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1 lobo
Véase, para todo lo cxpuesto y más documentación sobre otros caracteres lobunos, C. Mi-
ralles-J. P6rlulas, Archiiochus und tke inrnóic yoetry, Roma 1983, pp. 53-60.
EL YAMRO 13
E. Pellizer, Favok d'identit8. Favole dipaura, Roma, s.a., pp. 147 SS.
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3. La víctima propiciatoria
El libro básico es el de P. Radin-C. Kerényi-C.G. Jung, I'he trickster, Londres 1956. Sobre
Hermes, N. O. Brown, Hermes the thiej; Nueva York 1947; sobre Loki, J. de Vries, Theproblern
of Lolci, Helsinki 1933. El trabajo de A. Rrelich, Aristufane: commedia e rcligione, originariamen-
te publicado en 1969, es ahora asequible en un reading preparado por M. Detienne para Latcrza:
II mito, guidu storica e criticu, Bari 1976, pp. 103 SS. Sobre Ulises, cf. C. Miralles, prólogo a
L. Segali, Homero. Odisea, Barcelona 1982. Sobre la poesía yámbica, Miralles-Portulas, o.c.,
pp. 9 SS.
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Primero en el articulo «La tradición fabulística griega y sus modelos métricos», Emeritu
37, 1969, pp. 235-315, y 38, 1970, pp. 1-.52.Una eficaz exposición sintética de sus ideas se hallará
en Les collections defubks ci l'époque hellénistique et romuine, en el volumen de la Hardt sobre
La fuble que prepüró Adrados mismo: Ginebra 1984, pp. 137 SS.,donde sus ideas aparecen ade-
más discutidas. Doy con todo por suficientemente probada su tesis básica: que la fábula corres-
ponde antes de las redücciones que kan llegado a nosotros a la tradición yámbica y que algunas
habían tenido una fijación literaria escrita en metro yáinbico.
' Y señalar una aportación interesante al paralelo entre Edipo y el enemigo de un poeta yám-
bico, el trabajo de V. Citti «Edipo e Bupalo)), en Atti delle giornate di studio su E&o, Turin 1985,
pp. 85-92,
EL YAMRO
vo, pero, desde luego, más listo que su amo y hasta consejero de
reyes; Bsopo acaba en Belfos como un pharmakós: un engaño mali-
cioso le convierte en aparentementc culpable y ha de pagar sin reme-
dio. La muerte como pharmakós de un pocta yámbico se repite en
el relato en Ateneo (620e-621a) de la de Sótades, esta vez por man-
dato de un monarca y sobre un claro trasfondo de crítica de un in-
cesto (un tema hiponacteo y típico entre los excesos de que debati-
mos vinculados a la figura del engañador y del phnrmaliós).
Dentro y fuera, en los límites entre hclenitlad y barbarie, entre
ciudad y ley y tierra de nadie y desorden, se coloca la tradición sobre
los poetas yámbicos: por esto Arquíloco arda relacionado con el
mundo de las colonias, los fragmentos de Hiponacte están llenos de
palabras bsárbaras, de las lenguas de los pueblos más en contacto
con los griegos de Asia, y de emónides también se nos dice que par-
ticipó en la actividad colonial. Los tres tienen también su enemigo,
alguien que en Arquiloco y en Ic-Iiponacte aparecía corno blanco
rincipal de las chanzas, de la mofa del poeta (siempre en la relación
e reciprocidad que se ha señalado), tanto Lic:
igualmente debía de pasar, según se desprende
no (Pseudol. 2) en el caso de emónides, quien
r a un cierto Orodécidas, de nombre tal vez corrupto.
Xiponacte era feo y Esopo todavía más; éste último era
quiloco se nos dice que era hijo de una esclava: una ca-
racterística que compartirá con algunos filósofos, particularmente
c l a r o esta-- cínicos. Los cínicos mantuvieron el modo yámbico
en la literatura helenistica e influyeron en las nuevas aportaciones
literarias dentro de esa tradición: de las Sátiras menipeas al S'atiri-
cón. 'Tampoco en esta novela, según se sabe, faltan alusiones al tema
del pharmakós, y son abundantes sus relaciones con la poesía hipo-
nacteaR.
El papcl de pharmakós 1 poeta y/o de su oponente nos recuer-
da el enfrentamiento entr bos. El fin de los de verdad signika
la vuelta de la fecundidad, de la potencia y el vigor (abundan los
temas de impotencia transitoria en Hiponacte, como lucgo no fallan
en el Satiricón), del modo como las burlas y las chanzas de Vambc
evuelven a la naturaleza a la vida, convierten cn fértil la siembra
e los hombres. Elpharmakós traduce esta tensión al plano religioso
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4. Yambo y iroqueo
La idea ha sido desarrollada por J. -P. Vernant, en J . -P. V. -1'. Vidal-Naquet, Mythe ' 1
lr.ag(!ck, en GrPce urzcienne, l'aiis 1972, pp. 124 SS. La deuda con Gcrnet reconocida cn n. 115
(p. 121) y 120 (p. 126).
' O M . L. West, Studies in grrek elegy and irrmhus, Berlín-Nueva York 1974, pp. 22-23.
laba los trabajos de la siega, desapareció. Ateneo (62Oa), que es
uno de nuestros informantes, nos cuenta cómo sc organizó una ex-
pedición en su busca cuyos componentes, guiados por un hermano
del joven, de nombre ariandino, alterriaban los gritos del nombre
del desaparecido con el son de unas flautas, Ila~nadasinariandinas.
Esta claro que esta expedición parece anillo al dedo para ex
un tipo de manifestación ritual como la procesión que reco
periódicamente tales l-rechos, o como aquella otra que en conme-
moración de la búsqueda de Hilas, otro de os jóveries desapare-
cidos, organizaban anualmente los misios. esiquio nos informa
(1, p. 356 Latte) de que Bormo daba nombre a un treno.
pucs, de una manifcstaeión de lamento, con gr
flauta, que en casos paralelos también puede h
un sitio en el ritual (o Iiaberse invenlado como su aition, que para
nuestro caso es lo mismo): en este caso el joven podría interpretar-
se como pharm~kós,la víctima pura que asume Ias culpas de la co-
lectividad (una suerte de versión masculina, y agraria, de una rigu-
l 1 B. Gentili, La nzrtrica rlei greci, Mesina-Florciicia, rciinpr. 196'7, p. 103. Querría aquí re-
cordar u11 pasaje de Aristófrincs en las Rnmr, concretamente el v. 1302: Esquilo está criticando
el estilo dc Euripidcs que de cualquier sitio saca ingrcdicntcs que mezcla en sus obras y da algunos
eje~nplosde tales ingrcdientes, entre los cuales «loiiadas de flauta casias)).
l 2 M. 1.. West, o.c., ibídem.
El, YAMBO 21
Como cuadra a una hija de Neleo, que fue quien llevó la coloniza-
ción jonia a Caria (el asunto, según se sabe, fue tema de
mo); una muchacha cuyo ((nombre propio)), según el Etimológico
magno (pp. 435-436 Gaisford), era Peró o Piró (a cambio de la cual,
eleo el rebaño de Tficlo que
1 léxico etimológico citado sigue expli-
o epónima de la elegía lo había recibi-
o tener una conducta impúdica, «ra-
n ateniense quería casarse con ella»
tro lugar el mismo léxico atribuye
al mismo verbo el sentido de no estar uno en sus cabales). La misma
fuente nos la describe masturbándose y pidiendo a gritos un hombre
(que acarrea, a lo que parece, «penas a los caries))). Entre otros de-
talles aportados por el léxico y lo que añade un escoliasta a la Ale-
jandra de Licofrón (v. 13851, la verdad es que la imagen de la mu-
chacha en cuestión no resulta muy favorecida.
ay otros datos relacionables, algunos de interés ahora1". Pero
basta aquí lo dicho. U, en resumen, que si la actitud de Eiege hubie-
ra de considerarse, respecto a la tradición elegíaca, tan funcional y
relacionada con ella como la de Yambe lo es respecto a la yámbi-
leo a la que hallamos en Licoí'ón (Alejandra, VV.
olc chanzas a su pubis y burlándose de las bodas,
entre otros detalles, no parece que pueda dar lugar a distingos de
" C. Miralles, «La renovaci0ii de la elegía en la época clásic;i», BIEH 5,2, 1971, pp. 13 SS.;
&ve dc Paros: l'epigrama sirnpolic X1 49 de la «Palali~ia>)
( = 2 West), en Apo~~horetaphilologica
E. Fernández-Galiam (1 .saclalil~usohlutu, Madrid 1984,I pp. 267-272.
l G F. Cuarlero, «Estudios sobre cl escolio itico», UIEH 1, 1967, pp. 5 ss.
l 7 Se hallarán datos y razones para una ocasión simposial de prácticamente toda la poesía
griega arcaica en el reading para Latcrza prep;irado por M. Vetta, Poesin e sinzposio nella Grecin
unfica,guirla storicu c critirc~,Bari 1983.
la burla, de la chanza y la risa, no h e r a más abierto, menos limitado
que el de banquete: un lugar, digamos, como luego tuvo el drama.
La tradición yámbica en la época arcaica no ha desnaturalizado
sus raíces quc la vinculan al culto de 1 eméter, a divinidades corno
Dioniso y Hermes (el dios engafiador, el inventor de la lira que Iro-
có por un rebaño bovino). Tiene su ocasión en la fiesta de la comu-
nidad, donde tiene sentido imitar al lobo, rehacer literariarnente
sobre antiguas ceremonias de todos conocidas las vicisitudes y la pa-
sión del phurmakbs, pedir fecundidad y fertilidad, la de la tierra, la
del grupo humano que se siente irnido a la Gesta. I,os ternas y los
personajes de la tradición yámbica quc be intentado más arriba re-
componer en sus lineas maestras son la épica y los héroes de estas
fiestas de campesinos cuyo conocimierito, limitado por la escasez de
nuestra información, constituye rnuestra puerta de acceso a la d i -
giosidad y a las Formas de representación del mundo más antiguas
de GreciaL8.
l 8 L. Cernet en pp. 21 SS. dc L. 6.-A. Houlanger, El grnio ~ r i e g oen la religión, trad. casl.,
México 1960.