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LA VIDA MORAL DE LOS QUE SUFREN ENFERMEDAD

Y EL FRACASO EXISTENCIAL DE LA MEDICINA

ARTHUR KLEINMAN* Y PETER BENSON**


Department of Anthropology. Harvard University. William James Hall. Cambridge, Massachussets (USA).

«Estar afligido por el sufrimiento de otro En la vida de los hombres y de las muje-
implica preocuparse por las cosas que preo- res sobrevienen ciertos acontecimientos que
cupan al que sufre». no pueden pasarse por alto: la llamada de un
Alphonso Lingis (2000:50)1 amigo o de un ser querido, el rostro o el rue-
go de una persona que sufre, la aparición de
una enfermedad, la pérdida de trabajo o de
Aflicciones morales posición social, los estallidos de violencia,
las amenazas a la familia o a la comunidad.
La vida es moral porque hay cosas que La vida es mucho más peligrosa y amena-
tienen una gran trascendencia para los hom- zante de lo que habitualmente reconocemos.
bres y las mujeres. Los compromisos perso- Lo que proporciona a nuestros mundos per-
nales y colectivos hacia lo que más importa sonales ese inmenso poder para captar nues-
definen lo que es moral. Esto no significa tra atención y dirigir nuestras acciones tiene
que la vida sea «buena», que puede serlo, o que ver con el carácter de peligro en el nú-
«mala», que también puede serlo. No habla- cleo mismo del compromiso interpersonal
mos de la moralidad, sino de la esencia que confiere un legítimo sentido de amenaza
moral de la experiencia social corriente, del hacia lo que más nos importa. Nos asusta
hecho de que la vida tiene sentido, es conse- que lo que más queremos pueda verse seria-
cuente y estimulante. mente amenazado, o incluso que lleguemos
a perderlo por completo.
Este tipo de acontecimientos altera decisi-
*Arthur Kleinman es Rabb Professor of Anthropology en la
Universidad de Harvard y Profesor de Psiquiatría y de Socio-
vamente la construcción y el discurrir de la
logía de la Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard. experiencia social en nuestros entornos indi-
Es autor de numerosos libros sobre el sufrimiento, la expe- viduales. La respuesta a tales acontecimien-
riencia de la enfermedad, antropología médica y ética en Chi-
tos se convierte en un dilema moral en el
na, los Estados Unidos y en todo el mundo.
**Peter Benson es investigador y miembro del cuerpo docente que vidas y futuros cobran una gran impor-
de Antropología Social en la Universidad de Harvard. tancia. Algunos sentidos u orientaciones

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ayudan a los individuos y a las colectivida- cionados por miembros de la familia, por
des a abordar los peligros y las cargas de la amigos, por médicos y por personal de enfer-
vida diaria. Otros pueden hacer daño y de mería, son actos morales. Están llenos de
hecho lo hacen. Los sentimientos de amena- significados y cargados de la responsabilidad
za, de pérdida y de peligro pueden ser pode- de cambiar para mejor una situación proble-
rosas fuerzas que motiven acciones violen- mática. En la prestación de cuidados de sa-
tas. Pueden utilizarse con fines políticos o lud, el sentido moral es fundamental; incluso
para engendrar condiciones estigmatizantes. más que en la epistemología, en la econo-
Los sentimientos de amenaza también se mía, en la política o en la biología.
plasman en las formas más profundamente El primer acto del médico y de los demás
personales, como cuando nos sentimos ale- cuidadores consiste en afirmar o negar el
jados de nuestro entorno más cercano, apar- sentido moral que el paciente aporta al en-
tados o divorciados de lo que anteriormente cuentro clínico. Esto implica el reconocimien-
constituía una base para la autoestima y el to de la realidad del dolor, físico y psíquico,
sentido de pertenencia. Las instituciones en de las personas que sufren. Este acto apa-
las que se proporcionan los cuidados, se rentemente banal se olvida o se evita con
aplican las medidas curativas y se adminis- frecuencia. A veces el dolor del otro resulta
tran los tratamientos son a menudo en sí tan increíble que prevalece el escepticismo.
mismas productoras de sentimientos de En ocasiones se niega la existencia del dolor
amenaza y desamparo, como cuando el dolor en la persecución de otros objetivos, como el
o el sufrimiento no se valoran o cuando las diagnóstico o el tratamiento. En otras, el do-
peculiares formas de experimentar la enfer- lor se ve solapado por la teodicea, de manera
medad se diluyen en categorías diagnósticas. que el sufrimiento parece justificado o mere-
Nuestras ciencias, tanto como nuestras prác- cido por la razón que sea.
ticas clínicas, fallan regularmente al fracasar
de manera reiterada a la hora de reconocer,
por no hablar de entender, el dolor y sus El sufrimiento y el testigo
múltiples dimensiones. Los pacientes y los
sanadores están igualmente alejados de lo Para el filósofo moral francés Emmanuel
que, por otro lado, es un encuentro interper- Levinas, cualquier justificación del sufri-
sonal profundamente moral. miento duplica la violencia hacia el que sufre
Nada sintetiza tanto el sentido moral de la y no cumple el primer deber ético, es decir, el
vida como el sufrimiento, dentro del que la reconocimiento2. Si los comparamos, los
enfermedad es la más común de las varieda- asuntos morales preceden y tienen prioridad
des. El sufrimiento, incluida la enfermedad, sobre los de tipo epistemológico, ontológico
es una experiencia moral, y las respuestas al y político en el encuentro con otros3. El sen-
sufrimiento, tales como los cuidados propor- tido moral del sufrimiento aparece en la rela-

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ción interpersonal entre el testigo del sufri- estar enfermo abarca el dolor físico, pero
miento y la persona que sufre. El testigo in- también alcanza dimensiones económicas,
teractúa con la persona que sufre a nivel del como el cuidado de la salud y la inseguridad
dolor existencial, de la pérdida y del miedo, laboral, y aspectos morales, como la autoes-
puesto que ser testigo implica que uno asu- tima, la vergüenza y el grupo social. La ex-
me un sufrimiento «en sí mismo» al contem- periencia de estar enfermo expresa la vida
plar el sufrimiento «en el otro». Ser testigo moral de los que sufren4. Al prestar atención
no es, por tanto, asumir, conectar con o com- a la experiencia de enfermedad de los pa-
prender el sufrimiento del otro. Si ese fuera cientes, los médicos y enfermeras están más
el caso, el sufrimiento podría quedar justifi- capacitados para romper círculos viciosos
cado por el hecho de crear ocasiones «útiles» que incrementan el malestar emocional. La
para las relaciones sociales. Ser testigo es, interpretación y el uso de los significados de
en cambio, sufrir uno mismo en nombre del estar enfermo pueden contribuir a que los
otro, una ocasión para un sufrimiento inútil. cuidados que se prestan sean más eficaces.
Este momento secundario del sufrimiento, Más aún, los médicos y las enfermeras se
producido en el testigo al contemplarse en el convierten en participantes activos, más que
otro sufriente, está cargado de significado en distantes observadores, en la experiencia
pero carece de utilidad. Decir que el sufri- de enfermedad. Esta cobra sentido para
miento debe permanecer inútil, como hace ellos, al tiempo que continúa siendo una car-
Levinas, no significa que esté exento de sen- ga para los que sufren. Aceptar la experien-
tido. El sufrimiento deviene y permanece cia de enfermedad es, por tanto, un doble
significativo para los testigos a través del re- proceso de reconocimiento de la realidad y
conocimiento fundamental de que el sufri- del sentido del dolor, seguido de un conti-
miento, en la vida del otro, carece absoluta- nuado compromiso interactivo con los que
mente de utilidad. sufren tanto en lo que atañe a lo que signifi-
Para muchos pacientes, un fracaso moral ca estar enfermo como en lo que se refiere a
básico de la asistencia médica es que los mé- los aspectos biológicos o económicos.
dicos y el personal de enfermería no llegan a La estructura de prioridades en la forma-
aceptar el hecho de la experiencia de estar ción médica y en la provisión de cuidados
enfermo. Por experiencia de estar enfermo de salud imposibilita a menudo este proce-
entendemos algo fundamentalmente distinto so. Se pone el énfasis en los mecanismos
de la enfermedad en sí misma. La experien- biológicos de la enfermedad. El sistema con-
cia de estar enfermo se concreta en cómo vierte a los considerados «blandos», y por
quienes sufren, los miembros de la familia y tanto devaluados, componentes de la expe-
el conjunto de la red social perciben, convi- riencia de enfermedad en la «dura», y sobre-
ven con y responden a los síntomas, a las valorada, la búsqueda de síntomas y de ca-
incapacidades y al sufrimiento. El hecho de tegorías nosológicas. Esta estructura ahora

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dominante por lo general tiene éxito, pero al pel del médico. La formación de los estu-
utilizar un marco limitado, basado en cate- diantes de medicina no tiene en cuenta en
gorías técnicas, nomenclatura y taxonomía, absoluto la experiencia moral de los pacien-
puede también negar la existencia del dolor. tes o la experiencia moral recíproca de los
El dolor torácico, por ejemplo, en ausencia médicos. En su estudio etnográfico de su pri-
de alguna alteración biológica, se convierte mer año como docente en la facultad de me-
en algo más virtual que real. Por otro lado, dicina de Harvard, Byron Good comenta que
la biomedicina puede pasar por alto las múl- los estudiantes de medicina noveles no sólo
tiples dimensiones de la experiencia de en- adquieren nuevos conocimientos y habilida-
fermedad. Parte del problema es que el dolor des. Toda su orientación respecto al mundo
crónico de espalda, por ejemplo, no es sim- se transforma, incluidas las formas especiali-
plemente un trauma físico o psicológico, zadas de ver, de escribir, y de hablar5. A los
sino que tiene un impacto sobre el sentido estudiantes de medicina se les enseña a tra-
de la propia identidad, sobre la capacidad de tar las narraciones y los sentimientos de los
trabajar y de divertirse y sobre las relacio- pacientes con escepticismo, dando por senta-
nes con la familia y con los amigos. El sufri- do que la forma y el contenido de tales na-
miento adquiere dimensión social por cuan- rraciones puede desviar el proceso diagnósti-
to supone una carga para la red social. La co. Esta orientación asegura una rígida
biomedicina, cuyo punto de mira está pues- conformidad con la concepción dominante de
to en los mecanismos biológicos de la en- la enfermedad como una alteración o trastor-
fermedad, no necesita información alguna no biológico, limitando el alcance de la expe-
sobre los miedos de los pacientes, la frustra- riencia de enfermedad. Los médicos y enfer-
ción de las familias, o los variopintos tipos meras que pretenden asumir un mayor
de relación que se dan entre los pacientes y compromiso experiencial con los pacientes se
sus cuidadores. Sin embargo, estos aspectos ven desbordados por fuerzas estructurales
son tan cruciales para el diagnóstico y el tales como el papeleo, las programaciones y
tratamiento que ignorar su relevancia limita el uso del lenguaje técnico. Un joven estu-
la dispensación y eficacia de los cuidados. diante de la facultad de medicina de Harvard
Esto conduce a una sensación de impoten- dijo:
cia, frustración, enfado y alienación por par-
te de los que sufren, lo que a su vez devalúa No quieren escuchar la historia de la per-
los cuidados y genera problemas insupera- sona. Quieren oír la versión editada… No
bles en su provisión. estás allí para aprender sobre sus vidas y a
tu vez nutrirlas… Tú eres un profesional y
La medicina misma está bajo la amenaza
estás adiestrado para interpretar las descrip-
de verse «privada de moralidad» por cuanto ciones fenomenológicas del comportamiento
los significados morales están siendo reem- en términos de procesos fisiológicos y fisio-
plazados por la racionalidad técnica en el pa- patológicos. (Good 1994: 78)

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Cuando una antigua paciente, a quien nos se ha ido sustituyendo por el equivalente
referiremos con el pseudónimo de Margaret profano del discurso político que la Sra. Mc-
McGraw, fue preguntada por uno de noso- Graw y otros ven en la televisión, escuchan
tros (Kleinman) sobre lo que más le había por la radio o leen en los periódicos.
preocupado en su larga experiencia como La experiencia moral de los pacientes (y
diabética, en primer lugar comenzó a hablar de las familias) está siendo «privada de mo-
sobre las muy reales cargas financieras y ralidad», al tiempo que en nuestros días la
después sobre el tiempo que le llevó contro- subjetividad misma está experimentando
lar la dieta, las concentraciones de glucosa grandes transformaciones, en virtud de las
en sangre y las inyecciones de insulina. En- cuales se reconforma alrededor de procedi-
tonces movió vigorosamente la cabeza y mientos burocráticos y modelos técnicos, de
dijo: «No, no, no son ésas las cosas que más manera que la vida deviene algo nuevo, dife-
importan en realidad. Es la sensación de vul- rente y peligroso. Parece que únicamente
nerabilidad, de pérdida, de limitación. Eso es cuando los psiquiatras y psicólogos desvían
en lo que pienso hasta bien entrada la no- su atención de lo que es su objetivo –las dro-
che. Cuando lloro, lloro por esos sentimien- gas– y hacen preguntas aparentemente ob-
tos. Plantearme qué cosas hacer y cuáles no soletas sobre el afecto y los valores, estas
hacer, esto es lo que realmente me preocu- cuestiones salen a relucir en los contextos
pa». Pero el médico y los amigos de la Sra. clínicos. Incluso entonces, las respuestas de
McGraw prácticamente no le hablan de otra los pacientes y de las familias no son trata-
cosa que de los gastos y del tiempo y esfuer- das en términos morales o religiosos, sino a
zo dedicados a mantener su tratamiento al través del altamente tecnificado lenguaje de
más alto nivel. Estos aspectos de la enferme- la sintomatología y la patología6. Este dis-
dad parecen más básicos, fundamentales, in- curso técnico ha calado cada vez con más
mediatos y cargados de consecuencias y, re- fuerza en la conciencia de los ciudadanos.
almente, su organización y manejo son Los pacientes llegan a las situaciones clíni-
cruciales para su salud. Pero nadie le habla cas usando ya el discurso profesional de los
sobre qué sentimientos, miedos y sensación médicos y enfermeras. La experiencia de es-
de amenaza y de pérdida la mantienen en tar enfermo –los sentidos y términos reales
vela por la noche. Nadie se pregunta por lo alrededor de los cuales los pacientes experi-
que es más importante, por lo que la empuja mentan los síntomas y el dolor– se parecen
a organizar y controlar su dieta, sus valores cada vez más a un manual de diagnóstico.
de glucosa en sangre y sus dosis de insulina Las categorías nosológicas han adoptado
y aun así no sentirse segura o plenamente una «forma reflexiva», de tal modo que ya
confiada. Es decir, nadie habla con ella sobre no son un medio por el cual los médicos
la esencia moral de su experiencia de enfer- aportan información a sus pacientes. Los
medad. Progresivamente, esa esencia moral médicos y enfermeras deben adentrarse en

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las categorías de enfermedad utilizadas por o imágenes televisadas del sufrimiento, más
los pacientes para describir su dolor y sus que provocar la clase de testimonio o sufri-
síntomas7. Este lenguaje técnico se difunde a miento «en mi mismo» que ponía de relieve
través de libros de autoayuda, de webs en Levinas, generan, entre los consumidores de
Internet especialmente dedicadas a la enfer- los medios de comunicación de masas, un
medad, a las que de manera creciente acce- creciente desinterés y la idealización de un
den las personas que sufren, y de la publici- mundo exento de sufrimiento8.
dad de productos farmacéuticos emitida por
televisión.
Si estas tendencias han hecho mucho más Moral y Ética
accesibles los conocimientos médicos, permi-
tiendo a los pacientes participar más amplia- Así pues, ¿de qué manera afecta a la me-
mente como agentes en su propio sufrimien- dicina esta manera de ver las cosas? La más
to y recuperación, también han contribuido a importante de ellas, en nuestra opinión, es
que se desvanezcan los significados de en- entender que los valores en medicina –el as-
contrarse enfermo y la esencia moral del su- pecto humanístico del conocimiento médico,
frimiento. La publicación de información mé- la práctica y la formación– versan sobre dos
dica y farmacológica ha hecho que en tipos de cosas muy diferentes: la experiencia
nuestros tiempos la expectativa de la pobla- moral y la deliberación ética. En gran medi-
ción sea la «salud perfecta». Para el budismo da, nuestra era se caracteriza por el uso de
y la teología medieval cristiana el sufrimien- un discurso profesional elitista dentro y fue-
to no está del todo exento de finalidad y de ra de las instituciones médicas. Este discurso
valor; constituye una oportunidad para con- se conoce por el nombre de «bioética» (o éti-
vertir el dolor y la agonía en algo trascen- ca médica, o ética simplemente)9. Este dis-
dente. Pero hoy el sufrimiento se ve como curso institucionalizado se centra en la preo-
una realidad que tanto debería como podría cupación por la base filosófica de la toma de
ser eliminada. El sufrimiento es innecesario decisiones, tanto en el ámbito individual
e inútil, aunque no en el sentido de Levinas. como en el de la salud de la población en ge-
De hecho, es una manera perversa de justifi- neral y en el de la distribución de los recur-
car el sufrimiento: la idea actual de que el sos comunitarios. Tal discurso ha tenido
sufrimiento es totalmente innecesario refuer- muchos efectos importantes, no siendo el
za, en quienes disponen de recursos o fortu- menor de ellos legislar y gestionar un espa-
na suficientes para dotarse de una mayor cio de reflexión ética y de crítica para exami-
protección frente a él, la creencia en un mun- nar los compromisos profesionales, políticos
do ideal, saneado, en el que no exista el do- y culturales.
lor. Es una vía para el sentimentalismo, el Pero la ética ha usurpado el espacio de la
consumismo y el escapismo. Las fotografías experiencia moral. Ha reemplazado un len-

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guaje afectivo de valores por un discurso unos cuidados más eficaces. Hay una serie
técnico elaborado desde una perspectiva cog- de posibles orientaciones a través de las que
nitiva. Esto forma parte de una tendencia la esencia moral de la experiencia de enfer-
más amplia hacia la organización biopolítica medad puede volver a cobrar valor o «recu-
de la vida diaria en términos de control bu- perar su moralidad».
rocrático y razón instrumental10. Así, apren-
demos a hablar sobre la autonomía del pa-
ciente y a crear tipos de consentimiento Cultura de negación de la moralidad
informado en lugar de actos más existencia-
les de presencia, reconocimiento y atención a Un modelo de este tipo de reconocimiento
los aspectos más relevantes. Repetidamente, en el contexto de los cuidados de la salud se
la bioética dirige ese espacio familiar entre lo encuentra en el trabajo clínico y científico del
que «es» y lo que «debería ser», usurpando médico y antropólogo médico británico W. H.
el trono que una vez ocuparon quienes se R. Rivers. Trabajando como médico durante
dedicaban a los asuntos de la religión y la la Primera Guerra Mundial, Rivers trató a los
moral. La cuestión es no volver a privilegiar oficiales con heridas de proyectil en hospita-
a uno en detrimento del otro, sino insistir en les militares. Rivers había hecho su incur-
que los procedimientos médicos y éticos, si sión en la guerra, como la mayoría de los
han de operar de manera práctica y efectiva, victorianos, con puntos de vista convencio-
no pueden ignorar los valores, sentidos y nales acerca de la valentía, el coraje y el na-
perspectivas de los pacientes, de cómo la en- cionalismo. Pero las experiencias al lado de
fermedad «es» experimentada en sus vidas y quienes sufrían, que sólo podían considerar-
a través de su red social. se como «etnográficas», suscitaron en él una
La importancia de la moral en la vida de reflexión crítica sobre estas virtudes. Si la re-
los que sufren vuelve siempre como un pál- tórica del heroísmo y la valentía legitimó la
pito al corazón de la bioética y la biopolítica guerra desde el principio, más tarde una per-
sociales. La creciente preocupación por los cepción romántica del soldado herido como
aspectos «espirituales» en relación con el su- un héroe curtido pudo sólo reproducir las
frimiento y con la prestación de cuidados es profundas bases culturales y psicológicas de
en realidad, a nuestro modo de ver, un signo la contienda. Rivers llegó a ver el heroísmo
de la fuerza irrefrenable de la experiencia como el peligro moral de su tiempo. Apren-
moral. Al examinar el particular significado dió a valorar, en cambio, las experiencias
moral de la enfermedad de una persona, es morales de fragilidad, vulnerabilidad e incer-
posible llegar a romper los círculos viciosos tidumbre. La visión convencional por lo que
que incrementan el malestar emocional. La respecta a los síntomas del shock consecuti-
interpretación del sentido de la enfermedad vo a las heridas por proyectil –parálisis, mu-
puede también contribuir a la provisión de tismo, sordera, tartamudeo, agitación, páni-

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DOLOR Y SUFRIMIENTO EN LA PRÁCTICA CLÍNICA

co, pesadillas y amnesia– consistía en que ma antropológica de psicoterapia, y en su


éstos estaban causados por un traumatismo decisión de introducirse en la política como
físico en la cabeza, prueba inequívoca de una forma de resistencia a las ominosas
una alteración biológica. Pero al establecer fuerzas que habían contribuido a la enorme
una relación personal con los soldados que destructividad de la Gran Guerra.
sufrían, como Sigfried Sasoon, Rivers llegó a
la conclusión de que esos síntomas lo que
hacían era demostrar el coste psicológico de Conclusiones
la guerra y el fracaso de las virtudes asocia-
das al heroísmo. Rivers pudo darse cuenta Nuestras profesiones se beneficiarían de la
de que los valores culturales y morales podí- adopción de una orientación o sensibilidad
an penetrar en el cuerpo y en la mente de etnográfica. La etnografía es un método de
forma tal que fomentaban peligrosos patro- investigación y una forma de exposición que
nes de acción y reacción. Las evaluaciones tiene su origen en la antropología cultural,
clínicas que reducían el shock consecutivo a aunque luego se ha extendido a las humani-
las heridas por proyectil a un mero proceso dades y las ciencias sociales. La etnografía
biológico e ignoraban los significados mora- implica un contacto social directo y sostenido
les y la experiencia de enfermedad de los tanto con las personas como con la documen-
soldados corrían el riesgo de reproducir tación y las narraciones de la experiencia hu-
aquellos peligrosos patrones al justificar el mana, al menos en parte en sus propios tér-
sufrimiento en nombre del heroísmo y del minos11. Esto implica describir un contexto
nacionalismo. Rivers, como Levinas, puso el social particular e interpretar el sentido de las
énfasis en la preeminencia de enfrentarse prácticas que se dan en él. Pero la etnografía
cara a cara con los aspectos morales antes es más que eso. Es más un talante que un
que con los de tipo epistemológico, ontológi- método: la etnografía como forma de vida12.
co y político. A través de estos encuentros, la Es una orientación tangencial hacia otros,
construcción y el discurrir de la experiencia que necesariamente atenúa cualquier sentido
podrían verse «privados de moralidad», pro- de maestría o autonomía por parte del inves-
vocando una autorreflexión crítica, un deseo tigador, por cuanto él o ella están literalmente
de cuestionar la normalidad y las normas llamados a adentrarse en la experiencia de
profundamente implantadas y, finalmente, los demás. El etnógrafo es a menudo cons-
dotarlos nuevamente de moralidad a través ciente de la inequidad existencial –como
del cultivo de diferentes maneras de estar en cuando una persona que padece diabetes reo-
el mundo. Rivers desarrolló esta sensibilidad rienta el curso de una entrevista sobre su en-
ética o interpersonal en su pionero método fermedad de las expresiones de malestar ha-
de investigación en los campos de la antro- cia algo que es de mayor importancia. El
pología médica y de la etnografía, en su for- etnógrafo permanece como un extraño en el

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campo de investigación, sacrificando sus nor- estigma, así como una formación metodológi-
mas en favor de las de los demás, y sin asu- ca continuada basada en aproximaciones de
mir jamás por completo esos valores como tipo etnográfico a los demás, induciría a los
propios. La orientación etnográfica, que se médicos a adoptar una orientación más hu-
asienta no sin dificultades entre universos manística13. Esto también incluiría una apre-
morales, fuerza al investigador a ser cons- ciación más crítica del lenguaje técnico de la
cientemente autocrítico en relación con los biomedicina, de las importantes diferencias
valores que da por sentados. que existen entre sentirse enfermo y padecer
La etnografía profundiza en el estudio del una determinada enfermedad, y de las impli-
sufrimiento humano al reenmarcar la expe- caciones que tienen los términos específicos
riencia de enfermedad como un proceso in- utilizados para categorizar las incapacidades
terpersonal en un contexto moral. En el ám- y los síntomas sobre la experiencia de enfer-
bito clínico, esto supone que los médicos y medad. Lejos de obstaculizar las prácticas clí-
los que sufren ni son autónomos ni están en nicas, el diagnóstico y el tratamiento, un pro-
relación de igualdad entre ellos. Quienes su- grama de este tipo no haría sino ampliar los
fren dependen de los médicos, pero éstos de- horizontes y la eficacia de la atención sanita-
ben considerar como primera labor el recono- ria y de la investigación. Puede liberar a
cimiento y la validación de lo que significa quienes sufren y a los médicos de los peligros
estar enfermo. Las personas que sufren de- que se derivan de una excesiva preocupación
ben ser realistas, pero los médicos deben por lo mórbido centrada en los procesos orgá-
sentirse fortalecidos, personalmente compro- nicos dolorosos o por una visión del trata-
metidos en la relación que mantienen con sus miento técnicamente demasiado estrecha y
pacientes. Los enfermos y sus médicos deben privada de moralidad.
ligarse a los sentidos morales de la enferme- En ausencia de una garantía última de
dad en el marco de la relación que les une. compasión y de voluntad para reconocer y
Ésta es una relación de colaboración en la responder al sufrimiento de los demás, la et-
que las técnicas de exploración de lo que sig- nografía se presenta como un medio limitado
nifica estar enfermo promueven una solución de compromiso social autocrítico en nuestro
práctica del problema, una catarsis y una tiempo. Entre los demás tipos de interacción
transformación subjetiva. En las facultades social que se caracterizan por la inestabili-
de medicina, la formación etnográfica empu- dad y la incertidumbre, la etnografía única-
jaría a los estudiantes a tratar en toda su ex- mente requiere que el etnógrafo articule
tensión la experiencia de enfermedad de los perspectivas morales individuales con un
pacientes, no como algo periférico o que su- discurso ético o bioético global. La orienta-
pusiera una amenaza para las categorías no- ción de W. H. R. Rivers era característica-
sológicas. La formación continuada acerca de mente etnográfica y proporciona un modelo
temas de cultura, de enfermedad mental y del para la reorientación de nosotros mismos

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DOLOR Y SUFRIMIENTO EN LA PRÁCTICA CLÍNICA

frente a los demás en los ámbitos médico y 5. Good B. Medicine, Rationality, and Experience:
clínico. Éste es el modelo que tiende un An Anthropological Perspective. Cambridge:
Cambridge University Press, 1994.
puente entre la experiencia moral y la refle- 6. Luhrmann TM. Of Two Minds: The Growing Di-
xión ética en el ámbito de la práctica clínica sorder in American Psychiatry. New York: Knopf.
y que, en nuestra opinión, constituye la me- 7. Giddens A. Modernity and Self-Identity: Self and
Society in the Late Modern Age. Stanford: Stan-
jor opción para revitalizar el núcleo huma-
ford University Press, 1991.
nístico de la medicina moderna. 8. Boltanski L. La Souffrance á Distance. Paris: Me-
taillie, 1993.
9. Kleinman A., Fox RC, Brandt AM. Introduction:
Bioethics and Beyond. Daedalus 128(4): vii-x.
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An Introduction. Robert Hurley (traduc). New
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Smith y Barbara Harshav (traduc). New York: Culture, Human Conditions, and Disorder. En:
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3. Levinas E. Otherwise than Being or Beyond Es- Grethe B. Peterson, ed. Salt Lake City: University
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