en nociones tales como la persona, el cuerpo, el dormir y el soñar, elementos
típicos de la biomedicina que son impuestos hacia los pacientes pewenches,
que, a su vez, ven en estas drogas el riesgo de transformarse en espectadores im- potentes frente a las acciones malignas de espíritus que actúan durante el sueño. El segundo punto se refiere a la necesidad de entender la tecnología no solamente como un proceso de modificación simbólica y material del mundo, sino también como un proceso afectado por el rol y poder existentes de los objetos. Como plantean los textos de Daniel Miller y Martin Holbraad, aunque desde premisas muy distintas, las cosas tienen agencia, lo que necesariamente repercute en los procesos tecnológicos. Reconocer el carácter “agencial” de las cosas significa replantear la tecnología y verla no simplemente como un proceso determinado únicamente por la acción de los actores tecnológicos, sino más bien como el despliegue de técnicas influenciadas por la relación particular entre cosas y personas. Según un tipo de aproximación al mundo material de- finido como anti-representacional y que ve a Bruno Latour como uno de sus principales exponentes, la agencia no es puramente material (de un artefacto) o sociológica (de su usuario), sino se encuentra en el conjunto de la relación entre ser humano y artefacto (Knappet, 2005:32). Como lo ha propuesto Gil- bert Simondon, lejos de ser materia inerte, los objetos técnicos tienen modos de existencia caracterizados por su capacidad de concretizar distintas experiencias humanas (2007:32). Bajo la influencia de Deleuze y Guattari, quienes de alguna manera sugieren abandonar el concepto de sociedad en favor del de ensamblaje, como un conjunto de procesos materiales y conceptuales sin centro y en perene expansión (1994), la tecnología ha sido así interpretada como un proceso activo en la configuración dinámica de ensamblajes humanos-materiales a nivel local y global (De Landa, 2006). Para Pfaffenber, la actividad humana colectiva está inserta en sistemas técnicos donde actores humanos y no humanos (los objetos de un proceso tecnológico) son integrados (1992): “en este sentido, la construc- ción de sistemas socio-técnicos es casi inevitablemente sociogénico. La sociedad es el resultado de la construcción de sistemas socio-técnicos” (ibíd.:500). En esta misma línea podemos también entender a la agencia social de las cosas y la facultad de los procesos tecnológicos en la reconfiguración de la relación entre cosas y personas como uno de los ejes centrales de este libro. Inger Sjørslev se centra justamente en este último punto. En su análisis de los ritos sacrificiales de la religión afrobrasileña del Candomblé demuestra cómo mediante distintas técnicas, las mujeres partícipes en estos rituales logran ma- nipular la distinción categórica entre persona y cosa. Su etnografía indica cómo los estados de posesión en los cuales los individuos se ven inmersos durante los ritos pueden entenderse como tecnologías que permiten la reconfiguración