
compensar los costos más elevados respecto de los otros productos. Si costasen más que
eso, los productos más comunes serían desplazados. Si costasen menos, los productos
comunes desplazarían a los nuevos. En cualquier forma, los productos comunes regulan el
precio de los más exclusivos.

Cuando la demanda por un vino de calidad supera la oferta, ésta se vende a quienes están
dispuestos a pagar más. Por consiguiente el precio sube por sobre el del vino común. El
riesgo de perder esta producción más costosa, parece también justificar este precio más
alto.

En estas circunstancias de productos con más demanda que oferta y con mercados
protegidos por leyes que favorecen el monopolio, se observan también actitudes como
quemar el exceso de producción para mantener los precios altos, como con el tabaco.
Estas situaciones no pueden perduran. Eventualmente el mercado las regulará.

El precio de los productos para los que siempre habrá demanda (productos básicos para
alimentación humana), que está asociado a la renta que paga el inquilino al dueño para
producir dicha tierra, es capaz de regular todos los otros productos que se les relacionen
en los mercados. En Europa la renta por tierra productora de maíz, y por ende su precio,
regula la renta por todo otro terreno usado en cultivo. Esta capacidad de regular precios o
rentas exige que el terreno sea convertible entre un producto y otro. Si no es así, el
“mercado” no puede regular el precio.
LA NATURALEZA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA SEGÚN ADAM SMITH

Ricardo F. Crespo (IAE -Universidad Austral- y CONICET) Resumen: Varios estudiosos de la obra
de Smith coinciden en afirmar la continuidad de la economía con la moral, de modo que para
él la economía política sería una de las ciencias morales. Por eso, a la hora de determinar el
estatuto epistemológico de la economía política de Smith resulta relevante la aclaración previa
de qué tipo de moral sostuvo. Aunque algunos piensan que podría acercarse a una concepción
clásica de la moral como ciencia práctica, la mayoría de los estudiosos la ubican en la línea de
la filosofía moral escocesa, basada en los sentimientos. En este trabajo se sostendrá esta
última posición y se llegará a la conclusión de que la concepción smithiana de la economía está
más cerca, desde un punto de vista epistemológico, a la neoclásica que a la concepción
correspondiente a una filosofía moral clásica. Son muchos los estudiosos de Smith que
coinciden en afirmar que para él la economía política es una ciencia moral. Podemos
mencionar por ejemplo a James Alvey (1999), Jeffrey Young (1997) y Athol Fitzgibbons (1995),
pero incluso al mismo Amartya Sen (1987). El tema es saber de qué tipo de moral estamos
hablando para avanzar en la determinación del estatuto epistemológico que corresponde a la
economía política en el sistema smithiano. El mismo título del libro cuyos 250 años
conmemoramos nos ofrece una indicación bien clara: Smith escribe una Teoría de los
Sentimientos Morales. La influencia de toda la tradición moral escocesa previa está presente
en esta concepción. Las virtudes morales smithianas se desarrollan al nivel de las facultades
sensitivas internas. Mientras, en el plano cognoscitivo, la imaginación es la facultad clave1 .
Podemos afirmar con seguridad que el papel de la razón tanto a nivel gnoseológico como ético
es secundario e instrumental. En este último, la razón sólo interviene en la inducción de las
reglas morales, pero el contenido del bien o el mal se conoce mediante el sentimiento moral.
Dice Smith (TSM VII, iii, 2, 7 y 8, p. 320): “La razón sólo puede mostrar que este objeto es el
medio para obtener algo que es naturalmente placentero o desagradable”, pero “si la virtud,
pues, es deseable por si misma, y si, del mismo modo, el vicio es objeto de aversión, no puede
ser la razón la que originalmente distinga esas diferentes cualidades, sino el sentido inmediato
y el sentimiento”2 . Es decir, a partir de las definiciones de bien o mal a las que arriban el
sentido y el sentimiento, la razón detecta el carácter instrumental o no de los diversos posibles
medios para alcanzarlos. En una moral no racional como la de Smith las virtudes clásicas
conservan el nombre pero son vaciadas de su contenido, que resulta reemplazado por uno
más “débil”. Así por ejemplo, la virtud de la prudencia, auriga de las virtudes para Aristóteles,
pasa a ser una virtud “inferior” (TSM VII, ii, 15, p. 304) cuando se refiere a las cuestiones
económicas (TSM VI, i, 5, p. 213) en la obra de Smith.3 Para él, la virtud de la prudencia tiene
relación con la felicidad individual o happiness, concepto que como muy bien observa Sen no
corresponde a la eudaimonía clásica (TSM VI, i, 1, p. 212)4 . Quien está empapado de los
pasajes aristotélicos acerca de la prudencia y lee la caracterización smithiana del prudent man
se encuentra con algo muy distinto (TSM VI, i, pp. 212 y ss.): podría llamarse más
adecuadamente sagacidad, astucia, habilidad o estrategia5 . La misma caracterización de la
prudencia aplicada al ámbito político por parte de Smith, a pesar de hacer 1 Cfr. Gonzalo
Carrión, 2008, passim. 2 Las traducciones de The Theory of Moral Sentiments son mías. El
comentario de Raphael y McFie hace referencia a la similitud con David Hume: “toda la
moralidad depende de nuestros sentimientos” (THN, III, ii.5, p. 517). 3 Para la prudencia en
Aristóteles, cfr. Ética Nicomaquea VI, 5, 7, 8. 4 Dice Sen: “la amplitud y la riqueza del concepto
Griego de eudaimonia puede sugerir igualmente amplias interpretaciones de happiness o
pleasure”, diversas de la propia de la tradición utilitarista (1987b, p. 8). 5 Pia Paganelli (2008, p.
369) observa que la consideración por Smith de la seguridad como “el objeto primero y
principal de la prudencia” (TSM VI, i, 6, p. 213) da para pensar que, al menos en parte, la
prudencia se basaría en argumentos de auto-interés. Se podría pensar que para Smith el auto-
interés es una virtud, o promueve la virtud. Lo es en el marco de su noción de virtud, pero
Smith también advierte sus efectos negativos, como muestra Paganelli, especialmente en WN.
referencia a los académicos y peripatéticos, sigue teniendo carácter instrumental (TSM VI, i,
15, p. 216): esta prudencia “superior” supone, afirma Smith, el “arte, talento, hábito o
disposición de actuar con la máxima propiedad en cualquier circunstancia y situación
posibles”. La recepción próxima de la doctrina smithiana de la prudencia impacta, por ejemplo,
en la denominada “escuela clerical” de economía política de los Estados Unidos, previa a la
guerra civil (autores como Francis Wayland, John McVickar, Alonzo Potter y Henry Vethake) ya
percibe el papel devaluado de la prudencia. Trata de buscar un modo de explicar su papel
positivo al estar situada en un lugar intermedio poco confortable entre las virtudes elevadas y
las bajas pasiones. Los llamados por Stewart Davenport (2008) “moralistas pastorales” de esa
época y lugar advierten que la prudencia, tal como es planteada por Smith, podría ser tanto
aliada de las virtudes como de las pasiones. Otro tanto pasa con la justicia al reducirse a
justicia conmutativa. Quien conoce la doctrina clásica de la justicia, cuya forma raigal es la
justicia general, encontrará que la concepción smithiana es pobre y también instrumental6 .
Jerry Evensky (1993, p. 203) señala que las raíces del constructo moral smithiano –un balance
de prudencia, justicia y benevolencia– son similares a las del velo de la ignorancia de Rawls.
Éste es análogo al espectador imparcial de Smith. Estamos frente a una de las posibles
teorizaciones de la concepción liberal de la sociedad. En la medida en que, como vimos antes,
la razón tiene un papel sólo instrumental, las virtudes se transforman en medios
instrumentales para alcanzar los fines “decididos” por los sentimientos. “Uno podría afirmar”,
señala Knud Haakonsen (2003, pp. 211-212), “que Smith sostuvo el carácter ‘artificial’ de toda
la moral [no sólo la justicia, como en Hume]”. Sería una búsqueda de puntos de vista comunes
para juzgar la adecuación o no de las conductas humanas en situaciones dadas. El espectador
imparcial es el artificio por el que una moral de sentimientos, por tanto subjetiva, adquiere
vigencia social. Pero es una vigencia que no se basa en el conocimiento del fin propio del ergon
humano tal como lo formula la filosofía clásica. Sólo mediatamente, a través de un deseo de
aprobación por parte de la comunidad, tendría un cierto fundamento en la naturaleza
humana, pues para Smith los sentimientos de aprobación o desaprobación se fundan en las
pasiones más básicas (TSM, e.g., VII, iii, 3, p. 321). De este modo la subjetividad se haría social
y objetiva, aunque bastante elemental. Sin embargo, el énfasis parece estar puesto en la
interacción social, relativa a cada sociedad, como fundamento de la moral. Como hace notar
Christopher Berry (2003, 253) “los juicios morales se generan por la interacción social”. Por
eso, como bien indica María Alejandra Carrasco (2006, p. 118), los sentimientos que dan
origen a la moral, vienen informados previamente por el espectador imparcial y también por
eso el deseo de aprobación, acuerdo o conformidad de los otros es un sentimiento clave en la
antropología de Smith (véase Haakonsen 1996, p. 131). En la misma línea, Haakonsen (1996, p.
134) hace notar que “Smith integra los derechos a la estructura de la vida social y su evolución.
Los derechos no son una dotación moral pre-social sino parte del vivir socialmente, y deben
ser justificados en el contexto de cada forma de sociedad”. Es particularmente sugestiva la
tesis de Carrasco (2004 y 2006) –por cierto muy bien argumentada– acerca de la racionalidad
moral de Smith como racionalidad práctica. En efecto, no hay blancos y negros en el
pensamiento, menos aún en autores tan eclécticos como Smith. Por una parte, la moral de
Smith no es puro sentimiento y por otra, la razón práctica también se vale de los sentimientos.
También es cierto, como remarca Carrasco, que Smith comparte con Aristóteles una ética
moderada y realista. Sin embargo, al evaluar el peso de las diversas facultades en uno y otro
sistema ético y al estar acostumbrado a la lógica económica de fines dados externamente a la
razón cuya tarea es sólo instrumental, e. d., la asignación óptima de los medios en función de
esos fines, uno tiende a seguir viendo en Smith no la acción de la razón práctica sino de una
razón técnica. Se podrá decir que en la determinación de los fines aparecen elementos
racionales, pero la fuerza de su obligación radica en la simpatía y el deseo de aceptación social.
¿Cómo afecta lo anterior a la concepción smithiana de la economía política? Como señala
Alvey (1999, p. 57) en la Riqueza de las Naciones la prudencia conduce a la acumulación de
capital y la libertad de comercio significa justicia conmutativa. Entonces, en efecto, la
economía política es para Smith una ciencia moral pero de una moral con virtudes vaciadas del
contenido moral clásico. Esto sucede por la relegación del papel de la razón. En realidad, la
economía es técnica aunque parezca moral, porque la misma moral adquiere una estructura
técnica especialmente en Hume. 6 Para la justicia en Aristóteles, cfr. Ética Nicomaquea, V.
Smith comienza el libro Cuarto de la Riqueza de las Naciones con una introducción ñeque
define la posición y objeto de la economía política: “Dos objetos son los que presenta la
Economía política, considerada como uno de los ramos de la ciencia del legislador y que debe
cultivar un estadista: el primero, suministrar al pueblo o nación, respectivamente, abundante
asistencia, o hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerles en estado de
surtirse por sí mismos de todo lo necesario; el segundo, proveer al estado o República de
rentas suficientes para los servicios públicos y las expensas o gastos comunes, dirigiéndose en
ambos objetos a enriquecer al Soberano y al pueblo como tales” (1949, T. II, p. 161). Mientras
para Aristóteles la economía es el uso de lo necesario para la vida buena, que es una vida de
virtudes racionales conducente a la eudaimonía, en Smith no hay una vida buena como ideal
sino una felicidad que, sin ser de corte hedonista, tiene un vuelo más superficial. Sin duda, sin
embargo, Smith está aún lejos de postular artificios como el agente representativo, el
conocimiento perfecto o el ajuste instantáneo y automático que habilitan a un ingreso pleno
de la razón instrumental en la economía neoclásica. Pero lo que he tratado de mostrar en esta
breve nota, es que mediante su ética de sentimientos y su gnoseología basada en la
imaginación, tengan o no asientos ambos en un naturalismo, el sistema smithiano constituye
un camino bien andadero hacia una economía que deja definitivamente de ser ciencia práctica.

2.4.1.2. Teoría del Desarrollo por Etapas de Rostow

Walter Whitman Rostow, historiador norteamericano, y uno de los principales pioneros del
desarrollo, a principios de la década de los sesenta, realiza una visión integral del proceso
económico, tomando en cuenta aspectos sociológicos, políticos, institucionales, culturales e
históricos en general, que favorecen el crecimiento económico, y concibe éste, como una serie
de etapas donde deben ocurrir ciertos cambios, tanto en el modo de producción, como en los
valores de la sociedad y las cuales deben estar caracterizadas por una mayor propensión a
ahorrar e invertir, un incremento del espíritu de iniciativa, una disposición abierta al adelanto
tecnológico, entre otros. Y explica el proceso de desarrollo como el tránsito desde la sociedad
tradicional (etapa en la que se encontraban los países en vías de desarrollo) hasta la etapa de
la calidad o más allá del consumo, (en la que estaban entrando los países desarrollados en la
década de los años sesenta). A continuación las etapas desarrolladas por Rostow, son las
siguientes:

1) Sociedad Tradicional: La economía en este período se caracteriza por una actividad de


subsistencia, donde la totalidad de la producción está destinada al consumo de los
productores, más que para el comercio. Este comercio en pequeña escala se desarrolla en
base a sistemas de intercambio de mercancías y bienes, a modo de trueques, en una sociedad
donde la agricultura es la industria más importante. La mano de obra empleada contrasta con
la escasa cantidad de capital invertido, a la vez que la localización de los productos está
firmemente determinada por los métodos tradicionales de producción, por la falta de
conocimientos técnicos.

2) Condiciones previas al impulso inicial: Período de transición, durante el cual la sociedad


tradicional adquiere aptitudes para aprovechar intensa y extensamente los resultados de la
ciencia y la tecnología modernas, y para neutralizar los rendimientos decrecientes, en esta
etapa se constituye el Estado nacional centralizado y eficaz, se adoptan instituciones modernas
y se difunden las ideas y la voluntad de progreso. Igualmente, se requieren cambios radicales
en el aumento de infraestructuras, incremento de la productividad y expansión del comercio.
3) El impulso inicial o despegue: Entendida como el “crecimiento rápido de un grupo limitado de
sectores donde se aplican las modernas técnicas industriales, estos sectores son los
denominados sectores guía (ferrocarriles, transformación de alimentos, naval, militar, entre
otros)” (p. 289). Y se caracteriza porque la tasa efectiva de ahorro e inversión puede aumentar
del 5% al 10% del ingreso nacional, su superan los antiguos obstáculos y resistencias al
crecimiento sostenido, éste se convierte en condición normal de la vida económica, el
desarrollo tecnológico se difunde y la industrialización se generaliza, la economía explota
recursos naturales e incorpora procedimientos de producción avanzados.

4) La marcha hacia la madurez: Rostow la define “como el periodo en que una sociedad ha
aplicado eficazmente todas las posibilidades de la tecnología moderna al conjunto de sus
recursos” (p. 290). Caracterizado por un largo intervalo de progreso sostenido, aunque
fluctuante en el corto plazo, con tasa de inversión variable, entre el 10% y el 20% del ingreso
nacional y dominio cada vez mayor de la tecnología, la economía nacional se proyecta al
exterior, en función de sus propios intereses, el marco institucional de la sociedad favorece el
crecimiento e impulsa el progreso en todos sus aspectos. Esta etapa también se distingue por
el cambio en la estructura de la fuerza de trabajo (desplazamiento del sector agrícola al
industrial), el aumento de la renta, entre otros.

5) La era del alto consumo masivo: Los sectores principales se mueven hacia los bienes y
servicios de consumo, en razón de un alto y creciente ingreso superiores y la diversificación
avanzada del aparato productivo, surge el Estado benefactor y se hacen primordiales los
objetivos de bienestar y seguridad sociales. Igualmente, se incrementan las industrias
productoras de bienes de consumo. El sector servicios se convierte crecientemente en el área
dominante de la economía. De acuerdo con Rostow, “el desarrollo requiere una inversión
sustancial de capital” (p. 291).

Cabe destacar, que el proceso histórico de crecimiento no se detiene en la quinta etapa, la


sociedad consumista se transforma en post-industrial y nuevas satisfacciones se hacen
imperativas más allá del consumo de los bienes materiales, que es la aspiración a una mejor
calidad de vida de todos los habitantes que integran esa sociedad.

Resumiendo, esas etapas de desarrollo de Rostow, son mecanismos que pudieran impulsar el
desarrollo en el país, aunque fueron diseñadas tomando en cuenta el desarrollo de los países
occidentales (Europa y Estados Unidos) y no todos los modelos tienen el mismo patrón de
comportamiento, pero habría que tomar en cuenta entre otros elementos sustantivos, una
evolución macroeconómica favorable, sustentada en la estabilidad de las principales variables
macroeconómicas y un ambiente de crecimiento sostenido en la economía

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