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Críticas generales[editar]
"Ciencia lúgubre" es el apelativo que le fue dado a la economía por el historiador de la era
victoriana Thomas Carlyle en el siglo XIX. Se dice que Carlyle le dio este nombre como
respuesta a los escritos del reverendo Thomas Maltus, quien predijo que la catástrofe
maltusiana en la que se predecía la inanición de gran parte de la humanidad por
el crecimiento geométrico de la población frente al aritmético de la comida. A pesar de
esto, la frase fue formulada por Carlyle en el contexto de un debate con John Stuart
Mill acerca de la esclavitud, en el cual Carlyle argumentó a favor de esta, y Mill en contra.
Algunos economistas, como John Stuart Mill o Léon Walras, mantienen que la producción
de riqueza no debe asociarse con su distribución.22
En La Riqueza de las Naciones, Adam Smith señaló muchos problemas que son también
sujeto de debate. Smith atacó repetidamente los grupos alineados políticamente que
querían influir en los gobiernos a su favor. En los días de Smith, estos grupos eran
referidos como "facciones políticas", pero ahora son llamados grupos de "intereses
especiales", un término que puede englobar a banqueros internacionales,
conglomeraciones corporativas, oligopolios, monopolios, organizaciones de comercio y
otros grupos.23
La economía per se, como ciencia social, es independiente de la acción política de
cualquier gobierno u organización tomadora de decisiones. A pesar de esto, muchos
diseñadores de políticas o individuos con una posición alta que pueden influenciar las
vidas de otras personas son conocidos por utilizar arbitrariamente una plétora de
conceptos económicos y retórica como vehículos para legitimar agendas políticas y
sistemas de valores, sin limitar sus observaciones a asuntos relevantes a su
responsabilidad.24 La cercana relación de la práctica y teoría económica con la política25 es
un foco de contienda que puede ensombrecer o distorsionar los principios menos
pretenciosos de la economía, y normalmente se confunden con agendas sociales
específicas y sistemas de valores.26
No obstante, la economía tiene un rol legítimo a la hora de informar y guiar la política
gubernamental. Recordemos que esta proviene del viejo campo de la economía política.
Algunos diarios académicos de economía están realizando mayores esfuerzos para
conseguir un consenso en los economistas respecto a ciertas políticas con la esperanza
de conseguir un ambiente más informado políticamente. Actualmente, existe un bajo grado
de aprobación entre los economistas profesionales respecto a muchas políticas públicas.
Asuntos de política que se destacaron en una reciente encuesta de los economistas de
la AEA incluyen la restricción al comercio, seguridad social para aquellos que acaban
desempleados por la competición internacional, la comida genéticamente modificada,
reciclaje, seguro de salud (varias cuestiones), mala práctica médica, barreras a entrar la
profesión médica, donaciones de órganos, comida insana, deducciones hipotecarias,
impuestos sobre ventas de internet, casinos, y objetivos de inflación.27
En Steady State Economics(1977), Herman Daly argumenta que existen inconsistencias
lógicas entre el énfasis puesto en el crecimiento económico y la disponibilidad limitada de
recursos naturales.28
Cuestiones como la independencia del banco central, las políticas de este y la retórica en
los discursos de sus gobernadores, o las premisas de la política macroeconómica29
monetaria o fiscal del Estado, son focos de are contienda y crítica.30
Deirdre McCloskey ha argumentado que muchos estudios empíricos son poco reportados,
y ella y Stephen Ziliak argumentan que a pesar de que su crítica ha sido bien recibida, la
práctica no ha mejorado.31 Esta última contienda es controversial.32
Un estudio de 2002 del Fondo Monetario Internacional obsevó las "predicciones
consensuadas" (predicciones de grandes grupos de economistas) que se hicieron antes de
60 recesiones nacionales diferentes en los años 90: en el 97% de los casos los
economistas no fueron capaces de predecir la contracción de un año más tarde. En las
raras ocasiones en las que los economistas predijeron las recesiones de forma exitosa,
subestimaron significativamente su severidad.33