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Perspectiva Sociopolítica

Profesora Luisa Vecino


FICHA DE CÁTEDRA

Los silencios y las voces de América Latina


Alcira Argumedo
Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1996.
Capítulo III “Las matrices de pensamiento en el mundo central”
Selección de párrafos

Segunda parte

1. Keynes y la crítica del liberalismo económico

Durante aproximadamente un siglo –desde comienzos del XIX hasta la tercera década del
XX- la doctrina liberal económica constituyó la ideología oficial de los Estados Unidos y de las
principales potencias capitalistas europeas, con fuerte influencia en las clases dominantes
latinoamericanas. Un laissez faire como dinámica dominante de las economías nacionales
conjugado con el librecambio en el mercado mundial allí donde favorecía claramente los
intereses más poderosos y con un férreo monopolio del intercambio comercial con las colonias
y un elevado proteccionismo frente a eventuales competidores.
El comienzo de la primera guerra mundial establece un hito en la relación entre potencias
mundiales y muestra los signos iniciales de la crisis del liberalismo económico. La supuesta
libre competencia económica entre los países desarrollados, el libre juego de las leyes del
mercado en sus economías internas, serían paulatinamente reemplazados en el marco de una
lucha abierta –política y militar- por el control de los mercados exteriores que requería un
fuerte consenso nacional. El liberalismo económico va a entrar en franco repliegue al estallar la
crisis económica de 1929.
Durante los veinte años de entre-guerras van a diseñarse en los principales países del norte
tres modelos de política económica cuyas características cuyas características se alejan con
mayor o menor vigor del liberalismo económico. Por una parte, la revolución soviética
implanta un régimen de fuerte centralización política y económica estatal, con altos costos
sociales y la liquidación sin reparo de toda ley del capitalismo de competencia. Por otra, los
regímenes nazi-fascistas se asientan en grandes grupos industrial-financieros como
protagonistas del crecimiento económico, dirigido desde un poder político de alta
concentración y un estado militarizado y represivo con vocación expansiva. Finalmente, en la
mayoría de las potencias capitalistas occidentales, el New Deal y el Estado de Bienestar definen
un nuevo papel para el Estado y la revolución keynesiana desplaza el predominio ideológico del
liberalismo manchesteriano.
John M. Keynes acepta las relaciones de clases existentes en las sociedades capitalistas y la
distribución de la propiedad y de la renta que reproducen estas relaciones. No obstante sus
propuestas van a introducir cambios significativos en la orientación social de las políticas

1
económicas de Occidente durante aproximadamente medio siglo, al colocar el problema del
empleo en el centro del desarrollo de la economía. El núcleo central de la crítica de Keynes a
los clásicos se encuentra en el rechazo de la llamada ley de Say. Esta noción suponía que, en
tanto la oferta crea su propia demanda, es imposible que en los mercados competitivos se
produzcan excesos de producción o que exista una desocupación involuntaria. Para los
economistas liberales la situación de cesantía generalizada debía entenderse como el resultado
de elecciones voluntarias de los desocupados.
Hacia fines de la década de 1930 y en especial a partir de la segunda postguerra, la
influencia de Keynes crece decididamente en la mayoría de los países capitalistas avanzados
que, con las particularidades nacionales, van a implementar Estados de Bienestar como modo
de articulación básica del funcionamiento de sus economías.
La teoría de Keynes significó una resignificación importante del papel estatal en la economía
y en sus relaciones con la iniciativa privada, que condenaba decididamente la idea del Estado
prescindente propia del liberalismo clásico. Las leyes económicas no garantizaban, según
Keynes, un desarrollo equilibrado ni la posibilidad de una dinámica de pleno empleo y
crecimiento sostenido de la demanda y el consumo. Para ello, el Estado debía implementar
diversas políticas y mecanismos compensatorios que permitieran orientar los grandes
objetivos:
(….) El Estado tendrá que ejercer una influencia orientadora
sobre la propensión al consumo, en parte a través de un sistema
tributario, en parte fijando el tipo de interés, y quizás también por
otros caminos…Creo, por tanto, que una socialización en cierto
modo global de la inversión resultará ser el único medio de
garantizar un elevado nivel de empleo; esto, sin embargo, no
excluye forzosamente cualquier tipo de compromiso y de acuerdo
por el cual las autoridades cooperen con la iniciativa privada 1.

La era keynesiana del Estado de Bienestar iba a durar en Occidente hasta el estallido de la
crisis de los años setenta. Esta teoría no contemplaba el contexto histórico de la de la vida
económica ni tomaba en consideración el impacto de los cambios tecnológicos en la economía
y en especial en el empleo, ni el peso y el papel de los monopolios en la dinámica económica
global. Cuando comienza la crisis en la década del ’70 los cambios en el contexto internacional
y los nuevos paradigmas tecnológicos caracterizados por el desplazamiento de la mano de
obra, impulsan el crecimiento de la concentración monopólica a través de la fusión
conglomerados gigantes para afrontar la lucha por el mercado mundial, las ideas
“socializantes” de Keynes van a ser desplazadas por un resurgimiento liberal agresivo, elitista y
decidido a tener pocas contemplaciones con las clases asalariadas y las naciones periféricas.

2. El debate central del Occidente Central en los años ochenta


De nuevo el liberalismo económico

Los impactos de la crisis internacional, que se agudizan a lo largo de la década del setenta,
junto a la creciente competencia en el mercado mundial, promueven una concentración
económica financiera sin precedentes y una dura contraofensiva del norte ante las presiones y

1 Keynes, John Maynard; Teoría general del empleo, el interés y el dinero; México, FCE, 1971.

2
demandas del tercer mundo. La matriz del liberalismo que articularon hace ya dos siglos Smith
y Ricardo se mantendrá casi sin modificaciones en estas renovaciones modernizantes. Pero es
un liberalismo que debe dar cuenta de la presencia de Marx y especialmente de Keynes, en la
disputa por la ciencia económica. En esta perspectiva, uno de los más destacados exponentes
del neoliberalismo, Friedrich von Hayek, va a establecer una polaridad irreductible entre dos
interpretaciones de nuestra sociedad: el orden madurado o espontáneo, que llama Kosmos, y
el orden impuesto o decretado, al que denomina Taxis. El primero corresponde al liberalismo;
en el segundo se engarzan el socialismo, la socialdemocracia, y las diferentes vertientes del
social-estatismo. A partir de esta oposición Hayek pretenderá mostrar la superioridad teórica,
histórica y experimental del liberalismo.
La iniciativa individual espontánea y la selección por la experiencia, serían los elementos
que propugnan el desarrollo armonioso de las leyes económicas y la mano invisible que guía
hacia el bienestar general. Según sus nuevos voceros la ciencia del liberalismo permitiría
demostrar que esta dinámica es la única científicamente correcta y la sola distinción con el
liberalismo clásico es que tales leyes no son resultado de la providencia sino de una evidencia
empírica estrictamente terrenal y matemáticamente demostrable. Los protagonistas por
excelencia de la historia de las naciones, derrotadas las concepciones estatistas y populares,
vuelven a ser “los empresarios, los inventores, los comerciantes que arrastran al crecimiento”

No es la demanda de los consumidores la que creó una industria


del automóvil, de la computadora individual, sino el genio
productivo y comercial de los empresarios… Pero estas élites
económicas no deben nada a su origen social. El grupo de los
“empresarios” sólo se distingue por su voluntad de crear riquezas;
es una especie de caballería económica de los tiempos
modernos… Lo único que tienen en común es el deseo de crear
actividades económicas.2

Estos activistas económicos tienen frente a sí como enemigos al Estado y las clases
burocráticas, comprometidas con una interferencia estatal parasitaria. Se trata de un “nosotros
los empresarios” frente a las burocracias estatales que cercenan la libertad, obstaculizan la
iniciativa, privan a los individuos de la posibilidad de progreso, coartan el crecimiento
económico. El “nosotros los empresarios” hace referencia a los grandes grupos económicos, a
las corporaciones trasnacionales y a la señora que vende ajo sentada en la vereda. Les habla a
las vastas capas marginales de América Latina compuestas, bajo toda evidencia, de millones de
“empresarios”.
El proyecto de sociedad planteado por las vertientes renovadoras del liberalismo
manchesteriano es postindustrial e individualista. Reconoce sus bases en las fragmentaciones
sociales producidas por una automatización que destruye la homogeneidad del mercado de
trabajo, las solidaridades entre los trabajadores y las formas tradicionales de lucha, en especial
la huelga. El capitalismo popular o la economía popular de mercado, propuestos por el
neoliberalismo con sus distintos perfiles, se encuadra en estas segmentaciones sociales y
laborales, en las tendencias concentradoras del poder económico, altamente selectivas y
excluyentes de las mayorías sociales, que está produciendo la reconversión productiva a partir

2 Sorman, Guy; La solución liberal, Buenos Aires, Atlántida, 1988.

3
de nuevos paradigmas tecnológicos. Una revolución conservadora que, junto al libre juego de
las leyes del mercado y la iniciativa privada, promociona valores tradicionales, nuevos modos
electrónicos de movilización y participación de las “mayorías silenciosas” y una agitación
intelectual y cultural mediante funciones y medios de comunicación, reivindicando la
conductas individualistas y la fragmentación social. Impulsa, no obstante, ciertas formas
corporativas particularistas y la formación de lobbies sobre intereses concretos, que
reemplacen a las tradicionales decisiones mayoritarias o a la búsqueda de grandes consensos,
en tanto “ya no hay una mayoría única sino mayorías infinitamente diversificadas en una
multitud de cuestiones de toda naturaleza”3.
El capitalismo neoliberal pretende contestar a los reproches que se le formulan en el
sentido de ignorar la justicia social, planteando respuestas a problemas sociales desde un
punto de partida que afirma que la libre empresa no es un fin en sí mismo, sino el único medio
de conciliar libertad y eficacia, prosperidad y solidaridad. La privatización de diversas áreas
sociales –educación, recreación, salud, seguridad social- se combina con fundamentos acerca
de las ventajas indudables de la flexibilización laboral, unida a variadas formas de participación
de los trabajadores en las empresas de acuerdo con los paradigmas productivos de avanzada.
Retomando la ley de Say con referencia al empleo, las nuevas panaceas han sido la
flexibilización de los contratos laborales y los salarios, junto con la ampliación de las tareas de
baja calificación en áreas de servicios que no son económicamente viables, pero sí pueden ser
socialmente útiles y permiten evitar la desocupación.
El neoliberalismo tiene una paradójica posición ante el Estado. Se reivindica sin reparos el
estado de Hobbes; ese Leviatán que garantiza la seguridad de los individuos y los bienes contra
cualquier amenaza de sus valores más decisivos: la propiedad privada, las leyes de mercado, la
competencia y el lucro. El estado policial, custodio de la propiedad privada inviolable y garante
de la eliminación de las perturbaciones al fluido desarrollo de las leyes del mercado, es una
constante del pensamiento liberal económico.
Esta línea conceptual reaparece en la exitosa Universidad de Chicago de los años ochenta.
Porque si en nombre de la libertad se habla, la libertad supone responsabilidad y no todos son
responsables; allí está el poder para definir quiénes sí y quiénes no lo son y actuar en
consecuencia. El Estado que va a ser considerado enemigo es aquel que se conforma a partir
de las concepciones social-estatistas predominantes en occidente desde los años treinta y
cuarenta. Aquel que buscó aliar armónicamente prosperidad económica y justicia social con
medios tales como: la centralización estatal, la fiscalidad progresiva, la redistribución social.
Para los neoliberales la riqueza de las naciones no proviene de la demanda y el consumo de los
sectores populares sino de la iniciativa individual.

3 Ibíd.

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