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La historia de la aviación

La historia de la aviación se remonta al día en el que el hombre prehistórico se paró


a observar el vuelo de las aves y de otros animales voladores. El deseo de volar está
presente en la humanidad desde hace siglos, y a lo largo de la historia del ser humano
hay constancia de intentos de volar que han acabado mal. Algunos intentaron volar
imitando a los pájaros, usando un par de alas elaboradas con un esqueleto de madera
y plumas, que colocaban en los brazos y las balanceaban sin llegar a lograr el
resultado esperado.1
Muchas personas decían que volar era algo imposible para las capacidades de un ser
humano. Pero aun así, el deseo existía y varias civilizaciones contaban historias de
personas dotadas de poderes divinos que podían volar. El ejemplo más conocido es la
leyenda de Ícaro y Dédalo, que encontrándose prisioneros en la isla de Minos se
construyeron unas alas con plumas y cera para poder escapar. Ícaro se aproximó
demasiado al Sol y la cera de las alas comenzó a derretirse, haciendo que se
precipitara en el mar y muriera.2 Esta leyenda era un aviso sobre los intentos de
alcanzar el cielo, semejante a la historia de la Torre de Babel en la Biblia, y ejemplifica
el deseo milenario del hombre de volar.
La historia moderna de la aviación es compleja. Durante siglos se dieron tímidos
intentos por alzar el vuelo, fracasando la mayor parte de ellos, pero ya desde el siglo
XVIII el ser humano comenzó a experimentar con globos aerostáticos que lograban
elevarse en el aire, pero tenían el inconveniente de no poder ser controlados. Ese
problema se superó ya en el siglo XIX con la construcción de los primeros dirigibles,
que sí permitían su control. A principios de ese mismo siglo, muchos investigaron el
vuelo con planeadores, máquinas capaces de sustentar el vuelo controlado durante
algún tiempo, y también se comenzaron a construir los primeros aeroplanos equipados
con motor, pero que, incluso siendo impulsados por ayudas externas, apenas lograban
despegar y recorrer unos metros. No fue hasta principios del siglo XX cuando se
produjeron los primeros vuelos con éxito. El 17 de diciembre de 1903 los hermanos
Wright se convirtieron en los primeros en realizar un vuelo en un avión controlado,3 no
obstante algunos afirman que ese honor le corresponde a Alberto Santos Dumont, que
realizó su vuelo el 13 de septiembre de 1906.4
A partir de entonces, las mejoras se fueron sucediendo, y cada vez se lograban
mejoras sustanciales que ayudaron a desarrollar la aviación hasta tal y como la
conocemos en la actualidad. Los diseñadores de aviones se siguen esforzando en
mejorar continuamente las capacidades y características de estos, tales como
su autonomía, velocidad, capacidad de carga, facilidad de maniobra o la seguridad,
entre otros detalles. Las aeronaves han pasado a ser construidas de materiales cada
vez menos densos y más resistentes. Anteriormente se hacían de madera, en la
actualidad la gran mayoría de aeronaves emplea aluminio y materiales
compuestos como principales materias primas en su producción.5 Recientemente,
los ordenadores han contribuido mucho en el desarrollo de nuevas aeronaves.

Siglo XIX: Aviones


En el siglo XIX se realizaron algunos intentos de producir un avión que despegase por
medios propios. Pero la mayoría de ellos eran de pésima calidad, construidos por
personas interesadas en la aviación pero que no tenían los conocimientos de los
problemas que trataron Lilienthal y Chanute.
En 1843, William Henson, un inventor inglés, registró la primera patente de una
aeronave equipada con motores, hélices, y provista de un ala fija, lo que en la
actualidad se conoce como avión. Pero el prototipo construido basándose en los
diseños de Henson no tuvo buenos resultados, y desistió en su proyecto.32 En 1848,
su amigo John Stringfellow construyó una pequeña aeronave basada en los diseños
de Henson, que tuvo éxito en ciertos aspectos, pudiendo despegar por medios
propios, pero lo hacía sin piloto, y podía volar apenas dos o tres segundos.33

Dibujos del Éole diseñado por Clément Ader.

En 1890, Clément Ader, un ingeniero francés, construyó un avión al que llamó Éole,
equipado con un motor a vapor. Ader consiguió despegar en el Éole, pero no consiguió
controlar el aparato, y solo pudo recorrer unos 50 metros en el aire. Aun así, consideró
los resultados satisfactorios, y se planteó construir una aeronave mayor, cuya
construcción le llevó cinco años de su vida. Pero por desgracia, su nuevo avión,
denominado Avión III era demasiado pesado y nunca fue capaz de despegar.4
En 1884 el ruso Aleksandr Mozhaiski diseñó y creó un monoplano con el que logró
despegar gracias a un motor a vapor y recorrer una distancia de entre 20 y 30
metros.34

Máquina voladora de Hiram Stevens Maxim.

En esa época, Hiram Stevens Maxim, un estadounidense nacionalizado británico,


estudió una serie de diseños en Inglaterra, y construyó un avión de dimensiones
monstruosas para los patrones de la época. Era un biplano de 3175 kg y con
una envergadura de 32 metros, equipado con dos motores a vapor, cada uno capaz de
generar 180 CV. Maxim construyó la aeronave para estudiar los problemas básicos de
la aerodinámica y la potencia. Observó que el aparato, sin equipamientos que
ayudasen a obtener su control, sería insegura y peligrosa a cualquier altitud, entonces
construyó una pista especial, de 550 metros de longitud, donde colocó unos raíles en
los que se situaba el avión para realizar pruebas. Las primeras pruebas las realizó en
busca de problemas, y a partir del 31 de julio de 1894 comenzó a incrementar la
potencia de los motores en cada prueba, alineando el aparato en la pista. Las dos
primeras tuvieron un éxito razonable, el aparato consiguió "saltar" sobre los raíles
durante unos segundos, pero no llegó a volar. En la tercera prueba, la tripulación
aplicó potencia máxima a los motores del avión, hasta alcanzar 68 km/h, y después de
recorrer 180 metros se produjo tanta sustentación que el avión se salió de los raíles,
consiguiendo despegar y volar recorriendo 60 metros, momento en el cual el aparato
chocó contra el suelo. Maxim solamente volvió a hacer nuevas pruebas en la década
de 1900, usando motores a gasolina y aeronaves menores.35
Otro pionero de la aviación fue Samuel Pierpont Langley, un científico estadounidense,
que después de una exitosa carrera relacionada con la astronomía, comenzó a
estudiar seriamente la aerodinámica en lo que actualmente es la Universidad de
Pittsburgh (Estados Unidos). En 1891, Langley publicó Experiments in
Aerodynamics (Experimentos en aerodinámica), donde detallaba sus investigaciones,
y es a partir de ahí cuando se dedicó a diseñar y construir aeronaves basadas en sus
ideas. El 6 de mayo de 1896, un prototipo construido por él, realizó su primer vuelo
con éxito. El nombre de la aeronave era Aerodrome No.5. El avión recorrió
aproximadamente mil metros a una velocidad de 40 km/h. El 28 de noviembre del
mismo año, realizó otro vuelo con éxito, con el aparato Aerodrome No.6, que consiguió
recorrer con éxito 1460 metros, pero despegaba sin tripulantes.36
Después de los éxitos de estas pruebas de vuelo, Langley decidió construir un avión
que fuese capaz de volar pilotado por una persona, por lo que comenzó a buscar
personas dispuestas a invertir en su nueva máquina. Es entonces cuando el gobierno
estadounidense le subvencionó con cincuenta mil dólares, gracias al interés que
despertaba la idea de disponer de un aparato que sirviera como observador militar
aéreo, ya que en ese momento se iniciaba la Guerra Hispano-
Estadounidense.37 Langley construyó entonces su Aerodrome A, y pasó a realizar
pruebas en una versión idéntica pero con un cuarto de tamaño con respecto al modelo
original, y sin tripulantes. El prototipo voló dos veces el 18 de julio de 1901, realizando
con éxito hasta 1903 algunos despegues más.
Con el diseño básico de la aeronave aparentemente aprobado en las pruebas
realizadas, Langley acreditaba que el Aerodrome A estaba en condiciones de ser
probado con un tripulante a bordo. Entonces comenzó a buscar un motor adecuado, y
contrató a Stephen Balzser para la construcción de este. Langley quedó decepcionado
al ver que el motor generaba apenas 8 CV de fuerza, en vez de los 12 CV que él
esperaba. Un asistente de Langley, Charles M. Manly, rediseñó el motor,
transformándolo en uno con cinco cilindros y refrigerado por agua, capaz de generar
52 CV y 950 revoluciones por minuto, con un peso de 57 kg.38

Pruebas del Aerodrome A de Samuel Langley, sobre el Río Potomac, en 1903.

The Hawk (El halcón), uno de los planeadores de Percy Pilcher.

El 7 de octubre y el 8 de diciembre de 1903, Langley, a los mandos del Aerodrome A,


intentó hacer que su avión despegara. Realizó sus intentos en un navío sobre el Río
Potomac, y utilizó una catapulta para proporcionar el empuje necesario para el
despegue. Pero por desgracia, el avión era muy frágil, y en ambos intentos el avión
terminó chocándose con el agua justo después de despegar. Además de eso, el avión
no disponía de control longitudinal ni tampoco de tren de aterrizaje, y por eso tenía que
realizar los intentos de despegue sobre el río. Otro problema era que los fondos
monetarios de los que disponía se agotaban, por lo que intentó conseguir más, pero
sus esfuerzos fracasaron.36
Por toda la labor realizada dentro del mundo de la aviación, Langley fue reconocido
por el Instituto Smithsoniano, una institución educacional ubicada en Washington D.
C., como el inventor del avión, gracias a que Glenn Hammond Curtiss posteriormente
haría varias modificaciones en el Aerodrome A de Langley en la década de 1910, y
conseguiría alzar el vuelo.36
Mientras, en el Reino Unido, Percy Pilcher estuvo a punto de convertirse en la primera
persona que alza el vuelo en un avión. Pilcher construyó varios planeadores: The
bat (El murciélago), The beetle (El escarabajo), The gull (La gaviota) y The hawk (El
halcón). Logró alzar el vuelo en todos ellos, teniendo éxito en sus intentos.
En 1899 construyó un prototipo de avión con motor a vapor, pero por desgracia Pilcher
falleció en un accidente aéreo con uno de sus planeadores, no habiendo probado su
prototipo.39 Sus trabajos permanecieron escondidos durante años, y solo mucho
tiempo después, despertaron interés en la comunidad científica. Estudios más
recientes indicaron que su prototipo hubiera sido capaz de alzar el vuelo por sus
propios medios con un tripulante a bordo.

Boceto del Número 21 de Gustave Whitehead, el día que realizó su primer vuelo, 14
de agosto de 1901.

Otro nombre digno de destacar es el de Gustave Whitehead, del que se tiene


documentado un primer vuelo ocurrido el 14 de
agosto de 1901 en Connecticut (Estados Unidos), día en el que logró volar con su
modelo Número 21 en tres ocasiones.4 La información salió reflejada en los
periódicos Bridgeport Herald, New York Herald y el Boston Transcript, y en ellos se
dice que el vuelo más largo logró recorrer más de 2500 metros a una altura de 60
metros, siendo mayor que la marca alcanzada por los hermanos Wright dos años más
tarde.
Meses después, en enero de 1902 logró volar 10 kilómetros sobre Long Island en su
modelo Número 22. Pero antes de eso, algunos testigos confirman un vuelo de 1 km
hacia el año 1899. Tanto el modelo Número 21 como el Número 22 eran monoplazas,
el primero impulsado con un motor de 15 CV y el segundo con un motor de 30 CV. El
motor aceleraba las ruedas delanteras para adquirir la velocidad de despegue y el
piloto cambiaba la fuerza hacia las hélices. De esta forma se evitaba el mecanismo de
catapulta necesario en el modelo de los hermanos Wright.
Los planos de los modelos de Whitehead han sido conservados y en 1937, Stella
Randolph recopiló su labor en la obra Los vuelos perdidos de Gustave Whitehead. El
reconocimiento a Gustave Whitehead sólo vendría a partir de esa época.

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